martes, 26 de enero de 2016

Miércoles de la semana 3 de Tiempo Ordinario; año par

Miércoles de la semana 3 de tiempo ordinario; año par

David y su reino es imagen de Jesús que nos muestra el Reino de Dios con su siembra de palabra divina, también hoy
“En aquel tiempo, Jesús se puso otra vez a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó enseguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento». Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. El les dijo: «A vosotros se os ha dado comprender el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone».
Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben enseguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento»” (Marcos 4,1-20).
1. Comienza hoy la Iglesia a proponernos las grandes “parábolas” de Jesús. Son el corazón de la predicación de Jesús, que con el paso del tiempo no pierden su frescura y humanidad, y llegan al corazón. Tu estilo, Jesús, está ahí presente, y con ellas siento tu cercanía. Ayúdame a ver lo que querías decirnos, lo que nos dices “hoy” en ese lenguaje de imágenes, metáforas. Hoy, veo tus interpretaciones alegóricas, la semilla que cae parte en el camino, parte en terreno pedregoso, parte entre espinas y parte en suelo fértil. Siento que me hablan, pero nunca agotamos su significado, siguen siempre abiertas…
La palabra hebrea mashal (parábola, dicho enigmático) abarca los más diversos géneros: la parábola, la comparación, la alegoría, la fábula, el proverbio, el discurso apocalíptico, el enigma, el seudónimo, el símbolo, la figura ficticia, el ejemplo (el modelo), el motivo, la justificación, la disculpa, la objeción, la broma.
Nos hablan de tu Reino, Señor, de tu venida. Quiero aprender cuando les cuentas a los discípulos el significado de la parábola: «A vosotros os ha concedido Dios el secreto del Reino de Dios: pero para los de fuera todo resulta misterioso, para que (como está escrito) "miren y no vean, oigan y no entiendan, a no ser que se conviertan y Dios los perdone"». Quiero entender que tú sabías que el profeta que citas fracasa en su labor (tomo estas ideas de Ratzinger): tu mensaje, como aquel, contradice demasiado la opinión general, las costumbres corrientes. A través de su fracaso, las palabras resultan eficaces. Esto pasó con los profetas y la historia de Israel, y en cierto sentido se repite continuamente en la historia de la humanidad. Es tu destino, Señor: la cruz. Pero precisamente de la cruz se deriva una gran fecundidad.
La siembra de la semilla está presente en tu predicación, y es el «Reino de Dios» que crece, como el grano de mostaza. La semilla es presencia del futuro. En ella está escondido lo que va a venir: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). Tú mismo eres el grano, Señor, y por tu «fracaso» vendrá la salvación: «Y cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32).
Es un fracaso como camino para lograr «que se conviertan y Dios los perdone». Es el modo de conseguir, por fin, que todos los ojos y oídos se abran. En la cruz se descifran las parábolas. En los sermones de despedida dice el Señor: «Os he hablado de esto en comparaciones: viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente» (Jn 16,25). Ahora se entienden como estaciones de la vía hacia la cruz. En las parábolas, Jesús no es sólo el sembrador que siembra la semilla de la palabra de Dios, sino que es semilla que cae en la tierra para morir y así poder dar fruto (Ratzinger).
La parábola acerca lo que está lejos a los que la escuchan y meditan sobre ella; por otro, pone en camino al oyente mismo. La dinámica interna de la parábola, le invita a ir más allá de su horizonte actual, hasta lo antes desconocido y aprender a comprenderlo. Pero eso significa que la parábola requiere la colaboración de quien aprende, que no sólo recibe una enseñanza, sino que debe adoptar él mismo el movimiento de la parábola, ponerse en camino con ella. En este punto se plantea lo problemático de la parábola: puede darse la incapacidad de descubrir su dinámica y de dejarse guiar por ella; puede que, sobre todo cuando se trata de parábolas que afectan a la propia existencia y la modifican, no haya voluntad de dejarse llevar por el movimiento que la parábola exige. No obliga, señala el camino… En las parábolas hay implícita una presencia de Dios, esa presencia tan necesaria en nuestro tiempo cuando se le rechaza por no ser “experimentable” según la ciencia moderna esa presencia.
 “Salió el sembrador a sembrar…” Parte de la semilla cae en el camino, o se lo comen los pájaros, o queda ahogado por el egoísmo o el miedo... Hoy se extiende la idea de que el egoísmo no es malo, que es una opción, que la libertad es hacer lo que quiera. Sí, pero es una pobre libertad esclava del egoísmo, y lleva a la tristeza. Es decir que somos libres y responsables, que según lo que sembremos recogeremos. Y según como sea nuestro corazón podremos o no acoger la simiente divina y dar fruto.
Vemos el peligro es pensar que no hemos sembrado bien, que no tenemos ni idea de hacer las cosas, el lamento pesimista del que se piensa culpable de que haya guerras en el otro lado del mundo: “A menudo os equivocáis cuando decís: me he engañado con la educación de mis hijos, o  no he sabido hacer el bien a mi alrededor. Lo que sucede es que aún no habéis conseguido el resultado que pretendíais, que todavía no veis el fruto que hubierais deseado, porque la mies no está madura. Lo que importa es que hayáis sembrado, que hayáis dado a Dios a las almas. Cuando Dios quiera, esas almas volverán a él. Puede que vosotros no estéis allí para verlo, pero habrá otros para recoger lo que habéis sembrado” (G. Chevrot).
Finalmente, vamos a la semilla que cayó en buena tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta: la fertilidad de la buena tierra compensó con creces a la simiente que dejó de dar el fruto debido. Nada quedó sin fruto. El gran error del sembrador sería no echar la simiente por temor a que una parte cayera en lugar poco propicio para fructificar, o por temor a que nos malinterpreten, etc.
“Jesús, os decía al comienzo, es el sembrador. Y, por medio de los cristianos, prosigue su siembra divina. Cristo aprieta el trigo en sus manos llagadas, lo empapa con su sangre, lo limpia, lo purifica y lo arroja en el surco, que es el mundo” (S. Josemaría). Su sangre vivifica a todo el mundo, a cada uno. Y así también, de formas muchas veces insospechada, hace fructificar nuestros esfuerzos: “Mis elegidos no trabajarán en vano” (Is. 65, 23), no se pierde nada de lo que se hace cuando estamos con el Señor. El apostolado es así tarea alegre y, a la vez, sacrificada: en la siembra y en la recolección: “Ante un panorama de hombres sin fe, sin esperanza; ante cerebros que se agitan, al borde de la angustia, buscando una razón de ser a la vida, te encontraste una meta: El /  Y este descubrimiento inyectará permanentemente en tu existencia una alegra nueva, te transformará, y te presentar una inmensidad diaria de cosas hermosas que te eran desconocidas, y que muestran la gozosa amplitud de ese camino ancho, que te conduce a Dios” (San Josemaría). En Santa María encontramos el mejor modelo de correspondencia a la siembra divina, a ella acudimos para dar fruto.
2. David quería construir a Dios un Templo, y así se lo hizo saber al profeta Natán. La respuesta es que no, que Dios no quiere que David le construya ese Templo. Sí lo hará su hijo Salomón. Pero vemos un canto magnifico sobre cuáles son los planes de Dios para con David y sobre el futuro del pueblo de Israel. Es un canto en que se valora, no lo que David ha hecho para con Dios, sino lo que Dios ha hecho para con David. La «casa-edificio» que el rey quería levantar es sustituida por la «casa-dinastía» que Dios tiene programada, la «casa de David». Cristo se nos manifestará él mismo como el verdadero Templo del encuentro con Dios: -“Cuando tus días se hayan cumplido, te daré un sucesor en tu descendencia, que será nacido de ti... y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí, hijo...”
3. “Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: «Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades»”. Dios es siempre fiel a su Palabra y a sus promesas. Dios nos ha llamado para que seamos sus hijos y jamás se arrepiente de habernos aceptado como tales.
“«Él me invocará: "Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora"; y yo lo nombraré mi primogénito, excelso entre los reyes de la tierra». Él bien nos conocía de antemano; y a pesar de todo nos amó, pues Él a nadie ha llamado para la perdición, sino para que, hechos hijos suyos, vivamos con Él eternamente. Dios jamás nos retira su favor; siempre está junto a nosotros; pero Él espera de nosotros una respuesta favorable a su amor y una fidelidad incondicional a su Palabra que nos salva: “Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable; le daré una prosperidad perpetua y un trono duradero como el cielo»
Llucià Pou Sabaté
Santa Ángela de Mérici, virgen y mártir

"Si alguna persona, por su estado de vida, no puede vivir sin riquezas y posición, que al menos mantenga su corazón vacío del amor a estas"  -Sta. Angela Merici
También conocida como Sta. Angela de Brescia. Nació en Desenzano, cerca de Brescia, norte de Italia, el 21 de Marzo de 1470 o 1474; murió en Brescia, el 27de enero de 1540; canonizada en 1807.
Como a menudo ocurre, Angela creció gracias a muchas dificultades. Huérfana a los 10 años, Angela, su hermana y hermano fueron criados por un tío rico, Biancozi, at Salo. En su primera experiencia de éxtasis, se le apareció la Virgen Santísima con su hermana mayor quien había muerto de repente sin los sacramentos. Ella había estado preocupada por la salvación de esta hermana.
Angela se hizo terciaria franciscana a la edad de 13 años y vivió en gran austeridad, a veces comiendo solo pan y vegetales. Desde entonces no quiso poseer nada, ni siquiera una cama (porque el Hijo del Hombre no tenía donde recostar su cabeza)
Al morir su tío, Angela con 20 años, vuelve a su pueblo natal y da catecismo a los pobres. Pequeña en estatura, pero muy grande en amor y entusiasmo por servir a Dios, Angela compartió con sus amigas su gran preocupación por la ignorancia religiosa de tantos niños. Pronto, con un grupo de terciarias organizó la formación de jovencitas. Una familia adinerada le invitó a abrir una escuela en Brescia.
Angela tenía el don de recordar todo lo que leía. Hablaba bien en latín y conocía el significado de algunos de los pasajes mas difíciles de la Biblia. En Brescia conoció a las familias mas influyentes y comenzó un grupo de personas devotas.
En un viaje a la Tierra Santa, de repente perdió la vista en Creta. Continuó con devoción el viaje y en el regreso recuperó la vista en el mismo lugar que la había perdido.
En su visita a Roma para el año santo 1525, el Papa Clemente VII le pidió que se hiciese cargo de un grupo de hermanas enfermeras en Roma, pero ella le dijo de una visión que ella había tenido años antes de doncellas ascendiendo al cielo en una escalera de luz. Esta visión la inspiró a formar un noviciado informal. En la visión, las santas vírgenes era acompañadas en la escalera por ángeles gloriosos que tocaban dulces melodías con arpas doradas. Todas llevaban preciosas coronas decoradas con piedras preciosas. Después de un tiempo, la música paró y el Salvador en persona la llamó por su nombre para crear una sociedad de mujeres. El Santo Padre le dio permiso para formar la comunidad.
Poco tiempo después, se le apareció Santa Ursula, quien desde entonces fue la patrona de la comunidad. Un día Angela cayó en éxtasis y se dice que levitó.
Poco después de su retorno a Brescia, tuvo que retirarse a Cremona por la guerra. Carlos V estaba a punto de hacerse con Brescia y los civiles debían abandonar la ciudad. Angela mas tarde regresó para el gran gozo de la población que ya la tenía por santa y profeta.
En la Iglesia de San Afra en Brescia, el 25 de Noviembre de 1535, Angela y 28 compañeras mas jóvenes se unieron ante Dios para dedicarse el resto de sus vidas a su servicio, especialmente para la educación de niñas. Angela puso al grupo bajo la protección de Santa Ursula, patrona de las universidades medievales y veneradas como lider de mujeres. Este fue el comienzo de la Compañía de las Ursulinas, la primera orden de mujeres dedicada a la enseñanza. Esto era una idea novedosa que tomó tiempo en ser aceptada. Sta. Angela no lo vio ya que murió cuatro años después de fundar.
La orden no usaba hábito (solo un sencillo vestido negro), no hacía votos, no tenía vida de clausura, ni votos ni vida comunitaria. Su trabajo era la educación religiosa de niñas, especialmente las pobres, y el cuidado de los enfermos. Las Ursulinas fueron reconocidas formalmente por el Papa Pablo III cuatro años después de la muerte de Sta. Angela (1544) y se organizaron como Congregación en 1565.
Al comienzo mucha de la enseñanza la hacían en las casas de los niños.
Angela tenía una gran paciencia y amabilidad. Atendía con esmero a los pobres, enfermos e ignorantes. Pronto tuvo 150 hermanas.
Al momento de morir, rodeada de sus hermanas, un hermoso rayo de luz brilló sobre la santa. Murió con en nombre de Jesus en sus labios.
EN 1568, San Carlos Borromeo llamó a las Ursulinas a Milán y las persuadió a entrar en la vida de clausura. En un sínodo provincial dijo a sus obispos vecinos que no conocía mejor forma de reformar una diócesis que introducir a las Ursulinas en las comunidades muy pobladas.

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