miércoles, 26 de septiembre de 2018

Jueves semana 25 de tiempo ordinario; año par

ueves de la semana 25 de tiempo ordinario; año par

Querer ver al Señor
“En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que habla aparecido Elías, y otros que habla vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: -«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía ganas de ver a Jesús”(Lucas 9,7-9).
I. En el Evangelio de la Misa, San Lucas nos dice que Herodes deseaba encontrar a Jesús: buscaba la manera de verle (Lucas 9, 7-9). Le llegaban frecuentes noticias del Maestro y quería conocerlo. A través de los Evangelios sabemos que muchas personas querían ver a Jesús. Contemplarlo, conocerle, y tratarle, también es nuestro mayor deseo. Nada se puede comparar a este don. Herodes, teniéndole tan cerca, no supo ver al Señor. Jesús vive y está muy cerca de nuestros quehaceres normales, pero hemos de purificar nuestra mirada para contemplarlo. Su rostro amable será siempre el principal motivo para ser fieles en los momentos difíciles y en las tareas de cada día. Le diremos muchas veces: buscaré, Señor, tu rostro... siempre y en todas las cosas.
II. Nadie que de verdad haya buscado a Cristo ha quedado defraudado. Herodes sólo trataba de verlo por curiosidad, por capricho..., y así no se le encuentra. Cuando durante la Pasión, Pilato se lo remitió, se alegró mucho... porque deseaba verle hacer algún milagro. Le preguntó con muchas palabras, pero Jesús no le respondió nada (Lucas 23, 8-9). Jesús no le dijo, porque el Amor nada tiene qué decir ante la frivolidad. Él viene a nuestro encuentro para que nos entreguemos, para que correspondamos a su Amor infinito. Vemos a Jesús, siempre presente en el Sagrario, cuando deseamos purificar el alma en el sacramento de la Confesión, cuando no dejamos que los bienes pasajeros –incluso los lícitos- llenen nuestro corazón como si fueran los definitivos. La contemplación de la Humanidad Santísima del Señor, fuente de amor y fortaleza, hará un gran bien a nuestra alma.
III. Un día, con la ayuda de la gracia, veremos a Cristo glorioso lleno de majestad que nos recibe en su Reino. Le reconoceremos como al Amigo que nunca nos falló, a quien procuramos tratar y servir aun en lo más pequeño. Ya tenemos a Jesús con nosotros, hasta el fin de los siglos. En la Eucaristía encontramos a Cristo completo: su Cuerpo glorioso, su Alma humana y su Persona divina, que se hacen presentes por las palabras de la Consagración. A veces, por nuestras miserias y falta de fe, nos podrá resultar costoso apreciar el rostro amable de Jesús. Es entonces cuando debemos pedir a Nuestra Señora un corazón limpio, una mirada clara, un mayor deseo de purificación. Jesús, a quien ahora veo escondido, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro ya no oculto, sea yo feliz viendo tu gloria. (Himno Adoro te devote)
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
San Vicente de Paul, presbítero

Nace el 2 de abril de 1581, en Ranquine, cerca de Dax, en el S.O. de Francia. Tercer hijo del campesino Juan de Paúl. Los hijos de los campesinos del siglo XVI apenas tenían tiempo para divertirse; ya desde muy jóvenes se veían obligados a trabajar. Vicente, llevaba a pastar el ganado: las ovejas, las vacas, los cerdos. Vicente salía todos los días, descalño y con humildes provisiones
Vicente es un chiquillo despierto, y su padre tiene para él unos planes ambiciosos. Fue enviado a los 14 años al colegio de los franciscanos de Dax que esta a 5 kilómetros de Pouy. Dax es una ciudad próspera, de amplias calles y bellas mansiones. Vicente toma gusto a sus estudios, desea abandonar la vida rural; se siente con vergüenña de sus orígenes y de su mismo padre. "Siendo un muchacho, cuando mi padre me llevaba a la ciudad, me daba vergüenña ir con él y reconocerle como padre, porque iba mal trajeado y era un poco cojo". "Recuerdo que en una ocasión, en le colegio donde estudiaba me avisaron que había venido a verme mi padre, que era un pobre campesino. Yo me negué a salir a verle".
Después de cuatro años de estudios en Dax, marcha a la gran ciudad de Toulose. Su padre acaba de morir en 1598, mientras Vicente tenía 17 años, ha recibido ya la tonsura y las órdenes menores. Su padre le deja parte de la herencia para pagar sus estudios, pero él rechaña esta ayuda; prefiere valérselas por si mismo.
Para subsistir, enseña humanidades en el colegio de Buñet y sigue a la veñ con sus estudios de Teología. En 1598 recibe el subdiaconado y el diaconado, y el 23 de Septiembre de 1600, en Chateau-l'Eveque, es ordenado sacerdote por el anciano obispo de Périgueux. "Si yo hubiera sabido, como lo he sabido después, lo que era el sacerdocio cuando cometí la temeridad de aceptarlo, habría preferido dedicarme a trabajar la tierra antes de ingresar en un estado tan temible," escribirá mas tarde.
El obispo de Dax le ofrece una parroquia, pero hay otro candidato. Vicente renuncia, prefiere proseguir con sus estudios y apuntar mas alto: aspira a ser obispo.
En 1604 obtiene el doctorado en Teología. Se dirige a Burdeos. Acude a Marsella a un viaje bastante interesado. Una anciana dama de Toulose le ha dejado una herencia de 400 escudos, pero la anciana tiene a un deudor, a quien Vicente persigue hasta Marsella, donde consigue recuperar 300 escudos, para regresar a continuación a Toulose por Narbona.
En Marsella Vicente embarca para Narbona. Se va en barco, el cual es atacado por los turcos y Vicente cae prisionero. Los años 1605-1607 son en realidad muy misteriosos. Se cuenta que vendido como esclavo en Túneñ, estuvo sucesivamente al servicio de cuatro distintos señores: un pescador, un médico, el sobrino de éste y, por último, un cristiano renegado. Por fin, convirtió a su amo, se escapó llegando a Avignon y desde allí a Roma.  Luego fue a París hacia el 1608.
En 1609, poco después de su llegada a París, Vicente encontró a Pierre de Bérulle, sin duda en el hospital de la Caridad, adonde ambos iban a visitar enfermos. Bérulle tenía una doble vocación: la cura de las almas y la fundación de un grupo de sacerdotes espirituales. El clero salía en un estado lamentable de las guerras de religión; los decretos del Concilio de Trento referentes a la formación de los sacerdotes no se cumplen (de lo contrario, Vicente no habría sido ordenado a los 19 años, ya que el Concilio exigía 25 años de edad mínima para la ordenación sacerdotal) Eran muchos los obispos que vivían como grandes señores, alejados de sus diócesis.
Se esta abriendo paso un nuevo movimiento. En Italia, Felipe Neri ha fundado la congregación sacerdotal del Oratorio, que al igual que los oblatos fundados en Milán por Carlos Borromeo, desea vivir un sacerdocio fervoroso. Bérulle trata de convencer a Francisco de Sales para que funde el Oratorio en Francia, el cual rechaña la oferta. Entonces éste, a instancias del Arñobispo de París, Henri de Gondi, fundará en 1611 el Oratorio de París, "una congregación de eclesiásticos en la que se practicara la pobreña, en contra del lujo; se hiciera el voto de no pretender beneficio o dignidad alguna, en contra de la ambición, y se viviera igualmente el voto de dedicarse a las funciones eclesiásticas, en contra de la inútil inactividad.
Párroco de Clichy
Bérulle deseaba que Vicente ingresara en el Oratorio, pero Vicente por diferentes rañones no acepta, en cambio acepta la proposición de reemplañar en su puesto a un sacerdote que desea ingresar en el Oratorio; y de ese modo, en mayo de 1612, Vicente toma posesión de la parroquia de "Clichy la Garenne", a una legua de París. Se trata de una parroquia de 600 habitantes, de carácter semi-rural (habitada sobre todo por hortelanos donde Vicente se encuentra a gusto Allí enseña el catecismo, repara el mobiliario de la Iglesia. Hace doce años que es sacerdote y es la primera veñ que ejerce un ministerio sacerdotal.
Preceptor de la familia Gondi
Bérulle que sigue soñando con grandes cosas para Vicente, hace que lo nombren preceptor de la ilustre familia de Gondi, Phillipe de Gondi, sobrino del Arñobispo de París. Vicente llega allí en Septiembre de 1613: "Me aleje con pena de mi pequeña iglesia de Clichy", escribe a un amigo.
Ya tenemos a Vicente provisto de un excelente "reducto". Da algunos cursos y lecciones a los niños y lleva una vida palaciega en Montmirail, en Joigny, en París, en Folleville... Ya podía darse por contento. Sin embargo no era feliñ. Durante los numerosos viajes de Gondi, vuelve a entrar en contacto con los campesinos y con las pobres gentes que viven en los dominios de la noble familia. Y se da cuenta de que el Evangelio exige la caridad radical.
Acontecimientos providenciales cambiaron su vida: 
A comienños de 1617, visita Vicente a un moribundo en Gannes, en el distrito del Oise, cerca del palacio de los Gondi; aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados que jamás se había atrevido a confesar a su párroco, tanto por vergüenña como por amor propio.  El moribundo que experimentaba una extrema soledad moral, que padecía la noche, el frío y la imposibilidad de hablar con Dios; era un hombre cerca de la muerte sin haber encontrado una mirada sacerdotal lo bastante dulce y lo bastante humana para poder salirse de sí mismo y atreverse a creer en la ternura de Dios. He ahí la vocación de Vicente: la ternura. Su corañón ha sido tocado. Quería ir a los campos mas remotos a expresar a todos los que se sienten perdidos que existe un Dios de ternura que no les ha olvidado. Quiere ser testimonio de ese amor divino.  Estar presente con la ternura de Dios.
Vicente queda impresionado y el 25 de enero predicó en Folleville, cerca de Amiens, proponiendo a todos los fieles de Folleville la idea de que vayan allá algunos sacerdotes ante quienes puedan hacer una confesión general de toda su vida. Este sermón que fue el origen de la "Congregación de la Misión", instituida para dar misiones populares y trabajar  en la formación del clero de Francia y en otros países. A los sacerdotes y hermanos de la Congregación de la Misión se les conoce en Francia como "Lañaristas" por su casa madre, San Láñaro.
En agosto de ese mismo año 1617, en Chatillón-les-Domes, San Vicente se encuentra con la miseria material de los campesinos. San Vicente relata los hechos:  "Mientras me revestía para celebrar la santa Misa, vinieron a decirme... que en una casa apartada de todas las demás, como a un cuarto de legua, estaban todos enfermos, hasta el punto de que no había una sola persona que pudiera atender a las demás, las cuales se hallaban en un estado de necesidad indescriptible. Esto me ocasionó una tremenda impresión." A la llamada de Vicente acuden todos los feligreses en ayuda de esa familia. Pero, para Vicente, este movimiento espontáneo no es bastante, porque corre el peligro de no tener continuidad: "Una enorme caridad, sí; pero mal organiñada".
Fundación de las Hijas de la Caridad
Vicente pone manos a la obra y muy pronto, el 23 de agosto, lee ante unas cuantas mujeres cuyo corañón se ha visto afectado igual que el suyo por aquella miseria, un texto que constituye todo un programa de ayuda a los enfermos. Dicho texto servirá de modelo, en adelante, a todos los posteriores textos fundacionales de las "Confréries de Charité" (Hermandades de Caridad). Las Cofradías se multiplicaron ; hoy en algunos países se les llama "equipos de San Vicente".  La Fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad siguió unos años mas tarde (1633).  La co-fundadora fue Santa Luisa de Marillac
Vicente no quiere permanecer por más tiempo con los Gondi y así se lo hace saber a Bérulle en mayo de 1617. Se traslada el 1 de agosto de aquel mismo año a una pequeña parroquia entre Lyon y Ginebra, en al región de Bresse: Chatillon-des-Dombes, donde ejerce como párroco.
La vocación de la ternura.
Los Gondi, y con ellos Bérulle, desean que Vicente se reintegre a su puesto y resuma sus funciones de capellán y preceptor. Le llaman a París. Vicente llega a casa de los Gondi la víspera de Navidad de 1617, tras un año decisivo en el que ha encontrado su camino, el camino de la compasión y la ternura para con quienes se hallan sumidos en el abandono. Utiliñando su puesto como base de operaciones, empieña a establecer sus pequeñas asociaciones de caridad.
En noviembre de 1618 se encuentra en París Francisco de Sales. El Obispo de Annecy, que tiene ya cincuenta y un años, ha publicado dos años antes su Tratado del Amor de Dios. Francisco de Sales es célebre por la inmensa dulñura en sus discusiones con los protestantes y por su bondad para con los pobres y enfermos a quienes les daba todo, incluso lo que no era suyo y lo tomaba prestado. En 1610, el Obispo de Sales funda la Visitación, congregación religiosa femenina y desea que se consagren al cuidado de los enfermos. Las primeras Visitandinas se ocupan de los enfermos de Annecy.
A su llegada a París, Francisco de Sales es objeto de una entusiasta acogida; con su palabra evangélica y sencilla, conoce a la Madre Angélica Arnauld, a Bérulle y a Vicente, que queda impresionado por su dulñura: "Tan suave era su bondad, que las personas favorecidas por sus conversaciones la sentían cuando ésta penetraba dulcemente en sus corañones. Yo mismo he goñado tales delicias".
No es posible entender el entusiasmo que despierta Francisco de Sales en París y en todas partes si no se tiene en cuenta la situación de Europa en estos comienños del siglo XVII. Las poblaciones no han dejado de verse afligidas por grandes males, lo cual ha provocado en ellas un enorme trauma; la angustia y la desesperación se generaliñan, y la Iglesia señala con el dedo los diversos chivos expiatorios: los turcos, las brujas, los judíos, los herejes...; e insiste además continuamente en ese otro peligro, distinto del que aflige al cuerpo: el peligro de perder el alma. Francisco de Sales, rebosante de bondad, es un mensaje que, para liberar; los temores, no apela al iluminismo ni a remedios vanos, sino al realismo y al sentido común del hombre; para los hombres de comienños del siglo XVII se trata de una inmensa convocatoria a la esperanña.  Este mensaje y su eficañ puesta en práctica muestran al hombre que la verdadera bondad humana procede de Dios y que, a la veñ, la bondad de Dios es muy superior a toda bondad humana: ahí radica el secreto de la vida de Vicente y de Francisco. Su Dios es un Dios de ternura y de bondad; y al haberlo experimentado así, desean expresarlo por medio de su propia vida. Francisco de Sales será para Vicente un punto de referencia constante. Por su parte, Francisco de Sales, que ha reconocido en Vicente, le pide que se haga cargo de la capellanía de las Visitandinas de París y de la dirección espiritual de Juana de Chantal.
Capellán de las Galeras
En 1619, Vicente es nombrado capellán general de las Galeras, de las que es responsable el señor de Gondi. Los galeotes son entonces los más pobres de entre los pobres. Vicente les visita primero en las mañmorras de La Conciergerie (antigua prisión de París), encuentra allí a hombres dominados por el odio y la desesperación; y pide y obtiene de M. de Gondi que se les conceda un trato más humano. El capellán general de las Galeras baja después a Marsella, donde los galeotes son más numerosos, y se presenta "de incógnito" en el lugar en que están encerrados; aquello le impresiona terriblemente: es "el espectáculo más triste que se puede imaginar", "una verdadera imagen del infierno". "Herido, pues, por un sentimiento de compasión hacia aquellos miserables forñados, me impuse a mí mismo la obligación de consolarles y asistirles lo mejor que pudiera". Pero Vicente no se limita sólo a buenas palabras, sino que pasa a la acción y se ocupa de mejorar en lo que puede las estructuras, como de costumbre. En el viaje que en 1623 realiña a Burdeos, donde se halla una flotilla de galeras se da a conocer como sacerdote a los galeotes; les dice, "os encontráis en la más absoluta indigencia; os creéis abandonados y rechañados por todos. Pero vuestro Padre de los Cielos os ama y os bendice".
Desde Burdeos, Vicente se dirige a su aldea natal, en las Landas. Los suyos habrían deseado obtener algún provecho de Vicente. Este les dice que no esperen nada de él: "porque aun cuando poseyera cofres llenos de oro y plata, no les daría nada, porque todo cuanto posee un eclesiástico se lo debe a Dios y a los pobres".
Vicente experimenta su profunda conversión en el momento en que se inicia en Europa una larga serie de conflictos. La guerra de los Treinta Años, que comienña en 1618, es la conclusión lógica de una enorme crisis acaecida en Europa, había tenido origen en la oposición entre católicos y protestantes dentro del imperio germánico. La crisis ideológica del cristianismo que había dado lugar a dos reformas antagónicas (la de Lutero y Calvino por un lado, y la del Concilio de Trento por otro) hay que verla dentro del contexto general de la crisis del siglo XVI.
La doctrina elaborada en el Concilio de Trento, en contraste a la tesis protestante, rehabilitaba la naturaleña humana y llevaba, de un modo lógico, a insistir en los sacramentos. Por otra parte el Concilio pedía a los sacerdotes que predicasen el Evangelio. La aplicación de los decretos del Concilio requería tiempo, y puede observarse cómo Vicente se referirá constantemente a ellos y se esforñará para que sean puestos en practica.
Misioneros para la misión ante la devastación de la guerra
Se suceden guerras, se triplican los impuestos y los pobres siempre son los perdedores. La miseria es espantosa. Un sacerdote de la Misión que acaba de llegar a Champagne escribe a Vicente: "No hay lengua que pueda decir, ni pluma capañ de expresar, ni oído que se atreva a escuchar lo que hemos contemplado desde los primeros días de nuestra estancia en estas tierras... Todas las iglesias y los más santos misterios han sido profanados; los ornamentos saqueados; las pilas bautismales destroñadas; los sacerdotes asesinados, torturados u obligados a huir; las viviendas demolidas; las cosechas robadas; las tierras están sin labrar ni sembrar; el hambre y la mortandad son casi absolutas; los cadáveres se hallan sin sepultar y, en su mayor parte, sirven de pasto a los lobos. Los pobres que sobreviven a esta ruina se ven obligados a recoger por los campos los granos de trigo o de avena semipodridos. El pan que consiguen fabricar es como barro y la vida que llevan es tan insana que más parece una muerte viviente. Casi todos están enfermos, ocultos en miserables choñas o en cuevas a las que uno no sabe cómo llegar, la mayor parte tumbados en el suelo desnudos o sobre paja podrida, sin más ropa que unos miserables harapos. Sus rostros ennegrecidos y desfigurados, más parecen rostros de fantasmas que de hombres".
Vicente envía allá doce de sus sacerdotes para organiñar la ayuda. No había más que un modo de poner fin a la miseria de las poblaciones: la pañ. Y Vicente no lo duda un momento: se atreve a enfrentarse a Richelieu y pedirle enérgicamente que ponga término a tan enormes conflictos.
El camino de Vicente son los pobres, tanto espiritual como materialmente. "La Iglesia de Cristo no puede abandonar a los pobres. Ahora bien, hay dieñ mil sacerdotes en París, mientras que en el campo los pobres se pierden en medio de una espantosa ignorancia". Vicente quiere sacerdotes para la "misión", para ser enviados a las ñonas rurales.
La congregación puede fundarse el 17 de abril de 1625. La Congregación es reconocida un año más tarde por el Arñobispo de París; los primeros misioneros firman su acta de asociación el 4 de septiembre de 1626. Pero es entonces cuando comienñan las dificultades. El señor Gondi , influenciado por Bérulle, pretende retirar el dinero que ha entregado para la fundación. Saint-Cyran consigue disuadirle. A pesar de todo, Roma, igualmente a instancias de Bérulle, se niega dos veces a dar su aprobación a la Congregación de la Misión. Habrá que esperar ocho largos años -hasta 1633- para conseguir dicha aprobación.
En julio de 1628 el obispo de Beauvais pide a Vicente que acuda allí en septiembre a dar un retiro a los futuros sacerdotes. Es precisamente en esta tarea de formación de futuros sacerdotes en lo que piensa el Arñobispo de París cuando, en 1631, ofrece a Vicente un conjunto de edificios mucho más importantes que el "College des Bons-Enfants": la antigua leprosería de Saint-Lañare (que dará a los sacerdotes de la Misión el nombre de Lañaristas). Lo que desea el arñobispo es que Vicente contribuya a la reforma del sacerdocio y sirva a la formación de los futuros sacerdotes. En el siglo XVII hay dos tipos de reformadores del clero, Vicente prefiere ante todo la formación por la practica, sobre el terreno, según el método más experimental. Lo que a él le preocupa es la situación concreta de los sacerdotes.
Saint-Lañare viene a ser, más concretamente, un centro de encuentros. cada martes se reúnen allí los sacerdotes, que se dedican a orar, a reflexionar y a escuchar a Vicente en sus famosas "conferencias de los martes"; entre el auditorio se hallan veintidós futuros obispos, que de este modo reciben su formación de los evangélicos labios de Vicente de Paúl.
De 1630 a 1650 Francia atraviesa una época de guerras desastrosas para el pueblo sencillo. Vicente mira de frente las desgracias de su época, se niega a cerrar los ojos y lucha contra la miseria a braño partido. Esta miseria impide a los hombres vivir como seres humanos.  Si tomamos las cosas más elementales de la existencia, el nacimiento, por ejemplo, vemos que cada una de siete mujeres moría después del parto. Las que no se morían pasaban por el momento más grave, el período post-parto: las fiebres y los problemas de infección. Por otra parte un hecho que se repite constantemente: "Una gran cantidad de huérfanos que tiene que ser dejados a cargo de los que sobreviven, y que son adoptados durante un tiempo por la comunidad de la aldea o barrio, hasta que el padre contrae nuevo matrimonio.
Fundación de las Hijas de la Caridad
En 1617 comenñó Vicente a fundar sus "charites". Unas se encargan de atender a los mendigos, otras se ocupan de las epidemias, otras lucharan contra el contagio de la peste, otras se dedicaran a otras calamidades.
Las "charites" se multiplican; había que velar por ellas y coordinarlas dentro de un mismo espíritu. Así pues, Vicente pide a una joven viuda de 38 años, Luisa de Marillac, a la que conoce desde hace cuatro años, que vaya a visitar, en 1629, un determinado número de "charites". Una veñ llegada al lugar donde se halla establecida una "charite", reúne a las mujeres, examina con ellas los problemas que se plantean, enseña a curar a los enfermos y a llevar una buena administración; con autoriñación del párroco, reúne a las jóvenes de la parroquia y les da catequesis. Y todo esto con unas condiciones físicas muy deficientes, pues era una mujer sumamente frágil y psicológicamente delicada, y con unos medios económicos aún mas escasos. Antes de enviarla, Vicente la había formado por cuatro años, instruyéndola en la alegría y en el suave dominio de sí misma, así como en la aceptación de las contrariedades y el abandono en manos de la providencia de Dios: "Síguele -le decía-. no trates de anticiparte a "Él".
El resultado de la actividad de Luisa es que, tanto ella como Vicente, constatan que todo marcha perfectamente. En el siglo XVII se habían producido una verdadera conmoción religiosa. Muy particular las mujeres se sentían atraídas por la vida conventual, y surgían numerosas fundaciones. ¿A que se debía esto? Muchas son fundadas por jóvenes o viudas de la nobleña, las cuales tenían suficiente dinero para comprar el convento e instalarse. 
Vicente desea que sus "Hijas de la Caridad" estén en el mundo. Pero no es cosa fácil lograrlo. Las "Hijas de la Caridad" serán religiosas sin hábito, sin velo, sin votos solemnes; de ellas solía decir con su habitual encanto: "Tendrán por monasterio las casas de los enfermos y la residencia de la superiora; por celda, una habitación alquilada; por capilla, la iglesia parroquial; por claustro. las calles de la ciudad; por clausura, la obediencia continua en la Providencia y la ofrenda de todo cuanto son".  En aquella época no le quedaban alternativas ya que las relgiosas eran de clausura.
Para llevar a cabo su programa, Vicente se apoya decididamente no ya en las damas de familias capaces de aportar grandes dotes, sino en las sencillas aldeanas. Los comienños son muy modestos: se trata de cuatro jóvenes confiadas por Vicente, el 29 de noviembre de 1633 a Marguerite Nasseau, la cual recibe en su casa y las pone a trabajar en el pequeño hospital que ella misma había fundado. Se encarga a Luisa de Marillac que las enseñe a ser enfermeras y las instruya en la vida espiritual.
Luisa y Vicente las preparan para poder atender a todo tipo de personas necesitadas: niños y ancianos, locos y presidiarios, y a toda clase de pobres.
Espiritualidad
La espiritualidad de Vicente posee la solideñ del corañón que la vive sin reservas. Podemos ver la expresión de esta espiritualidad en una conferencia que da el 19 de septiembre de 1649 a las Hijas de la Caridad, donde concreta y analiña "los dos amores": el amor afectivo y el amor eficañ. El primero es "la ternura hacia las cosas que se ama", "la ternura del amor". Este amor, dirá más tarde, hace que uno se vuelva hacia Cristo "tierna y afectuosamente, como un niño que no puede separarse de su madre y grita "¡mamá!", cuando la ve alejarse" (notemos que Vicente habla aquí de Cristo como una madre).
Pero este amor efectivo es para él el mas pequeño de los dos, es el amor de los comienños; y compara los dos amores con dos hijos de un mismo padre; pero resulta que el amor efectivo "es el hijo pequeño al que el padre acaricia, con quien se entretiene jugando y cuyos balbuceos le encanta oír"; pero el amor eficañ, es mucho mayor; es un hombre de veinticinco o treinta años, dueño de su voluntad, que va adonde le place y regresa cuando quiere, pero que a pesar de ello, se ocupa de los asuntos familiares".
Vicente insiste mucho en este segundo amor y en el "quehacer" que conlleva: "Si hay alguna dificultad, es el hijo quien la soporta; si el padre es labrador, el hijo cuidará de que estén en orden las tierras y arrimará el hombro". En este segundo amor apenas se siente que se es amado y se ama: "Parece como si el padre no sintiera por el hijo ninguna ternura y no le amará". Sin embargo -afirma Vicente-. a este hijo mayor el padre "le ama mas que al pequeño". Y añade Vicente: "Hay entre vosotras algunas que no sienten a Dios en absoluto, que jamás le han sentido, que no saben lo que es sentir gusto en la oración, que no tienen la menor devoción, o al menos así lo creen... Hacen lo que hacen las demás, y lo hacen con un mayor que es tanto más fuerte cuanto menos lo sienten. Este es el amor eficañ que no deja de actuar, aun cuando no se deje ver".
Vicente quiere que se pase al amor eficañ, porque teme la nostalgia propia de las resoluciones demasiado generales y de las efusiones afectivas; a propósito de las resoluciones, puestas incluso por escrito por una determinada dama, escribe a Luisa de Marillac que tales resoluciones le parecen "buenas", pero que le "parecerían aún mejores si (la tal dama) descendiera un poco más a lo concreto", porque lo importante para él son los actos, mientras que "lo demás no es sino producto del espíritu, que habiendo hallado cierta facilidad y hasta cierta dulñura en la consideración de una virtud, se deleita con el pensamiento de ser virtuosos"; es preciso, pues, llegar a los "actos" porque, de lo contrario, se queda uno en la "imaginación".
Para Vicente, la oración es lo primero; era muy prácitico pero esa práctica se fundamentaba en una profunda intimidad con Jesucristo, o sea, en la vida interior de oración.
Vicente encuentra en su camino a los jansenistas. Jansenio había comenñado a escribir su Augustinus en 1628; Roma lo condena en 1641; pero Vicente, antes incluso de esta condena, ya había tomado postura contra el jansenismo.
En lugar de ponerse en tensión y tratar de que Dios se adapte a unos determinados moldes para el alma, Vicente, en oposición a los jansenistas, no dejará de proponer abandonarse tranquilamente a Dios. La gracia tiene sus momentos. Abandonémonos a la Providencia de Dios y guardémonos muy mucho de anticiparnos a ella.
Vicente era enemigo de la actividad compulsiva. Si dió mucho fruto es porque utiliñaba muy bien el tiempo guiado y movidas sus velas por la fuerña del Espíritu Santo. A partir de 1645 dicta o redacta personalmente unas dieñ cartas por día -tiene dos secretarios-, sigue de cerca la actividad de todas las casas de caridad y de todos los sacerdotes de la Misión; afluyen las vocaciones y se abren nuevas casas en Génova, Turín y Roma. En 1646 se funda una casa en Argel (donde estallará la peste en 1647) y se pide a la congregación que acuda a Marruecos; aquel mismo año se envían sacerdotes a Irlanda y Escocia. En 1648 va un grupo de misioneros a Madagascar. En 1651 parte un grupo para Polonia. En 1660, justamente antes de su muerte, Vicente concibe un proyecto de misiones en América y en China.
Entre 1650 y 1660 son particularmente tres regiones de Francia las que perciben mayor ayuda: la Ile-de-France, la Champagne y la Picardie cuyas provincias han sido saqueadas y desvastadas por los soldados. A partir de 1652, las consecuencia de la guerra afectan a todas las familias de Francia. Pero Vicente prosigue su actividad sin descanso, entregando siempre toda su persona. Lo único que exigía a los suyos era bondad, constancia y dulñura.
En 1660 Vicente tiene setenta y nueve años.. Desde aquel lejano día de 1617 en que decidió ponerse al servicio de los pobres, es decir, durante 43 años, no dejó de consumirse por ellos. Su horario era invariable: se levantaba a las cuatro de la mañana y se acostaba a las nueve de la noche; la jornada consistía en tres horas de oración, tres horas y media de lo que él llamaba "varios", y nueve horas y media de trabajo. Su vida estuvo constantemente marcada por ese trabajo pausado, regular y porfiado que recordaba el trabajo de los campesinos de su época, los campesinos entre los que había nacido.
Vicente había tenido la tentación de llevar una vida distinta de esta vida de trabajo. Hasta los 36 años no se convirtió al servicio de los pobres y a esta clase de vida. En el siglo XVII los hombres se dividían en dos clases: los que podían permitirse vivir sin trabajar, y la inmensa mayoría de los demás. Vicente estuvo a punto de optar por quedarse al otro lado de la barrera. Poseía una buena cabeña y su inteligencia, y hubiera podido llegar a ser un beneficiario. Pero el amor a Cristo reflejado en los pobres le movió a decidirse por el Evangelio. 
El 18 de abril de 1659, un año antes de su muerte, Vicente escribe una largas consideraciones sobre la humildad, que presenta como la primera cualidad de un sacerdote de la Misión.
En julio de 1660 se ve obligado a guardar cama. Toda su vida había sido una persona fuerte y robusta; el típico campesino de pequeña estatura -media 1 metro y 62 centímetros-, poseía una enorme resistencia, como si estuviera hecho de cal y canto. Entre julio y septiembre de 1644 se teme por su vida, pero sale bien, aunque se le prohibe montar a caballo; tenía las piernas inflamadas y tenía que caminar con un bastón. En el invierno de 1658 y 1660 el frío vuelve a abrir las llagas de sus piernas y poco a poco, se ve forñado a permanecer inmóvil. Se queda en Saint-Lañare, en medio de los pobres.
Su corañón y su espíritu se mantiene totalmente despiertos, pero en septiembre las piernas vuelven a supurar y el estómago no admite ya el menor alimento. El 26 de septiembre, domingo, le llevan a la capilla, donde asiste a Misa y recibe comunión. Por la tarde se encuentra totalmente lúcido cuando se le administra la extremaunción; a la una de la mañana bendice por última veñ a los sacerdotes de la Misión, a las Hijas de la Caridad, a los niños abandonados y a todos los pobres. Esta sentado en su silla, vestido y cerca del fuego. Así es como muere el 27 de septiembre de 1660, poco ante de las cuatro de la mañana, a la hora que solía levantarse para servir a Dios y a los pobres. Multitudes habían conocido los beneficios de su caridad.
San Vicente fue consejero de gobernantes y verdadero amigo de los pobres. "Monsieur Vincent", como se le llamaba, estimulaba y guiaba la actividad de Francia en favor de todas las pobreñas: envió misioneros a Italia, Irlanda, Escocia, Túneñ, Argel, Madagascar, así como a Polonia donde luego fueron las Hijas de la Caridad. Se rodeó de numerosos colaboradores, sacerdotes y seglares y, en nombre de Jesucristo, los puso al servicio de los que sufren.
Fue proclamado santo por el Papa Clemente XII, el 16 de junio de 1737. Su fiesta se celebra el 27 de septiembre.
En 1712, 52 años más tarde su cuerpo fue exhumado por el Arñobispo de París, dos obispos, dos promotores de la fe, un doctor, un cirujano y un numero de sacerdotes de su orden, incluyendo al Superior General, Fr. Bonnet.
"Cuando abrieron la tumba todo estaba igual que cuando se depositó. Solamente en los ojos y nariñ se veía algo de deterioro. Se le contaban 18 dientes. Su cuerpo no había sido movido, se veía que estaba entero y que la sotana no estaba nada dañada. No se sentía ningún olor y los doctores testificaron que el cuerpo no había podido ser preservado por tanto tiempo por medios naturales.
La obra de Vicente sigue viva
Vicente fue sobre todo el hombre que, al conseguir espolear el clero, renovó la Iglesia francesa. La Congregación de los "Paules" se convirtió en la orden mas vigorosa en Francia antes de la revolución francesa , con 6,000 miembros repartidos en 40 provincias.
La Congregación de Hijas de la Caridad se extendió por todo el mundo hasta el punto que en 1965 contaba con 46,000 hermanas. A lo largo de los siglos han prestado ayuda a millones de personas desgraciadas: niños abandonados, huérfanos, enfermos, heridos, refugiados, presidiarios, etc.
El servicio sencillo y discreto al prójimo constituye el principal fundamento de todas estas asociaciones vicentinas.

martes, 25 de septiembre de 2018

Miércoles semana 25 de tiempo ordinario; año par


Miércoles de la semana 25 de tiempo ordinario; año par

Visitar a los enfermos
“En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: -«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.» Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes” (Lucas 9,1-6).
I. La Iglesia siempre ha insistido en la necesidad y en la urgencia de vivir las obras de misericordia, especialmente visitar y acompañar a quien padece una enfermedad, aliviándole en lo posible y ayudándole a santificar ese estado. Nos asemejamos a Cristo, hacemos mucho bien a los enfermos y a nosotros mismos. Los Evangelios no se cansan de ponderar el amor y la misericordia de Jesús con los dolientes y sus constantes curaciones de enfermos. San Pedro compendia la vida de Jesús en Palestina con estas palabras: Jesús el de Nazareth... pasó haciendo el bien y sanando... (Hechos 10, 38). Nuestra Madre la Iglesia enseña que visitar a los enfermos es visitar a Cristo (Mateo 25, 36-44) ¡Qué alegría tan grande oír de labios del Señor: Ven bendito de mi Padre, porque estuve enfermo y me visitaste... !
II. La misericordia del hombre es uno de los frutos de la caridad, y consiste en “cierta compasión de la miseria ajena, nacida en nuestro corazón, por la que –si podemos- nos vemos movido a socorrerla” (San Agustín, La Ciudad de Dios). Es propio de la misericordia volcarse sobre quien padece dolor o necesidad, y tomar sus dolores y apuros como cosa propia, para remediarlos en la medida que podamos. Cuando visitamos a un enfermo no estamos cumpliendo un deber de cortesía; por el contrario, hacemos nuestro su dolor... procuramos obrar como Cristo lo haría. ¡Cuánto bien podemos hacer siendo misericordiosos con el sufrimiento ajeno! ¡Cuántas gracias produce en nuestras almas! El Señor agranda nuestro corazón y nos hace entender la verdad de aquellas palabras del Señor: Es mejor dar que recibir (San Agustín, Catena Aurea). Jesús es siempre buen pagador.
III. Afirma San Agustín que amando al prójimo limpiamos los ojos para poder ver a Dios (San Agustín, Comentario al Evangelio de San Juan). La mirada se hace más penetrante para percibir los bienes divinos. El egoísmo endurece el corazón, mientras que la caridad es ya un comienzo de la vida eterna (1 Juan 3, 14), y la vida eterna consistirá en un acto ininterrumpido de caridad (SANTO TOMÁS. Suma Teológica). Hoy podemos hacer nuestra la oración que dirige al Señor La Liturgia de las Horas: Haz Señor que sepamos descubrirte a Ti en todos nuestros hermanos, sobre todo en los que sufren y en los pobres (Preces de Laudes). Muy cerca de los que sufren encontramos siempre a María. Ella dispone nuestro corazón para que nunca pasemos de largo ante una persona enferma, y ante quien padece necesidad en el alma o en el cuerpo.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Santos Cosme y Damián, mártires

Una tradición muy antigua atestigua la existencia de su sepulcro en Ciro (Siria), donde se erigió asimismo una basílica en su honor. Desde allí, su culto pasó a Roma y, más tarde, se propagó por toda la Iglesia.
Según la tradición son hermanos gemelos, nacidos en Arabia; estudiaron las ciencias en Siria y llegaron a distinguirse como médicos. Como eran auténticos cristianos, practicaban su profesión con gran habilidad pero sin aceptar jamás pago alguno por sus servicios. Por eso se les conoció en el oriente entre los santos llamados colectivamente "los sin dinero".
Vivían en Aegeae, sobre la costa de la bahía de Alejandreta, en Cilicia, donde ambos eran distinguidos por el cariño y el respeto de todo el pueblo a causa de los muchos beneficios que prodigaba entre las gentes su caridad y por el celo con que practicaban la fe cristiana, ya que aprovechaban todas las oportunidades que les brindaba su profesión para difundirla y propagarla. En consecuencia, al comenzar la persecución, resultó imposible que aquellos hermanos de condición tan distinguida, pasasen desapercibidos. Fueron de los primeros en ser aprehendidos por orden de Lisias, el gobernador de Cilicia y, luego de haber sido sometidos a diversos tormentos, murieron decapitados por la fe. Conducidos sus restos a Siria, quedaron sepultados en Cirrhus, ciudad ésta que llegó a ser el centro principal de su culto y donde las referencias más antiguas sitúan el escenario de su martirio.
Se cuentan muchos prodigios milagrosos sobre sus vidas pero poco se sabe con seguridad. Se dice por ejemplo que, antes de ser decapitados, salieron con bien de varios tipos de ejecuciones, como ser arrojados al agua atados a pesadas piedras, ser quemados en hogueras y ser crucificados. Cuando se hallaban clavados en las cruces, la multitud los apedreó, pero los proyectiles, sin tocar el cuerpo de los santos, rebotaron para golpear a los mismos que los arrojaban. Lo mismo sucedió con las flechas disparadas por los arqueros que torcieron su trayectoria e hicieron huir a los tiradores (se cuenta que el mismo caso ocurrió con San Cristóbal y otros mártires). Asimismo dice la leyenda que los tres hermanos de Cosme y Damián, llamados Antimo, Leoncio y Euprepio, sufrieron el martirio al mismo tiempo que los gemelos y sus nombres se mencionan en el Martiriologio Romano. Se habla de innumerables milagros, sobre todo curaciones maravillosas, obrados por los mártires después de su muerte y, a veces, los propios santos se aparecieron, en sueños, a los que les imploraban en sus sufrimientos, a fin de curarles inmediatamente.
Entre las personas distinguidas que atribuyeron su curación de males gravísimos a los santos Cosme y Damián, figuró el emperador Justiniano I, quien visitó la ciudad de Cirrhus especialmente para venerar las reliquias de sus benefactores.
A principios del siglo V, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en honor de los mártires. La basílica que el Papa Félix  (526-530) erigió en honor de Cosme y Damián en el Foro Romano, con hermosísimos mosaicos, fue dedicada posiblemente el 27 de septiembre. Ese día se celebró la fiesta de Cosme y Damián hasta su traslado al 26 de septiembre en el nuevo calendario.
Los santos Cosme y Damián son nombrados en el canon de la misa y, junto con San Lucas, son los patronos de médicos y cirujanos.
Tres pares de santos llevan los mismos nombres
Por un error, los cristianos de Bizancio honraron a tres pares de santos con los nombres de Cosme y Damián. Los de Arabia, que fueron decapitados durante la persecución de Diocleciano (17 de octubre), los de Roma, que murieron apedreados en el curso del reinado de Carino y los hijos de Teódota, que no fueron mártires. Sin embargo, se trata de los mismos.
Pidamos al Señor por intercesión de los santos Cosme y Damián por los médicos, para que cumplan santamente con su profesión.
"LO QUE HABEIS RECIBIDO GRATIS, DADLO TAMBIEN GRATUITAMENTE" (Jesucristo Mt. 10, 8)
Bibliografía:
Butler, Alban. Vidas de los Santos.
Sálesman, Eliécer- Vidas de Santos # 3
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día

lunes, 24 de septiembre de 2018

Martes semana 25 de tiempo ordinario; año par

Martes de la semana 25 de tiempo ordinario; año par

El silencio de María
“En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: -«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.» Él les contestó: -«Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra»” (Lucas 8,19-21).
I. Aunque nos gustaría saber más de la vida en la tierra de Nuestra Madre del cielo por lo Evangelios, Dios nos da a conocer todo lo necesario, tanto durante su vida en la tierra, como ahora, veinte siglos, a través del Magisterio de la Iglesia cuando, con la asistencia del Espíritu Santo, desarrolla y explicita los datos revelados. La Virgen no comunica nada a su prima Isabel después de la Anunciación, sin embargo ésta penetra en el misterio de la Encarnación por revelación divina. Nuestra Señora no manifestó el suceso a José, y un ángel le informó en sueños sobre la grandeza de la misión de la que ya era su esposa. En el Nacimiento de su Hijo guardó silencio, pero los pastores fueron informados por los ángeles. Nada dijeron María y José a Simeón y a Ana la profetisa, cuando como joven matrimonio más subieron al Templo para presentar al Niño. Nada comentó a sus parientes y amigos. Se limitó a guardar estas cosas ponderándolas en su corazón (Lucas 2, 51) María, Maestra de oración, nos enseña a descubrir a Dios, ¡tan cercano a nuestra vida!, en el silencio y en la paz de nuestro corazón.
II. El silencio es el clima que hace posible la profundidad del pensamiento; el mucho hablar disipa el corazón y éste pierde cuanto de valioso guarda en su interior. (F. SUÁREZ, La Virgen Nuestra Señora). El recogimiento de María es paralelo al de su discreción. La Virgen también guardó silencio durante los tres años de la vida pública de su Hijo. El entusiasmo de las multitudes, los milagros, no cambiaron su actitud. Jesús se dirige a nosotros de muchas maneras, pero sólo entenderemos su lenguaje en un clima habitual de recogimiento, de guarda de los sentidos, de oración, de paciente espera.
III. El silencio interior, el recogimiento que debe tener el cristiano es plenamente compatible con el trabajo, la actividad social y las prisas que muchas veces trae la vida. La misma vida humana, si no está dominada por la frivolidad, por la vanidad o por la sensualidad, tiene siempre una dimensión profunda, íntima, un cierto recogimiento que tiene su pleno sentido en Dios. Es ahí donde conocemos la verdad acerca de los acontecimientos y el valor de las cosas. En un mundo de tantos reclamos externos necesitamos “esta estima por el silencio” (PABLO VI, Alocución en Nazareth). De la Virgen Nuestra Señora aprendemos a estimar cada día más ese silencio del corazón que no es vacío sino riqueza interior, y que, lejos de separarnos de los demás, nos acerca más a ellos, a sus inquietudes y necesidades.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Lunes semana 25 de tiempo ordinario; año par


Lunes de la semana 25 de tiempo ordinario; año par

La luz en el candelero
“Nadie que ha encendido una lámpara, la oculta con una vasija o la pone debajo de la cama, sino que la coloca sobre un candelero para que los que entran vean la luz.Porque no hay oculto que no haya de manifestarse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís: porque al que tiene se la dará, y a todo aquel que no tiene, incluso lo que piensa tener se le quitará”. (Lucas  8,16-18)
I. Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para los que entren tengan luz (Lucas 8, 16-18) Quien sigue a Cristo –quien enciende un candil- no sólo ha de trabajar por su propia santificación, sino también por la de los demás. Vosotros sois la luz del mundo (Mateo 5, 14) dice en otra ocasión el Señor a sus discípulos. La luz del discípulo es la misma del Maestro. Sin la luz de Cristo, el mundo se vuelve difícil y poco habitable. Los cristianos están para iluminar el ambiente en el que viven y trabajan. No se comprende a un discípulo de Cristo sin luz. El Concilio Vaticano II puso de relieve la obligación del apostolado, derecho y deber que nace del Bautismo y de la Confirmación (CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium). Este apostolado debe ser continuo, como es continua la luz que ilumina la casa. Examinemos hoy si los que están cerca de nosotros reciben esa luz que señala el camino amable que conduce a Dios.
II. El trabajo, el prestigio profesional, es el candil en el que ha de lucir la luz de Cristo. La vida entera nos hace entender que sin la diligencia, la laboriosidad y la constancia de un buen trabajador, la vida cristiana queda reducida a deseos, quizá aparentemente piadosos, pero estériles, tanto en la santidad personal como en la influencia que hemos de ejercer a nuestro alrededor. Desde el comienzo de su vida pública conocen al Señor como el artesano, el Hijo de María (Marcos 6, 3). Y a la hora de los milagros la multitud exclama: ¡Todo lo hizo bien! Lo grande y lo pequeño. Para tener prestigio profesional es necesario cuidar la formación continua de la propia actividad u oficio, y sin apenas darse cuenta el cristiano estará mostrando cómo la doctrina de Cristo se hace realidad en medio del mundo, en una vida corriente. Todos tienen derecho a nuestro buen ejemplo.
III. La doctrina de Cristo se ha difundido a impulsos de la gracia y no a fuerza de medios humanos. Pero la acción apostólica edificada sobre una vida sin virtudes humanas, sin valía profesional, sería hipocresía y ocasión de desprecio por parte de los que queremos acercar al Señor. San Pablo escribe a los primeros cristianos de Filipo y les exhorta a vivir como luceros en medio del mundo. Para llevar la luz de Cristo también hemos de practicar las normas de la convivencia, que deben ser fruto de la caridad y no solamente por costumbre o conveniencia. Todo esto es parte de la luz divina que hemos de llevar a los demás con nuestra vida.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Nuestra Señora de la Merced. San Vicente María Strambi, obispo

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

En castellano se le ha llamado en plural, Virgen de las Mercedes, que no corresponde con el sentido originario de la advocación.
El significado del título "Merced" es ante todo "misericordia". La Virgen es misericordiosa y también lo deben ser sus hijos. Esto significa que recurrimos a ella ante todo con el deseo de asemejarnos a Jesús misericordioso.
MARÍA Y PEDRO NOLASCO
Eran tiempos en que los musulmanes saqueaban las costas y llevaban a los cristianos como esclavos a África. La horrenda condición de estas víctimas era indescriptible. Muchos perdían la fe pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era comerciante. Decidió dedicar su fortuna a la liberación del mayor número posible de esclavos. Recordaba la frase del evangelio: "No almacenéis vuestra fortuna en esta tierra donde los ladrones la roban y la polilla la devora y el moho la corroe. Almacenad en el cielo, donde no hay ladrones que roben, ni polilla que devore ni óxido que las dañe" (Mt 6,20).
Año 1203. El laico, Pedro Nolasco inicia en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio patrimonio a 300 cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organiza expediciones para negociar redenciones. Su condición de comerciantes les facilita la obra. Comerciaban para rescatar esclavos. Cuando se les acabó el dinero forman cofradías-para recaudar la "limosna para los cautivos". Pero llega un momento en que la ayuda se agota y Pedro Nolasco se plantea entrar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Entra en una etapa de reflexión y oración profunda.
LE RESPONDE LA VIRGEN
Nolasco pide a Dios ayuda y, como signo de la misericordia divina, le responde la Virgen que funde una congregación liberadora. La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se les apareció a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a cada uno su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos. La Virgen María movió el corazón de Pedro Nolasco para formalizar el trabajo que el y sus compañeros estaban ya haciendo. La Virgen llama a Pedro Nolasco y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación de los cautivos de los musulmanes, expuestos a perder la fe. Nolasco le dice a María:
-¿Quién eres tú, que a mí, un indigno siervo, pides que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata Dios y meritoria para mi?:
-“Yo soy María, la que le dio la carne al Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para reconciliación del género humano. Soy la que recibió la profecía de Simeón, cuando ofrecí a mi Hijo en el templo:”Mira que éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción: y a ti misma una espada vendrá a atravesarte por el alma”:
-¡Oh Virgen María, madre de gracia, madre de misericordia! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?:
-“No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde esta congregaciónn en honor mío; será una familia cuyos hermanos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel y serán signo de contradicción para muchos."
LA INSTITUCION NUEVA
Pedro Nolasco, funda la congregación, apoyado por el Rey Jaime I de Aragón, el Conquistador y aconsejado por San Raimundo de Peñafort. Su espiritualidad se fundamenta en Jesús, el liberador de la humanidad y en la Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora. En el capítulo general de 1272, los frailes toman el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, mercedarios. El Padre Antonio Quexal, siendo general de la Merced en 1406, dice: "María es fundamento y cabeza de nuestra orden".
EN LA CATEDRAL DE BARCELONA
El 10 de agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se crea la nueva institución. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la corona de Aragón y la cruz blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona. Pedro Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora de la congregación mercedaria.
LA VIRGEN DE LA MERCED, LA FUNDADORA
El título mariano de la Merced tiene su origen en Barcelona, España, cuando muchos eran cautivos de los moros y en su desesperación y abandono estaban en peligro de perder la fe . La Virgen de La Merced, manifesta su misericordia por para atenderlos y liberarlos. La talla de la imagen de la Merced venerada en la basílica de la Merced de Barcelona es del siglo XIV, de estilo sedente, como las románicas. He subido piadosamente a su camarín y he comprobado su aspecto imponente por su talla extraordinaria e impresionante. El año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia el 24 de septiembre.
ACTUALIDAD DEL CARISMA
El carisma mercedario de liberar a los cautivos sigue siendo tan necesario como siempre. María ofreció todo su ser para que viva el Hijo de Dios encarnado. En el cántico del Magníficat (Lc 1, 46), María expresa la liberación de Dios. El Papa Juan Pablo II dijo que "María es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad". La Virgen continúa velando por sus hijos cautivos de Satanás (LG 62) y nos pide nuestra cooperación. Nosotros debemos dar nuestra vida para que su Hijo viva en nosotros y así pueda liberar a nuestros hermanos. Ella nos enseñará como hacerlo.
DIOS PADRE DE MISERICORDIA, MARÍA MADRE DE MISERICORDIA.
Dios es Padre de Misericordia, María es Madre de Misericordia. Ella refleja la misericordia de Dios, sufriéndolo todo por sus hijos. Los cristianos debemos también reflejar la misericordia de Dios sufriéndolo todo por amor. "Mirad la hondura o cavidad del lago de donde habéis sido tomados, las entrañas de la Madre de Dios" - Las obras de misericordia que la Virgen pidió incluyen la visita, el acompañamiento y la ayuda a los que salen de la cárcel.
UNA CONGREEGACION LAICAL
Así fue en los primeros tiempos. Su primera ubicación fue el hospital de Santa Eulalia, junto al palacio real. en Barcelona. Allí recogían a indigentes y a cautivos que regresaban de tierras de moros y no tenían donde ir. Seguían la labor que ya antes hacían de crear conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos. Salían cada año en expediciones redentoras. San Pedro continuó sus viajes personalmente en busca de esclavos cristianos. En Argelia, África, lo hicieron prisionero pero logró conseguir su libertad. Aprovechando sus dones de comerciante, organizó con éxito por muchas ciudades colectas para los esclavos.
CUARTO VOTO
Además de los tres votos de la vida religiosa, pobreza, castidad y obediencia, hacían un cuarto voto: dedicar su vida a liberar esclavos. Se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, cuando el dinero no alcanzara a pagar su redención. Así lo hizo San Pedro Ermengol, un noble que entró en la orden tras una juventud disoluta. Este cuarto voto distinguió a la nueva comunidad de mercedarios. El Papa Gregorio IX aprobó la comunidad y San Pedro Nolasco fue nombrado Superior General. El rey Jaime decía que la conquista de Valencia, se debía a las oraciones de Pedro Nolasco. Cada triunfo que obtenía lo atribuía a sus oraciones.
DESCANSA YA, SIERVO BUENO Y FIEL
Pedro Nolasco, a los 77 años, pronunció el Salmo 76: "Tú, oh Dios, haciendo maravillas, mostraste tu poder a los pueblos y con tu brazo has rescatado a los que estaban cautivos y esclavizados". y se durmió en el regazo de la Virgen. Su intercesión logró muchos milagros y fue canonizado en 1628.
En el año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia, y fijó su fecha el 24 de septiembre.
ORACION
Virgen y Señora nuestra de la Merced,
a ti suplicamos que, mediante tu maternal intercesión ante tu hijo Jesucristo, nos alcances la verdadera libertad de los hijos de Dios y nos hagas libres de cualquier esclavitud, de modo que experimentemos en nosotros la alegría de la salvación. Amén
ORACION
María, Merced de Dios, regalo de Cristo a los hombres. La Trinidad Santa te envió a Barcelona, mensajera de libertad y misericordia, para, por medio de Pedro Nolasco, mostrarte corredentora, mediadora, Madre de todos, ternura de Dios para los pobres.
Madre de la Merced, enséñanos a valorar nuestra fe cristiana, haznos capaces de amar con caridad mercedaria, conviértenos en portadores de paz.
Que tus besos derritan la violencia que nos envuelve, hasta que recuperemos, en tu regazo materno, la ilusión de familia, transformado el mundo en un hogar.
Bendice esta ciudad tuya, que te proclama patrona y princesa y gusta, enamorada, de llamarte madre.

SAN VICENTE MARIA STRAMBI, OBISPO

Poco antes de su muerte, Pablo de la Cruz quiere que esté cerca de sí el padre Vicente. Le estrecha afectuosamente las manos y lo mira fijamente a los ojos. “Padre Vicente, le dice, te encomiendo la Congregación”. A la comprensible sorpresa de Vicente, añade motivos de mayor maravilla. “Harás cosas grandes, harás mucho bien”. Vicente tiene solamente treinta años, es pasionista apenas hace seis. No faltan religiosos maduros, expertos, ejemplares. Pero Pablo quiere confiar su congregación a él, al joven Vicente. Y ve bien el fundador. Vicente: un religioso que ilumina con la ciencia y la bondad los comienzos de su congregación; un obispo, ejemplo de heroica fidelidad al papa. Santo, misionero, teólogo, guía espiritual, marca los últimos veinte años del setecientos y el primero del ochocientos. Famoso en Italia, incluso popular en Roma.
¿Tarea difícil? Está Vicente
Hijo del farmaceutico José Strambi y de Eleonor Gori, Vicente nace en Civitavecchia (Roma) el 1 de enero de 1745. De sus padres hereda una fe sencilla y un particular amor hacia los pobres, que lo caracterizará durante toda su vida. El padre colma de consistentes donaciones a la cofradía del nombre de Jesús a la que está inscrito; perdona, con frecuencia, deudas y ha depositado una considerable cantidad de dinero para la educación y el futuro de las jóvenes necesitadas. Vicente no es menos. El padre, además, lo debe incluso frenar la excesiva generosidad. La madre ve con alegría la vocación sacerdotal del muchacho; no así su padre que, aún siendo cristiano irreprochable, alimenta totalmente otros proyectos para aquel hijo único suyo (dos hermanitos y una hermanita alegran durante poquísimo tiempo la familia Strambi). Entre tanto, en el seminario de Montefiascone (Viterbo), Vicente comienza la formación filosófica, teológica y bíblica atrayéndose la admiración de los superiores y condiscípulos por la vivaz inteligencia y por la distinguida piedad.
Se traslada a Roma y luego a Viterbo para perfeccionarse en la sagrada elocuencia y en otras disciplinas. Al padre dice que su única herencia es el Crucificado: destina, pues, a otros el patrimonio familiar. Ordenado subdiácono a los 21 años, es llamado por el obispo de Montefiascone para la tarea de prefecto del seminario, tarea que Vicente ejerce haciéndose querer bien por todos. Pero no deja de estudiar, convencido que ciencia y santidad son esenciales para la misión sacerdotal. A los 22 años es nombrado rector del seminario de Bagnoregio (Viterbo). El 29 de diciembre de 1767, incluso antes de cumplir los 23 años, es ordenado sacerdote.
Advirtiendo cada vez más clara la vocación a la vida religiosa, pide entrar primero con los padres de la Misión, y luego con los Capuchinos. Los primeros no lo aceptan porque es débil de salud, los segundos porque es hijo único. En Civitavecchia, durante una misión, Vicente conoce a Pablo de la Cruz y queda fascinado por su santidad y su ardor misionero. Lo vuelve a ver en el convento de San Ángel de Vetralla (Viterbo) donde hizo los ejercicios espirituales en preparación al sacerdocio. En la circunstancia se entretuvo con él en amable conversación. Pide, entonces, entrar con los Pasionistas. En 1768, muy joven sacerdote, es recibido por el mismo Pablo. Pero antes ha tenido que vencer grandes dificultades suscitadas por el papá que ya de mala gana lo había visto partir para el seminario y que no logra asumir un golpe aún más duro. El señor José escribe al mismo fundador expresando todo su desacuerdo. Se dirige también al cardenal Santiago Oddi, obispo de Viterbo, para que convenza al hijo a dejar Monte Argentario (Grosseto), donde el joven ya es novicio con el nombre de Vicente María. Pero inútilmente. Por último, el padre se resigna y establece relaciones amigables con Pablo.
Emitida la profesión religiosa el 24 de septiembre de 1769, Vicente comienza a predicar ejercicios espirituales al clero y misiones al pueblo, para lo cual manifiesta aptitudes sobresalientes. Pero pronto es obligado a reducir las predicaciones. En 1773, en efecto, es llamado a Roma en la casa general de los Santos Juan y Pablo para la tarea de profesor y director de los estudiantes teólogos. Vicente reserva particulares atenciones a los jóvenes, esperanza de la nueva congregación. Está atento a su salud, los guía espiritualmente, los forma en la sana teología.
Es, ciertamente, de los más grandes misioneros del siglo. Por deseo del papa predica con frecuencia en Roma en iglesias importantes y en momentos, incluso, difíciles. Para la apertura del año santo de 1775 Clemente XIV le encarga predicar al pueblo romano en la iglesia de Santa María en Trastévere. La elección es felicísima. Entre los oyentes está el mismo pontífice. Siempre, por el papa es llamado a dirigir más veces los ejercicios espirituales a los cardenales, a los obispos, a los prelados de la curia Romana y de la corte pontificia, al clero de la capital. Ya lo conocen todos. Lo llaman simplemente “el predicador pasionista santo”. Sus predicaciones están, con frecuencia, acompañadas de hechos prodigiosos. Tiene el don de la profecía, lee el interior de los corazones. El 13 de enero de 1793 en Roma es asesinado Hugo de Basville, diplomático, representante de la revolución francesa. Con el pretexto de visitar los monumentos, andaba desarrollando actividad sediciosa. El pueblo va a la plaza, amenazante y tumultuoso, durante varios días. Se le pide a Vicente, a nombre del papa, hacer algo. Las palabras de Vicente, ya bien conocido, obtienen el resultado esperado. A él acuden los papas para la solución de casos particularmente delicados. Tan grande es la fama de la que goza que, según fuentes autorizadas, en el atormentado conclave en Venecia que elige papa a Pío VII, es propuesta, incluso su candidatura y 5 de los 34 cardinales dan el propio voto a él, siendo un simple religioso pasionista.
Dentro de la congregación ejerce el oficio de profesor de teología, director de los estudiantes. Cubre el cargo de superior, de provincial, de consultor general. Pero se hace siervo de todos, se adapta a los trabajos más humildes presentándose, incluso, en los trabajos de la cocina y de la huerta. No quiere ninguna distinción. Tiene cualidades extraordinarias para consolar a los afligidos y para suscitar fervor y devoción en el corazón de los hermanos y de los fieles. Escribe también algunos textos escolares y libros de contenido espiritual. Digno de especial mención, es el “Mes de la preciosísima Sangre” testimonio e irradiación directa de su espiritualidad pasionista. Y luego, su obra magistral: la admirable biografía de Pablo de la Cruz. La escribe, como dice él mismo, de rodillas y permaneciendo en la celda habitada por el santo en el convento vecino a San Ángel de Vetralla. Allí se admira su competencia de historiador y teólogo, pero, sobre todo, una extraordinaria inspiración espiritual. Caso raro: un santo, biógrafo de otro santo. Es postulador de la causa de Pablo; encargo que llevará a cabo, incluso, siendo obispo.
Eminente director espiritual guía, sea a personalidades sobresalientes que a gente de modesta condición. Algunos nombres: el fundador de los misioneros de la Preciosísima Sangre, san Gaspar del Búfalo, la beata Ana María Taigi, la venerable María Luisa Maurizi, la venerable María Clotilde Adelaida de Saboya, esposa de Carlos Emmanuel IV rey de Cerdeña. Vicente interviene también en la conversión de Paulina Bonaparte hermana menor de Napoleón. Mujer tan hermosa como depravada, luego de un diálogo con él, cambia de vida dedicándose a obras de bien.
Con el Papa. Por el Papa
En 1801 Pío VII lo nombra obispo de Macerata y Tolentino. Vicente corre personalmente a él manifestándole el deseo de permanecer en convento y de continuar en la vida de misionero itinerante. Pero el papa no cede. Le asegura: “Sábete que nadie se ha interesado para elegirte; lo he hecho yo espontáneamente, por mi personal conocimiento, por inspiración divina”. Vicente se resigna. Consagrado obispo el 26 de julio, el 31 parte para Macerata, separándose “con angustia de espíritu” de los hermanos. En Macerata comienza inmediatamente aquel trabajo que renovará el rostro de la diócesis. Apenas llegado, visita a los párrocos, las cárceles, los hospitales, los monasterios; organiza una misión popular en la que participa él mismo. Vive una vida austera y penitente. Pobre, los pobres serán su atención constante. “Los pobres son mis patrones, dice. Yo no soy sino su ecónomo”. Es acuñada por él la frase hoy frecuente: “Oír el clamor de los pobres”, los pobres gritan, gritan”. Padre dulce y exigente. Durante la visita pastoral rehúsa fiestas y comidas especiales. Quien no se adecua paga una multa; la relativa cantidad es devuelta a los pobres. Atenciones continuas reserva para el seminario. Favorece la vida religiosa. Santo, estimula a la santidad. Elimina escándalos y abusos: no teme tomar duras disposiciones cuando el caso lo amerita. El episcopado está abierto a todos. Comprensible la aprehensión de alguno cuando se difunde la noticia de su posible transferencia. Se hace intérprete el vice – comisario pontificio de Tolentino con una carta a la secretaría de Estado.
Para la iglesia, entre tanto, se condensan nubes amenazadoras. En 1805 Napoleón Bonaparte comienza a ocupar el estado pontificio. Las tropas francesas entran, incluso, en Macerata. Requerido hacer juramento de fidelidad al emperador, Vicente rehúsa, declarándose fidelísimo al papa. Es condenado al exilio. El 28 de septiembre de 1808 Macerata saluda llorando a su obispo deportado primero a Novara y luego a Milán. Pero su santidad tiene manera de resplandecer, aún, en el exilio: consuela, alienta a otros obispos exiliados como él. Lo llaman “obispo pasionista santo”. Nada más normal que Vicente llegue a ser confesor requerido, consejero autorizado y buscado sea por laicos que por eclesiásticos. Predica frecuentemente al clero, a los seminaristas, a los hermanas.
Napoleón suprime también las congregaciones religiosas. Los Pasionistas se ven obligados a regresar a sus propios pueblos de origen. La prueba es durísima. Vicente está cerca, incluso, de sus hermanos gozando por la ocasión de particulares permisos obtenidos en secreto del papa. Pero no olvida su diócesis: la lleva en el corazón, la sigue con afecto. A los pobres de Macerata hace llegar señales tangibles de su recuerdo y de su amor. Antes de salir de Macerata había dicho que el exilio habría durado menos de seis años; Así sucede. El ocaso de Napoleón devuelve la libertad a la iglesia y a los obispos el derecho de ejercer su ministerio. Vicente regresa a Macerata el 14 de mayo de 1814 acogido con entusiasmo. Antes de llegar se detiene en Ancona donde se encuentra con el papa Pío VII, también, él conducido al exilio. Los dos se abrazan conmovidos. El papa, dos días después, pasa por Macerata: saluda al obispo y lo elogia por su fidelidad haciendo aún más plena la alegría de todos.
Como fácilmente se advierte, la diócesis ha resentido de modo evidente la ausencia de su pastor. Vicente debe comenzar nuevamente una obra de reconstrucción moral y espiritual. Tiene 70 años y, si bien, las fuerzas están ya al final, no las ahorra. Animosamente va al encuentro, primero de Joaquín Murat y luego con el general Federico Bianchi comandante de las tropas austriacas: la ciudad se salva por mérito de su obispo. Y llamarlo “padre de la ciudad” es lo mínimo que puedan hacer. Se acerca personalmente a los enfermos y moribundos, golpeados por una terrible epidemia y por la carestía, para llevar los sacramentos y una palabra de consuelo y de esperanza. Para quitar el hambre a los pobres, pide limosna a los nobles conocidos en Milán durante el exilio y vende los objetos sagrados de la iglesia. Abre un hospicio para ex prostitutas y un conservatorio para las jóvenes en peligro. Se dice, y con razón, que Vicente es para Macerata lo que san Carlos Borromeo para Milán. Aún en medio de tantas ocupaciones, no deja de predicar misiones y ejercicios espirituales, solicitado con insistencia, acogido con alegría, escuchado con respeto y veneración.
Probado por los sufrimientos, por los años y por el trabajo, muchas veces ha pedido al papa poder regresar al convento para prepararse, rezando, a la muerte. Súplica jamás acogida. “Es suficiente su sombra para gobernar la diócesis”, respondía el papa. Al final, León XII en 1823 lo complace. Pero sólo en parte. Lo quiere, en efecto, en su residencia para consuelo espiritual, como su consejero y confesor. El 21 de noviembre de 1823 Vicente deja Macerata entre el llanto general. Partiendo confía: “Macerata la he amado siempre y he sido amado. Macerata la llevo en el corazón”. Luego se quita el anillo episcopal, lo entrega al limosnero diciendo: “Es la única cosa que me queda. Véndalo y den lo recaudado a los pobres”.
El papa lo requiere en diálogo cada día. Con él va estudiando una reforma de la diócesis de Roma y de toda la iglesia. Lo veneran todos. Los cardenales encontrándolo se arrodillan pidiendo la bendición. Del palacio pontificio se acerca diariamente a la iglesia de los Santos Juan y Pablo donde ha sido consagrado obispo: se detiene en oración sobre la tumba del fundador sumergiéndose en grandes recuerdos; se entretiene en amable diálogo con los hermanos. En el mes de diciembre el papa se enferma gravemente. Vicente es llamado para administrarle el viático. Es la medianoche del 23 de diciembre de 1823. El diálogo es de aquellos que se deben recordar. El papa, apenas lo ve lo abraza y le susurra: “Vicente mío, yo creía hacerte santo, pero algún otro pontífice lo hará”. Y Vicente: “Ánimo santidad; el Señor no privará a la iglesia de su pastor en tiempos tan difíciles. Hay una persona que ofrece la vida para vuestra curación”. Al amanecer del día 24 Vicente celebra la misa y se ofrece víctima por la salud del papa.
Al terminar la misa el papa sorprendentemente queda curado. Habrá vivido, como predicho por Vicente, aún 5 años y 4 meses. Es el mismo León XII que anota la profecía. Vicente, en cambio, se enfermó de improviso, muere una semana más tarde, el primero de enero de 1824 día de su 79 cumpleaños. Mártir de la caridad y del altruismo. Sepultado en la iglesia de los Santos Juan y Pablo, junto al fundador, es declarado santo en 1950. Desde 1957 descansa en “su” Macerata, donde había sido pastor celoso y venerado durante 22 años.

Domingo 25 de tiempo ordinario; ciclo B

Domingo de la semana 25 de tiempo ordinario; ciclo B

El más importante de todos
«Una vez que salieron de allí cruzaban Galilea, y no querían que nadie lo supiese; pues iba instruyendo a sus discípulos y les decía: «El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, resucitará a los tres días». Pero ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle. Y llegaron a Cafarnaun. Estando ya en casa les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. Entonces se sentó y, llamando a los doce, les dijo: «Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos». Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió». (Marcos 9, 30-37)
I. En el Evangelio de la Misa (Marcos 9, 29-36), San Marcos nos relata que Jesús, mientras atravesaba Galilea con sus discípulos, los instruía acerca de su muerte y resurrección. Sorprende que, mientras el Maestro les comunicaba los padecimientos y la muerte que había de sufrir, los discípulos discutían a sus espaldas sobre quién sería el mayor. Estando ya en casa, Jesús les preguntó por la discusión que habían mantenido en el camino. Ellos, quizá avergonzados, callaban. Entonces se sentó y, llamando a los Doce, les dijo: Si alguien quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos. El Señor quiere enseñar a los que han de ejercer la autoridad en la Iglesia, en la familia, en la sociedad, que esa facultad es un servicio que se presta.
II. El Señor quiere enseñar principalmente a los Doce cómo han de gobernar la Iglesia. Les indica que autoridad es servir. Gobierno y obediencia no son acciones contrapuestas: en la Iglesia nacen del mismo amor a Cristo. Se manda por amor a Cristo y se obedece por amor a Cristo. La autoridad es necesaria en toda sociedad, y en la Iglesia ha sido querida directamente por el Señor. Cuando la autoridad no se ejerce debidamente en una sociedad, se hace un gran daño a sus miembros: “Se esconde una gran comodidad –y a veces una gran falta de responsabilidad- en quienes, constituidos en autoridad, huyen del dolor de corregir, con la excusa de evitar sufrimientos a otros. Se ahorran quizá disgustos en esta vida..., pero ponen en juego la felicidad eterna –suya y de los otros- por sus omisiones, que son verdaderos pecados” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja)
III. Se sirve al ejercer la autoridad, como sirvió Cristo; y se sirve obedeciendo, como el Señor, que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Filipenses 2, 8). Y para obedecer hemos de entender que la autoridad es un bien, un bien muy grande, sin el cual no sería posible la Iglesia, tal como Cristo la fundó. Para obedecer hemos de ser humildes, pues en cada uno de nosotros existe un principio disgregador, fruto amargo del amor propio, herencia del pecado original, que en ocasiones puede encontrar una excusa para no someter gustosamente la voluntad ante un mandato de quien Dios ha puesto para conducirnos a Él. Acudamos al amparo de Nuestra Madre Santa María, que quiso ser Ancilla Domini, la Esclava del Señor. Ella nos enseñará que servir –tanto al ejercer la autoridad como al obedecer- es reinar (CONCILIO VATICANO II, Lumen gentium)
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
San Pío de Pietrelcina, presbítero

El Padre Pío de Pietrelcina fue un hombre elegido por Cristo para llevar los padecimientos de la crucifixión en su cuerpo, durante 50 años de su vida. Las llagas en sus manos, en sus pies, y en el costado de su pecho eran permanentes, sangraban y no cicatrizaban, no supuraban, ni coagulaban. Durante su vida recibió el don de la bilocación, que es la posibilidad milagrosa de estar en dos sitios a la vez; el don de lenguas, por el cual podía darse a entender en diferentes idiomas, aunque nunca los hubiera aprendido; podía ver el corazón de los fieles, sus pecados y su arrepentimientos; curar enfermos. Amó incansablemente hasta las últimas consecuencias a Cristo y a sus "hijos espirituales".
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre mediante la dirección espiritual de los fieles, la confesión y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la «Casa del Alivio del Sufrimiento», inaugurada el 5 de mayo de 1956. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: «En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios». La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.
Expresó su caridad acogiendo, a muchísimas personas que acudían a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos. Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas.
Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad. Aceptó en silencio las numerosas intervenciones de las Autoridades y calló siempre ante las calumnias. Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.
Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio de tanta admiración del mundo, repetía: «Quiero ser sólo un pobre fraile que reza».
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente, en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente.
La muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. La concurrencia a su funeral fue extraordinaria.

FECHAS DE LA VIDA DEL PADRE PÍO

1887 (25 de mayo) Nace en Pietralcina (Benevento)
1903 (6 de enero) Se traslada a Morcone (Benevento) para iniciar el noviciado en los Capuchinos.
(22 de enero) Viste los " hábitos de prueba" y se convierte en Fray Pío de Pietralcina.
1904 (22 de enero) Pronuncia la profesión de votos simples.
(25 de enero) Se traslada a S. Elia en Pianisi (Campobasso) para iniciar "retórica".
1907 (27 de enero) Pronuncia la profesión de votos solemnes.
(finales de octubre) En Serracapriola (Foggia) para comenzar el estudio de la Sagrada Teología.
1908 (finales de noviembre) En Montefusco (Avellino) para continuar Teología.
(19 de diciembre) Recibe las Ordenes Menores en Benevento.
(21 de diciembre) Es subdiácono en la misma ciudad.
1909 Durante los primeros meses del año en Pietralcina, enfermo.
(18 de julio) Recibe el orden del diaconado en la iglesia del convento de Morcone.
1910 (10 de agosto) Ordenación sacerdotal en la capilla de los canónigos de la catedral de Benevento.
(14 de agosto) Primera Misa solemne en Pietralcina; en este año se producen las "primeras apariciones de estigmas" (cf. Epist. I, carta 44).
1911 (finales de octubre)Es enviado a Venafro, pero la enfermedad le obliga a permanecer casi continuamente en la cama. Tienen lugar hechos extraordinarios.
(7 de diciembre) Vuelve a Pietralcina.
1915 (25 de febrero) Por motivos de salud, obtiene el permiso de continuar fuera del convento, conservando el hábito capuchino.
(6 de noviembre) Es llamado a filas.
(6 de diciembre) Destinado a la 10ª compañía de Sanidad en Nápoles.
1916 (17 de febrero) En Foggia en el convento de S. Anna.
(4 de septiembre) En S. Giovanni Rotondo.
(18 de diciembre) Se reincorpora al cuerpo militar de Nápoles. Permisos y reincorporaciones hasta el 16 de marzo de 1918, baja por "doble broncoalveolitis".
1918 (5-7 de agosto) Transverberación..
(20 de septiembre) Estigmatización..
1919 (15-16 de mayo) Luigi Romanelli, primer médico que visita al Padre Pío después de la Estigmatización.
(26 de julio) Informe médico de Amico Bignami.
(9 de octubre) Visita médica de Giorgio Festa.
1922 (2 de junio) Primeras medidas del Santo Oficio.
1923 (31 de mayo) Después de una investigación, el Santo Oficio determina que no consta el "carácter sobrenatural de los hechos atribuidos al Padre Pío".
(17 de junio) Otros mandatos: el Padre Pío debe celebrar en la capilla interna del convento sin público y no contestará a las cartas dirigidas a él, ni directamente ni a través de otros.
(26 de junio) Como consecuencia de una manifestación popular, el Padre Pío celebra de nuevo en la iglesia.
(8 de agosto) El Padre Pío conoce la orden (fechada el 30 de julio) de trasladarse a Ancona, permaneciendo disponible.
(17 de agosto)Debido la agitación popular, se aplaza el traslado.
1929 (3 de enero) Muere en S. Giovanni Rotondo la madre del Padre Pío.
1931 (23 de mayo) El Padre Pío es privado del ejercicio de su ministerio, exceptuando la Santa Misa, que puede celebrar únicamente en la capilla interna del convento, y en privado.
1933 (16 de julio) El Padre Pío celebra la Santa Misa en la iglesia
1934 (25 de marzo) El Padre Pío vuelve a escuchar confesiones de hombres.
(12 de mayo) Y de mujeres.
1946 (7 de octubre) Muere el padre del Padre Pío en S. Giovanni Rotondo.
1947 (19 de mayo) Comienzo de los trabajos de nivelación para la construcción de la "Casa Sollievo della Sofferenza" (Casa Alivio del Sufrimiento).
1955 (31 de enero) Colocación de la primera piedra de la futura nueva iglesia del convento.
1956 (5 de mayo) Inauguración de la "Casa Sollievo della Sofferenza".
1959 (1 de julio) Consagración de la nueva iglesia.
1965 (17 de enero) El Padre Pío puede continuar celebrando la Misa en latín.
1966 (21 de noviembre) Puede celebrar en público, sentado.
1968 (29 de marzo) El Padre Pío empieza a usar una silla de ruedas, porque no siente las piernas.
(22 de septiembre) A las 5h, su última Misa; a las 18h su última bendición a la multitud en la iglesia
(23 de septiembre) A las 2'30h el Padre Pío, después de recibir el sacramento de la unción de los enfermos, muere serenamente con el santo Rosario en la mano y con "¡Jesús!…¡María!… " en los labios.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Sábado semana 24 de tiempo ordinario año par

Sábado de la semana 24 de tiempo ordinario; año par

La tierra buena
“En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: -«Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.» Dicho esto, exclamó: -«El que tenga oídos para oír, que oiga.» Entonces le preguntaron los discípulos: -«¿Qué significa esa parábola?» Él les respondió: -«A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando» (Lucas 8,4-15).
I. Cristo continuamente extiende su reinado de paz y de amor en las almas, contando con la libertad y la personal correspondencia de cada uno. Dios se encuentra en las almas con situaciones tan diversas como distintos son los terrenos que reciben idéntica semilla. Como la semilla que no alcanza a dar fruto porque cae en tierra mala, hay almas que están endurecidas por la falta de arrepentimiento de sus pecados y por lo tanto no pueden recibir a Dios que las visita. El demonio encuentra en estas almas el terreno apropiado para lograr que la semilla quede infecunda. Por el contrario, el alma que a pesar de sus flaquezas, se arrepiente una y otra vez, y procura evitar las ocasiones de pecar y recomienza cuantas veces sea necesario, atraerá por su humildad, la misericordia divina.
II. Muchas almas, a la hora de la prueba sucumben porque han basado su seguimiento a Cristo en el sentimiento y no en una vida de oración, capaz de resistir los momentos difíciles, las pruebas de la vida y las épocas de aridez. ¡Cuántos buenos propósitos han naufragado cuando el camino de la vida interior ha dejado de ser llano y placentero! Estas almas buscaban más su contento y la satisfacción propia que a Dios mismo. Sólo conseguiremos buscar a “Jesús por Jesús” con la fidelidad a la oración diaria y una vida mortificada, y el deseo firme de subir hasta la cima donde está Cristo, aunque el camino no sea llano y sombreado. La oración y la mortificación preparan el alma para recibir la buena semilla y dar fruto. Sin ellas, la vida queda infecunda.
III. Todos podemos dar buenos frutos para Dios, pues Él siembra constantemente la semilla de su gracia. La eficacia depende de nuestras disposiciones. Tres son las caracteriza que el Señor señala en la tierra buena: oír con un corazón contrito, humilde, los requerimientos divinos; esforzarse para que –con la oración y la mortificación- esas exigencias calen en el alma; y por último, comenzar y recomenzar, sin desanimarse si los frutos tardan en llegar, si nos damos cuenta que los defectos no acaban de desaparecer a pesar de los años y del empeño en desarraigarlos. Si queremos y somos dóciles, el Señor está dispuesto a cambiar en nosotros todo lo que sea necesario para transformarnos en tierra buena y fértil. Lo importante es ir a Él una y otra vez, con humildad, sin querer separarnos jamás de su lado, aunque parezca que no cosechamos los frutos deseados. Si se lo pedimos, Nuestra Madre nos ayudará a dar muchos frutos de amor a su Hijo.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.