domingo, 7 de enero de 2024

Tiempo ordinario, I semana, lunes (año II): Jesús llama a la conversión y a seguirle

Tiempo ordinario, I semana, lunes (año II): Jesús llama a la conversión y a seguirle

 

"Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva». Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres». Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras Él" (Marcos 1,14-20).

   1. Durante las próximas cinco semanas meditaremos la historia de Israel comenzando por Samuel, un personaje que vivió unos mil años antes de Cristo, y será el último de los jueces e instaurador de la monarquía. Su madre, Ana, es estéril, y eso la hace infeliz. La rival Penina, con sus afrentas diarias, mantiene el clima de angustia, apenas sostenible. En un tal contexto, ¿cómo no dudaría una mujer del amor de su marido hacia ella? El hogar mismo está herido.

   -«Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué estás triste? ¿Es que no soy para ti mejor que diez hijos?» Ana descubrirá la maravilla del amor de Dios para con ella, que se manifiesta a veces en las situaciones más desesperadas... Va al templo donde la bendicen por su fe. Señor, como la madre de Samuel, me remito a tu amor.

   2. "Creí, por eso hablé", y san Pablo repite: "también nosotros creemos, y por eso hablamos" (2 Cor 4,13). Es la serena confianza y en el sincero testimonio, a pesar de los sufrimientos y de las debilidades humanas. Este canto es celebración del martirio (dice Orígenes) por la mención de «la muerte de sus fieles». Y un texto eucarístico, por hablar de «la copa de la salvación» como imagen de la «copa de la Nueva Alianza».

   Se trata de una acción de gracias unitaria, dirigida al Señor que libera de la pesadilla de la muerte: «"¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación". El salmista ha comprendido los muchos dones recibidos de Dios: "Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor".

   3. Hoy comienza el "tiempo ordinario" que abarca 34 semanas, ocupa el año litúrgico cuando no es tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma o Pascua. Fue la primera manera de organizar las misas que tuvo la Iglesia desde el comienzo.

   Señor, lo primero que nos dices es: «Convertíos y creed en la Buena Nueva». Convertirse, ¿a qué?; mejor sería decir, ¿a quién? ¡A Cristo! Pues solo él es digno de una entrega total, como la que hizo por nosotros en Navidad al encarnarse. Y nuestra felicidad está en corresponder a ese amor. Así lo expresó: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37).

   Convertirse significa acoger agradecidos el don de la fe y hacerlo operativo por la caridad.

   Convertirse quiere decir reconocer a Cristo como único señor y rey de nuestros corazones, de los que puede disponer.

   Convertirse implica descubrir a Cristo en todos los acontecimientos de la historia humana, también de la nuestra personal, a sabiendas de que Él es el origen, el centro y el fin de toda la historia, y que por Él todo ha sido redimido y en Él alcanza su plenitud.

   Convertirse supone vivir de esperanza, porque Él ha vencido el pecado, al maligno y la muerte, y la Eucaristía es la garantía.

   Convertirse comporta amar a Nuestro Señor por encima de todo aquí en la tierra, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas.

   Convertirse presupone entregarle nuestro entendimiento y nuestra voluntad, de tal manera que nuestro comportamiento haga realidad el lema episcopal de Juan Pablo II, Totus tuus, es decir, Todo tuyo, Dios mío; y todo es: tiempo, cualidades, bienes, ilusiones, proyectos, salud, familia, trabajo, descanso, todo.

   Convertirse requiere, entonces, amar la voluntad de Dios en Cristo por encima de todo y gozar, agradecidos, de todo lo que acontece de parte de Dios, incluso contradicciones, humillaciones, enfermedades, y descubrirlas como tesoros que nos permiten manifestar más plenamente nuestro amor a Dios: ¡si Tú lo quieres así, yo también lo quiero!      Convertirse pide, así, como los apóstoles Simón, Andrés, Jaime y Juan, dejar «inmediatamente las redes» e irse con Él, una vez oída su voz. Convertirse es que Cristo lo sea todo en nosotros (Joan Costa).

   Caridad, oración y ayuno, son las armas espirituales para combatir el mal, que se nos recuerdan en Cuaresma, pero quiere la Iglesia proponernos ya en la primera semana del tiempo ordinario este Evangelio de llamada a la conversión, para que empecemos con buen pie. Es fácil de intuir que hay algo dentro de nosotros que lo necesita, y nos anima a creer siguiendo la revelación. El pecado existe, es un mal: ofensa a Dios y destrucción de la vocación del hombre. ¿Es capaz de hacer daño a Dios lo que nosotros hacemos de malo? Parece que no, porque Dios es omnipotente, pero ama, y la gloria de Dios es la felicidad del hombre, y Dios "sufre" cuando nos hacemos daño, cuando estamos tristes porque le hemos abandonado, es vulnerable. Estamos hechos para el amor de Dios, y no encontramos la plenitud fuera del amor, que es caer en el pecado, que es egoísmo. El pecado es ofensa a Dios, nos desvía de Él y por tanto nos "pierde", maltrata nuestra dignidad y perturba la convivencia.

   Después de alzar el puño contra Dios con la soberbia del primer pecado de Adán, la rebelión contra Dios, el segundo pecado del mundo es Caín que mata a Abel: cuando no hay padre, los hermanos se matan (Catecismo, 1849-1850). Pero después del primer pecado (Gen 3, 15) Dios promete la salvación. Más tarde, el Señor suscita en Abraham un paso más en su plan redentor, luego la liberación de la esclavitud de Egipto, elección de Israel y alianzas, cuidado amoroso y envío de los Patriarcas y Profetas, hasta Jesús, pues el hombre no puede salvarse solo, y la situación de pecado personal genera el pecado social con sus estructuras de pecado como vemos en la historia.

   La llamada primera es a la conversión. La santidad no es una cuestión mágica, sin implicarnos en el amor y correspondencia, como dándole a un botón, mirar hacia oriente y decir una formulita… Jesús nos dice que ha venido a salvar a los pecadores, y que prefiere un corazón contrito y humillado. Esto significa reconocer nuestra situación de pecado, y dejarnos conquistar por el divino alfarero que para hacer su obra maestra necesita que seamos dúctiles, que nos dejemos transformar, convertir. Y para esto, necesitamos oración: «En la oración tiene lugar la conversión del alma hacia Dios, y la purificación del corazón» (San Agustín). Te pido, Señor, ir descubriendo las cosas que he de mejorar en el campo de mi alma: defectos que arrancar, virtudes que sembrar… Jesús, en la oración te has metido en mi vida casi sin darme cuenta, desde el bautismo (que ayer hemos recordado). Ahora quiero verte en la oración, y así sentir cómo me invitas a seguirte:

   -"Caminando a orillas del mar de Galilea vio a Simón y a su hermano Andrés"... se irá formando el grupo de los que siguen a Jesús.

   -"Venid... Seguidme... Yo os haré pescadores de hombres. Es la segunda llamada de Jesús a los discípulos (la primera, la leímos la semana pasada, cuando estaban con Juan Bautista Juan y Andrés, que luego irán a buscar a sus respectivos hermanos), esta es quizá más personal, para ser de los discípulos que le siguen más de cerca. Habrá también una tercera, la llamada a los que formarán el colegio apostólico. Toda la vida es una continua llamada, donde hay momentos especiales, más relevantes.

   -«Lo dejaron todo y le siguieron». Jesús, no eres un maestro que enseña sentado en su cátedra y manda a la gente a misiones. Vas por delante. Tus discípulos son los que te siguen, los que caminan contigo. Es más importante la persona que la doctrina o moral. Ser cristiano no es seguir una doctrina principalmente, sino seguirte, Jesús.

Llucià Pou Sabaté

 

El Bautismo del Señor, ciclo B: También nosotros podemos sentir que el Padre nos dice: “tú eres mi hijo… te he engendrado hoy”.

El Bautismo del Señor, ciclo B: También nosotros podemos sentir que el Padre nos dice: "tú eres mi hijo… te he engendrado hoy".

 

A. Lecturas

   1. Isaías 42,1-4. 6-7. Esto dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la tierra y sus leyes, que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas.

   2. Salmo 28,1a.2.3ac-4.3b.9b-10: Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

   La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.

   El Dios de la gloria ha tronado. El Señor descorteza las selvas. En su templo, un grito unánime: ¡Gloria! El Señor se sienta por encima del aguacero, el señor se sienta como rey eterno.

   3. Hechos de los Apóstoles 10,34-38: En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: —Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.

   4. Marcos 1,6b-11. En aquel tiempo proclamaba Juan: —Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

   Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: —Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.

 

B. Comentario:

   1. Isaías cuenta que Dios habla de un "siervo", el elegido, el preferido, que no tendrá miedo para hacer justicia, el guía, el nuevo Moisés para llevar al nuevo pueblo, con más poder que todos los héroes que hemos nunca soñado, "luz de las naciones" con misión universal, el gran libertador, personaje misterioso, como si tuviera antifaz. Podemos hacer nuestra oración dirigiéndonos a Jesús: sé que tú eres creador de cielos y tierra, Redentor, sacerdote y Amigo, del que habla el profeta que nos salvas, creo en ti y quiero pedirte una cosa: que me enseñes a estar siempre contigo, a no dejarte. Que sepa decir a Dios que sí, como tu madre, como tú.

   Miraré a la Virgen a los ojos, en su cuadro o imagen, y le diré: Mamá, Madre, Madre mía Inmaculada, Ave María, Purísima, sin pecado concebida, que no me separe de Jesús ni de ti. Todo tuyo soy María y mis cosas tuyas son; Tú, mi Madre. Tú, mi Reina. Todo tuyo soy, María, por amor a Ti me doy, para ser siervo tuyo, y por Ti serlo de Dios. Quiero aprender a dirigir miradas de cariño a las imágenes de la Virgen y de Jesús para saberme mirado por ellos, saber que soy de la familia de Dios.

  Y le hablaré a María: Eres la más hermosa de las mujeres. Quiero mirarme en ti para ser mejor hijo de Dios, pues tú eres más pura que el sol, más bella que la luna, más limpia y más hermosa que la nieve recién caída, que un cielo azul, sin nubes. Eres el espejo más limpio, donde mejor se refleja la Hermosura de Dios. Más que tú sólo Dios. Si Dios quiso tu pureza inmaculada para preparar a su Hijo Jesús una morada digna, quiero parecerme a ti para vivir mi alma en el Bautismo que hoy celebramos, hacer limpieza, ahí se lavó el pecado original y ahora quiero estar también limpio de todo pecado. Como la ropa limpia es más bonita, y el cuerpo limpio, no sólo la cara, quiero tener el alma limpia: es lo más importante, el vaso limpio por dentro.

   Y rezaré la comunión espiritual: yo quisiera Jesús recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los Santos.

   Así como tú Madre mía estuviste fuerte en la lucha contra el demonio, quiero estar fuerte contigo, y rezaré cada día las Tres Avemarías y me protegeré con tu manto, con el Santo Escapulario: Toda hermosa eres, María, y no hay en ti mancha de pecado original. Bendita eres Tú, Virgen Inmaculada, sobre todas las mujeres de la tierra. Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Madre de Dios, intercede por nosotros.

   2. El Salmo nos habla de tormentas, pero Dios nos dice que no tengamos miedo, que quiere mucho a las aves del cielo y a nosotros más. Que miremos las flores del campo y los pájaros que no necesitan hacerse vestidos, y Dios los viste de colores tan preciosos que ni un rey o una reina pueden vestirse así. Pues a nosotros nos quiere y nos cuida mucho más. ¿Sabes por qué? Por nosotros somos hijos suyos. Dios nos ha dado la vida y nos ha hecho así, como somos: con ojos que pueden ver, una lengua que puede hablar, manos que pueden coger las cosas, pies que pueden andar; y, por dentro, algo maravilloso, que nos hace parecidos a Dios, con la que podemos pensar, rezar, y querer a Dios y a nuestros padres, hermanos, amigos... ¿y es?... El espíritu, de hijos de Dios. Eso es lo que nos distingue de las demás criaturas.

   Dios nos ha dado todas las cosas que ha hecho: Los animales, las aves y los peces para que nos alimentemos; las plantas con sus flores y frutos, el sol, el mar, las montañas... Dios nos quiere más que a todas las criaturas de la tierra, porque somos hijos suyos. Por todo debemos darle gracias, y ser también muy generosos, y querer a todas las criaturas, ser amigo de todos:  ¡gracias, muchas gracias, Jesús. Por las aves del cielo, los peces del mar y los animales todos de la tierra. Por las flores y frutos y todos los árboles que adornan la tierra. Por el sol que ilumina los días y la luna y estrellas que lucen en la noche. Por el agua llovida del cielo, por las fuentes, los ríos y el inmenso mar. Por la familia que me has dado, por los amigos. Porque me has dado la vida y me has hecho hijo de Dios!

   ¿Y cuando el cielo se oscurece? A veces las fuerzas del mal parecen hacerme daño… pues entonces iré a ti, Jesús, a protegerme en tu corazón para que los rayos malos no me hagan daño, para no tener miedo de la oscuridad. Porque Tú Jesús eres el Señor de la tempestad, tú reinas sobre las nubes como lo haces sobre el cielo azul. Contigo estoy seguro. Quiero verte también en las dificultades y problemas, en las cosas que salen mal, en los pecados y suspensos, en los fracasos y en mis tonterías, en los rechazos de los demás y en mis modos de ser que a veces me parecen estúpidos, en los modos de ser de los demás cuando me parecen pesados, y me gustaría incluso que alguien no existiera o se fuera lejos...

   3. Los Hechos nos recuerdan que Jesús fue "ungido" (tocado, señalado, escogido) por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él". Pedro se encuentra en casa de Cornelio, extranjero y descubre que no debe distinguir ya entre inmigrantes y judíos, entre gente de razas y ricos y pobres: todos somos hijos de Dios. Como los reyes magos representan las razas de la tierra, ahora vemos que el bautismo es para blancos, amarillos, negros… todos somos hermanos, hijos de Dios. Nadie es más que otro, nadie es menos que otro. Es igual que sea musulmán o cristiano, indio o asiático. Cristo es de todos. Todos los hombres son iguales, todos estamos llamados a la salvación de Dios. Pedro confiesa abiertamente que ahora comprende lo que dicen las Escrituras, que Dios no hace distinciones y que el Evangelio no puede detenerse ante las fronteras de ningún pueblo, raza o nación.

   Todavía hay mucho racismo, todavía nos cuesta mirar a los ojos a aquel vecino extranjero, o a aquel inmigrante que trabaja en casa, o a aquella dependienta de la panadería, que no habla bien nuestro idioma, como si nuestro idioma fuese El Idioma: Jesús es de todos y todos somos hijos de Dios, también los que no son como yo (muchas veces, añadiría afortunadamente…).

   4. Proclamaba Juan: "—Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo". Es el anuncio de nuestra filiación divina.  

   Y aparece Jesús a que Juan lo bautizara en el Jordán. "Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: —Tú eres mi Hijo amado, mi preferido".

   El agua tiene un sentido mágico: convierte la tierra en fértil, y así el bautismo en nuestra vida. Por eso situamos la muerte en el desierto, y la vida en el agua:

   "Hoy que sé que mi vida es un desierto, en el que nunca nacerá una flor, vengo a pedirte, Cristo jardinero, por el desierto de mi corazón para que nunca la amargura sea en mi vida más fuerte que el amor; pon, Señor, una fuente de esperanza en el desierto de mi corazón.

   Para que nunca ahoguen los fracasos mis ansias de seguir siempre tu voz, pon, Señor, una fuente de esperanza en el desierto de mi corazón.

   Para que nunca busque recompensa al dar mi mano o pedir perdón, pon, Señor, una fuente de amor puro en el desierto de mi corazón.

   Para que no busque a mí cuando te busco y no sea egoísta mi oración, pon tu cuerpo, Señor, y tu palabra en el desierto de mi corazón" (Himno de Laudes).

   Hoy acaba el tiempo de Navidad, y es que no pasa, no se fue en una nave a los espacios dejándonos otra vez solos: la fiesta continúa, Jesús se queda, con el bautismo y los sacramentos. Incluso para los que no pueden recibir el bautismo, Dios ofrece su salvación: «En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (Cf. 1 Tm 2, 4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis" (Mc 10, 14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo bautismo» (Catecismo, 1261)… Y decía Cantalamessa, predicador del Papa: "Debo confesar que la mera idea de un Dios que prive eternamente a una criatura inocente de Su visión sencillamente porque otra persona ha pecado…, me hace estremecer... y estoy seguro de que haría a cualquier no creyente feliz de mantenerse apartado de la fe cristiana. Si el infierno consiste esencialmente en la privación de Dios, ¡el Limbo es infierno!"

   La voz del cielo —«Este es mi Hijo amado»— es una referencia anticipada a la resurrección. Así se entiende también por qué en las palabras de Jesús el término bautismo designa su muerte. Nosotros también por el bautismo oímos (en el alma, sin palabras) que Dios nos llama así: "hijo amado". Pero esto nos compromete, como Jesús: a hacer caso a Dios: «Escuchadle». El cielo que se abre: sobre Jesús el cielo está abierto. Su comunión con la voluntad del Padre, la «toda justicia» que cumple, abre el cielo, que por su propia esencia es precisamente allí donde se cumple la voluntad de Dios. A ello se añade la proclamación por parte de Dios, el Padre, de la misión de Cristo, pero que no supone un hacer, sino su ser: Él es el Hijo predilecto, sobre el cual descansa el beneplácito de Dios. Finalmente, quisiera señalar que aquí encontramos, junto con el Hijo, también al Padre y al Espíritu Santo: se preanuncia el misterio del Dios trino, que naturalmente sólo se puede manifestar en profundidad en el transcurso del camino completo de Jesús.

   En este sentido, se perfila un arco que enlaza este comienzo del camino de Jesús con las palabras con las que el Resucitado enviará a sus discípulos a recorrer el «mundo»: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19). El bautismo que desde entonces administran los discípulos de Jesús es el ingreso en el bautismo de Jesús, el ingreso en la realidad que El ha anticipado con su bautismo.

   Llucià Pou Sabaté

viernes, 5 de enero de 2024

Navidad, 6 de enero, Fiesta de los Reyes Magos, Jesús se manifiesta a todos los hombres con su salvación y nos enseña que todos estamos llamados a ser hijos de Dios.

Navidad, 6 de enero, Fiesta de los Reyes Magos, Jesús se manifiesta a todos los hombres con su salvación y nos enseña que todos estamos llamados a ser hijos de Dios.

 

A. Lecturas

   1. Isaías 60,1-6: ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad, los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora.

   Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti: tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar, y te traigan las riquezas de los pueblos.

   Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.

 

   2. Salmo 71,2. 7-8. 10-11. 12-13: R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.

   Dios mío confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes: para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.

   Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.

   Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributos; que los reyes de Sábá y de Arabia le ofrezcan sus dones, que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan.

   Porque él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.

   3. Efesios 3,2-3a.5-6: Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

   4. Mateo 2,1-12. Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: —¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: —En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta: «Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel.» Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: —Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño, y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

B. Comentario:

1. Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!...  Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor". Hay una guerra en el mundo entre la luz y las tinieblas, cuando no hay Dios la tierra se pone a oscuras, y cuando llega Jesús se va haciendo la luz en los corazones. Se hizo la noche azul por la presencia de la Virgen, y el Infinito apareció sin velos, y se hizo niño entre pañales y llorando me hizo llorar para que me decida a ya no más pecar. La luna y las estrellas brillan tan claros que me encanta estar allá. Me han dicho que María significa "Señora" pero también "estrella de la mañana" que orienta a los navegantes que se despistan en la oscuridad de la noche. La estrella que guía a los Magos les acerca a Jesús, y yo quiero seguir también mi estrella, estar siempre con Jesús…

   Navidad nos habla de que si Dios se ha hecho Niño, es posible un mundo mejor, en el que reine la alegría. Que por muy negro que parezca el futuro, y nuestros conflictos parezcan sin solución, siempre hay un punto en lo más profundo del alma –¡la estrella!- que emana la luz y el calor de Belén, que nos llena y nunca nos deja sentirnos vacíos, que es fuente inagotable de ilusiones y proyectos. Porque Jesús entra dentro de la Historia, es solidario con todo lo nuestro, y nunca nos sentiremos solos: "Si las estrellas bajan para mirarte, / detrás de cada estrella / camina un ángel" (Luis Rosales).

   El profeta nos dice que donde está Dios está la luz y está la vida; "Epifanía" es una palabra griega que significa "manifestación". Se hablaba de epifanía cuando un rey se manifestaba a su pueblo, en especial cuando regresaba triunfante de la batalla o visitaba con gloria y majestad una de sus ciudades. Despertaba esperanza, salvación, como ahora cuando un equipo ficha un jugador y todos se alegran porque piensan que ya ganarán todos los campeonatos y serán felices… pero con Jesús sí que pasa…

   Y vendrán los reyes como anuncia el profeta a ofrecer en camellos oro, incienso y mirra, que es lo que dice también el Salmo: "Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra". Es Dios Rey, el Reino de Dios que se manifiesta en Jesús, como pedimos en el padrenuestro: "¡venga a nosotros tu Reino!". Va diciendo nombres de reinos, como Tarsis (sur de España, donde había fama de minas de oro)… por eso ponemos un rey blanco (Europa), uno amarillo (Asia) y otro negro (representante de África), representan a todos los pueblos de la tierra conocida entonces, que se ponen en movimiento hacia esa adoración, manifestación de Dios en el Niño Jesús y que provoca la alegría de todos.

   2. En el salmo 96 se encuentra la frase: «Que dancen de gozo los árboles del bosque, delante del Señor que hace su entrada». La liturgia ha ampliado la idea relacionándola con otras que hay en los salmos y formando así la frase: «Montes y colinas cantarán alabanzas en la presencia de Dios, y batirán palmas todos los árboles del bosque, porque viene el Señor, el Soberano, a ejercer su señorío eternamente». Los adornados árboles del tiempo de Navidad no son más que el intento de hacer que esa frase se convierta en una verdad visible: el Señor está presente -así lo creían y lo sabían nuestros ancestros—; por tanto, los árboles deben ir a su encuentro, inclinarse ante él, convertirse en alabanza de su Señor. Y, fundados en la misma certeza de fe, esos ancestros nuestros hicieron que también fuesen verdad las palabras que refieren el canto de los montes y colinas: ese canto que ellos entonaron sigue resonando hasta nuestros días y nos permite presentir algo de la cercanía del Señor -la única que podía regalar al ser humano sones semejantes—.

   3. Como dice San Pablo, todos los pueblos son llamados a "la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio": es la gran fiesta de hoy. Jesús se manifestó ante los judíos en los pastores, y hoy lo hace ante los gentiles (que son los de fuera, los no-judíos): representan al resto de pueblos de la tierra. La buena nueva, los regalos de Reyes que nos trae Jesús, no son puro futuro sino que se insertan en el presente. Él está presente en mi vida, en su Palabra y la liturgia, y puedo hablar con él, dirigirle la palabra, quejarme, lamentarme con él, exponerle mi dolor, mi impaciencia, mis preguntas, consciente de que su escucha está siempre presente.

   La esperanza cristiana queda como reflejada en esa estrella que nos guía hacia Jesús, hacia un futuro en el que todo encontrará su lugar... Jesús ha nacido para mi la noche de Navidad, y queremos acercarnos a este misterio, queremos participar de esta Vida, queremos emprender el camino justo que es la Humanidad Santísima de Cristo. Queremos entender el sentido de nuestra vida en Cristo. Queremos mirar, abrir los ojos, tener los ojos abiertos y dejar que el Señor haga, realice este milagro en nuestra poquedad. La tierra, la tierra estéril, la tierra agreste, se transformaba en tierra esponjosa, en tierra amorosa: -"Ya no serás la desolada, serás la amada", porque el Señor cultiva nuestro campo, nuestra alma, como su jardín, donde va realizando su obra. Vamos a abrir las verjas de nuestro jardín, para que el Señor entre, vamos a contemplarlo, para saber mirar a Cristo, dejarle hacer en nuestra alma, dejarle entrar en nuestro jardín y colaborar con Él, en tener sus mismos sentimientos, en participar en sus afanes, en participar en el amor a su Madre -que es nuestra Madre Santa María-, y participar de nuestra nueva creación, en esta transformación –como en Caná- de lo humano, lo terreno, en divino, el agua en vino, el pobre corazón que tenemos en un corazón que sepa amar a la medida del corazón de Cristo.

   "Este es el día que ha hecho el Señor", la Pascua de Navidad, el día más grande, aunque nos podemos plantear que si Navidad es el día más popular, los teólogos dirán que es mayor la Pascua de Resurrección. Pero también es cierto que si Jesús no hubiera nacido, no hubiera podido resucitar. El Nacimiento es el momento más grande de la historia, al menos en palabras de San Pablo: "Llegada la plenitud de los tiempos, entonces, hijo de una mujer, vino Dios al mundo". Así pues, "éste es el día que ha hecho el Señor", en este día las cosas humanas, la tierra agreste, las cosas que todavía no son, quedan transformadas en divinas, como dirá el prefacio de Navidad dirigiéndose a Dios Padre: "gracias al misterio del Verbo hecho carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que conociendo a Dios visiblemente, Él nos lleve al amor de lo invisible". Por Jesús, unidos a él, las cosas humanas se convierten en divinas, es una nueva creación. Jesús, ha venido a traer el sentido de nuestra filiación divina. Nunca más estaremos solos, la tierra nunca más estará desolada. Ésta es la gran verdad que hemos de extender, a la gente que nos rodea, a todo el mundo.

   4. Largo y complicado viaje con un fin exclusivo: adorar a Cristo. Se han puesto en camino, Dejan atrás familia y amistades, negocios pendientes. Cambian la comodidad de sus palacios orientales por la molesta joroba de un camello. Vinieron cada uno de un lado y se encontraron en ese camino, viaje que no sabían cuánto duraría. Los mediocres les dirían que estaban locos, que es inútil seguir la estrella. Hoy, como ayer.

   La figura de los magos avanza por los siglos, que no pueden borrarla, como la vocación de seguir la estrella, dejar atrás tantas cosas, también buenas. Hoy, como ayer. Para abrir los ojos y el corazón a una gran aventura, es caminar por la vida con una razón de ser, es penetrar lentamente en un mundo soñado, es ver cómo esa ilusión va haciéndose realidad en panoramas maravillosos, que se abren a cada paso. Y, sobre todo, Señor, en acercarse cada día más a Ti.

   La luz a veces desaparece, como los magos se han quedado sin la estrella que los guiaba y ahora reciben el impacto tremendo de la indiferencia de Jerusalén, que no saben nada de Cristo, ni lo buscan. Es la hora de la crisis, de la prueba. La hora del recuerdo de la vida tranquila… ¿para qué seguir? "No te compliques la vida", oímos que nos dicen voces… A veces por ignorancia, como aquella madre que le pedía a su hijo, piloto de avión supersónico: "procura volar despacio y bajito…" Es el momento de amar, de hablar, de preguntar a quien sabe.

   "Unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: —¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". La estrella marca lo que Dios nos dice, pero a veces no lo vemos, y hemos de preguntar al que sabe. Los sabios dicen: "—En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta", y los magos "se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño". Habían perdido la dirección, la estrella, y vuelven a encontrarla, y con ella el sentido de misión… y gozaron con ello: "Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría". Tiempo de una alegría que ningún sufrimiento es capaz de erradicar… Hasta aspectos más secundarios como la repostería de Navidad parece que hacen realidad las palabras bíblicas: «Aquel día, los montes destilarán dulzura y las colinas manarán leche y miel». Contaba Es Dios que viene en Navidad, que reparte, por decirlo así, la miel. Por tanto, tiene que ser verdad que la tierra mana esa miel: donde él esté, desaparece toda amargura, coinciden el cielo y la tierra, Dios y hombre; y la miel, la repostería de miel, es un signo de esa paz, de la concordia y la alegría.

   Así, los pastores llegaron al portal. "Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra". Así la Navidad se convirtió en la fiesta de los regalos, en la que nosotros imitamos al Dios que se regala a sí mismo y que, con ello, nos ha dado nuevamente la vida, que sólo se convertirá realmente en don cuando, a la leche de la existencia, se agregue la miel de ser amado, de un amor que no está amenazado por ninguna muerte, por ninguna infidelidad y por ninguna ausencia de sentido.

   Todo ello confluye por último en la alegría de que Dios se ha hecho niño, un niño que nos anima a tener confianza como los niños, a regalar y recibir regalos.

   Tal vez nos resulte difícil admitir estos tonos alegres cuando nos vemos atormentados por preguntas, cuando la enfermedad del cuerpo y los problemas del alma nos aquejan por igual y nos impulsan más bien a rebelarnos contra un Dios incomprensible. Pero el signo de esperanza representado en este niño está puesto también y precisamente para los atribulados. Justamente por eso ha podido producir un eco tan puro que su poder de consuelo llega a tocar incluso el corazón de los incrédulos, al acercarse a contemplar y adorar ese niño que pudo solo hacer cantar las montañas y que ha convertido en alabanza los árboles del bosque.

   De rodillas delante de Jesús Niño, queremos hacerle regalos nosotros también, decirle: "Señor, te amo", con toda el alma, como san Josemaría: Señor, quisiera ser tuyo de verdad, que mis pensamientos, mis obras, mi vivir entero fueran tuyos... Me hubiese gustado ser tuyo desde el primer momento: desde el primer latido de mi corazón, desde el primer instante... No soy digno de ser… tu hermano, tu hijo y tu amor. Tú si que eres mi hermano, mi amor, y también soy tu hijo. Para tomar al Niño y abrazarlo hemos de hacernos pequeños. Y acudir a María, y si Ella tiene sobre su brazo derecho a su Hijo Jesús, yo, que soy hijo suyo también, tendré allí también un sitio. La Madre de Dios me cogerá con el otro brazo, y nos apretará juntos contra su pecho. Sentir el calor que purifica, el amor. Porque a veces somos como el borrico que está allí (también llamado mula…), que aunque noble y bueno, a veces se revuelca por el suelo, con las patas arriba, y da sus rebuznos. "Como un borriquito estoy ante ti": Tú eres el Amor de mis amores. Señor, Tú eres mi Dios y todas mis cosas. Señor, sé que contigo no hay derrotas. Señor, yo me quiero dejar endiosar, aunque sea humanamente ilógico y no me entiendan. Toma posesión de mi alma una vez más, y fórjame con tu gracia. Madre, Señora mía; San José, mi Padre y Señor; ayudadme a no dejar nunca el amor de vuestro Hijo.

   Es como un "enamoramiento"… te vuelve inquieto, dejas la tranquilidad y sigues esa música del corazón, que es el amor. De eso hablan las canciones de amor, y es que todo amor viene de Dios. Me viene a la cabeza la letra de una de ellas como si el Señor nos hablara de esta luz, para que no nos deje este año y que lo más pequeño esté lleno de amor: "Siguiendo una estrella he llegado hasta aquí, aunque es largo el camino lo seguiré hasta el fin. Cuando sientas miedo y no puedas seguir su luz,  es tu destino y hoy brilla para ti... cógela y aprieta fuerte, lucha cueste lo que cueste contra el viento, contra el fuego, llegarás al mismo cielo... Mi estrella será tu luz..., coge mi mano, yo estoy contigo, esto es un sueño, sueña conmigo... tu estrella será tu luz y conseguirlo no es tan difícil si la voz te sale del corazón."

Llucià Pou Sabaté

 

jueves, 4 de enero de 2024

Navidad, 5 de Enero: con el amor a los hermanos pasamos de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Un ejemplo de seguimiento de Jesús es Natanael con su sencillez

 

Navidad, 5 de Enero: con el amor a los hermanos pasamos de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Un ejemplo de seguimiento de Jesús es Natanael con su sencillez

 

A. Lecturas:

   1. I Juan (3,11-21): Éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No seamos como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran buenas. No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; nosotros hemos pasado de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios.

   2. Salmo 99: Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores.

   Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

   Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre.

   «El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.»

   3. Juan 1,43-51: "En aquel tiempo, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás».

   Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre»".

 

B. Comentario:

   1. «Éste es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros». Sentimos el amor de Dios. Ahora nos toca a nosotros orientar nuestra vida en una respuesta de amor. «En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestras vidas por los hermanos». El que ama, vive. El que no ama, permanece en la muerte. «Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos». Según el evangelio de Mateo, el juicio final para el cristiano versará sobre si ha amado o no a su prójimo, sobre todo a los que estaban necesitados, hambrientos. Aquí Juan plantea el mismo interrogante: «si uno tiene de qué vivir y viendo a su hermano en necesidad le cierra sus entrañas, ¿cómo a va estar en él el amor de Dios?»  El argumento de Juan se hace todavía más dramático: «no seamos como Caín, que procedía del maligno y asesinó a su hermano». «El que odia a su hermano es un homicida». Para conocer su estado espiritual y saber si posee la vida, el fiel no tiene más que preguntarse si posee la caridad. Entonces, incluso si se le arrebata la vida física, no se podrá nada para quitarle la vida eterna.

   El sacrificio de la cruz ha sido la victoria del amor sobre el odio. Es participar en la obediencia al amor incondicional de Jesús al misterio de la cruz: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos". ¿No soy capaz de morir por mis hermanos? Voy a comenzar por disponerme al menos a darles algo de lo que tengo. Pero no por jactancia, sino por amor (San Agustín).

   2. El salmo es de acción de gracias: "Aclamad..., servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. Sabed que el Señor es Dios... Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre", invitaciones a entrar en el área sagrada del templo y sobre todo a aclamar a Dios con alegría.

   El mundo y la historia no están a merced del destino, del caos o de una necesidad ciega. Por el contrario, están gobernados por un Dios misterioso, sí, pero a la vez deseoso de que la humanidad viva establemente según relaciones justas y auténticas: él "afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente. (...) Regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad". Por tanto, todos estamos en las manos de Dios, Señor y Rey, y todos lo celebramos, con la confianza de que no nos dejará caer de sus manos de Creador y Padre.

   Vemos también una confesión de la fe, del único Dios: "Somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño". Y este Señor creador tiene como características: la bondad, el amor misericordioso (hésed) y la fidelidad. Aunque nos portemos mal, él no dejará de querernos, su alianza es para siempre.

   San Agustín relaciona eso con el amor de la primera lectura: "Cuanto más aumente la caridad, tanto más te darás cuenta de que decías y no decías. En efecto, antes de saborear ciertas cosas creías poder utilizar palabras para mostrar a Dios; al contrario, cuando has comenzado a sentir su gusto, te has dado cuenta de que no eres capaz de explicar adecuadamente lo que pruebas. Pero si te das cuenta de que no sabes expresar con palabras lo que experimentas, ¿acaso deberás por eso callarte y no alabar? (...) No, en absoluto. No serás tan ingrato. A él se deben el honor, el respeto y la mayor alabanza. (...) Escucha el salmo: "Aclama al Señor, tierra entera". Comprenderás el júbilo de toda la tierra, si tú mismo aclamas al Señor".

   Se va como recitando una procesión de actos litúrgicos para con Dios: aclamad, servid, entrad en su presencia, reconoced, entrad por sus puertas, dadle gracias, bendecid su nombre. Se proclama también una plena pertenencia a Dios: "somos suyos, su pueblo", "ovejas de su rebaño".

   San Efrén (hacia 306-373) diácono en Siria, doctor de la Iglesia, en su Himno I sobre la Resurrección proclama "El pueblo que habita en las tinieblas ha visto una gran luz": Jesús, Señor nuestro, Cristo / Se nos ha manifestado desde el seno del Padre / Ha venido a sacarnos de las tinieblas / Y nos ha iluminado con su luz admirable / Ha amanecido el gran día para la humanidad / El poder de las tinieblas ha sido vencido / De su luz nos ha nacido una luz / Que ilumina nuestros ojos entenebrecidos // Ha hecho brillar la gloria en el mundo / Ha iluminado los abismos oscuros / La muerte ha sido aniquilada, las tinieblas ya no existen / Las puertas del infierno han sido abatidas // El ha iluminado a toda criatura / Tinieblas desde los tiempos antiguos / Ha realizado la salvación y nos ha dado la vida; / Volverá en gloria e iluminará los ojos de los que le esperan // Nuestro Rey viene en su esplendor / Salgamos a su encuentro con las lámparas encendidas / Alegrémonos en él como el se regocija con nosotros / Y nos alegra con su gloriosa luz // Hermanos míos, levantaos, preparaos / A dar gracias a nuestro Rey y Salvador / Que vendrá en su gloria y nos alegrará / Con su gozosa luz en el Reino".

   3. Eran cinco hombres que seguían a Jesús hacia Galilea… Podemos imaginar la escena, contemplar a Jesús con Juan y Santiago, con Andrés y Pedro.   Pedro y Andrés llevaron al Señor a Felipe, que era del pueblo de los dos hermanos, Betsaida. Y Jesús le dijo: -Sígueme. Felipe le siguió, y fue a buscar a su amigo Bartolomé-Natanael:

   -He aquí un verdadero israelita -dijo Jesús cuando se acercaba Natanael- en él que no hay doblez ni engaño.

   -¿De dónde me conoces? -preguntó el recién llegado.

   -Antes que Felipe te llamara, yo te vi cuando estabas debajo de la higuera.

   Natanael se arroja al suelo, dice a Jesús: -Tú eres el Hijo de Dios. Encontró que «solamente Jesucristo es para nosotros todas las cosas (…). ¡Dichoso el hombre que espera en Él!» (San Ambrosio).

   Para mí, Natanael estaba debajo del árbol pensando en su vocación y que si había algún sentido en la vida que alguien se lo fuera a decir, pidió una prueba, por eso cuando Natanael le pregunta: "¿De qué me conoces?", la palabra de Jesús le toca el corazón: "te vi cuando estabas en la higuera" podría significar algo como "sé en lo que pensabas, y aquí estoy yo que te llamo", pienso que esto ayuda a que él tenga una respuesta de confesión de su fe en Jesús: "tú eres el hijo de Dios". También nosotros, a veces, podemos notar ciertas premoniciones, ciertas señales de la presencia de Dios…

 

Llucià Pou Sabaté

 

miércoles, 3 de enero de 2024

Navidad: 4 de Enero: llamada a seguir a Jesús, el Cordero de Dios, para participar de su obra

Navidad: 4 de Enero: llamada a seguir a Jesús, el Cordero de Dios, para participar de su obra

A. Lectura:

   1. I Juan 3,7-10: Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

   2. Salmo 97. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

   Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes.

   Al Señor, que llega para regir la tierra. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.

   3. Jn 1,35-42: En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir, "Maestro"— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, "Piedra".

 

B. Comentario:

   1. Dice Ratzinger: "como Moisés, ofreció el sagrado canje: ser borrado del libro de la vida para salvar a su pueblo. De este modo, Jesús será el Cordero de Dios que carga sobre sí los pecados del mundo, el nuevo Moisés que está verdaderamente «en el seno del Padre» y, cara a cara con El, nos lo revela. El es verdadera fuente de agua viva en los desiertos del mundo; El, que no sólo habla, sino que es la palabra de la vida: camino, verdad y vida. Desde lo alto de la cruz, nos da la nueva alianza. Con la resurrección, el verdadero Moisés entra en la Tierra Prometida, cerrada para Moisés, y con la llave de la cruz nos abre las puertas del Paraíso.

   Jesús, por tanto, asume y concentra en sí toda la historia de Israel. Esta historia es su historia: Moisés y Elías no sólo hablaron con Él, sino de Él. Convertirse al Señor es entrar en la historia de la salvación, volver con Jesús a los orígenes, a la cumbre del Sinaí, rehacer el camino de Moisés y de Elías, que es la vía que conduce hacia Jesús y hacia el Padre, tal como nos la describe Gregorio de Nisa en su Ascensus Moysis".

   Esto se ve en las tentaciones de Jesús; ser Cordero quiere decir también participar "en las tentaciones de su pueblo y del mundo, sobrellevar nuestra miseria, vencer al enemigo y abrirnos así el camino que lleva a la Tierra Prometida". De una manera especial es modelo del sacerdote: "mantenerse en primera línea, expuesto a las tentaciones y a las necesidades de una época concreta, soportar el sufrimiento de la fe en un determinado tiempo, con los demás y para los demás". En las épocas de crisis en el campo de las ideas o de la vida social o política, "es normal que los sacerdotes y los religiosos sientan su impacto antes incluso que los laicos; arraigados en la firmeza y en el sufrimiento de su fe y de su oración, deben ellos construir el camino del Señor en los nuevos desiertos de la historia. El camino de Moisés y de Elías se repite siempre, y así la vida humana entra en todo tiempo en la única senda y en la única historia del Señor Jesús".

   2. Todo ello está presente en ese primer encuentro de Jesús con los que serán "suyos". «'Maestro, ¿dónde vives?'. Les respondió: 'Venid y lo veréis'» . "Van, y lo contemplan escuchándolo. Y conviven con Él aquel atardecer, aquella noche. Es la hora de la intimidad y de las confidencias. La hora del amor compartido. Se quedan con Él hasta el día siguiente, cuando el sol se alza por encima del mundo.

   Encendidos con la llama de aquel «Sol que viene del cielo, para iluminar a los que yacen en las tinieblas» (cf. Lc 1,78-79), marchan a irradiarlo. Enardecidos, sienten la necesidad de comunicar lo que han contemplado y vivido a los primeros que encuentran a su paso: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). Los santos también lo han hecho así. San Francisco, herido de amor, iba por las calles y plazas, por las villas y bosques gritando: «El Amor no está siendo amado».

   Lo esencial en la vida cristiana es dejarse mirar por Jesús, ir y ver dónde se aloja, estar con Él y compartir. Y, después, anunciarlo. Es el camino y el proceso que han seguido los discípulos y los santos. Es nuestro camino".

   3. "¿Es éste el cordero de Dios?", quizá sería la pregunta que dirigieron a Juan Bautista los discípulos que él previamente había preparado para seguir a Jesús: Andrés y Juan, Pedro y Santiago. Son de Galilea, y están aprendiendo al lado del maestro Juan, en Judea, como de campamento, lejos de su tierra. Jesús llama por entero su atención, nos lo imaginamos –como en algunos estudios sobre la sábana santa- alto, de 1.75-1.80 m.; unos 80 kg. de peso, largo cabello, espalda ancha, andar firme y seguro. "Maestro, ¿dónde vives?" Le preguntan. "Venid conmigo y así vosotros mismos lo veréis", y van con el galileo, hechizados por su presencia, están a gusto, con sus corazones que arden en ideales, en encontrar la verdad, un amor para dar la vida. Se acuerdan de la hora: "hacia las cuatro de la tarde"… Comenzarían un diálogo maravilloso, como indicaba Juan Pablo II para todo diálogo: "descubro también que mi persona se enriquece por medio de la conversación. Porque poseer sólidas convicciones es hermoso; pero más hermoso todavía es poderlas comunicar y verlas compartidas y apreciadas por otros"; cuando este diálogo afecta a las cosas nucleares, es más rico aún, como dirá más tarde Jesús (Mt 12, 35): "el hombre de bien, de su buen fondo saca cosas buenas; y el hombre malo, de su mal fondo saca cosas malas". Vemos en este Evangelio la formación del primer núcleo de discípulos, del que el Señor dará una llamada como apóstoles para confiarles la Iglesia más tarde.

   Hoy también hay muchos que van sin rumbo, buscando la verdad, que se comprometen con la paz y con el bien de la comunidad, a pesar de que no comparten la fe bíblica, a pesar de que no conocen la esperanza a la que nosotros aspiramos. Tienen chispas del deseo de lo sublime y desconocido, de lo más grande, del trascendente, de una auténtica redención, y "Dios no permitirá que perezcan con Babilonia, al estar predestinados para ser ciudadanos de Jerusalén… Si se dedican con conciencia pura a estas tareas» (San Agustín). Dios "quiere que todos los hombres se salven y que lleguen al conocimiento de la verdad" (san Pablo). Hay mucha ignorancia invencible, y « los que observan con celo la ley natural y sus preceptos esculpidos por Dios en el corazón de todo hombre, pueden alcanzar la vida eterna si están dispuestos a obedecer a Dios y si conducen una vida recta» (Pio IX), es decir seguir una recta conciencia. Quizá hoy muchos están apartados de la fe por una cierta desilusión, resentimientos, condicionamientos culturales y sociales… Jesús ha venido a quitar el pecado, a ofrecer la salvación a todos. Tertuliano afirmaba: «alma naturaliter christiana» [el alma es naturalmente cristiana]. Este anhelo está inscrito en el corazón de la persona, somos imagen de Dios en Jesucristo, que es la Imagen de Dios. Con la Encarnación, Jesús se ha unido en cierto modo a cada persona, nos decía Juan Pablo II, está a nuestro lado en el camino de la vida, como en el camino de Emaús, y para ello nos pide colaboración, pues él actúa de una manera especial con el bautismo y los otros medios que perfeccionan a lo largo de su vida al cristiano.

   Llucià Pou Sabaté

martes, 2 de enero de 2024

Navidad: 3 de Enero. Jesús es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo

Navidad: 3 de Enero. Jesús es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo

A. Lecturas

   1. I Juan (2,29;3,1-6): Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que obra la justicia ha nacido de él. Mirad que amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro. Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley. Y sabéis que él se manifestó para quitar los pecados, y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él no peca. Todo el que peca no le ha visto ni conocido.

   2. Salmo 97,1.3cd-4.5-6: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

   Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad.

   Tañed la cítara para el Señor suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas aclamad al Rey y Señor

   3. Juan 1,29-34: "Al día siguiente Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es por quien yo dije: 'Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo'. Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: 'Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo'. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios»".

 

B. Comentario:

   1. San Juan nos dice hoy: -"Todo el que practica la justicia «ha nacido» de Dios. Mirad qué magnífico regalo nos ha hecho el Padre: que nos llamemos hijos de Dios... y además lo somos". Podemos ir saboreando interiormente estas palabras: «soy un hijo de Dios»... «Dios es mi Padre»... -"La razón de que el mundo no nos conozca es que no ha descubierto a Dios". La verdadera grandeza del hombre es el hecho de ser «hijo de Dios». ¡Es algo inaudito! El que no conoce a Dios, desconoce también lo que es esencial en mí.

   -"Amigos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que seremos". Lo esencial, mi vida divina... Ya ha empezado, desde ahora, desde hoy, desde este mismo instante. Es una realidad que se está haciendo, también en la medida que yo ayude... -"Sabemos: Cuando el Hijo de Dios se manifieste, seremos semejantes a él...": llegar a ser completamente «semejante» a Jesús, el perfecto «Hijo de Dios». -"Lo veremos tal cual es". Ver a Jesús. ¡Ya le vemos... un poco! Le veremos un día... a plena luz. Para Juan se trataba de un "volver a ver". Recordaba aquellos momentos pasados con Jesús, y aspiraba al nuevo reencuentro, definitivo.

   -"Todo el que tiene puesta en Jesús esa esperanza se purifica para ser puro como El lo es". El camino que conduce a Dios es el de una purificación cada vez más perfecta. «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios», había dicho Jesús.

   -"Todo el que comete pecado, comete rebeldía contra Dios. Como sabéis, Jesús se manifestó para quitar el pecado, y en El no hay pecado". Ver a Dios. Ser semejante a Jesús. Estar sin pecado. Mantengo en mí ese deseo. Esa gracia pido. Admiro a Jesús en quien no hay pecado, quien jamás hizo mal alguno.

   2. Dijo el salmista: "Un día los confines de la tierra contemplarán la victoria del Señor". Ese día cantaremos juntos un cántico nuevo de gozo, de gloria, de paz. Hoy nosotros, alzando la voz, podemos decir más que el salmista: El Señor está con nosotros... Aclámele la tierra entera.

   Jesús ha nacido para mi la noche de Navidad, y queremos acercarnos a este misterio, queremos participar de esta Vida, queremos emprender el camino justo que es la Humanidad Santísima de Cristo. Queremos entender el sentido de nuestra vida en Cristo. Queremos mirar, abrir los ojos, tener los ojos abiertos y dejar que el Señor haga, realice este milagro en nuestra poquedad. La tierra, la tierra estéril, la tierra agreste, se transformaba en tierra esponjosa, en tierra amorosa: -"Ya no serás la desolada, serás la amada", porque el Señor cultiva nuestro campo, nuestra alma, como su jardín, donde va realizando su obra. Vamos a abrir las verjas de nuestro jardín, para que el Señor entre, vamos a contemplarlo, para saber mirar a Cristo, dejarle hacer en nuestra alma, dejarle entrar en nosotros y colaborar con Él, en tener sus mismos sentimientos, en participar en sus afanes, en participar en el amor a su Madre -y Madre nuestra, Santa María-, y participar de nuestra nueva creación, en esta transformación –como en Caná- de lo humano, lo terreno, en divino, el agua en vino, el pobre corazón que tenemos en un corazón que sepa amar a la medida del corazón de Cristo.

   "Este es el día que ha hecho el Señor", la Pascua de Navidad, el día más grande, aunque nos podemos plantear que si Navidad es el día más popular, los teólogos dirán que es mayor la Pascua de Resurrección. Pero también es cierto que si Jesús no hubiera nacido, no hubiera podido resucitar. El Nacimiento es el momento más grande de la historia, al menos en palabras de San Pablo: "Llegada la plenitud de los tiempos, entonces, hijo de una mujer, vino Dios al mundo". Así pues, "éste es el día que ha hecho el Señor", en este día las cosas humanas, la tierra agreste, las cosas que todavía no son, quedan transformadas en divinas, como dirá el prefacio de Navidad dirigiéndose a Dios Padre: "gracias al misterio del Verbo hecho carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que conociendo a Dios visiblemente, Él nos lleve al amor de lo invisible". Por Jesús, unidos a él, las cosas humanas se convierten en divinas, es una nueva creación. Jesús, ha venido a traer el sentido de nuestra filiación divina. Nunca más estaremos solos, la tierra nunca más estará desolada. Ésta es la gran verdad que hemos de extender, a la gente que nos rodea, a todo el mundo.

   3. Celebramos hoy la fiesta del "Santísimo Nombre de Jesús" –que significa Salvador– e indica su misión, según había el ángel anunciado a la Virgen y a su esposo. Jesu-Cristo tiene ahí asociada la misión (Jesús=Salvador) a su persona (Cristo=Mesías, el ungido, el hijo de Dios). También es inseparable del verdadero cristiano la actitud apostólica, al participar de la filiación divina en Cristo participamos también de su misión redentora.

   Juan el Bautista, al ver a Jesús, pronunció estas palabras: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Es la primera vez que sale esta expresión en el Nuevo Testamento, la primera vez que se aplica a Jesús. ¿Qué significan estas palabras, que en la liturgia romana se pronuncian antes de comulgar? ¿En qué sentido Jesús es «cordero» y cómo quita los pecados del mundo, los vence hasta dejarlos sin sustancia ni realidad? Cuando yo era niño, me sentía necesitado de que me explicaran esas palabras, cuando se alzaba el Cuerpo del Señor antes de comulgar: "este es el Cordero de Dios…" Luego fui conociendo que los antiguos hacían sacrificios, con corderos, y que el cordero se deja hacer y llevar, como hizo Jesús, que quiso obedecer hasta la muerte y con su pasión nos salvó, por eso se añade: "que quita el pecado del mundo". Y al entrar en el cielo, nos prepara una fiesta: "Dichosos los invitados a la Cena del Cordero"…

   San Cirilo de Alejandría (380-444) explica: "Un solo Cordero ha muerto por todos, aquel que guarda todo el rebaño de los hombres para su Dios y Padre, uno por todos para someter a todos a Dios, uno por todos para ganarlos a todos, para que finalmente todos "los que viven, no vivan ya para ellos, sino para el que ha muerto y resucitado por ellos" (2Cor 5,15). En efecto, cuando todavía estábamos bajo el pecado y sujetos a la muerte y la corrupción, el Padre ha entregado a su Hijo para nuestra redención, él sólo por todos, ya que todo está en él y él es más que todos. Uno sólo ha muerto por todos, para que todos vivan gracias a él.

 

Llucià Pou Sabaté

 

lunes, 1 de enero de 2024

Navidad, 2 de Enero: Juan Bautista prepara con su bautismo la venida del Señor

Navidad, 2 de Enero: Juan Bautista prepara con su bautismo la venida del Señor

 

(Santoral: Santos Basilio el Grande y Gregorio Nacianceno, obispos y doctores de la Iglesia)

 

A. Lecturas:

   1. I Juan (2,22-28): ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna. Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas –y es verdadera y no mentirosa– según os enseñó, permanecéis en él. Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.

   2. Salmo 97. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

   El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

   Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.

   3. Juan 1,19-28: "Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».

   Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando".

 

B. Comentario:

 

   1. Negar la divinidad de Jesús, es, para Juan, condenarse a no conocer nada de Dios. Todos los sentimientos religiosos del mundo... todas sus especulaciones filosóficas no son sino imperfectas aproximaciones al descubrimiento de Dios. La única y verdadera revelación de Dios es Jesús. Tenemos ahí ciertas afirmaciones típicas del evangelio de Juan: -"Nadie va al Padre sino por el Hijo..." (Jn 14,6) -"El que conoce al Hijo, conoce también al Padre..." (8,19) -"EI Hijo es el único capaz de revelar al Padre..." (14,7). Me ayuda a hacer propósitos: me esforzaré más en la meditación evangélica, contemplaré a Jesús como camino para ascender a Dios. Gracias, Jesús, por habernos dado acceso al «secreto» de Dios... Por habernos introducido en lo «incognoscible»... por habernos hecho ver al Dios «escondido»... Me coloco humildemente ante un «pesebre», y contemplo: Dios se revela de ese modo. El verdadero rostro de Dios está ahí. El semblante del Hijo nos aporta el verdadero rostro del Padre.

   -"Por vuestra parte, guardad en vosotros lo que aprendisteis desde el principio". Fidelidad, más necesaria todavía en las horas de crisis de fe, cuando surgen nuevas preguntas en nuestros corazones, cuando viene la «noche». Me agarro a lo que soy, y continúo caminando en el mismo sentido que ha iluminado mi camino anteriormente.

   -"La unción con que él os ungió sigue con vosotros"... Es el símbolo del Espíritu que penetra todo el ser desde el interior… ¡estoy en comunión contigo, Señor! -Permaneced en él. Permanecer en Dios. ¡Y esto basta! Alegría y paz.

   -"Para que cuando se manifieste, nos sintamos seguros y no quedemos avergonzados delante de él el día de su venida". Esa es la esperanza: verle cara a cara, en la luz eterna. Camino hacia ese descubrimiento final. Y Jesús es el «camino» que nos conduce hacia ese dulce encuentro en la luz del último día (Noel Quesson).

   2. Me veo como la oveja perdida a quien tu buscas, Señor, la buscas y encuentras por montañas y valles, veredas perdidas, vienes a recogerme y me tomas sobre tus hombros contento de haberme encontrado con vida, en verdad has hecho maravillas, tu diestra me ha salvado… ¡Qué bien sabía expresarlo san Agustín convertido!: "¡Tarde te amé, hermosura soberana, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me retenían lejos de Ti aquellas cosas que sin Ti no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera, exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de Ti". Así es el Mesías: "Como un pastor apacentará su rebaño, recogerá con su brazo los corderillos, los tomará en su seno, y conducirá él mismo las ovejas recién nacidas" (Is 40, 41). "Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad".

   3. Preguntan a Juan Bautista si es el Mesías esperado. -"Yo no soy el Mesías, ni Elías, ni el Gran Profeta". Es magistral su consciencia de sentirse instrumento para anunciar la luz, sin querer brillar él: -"Yo no soy ni aun digno de desatar la correa de su sandalia".

   Modelo para nosotros, tiene paciencia para las críticas de los fariseos: -"¿Por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?" preocupados por la exterioridad, celosos por el exacto cumplimiento de las reglas rituales según la religión de Moisés. Les responde: -"Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis, que viene en pos de mí"... Juan dirige la atención de sus interlocutores hacia lo esencial: Jesús. Juan sólo es la voz. La luz es Cristo: Juan sólo es el reflejo de esa luz. Todos estamos invitados a anunciala: «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado» (Concilio Vaticano II).

   "San Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino. "Profeta del Altísimo" (Lc 1,76), sobrepasa a todos los profetas, de los que es el último, e inaugura el Evangelio; desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo  y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3,29) a quien señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Precediendo a Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1,17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio" (Catecismo, 523).

   Los esenios eran judíos que vivían un ascetismo severo en el desierto de Judea en comunidades monásticas, y parece que "Juan el Bautista, y quizás también Jesús y su familia, fueran cercanos a este ambiente" (Ratzinger), tienen una doctrina con numerosos puntos de contacto con el mensaje cristiano. Juan nos anuncia a Jesús: "Es preciso que El crezca y que yo disminuya" (Jn 3,30). Fue testimonio como estamos nosotros invitados a ser, como decía Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha mejor a quienes dan testimonio que a quienes enseñan (…), o, si escuchan a quienes enseñan, es porque dan testimonio». Y el Concilio insistía: "todos los cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar, con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra, el hombre nuevo de que se revistieron por el Bautismo" (Ad gentes, 11).

Llucià Pou Sabaté