martes, 24 de diciembre de 2024

Día 23 de diciembre: el nacimiento de Juan Bautista, el precursor, nos muestra la inminencia de la venida del Señor

Día 23 de diciembre: el nacimiento de Juan Bautista, el precursor, nos muestra la inminencia de la venida del Señor

A. Lecturas

   1. Malaquías 3,1-4; 4,5-6: "Así dice el Señor Dios: Mirad, yo envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis... ¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero... Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos... Mirad, os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible. Convertiré el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir yo a destruir la tierra".

   2. Salmo 23/24, 4-5.8-10.14: 4 Muéstrame tus caminos, Yahveh, enséñame tus sendas. 5 Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación. En ti estoy esperando todo el día, 8 Bueno y recto es Yahveh; por eso muestra a los pecadores el camino; 9 conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña su sendero. 10 Todas las sendas de Yahveh son amor y verdad para quien guarda su alianza y sus dictámenes. 14 El secreto de Yahveh es para quienes le temen, su alianza, para darles cordura.

   3. Lucas 1,57–66: "Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan.» Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.» Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios.          Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él".

B. Comentario:

   1. El anuncio del profeta Malaquías: "mirad, yo envío mi mensajero, para que prepare el camino ante mí", prepara en paralelo el relato evangélico del nacimiento de Juan. El profeta, en el siglo V antes de Cristo, en un tiempo de restauración política, que él querría que fuera también religiosa, se queja de los abusos que hay en el pueblo y en sus autoridades. El culto del Templo es muy deficiente, por desidia de los sacerdotes. De parte de Dios anuncia reformas. Es imagen de Juan Bautista: -"Y enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis"... Es sorprendente encontrar en esos textos, por adelantado el anuncio de un Ungido, un Cristo que es Dios mismo.

   -"¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca? Porque es él como fuego de fundidor y como lejía de las lavanderías". Su venida "será un fuego de fundidor", que purifica quemando, para que la ofrenda del Templo sea dignamente presentada ante el Señor. "¿Quién podrá resistir el día de su venida?" Dios quiere nuestro bien, nos pide que confiemos.

   -"Purificará a los hijos de Leví, los acrisolará como el oro y la plata: Así podrán presentar la oblación en plena justicia, ante la mirada del Señor". El Mesías inaugurará una reforma profunda de la «función sacerdotal» que ejercía, hasta aquí, la familia de Leví. Se anuncia un «culto» nuevo. El Hombre-Dios ha venido a fundar el culto definitivo: la ofrenda no será sólo de animales. Cristo es la «ofrenda agradable y justa». La eucaristía es el sacrificio espiritual por el cual los cristianos «ellos mismos se ofrecen en unión con Cristo».

   -"Así la ofrenda de Judá y de Jerusalén será grata al Señor". El «culto espiritual» de los cristianos es Jesús, que no ofreció un cordero pascual, sino que se ofreció a sí mismo, su propia vida, y su propia muerte. También nosotros debemos ofrecer nuestra propia vida. Señor, te ofrezco la vida de Jesús desde su nacimiento en Belén, su adolescencia, su edad adulta, hasta su cruz. Te ofrezco todos los trabajos, los pensamientos, las acciones, las palabras de Jesús. Y te ofrezco también mi vida, mis trabajos, mis pensamientos, mis acciones, mis palabras. ¡Mira la ofrenda que presentamos ante ti, nosotros, tus servidores! (Noel Quesson).

   Este mensajero será que «convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres» (J. Aldazábal). Navidad es pascua, paso de Dios a la tierra que nos trae su amor, su perdón. Reconciliación entre los padres y los hijos, entre los hermanos, entre los vecinos, entre los miembros de la comunidad. Ésa es la mejor preparación para una fiesta que celebra que Dios se ha hecho Dios-con-nosotros, y por tanto, nos invita a ser nosotros-con-Dios, por una parte, y nosotros-con-nosotros, por otra, porque todos somos hermanos.

   2. Dios, Por medio de Jesús, su Hijo, nos ha manifestado el Camino de Salvación. "Muéstrame tus caminos, Yahveh, enséñame tus sendas. Guíame en tu verdad, enséñame, que tú eres el Dios de mi salvación". El camino es Cristo. Abrir nuestros oídos y corazón es aprender de la actitud de María: escuchar la Palabra de Dios, meditarla en nuestro corazón y ponerla en práctica. El salmo nos hace repetir con confianza: "En ti estoy esperando todo el día, Bueno y recto es Yahveh; por eso muestra a los pecadores el camino; conduce en la justicia a los humildes, y a los pobres enseña su sendero". Ante este día de la venida del Señor, vemos que "todas las sendas de Yahveh son amor y verdad para quien guarda su alianza y sus dictámenes. El secreto de Yahveh es para quienes le temen, su alianza, para darles cordura". Llenos de esperanza: «mirad y levantad vuestras cabezas: se acerca vuestra redención».

   Ratzinger reflexiona sobre el adviento del enfermo: puede ser "una medicina para el alma, una medicina que haga más llevadera la forzada inactividad y el dolor de la enfermedad y que hasta sea capaz de ayudar a descubrir la gracia que puede anidar silenciosamente en la condición de enfermo". "Adviento" significa "espera" (en la antigüedad se usaba en la espera de un personaje, una divinidad). Para los cristianos, Cristo es el rey que nos regala la fiesta de su visita: Dios está presente. Él no se ha retirado del mundo. No nos ha dejado solos. Presente y ausente. Es también «visitación», «visita». La enfermedad y el sufrimiento pueden ser como una visita de Dios que entra en mi vida y quiere acercárseme. Se puede pensar la enfermedad como: el Señor ha interrumpido por un tiempo mi actividad a fin de conducirme a la quietud. Tenemos poco tiempo para Dios y para nosotros mismo, ocupados en negocios, diversión… y nos podemos asilvestrar en nuestro interior. Pero, con la enfermedad, Dios me ha sacado de ahí. Tengo que estarme quieto. Tengo que esperar. Tengo que tomar consciencia de mí mismo, soportar la soledad. Tengo que sobrellevar el dolor, aceptarme a mí mismo. Y todo eso es difícil. Pero si aprendo a aceptarme en estos días de quietud, si tolero el sufrimiento porque, a través de él, el Señor me poda como a la viña que se quita el sarmiento, ¿no me estoy haciendo más rico que si hubiese ganado mucho dinero? Así la enfermedad puede abrirnos a Dios, y a encontrarnos nuevamente a nosotros mismos.

   3. -"A Isabel se le cumplió el tiempo de dar a luz y tuvo un hijo. Sus vecinos y parientes se enteraron de lo generoso que había sido el Señor con ella y compartían su alegría". Su "vergüenza" por falta de hijos se convirtió en alegría, como en el caso del nacimiento de Isaac. Ambos hijos fueron concebidos en la "vejez".

   -"A los ocho días fueron a circuncidar al niño y empezaron a llamarlo Zacarías, por el nombre de su padre". El primogénito debía llevar junto a la marca de la elección, el nombre de su padre. "Pero la madre intervino diciendo: "¡No!, se va a llamar Juan." Le replicaron: "Ninguno de tu parentela se llama así." Y por señas le preguntaban al padre cómo quería que se llamase. El pidió una tablilla y escribió: "Su nombre es Juan", y todos quedaron sorprendidos. En el acto se le soltó la lengua y empezó a hablar bendiciendo a Dios". Haz de mí, Señor, un alma de exultación y de alabanza. "Que yo sea tan sólo esa flauta de caña que Tú puedas llenar de música." (R. Tagore). Para un judío, el nombre es todo un símbolo: significa la función. Las raíces de la palabra "Juan" significan: "Dios da gratuitamente", «gracia de Dios», o «favor de Dios», o «misericordia de Dios».

   -"Toda la vecindad quedó sobrecogida de temor; corrió la noticia de estos hechos por la entera sierra de Judea, y todos los que lo oían los conservaban en la memoria, preguntándose: "¿Qué irá a ser este niño?" Porque la fuerza del Señor lo acompañaba". Se llenan de una alegría que se comunica y se extiende como una mancha de aceite  (Noel Quesson). -"Todos decían: "La mano del Señor está con él"". Ha llegado ya la plenitud de los tiempos y empieza a notarse. La voz de que ha pasado algo maravilloso, que corre por la comarca, hace que todos se llenan de alegría. Tienen razón los vecinos: ¿qué será de este niño? Juan será grande. Lo hemos alabado estos días, como precursor del Mesías: es testigo de la Luz.

   «Ven, Señor Jesús», rezamos en Adviento: «Oh Emmanuel, Rey y legislador nuestro, / esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: / ven a salvarnos, Señor Dios nuestro». Emmanuel es Dios-con-nosotros, el nombre que ya se anunciaba desde Isaías (7,14). A la vez hay otros títulos mesiánicos: rey, legislador, esperanza, salvador, Señor, Dios nuestro. Por eso colma de confianza en este Adviento a todos los creyentes (J. Aldazábal). ¿Cómo me preparo con la oración, la misa, el sacramento de la reconciliación?  Señor, "te pedimos que tu Hijo, que se encarnó en las entrañas de la Virgen María y quiso vivir entre nosotros, nos haga partícipes de la abundancia de su misericordia".

Llucià Pou Sabaté

sábado, 21 de diciembre de 2024

Domingo 4º de Adviento; ciclo C María exulta de gozo porque lleva el Señor, y nos lo comunica

Domingo 4º de Adviento; ciclo C

María exulta de gozo porque lleva el Señor, y nos lo comunica

Primera Lectura

A.      Lecturas

   1. Miqueas (5,1-4): Esto dice el Señor:

«Y tú, Belén Efratá,

pequeña entre los clanes de Judá,

de ti voy a sacar

al que ha de gobernar Israel;

sus orígenes son de antaño,

de tiempos inmemorables.

Por eso, los entregará

hasta que dé a luz la que debe dar a luz,

el resto de sus hermanos volverá

junto con los hijos de Israel.

Se mantendrá firme,

pastoreará con la fuerza del Señor,

con el dominio del nombre del Señor, su Dios;

se instalarán, ya que el Señor

se hará grande hasta el confín de la tierra.

Él mismo será la paz».

   2. Salmo 79,2ac.3c.15-16.18-19: Pastor de Israel, escucha,

tú que te sientas sobre querubines, resplandece;

despierta tu poder y ven a salvarnos.

   Dios del universo, vuélvete:

mira desde el cielo, fíjate,

ven a visitar tu viña.

Cuida la cepa que tu diestra plantó,

y al hombre que tú has fortalecido.

   Que tu mano proteja a tu escogido,

al hombre que tú fortaleciste.

No nos alejaremos de ti:

danos vida, para que invoquemos tu nombre.

   2. Hebreos (10,5-10): Hermanos:

Al entrar Cristo en el mundo dice:

«Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas,

pero me formaste un cuerpo;

no aceptaste

holocaustos ni víctimas expiatorias.

Entonces yo dije: He aquí que vengo

—pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí—

para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad».

Primero dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley. Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad».

Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

   3. Lucas 1,39-45: "En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito:
-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá"
.

B. Comentario:

   1. "El tiempo en que la madre da a luz". El profeta Miqueas, ocho siglos antes anuncia el nacimiento del Mesías en la pequeña aldea de Belén de Efrata. Será "el jefe de Israel". Cuando "la madre dé a luz" todo cambiará para el pueblo elegido. Esa madre dibujada vagamente por Miqueas es María de Nazaret, la Virgen. La Madre del que "pastoreará con la fuerza del Señor", aquel cuyo "origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial", el Hijo eterno del Padre. Sus dones serán: la "tranquilidad" y la "paz". Este anuncio resuena con dulzura.

   El momento histórico es penoso, pues el reino del Norte es deportado, y el del Sur paga tributo a los invasores de Asiria. Se ve que la salvación no vendrá de la poderosa ciudad de Jerusalén, sino de aquella pequeña aldea sin importancia, llamada Belén (pero sabemos que es otro tipo de salvación más profunda). -Ahora "con el cetro golpean en la mejilla al Juez de Israel"; pero en el futuro el Señor (sujeto en la frase) sacará de Belén "el que ha de ser jefe de Israel". "Su origen es antiguo": pertenece a la familia de aquel humilde pastor de Efrata, David, que se convirtió en el ser más glorioso de Israel. Este nuevo David llevará a cabo todas las promesas hechas a su padre; pastoreará o regirá a su pueblo en paz, y con su nacimiento se inaugurará una nueva etapa.

   Al morir Raquel, fue sepultada "en el camino de Efrata, o sea en Belén" (Gn 35,19; cf. 48.7). Al casarse los bisabuelos de David, Booz y Rut, la gente del pueblo grita: "Que seas poderoso en Efrata, y famoso en Belén" (Rt 4,11). Js 15,59 habla de "Efrata, que es Belén", al hacer la lista de las ciudades de Judá.

   2. En el Salmo 79 vemos la Oración de Cristo por la salvación de su viña. Primero se nos habla de unos querubines que le sugieren a Eusebio la visión de Ezequiel sobre el trono que contempla el profeta hay una imagen con apariencia como de hombre; esta figura es tipo del Verbo de Dios que ha asumido la naturaleza humana. El propiciatorio es figura del Verbo sentado sobre los querubines, motivo por el cual Pablo llama a Cristo propiciatorio: "a quien Dios destinó como propiciatorio por la fe en su Sangre". El propiciatorio estaba en medio de los querubines colocado por encima de ellos, como un auriga. Este propiciatorio y estos querubines figurativos avanzaban por el desierto delante del pueblo peregrino, ante Efraín, Benjamín y Manasés. A la salida de Egipto, Judá, Isacar y Zabulón caminaban delante del arca y Efraín, Benjamín y Manasés la seguían; de este modo era como, efectivamente, el arca precedía a esas tres tribus.

    Desde este valle de lágrimas, la Iglesia implora la visita de su Señor. Él la escucha, viene y se hace presente en su Liturgia: "Cristo está presente a su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica ... No sólo en la celebración de la Eucaristía y en la administración de los Sacramentos, sino también, con preferencia a los modos restantes, cuando se celebra la Liturgia de las Horas. En ella Cristo está presente en la asamblea congregada, en la Palabra de Dios que se proclama y cuando la Iglesia suplica y canta salmos, pues Él mismo prometió que: «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.»"

   La presencia de Cristo en la Liturgia es una presencia dinámica y eficaz, que hace de los actos litúrgicos acontecimientos de salvación. En la Eucaristía esta presencia es, además, substancial: "Tal presencia se llama 'real', no por exclusión, como si las otras no fueran 'reales', sino por antonomasia".

   "Cristo es el Sacerdote universal del Padre" (Tertuliano). "Se puede y se debe rezar de varios modos, como la Biblia nos enseña con abundantes ejemplos. 'El Libro de los Salmos es insustituible'. Hay que rezar con «gemidos inefables» para entrar en el 'ritmo de las súplicas del Espíritu mismo'. Hay que implorar para obtener el perdón, integrándose en el profundo grito de Cristo Redentor (Hb 5,7). Y a través de todo esto hay que proclamar la gloria. 'La oración es siempre un «opus gloriae»'" (Juan Pablo II).

   La tradición ha entendido siempre que esta viña de Dios es la Iglesia, que extiende sus pámpanos hasta el mar y sus brotes hasta el Gran Río. El Señor es la verdadera vid, nosotros los sarmientos y su Padre el labrador. De las cepas de los Patriarcas y los Profetas, ha germinado Cristo, como un vástago prodigioso. La antigua viña infiel ha sido renovada por Él y de ella ha nacido la Iglesia, plenitud de Cristo mismo, que forma con Jesús una misma cosa y se extiende y dilata sobre toda la superficie de la tierra (Félix Aronena).

   En esa esperanza en la gloria futura, el salmista se dirige a Dios una súplica apremiante para que vuelva a defender a las víctimas, rompiendo su silencio: "Dios de los Ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña". Dios seguirá siendo el protector del tronco vital de esta viña sobre la que se ha abatido una tempestad tan violenta, arrojando fuera a todos los que habían intentado talarla y quemarla.

   "Que tu mano proteja a tu escogido, al hijo del hombre que tú fortaleciste", dice esperando al Mesías.

   3. La voluntad de Dios es que el Hijo sea hombre y comparta el destino humano en todos los aspectos menos en el pecado personal: "me has preparado un cuerpo" (en Navidad) para realizar esa misión, el sacrificio del pobre, de acción de gracias, donde "se ofreció él mismo a Dios" o le ofreció un sacrificio "en su propia sangre". "Realizar el designio de Dios" y "ofrecerse a sí mismo" son la misma cosa; no en el sentido de que Dios quisiera la muerte de Jesús en la cruz sino en el sentido más radical de la entrega que Jesús hace de sí mismo al Padre con todas sus consecuencias, hasta la entrega cruenta de la propia vida. Se citan palabras del Sal 40 donde Jesucristo, «al entrar en el mundo, dice»: "Aquí estoy". ¡Bienvenido, Señor!

   4. La figura de María tiene un lugar relevante en este domingo de Adviento, María se pone en camino y nos lleva al encuentro del Señor Jesús; se dirige a casa de su pariente Isabel donde escucharemos la magnifica alabanza a nuestra Madre «Dichosa tú que has creído. Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».

   La dicha que experimenta María está motivada por su «Sí» a Dios: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). De su «Sí» dependía no sólo su alegría si no la alegría de toda la humanidad.

   Del mismo modo que el arca de la Alianza va desde Beth-Shemesh (en Galilea) hasta Jerusalén, así la Virgen María -la que porta y acoge a Dios en su seno, para manifestar su presencia y su gloria al mundo- la nueva arca de la Alianza, se pone en camino de Galilea hasta Jerusalén en donde se sellará de un modo definitivo y superabundante por la Sangre del Cordero la alianza de Dios con los hombres. Ella, disponible a la voz del ángel, sabe que su prima necesita ayuda, y acude. María se pone pues en camino y quiero imaginar que va en compañía de José. Las mujeres de Oriente no hacían nunca solas desplazamientos de importancia: eran unos cuatro días de marcha.

   Juan el Bautista baila en el seno de su madre ante la nueva arca de la Alianza, como bailó David ante el arca de la alianza al entrar en Jerusalén. Comparada con el Arca de la Alianza y con las mujeres guerreras del Antiguo Testamento, María aparece, pues, aquí, como la mujer que asegura a su pueblo la victoria definitiva sobre el mal e inaugura la era mesiánica en la que el pecado y la desgracia serán abolidos. María es la verdadera morada de Dios entre los hombres. Lucas la ha presentado así comparándola con el Arca o con Sión. Dios no habita ya, pues, en un templo de piedras, sino en personas vivas. Al igual que María, cada cristiano es en el mundo signo de la presencia de Dios. Son las actitudes de su vida y sus compromisos, y no ya piedras sagradas, las que edifican la habitación divina sobre la tierra. Por profana que sea, la vida de un cristiano está ya ahora más cargada de presencia divina que un templo consagrado y que un Arca de la Alianza. La Eucaristía carga nuestras vidas de esa densidad (Maertens-Frisque).

   Visitadora. La Virgen es la primera en ser dignificada por el advenimiento divino; por eso se convierte para el resto de la humanidad en la "Visitadora". Aun antes de que Dios aparezca en el mundo en forma visible, lo trae la Virgen, a los hombres hecho ya hombre en su seno. Viene Dios a ella, y en ella visita a la humanidad. Se procura un hogar entre los hombres a fin de facilitarles el vivir ellos en la Divinidad. La puerta por donde entra sin necesidad de abrirla es la Virgen. Así como se apareció a los discípulos en la noche de Pascua, de la misma manera va hoy a casa de Isabel con las puertas cerradas. No quiere mostrarse del todo ni aparecer ya en pleno día; se limita a asomarse a través de la puerta cerrada: "Está ya detrás de nuestros muros, mirando por las ventanas, atisbando por entre las celosías" (Ct 2,9). Sin embargo, Isabel, inmediatamente lo reconoce: "¿De dónde a mí tanto bien, que llegue a mí la Madre de mi Señor?", exclama Isabel, que "se sintió llena del Espíritu Santo, y, exclamando en alta voz, dijo: Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre". A lo que responde María: "Mi alma canta la grandeza del Señor".

   Se acerca la fiesta de Navidad: pedimos que sintamos "el deseo de celebrar dignamente el nacimiento de tu Hijo al acercarse la fiesta de Navidad" (poscomunión). Este deseo se convierte en súplica en la antífona de entrada (Is 45,8): "Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad la victoria; ábrase la tierra y brote la salvación". Esta salvación es la gracia del Emmanuel que la Iglesia pide en la oración colecta: "Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que hemos conocido por el anuncio del ángel (a María) la encarnación de tu Hijo"... El prefacio II proclama en este domingo: "El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza". La liturgia, como las lecturas, nos hacen vivir ese adviento al Señor que viene.

   El IV domingo pone a María en conexión profunda con el Mesías que ella da a luz. La oración sobre las ofrendas reza: "El mismo Espíritu, que cubrió con su sombra y fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, santifique... estos dones que hemos colocado sobre tu altar". María es la tierra fecunda, que por la acción santificadora del Espíritu Santo, da a luz al mundo, al Dios- con-nosotros. María "esperó (a su Hijo) con inefable amor de Madre". María, portadora del Hijo de Dios, lo lleva a casa de Isabel. María es la "bendita... entre las mujeres" y lo que es porque ha "creído". Al final "se cumplirá... lo que... ha dicho el Señor" (evangelio).

   También la Iglesia llegará a la Navidad siendo dichosa si acoge a Jesús como María, si cree lo que el Espíritu Santo le comunica en la Palabra y en los siglos de los tiempos, si es portadora de Dios (=evangelizadora) y lo comunica con fidelidad y en actitud de servicio.



Adviento: 21 de Diciembre: María es modelo de cómo servir, con la alegría de tener al Señor

Adviento: 21 de Diciembre: María es modelo de cómo servir, con la alegría de tener al Señor

 

A. Lecturas:

   1. Cantar de los Cantares (2,8-14): ¡La voz de mi amado! Vedlo, aquí llega, saltando por los montes, brincando por las colinas. Es mi amado un gamo, parece un cervatillo. Vedlo parado tras la cerca, mirando por la ventana, atisbando por la celosía.

   Habla mi amado y me dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía y ven. Mira, el invierno ya ha pasado, las lluvias cesaron, se han ido. Brotan las flores en el campo, llega la estación de la poda, el arrullo de la tórtola se oye en nuestra tierra. En la higuera despuntan las yemas, las viñas en flor exhalan se perfume.

   Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente. Paloma mía, en las oquedades de la roca, en el escondrijo escarpado, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz: es muy dulce tu voz y fascinante tu figura».

   2. Salmo 32,2-3.11-12.20-21: Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando los vítores con bordones.

    El plan del Señor subsiste por siempre; los proyectos de su corazón, de edad en edad. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.

    Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos.

    3. Lucas 1,39-45: "En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

 

B. Comentario:

   1. El cantar de los cantares es un canto para unas nupcias, canta el amor humano, completamente fascinado por su novedad. El joven pide a la muchacha que vaya a reunirse con él, y su deseo es tan ardiente y lozano como la primavera de Palestina. La naturaleza se hace cómplice. Es la estación de los amores: la tórtola hace oír su arrullo en el campo, mientras el sol madura los frutos.

   -"Salta por las colinas, semejante a la gacela o a un joven cervatillo". Efectivamente, Dios ha debido de salvar muchas distancias para llegar hasta nosotros. No solamente «montes y colinas», sino la distancia infinita de la divinidad a la humanidad. Nada es obstáculo para Dios. Salta, ligero y ágil. Viene.

   -"Mi amado ha hablado y me ha dicho: «Levántate, amada mía, hermosa mía y vente»". El amor es recíproco. Tenemos, ahora, la declaración de Dios. Ama y desea a la humanidad. Esta es tratada por Dios como la «amada» la «muy hermosa». Dios se hizo hombre porque ama a la humanidad, la ve hermosa. También debemos nosotros amar lo que Dios ama: nuestra vida humana es la obra maestra de su inteligencia y de su Amor. ¡El es quien ha creado esto! El Hijo de Dios es concebido en un seno materno de mujer, toma un cuerpo y un alma humanas, nace, toma «condición humana»... ¡todo eso prueba que lo encuentra hermoso!

   -"Porque, mira, ha pasado el invierno... Aparecen las flores en el campo... el tiempo de las canciones ha llegado... Se oye el arrullo de la tórtola. Echa la higuera sus yemas, la viña en flor exhala su fragancia..." Son las «imágenes» tradicionales que en todos los pueblos son expresión del amor: primavera... flores... perfumes... canciones... felicidad. Esas expresiones poéticas, en los escritos proféticos, caracterizan siempre la era mesiánica. El mismo Jesús las repite también cuando, al anunciar su retorno al final de los tiempos, lo presenta como la llegada de la «primavera»: «cuando veis que la higuera echa sus yemas tiernas, sabéis que el verano está cerca, así también el reino de Dios está cerca...» (Mt 24, 32). La venida de Dios inaugura una era de felicidad. «Tranquilízanos, Señor, en las pruebas, en esta vida en que esperamos la felicidad que nos prometes, y el advenimiento de Jesucristo, nuestro Salvador.» Danos, Señor, desde ahora, ese gozo interior que viene de ti... y que resulta colmado en la eternidad.

   -"Muéstrame tu semblante, déjame oír tu voz. Porque tu voz es dulce y tu rostro, hermoso". Nos lo dice Dios, que ama a la humanidad. ¿Soy digno de ello? (Noel Quesson). Es un ardiente y profundo amor, que místicamente representa el intenso amor de Dios al hombre, el amor humano es alegórico de otro divino, un Dios "enamorado" de la "enamorada" que es nuestra alma. Podemos ver ese amor divino Navideño leyendo a San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual.

   2. "Celebrad al Señor con la lira, / acompañadle con el arpa en vuestros cantos, / dedicadle un cántico nuevo, / tocad acompañándole la aclamación". Dios tiene un proyecto de salvación sobre todo lo creado: Él quiere salvarnos, hacernos hijos suyos y hacernos participar de su Gloria eternamente: "Los planes del Señor persisten, / mantén siempre los propósitos de su corazón. / Feliz la nación que tiene al Señor por Dios, / feliz el pueblo que él ha escogido por heredad".

   Por eso vino Jesús, y hemos de llenarnos de esperanza: "Tenemos puesta la esperanza en el Señor, / auxilio nuestro y escudo que nos protege. / Es la alegría de nuestro corazón, / y confiamos en la presencia de su nombre".

   3. El relato de la visitación sigue al de ayer, y vemos la llena de gracia, animada por el Espíritu Santo, atender a Isabel, pues partió enseguida (en latín dice el texto: "cum festinatione", de modo festivo, alegre). Se puede aplicar a ella aquello de "qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz". No sabemos si san José la acompañó. Así llegó a aquella población de las montañas de Judea, Aín-Karim.

   Isabel al recibirla nota a su hijo que salta de gozo en sus entrañas y, llena del Espíritu Santo, exclama "con gran voz", es decir gritando en un éxtasis bendito: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor". (Como respuesta, María pronunciará uno de los cánticos más bellos que jamás hayan sido pronunciados, el Magnificat.)

   «Bienaventurada tú que has creído. Por su fe, María vino a ser la madre de todos los creyentes, gracias a la cual todas las naciones (le la tierra reciben a Aquel que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre» (Catecismo 2676).

   Hoy vemos a María, la mujer del "sí", un "sí" no sólo pronunciado con la boca, sino con todo su ser, alma y cuerpo, en servicio a los demás. La presencia de Jesús en ella, la maternidad y el servicio le dan esa alegría: fe, obediencia plena a esta fe, y servicio, la mejor manifestación de la libertad. Lejos de abandonarse a quietud de la contemplación, estando tranquilamente en su casa de Nazaret, la caridad es imaginativa, tiene inventiva, y actúa según los medios que tengamos a mano: "La caridad es servicial, no busca sólo su propio interés, y lo soporta todo" (1Cor 13). San Bernardo dice que desde entonces María quedó constituida en "Canal inmenso" por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.

   María, en la Visitación, se hace también "servidora del prójimo", "servicio de la caridad a domicilio", Nuestra Señora de los servicios domésticos. Nuestra Señora del delantal puesto, Nuestra Señora de los mandados, Nuestra Señora de la cocina y de la escoba. Es así modelo en su viaje, para los viajes de servicio que nosotros podamos también hacer. Podemos pensarlo cada vez que meditamos este misterio del Rosario.

   "La alegría de Dios y de María se ha esparcido por todo el mundo. Para darle paso, basta con abrirse por la fe a la acción constante de Dios en nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con Aquella que ha creído, y de la mano enamorada y fuerte de san José. Por los caminos de la tierra, por el asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos, un cristiano lleva consigo, siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los otros. Todo bien aunado: con una unidad de vida que impida que haya una solución de continuidad entre una cosa y otra" (Àngel Caldas).

   «María proclama que la «llamarán bienaventurada todas las generaciones». Humanamente hablando, ¿en qué motivos se apoyaba esta esperanza? ¿Quién era Ella, para los hombres y mujeres de entonces? Las gran des heroínas del Viejo Testamento -Judit, Ester, Débora- consiguieron ya en la tierra una gloria humana, fueron aclamadas por el pueblo, ensalzadas. El trono de María, como el de su Hijo, es la Cruz. Y durante el resto de su existencia, hasta que subió en cuerpo y alma a los Cielos, es su callada presencia lo que nos impresiona. San Lucas, que la conocía bien, anota que está junto a los primeros discípulos, en oración. Así termina sus días terrenos, la que habría de ser alabada por las criaturas hasta la eternidad.

   ¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza. Porque nos falta fe: '¡bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que se te han declarado de parte del Señor'» (J. Escrivá).

   Quedan cuatro días para el nacimiento de tu Hijo. Jesús, vas camino de Belén, en el seno de tu madre. Yo también quiero hacer mi camino a Belén: con más oración, con más sacrificio, con más trabajo bien hecho (Pablo Cardona).

   Es también un Evangelio de la vida, de cómo Juan Bautista reconoce al Salvador desde su seno materno, en esa vida inconsciente quizá de los primeros tiempos de su gestación, pero con la intuición sobrenatural de manifestarse, desde ese "santuario de la vida" que es el vientre de una madre. Por encima de Judit, Ester, Débora y todas las mujeres bíblicas, ¡bienaventurada tú, María, Madre mía, por haber creído, por habernos traído a Jesús! 

Feria de Adviento: 20 de diciembre: El sí de María nos trae el Emmanuel, Dios con nosotros, para nuestra salvación

Feria de Adviento: 20 de diciembre: El sí de María nos trae el Emmanuel, Dios con nosotros, para nuestra salvación

A. Lecturas:

1. Isaías 7,10-14,24–25: 10 Volvió Yahveh a hablar a Ajaz diciendo: 11 «Pide para ti una señal de Yahveh tu Dios en lo profundo del seol o en lo más alto.» 12 Dijo Ajaz: «No la pediré, no tentaré a Yahveh.» 13 Dijo Isaías: «Oíd, pues, casa de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios? 14 Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. 24 Con flechas y arco se entrará allí, pues zarza y abrojo será toda la tierra, 25 y en ninguno de los montes que se desbrozan con la azada se podrá entrar por temor de las zarzas y abrojos; será dehesa de bueyes y pastizal de ovejas.»

2. Salmo 24,1–6,1: De David. De Yahveh es la tierra y cuanto hay en ella, el orbe y los que en él habitan; 2 que él lo fundó sobre los mares, él lo asentó sobre los ríos. 3 ¿Quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo? 4 El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura. 5 El logrará la bendición de Yahveh, la justicia del Dios de su salvación. 6 Tal es la raza de los que le buscan, los que van tras tu rostro, oh Dios de Jacob.

3. Lucas 1,26–38: 26 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28 Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 29 Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. 30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. 32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» 34 María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» 35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. 36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, 37 porque ninguna cosa es imposible para Dios.» 38 Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

B. Comentario

1. "Una virgen concebirá…" El rey Acaz, cercado por sus propios intereses políticos (Samaria le pide alianza contra Damasco, pero él se alía con éste para no caer en sus manos pensando que son más fuertes) y el profeta promete un "hijo" heredero del trono de David: «Dios-con-nosotros»... y su madre, la «virgen»... será un signo de Dios... –"Pues bien, el Señor mismo va a daros una "señal": He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz a un Hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, es decir, «Dios-con-nosotros»". El término traducido aquí por la palabra «virgen» en hebreo es "halmah" que designa siempre «doncellas». Es el indicio muy claro de un nacimiento sorprendente. Ese texto ha sido aplicado siempre a María de una manera privilegiada. Ciertamente, va más allá de lo que en su tiempo podía decir eso, en realidad no se entiende la profecía sino en Cristo (Noel Quesson).

2. El único Santo, el Hombre perfecto, ha subido al monte del Señor para ofrecerse Él mismo en sacrificio agradable al Padre Dios, para el perdón de nuestros pecados. Finalmente Él ha entrado en el Santuario no construido por manos humanas, sino que es la Morada de Dios; y ahí se ha sentado para siempre como Hijo de Dios y como Rey nuestro.

1. La "anunciación" de Jesús es paralela a la de Juan Bautista que ayer leímos. Fue en Nazaret, en Galilea: poblado insignificante, desconocido del Antiguo Testamento, provincia despreciada por su mezcolanza de judíos y paganos. La simplicidad de la escena en casa de María contrasta con la solemnidad de la anunciación a Zacarías, en el marco sagrado del Templo, en Jerusalén, la capital. Se perfila la modestia de la Encarnación de Dios: "Se anonadó, dirá San Pablo, tomando la condición de esclavo".

-"Una joven desposada, cuyo nombre era María": es una muchacha del pueblo muy sencilla, que nada la distingue de sus compañeras. –"Desposada con cierto varón de la casa de David, llamado José"... Todos los textos insisten en esta ascendencia davídica de José. Este desposado con María es pues de raza real, pero desposeído de toda grandeza: es un artesano, un carpintero... ¡sin ninguna pretensión de ocupar un trono! Sin embargo a través de él se cumplirá la promesa hecha a David. María, una humilde muchacha de Nazaret, es la elegida por Dios para ser la madre del Esperado.

-"Alégrate, objeto del favor divino, el Señor es contigo." Es la traducción exacta, según el texto griego, de esta salutación angélica que todos los cristianos conocen. "Dios te salve María" = Alégrate; "llena de gracia" = objeto del favor divino; "el Señor es contigo"= el Señor es contigo. Es el "buenos días" que Dios dirige a esta joven. ¡Con cuánto respeto y amor le habla! Es como la fórmula que oímos en la misa: "El Señor esté con vosotros"... Emmanuel... "Dios con nosotros" ¿Me uno yo profundamente a este deseo? El ángel la llama «llena de gracia» o «agraciada», «bendita entre las mujeres», y le anuncia una maternidad que no viene de la sabiduría o de las fuerzas humanas, sino del Espíritu Santo, porque su Hijo será el Hijo de Dios.

-"Al oír tales palabras, la Virgen se turbó, y púsose a considerar qué significaría una tal salutación". Las vocaciones excepcionales no son nunca fáciles de aceptar. De momento, Dios aparece como desconcertante.

Empieza a dibujarse así en las páginas del evangelio el mejor retrato de esta mujer, cuya actitud de disponibilidad para con Dios, «hágase en mí», no será sólo de este momento, sino de toda la vida, incluida su presencia dramática al pie de la Cruz. María aparece ya desde ahora como la mejor maestra de vida cristiana. El más acabado modelo de todos los que a lo largo de los siglos habían dicho «sí» a Dios ya en el A.T., y sobre todo de los que han creído en Cristo Jesús y le han seguido en los dos mil años de cristianismo. Nosotros estamos llamados a contestar también a Dios con nuestro «sí». El «hágase en mí según tu palabra» de María se ha continuado a lo largo de los siglos en la comunidad de Jesús. Y así se ha ido encarnando continuamente la salvación de Dios en cada generación, con la presencia siempre viva del Mesías, ahora el Señor Resucitado, que nos comunica por su Espíritu la vida de Dios. Cada uno de nosotros, hoy, escucha el mismo anuncio del ángel. Y es invitado a contestar que sí, que acogemos a Dios en nuestra vida, que vamos a celebrar la Navidad «según tu palabra», superando las visiones superficiales de nuestra sociedad para estos días.

-"Le pondrás por nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo, al cual el Señor Dios dará el trono de su padre David". Esta era la célebre profecía de Natán a David (I Samuel 7,11), que hemos leído en la primera lectura. No será un reino triunfal. Reinará en los corazones que de verdad querrán amarle.

-"¿Cómo ha de ser esto? Pues yo no conozco varón". Es una fórmula griega muy conocida. Quiere decir que María no ha tenido relaciones conyugales. Y éste no es el único texto que afirma este misterio. María ha escogido deliberadamente permanecer virgen. Esta cuestión nos permite penetrar en el pensamiento y el corazón de María. Se había entregado a Dios en un amor místico, absoluto, exclusivo.

-"El Espíritu Santo descenderá sobre ti. El niño será "Santo". Será llamado "Hijo de Dios". Porque para Dios nada es imposible". Es una afirmación del misterio de la personalidad de Jesús: es Dios (Noel Quesson).

Dios-con-nosotros: la perspectiva que da más esperanza a nuestra existencia. Es la invitación a la comunión de vida con él y ser hijos suyos. Dios-con-nosotros significa que todo lo que ansiamos tener nosotros de felicidad y amor y vida, se queda corto con lo que Dios nos quiere comunicar. Con tal que también respondamos con nuestra actitud de ser «nosotros-con-Dios». Eso nos llenará de alegría. Y cambiará el sentido de nuestra vida. Cristo nos aseguró: «donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo con ellos». Y es en la comunión de la misa donde se realiza la máxima comunión, si le acogemos con la misma humilde confianza que lo hizo María, nuestra Eucaristía será ciertamente fecunda en vida y en salvación.

O clavis David: «Oh Llave de David / y Cetro de la casa de Israel, / que abres y nadie puede cerrar, / cierras y nadie puede abrir: / ven y libra a los cautivos / que viven en tinieblas y en sombra de muerte»: es el Cordero digno de abrir los sellos del libro de la historia (Ap 5,1-9), y en general, «el que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie puede abrir» (Ap 3,7). Para nosotros, invocar a Jesús como Llave es pedirle que abra la puerta de nuestra cárcel y nos libere de todo cautiverio, de la oscuridad, de la muerte (J. Aldazábal).

S. Bernardo comenta: "Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no era por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros (…) esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes (…) por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida... No tardes, Virgen María, da tu respuesta. Señora Nuestra, pronuncia esta palabra que la tierra, los abismos y los cielos esperan (…) Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna... Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta (…) Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento. 'Aquí está la esclava del Señor, -dice la Virgen- hágase en mí según tu palabra.' (Lc 1,38)".

 

 

Adviento: 19 de Diciembre: cultivar el silencio creador… como preparación para expresar la palabra A. Lecturas

Adviento: 19 de Diciembre: cultivar el silencio creador… como preparación para expresar la palabra

A.      Lecturas

   1. Jueces (13,2-7.24-25a): EN aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj. Su esposa era estéril y no tenía hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo:
«Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos».
La mujer dijo al esposo:
«Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer su nombre. Me dijo: "He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte"».
La mujer dio a luz un hijo, al que puso de nombre Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo.

   2. Salmo 70,3-4a.5-6ab.16-17: Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.

Contaré tus proezas, Señor mío;
narraré tu justicia, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

   3. Lucas 1,5-25: Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».

B. Comentario:

   Cuenta Ignasi Fuster que ante lo "sobrenatural" del nacimiento de Juan el Bautista, Zacarías no manifiesta en el momento oportuno la visión sobrenatural de la fe: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad» (Lc 1,18). ¿Pone a prueba a Dios? ¿Habla por hablar? ¿Tiene la mirada excesivamente humana? ¿Le falta la docilidad confiada en los planes de Dios?, no sabemos, la cuestión es que habla cuando "no toca", y ha de tener un "aprendizaje" para desempeñar mejor su misión. "Soy dueño de mi silencio y esclavo de mis palabras", decía la canción del grupo "Héroes del silencio". A veces hablar es no poner atención, estar "despistado", es decir "fuera de la pista", y hay que volver a la pista, dejar de estar "fuera de juego" y volver al juego. Es decir, estar preparados para la Navidad, mantener la presencia de Dios a lo largo del día, y para ello tener "el arte de callar".

El silencio es necesario para escuchar a Dios, para oírle. "Si escuchas la voz de Dios, no endurezcas tu corazón". Y dice también la Escritura: "Envía tu luz y tu salvación" (Salmo 34). Hemos de pedir luz para descubrir nuestra situación, sin preocuparse mucho si nos equivocamos, pero aprendiendo de la experiencia, y si es necesario hacer "dieta" de hablar, "ayuno" de palabras, para mejorar en los planes y proyectos. Silencio, para considerar la Presencia, no la ausencia. ¿Para pensar? Sí, y aún mejor: para oír a Dios en mí. Establecer momentos en los que vamos a una isla desierta, para tener en ese oasis paz de ruidos, y encontrarse a uno mismo con sinceridad, atreverse a ello…

 

martes, 17 de diciembre de 2024

Adviento, 18 de Diciembre: la confianza de san José en Dios es modelo para nosotros… (como reacciona ante la “duda”)

Adviento, 18 de Diciembre: la confianza de san José en Dios es modelo para nosotros… (como reacciona ante la "duda")

 

A. Lecturas

   1. Jeremías (23,5-8): MIRAD que llegan días —oráculo del Señor—

en que daré a David un vástago legítimo:

reinará como monarca prudente,

con justicia y derecho en la tierra.

En sus días se salvará Judá,

Israel habitará seguro.

Y le pondrán este nombre:

«El-Señor-nuestra-justicia».

Así que llegan días —oráculo del Señor— en que ya no se dirá: «Lo juro por el Señor, que sacó a los hijos de Israel de Egipto», sino: «Lo juro por el Señor, que sacó a la casa de Israel del país del norte y de los países por donde los dispersó, y los trajo para que habitaran en su propia tierra».

   2. Salmo 71,1-2.12-13.18-19: Dios mío, confía tu juicio al rey,

tu justicia al hijo de reyes,

para que rija a tu pueblo con justicia,

a tus humildes con rectitud.

   Él librará al pobre que clamaba,

al afligido que no tenía protector;

él se apiadará del pobre y del indigente,

y salvará la vida de los pobres. R/.

   Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

el único que hace maravillas;

bendito por siempre su nombre glorioso;

que su gloria llene la tierra.

¡Amén, amén!

   3. Mateo 1,18-24: "La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros"». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer".

 

B. Comentario:

   1. Mateo insistirá sobre el título "José, hijo de David", siguiendo la tradición de presentar al Mesías como de la familia de David. Así dice Jeremías:

   -"Oráculo del Señor: Mirad que vienen días en que suscitaré a David un «Germen justo»". Los reyes de Judá son nefastos en ese momento, la dinastía davídica está en plena decadencia, y suscita la cólera de Dios en un panorama es muy negro. «Ay de los pastores que dejan que perezca el rebaño de mi pastizal, ¡oráculo del Señor!» «Pero mirad, que vienen días en que nacerá un verdadero rey.» Reinará como verdadero rey, será inteligente y prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra. Un «germen justo», de Dios, de David, el Mesías. La esperanza de todos es un esperar a Cristo, prudente, recto y justo, y a esa obra estamos llamados a cooperar.

   -"En sus días estará a salvo el reino de Judá, e Israel vivirá en seguro. Y éste es el nombre que se le dará: «El Señor-justicia-nuestra". Un rey-mesías cuyo nombre es simbólico. Los nombres tienen mucha importancia para la mentalidad semítica: caracterizan a la persona. Un hombre que no es por sí mismo su propia justicia. Un hombre investido de la misma justicia de Dios. Cuando trato de ser más justo, en realidad "es el Señor mi justicia".

   -"Mirad que vienen días en que no se dirá más: «El Señor hizo... en el pasado,» sino: «El Señor hace... hoy»". Los judíos, del tiempo de Jeremías, solían, como nosotros, referirse al pasado: antes se hacía esto... Una vez Dios hizo que los hijos de Israel salieran del país de Egipto... Jeremías reacciona. Nunca más se dirá esto. Porque, es HOY cuando Dios libera de la esclavitud a su pueblo; es HOY cuando Dios reúne a sus hijos dispersos y les instala en su propio pueblo. Efectivamente, el Señor vive, es un contemporáneo, su acción es actual; pero la mayoría de las veces no sabemos reconocer su obra. Ayúdanos, Señor, a reconocer lo que ahora estás haciendo por nosotros (Noel Quesson).

   2. De nuevo el salmo 71 canta al rey ejemplar, que gobierna con justicia, que escucha los clamores de los pobres y oprimidos y sale en su defensa. Ningún rey del Antiguo Testamento cumplió estas promesas. Por eso, tanto el pasaje de Jeremías como el salmo se orientaron claramente hacia la espera de los tiempos mesiánicos. Nosotros, los cristianos, los vemos cumplidos plenamente en Cristo Jesús (J. Aldazábal). «Concédenos, Señor, a los que vivimos oprimidos por el pecado, vernos definitivamente libres por el renovado misterio del nacimiento de tu Hijo» (oración): «Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel, / que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente / y en el Sinaí le diste tu ley: / ven a librarnos con el poder de tu brazo».

   3. En María y José encontramos un matrimonio ejemplar, modelo para todos nuestros hogares, pero muy singular pues Jesús viene de María y del Espíritu Santo. Ratzinger ha escrito un libro sobre la infancia de Jesús, donde cuenta que los "datos históricos" de base han elaborado una especie de "prólogo teológico" a la vida de Jesús (que contemplamos esos días antes de Navidad), algo así como un músico compone una "obertura" donde esboza los temas esenciales que luego desarrollará. Ahí se ve que se cumplen todas las palabras de Dios del Antiguo Testamento, en la Palabra encarnada. Mateo, por ejemplo, subraya todos los signos que muestran que Jesús "cumplió todas las promesas de Dios": él considera los relatos de la infancia de Jesús como un enlace entre el Antiguo y el Nuevo Testamento...  Jesús es verdaderamente aquel que Israel esperaba, el que fue prometido a Abraham y David, el nuevo Moisés. Lucas, por su parte, subraya que Jesús es el salvador universal, prometido también a los paganos, a los gentiles.

   Estos "evangelios de la infancia" remiten a menudo a textos y situaciones de la Biblia. Con su apariencia ingenua e infantil, son textos ricos en doctrina, que deben leerse con Fe.

   -"Y el nacimiento de Cristo fue de esta manera: María..." María es la que está en el centro de los relatos que leeremos hasta Navidad, y hoy vemos también a San José como foco de luz. –"María, su Madre, estando desposada con José, antes que hubiesen vivido juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo". En esta frase tan sencilla hay dos niveles de profundidad. El acontecimiento humano, lleno de encanto, de dos jóvenes que se enamoran y se desposan, con su alegría. Pero ella espera un  hijo sin que hayan tenido relaciones. De manera virginal, pues Dios pudo hacerlo, pues si es Dios puede hacer milagros, como también hizo la resurrección del Señor: "ella concibió por obra del Espíritu Santo". Este niño no es un niño ordinario. De El, se dirá más tarde que es "hombre y Dios". Pero ya está sugerido aquí, en este prólogo del evangelio.

   -"José, su esposo, siendo como era justo y no queriendo denunciarla..." De esta duda poco podemos hablar, aunque mucho se ha dicho, pero sin que podamos decir nada concluyente aparte de que el repudio privado era para no difamarla a ella. A mí se me ocurre decir que José pensó en quitarse del medio, viendo un misterio demasiado grande para él. Sabe de su pacto de virginidad, que habían acordado entre los dos. Ella, por vocación; él, seguramente por acompañarla pues la quería en la situación que ella dispusiera, respetando su compromiso con Dios, pues eso hace el amor.

   ¿María le dijo lo del ángel? Quizá sí, y José la acompañó a visitar y estar esas semanas o meses a su prima Isabel. Quizá se sintió entonces indigno de estar ahí por medio, que molestaba en un plan que no tenía nada que ver con él, como escribía mi amigo Antoni Carol: si les veían muy unidos iba a ser difícilmente creíble el misterio de la Encarnación virginal. Dios no dice nada; María ve a José pensar esas cosas, i ella intuye y sufre pero tampoco dice nada… José hace oración, y sigue sin tener luces. La Virgen intenta hacerse cargo del desconcierto de su esposo —que no se siente digno para acompañarla—.

   La decisión de dejar a María era darle libertad, quedaba fuera del riesgo de pública infamia; y él aparecía como causante de la separación. Dios, al ver su docilidad, no le hace sufrir más e interviene en sueños por medio de un ángel. La caricia de Dios da vida otra vez a José, que así se va preparando más y más para su misión.

   Hay quien piensa la otra posibilidad, que María sabe y calla, que no dice nada a José, quien al conocer su estado piensa dejarla –quedando él mal- y no discute ni se queja ni pide explicaciones convencido de que algo divino está ocurriendo, y que aquel asunto no es suyo. Cumpliendo la ley, debía dejarla, y la deja libre para no perjudicarla. No estaría ajeno a conocer lo que pasó con el nacimiento de Juan Bautista y los portentos –quedarse mudo Zacarías, etc.-.

   Pero al poco, vio que sí estaba implicado, pues tiene también su "anunciación", con la aparición de un ángel, imposición de un nombre, según la función del que nace... y por último, un signo dado como prenda. Es un pasaje paralelo a las otras anunciaciones (de María, Juan Bautista).

   -"José, hijo de David, no tengas recelo... Le pondrás por nombre "Jesús" que significa "El Señor salva", pues él es el que ha de salvar a su pueblo. Todo lo cual se hizo en cumplimiento de lo que preanunció el Señor por el profeta Isaías". Filiación davídica; una promesa de Dios se realiza. Un salvador: una promesa de Dios. Una nueva Alianza: "Emmanuel" Dios-con-nosotros... aquí con el otro nombre, "Salvador", Jesús. ¡Estaba prometido! Contemplo la delicadeza de José... este justo, capaz de entrar en los secretos de Dios. Dios necesita de los hombres. He aquí un matrimonio, marido y mujer que recibe una responsabilidad excepcional. ¿No soy yo también responsable de un cierto "nacimiento" de Dios, hoy? (Noel Quesson).

   "José la recibió en su casa y no la conoció hasta que dio a luz". La acepta tal y como es. Respeto su virginidad, sin poner condiciones. A nivel espiritual, veo que estos pasajes nos enseñan a vivir las "dificultades" en positivo: transformarlas en "posibilidades", de amar más, de ser más entregados, de tener más fe y perseverancia; así se refuerza el amor y la fidelidad. Las dificultades de "ordinaria administración" no aparecen en el Evangelio: problemas con clientes del taller, rumores de pueblo, estrecheces económicas propias de vivir al día… Se intuye que para ellos los nervios no degeneraban en discusiones; que cuando no podían solucionar una cosa hablando, optaban por el silencio (es una forma de diálogo, cuando se ama): meditar las cosas, el silencio de la oración… Los problemas que nos muestra el Evangelio no son los pequeños de cada día, sólo vemos los más graves… y vemos como actúan, en silencio, "aguantan en el dolor" y esperan el "dedo" de Dios…

   José es el que permanece en segundo plano, oculto, escondido, con su sí permanente es el hombre fiel: de fe a prueba de fuego, dócil a la voz del Señor, aunque sea en sueños, como solía hablarle el ángel. Se acomoda a los planes divinos sin protestar. Es el hombre del santo encogimiento de hombros, que todo le está bien. Le veo con una fe que rezumaba paz: cuando una cosa iba como esperaba diría: "gracias a Dios!", y cuando iba al revés, diría: "bendito sea Dios!", de manera que siempre estaba entre dar gracias y bendecir a Dios.

   Dios ilumina a José en sueños, y José es dócil: aprende a ir al paso de Dios, la idea está expresada en otros relatos como cuando se le indica que vaya a Egipto, que vuelva, etc. Desplazarse a Belén para empadronarse no sería nada fácil, José sabía que era inoportuno aquel viaje; pensaba que algún pariente en Belén les podría albergar, pero una vez más nada salió como ellos habían pensado: el viaje a Egipto muestra, como el episodio del Niño perdido y hallado en el Templo, su disponibilidad… aprenden a meditar las cosas, a ir al paso de Dios, para cumplir su voluntad. Todo esto es modelo para nosotros, les pedimos a José y María que nos ayuden a dejarnos llevar por Dios, a tener confianza y ver esa mano invisible que nos acompaña y nos guía a lo largo de la vida.

   Llucià Pou Sabaté

 

Adviento, 17 de Diciembre: Dios nos ama en Jesús, a quien envía al mundo. Estamos interconexionados en este «libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham»

Adviento, 17 de Diciembre: Dios nos ama en Jesús, a quien envía al mundo. Estamos interconexionados en este «libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham»

 

A. Lecturas:

   1. Génesis (49,1-2.8-10): EN aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo:

«Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro; agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel:

A ti, Judá, te alabarán tus hermanos,

pondrás la mano sobre la cerviz de tus enemigos,

se postrarán ante ti los hijos de tu padre.

Judá es un león agazapado,

has vuelto de hacer presa, hijo mío;

se agacha y se tumba como león

o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo?

No se apartará de Judá el cetro,

ni el bastón de mando de entre sus rodillas,

hasta que venga aquel a quien está reservado,

y le rindan homenaje los pueblos».

   2. Salmo 71,1-2.3-4ab.7-8.17: Dios mío, confía tu juicio al rey,

tu justicia al hijo de reyes,

para que rija a tu pueblo con justicia,

a tus humildes con rectitud.

 

Que los montes traigan paz,

y los collados justicia;

defienda a los humildes del pueblo,

socorra a los hijos del pobre.

 

En sus días florezca la justicia

y la paz hasta que falte la luna;

domine de mar a mar,

del Gran Río al confín de la tierra.

 

Que su nombre sea eterno,

y su fama dure como el sol;

él sea la bendición de todos los pueblos,

y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

 

   3. Mateo 1,1-17: "Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engrendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.

   David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá (…). Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a (…), Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones".

 

B. Comentario:

   1. Jacob imparte su bendición, que es su herencia. No es el primogénito Rubén, ni el segundo Simeón, ni el tercero Leví, quienes "heredarán de la promesa", sino el cuarto Judá. Jesús nacerá en la tribu de Judá en Judea, en Belén. Un descendiente de Judá reinará no sólo sobre las demás tribus del pueblo elegido, como David, sino sobre todas las naciones.

   -"Jacob llamó a sus hijos: «Quiero anunciaros lo que os ha de acontecer en días venideros...»" Es el testamento de Jacob de cuya «genealogía» nos hablará el evangelio. Un pueblo en marcha y abierto al futuro. La humanidad posee un «porvenir».

   -"Judá, tus hermanos te rendirán homenaje... Judá, mi hijo, es un león joven"... Dios es el que elige. «He ahí que el León de la tribu de Judá ha vencido». (Apocalipsis 5,5). Jesús nacerá en la "tribu de Judá", en Judea, en Belén, Dios ya piensa en ello. Haznos disponibles, Señor, a tus «designios» a los que Tú quieres hacer por medio de nuestras vidas, de nuestras responsabilidades.

   -"La realeza no se irá de Judá, ni el bastón del mando se irá de su descendencia, hasta tanto que venga aquél a quien le está reservado el poder y a quién las naciones obedecerán"...: un descendiente de Judá reinará no sólo sobre las demás tribus del pueblo elegido, sino sobre todas las naciones (Noel Quesson).

    2. "Dios mío, confía tu juicio al rey, / tu justicia al hijo de reyes, / para que rija a tu pueblo con justicia, / a tus humildes con rectitud": el salmo 71, el salmo del rey justo y su programa de gobierno, canta lo que será el estilo del rey mesiánico: "Que los montes traigan paz, / y los collados justicia; / que él defienda a los humildes del pueblo, / socorra a los hijos del pobre".

   "Que en sus días florezca la justicia / y la paz hasta que falte la luna; / que domine de mar a mar, / del Gran Río al confín de la tierra". A través de los siglos, a través de las vicisitudes y de los fracasos de la historia se ha mantenido esa sorprendente esperanza: ¡un "salvador" nacerá de la familia de Judá!  "Que su nombre sea eterno, / y su fama dure como el sol; / que él sea la bendición de todos los pueblos, / y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra".

   3. Para que nos preparemos de un modo más inmediato a Navidad, la Iglesia la hace preceder de una "octava", que comienza hoy con la genealogía de Jesús: en primer lugar, nos lleva a experimentar que nuestra grandeza no está en los méritos sino en el amor que Dios nos tiene. También, que estamos todos interconexionados, y lo que hacemos influye en los demás y en la historia. Estos dos puntos están muy vivos en el pesebre. Para entender la necesidad de profundizar en nuestra dignidad vino Jesús en Navidad, y para formar un pueblo renacido, como hijos de Dios.

   En la genealogía de Jesús –decíaVan Thuân predicando al Papa y su Curia- hay un canto al amor de Dios, "su misericordia es eterna": "Levanta del polvo al indigente y de la inmundicia al pobre para que se siente entre los príncipes de su pueblo"». No hemos de portarnos bien para que Dios nos quiera, sino que Dios nos quiere de todos modos, y eso nos ayuda mucho a portarnos mejor: «No hemos sido escogidos a causa de nuestros méritos, sino sólo por su misericordia. "Te he amado con un amor eterno, dice el Señor". Esta es nuestra seguridad. Este es nuestro orgullo: la conciencia de ser llamados y escogidos por amor».

   En ese contexto, es bonito ver que no se nos esconde que pecadores y prostitutas fueron antepasados de Jesús. El complejo problema del pecado y de la gracia está ahí reflejado: «Si consideramos los nombre de los reyes presentes en el libro de la genealogía de Jesús, podemos constatar que sólo dos de ellos fueron fieles a Dios: Ezequiel y Jeroboam. Los demás fueron idólatras, inmorales, asesinos... En David, el rey más famoso de los antepasados del Mesías, se entrecruzaba santidad y pecado: confiesa con amargas lágrimas en los salmos sus pecados de adulterio y de homicidio, especialmente en el Salmo 50, que hoy es una oración penitencial repetida por la Liturgia de la Iglesia. Las mujeres que Mateo nombra al inicio del Evangelio, como madres que transmiten la vida y la bendición de Dios en su seno, también suscitan conmoción. Todas se encontraban en una situación irregular: Tamar es una pecadora, Rajab una prostituta, Rut una extranjera, de la cuarta mujer no se atreve a decir ni siquiera el nombre. Sólo dice que había sido "mujer de Urías", se trata de Betsabé».

   Tamar, por trampa, tiene un hijo de su propio suegro (Génesis 38, 1-30). ¡Qué historia mas sombría! Rahab, prostituta (Josué 2-6). Ruth, una pagana de tierra extranjera (Rut 4-12). Finalmente Betsabé, la mujer adúltera de David y madre de Salomón (II Samuel 11). Jesús viene a salvar a la humanidad, por gracia. Y todos los hombres están llamados a esta salvación universal. ¿Estoy convencido de este inverosímil amor gratuito y salvífico que Dios nos tiene? Este panorama no lleva al desánimo, sino que el pecado exalta la misericordia de Dios: «Y sin embargo -añadió el arzobispo vietnamita- el río de la historia, lleno de pecados y crímenes, se convierte en manantial de agua limpia en la medida en que nos acercamos a la plenitud de los tiempos: en María, la Madre, y en Jesús, el Mesías, todas las generaciones son rescatadas. Esta lista de nombres de pecadores y pecadoras que Mateo pone de manifiesto en la genealogía de Jesús no nos escandaliza. Exalta el misterio de la misericordia de Dios. También, en el Nuevo Testamento, Jesús escogió a Pedro, que lo renegó, y a Pablo, que lo persiguió. Y, sin embargo, son las columnas de la Iglesia. Cuando un pueblo escribe su historia oficial, habla de sus victorias, de sus héroes, de su grandeza. Es estupendo constatar que un pueblo, en su historia oficial, no esconde los pecados de sus antepasados», como sucede con el pueblo escogido.

   No es Jesús como un extraterrestre o un ángel que llueve del cielo. Pertenece con pleno derecho, porque así lo ha querido, a la familia humana. Es hijo de hombres y mujeres que tienen una vida recomendable, y otros que no son nada modélicos. En el primer apartado de los patriarcas, la promesa mesiánica no arranca de Ismael, el hijo mayor de Abrahán, sino de Isaac. No del hijo mayor de Isaac, que era Esaú, sino del segundo, Jacob, que le arrancó con trampas su primogenitura. No del hijo preferido de Jacob, el justo José, sino de Judá, que había vendido a su hermano. En el apartado de los reyes, aparte de David, que es una mezcla de santo y pecador, aparece una lista de reyes claramente en declive hasta el destierro. Aparte tal vez de Ezequías y Josías, los demás son idólatras, asesinos y disolutos. Y después del destierro, apenas hay nadie que se distinga precisamente por sus valores humanos y religiosos. Hasta llegar a los dos últimos nombres, José y María.

   Es una genealogía donde hay mujeres sencillas, pero no ve Ratzinger que haya en ellas pecado, es un pecado de los varones, no de las mujeres. Lo especial en estas mujeres estriba, en cambio, en que no eran judías y que justamente ellas, mujeres paganas, aparecen en los puntos de inflexión de la historia de Israel, de modo que con toda razón pueden considerarse en Israel como las verdaderas madres ancestrales del reino, tipo de la Iglesia de los gentiles, la Iglesia que se reúne a partir de la suciedad del paganismo y que, a pesar de ello, en su anhelo de la salvación abre la puerta a los enviados de Dios, los apóstoles, que no habían hallado morada en Israel. Así, la Iglesia de los gentiles permite que el mundo se convierta en tierra santa de la fe, la sucia taberna en la casa santa de la comunión con Jesucristo.

   Hasta llegar a María, donde ya no se habla ya de «engendrar», sino que se dice: «Jacob engendró a Jóse, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo». Se instaura un nuevo comienzo, y este verdadero comienzo, del cual depende en definitiva todo, acontece por la fe, por el sí de María, por la fe de las madres, la fe de los extranjeros. Estamos todos intercomunicados, unidos a esa nueva generación por la fe que María inaugura. La Iglesia está anticipada en esa larga genealogía que anuncia la salvación que Dios ha querido traernos, formando un pueblo, una comunidad y sirviéndose de unos intermediarios (sacerdotes, profetas, reyes, jueces...). La reacción ante esta responsabilidad histórica no puede ser asustarnos "«¡No tengáis miedo!». No tengáis miedo del misterio de Dios; no tengáis miedo de Su amor; ¡y no tengáis miedo de la debilidad del hombre ni de su grandeza! El hombre no deja de ser grande ni siquiera en su debilidad" (Juan Pablo II).

   La genealogía se divide aquí en tres partes compuestas cada una de 14 nombres. El centro de la misma lo ocupa David. El número 14, por ser el doble de 7, indica perfección y plenitud, y por tanto los nombres se escogen en un sentido también simbólico. Significaría la providencia especial de Dios en la disposición de toda la historia de salvación que culmina en Cristo.

   -"Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual fue engendrado Jesús, llamado Cristo o Mesías". Jesús es el "mesías", el esperado por toda la historia de Israel, el "hijo de David" (Noel Quesson).

   O Sapientia... «Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, / abarcando del uno al otro confín / y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: / ven y muéstranos el camino de la salvación», dice la primera antífona de estos días, que comienzan con "¡oh!", en la liturgia de las horas, para despertar nuestra fe y esperanza. Lo es también para hablar de María, Virgen de la Esperanza, y de la intensidad con que debemos vivir el preludio de la Navidad, gran sinfonía de la recreación y salvación del mundo.

   Lo sorprendente de esta cadena de generaciones es que precisamente en el último eslabón, cuando aparece José, hijo de Jacob y esposo de María, José queda excluido totalmente del origen de Jesús y con él toda la lista que le precede. Sóla María se convierte en fuente de Jesús. ¡Sin José! ¡Sola ella y el Espíritu Santo! (como proclamamos en el Credo). José es para Jesús un padre que le transmite la gran tradición del pueblo. La mujer adquiere un gran protagonismo (José Cristo Rey García Paredes).

Llucià Pou Sabaté