domingo, 21 de abril de 2024

LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA: Jesús, el Buen Pastor, continúa guiándonos, abriendo nuestro corazón a la verdad, como hizo con Pedro y los primeros.

LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA: Jesús, el Buen Pastor, continúa guiándonos, abriendo nuestro corazón a la verdad, como hizo con Pedro y los primeros.

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 11, 1-18: "1 Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea supieron que también los paganos habían recibido la palabra de Dios. 2 Cuando Pedro llegó a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le echaron en cara: 3 «¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos?». 4 Entonces Pedro comenzó a explicarles por orden, diciendo: 5 «Estaba yo en la ciudad de Jafa orando, cuando tuve en éxtasis una visión: un objeto descendía a modo de un gran lienzo, colgado por las cuatro puntas desde el cielo, y llegó hasta mí. 6 Yo lo miré fijamente, lo examiné y vi cuadrúpedos, bestias, reptiles y aves. 7 Oí también una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. 8 Pero yo dije: De ninguna manera, Señor; porque nada profano o impuro ha entrado jamás en mi boca. 9 Pero la voz del cielo dijo por segunda vez: Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro. 10 Esto se repitió por tres veces, y todo fue arrebatado de nuevo al cielo. 11 Entonces mismo se presentaron en la casa donde yo estaba tres hombres que me habían enviado desde Cesarea. 12 Y el Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Estos seis hermanos vinieron también conmigo y entramos en la casa del hombre en cuestión, 13 el cual nos contó que se le había aparecido un ángel y que le había dicho: Manda a Jafa a llamar a Simón Pedro, 14 el cual, con sus palabras, te traerá la salvación a ti y a tu familia. 15 Y al comenzar yo a hablar, descendió el Espíritu Santo sobre ellos, como al principio sobre nosotros. 16 Recordé estas palabras del Señor: Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo. 17 Pues si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?». 18 Al oír esto callaron y glorificaron a Dios, diciendo: «Así que también a los paganos Dios ha concedido el arrepentimiento para alcanzar la vida».

   2. Salmo 42,2-4: 2 Como la cierva busca corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; 3 mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿cuándo podré ir a ver el rostro del Señor? Envía tu luz y tu verdad; ellas me guiarán, me conducirán a tu montaña santa, a tus moradas. 4 Yo llegaré hasta el altar de Dios, del Dios que es mi gozo y mi alegría; te alabaré al son de la cítara, Señor, Dios mío.

   3. Jn 10,1-10: "«Un día Jesús dijo a los fariseos: Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guarda le abre la puerta y las ovejas reconocen su voz; él llama a sus ovejas por sus nombres y las saca fuera. Y cuando ha sacado todas sus ovejas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta semejanza, pero ellos no entendieron qué quería decir. Por eso Jesús se lo explicó así: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se salvará; entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante" (.

 

B. Comentario:

   1. Las distintas culturas pueden crear divisiones y problemas entre las personas. En la Iglesia primitiva, algunos de mentalidad limitada, querían imponer a los demás sus propias costumbres. Acusan a Pedro de ser traidor a su patria por el hecho de ir donde los romanos. "Cuando Pedro llegó a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le echaron en cara: «¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos?»". El asunto es grave.

   Entonces Pedro les cuenta la visión que tuvo, mientras dormía una siesta, y él no quería comer por ser manjares impuros. "Pero la voz del cielo dijo por segunda vez: Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro". Hoy, todavía, los judíos tienen prohibidos muy estrictamente ciertos alimentos, que según la tradición de Moisés, eran considerados impuros. Lo que se le pide a Pedro es que supere su propia tradición, y sobre todo que no la imponga a los que no son de su raza. Apertura de espíritu. Universalismo. Unidad que respeta las diversidades. Pluralismo. Comunión profunda en lo esencial, dejando a cada uno su libertad en lo secundario (Noel Quesson). Nos cuesta romper con ciertas cosas de la educación recibida, cuando vemos que no son buenas. Porque forman como una segunda naturaleza. Pero vemos que es posible.

   "Entonces mismo –sigue Pedro- se presentaron en la casa donde yo estaba tres hombres que me habían enviado desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Estos seis hermanos vinieron también conmigo y entramos en la casa del hombre en cuestión, quien nos contó que se le había aparecido un ángel y que le había dicho: Manda a Jafa a llamar a Simón Pedro, el cual, con sus palabras, te traerá la salvación a ti y a tu familia. Y al comenzar yo a hablar, descendió el Espíritu Santo sobre ellos, como al principio sobre nosotros. Recordé estas palabras del Señor: Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo. Pues si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?». Al oír esto callaron y glorificaron a Dios, diciendo: «Así que también a los paganos Dios ha concedido el arrepentimiento para alcanzar la vida»" (11,1-18): La intervención milagrosa de Dios hizo que Pedro, a pesar de todo el peso de su pasado y de su ambiente, se resolviera por fin a entrar en casa de los gentiles y comer con ellos. «Una oración...». «Una visión del cielo...». Es el Espíritu de Dios que empuja a la misión. ¡Dios ama a los gentiles! Hoy vemos una apertura de la Iglesia a los gentiles: su misteriosa visión en Jope, la visión del mismo Cornelio y el llamado «Pentecostés de los gentiles». El resultado, muy positivo, fue que todos se sosegaron y glorificaron a Dios. Juan XXIII, que convocó y dio la orientación básica al Concilio del aggiornamento eclesial, fue también una opción profética en estos tiempos modernos (F. Casal). Nos preguntamos: ¿somos víctimas de las ataduras que podamos tener, por formación o pereza mental?, ¿o seguimos teniendo discriminaciones contrarias al amor universal de Dios y a la voluntad ecuménica de su Espíritu?, ¿sabemos dialogar?

   2. "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo" (Salmo 41,2-3;42,3-4): Jesús, buen pastor, nos lleva a aguas deliciosas, sigue guiándonos desde su gloria: «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Aleluya» (ant. de entrada); le pedimos que donde Él está vayamos también nosotros: «Oh Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la Humanidad caída; concede a tus fieles la verdadera alegría, para que quienes han sido librados de la esclavitud del pecado alcancen la felicidad eterna». Con el Salmo 41 cantamos y subrayamos nuestro carácter de peregrinos gozosos por caminar hacia el que es Luz, Verdad y Vida: «Como busca la sierva corriente de agua, así mi alma te busca a Ti, Dios mío. Mi alma tiene sed del Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada…» Son los silbidos del buen pastor, en palabras de San Agustín: «Aunque camine en medio de la sombra de la muerte; aun cuando camine en medio de esta vida, la cual es sombra de muerte no temeré los males, porque Tú, oh Señor, habitas en mi corazón por la fe, y ahora estás conmigo a fin de que, después de morir, también yo esté contigo. Tu vara y tu cayado me consolaron; tu doctrina, como vara que guía el rebaño de ovejas y como cayado que conduce a los hijos mayores que pasan de la vida animal a la espiritual, más bien me consoló que me afligió, porque te acordaste de mí».

   3. Los pastores judíos, de noche, juntaban los rebaños de varios y dejaban a uno de ellos que hacía guardia en el aprisco. Por la mañana, volvían a recoger cada uno su rebaño. «El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guarda le abre la puerta y las ovejas reconocen su voz; él llama a sus ovejas por sus nombres y las saca fuera". Jesús nos "hace salir": conduce hacia la felicidad, hacia la verdadera expansión, hacia los verdaderos alimentos. Va "delante" de nosotros, que somos sus ovejas, que "lo siguen porque conocen su voz". Porque hacemos oración, y sus palabras llenan nuestra vida de sentido. Hacer silencio en lo íntimo del alma... Escuchar la voz del Señor. He aquí la mejor parte. Aquel tesoro escondido por el cual bien valdría la pena sacrificar todos los halagos y vanidades del mundo. Pero para alcanzar este tesoro es preciso aprender a huir de todas las voces que no sean las del Buen Pastor. Saber escapar, como un ladrón, de la frivolidad de la imaginación, de la disipación de los sentidos, de la irreflexión y la charlatanería. Amar el silencio y la soledad como el precioso santuario de nuestra unión con Dios, el lugar de la paz y la serenidad del alma y del encuentro profundo con nosotros mismos. El contexto de Jesús Puerta es también eucarístico, pues la mesa de la Eucaristía es donde mejor nos conformamos a Él; Tomás de Aquino escribe: «es evidente que el título de "pastor" conviene a Cristo, ya que de la misma manera que un pastor conduce el rebaño al pasto, así también Cristo restaura a los fieles con un alimento espiritual: su propio cuerpo y su propia sangre» (Josep Vall).

   Jesús se lo explicó así: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se salvará; entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante". Fuera de Él, la humanidad está encerrada en sí misma: ninguna ideología, ninguna teoría, ninguna religión nos libera de la fatalidad de "no ser más que hombre, y por lo tanto, de morir". Pero Jesús nos saca de nuestra impotencia y nos introduce en el dominio divino... un "espacio infinito, eterno se abre a nosotros, por esta Puerta". El que por mí entrare, se salvará y hallará pasto... Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia... (Noel Quesson).

Llucià Pou Sabaté

viernes, 19 de abril de 2024

Domingo IV de Pascua (B): Jesús, el buen Pastor, nos guía hacia la felicidad completa y nos da la Eucaristía y su vida como camino para seguirle.

Domingo IV de Pascua (B): Jesús, el buen Pastor, nos guía hacia la felicidad completa y nos da la Eucaristía y su vida como camino para seguirle.

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 4, 8-12: En aquellos días, Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: -Jefes del pueblo y senadores, escuchadme: porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre. Pues quede bien claro, a vosotros y a todo Israel, que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar y, bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.

   2. Salmo 117,1 y 8-9. 21-23. 26 y 28cd y 29: Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Mejor es refugiarse en el Señor / que fiarse de los hombres; / mejor es refugiarse en el Señor, / que fiarse de los jefes.

   Te doy gracias, porque me escuchaste / y fuiste mi salvación. / La piedra que desecharon los arquitectos, / es ahora la piedra angular. / Es el Señor quien lo ha hecho; /  ha sido un milagro patente. 

   Bendito el que viene en nombre del Señor, / os bendecimos desde la casa del Señor. / Tú eres mi Dios, te doy gracias. / Dios mío, yo te ensalzo. / Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia.

   3. I Juan 3,1-2: Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a Él. Queridos: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.

   4. Juan 10,11-18: "En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: -Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre".

 

B. Comentario:

    1. En los Hechos de los Apóstoles Pedro, después de curar a un hombre, dice que lo ha hecho en nombre de Jesús, que es "la piedra clave" de todo el edificio de la salvación (la piedra clave era la que aguantaba toda la casa, porque aguantaba los arcos, la bóveda, es decir el techo): "ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar y, bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos".

   Los Apóstoles ya no son cobardes y comienzan a ser testigos valientes ante los judíos, hablan de Jesús como el único que puede salvar. Usa las palabras del Salmo: "La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular", que cantó Jesús en la Ultima Cena, donde hizo este cambio: la piedra que tiraron los judíos –lo empujaron a la cruz y lo mataron- ha sido levantada como la Iglesia que es el edificio de su cuerpo salvador, de los hijos de Dios.

   Jesús es piedra angular de una nueva construcción. Los versículos describen la obra salvífica maravillosa de Dios mediante un proverbio: la liberación de la muerte ha sido tan extraordinaria como si una piedra, desechada como inservible por los canteros, se convirtiera en piedra clave para la edificación. Celebramos el día de la Creación, pero, sobre todo, el Domingo de la Resurrección, cuando la humanidad, perdida por el pecado, es hallada de nuevo en el paraíso de la gracia. La piedra angular será la clave para levantar la construcción de la nueva humanidad, que se alza hasta formar una sola ciudad santa en la que Dios habita con los hombres.

   Dirá S. Jerónimo: "¡Pobres judíos! Esta piedra, prometida por Isaías, para ser puesta como fundamento de Sión, vosotros no la reconocisteis en el Hijo de Dios. Desechada por vosotros, ha llegado a ser la piedra angular que ha reunido en una sola grey a la primera Iglesia, formada por judíos y gentiles. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente: ¡nosotros -que éramos los sin-Ley, sin-Alianza- somos adoptados como hijos de Dios! Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo." Y añade: "el Señor es bueno, eterna es su misericordia. ¡Quién de nosotros, al meditar en lo que la Iglesia celebra exultante en este salmo -la Pasión, Resurrección y Ascensión del Señor- no prorrumpirá en aclamaciones, como hicieron los niños que agitaban los ramos de palmas delante del Señor: Bendito el que viene en nombre del Señor!" También S. Agustín comenta al respecto: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia: ¿Qué otra cosa podremos cantar allí -en el Cielo- sino sus alabanzas? Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. Pero no proclamaremos estas alabanzas con palabras; más bien será el amor mismo, que nos unirá a Él, quien gritará. Esa voz, incluso, será la voz del mismísimo amor. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia: el texto comienza y concluye con estas palabras; son el primer versículo y el último del salmo porque de todo lo que hemos venido narrando desde el principio hasta el fin, no hay cosa que más nos pueda embelesar que la alabanza a Dios y un eterno «Aleluya»." San Jerónimo afirma que, durante los primeros siglos, ese grito se había hecho tan habitual en Palestina que quienes araban los campos y trabajaban, gritaban de tanto en tanto: ¡Aleluya! Y aquellos que conducían las barcas, cuando se aproximaban, decían: ¡Aleluya! Es decir, que este grito, que surgía en medio de las acciones profanas, era una especie de jaculatoria. Pero ¡qué bella jaculatoria ésta, tan breve como expresiva, tan querida de la espiritualidad cristiana y que tanto resuena en la Liturgia de la Iglesia! ¡Cómo deberíamos hacerla nuestra, a modo de recuerdo pascual!" (Cardenal Montini; cf. Félix Arocena).

   El salmista comienza dando gracias "al Señor porque es bueno": "Nada más grande -comenta san Agustín- que esta pequeña alabanza: porque es bueno. Ciertamente, el ser bueno es tan propio de Dios que, cuando su mismo Hijo oye decir 'Maestro bueno' a cierto joven que, contemplando su Carne y no viendo su Divinidad, pensaba que Él era tan sólo un hombre, le respondió: '¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios'. Con esta contestación quería decir: Si quieres llamarme bueno, comprende, entonces, que Yo soy Dios."

   2. Como dice San Juan: "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a Él. Queridos: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es". Los bautizados somos "hijos de Dios"; pero Jesús el buen pastor nos va llevando hacia donde está Él para que lo veamos como Él es, en el cielo.

   3. En el Evangelio Jesús nos dice: "-Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas… que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre". El pastor conoce a las ovejas porque éstas le pertenecen, y ellas lo conocen precisamente porque son suyas. Conocer y pertenecer (en el texto griego, ser «propio de»: ta ídiá) son básicamente lo mismo. El verdadero pastor no «posee» las ovejas como un objeto cualquiera que se usa y se consume; ellas le «pertenecen» precisamente en ese conocerse mutuamente, y ese «conocimiento» es una aceptación interior. Indica una pertenencia interior, que es mucho más profunda que la posesión de las cosas.

   "Yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre". Jesús en estos días nos enseña que es el buen pastor que nos lleva a la felicidad, que ha dado su vida por amor a cada uno de nosotros a través de la Cruz, y que con su Resurrección nos ha salvado y nos llevará al cielo si le dejamos. Como los buenos pastores, cuando una oveja se hace daño o se pierde Jesús va a buscarnos y nos carga encima del hombro y nos lleva. Y siempre está dispuesto a defendernos con su vida, porque nos quiere, y nos sentimos seguros al lado de este pastor bueno que nos acompaña siempre. Da la vida por mí, me ama y vive por mí. Nunca me abandona a mi suerte cuando llega el peligro. Está representado por el Papa, por los obispos, pero Jesús es siempre Él… "yo soy el buen pastor", nos dice. Continúa Él… Voy a rezar para que en la Iglesia haya buenos pastores que le ayuden a Jesús el Buen Pastor, a apacentar sus ovejas. Cuando pregunta a Pedro "¿me amas?" luego le dice "apacienta mis ovejas", son las ovejas de Jesús, no de los pastores, pues no puede una persona ser propiedad de otra sino sólo de Dios. Todos nosotros no somos de alguien, de un papa u obispo… somos de Jesús…

   Cuentan: "hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un Hospital de Stanford, conocí a una niñita llamada Liz quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatir la enfermedad. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar por sólo un momento antes de dar un gran suspiro y decir: Sí, lo haré, si eso salva a Liz.

   Durante la transfusión, él estaba tumbado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa ¿A que hora empezaré a morirme? Como sólo era un niño, no había comprendido al doctor; él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aun así se la daba. Esto sí que es amar".

   Jesucristo nos ha amado como nadie nunca ha amado, el sacrificio de la Cruz es la máxima expresión de este amor. El dolor de todo el mundo, queda allá representado: Jesús ha querido yacer sobre la cruz por dar un sentido a todo el dolor, lo última palabra corresponde a la vida y el amor. Puesto que Él, tras sufrir, resucitó para que nosotros también resucitáramos. Tanto nos amó Dios, que nos dio a su hijo único, para que quienes crean en Él no mueran sino que tengan la vida eterna. Es Dios, quien asumió nuestras culpas, murió por nosotros y nuestros pecados, que por la cruz nos rescata de todo mal. Verdaderamente, ¡Dios es grande! Nos ama con pasión. Ante este misterio, sólo podemos arrodillarnos y contemplar, y adorar, admirados, el hijo de Dios hecho niño, hecho hombre, clavado en la cruz (con los brazos abiertos, como para decirnos que no quiere cerrarlos, que está siempre esperándonos para acogernos con un abrazo), y resucitado por nosotros, y ¡hecho pan para que lo comamos! ¡Hasta aquí llega su humildad! Él no está lejos de nosotros. Anda con nosotros y nos da su Espíritu Santo. Si vamos con fe a la Penitencia y a la Eucaristía, seremos sus amigos, como Jesús que continúa pasando hoy en el mundo haciendo el bien, seremos en el mundo sembradores de paz y de alegría. En estos 40 días en los que Jesús se aparece hasta que sube al cielo y nos deja con el Espíritu  Santo, que es Dios con nosotros, lo vemos hoy como buen pastor, que da vida: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».

   La figura del pastor se convirtió muy pronto —está documentado ya desde el siglo III— en una imagen característica del cristianismo primitivo. Existía ya la figura bucólica del pastor que carga con la oveja y que, en la ajetreada sociedad urbana, representaba y era estimada como el sueño de una vida tranquila. Pero el cristianismo interpretó enseguida la figura de un modo nuevo basándose en la Escritura…

   Me viene a la cabeza la historia de aquel que cuando murió fue al cielo. Le dijo Jesús "ahora te enseñaré el camino de tu vida" y trayéndolo a una playa donde había dos hileras de huellas le dijo: -"¿De quiénes son?" -"No sé", respondió. "-Pues mira –le dijo Jesús- estas huellas son tuyas, que ibas por el camino de la vida, y estas otras al lado son mías, que estaba siempre a tu lado, aunque muchas veces no me veías". "-Es verdad, le dijo esta persona- y a veces no es que no te viera, es que no quería verte". Y más adelante se veía sólo una hilera de pisadas. "-¿De quién son?" le preguntó Jesús. -"Este debía de ser yo que me iba por mi cuenta y te dejaba solo", dijo pensando que ya sabía de qué iba la cosa. -"No"-respondió Jesús-, "estas no soy tuyas, son mías, es cuando tú ya no podías más, y yo te cogía en brazos, te llevaba a cuestas…"

Llucià Pou Sabaté

 

SÁBADO DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: el ApóstolPedro, vicario de Jesús, está asistido por el Espíritu Santo a lo largo deltiempo, y es portavoz de la fe de la Iglesia.

SÁBADO DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: el Apóstol Pedro, vicario de Jesús, está asistido por el Espíritu Santo a lo largo del tiempo, y es portavoz de la fe de la Iglesia.

 

A. Lecturas:

   1: Hechos 9,31-42: Entonces por toda Judea, Galilea y Samaria la iglesia tenía paz. Iba edificándose y vivía en el temor del Señor, y con el consuelo del Espíritu Santo se multiplicaba. 32 Aconteció que mientras Pedro recorría por todas partes, fue también a visitar a los santos que habitaban en Lida. 33 Allí encontró a cierto hombre llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años, pues era paralítico. 34 Pedro le dijo: "Eneas, ¡Jesucristo te sana! Levántate y arregla tu cama." De inmediato se levantó, 35 y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor.

   36 Entonces había en Jope cierta discípula llamada Tabita, que traducido es Dorcas. Ella estaba llena de buenas obras y de actos de misericordia que hacía. 37 Aconteció en aquellos días que ella se enfermó y murió. Después de lavarla, la pusieron en una sala del piso superior. 38 Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres para que le rogaran: "No tardes en venir hasta nosotros."

   39 Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó, le llevaron a la sala y le rodearon todas las viudas, llorando y mostrándole las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. 40 Después de sacar fuera a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y vuelto hacia el cuerpo, dijo: "¡Tabita, levántate!" Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se sentó. 41 El le dio la mano y la levantó. Entonces llamó a los santos y a las viudas, y la presentó viva.

   42 Esto fue conocido en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro se quedó muchos días en Jope, en casa de un tal Simón, curtidor.

   2. Salmo 116/115, 12-17: ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? 12 ¿Qué daré a Yahvé por todas sus bendiciones para conmigo? 13 Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre de Yahvé. 14 Cumpliré mis votos a Yahvé delante de todo su pueblo. 15 Estimada es en los ojos de Yahvé la muerte de sus fieles. 16 Escúchame, oh Yahvé, porque yo soy tu siervo; soy tu siervo, hijo de tu sierva. Tú rompiste mis cadenas. 17 Te ofreceré sacrificio de acción de gracias e invocaré el nombre de Yahvé.

   3. Juan 6, 61-69: «Jesús, conociendo en su interior que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? ¿Pues y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es el que da la vida, la carne de nada sirve: las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Sin embargo, hay algunos de vosotros que no creen. En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que le iba a entrega. Y decía: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí si no le fuera dado por el Padre. Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él. Entonces Jesús dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios.»

 

B. Comentario:

 

   1. En la historia de la primera comunidad de Jerusalén llegamos ahora a una época de paz. Vemos -Hechos (9,31-42)- la acción del Espíritu Santo: "Iba edificándose y vivía en el temor del Señor, y con el consuelo del Espíritu Santo se multiplicaba".

   Pedro, sale de Jerusalén y hace un recorrido por las comunidades cristianas, a modo de visita pastoral, para reanimarlas en su fe. Su presencia va acompañada por hechos milagrosos. La fuerza curativa de Jesús se ha comunicado ahora a su Iglesia, en la persona de Pedro, que explícitamente invoca a Jesús: "Allí encontró a cierto hombre llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años, pues era paralítico. Pedro le dijo: "Eneas, ¡Jesucristo te sana! Levántate y arregla tu cama." De inmediato se levantó, y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor".

   "Entonces había en Jope cierta discípula llamada Tabita, que traducido es Dorcas. Ella estaba llena de buenas obras y de actos de misericordia que hacía". Se enfermó y murió, y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres para que le rogaran: "No tardes en venir hasta nosotros." Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Pedro, como Jesús, mandó sacar fuera a todos, "se puso de rodillas y oró; y vuelto hacia el cuerpo, dijo: "¡Tabita, levántate!" Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se sentó. Él le dio la mano y la levantó. Entonces llamó a los santos y a las viudas, y la presentó viva". Antes de resucitar a la muchacha, se arrodilla y reza. Todo lo hace «en el nombre de Jesús». El milagro está en función de la fe. Y la fe se propaga. Como Pedro en su tiempo, deberíamos ser cada uno de nosotros «buenos conductores» de la salud y de la vida del Resucitado.

   2. Con su resurrección Cristo ha vencido a la muerte. Las cadenas que nos ataban han quedado definitivamente rotas. Jesús nos ha salvado ¿Cómo pagar tan inmenso bien? La Santa Misa es la acción de gracias más agradable al Padre. Con el Salmo decimos: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre" (116/115,12-17), alusión a la libación ritual, quizá, de vino y aceite, copa derramada en acción de gracias por haber sido librado de la muerte: "¿Quién te dio la copa de salvación, de suerte que, tomándola e invocando el nombre del Señor, le retribuyas por todo lo que a ti te retribuyo? Quien sino Aquel que dice: '¿podéis beber el cáliz que yo he de beber? ¿Quién te otorgó imitar sus padecimientos sino Aquel que primeramente padeció por ti? Por tanto, preciosa es delante del Señor la muerte de sus santos. La compró con su sangre, que primeramente derramó por la salud de sus siervos, para que sus siervos no dudasen en derramarla por el Nombre del Señor" (S. Agustín).

   Sigue la oración: "Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor». El sacrificio de acción de gracias tenía lugar en el Templo (donde habitaba el Señor): esas palabras eran citadas en la antigua liturgia romana antes de la comunión (la mejor manera de pagar la deuda es unirse al sacrificio de Jesús), y es un salmo que se usa con frecuencia para preparar el sacrificio de la Misa y lo proclama la liturgia en la fiesta del Corpus y el Jueves santo (Archidiócesis de Madrid).

   3. El Evangelio de hoy muestra el escándalo y rechazo de la gran mayoría ante las palabras de Jesús: ¡es la crisis! Hasta aquí las muchedumbres le han seguido y buscado: -Muchos de sus discípulos gritaron: "¡Duras son estas palabras! ¿Quién puede escucharlas? ¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne?": Lejos de retirar sus afirmaciones o de explicarlas simbólicamente, Jesús las subrayará: -"¿Esto os escandaliza? Pues, ¿qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde antes estaba?...  El Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen". Pues desde el principio Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién le había de entregar, y decía: -Por esta razón os he dicho que nadie puede venir a mí, a menos que le haya sido concedido por el Padre.

   Desde entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con Él. Entonces Jesús dijo a los doce: -¿Queréis acaso iros vosotros también?" "Yo no os retengo..." parece decir. Sois libres. En el conflicto actual entre muchos jóvenes y sus padres, cara a la eucaristía, recordemos ese gran misterio. Podemos decirle nosotros con san Pedro que no queremos dejarle: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna". Estar sin Jesús es un infierno insoportable, y estar con Jesús es un dulce paraíso (Kempis). "Se quedaron porque el Maestro tenía palabras de vida eterna, palabras que, mientras prometían la eternidad, daban pleno sentido a la vida" (Juan Pablo II).

   Hay momentos difíciles en la vida, y cuesta vivir en consciencia, pero «la suerte futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar» (Gaudium et spes).

   Jesús nos da su vida en forma de comida, para que tomemos fuerza con ese alimento.

Llucià Pou Sabaté

jueves, 18 de abril de 2024

VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: la vida de Jesús se nos transmite por la fe y la Eucaristía, y nos da una experiencia de Vida que podemos comunicar a otros.

VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: la vida de Jesús se nos transmite por la fe y la Eucaristía, y nos da una experiencia de Vida que podemos comunicar a otros.

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 9,1-20: 1 Saulo, por su parte, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, con el fin de que si encontraba algunos que siguieran este camino, hombres o mujeres, pudiera llevarlos presos a Jerusalén. 3 En el camino, cerca ya de Damasco, de repente le envolvió un resplandor del cielo; 4 cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». 5 Él preguntó: «¿Quién eres, Señor?». Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 6 Levántate y entra en la ciudad; allí te dirán lo que debes hacer». 7 Los que lo acompañaban se quedaron atónitos, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. 8 Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada; lo llevaron de la mano a Damasco, 9 donde estuvo tres días sin ver y sin comer ni beber. 10 Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor llamó en una visión: «¡Ananías!». Y él respondió: «Aquí estoy, Señor». 11 El Señor le dijo: «Vete rápidamente a la casa de Judas, en la calle Recta, y pregunta por un tal Saulo de Tarso, que está allí en oración 12 y ha tenido una visión: un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista». 13 Ananías respondió: «Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y decir todo el mal que ha hecho a tus fieles en Jerusalén. 14 Y está aquí con plenos poderes de los sumos sacerdotes para prender a todos los que te invocan». 15 El Señor le dijo: «Anda, que éste es un instrumento que he elegido yo para llevar mi nombre a los paganos, a los reyes y a los israelitas. 16 Yo le mostraré cuánto debe padecer por mí». 17 Ananías partió inmediatamente y entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saulo, hermano mío, vengo de parte de Jesús, el Señor, el que se te apareció en el camino por el que venías, para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo». 18 En el acto se le cayeron de los ojos como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. 19 Comió y recobró fuerzas. Y se quedó unos días con los discípulos que había en Damasco. 20 Y en seguida se puso a predicar en las sinagogas proclamando que Jesús es el Hijo de Dios.

    2. Salmo Responsorial 117,1-2: 1 ¡Aleluya! Alabad al Señor, todos los pueblos, aclamadlo, todas las naciones, 2 pues su amor por nosotros es muy grande y su lealtad dura por siempre.

   3. Juan 6, 52-60: «Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mi y yo en él. Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquél que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del Cielo, no como el que comieron los padres y murieron: quien come este pan vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Cafarnaún. Entonces, oyéndole muchos de sus discípulos, dijeron: Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla?».

 

B. Comentario:

   1. La conversión de Pablo se cuenta 4 veces en el Nuevo Testamento, impresiona que el perseguidor pase a ser el apóstol más audaz: "Yendo de camino y cerca ya de Damasco, de repente le rodeó la claridad de una luz venida del cielo" (Hechos 9,1-20). La capital de Siria estaba a 230-250 km de distancia. Hay una persecución, como hoy, quizá por ideas equivocadas, por miserias y resentimientos… En nuestro camino, podemos ir contra Jesús, sin verle, sin ver la luz del mundo. ¡Señor, transfórmanos! ¡Señor, mira los países perseguidos! ¡Señor, cambia nuestros corazones! Señor, ayúdanos a ver cómo tu designio puede ir progresando misteriosamente en todas las situaciones aparentemente opuestas al evangelio.

   Cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie… Saulo está a punto de sufrir una transformación, y tendrá que pasar por la soledad que pasó Jesús en la Pasión. Todos buscan a Jesús, se preguntan: ¿Qué hago con la vida?; ¿de dónde vengo…? ¿A dónde voy? ¿Me salvaré? "Ecce homo", hemos leído en la Pasión: "¡he aquí al hombre!" Jesús es el modelo de persona: Cristo revela el hombre al hombre y le manifiesta la grandeza de su vocación (Gaudium et spes), en su caminar terreno decían de él: "porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos"; y resucitado también. La humanidad de Cristo sigue viva, en la Iglesia, por eso entiende Pablo que perseguir a los cristianos es perseguir a Jesús, que Jesús está presente en los cristianos, en la Iglesia: estar en ella es estar con Jesús, en ella encontramos a Jesús. Quienes desprecian la Iglesia como Saulo reciben estas palabras: "yo soy Jesús, a quien tú persigues". "No dice –S. Beda- ¿por qué persigues a mis miembros? Sino: ¿por qué me persigues? Porque Él todavía padece afrentas en su Cuerpo, que es la iglesia", perseguir a la Iglesia es perseguir a Jesús. Tener atenciones con una persona, como darle un vaso de agua, es ayudar a Jesús. Y así cuando llevamos a una persona a una charla de formación, a visitar el Sagrario, a rezar el Rosario o asistir a un retiro, cuando rezamos juntos: por la piedad, Dios dice de cada uno (imagen de su Hijo): "este es mi hijo amado, escuchadle". Saulo creía perseguir a discípulos, hombres y mujeres. Encuentra a «Jesús». Es sorprendido por Cristo viviente, resucitado, presente en sus discípulos. «Lo que hiciereis al más pequeño de los míos, había dicho, me lo habréis hecho a mí.» Pablo encuentra a Jesús, en esos hombres y esas mujeres a quienes está persiguiendo: "¿por qué «me» persigues?" Desde el primer día de su encuentro con Jesús, se encuentra con el Cuerpo total de Jesús: los cristianos son el Cuerpo de Cristo, como dirá más tarde a los Romanos (12,5): «Vosotros sois el Cuerpo de Cristo... miembros de su Cuerpo...». Al comer el «Cuerpo de Cristo» en la eucaristía, los cristianos pasan a ser «cuerpo de Cristo». Gran responsabilidad la nuestra: en nosotros hacemos visible a Cristo, somos el cuerpo de Cristo... Ayúdame, Señor, a sacar las consecuencias concretas de este descubrimiento.

   Sigue Jesús diciendo a Pablo: -"Levántate y entra en la ciudad; allí te dirán lo que debes hacer». Los que lo acompañaban se quedaron atónitos, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada; lo llevaron de la mano a Damasco, donde estuvo tres días sin ver y sin comer ni beber". Bernardino Herrando dice: "La conversión es mucho más que un arrepentimiento o un clara conciencia de un mal hecho. La conversión es emprender un nuevo camino bajo la misericordia de Dios. Y sin dejar de ser uno mismo. Convertirse no es haber sido impetuoso y ser ahora una malva. Es ser ahora impetuoso bajo la misericordia de Dios. Por fortuna, San Pablo se convirtió de verdad; es decir, siguió siendo él mismo. Cambió de camino, pero no de alma". A San Pablo un día Dios le tiró (los pintores lo ponen cayendo del caballo) y le explicó que la violencia que tenía era agua desbocada. Pero no hizo de él alguien sin carácter. Siguió como era, pero había encontrado la Verdad. Se ató porque quiso al amor de Jesús.

   Muchas veces nos ayuda una persona en el momento oportuno, y aquí Dios le manda un encargo a un hombre fiel. El Señor le dijo: «Anda, que éste es un instrumento que he elegido yo para llevar mi nombre a los paganos, a los reyes y a los israelitas. Yo le mostraré cuánto debe padecer por mí». Ananías partió inmediatamente y entró en la casa, le impuso las manos y bajó el Espíritu sobre él. En el acto se le cayeron de los ojos como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado. Comió y recobró fuerzas. Y se quedó unos días con los discípulos que había en Damasco. Y en seguida se puso a predicar en las sinagogas proclamando que Jesús es el Hijo de Dios".

   2. El Salmo (117,1-2) canta con alegría: "¡Aleluya! Alabad al Señor, todos los pueblos, aclamadlo, todas las naciones, pues su amor por nosotros es muy grande y su lealtad dura por siempre". Alegría porque Dios quiere que todos los hombres se salven.

   3. El Evangelio (Jn 6,52-59) llega al centro del discurso eucarístico, lo leemos ahora porque la Eucaristía es el regalo pascual con el Espíritu Santo, así se ilumina el misterio de la Última Cena; ya les había explicado muchas cosas en este discurso: "Los judíos discutían entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros". Juan Pablo II escribió: «la Eucaristía es un don demasiado grande para admitir ambigüedades y reducciones». El Señor insiste: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida". Jesús, ayúdame a entenderte cuando no nos dices que el que come tu carne "tendrá" la vida eterna en el cielo, sino "tiene ya" la vida eterna. Ayúdame a entenderte para ver que la Eucaristía es tomar la fuerza de Dios, comer la carne del Hijo del hombre y beber su sangre; si no se comulga no se puede tener vida; y esta vida es la vida eterna y es la condición para la resurrección.

   "El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre que me ha enviado vive y yo vivo por el Padre, así el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el que comieron los padres, y murieron. El que come este pan vivirá eternamente»". Jesús dirá más tarde: «Vivamente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer», y es que llevaba mucho tiempo con ese deseo. De amor serán también la "ternura" que tengamos hacia la Eucaristía: genuflexiones pausadas y bien hechas, incremento del número de comuniones espirituales... Y, a partir de la Eucaristía, los hombres nos aparecerán sagrados, tal como son. Y les serviremos con una renovada ternura (Juan Pablo II).

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 17 de abril de 2024

JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: Jesús, pan de Vida, nos enseña el sentido del sufrimiento, y nos estimula a preocuparnos de los demás

JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: Jesús, pan de Vida, nos enseña el sentido del sufrimiento, y nos estimula a preocuparnos de los demás

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 8,26-40: 26 El ángel del Señor dijo a Felipe: «Ponte en marcha hacia el sur, por el camino que va de Jerusalén a Gaza a través del desierto». 27 Y se puso en marcha. En esto un etíope eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía, administrador de todos sus bienes, que había venido a Jerusalén, 28 regresaba y, sentado en su carro, leía al profeta Isaías. 29 El Espíritu dijo a Felipe: «Avanza y acércate a ese carro». 30 Felipe corrió, oyó que leía al profeta Isaías y dijo: «¿Entiendes lo que estás leyendo?». 31 Él respondió: «¿Cómo lo voy a entender si alguien no me lo explica?». Y rogó a Felipe que subiera y se sentara con él. 32 El pasaje de la Escritura que leía era éste: "Como cordero llevado al matadero, como ante sus esquiladores una oveja muda y sin abrir la boca. 33 Por ser pobre, no le hicieron justicia. Nadie podrá hablar de su descendencia, pues fue arrancado de la tierra de los vivos". 34 El eunuco dijo a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta? ¿De él o de otro?». 35 Felipe tomó la palabra y, comenzando por este pasaje de la Escritura, le anunció la buena nueva de Jesús. 36 Continuaron su camino y llegaron a un lugar donde había agua; el eunuco dijo: «Mira, aquí hay agua; ¿qué impide que me bautice?». 38 Y mandó detener el carro. Bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. 39 Al salir del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco ya no lo vio más, y continuó su camino muy contento. 40 Felipe se encontró con que estaba en Azoto, y fue evangelizando todas las ciudades hasta llegar a Cesarea.

   2. Salmo 66/65,8-9.16-17.20: 8 Pueblos, bendecid a nuestro Dios, proclamad a plena voz sus alabanzas; 9 él nos conserva la vida y no permite que tropiecen nuestros pies. 16 Fieles del Señor, venid a escuchar, os contaré lo que él hizo por mí. 17 Mi boca lo llamó y mi lengua lo ensalzó. 20 Bendito sea Dios, que no ha rechazado mi plegaria ni me ha retirado su misericordia.

   3. Juan 6,44-52: "Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino aquél que procede de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo que el que cree tiene vida eterna.

   Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que baja del Cielo para que si alguien come de él no muera. Yo soy el pan vivo que he bajado del Cielo. Si alguno come de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

   Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».

 

B. Comentario:

    1. Los Hechos (8,26-40) nos muestra hoy a Felipe, que un ángel le dice: «Ponte en marcha hacia el sur, por el camino que va de Jerusalén a Gaza a través del desierto». El evangelio, en los caminos… Por la calle que va de «mi» casa a la casa de los demás. Y sigue el texto: "allí ve a un etíope eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía, administrador de todos sus bienes, que había venido a Jerusalén, que regresaba y, sentado en su carro, leía al profeta Isaías". (Etiopía es el reino de Nubia, entonces su capital era Meroe, y se extendía al sur de Egipto más allá de Asuán, actualmente parte del Sudán, y Candace no era una persona real sino la dinastía de las reinas -entonces el país era gobernado por mujeres. Eunuco era en general un empleado de la corte, quizá ministro del tesoro).

   "El Espíritu dijo a Felipe: «Avanza y acércate a ese carro». Felipe corrió, oyó que leía al profeta Isaías y dijo: «¿Entiendes lo que estás leyendo?». Él respondió: «¿Cómo lo voy a entender si alguien no me lo explica?». Y rogó a Felipe que subiera y se sentara con él". (Felipe iría en mula, la ataría al carruaje del ministro y subiría a leerle el pasaje que no entiende, el poema del Siervo que hemos meditado durante la semana santa. Y se sorprende de que el «justo» sea conducido al matadero como un cordero mudo, de que la vida del "justo" sea humillada y de que se termine en el fracaso. El sufrimiento... la muerte de los inocentes... ¡Gran pregunta!).

   A veces la vida nos deja tristes y desconcertados, con una visión pesimista de la condición humana. Hay presiones, surge un sentimiento de insatisfacción, nos falta aire... Me acordaba de la historia de una chica joven, que desconsolada cuenta a su madre lo mal que le va todo: "-los estudios, un desastre; con el marido, la cosa no va bien, el examen de conducir suspendido"… Su madre, de pronto, le dice: "-vamos a hacer un pastel". La hija, desconcertada por esta salida ilógica, le ayuda entre sollozos. La madre le pone delante harina, y le dice: "-come". Ella contesta asombrada: "-¡si es incomible!" Luego le pone unos huevos, y vuelve a decirle: "-come", y la hija: "-¡si ya sabes que los huevos crudos me dan asco!" Y luego un limón, y otros ingredientes…, y la hija que insiste en que eran cosas muy malas para comer. La madre lo revuelve todo bien amasado, luego lo pasa por el horno, y queda un pastel que dice "cómeme" de sabroso que está. La madre le dice a su hija la moraleja: "-Tantas cosas de la vida son impotables, no nos gustan, son malas. Decimos: ¡vaya pastel! Y muchas veces nos preguntamos por qué Dios permite que pasemos por momentos y circunstancias tan malos, y trabaja estos ingredientes malos, los revuelve bien, de la misma manera que hemos hecho ahora... dejando que Él amase todo esto, bien cocinado, saldrá un pastel pero no malo sino delicioso… Solamente hemos de confiar en Él, y llegará el momento en el que ¡las cosas malas que nos pasan se convertirán en algo maravilloso! Lo mejor siempre está por llegar.

   El tiempo nos da muchas respuestas, vemos que el dolor ennoblece a las personas y las sensibiliza, las hace solidarias, al punto de olvidar su propio dolor y conmoverse por el ajeno... Aprendemos a valorar las cosas importantes que están cercanas, y no desear lo que está lejano… El silencio de Dios ante tanto mal es un silencio que habla en todas las páginas de la Escritura Santa, de la fe de la Iglesia, que habla en Jesús colgado en la Cruz, que sufre callando, que sintió "eso" en su vida, y murió para con su dolor dar sentido al nuestro. Este Dios vivo nos deja rastros a su paso por la historia, como los montañeros que dejan marcas en el camino por donde pasan, hay unos mensajes que nos llegan como en una botella a la playa, en medio del mar de dolor, mensajes que se pueden oír en cierta forma, cuando tenemos el oído y corazón preparado. Son pistas que nos hablan de confiar, de amar, de que ante nosotros se abren dos puertas, la del absurdo (el sin-sentido) y la del misterio (la fe): abandonarnos en las manos de Dios es el camino que da paz, aunque no está exento de dolor, pero éste adquiere un sentido.

   Y sobre todo es Jesús en la Cruz que en tres horas de agonía nos muestra un libro abierto, hasta exclamar aquel "¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?" Él, sin perder la conciencia de que aquello acabaría en la muerte, cuando se siente abandonado incluso por Dios, se abandona totalmente en los brazos de Dios, y se produce el milagro: pudo proclamar aquel grito desgarrador por el que decretó que "todo está consumado"; así, con la entrega de su vida la muerte ha sido vencida, ya no es una puerta a la desesperación sino hacia el amor del cielo, la agonía se convirtió en victoria y podemos unirnos, por el sufrimiento, al suyo y a su Vida. Es ya un canto a la esperanza, a la resurrección, pues el dolor no se convierte en el ladrón que nos roba los placeres que hay en la vida, sino un camino que nos habla de que la muerte es la puerta abierta para el gozo sin fin que es el cielo. Jesús nos salva en la Pascua, pero sobretodo demuestra su amor en el sufrimiento llevado hasta la muerte, que es lo que tiene mérito: resucitar no tiene tanto mérito como dar la vida, esto sí cuesta, y es lo que hace Jesús por nosotros, para darnos la Vida.

   -"Felipe tomó entonces la palabra, y, partiendo de ese texto bíblico, le anunció la Buena Nueva de Jesús". Pues «¡Era necesario que Cristo sufriera para entrar en su gloria!»

   "El pasaje de la Escritura que leía era éste: "Como cordero llevado al matadero, como ante sus esquiladores una oveja muda y sin abrir la boca. Por ser pobre, no le hicieron justicia. Nadie podrá hablar de su descendencia, pues fue arrancado de la tierra de los vivos". El eunuco dijo a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta? ¿De él o de otro?». Felipe tomó la palabra y, comenzando por este pasaje de la Escritura, le anunció la buena nueva de Jesús. Continuaron su camino y llegaron a un lugar donde había agua; el eunuco dijo: «Mira, aquí hay agua; ¿qué impide que me bautice?».

   Era rico, pero busca otra cosa, y recibe ese don, "siente que es una buena noticia, siente alegría", hasta el punto de que se hace bautizar en el primer lugar donde encuentra agua, señala Francisco, que sigue diciendo: "El que cree tiene vida eterna, tiene vida. Pero la fe es un don, es el Padre quien nos la da. Nosotros debemos continuar por este camino. Si vamos por esta vía nos sucederá lo mismo que a este funcionario; incluso si vamos con nuestras cosas, porque todos somos pecadores, y tenemos siempre cosas que no están bien, pero el Señor nos perdona si le pedimos perdón y seguimos andando hacia delante siempre, sin desanimarnos". Nos sucederá lo que los Hechos de los Apóstoles narran de aquel funcionario después de que descubriera la fe: "Y lleno de alegría proseguía su camino".

   "Es la alegría de la fe, la alegría de haber encontrado a Jesús, la alegría que sólo nos da Jesús, la alegría que da paz: no es la paz que da el mundo, sino la que da Jesús. Esta es nuestra fe. Pidamos al Señor que nos haga crecer en esta fe, esta fe que nos hace fuertes, nos hace alegres, esta fe que comienza siempre con el encuentro con Jesús y prosigue siempre en la vida con los pequeños encuentros cotidianos con Jesús".

   Y mandó detener el carro. Bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Al salir del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco ya no lo vio más, y continuó su camino muy contento. Felipe se encontró con que estaba en Azoto, y fue evangelizando todas las ciudades hasta llegar a Cesarea".

   -"Y el Etiope siguió gozoso su camino". Jesucristo está presente en todos nuestros caminos, pero está «velado». Está en todas nuestras casas, en todos nuestros ambientes de trabajo... ¡portador de alegría! (Noel Quesson).

   2. Es lo que canta el Salmo: "bendecid a nuestro Dios, proclamad a plena voz sus alabanzas… no ha rechazado mi plegaria ni me ha retirado su misericordia". En la Colecta proclamamos esa gratitud y alabanza: «Dios Todopoderoso y eterno, que en estos días de Pascua nos has revelado claramente tu amor y nos has permitido conocerlo con más profundidad; concede a quienes has librado de las tinieblas del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad».

   3. Seguimos con la fe, y ya anuncia Jesús la Eucaristía, el pan que nos dará. San Agustín enseña: «El maná era signo de  este pan, como  lo era también el altar del Señor. Ambas cosas eran signos sacramentales: como signos son distintos, más en la realidad  hay identidad... Pan vivo, porque desciende del cielo. El maná también descendió del cielo; pero el maná era sombra, éste la verdad... ¡Oh qué misterio de amor, y qué símbolo de la unidad y qué vínculo de la caridad! Quien quiere vivir sabe dónde está su vida y sabe de dónde le viene la vida. Que se acerque y que crea, y que se incorpore a este cuerpo, para que tenga participación de su vida...». Así dice el Evangelio (Jn 6,44-51): "nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae, y yo lo resucitaré en el último día". Ir a Jesús, encontrar a Jesús, conocer a Jesús, es un don que Dios nos da.

   "Está escrito en los profetas: Todos serán enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y acepta su enseñanza viene a mí. Esto no quiere decir que alguien haya visto al Padre. Sólo ha visto al Padre el que procede de Dios. Os aseguro que el que cree tiene vida eterna". No dice "tendrá", sino "tiene", pues la fe nos da ya lo que esperamos… un modo de vivir nuevo. San Ambrosio dirá: «Cosa grande, ciertamente, y de digna veneración, que lloviera sobre los judíos maná del cielo. Pero, presta atención. ¿Qué es más: el maná del cielo o el Cuerpo de Cristo? Ciertamente que el Cuerpo de Cristo, que es el Creador del cielo. Además, el que comió el maná, murió; pero el que comiere el Cuerpo recibirá el perdón de sus pecados y no morirá  para siempre. Luego, no en vano dices tú "Amén", confesando ya en espíritu que recibes el Cuerpo de Cristo... Lo que confiesa la lengua, sosténgalo el afecto».

   "El que cree tiene vida eterna": "Dios no es una presencia impalpable, un «dios-espray», una esencia nebulizada que se expande a nuestro alrededor sin que sepamos bien qué es. Dios es una Persona concreta, un Padre. Por tanto, la fe en Él nace de un encuentro vivo del que tenemos una experiencia tangible. Este pasaje, dijo Francisco, nos da la oportunidad de hacer un examen de conciencia: mucha gente dice que en el fondo cree en Dios. "Pero ¿en qué Dios crees tú?". Tantas personas tienen ideas poco claras sobre Dios, que es así "un 'dios difuso', un 'dios-espray', que está un poco por todas partes pero no se sabe bien qué es". En cambio, los católicos "creemos en Personas, y cuando hablamos con Dios, hablamos con Personas: o hablo con el Padre, o hablo con el Hijo, o hablo con el Espíritu Santo. Esta es la fe".

   Sigue Jesús: "Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Éste es el pan que baja del cielo; el que come de él no muere. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Queremos ser testimonios de la Verdad, como pedimos en el Ofertorio: «¡Oh Dios! que por el admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu divinidad; concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos». Dirá San Ignacio de Antioquía: «Partimos un mismo pan, que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo».

Llucià Pou Sabaté

 

martes, 16 de abril de 2024

MIÉRCOLES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: Jesús es Pan de vida y auténtica libertad, el árbol de la vida eterna

MIÉRCOLES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: Jesús es Pan de vida y auténtica libertad, el árbol de la vida eterna

 

A. Lecturas

1. Hechos 8, 1-8: "Y Saulo consentía en su muerte.

   En aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria, con excepción de los apóstoles.

   2 Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban, e hicieron gran lamentación por él. 3 Entonces Saulo asolaba a la iglesia. Entrando de casa en casa, arrastraba tanto a hombres como a mujeres y los entregaba a la cárcel. 4 Entonces, los que fueron esparcidos anduvieron anunciando la palabra. 5 Y Felipe descendió a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. 6 Cuando la gente oía y veía las señales que hacía, escuchaba atentamente y de común acuerdo lo que Felipe decía. 7 Porque de muchas personas salían espíritus inmundos, dando grandes gritos, y muchos paralíticos y cojos eran sanados; 8 de modo que había gran regocijo en aquella ciudad.

   2. Salmo: 65, 1-3a.4-5.6-7a: 1 Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. 2 Cantad la gloria de su nombre; Poned gloria en su alabanza. 3 Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus obras! 4 Toda la tierra te adorará, Y cantará a ti; Cantarán a tu nombre. 5 Venid, y ved las obras de Dios, Temible en hechos sobre los hijos de los hombres. 6 Volvió el mar en seco; Por el río pasaron a pie; Allí en él nos alegramos. 7 El señorea con su poder para siempre; Sus ojos atalayan sobre las naciones;

   3. Juan 6, 35-40: «Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mino tendrá nunca sed. Pero os lo he dicho: me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que viene a mino lo echaré fuera, porque he bajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de Aquél que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que Él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. Esta es, pues, la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.».

 

B. Comentario:

   1. Los Hechos (8,1-8) siguen narrando el final del martirio de Esteban y la persecución que hubo después.

   En medio de esas penas, fue comienzo de la gran «expansión» misionera del evangelio. Cuando parece que todo se pierde, que la Iglesia será exterminada, entonces en la más negra noche amanece Dios… así pasará con Saulo, que se levantará luego como san Pablo y Apóstol de las gentes. Aparecen los mártires de la fe. Siguen existiendo hoy, como columnas que invitan a dar la vida por la Vida. Porque, si la vida es lo más importante, hay algo más importante aún: la Vida eterna. Juan Pablo II se muestra convencido de ello cuando, en el año del Gran Jubileo, decía en su discurso en el Coliseo durante la conmemoración de los mártires del siglo XX: «Permanezca viva, en el siglo y el milenio que acaban de comenzar, la memoria de estos nuestros hermanos y hermanas. Es más, ¡que crezca! ¡Que se transmita de generación en generación, para que de ella brote una profunda renovación cristiana!». Los mártires son semilla de nuevos cristianos. El milagro de Pentecostés sigue haciéndose, la siembra divina continúa… Señala san León Magno: «La religión, fundada por el misterio de la Cruz de Cristo, no puede ser destruida por ningún género de maldad. No se disminuye la Iglesia por las persecuciones, antes al contrario, se aumenta. El campo del Señor se viste entonces con una cosecha más rica. Cuando los granos que caen mueren, nacen multiplicados».

   2. El Salmo (65,1-3a.4-5.6-7a) convoca a todos los pueblos a alabar a Dios; llegará el día en que todos los países de la tierra alabarán al Dios verdadero.

   3. El Evangelio (Juan 6,35-40) comienza el «discurso del Pan de la vida» con la fe en Él («yo soy el Pan de vida») y en la promesa de la Eucaristía («yo daré el Pan de vida»). Hoy comenzamos con la fe («el que viene a mí», «el que cree en mí», «el que ve al Hijo y cree en Él»). "La presentación de Jesús por parte del evangelista también nos está diciendo a nosotros que necesitamos la fe como preparación a la Eucaristía. Somos invitados a creer en Él, antes de comerle sacramentalmente" (J. Aldazábal).

   El árbol de la vida da sus frutos, que pueden tomarse inútilmente para hacerse como Dios. Volvemos al jardín del Edén de donde fuimos expulsados, para gustar del fruto del árbol: la cruz es el nuevo árbol de la vida en el que todo hombre puede encontrar su nacimiento, en la fe en ese Jesús que tiene sus brazos abiertos a todos, porque el amor de Dios es para todos.  El grano de trigo ha muerto en el surco del Gólgota, para nacer resucitado: "Si el grano no muere, no puede dar fruto" (Jn 12,24).

   Ante las palabras de la zarza ardiente: "Yo soy el que soy", Jesús dirá: "Yo soy el Pan de vida". Yo soy la Luz del mundo. Yo soy la Puerta de las ovejas. Yo soy el Buen Pastor. Yo soy la Resurrección y la Vida. Yo soy la verdadera Viña. "Yo soy el Pan." El "Emmanuel" es ese Dios que "es" y que "vendrá", que "ya ha venido": "Yo soy con vosotros", como decimos en la Misa: "y con tu espíritu", siempre con el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús. El trigo molido de Esteban y los primeros cristianos, son grano de trigo que al morir dan vida a muchos. Pedimos hoy al Padre: «Concédenos tener parte en la herencia eterna de tu Hijo resucitado» (oración).

   En el fondo, todo es cuestión de dejar actuar a Dios en nosotros, de buscar la voluntad divina, entregarnos, superando lo que me gusta, lo que me interesa, lo que «necesito». Esa será la máxima libertad: "Nos quedamos removidos, con una fuerte sacudida en el corazón, al escuchar atentamente aquel grito de San Pablo: ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación. Hoy, una vez más me lo propongo a mí, y os lo recuerdo también a vosotros y a la humanidad entera: ésta es la Voluntad de Dios, que seamos santos. Para pacificar las almas con auténtica paz, para transformar la tierra, para buscar en el mundo y a través de las cosas del mundo a Dios Señor Nuestro, resulta indispensable la santidad personal" (San Josemaría Escrivá). Jesús, Tú has venido a hacer la voluntad del Padre Celestial y me has dado ejemplo de obediencia hasta en los momentos más difíciles. Ahora me pides que siga ese ejemplo; que mi gran objetivo sea la fidelidad a esa voluntad de Dios para mí que se me va manifestando día a día: mi santidad personal. Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación.

   Pero, ¿cómo conocer la Voluntad de Dios? Lo primero es estar lo más unido posible a Él. ¿Cómo? Buscando unos momentos al día para tratarle, para pensar en Él, para pedirle cosas, para darle gracias. Así actuabas Tú, Jesús. Siempre encontrabas la forma de retirarte un poco de la muchedumbre para rezar. Rezar: éste es el gran secreto para unirse a Dios. La oración es fundamental en mi camino hacia la santidad.

   Y hay tres tipos de oración: la oración mental, que son estos minutos dedicados a hablar contigo; la oración vocal, que es rezar oraciones ya hechas, entre la que destaca el Rosario; y la oración habitual, que es hacerlo todo en presencia de Dios, convertirlo todo en oración: el estudio, el trabajo, el descanso, el deporte, la diversión, etc... Ayúdame a decir sinceramente cada día: hoy, una vez más, me propongo luchar por cumplir tu Voluntad, luchar por ser santo, luchar por convertir todo mi día en oración (Pablo Cardona), y así, como pedimos en la Postcomunión, «que la participación en los sacramentos de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente, y nos dé las alegrías eternas».

 

Llucià Pou Sabaté

lunes, 15 de abril de 2024

MARTES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: con la confianza puesta en el Señor, abandonamos en Él nuestro espíritu y todas nuestras cosas. La fe nos hace ver incluso en las contrariedades que todo será para bien

MARTES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: con la confianza puesta en el Señor, abandonamos en Él nuestro espíritu y todas nuestras cosas. La fe nos hace ver incluso en las contrariedades que todo será para bien

 

A. Lectura

   1. Hechos 7,51-60;8,1: 51 Hombres de cabeza dura e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como fueron vuestros padres, así sois también vosotros. 52 ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Mataron a los que predijeron la venida del Justo, del cual vosotros ahora sois los traidores y asesinos; 53 vosotros, que habéis recibido la ley por ministerio de los ángeles, y no la habéis guardado». 54 Al oír esto estallaban de rabia sus corazones, y rechinaban los dientes contra él. 55 Pero él, lleno del Espíritu Santo, con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios, 56 y dijo: «Veo los cielos abiertos y al hijo del hombre de pie a la derecha de Dios». 57 Ellos, lanzando grandes gritos, se taparon los oídos y se lanzaron todos a una sobre él; 58 lo llevaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos habían dejado sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo. 59 Mientras lo apedreaban, Esteban oró así: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». 60 Y puesto de rodillas, gritó con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Y diciendo esto, expiró. Saulo aprobaba este asesinato. 1 Aquel día se desencadenó una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén; y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría.

   2. Salmo Responsorial 31,3-4.6-8.17-21: 3 atiéndeme, ven corriendo a liberarme; sé tú mi roca de refugio, la fortaleza de mi salvación; 4 ya que eres tú mi roca y mi fortaleza, por el honor de tu nombre, condúceme tú y guíame; 6 En tus manos encomiendo mi espíritu; tú me rescatarás, Señor, Dios verdadero. 7 Aborrezco a los que adoran ídolos vanos, pero yo he puesto mi confianza en el Señor; 8 tu amor ser mi gozo y mi alegría, porque te has fijado en mi miseria y has comprendido la angustia de mi alma; 17 mira a tu siervo con ojos de bondad y sálvame por tu amor. 21 tú los guardas al amparo de tu rostro, lejos de las intrigas de los hombres; tú los cobijas en tu tienda lejos de las lenguas mordaces.

   3. Juan 6, 30-35: «Le dijeron: ¿Pues qué milagro haces tú, para que lo veamos y te creamos? ¿Qué obras realizas tú? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del Cielo. Les respondió Jesús: En verdad, en verdad os digo que no os dio Moisés el pan del Cielo, sino que mi Padre os da el verdadero pan del Cielo. Pues el pan de Dios es el que ha bajado del Cielo y da la vida al mundo. Ellos le dijeron: Señor, danos siempre de este pan. Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida; el que viene a mino tendrá hambre, y el que cree en mino tendrá nunca sed.» 

 

B. Comentario:

     1. En los Hechos (7,51-60; 8,1) sigue Esteban con su discurso, que le llevará al martirio, donde se ve su vida interior, espíritu contemplativo. Al oírlo, estallaban de rabia sus corazones, y rechinaban los dientes contra él. "Pero él, lleno del Espíritu Santo, con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios,  y dijo: «Veo los cielos abiertos y al hijo del hombre de pie a la derecha de Dios»". Es una proclamación de la estancia de Jesús vivo, resucitado, junto al Padre, intercediendo por nosotros. 

   Ellos le matan, mientras Estaban reza por ellos. La misma petición que su maestro Jesús, pide por los que le matan. «Es evidente que los que sufren por Cristo gozan de la gloria de toda la Trinidad. Esteban vio al Padre y a Jesús situado a su derecha, porque Jesús se aparece sólo a los suyos, como a los Apóstoles después de la resurrección. Mientras el Campeón de la fe permanecía sin ayuda en medio de los furiosos asesinos del Señor, llegado el momento de coronar al primer mártir, vio al Señor, que sostenía una corona en la mano derecha, como si se animara a vencer la muerte y para indicarle que Él asiste interiormente a los que van a morir por su causa. Revela, por tanto, lo que ve, es decir, los cielos abiertos, cerrados a Adán y vueltos a abrir solamente a Cristo en el Jordán, pero abiertos también después de la Cruz a todos los que conllevan el dolor de Cristo y en primer lugar a este hombre. Observad que Esteban revela el motivo de la iluminación de su rostro, pues estaba a punto de contemplar esta visión maravillosa. Por eso se mudó en la apariencia de un ángel, a fin de que su testimonio fuera más fidedigno» (San Efrén).

   ¿Miró Esteban a Saulo? ¿Fue su sacrificio semilla de la conversión? Sabemos que todo es para bien, pues Dios nos ama y no permitiría algo malo si no fuera porque de ahí saldrá una cosa buena. La fe nos ayuda a ver que todas las cosas de la tierra, incluso los problemas y las cosas malas, por culpa nuestra o sin ella, nos ayudan a una vida mejor, que todo será para bien. Tenemos idea de lo que es bueno y lo malo, pero no tenemos la perspectiva, visión de conjunto de la historia del mundo y cada uno de nosotros. Recuerdo la pregunta que nos hacíamos ante la desgracia de hace unos años en el desastre del tsunami oriental, y es aplicable a cualquier circunstancia histórica: "¿Dónde estaba Dios el día del tsunami?" ¿Por qué el mal? ¿Por qué el tsunami, tanta muerte y devastación? ¿Cómo es posible que Dios permita todo esto?, y si es bueno, ¿cómo cuida de los hombres? Si es Omnipotente ¿por qué no hace algo? Esta es la gran pregunta. Hay dos soluciones ante esta pregunta: o todo es absurdo o la vida es un misterio. Pero acogernos al misterio no significa dejar de pensar. No. También ahí se me presentan dos opciones: Dios es malo porque yo no entiendo como permitiría esto, o bien Dios es bueno y sabio, pero yo no entiendo de qué va la cosa. Es como aquella historia de un aprendiz de monje que al entrar en el convento le encargaron colaborar en tejer un tapiz. Al cabo de varios días, dijo de golpe: "no aguanto más, esto es insoportable, trabajar con un hilo amarillo tejiendo en una maraña de nudos, sin belleza alguna, ni ver nada. ¡Me voy!..." El maestro de novicios le dijo: "ten paciencia, porque ves las cosas por el lado que se trabaja, pero sólo se ve tu trabajo por el otro lado", y le llevó al otro lado de la gran estructura del andamio, y se quedó boquiabierto. Al mirar el tapiz contempló una escena bellísima: el nacimiento de Jesús, con la Virgen y el Santo Patriarca, con los pastores y los ángeles... y el hilo de oro que él había tejido, en una parte muy delicada del tapiz: la corona del niño Jesús. Y entendió que formamos parte de un designio divino, el tapiz de la historia, que se va tejiendo sin que veamos nunca por completo lo que significa lo que vemos, su lugar en el proyecto divino. No lo veremos totalmente hasta que pasemos al otro lado, cuando muramos a esta vida y pasemos a la otra.

   Jesús no vino a quitar el sufrimiento, sino a llenarlo de contenido, al dejarse clavar en la cruz. Y enseñó incluso que los que lloran son bienaventurados porque serán consolados (Mt 5,4). De manera que el mal es un problema difícil de resolver, pero ante él toda la tradición cristiana es una respuesta de afirmación de que donde la cabeza no entiende, el amor encuentra un sentido escondido cuando se ve con la fe  que Dios no quiere el mal, pero deja que los acontecimientos fluyan, procurando en su providencia que todo concurra hacia el bien: todo es para bien, para los que aman a Dios.

   2. El Salmo (31,3-4.6-8.17-21) muestra esa confianza en Dios, se aplica a Jesús en la cruz, y también Esteban usa esas palabras antes de entregar su espíritu: "Atiéndeme, ven corriendo a liberarme… yo he puesto mi confianza en el Señor". Nosotros podemos también recitarlo, ponernos en lugar de los mártires, de tantos que sufren, de nuestras oscuridades: ""Tú eres mi Dios". Tú eres el Creador; yo no soy sino un poquito de polvo en tus manos. Puedes configurarme a tu antojo o dejarme reducido a la nada. Y, con todo, eres mi Dios; sí, mío, yo te tengo, me perteneces. No me has creado para luego abandonarme, sino que te ocupas de mí. Es cierto que riges al mundo entero, pero él no te preocupa más que yo: "Tú eres mi Dios; mis días están en tus manos"" (Emiliana Löhr). En la Colecta pedimos: «Señor, tú que abres las puertas de tu reino a los que han renacido del agua y del Espíritu. Acrecienta la gracia que has dado a tus hijos, para que purificados del pecado alcancen todas tus promesas». 

   3. "Le replicaron: «¿Qué milagros haces tú para que los veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?". En el Evangelio (Jn 6,30-35) seguimos escuchando esa vida en Cristo, cuando le interrogan: "Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo»". Jesús les responde con la profecía de una vida nueva, como decimos en la Comunión: «Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él. Aleluya» (Rm 6,8). Nos habla de la fe y de la Eucaristía, de la Vida eterna que podemos ya comenzar aquí a vivir: "Jesús les dijo: «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo»". Como rezamos en la Postcomunión: «Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, y ya que has querido renovarnos con estos sacramentos de vida eterna, concédele también la resurrección gloriosa». En el pan y el vino de la Misa nos ponemos en manos de Jesús que ofrece al Padre su misma vida, en la transustanciación del Pan y Vino consagrados.

   -"Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Jesús les dijo: «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás". Es el don de la Eucaristía, la vida eterna que ya tenemos en la comunión. Así rezamos en el Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo; y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno».

Llucià Pou Sabaté