domingo, 25 de septiembre de 2016

Lunes semana 26 de tiempo ordinario; año par

Lunes de la semana 26 de tiempo ordinario; año par

Jesús nos libera del orgullo, y de las cosas materiales, pues el camino de la humildad y del amor nos abre a un mundo mejor
“En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: -«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: -«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: -«No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro»” (Lucas 9,46-50).  
1. Los apóstoles tienen ganas de figurar, como nosotros, y por eso les dices, Señor, que tu actitud es de Siervo: "no he venido a ser servido sino a servir". ¿Quién es el mayor? El que sirve. Y tomas un niño para decirnos que es "el más importante". El niño era, en la sociedad de su tiempo, el miembro más débil, indefenso y poco representativo. Pues a ése le pone Jesús como modelo.
-"¿Cuál de ellos sería el más grande?" Después de que les hablas de la cruz y del servicio, se les ocurre hablar de quien manda… El deseo de dominar, de ser "más" que los demás, nos puede. Veo en mi vida las huellas de ese mismo deseo y me pregunto: ¿Qué formas, aparentes o escondidas, toma mi deseo de dominar, de ser más grande...?
-“Jesús, adivinando lo que pensaban...” Un debate interior, mental -según san Lucas-, mientras que Marcos dice que hay una disputa entre ellos… “Jesús, de nuevo el Evangelio me recuerda que conoces hasta los más profundos pensamientos de mi corazón.
Nada se te oculta a tu conocimiento divino.
Pero esto no debe producirme una sensación de inquietud, como si estuviera acorralado, sino un sentimiento de paz y de seguridad, porque Tú   -que eres mi Padre- estás conmigo, porque me acompañas siempre, y me ayudas con tu gracia.
Jesús, ante la conducta soberbia de los apóstoles, no les reprimes -como si fueras un inspector que ha cogido a alguien en falso-, sino que les ayudas a entender el valor de la humildad tomando el ejemplo de un niño.
Así haces conmigo, si yo procuro mantenerme en tu presencia a lo largo del día; me enseñas, me guías, me animas, me das una mayor visión sobrenatural” (Pablo Cardona).
-“Tomó de la mano a un chiquillo, lo puso a su lado y les dijo. "El que toma a un niño en mi nombre, me acepta a mí, y el que me acepta, acepta también al que me ha enviado."” Señor, ayúdame a que no me agraden las acciones deslumbrantes, sino a encontrar mi alegría en lo "cotidiano" en las pequeñas cosas ordinarias. «El humilde se mantiene alejado de los honores terrenos, y se tiene por el último de los hombres; aunque exteriormente parezca poca cosa, es de gran valor ante Dios. Y cuando ha hecho todo lo que el Señor le ha mandado, afirma no haber hecho nada, y anda solícito por esconder todas las virtudes de su alma. Pero el Señor divulga y descubre sus obras, da a conocer sus maravillosos hechos, le exalta y le concede todo lo que pide en su oración» (San Basilio).
-“Pues el más pequeño entre todos vosotros, ¡ese es el mayor!” Lo grande no es reinar, sino servir. Sí, para Jesús el servir es cosa grande: porque servir al más despreciado de los hombres, es servir a Dios... y es imitar a Jesús. "Jesucristo, sin bienes y sin sabidurías, está en el orden de la santidad. No ha inventado nada, no ha reinado, pero ha sido humilde, paciente, santo, santo ante Dios, terrible ante los demonios, sin pecado alguno. Es sencillamente ridículo escandalizarse de la humildad de Jesucristo... Pero los hay que no admiran más que las grandezas carnales, como si no las hubiera espirituales... Todos los cuerpos juntos, y todos los espíritus juntos y todas sus producciones, no valen lo que el menor gesto de caridad..." (B. Pascal).
-“Intervino Juan y dijo: "Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y hemos intentado impedírselo, porque no anda con nosotros siguiéndote". Jesús le respondió: "No se lo impidáis; porque el que no está contra vosotros está a favor vuestro" El espíritu del poder es difícil de vencer. Juan mismo, no entendió nada. Quiere tener la exclusiva. Tiene envidia del éxito ajeno. Considera su vocación, su elección, como un privilegio (Noel Quesson). El servicio da una nueva dimensión a nuestro ser.
Josué, el fiel lugarteniente de Moisés, quiso castigar a los que "profetizaban" sin haber estado en la reunión constituyente, y Moisés, de corazón mucho más amplio, le tuvo que calmar, afirmando que ojalá todos profetizaran (Nm 11). Los celos, el creer que dentro de la Iglesia mi “grupo” es el mejor, es una tentación común en la historia. No tenemos la exclusiva. Lo importante es que se haga el bien, que la evangelización vaya adelante: no que se hable de nosotros. No se trata de "quedar bien", sino de "hacer el bien". También "los otros", los que "no son de los nuestros", sea cual sea el nivel de esta distinción (clero y laicos, religiosos y casados, mayores y jóvenes, católicos y otros cristianos, practicantes y alejados), nos pueden dar lecciones. Y en todo caso "el que no está contra nosotros, está a favor nuestro", sobre todo si expulsan demonios en nombre de Jesús. Si seguimos buscando los primeros lugares y sintiendo celos de los demás en nuestro trabajo por el Reino, todavía tenemos mucho que aprender de Jesús y madurar en su seguimiento (J. Aldazábal).
Hemos visto dos temas en el Evangelio de hoy: las disputas internas sobre el poder -quien es más-; y el rechazo hacia otros que no sean “de los nuestros”. Ante esto, Jesús nos habla de la sencillez del niño sin ambiciones, y que la Iglesia es abierta, no podemos controlar…
Un proverbio que se había hecho corriente desde la guerra civil de los romanos es parecido a lo que tú nos dices, Jesús: "Te hemos oído decir que nosotros (los hombres de Pompeyo) tenemos por adversarios nuestros a todos los que no están con nosotros, y que tú (César) tienes por tuyos a todos los que no están contra ti".
2. El libro de Job al parecer tiene fuentes del segundo milenio a. C. Pone en escena a un rico propietario del sudeste del mar Muerto, un hombre íntegro, atacado en su persona y en sus bienes más queridos y que, en esa situación, muestra una paciencia ejemplar. Un poeta tomó la obra antigua para adaptarla a las cuestiones planteadas por su época. Judío de la segunda generación del destierro, atento al profundo malestar de sus compatriotas, se sirvió del cuento como de un trampolín para intentar dar una respuesta. Entre los «Libros Sapienciales», el Libro de Job es merecidamente célebre. Escrito hacia el s. V a. de J.C., plantea el «problema del mal» de manera inolvidable.
-¿Por qué existen el sufrimiento y la muerte? Los amigos de Job tratarán de decirle: «a causa del pecado...» El mal es un castigo. Esta es una de las respuestas que a menudo se han dado. Pero Job modifica la pregunta haciéndola más radical:
-¿Por qué el sufrimiento de los inocentes? Y es una de las preguntas más graves de todos los tiempos. La respuesta de Job, misteriosa, como veremos, es una aproximación, todavía imperfecta... Habrá que esperar la «cruz» de Jesús y su resurrección, para tener una respuesta más definitiva.
-“El Señor dijo: «¿Te has fijado en mi siervo Job? es un hombre cabal y recto, que teme a Dios y se aparta del mal. ¡No hay nadie como él en la tierra!»  El sufrimiento, la prueba, no son un «castigo». Job es un «justo», un «santo»... y será terriblemente probado. Jesús también, «a fortiori», era "justo" y «santo», sin pecado... y se le crucificó, y murió en la cruz. Señor, ¡qué grande es el misterio en que nos introduces! Todo hombre, cuando sufre, siente la tentación de decir: ¿qué hemos hecho para que Dios nos trate de ese modo?» Para nosotros, pecadores, la pregunta puede tener, en parte, un sentido. Pero sería peligroso dar únicamente esta respuesta.
-“Satán respondió: «¿Es que Job teme a Dios de balde? Tócale sus bienes y juro que te maldice a la cara.»” Asistimos a una escena inspirada en el viejo folklore sirofenicio. Job feliz y rico lo perderá todo: sus rebaños sus propiedades, sus servidores, sus hijos, su salud... Y todo ello debido a la proposición de "Satán".
En el Antiguo Testamento, Satán es el "adversario" por excelencia -tradición del término "satan" en hebreo... que el griego tradujo por «diábolos», el «calumniador», el que pone zancadillas al que anda-. Satán es el adversario al designio de Dios, el que lanza un reto a Dios: no cree que el hombre sea capaz de «justicia» ni de «santidad»... No cree que el hombre sea capaz de servir a Dios «gratuitamente». La señal de Satán es el «interés», el egoísmo: doy para que me des. ¿Soy capaz de gratuidad? ¿Sirvo a Dios y a mis hermanos en vistas al premio, al mérito? o por amor, ¿sin esperar nada en retorno?
-“Job, postrado en tierra, dijo: «Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo retornaré allá. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. ¡Sea bendito el nombre del Señor!»” Aceptar dicha desnudez puede ser la mejor conformidad a la voluntad de Dios. En vez de maldecir, como lo había deseado el Tentador, Job, despojado de todo, acepta su sufrimiento y continúa «bendiciendo a Dios». Satán ha perdido el primer envite pero volverá al ataque (Noel Quesson). Satanás acusa a Dios: si los hombres te aman, es por los beneficios que les concedes. La fe no sería, pues, más que un amor interesado. Se plantea si existe una piedad desinteresada, y vemos que Job mantiene una serenidad total y confianza en el Señor. Otra cuestión es la de la retribución personal; todavía no se conoce la resurrección de la carne, y el epílogo describe la reintegración del fiel en sus bienes anteriores.
Los discípulos discutían sobre la precedencia en el reino, olvidando que el ser discípulo supone un desafío. Satanás y Dios luchan por la posesión del corazón del hombre. Job es aquel que, sin saberlo, acepta el desafío. El verdadero discípulo conocerá la Pascua, pero será al final de la prueba (Sal Terrae).
3. El salmo refleja esta fidelidad de Job: "en mis labios no hay engaño; aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí; yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío".
Llucià Pou Sabaté
Santos Cosme y Damián, mártires

Una tradición muy antigua atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), donde se erigió asimismo una basílica en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma y, más tarde, se propagó por toda la Iglesia.
Según la tradición son hermanos gemelos, nacidos en Arabia; estudiaron las ciencias en Siria y llegaron a distinguirse como médicos. Como eran auténticos cristianos, practicaban su profesión con gran habilidad pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. Por eso se les conoció en el oriente entre los santos llamados colectivamente "los sin dinero".
Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición tan distinguida, pasasen desapercibidos. Fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, luego de haber sido sometidos a diversos tormentos, murieron decapitados por la fe. Conducidos sus restos a Siria, quedaron sepultados en Cirrhus, ciudad ésta que llegó a ser el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el escenario de su martirio.
Se cuentan muchos prodigios milagrosos sobre sus vidas pero poco se sabe con seguridad. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecuciones, como ser arrojados al agua atados a pesadas piedras, ser quemados en hogueras y ser crucificados. Cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que torcieron su trayectoria e hicieron huir a los tiradores (se cuenta que el mismo caso ocurrió con San Cristóbal y otros mártires). Asimismo dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos y sus nombres se mencionan en el Martiriologio Romano. Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y, a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente.
Entre las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I, quien visitó la ciudad de Cirrhus especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores.
A principios del siglo V, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de los mártires. La basílica que el Papa Félix  (526-530) erigió en honor de Cosme y Damián en el Foro Romano, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada posiblemente el 27 de septiembre. Ese día se celebró la fiesta de Cosme y Damián hasta su traslado al 26 de septiembre en el nuevo calendario.
Los santos Cosme y Damián son nombrados en el canon de la misa y, junto con San Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos.
Tres pares de santos llevan los mismos nombres
Por un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con los nombres de Cosme y Damián. Los de Arabia, que fueron decapitados durante la persecución de Diocleciano (17 de octubre), los de Roma, que murieron apedreados en el curso del reinado de Carino y los hijos de Teódota, que no fueron mártires. Sin embargo, se trata de los mismos.
Pidamos al Señor por intercesión de los santos Cosme y Damián por los médicos, para que cumplan santamente con su profesión.
"LO QUE HABEIS RECIBIDO GRATIS, DADLO TAMBIEN GRATUITAMENTE" (Jesucristo Mt. 10, 8)
Bibliografía:
Butler, Alban. Vidas de los Santos.
Sálesman, Eliécer- Vidas de Santos # 3
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día

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