jueves, 14 de enero de 2016

Viernes de la semana 1 de Tiempo Ordinario; año par

Viernes de la semana 1 de tiempo ordinario; año par

Encuentros con Jesús misericordioso
“Entró de nuevo en Cafarnaum; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra.Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?». Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, toma tu camilla y anda” Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”».Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida»(Marcos 2,1-12).
1. Podemos meternos con la imaginación, en la casa junto a Pedro, muy cerca del Señor. Tenemos suerte, porque muchos no caben, se han quedado fuera. Muchos, con la esperanza de tocar su túnica al pasar. Jesús está enseñando.
No faltan varios fariseos y doctores de la ley. Son los que lo saben todo, escuchan buscando qué censurar. ¡Qué distinta la gente sencilla que nos rodea dentro de la sala!
Mientras tanto, cuatro hombres audaces, con fe en el Señor, traen a un paralítico para que lo cure. Y no pueden entrar. Pero no se dan por vencidos. Por detrás la casa suben al tejado, escuchamos sus pasos en el techo. Jesús sigue hablando. Demasiado sabe Él lo que está ocurriendo. Después, comienzan a dar golpes. Todos miramos hacia arriba: están perforando el terrado.
El Señor no se inmuta. Caen trozos de barro seco, a pesar del cuidado de quienes lo hacen. Por fin se ve, por la abertura, el cielo. Jesús sigue hablando. Pero todos miramos las manos afanosas, el boquete descubierto, que se hace más grande. Ya se ven sus rostros. Con cuerdas descuelgan la camilla, un fardo con el cuerpo de aquel hombre paralítico. Y así, lo colocan delante del Señor. Todos guardamos silencio.
El Señor suspende su enseñanza. Mira al hombre paralítico y le sonríe. Los ojos del hombre, que está ahí, en el suelo, se avivan. Los cuatro audaces se han quedado en el techo. Sus cuatro caras pegadas miran respetuosas y atentas. No dicen nada. El Señor también les mira a ellos. Quisieran esconderse, no pueden. La humildad brota en sus semblantes. Y también les sonríe.
Con Jesús volvemos nuestra mirada al paralítico. Parece como si toda su vida se agolpara en sus ojos: miran llenos de esperanza. La compasión divina se posa en esa esperanza. Vuelven a avivarse los ojos del hombre. La Misericordia infinita y la miseria ínfima, frente a frente. Y en la sala, un silencio impresionante.
-“Tus pecados te son perdonados”.
Los escribas y los fariseos se remueven en sus asientos: están pensando mal. Jesús se encarar con ellos, sin corazón, por ignorar la miseria del hombre.
-“¿Qué es lo que andáis revolviendo en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda...?” Misericordiosa y protectora mirada de Jesús para el humilde caído, desafiante y acusadora para la soberbia engreída.
Los aludidos bajan los ojos y enmudecen. Sus cabezas se inclinan. El Señor les sigue hablando, pero ellos no oyen ya, turbados de vergüenza... Cuando han sentido alivio, porque los ojos de Jesús han vuelto a posarse sobre los que le miraban con silenciosa esperanza, logran levantar los suyos.
-“¡Levántate!.. . Carga con tu camilla y vete a tu casa”. Jesús al momento mira a los cuatro del tejado, y nosotros con Él. Como que es este milagro un premio a su fe callada y operativa. Y por mirar arriba no observamos cómo fueron los primeros movimientos del hombre curado. Nos sorprende, ya de pie, levantando su camilla. Por el pasmo, todos los ojos se agrandan más y más.
Es que no nos acostumbramos a los milagros: nos sorprenden siempre. Y el que había sido paralítico obedece, y sale lleno de gozo, dando gloria a Dios. Desde dentro escuchamos el clamor de las gentes en la plaza. Se sorprendieron al ver la obra de Dios, realizada a pesar de ellos.
Salió el hombre de aquella casa por donde no entró. Y volvió a su hogar por un camino que no había andado, a vista de todo el mundo, de forma que todos estaban pasmados y dando gloria a Dios, decían: Jamás habíamos visto cosa semejante.
Hoy aprendo que la audacia debe llevarnos a poner por obra lo que nos enseña la fe. A un hombre así, que vive conmigo, le encomendaron una misión dificilísima, llevada ya a cabo felizmente, porque entendía algo de aquella cuestión, y porque era lo suficientemente lanzado como para no darse cuenta que era imposible (J. A. González Lobato).
A veces no se hace algo por parálisis mental, por no entender los planes de Dios, podemos ver esos planes como algo arduo y sin libertad, cuando precisamente es dejarse querer por Él, ensanchar nuestro corazón, y al escuchar su voz descubrir que es fuente de libertad, de felicidad, y comunicarla, hacerla realidad en el mundo que nos ha tocado vivir. Cuando hay motivaciones profundas, es más fácil llevar adelante las cosas, y ese núcleo de la respuesta cristiana que es el “hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas” ya no se ve obedecer algo externo y como impuesto, sino que responde a una motivación interior, que conduce a la oración, a frecuentar la Eucaristía. Porque sería una forma de parálisis limitar la vida cristiana a cumplir unos cuantos ritos. Conduce a buscar la formación y alimentación para el alma. Muchas veces la acción social, que hoy vemos en formas de voluntariado, es un primer paso para luego ir a la fuente del amor en Dios, y llevar de esa agua viva a los demás, como vemos en la escena de hoy.
Sólo Dios puede perdonarnos, como se recuerda hoy en el Evangelio: ante la afirmación llamativa de Jesús, que dice a un paralítico: "hijo, tus pecados te son perdonados", los oyentes sorprendidos pensaron: "¡éste blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?". En el pecado el ofendido es el mismo Dios amor, aunque va unido esto a que el pecado nos hiere y nos daña por dentro. Pues esta herida sólo Dios puede sanarla, ahí está unido el poder infinito y su amor misericordioso. Y es lo que Jesús dice al perdonar: "pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para perdonar los pecados; miró al paralítico y le dijo: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
2. Cada tribu posee su propia organización, y si se unen las tribus, un jefe militar, un "Juez" manda y organiza. Pero… -“se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a ver a Samuel”. Y hacen su petición: -«ponnos un rey para que nos juzgue y gobierne, como todas las naciones.» Hay que ejercitar la inteligencia, progresar con el desarrollo de ideas, organización social… aquí sin embargo se subraya la motivación mala que es apartarse de Dios…
-“Disgustó a Samuel que dijeran: "Danos un rey"... e invocó al Señor. Pero el Señor dijo a Samuel: «Haz caso a todo lo que el pueblo te dice, porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, porque no quieren que reine sobre ellos.»” Las cosas políticas son complejas. Pensaban que Dios era quien gobernaba directamente ese pueblo. Pero, por otra parte, la política tiene su campo propio. Si leemos la Biblia en su contexto cultural, podemos sacar muchas cosas sin atarnos a la cultura de otro tiempo… En resumen: libertad en lo político, fidelidad en lo religioso.
3. Monarquía o república o cualquier otro sistema político: todo puede ser bueno y malo. Lo importante, en cualquier régimen político, es buscar el bienestar de la comunidad siguiendo fielmente los valores de Dios. Así será verdad lo de que «dichoso el pueblo que camina a la luz de tu rostro», como decimos en el salmo.
Llucià Pou Sabaté

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