viernes, 25 de julio de 2014

Sábado de la semana 16 de tiempo ordinario

Sábado de la semana 16 de tiempo ordinario

Junto al trigo, hay cizaña, en el mundo y en nuestro corazón, pero con la paciencia y acogiendo el amor de Dios, daremos buen fruto
«Les propuso otra parábola: El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y echó espiga, entonces apareció también la cizaña. Los siervos del amo acudieron a decirle: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? El les dijo: Algún enemigo lo hizo. Le respondieron los siervos: ¿Quieres que vayamos y la arranquemos? Pero él les respondió: No, no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis junto con ella el trigo. Dejad que crezcan ambas hasta la siega. Y al tiempo de la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, en cambio, almacenadlo en mi granero» (Mateo 13, 24-30).
1. Salió el sembrador a sembrar…” Parece retratarse con esta parábola –actual hoy como nunca– a la perfección la actitud de bastantes en nuestro tiempo, que la simiente de amor que trajo Jesús a la tierra caiga en el camino, o se lo coman los pájaros, o quede ahogado por el egoísmo o el miedo...
La impaciencia de los hombres es la que nos pierde: -Los obreros agrícolas proponen al propietario arrancar la cizaña. No, les responde: "Dejad crecer juntos la cizaña y el trigo... por si acaso al escardar la cizaña arrancáis con ella el trigo. Dios se ha reservado el "juicio" para el final de los tiempos: hasta la siega. Mientras tanto ¡los hombres no tenemos derecho a juzgar! Sí, es verdad, nos cuesta admitir el estado actual del mundo: tenemos constantemente la tentación de restaurar el orden en el mundo antes del tiempo fijado por Dios.
Jesús, veo como dices que en el mundo hay trigo y cizaña. Por desgracia, a veces tomamos como normal lo que no es, desde el crimen del aborto a otras muchas visiones de la educación distorsionada por la falta de libertad de unas modas que no dan paz, tirar por la borda tanta cosa buena de la tradición de siglos… Critica Isaías: “se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón y se conviertan”. Dejarse seducir por el poder o la riqueza impide que germine la palabra, hace incapaz para ver a los demás. No da igual si no me ocupo de unos padres mayores, si atiendo bien el trabajo, si me ocupo de ser solidario con los que puedo ayudar… cuando hacemos el bien nos hacemos buenos, y somos felices.
Hoy se extiende la idea de que el egoísmo no es malo, que es una opción, que la libertad es hacer lo que quiera. Sí, pero es una pobre libertad esclava del egoísmo, y lleva a la tristeza. Y según como sea nuestro corazón podremos o no acoger la simiente divina y dar fruto. Queremos controlar, y al no poder tenemos miedo al sufrimiento, a darnos, nos vienen ganas de reservarnos y de reservar dinero y cosas, queremos una hegemonía sobre los demás. Es como si quisiéramos ser dioses, en lugar de fiarnos de Dios.
Jesús, quiero entrar en tu lógica de amor, pues no hay cosa más bonita, arte más grande, que colaborar en esta siembra divina: “No perdamos nunca de vista que no hay fruto, si antes no hay siembra: es preciso -por tanto- esparcir generosamente la Palabra de Dios, hacer que los hombres conozcan a Cristo y que, conociéndole, tengan hambre de él. El labriego sabe esperar meses tras meses hasta ver despuntar la simiente, hasta la recolección” (S. Josemaría Escrivá). Y es esta paciencia la que nos impulsa a ser comprensivos con los demás, persuadidos de que las almas, como el buen vino, se mejoran con el tiempo. Hemos de ayudar a cada alma pero sin forzarla, respetando su libertad, pues cada uno es dueño de su destino. En cualquier caso, no somos la simiente sino el brazo que se convierte en instrumento del Sembrador, como decía  S. Agustín: “Nosotros somos simples braceros, porque Dios es quien siembra”, o también S. Pio X: “Debemos recordar siempre que los hombres no son más que instrumentos, de los que Dios se sirve para la salvación de las almas, y hay que procurar que estos instrumentos estén en buen estado para que Dios pueda utilizarlos”.
De algún modo, Señor, nos dices que la condición, para el sembrador-apóstol, es: “convencernos de que, para fructificar, la semilla  ha de enterrarse y morir. Luego se levanta el tallo y surge la espiga. De la espiga, el pan, que será convertido por Dios en Cuerpo de Cristo. De esa forma nos volvemos a reunir en Jesús, que fue nuestro sembrador. Porque el pan es uno, y aunque seamos muchos, somos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan (...). La gracia de Dios no te falta. Por lo tanto, si correspondes, debes estar seguro. / El triunfo depende de ti: tu fortaleza y tu empuje unidos a esa gracia  son razón más que suficiente para darte el optimismo de quien tiene segura la victoria” (S. Josemaría).
Sigue este santo: «El Señor sembró en tu alma buena simiente. Y se valió -para esa siembra de vida eterna- del medio poderoso de la oración”, y luego de comentar la ayuda que presta el acompañamiento espiritual en descobrir la voluntad de Dios que en la oración nos habla, sigue: ”-Pero, con ingenua sorpresa, has descubierto que el enemigo ha sembrado cizaña en tu alma. Y que la continúa sembrando, mientras tú duermes cómodamente y aflojas en tu vida interior”, y todo lo malo quiere “ahogar el grano de trigo bueno que recibiste...
”-Arráncalas de una vez! Te basta la gracia de Dios. No temas que dejen un hueco, una herida... El Señor pondrá ahí nueva semilla suya: amor de Dios, caridad fraterna, ansias de apostolado... Y, pasado el tiempo, no permanecerá ni el mínimo rastro de la cizaña: si ahora, que estás a tiempo, la extirpas de raíz; y mejor si no duermes y vigilas de noche tu campo» (Surco 677).
Ante el mal que veo en el mundo, en mi alma, quiero aprender a tener tu paciencia, Señor. Y el secreto de tu paciencia está en tu amor, que invita al diálogo (Maertens-Frisque).
Dios es más paciente: soporta la cizaña y soporta el daño que la cizaña causa al buen grano. Revelación de la infinita misericordia de Dios para con todos nosotros. Destruir la cizaña hubiera hecho daño también a una parte de la cosecha:
-Al tiempo de la siega diré a los segadores: Quemad la cizaña... el trigo almacenadlo en mi granero. El lento trabajo de Dios lo tiene todo previsto, todo se dirige hacia un bien, y quiero creer, Señor, otorgarte mi confianza. Te pido una sólida, bondad y paciencia: respetar el modo de ser de los demás, querer a los pecadores como también lo soy yo, y aun a los mismos malos, por la parte de bien que hay en ellos y que Dios ve mejor que nosotros.
Habituarse a ver lo "bueno" que existe en la humanidad, y no ver la cizaña en el campo. Los pecadores, todos disponen del tiempo necesario para convertirse. ¡Gracias, Señor! Y nadie tiene el derecho de atribuirse una prerrogativa divina juzgando a los demás. El Reino de Dios crece lentamente, y hasta el final no veremos los frutos que habremos dado en el campo del Padre (Noel Quesson).
2. –“Bajó Moisés del Sinaí y refirió al pueblo todas las palabras del Señor... El pueblo respondió a una voz: «Cumpliremos todas las palabras que el Señor ha dicho." Dios es misterio, Dios es lo absoluto, un foso infranqueable separa a la criatura del Creador... sin embargo, Dios ha previsto unos puentes para salvar esa distancia, Moisés sube hacia Dios sirve de intermediario. Jesús, sobre todo, será ese mediador que nos acerca Dios y abre el diálogo definitivo, esta Palabra a la que nosotros podemos responder.
-“Moisés escribió todas las palabras del Señor... Levantó un altar y doce estelas por las doce tribus de Israel... Mandó a algunos jóvenes israelitas que ofreciesen sacrificios. Tomó Moisés la mitad de la sangre, la derramó sobre el altar y con la otra mitad roció al pueblo”. Trato de imaginar esos ritos: ¡la sangre de las víctimas esparcida sobre el altar -que representa a Dios- y sobre el pueblo! Todo esto simboliza la alianza: en adelante, Dios y ese pueblo están vinculados con la «misma vida», con la «misma sangre».
-“Esta es la sangre de la alianza que según todas estas palabras, el Señor ha establecido con vosotros”. Son casi las mismas palabras que empleó Jesús para expresar la nueva Alianza en su propia sangre. La misa ¿significa para mí la Alianza que Dios ha hecho conmigo? No estoy nunca solo: ¡tengo a «Dios-conmigo», tengo un aliado! Esto debería ser una fuente inagotable de alegría. El cristiano debería vivir sin desaliento alguno: porque participa del plan de Dios sobre el mundo y es el aliado del proyecto divino que no puede fallar. La misa significa también la Alianza que nos vincula a los demás. No soy el único aliado de Dios, individualmente: la liberación, la alianza, son fenómenos colectivos. Todos somos solidarios. Somos todo un pueblo que vive unido el rito.
-“Tomó Moisés el libro de la Alianza y lo leyó ante al pueblo, que respondió...” Escuchar juntos la misma Palabra y contestar juntos, es también un rito de Alianza. Es la primera parte de la misa, en la que Dios está ya presente. Cuando se han escuchado los mismos pensamientos, se ha comenzado a comulgar en las mismas verdades, en el mismo proyecto: el de Dios. ¡Cuán lejos suelen estar a veces nuestras «asambleas cristianas» de este ideal de la alianza!
-"Obedeceremos y cumpliremos todo lo que ha dicho el Señor". Ciertamente, los ritos son necesarios, esos momentos particulares en los que se celebra la Liberación y la Alianza. Pero la finalidad de las liturgias no está en sí mismas, sino que nos retornan a nuestra vida ordinaria en la que tenemos que vivir la Palabra de Dios y cooperar a su voluntad. Ayúdanos, Señor, a practicar, a cumplir tu voluntad, en el núcleo de nuestras existencias cotidianas (Noel Quesson).
3. “El Dios de los dioses, Yahveh, habla y convoca a la tierra desde oriente hasta occidente. Desde Sión, la Hermosa sin par, Dios resplandece. «¡Congregad a mis fieles ante mí, los que mi alianza con sacrificio concertaron!»” El salmista proclama la alianza, que es una historia de amor, que está abierta a todos: “Anuncian los cielos su justicia, porque es Dios mismo el juez. «Sacrificio ofrece a Dios de acción de gracias, cumple tus votos al Altísimo; e invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me darás gloria
Llucià Pou Sabaté


San Joaquin y Santa Ana, padres de la Virgen María

«Acercándose los discípulos le dijeron: ?Por qué les hablas en parábolas? El les respondió: A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se los ha dado. Porque al que tiene se le dará y abundará, pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Con el oído oiréis, pero no entenderéis, con la vista miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón; y se conviertan y yo los sane. Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron». (Mateo 13, 10-17)
Los nombres de los padres de María aparecen ya en textos del sigo II.
Evocando a los justos que habían precedido el nacimiento de Jesús, el culto a sus abuelos -especialmente a santa Ana- se propagó en las postrimerías del Edad Media para enmarcar mejor la Concepción Inmaculada de María.
Muchos artistas destacaron representando a los padres de María.
En la iconografía, santa Ana lleva en su regazo a su hija la cual a la vez, en no pocas ocasiones sostiene a Jesús Niño.
De los santos que hoy celebramos no sabemos nada.
Apenas que la tradición nos dice que fueron los padres de la Virgen María.
Pero está claro que Maria tuvo padres.
Y que serían buenas personas.
Por aquello de que "de tal palo tal astilla".
No sabemos si conocieron a su nieto, pero seguro que tuvieron bastante con tener a su hija, verla crecer y convertirse en una guapa moza.
Eso es toda una maravilla, un don de Dios que se regala siempre a los padres.
Maravillas de esas las vemos también nosotros.
¿No es tiempo ya de hacer de nuestra vida una acción de gracias continua a Dios?
De los sermones de san Juan Damasceno, obispo.
 (Sermón 6, Sobre la Natividad de la Virgen Maria, 2. 4. 5-6: PG 96, 663.667.670)

jueves, 24 de julio de 2014

Viernes de la semana 16 de tiempo ordinario

Viernes de la semana 16 de tiempo ordinario

La palabra de Dios es viva y eficaz, camino para la felicidad, y germina en nosotros hasta darnos la vida eterna
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno»” (Mateo 13,18-23).
1. Jesús, nos haces tu explicación de la parábola del sembrador: las diversas clases de terreno que suele encontrar la Palabra.
1º El que oye la palabra del reino y no la comprende... Las palabras materiales del evangelio han sido oídas o leídas; pero a la manera de una "lectura ordinaria". El evangelio es una palabra viva: el autor del evangelio, el que nos habla a través de las palabras, está vivo HOY... Se dirige a mí. No es pues ante todo una colección de ideas o de bonitos pensamientos, es el "encuentro con alguien". En una meditación sobre el evangelio, hay que hacerse siempre esta pregunta: ¿qué descubro de ti, Señor, a través de este pasaje evangélico? Quisiera saber abrir mi corazón a tu palabra, no hacer como los discípulos que en el sermón eucarístico, asustados de lo que exigías (Jn 6,60), se fueron. La Palabra que Dios nos dirige es siempre eficaz, salvadora, llena de vidaPero, si no encuentra terreno bueno en nosotros, no le dejamos producir su fruto. ¿Se nos nota durante la jornada que hemos recibido la semilla de la Palabra y hemos recibido a Cristo mismo como alimento? (J. Aldazábal).
Hoy vemos la interpretación espiritual de la parábola del sembrador. Compara Jesús a los hombres con cuatro clases de terreno: la misma simiente, la misma Palabra divina, dan resultados más o menos profundos según la respuesta subjetiva que acordamos a la Palabra.
2º El que recibe el mensaje con alegría; pero no tiene raíces, es el hombre inconstante: cuando surge la dificultad o persecución, falla. Algunos empiezan a meditar con entusiasmo, pues es verdad que al principio se suele encontrar mucha consolación en la oración. Pero es necesario perseverar. No basta seguir a Dios, cuando esto resulta agradable y fácil... también en la prueba y en la noche del espíritu es necesario perseverar. Hay un conocimiento profundo de Dios que no se adquiere más que con una larga e incansable frecuencia con el evangelio, leído, meditado y vuelto a meditar. Jesús se nos revela en esta frase como un hombre perseverante, que no se contenta con nuestros fervores pasajeros: espera nuestras fidelidades.
3º El que escucha la palabra, pero el agobio de esta vida, y la seducción de la riqueza la ahogan y se queda estéril. Hay que saber elegir. "No podéis servir a la vez a Dios y al dinero" (Mt 6,24) El descubrimiento de Dios es una maravillosa aventura que implica nuestra entrega y compromiso total: las preocupaciones mundanas, el agrado del placer, el afán de riqueza ¡pueden ahogar la Palabra de Dios! Hemos sido advertidos suficientemente y además tenemos de ello experiencia. Sobre la riqueza, Jesús tiene una palabra reveladora: habla de la "ilusión de la riqueza"... "del engaño de la riqueza"... La riqueza es un falso amigo: promete mucho y decepciona también mucho.
4º El que escucha el mensaje y lo entiende; ése sí da fruto y produce en un caso ciento, en otro sesenta, en otro treinta. El Reino de Dios es una invitación a la esperanza y al optimismo: ¡un solo grano de trigo puede producir cien granos! Es una invitación al trabajo y a la oración y esto depende de nosotros (Noel Quesson).
Quisiera conocer, Jesús, cómo dejar germinar la semilla de tu palabra en mi vida. Te pido entender tu doctrina, captar tu mensaje, no quedándome en lo superficial. Pienso que puedo hacer propósitos en estos campos, que aseguran mi buena disposición:
a) rezar cada día, pues para acoger tu palabra tengo que estar a la escucha
b) lectura espiritual, y si puedo asisto regularmente a algún medio de formación cristiana;
c) hablar de las cosas de mi alma, por ejemplo en un acompañamiento espiritual que me ayude a percibir tu palabra, a resolver dudas que en la oración voy viendo que necesito también pedir consejo: «Dios ha dispuesto que, de forma ordinaria, los hombres se salven con la ayuda de otros hombres; y así a los que El llama a un grado más alto de santidad les proporciona también a unos que les guíen hacia esta meta» (León XIII).
d) frecuentar ambientes donde vea encarnada esa Palabra tuya, donde me estimule el ejemplo de los demás a ir a buen paso hacia ti, Señor, en la lucha por no dejarme dominar por la riqueza, egoísmo, sensualidad, comodidad, etc...
«Disipación.  Dejas que se abreven tus sentidos y potencias en cualquier charca.  Así andas tú luego: sin fijeza, esparcida la atención, dormida la voluntad y despierta la concupiscencia.
”Vuelve con seriedad a sujetarte a un plan, que te haga llevar vida de cristiano, o nunca harás nada de provecho» (san Josemaría, Camino375).
“Jesús, quiero que mi tierra sea buena tierra. Para ello necesito los medios de formación, la constancia en mi plan de vida, y la guarda de mi corazón de modo que no se llene de frivolidad. Cuando dejo de luchar en estos puntos, qué rápido me ahoga el ambiente, qué pronto se marchita esa vida interior que estaba empezando a brotar en mi corazón. Y me quedo, Jesús, como atontado: sin fijeza, esparcida la atención, dormida la voluntad y despierta la concupiscencia. Jesús, es hora de decir: ¡basta! Quiero de verdad ser santo, corresponder a tu amor, hacer fructificar la semilla de la gracia que has puesto en mi alma. Es hora de volver a empezar” (Pablo Cardona).
2.  La página de hoy condensa los diez mandamientos, el Decálogo de la Alianza entre Dios y su pueblo. -“Yo soy el Señor, tu Dios”... No solamente «soy Dios» sino «Yo soy tu Dios»... Dios se descubre como un ser en relación con los hombres. No conocemos a Dios «en sí mismo», sino que quiere ser «para nosotros, entre nosotros». Es el Dios de una «alianza», es un compañero de amor: «Yo soy tu Dios».
-“Que te ha sacado de Egipto, de la casa de servidumbre... Todo empieza con una frase básica: «yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la esclavitud de Egipto». Fue un momento fundante del pueblo. Hubo momentos malos, y luego la ayuda divina, en cada ocasión… cuando hay golpes malos, esperamos algo bueno enseguida, es algo instintivo, y cuando llega lo bueno nos sorprende, vemos la mano de Dios. El mismo Dios que les quiere como un padre, que les ha liberado de la opresión, que les acompaña en su camino, ahora en el Sinaí establece una alianza: «os he liberado de la alienación, de la servidumbre y no para que recaigáis. Cada uno de mis diez mandamientos es como un balizaje que os guía para no recaer en servidumbre». ¡Estas palabras de Dios son a nivel interior, mucho más liberadoras que la salida de Egipto! Los diez mandamientos: Respetar a Dios... Respetar al hombre... Hoy, como siempre, existe la tentación de disociar las dos tablas de la ley. Según el propio temperamento, podemos evadirnos hacia un amor de Dios desencarnado que llega a olvidar las consecuencias concretas que ello comporta, o bien nos evadiría hacia un servicio activista del prójimo que se separaría de la exigencia y universalidad de su fuente. "Amad a Dios. Amad a vuestros hermanos". Dos mandamientos unidos (Mt 22,39).
Este decálogo no es otra cosa que el resumen de las grandes exigencias de toda conciencia humana. Son muchos los hombres y las mujeres que, sin conocer el evangelio, tratan de vivir ese ideal humano fundamental: ¿sabemos reconocer que, por ello, están ya en estado de Alianza con Dios? El Catecismo de la Iglesia Católica dedica a los mandamientos, entendidos ahora desde Cristo (3a parte: «La vida en Cristo»; segunda sección: «los diez mandamientos» nn. 2052-2557).
 “No tendrás otros dioses…” Ahora bien, todavía HOY nos hallamos tentados de procurarnos ídolos, de apegarnos a cosas que no merecen nuestro afecto y que pueden alienarnos: el dinero, el placer, el confort, la belleza, la salud, el partido, nuestras propias ideas... cosas buenas en sí pero que pueden llegar a ser tremendas cadenas. Como señala Santo Tomás de Aquino todos los preceptos de la ley natural están allí contenidos, tanto los universales (haz el bien y evita el mal) como los particulares, en sus principios y próximas conclusiones.
El segundo mandamiento sobre respetar el nombre de Dios (Catecismo 2142) va seguido del precepto del sábado como día santo (cf Lv 23,3) y siempre tiene carácter religioso (cf 16,22-30) y el sabat es sábado y descanso al mismo tiempo, culto de homenaje a Dios y gozo.
La segunda tabla comienza con la atención a la familia (Catecismo 2197), proteger la vida que sólo es de Dios. El sexto mandamiento se dirige a guardar la santidad del matrimonio, luego se manda no robar personas ni bienes ajenos (Catecismo 2409), la norma personalista nos ayuda a no tratar nunca a una persona como un medio, sino quererla como un fin, en sí misma. Por eso, el falso testimonio va contra la verdad y la fidelidad en las relaciones humanas, fundamento de la vida social (Catecismo 2464). Igualmente la codicia (concupiscencia de la carne, de los ojos… del bien ajeno: Catecismo 2514; Noel Quesson).
3. “La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante”. Salmo 19/18 que completa el anterior, de gran perfección en su estructura y ritmo. “Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos”. Parecida al sol es la Ley del Señor. También sus excelencias proclaman la gloria de Dios. Son cantadas en seis afirmaciones. En ellas se contemplan las maneras en que se han manifestado (ley, preceptos, mandatos, mandamientos… etc.), se exponen sus cualidades (perfección, firmeza, rectitud, pureza…), y se señalan sus efectos saludables para el hombre (vida, sabiduría, alegría, luz… ideas que se desarrollan en Sal 119).
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos”. Es el camino del bien, que lleva a la realización personal, aunque en el teatro del mundo otras opciones parezcan mejor, no es así: “Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila”.
 Llucià Pou Sabaté


Santiago, apóstol

Dar la vida por Cristo es recobrarla de un modo pleno, beber su cáliz es participar en su gloria
“En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: -¿«Qué deseas?» Ella contestó: -«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.» Pero Jesús replicó: -«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? » Contestaron: -«Lo somos.» Él les dijo: -«Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.» Los otros diez, que lo hablan oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: -«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos»” (Mateo 20,20-28).
1. La madre de los hijos del Zebedeo aspira no sólo a un mejor puesto para sus hijos, sino a lo máximo, al todo del reino. Jesús, te pido realizar esa aspiración a lo más alto que has puesto en mi corazón. Veo cómo calmas el ardor de tus discípulos, sin humillarlos. Ellos no entienden el verdadero significado de este cáliz sacrificial, que beberás como el Siervo de Yavéh (Isaías 52). Tú nos das la fuerza necesaria para no tener miedo a la muerte por saber que hay algo mejor.
Queremos hoy celebrar a Santiago, Señor, verlo como a uno de tus predilectos junto a Pedro y a Juan su hermano: te acompañaron en la glorificación del Tabor, la resurrección de la hija de Jairo, en tu oración de Getsemaní. Por su celo impetuoso, le diste a estos dos hermanos el sobrenombre de Boanerges, los hijos del trueno.
Con el tiempo le irás hacer viendo que la única ambición que vale la pena es la gloria de Dios. Cuenta Clemente de Alejandría que cuando el Apóstol era llevado al tribunal donde iba a ser juzgado fue tal su entereza que su acusador se acercó a él para pedirle perdón. Santiago... lo pensó. Después lo abrazó diciendo: "la paz sea contigo"; y recibieron los dos la palma del martirio. En el diálogo hay una pedagogía divina: "Fijémonos -escribe San Juan Crisóstomo- en cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: "¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra sangre?", sino que sus palabras son: ¿Podéis beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo tengo que beber; de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su Pasión le da el nombre de bautismo, para significar con ello que sus sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo". Y «Santiago vivió poco tiempo, pues ya en un principio le movía un gran ardor: despreció todas las cosas humanas y ascendió a una cima tan inefable que murió inmediatamente» (San Juan Crisóstomo).
Jesús, luego les hablas del servicio. Como tú nos das ejemplo. La ambición religiosa es lo más opuesto al evangelio. Solamente una iglesia servidora es una iglesia creyente (“Eucaristía 1978”).
El discípulo no tiene que preocuparse del sitio que ha de ocupar aquí o en el cielo, sino de "beber el cáliz" de Jesús, es decir, estar en comunión con Él. Nos dices, Señor, que "los pueblos" o "las naciones" dominan y tú nos propones ser "servidor" (diakonos) y "esclavo" de los demás. Comienzas por decir que el acceso a los tronos del juicio pasa por el sufrimiento: beber un cáliz y sumergirse en las pruebas. Y que, de todas maneras, sólo Dios fija la hora del juicio y la composición del tribunal. El misterio pascual será también quien ayudará a iluminar ese misterio...
En el Antiguo Testamento, la copa designa el juicio de Dios sobre los pecadores: esta copa debe ser bebida hasta las heces. Ahora bien: la copa tiene también valor sacrificial. Jesús, piensas sufrir el juicio de los pecadores y hacerlo de manera sacrificial. Los apóstoles podrán ser asociados a esa misión. Beberán la copa del sufrimiento, así como la copa sacramental, mediante la cual el cristiano se asocia a la pasión y a la resurrección de Jesús. Luego abres, Señor, esa misión de servicio a los demás, siendo tú primero el Siervo paciente que se inmola por la multitud. Es tu cruz, Jesús, la que nos salva, y lo celebramos en la Eucaristía (Maertens-Frisque).
En la década que va desde la primera predicación hasta la muerte martirial de Santiago,  según una piadosa tradición de los pueblos de España, el Apóstol se desplazó a la península ibérica como primer anunciador del evangelio. Él y sus discípulos plantaron las primeras  Iglesias en las provincias de Celtiberia ya romanizadas. Dentro de esa misma tradición, con  leves soportes documentales, pero con honda belleza y ternura, se nos muestra al Apóstol  cansado y exhausto, junto a la orilla del Ebro, al pie de un pequeño pedestal de piedra,  donde acude la Virgen María, todavía viviente en este mundo, para darle ánimos al pobre  Santiago y nuevos impulsos a su empeño evangelizador. Tradiciones de corte parecido y de origen tardío se dan en otras naciones de la Europa  cristiana y con distintos Apóstoles de Jesús, fenómeno muy común en los siglos  comprendidos entre la invasión de los Bárbaros y la baja Edad Media. En nuestro caso esos  relatos se revisten con datos históricos de probada autenticidad, como son en su conjunto la  presencia del cristianismo en la Hispania romana y la plétora posterior de mártires, santos  padres, monasterios y santuarios, desde el siglo III hasta la Iglesia visigótica. Sin unas raíces  tan recias, tan extendidas, tan profundas, el árbol frondoso de la fe de España, abatido  brutalmente durante más de siete siglos de dominio musulmán, no habría podido resistir a  tan tremendos desafíos.
Compostela se convirtió en peregrinación de gran importancia en la cristiandad, los Años jubilares desde las postrimerías del siglo XII hasta hoy hacen que Compostela, con Jerusalén y Roma constituirán los puntos focales de la cristiandad medieval, con claras ventajas para la primera por su accesibilidad viaria, el valor espiritual de sus  perdonanzas, la literatura circulante de sus peregrinos más famosos. En Centro-Europa se  llegará a llamar a España el Jacobland, el país de Santiago. Peregrinar a su sepulcro será  una llamada de conversión y purificación con fuerza singular. Fluyen los peregrinos de  Inglaterra y de Dinamarca, de Flandes, de Italia y arrolladoramente de Francia. Compostela  hará méritos, en el segundo milenio cristiano, para ser considerada como uno de los ejes  espirituales más profundos de la Europa de ayer y de hoy (Antonio Montero).
2. Los Hechos de los apóstoles (4-5) nos dicen que los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los condujeron a presencia del Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó: -«¿No os hablamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.» Pedro y los apóstoles replicaron: -«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.» Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos. Más tarde, el rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. “Sin obrar milagros ni prodigios, los discípulos de Jesús no habrían movido a sus oyentes a abandonar, por nuevas doctrinas y verdades, su religión tradicional y a abrazar con peligro de la vida las enseñanzas que les anunciaban” (Orígenes). Van unidos a la Revelación de Dios esos milagros, acompañan a la gracia, esos carismas, al servicio de la caridad que edifica la Iglesia (Catecismo 2003). El sanedrín ataca a los apóstoles, quieren su muerte. La presencia de los testigos resulta molesta cuando pone a los hombres ante el espejo de la verdad. “Dios ha permitido –comenta S. Juan Crisóstomo- que los Apóstoles fueran llevados a juicio para que sus perseguidores fueran instruidos, si lo deseaban (…). Los apóstoles no se irritan ante los jueces sino que les ruegan compasivamente, vierten lágrimas, y sólo buscan el modo de librarles del error y de la cólera divina”.
"Mártir" es "testigo", y Santiago el Mayor da testimonio con su muerte hacia los años 42-43, es el primer mártir de los Doce y el único cuya muerte se menciona en el Nuevo Testamento. Era un hombre con espíritu cándido, fiel, sincero, de buen corazón, sin falsedad, algo iracundo que irá dulcificando volviéndose cada vez más tierno al hablar del amor. Hoy rezamos: “Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que Santiago fuera el primero de entre los apóstoles en derramar su sangre por el Evangelio, fortalece a tu Iglesia con el testimonio de su martirio y defiéndela con su valiosa protección”. Y en el prefacio proclamamos: “no abandonas a tu rebaño, sino que lo cuidas continuamente por medio de los santos Apóstoles, para que sea gobernado por aquellos mismos pastores que le diste como vicarios de tu Hijo”...
El Salmo 66 nos habla de la bendición de Dios que se consuma en su Hijo Jesucristo. “El Señor tenga piedad y nos bendiga… Que Dios nos bendiga. Ilumine su rostro sobre nosotros”. Agustín desarrolla su plegaria "cristiana" con estas palabras: "Ya que nos grabaste tu imagen, ya que nos hiciste a tu imagen y semejanza, tu moneda, ilumina tu imagen en nosotros, de manera que no quede oscurecida. Envía un rayo de tu sabiduría para que disipe nuestras tinieblas y brille tu imagen en nosotros... Aparezca tu Rostro, y si -por mi culpa-, estuviese un tanto deformado, sea reformado por ti, aquello que Tú has formado."
La tierra ha dado su fruto: Son varios los Padres que, en el comentario a este versículo, nos ofrecen una interpretación concorde. ¡La Tierra! La Virgen María, es de nuestra tierra, de nuestra raza, de esta arcilla, de este lodo, de la descendencia de Adán. La tierra ha dado su fruto; el fruto perdido en el Paraíso y ahora reencontrado.
Primeramente ha dado la flor: «Yo soy el narciso de Sarón y el lirio de los valles» (Cant 2,1). Y esta flor se ha convertido en fruto: fruto porque lo comemos, fruto porque comemos su misma Carne. Fruto virgen nacido de una Virgen, Señor nacido del esclavo, Dios nacido del hombre, Hijo nacido de una Mujer, Fruto nacido de la tierra" (S. Jerónimo). "Nuestro Creador, encarnado en favor nuestro, se ha hecho, también por nosotros, fruto de la tierra; pero es un fruto sublime, porque este Hombre, nacido sobre la tierra, reina en los cielos por encima de los Ángeles" (S. Gregorio Magno; cf. F. Arocena).
3. “Llevamos un tesoro en vasijas de barro”, dice san Pablo (1Co 4,7-15): el conocimiento y experiencia de Jesús resucitado. Él tiene en cuenta su propia debilidad personal, la del hombre salido del barro según la tradición. Sin la gracia de Jesús todo sería un fracaso. Con Él, la debilidad es lugar de la manifestación de Dios; se manifiesta en "nuestra carne". Cuando la esperanza humana parece extinguirse, entonces brilla el actuar de Dios. La fuerza se realiza en la debilidad y el poder de Dios triunfa a pesar de nuestra inutilidad. El sufrimiento es una asociación a la muerte de Cristo; y así como toda vida lleva consigo un germen de vida. “Si ambicionas la estima de los hombres, y ansías ser considerado o apreciado, y no buscas más que una vida placentera, te has desviado del camino. (…) En la ciudad de los santos, solo se permite la entrada y descansar y reinar con el Rey por los siglos eternos a los que pasan por la vía áspera, angosta y estrecha de las tribulaciones” (Pseudo Macario). La imagen del Dios alfarero está siempre presente… y en medio de ese actuar –reciclaje divino que saca bien del mal que con nuestra libertad vamos a veces haciendo-… “lo más importante en la Iglesia no es ver cómo respondemos los hombres, sino ver lo que hace Dios” (S. Josemaría Escrivá).
¿Cómo se desarrolla la renovación del hombre «interior»? “¿Y de qué manera? Por la fe, por la esperanza, por la caridad ardiente. Por tanto hemos de ver los peligros con mirada intrépida. Cuanto mayores sean los males que consuman nuestro cuerpo, más lisonjeras esperanzas deberá concebir nuestra alma, más esplendor y brillo sacará de allí, como el oro toma un brillo más deslumbrante cuando está en el crisol encendido” (S. Juan Crisóstomo). Así, sigue el texto de hoy, «nuestras penalidades momentáneas y ligeras nos producen una riqueza eterna, una gloria que les sobrepasa desmesuradamente». El deseo de Dios lleva al mártir a una entrega donde la condición mortal es absorbida finalmente por la Vida. Aman la vida, pero más el Amor y la Vida en Dios (M. Gallart),deseando siempre «el destierro lejos del cuerpo y vivir con el Señor».
Llucià Pou Sabaté

Jueves de la semana 16 de tiempo ordinario

Jueves de la semana 16 de tiempo ordinario

Para ver a Dios hay que preparar el corazón, acoger la palabra del divino sembrador
«Los discípulos se acercaron a decirle: ¿Por qué les hablas en parábolas? Él les respondió: A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no se les ha dado. Porque al que tiene se le dará y abundará, pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Con el oído oiréis, pero no entenderéis, con la vista miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y han cerrado sus ojos; no sea que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón y se conviertan, y yo los sane. Bienaventurados, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron, y oír lo que vosotros estáis oyendo y no lo oyeron» (Mateo 13,10-17).
1. La parábola del Reino más larga, la más completa, es la del sembrador, pues Jesús irá explicando su sentido con detalle. Algunos no entienden, pues no están preparados, su corazón no puede pasar de la oscuridad a la luz… es el misterio de la libertad… así las autoridades religiosas entienden, pero rechazan la doctrina y se sulfuran aún más en su interior. La palabra es aceptada por algunos, pero luego abandonada en las dificultades… expresa esta parábola las diversas situaciones de las almas a lo largo de la historia: “cuando esta palabra es proclamada, la voz del predicador resuena exteriormente, pero su fuerza es percibida interiormente y hace revivir a los mismos muertos: su sonido engendra para la fe nuevos hijos de Abrahán. Es, pues, viva esta palabra en el corazón del Padre, viva en los labios del predicador, viva en el corazón del que cree y ama. Y, si de tal manera es viva, es también, sin duda, eficaz” (Balduino de Cantorbery).
-¿Por qué razón les hablas en parábolas, como dejando algo velado y misterioso? Y nos dice Jesús: -"Vosotros podéis ya comprender los secretos del reinado de Dios: ellos, en cambio, no pueden". Quisiera penetrar en tus palabras, Señor, en esos secretos del Reino…
-“Miran sin ver... y escuchan sin oír ni entender... Son duros de oído y han cerrado los ojos”. La segunda razón que das, Jesús, entra dentro del misterio que sólo tú conoces el corazón del hombre: muchos hombres son culpables de ni siquiera buscar la verdad, al mismo tiempo que hay libertad en materia religiosa, no se puede obligar a nadie a creer. Nos hablas de “comprender con el corazón”.
-“¡Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen!” Danos, Señor, unos ojos nuevos, unos oídos finos... La oración y el examen-revisión de vida consiste en "mirar de nuevo" con los ojos de la fe, los acontecimientos que la primera vez se vieron con una mirada simplemente humana. Las parábolas requieren esa mirada de la fe. Toda nuestra vida es una parábola en la que Dios está escondido y desde donde nos habla. Uno puede quedarse en el exterior de las cosas y de los acontecimientos, o bien, "ver" y "oír" a Dios en el hondón de las situaciones humanas.
-“Muchos profetas y justos desearon ver lo que véis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros y no lo oyeron. Sí, Jesús se atreve a decir que El es "aquel que el pueblo de Dios esperaba"”: es el tiempo en que todo se cumple, en que todo es gracia, el momento maravilloso del encuentro de Dios con los hombres. ¿Sabremos estar atentos a esta hora de Dios y no dejar pasar la ocasión de verle y de escucharle? (Noel Quesson).
2. El puñado de fugitivos de Egipto aparece ahora como una comunidad bien organizada, de la que ha tomado posesión Yahvé, tras de haberse manifestado a ellos en el Sinaí. El milagro de esta transformación es obra exclusiva de Yahvé. Él es quien ha escogido este pueblo para que sea sacramento de su presencia salvadora. Por eso lo ha llamado de la nada, lo ha sacado de la opresión, lo ha puesto en el camino de la libertad y le ha dado un sentido de marcha. Dios se revela en los acontecimientos de la historia. Por ello, la morada de Dios, su habitación, es esencialmente el pueblo, la comunidad humana. De hecho, Dios había ordenado a Moisés: «Hazme un santuario, y moraré entre ellos» (25,8). Nuestro texto nos dice que el pueblo de Israel cumplió la orden de Yahvé.
–“Moisés obedeció todas las prescripciones del Señor. Erigió la morada de la «Tienda de Reunión»”. Diversos textos bíblicos describen en detalle los objetos del culto y las ceremonias litúrgicas, hay parecidos con el Templo de Jerusalén (quizá añadidos más tarde al texto). Es central en el culto judío. El aniversario de la destrucción del primer templo es uno de los días de ayuno más señalados, junto con Yom Kipur… la tienda de la Alianza nos habla del Templo, y a su vez es imagen de Jesús que planta la tienda entre nosotros, y se queda en el Tabernáculo que es el Sagrario, y con la fuerza de la Eucaristía y su Espíritu Santo (la nueva presencia) establece el Reino de Dios entre nosotros, de lo que habla el Evangelio…
-“Moisés asentó las basas, colocó los tableros y los travesaños y erigió sus postes; desplegó la Tienda encima, tomó las «tablas de la Ley» y las colocó dentro del arca, puso el propiciatorio encima del arca”... Fijémonos en que se trata de una «tienda» un abrigo frágil y transportable, que se desmonta a cada partida y se remonta a cada nueva etapa. El Dios de Israel es un Dios que «hace camino» con su pueblo. Es invisible... habla con «signos» y acepta que los hombres materialicen un lugar que simbolice su Presencia. «El Verbo se hizo carne, y erigió su tienda entre nosotros.» En el sagrario está nuestra tienda, para que vayamos con Él…
-“La nube cubrió la Tienda de Reunión y la gloria de Dios llenó la morada”. La «nube» es también un signo de la presencia de Quien no se ve (en la Transfiguración de Jesús fueron también envueltos por una nube luminosa).
-“Por la noche, un fuego brillaba en la nube”. El «fuego» también es símbolo de Dios. Sabemos que desde la Encarnación ese «fuego» ha venido al corazón de los hombres: el día de Pentecostés, llenó la Iglesia. Por el Espíritu, los bautizados han venido a ser los lugares de la Presencia de Dios. «¡Que vuestra luz brille!» decía Jesús. Un fuego brillaba en la nube sobre la Tienda de Dios. ¿Qué oración me sugiere este pasaje de la Escritura?
-“Así sucedía en todas sus etapas”. El cuerpo de Cristo es la verdadera presencia de Dios entre nosotros, en todas las etapas de la vida, en todos los lugares de la tierra (Noel Quesson). Un pueblo libre, que marcha, protegido y guiado por Yahvé, hacia la tierra prometida. La nube y la gloria de Dios acompañará al pueblo en la travesía del desierto, imagen de la fe, que ilumina la peregrinación del cristiano de día y noche hasta llegar a la tierra prometida, al cielo (Biblia de Navarra). Los santos Padres han considerado también esta nube como figura de Cristo: “él es la columna que manteniéndose recta y firme, cura nuestra enfermedad. Por la noche ilumina, por el día se hace opaca, para que los que no vean y los que ven se vuelvan ciegos” (S. Isidoro de Sevilla).
Se ha hecho realidad la promesa de Dios: "Habitaré en medio de los hijos de Israel y seré su Dios. Ellos reconocerán que yo soy Yahvé, su Dios que los sacó de Egipto para habitar entre ellos. Yo soy Yahvé su Dios" (29,45) A pesar de ese cumplimiento histórico, nuestro relato no deja de ser una imagen de la plena realización de la presencia de Dios en Jesucristo, la misma palabra de Dios, que se hizo hombre y plantó su tienda entre nosotros y nos permitió ver su gloria (J. M. Aragonés).
3. «Qué deseables son tus moradas, Señor... dichosos los que viven en tu casa... dichosos los que encuentran en ti su fuerza: caminan de baluarte en baluarte». Es la Iglesia-comunidad «la casa de Dios» (l Tm 3,15); es la Eucaristía la que atrae ese anhelo místico hacia el Señor de la vida: "Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo".
"Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación". Decía Juan Pablo II que la subida al templo es imagen de la ida de los justos hacia las eternas moradas, donde Dios acoge a sus amigos en la alegría plena (cf Lc 16,9). Esa subida mística, de la que la peregrinación terrena es imagen y signo, para san Juan Clímaco (en La escala del Paraíso) es un progreso espiritual: "Subid, hermanos, ascended. Cultivad, hermanos, en vuestro corazón el ardiente deseo de subir siempre (cf. Sal 83,6). Escuchad la Escritura, que invita: "Venid, subamos al monte del Señor y a la casa de nuestro Dios" (Is 2,3), que ha hecho nuestros pies ágiles como los del ciervo y nos ha dado como meta un lugar sublime, para que, siguiendo sus caminos, venciéramos (cf. Sal 17,33). Así pues, apresurémonos, como está escrito, hasta que encontremos todos en la unidad de la fe el rostro de Dios y, reconociéndolo, lleguemos a ser el hombre perfecto en la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13)."
En nuestra vida hay también "áridos valles", y se nos invita a “subir” por amor a ver en lo de cada día al Señor que nos espera: manteniendo la mirada fija en esa meta luminosa de paz y comunión. También nosotros repetimos en nuestro corazón la bienaventuranza final, semejante a una antífona que concluye el Salmo: "¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!"
Llucià  Pou Sabaté


San Chárbel Makhlouf, presbítero. Santos Bernardo, María y Gracia, mártires

Gran amante de la Eucaristía y de la Virgen Santísima. Ejemplo de vida consagrada y de ermitaño.
Dios ha querido manifestar su gloria por medio de este humilde ermitaño.  Gran cantidad de milagros ocurren por su intercesión.  Numerosas de sus imágenes milagrosamente exudan aceite el cual se utiliza en la oración por los enfermos.  Además de ser bien conocido en el Medio Oriente y en toda la Iglesia, en América es, particularmente venerado en México a partir de la inmigración maronita que comenzó en el siglo XIX. Su devoción se propaga en la actualidad muy rápido por el aumento de milagros. Parece que Dios desea utilizar este santo como signo de su deseo de unificar el Oriente con el Occidente.
"Yo tomaré de lo mas escogido del Cedro, de lo alto de sus ramas y le plantaré sobre un monte alto...Y dará fruto y llegará a ser un Noble Cedro"  -Ezequiel 17:22-23
San Chárbel en México
Breve historia  y  Oración a San Chárbel
Nació en el pueblo de Beqakafra, a 140km. del Líbano, capital libanesa, el 8 de mayo, de 1828.  Era el quinto hijo de Antun Makhlouf y Brigitte Chidiac, una piadosa familia campesina. Fue bautizado a los ocho días en la Iglesia de Ntra. Señora en su pueblo natal, recibiendo por nombre Yusef (José). A los tres años el padre de Yusef fue inscrito en el ejército turco en la guerra contra los egipcios y muere cuando regresaba a casa. Su madre cuida de la familia siendo gran ejemplo de virtud y fe. Pasado un tiempo, ella se casa de nuevo con un hombre devoto quien eventualmente será ordenado sacerdote (en el rito maronita, hombres casados son elegibles al sacerdocio).
Yusef ayudó a su padrastro en el ministerio sacerdotal.  Ya desde joven era ascético y de profunda oración. Yusef estudió en la pequeña escuela parroquial del pueblo.  A la edad de 14 años fue pastor de ovejas y aumenta su oración. Se retiraba con frecuencia a una cueva que descubrió cerca de los pastizales para adentrarse en horas de oración.  Por ello recibió muchas burlas de otros jóvenes pastores. Dos de sus tíos maternos eran ermitaños pertenecientes a la Orden Libanesa Maronita. Yusef acudía a ellos con frecuencia para aprender sobre la vida religiosa y el monacato en especial.
Vocación
A los 20 años de edad, Yusef es el sostén de su casa. Es el tiempo de contraer matrimonio pero el se siente llamado a otra vida.  Después de tres años de espera, escuchó la voz del Señor: "Deja todo, ven y sígueme".  Así, una mañana del año 1851 se dirige al convento de Ntra. Señora de Mayfouq, donde fue recibido como postulante. Al entrar en el noviciado renuncia a su nombre bautismal y escoge como nombre de consagración : Chárbel. 
Un tiempo mas tarde lo envían al Convento de Annaya, en donde profesó los votos perpetuos como monje en 1853.  Lo enviaron inmediatamente al Monasterio de San Cypriano de Kfifen, donde realizó sus estudios de filosofía y teología, llevando una vida ejemplar de obediencia y observancia.  Fue ordenado sacerdote el 23 de julio, de 1859 por Mons. José al Marid, bajo el patriarcado de Paulo Massad. Al poco tiempo regresó al Monasterio de Annaya por orden de sus superiores. Ahí pasó muchos años de vida ejemplar de oración y apostolado.  Entre estos, el cuidado de los enfermos, el pastoreo de almas y el trabajo manual en cosas muy humildes.
Ermitaño
Chárbel recibió autorización para la vida ermitaña el 13 de febrero, de 1875 . Desde ese momento hasta su muerte, ocurrida en la ermita de los Santos Pedro y Pablo, la víspera de la Navidad del año 1898, se dedicó a la oración (rezaba 7 veces al día la Liturgia de las Horas), la ascesis, la penitencia y el trabajo manual.  Comía una vez al día y llevaba silicio.
Muerte y milagros
El padre Chárbel alcanzó la celebridad después de su muerte. Dios quiso señalar a este santo por numerosos prodigios: Su cuerpo se ha mantenido incorrupto, sin la rigidez habitual, con la temperatura de una persona viva. Suda sangre, ocurren prodigios de luz constatados por muchas personas. El pueblo lo veneraba como santo aunque la jerarquía y sus mismos superiores prohibieron su culto formal mientras la Iglesia no pronunciara su veredicto. 
En 1950, al pasarle un amito por la cara, quedó impresa en la prenda el rostro de Cristo como en el Sudario de Turín. 
(Ver "Leyendas Negras de la Iglesia" por Vittorio Messori pg. 210).
Beatificación y Canonización
Dado al constante culto del pueblo, el Padre Superior General Ignacio Dagher solicitó al Papa Pío XI en 1925, la apertura del proceso de beatificación del P. Chárbel.  Fue beatificado durante la clausura del Concilio Vaticano II, el 5 de diciembre, de 1965 por el Papa Pablo VI.  El Papa dijo: "Un ermitaño de la montaña libanesa está inscrito en el número de los Bienaventurados... Un nuevo miembro de santidad monástica enriquece con su ejemplo y con su intercesión a todo el pueblo cristiano. El puede hacernos entender, en un mundo fascinado por las comodidades y la riqueza, el gran valor de la pobreza, de la penitencia y del ascetismo, para liberar el alma en su ascensión a Dios".
El 9 de octubre de 1977, durante el Sínodo Mundial de Obispos, el Papa canonizó al P. Chárbel con la siguiente proclama: "En honor de la Santa e Individua Trinidad, para la exaltación de la fe católica y promoción de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, después de madura deliberación y tras implorar intensamente la ayuda divina... decretamos y definimos que el beato Chárbel Majluf es SANTO, y lo inscribimos en el catálogo de los santos, estableciendo que sea venerado como santo con piadosa devoción en toda la Iglesia. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo."
Es el primer santo oriental desde el siglo XIII.
Oración
Dios, infinitamente santo y glorificado en medio de tus santos. Tú que inspiraste al santo monje y ermitaño Chárbel para que viviese y muriese en perfecta unión con Jesús Cristo, dándose la fuerza para renunciar al mundo y hacer triunfar desde su ermita, el heroísmo de sus virtudes monásticas: pobreza, obediencia y santidad. Te imploramos nos concedas la gracia de amarte y servirte siguiendo su ejemplo.
Dios Todopoderoso, Tú que has manifestado el poder de la intercesión de San Chárbel a través de sus numerosos milagros y favores, concédenos   la gracia que te imploramos por su intercesión (....)  Amén.   (Padrenuestro, Ave María y Gloria).

SANTOS BERNARDO, MARÍA Y GRACIA, MÁRTIRES
Patronos de Alzira (Valencia). La tradición dice que nacieron en el cercano pueblo de Carlet, de donde también son patronos, en la época de dominio islámico en España. Eran musulmanes y sus nombres de nacimiento eran Ahmed, Zaida y Zoraida. Ahmed era el segundo hermano, siendo Almanzor el mayor, y las dos hermanas menores. Cuentan que Ahmed fue enviado por sus padres a la corte del rey de Valencia para servirle de embajador, y que un día el monarca lo destinó a Cataluña para tratar con el rey cristiano la liberación de unos presos musulmanes.
Sin embargo, por el camino, Ahmed se perdió y se encontró de noche solo en la montaña. Guiándose por unos cantos que oyó en la lejanía, llegó al monasterio de Poblet, y se alojó allí durante un tiempo. Admirado por la religión y la vida monacal que estaba contemplando, se hizo instruir y bautizar como cristiano, y cambió su nombre por el de Bernardo. Luego tomó los hábitos, pero quiso regresar primero a casa para dar noticia a su familia. Sus padres, como es evidente, se mostraron disgustados, pero las dos hermanas menores quedaron cautivadas por el relato de su hermano y quisieron bautizarse: Zaida pasó a llamarse María, y Zoraida tomó el nombre de Gracia.
Cuando Almanzor, el hermano mayor, llegó a casa y los encontró a los tres cristianos, montó en cólera y los expulsó del hogar. Ellos se pusieron en camino, pero no contento con ello, Almanzor mandó tras de ellos a sus hombres para que cumpliesen venganza por lo que, a sus ojos, era una injuria contra la familia y contra el Islam. Los alcanzaron a las afueras de la villa de Alzira. Bernardo fue crucificado en una higuera y lo mataron atravesándole la frente con un clavo, mientras las hermanas fueron descuartizadas vivas a golpes de cuchillo. Acabada la masacre, abandonaron los restos al carroñeo de los cuervos. Sucedió esto en torno al año 1180. Las reliquias se conservan en Alzira y desde entonces son protectores de la ciudad, conocidos como “Los Santos Patronos” o “Sant Bernat i Les Germanetes”. Su memoria es el 23 de julio.

miércoles, 23 de julio de 2014

Miércoles de la semana 16 de tiempo ordinario

Miércoles de la semana 16 de tiempo ordinario

La Palabra de Dios sigue fecundando el mundo, en una siembra que continúa con nuestra colaboración
«Aquel día salió Jesús de casa y se sentó a la orilla del mar. Se reunió junto a él tal multitud que hubo que subir a sentarse en una barca, mientras toda la multitud permanecía en la orilla. Y se puso a hablarles muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí que salió el sembrador a sembrar. Y al echar la semilla, parte cayó junto al camino y vinieron los pájaros y se la comieron. Parte cayó en terreno rocoso, donde no había mucha tierra y brotó pronto por no ser hondo el suelo; pero al salir el sol, se agostó y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre espinos; crecieron los espinos y la sofocaron. Otra, en cambio, cayó en buena tierra y dio fruto, una parte el ciento, otra el sesenta y otra el treinta. El que tenga oídos, que oiga» (Mateo 13,1-9).
1. Empezamos hoy (hasta el viernes de la semana que viene) el capítulo de las parábolas de Jesús: el sembrador y su semilla, el grano de mostaza, la levadura, el tesoro y la perla, escondidos, la red que recoge peces buenos y malos. Las parábolas son relatos que en labios de Jesús contienen una lección para enseñar las líneas-fuerza del Reino, con comparaciones llenas de expresividad.
Jesús, no es la primera vez que enseñas desde la barca, para que puedan oírte bien desde la orilla, de manera que puedan también verte, comienzas hoy diciendo: “-He aquí que salió el sembrador a sembrar”...
La siembra divina continúa hoy, como también en época de san Pablo incluso cuando estaba desanimado, porque los habitantes de Corinto, la ciudad pagana, no le hacían mucho caso, y escucha la voz de Cristo que le dice: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles, porque yo estoy contigo... yo tengo un pueblo numeroso en esta ciudad» (Hch l 8,9- l 0). Y, en efecto, Pablo se quedó en Corinto año y medio, «enseñando entre ellos la Palabra de Dios» o sea, sembrando en abundancia.
La comunidad cristiana -los pastores y todos los demás fieles- hemos recibido el encargo de que el mensaje de Cristo llegue a todos, «siembra» divina en el lenguaje de hoy, como recientemente se ha preparado el Catecismo para jóvenes, así lo importante es sembrar, porque la Palabra de Dios tiene una fuerza interior que germina y da fruto también en terrenos hostiles.
Con esperanza y confianza en Dios, somos instrumentos de la iniciativa de Dios, que es  quien hace fructificar nuestros esfuerzos. Nosotros tenemos que sembrar sin tacañería y sin desanimarnos fácilmente por la aparente falta de frutos (J. Aldazábal).
El pobre "sembrador" de la parábola de hoy no tiene buena suerte, en apariencia: los pájaros comen las semillas, antes de que germinen..., luego la plantita es quemada por el sol, antes que pudiera crecer..., por fin la planta que había logrado desarrollarse es sofocada por las malas hierbas... ¿Por qué nos cuentas, Jesús, esta serie de fracasos? Podría pensarse, cuando se llega a este punto de la parábola, que el trabajo del sembrador ha sido completamente inútil. Pues bien, todo ello es imagen del "Reino de Dios"...
A menudo tenemos nosotros la impresión de estar perdiendo el tiempo al tratar de vivir y proclamar el evangelio, y no ver ningún resultado. ¡Señor, contéstanos! ¡Señor, ilumínanos!
-“Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto; unos ciento; otros, sesenta; otros treinta”. He aquí un éxito sorprendente. El fracaso anterior es muy ampliamente compensado. Sí, a pesar de las apariencias contrarias, la cosecha divina será un hecho. Al fin de cuentas el Sembrador no quedará decepcionado: el Reino de Dios tiene asegurado el éxito final... ¡la Palabra de Dios no puede fallar porque Dios es Dios!
«La tierra era buena, el sembrador el mismo, y las simientes las mismas; y sin embargo, ¿cómo es que una dio ciento, otra sesenta y otra treinta? Aquí la diferencia depende también del que recibe, pues aun donde la tierra es buena, hay mucha diferencia de una parcela a otra. Ya veis que no tiene la culpa el labrador ni la semilla, sino la tierra que la recibe; y no es por causa de la naturaleza, sino de la disposición de la voluntad» (San Juan Crisóstomo).
«La escena es actual. El sembrador divino arroja también ahora su semilla. La obra de la salvación sigue cumpliéndose, y el Señor quiere servirse de nosotros: desea que los cristianos abramos a su amor todos los senderos de la tierra; nos invita a que propaguemos el divino mensaje, con la doctrina y con el ejemplo, hasta los últimos rincones del mundo. Nos pide que, siendo ciudadanos de la sociedad eclesial y de la civil, al desempeñar con fidelidad nuestros deberes, cada uno sea otro Cristo, santificando el trabajo profesional y las obligaciones del propio estado» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa150).
-“¡Quien tenga oídos, que oiga!” A menudo, sí, somos sordos y nuestros corazones están cerrados; no sabemos percibir suficientemente los signos del Reino de Dios, los signos que Dios trabaja en su obra, que la "mies crece" y que "la cosecha 100 por 1" está preparándose... a pesar de las apariencias contrarias. Señor, danos tu modo de ver. Señor, llévanos contigo para sembrar el buen grano (Noel Quesson).
2. –“La asamblea de los hijos de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, el día quince del segundo mes después que salieron de Egipto”. Cuando se está en el desierto se alarga la sensación de tiempo. El desierto es el lugar de la «prueba»: en el vacío de todo en la pobreza, el peligro, el hambre... el hombre se enfrenta consigo mismo. No hay nada que lo distraiga de lo esencial: la vida, la muerte... sobrevivir... subsistir.
-“En el desierto, toda la comunidad de los hijos de Israel empezó a murmurar contra Moisés y su hermano Aarón”. Ese conjunto abigarrado de fugitivos no tiene nada de un pueblo excepcional. Son unos contestatarios de Moisés y de Dios: -«¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos! Nos habéis traído a este desierto para que muramos todos de hambre.» Nosotros también podemos ansiar cosas del pasado, pero hemos de confiar en que vale la pena, a pesar de que, en algún momento, no veamos nada claro. Jesús, enséñanos a ser fieles, día tras día.
-“El Señor dijo a Moisés: "Mira, Yo haré llover pan del cielo. El pueblo saldrá a recoger cada día la ración cotidiana, así lo pondré a prueba: Veré si obedece o no a mi ley."” Es el «manná», un alimento inesperado que permite sobrevivir en el desierto. El desierto, la prueba, permite al hombre experimentar la providencia divina: no contar tan sólo consigo mismo... sino confiar en otro. En profundidad, es la experiencia de la pobreza. De ese modo su duda, su desánimo, su murmuración puede convertirse en ocasión de progresar en la fe. El manná es justo lo suficiente para cada uno -un «omer», un medio litro por persona-; así, para Dios, no hay ni ricos ni pobres... todos son hermanos, que reciben igual ración. Es todo un ideal. ¡Si, de hecho, fuera así, Señor! El manná –al parecer algunas plantas del desierto destilan algo así, que los beduinos usan para comer- es un alimento frágil, que hay que recoger cada día, que se echa a perder si se provisiona para el día siguiente. Jesús nos repetirá la lección, esta invitación a una confianza cotidiana: "el pan nuestro de cada día dánoslo hoy".
-“El día sexto, la ración será doble a la de los demás días”. El día de descanso el Señor nos quiere con paz: ¿sabemos vivir los domingos con gozo, expansión y apertura, tal como Dios quiere?
-“Cuando vieron esto, los hijos de Israel se decían los unos a los otros: ¿Qué es esto?, que en hebreo es ¿Mûn hû? Ese nombre interrogativo es también un símbolo: ante los dones de Dios, nos sentimos también, a menudo, desconcertados. Muchas cosas no son claras. «¿Qué es esto?» Si, por lo menos, nos formuláramos más a menudo esta pregunta, y a propósito de tantos «dones» como nos concede Dios sin que sepamos reconocerlos (Noel Quesson).
3. El salmo 77, que rezamos hoy, se hace eco del relato: «el Señor les dio pan del cielo... e hizo llover carne como una polvareda y volátiles como arena del mar». Dios siempre aparece dispuesto a ayudar a su pueblo. Se nos pide confianza, el Pan vivo nos da fuerza: «en verdad os digo, no fue Moisés quien os dio el pan del cielo: es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo... Yo soy el pan de la vida. Y el pan que yo os voy a dar es mi carne por la vida del mundo».
Llucià Pou Sabaté


Santa Brígida, religiosa

SANTA BRIGIDA era hija de Birgerio, gobernador de Uplandia, la principal provincia de Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg; era hija del gobernador de Gotlandia oriental. Ingerborg murió hacia 1315 y dejó varios hijos. Brígida, que tenía entonces doce años aproximadamente, fue educada por una tía suya en Aspenas. A los tres años, hablaba con perfecta claridad, como si fuese una persona mayor, y su bondad y devoción fueron tan precoces como su lenguaje. Sin embargo, la santa confesaba que de joven había sido inclinada al orgullo y la presunción.
La Pasión: centro de su vida
A los siete años tuvo una visión de la Reina de los cielos. A los diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo que la impresionó mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz y oyó estas palabras: "Mira en qué estado estoy, hija mía." "¿Quién os ha hecho eso, Señor?", preguntó la niña. Y Cristo respondió: "Los que me desprecian y se burlan de mi amor." Esa visión dejó una huella imborrable en Brígida y, desde entonces, la Pasión del Señor se convirtió en el centro de su vida espiritual.
Matrimonio
Antes de cumplir catorce años, la joven contrajo matrimonio con Ulf Gudmarsson, quien era cuatro años mayor que ella. Dios les concedió veintiocho años de felicidad matrimonial. Tuvieron cuatro hijos y cuatro hijas, una de las cuales es venerada con el nombre de Santa Catalina de Suecia. Durante algunos años, Brígida llevó la vida de la época, como una señora feudal, en las posesiones de su esposo en Ulfassa, con la diferencia de que cultivaba la amistad de los hombres sabios y virtuosos.
En la Corte
Hacia el año 1335, la santa fue llamada a la corte del joven rey Magno II para ser la principal dama de honor de la reina Blanca de Namur. Pronto comprendió Brígida que sus responsabilidades en la corte no se limitaban al estricto cumplimiento de su oficio. Magno era un hombre débil que se dejaba fácilmente arrastrar al vicio; Blanca tenía buena voluntad, pero era irreflexiva y amante del lujo. La santa hizo cuanto pudo por cultivar las cualidades de la reina y por rodear a ambos soberanos de buenas influencias. Pero, aunque Santa Brígida se ganó el cariño de los reyes, no consiguió mejorar su conducta, pues no la tomaban en serio. 
Las Visiones
La santa empezó tener por entonces las visiones que habían de hacerla famosa. Estas versaban sobre las más diversas materias, desde la necesidad de lavarse, hasta los términos del tratado de paz entre Francia e Inglaterra. "Si el rey de Inglaterra no firma la paz -decía-- no tendrá éxito en ninguna de sus empresas y acabará por salir del reino y dejar a sus hijos en la tribulación y la angustia." Pero tales visiones no impresionaban a los cortesanos suecos, quienes solían preguntar con ironía: "¿Qué soñó Doña Brígida anoche?"
Problemas familiares y peregrinaciones
Por otra parte, la santa tenía dificultades con su propia familia. Su hija mayor se había casado con un noble muy revoltoso, a quien Brígida llamaba "el Bandolero" y, hacia 1340, murió Gudmaro, su hijo menor. Por esa pérdida la santa hizo una peregrinación al santuario de San Olaf de Noruega, en Trondhjem. A su regreso, fortalecida por las oraciones, intentó con más ahinco que nunca volver al buen camino a sus soberanos. Como no lo lograse, les pidió permiso de ausentarse de la corte e hizo una peregrinación a Compostela con su esposo. A la vuelta del viaje, Ulf cayó gravemente enfermo en Arras y recibió los últimos sacramentos ya que la muerte parecía inminente. Pero Santa Brígida, que oraba fervorosamente por el restablecimiento de su esposo, tuvo un sueño en el que San Dionisio le reveló que no moriría. A raíz de la curación de Ulf, ambos esposos prometieron consagrarse a Dios en la vida religiosa.
Viuda, vida religiosa, aumentan las visiones
Según parece, Ulf murió en 1344 en el monasterio cisterciense de Alvastra, antes de poner por obra su propósito. Santa Brígida se quedó en Alvastra cuatro años apartada del mundo y dedicada a la penitencia. Desde entonces, abandonó los vestidos lujosos, solo usaba lino para el velo y vestía una burda túnica ceñida con una cuerda anudada. Las visiones y revelaciones se hicieron tan insistentes, que la santa se alarmó, temiendo ser víctima de ilusiones del demonio o de su propia imaginación. Pero en una visión que se repitió tres veces, se le ordenó que se pusiese bajo la dirección del maestre Matías, un canónigo muy sabio y experimentado de Linkoping, quien le declaró que sus visiones procedían de Dios. Desde entonces hasta su muerte, Santa Brígida comunicó todas sus visiones al prior de Alvastra, llamado Pedro, quien las consignó por escrito en latín. Ese período culminó con una visión en la que el Señor ordenó a la santa que fuese a la corte para amenazar al rey Magno con el juicio divino; así lo hizo Brígida, sin excluir de las amenazas a la reina y a los nobles. Magno se enmendó algún tiempo y dotó liberalmente el monasterio que la santa había fundado en Vadstena, impulsada por otra visión.
En Vadstena había sesenta religiosas. En un edificio contiguo habitaban trece sacerdotes (en honor de los doce apóstoles y de San Pablo), cuatro diáconos (que representaban a los doctores de la Iglesia) y ocho hermanos legos. En conjunto había ochenta y cinco personas. Santa Brígida redactó las constituciones; según se dice, se las dictó el Salvador en una visión. Pero ni Bonifacio IX con la bula de canonización, ni Martín V, que ratificó los privilegios de la abadía de Sión y confirmó la canonización, mencionan ese hecho y sólo hablan de la aprobación de la regla por la Santa Sede, sin hacer referencia a ninguna revelación privada.
En la fundación de Santa Brígida, lo mismo que en la orden de Fontevrault, los hombres estaban sujetos a la abadesa en lo temporal, pero en lo espiritual, las mujeres estaban sujetas al superior de los monjes. La razón de ello es que la orden había sido fundada principalmente para las mujeres y los hombres sólo eran admitidos en ella para asegurar los ministerios espirituales. Los conventos de hombres y mujeres estaban separados por una clausura inviolable; tanto unos como las otras, asistían a los oficios en la misma iglesia, pero las religiosas se hallaban en una galería superior, de suerte que ni siquiera podían verse unos a otros.
El monasterio de Vadstena fue el principal centro literario de Suecia en el siglo XV. A raíz de una visión; Santa Brígida escribió una carta muy enérgica a Clemente VI, urgiéndole a partir de Aviñón a Roma y establecer la paz entre Eduardo III de Inglaterra y Felipe IV de Francia. El Papa se negó a partir de Aviñón pero, en cambio envió a Hemming, obispo de Abo, a la corte del rey Felipe, aunque la misión no tuvo éxito. Entre tanto, el rey Magno, que apreciaba más las oraciones que los consejos de Santa Brígida, trató de hacerla intervenir en una cruzada contra los paganos letones y estonios. Pero en realidad se trataba de una expedición de pillaje. La santa no se dejó engañar y trató de disuadir al monarca. Con ello perdió el favor de la corte, pero no le faltó el amor del pueblo, por cuyo bienestar se preocupaba sinceramente durante sus múltiples viajes por Suecia.
En Roma e Italia
Había todavía en el país muchos paganos, y Sarta Brígida ilustraba con milagros la predicación de sus capellanes. En 1349, a pesar de que la "muerte negra" hacía estragos en toda Europa, Brígida decidió ir a Roma con motivo del jubileo de 1350. Acompañada de su confesor, Pedro de Skeninge y otros, se embarcó en Stralsund, en medio de las lágrimas del pueblo, que no había de volver a verla. En efecto, la santa se estableció en Roma, donde se ocupó de los pobres de la ciudad, en la espera de la vuelta del Pontífice a la Ciudad Eterna. Asistía diariamente a misa a las cinco de la mañana, se confesaba todos los días y comulgaba varias veces por semana (según era permitido en aquella época). El brillo de su virtud contrastaba con la corrupción de costumbres que reinaba entonces en Roma: el robo y la violencia hacían estragos, el vicio era cosa normal, las iglesias estaban en ruinas y lo único que interesaba al pueblo era escapar de sus opresores. La austeridad de la santa, su devoción a los santuarios, su severidad consigo misma, su bondad con el prójimo, su entrega total al cuidado de los pobres y los enfermos, le ganaron el cariño de muchos.  Santa Brígida atendía con particular esmero a sus compatriotas y cada día daba de comer a los peregrinos suecos en su casa que estaba situada en las cercanías de San Lorenzo in Damaso.
Pero su ministerio apostólico no se reducía a la práctica de las buenas obras ni a exhortar a los pobres y a los humildes. En cierta ocasión, fue al gran monasterio de Farfa para reprender al abad, "un hombre mundano que no se preocupaba absolutamente por las almas". Hay que decir que, probablemente, la reprensión de la santa no produjo efecto. Más éxito tuvo su celo por la reforma de otro convento de Bolonia. Allí se hallaba Brígida cuando fue a reunirse con ella su hija, Santa Catalina, quien se quedó a su lado y, fue su fiel colaboradora hasta el fin de su vida. Dos de las iglesias romanas más relacionadas con nuestra santa son la de San Pablo extramuros y la de San Francisco de Ripa. En la primera se conserva todavía el bellísimo crucifijo, obra de Cavallini, ante el que Brígida acostumbraba orar y que le respondió más de una vez; en la segunda iglesia se le apareció San Francisco y le dijo: "Ven a beber conmigo en mi celda". La santa interpretó aquellas palabras como una invitación para ir a Asís. Visitó la ciudad y de allí partió en peregrinación por los principales santuarios de Italia, durante dos años.
Profecías y revelaciones
Las profecías y revelaciones Santa Brígida se referían a las cuestiones mas candentes de su época. Predijo, por ejemplo, que el Papa y el emperador se reunirían amistosamente en Roma. Al poco tiempo así lo hicieron (El Papa Beato Urbano V y Carlos IV, en 1368).  La profecía de que los partidos en que estaba dividida la Ciudad Eterna recibirían el castigo que merecían por sus crímenes, disminuyeron un tanto la popularidad de la santa y aun le atrajeron persecuciones. Brígida fue arrojada de su casa y tuvo que ir con su hija a pedir limosna al convento de las Clarisas.Por otra parte, ni siquiera el Papa escapaba a sus severas admoniciones proféticas.
El gozo que experimentó la santa con la llegada de Urbano a Roma fue de corta duración, pues el Pontífice se retiró poco después a Viterbo, luego a Montesfiascone y aun se rumoró que se disponía a volver a Aviñón.
Al regresar de una peregrinación, a Amalfi, Brígida tuvo una visión en la que Nuestro Señor la envió a avisar al Papa que se acercaba la hora de su muerte, a fin de que diese su aprobación a la regla del convento de Vadstena. Brígida había ya sometido la regla a la aprobación de Urbano V, en Roma, pero el Pontífice no había dado respuesta alguna. Así pues, se dirigió a Montefiascone montada en su mula blanca. Urbano aprobó, en general, la fundación y la regla de Santa Brígida, que completó con la regla de San Agustín. Cuatro meses más tarde, murió el Pontífice. Santa Brígida escribió tres veces a su sucesor, Gregorio XI, que estaba en Aviñón, conminándole a trasladase a Roma. Así lo hizo el Pontífice cuatro años después de la muerte de la santa.
En 1371, a raíz de otra visión, Santa Brígida emprendió una peregrinación a los Santos Lugares, acompañada de su hija Catalina, de sus hijos Carlos y Bingerio, de Alfonso de Vadaterra y otros personajes. Ese fue el último de sus viajes. La expedición comenzó mal, ya que en Nápoles, Carlos se enamoró de la reina Juana I, cuya reputación era muy dudosa. Aunque la esposa de Carlos vivía aún en Suecia y el marido de Juana estaba en España; ésta quería contraer matrimonio con él y la perspectiva no desagradaba a Carlos. Su madre, horrorizada ante tal posibilidad, intensificó sus oraciones. Dios resolvió la dificultad del modo más inesperado y trágico, pues Carlos enfermó de una fiebre maligna y murió dos semanas después en brazos de su madre. Santa Brígida prosiguió su viaje a Palestina embargada por la más profunda pena. En Jaffa estuvo a punto de perecer ahogada durante un naufragio Sin embargo durante, la accidentada peregrinación la santa disfrutó de grandes consolaciones espirituales y de visiones sobre la vida del Señor.
A su vuelta de Tierra Santa, en el otoño de 1372, se detuvo en Chipre, donde clamó contra la corrupción de la familia real y de los habitantes de Famagusta quienes se habían burlado de ella cuando se dirigía a Palestina. Después pasó a Nápoles, donde el clero de la ciudad leyó desde el púlpito las profecías de  Santa Brígida, aunque no produjeron mayor efecto entre el pueblo.
La comitiva llegó a Roma en marzo de 1373. Brígida, que estaba enferma desde hacía algún tiempo, empezó a debilitarse rápidamente, y falleció el 23 de julio de ese año, después de recibir los últimos sacramentos de manos de su fiel amigo, el Padre Pedro de Alvastra. Tenía entonces setenta y un años. Su cuerpo fue sepultado provisionalmente en la iglesia de San Lorenzo in Panisperna. Cuatro meses después, Santa Catalina y Pedro de Alvastra condujeron triunfalmente las reliquias a Vadstena, pasando por Dalmacia, Austria, Polonia y el puerto de Danzig.
Santa Brígida, cuyas reliquias reposan todavía en la abadía por ella fundada, fue canonizada en 1391 y es la patrona de Suecia.
Visiones y escritos
Uno de los aspectos más conocidos en la vida de Santa Brígida, es el de las múltiples visiones con que la favoreció el Señor, especialmente las que se refieren a los sufrimientos de la Pasión y a ciertos acontecimientos de su época. Por orden del Concilio de Basilea, el Juan de Torquemada, quien fue más tarde cardenal, examinó el libro de las revelaciones de la santa y declaró que podía ser muy útil para la instrucción de los fieles; pero tal aprobación encontró muchos opositores. Por lo demás; la declaración de Torquemada significa únicamente que la doctrina del libro es ortodoxa y que las revelaciones no carecen de probabilidad histórica. El Papa Bcnedicto XIV, entre otros, se refirió a las revelaciones de Santa Brígida en los siguientes términos: "Aunque muchas de esas revelaciones han sido aprobadas, no se les debe el asentimiento de fe divina; el crédito que merecen es puramente humano, sujeto al juicio de la prudencia, que es la que debe dictarnos el grado de probabilidad de que gozan para que crearnos píamente en ellas."
Santa Brígida, con gran sencillez de corazón, sometió siempre sus revelaciones a las autoridades eclesiásticas y, lejos de gloriarse por gozar de gracias tan extraordinarias, las aprovechó como una ocasión para manifestar su obediencia y crecer en amor y humildad. Si sus revelaciones la han hecho famosa, ello se debe en gran parte a su virtud heroica, consagrada por el juicio de la Iglesia.
El libro de sus revelaciones fue publicado por primera vez en 1492.
Las brigidinas tienen unas lecciones de maitines tomadas de sus revelaciones sobre las glorias de María, conocidas con el nombre de "Sermo Angelicus", en recuerdo de las palabras del Señor a la santa: "Mi ángel te comunicará las lecciones que las religiosas de tus monasterios deben leer en maitines, y tú las escribirás tal como él te las dicte".
ORACIONES
Aprobadas por El Papa Pío IX
En la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma todavía se puede contemplar, en la capilla del Santísimo Sacramento, el Crucifijo Milagroso ante el cual estuvo arrodillada Santa Brígida cuando recibió estas 15 Oraciones de Nuestro Señor. Allí hay una inscripción conmemorando este evento, en latín: “Pendentis. Pendente Dei verba a accepit aure accipit et verbum corde Brigitta Deum. Anno Jubilei MCCCL”
Por mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber cuántos latigazos había recibido Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día se le apareció Jesucristo, diciéndole: “Recibí en Mi Cuerpo cinco mil, cuatrocientos ochenta latigazos; son 5.480 azotes. Si queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis venerado cada una de Mis Llagas”. (Nuestro Señor mismo le dictó las oraciones a la santa.)
Primera Oración
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesucristo ¡Sois la eterna dulzura de todos los que Os aman; la alegría que sobrepasa todo gozo y deseo; la salvación y esperanza de todos los pecadores. Habéis manifestado no tener mayor deseo que el de permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que habéis soportado desde el instante de Vuestra Concepción y especialmente durante Vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado desde toda la eternidad, según el plan divino.
Acordaos, Oh Señor, que durante la última cena con Vuestros discípulos les habéis Lavado los pies; y después, les distéis Vuestro Sacratísimo Cuerpo, y Vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis Vuestra próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra Alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo
”Mi Alma está triste hasta la muerte.”
Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por Vuestro discípulo. Judas; apresado por los habitantes de una nación que habíais escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos testigos e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de Vuestra madurez, y en la solemne estación pascual.
Acordaos que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y revestido con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara infligiendo bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en Vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado a la columna, desgarrado con azotes y agobiado de oprobios y ultrajes.
En memoria de todas estas penas y dolores que habéis soportado antes de Vuestra Pasión en la Cruz concededme antes de morir, una contrición verdadera, una confesión sincera y completa, adecuada satisfacción; y la remisión de todos mis pecados. Amén.
Segunda Oración.
Padrenuestro - Ave Maria
¡Oh Jesús, la verdadera libertad de los ángeles y paraíso de delicias! Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido, cuando Vuestros enemigos como leones furiosos, os rodearon con miles de injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración a estos tormentos y a las palabras injuriosas, Os suplico. ¡Oh mi Salvador, y Redentor! que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la salvación eterna. Amén.
Tercera Oración.
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo; y todo es sostenido bajo Vuestra amorosa potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad. Extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos.
¡Oh Jesús!, en memoria de este santo dolor que habéis soportado con tanto amor en la Cruz, Os suplico concederme la gracia de temeros y amaros. Amén.
Cuarta Oración.
Padrenuestro - Ave María.
O Jesús, Médico Celestial! elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las Vuestras! Acordaos de las contusiones y los desfallecimientos que habéis sufrido en todos Vuestros Miembros; y que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante al Vuestro. Desde la cima de la cabeza hasta la planta de los pies, ninguna parte de Vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin embargo, olvidando todos Vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por Vuestros enemigos, a Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “ Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”
Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os hago esta súplica: conceded que el recuerdo de Vuestra muy amarga Pasión, nos alcance una perfecta contrición, y la remisión de todos nuestros pecados. Amén.
Quinta Oración.
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús!, ¡Espejo de Resplandor Eterno! Acordaos de la tristeza aguda que habéis sentido al contemplar con anticipación, las almas que habían de condenarse. A la luz de Vuestra Divinidad, habéis vislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían, mediante los méritos de Vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que serian condenados por sus pecados; y Os habéis quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.
Por este abismo de compasión y piedad y principalmente por la bondad que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”, hago esta súplica, Dulce Jesús. Os pido que a la hora de mi muerte tengáis misericordia de mí. Amén.
Sexta Oración.
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesús. Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que habéis sufrido, cuando, desnudo y como un crimina! común y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También! fuisteis abandonado de todos Vuestros parientes y amigos con la excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos; luego, la encomendasteis a Vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a Maria: “mujer, he aquí a tu hijo!” Y a Juan: “ He aquí a tu Madre!
Os suplico, Oh mi Salvador, por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de mí. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.
Séptima Oración.
Padrenuestro - Ave Maria
¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí! En profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: “Tengo sed” Era sed por la salvación del género humano. Oh mi Salvador os ruego que inflaméis nuestros corazones con el deseo de dirigirnos a la perfección, en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos. Amén.
Octava Oración.
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús, Dulzura de los corazones y Deleite del espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que habéis probado en la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos. Concedednos la gracia de recibir dignamente Vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima durante nuestra vida, y también a la hora de la muerte para servir de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén.
Novena Oración
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús, Virtud real y gozo del alma! Acordaos del dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte, insultado y ultrajado por los judíos. Clamasteis en alta voz que habíais sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Por esta angustia, Os suplico, Oh mi Salvador, que no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.
Décima Oración
Padrenuestro -Ave Maria.
¡Oh Jesús. Principio y Fin de todas las cosas. Sois la Vida y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la cima de la Cabeza. En consideración a la enormidad de Vuestras Llagas, enseñadme a guardar, por puro amor a Vos, todos Vuestros Mandamientos; cuyo camino de Vuestra Ley Divina es amplio y agradable para aquellos que Os aman, Amén.
Undécima Oración
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesús! ¡Abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las llagas que penetraron hasta la médula de Vuestros Huesos y Entrañas, para atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del pecado. Ocultadme de Vuestro Rostro tan justamente irritado contra mí. Escondedme en los huecos de Vuestras Llagas hasta que Vuestra cólera y justìsíma indignación hayan cesado. Amén.
Duodécima Oración
Padrenuestro - Ave Maria.
¡Oh Jesús! Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad. y Vínculo de la Caridad! Acordaos de la multitud de Llagas con que fuisteis herido, desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas, Oh dulce Jesús, por la efusión de Vuestra adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por amor a nosotros, en Vuestra Carne virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué hubo de hacer por nosotros que no habéis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido! ¡Oh amable y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de Vuestra Pasión, que el Fruto meritorio de Vuestros sufrimientos sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón, Vuestro Amor aumente cada día hasta que llegue a contemplaros en la eternidad. ¡Oh Amabilísimo Jesús! Vos sois el Tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que Os pido concederme en el Cielo. Amén.
Décima-Tercera Oración
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús! ¡Fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordaos del inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas Vuestras fuerzas, tanto morales como físicas, inclinasteis la Cabeza y dijisteis: “Todo está consumado”. Por esta angustia y dolor, os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte cuando mi mente estará tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia. Amén.
Décima-Cuarta Oración.
Padrenuestro - Ave María.
¡Oh Jesús! ¡Unico Hijo del Padre Celestial! esplendor y semejanza de su Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: “¡Padre en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!” Desgarrado Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado. Por Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, Oh Rey de los santos, confortadme. Socorredme para resistir al demonio, la carne y al mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.
Décima-Quinta Oración.
Padrenuestro-Ave María.
¡Oh Jesús! ¡Verdadera y fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente habéis derramado de Vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el lagar.
De Vuestro Costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre y agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota alguna. Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz., la muy fina y delicada Carne Vuestra fue destrozada; la Substancia de Vuestro Cuerpo fue marchitada; y disecada la médula de Vuestros Huesos. Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra preciosa Sangre, Os suplico, Oh dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma, cuando yo esté sufriendo en la agonía de mi muerte. Amén.
Conclusión.
¡Oh Dulce Jesús! Herid mi corazón, a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente, Oh mi Señor, a Vos. Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación perpetua. Y que mi conversación Os sea agradable. Que el fin de mi vida Os sea de tal suerte loable, que después de mi muerte pueda merecer Vuestro Paraíso; y alabaros para siempre en el Cielo con todos Vuestros santos. Amén.

«Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí es echado fuera como los sarmientos y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá. En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos.» (Juan 15, 1-8)
1º. Jesús, ésta es una de tus comparaciones más profundas en todo el Evangelio.
«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos.»
Tú eres el tronco de donde me viene la vida espiritual, tu misma vida: la vida de la gracia.
Si estoy unido a Ti, recibiré la savia que me hace crecer y dar fruto. «Permaneced en mí y yo en vosotros.»
Tú quieres vivir en mí, en mi alma, pero necesitas que yo quiera permanecer en Ti, que te ame por encima de todas las cosas.
Si me desengancho o si sigo unido pero sin aprovechar la savia -los medios que me das para dar fruto-, Dios Padre me cortará, es decir, me echará fuera, no me reconocerá como de su familia; pierdo entonces la condición de hijo de Dios y también la herencia que le es propia: el Cielo.
Si estoy unido a Ti, Jesús, si recibo tu gracia a través de la oración, los sacramentos y las buenas obras, daré fruto; y entonces Dios Padre me podará: «todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto.»
Por eso, no me puedo quejar cuando me envías algún sufrimiento: son sacrificios que me mejoran por dentro, que me unen más a Ti y, por ello, son como la poda, que duele pero que posibilita el dar más fruto.
2º. «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos». Ha llegado septiembre y están las cepas cargadas de vástagos largos, delgados, flexibles y nudosos, abarrotados de fruto, listo ya para la vendimia. Mirad esos sarmientos repletos, porque participan de la savia del tronco: sólo así se han podido convertir en pulpa dulce y madura, que colmará de alegría la vista y el corazón de la gente, aquellos minúsculos brotes de unos meses antes. En el suelo quedan quizá unos palitroques sueltos, medio enterrados. Eran sarmientos también, pero secos, agostados. Son el símbolo más gráfico de la esterilidad. «Porque sin mino podéis hacer nada» (Amigos de Dios.- 254).
Jesús, sin Ti no puedo nada.
Al menos, nada en el plano espiritual; y también puedo muy poco en el plano humano, porque cuando las cosas cuestan me desanimo y me echo para atrás.
Me convierto entonces en ese palitroque seco, agostado, estéril, tirado en el suelo, enterrado en mis propios defectos, comodidades y deseos, que sólo sirve para el fuego o para que los demás lo pisoteen con desprecio.
«Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá.»
Jesús, prometes escucharme en la oración si te pido con una fe real, no la del sarmiento seco que, por fuera, sigue unido a la vid pero es incapaz de recibir la savia.
«La tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en preferencias de hecho. Cuando se empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y de clarificar preferencias. En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado todavía la disposición propia de un corazón humilde: «Sin mí, no podéis hacer nada» (CEC.- 2732).
Jesús, Tú esperas que dé mucho fruto: fruto de santidad y de apostolado, fruto de trabajo bien hecho, fruto de solidaridad con los que más lo necesitan, fruto de paz, de comprensión con todos los hombres, fruto de amistad verdadera, fruto de amor y de servicio a los que me rodean, fruto de fidelidad a tu Iglesia.
Ayúdame a no separarme nunca de Ti.
«En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos.»