domingo, 15 de junio de 2025

Solemnidad de la Santísima Trinidad (C) Dios vive en nosotros, con nosotros: Jesús enviado por el Padre nos deja su Espíritu Santo y así las Tres divinas Personas viven en nuestra alma de hijos de Dios y podemos gozar ya del cielo en la esperanza

 

Solemnidad de la Santísima Trinidad (C)

Dios vive en nosotros, con nosotros: Jesús enviado por el Padre nos deja su Espíritu Santo y así las Tres divinas Personas viven en nuestra alma de hijos de Dios y podemos gozar ya del cielo en la esperanza

A. Lecturas

1. Proverbios 8, 22-31

Así dice la sabiduría de Dios: «El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas.

En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra.

Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas.

Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada.

No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe.

Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales.

Cuando ponla un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia:

jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres.»

2. Salmo 8, 4-5. 6-7a. 7b-9.

Cuando contemplo el cielo,

obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado,

¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

lo coronaste de gloria y dignidad,

le diste el mando sobre las obras de tus manos.

Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar.

3. Romanos 5, 1-5

 

Hermanos:

Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.

Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios hasido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

4.   Juan 16,12–15: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros".

B. Comentario:

1. La Sabiduría de Dios que se nos muestra hoy es Jesús, el Verbo, y también se aplica a la Virgen pues Jesús nos llegó por ella: "Esto dice la Sabiduría de Dios: El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada". La creación es obra de la generosidad y sabiduría de Dios, de su vida que se desborda. Pero ya antes de ser creados Él se complacía en nosotros y en todas las cosas, como los esposos que sueñan con el hijo deseado. Y antes de todo, desde la eternidad, la Sabiduría jugaba en presencia de Dios, y era su encanto cotidiano. Y del amor de Dios surgía un gozo inexplicable que era el Espíritu. Dios es una comunidad de Espíritu.

"No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del Abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar: y las aguas no traspasaban sus mandatos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres". Cristo será llamado por Pablo "sabiduría de Dios". Echando imaginación y poniendo fantasía, estos sabios bíblicos nos cantan las excelencias de la sabiduría como una hija de Dios personificada. Es la primera en ser engendrada y acompaña a Dios en todas sus obras. No sabían estos sabios hasta qué punto acertaban en sus imágenes literarias. La Sabiduría de Dios llega a ser persona en el Hijo, engendrado desde el principio. Diálogo gozoso con el Padre, colaborador en todas sus obras, «su encanto cotidiano». Dios… es comunicación infinita y «juego» eterno. El Padre y el Hijo juegan amorosamente, y esa relación, ese juego, ese encanto, es el Espíritu. La creación es el desbordamiento de esta comunicación. Desde la eternidad, Dios ya piensa en nosotros y juega con nosotros  (Caritas).

 "Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!  Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?" La Humanidad Santísima de Cristo es la maravilla de la Creación. Con este salmo celebramos al Verbo Creador para concluir con una visión de Cristo Resucitado, coronado de gloria y dignidad, segundo Adán. En la Creación actúa ciertamente el amor, pero sobresale el poder. En la restauración -segunda creación- brilla, por encima de todo, el amor.

2. Este salmo de alabanza a la grandeza de Dios, se transforma a la larga en alabanza a la grandeza del hombre. Proclamamos la grandeza de Dios en su Trinidad, que supera todas sus obras, entre las que la más grande es la creación del hombre: "Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar" (Salmo 8,4-9). Entre todas las personas, Cristo aparece como enviado de Dios, hijo, la Segunda Persona. No podemos entenderlo todo, pues si pensáramos que lo hemos comprendido, nos habríamos hecho un ídolo, habríamos perdido a Dios.

Queremos por eso cantar su grandeza: "A ti, Señor, Padre nuestro, te aclaman cuantas criaturas reúne el plácido jardín del Universo" (Himno en la fiesta de hoy). Como las madres convierten los alimentos sólidos y sustanciosos en leche para que puedan aprovecharlos los niños -de tal modo que si no fueran sustanciosos no servirían y si no fueran asimilados en forma de leche, no podrían tomarlos-, así, el alimento solidísimo de la Divinidad se hace para nosotros asimilable con imágenes que podemos comprender (Félix Arocena).

3. "Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios. ¡Estar en paz! Es un don del Espíritu Santo, es saberse salvado, no por nuestros méritos, buscando una seguridad mágica por hacer determinadas cosas: somos salvados en la esperanza, porque ésta, así como la fe, se apoya solamente en la misericordia de Dios y en la fidelidad de sus promesas. Todo esto no es el reino de "jauja": conlleva muchas tribulaciones. Pero tampoco somos masoquistas, nos gusta disfrutar de la vida, en Cristo y en el amor que Dios nos tiene y del que nadie podrá separarnos. Así sigue san Pablo:

"Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5,1-5).

Estamos justificados, estamos salvados, estamos en paz con Dios, por Jesucristo. Con vigor expresa S. Pablo esta realidad de gracia. Hay que repetir constantemente: Gloria a Dios. Pero aún no vivimos en la gloria. Es el tiempo de la esperanza. Vivimos en «la esperanza de la gloria de los hijos de Dios». Y esta esperanza es inquebrantable. Incluso se crece en los trabajos, en los fracasos, en los sufrimientos y en las tribulaciones. Y la razón última es que tenemos una fuerza secreta y una garantía infalible: son las arras del Espíritu, «Amor de Dios derramado en nuestros corazones». ¡Admirable revelación! (Caritas). Dice S. Agustín: "¿De dónde, ¡oh mendigo!, te llegó ese amor de Dios derramado en tu corazón? ¿Cómo ha podido ser derramado en el corazón del hombre ese amor divino? Dice el Apóstol: Tenemos este tesoro en vasos de barro. ¿A qué fin en vasos de barro? Para que resalte la fuerza de Dios (2 Cor 4,7). Por último, habiendo dicho: El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones, y, al objeto de que nadie se atribuya a sí mismo el amar a Dios, añadió: Por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rom 5,5). Por tanto, para que tú ames a Dios, es necesario que Dios more en ti, que su amor te venga de él y de ti vuelva a él; es decir, que él sea quien te mueva a amarle, te encienda, te ilumine y te excite a su amor. Tenemos una lucha en nuestro mismo cuerpo. Nuestra vida es un combate, y el combate un peligro. Y nosotros no podemos vencer sino por merced de quien nos ama... Examina primero si ya sabes amarte a ti mismo; luego te dejaré amar al prójimo como a ti mismo. Pero si aún no sabes amarte a ti mismo, temo que engañes al prójimo como te engañas a ti mismo. Si amas la maldad, no te amas a ti. "Testigo es el salmo: Quien ama la maldad aborrece a su alma (Sal 10,6). Y si aborreces a tu alma, ¿qué te aprovecha el amar a tu carne? Aborreciendo a tu alma y amando a tu carne, resucitará tu carne, mas para tormento de ambos. Por tanto, lo primero ha de ser amar al alma y someterla a Dios, para que haya orden de servicio: sirva el alma a Dios y la carne al alma. ¿Quieres que tu carne obedezca a tu alma? Sirva tu alma a Dios. Para gobernar, debes dejarte gobernar, porque esta lucha es tan peligrosa, que, si deja las riendas quien debe gobernar, la derrota es segura" (Sermón 128,4-5). Es una lección de antropología: emociones sujetas a la mente, que dentro de la persona se abre a un dejar hacer a Dios, que nos guía.

4. Jesús nos revela la Santísima Trinidad: -"Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena".  Jesús se despide abriendo su corazón, dando a conocer los misterios de su divinidad, aunque les dice que más tarde entenderán bien lo que ahora no llegan… de hecho el mismo Evangelio de san Juan es como un esquema ya desarrollado por la primitiva Iglesia, donde algunas palabras de Jesús se van desarrollando en la fe que va ilustrando el mismo Espíritu.

"El Espíritu Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando". Esa profundización en el conocimiento de la persona, del mensaje y de la obra del Maestro será posible únicamente bajo el influjo del Espíritu Santo. Fruto de esa comprensión interior son las cartas de Pablo, las demás Epístolas y el mismo Evangelio según San Juan. Jesús es la misma Verdad o Palabra de Dios. Y el Espíritu Santo es el espíritu de Cristo, el que Cristo envía desde el Padre; por lo tanto, el Espíritu de la Verdad. De ahí que esta Verdad sólo pueden comprenderla plenamente los que reciben su Espíritu. El Espíritu no enseñará nuevas verdades, sino que conducirá al pleno conocimiento de la Verdad. Será un Espíritu para recordar lo que el Padre reveló de una vez por todas en Cristo, que es su Palabra; será también un Espíritu para anunciar lo que aún está por ver, la manifestación de Jesús cuando vuelva sobre las nubes del cielo. Lo mismo que Jesús glorificó al Padre dando a conocer a los hombres lo que él había recibido del Padre, así el Espíritu glorificará a Cristo conduciendo a los hombres al pleno conocimiento de la Verdad y comunicándoles lo que él recibe de Cristo ("Eucaristía 1974").

"-¡Dios es mi Padre! -Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración. /  "-¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón. / "-¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino. / "Piénsalo bien. -Tú eres de Dios..., y Dios es tuyo…

"Hemos corrido como el ciervo, que ansía las fuentes de las aguas (Sal 41, 2); con sed, rota la boca, con sequedad. Queremos beber en ese manantial de agua viva. Sin rarezas, a lo largo del día nos movemos en ese abundante y claro venero de frescas linfas que saltan hasta la vida eterna (cf Jn 4,14). Sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, ¡se mira! Y el alma rompe otra vez a cantar con cantar nuevo, porque se siente y se sabe también mirada amorosamente por Dios, a todas horas" (J. Escrivá).

Así, los santos van entrando en ese mundo que es tan interno a nosotros y al mismo tiempo tan por encima. "Tú, Trinidad eterna, eres mar profundo, en el que cuanto más penetro, más descubro, y cuanto más descubro, más te busco" (Santa Catalina de Siena).

 "Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará". San Agustín quería penetrar en ese misterio, el más grande de nuestra vida, penetrar en la verdad que nos habla Jesús, que es ir de Jesús a la Trinidad, y rezaba: "por compasión, te pido que me digas, Señor, mi Dios, ¿quién eres tú para mí? Dile a mi alma: 'yo soy tu salvación'. Dímelo, deseo escucharlo, abre los oídos de mi corazón… yo quiero alcanzarte. No me ocultes tu rostro: que muera o no muera, poco me importa; quiero verte".

 

Llucià Pou Sabaté

 

miércoles, 11 de junio de 2025

Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. “Él fue traspasado por nuestras rebeliones”, dijo el profeta, y habla de Jesús, que en la santa Cena pronuncia: “Esto es mi cuerpo. Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre”, y se entrega por nosotros

Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. "Él fue traspasado por nuestras rebeliones", dijo el profeta, y habla de Jesús, que en la santa Cena pronuncia: "Esto es mi cuerpo. Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre", y se entrega por nosotros

 

A. Lecturas:

   1. Jeremías (31, 31-34): Ya llegan días – oráculo del Señor – en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No será un alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor – oráculo del Señor -.

   Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días – oráculo del Señor – : Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo: «Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor – oráculo del Señor -, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.

   Lectura Alternativa: Lectura de la carta a los Hebreos (10,11-18): Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir: Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente; añade: Y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus crímenes. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.

   2. Salmo 109, 1bcde. 2.3: Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies».

   Desde Sion extenderá el Señor el poder de tu cetro: somete en la batalla a tus enemigos.

   «Eres príncipe desde el día de tu nacimiento entre esplendores sagrados: yo mismo te engendré, desde el seno, antes de la aurora».

 

B. Comentario:

   1. El canto de Ísaías habla de Jesús: "Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito… como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron… Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores". Está maravillosamente explicado como toma nuestros pecados y los hace suyos, al tomar la cruz carga con ellos…

   Hebreos explica que por medio del Sacrificio expiatorio de Cristo hemos sido santificados de tal forma que, perdonados nuestros pecados, hemos sido consagrados para poder acercarnos al Dios vivo y poder, así, participar de la ciudad celeste. Así se ha cumplido lo que el Espíritu Santo prometió en las Sagradas Escrituras: Que nos perdonaría nuestras culpas y olvidaría para siempre nuestros pecados. Los que por medio de la fe aceptamos a Cristo y su oferta de salvación, junto con Él participamos ya desde ahora de la Vida que Él nos ofrece, y que llegará a su plenitud en nosotros cuando junto con Él, mediante su Sangre derramada por nosotros, estemos eternamente con Dios, santos como Él es Santo.

   2. Es lo que hoy celebramos en la fiesta de Cristo Sacerdote perfecto, que canta con el Salmo: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad…". Son las maravillas que Dios ha hecho a favor nuestro…

   3. Hoy, la liturgia nos invita a adentrarnos en el maravilloso corazón sacerdotal de Cristo. Admiramos su corazón de pastor y salvador, que se deshace por su rebaño, al que no abandonará nunca. Un corazón que manifiesta "ansia" por los suyos, por nosotros: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer» (Lc 22,15). Este corazón de sacerdote y pastor manifiesta sus sentimientos, especialmente, en la institución de la Eucaristía. Comienza la Última Cena en la que el Señor va a instituir el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, misterio de fe y de amor.

   Por lo mismo que Dios ama, creó el mundo: ¡Cuánta maravilla, cuánta belleza!: "¡Oh montes y espesuras, / plantados por la mano del Amado!, / ¡oh, prado de verduras de flores esmaltado!, / decid si por vosotros ha pasado" (San Juan de la Cruz). Creó los hombres. Los hombres desobedecieron y pecaron (Gén 3,9). El pecado es un desequilibrio, un desorden, como un ojo monstruoso fuera de su órbita, como un hueso desplazado de su sitio, buscando el placer, la satisfacción del egoismo, de la soberbia. Como un sol que se sale del camino buscando su independencia. Frustraron el camino y la meta de la felicidad. De ahí nace la necesidad de la expiación, del sufrimiento, del dolor, por amor, para restablecer el equilibrio y el orden. Dios envía una Persona divina, su Hijo, a "aplastar la cabeza de la serpiente", haciéndose hombre para que ame como Dios, hasta la muerte de cruz, con el Corazón abierto.

   Ese Hombre Dios, el Siervo de Yavé, que, "desfigurado no parecía hombre, como raiz en tierra árida, si figura, sin belleza, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, considerado leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes, como cordero llevado al matadero", inicia la redención de los hombres, sus hermanos. El es la Cabeza, a la cual quiere unir a todos los hombres, que convertidos en sacerdotes, darán gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu, e incorporados a la Cabeza, serán corredentores con El de toda la humanidad. El Padre, cuya voluntad ha venido a cumplir, lo ha constituído Pontífice de la Alianza Nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinando, en su designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio. Para eso, antes de morir, elige a unos hombres para que, en virtud del sacerdocio ministerial, bauticen, proclamen su palabra, perdonen los pecados y renueven su propio sacrificio, en beneficio y servicio de sus hermanos. "Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión. Ellos renuevan en su nombre el sacrificio de la redención, y preparan a sus hijos el banquete pascual, donde el pueblo santo se reúne en su amor, se alimenta con su palabra y se fortalece con sus sacramentos. Sus sacerdotes, al entregar su vida por él y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor" (Prefacio).

   El sacerdote intercede ante Dios, le hace propicio, le da gracias, da a Dios el culto debido. Impetra sus dones. El sacerdote ama. Ha reservado su corazón para ser para todos. El sacerdote es antorcha que sólo tiene sentido cuando arde e ilumina. El sacerdote hace presente a Cristo. En los sacramentos y en su vida. Es el alma del mundo. Donde falta Dios y su Espíritu él es la sal y la vida. No hace cosas sino santos. Todos hemos de ser santos, pero sin sacerdotes difícilmente lo seremos. Es grano de trigo que si muere da mucho fruto. Hemos de pedir al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies.

 

martes, 10 de junio de 2025

Miércoles de la semana 10ª del tiempo ordinario (impar): Dios nos ha hecho servidores de una alianza nueva, basada no en la letra, sino en el Espíritu del amor

Miércoles de la semana 10ª del tiempo ordinario (impar): Dios nos ha hecho servidores de una alianza nueva, basada no en la letra, sino en el Espíritu del amor

 

A. Lecturas:

1. II Corintios (3,4-11):

Esta confianza con Dios la tenemos por Cristo. No es que por nosotros mismos estemos capacitados para apuntarnos algo, como realización nuestra; nuestra capacidad nos viene de Dios, que nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva: no de código escrito, sino de espíritu; porque la ley escrita mata, el Espíritu da vida. Aquel ministerio de muerte –letras grabadas en piedra– se inauguró con gloria; tanto que los israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés, por el resplandor de su rostro, caduco y todo como era. Pues con cuánta mayor razón el ministerio del Espíritu resplandecerá de gloria. Si el ministerio de la condena se hizo con resplandor, cuánto más resplandecerá el ministerio del perdón. El resplandor aquel ya no es resplandor, eclipsado por esta gloria incomparable. Si lo caduco tuvo su resplandor, figuraos cuál será el de lo permanente.

2. Salmo 98,5.6.7.8.9

Ensalzad al Señor, Dios nuestro,
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo. 

Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía. 

Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio. 

Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón,
y un Dios vengador de sus maldades. 

Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios. 

 

3. Mateo 5,17-19: "«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos".

 

B. Comentario:

1. –"Hermanos, si tenemos tanta confianza delante de Dios, gracias a Cristo... No es a causa de una capacidad personal de la que podríamos atribuirnos el mérito". No nos presentamos a Dios por nuestros méritos, sino que la confianza en Él y ese estar «seguros de nosotros mismos» es compatible con sentirnos débiles: Dame, Señor, esta confianza que se apoya en Ti y no en mí.

-"Nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva alianza". Señor, yo también quisiera ser todo disponibilidad, tener siempre abiertas las dos palmas de mis manos, como el sacerdote en el altar, la posición del orante... en la postura del mendigo que espera recibir. Así estoy ante Ti, Señor, abre mi corazón.

Compara Pablo el ministerio de Moisés y el de los ministros de la nueva alianza: la letra y el espíritu. Los judaizantes de la Iglesia de Corinto -que reprochaban a Pablo sus novedades en relación a la antigua Ley judaica- trataban de desacreditar el carácter apostólico de san Pablo y su postura en relación a la Ley de Moisés. Pablo se defiende con una triple «comparación»: -La Ley Antigua: una «letra» demasiado material... una «gloria velada» antes deslumbrante... una «condenación del pecado»... La nueva Alianza: un «espíritu» interiorizado... «una gloria manifiesta y resplandeciente»... una «justificación del pecado»... Esta comparación confirma a Pablo en su confianza. La historia sagrada progresa. Dios conduce esa historia. Lo que Dios había revelado a Moisés en su tiempo, era bueno. Pero lo que nos revela en su Hijo Jesús es mejor aún y hace caducar todo lo precedente. Danos el sentido de TU HOY. Ayúdanos a ver claramente lo que Tú quieres para tu Pueblo, para tu Iglesia. Ayuda a esta Iglesia a no encerrarse de nuevo en «la letra» sino a dejarse llevar por el «Espíritu». Es verdad, Señor, siento siempre la tentación de pararme.

-"Aquel ministerio de muerte –letras grabadas en piedra"…, dice san Pablo: La letra mata, pero el espíritu vivifica. En mi vida este riesgo es constante. Quedarme sólo en el cumplimiento formal de gestos, contentarme con una rectitud exterior, según la letra. Así se degradan las más hermosas cosas: lo mismo sucede con las más hermosas vocaciones, profesiones, plegarias... los más sanos amores y los más puros sentimientos. Ayúdame, Señor, a no cesar de vivificarlo todo con una nueva vida. No hacer mi quehacer de HOY sólo de un modo formal, porque hay que hacerlo, sino poniendo en él todo mi ser. «Espíritu... ven sobre el mundo... danos la vida...» (Noel Quesson).

En la vida de un cristiano, sobre todo si se dedica a algún tipo de apostolado, tiene que haber unas convicciones claras, sin las cuales le resultará difícil perseverar en su camino. Encontramos la fuerza en la Eucaristía, Sangre de la Nueva Alianza.

2. «Moisés y Aarón con sus sacerdotes invocaban al Señor y él les respondía», reza el salmo: la cercanía de Dios es mucho más viva con Jesús vivo en la Eucaristía, donde nos unimos para alabar a Dios e interceder por la humanidad.

"Dios les hablaba desde la columna de nube", pero ahora nos habla desde dentro, pues vive en nosotros Cristo: "No vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gl 2,20). Agradecemos como el salmista esa presencia divina: "Señor, Dios nuestro, tú les respondías, tú eras para ellos un Dios de perdón"… nos sabemos inundados del amor y del poder de Dios, es lo que llamamos vivir en el Espíritu Santo. Pablo reconoce que hay una "gloria" en todo aquello que preparó la llegada del Mesías, es decir, lo que nosotros llamamos el Antiguo Testamento; sin embargo, eso era transitorio. Lo permanente es esta acción nueva del Espíritu, y es permanente porque no puede ser derrotada, ya que en Cristo hemos visto que ni la furia del demonio, ni el abandono de la cruz, ni la frialdad del sepulcro fueron mayores que la vida que Cristo anunció y trajo a nosotros. Pablo lo vio y vivió; nosotros podemos verlo y vivirlo.

La Ley, lo que es recto –"derecho y justicia" -, que se proclama ante el Arca de Dios –"estrado de sus pies", como Templo o monte santo- es una referencia a la Encarnación de Jesús que vendrá, máxima expresión de la presencia divina, glorificada en la Resurrección, como apunta Orígenes: "alguno ha dicho que el estrado de los pies es la carne de Cristo que debe ser adorada por motivo de Cristo. Y Cristo debe ser adorado por motivo del Verbo de Dios que está en él". San Jerónimo prefiere la aplicación al cuerpo resucitado del Señor: "he leído en el libro de un autor: 'se trata, dice, de la Encarnación, es decir, que (el salmo) afirma que el Hombre que Dios se dignó asumir en María, es Él mismo, el estrado de sus pies'. Aunque en realidad el hombre haya estado asumido –y, delante de Dios, toda criatura es estrado de sus pies- aun en este caso, este estrado fue estrechamente unido con Dios y con aquel que está sentado con Él. Daos cuenta de lo que me atrevo a afirmar. Lo que un día fue estrado yo lo adoro de la misma manera que el trono. Y aunque hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora no lo conocemos ya más según la carne (2 Cor 5,16). Admitamos que haya sido estrado antes de la muerte, antes de la resurrección, cuando comía, cuando bebía, cuando tenía nuestros mismos sentimientos. Pero después de resucitar y ascender victorioso al cielo yo no distingo entre el que está sentado y el que es estrado: en Cristo todo es trono. Tú me preguntarás y me dirás: '¿Por qué?, o '¿cómo?'. Yo no sé de qué modo, y, sin embargo, creo que es así". La Santísima Humanidad de Cristo merece adoración, culto de latría, por su unión hipostática con el Verbo de Dios.

Dios ejerce el derecho y la justicia en su pueblo a través de mediadores. Se califica a Moisés y a Aarón de sacerdotes por ser ambos de la tribu de Leví, pero sobre todo por haber sido intercesores entre Dios y el pueblo a la salida del Egipto (Ex 4,15-16), y junto a ellos se cita Samuel que medió por la monarquía, todos ellos según el querer de Dios, que es santo y no admite el pecado y lo castiga, y la Iglesia ensalza su nombre diciendo: "Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso" (cf. Ap 4,8: notas de la Biblia de Navarra).

3.- Jesús, en el sermón de la montaña comparas el Antiguo y el Nuevo Testamento: has criticado las interpretaciones que se hacían de la ley de Moisés, pero no la ley, que la llevas a su auténtico cumplimiento. Has venido a perfeccionarla y llevarla a su plenitud. Irás poniendo ejemplos de vivir en amor y verdad, para una interiorización vivencial, sin conformarse con el mero cumplimiento exterior.

La Alianza del Sinaí nunca ha sido derogada, pero era una imagen de la que vendría con tu sacrificio pascual, Jesús, pues en la cruz y en su celebración memorial de la Eucaristía participamos de tu Vida de amor (J. Aldazábal). Nos dices: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; (...), sino a dar cumplimiento». La meditación frecuente —diaria, si fuera posible— de las Escrituras, es un buen propósito para participar de esa visión cristiana de la ley. San Juan dirá, refiriéndose a esa ley en relación con el amor: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados» (1Jn 5,3). No es una ley del castigo, sino de amor, y el que no vive el amor, se queda empequeñecido en su corazón: «El que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos». En cambio, «el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19). El buen ejemplo es el primer elemento del apostolado cristiano (Miquel Masats Roca).

Señor, tú no quieres actos externos, culto falso, ritos vacíos…, sino que todo esto salga de dentro, pues todo lo exterior no llega al valor de un simple acto de contrición, de una simple y sencilla oración que nace del corazón y que diga: "Señor, ten piedad de mí, porque soy un pecador"... como nos dices: "un corazón contrito y humillado tú, Oh Dios, no lo desprecias" (salmo 50). Hoy como ayer podemos tranquilizar la conciencia con un acto externo, dar una limosna que excuse la conciencia de la responsabilidad que tenemos ante tantas personas que esperan nuestra solidaridad, o ni siquiera eso... y en lugar de dejarte lugar en nuestra alma, Señor, podemos conformarnos con "decir algo a Dios de vez en cuando"... Ayúdame, Señor, a interiorizar la ley, a acudir a tus sacramentos con visión apostólica, y dar paz según aquello que dijiste en tu despedida: "yo estaré con vosotros hasta el final del mundo"...

En esta sociedad ya no inmoral sino amoral, permisivista, una sociedad light, sin sustancia y sin sustento: todo es válido, en la medida en que te deje satisfecho, y sin lamentarnos, no nos quedemos con los brazos cruzados: Señor, tú nos pides que seamos fieles a su Ley, la Ley del Amor. La Iglesia de Cristo debe convertirse en el camino seguro del hombre hacia su plena perfección (www.homiliacatolica.com).

Jesús, quisiera saber el sentido de tus palabras, de llevar a plenitud la ley. Quizá me ayude relacionarlo con lo que Pablo dirá: "Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Rm 8,3-4). Tú Jesús alcanzas lo que no alcanzaba la Ley, pero no sin la Ley sino viviéndola con plena intensidad. Despreciar algo de la ley nos haría "el más pequeño en el Reino de los Cielos." Por el contrario, el que descubre el amor y la sabiduría de Dios incluso en las cosas pequeñas, por amor, da abundancia de luz y de gracia de Dios, y así se es "grande en el Reino de los Cielos" (Fray Nelson).

 

Llucià Pou Sabaté

lunes, 9 de junio de 2025

Martes de la semana 10ª del tiempo ordinario (impar): Dios nos llama a ser la sal de la tierra, luz del mundo, al participar en la vida y misión de Cristo

Martes de la semana 10ª del tiempo ordinario (impar): Dios nos llama a ser la sal de la tierra, luz del mundo, al participar en la vida y misión de Cristo

 

A. Lecturas

1. II Corintios (1,18-22): ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero «sí» y luego «no». Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han recibido un «sí». Y por él podemos responder: «Amén» a Dios, para gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu.

2. Salmo 118,129.130.131.132.133.135
Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma. 

La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes.

Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos. 

Vuélvete a mí y ten misericordia,
como es tu norma con los que aman tu nombre. 

Asegura mis pasos con tu promesa,
que ninguna maldad me domine. 

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes. 

3. Mateo 5,13 – 16: "Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos".

 

B. Comentario:

1. Pablo se defiende ante los ataques de Corinto. Su única fidelidad no es a los partidos humanos sino a Dios. Se apoya en Dios: "tan verdadero como Dios es fiel" he tratado de ser sincero con vosotros. El mundo moderno va descubriendo las leyes de la comunicación entre las personas. Nada hay más difícil que «comunicarse». Se hiere sin quererlo. ¡Señor, ayuda a los hombres a comprenderse! Ayúdame a que mi lenguaje sea «sí» y "no", claro y neto.

-"El Hijo de Dios, Jesucristo, que os hemos anunciado nunca ha sido a la vez "sí" y "no". Siempre ha sido un "sí"". Cristo es un "sí". Sí, es decir, "lo positivo"; "la claridad", «la simplicidad», "la franqueza". "la acogida", "la aquiescencia", «la disponibilidad». Sí es la palabra del matrimonio, del amor, del consentimiento del otro. Sí, es el símbolo de un «ser que no está vuelto en sí mismo» sino «que se vuelve hacia el otro». Sí es una "respuesta". Que sea yo también un «sí».

-"Todas las promesas hechas por Dios han tenido su «sí» en Jesucristo". Jesucristo es el «sí» de Dios. En Jesús, Dios ha dicho «sí» al hombre. La alianza. ¡Qué misterio! Dios se ha comprometido conmigo, como el esposo se compromete con su esposa. Ahora bien, Dios es fiel. Y ¡yo lo soy tan poco! -"Es también por Cristo que decimos "amén" a Dios, nuestro "sí" para su gloria". El término «amén» en hebreo es el equivalente a nuestro «sí». Trataré de pronunciarlo pensando en lo que digo. Decir «sí» a Dios.

-"Dios nos marcó con su sello" -nos ha consagrado- y, en avance a sus dones nos ha dado: al Espíritu Santo que habita en nosotros. ¡La inhabitación del Espíritu en el corazón del hombre! Pablo era un hombre consciente de llevar a Dios consigo. Señor, ¿es esto verdad? Y es sólo un «a cuenta», un «primer avance», ¡un comienzo de lo que será un día total y definitivo! ¡Gracias! (Noel Quesson).

2. Confiamos en la fidelidad de Dios: «vuélvete a mí y ten misericordia, como es tu norma con los que aman tu nombre», a la vez que manifestamos nuestro compromiso de respuesta afirmativa: «enséñame tus leyes... tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma». Quizá nos pueda servir para meditar este salmo de hoy las siguientes palabras de S. Roberto Belarmino: "Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia; ¿quién, que haya empezado a gustar, por poco que sea, la dulzura de tu dominio paternal, dejará de servirte con todo el corazón? ¿Qué es, Señor, lo que mandas a tus siervos? Cargad –nos dices– con mi yugo. ¿Y cómo es este yugo tuyo? Mi yugo –añades– es llevadero y mi carga ligera. ¿Quién no llevará de buena gana un yugo que no oprime, sino que halaga, y una carga que no pesa, sino que da nueva fuerza? Con razón añades: Y encontraréis vuestro descanso. ¿Y cuál es este yugo tuyo que no fatiga, sino que da reposo? Por supuesto aquel mandamiento, el primero y el más grande: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón. ¿Qué más fácil, más suave, más dulce que amar la bondad, la belleza y el amor, todo lo cual eres tú, Señor, Dios mío? ¿Acaso no prometes además un premio a los que guardan tus mandamientos, más preciosos que el oro fino, más dulces que la miel de un panal? Por cierto que sí, y un premio grandioso, como dice Santiago: La corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman. ¿Y qué es esta corona de la vida? Un bien superior a cuanto podamos pensar o desear, como dice san Pablo, citando al profeta Isaías: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. En verdad es muy grande el premio que proporciona la observancia de tus mandamientos. Y no sólo aquel mandamiento, el primero y el más grande, es provechoso para el hombre que lo cumple, no para Dios que lo impone, sino que también los demás mandamientos de Dios perfeccionan al que los cumple, lo embellecen, lo instruyen, lo ilustran, lo hacen en definitiva bueno y feliz. Por esto, si juzgas rectamente, comprenderás que has sido creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación, comprenderás que éste es tu fin, que éste es el objetivo de tu alma, el tesoro de tu corazón. Si llegas a este fin, serás dichoso; si no lo alcanzas, serás un desdichado. Por consiguiente, debes considerar como realmente bueno lo que te lleva a tu fin, y como realmente malo lo que te aparta del mismo. Para el auténtico sabio, lo próspero y lo adverso, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, los honores y los desprecios, la vida y la muerte son cosas que, de por sí, no son ni deseables ni aborrecibles. Si contribuyen a la gloria de Dios y a tu felicidad eterna, son cosas buenas y deseables; de lo contrario, son malas y aborrecibles."

4. Hoy nos muestras, Jesús, sucesivamente, las enseñanzas sobre las parábolas de la sal, de la luz y de la ciudad. A diferencia de otros evangelistas, en Mateo la imagen de la sal se convierte en una alegoría misionera: "vosotros sois la sal de la tierra..." y la sal representa a los discípulos. Señor, te pido ser la sal de la tierra, que tu Iglesia sea la sal: sin la sal, la tierra no tiene ya razón de ser; con la sal, si no pierde sus cualidades, la tierra puede proseguir su vocación y su historia. Entiendo aquí la tierra como comida, que precisa ser salada. Si la Iglesia, si yo, no fuera fiel nos perderíamos, y dejaríamos al mundo sin salvador. Si somos fieles, como la sal aumenta el sabor del mundo. Ayúdame, Señor, a ser sal, para que crezca y se desarrolle a mi alrededor ese clima de bondad, amor, el sabor de Dios, que apague toda amargura, mezquindad... banalidad.

Me gustaría entender, Señor, qué significa que el que ha perdido el sabor de Dios es "echado fuera", como el invitado al banquete que no llevaba puesto su traje de fiesta (Mt 22, 12), como el mal servidor que enterró su talento -su millón- (Mt 25. 30). "El evangelio es sal. Algunos cristianos lo han hecho azúcar" (Paul Claudel).

-"Vosotros sois la Luz del Mundo". Es tu segunda parábola de hoy; ser como el "sol" del mundo es ser como tú, Jesús, que con tu mirada abarcas un amplio horizonte, contigo aprendo a ver mejor las cosas de la tierra, especialmente las que me cuestan, las que no me gustan. Contigo encuentran un sentido. La luz es sacada de debajo del celemín para iluminar todo alrededor, pues tu enseñanza, Jesús, desvela la luz de la verdad. Aquí añades: "vosotros sois la luz del mundo..."; como la sal, cada uno puede participar de tu misión, Señor.

Hace poco me decía una persona: "me siento vacía, presa de la envidia, con necesidad de algo mejor, de un sentido de la vida…" Te pido, Señor, que ese "anhelo interior" que me hace buscar algo grande, más allá de las mentiras del mundo, encuentre en ti descanso: ¡llenarnos de la verdad, Jesús!, ¡que sepa descubrir la vida como don para los demás! Cuando me dejo llevar por el afán de seguridad, no vivo ya tranquilo, con el miedo del mañana. Bendito el día en que se quede libre de todas esas "verdades a medias", que acepte el riesgo de la fe, de recibir y dar, de pedir perdón y perdonar y compartir (Maertens-Frisque).

-"No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte: ni se enciende un candil para meterlo debajo del perol, sino para ponerlo en el candelero y que alumbre a todos los de la casa". Añades también, Jesús, la imagen de la ciudad elevada, cada uno puede ser signo de Dios para el mundo. No podemos salvarnos solos, sino que estamos comprometidos con los demás, formando Iglesia, en el mundo (Noel Quesson).

El día de nuestro Bautismo se encendió una vela del Cirio pascual de Cristo. Cada año, en la Vigilia Pascual, tomamos esa vela encendida en la mano. Es la luz que debe brillar en nuestra vida de cristianos, la luz del testimonio, de la palabra oportuna, de la entrega generosa. No se nos ha dicho que seamos lumbreras, sino luz. No se espera de nosotros que deslumbremos, sino que alumbremos. Hay personas que lucen mucho e iluminan poco. Se nos dice, finalmente, que seamos como una ciudad puesta en lo alto de un monte, como punto de referencia que guía y ofrece cobijo. Te lo pedimos, Señor, con la Plegaria Eucarística II de la Reconciliación: «que la Iglesia resplandezca en medio de los hombres como signo de unidad e instrumento de tu paz»; y la Plegaria V b: «que tu Iglesia sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando». También te pedimos eso mismo para las familias y las comunidades cristianas. Qué hermoso el testimonio de aquellas casas que están siempre abiertas, disponibles, para niños y mayores, parientes o vecinos. No sólo para invitar a comer, sino sobre todo con las caras acogedoras y una mano tendida. ¿Somos de verdad sal que da sabor en medio de un mundo soso, luz que alumbra el camino a los que andan a oscuras, ciudad que ofrece casa y refugio a los que se encuentran perdidos? (J. Aldazábal).

La gente que ama mucho sonríe fácilmente, porque la sonrisa es, ante todo, una gran fidelidad a sí mismo. Y atención porque se habla de sonrisa y no de risa. "Mayor felicidad hay en dar que en recibir" (Hch 20,35). Esos a quienes llamamos santos lograron la nota más alta en su vida porque se dedicaron a servir. Porque se entregaron sin límites a sus hermanos. La alegría del cristiano es una alegría verdadera, profunda que está llamada a ser sal de la tierra. No puede quedarse oculta. Siendo lo que es, debe calar y debe motivarnos a transmitirla, a darla a conocer a los demás. Esta felicidad se halla en el encuentro personal con Cristo. Sí, antes de salir a predicar, los santos se encontraron con Jesús. Por ello, tan sólo les bastaba una sonrisa para trasmitir a Dios, lo irradiaban, estaban rebosantes de Él. Cuentan que un día, san Francisco de Asís le pidió a uno de los frailes cofundadores que se preparara para salir a predicar con él. Salieron y estuvieron caminando y dando vueltas por todo Asís, durante una hora y media. En un cierto momento, el fraile que lo acompañaba le dijo a san Francisco: "Padre Francisco, usted me dijo que saldríamos a predicar. Hasta ahora, sólo hemos caminado y recorrido todo el pueblo". San Francisco le respondió: "Hermano, llevamos una hora y media de predicación. No hay mejor predicación que la sonrisa y el testimonio de una vida auténticamente cristiana". Ojalá que también nosotros prediquemos el mensaje de la felicidad, de la sonrisa, de la plenitud cristiana. Que seamos sal y luz para nuestros familiares y amigos. Quien verdaderamente se ha encontrado con Jesús no puede callar, no puede encerrarse en sí mismo, debe compartirlo con todo el mundo (Xavier Caballero).

Un antiguo texto cristiano, la "Carta a Diogneto", habla sobre la misión de los cristianos en el mundo. Dice así: "Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos; ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres. Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte; siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida; y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho. Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan esas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se les condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, pero abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados con la muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen; y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad. Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros el cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos porque se oponen a sus placeres. El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado del que no les es lícito desertar" (cap. 5-6).

Llucià Pou Sabaté

 

Lunes de la semana 10ª del tiempo ordinario (impar): las bienaventuranzas, el retrato de Jesús en el que nos podemos mirar para vivir como Él y ser felices

Lunes de la semana 10ª del tiempo ordinario (impar): las bienaventuranzas, el retrato de Jesús en el que nos podemos mirar para vivir como Él y ser felices

 

A. Lecturas

1. II Corintios (1,1-7): Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a la Iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos que residen en toda Acaya: os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. ¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo. Si nos toca luchar, es para vuestro aliento y salvación; si recibimos aliento, es para comunicaros un aliento con el que podáis aguantar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros. Nos dais firmes motivos de esperanza, pues sabemos que si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo.

2. Salmo 33,2-3.4-5.6-7.8-9

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. 

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. 

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias. 

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. 

3. Mateo 5,1-12.

            "Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

            -Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

            -Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros".

 

B. Comentario:

1. Corinto era una ciudad rica, activa, de fuerte comercio, inquieta y con todos los vicios -pequeños y grandes- que su misma situación social comportaba. Pero, además, llegaron allí «falsos misioneros» (10,1-12,3) que atacaron a Pablo, quien les escribe una primera carta de reprensión, para que se conviertan, como así hicieron. La segunda Epístola que comenzamos hoy a leer es muy "personal": Pablo «abre» su corazón, vemos su personalidad prodigiosa: tierno y duro; audaz y tímido; débil y con la misma fuerza de Dios.

Encabeza el saludo llamándose: «apóstol de Jesucristo por designio de Dios». Escogido y enviado, a pesar de sus limitaciones y debilidades, servidor de la Palabra de Dios, sin partidos, hace Iglesia: une y reúne a todos.

-"Yo, Pablo, que por voluntad de Dios soy apóstol de Cristo Jesús, os deseo gracia y paz de parte de Dios". Su misión es «lo que le hace vivir», lleno de Dios que, a cada instante y a propósito de las mil naderías de la vida cotidiana, ese Dios-a-quien-ha-entregado-su- vida aparece en todo lo que hace: en las veinte primeras líneas de su epístola, contamos ya seis veces la palabra "Dios"... y cinco veces la palabra "Cristo "... Señor, que no haga yo nada artificioso en mi propia vida: te pido humildemente que me ayudes a vivir de Ti de ese modo.

-"Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo... Padre de las misericordias... y Dios de toda consolación"... He ahí ya cuatro maneras de nombrar a Dios. Esto nos recuerda al enamorado que halla diversos nombres para hablar de su amada. ¿Qué es Dios para mí? ¿Qué letanía de nombres podría yo aplicar de veras a Dios? Nadie puede ocupar mi lugar para ello, para dirigirme así a Dios. Puedo intentarlo, en el secreto de mi oración de HOY. Mi Dios... Mi Amor... Mi Padre... El que me levanta... El que me perdona... El que me da vida...

-"Que nos consuela en todas nuestras pruebas... Los sufrimientos de Cristo abundan para nosotros"... Es duro lo que dice de sus "tribulaciones" -seis veces el término "prueba" o "sufrimiento", aparece en esas líneas-. Pablo sufre. Su oración no debió de ser muy fácil todos los días. Señor, ayúdame a valerme de todo incluso del sufrimiento, para unirme a ti. Que incluso el vacío y la sequedad que siento, lleguen a ser como una oración: la espera, el deseo... "Como una tierra seca, sedienta, falta de agua... mi alma tiene sed de ti".

"La consolación", nueve veces dicho en estas líneas, es "alegría", podemos pedir el consuelo y ese "gozo después de una pena" para todos los que sufren... (Noel Quesson). Imitando a Pablo, ¿sabemos encontrar en Cristo Jesús la fuerza para seguir adelante? En los momentos buenos y en los malos, nos deberíamos sentir, como Pablo, unidos a Cristo: «si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo».

2. "Los ojos del Señor velan sobre los justos… gustad y ved qué bueno es el Señor". ¿Podemos rezar nosotros con el salmo: «me libró de todas mis ansias... gustad y ved qué bueno es el Señor»? Podríamos rezar hoy, serenamente, como oración personal, este hermoso salmo 33. Pero hay otro aspecto: ¿sabemos ser animadores, repartidores de aliento, como Pablo? Ojalá podamos decir que vivimos «repartiendo con los demás el ánimo que nosotros recibimos de Dios»: confortados por la cercanía de Dios, confortar a los demás, en nuestra familia o en nuestra comunidad, porque seguramente están igual o peor que nosotros.

1. San Mateo guiará nuestro encuentro con Jesús este tiempo, a partir de donde lo dejamos en tiempo de Navidad y Cuaresma. Si san Marcos relata los "hechos" de Jesús, san Mateo relata muchas de sus "palabras", agrupadas en cinco grandes discursos: 1. Sermón de la montaña (5 a 7). 2. Consignas para la "misión" (10). 3. Parábolas del Reino (13). 4. Lecciones de vida comunitaria (18). 5. Discurso escatológico (24 y 25).

Jesús, hoy comenzamos este primer discurso con tu "retrato", que es nuestro modelo de vida: "Dichosos... Dichosos... Dichosos... Dichosos... Dichosos... Dichosos... Dichosos"... quieres que seamos felices, bienaventurados. Por eso comienzas así, cada bienaventuranza. Dios nos ha creado para la felicidad. Para un Padre, es lo lógico: el amor puesto en acto. Nos dices que el "paraíso" es nuestra meta, ¡la felicidad es la gran aspiración del hombre! Participar de ti, Señor: ¡Tú eres dichoso, feliz! Dios está en la alegría. Dios vive en el gozo. Y la humanidad va hacia ti… y yo voy hacia ti.

-"Los pobres... Los no violentos... Los afligidos... Los que tienen hambre y sed de justicia... Los misericordiosos... Los sinceros y limpios de corazón... Los que trabajan por la paz... Los perseguidos"... no nos das unas frases relamidas, de alegrías fáciles ni falsas dichas. Nos hablas de lucha, de crecer por el dolor, de no dejarse abatir: ¡las bienaventuranzas son la máxima expresión de la fortaleza! Ayúdame, Señor, porque me da miedo la "pobreza", la "aflicción", la "persecución", y que me llamen loco... además, sé que no soy "limpio", que puedo ser más "sincero", y más "pacífico", y más "misericordioso". Quiero seguir en tu camino, Señor, adelantar y crecer en ti, tener paz, ser feliz.

-"Porque suyo es el Reino de los cielos. .. Heredarán la tierra... Serán consolados... Serán saciados... Alcanzarán misericordia... Verán a Dios... Se llamarán hijos de Dios... Suyo es el Reino de los cielos"... Jesús no promete a los pobres una revancha sobre los ricos; tampoco habla de la revolución social: está a otro nivel: el nivel del "corazón", que es la más grande revolución, sin excluir las otras, que no valen nada sin ésta: ver a Dios... poseer el Reino de los cielos... ser hijos de Dios (Noel Quesson).

Jesús, nos enseñas un camino en verdad paradójico: llamas felices a los pobres, a los humildes, a los de corazón misericordioso, a los que trabajan por la paz, a los que lloran y son perseguidos, a los limpios de corazón. Sé que la felicidad no está en la misma pobreza o en las lágrimas o en la persecución, sino en lo que esta actitud ante ellas, ante la cruz. Llamas bienaventurados a los «pobres de Yahvé» del Antiguo Testamento, los no se apoyan en nada humano, sino en Dios.

Nos prometes otro tipo de éxito distinto al del mundo: humildad, sencillez de corazón. Sé que nadie puede vivir eso en plenitud, sino que es tu retrato el que muestras para que sigamos: Tú eres el pobre, el que crea paz, el misericordioso, el limpio de corazón, el perseguido. Este programa nos lo das para tener felicidad verdadera y cambiar la situación del mundo. No son tanto unos mandamientos, sino el anuncio del tesoro escondido por el que vale la pena renunciar a todo (J. Aldazábal).

Jesús: quiero renovar mi "determinada determinación", como decía santa Teresa de Jesús, para ser sembrador de paz y alegría en mi ambiente. Sembrar con tus Bienaventuranzas tu perfume participado en la historia humana. Quiero también aprender de cuando llegan las horas malas; me dices: entonces «alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Àngel Caldas i Bosch).

El pensamiento antiguo coincidía en que el fin del hombre es la búsqueda de la felicidad. Diversas escuelas filosóficas lo ponían en la serenidad y quietud del alma frente a los reveses de la vida; en un equilibrado placer; en la razón al vivir según la naturaleza. Las religiones han buscado dar respuesta a este profundo deseo del ser humano conjugando cierta felicidad en la tierra con la paz completa en el más allá.

Tú, Señor, nos muestras que ese deseo del hombre lo ha puesto Dios, "y sólo en Él encontrará la verdad y la dicha que no cesa de buscar" (Catecismo, 27). Conoces  perfectamente el corazón del hombre, sus ansias y anhelos de eternidad, y nos das la clave para que lleguemos a ser felices. A diferencia de los filósofos, no sólo das pistas para caminar, sino que tú eres el Camino y la meta.

Pablo VI decía: "quien no ha escuchado las bienaventuranzas, no conoce el Evangelio; y quien no las ha meditado, no conoce a Cristo". El Sermón del monte es como la "Carta magna del Reino", el núcleo más esencial del mensaje de Jesucristo.

Son dichosos no son los que no tienen nada, sino los que no tienen su corazón apegado a nada, a ningún bien de esta tierra. Por eso gozan de una total libertad interior y pueden abrirse sin barreras a Dios y a las necesidades de sus semejantes. Los mansos son los hombres y mujeres llenos de bondad, de paciencia y de dulzura, que saben perdonar, comprender y ayudar a todos sin excepción. Por eso pueden poseer la tierra. El que es dueño de sí mismo es capaz de conquistar más fácilmente el corazón de los demás para llevarlo hacia Dios. Y vive feliz y en paz. En su corazón no hay lugar para la amargura. Y por eso, porque vive en paz, puede repartir la paz en torno suyo. Como Francisco de Asís, que podía dialogar, sin armas en la mano, con el terrible sultán de los sarracenos, que hacía la guerra a los cristianos. Los pacíficos son también pacificadores. Porque son misericordiosos y rectos de corazón. Y los que aceptan de buen grado la persecución por amor a Cristo y a su Reino son personas que viven en otra dimensión, que tienen ya el alma en el cielo. Y nadie es capaz de quitarles jamás esa felicidad de la que ya gozan. Han entrado ya en la eternidad sin partir de este mundo. Nada ni nadie puede perturbar su paz. ¡Ésos son los santos! El que sigue a Jesús: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mt 11,29) (Sergio Córdova).

Llucià Pou Sabaté