miércoles, 20 de septiembre de 2017

Jueves semana 24 de tiempo ordinario; año impar

Jueves de la semana 24 de tiempo ordinario; año impar

El perdón acompaña al amor: se nos perdonan los pecados si amamos, y amamos si acogemos el perdón
“En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: -«Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora. » Jesús tomó la palabra y le dijo: -«Simón, tengo algo que decirte.» Él respondió: -«Dímelo, maestro.» Jesús le dijo: -«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debla quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: -«Supongo que aquel a quien le perdonó más.» Jesús le dijo: -«Has juzgado rectamente.» Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: -«¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.» Y a ella le dijo: -«Tus pecados están perdonados.» Los demás convidados empezaron a decir entre sí: -«¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: -«Tu fe te ha salvado, vete en paz» (Juan 7,36-50).
1. –“Un fariseo invitó a Jesús a comer con él”... Tres veces (Lc 7,36; 11,37; 14,1). Veo como aceptas la invitación, Señor.
“En esto una mujer, conocida como pecadora en la ciudad... llegó con un frasco lleno de perfume... se colocó detrás de Jesús junto a sus pies, llorando, y empezó a regarle los pies con sus lágrimas; se los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con perfume”... El fariseo era un "puro". La escena le choca profundamente: "Si este hombre fuera un profeta sabría quién es esa mujer que lo toca: ¡una pecadora!" Efectivamente, se trataba de una pecadora, y todo induce a creer que era una prostituta. Pecados, los que había acumulado... hasta el hastío de sí misma y de los demás. Seguro que sin vergüenza de acercarse a ti, Señor, ella pensó: "¡Si solamente él, el profeta Jesús, pudiera salvarme!" Y allí está, por el suelo, a los pies de Jesús. Cubre de besos los pies de Jesús y su perfume embriagador llena la sala del banquete. Señor, la escena es curiosa: ¿cuál es el mensaje importante que quieres transmitirnos? Pienso en mis propios pecados, y en la sucia marea de todos los pecados del mundo: Tú debes estar habituado, Señor, desde que hay hombres sobre la tierra; en tu genealogía las cuatro mujeres que aparecen están en una situación irregular, y una de ellas es prostituta.
Lucas describe muy bien algunos detalles, como la diferente actitud de Simón, que ha invitado a Jesús a comer, y aquella mujer pecadora que sabe intuir detalles de amor hacia Jesús. Me gusta verte, Señor, anunciar el amor y perdón en casa de un fariseo. El argumento parece fluctuar en dos direcciones. Tanto se puede decir que se le perdona porque ha amado ("sus pecados están perdonados, porque tiene mucho amor"), como que ha amado porque se le ha perdonado ("amará más aquél a quien se le perdonó más"). Me gustaría saber ser como tú, Jesús, dar ánimos a los “pecadores”, y no dedicarme a hundirlos más con rigideces. Ayúdame a ser como un padre, y no como el hermano mayor del hijo pródigo o como este Simón y los otros convidados, que no saben ser benévolos y amar. Quisiera tener tu corazón, Señor, para levantar a la mujer adúltera, acoger a Zaqueo el publicano, y tener esas palabras de ánimo para esta mujer que hoy entra en la sala del banquete y te unge los pies.
Así lo explica San Josemaría: “Le rogó uno de los fariseos que fuera a comer con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se puso a la mesa. Llega entonces una mujer de la ciudad, conocida públicamente como pecadora, y se acerca para lavar los pies a Jesús, que según la usanza de la época come recostado. Las lágrimas son el agua de este conmovedor lavatorio; el paño que seca, los cabellos. Con bálsamo traído en un rico vaso de alabastro, unge los pies del Maestro. Y los besa.
”El fariseo piensa mal. No le cabe en la cabeza que Jesús albergue tanta misericordia en su corazón. Si éste fuese un profeta -imagina-, sabría quién es y qué tal es la mujer. Jesús lee sus pensamientos, y le aclara: ¿ves a esta mujer? Yo entré en tu casa y no me has dado agua con que se lavaran mis pies; y ésta los ha bañado con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me has dado el ósculo, y ésta, desde que llegó, no ha cesado de besar mis pies. Tú no has ungido con óleo mi cabeza, y ésta sobre mis pies ha derramado perfumes. Por todo lo cual, te digo: que le son perdonados muchos pecados, porque ha amado mucho.
”No podemos detenernos ahora en las divinas maravillas del Corazón misericordioso de Nuestro Señor. Vamos a fijarnos en otro aspecto de la escena: en cómo Jesús echa de menos todos esos detalles de cortesía y delicadeza humanas, que el fariseo no ha sido capaz de manifestarle. Cristo es perfectus Deus, perfectus homo, Dios, Segunda Persona de la Trinidad Beatísima, y hombre perfecto. Trae la salvación, y no la destrucción de la naturaleza; y aprendemos de El que no es cristiano comportarse mal con el hombre, criatura de Dios, hecho a su imagen y semejanza”.
Jesús, quieres que aprendamos de tu enseñanza, por eso le dices al fariseo: -"Simón, tengo algo que decirte: Un acreedor tenía dos deudores... Uno le debía una gran suma, la deuda del otro era muy pequeña... Se las perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más?" Los acreedores humanos no se comportan de ese modo, habitualmente. ¡Pero Dios sí! Es El quien lo dice. Y nos pide que nos portemos también así: "perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Si te colocas sobre ese terreno, Señor, entonces es mejor ser Magdalena que Simón...
-“¿Ves a esta mujer...? Y Jesús hace su elogio. Habla de ella con respeto, la valora. Subraya todo lo que ha hecho bien. Había sufrido mucho. Señor, ayúdame a ver a los pecadores con tu propia mirada llena de bondad y misericordia. Dame el don de saberlos rehabilitar a sus propios ojos. Que todas mis palabras y mis actitudes digan ¡cuán bueno eres, Señor!
-“Quedan perdonados sus muchos pecados porque muestra un gran amor... A quien poco se le perdona poco amor muestra”... Esas dos frases contienen una de las mayores revelaciones sobre el "pecado":
- el amor provoca el perdón: Tú le perdonas sus pecados porque ama...
- el perdón provoca el amor: cuanto más perdonado se ha sido, tanto más se siente uno llevado a amar. ¡Gracias, Señor! El amor es la causa y la consecuencia del perdón. Quizá es por esto que, después de todo, Tú permites, Señor, nuestros pecados... ¡para que un día se transformen en amor! Cada uno de mis pecados, ¡qué misterio! podría llegar a ser una ocasión de amar más a Dios: instante este maravilloso en el que tomo conciencia de la misericordia... en el que adivino "hasta dónde" me ama Dios... Es el instante del perdón, el instante del mayor amor. ¿No vale la pena de celebrarlo en el sacramento de penitencia o reconciliación? (Noel Quesson).
Vemos la actitud de acogida de la persona de Jesús por parte de la pecadora y cómo contrasta con las omisiones del fariseo. Tenemos a Jesús en la Eucaristía, con quien podemos tener los detalles de amor que tuvo esta mujer. Te pedimos, Señor, este sentido de lo sagrado: Señor Jesús, bondadoso pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero (Himno Adoro te devote).
2. -“Hijo muy querido, que nadie menosprecie tu juventud”. Hoy propone Pablo unos criterios de actuación a Timoteo, que se ve que todavía es muy joven para su cargo. Son las obras las que rematan lo que se predica: “Hablemos a través de ellas, al mostrarlas a los demás en nuestra vida. Es vivo el lenguaje, cuando son las obras las que hablan” (S. Antonio de Padua).
-“Procura, en cambio, ser para los creyentes un modelo por tu manera de hablar y de vivir, por tu amor y tu fe, por la pureza de tu vida”. El responsable en la comunidad debe ser "un modelo para los fieles en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez".
-“Dedícate a leer la Escritura a los fieles, a animarlos y a instruirlos”. La meditación de la Palabra de Dios es muy importante para la predicación.
-“No descuides el carisma que hay en ti, ese don que se te comunicó por la intervención profética, cuando la asamblea de ancianos te impuso las manos”... La Ordenación sacerdotal al igual que los demás sacramentos es un «don que viene de lo alto», una iniciativa de Dios.
-“Vela por ti mismo, por tu conducta y por tu enseñanza; persevera en estas disposiciones, pues obrando así, obtendrás la salvación para ti y para los que te escuchan”. Doctrina y piedad, ejemplo y predicación, y todo con el don de la salvación.
3. “Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud”. Es el camino de la vida, el que nos ofrece el Señor: “Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza, su nombre es sagrado y temible”. Por eso, “primicia de la sabiduría es el temor del Señor, tienen buen juicio los que lo practican; la alabanza del Señor dura por siempre”. Y Barsanufio de Gaza comenta: "¿Qué es principio de la sabiduría sino abstenerse de todo lo que desagrada a Dios? ¿Y de qué modo uno puede abstenerse sino evitando hacer algo sin haber pedido consejo, o no diciendo nada que no se deba decir, y además considerándose a sí mismo loco, tonto, despreciable y totalmente inútil?". Y Juan Casiano: "hay una gran diferencia entre el amor, al que nada le falta y que es el tesoro de la sabiduría y de la ciencia, y el amor imperfecto, denominado "principio de la sabiduría"; este, por contener en sí la idea del castigo, queda excluido del corazón de los perfectos al llegar la plenitud del amor". Así, en el camino de nuestra vida hacia Cristo, el temor servil que hay al inicio es sustituido por un temor perfecto, que es amor, don del Espíritu Santo”.
Llucià Pou Sabaté
San Mateo, apóstol y evangelista

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL - Miércoles 30 de agosto de 2006
Queridos hermanos y hermanas:
Continuando con la serie de retratos de los doce Apóstoles, que comenzamos hace algunas semanas, hoy reflexionamos sobre san Mateo. A decir verdad, es casi imposible delinear completamente su figura, pues las noticias que tenemos sobre él son pocas e incompletas. Más que esbozar su biografía, lo que podemos hacer es trazar el perfil que nos ofrece el Evangelio.
Mateo está siempre presente en las listas de los Doce elegidos por Jesús (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13). En hebreo, su nombre significa "don de Dios". El primer Evangelio canónico, que lleva su nombre, nos lo presenta en la lista de los Doce con un apelativo muy preciso:  "el publicano" (Mt 10, 3). De este modo se identifica con el hombre sentado en el despacho de impuestos, a quien Jesús llama a su seguimiento:  "Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo:  "Sígueme". Él se levantó y le siguió" (Mt 9, 9). También san Marcos (cf. Mc 2, 13-17) y san Lucas (cf. Lc 5, 27-30) narran la llamada del hombre sentado en el despacho de impuestos, pero lo llaman "Leví". Para imaginar la escena descrita en Mt 9, 9 basta recordar el magnífico lienzo de Caravaggio, que se conserva aquí, en Roma, en la iglesia de San Luis de los Franceses.
Los Evangelios nos brindan otro detalle biográfico:  en el pasaje que precede a la narración de la llamada se refiere un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm (cf. Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12), y se alude a la cercanía del Mar de Galilea, es decir, el Lago de Tiberíades (cf. Mc 2, 13-14). De ahí se puede deducir que Mateo desempeñaba la función de recaudador en Cafarnaúm, situada precisamente "junto al mar" (Mt 4, 13), donde Jesús era huésped fijo en la casa de Pedro.
Basándonos en estas sencillas constataciones que encontramos en el Evangelio, podemos hacer un par de reflexiones. La primera es que Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más de una ocasión de "publicanos y pecadores" (Mt 9, 10; Lc 15, 1), de "publicanos y prostitutas" (Mt 21, 31). Además, ven en los publicanos un ejemplo de avaricia (cf. Mt 5, 46:  sólo aman a los que les aman) y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como "jefe de publicanos, y rico" (Lc 19, 2), mientras que la opinión popular los tenía por "hombres ladrones, injustos, adúlteros" (Lc 18, 11).
Ante estas referencias, salta a la vista un dato:  Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración:  "No necesitan médico los sanos sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mc 2, 17).
La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece su gracia al pecador. En otro pasaje, con la famosa parábola del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar, Jesús llega a poner a un publicano anónimo como ejemplo de humilde confianza en la misericordia divina:  mientras el fariseo hacía alarde de su perfección moral, "el publicano (...) no se atrevía ni a elevar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo:  "¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!"". Y Jesús comenta:  "Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado" (Lc 18, 13-14). Por tanto, con la figura de Mateo, los Evangelios nos presentan una auténtica paradoja:  quien se encuentra aparentemente más lejos de la santidad puede convertirse incluso en un modelo de acogida de la misericordia de Dios, permitiéndole mostrar sus maravillosos efectos en su existencia.

A este respecto, san Juan Crisóstomo hace un comentario significativo:  observa que sólo en la narración de algunas llamadas se menciona el trabajo que estaban realizando esas personas. Pedro, Andrés, Santiago y Juan fueron llamados mientras estaban pescando; y Mateo precisamente mientras recaudaba impuestos. Se trata de oficios de poca importancia —comenta el Crisóstomo—, "pues no hay nada más detestable que el recaudador y nada más común que la pesca" (In Matth. Hom.:  PL 57, 363). Así pues, la llamada de Jesús llega también a personas de bajo nivel social, mientras realizan su trabajo ordinario.
Hay otra reflexión que surge de la narración evangélica:  Mateo responde inmediatamente a la llamada de Jesús:  "Él se levantó y lo siguió". La concisión de la frase subraya claramente la prontitud de Mateo en la respuesta a la llamada. Esto implicaba para él abandonarlo todo, en especial una fuente de ingresos segura, aunque a menudo injusta y deshonrosa. Evidentemente Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando actividades desaprobadas por Dios.
Se puede intuir fácilmente su aplicación también al presente:  tampoco hoy se puede admitir el apego a lo que es incompatible con el seguimiento de Jesús, como son las riquezas deshonestas. En cierta ocasión dijo tajantemente:  "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme" (Mt 19, 21). Esto es precisamente lo que hizo Mateo:  se levantó y lo siguió. En este "levantarse" se puede ver el desapego de una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión consciente a una existencia nueva, recta, en comunión con Jesús.
Recordemos, por último, que la tradición de la Iglesia antigua concuerda en atribuir a san Mateo la paternidad del primer Evangelio. Esto sucedió ya a partir de Papías, obispo de Gerápolis, en Frigia, alrededor del año 130. Escribe Papías:  "Mateo recogió las palabras (del Señor) en hebreo, y cada quien las interpretó como pudo" (en Eusebio de Cesarea, Hist. eccl. III, 39, 16). El historiador Eusebio añade este dato:  "Mateo, que antes había predicado a los judíos, cuando decidió ir también a otros pueblos, escribió en su lengua materna el Evangelio que anunciaba; de este modo trató de sustituir con un texto escrito lo que perdían con su partida aquellos de los que se separaba" (ib., III, 24, 6).
Ya no tenemos el Evangelio escrito por san Mateo en hebreo o arameo, pero en el Evangelio griego que nos ha llegado seguimos escuchando todavía, en cierto sentido, la voz persuasiva del publicano Mateo que, al convertirse en Apóstol, sigue anunciándonos la misericordia salvadora de Dios. Escuchemos este mensaje de san Mateo, meditémoslo siempre de nuevo, para aprender también nosotros a levantarnos y a seguir a Jesús con decisión.
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Dios en bien de la Iglesia ha constituido a unos, apóstoles, a otros, evangelizadores. Hoy contemplamos la vocación, y a cada uno nos dice el Señor: “Sígueme”…
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: -«Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: -«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: -«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrifi-cios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» En aquel tiempo vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió” (Mateo 9,9-13).
1. Jesús llama a los que quiere, hoy a un publicano –tenido por pecaminoso, ya que recaudaba impuestos a sus compatriotas para venderlos a los romanos-, Mateo, que se llama también Leví. No hemos de desanimarnos si nos vemos llenos de miserias, pues ante Dios no podemos vernos de otra forma, y Él ha venido a buscar a todos, pero quien se considere justo se está cerrando a la gracia… abrir las puertas al Señor es lo fundamental. «Lo que a ti te maravilla a mí me parece razonable. —¿Que te ha ido a buscar Dios en el ejercicio de tu profesión? Así buscó a los primeros: a Pedro, a Andrés, a Juan y a Santiago, junto a las redes: a Mateo, sentado en el banco de los recaudadores... Y, ¡asómbrate!, a Pablo, en su afán de acabar con la semilla de los cristianos» (san Josemaría Escrivá, Camino 799).
Hoy, una vez más, Jesús, resuena tu “sígueme” con claridad: no te vayas, no te preocupes, no te quedes ahí, no tengas miedo, ¡sígueme! No hay nada más esperanzador para un enfermo que escuchar a su médico explicarle con firme tranquilidad cuál va a ser el camino de la curación, nada más tranquilizador para una persona que está perdida en medio de un bosque que encontrar un sendero, nada más acogedor que los brazos de papá o de mamá para un niño asustado. Todo eso es el sígueme de Jesús.
¿Qué recuerdos tenemos cada uno de nosotros de ese instante, del momento en el que escuchamos por primera vez esa palabra en lo más hondo de nuestro ser? ¿No sería precioso sentarnos tranquilamente y hablar, recordar, rememorar ese momento? Ese es un momento histórico para cada uno de nosotros, para nuestras vidas y para las personas que comparten sus vidas con nosotros: son recuerdos que nos deben emocionar, aunque estén vinculados a momentos críticos de la existencia (carlo@ya.com).
San Beda el Venerable, comentando la conversión de Mateo, escribe: «La conversión de un cobrador de impuestos da ejemplo de penitencia y de indulgencia a otros cobradores de impuestos y pecadores (...). En el primer instante de su conversión, atrae hacia Él, que es tanto como decir hacia la salvación, a todo un grupo de pecadores». ¿Quién de nosotros puede decir que no tiene pecado? Y a pesar de nuestras esclavitudes a él, a pesar de las grandes injusticias que hayamos cometido en contra de nuestro prójimo, y de las grandes traiciones a Cristo y a su Iglesia, Él vuelve a pasar junto a nosotros y nos llama para que vayamos tras sus huellas. El poder de su Palabra es un poder salvador, que nos llama a la vida, que nos libra de nuestras tinieblas de maldad y que nos saca a luz, para qué seamos criaturas nuevas en Cristo. Pero no basta haber recibido los dones de Dios.
El Señor, pasando junto a nosotros nos ha dicho: Sígueme. Y nosotros, convocados por É, estamos en su presencia para dejarnos, no sólo instruir, sino transformar por su Palabra poderosa, que nos perdona, nos santifica y nos va configurando día a día, hasta que lleguemos a ser hombres perfectos, y alcancemos nuestra plenitud en Cristo Jesús. Y Él nos sienta a su mesa, a nosotros, pecadores amados por Él; amados hasta el extremo de tal forma que se entregó por nosotros, para santificarnos, pues nos quiere totalmente renovados para poder presentarnos justos y santos ante su Padre Dios. Dejémonos amar por el Señor, y permitámosle llevar a cabo en nosotros su obra salvadora.
Así respondieron los apóstoles a su vocación, con entusiasmo, recordando incluso como san Juan la hora en que fue llamado: “hora autem erat quasi decima: Eran entonces alrededor de las cuatro”. Se comprometieron en la empresa divina: "¡Comprometido! ¡Cómo me gusta esta palabra! -Los hijos de Dios nos obligamos -libremente- a vivir dedicados al Señor, con el empeño de que El domine, de modo soberano y completo nuestras vidas" (San Josemaría, Forja 855).
Como hemos repasado, el combustible para el fuego es el amor: "¿Que cuál es el secreto de la perseverancia? El Amor. / -Enamórate, y no "le"  dejarás" (Camino, n.999). "Agradece al Señor la continua delicadeza, paternal y maternal, con que te trata. / Tú, que siempre soñaste con grandes aventuras, te has comprometido en una empresa estupenda..., que te lleva a la santidad. / Insisto: agradéceselo a Dios, con una vida de apostolado" (Surco, n.184).
La correspondencia es docilidad a la labor del Paráclito en nuestras almas. "Descubrir esta llamada, esta vocación, es caer en la cuenta de que Cristo tiene fijos los ojos en ti y que te invita con la mirada a la entrega total en el amor. Ante esa mirada, ante ese amor suyo, el corazón abre las puertas de par en par y es capaz de decirle que sí" (Juan Pablo II en Asunción, Paraguay, 18.5.1988). "La búsqueda y el descubrimiento de la voluntad de Dios para vosotros es una experiencia profunda y fascinante… A fin de cuentas, toda vocación, todo camino al que Cristo nos llama, lleva a la realización y a la felicidad, pues conduce a Dios, a compartir la misma vida divina" (en Manila, 13.1.1995). Compartir la vida de Jesús, su misión: "Recuerdo con profunda emoción el encuentro que tuvo lugar en Nagasaki entre un misionero que acababa de llegar y un grupo de personas que, una vez convencidas de que era un sacerdote católico, le dijeron: ‘Hemos estado esperándote durante siglos’" (en Nagasaki, 25.2.1981).
Es la fascinante misión de ser instrumentos de Jesús para la redención, la felicidad temporal y eterna: "Ha llegado para nosotros un día de salvación, de eternidad. Una vez más se oyen esos silbidos del Pastor Divino, esas palabras cariñosas, 'vocavi te nomine tuo' -te he llamado por tu nombre. / Como nuestra Madre, El nos invita por el nombre. Más: por el apelativo cariñoso, familiar. -Allá, en la intimidad del alma, llama, y hay que contestar: 'ecce ego, quia vocasti me' -aquí estoy, porque me has llamado, decidido a que esta vez no pase el tiempo como el agua sobre los cantos rodados, sin dejar rastro" (Forja, n.7).
La Virgen nos concederá esas gracias, que el Señor ya ha previsto que nos lleguen por las delicadas manos cariñosas de nuestra Madre. Ella nos hace ver que ninguna dificultad es insuperable: porque tengo vocación, superaré ese obstáculo: Dios, que ha empezado en nosotros la obra de la santificación, la llevará a cabo (cfr. Fil. 1,6). Ella fomentará nuestro afán de santidad personal, dando gracias a Dios por su libre y amorosa elección, para la unión con Jesús (estar con Él) y como fundamento de toda eficacia apostólica (la misión). Ella nos enseñará a pronunciar su “fiat”, ella nos indica el camino: “Haced lo que él os diga...”  y nos ayuda a cumplir y responder a la misión –“Ego redemi te et vocavit te nomine tuo: meus es tu!”- con fidelidad se ser de Dios, a escucharle en la suave brisa de la oración (cf 1 Rey 19,12). Santa María, virgo fidelis, la criatura que mejor ha correspondido a la vocación: sub tuum praesidium confugimus, bajo tu amparo nos acogemos.
2. La iglesia es el gran proyecto que Dios tiene en su mente, antes, incluso de la creación del mundo: que todos lleguemos hacer uno en Cristo. Cristo une a todos los hombres en uno solo pueblo, llamados a vivir la unidad en el cuerpo de Cristo, compatible con la variedad de dones y tareas que Cristo otorga a cada uno para que desde su sitio en la Iglesia y en el mundo colabore en el desarrollo del Cuerpo. Esta unidad –un solo Cuerpo, un solo Espíritu se fundamenta en que hay un solo Dios, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. “El Espíritu Santo, que habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable reunión de los fieles, y tan estrechamente une a todos en Cristo, que es el Principio de la unidad de la Iglesia” (Conc. Vat. II).
La Iglesia no es una mera comunidad de fe, que peregrina por este mundo, pues en las comunidades se dan muchas tensiones, que han roto la unidad. La Iglesia va más allá de esas comunidades. La Iglesia es la Esposa de Cristo, que se hace una con Él y que se convierte en signo verdadero de su presencia, llena de humildad, de mansedumbre, de paciencia y capaz de soportar a todos por amor. Ninguno puede llenarse de orgullo y pensar que ha agotado en sí mismo la presencia de Cristo. Nuestro Dios y Padre a cada uno de nosotros nos ha concedido la gracia a la medida de los dones de Cristo. Y conservando la unidad en un solo Espíritu, todos, transformados en Cristo, debemos ponernos al servicio de la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios.
3. El salmo es hoy un canto poético al sol y a su irradiación sobre la faz de la tierra, que se une a los que hay en Oriente Próximo (himno a Atón por ejemplo). Pero la Biblia nos dice en cambio que el sol no es un dios, sino una criatura al servicio del único Dios y creador. Basta recordar las palabras del Génesis: "Dijo Dios: haya luceros en el firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para solemnidades, días y años; (...) Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para el dominio del día, y el lucero pequeño para el dominio de la noche (...) y vio Dios que estaba bien" (Gn 1,14.16.18). Y los cielos "proclaman", "pregonan" las maravillas de la obra divina. También el día y la noche son representados como mensajeros que transmiten la gran noticia de la creación: testimonio silencioso, pero que se escucha con fuerza, como una voz que recorre todo el cosmos. Con la mirada interior del alma, con la intuición religiosa que no se pierde en la superficialidad, el hombre y la mujer pueden descubrir que el mundo no es mudo, sino que habla del Creador. Como dice el antiguo sabio, "de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sb 13, 5). También san Pablo recuerda a los Romanos que "desde la creación del mundo, lo invisible de Dios se deja ver a la inteligencia a través de sus obras" (Rm 1, 20).
San Juan Crisóstomo afirma: "El silencio de los cielos es una voz más resonante que la de una trompeta: esta voz pregona a nuestros ojos, y no a nuestros oídos, la grandeza de Aquel que los ha creado". Y san Atanasio: "El firmamento, con su grandeza, su belleza y su orden, es un admirable predicador de su Artífice, cuya elocuencia llena el universo"”.
Todo se hizo por aquel que es la Palabra externa del Padre, y sin Él no se hizo nada. Así, todo lo creado es una expresión de Dios entre nosotros. Sin que las cosas pronuncien palabra alguna, a su modo nos hablan de Aquel que las ha creado. La persona humana, en sí, debería ser el mejor de los lenguajes de Dios entre nosotros, pues el Señor nos creó a su imagen y semejanza. Llegada la plenitud de los tiempos, Dios nos envió a su propio Hijo, el cual mediante sus palabras, sus obras, sus actitudes y su vida misma es para nosotros la suprema revelación del Padre. Y del costado abierto de Jesús, dormido en la cruz, nació la iglesia. Mediante Ella resuena por toda la tierra la Palabra en nos hace conocer a Dios y experimentar su amor, hasta el último rincón de la tierra.

Llucià Pou Sabaté

Miércoles semana 24 de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 24 de tiempo ordinario; año impar


Sentir el amor de Dios nos ayuda a corresponder con amor, que es lo que da sentido a la vida

"En aquel tiempo, dijo el Señor: -«¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenla un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón»"(Lucas 7,31-35).

1. –Después de haber hecho el elogio de Juan Bautista, Jesús, le decías a la gente: "¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? y ¿a quién se parecen?" Empleas esa expresión -"esa generación"- para recriminar la falta de fe.

-"Se parecen a los chiquillos que, sentados en la plaza, se gritan unos a otros diciendo: "os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado...", "os hemos entonado endechas y no habéis llorado..."" Los chiquillos "obstinados", cabezotas... no quieren jugar con los demás. Esto pasa con los que no quieren la predicación de Juan Bautista, más bien austera... y la predicación de Jesús, más bien alegre... también encuentra obstáculos.

-"En efecto, ha venido Juan Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: Tiene un demonio dentro..." Jesús, esto lo dices después de alabar a Juan Bautista y de lamentarte de que algunos, los fariseos y escribas, no te acepten. Hay siempre excusas para no dar crédito a su mensaje. Al uno le tildan de fanático. Al otro, de comilón y "amigo de pecadores". Aunque haya curado al criado del centurión y resucitado al hijo de la viuda de Naín, no le aceptan. Cuando no se quiere a una persona, se encuentran con facilidad excusas para no hacer caso de lo que nos propone.

-"Ha venido el Hijo del hombre que come y bebe y decís: Ahí tenéis a un glotón y a un borracho, amigo de pecadores..." ¡Cuántas veces hay rechazo de unos a otros, desacreditándolos por cualquier motivo! Hay personas siempre críticas, como tú decías, Señor, que ni entran ni dejan entrar. En el fondo, lo que pasa es que resulta incómodo el testimonio de alguien y por eso se le persigue o se le ridiculiza. Cuando no nos interesa aceptar un mensaje, sacamos excusas -a veces ridículas o contradictorias- para justificar de alguna manera nuestra negativa a aceptarlo. Te pido, Señor, ser de los de corazón sencillo y humilde, los que no están llenos de sí mismos (J. Aldazábal).

Me gusta, Jesús, tu estilo de predicar y de vivir: las comidas tenían gran importancia en tu vida, para estar con la gente: Anunciabas el Reino de Dios como un banquete mesiánico; y, si bien la penitencia y la exigencia divina no estaban ausentes de tu palabra, y me gusta ese título maravilloso que se te daba, Jesús: "amigo de los pecadores". Señor, Tú que quitas el pecado del mundo, te pido que quites el pecado de mi corazón. Pero sé que me amas tal como soy, pobre y pecador, para salvarme de mi mal. ¡Gracias! Haz que haga yo otro tanto, en ese "tratar bien a los pecadores":... la llamada del publicano Mateo, y la comida con sus colegas recaudadores... la defensa de la mujer adúltera... las parábolas de la misericordia... la oveja perdida y hallada... el hijo pródigo... el paralítico perdonado, aun antes de quedar curado... el ladrón introducido en el paraíso... la primera aparición a María...

-"Pero la "Sabiduría" de Dios ha quedado justificada y acreditada por todos sus hijos". Jesús vuelve aquí a una de sus más caras ideas: "los pequeños", los "niños" ellos poseen la "sapiencia" por oposición a los escribas y a los sabios. "Yo te doy gracias, Padre por haber escondido esas cosas a los sabios y a los inteligentes, y haberlo revelado a los pequeñuelos" (Lucas 10,21). ¡Haznos disponibles, Señor! (Noel Quesson).

"El tiempo es demasiado lento para los que esperan; demasiado veloz para los que tienen miedo; demasiado largo para los que sufren; demasiado corto para los que disfrutan, pero para los que aman, el tiempo es la eternidad". ¿Cómo se le puede transmitir esto a nuestra generación?... O sea, que "tocamos la flauta y no bailáis; cantamos lamentaciones y no lloráis". Pero el que ama no se equivoca nunca. Al final, seremos examinados de amor. O mejor: al final, el Amor recibirá al amor (gonzalo@claret.org).

2. Nos habla hoy san Pablo de la comunidad y del misterio de Cristo. La comunidad es "templo de Dios", "asamblea de Dios vivo" y "columna y base de la verdad". Cristo es el que da sentido a la evangelización y a la vida de la comunidad: "grande es el misterio que veneramos, se manifestó como hombre, se apareció... se proclamó a las naciones... fue exaltado a la gloria". Es como un credo breve que abarca el camino salvador de Jesús, desde su encarnación hasta su glorificación.

-"Quiero que sepas como hay que portarse en la casa de Dios que es la Iglesia de Dios vivo". En la Iglesia está Cristo. Dice "casa de Dios" porque los cristianos formamos un edificio sagrado donde habita Dios, del que es imagen el templo de Jerusalén, y esta "columna y fundamento de la verdad", dice el último Concilio, "se extiende a todo cuanto abarca el depósito de la Revelación, que debe ser custodiado santamente y expresado con fidelidad". Los obispos y curas no son dueños de los demás o de nada, sino servidores. Son representantes de Cristo, que es el verdadero Maestro y Salvador y Guía (a imagen de Cristo como cabeza de la Iglesia). ¿Estoy convencido de que todos unidos somos la «familia de Dios»?

-"La comunidad, la Iglesia de Dios vivo, que es columna y sostén de la verdad". El evangelio sólo puede vivirse en comunión con la «asamblea de Iglesia», si no la Fe se debilita muy pronto, como un charco de agua que sin estar unida al torrente del río, se va pudriendo. Así aparecen sectas, fundamentalismos… y también en el día a día, la Eucaristía es unión, y si se prescinde de la Palabra de Dios y del Pan de Dios... se acaba por vivir sin Dios.

-"Sin duda alguna, grande es el Misterio de nuestra religión". Pablo gusta de la palabra «misterio» para resumir el «designio de Dios». Misterio escondido antaño y ahora desvelado (1 Co 2,7; Ef 5,32). El misterio... es Cristo...

-"Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu". Verdadero hombre y verdadero Dios. En la carne y en el Espíritu. Esta es la originalidad de Jesús explicitada en ese himno paleocristiano.

-"Acogido en el mundo, por la Fe, elevado al cielo en la gloria"... es una forma de credo: a la vez en el mundo y en el cielo. Como en las otras epístolas de san Pablo, encontramos aquí esa función central de Cristo que lo llena todo.

-"Visto de los ángeles, proclamado a los gentiles o paganos"... Presente tanto a los seres más espirituales y más cercanos a Dios, como a los seres que parecen ser los más alejados. Y la comunidad cristiana es precisamente depositaria y columna de este misterio. Ella es la encargada de transmitir al mundo esta verdad. Y esta Fe es la única salvación de la humanidad. Sin ella el hombre se desvanece en la insignificancia y la fragilidad de su condición mortal. En Cristo, hombre-Dios, tiene su porvenir la humanidad. Lo restante no tiene salida alguna. Se comprende que los cristianos, a pesar de ser minoritarios, hayan podido tener una tal conciencia de su función en el corazón del mundo. Sin Dios, la humanidad no es más que una pequeña y efímera pompa de jabón (Noel Quesson). Esto nos compromete a ser imágenes de Cristo en nuestro actuar, comportarnos según su corazón, para participar de su amor y de su tarea salvadora.

3. "Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea", dirá el salmo alabando la alianza divina, lo que Pablo veía hecho realidad en las primeras comunidades… "Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente". Se habla de la misericordia y la clemencia divinas, y resuena la luz de la gran proclamación del Sinaí: "El Señor, el Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad" (Ex 34,6). La "clemencia" es la gracia divina que envuelve y transfigura al fiel, mientras que la "misericordia" en el original hebreo se expresa con un término característico que remite a las "vísceras" maternas del Señor, más misericordiosas aún que las de una madre (cf. Is 49,15). Este vínculo de amor incluye el don fundamental del alimento y, por tanto, de la vida (cf. Sal 110,5), que, en la relectura cristiana, se identificará con la Eucaristía (Juan Pablo II).

"Él da alimento, a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles. Ruperto de Deutz ve ahí (en el dar alimento) una referencia al sacramento del cuerpo y de la sangre de CristoAnte la contemplación de tantos favores divinos, podemos terminar con un propósito, el de unirnos a María Virgen en su entrega: Hágase en mí, Señor, según tu Palabra; entonces, realmente, nuestro alimento será hacer la voluntad de Dios; entonces Dios hará su obra en nosotros y nos colocará, junto con Cristo, a su diestra en la Gloria eterna.

Llucià Pou Sabaté

San Andrés Kim Taegon, presbítero, y san Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires


 Los laicos llevaron la fe católica a Corea al final del siglo XVI. La evangelización era muy dificil porque Corea se mantenía aislada del mundo, excepto por los viajes a Pekín para pagar impuestos. En uno de esos viajes, hacia el año 1777, algunos coreanos cultos obtuvieron literatura de los padres jesuitas en China. Comenzaron una igleisa doméstica en Corea. Doce años después, un sacerdote chino fue el primer sacerdote que logró entrar secretamente en Corea. Encontró allí 4000 católicos. Ellos nunca habían visto un sacerdote. Siete años mas tarde, en medio de gran persecusión, habían 10,000 católicos. 
 

San Andrés Kim Taegon es hijo de nobles coreanos conversos. Su padre, Ignacio Kim, fue martirizado en la persecusión del año 1839 (fue beatificado en 1925 con su hijo). 
 
Andrés fue bautizado a los 15 años de edad. Después viajó 1,300 millas hasta el seminario mas cercano, en Macao, China. Seis años después se las arregló para volver a sus país a través de Manchuria. Ese mismo año cruzó el Mar Amarillo y fue ordenado sacerdote en Shangai. Era el primer sacerdote nacido en Corea.

Regresó a Corea y se le asignó preparar el camino para la entrada de misioneros por el mar, para evitar los guardias de la frontera. En 1846 fue arrestado, torturado y decapitado junto al Rios Han, cerca de Seoul, Corea. Tenía 25 años.

Hubieron varios miles de mártires coreanos en esa época. En 1883 llegó la libertad religiosa. 
 

Beatificado en 1925 
Canonizado el 6 de Mayo de 1984 por Juan Pablo II en su visita a Corea, junto con 102 otros mártires, incluyendo el seminarista Pablo Chong Hasang. La mayoría de los mártires canonizados eran laicos. La multitud en la misa de canonización fue una de las mas grandes que jamás se han reunido en la faz de la tierra.

Juan Pablo II en la canonización: "La Iglesia coreana es única porque fue fundada completamente por laicos. Esta Iglesia incipiente, tan joven y sin embargo tan fuerte en la fe, soportó hola tras hola de feroz persecusión. De manera que en menos de un siglo podía gloriarse de tener 10,000 mártires. La muerte de estos mártires fue la levadura de la Iglesia y llevó al espléndido florecimiento actual de la Iglesia coreana. Todavía hoy, el espíritu inmortal de los mártires sostiene a los cristianos de la Iglesia del silencio en el norte de esta tierra trágicamente dividida"  (Traducción no oficial del inglés por el P. Jordi Rivero).

 

Relatos sobre los mártires de Coréa:
 

San Pablo Chong Hasang era un seminarista coreano de 45 años de edad.  Murió mártir en la misma persecusión en que murió San Andrés Kim Taegon, arriba.  
 

Entre los mártires del 1839 está Columba Kim, soltera de 26 años, y su hermana Agnes. Las arrestaron y las tiraron desnudadas a una celda con criminales condenados. Aunque las tuvieron allí dos días, aquellos hombres no las molestaron. Después que Columba protestó por esa indignidad, ya no sometieron a otras mujeres a esa ignominia. A Columba la quemaron con herramientas calientes y carbones. Ambas fueron finalmente decapitadas.

 

A un niño de 13 años, Pedro Ryou, le destrozaron la piel de tal manera que podía tomar pedazos de ella y tirarla a los jueces. Lo estrangularon. Protase Chong, un noble de 41 años de edad, apostató bajo tortura y lo liberaron. Mas tarde volvió y confesó su fe y lo torturaron hasta la muerte.

Fecha de canonización: Los 103 mártires fueron canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.

Integran el grupo: santos Simeón Berneux, Antonio Daveluy, Lorenzo Imbert, obispos; Justo Ranfer de Bretenières, Ludovico Beaulieu, Pedro Enrique Dorie, Padro Maubant, Jacobo Chastan, Pedro Aumaître, Martín Lucas Huin, presbíteros; Juan Yi Yunil, Andrés Chong Hwa-gyong, Esteban Min Kuk-ka, Pablo Ho Hyob, Agustín Pak Chong-won, Pedro Hong Pyong-ju, Pablo Hong Yong-ju, José Chang Chu-gi, Tomás Son Cha-son, Lucas Hwang Sok-tu, Damián Nam Myong-hyog, Francisco Ch'oe Kyong-hwan, Carlos Hyon Song-mun, Lorenzo Han I-hyong, Pedro Nam Kyong-mun, Agustín Yu Chin-gil, Pedro Yi Ho-yong, Pedro Son Son-ji, Benedicta Hyon Kyongnyon, Pedro Ch'oe Ch'ang-hub, catequistas; Agueda Yi, María Yi In-dog, Bárbara Yi, María Won Kwi-im, Teresa Kim Im-i, Columba Kim Hyo-im, Magdalena Cho, Isabel Chong Chong-hye, vírgenes; Teresa Kim, Bárbara Kim, Susana U Sur-im, Agueda Yi Kan-nan, Magdalena Pak Pong-son, Perpetua Hong Kum-ju, Catalina Yi, Cecilia Yu Sosa, Bárbara Cho Chung-i, Magdalena Han Yong-i, viudas; Magdalena Son So-byog, Agueda Yi Kyong-i, Agueda Kwon Chin-i, Juan Yi Mun-u, Bárbara Ch'oe Yong-i, Pedro Yu Chong-nyul, Juan Bautista Nam Chong-sam, Juan Bautista Chon Chang-un, Pedro Ch'oe Hyong, Marcos Chong Ui-bae, Alejo U Se-yong, Antonio Kim Song-u, Protasio Chong Kuk-bo, Agustín Yi Kwang-hon, Agueda Kim A-gi, Magdalena Kim O-bi, Bárbara Han Agi, Ana Pak Ag-i, Agueda Yi So-sa, Lucía Pak Hui-sun, Pedro Kwon Tu-gin, José Chang Song-jib, Magdalena Yi Yong-hui, Teresa Yi Mae-im, Marta Kim Song-im, Lucía Kim, Rosa Kim, Ana Kim Chang-gum, Juan Bautista Yi Kwang-nyol, Juan Pak Hu-jae, María Pak Kuna- gi Hui-sun, Bárbara Kwon-hui, Bárbara Yi Chong-hui, María Yi Yon-hui, Inés Kim Hyo-ju, Catalina Chong Ch'or-yom, José Im Ch'i-baeg, Sebastián Nam I-gwan, Ignacio Kim Che-jun, Carlos Cho Shin-ch'ol, Julita Kim, Águeda Chong Kyong-hyob, Magdalena Ho Kye-im, Lucía Kim, Pedro Yu Taech'ol, Pedro Cho Hwa-so, Pedro Yi Myong-so, Bartolomé Chong Mun-ho, José Pedro Han Chae-kwon, Pedro Chong Won-ji, José Cho Yun-ho, Bárbara Ko Sun-i y Magdalena Yi Yong-dog.

Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros, SantosAndrés Kim Tae-Gon, nació el 21 de agosto de 1821 en Solmoe (Corea). Sus padres eran Ignacio Kim Chejun y Ursula Ko. Era niño cuando la familia se trasladó a Kolbaemasil para huir de las persecuciones. Su padre murió mártir el 26 de septiembre de 1839. También su bisabuelo Pío Kim Chunhu había muerto mártir en el año 1814, después de diez años de prisión. Tenía quince años de edad cuando el padre Maubant lo invitó a ingresar al seminario.

Fue enviado al seminario de Macao. Hacia el año 1843 intentó regresar a Corea con el obispo Ferréol, pero en la frontera fueron rechazados.

Se ordenó diácono en China en el año 1844. Volvió a Corea el 15 de enero de 1845. Por su seguridad sólo saludó unos cuantos catequistas; ni siquiera vio a su madre quien, pobre y sola, tenía que mendigar la comida. En una pequeña embarcación de madera guió, a los misioneros franceses hasta Shangai, a la que arribaron soportanto peligrosas tormentas.

En Shangai recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor Ferréol el 17 de agosto de 1845, convirtiéndose en el primer sacerdote coreano. Hacia fines del mismo mes emprendió el regreso a Corea con el obispo y el padre Daveluy. Llegaron a la Isla Cheju y, en octubre del mismo año, arribaron a Kanggyong donde pudo ver a su madre.

El 5 de junio de 1846 fue arrestado en la isla Yonpyong mientras trataba con los pescadores la forma de llevar a Corea a los misioneros franceses que estaban en China. Inmediatamente fue enviado a la prisión central de Seúl. El rey y algunos de ministros no lo querían condenar por sus vastos conocimientos y dominar varios idiomas. Otros ministros insistieron en que se le aplicara la pena de muerte. Después de tres meses de cárcel fue decapitado en Saenamt´õ el 16 de septiembre de 1846, a la edad de veintiséis años.

Antes de morir dijo: ¡Ahora comienza la eternidad!y con serenidad y valentía se acercó al martirio.Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros, Santos

Pablo Chong Ha-Sang nació en el año 1795 en Mahyon (Corea) siendo miembro de una noble familia tradicional. Después del martirio de su padre, Agustín Chong Yakjong, y de su hermano mayor Carlos, ocurridos en el año 1801, la familia sufrió mucho. Pablo tenía siete años. Su madre, Cecilia Yu So-sa, vio cómo confiscaban sus bienes y les dejaban en extrema pobreza. Se educó bajo los cuidados de su devota madre.

A los veinte años dejó su familia para reorganizar la iglesia católica en Seúl y pensó en traer misioneros. En el año 1816 viajó a Pekín para solicitar al obispo algunos misioneros; se le concedió uno que falleció antes de llegar a Corea. Él y sus compañeros escribieron al papa para que enviara misioneros. Finalmente gracias a los ruegos de los católicos, el 9 de septiembre de 1831 se estableció el vicariato apostólico de Corea y se nombró su primer obispo encargando a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París la evangelización de Corea.

Pablo introdujo al obispo Ímbert en Corea, lo recibió en su casa y lo ayudó durante su ministerio. Monseñor Ímbert pensó que Pablo podía ser sacerdote y comenzó a enseñarle teología... Mientras tanto brotó una nueva persecución. El obispo pudo escapar a Suwon. Pablo, su mamá y su hermana Isabel fueron arrestados en el año 1839.

Aguantó las torturas hasta que fue decapitado a las afueras de Seúl el 22 de septiembre. Poco después también su madre y su hermana sufrieron el martirio.


Miércoles semana 24 de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 24 de tiempo ordinario; año impar

Sentir el amor de Dios nos ayuda a corresponder con amor, que es lo que da sentido a la vida
“En aquel tiempo, dijo el Señor: -«¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos? Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: "Tocarnos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis." Vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenla un demonio; viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de publicanos y pecadores." Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón»”(Lucas 7,31-35).
1. –Después de haber hecho el elogio de Juan Bautista, Jesús, le decías a la gente: “¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? y ¿a quién se parecen?” Empleas esa expresión -"esa generación"- para recriminar la falta de fe.
-“Se parecen a los chiquillos que, sentados en la plaza, se gritan unos a otros diciendo: "os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado...", "os hemos entonado endechas y no habéis llorado..."” Los chiquillos "obstinados", cabezotas... no quieren jugar con los demás. Esto pasa con los que no quieren la predicación de Juan Bautista, más bien austera... y la predicación de Jesús, más bien alegre... también encuentra obstáculos.
-“En efecto, ha venido Juan Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: Tiene un demonio dentro...” Jesús, esto lo dices después de alabar a Juan Bautista y de lamentarte de que algunos, los fariseos y escribas, no te acepten. Hay siempre excusas para no dar crédito a su mensaje. Al uno le tildan de fanático. Al otro, de comilón y "amigo de pecadores". Aunque haya curado al criado del centurión y resucitado al hijo de la viuda de Naín, no le aceptan. Cuando no se quiere a una persona, se encuentran con facilidad excusas para no hacer caso de lo que nos propone.
-“Ha venido el Hijo del hombre que come y bebe y decís: Ahí tenéis a un glotón y a un borracho, amigo de pecadores...” ¡Cuántas veces hay rechazo de unos a otros, desacreditándolos por cualquier motivo! Hay personas siempre críticas, como tú decías, Señor, que ni entran ni dejan entrar. En el fondo, lo que pasa es que resulta incómodo el testimonio de alguien y por eso se le persigue o se le ridiculiza. Cuando no nos interesa aceptar un mensaje, sacamos excusas -a veces ridículas o contradictorias- para justificar de alguna manera nuestra negativa a aceptarlo. Te pido, Señor, ser de los de corazón sencillo y humilde, los que no están llenos de sí mismos (J. Aldazábal).
Me gusta, Jesús, tu estilo de predicar y de vivir: las comidas tenían gran importancia en tu vida, para estar con la gente: Anunciabas el Reino de Dios como un banquete mesiánico; y, si bien la penitencia y la exigencia divina no estaban ausentes de tu palabra, y me gusta ese título maravilloso que se te daba, Jesús: "amigo de los pecadores". Señor, Tú que quitas el pecado del mundo, te pido que quites el pecado de mi corazón. Pero sé que me amas tal como soy, pobre y pecador, para salvarme de mi mal. ¡Gracias! Haz que haga yo otro tanto, en ese "tratar bien a los pecadores":... la llamada del publicano Mateo, y la comida con sus colegas recaudadores... la defensa de la mujer adúltera... las parábolas de la misericordia... la oveja perdida y hallada... el hijo pródigo... el paralítico perdonado, aun antes de quedar curado... el ladrón introducido en el paraíso... la primera aparición a María...
-“Pero la "Sabiduría" de Dios ha quedado justificada y acreditada por todos sus hijos”. Jesús vuelve aquí a una de sus más caras ideas: "los pequeños", los "niños" ellos poseen la "sapiencia" por oposición a los escribas y a los sabios. "Yo te doy gracias, Padre por haber escondido esas cosas a los sabios y a los inteligentes, y haberlo revelado a los pequeñuelos" (Lucas 10,21). ¡Haznos disponibles, Señor! (Noel Quesson).
"El tiempo es demasiado lento para los que esperan; demasiado veloz para los que tienen miedo; demasiado largo para los que sufren; demasiado corto para los que disfrutan, pero para los que aman, el tiempo es la eternidad". ¿Cómo se le puede transmitir esto a nuestra generación?... O sea, que "tocamos la flauta y no bailáis; cantamos lamentaciones y no lloráis". Pero el que ama no se equivoca nunca. Al final, seremos examinados de amor. O mejor: al final, el Amor recibirá al amor (gonzalo@claret.org).
2. Nos habla hoy san Pablo de la comunidad y del misterio de Cristo. La comunidad es "templo de Dios", "asamblea de Dios vivo" y "columna y base de la verdad". Cristo es el que da sentido a la evangelización y a la vida de la comunidad: "grande es el misterio que veneramos, se manifestó como hombre, se apareció... se proclamó a las naciones... fue exaltado a la gloria". Es como un credo breve que abarca el camino salvador de Jesús, desde su encarnación hasta su glorificación.
-“Quiero que sepas como hay que portarse en la casa de Dios que es la Iglesia de Dios vivo”. En la Iglesia está Cristo. Dice “casa de Dios” porque los cristianos formamos un edificio sagrado donde habita Dios, del que es imagen el templo de Jerusalén, y esta “columna y fundamento de la verdad”, dice el último Concilio, “se extiende a todo cuanto abarca el depósito de la Revelación, que debe ser custodiado santamente y expresado con fidelidad”. Los obispos y curas no son dueños de los demás o de nada, sino servidores. Son representantes de Cristo, que es el verdadero Maestro y Salvador y Guía (a imagen de Cristo como cabeza de la Iglesia). ¿Estoy convencido de que todos unidos somos la «familia de Dios»?
-“La comunidad, la Iglesia de Dios vivo, que es columna y sostén de la verdad”. El evangelio sólo puede vivirse en comunión con la «asamblea de Iglesia», si no la Fe se debilita muy pronto, como un charco de agua que sin estar unida al torrente del río, se va pudriendo. Así aparecen sectas, fundamentalismos… y también en el día a día, la Eucaristía es unión, y si se prescinde de la Palabra de Dios y del Pan de Dios... se acaba por vivir sin Dios.
-“Sin duda alguna, grande es el Misterio de nuestra religión”. Pablo gusta de la palabra «misterio» para resumir el «designio de Dios». Misterio escondido antaño y ahora desvelado (1 Co 2,7; Ef 5,32). El misterio... es Cristo...
-“Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu”. Verdadero hombre y verdadero Dios. En la carne y en el Espíritu. Esta es la originalidad de Jesús explicitada en ese himno paleocristiano.
-“Acogido en el mundo, por la Fe, elevado al cielo en la gloria”... es una forma de credo: a la vez en el mundo y en el cielo. Como en las otras epístolas de san Pablo, encontramos aquí esa función central de Cristo que lo llena todo.
-“Visto de los ángeles, proclamado a los gentiles o paganos”... Presente tanto a los seres más espirituales y más cercanos a Dios, como a los seres que parecen ser los más alejados. Y la comunidad cristiana es precisamente depositaria y columna de este misterio. Ella es la encargada de transmitir al mundo esta verdad. Y esta Fe es la única salvación de la humanidad. Sin ella el hombre se desvanece en la insignificancia y la fragilidad de su condición mortal. En Cristo, hombre-Dios, tiene su porvenir la humanidad. Lo restante no tiene salida alguna. Se comprende que los cristianos, a pesar de ser minoritarios, hayan podido tener una tal conciencia de su función en el corazón del mundo. Sin Dios, la humanidad no es más que una pequeña y efímera pompa de jabón (Noel Quesson). Esto nos compromete a ser imágenes de Cristo en nuestro actuar, comportarnos según su corazón, para participar de su amor y de su tarea salvadora.
3. "Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea", dirá el salmo alabando la alianza divina, lo que Pablo veía hecho realidad en las primeras comunidades… “Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente”. Se habla de la misericordia y la clemencia divinas, y resuena la luz de la gran proclamación del Sinaí: "El Señor, el Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad" (Ex 34,6). La "clemencia" es la gracia divina que envuelve y transfigura al fiel, mientras que la "misericordia" en el original hebreo se expresa con un término característico que remite a las "vísceras" maternas del Señor, más misericordiosas aún que las de una madre (cf. Is 49,15). Este vínculo de amor incluye el don fundamental del alimento y, por tanto, de la vida (cf. Sal 110,5), que, en la relectura cristiana, se identificará con la Eucaristía (Juan Pablo II).
“Él da alimento, a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles. Ruperto de Deutz ve ahí (en el dar alimento) una referencia al sacramento del cuerpo y de la sangre de CristoAnte la contemplación de tantos favores divinos, podemos terminar con un propósito, el de unirnos a María Virgen en su entrega: Hágase en mí, Señor, según tu Palabra; entonces, realmente, nuestro alimento será hacer la voluntad de Dios; entonces Dios hará su obra en nosotros y nos colocará, junto con Cristo, a su diestra en la Gloria eterna.
Llucià Pou Sabaté
San Andrés Kim Taegon, presbítero, y san Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires

 Los laicos llevaron la fe católica a Corea al final del siglo XVI. La evangelización era muy dificil porque Corea se mantenía aislada del mundo, excepto por los viajes a Pekín para pagar impuestos. En uno de esos viajes, hacia el año 1777, algunos coreanos cultos obtuvieron literatura de los padres jesuitas en China. Comenzaron una igleisa doméstica en Corea. Doce años después, un sacerdote chino fue el primer sacerdote que logró entrar secretamente en Corea. Encontró allí 4000 católicos. Ellos nunca habían visto un sacerdote. Siete años mas tarde, en medio de gran persecusión, habían 10,000 católicos.
 
San Andrés Kim Taegon es hijo de nobles coreanos conversos. Su padre, Ignacio Kim, fue martirizado en la persecusión del año 1839 (fue beatificado en 1925 con su hijo).

Andrés fue bautizado a los 15 años de edad. Después viajó 1,300 millas hasta el seminario mas cercano, en Macao, China. Seis años después se las arregló para volver a sus país a través de Manchuria. Ese mismo año cruzó el Mar Amarillo y fue ordenado sacerdote en Shangai. Era el primer sacerdote nacido en Corea.
Regresó a Corea y se le asignó preparar el camino para la entrada de misioneros por el mar, para evitar los guardias de la frontera. En 1846 fue arrestado, torturado y decapitado junto al Rios Han, cerca de Seoul, Corea. Tenía 25 años.
Hubieron varios miles de mártires coreanos en esa época. En 1883 llegó la libertad religiosa.
 
Beatificado en 1925
Canonizado el 6 de Mayo de 1984 por Juan Pablo II en su visita a Corea, junto con 102 otros mártires, incluyendo el seminarista Pablo Chong Hasang. La mayoría de los mártires canonizados eran laicos. La multitud en la misa de canonización fue una de las mas grandes que jamás se han reunido en la faz de la tierra.
Juan Pablo II en la canonización: "La Iglesia coreana es única porque fue fundada completamente por laicos. Esta Iglesia incipiente, tan joven y sin embargo tan fuerte en la fe, soportó hola tras hola de feroz persecusión. De manera que en menos de un siglo podía gloriarse de tener 10,000 mártires. La muerte de estos mártires fue la levadura de la Iglesia y llevó al espléndido florecimiento actual de la Iglesia coreana. Todavía hoy, el espíritu inmortal de los mártires sostiene a los cristianos de la Iglesia del silencio en el norte de esta tierra trágicamente dividida"  (Traducción no oficial del inglés por el P. Jordi Rivero).

Relatos sobre los mártires de Coréa:
 
San Pablo Chong Hasang era un seminarista coreano de 45 años de edad.  Murió mártir en la misma persecusión en que murió San Andrés Kim Taegon, arriba. 
 
Entre los mártires del 1839 está Columba Kim, soltera de 26 años, y su hermana Agnes. Las arrestaron y las tiraron desnudadas a una celda con criminales condenados. Aunque las tuvieron allí dos días, aquellos hombres no las molestaron. Después que Columba protestó por esa indignidad, ya no sometieron a otras mujeres a esa ignominia. A Columba la quemaron con herramientas calientes y carbones. Ambas fueron finalmente decapitadas.

A un niño de 13 años, Pedro Ryou, le destrozaron la piel de tal manera que podía tomar pedazos de ella y tirarla a los jueces. Lo estrangularon. Protase Chong, un noble de 41 años de edad, apostató bajo tortura y lo liberaron. Mas tarde volvió y confesó su fe y lo torturaron hasta la muerte.
Fecha de canonización: Los 103 mártires fueron canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.
Integran el grupo: santos Simeón Berneux, Antonio Daveluy, Lorenzo Imbert, obispos; Justo Ranfer de Bretenières, Ludovico Beaulieu, Pedro Enrique Dorie, Padro Maubant, Jacobo Chastan, Pedro Aumaître, Martín Lucas Huin, presbíteros; Juan Yi Yunil, Andrés Chong Hwa-gyong, Esteban Min Kuk-ka, Pablo Ho Hyob, Agustín Pak Chong-won, Pedro Hong Pyong-ju, Pablo Hong Yong-ju, José Chang Chu-gi, Tomás Son Cha-son, Lucas Hwang Sok-tu, Damián Nam Myong-hyog, Francisco Ch’oe Kyong-hwan, Carlos Hyon Song-mun, Lorenzo Han I-hyong, Pedro Nam Kyong-mun, Agustín Yu Chin-gil, Pedro Yi Ho-yong, Pedro Son Son-ji, Benedicta Hyon Kyongnyon, Pedro Ch’oe Ch’ang-hub, catequistas; Agueda Yi, María Yi In-dog, Bárbara Yi, María Won Kwi-im, Teresa Kim Im-i, Columba Kim Hyo-im, Magdalena Cho, Isabel Chong Chong-hye, vírgenes; Teresa Kim, Bárbara Kim, Susana U Sur-im, Agueda Yi Kan-nan, Magdalena Pak Pong-son, Perpetua Hong Kum-ju, Catalina Yi, Cecilia Yu Sosa, Bárbara Cho Chung-i, Magdalena Han Yong-i, viudas; Magdalena Son So-byog, Agueda Yi Kyong-i, Agueda Kwon Chin-i, Juan Yi Mun-u, Bárbara Ch’oe Yong-i, Pedro Yu Chong-nyul, Juan Bautista Nam Chong-sam, Juan Bautista Chon Chang-un, Pedro Ch’oe Hyong, Marcos Chong Ui-bae, Alejo U Se-yong, Antonio Kim Song-u, Protasio Chong Kuk-bo, Agustín Yi Kwang-hon, Agueda Kim A-gi, Magdalena Kim O-bi, Bárbara Han Agi, Ana Pak Ag-i, Agueda Yi So-sa, Lucía Pak Hui-sun, Pedro Kwon Tu-gin, José Chang Song-jib, Magdalena Yi Yong-hui, Teresa Yi Mae-im, Marta Kim Song-im, Lucía Kim, Rosa Kim, Ana Kim Chang-gum, Juan Bautista Yi Kwang-nyol, Juan Pak Hu-jae, María Pak Kuna- gi Hui-sun, Bárbara Kwon-hui, Bárbara Yi Chong-hui, María Yi Yon-hui, Inés Kim Hyo-ju, Catalina Chong Ch’or-yom, José Im Ch’i-baeg, Sebastián Nam I-gwan, Ignacio Kim Che-jun, Carlos Cho Shin-ch’ol, Julita Kim, Águeda Chong Kyong-hyob, Magdalena Ho Kye-im, Lucía Kim, Pedro Yu Taech’ol, Pedro Cho Hwa-so, Pedro Yi Myong-so, Bartolomé Chong Mun-ho, José Pedro Han Chae-kwon, Pedro Chong Won-ji, José Cho Yun-ho, Bárbara Ko Sun-i y Magdalena Yi Yong-dog.
Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros, SantosAndrés Kim Tae-Gon, nació el 21 de agosto de 1821 en Solmoe (Corea). Sus padres eran Ignacio Kim Chejun y Ursula Ko. Era niño cuando la familia se trasladó a Kolbaemasil para huir de las persecuciones. Su padre murió mártir el 26 de septiembre de 1839. También su bisabuelo Pío Kim Chunhu había muerto mártir en el año 1814, después de diez años de prisión. Tenía quince años de edad cuando el padre Maubant lo invitó a ingresar al seminario.
Fue enviado al seminario de Macao. Hacia el año 1843 intentó regresar a Corea con el obispo Ferréol, pero en la frontera fueron rechazados.
Se ordenó diácono en China en el año 1844. Volvió a Corea el 15 de enero de 1845. Por su seguridad sólo saludó unos cuantos catequistas; ni siquiera vio a su madre quien, pobre y sola, tenía que mendigar la comida. En una pequeña embarcación de madera guió, a los misioneros franceses hasta Shangai, a la que arribaron soportanto peligrosas tormentas.
En Shangai recibió la ordenación sacerdotal de manos de monseñor Ferréol el 17 de agosto de 1845, convirtiéndose en el primer sacerdote coreano. Hacia fines del mismo mes emprendió el regreso a Corea con el obispo y el padre Daveluy. Llegaron a la Isla Cheju y, en octubre del mismo año, arribaron a Kanggyong donde pudo ver a su madre.
El 5 de junio de 1846 fue arrestado en la isla Yonpyong mientras trataba con los pescadores la forma de llevar a Corea a los misioneros franceses que estaban en China. Inmediatamente fue enviado a la prisión central de Seúl. El rey y algunos de ministros no lo querían condenar por sus vastos conocimientos y dominar varios idiomas. Otros ministros insistieron en que se le aplicara la pena de muerte. Después de tres meses de cárcel fue decapitado en Saenamt´õ el 16 de septiembre de 1846, a la edad de veintiséis años.
Antes de morir dijo: ¡Ahora comienza la eternidad!y con serenidad y valentía se acercó al martirio.Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros, Santos
Pablo Chong Ha-Sang nació en el año 1795 en Mahyon (Corea) siendo miembro de una noble familia tradicional. Después del martirio de su padre, Agustín Chong Yakjong, y de su hermano mayor Carlos, ocurridos en el año 1801, la familia sufrió mucho. Pablo tenía siete años. Su madre, Cecilia Yu So-sa, vio cómo confiscaban sus bienes y les dejaban en extrema pobreza. Se educó bajo los cuidados de su devota madre.
A los veinte años dejó su familia para reorganizar la iglesia católica en Seúl y pensó en traer misioneros. En el año 1816 viajó a Pekín para solicitar al obispo algunos misioneros; se le concedió uno que falleció antes de llegar a Corea. Él y sus compañeros escribieron al papa para que enviara misioneros. Finalmente gracias a los ruegos de los católicos, el 9 de septiembre de 1831 se estableció el vicariato apostólico de Corea y se nombró su primer obispo encargando a la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París la evangelización de Corea.
Pablo introdujo al obispo Ímbert en Corea, lo recibió en su casa y lo ayudó durante su ministerio. Monseñor Ímbert pensó que Pablo podía ser sacerdote y comenzó a enseñarle teología... Mientras tanto brotó una nueva persecución. El obispo pudo escapar a Suwon. Pablo, su mamá y su hermana Isabel fueron arrestados en el año 1839.
Aguantó las torturas hasta que fue decapitado a las afueras de Seúl el 22 de septiembre. Poco después también su madre y su hermana sufrieron el martirio.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Martes semana 24 de tiempo ordinario; año impar

Martes de la semana 24 de tiempo ordinario; año impar


Somos cuerpo de Cristo, y Cristo es su Cabeza, que nos cuida y nos salva

«Sucedió, después, que marchó a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Al acercarse a la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un difunto, hijo único de su madre, que era viuda, y la acompañaba una gran muchedumbre de la ciudad. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron; y dijo: «Muchacho, a ti te digo, levántate». Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar; y se lo entregó a su madre. Y se llenaron todos de temor y glorificaban a Dios diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo». Esta fama acerca de él se divulgó por toda Judea y por todas las regiones vecinas.» (Lucas 7,11-17)

1. San Lucas es el único de los cuatro evangelistas que nos relata esa resurrección: -"Jesús se dirigía a una ciudad llamada Naím. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda." Un gentío considerable acompañaba a esa mujer.

Su marido muerto... su hijo... habían tenido, pues, una muerte prematura. Con lo cual, había quedado esa mujer totalmente desprotegida, en una condición muy dura, por la falta de atención que había para ellas en aquellos tiempos.

Muchas personas la acompañaban, con ese sentimiento de compasión.

-"Al verla el Señor, sintió lástima de ella y le dijo: "¡No llores!"" Quisiera profundizar en ese titulo que suele usar Lucas para hablar de ti, Jesús. Eres "el Señor". Más grande de todos los profetas. Tienes una personalidad misteriosa. Creemos que Tú eres Hijo de Dios, igual al Padre. Eres también el más sencillo y el más normal de los hombres: delante de un gran sufrimiento, te emocionas, te compadeces. En esos momentos quiero contemplar la emoción que embarga tu corazón; y quiero escuchar las palabras que dices a esa madre: "¡No llores!" Delante de todos los muertos de la tierra tienes siempre los mismos sentimientos; y tu intención es siempre la misma: quieres resucitarles a todos... quieres suprimir todas las lágrimas (Apocalipsis 21, 4) porque tu opción es la vida, porque eres el Dios de los vivos y no el de los muertos.

Todos avanzamos hacia nuestra propia muerte. Pero afianzados en tu promesa, la muerte no será el último acto, sino una transformación para una vida plena.

-"Jesús dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" Entonces el muerto se incorporó, se sentó y se puso a hablar". Le devuelves la vida, Señor, para alegría de su madre. Un día, volverá a morir. Pero es también este milagro profecía de la vida que no muere más, de la plenitud de tu amor. Quiero proclamar con fe viva: "Creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable".

«Jesús ve la congoja de aquellas personas, con las que se cruzaba ocasionalmente. Podía haber pasado de largo, o esperar una llamada, una petición. Pero ni se va ni espera. Toma la iniciativa, movido por la aflicción de una mujer viuda, que había perdido lo único que le quedaba, su hijo. El evangelista explica que Jesús se compadeció: quizá se conmovería también exteriormente, como en la muerte de Lázaro. No era, no es Jesucristo insensible ante el padecimiento, que nace del amor; ni se goza en separar a los hijos de los padres: supera la muerte para dar la vida, para que estén cerca los que se quieren, exigiendo antes y a la vez la preeminencia del Amor divino que ha de informar la auténtica existencia cristiana.

"Cristo conoce que le rodea una multitud, que permanecerá pasmada ante el milagro e irá pregonando el suceso por toda la comarca. Pero el Señor no actúa artificialmente, para realizar un gesto: se siente sencillamente afectado por el sufrimiento de aquella mujer; y no puede dejar de consolarla. En efecto, se acercó a ella y le dijo: «No llores». Que es como darle a entender: no quiero verte en lágrimas, porque yo he venido a traer a la tierra el gozo y la paz. Luego tiene el lugar el milagro, manifestación del poder de Cristo Dios. Pero antes fue la conmoción de su alma, manifestación evidente de la ternura del Corazón de Cristo Hombre» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 166).

-"Y Jesús se lo entregó a su madre". ¿Pensabas quizá en tu madre, Señor? Qué bonito es ver cómo valoras a "la mujer", tan fácilmente repudiada en el mundo antiguo. Qué bonito es ver cómo compartes nuestros dolores, para darle un contenido: «El sufrimiento es también una realidad misteriosa y desconcertante. Pues bien, nosotros, cristianos, mirando a Jesús crucificado encontramos la fuerza para aceptar este misterio. El cristiano sabe que, después del pecado original, la historia humana es siempre un riesgo; pero sabe también que Dios mismo ha querido entrar en nuestro dolor; experimentar nuestra angustia, pasar por la agonía del espíritu y del desgarramiento del cuerpo. La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad» (Juan Pablo II).

-"Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios... La noticia del hecho se divulgó por todo el país judío y la comarca circundante". ¡La sorpresa... pero también la alabanza! ¿Vivo yo en acción de gracias? La eucaristía es una acción de gracias por la vida resucitada de Cristo. Jesús celebró la Cena, la víspera de su muerte, "dando gracias" (Noel Quesson).

2. –"Si alguno aspira a ser «epíscope» (hoy se llamaría obispo, aunque entonces comprendía también lo que hoy son sacerdotes): responsable de una comunidad de Iglesia, desea una noble función". Vemos ya la jerarquía, y la noble función del sacerdocio. Ocasión ésta para rogar por las vocaciones sacerdotales.

-"Un responsable de una comunidad ha de ser irreprochable, casado una sola vez, hombre comedido, sensato, reflexivo, hospitalario..." Son cualidades simplemente humanas, bastante comunes. No es necesario estar extraordinariamente dotado. Lo que cuenta, ante todo, es ser equilibrado, ponderado, hombre de buen sentido y capaz de relacionarse. Puedo orar por los responsables de las comunidades que conozco.

-"Capaz de enseñar..." Además de ser animador de la liturgia -pasaje que sigue inmediatamente después de las prescripciones sobre la oración-, la función esencial parece ser, en efecto, la enseñanza de la doctrina.

-"Ni bebedor, ni violento, sino sereno, pacífico, desinteresado". Otra vez esas virtudes sencillas que hacen agradables las relaciones. De ningún modo se pone el acento sobre la autoridad, el poder... sino sobre la bondad y la paciencia. Todo un ideal humano, valedero para todos los que tienen responsabilidades familiares, profesionales, cívicas.

-"Un hombre que gobierne bien su propia casa, que sepa mantener a sus hijos obedientes y respetuosos. Porque un hombre que no sabe gobernar a los suyos, ¿cómo podría encargarse de una Iglesia de Dios?"

-"No debe ser un neo-converso... no fuera a hincharse de orgullo..." En efecto, unas ciertas garantías de estabilidad son necesarias... Y además no hay que perder la cabeza creyendo que «se ha llegado»: nada de considerarse entre los notables.

-"Es necesario también que tenga buena fama entre los de fuera para que no caiga en descrédito y en las trampas del diablo". La comunidad cristiana no es un club cerrado ni un ghetto. Vive a la luz del día. Se la juzga desde el exterior. Son ya numerosos los fenómenos de opinión pública. ¿Qué aspecto presentamos?

-"También los diáconos deben ser dignos de respeto". Para esta otra responsabilidad las mismas cualidades son, más o menos, necesarias.

-"Lo mismo decimos respecto a las mujeres..." Parece también que algunas mujeres se ocupaban de ciertos ministerios. Toda una reflexión y búsqueda se está haciendo en la Iglesia de HOY sobre ese tema (Noel Quesson).

3. El salmo se hace eco de un aspecto que Pablo subrayaba, que los ministros de la comunidad sepan antes gobernar bien su propia casa: "andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa... el que sigue un camino perfecto, ése me servirá". Las virtudes humanas son base para la vida cristiana, y fundamentales para el ministerio de gobierno. La madurez personal y el equilibrio, el buen corazón, la fidelidad a los nuestros, el control de nosotros mismos, la honradez y la ejemplaridad... Haremos bien en repasar el programa y respondernos nosotros mismos con sinceridad (J. Aldazábal). Hemos de ser, como decía Juan Pablo II, "expertos en humanidad" y al mismo tiempo estar unidos a Dios.

Llucià Pou Sabaté

San Jenaro, obispo y mártir


 San Jenaro, patrón de Nápoles, es famoso por el milagro que generalmente ocurre cada año desde hace siglos, el día de su fiesta, el 19 de septiembre. Su sangre, se licua ante la presencia de todos los testigos que deseen asistir.  (Mas sobre este milagro en la segunda parte de esta página)

Nápoles y Benevento (donde fue obispo) se disputan el nacimiento de San Jenaro y Benevento.

Durante la persecución de Diocleciano, fueron detenidos en Pozzuoli, por orden del gobernador de Campania, Sosso, diácono de Miseno, Próculo, diácono de Pozzuoli, y los laicos Euticio y Acucio. El delito era haber públicamente confesado su fe.

Cuando San Jenaro tuvo noticias de que su amigo Sosso y sus compañeros habían caído en manos de los perseguidores, decidió ir a visitarlos y a darles consuelo y aliento en la prisión. Como era de esperarse, sus visitas no pasaron inadvertidas y los carceleros dieron cuenta a sus superiores de que un hombre de Benevento iba con frecuencia a hablar con los cristianos. El gobernador mandó que le aprehendieran y lo llevaran a su presencia.  El obispo Jenaro, Festo, su diácono y Desiderio, un lector de su iglesia, fueron detenidos dos días más tarde y conducidos a Nola, donde se hallaba el gobernador.

Los tres soportaron con entereza los interrogatorios y las torturas a que fueron sometidos. Poco tiempo después el gobernador se trasladó a Pozzuoli y los tres confesores, cargados con pesadas cadenas, fueron forzados a caminar delante de su carro.   En Pozzuoli fueron arrojados a la misma prisión en que se hallaban sus cuatro amigos. Estos últimos habían sido echados a las fieras un día antes de la llegada de San Jenaro y sus dos compañeros, pero las bestias no los atacaron. Condenaron entonces a todo el grupo a ser echados a las fieras. Los siete condenados fueron conducidos a la arena del anfiteatro y, para decepción del público, las fieras hambrientas y provocadas no hicieron otra cosa que rugir mansamente, sin acercarse siquiera a sus presuntas víctimas.

El pueblo, arrastrado y cegado por las pasiones que se alimentan de la violencia, imputó a la magia la mansedumbre de las fieras ante los cristianos y a gritos pedía que los mataran. Ahí mismo los siete confesores fueron condenados a morir decapitados. La sentencia se ejecutó cerca de Pozzuoli, y en el mismo sitio fueron enterrados.

Los cristianos de Nápoles obtuvieron las reliquias de San Jenaro que, en el siglo quinto, fueron trasladadas desde la pequeña iglesia de San Jenaro, vecina a la Solfatara, donde se hallaban sepultadas. Durante las guerras de los normandos, los restos del santo fueron llevados a Benevento y, poco después, al monasterio del Monte Vergine, pero en 1497, se trasladaron con toda solemnidad a Nápoles que, desde entonces, honra y venera a San Jenaro como su patrono principal.

Muchos se cuestionan la autenticidad de los hechos arriba mencionados y de la misma reliquia porque no hay registros sobre el culto a San Jenaro anteriores al año 431.   Pero es significante que ya en esa época el sacerdote Uranio relata sobre el obispo Jenaro en términos que indican claramente que le consideraba como a un santo reconocido. Los frescos pintados en el siglo quinto en la "catacumba de san Jenaro", en Nápoles, lo representan con una aureola. En los calendarios más antiguos del oriente y el occidente figura su nombre.

El milagro continúa

Mientras que muchos se cuestionan sobre la historicidad de San Jenaro, nadie se puede explicar el milagro que ocurre con la reliquia del santo que se conserva en la Capilla del Tesoro de la Iglesia Catedral de Nápoles, Italia. Se trata de un suceso maravilloso que ocurre periódicamente desde hace cuatrocientos años. La sangre del santo experimenta la licuefacción (se hace líquida). Ocurre cada año en tres ocasiones relacionadas con el santo: la traslación de los restos a Nápoles, (el sábado anterior al primer domingo de Mayo); la fiesta del santo (19 de septiembre) y el aniversario de su intervención para evitar los efectos de una erupción del Vesubio en 1631 (16 de diciembre)

El día señalado, un sacerdote expone la famosa reliquia sobre el altar, frente a la urna que contiene la cabeza de san Jenaro. La reliquia es una masa sólida de color oscuro que llena hasta la mitad un recipiente de cristal sostenido por un relicario de metal. Los fieles llenan la iglesia en esas fechas. Es de notar entre ellos un grupo de mujeres pobres conocidas como zie di San Gennaro (tías de San Jenaro). En un lapso de tiempo que varía por lo general entre los dos minutos y una hora, el sacerdote agita el relicario, lo vuelve cabeza abajo y la masa que era negra, sólida, seca y que se adhería al fondo del frasco, se desprende y se mueve, se torna líquida y adquiere un color rojizo, a veces burbujea y siempre aumenta de volumen.  Todo ocurre a la vista de los visitantes. Algunos de ellos pueden observar el milagro a menos de un metro de distancia. Entonces el sacerdote anuncia con toda solemnidad: "¡Ha ocurrido el milagro!", se agita un pañuelo blanco desde el altar y se canta el Te Deum. Entonces la reliquia es venerada por el clero y la congregación.

El 5 de mayo del 2008, reporteros de 20 canales de TV, entre ellos CNN estaban presentes en la catedral cuando ocurrió el milagro.

El milagro ha sido minuciosamente examinado por personas de opiniones opuestas. Se han ofrecido muchas explicaciones, pero en base a las rigurosas investigaciones, se puede afirmar que no se trata de ningún truco y que tampoco hay, hasta ahora, alguna explicación racional satisfactoria. En la actualidad ningún investigador honesto se atreve a decir que no sucede lo que de hecho ocurre a la vista de todos. Sin embargo, antes de que un milagro sea reconocido con absoluta certeza, deben agotarse todas las explicaciones naturales, y todas las interrogantes deben tener su respuesta. Por eso la Iglesia favorece la investigación.

Fruto de las investigaciones.

Entre los elementos positivamente ciertos en relación con esta reliquia, figuran los siguientes:

1 -La sustancia oscura que se dice es la sangre de San Jenaro (la que, desde hace más de 300 años permanece herméticamente encerrada dentro del recipiente de cristal que está sujeta y sellada por el armazón metálico del relicario) no ocupa siempre el mismo volumen dentro del recipiente que la contiene. Algunas veces, la masa dura y negra ha llenado casi por completo el recipiente y, en otras ocasiones, ha dejado vacío un espacio equivalente a más de una tercera parte de su tamaño.

2 -Al mismo tiempo que se produce esta variación en el volumen, se registra una variante en el peso que, en los últimos años, ha sido verificada en una balanza rigurosamente precisa. Entre el peso máximo y el mínimo se ha llegado a registrar una diferencia de hasta 27 gramos.

3 -El tiempo más o menos rápido en que se produce la licuefacción, no parece estar vinculado con la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera tenía una temperatura media de más de 30º centígrados y transcurrieron dos horas antes de que se observaran signos de licuefacción. Por otra parte, en temperaturas mas bajas, de 5º a 8º centígrados, la completa licuefacción se produjo en un lapso de 10 a 15 minutos.

4 -No siempre tiene lugar la licuefacción de la misma manera. Se han registrado casos en que el contenido líquido burbujea, se agita y adquiere un color carmesí muy vivo, en otras oportunidades, su color es opaco y su consistencia pastosa.

Aunque no se ha podido descubrir razón natural para el fenómeno, la Iglesia no descarta que pueda haberlo.  La Iglesia no se opone a la investigación porque busca la verdad.  La fe católica enseña que Dios es todopoderoso y que todo cuanto existe es fruto de su creación.  Pero la Iglesia es cuidadosa en determinar si un particular fenómeno es, en efecto, de origen sobrenatural . 

La Iglesia pide prudencia para no asentir ni rechazar prematuramente los fenómenos. Reconoce la competencia de la ciencia para hacer investigación en la búsqueda de la verdad, cuenta con el conocimiento de los expertos.

Una vez que la investigación establece la certeza de un milagro fuera de toda duda posible, da motivo para animar nuestra fe e invitarnos a la alabanza.  En el caso de los santos, el milagro también tiene por fin exaltar la gloria de Dios que nos da pruebas de su elección y las maravillas que El hace en los humildes.

El Cardenal Crescenzio Sepe de Nápoles anunció que en el 2009 un grupo de científicos investigará la milagrosa reliquia.

Bibliografía

1-Acta Sanctorum, sept. vol. VI 
2- Butler, Vida de los Santos


Martes semana 24 de tiempo ordinario; año impar

Martes de la semana 24 de tiempo ordinario; año impar

Somos cuerpo de Cristo, y Cristo es su Cabeza, que nos cuida y nos salva
«Sucedió, después, que marchó a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Al acercarse a la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un difunto, hijo único de su madre, que era viuda, y la acompañaba una gran muchedumbre de la ciudad. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron; y dijo: «Muchacho, a ti te digo, levántate». Y el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar; y se lo entregó a su madre. Y se llenaron todos de temor y glorificaban a Dios diciendo: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo». Esta fama acerca de él se divulgó por toda Judea y por todas las regiones vecinas.» (Lucas 7,11-17)
1. San Lucas es el único de los cuatro evangelistas que nos relata esa resurrección: -“Jesús se dirigía a una ciudad llamada Naím. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda.” Un gentío considerable acompañaba a esa mujer.
Su marido muerto... su hijo... habían tenido, pues, una muerte prematura. Con lo cual, había quedado esa mujer totalmente desprotegida, en una condición muy dura, por la falta de atención que había para ellas en aquellos tiempos.
Muchas personas la acompañaban, con ese sentimiento de compasión.
-“Al verla el Señor, sintió lástima de ella y le dijo: "¡No llores!"” Quisiera profundizar en ese titulo que suele usar Lucas para hablar de ti, Jesús. Eres “el Señor”. Más grande de todos los profetas. Tienes una personalidad misteriosa. Creemos que Tú eres Hijo de Dios, igual al Padre. Eres también el más sencillo y el más normal de los hombres: delante de un gran sufrimiento, te emocionas, te compadeces. En esos momentos quiero contemplar la emoción que embarga tu corazón; y quiero escuchar las palabras que dices a esa madre: "¡No llores!" Delante de todos los muertos de la tierra tienes siempre los mismos sentimientos; y tu intención es siempre la misma: quieres resucitarles a todos... quieres suprimir todas las lágrimas (Apocalipsis 21, 4) porque tu opción es la vida, porque eres el Dios de los vivos y no el de los muertos.
Todos avanzamos hacia nuestra propia muerte. Pero afianzados en tu promesa, la muerte no será el último acto, sino una transformación para una vida plena.
-“Jesús dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" Entonces el muerto se incorporó, se sentó y se puso a hablar”. Le devuelves la vida, Señor, para alegría de su madre. Un día, volverá a morir. Pero es también este milagro profecía de la vida que no muere más, de la plenitud de tu amor. Quiero proclamar con fe viva: "Creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable".
«Jesús ve la congoja de aquellas personas, con las que se cruzaba ocasionalmente. Podía haber pasado de largo, o esperar una llamada, una petición. Pero ni se va ni espera. Toma la iniciativa, movido por la aflicción de una mujer viuda, que había perdido lo único que le quedaba, su hijo. El evangelista explica que Jesús se compadeció: quizá se conmovería también exteriormente, como en la muerte de Lázaro. No era, no es Jesucristo insensible ante el padecimiento, que nace del amor; ni se goza en separar a los hijos de los padres: supera la muerte para dar la vida, para que estén cerca los que se quieren, exigiendo antes y a la vez la preeminencia del Amor divino que ha de informar la auténtica existencia cristiana.
”Cristo conoce que le rodea una multitud, que permanecerá pasmada ante el milagro e irá pregonando el suceso por toda la comarca. Pero el Señor no actúa artificialmente, para realizar un gesto: se siente sencillamente afectado por el sufrimiento de aquella mujer; y no puede dejar de consolarla. En efecto, se acercó a ella y le dijo: «No llores». Que es como darle a entender: no quiero verte en lágrimas, porque yo he venido a traer a la tierra el gozo y la paz. Luego tiene el lugar el milagro, manifestación del poder de Cristo Dios. Pero antes fue la conmoción de su alma, manifestación evidente de la ternura del Corazón de Cristo Hombre» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 166).
-“Y Jesús se lo entregó a su madre”. ¿Pensabas quizá en tu madre, Señor? Qué bonito es ver cómo valoras a "la mujer", tan fácilmente repudiada en el mundo antiguo. Qué bonito es ver cómo compartes nuestros dolores, para darle un contenido: «El sufrimiento es también una realidad misteriosa y desconcertante. Pues bien, nosotros, cristianos, mirando a Jesús crucificado encontramos la fuerza para aceptar este misterio. El cristiano sabe que, después del pecado original, la historia humana es siempre un riesgo; pero sabe también que Dios mismo ha querido entrar en nuestro dolor; experimentar nuestra angustia, pasar por la agonía del espíritu y del desgarramiento del cuerpo. La fe en Cristo no suprime el sufrimiento, pero lo ilumina, lo eleva, lo purifica, lo sublima, lo vuelve válido para la eternidad» (Juan Pablo II).
-“Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios... La noticia del hecho se divulgó por todo el país judío y la comarca circundante”. ¡La sorpresa... pero también la alabanza! ¿Vivo yo en acción de gracias? La eucaristía es una acción de gracias por la vida resucitada de Cristo. Jesús celebró la Cena, la víspera de su muerte, "dando gracias" (Noel Quesson).
2. –“Si alguno aspira a ser «epíscope» (hoy se llamaría obispo, aunque entonces comprendía también lo que hoy son sacerdotes): responsable de una comunidad de Iglesia, desea una noble función”. Vemos ya la jerarquía, y la noble función del sacerdocio. Ocasión ésta para rogar por las vocaciones sacerdotales.
-“Un responsable de una comunidad ha de ser irreprochable, casado una sola vez, hombre comedido, sensato, reflexivo, hospitalario...” Son cualidades simplemente humanas, bastante comunes. No es necesario estar extraordinariamente dotado. Lo que cuenta, ante todo, es ser equilibrado, ponderado, hombre de buen sentido y capaz de relacionarse. Puedo orar por los responsables de las comunidades que conozco.
-“Capaz de enseñar...” Además de ser animador de la liturgia -pasaje que sigue inmediatamente después de las prescripciones sobre la oración-, la función esencial parece ser, en efecto, la enseñanza de la doctrina.
-“Ni bebedor, ni violento, sino sereno, pacífico, desinteresado”. Otra vez esas virtudes sencillas que hacen agradables las relaciones. De ningún modo se pone el acento sobre la autoridad, el poder... sino sobre la bondad y la paciencia. Todo un ideal humano, valedero para todos los que tienen responsabilidades familiares, profesionales, cívicas.
-“Un hombre que gobierne bien su propia casa, que sepa mantener a sus hijos obedientes y respetuosos. Porque un hombre que no sabe gobernar a los suyos, ¿cómo podría encargarse de una Iglesia de Dios?”
-“No debe ser un neo-converso... no fuera a hincharse de orgullo...” En efecto, unas ciertas garantías de estabilidad son necesarias... Y además no hay que perder la cabeza creyendo que «se ha llegado»: nada de considerarse entre los notables.
-“Es necesario también que tenga buena fama entre los de fuera para que no caiga en descrédito y en las trampas del diablo”. La comunidad cristiana no es un club cerrado ni un ghetto. Vive a la luz del día. Se la juzga desde el exterior. Son ya numerosos los fenómenos de opinión pública. ¿Qué aspecto presentamos?
-“También los diáconos deben ser dignos de respeto”. Para esta otra responsabilidad las mismas cualidades son, más o menos, necesarias.
-“Lo mismo decimos respecto a las mujeres...” Parece también que algunas mujeres se ocupaban de ciertos ministerios. Toda una reflexión y búsqueda se está haciendo en la Iglesia de HOY sobre ese tema (Noel Quesson).
3. El salmo se hace eco de un aspecto que Pablo subrayaba, que los ministros de la comunidad sepan antes gobernar bien su propia casa: "andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa... el que sigue un camino perfecto, ése me servirá". Las virtudes humanas son base para la vida cristiana, y fundamentales para el ministerio de gobierno. La madurez personal y el equilibrio, el buen corazón, la fidelidad a los nuestros, el control de nosotros mismos, la honradez y la ejemplaridad... Haremos bien en repasar el programa y respondernos nosotros mismos con sinceridad (J. Aldazábal). Hemos de ser, como decía Juan Pablo II, “expertos en humanidad” y al mismo tiempo estar unidos a Dios.
Llucià Pou Sabaté
San Jenaro, obispo y mártir

 San Jenaro, patrón de Nápoles, es famoso por el milagro que generalmente ocurre cada año desde hace siglos, el día de su fiesta, el 19 de septiembre. Su sangre, se licua ante la presencia de todos los testigos que deseen asistir.  (Mas sobre este milagro en la segunda parte de esta página)
Nápoles y Benevento (donde fue obispo) se disputan el nacimiento de San Jenaro y Benevento.
Durante la persecución de Diocleciano, fueron detenidos en Pozzuoli, por orden del gobernador de Campania, Sosso, diácono de Miseno, Próculo, diácono de Pozzuoli, y los laicos Euticio y Acucio. El delito era haber públicamente confesado su fe.
Cuando San Jenaro tuvo noticias de que su amigo Sosso y sus compañeros habían caído en manos de los perseguidores, decidió ir a visitarlos y a darles consuelo y aliento en la prisión. Como era de esperarse, sus visitas no pasaron inadvertidas y los carceleros dieron cuenta a sus superiores de que un hombre de Benevento iba con frecuencia a hablar con los cristianos. El gobernador mandó que le aprehendieran y lo llevaran a su presencia.  El obispo Jenaro, Festo, su diácono y Desiderio, un lector de su iglesia, fueron detenidos dos días más tarde y conducidos a Nola, donde se hallaba el gobernador.
Los tres soportaron con entereza los interrogatorios y las torturas a que fueron sometidos. Poco tiempo después el gobernador se trasladó a Pozzuoli y los tres confesores, cargados con pesadas cadenas, fueron forzados a caminar delante de su carro.   En Pozzuoli fueron arrojados a la misma prisión en que se hallaban sus cuatro amigos. Estos últimos habían sido echados a las fieras un día antes de la llegada de San Jenaro y sus dos compañeros, pero las bestias no los atacaron. Condenaron entonces a todo el grupo a ser echados a las fieras. Los siete condenados fueron conducidos a la arena del anfiteatro y, para decepción del público, las fieras hambrientas y provocadas no hicieron otra cosa que rugir mansamente, sin acercarse siquiera a sus presuntas víctimas.
El pueblo, arrastrado y cegado por las pasiones que se alimentan de la violencia, imputó a la magia la mansedumbre de las fieras ante los cristianos y a gritos pedía que los mataran. Ahí mismo los siete confesores fueron condenados a morir decapitados. La sentencia se ejecutó cerca de Pozzuoli, y en el mismo sitio fueron enterrados.
Los cristianos de Nápoles obtuvieron las reliquias de San Jenaro que, en el siglo quinto, fueron trasladadas desde la pequeña iglesia de San Jenaro, vecina a la Solfatara, donde se hallaban sepultadas. Durante las guerras de los normandos, los restos del santo fueron llevados a Benevento y, poco después, al monasterio del Monte Vergine, pero en 1497, se trasladaron con toda solemnidad a Nápoles que, desde entonces, honra y venera a San Jenaro como su patrono principal.
Muchos se cuestionan la autenticidad de los hechos arriba mencionados y de la misma reliquia porque no hay registros sobre el culto a San Jenaro anteriores al año 431.   Pero es significante que ya en esa época el sacerdote Uranio relata sobre el obispo Jenaro en términos que indican claramente que le consideraba como a un santo reconocido. Los frescos pintados en el siglo quinto en la "catacumba de san Jenaro", en Nápoles, lo representan con una aureola. En los calendarios más antiguos del oriente y el occidente figura su nombre.
El milagro continúa
Mientras que muchos se cuestionan sobre la historicidad de San Jenaro, nadie se puede explicar el milagro que ocurre con la reliquia del santo que se conserva en la Capilla del Tesoro de la Iglesia Catedral de Nápoles, Italia. Se trata de un suceso maravilloso que ocurre periódicamente desde hace cuatrocientos años. La sangre del santo experimenta la licuefacción (se hace líquida). Ocurre cada año en tres ocasiones relacionadas con el santo: la traslación de los restos a Nápoles, (el sábado anterior al primer domingo de Mayo); la fiesta del santo (19 de septiembre) y el aniversario de su intervención para evitar los efectos de una erupción del Vesubio en 1631 (16 de diciembre)
El día señalado, un sacerdote expone la famosa reliquia sobre el altar, frente a la urna que contiene la cabeza de san Jenaro. La reliquia es una masa sólida de color oscuro que llena hasta la mitad un recipiente de cristal sostenido por un relicario de metal. Los fieles llenan la iglesia en esas fechas. Es de notar entre ellos un grupo de mujeres pobres conocidas como zie di San Gennaro (tías de San Jenaro). En un lapso de tiempo que varía por lo general entre los dos minutos y una hora, el sacerdote agita el relicario, lo vuelve cabeza abajo y la masa que era negra, sólida, seca y que se adhería al fondo del frasco, se desprende y se mueve, se torna líquida y adquiere un color rojizo, a veces burbujea y siempre aumenta de volumen.  Todo ocurre a la vista de los visitantes. Algunos de ellos pueden observar el milagro a menos de un metro de distancia. Entonces el sacerdote anuncia con toda solemnidad: "¡Ha ocurrido el milagro!", se agita un pañuelo blanco desde el altar y se canta el Te Deum. Entonces la reliquia es venerada por el clero y la congregación.
El 5 de mayo del 2008, reporteros de 20 canales de TV, entre ellos CNN estaban presentes en la catedral cuando ocurrió el milagro.
El milagro ha sido minuciosamente examinado por personas de opiniones opuestas. Se han ofrecido muchas explicaciones, pero en base a las rigurosas investigaciones, se puede afirmar que no se trata de ningún truco y que tampoco hay, hasta ahora, alguna explicación racional satisfactoria. En la actualidad ningún investigador honesto se atreve a decir que no sucede lo que de hecho ocurre a la vista de todos. Sin embargo, antes de que un milagro sea reconocido con absoluta certeza, deben agotarse todas las explicaciones naturales, y todas las interrogantes deben tener su respuesta. Por eso la Iglesia favorece la investigación.
Fruto de las investigaciones.
Entre los elementos positivamente ciertos en relación con esta reliquia, figuran los siguientes:
1 -La sustancia oscura que se dice es la sangre de San Jenaro (la que, desde hace más de 300 años permanece herméticamente encerrada dentro del recipiente de cristal que está sujeta y sellada por el armazón metálico del relicario) no ocupa siempre el mismo volumen dentro del recipiente que la contiene. Algunas veces, la masa dura y negra ha llenado casi por completo el recipiente y, en otras ocasiones, ha dejado vacío un espacio equivalente a más de una tercera parte de su tamaño.
2 -Al mismo tiempo que se produce esta variación en el volumen, se registra una variante en el peso que, en los últimos años, ha sido verificada en una balanza rigurosamente precisa. Entre el peso máximo y el mínimo se ha llegado a registrar una diferencia de hasta 27 gramos.
3 -El tiempo más o menos rápido en que se produce la licuefacción, no parece estar vinculado con la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en que la atmósfera tenía una temperatura media de más de 30º centígrados y transcurrieron dos horas antes de que se observaran signos de licuefacción. Por otra parte, en temperaturas mas bajas, de 5º a 8º centígrados, la completa licuefacción se produjo en un lapso de 10 a 15 minutos.
4 -No siempre tiene lugar la licuefacción de la misma manera. Se han registrado casos en que el contenido líquido burbujea, se agita y adquiere un color carmesí muy vivo, en otras oportunidades, su color es opaco y su consistencia pastosa.
Aunque no se ha podido descubrir razón natural para el fenómeno, la Iglesia no descarta que pueda haberlo.  La Iglesia no se opone a la investigación porque busca la verdad.  La fe católica enseña que Dios es todopoderoso y que todo cuanto existe es fruto de su creación.  Pero la Iglesia es cuidadosa en determinar si un particular fenómeno es, en efecto, de origen sobrenatural . 
La Iglesia pide prudencia para no asentir ni rechazar prematuramente los fenómenos. Reconoce la competencia de la ciencia para hacer investigación en la búsqueda de la verdad, cuenta con el conocimiento de los expertos.
Una vez que la investigación establece la certeza de un milagro fuera de toda duda posible, da motivo para animar nuestra fe e invitarnos a la alabanza.  En el caso de los santos, el milagro también tiene por fin exaltar la gloria de Dios que nos da pruebas de su elección y las maravillas que El hace en los humildes.
El Cardenal Crescenzio Sepe de Nápoles anunció que en el 2009 un grupo de científicos investigará la milagrosa reliquia.
Bibliografía
1-Acta Sanctorum, sept. vol. VI
2- Butler, Vida de los Santos