jueves, 11 de abril de 2024

VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA: la Eucaristía, fortaleza para ser testimonios de la verdad, da alas para amar

VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA: la Eucaristía, fortaleza para ser testimonios de la verdad, da alas para amar

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 5, 34-42: Entonces levantándose en el concilio un Fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerable á todo el pueblo, mandó que sacasen fuera un poco á los apóstoles. 35 Y les dijo: Varones Israelitas, mirad por vosotros acerca de estos hombres en lo que habéis de hacer. 36 Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien; al que se agregó un número de hombres como cuatrocientos: el cual fué matado; y todos los que le creyeron fueron dispersos, y reducidos á nada. 37 Después de éste, se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y llevó mucho pueblo tras sí. Pereció también aquél; y todos los que consintieron con Él, fueron derramados. 38 Y ahora os digo: Dejaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo ó esta obra es de los hombres, se desvanecerá: 39 Mas si es de Dios, no la podréis deshacer; no seáis tal vez hallados resistiendo á Dios. 40 Y convinieron con Él: y llamando á los apóstoles, después de azotados, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y soltáronlos. 41 Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre. 42 Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar á Jesucristo.

   2. Salmo 27, 1.4.13-14: el Altísimo es mi luz y mi salvación: ¿de quién temeré? el Altísimo es la fortaleza de mi vida: ¿de quién he de atemorizarme? 4 Una cosa he demandado á el Altísimo, ésta buscaré: Que esté yo en la casa del Altísimo todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura del Altísimo, y para inquirir en su templo. 13 Hubiera yo desmayado, si no creyese que tengo de ver la bondad del Altísimo En la tierra de los vivientes. 14 Aguarda á el Altísimo; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón: Sí, espera á el Altísimo.

   3.  Juan  6, 5-13: «Jesús, al levantar la mirada y ver que venía hacia él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos pan para que coman éstos? Lo decía para probarle, pues él sabía lo que iba a hacer. Felipe respondió: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno coma un poco. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces: pero ¿qué es esto para tantos? Jesús dijo: Haced sentar a la gente. En aquel lugar había mucha hierba. Se sentaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Jesús tomó los panes y, habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban sentados, e igualmente les dio de los peces cuanto quisieron. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los trozos que han sobrado para que nada se pierda. Entonces los recogieron y llenaron doce cestos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.»

 

B. Comentario:

    1. Siguen los Hechos (5,34-42) con que un fariseo, Gamaliel (el profesor de Pablo de Tarso) con sinceridad y sin miedo busca la verdad, y recuerda a los demás judíos del Sanedrín que ciertas insurrecciones que hubo acabaron en nada: muertos sus jefes, cesaron sus seguidores.

   Jesús inaugura una familia, por la fe y no por el nacimiento; como recordamos en la Entrada: «Con tu sangre, Señor, has comprado para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; has hecho de ellos una dinastía sacerdotal que sirva a Dios. Aleluya», y esta familia tiene una tierra en propiedad, que es el cielo, la Resurrección que ya ha alcanzado Jesús, y es la que nos promete la esperanza, que recordamos en la Colecta: «Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la Cruz; concédenos alcanzar la gracia de la resurrección». Esta esperanza es la que nace en el corazón de los Apóstoles, por eso contentos ahora por padecer por Cristo: «La alegría cristiana –enseñaba Juan Pablo II- es una realidad que no se puede describir fácilmente, porque es espiritual y también forma parte del misterio. Quien verdaderamente cree que Jesús es el Verbo Encarnado, el Redentor del hombre, no puede menos de experimentar en lo íntimo un sentido de alegría inmensa, que es consuelo, paz, abandono, resignación, gozo... ¡No apaguéis esa alegría que nace de la fe en Cristo crucificado y resucitado! ¡Testimoniad vuestra alegría! ¡Habituaros a gozar de esta alegría!»

   2. Esta alegría en la esperanza es la que proclamamos con el Salmo 26: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?". Supone vivir con los pies en la tierra pero sin valorar lo material más que lo que es para siempre, como pedimos en el Ofertorio: «Acoge, Señor, con bondad las ofrendas de tu pueblo, para que, bajo tu protección, no pierda ninguno de tus bienes y descubra los que permanecen para siempre».

   Querer vivir en la casa del Señor puede ser el mejor de los deseos. La confianza absoluta en Dios viene de que Jesús por el Espíritu Santo vive en nosotros, y así es luz del alma, luz del mundo que ilumina el camino que se ha encendido plenamente en su resurrección; este es el sentido de "tierra de los vivos" pues el cielo es donde está el Santuario.

   El telón de fondo el templo de Sión, sede del culto de Israel, en un ambiente de confianza en Dios, recordaba Juan Pablo II. Ante las dificultades, no está el hombre solo y su corazón mantiene una paz interior sorprendente, pues -como dice la espléndida «antífona» de apertura del Salmo- «El Señor es mi luz y mi salvación». Parece ser un eco de las palabras de san Pablo que proclaman: «Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?»… «habitaré en la casa del Señor por años sin término». Y mientras, buscamos en esta tierra el rostro del Señor, la intimidad divina a través de la oración, en la liturgia, hasta que un día «le veremos tal cual es», «cara a cara». Orígenes escribe: «Si un hombre busca el rostro del Señor, verá la gloria del Señor de manera desvelada y, al hacerse igual que los ángeles, verá siempre el rostro del Padre que está en los cielos». Y san Agustín, en su comentario a los Salmos, continúa de este modo la oración del salmista: «No he buscado en ti algún premio que esté fuera de ti, sino tu rostro. "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; no buscaré otra cosa insignificante, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, ya que no encuentro nada más valioso...»

   3. En el Evangelio (Juan 6,1-15) Jesús, levantando pues los ojos, y contemplando la gran muchedumbre que venía a Él, dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para dar de comer a estos?" Jesús con su amor nos revela a Dios Amor, Él ve las necesidades de los hombres, se preocupa de la felicidad de los hombres. Y hace un milagro, la multiplicación de los panes, como más tarde el sacramento de eucaristía... son gestos de amor. ¡Me paro a escuchar tu voz, Jesús! Eres Tú quien nos interroga, quien nos provoca. Eres Tú, Señor, quien nos pide saber mirar el hambre de los hombres, y sus necesidades aun las más prosaicas... "para que tengan de qué comer" Tú dices... ¡simplemente de qué comer! Y nosotros que tan a menudo soñamos en un Dios lejano, en las nubes. Eres Tú que nos conduces a nuestra vida humana cotidiana. Amar... ¡ahí está! es un humilde servicio cotidiano.

   -"Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tanta gente?" Ante los grandes problemas humanos -el Hambre, la Paz, la Justicia- repetimos constantemente la misma respuesta: "¿qué podemos hacer nosotros? esto nos rebasa." Retengo la inmensa desproporción: 5 panes... 2 peces... 5.000 hombres.

    -"Jesús tomó los panes, y, habiendo "eucaristizado" -habiendo "dado gracias"- se los distribuyó". Dar Gracias. Agradecer a Dios. Tal es el sentimiento de Jesús en este instante. Piensa en otra multiplicación de "panes". Piensa en el inaudito misterio de la comida pascual que ofrecerá a los hombres de todos los tiempos. No descuida el "hambre corporal", pero piensa sobre todo en el "hambre de Dios" que es de tal modo más grave aún para los hombres.

   -Entonces dicen: "Verdaderamente éste es el gran profeta, que ha de venir al mundo." Pero Jesús conociendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey se retiró otra vez al monte El solo. Jesús no quiere dejar creer que El trabaja para un reino terrestre. Su proyecto no es político, incluso si tiene incidencias humanas profundas. Jesús no entra directamente en el proyecto de "liberación" cívica en el que sus contemporáneos quisieran arrastrarle. Esto será por otra parte la gran decepción de estas gentes, que le abandonarán todos. Jesús piensa que su proyecto es otro: su gran discurso sobre el "pan de la vida eterna" nos revelará ese "proyecto"" (Noel Quesson). En la antífona de Comunión recordamos este proyecto: «Cristo nuestro Señor fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. Aleluya».

   Los cinco panes y dos peces son ofrecidos por el joven con generosidad; se puede decir que sobre su generosidad hizo Jesús el milagro. Así, podemos encontrar un sentido espiritual en esto: si ponemos de nuestra parte, nuestros panes y peces, es decir cualidades y tiempo, el Señor multiplica aquello y hace cosas grandes. Quizá tenemos dentro un deseo de ayudar a los demás, de hacer algo grande: Jesús multiplica esos deseos (panes) y los hace realidad, da respuesta al ansia de felicidad de la humanidad. En la Eucaristía, todo eso se hace misterio, el pan se hace Vida.

   «Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban». El agobio de los Apóstoles ante tanta gente hambrienta nos hace pensar en una multitud actual, no hambrienta, sino peor aún: alejada de Dios, con una "anorexia espiritual", que impide participar de la Pascua y conocer a Jesús. No sabemos cómo llegar a tanta gente... Aletea en la lectura de hoy un mensaje de esperanza: no importa la falta de medios, sino los recursos sobrenaturales; no seamos "realistas", sino "confiados" en Dios. Así, cuando Jesús pregunta a Felipe dónde podían comprar pan para todos, en realidad «se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer» (Jn 6,5-6). El Señor espera que confiemos en Él. Al contemplar esos "signos de los tiempos", no podemos quedarnos en un "análisis" que lleve a la pereza, ver que la cosa está mal, y tomarlo como algo personal ("¡qué mal lo hago!") como el que piensa que llueve en una fiesta porque la culpa es suya. Como Jonás en aquel barco que escapaba de Dios y dijo ante la tormenta "echadme al agua, la culpa es mía". Más bien hemos de estar como Moisés en aquella guerra, que cuando alzaba los brazos iban ganando los suyos, y le sostuvieron los brazos hasta que huyeron vencidos los enemigos. Como un cuerpo enfermo no se analiza sin hacer nada, diciendo "¡qué mal está!... ¡Está peor!... ¡qué pena, se ha muerto!" no podemos ir "del análisis a la páralisis". El análisis de una situación es una primera parte del ejercicio médico, para luego hacer un "diagnóstico" y luego "curar" con los medios que se vean oportunos, la "terapia". Pero hemos de contar con que, además de esos medios humanos, el Señor puede hacer milagros. Son las dos cosas: generosidad del chico de los panes y peces, y multiplicación que obra Jesús. Por eso le pedimos hoy, por mediación de la Santísima Virgen: "Señor, ¡aumenta nuestra fe, esperanza y amor!", y aunque no veamos despuntar el tallo después de la siembra, que tengamos paciencia para saber que tú siempre das fruto a nuestras peticiones. «Fe, pues, sin permitir que nos domine el desaliento; sin pararnos en cálculos meramente humanos. Para superar los obstáculos, hay que empezar trabajando, metiéndonos de lleno en la tarea, de manera que el mismo esfuerzo nos lleve a abrir nuevas veredas» (San Josemaría), que aparecerán de modo insospechado. No esperemos el momento ideal para poner lo que esté de nuestra parte: ¡cuanto antes!, pues Jesús nos espera para hacer el milagro. «Las dificultades que presenta el panorama mundial en este comienzo del nuevo milenio nos inducen a pensar que sólo una intervención de lo alto puede hacer esperar un futuro menos oscuro», escribió Juan Pablo II. La Virgen, que ha hecho notar su intercesión en tantos momentos delicados por los que ha surcado la historia de la Humanidad, es nuestra Madre y está con nosotros.

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 10 de abril de 2024

JUEVES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA: la vida nueva lleva a obedecer a Dios en lo profundo de nuestra conciencia.

JUEVES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA: la vida nueva lleva a obedecer a Dios en lo profundo de nuestra conciencia.

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 5,27-33: 27 Los trajeron y los presentaron al tribunal supremo. El sumo sacerdote les preguntó: 28 «¿No os ordenamos solemnemente que no enseñaseis en nombre de ése? Y, sin embargo, habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina y queréis hacernos responsables de la sangre de este hombre». 29 Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. 31 Dios lo ha ensalzado con su diestra como jefe y salvador para dar a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados. 32 Nosotros somos testigos de estas cosas, como lo es también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que lo obedecen». 33 Ellos, enfurecidos con estas palabras, querían matarlos.

   2. Salmo 34,2.9.17-20: 2 Bendeciré al Señor a todas horas, su alabanza estará siempre en mi boca; 9 Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el hombre que se refugia en él. 17 El Señor se enfrenta con los criminales para borrar su memoria de la tierra. 18 Ellos gritan, el Señor los atiende y los libra de todas sus angustias; 19 el Señor está cerca de los atribulados, él salva a los que están hundidos. 20 El hombre justo tendrá muchas contrariedades, pero de todas el Señor lo hará salir airoso;

   3. Juan 3,31-36: "El que es de la tierra es terreno y habla como terreno; el que viene del cielo está sobre todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que lo acepta certifica que Dios dice la verdad. Porque el que Dios ha enviado dice las palabras de Dios, pues Dios le ha dado su espíritu sin medida. El Padre ama al hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas. El que cree en el hijo tiene vida eterna; el que no quiere creer en el hijo no verá la vida; la ira de Dios pesa sobre él".

 

B. Comentario:

    1. Sigue los Hechos con esa nueva cárcel de los Apóstoles: "Los trajeron y los presentaron al tribunal supremo. El sumo sacerdote les preguntó: «¿No os ordenamos solemnemente que no enseñaseis en nombre de ése? Y, sin embargo, habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina y queréis hacernos responsables de la sangre de este hombre»". Los apóstoles no admiten un mandato injusto, por eso desobedecen al Sanedrín, recuerdan a los gobernantes que la obediencia a Dios es lo primero. La profundidad de las convicciones que Jesús ha despertado ya no se apagará con el martirio, al revés: se extenderá más y más la fe. Ante el "non serviam" –no te serviré- de Satanás y tantos que no quieren amar, los primeros cristianos dejan actuar al Espíritu Santo en sus vidas, dejan que actúe Jesús en ellos, y "este grito –serviam!- es voluntad de 'servir' fidelísimamente, aun a costa de la hacienda, de la honra y de la vida, a la Iglesia de Dios" (san Josemaría Escrivá). Los poderosos son unos miedosos, personas vacías; Jesús continúa siempre allí, vivo, se prolonga en sus apóstoles. El tribunal que condenó a Jesús debe tener síntomas de impotencia ahora, al ver nacer a la Iglesia como continuación de Cristo. Pedro habla, como portavoz, no sólo de los demás apóstoles, sino de Cristo, como símbolo de unidad. Lo sigue siendo hoy.

   "Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. Dios lo ha ensalzado con su diestra como jefe y salvador para dar a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, como lo es también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que lo obedecen». Ellos, enfurecidos con estas palabras, querían matarlos". Al leer la valentía de esos apóstoles, me pregunto: ¿Me hago esta pregunta yo también: obedecer a Dios, o bien, obedecer a los hombres? ¿Sé ir contra corriente, si hace falta a costa de mi honor, de mi dinero, etc.?

   2. El Salmo (34,2.9.17-20) pone en nuestra boca la alegría del Tiempo pascual. Tiempo de esperanza de que todo irá bien, Dios conduce todas las cosa para nuestro bien: "Bendeciré al Señor a todas horas, su alabanza estará siempre en mi boca; / gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el hombre que se refugia en Él". Jesús ha hecho la redención por su Pascua, y las mujeres fueron las primeras en ver al Resucitado, y así como Eva dio entrada al pecado, las nuevas Evas cristianas serán las portadoras de la salvación. Nosotros somos también llamados a ser testigos de estas cosas, "gustarlas", como dice el Salmo, y darlas a los demás.

   Y sigue: "El Señor se enfrenta con los criminales para borrar su memoria de la tierra. / Ellos gritan, el Señor los atiende y los libra de todas sus angustias; / el Señor está cerca de los atribulados, Él salva a los que están hundidos. / El hombre justo tendrá muchas contrariedades, pero de todas el Señor lo hará salir airoso". Dios nos da la certeza de que saldremos airosos, si –como dice la primera lectura- somos obedientes a su voz. Esta presencia de Dios nos infunde confianza, pues esas dificultades pueden convertirse en oportunidades. Jesús pasó por la Cruz para llegar a la Resurrección. Es necesario que el grano de trigo muera para que pueda dar fruto. Los sufrimientos unidos a los de Jesús tienen un sentido salvador. Al Señor, que está cerca de los que sufren, le pedimos hoy «que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida» (oración), con firme esperanza en sus palabras: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (aleluya).

   Una consecuencia de esta fe es la objeción de la conciencia cuando en la sociedad se nos pide algo que va contra ella: la defensa de la libertad nos lleva a dar la cara con valentía, pues como decía San Juan Crisóstomo, "no hay peligro para quienes temen a Dios sino para quienes no lo temen (…). Lo que hay que temer no es el mal que digan contra nosotros, sino la simulación de nuestra parte; entonces sí que perderíais vuestro sabor y seríais pisoteados. Pero, si no cejáis en presentar el mensaje con toda su austeridad, si después oís hablar mal de vosotros, alegraos. Porque lo propio de la sal es morder y escocer a los que llevan una vida de molicie. Por tanto, estas maledicencias son inevitables y en nada os perjudicarán, antes serán pruebas de vuestra firmeza». Y San Agustín advierte de algo que tiene plena actualidad en nuestros días: «En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte. Es cosa sabida de qué modo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo; procuraban atraerlos así para que renegasen; pero ellos, confesando a Cristo, eran coronados. Ahora se enseña a negar a Cristo y, engañándoles, no quieren que parezca que se les aparta de Cristo (…). Como ciego que oye las pisadas de Cristo que pasa, le llamo... pero cuando haya comenzado a seguir a Cristo, mis parientes, vecinos y amigos comienzan a bullir. Los que aman el siglo se me ponen enfrente: ¿Te has vuelto loco? ¡Qué extremoso eres! ¿Por ventura los demás no son cristianos? Esto es una tontería. Esto es una locura. Y cosas tales clama la turba para que no sigamos llamando al Señor los ciegos».

   3. En el Evangelio (Jn 3,31-36) sigue Jesús hablándonos de su relación con el Padre y de cómo podemos entrar ahí nosotros, por la fe: "El que es de la tierra es terreno y habla como terreno; el que viene del cielo está sobre todos": el mejor uso de la libertad es no hacer según criterios «de la tierra», sino «del cielo», como decía Jesús a Nicodemo.

   -"Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que lo acepta certifica que Dios dice la verdad. Porque el que Dios ha enviado dice las palabras de Dios, pues Dios le ha dado su espíritu sin medida": Y las palabras de Dios son vida, por eso las besamos en su proclamación de la misa, pues ahí está Jesús en la mesa de la Palabra, como besa el sacerdote el altar donde Jesús dispone la mesa de la Eucaristía.

   -"El Padre ama al hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas. El que cree en el hijo tiene vida eterna; el que no quiere creer en el hijo no verá la vida; la ira de Dios pesa sobre él»". Acoger a Jesús y su palabra es tener Vida eterna. Esta Vida está en la Eucaristía, la Palabra que queda sacramentalmente día a día a nuestra disposición, para escucharla en el Misterio, para alimentarnos de su Cuerpo, para tomar fuerza y defenderla en el mundo ante los ataques contra la dignidad de la persona, y llevar ese Amor donde quiera que vayamos, con fe y valentía.

 

Llucià Pou Sabaté

martes, 9 de abril de 2024

MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA: Jesús se nos entrega, nos da la luz para iluminar la vida, y fuerza para caminar

 

MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA: Jesús se nos entrega, nos da la luz para iluminar la vida, y fuerza para caminar

A. Lecturas

   1. Hechos 5, 27-33: "En aquellos días el sumo sacerdote y los de su partido –los saduceos- mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común. Y así lo hicieron. Pero por la noche un ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera, diciéndoles: "Id al templo y explicad allí al pueblo este modo de vida".

   Al amanecer, ellos entraron en el templo y se pusieron a enseñar... El comisario salió con los guardias y se los trajo de nuevo a la cárcel, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease".

   2. Salmo 34/33: «Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él».

   3. Juan 3, 16-21: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca sino que tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él El que cree en él no es juzgado; pero quien no cree ya está juzgado, porque no cree en el nombre del Hijo Unigénito de Dios. Este es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, ya que sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Pero el que obra según la ver- dad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios.»

 

B. Comentario:

    1. Los apóstoles vuelven hoy a ser encarcelados, ya lo habían sido otra vez, por su predicación. Cada detención va seguida de una liberación providencial, que nos recuerda el paso de la esclavitud a la liberación, que es la Pascua: de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la Cruz a la Resurrección, esa es la gracia que nos da la presencia de Jesús, nuestra unión con Él. Hoy se nos dice en Hechos (5,27-33).

   Los Apóstoles necesitan predicar, dejan actuar en sus vidas al Espíritu Santo, y por eso tienen contradicciones. Este paso de la noche a la luz, cuando ya de día van a predicar al Templo, nos recuerda que Jesús en su resurrección es la luz, que rompe las tinieblas de la noche Santa, cuando en la Vigilia Pascual se hace la luz en el mundo con su Resurrección. Pero así como en la Pascua del nacimiento de Belén, también ahora, cuando vino la luz al mundo, muchos hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal aborrece la luz... Nos vienen a la cabeza las palabras de Jesús en la Cruz: "Padre, perdónales que no saben lo que hacen", la ignorancia de los que le están matando, los magnates que ordenan su muerte, y esa ignorancia es motivo, como una palanca para la conversión que Jesús pide al Padre para ellos. Esteban también rezará por los que le matan, con las mismas palabras de Jesús: pide perdón para ellos "que no saben lo que hacen". También san Pedro dirá a los judíos que han matado a Jesús por ignorancia, y les anima a que se conviertan y pasen al conocimiento de Jesús. La ignorancia más grande es la de los que no saben amar, al no conocer el Amor en Persona, y en ese no saber, en el ignorar, hay una base para que se produzca esa transformación que es el pedir perdón, es como la liberación del ángel, que abre la cárcel como vemos hoy, es el "Lázaro, ven fuera" que pronunció Jesús al resucitarlo. Es el "niña, levántate" en otra de las resurrecciones. Dios hace milagros. Los sigue haciendo cuando libera al hombre "del aguijón de la muerte (que) es el pecado", de su ira, impaciencia, pereza. Estamos prisioneros de nuestro mal genio y de tantas cosas, cuando viene el "ángel" de la gracia de Dios a ayudarnos a que rectifiquemos las cosas, que volvamos a la vida, a la paz, al amor. Así pedimos en la oración de la misa de hoy: «Que el misterio pascual que celebramos se actualice siempre en el amor». Así, no tendremos miedo, por la gracia del Espíritu Santo, como recuerda San Juan Crisóstomo: «Muchas son las olas que nos ponen en peligro y una gran tempestad nos amenaza; sin embargo, no tememos ser sumergidos, porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Nada trajimos al mundo, de modo que nada podemos llevarnos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir si no es para vuestro bien espiritual. Por eso os hablo de lo que ahora sucede, exhortando vuestra caridad a la confianza».

   2. Demos gracias al Señor, porque en Jesús hemos vencido a todo mal: «Jesucristo, nos amaste y lavaste nuestros pecados con tu sangre» (aleluya). Con la confianza que nos muestran los apóstoles, de que el Señor nos libera de toda ansia y temor malo, rezamos con el Salmo (34/33): «Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor, ensalcemos juntos su nombre". Sintiéndonos amados y protegidos por Dios, vivamos con fidelidad en su presencia, de tal forma que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza de su santo Nombre.

   "Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará". Él jamás abandonará a los suyos, pues es nuestro Dios y Padre. "Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él». Él sabe que somos frágiles e inclinados a la maldad desde muy temprana edad; por eso envió a nuestros corazones su Espíritu Santo, para que nos fortalezca y desde nosotros dé testimonio de la Verdad, del Amor y de la rectitud que se espera de quienes ya no se dejan guiar por los propios caprichos y pasiones, sino por Aquel que habita en nuestros corazones como en un templo (homiliacatolica.com). Según san Agustín, «el que medita día y noche la Palabra del Señor, es como si rumiase y encontrase deleite en el sabor de esa Palabra divina dentro del que podría llamarse paladar del corazón».

   3. "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único -leemos en el Evangelio (Juan 3,31-36)-, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna". No queremos seguir en la noche, sino que se haga de luz en nuestras vidas. Queremos corresponder a tanto amor de Dios: «Que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos» (oración de las ofrendas).

   -"Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él". Como Tomás, a veces nos falta fe, pero el proyecto de Dios no es de condenación, ni de juicio, sino de vida eterna y salvación. El juicio se concreta en la adhesión a Cristo, la luz que vino al mundo, y en el rechazo de las tinieblas, de las obras malas.

   -"Quien cree en el Hijo no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios". La motivación y la finalidad del don o del envío por Dios del Hijo único es el amor («tanto amó Dios al mundo»), «para que tengan vida eterna», «para que el mundo se salve por Él». Aunque existe la triste posibilidad de escoger las tinieblas, como comenta San Agustín: «Amaron las tinieblas más que la luz... Muchos hay que aman sus pecados y muchos también que los confiesan. Quien confiesa y se acusa de sus pecados hace las paces con Dios. Dios reprueba tus pecados... Deshaz lo que hiciste para que Dios salve lo que hizo. Es preciso que aborrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios. Cuando empiezas a desterrar lo que hiciste, entonces empiezan tus obras buenas, porque repruebas las tuyas malas. El principio de las obras buenas es la confesión de  las malas. Practicas la verdad y vienes a la luz. ¿Qué es practicar la verdad? No halagarte, ni acariciarte, ni adularte tú a ti mismo, ni decir que eres justo, cuando eres inicuo. Así es como tú empiezas a practicar la verdad, así es como vienes a la Luz».

   -"Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras son malas..." Luz en un mundo entenebrecido por el pecado, quiere dar sentido a nuestro caminar. Obrar en la verdad es la mejor manera de vivir en la luz: vivir en el amor. Dejarnos penetrar por el amor de Dios "que entregó a su Hijo unigénito", y buscar corresponderle con nuestra entrega.

Llucià Pou Sabaté

lunes, 8 de abril de 2024

Martes de la segunda semana de Pascua: el amor es lo que une la familia de hijos de Dios.

Martes de la segunda semana de Pascua: el amor es lo que une la familia de hijos de Dios.

 

A. Lecturas:

   1. Hechos de los apóstoles 4, 32-37: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa Consolado, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.

   2. Salmo 93/92, l-2.5: El Señor reina, vestido de majestad, el Señor, vestido y ceñido de poder. Así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno. Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.

   3. Juan 3, 7-15: «No te sorprendas de que te haya dicho que os es preciso nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Contestó Jesús: ¿Tú eres maestro en Israel y lo ignoras? En verdad, en verdad te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales? Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre. Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él».

 

B. Comentario:

   1. Leemos hoy un nuevo resumen de la vida de la primera Iglesia, la familia de Jesús, y vemos cómo se busca la concordia entre los hermanos, el perdón y la armonía: "Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno". Ese amor entre los hermanos hace ver la unidad de la Iglesia. Es el "mirad cómo se aman" que se decía de los primeros cristianos, o como cantamos en el Ubi caritas: "cesen las disputas malvadas y los conflictos, para que viva entre nosotros Cristo Dios", y también dirá san Pablo: "un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo" (Ef 4,5), así como Dios es uno en la Iglesia hemos de estar todos unidos en el Amor, tal como pidió Jesús al Padre en la última Cena: "que todos sean uno, como Tú Padre en mí, y yo en ti, que así ellos estén en nosotros" (Jn 17,21), así nos quería Jesús bien metidos en la relación de Jesús y el Padre.

   La renuncia de las riquezas de Bernabé y otros hablan del desprendimiento y sencillez de corazón, y se intuye ahí un sistema organizado de ayuda a los necesitados: amor y desprendimiento van unidos. Jesús decía que no se puede amar a Dios y a las riquezas, y podríamos añadir que si uno pone el corazón en las cosas, éstas ejercen un poder de atracción como el anillo de "El Señor de los anillos", que va tomando nuestra voluntad hasta ser esclavo de esa idolatría, el "dios don dinero", que es como un cáncer, y entonces no cabe el amor en el corazón pues el cáncer se ha hecho con todo el espacio. Jesús nos habló de esto en el «monte de las Bienaventuranzas», este monte está en realidad en el corazón de los que tienen a Jesús, que nos trae la paz y belleza, la libertad para servir, para la misión, la confianza total en Dios, que se ocupa de las flores del campo, pero sobre todo de sus hijos. Estas crisis actuales son de egoísmo, y se vencen con la generosidad, con la solidaridad, y así "el hermano ayudado por el hermano es una ciudad amurallada" (Prov 18,19), estamos todos seguros.

   2. El Salmo canta la realeza de Dios, que reina sobre todo y su trono es firme y eterno.

   3. Sigue el diálogo de ayer de Jesús con Nicodemo, sobre el don de la vida eterna para todo el que cree en Jesús como enviado e Hijo de Dios. Nicodemo le preguntó algo parecido a lo que pregunta la Virgen, y que es señal de estar atentos a lo que Dios quiere, para obedecer: -«¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: - «…nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.»" Estas palabra adquieren nueva perspectiva desde la Pasión y Resurrección: Jesús sube al monte de la cruz, para atraernos hacia arriba, hacia el cielo. Cuentan de hace muchos años, cuando un voluntario del Hospital de Stanford, conoció a una niñita llamada Liz quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Dudó por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: Si, lo hare, si eso salva a Liz. Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Él miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: ¿A qué hora empezare a morirme? Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aún así, se la daba. Es lo que ha venido a hacer Jesús. Nos ha dado toda su vida, su sangre redentora, para que nosotros tuviéramos vida en Él.

   Es esa vida nueva como hijos de Dios, lo que Jesús nos da en el Evangelio; es la vida de la Nueva Alianza del Amor, que se puede resumir en tres cosas, que expresan toda su esencia:

   a) todo lo que necesitamos y rezamos está en la oración que Jesús rezó, que nos enseñó: el "Padre nuestro". Es lo que expresa nuestra FE. Jesús como Verdad; es nuestra filiación divina;

   b) todo lo que enseñó con esta vida como Camino para vivir auténticamente está en las Bienaventuranzas, es la ESPERANZA; y

   c) todo lo que es Jesús, Él mismo, vivo, nos lo da en la Eucaristía, que es la Vida, la CARIDAD; así vemos estas tres formas en que es Camino (Bienaventuranzas), Verdad (Padrenuestro, somos hijos de Dios) y Vida (Eucaristía, nos da la Vida allí); y también las tres virtudes teologales: Fe (en que somos hijos de Dios Padre), Esperanza (en el camino de la Cruz, las Bienaventuranzas, encontramos la felicidad, el Cielo), y Caridad (el Amor hecho Eucaristía, que nos enseña a amar).

   Es entrar en el misterio de sentirnos hijos de un Padre que nos quiere con locura. Es entrar en el misterio del amor de Jesús con su Padre. Hace poco en el colegio un niño pequeño me pidió un caramelo y le dije que se lo daría si me respondía una pregunta; y le dije: "-Explícame el misterio de la santísima Trinidad". Cuál fue mi sorpresa cuando el niño contestó: "Esto lo sabrás en el cielo". Se ganó el caramelo.

    En Jesús tenemos la plenitud de la vida, que no está tanto en hacer cosas sino en amar, pues no consiste tanto en hacer todo perfecto sino en dejarse amar por ese Dios encarnado que ha muerto y resucitado por nosotros. Así, también nosotros tenemos esa Vida cuando hacemos vida la suya, pues no consiste tanto esa nueva vida en cumplir todas las leyes, sino que "al caer la tarde, seremos juzgados en el amor" (S. Juan de la Cruz); al atardecer de la vida, no se nos mirará como al niño que va a cenar "a ver si tienes las manos limpias", sino sobre todo "a ver si tienes las manos llenas" de amor, ahí está la auténtica ley. Pues la salvación es un don abierto a todos a manos llenas, que Dios nos envía, y todo depende de que queramos dilatar el corazón, por el amor que damos, para que quepa el Amor que Dios nos quiere dar. Pedimos a la Santísima Virgen que con ella estemos todos unidos, como los primeros cristianos en el Cenáculo (en la Eucaristía): con "un solo corazón y una sola alma".

Llucià Pou Sabaté 

domingo, 7 de abril de 2024

Lunes de la segunda semana de Pascua: Jesús nos invita a nacer de nuevo, a una vida de la gracia, de hijos de Dios.

Lunes de la segunda semana de Pascua: Jesús nos invita a nacer de nuevo, a una vida de la gracia, de hijos de Dios.

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 4,23-31: 23: Puestos en libertad, fueron a reunirse con los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. 24 Después de escucharlos, hicieron todos juntos, en voz alta, esta oración a Dios: «Soberano Señor, tú eres el Dios que has hecho el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos; 25 el que por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen proyectos vanos? 26 Se levantan los reyes de la tierra y los príncipes conspiran a una contra el Señor y su Mesías. 27 Así ha sido. En esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato se confabularon con los paganos y gentes de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu Mesías, 28 para hacer lo que tu poder y tu sabiduría habían determinado que se hiciera. 29 Ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu palabra, 30 y extiende tu mano para curar y obrar señales y prodigios en el nombre de tu santo siervo Jesús». 31 Acabada su oración, tembló el lugar en que estaban reunidos, y quedaron todos llenos del Espíritu Santo, y anunciaban con absoluta libertad la palabra de Dios.

   2. Salmo 2,1-9: 1 ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen proyectos vanos? 2 Se levantan los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y su Mesías: 3 «¡Rompamos sus cadenas, sacudamos su yugo!». 4 El que mora en el cielo se sonríe, el Señor se burla de ellos. 5 Luego les habla enfurecido, y con su ira los llena de terror: 6 «Ya tengo yo a mi rey entronizado sobre Sión, mi monte santo». 7 Proclamaré el decreto que el Señor ha pronunciado: «Tú eres mi hijo, yo mismo te he engendrado hoy. 8 Pídeme y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra. 9 Los destrozarás con un cetro de hierro, los triturarás como a vasos de alfarero».

   3. Juan 3,1-8: "Había entre los fariseos un hombre importante, llamado Nicodemo. Una noche fue a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que Tú haces si no está Dios con él». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo? ¿Es que puede volver al seno de su madre y nacer de nuevo?». Jesús respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañe que te diga: Es necesario nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde va; así es todo el que nace del Espíritu»".

 

B. Comentario:

   1. Los Hechos (4,23-31) nos cuentan este tiempo de Pascua la acción de la primitiva Iglesia, y la acción del Espíritu Santo que la guía continuando la misión de Jesús. Hoy nos cuenta que Pedro y Juan, después que fueran apresados y liberados, volvieron junto a sus hermanos. Sí. Después del milagro de la curación del tullido, Pedro y Juan pasaron una noche en la cárcel. ¡El primer Papa en la cárcel! por haber curado a un enfermo y haber anunciado la resurrección de Jesús. Hace poco, Benedicto XVI viajó a Gran Bretaña, y también algunos querrían denunciarlo y meterlo en la cárcel… Podemos rezar ahora por la libertad de la Iglesia: Te ruego Señor, por todos los que están «encarcelados» por haber dado testimonio de su fe... por todos los que tienen dificultad en ser testigos, porque el ambiente en que viven es opresivo y constituye a su alrededor algo así como una cárcel que les impide vivir y anunciar a Jesucristo.

   Así dice hoy la lectura: "Puestos en libertad, fueron a reunirse con los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Después de escucharlos, hicieron todos juntos, en voz alta, esta oración a Dios: «Soberano Señor, tú eres el Dios que has hecho el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos; el que por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen proyectos vanos? Se levantan los reyes de la tierra y los príncipes conspiran a una contra el Señor y su Mesías (del Salmo 2). Así ha sido. En esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato se confabularon con los paganos y gentes de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu Mesías, para hacer lo que tu poder y tu sabiduría habían determinado que se hiciera". Rezaron con confianza de hijos de Dios. Con paz. Ante la "agitación de las naciones?", lo primero, orar. Se sitúan delante de Dios. La vida con todas sus penas (encarcelamiento de dos Apóstoles) ha de confrontarse con la Palabra: eso es orar... ver nuestras cosas con ojos de Dios: "¿Por qué esas naciones en tumulto, y esos vanos proyectos de los pueblos?" Se pueden levantar los poderes de la tierra contra el Señor, pero Dios, desde el cielo nos dice que tengamos confianza, pues sigue ese salmo diciendo: "Os anuncio el decreto del Señor: Tú eres mi Hijo... te doy en herencia las naciones!" ¡Qué valentía y audacia debieron sacar de tales plegarias! Los vemos que se atreven a enfrentarse al Poder político y religioso de su época. Pedro, el que temblaba de miedo ante unas criadas del sumo sacerdote, ahora se halla lleno de audacia y valentía. Ser apóstol no depende de nuestras fuerzas, sino de dejar actuar a Dios; pues las cualidades que tenemos también son don de Dios, y Le pedimos ahora: Señor, que sea yo con mi vida testimonio de tu amor para todos los que me rodean. Así sigue la lectura: "Ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu palabra, y extiende tu mano para curar y obrar señales y prodigios en el nombre de tu santo siervo Jesús». Acabada su oración, "tembló el lugar en que estaban reunidos, y quedaron todos llenos del Espíritu Santo, y anunciaban con absoluta libertad la palabra de Dios". Quedan "llenos del Espíritu Santo"… esto se repite continuamente la primitiva Iglesia. Es el tiempo del Espíritu Santo, que "es fruto de la Cruz" (san Josemaría), de la resurrección. ¡Envíanos, Señor, el soplo de tu Espíritu sobre nuestro tiempo! ¡Señor, llénanos de tu Espíritu, danos la gracia de serte fieles! Como acabamos de leer, viene el Espíritu después de rezar. También te pedimos, Señor, la constancia en la oración. Y como consecuencia, "predicaron la Palabra de Dios", el apostolado. Es la compenetración entre «oración» y «acción». Pasan sin interrumpir de la oración a la proclamación del Evangelio (Noel Quesson).

   Esta primera oración comunitaria de la Iglesia, que en medio de la persecución está muy unida, nos hace pensar que las dificultades en nuestras vidas hacen que nos unamos más, en la familia y en la Iglesia. Nos unimos en la oración, pero a veces parece que algo no sale bien, y entonces tenemos idea de que tenemos la culpa nosotros. Muchas veces no es así, sino que llega la cruz. Pero si ese pensamiento nos da paz,  y nos anima a mejorar, puede servirnos lo que San Agustín nos dice: «Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos mal, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Mal, con poca fe y sin perseverancia, o con poca humildad. Mal, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros».

   2. Hemos visto también el temblor del lugar de la reunión, que se interpreta en la Escritura como asentimiento de Dios: Dios escuchó la oración de aquella comunidad. Los llenó de su Espíritu, en una renovada Pentecostés. La persecución, es decir cualquier pena, no ha de hundirnos sino unirnos con Dios y los demás. Los salmos nos ayudan a entender, no con la cabeza, sino con el corazón, esos planes ocultos de Dios. Los salmos se hacen vida en nuestras vidas. El salmo 2 ya citado en la primera lectura, por ejemplo, nos habla de que Dios ha constituido a su Hijo en Señor y Mesías de todo lo creado, y por eso nadie podrá oponerse al Plan de salvación divino. Y esa filiación del Hijo, ese anuncio de salvación, pasa por nosotros que somos hijos, a quien Dios dice "tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy". Esto nos llena de esperanza.

   3. A partir de hoy, durante todo el Tiempo Pascual, leeremos el evangelio de Juan. Empezando durante cuatro días por el capítulo tercero, el diálogo entre Jesús y Nicodemo, fariseo y doctor de la ley. Los diálogos que recoge Juan dan viveza a la escena. El de hoy no tiene desperdicio: se trata del nacimiento a ser hijos de Dios, al misterio del Reino: "fue a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que Tú haces si no está Dios con él». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios»". Jesús no impone: propone, conduce, se pone a la altura de Nicodemo y le ayuda paso a paso, a profundizar más en la fe, en el bautismo, que es un nacimiento en el Espíritu, y nos viene muy bien recordar las promesas bautismales que renovamos en la Vigilia Pascual para comprometernos en la dignidad que hemos adquirido y vivir esa nueva vida

   Es el gozo en el Espíritu, que nos recuerda el Ofertorio de hoy: «Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo, y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno». Comenta San Juan Crisóstomo: «En adelante nuestra naturaleza es concebida en el cielo con Espíritu Santo y agua. Ha sido elegida el agua y cumple funciones de generación para el fiel... Desde que el Señor entró en las aguas del Jordán, el agua no produce ya el bullir de animales vivientes, sino de almas dotadas de razón, en las que habita el Espíritu Santo». Y San Agustín: «No conoce Nicodemo otro nacimiento que el de Adán y Eva, e ignora el que se origina de Cristo y de la Iglesia. Sólo entiende de la paternidad que engendra para la muerte, no de paternidad que engendra para la vida. Existen dos nacimientos; mas él sólo de uno tiene noticia. Uno es de la tierra y otro es del cielo; uno de la carne y otro del Espíritu; uno de la mortalidad, otro de la eternidad... Los dos son únicos. Ni uno ni otro se pueden repetir».

    "Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo? ¿Es que puede volver al seno de su madre y nacer de nuevo?». Jesús respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañe que te diga: Es necesario nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde va; así es todo el que nace del Espíritu»" Ser bautizado, es renacer. Jesús, hijo de Dios se ha hecho hombre para que nosotros, hombres, nos hagamos hijos de Dios. Esto es todo lo que hoy pedimos, de la mano de María Santísima: Señor, haz que yo oiga cada día ese "viento" del "Espíritu" del que habla el Evangelio de hoy, ayúdame a hacerme pequeño para ver, pues "lo esencial es invisible para los ojos" (Saint-Exupery).

Llucià Pou Sabaté

 

sábado, 6 de abril de 2024

Pascua, domingo 2º de la Divina Misericordia: con la Resurrección, Jesús nos entrega el Espíritu Santo con el que se derrama sobre nosotros la divina misericordia del Padre

Pascua, domingo 2º de la Divina Misericordia: con la Resurrección, Jesús nos entrega el Espíritu Santo con el que se derrama sobre nosotros la divina misericordia del Padre

A. Lecturas

   1. Hechos de los Apóstoles 2,42-47: Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

   2. Salmo 117, 2-4,22-27: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. / Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. / Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. / Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó; / el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. / Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. / La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. / Es el Señor quien lo ha hecho,  ha sido un milagro patente. / Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

   3. I San Pedro 1,3-9: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo, nuestro Señor. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

   4. Jn 20,19-31: "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».

   Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído»".

B. Comentario:

     1. Los Hechos narran hoy la vida de los primeros cristianos… "Todos pensaban y sentían lo mismo". En este segundo domingo de Pascua se celebra la fiesta de la Divina Misericordia, que Juan Pablo II instauró en el comienzo del milenio en este día en que acabamos la octava de Pascua. Misericordia quiere decir que Dios se pone en mi lugar, sufre por mis pecados en Jesús (Jn 3,16) y me salva. El sacramento de la confesión nos ayuda a participar de esta misericordia divina –la Iglesia nos lo recuerda con el precepto pascual de confesar y comulgar por lo menos una vez al año en estas fechas-. Los dos rayos de la imagen de la fiesta, Jesús resucitado con rayos de plata y sangre, agua del bautismo el plata y la Eucaristía el rojo... estos sacramentos son la esencia de la devoción a la Misericordia Divina, que entendió Santa Faustina Kowalska. El centro de la vida de la religiosa fue el anuncio de la misericordia de Dios con cada ser humano. Su legado espiritual a la Iglesia es la devoción a la Divina Misericordia, inspirada por una visión en la que Jesús mismo le pedía que se pintara una imagen suya con la invocación «Jesús, en ti confío» y de ahí surgió la fiesta de este domingo, como institución de la «Fiesta de la Misericordia», así dice haber oído del Señor: «Esta Fiesta surge de Mi piedad más entrañable... Deseo que se celebre con gran solemnidad el primer domingo después de Pascua de Resurrección... Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y abrigo para todas las almas y especialmente para los pobres pecadores». Jesús pidió que Sor Faustina se preparara para la celebración de la Fiesta de la Misericordia con una novena que debía comenzar el Viernes Santo, que acudamos –le decía Jesús- "a la fuente de Mi misericordia, a fin de que por ella adquieran fortaleza y consuelo en las penalidades, y aquella gracia que necesiten para salir adelante, especialmente en la hora de la muerte».

   Juan Pablo II dijo: «Desde el principio de mi ministerio en la Sede Romana, hice de este mensaje mi tarea primordial. La Providencia me lo ha encargado ante la presente situación del hombre, de la Iglesia y del mundo. Podría también decirse que, precisamente esta situación, me ha llevado a hacerme cargo de este mensaje, como mi tarea ante Dios...», y la jaculatoria "Jesús, en ti confío" -dijo- «es un sencillo pero profundo acto de confianza y de abandono al amor de Dios. Constituye un punto de fuerza fundamental para el hombre, pues es capaz de transformar la vida». «En las inevitables pruebas y dificultades de la existencia, como en los momentos de alegría y entusiasmo, confiarse al Señor infunde paz en el ánimo, induce a reconocer el primado de la iniciativa divina y abre el espíritu a la humildad y a la verdad». «En el corazón de Cristo encuentra paz quien está angustiado por las penas de la existencia; encuentra alivio quien se ve afligido por el sufrimiento y la enfermedad; siente alegría quien se ve oprimido por la incertidumbre y la angustia, porque el corazón de Cristo es abismo de consuelo y de amor para quien recurre a Él con confianza». El papa Francisco también ha hecho de la ternura y la misericordia el centro de su programa.

   Los primeros discípulos compartían lo que tenían, sin preocuparse demasiado por el día de mañana, y todos disfrutaban como hermanos de una misma propiedad. "Los creyentes tenían un solo corazón…" y dice san Agustín: "¿Acaso perdieron lo que poseían personalmente? Si lo hubieran poseído ellos solos y cada uno hubiese tenido lo suyo, hubiese poseído solamente eso; pero al hacer común lo que era particular pasaron a ser suyos también los bienes de los demás... De las cosas que cada uno posee en particular dimanan las riñas, las enemistades, las discordias, las guerras entre los hombres, los alborotos, las mutuas disensiones, los escándalos, los pecados, las iniquidades y los homicidios. ¿De dónde nacen estas cosas? De lo que cada uno posee en particular. ¿Acaso litigamos por lo que poseemos en común? Usamos del aire en común; al sol lo vemos todos. Dichosos, pues, quienes preparan la morada al Señor de tal modo que no encuentran gozo en lo particular y privado".

   Cristo cantó al finalizar la Última Cena el salmo que hoy leemos -así consta en las anotaciones de los salterios más antiguos- y con estos sentimientos nuestro Salvador se encaminó hacia la vía dolorosa. Hay una referencia a la pasión… El designio de su Padre era permanecer en la Cruz hasta el final. "Si no hubiera existido esa agonía en la Cruz, la verdad de que Dios es Amor estaría por demostrar" (Juan Pablo II).

   También se profetiza la resurrección. "No he de morir, viviré": "en realidad, es como decir: la muerte ya no será más la muerte. Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte: Es Cristo quien da gracias al Padre no sólo por haber sido liberado, sino incluso por haber sufrido la Pasión" (S. Juan Crisóstomo). Jesús se aplicó explícitamente este salmo para concluir la parábola de los "viñadores homicidas": "la piedra que desecharon los constructores, se convirtió en la ¡piedra angular!". Jesús es esta "piedra" rechazada por los jefes de su pueblo (anuncio de su muerte), y que llegaría a ser la base misma del edificio espiritual del pueblo de Dios. Es el inicio de una nueva era y la Iglesia, en la noche de la Vigilia pascual y a lo largo de toda la Octava, saluda el nacimiento de ese día glorioso con el canto solemne de este salmo. ¡Este es el día que ha hecho el Señor! Y el día de los ramos, los mismos evangelistas señalan cuidadosamente que la muchedumbre aclamó a Jesús con las palabras del salmo: "¡Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor!". Jesús cantó este salmo después de la comida de Pascua, cada año de su vida terrena, y particularmente la tarde del Jueves Santo, ya que formaba parte del Hallel al finalizar la comida Pascual.

   3. Se ha escrito mucho sobre la posibilidad de que alguien descendiera de Jesús según la carne. Pero sabemos que la familia que Jesús inaugura no es según la carne, sino que son nacidos de Dios por la fe. Todos los que creen en Jesucristo son hermanos. Su familia es la Iglesia. Esencialmente todos en la Iglesia somos iguales, la misión o función es secundaria. El que cree que Jesús es el Cristo, nace de Dios. El amor es la prueba de que se pertenece a esa familia, pues sin amor el bautismo no tiene valor: "Quien no ama al hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?" La Virgen, nuestra madre, nos ayude a amar así.

   4. "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Nos encontramos al final del día de Pascua, cuando han pasado muchas cosas. Primero Pedro y Juan fueron solos al sepulcro, avisados por las santas mujeres que no encontraron el cuerpo del Señor; María Magdalena volvió allí sola, y se le apareció Jesús Resucitado, fue a la primera a quien se apareció, se dirigió por encargo suyo a los discípulos para decirles que el Señor había resucitado. A su Madre debió presentarse dándola a conocer su estado glorioso y que ya no viviría como antes en la tierra; quizá le volvió a recordar que ya en la Cruz le había entregado a Juan como su hijo.... parece razonable pensar que María mantuvo contacto personal con su Hijo resucitado, para gozar también Ella de la plenitud de la alegría pascual. Los primeros testigos de la Resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres. Luego se apareció a aquellos dos que iban a Emaús. La tercera aparición fue a los apóstoles en el Cenáculo a puertas cerradas; y luego a los ocho días, que son las que leemos en el Evangelio de hoy; leeremos también dos apariciones más: la segunda pesca milagrosa y la sexta y última sería a los quinientos discípulos de Galilea en la montaña, a su Ascensión... Quizás habría más apariciones, pero no las relata el Evangelio.

   "Paz a vosotros"… Jesús trae la paz, en su aparición la misma tarde del «primer día de la semana», cuando muestra a los Apóstoles las heridas de las manos y del costado. Tu paz, Jesús,  es la paz del corazón, la paz interior que has conseguido con tu muerte, y que me ofreces si me abro a tu amor.

   "Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». La confesión sacramental es así un regalo pascual: "Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico" (Catecismo, 1442). Jesús, nos hablas del perdón de los pecados en conexión con la paz que nos ofreces. ¡Qué medio más impresionante es la Confesión para recuperar la paz! Gracias, Jesús, por habérmelo dado.

   Jesús «sopla» sobre ellos y les dice: «Recibid el Espíritu Santo». Jesús «recibe» el Espíritu Santo en la Cruz, y Él, junto con el Padre, se lo entrega a los Apóstoles, a la Iglesia. Jesús lo «envía» hoy, el día de Pascua (y según Lucas también a los 50 días). "Les dijo: Recibid el Espíritu Santo". San Pablo nos dirá que Cristo, que era ya el Hijo de Dios en el momento de su concepción -en el seno de María- por obra del Espíritu Santo, en la Resurrección es «constituido» fuente de vida y de santidad -«lleno de poder de santificación»- por obra del mismo Espíritu Santo. La nueva vida en Cristo es vida en el Espíritu.

   "Sopló sobre ellos"… Así como Adán fue hecho «alma viviente», gracias al «aliento de vida» que Dios «insufló en sus narices», Jesucristo, nuevo Adán, y Dios verdadero al mismo tiempo, envía el Espíritu con un soplo, es «espíritu que da vida», la fuente de la nueva vida de los cuerpos resucitados, como dirá san Pablo: «se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual». Nuestra espiritualización a semejanza de Cristo, hará que nuestro cuerpo regido por la mente se transforme en dejarnos llevar por el Espíritu.

   Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré». Jesús irá a curar su incredulidad: Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído». Es hoy el domingo in Albis (blanco), de los que "no han visto y han creído", pues los que fueron bautizados el domingo de Pascua iban con su vestido blanco a participar ya como cristianos en la Misa. Santo Tomás, que antes no quería creer, expresa su fe con las palabras más bonitas que nadie dedicó a Jesús: "Señor mío y Dios mío". Y Jesús responde para los que creerán a lo largo del tiempo: "Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron". Y decía Juan Pablo II: "¡Y la bendición que el Resucitado pronunció en el coloquio con Tomás, dichosos los que han creído, permanezca con todos nosotros!"

   Sobre todo ante el escepticismo actual, esa conversión de Tomás –junto a las dudas, incredulidad y terquedad con que hemos visto que reaccionan los apóstoles ante la noticia de la resurrección- nos ayuda a creer -llevar la inteligencia más allá de sus límites basándonos en la confianza- que es un modo de amar, como afirmaba Newman: "creemos porque amamos". En la vida partimos de la fe –confianza en lo que nos han dicho- que conforma en nosotros unas creencias que en muchos casos podemos verificar. Por ejemplo, si vamos a Francia, ya conocemos por verificación la verdad de ese país, que conocíamos por creencia de lo que nos dijeron los libros y personas… Lo mismo nos pasa con las cosas de Dios: tenemos creencias hasta que conocemos la verdad, aquí o más allá, en el cielo. Por eso, es importante que cuando se participa mejor de la Verdad (por ejemplo, la libertad religiosa, o la salvación ofrecida a todos si siguen la voz de su conciencia…) no nos quedemos con nuestras creencias (por ejemplo la idea del limbo o de hacer Cruzadas) sino que hemos de dejar lo caduco y abrirnos a la Verdad. Jesús es la Verdad, y podemos ya dejar de lado aquellas creencias que eran muletas para llegar a la Verdad mientras no había esa evidencia. También, en nuestro corazón, podemos hablar de una cierta verificación de la fe, que es la paz que tenemos, y una cierta experiencia de Dios. Por tanto, la fe es en cierto modo también –a veces- experiencial, como dice el salmo: "gustad y ved qué bueno es el Señor". Y esto, además, es el mejor apostolado para acercar a los que no creen aún en Jesús: Bienaventurados los que tengan oportunidad de ver los signos en los creyentes, porque ellos también lo serán.

Llucià Pou Sabaté