martes, 5 de septiembre de 2017

Miércoles semana 22 de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 22 de tiempo ordinario; año impar


Jesús con su misericordia nos sana, y abre nuestro corazón para las cosas espirituales, de Dios.

"En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: -«Tú eres el Hijo de Dios.» Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario. La gente lo andaba buscando; dieron con Él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero Él les dijo: -«También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado.» Y predicaba en las sinagogas de Judea" (Lucas 4,38-44).

1. Lo que Jesús anunció en Nazaret lo va cumpliendo. Allí dijo, aplicándose la profecía de Isaías, que había venido a anunciar la salvación a los pobres y curar a los ciegos y dar la libertad a los oprimidos. En efecto, hoy leemos el programa de una jornada de Jesús "al salir de la sinagoga": cura de su fiebre a la suegra de Pedro, impone las manos y sana a los enfermos que le traen, libera a los poseídos por el demonio y no se cansa de ir de pueblo en pueblo "anunciando el reino de Dios". En medio, busca momentos de paz para rezar personalmente en un lugar solitario. El Reino ya está aquí. Ha empezado a actuar la fuerza salvadora de Dios a través de su Enviado, Jesús.

Buen programa para un cristiano y sobre todo para un apóstol. "Al salir de la sinagoga", o sea, "al salir de nuestra misa o de nuestra oración", nos espera una jornada de trabajo, de predicación y evangelización, de servicio curativo para con los demás y a la vez de oración personal. ¿Ayudamos a que a la gente se le pase la fiebre?, ¿a que se liberen de sus depresiones y males?, ¿atendemos a los que acuden a nosotros, acogiéndoles con nuestra palabra y dedicándoles nuestro tiempo?, ¿nos sentimos movidos a seguir anunciando la buena noticia del Reino, sea cual sea el éxito de nuestro esfuerzo?, ¿y lo hacemos todo en un clima de oración?

Jesús, no quieres "instalarte" en un lugar donde te han acogido bien: "también a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios" (J. Aldazábal).

 "En cuanto rogaban al Salvador, enseguida curaba a los enfermos; dando a entender que también atiende las súplicas de los fieles contra las pasiones de los pecados" (S. Jerónimo).

Jesús, muestras tu curación y tu misericordia con nosotros; nos liberas de la esclavitud del pecado; nos muestras el amor de Dios, la filiación divina, y también nos animas a construir un mundo más justo, con menos pobreza y con más oportunidades para que todos disfruten de una vida más digna. Es necesario que no sólo nos fijemos en la solución de la enfermedad y de la pobreza material; tenemos que luchar porque el Reino de Dios nos quite nuestro anquilosamiento espiritual, que nos hace vivir como postrados en cama, sólo pensando en nosotros mismos y en nuestro provecho personal. Hemos de permitir que el Espíritu de Dios nos levante y nos ponga a servir, en amor fraterno, a quienes necesitan de una mano, no que los explote y maltrate, sino que les sirva con el amor que procede de Dios y habita en nosotros.

 "Ningún hijo de la Iglesia Santa puede vivir tranquilo, sin experimentar inquietud ante las masas despersonalizadas: rebaño, manada, piara, escribí en alguna ocasión. ¡Cuántas pasiones nobles hay, en su aparente indiferencia! ¡Cuántas posibilidades! / Es necesario servir a todos, imponer las manos a cada uno —"singulis manus imponens", como hacía Jesús—, para tornarlos a la vida, para iluminar sus inteligencias y robustecer sus voluntades, ¡para que sean útiles!" (S. Josemaría, Forja 901; www.homiliacatolica.com).

2.  -"Yo, Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a los cristianos de Colosas, hermanos fieles en Cristo". Es la dirección y el saludo del comienzo de toda carta. Los primeros cristianos se llamaban hermanos. ¿Cómo vivo la fraternidad?

A partir de hoy, y durante ocho días, leeremos la Carta de Pablo a los cristianos de Colosas, una ciudad que estaba en Frigia, a unos doscientos kilómetros de Éfeso, en el Asia Menor, actual Turquía. Pablo no había fundado aquella comunidad, ni la conocía. Había sido su discípulo Epafras el evangelizador de aquella región. Pablo les dirige una carta amable, hacia el año 63, cuando estaba en Roma en arresto domiciliario. Se ve que aquellos cristianos, aunque no conocían personalmente a Pablo, habían oído hablar mucho y sentían "un profundo amor" por él. Por el contenido de su misiva se entrevé la vida de aquella comunidad, mezcla de griegos y judíos, también con algún problema doctrinal: por ejemplo la tendencia "gnóstica", la dualidad de su visión cósmica, tal vez con un excesivo aprecio de los ángeles, mientras que los cristianos sitúan claramente a Cristo en el centro de toda su cosmovisión. Por eso la Carta es muy "cristológica".

La primera página de esta Carta es un saludo afectuoso y lleno de optimismo. Pablo tenía buenas noticias de aquel "pueblo santo que vive en Colosas": tiene fama "vuestra fe en Cristo Jesús y el amor que tenéis a todo el pueblo santo". Buen retrato de una comunidad. Pablo aprovecha para decirles que la fe en Cristo, "el mensaje de la verdad, se sigue propagando y dando fruto en el mundo entero".

Ojalá se pudiera decir de todas nuestras comunidades –las familias, las diócesis, las parroquias, las comunidades religiosas, los diversos movimientos y asociaciones- que son famosas por su "fe en Cristo Jesús" y su "amor a todos los demás" y que "les anima en todo la esperanza". Luego pueden añadirse más cosas organizativas y vistosas. Pero lo principal es que existan estas tres virtudes llamadas teologales, las básicas de todo cristiano: la fe, la esperanza y la caridad. Éste es el mejor adorno de una comunidad, y la mejor garantía de que su presencia en medio de la sociedad será eficazmente misionera. En este documento tenemos, pues, una síntesis teológica muy corta, pero que expresa el pensamiento más maduro de Pablo tal como se manifiesta abiertamente en la epístola de los Efesios.

-"Miembros del pueblo santo, ¡que Dios nuestro Padre os dé la gracia y la paz!" Pablo tiene la costumbre de llamar «santos» a los cristianos, porque participan de la santidad de Dios al recibir su vida: «Dios nuestro Padre». Otra razón de llamarse «hermanos». Pablo llama santos a los Colosenses, consciente de que participan de la misma dignidad del Hijo de Dios, Jesucristo, por su unión a Él. Es un don divino, la alianza de su Amor, pero también correspondencia nuestra, para vivir unidos a Él sin desviarse por caminos equivocados. Sobre todo el amor fraterno aún en medio de grandes dificultades, sin perder la esperanza de que, al final, después de haber pasado por grandes tribulaciones, viviremos unidos eternamente al Señor. Trabajemos, pues, constantemente, guiados por el Espíritu Santo, para que el Reino de Dios llegue en nosotros a su plenitud en la caridad.

-"Damos gracias sin cesar a Dios... por vosotros en nuestras oraciones". La mayoría de las epístolas de san Pablo empiezan dando gracias o «eucaristía». Yo también, Señor, quisiera que me dieras un alma alegre, que no cese de dar gracias, pensando en... Enumero los nombres de las personas de las que soy responsable. Tenemos noticia de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis con todos los santos, en la esperanza de lo que nos aguarda en los cielos. La fe, la caridad y la esperanza caracterizan a los cristianos y es aquello sobre lo que versa la oración. La fórmula da a entender que el motor, el dinamismo de las otras dos virtudes, es la esperanza. El cristiano está en marcha. Sabe dónde va. Su vida tiene un sentido. Va hacia el cielo. Y la fe y la caridad son como un gustar anticipado de ese cielo que realizará en plenitud todas las aspiraciones del hombre.

-"De lo que fuisteis ya instruidos por la Palabra de la verdad, el Evangelio que llegó hasta vosotros que fructifica y crece entre vosotros, lo mismo que en todo el mundo"... ¡Cuando pensamos que los cristianos sólo eran entonces una ínfima minoría! Y nosotros nos entretenemos en lamentaciones sobre las crisis de la Iglesia. Danos, Señor, ese alegre dinamismo. Concede a cada cristiano sentirse responsable del progreso de la fe en el mundo entero (Noel Quesson).

3. Muchas persecuciones sufre el justo, pero de todas ellas Dios lo libra. El malvado se engríe en su maldad, se abalanza sobre los pobres e indefensos para maltratarlos y acabar con ellos, y piensa: Dios no lo ve, el Señor se oculta para no enterarse. Sin embargo, por los huesos del justo vela Dios y no le alcanzará la maldad de los inicuos. Por eso, quien confía en el Señor y en su amor sabe que ha plantado su vida como se plantan los olivos junto a las corrientes de los ríos y no le alcanzará tormento alguno; a pesar de los contratiempos, su esperanza en el Señor le conservará constantemente dando frutos de bondad, pues la presencia del Señor en el hombre justo no puede quedar infecunda, a pesar de la persecución y la muerte. Confiados en el amor que el Señor nos tiene ofrezcámosle, no sólo un sacrificio de acción de gracias, sino toda nuestra vida convertida en un continuo sacrificio de alabanza a su Santo Nombre.

El salmo hace un eco amable a este saludo: "confío en tu misericordia, Señor... proclamaré delante de tus fieles: tu nombre es bueno". El salmista espera vivir en la abundancia y muchos años como el olivo, que indica ambas cosas junto al Templo, y dar gracias a Dios toda la vida experimentando la fidelidad de Dios a Sí mismo y a sus fieles. La Iglesia conecta con esta esperanza ante los retos del mundo de hoy "devolviendo la esperanza a quienes desesperan ya de su destino más alto" (Gaudium et spes 21).

Llucià Pou Sabaté

lunes, 4 de septiembre de 2017

Lunes semana 22 de tiempo ordinario; año impar

Lunes de la semana 22 de tiempo ordinario; año impar


Jesús proclama la liberación de toda enfermedad y de todo mal, ha venido para traernos la misericordia divina

"En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: -«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: -«¿No es éste el hijo de José?» Y Jesús les dijo: -«Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo Y'; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.» Y añadió: -«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel habla muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos habla en Israel en tiempos de] profeta Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.» Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba" (Lucas 4,16-30).

1. Después de Marcos y de Mateo, hoy comenzamos el evangelio según san Lucas, hasta finales de noviembre que termine el tiempo ordinario. Como los episodios de la infancia han sido leídos alrededor de Navidad, comenzamos por la primera predicación en la sinagoga de Nazaret. Vemos la costumbre de ir a la sinagoga todos los sábados, y la invitación para que lea (de pie) al profeta; las lecturas de la Ley las hacían los rabinos; las de los profetas las podían hacer los laicos, como Jesús, que hubieran cumplido los treinta años. Este pasaje de Isaías lo escogiste, Señor, para mostrar tu programa mesiánico: "el Espíritu del Señor está sobre mí... me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, para dar la libertad a los oprimidos... para anunciar el año de gracia del Señor";

Hiciste un comentario, una homilía: "hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír"; pero muchos no creen ti, Señor, por conocerte: "¿no es éste el hijo de José?"; Con dolor, Señor, citas dos refranes o dichos de la época: "médico, cúrate a ti mismo", y "ningún profeta es bien mirado en su tierra";

La ira se apodera de las gentes, que ante estas palabras, quieren despeñarte por el barranco; pero tú escapas, como sigue diciendo: Jesús "se abrió paso entre ellos y se alejaba".

Jesús, apareces desde la primera página como el Enviado de Dios, su Ungido, el lleno del Espíritu. Y apareces también como el que anuncia la salvación a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos.

Lucas va a ser para nosotros un buen maestro para que sepamos presentar a Jesús, también a nuestro mundo de hoy, como el salvador de los pobres. "Me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres". En la Plegaria Eucarística IV damos gracias a Dios Padre porque nos ha enviado a su Hijo Jesús, el cual "anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo (la alegría)". Es un buen retrato de Jesús, que se irá desarrollando durante las próximas semanas: el que atiende a los pobres, el que quiere la alegría para todos, el que ofrece la liberación integral a los que padecen alguna clase de esclavitud. ¿Es éste también el programa de su comunidad, o sea, de nosotros?, ¿se puede decir que estamos anunciando la buena noticia a los pobres?, ¿y somos nosotros mismos esos pobres que se dejan alegrar por el anuncio de Jesús?

 Muchos necesitan tus palabras de verdad, Señor, como sus paisanos al principio: "toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él". Y cuando nos dices "hoy se cumple esta Escritura". Debemos ir cada día a lo que Dios nos ha dicho, para mi "hoy", en su Historia de Salvación (J. Aldazábal).

-Lucas... ¿Quién era? Con ese tercer evangelista pasamos a otro mundo, que no es ya el de los judíos. Lucas nació en Antioquía de Siria. Pertenecía a la sociedad pagana cultivada, y ejercía la medicina como profesión. Siendo adulto, convertido quizá por san Pablo, pasó muy pronto a ser compañero de apostolado de san Pablo. Lucas construye su evangelio, evidentemente, con elementos comunes a Marcos y a Mateo. Pero él mismo indica cómo llevó su propia encuesta personal con los testigos oculares que vivían aún (Lc 1,2). Hay pues pasajes de los que él es el único relator. El griego empleado es el más literario y el más artísticamente redactado de todo el Nuevo Testamento. Lucas, como todo autor, tiene características y acentos propios: es el evangelio de la alegría, de la misericordia, de la vida interior y de la oración... es un evangelio eminentemente social, que quiere promover una sociedad más justa y más dichosa... todos los oprimidos de la sociedad antigua son valorizados: el niño, la mujer, los pobres... Dirigiéndose a ambientes cultivados del mundo pagano, evita las alusiones a las costumbres judías que habrían chocado o habrían exigido demasiadas explicaciones a la gente que no las conocía (J. Aldazábal).

Así contaba Juan Pablo II en Dives in misericordia 3: "Ante sus conciudadanos, en Nazaret, Cristo hace alusión a las palabras del profeta Isaías: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor'(Lc 4,18).

Cuando los discípulos del Bautista le preguntan la autoridad de sus signos, responde: "Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan los pobres son evangelizados", para concluir diciendo: "y bienaventurado quien no se escandaliza de mí" (Lc 7,22ss.).

El amor de Dios se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la 'condición humana' histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral.

Jesús, gracias por revelarnos el amor de Dios, en ti encarnado, "rico de misericordia", gracias por hacer de tu misericordia uno de los temas principales de tu predicación.

Nos pides también que el amor y la misericordia sean nuestra regla de vida. Esta exigencia forma parte del núcleo mismo del mensaje mesiánico y constituye la esencia del ethos evangélico. Tú, divino Maestro, lo expresas con el mandamiento "más grande" y tu bendición: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5,7).

Señor, Tú proclamas con las obras, más que con las palabras, la misericordia, que es una de las componentes esenciales del ethosevangélico. Y nos dices que "los misericordiosos... alcanzarán misericordia".

La unción del Señor expresada en este pasaje, así la explica S. Cirilo de Jerusalén: "Cristo, en efecto, no fue ungido por los hombres ni su unción se hizo con óleo, o ungüento material, sino que fue el Padre quien le ungió al constituirlo Salvador del mundo, y su unción fue en el Espíritu Santo".

No basta estar convencidos de que en Jesús se han cumplido las Escrituras, y que, por tanto, Dios ha cumplido sus promesas. No basta quedarnos admirados ante las palabras y obras de Jesús. No basta buscar a Jesús para que haga en nosotros lo que oímos que hizo en otros tiempos y lugares. Mientras no busquemos a Jesús para comprometernos con Él en la construcción del Reino, no podemos, en verdad, llamarnos hombres de fe y ser hijos de Dios (www.homiliacatolica.com).

2. Pablo no quiere que los cristianos miren la muerte de sus seres queridos "sin esperanza", como los que no creen. Para nosotros, tanto la vida como la muerte son participación en el destino de Jesús: "si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él". Y esto no es una reflexión que hace él, sino que es Palabra del Señor. Aunque no sabemos bien a qué se refiere Pablo con el misterioso orden en que resucitaremos (primero los que hayan fallecido ya cuando llegue el final, y luego los que en aquel momento estén todavía vivos), lo que sí aparece claro es que el anuncio de la vuelta de Cristo como Juez, sea cuando sea, no quiere producir una sensación de terror, sino de esperanza: "el Señor llega a regir la tierra, cantad al Señor", "y así estaremos siempre con el Señor".

–"Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos". En el mundo entero el «sueño» es la imagen de la muerte. Esta imagen es dulce y tranquilizadora, porque cuando alguien «duerme» damos por descontado que se «despertará». Y es bueno aplicar esa imagen a nuestros difuntos (J. Aldazábal).

Los difuntos serán "los que duermen". Y señala S. Agustín: "¿Por qué se dice que duermen sino porque en su día serán resucitados?". La certeza de la resurrección es verdad central de nuestra fe.

-"Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera creemos que Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús". Nuestra seguridad proviene de que si vivimos en unión con Jesús y en comunión con su Cuerpo, el «destino» de Jesús será también el nuestro. Y no es una opinión, pues "como Palabra del Señor os decimos esto": «El Hijo del hombre vendrá con sus ángeles en la Gloria del Padre, y dará a cada cual según su conducta» (Mt 16,27).

3. "El Señor llega a regir toda la tierraDecid a los pueblos: "El Señor es rey"". Es un canto nuevo que llena la tierra, de alegría por los dones divinos, por su gloria, de la que nos hace participar. De su reino, en el que nos hace sentar a su mesa.

Llucià Pou Sabaté

Lunes semana 22 de tiempo ordinario; año impar

Lunes de la semana 22 de tiempo ordinario; año impar

Jesús proclama la liberación de toda enfermedad y de todo mal, ha venido para traernos la misericordia divina
“En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: -«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: -«¿No es éste el hijo de José?» Y Jesús les dijo: -«Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo Y'; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.» Y añadió: -«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel habla muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos habla en Israel en tiempos de] profeta Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.» Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba” (Lucas 4,16-30).
1. Después de Marcos y de Mateo, hoy comenzamos el evangelio según san Lucas, hasta finales de noviembre que termine el tiempo ordinario. Como los episodios de la infancia han sido leídos alrededor de Navidad, comenzamos por la primera predicación en la sinagoga de Nazaret. Vemos la costumbre de ir a la sinagoga todos los sábados, y la invitación para que lea (de pie) al profeta; las lecturas de la Ley las hacían los rabinos; las de los profetas las podían hacer los laicos, como Jesús, que hubieran cumplido los treinta años. Este pasaje de Isaías lo escogiste, Señor, para mostrar tu programa mesiánico: "el Espíritu del Señor está sobre mí... me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, para dar la libertad a los oprimidos... para anunciar el año de gracia del Señor";
Hiciste un comentario, una homilía: "hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír"; pero muchos no creen ti, Señor, por conocerte: "¿no es éste el hijo de José?"; Con dolor, Señor, citas dos refranes o dichos de la época: "médico, cúrate a ti mismo", y "ningún profeta es bien mirado en su tierra";
La ira se apodera de las gentes, que ante estas palabras, quieren despeñarte por el barranco; pero tú escapas, como sigue diciendo: Jesús "se abrió paso entre ellos y se alejaba".
Jesús, apareces desde la primera página como el Enviado de Dios, su Ungido, el lleno del Espíritu. Y apareces también como el que anuncia la salvación a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos.
Lucas va a ser para nosotros un buen maestro para que sepamos presentar a Jesús, también a nuestro mundo de hoy, como el salvador de los pobres. "Me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres". En la Plegaria Eucarística IV damos gracias a Dios Padre porque nos ha enviado a su Hijo Jesús, el cual "anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo (la alegría)". Es un buen retrato de Jesús, que se irá desarrollando durante las próximas semanas: el que atiende a los pobres, el que quiere la alegría para todos, el que ofrece la liberación integral a los que padecen alguna clase de esclavitud. ¿Es éste también el programa de su comunidad, o sea, de nosotros?, ¿se puede decir que estamos anunciando la buena noticia a los pobres?, ¿y somos nosotros mismos esos pobres que se dejan alegrar por el anuncio de Jesús?
 Muchos necesitan tus palabras de verdad, Señor, como sus paisanos al principio: "toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él". Y cuando nos dices "hoy se cumple esta Escritura". Debemos ir cada día a lo que Dios nos ha dicho, para mi “hoy”, en su Historia de Salvación (J. Aldazábal).
-Lucas... ¿Quién era? Con ese tercer evangelista pasamos a otro mundo, que no es ya el de los judíos. Lucas nació en Antioquía de Siria. Pertenecía a la sociedad pagana cultivada, y ejercía la medicina como profesión. Siendo adulto, convertido quizá por san Pablo, pasó muy pronto a ser compañero de apostolado de san Pablo. Lucas construye su evangelio, evidentemente, con elementos comunes a Marcos y a Mateo. Pero él mismo indica cómo llevó su propia encuesta personal con los testigos oculares que vivían aún (Lc 1,2). Hay pues pasajes de los que él es el único relator. El griego empleado es el más literario y el más artísticamente redactado de todo el Nuevo Testamento. Lucas, como todo autor, tiene características y acentos propios: es el evangelio de la alegría, de la misericordia, de la vida interior y de la oración... es un evangelio eminentemente social, que quiere promover una sociedad más justa y más dichosa... todos los oprimidos de la sociedad antigua son valorizados: el niño, la mujer, los pobres... Dirigiéndose a ambientes cultivados del mundo pagano, evita las alusiones a las costumbres judías que habrían chocado o habrían exigido demasiadas explicaciones a la gente que no las conocía (J. Aldazábal).
Así contaba Juan Pablo II en Dives in misericordia 3: “Ante sus conciudadanos, en Nazaret, Cristo hace alusión a las palabras del profeta Isaías: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor'(Lc 4,18).
Cuando los discípulos del Bautista le preguntan la autoridad de sus signos, responde: “Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan los pobres son evangelizados”, para concluir diciendo: “y bienaventurado quien no se escandaliza de mí” (Lc 7,22ss.).
El amor de Dios se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la 'condición humana' histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral.
Jesús, gracias por revelarnos el amor de Dios, en ti encarnado, “rico de misericordia”, gracias por hacer de tu misericordia uno de los temas principales de tu predicación.
Nos pides también que el amor y la misericordia sean nuestra regla de vida. Esta exigencia forma parte del núcleo mismo del mensaje mesiánico y constituye la esencia del ethos evangélico. Tú, divino Maestro, lo expresas con el mandamiento “más grande” y tu bendición: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7).
Señor, Tú proclamas con las obras, más que con las palabras, la misericordia, que es una de las componentes esenciales del ethosevangélico. Y nos dices que “los misericordiosos... alcanzarán misericordia”.
La unción del Señor expresada en este pasaje, así la explica S. Cirilo de Jerusalén: “Cristo, en efecto, no fue ungido por los hombres ni su unción se hizo con óleo, o ungüento material, sino que fue el Padre quien le ungió al constituirlo Salvador del mundo, y su unción fue en el Espíritu Santo”.
No basta estar convencidos de que en Jesús se han cumplido las Escrituras, y que, por tanto, Dios ha cumplido sus promesas. No basta quedarnos admirados ante las palabras y obras de Jesús. No basta buscar a Jesús para que haga en nosotros lo que oímos que hizo en otros tiempos y lugares. Mientras no busquemos a Jesús para comprometernos con Él en la construcción del Reino, no podemos, en verdad, llamarnos hombres de fe y ser hijos de Dios (www.homiliacatolica.com).
2. Pablo no quiere que los cristianos miren la muerte de sus seres queridos "sin esperanza", como los que no creen. Para nosotros, tanto la vida como la muerte son participación en el destino de Jesús: "si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él". Y esto no es una reflexión que hace él, sino que es Palabra del Señor. Aunque no sabemos bien a qué se refiere Pablo con el misterioso orden en que resucitaremos (primero los que hayan fallecido ya cuando llegue el final, y luego los que en aquel momento estén todavía vivos), lo que sí aparece claro es que el anuncio de la vuelta de Cristo como Juez, sea cuando sea, no quiere producir una sensación de terror, sino de esperanza: "el Señor llega a regir la tierra, cantad al Señor", "y así estaremos siempre con el Señor".
–“Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos”. En el mundo entero el «sueño» es la imagen de la muerte. Esta imagen es dulce y tranquilizadora, porque cuando alguien «duerme» damos por descontado que se «despertará». Y es bueno aplicar esa imagen a nuestros difuntos (J. Aldazábal).
Los difuntos serán “los que duermen”. Y señala S. Agustín: “¿Por qué se dice que duermen sino porque en su día serán resucitados?”. La certeza de la resurrección es verdad central de nuestra fe.
-“Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera creemos que Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús”. Nuestra seguridad proviene de que si vivimos en unión con Jesús y en comunión con su Cuerpo, el «destino» de Jesús será también el nuestro. Y no es una opinión, pues “como Palabra del Señor os decimos esto”: «El Hijo del hombre vendrá con sus ángeles en la Gloria del Padre, y dará a cada cual según su conducta» (Mt 16,27).
3. “El Señor llega a regir toda la tierraDecid a los pueblos: "El Señor es rey"". Es un canto nuevo que llena la tierra, de alegría por los dones divinos, por su gloria, de la que nos hace participar. De su reino, en el que nos hace sentar a su mesa.
Llucià Pou Sabaté

domingo, 3 de septiembre de 2017

Domingo 22 de tiempo ordinario, ciclo A

Domingo de la semana 22 de tiempo ordinario; ciclo A


Meditaciones de la semana
en Word y en PDB

«Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame; pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. Porque, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?, o ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre acompañado de sus ángeles, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta. En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino.» (Mateo 16, 24-28)

 

1º. Jesús, eres Dios y sabes mejor que yo para qué me has creado y como voy a ser realmente feliz.

Sabes que todas las riquezas materiales del mundo juntas no son capaces de llenar un corazón creado para amar.

Si lo propio del corazón es amar, sólo se va a satisfacer amando.

Y amar es darse, entregarse.

Recibir, atesorar, conseguir para uno mismo, pueden satisfacer los deseos materiales del cuerpo; pero si se convierten en el único objetivo, pueden también destrozar la capacidad de amar que tiene nuestra alma espiritual.

Por eso hoy me recuerdas: «¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?»

El egoísta podrá hacerse con cosas del mundo: honores, dinero, diversiones, comodidad.

Pero si pierde su alma, no sabrá amar en la tierra y, por ello, no podrá amar en la otra vida.

Infeliz aquí, infeliz en la eternidad.

«La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo. El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón, así como otros textos del Nuevo Testamento hablan de un último destino del alma que puede ser dijeren te para unos y para otros» CEC.-1021)

Jesús, que me dé cuenta de que vale la pena darse, pensar en los demás, pensar en Ti.

Que sea consciente de que toda mi eternidad depende de la capacidad para amar que desarrolle en estos años de vida en la tierra.

Que no me engañe pensando que Tú me perdonarás con tu gran misericordia.

Tu gran misericordia la demuestras muriendo en la cruz y perdonándome en la confesión.

En el juicio, retribuirás «a cada uno según su conducta.»

 

2º. «El amor gustoso, que hace feliz al alma, está basado en el dolor: no cabe amor sin renuncia» (Forja.-760).

Jesús, ésta es la gran paradoja: no cabe amor sin renuncia.

Para aprender a amar hay que aprender a sufrir, a sacrificarse por el ser querido.

El que se busca a sí mismo, nunca experimentará ese amor gustoso, que hace feliz al alma.

Por eso aseguras que el que quiera seguirte, el que quiera amarte sobre todas las cosas, debe empezar por negarse a sí mismo: «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame».

Jesús, la señal de la cruz es la señal del cristiano, porque el sacrificio es el camino del amor, y sólo podemos ser cristianos si nos amamos los unos a los otros, y a Ti sobre todas las cosas.

¿Cómo puedo tomar cada día mi cruz?

Una buena manera de hacerlo es sirviendo a los que me rodean con pequeños detalles, y no quejándome ante los inconvenientes típicos de cada jornada, ofreciéndote esas dificultades por alguna intención.

De este modo, no buscándome a mí mismo sino entregándome a los demás, aunque parezca que pierda mi vida, la encontraré.

«Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará».

Jesús, Tú me has dado el máximo ejemplo de entrega: «nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos» (Juan 15,13).

Tú has entregado tu vida por tus amigos, por mí.

Y por ello tienes el amor más grande, el amor gustoso que llena y hace feliz al alma.

Ayúdame a vencer la aparente contradicción de renunciar a mi egoísmo, de modo que aprenda a amar de veras.

Esta meditación está tomada de: "Una cita con Dios" de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia


San Gregorio Magno es el cuarto y último de los originales Doctores de la Iglesia Latina. Defendió la supremacía del Papa y trabajó por la reforma del clero y la vida monástica.

Combatió la herejía nestoriana. Hizo contribuciones claves a la cristología.

Nació en Roma alrededor del año 540, hijo de Gordianus, un senador influente que llegó a renunciar al mundo y ser uno de los siete diáconos de Roma.

Después de que Gregorio adquiriese una buena educación, el Emperador Justino lo nombró, en 574, magistrado principal de Roma. Tenía solo 34 años.

Después de la muerte de su padre edificó siete monasterios, el último de los cuales fue en su propia casa en Roma, que se llamó Monasterio Benedictino de San Andrés. El mismo tomó al hábito monástico en el 575, a la edad de 35 años. Fue ordenado diácono y nombrado legado pontificio en Constantinopla.

Después de la muerte de Pelagio, San Gregorio fue escogido unánimemente Papa por los sacerdotes y el pueblo, el día 3 de septiembre del año 590. Ejerció su cargo como verdadero pastor, en su modo de gobernar, en su ayuda a los pobres, en la propagación y consolidación de la fe. Mantenía contacto con todas las iglesias y a pesar de sus sufrimientos y labores, compuso grandes obras. Entre ellas hay magnificas contribuciones a la Liturgia de la Misa y el Oficio.

Tiene escritas muchas obras sobre teología moral y dogmática. 

Su extraordinario trabajo le valió el nombre de "El Grande".  Su celo era extender la fe por todo el mundo.

Murió el 12 de Marzo del 604.

Es patrón de maestros.

Nacido en Roma hacia el 540, de familia noble y cristiana, vive la desolación de la Urbe, caído el Imperio occidental, y el inicio de una época ascendente. En 590 es elegido Papa, mereciendo por su ingente labor que se le considere gran figura entre las de todos los tiempos, y que se le haya otorgado el título de Doctor y Padre de la Iglesia latina. Su muerte acaeció el 12 de marzo del 604.

«Importa que el pastor sea puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, discreto en el silencio, provechoso en las palabras, compasivo con todos, más que todos levantado en la contemplación, compañero de los buenos por la humildad y firme en velar por la justicia contra los vicios de los delincuentes. Que la ocupación de las cosas exteriores no le disminuya el cuidado de las interiores y el cuidado de las interiores no le impida el proveer a las exteriores», escribe San Gregorio Magno en su «Regla Pastoral», y éste fue el programa de su actuación. Genio práctico en la acción, fue ante todo el buen pastor cuya solicitud se extiende a toda su grey. No es tan sólo Roma la que merece sus cuidados, sino todas las Iglesias España, Galia, Inglaterra, Armenia, el Oriente, toda Italia, especialmente las diez provincias dependientes de la metrópoli romana. Fue incansable restaurador de la disciplina católica. En su tiempo se convirtió Inglaterra y los visigodos abjuraron el arrianismo.

Él renovó el culto y la liturgia y reorganizó la caridad en la Iglesia. Sus obras teológicas y la autoridad de las mismas fueron indiscutidas hasta la llegada del protestantismo. Dio al pontificado un gran prestigio. Su voz era buscada y escuchada en toda la cristiandad. Su obra fue curar, socorrer, ayudar, enseñar, cicatrizar las llagas sangrantes de una sociedad en ruinas. No tuvo que luchar con desviaciones dogmáticas, sino con la desesperación de los pueblos vencidos y la soberbia de los vencedores.

La obra realizada por San Gregorio Magno fue inmensa; y no obstante, en su gran humildad, había procurado por todos los medios no aceptar el mando supremo de la Iglesia. Pero una vez elegido Papa por el clero, el senado y el pueblo fiel reunidos, y bien vista su elección por el emperador, su alma entregóse a aquella tarea para la que toda su vida anterior había sido una providencial preparación. En efecto, Gregorio nace en el seno de una familia profundamente cristiana. No es él el único de los Anicios que ha merecido el honor de los altares; también sus padres y sus dos tías, Társila y Emiliana, figuran en el catálogo de los santos. Y en este ambiente de religiosidad va su espíritu desarrollándose, mientras Roma llega a lo más bajo de la curva de su caída.

Cuando el poder imperial, en manos de Constantinopla, es definitivamente restablecido en Roma, Gregorio comienza su formación cultural. No sobresale en la literatura, pero sí en los estudios jurídicos, donde encuentra una magnífica preparación para sus futuras e insoñadas actividades. Terminada ya su carrera de Derecho, acepta del emperador Justino II el cargo de prefecto de Roma, que trae consigo todas las funciones administrativas y judiciales.

Pero su corazón aspiraba a cosas más altas, y tras una desgarradora lucha interior —que él mismo describe en una carta a su amigo íntimo San Leandro de Sevilla—, Roma contempla un día cómo su prefecto cambia sus ricas vestiduras por los austeros hábitos de los campesinos que San Benito había adoptado para sus monjes. Su mismo palacio del monte Celio fue transformado en monasterio. Gregorio es feliz en la paz del claustro, aunque pronto será arrancado de ella por el mismo Sumo Pontífice, que le envía como Nuncio a Constantinopla. De aquí en adelante añorará siempre aquellos cuatro años de vida monacal.

Unos ocho años más tarde, hacia el 586, regresa a Roma cuando las aguas del Tíber se desbordan y siembran la desolación. Personas ahogadas, palacios destruidos, hambre y, finalmente, la peste, son el balance de aquella tragedia. Una de las víctimas de la peste es el Papa Pelagio II. Y es entonces cuando Gregorio es elegido para sucederle, quedando así apartado definitivamente de la soledad que en el monasterio buscara.

Ya no vivirá más la paz de la vida monacal, pero sí que la espiritualidad de aquellos hombres entregados a la oración le quedará presente en lo que le queda de vida. Uno de los puntos que más llaman la atención en su fecundo Pontificado, es su celo por el perfeccionamiento de la liturgia, alcanzando gran importancia su impulso en la organización definitiva del canto litúrgico, que se conoce bajo el nombre de «canto gregoriano», aun cuando no sea él su autor. Es el pastor auténtico, que quiere lo mejor para sus ovejas que viven en la unidad del mismo Amor. No ahorrará para ello trabajos ni sacrificios. Su voz se levanta potente y su pluma escribe sin descanso; el que no había sobresalido en sus estudios literarios nos legará un tesoro inagotable en sus escritos, de estilo sencillo y cordial. Y no se contenta con las ovejas que ya están en el verdadero redil; su corazón ardiente se lanza a la conquista de Inglaterra, ganándola para el catolicismo. Para todos es el padre amante, cuyas preocupaciones son las de sus hijos. Su honor es el de la Iglesia universal y su grandeza el ser y llamarse «Siervo de los siervos de Dios», título que pasará a ser desde entonces patrimonio de todos los Papas.

Domingo 22 de tiempo ordinario, ciclo A

Domingo de la semana 22 de tiempo ordinario; ciclo A

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
«Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame; pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. Porque, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?, o ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre acompañado de sus ángeles, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta. En verdad os digo que hay algunos de los aquí presentes que no sufrirán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su Reino.» (Mateo 16, 24-28)

1º. Jesús, eres Dios y sabes mejor que yo para qué me has creado y como voy a ser realmente feliz.
Sabes que todas las riquezas materiales del mundo juntas no son capaces de llenar un corazón creado para amar.
Si lo propio del corazón es amar, sólo se va a satisfacer amando.
Y amar es darse, entregarse.
Recibir, atesorar, conseguir para uno mismo, pueden satisfacer los deseos materiales del cuerpo; pero si se convierten en el único objetivo, pueden también destrozar la capacidad de amar que tiene nuestra alma espiritual.
Por eso hoy me recuerdas: «¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?»
El egoísta podrá hacerse con cosas del mundo: honores, dinero, diversiones, comodidad.
Pero si pierde su alma, no sabrá amar en la tierra y, por ello, no podrá amar en la otra vida.
Infeliz aquí, infeliz en la eternidad.
«La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo. El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón, así como otros textos del Nuevo Testamento hablan de un último destino del alma que puede ser dijeren te para unos y para otros» CEC.-1021)
Jesús, que me dé cuenta de que vale la pena darse, pensar en los demás, pensar en Ti.
Que sea consciente de que toda mi eternidad depende de la capacidad para amar que desarrolle en estos años de vida en la tierra.
Que no me engañe pensando que Tú me perdonarás con tu gran misericordia.
Tu gran misericordia la demuestras muriendo en la cruz y perdonándome en la confesión.
En el juicio, retribuirás «a cada uno según su conducta.»

2º. «El amor gustoso, que hace feliz al alma, está basado en el dolor: no cabe amor sin renuncia» (Forja.-760).
Jesús, ésta es la gran paradoja: no cabe amor sin renuncia.
Para aprender a amar hay que aprender a sufrir, a sacrificarse por el ser querido.
El que se busca a sí mismo, nunca experimentará ese amor gustoso, que hace feliz al alma.
Por eso aseguras que el que quiera seguirte, el que quiera amarte sobre todas las cosas, debe empezar por negarse a sí mismo: «si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame».
Jesús, la señal de la cruz es la señal del cristiano, porque el sacrificio es el camino del amor, y sólo podemos ser cristianos si nos amamos los unos a los otros, y a Ti sobre todas las cosas.
¿Cómo puedo tomar cada día mi cruz?
Una buena manera de hacerlo es sirviendo a los que me rodean con pequeños detalles, y no quejándome ante los inconvenientes típicos de cada jornada, ofreciéndote esas dificultades por alguna intención.
De este modo, no buscándome a mí mismo sino entregándome a los demás, aunque parezca que pierda mi vida, la encontraré.
«Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará».
Jesús, Tú me has dado el máximo ejemplo de entrega: «nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos» (Juan 15,13).
Tú has entregado tu vida por tus amigos, por mí.
Y por ello tienes el amor más grande, el amor gustoso que llena y hace feliz al alma.
Ayúdame a vencer la aparente contradicción de renunciar a mi egoísmo, de modo que aprenda a amar de veras.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.
San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia

San Gregorio Magno es el cuarto y último de los originales Doctores de la Iglesia Latina. Defendió la supremacía del Papa y trabajó por la reforma del clero y la vida monástica.
Combatió la herejía nestoriana. Hizo contribuciones claves a la cristología.
Nació en Roma alrededor del año 540, hijo de Gordianus, un senador influente que llegó a renunciar al mundo y ser uno de los siete diáconos de Roma.
Después de que Gregorio adquiriese una buena educación, el Emperador Justino lo nombró, en 574, magistrado principal de Roma. Tenía solo 34 años.
Después de la muerte de su padre edificó siete monasterios, el último de los cuales fue en su propia casa en Roma, que se llamó Monasterio Benedictino de San Andrés. El mismo tomó al hábito monástico en el 575, a la edad de 35 años. Fue ordenado diácono y nombrado legado pontificio en Constantinopla.
Después de la muerte de Pelagio, San Gregorio fue escogido unánimemente Papa por los sacerdotes y el pueblo, el día 3 de septiembre del año 590. Ejerció su cargo como verdadero pastor, en su modo de gobernar, en su ayuda a los pobres, en la propagación y consolidación de la fe. Mantenía contacto con todas las iglesias y a pesar de sus sufrimientos y labores, compuso grandes obras. Entre ellas hay magnificas contribuciones a la Liturgia de la Misa y el Oficio.
Tiene escritas muchas obras sobre teología moral y dogmática. 
Su extraordinario trabajo le valió el nombre de "El Grande".  Su celo era extender la fe por todo el mundo.
Murió el 12 de Marzo del 604.
Es patrón de maestros.
Nacido en Roma hacia el 540, de familia noble y cristiana, vive la desolación de la Urbe, caído el Imperio occidental, y el inicio de una época ascendente. En 590 es elegido Papa, mereciendo por su ingente labor que se le considere gran figura entre las de todos los tiempos, y que se le haya otorgado el título de Doctor y Padre de la Iglesia latina. Su muerte acaeció el 12 de marzo del 604.
«Importa que el pastor sea puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, discreto en el silencio, provechoso en las palabras, compasivo con todos, más que todos levantado en la contemplación, compañero de los buenos por la humildad y firme en velar por la justicia contra los vicios de los delincuentes. Que la ocupación de las cosas exteriores no le disminuya el cuidado de las interiores y el cuidado de las interiores no le impida el proveer a las exteriores», escribe San Gregorio Magno en su «Regla Pastoral», y éste fue el programa de su actuación. Genio práctico en la acción, fue ante todo el buen pastor cuya solicitud se extiende a toda su grey. No es tan sólo Roma la que merece sus cuidados, sino todas las Iglesias España, Galia, Inglaterra, Armenia, el Oriente, toda Italia, especialmente las diez provincias dependientes de la metrópoli romana. Fue incansable restaurador de la disciplina católica. En su tiempo se convirtió Inglaterra y los visigodos abjuraron el arrianismo.
Él renovó el culto y la liturgia y reorganizó la caridad en la Iglesia. Sus obras teológicas y la autoridad de las mismas fueron indiscutidas hasta la llegada del protestantismo. Dio al pontificado un gran prestigio. Su voz era buscada y escuchada en toda la cristiandad. Su obra fue curar, socorrer, ayudar, enseñar, cicatrizar las llagas sangrantes de una sociedad en ruinas. No tuvo que luchar con desviaciones dogmáticas, sino con la desesperación de los pueblos vencidos y la soberbia de los vencedores.
La obra realizada por San Gregorio Magno fue inmensa; y no obstante, en su gran humildad, había procurado por todos los medios no aceptar el mando supremo de la Iglesia. Pero una vez elegido Papa por el clero, el senado y el pueblo fiel reunidos, y bien vista su elección por el emperador, su alma entregóse a aquella tarea para la que toda su vida anterior había sido una providencial preparación. En efecto, Gregorio nace en el seno de una familia profundamente cristiana. No es él el único de los Anicios que ha merecido el honor de los altares; también sus padres y sus dos tías, Társila y Emiliana, figuran en el catálogo de los santos. Y en este ambiente de religiosidad va su espíritu desarrollándose, mientras Roma llega a lo más bajo de la curva de su caída.
Cuando el poder imperial, en manos de Constantinopla, es definitivamente restablecido en Roma, Gregorio comienza su formación cultural. No sobresale en la literatura, pero sí en los estudios jurídicos, donde encuentra una magnífica preparación para sus futuras e insoñadas actividades. Terminada ya su carrera de Derecho, acepta del emperador Justino II el cargo de prefecto de Roma, que trae consigo todas las funciones administrativas y judiciales.
Pero su corazón aspiraba a cosas más altas, y tras una desgarradora lucha interior —que él mismo describe en una carta a su amigo íntimo San Leandro de Sevilla—, Roma contempla un día cómo su prefecto cambia sus ricas vestiduras por los austeros hábitos de los campesinos que San Benito había adoptado para sus monjes. Su mismo palacio del monte Celio fue transformado en monasterio. Gregorio es feliz en la paz del claustro, aunque pronto será arrancado de ella por el mismo Sumo Pontífice, que le envía como Nuncio a Constantinopla. De aquí en adelante añorará siempre aquellos cuatro años de vida monacal.
Unos ocho años más tarde, hacia el 586, regresa a Roma cuando las aguas del Tíber se desbordan y siembran la desolación. Personas ahogadas, palacios destruidos, hambre y, finalmente, la peste, son el balance de aquella tragedia. Una de las víctimas de la peste es el Papa Pelagio II. Y es entonces cuando Gregorio es elegido para sucederle, quedando así apartado definitivamente de la soledad que en el monasterio buscara.
Ya no vivirá más la paz de la vida monacal, pero sí que la espiritualidad de aquellos hombres entregados a la oración le quedará presente en lo que le queda de vida. Uno de los puntos que más llaman la atención en su fecundo Pontificado, es su celo por el perfeccionamiento de la liturgia, alcanzando gran importancia su impulso en la organización definitiva del canto litúrgico, que se conoce bajo el nombre de «canto gregoriano», aun cuando no sea él su autor. Es el pastor auténtico, que quiere lo mejor para sus ovejas que viven en la unidad del mismo Amor. No ahorrará para ello trabajos ni sacrificios. Su voz se levanta potente y su pluma escribe sin descanso; el que no había sobresalido en sus estudios literarios nos legará un tesoro inagotable en sus escritos, de estilo sencillo y cordial. Y no se contenta con las ovejas que ya están en el verdadero redil; su corazón ardiente se lanza a la conquista de Inglaterra, ganándola para el catolicismo. Para todos es el padre amante, cuyas preocupaciones son las de sus hijos. Su honor es el de la Iglesia universal y su grandeza el ser y llamarse «Siervo de los siervos de Dios», título que pasará a ser desde entonces patrimonio de todos los Papas.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Sábado semana 21 de tiempo ordinario, impar

Sábado de la semana 21 de tiempo ordinario; año impar


Al final de la vida, seremos juzgados en el amor, en cómo aprovechamos los dones que Dios nos da

«Es también como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad y se marchó. El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco. Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno, fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. Llegado el que había recibido los cinco talentos, presento otros cinco diciendo: Señor cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado también el que había recibido los dos talentos, dijo: Señor dos talentos me entregaste, he aquí otros dos que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado por fin el que había recibido un talento, dijo: Señor sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. Le respondió su amo, diciendo: Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido; por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así al venir yo, hubiera recibido lo mío junto con los intereses. Por tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez. Porque a todo el que tenga se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto al siervo inútil arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes.» (Mateo 25, 14-30)

1. Señor, nos hablas hoy de velar, esperar tu venida. En estas parábolas del final, nos muestras que vendrás como un "Ladrón" inesperado, como un "prometido" que introduce en su intimidad..., como un "dueño" que pide cuentas...:

-"Un hombre, al irse de viaje, llamo a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes". Dios ha tenido confianza en nosotros al darnos "sus bienes". -"A uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno solo... El que recibió cinco, ganó otros cinco... El que recibió dos, ganó otros dos..." A cada uno se le pide "lo que puede y debe dar". Aquí lo fundamental es que hay una "nota" en el "concierto" que sólo yo puedo dar, y que Dios escucha. Hay "talentos" en el conjunto de la historia del cosmos que sólo yo puedo desarrollar y que Dios espera de mí. Soy irremplazable a los ojos de Dios. Todo ser humano es irremplazable a los ojos de Dios.

-"Al cabo de mucho tiempo volvió el dueño de aquellos empleados y se puso a saldar cuentas con ellos". A Dios le agrada la gente activa, con inventiva, creadora. Tomar iniciativas. Poner en marcha nuevas empresas. Desarrollar la propia inteligencia, mejorar la salud. Ayudar a la promoción colectiva de los hombres. Estimular el crecimiento. Engendrar "desarrollo"...

El que tiene varios, los fructifica, pero el que tiene uno se ha quedado con la pobre seguridad de enterrarlo. Y tú, Señor, le dices: -"¡Empleado negligente y cobarde! Quitadle su talento... echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el apretar de dientes".  El mismo final trágico que en la parábola de las "doncellas prudentes y necias". Ninguna parábola como la de los talentos, nos dice tan claramente, que cada ser humano construye su propio Juicio: el Juicio ya ha empezado... Es HOY (Noel Quesson).

«El tiempo es un don de Dios: es una interpelación del amor de Dios a nuestra libre y -si puede decirse- decisiva respuesta. Debemos ser avaros del tiempo, para emplearlo bien, con la intensidad en el obrar, amar y sufrir. Que no exista jamás para el cristiano el ocio, el aburrimiento. El descanso sí, cuando sea necesario, pero siempre con vistas a una vigilancia que sólo en el último día se abrirá a una luz sin ocaso» (Pablo VI).

«Me parece muy oportuno fijarnos en la conducta del que aceptó un talento: se comporta de un modo que en mi tierra se llama cuquería. Piensa, discurre con aquel cerebro de poca altura y decide: fue e hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

¿Qué ocupación escogerá después este hombre, si ha abandonado el instrumento de trabajo? Ha decidido irresponsablemente optar por la comodidad de devolver sólo lo que le entregaron. Se dedicará a matar los minutos, las horas, las jornadas, los meses, los años, ¡la vida!

¡Qué tristeza no sacar partido, auténtico rendimiento de todas las facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad!

«Mío, mío, mío...», piensan, dicen y hacen muchos. (...). No pierdas tu eficacia, aniquila en cambio tu egoísmo. ¿Tu vida para ti? Tu vida para Dios, para el bien de todos los hombres, por amor al Señor. ¡Desentierra ese talento! Hazlo productivo: y saborearás la alegría de que, en este negocio sobrenatural no importa que el resultado no sea en la tierra una maravilla que los hombres puedan admirar. Lo esencial es entregar todo lo que somos y poseemos, procurar que el talento rinda, y empeñarnos continuamente en producir buen fruto» (J. Escrivá, Amigos de Dios 45-47).

Nos dices, Jesús, que antes de ese final conocerán un levantamiento contra el Rey (tu Pasión) y el castigo ejemplar de la ciudad (la caída de Sión). Mientras, es el "tiempo de la Iglesia", que sigue a la caída de Jerusalén y hay una extraordinaria desproporción entre la tarea a llevar a cabo en este mundo y la recompensa prometida. El amo distribuye sus riquezas (es decir, los intereses del Reino) teniendo en cuenta las posibilidades de cada uno... aunque un solo talento constituía entonces una considerable fortuna. Sería un error interpretar esos "talentos" solamente como dones naturales a explotar. Se trata, principalmente, de los intereses del Reino, riquezas del Señor de las que cada cristiano deviene intendente, ya que el progreso del Reino sólo es posible con la colaboración de cada uno de sus componentes. La parábola descubre a los discípulos la obligación de hacer fructificar los bienes del Reino durante el tiempo que se les concede para tal menester, el tiempo de la Iglesia.

El siervo que había recibido un solo talento, rechazando mezquinamente toda clase de riesgos, se decide por escoger una seguridad totalmente falsa, ya que una riqueza muerta, sin invertir, se devalúa; y quien no multiplica lo que tiene, lo dilapida. Quien "entierra" su talento por miedo a perderlo, se entierra a si mismo y opta por la muerte. Este severa advertencia de Jesús a las autoridades religiosas de su tiempo conserva para nosotros toda su fuerza: no podemos dejar de participar en el mundo, con sus riesgos; atrevernos a poner en juego la herencia recibida de Jesucristo, sin miedo, pues quien no administra la herencia la tendría perdida ya de antemano (Maertens-Frisque).

2. La «marcha hacia la santidad», a la cual la Fe nos invita es presentada por san Pablo en dos terrenos concretos: -ayer vimos el problema de la sexualidad... y de la vida conyugal; -hoy Pablo nos recuerda la moral social: -"En cuanto al amor fraterno, no necesitáis que os escriba, ya que habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente". Lo repetimos nuevamente. Cuando Pablo escribe esta carta, no ha sido redactado totalmente ningún «evangelio». Pero es ya vivido y propagado en su autenticidad. El amor de los demás considerados como hermanos... Hasta el amor de los mismos enemigos. Esto será el núcleo, el corazón de los evangelios. Ya estamos oyendo aquí la parábola del «buen Samaritano»... la invitación del «Juicio universal» a dar de comer, vestir, visitar... el ejemplo de Jesús «lavando los pies a sus apóstoles como un servidor»... Señor, ayúdame a interiorizar tu doctrina.

-"Hermanos, os exhortamos a que sigáis progresando". ¡Progresar, hacer nuevos progresos! Nada más contrario a Dios que el «conservadurismo», la actitud que dice siempre «basta». En cambio Dios, nuestro Dios nos repite ¡«de nuevo»! Caminad hacia adelante (Noel Quesson). -"Proponeos firmemente vivir con tranquilidad... -Ocupaos de vuestros asuntos..." Es la paz, esa ciencia divina…

3. "Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo".

El Señor nos dará su paz, pues "brama el mar y cuanto encierra, el orbe y los que le habitan; los ríos baten palmas, a una los montes gritan de alegría, ante el rostro de Yahveh, pues viene a juzgar a la tierra; él juzgará al orbe con justicia, y a los pueblos con equidad".

Llucià Pou Sabaté

Sábado semana 21 de tiempo ordinario;año impar

Sábado de la semana 21 de tiempo ordinario; año impar

Al final de la vida, seremos juzgados en el amor, en cómo aprovechamos los dones que Dios nos da
«Es también como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad y se marchó. El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco. Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno, fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. Llegado el que había recibido los cinco talentos, presento otros cinco diciendo: Señor cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado también el que había recibido los dos talentos, dijo: Señor dos talentos me entregaste, he aquí otros dos que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado por fin el que había recibido un talento, dijo: Señor sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. Le respondió su amo, diciendo: Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido; por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así al venir yo, hubiera recibido lo mío junto con los intereses. Por tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez. Porque a todo el que tenga se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto al siervo inútil arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes.» (Mateo 25, 14-30)
1. Señor, nos hablas hoy de velar, esperar tu venida. En estas parábolas del final, nos muestras que vendrás como un "Ladrón" inesperado, como un "prometido" que introduce en su intimidad..., como un "dueño" que pide cuentas...:
-“Un hombre, al irse de viaje, llamo a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes”. Dios ha tenido confianza en nosotros al darnos "sus bienes". -“A uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno solo... El que recibió cinco, ganó otros cinco... El que recibió dos, ganó otros dos...” A cada uno se le pide "lo que puede y debe dar". Aquí lo fundamental es que hay una "nota" en el "concierto" que sólo yo puedo dar, y que Dios escucha. Hay "talentos" en el conjunto de la historia del cosmos que sólo yo puedo desarrollar y que Dios espera de mí. Soy irremplazable a los ojos de Dios. Todo ser humano es irremplazable a los ojos de Dios.
-“Al cabo de mucho tiempo volvió el dueño de aquellos empleados y se puso a saldar cuentas con ellos”. A Dios le agrada la gente activa, con inventiva, creadora. Tomar iniciativas. Poner en marcha nuevas empresas. Desarrollar la propia inteligencia, mejorar la salud. Ayudar a la promoción colectiva de los hombres. Estimular el crecimiento. Engendrar "desarrollo"...
El que tiene varios, los fructifica, pero el que tiene uno se ha quedado con la pobre seguridad de enterrarlo. Y tú, Señor, le dices: -“¡Empleado negligente y cobarde! Quitadle su talento... echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el apretar de dientes”.  El mismo final trágico que en la parábola de las "doncellas prudentes y necias". Ninguna parábola como la de los talentos, nos dice tan claramente, que cada ser humano construye su propio Juicio: el Juicio ya ha empezado... Es HOY (Noel Quesson).
«El tiempo es un don de Dios: es una interpelación del amor de Dios a nuestra libre y -si puede decirse- decisiva respuesta. Debemos ser avaros del tiempo, para emplearlo bien, con la intensidad en el obrar, amar y sufrir. Que no exista jamás para el cristiano el ocio, el aburrimiento. El descanso sí, cuando sea necesario, pero siempre con vistas a una vigilancia que sólo en el último día se abrirá a una luz sin ocaso» (Pablo VI).
«Me parece muy oportuno fijarnos en la conducta del que aceptó un talento: se comporta de un modo que en mi tierra se llama cuquería. Piensa, discurre con aquel cerebro de poca altura y decide: fue e hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
¿Qué ocupación escogerá después este hombre, si ha abandonado el instrumento de trabajo? Ha decidido irresponsablemente optar por la comodidad de devolver sólo lo que le entregaron. Se dedicará a matar los minutos, las horas, las jornadas, los meses, los años, ¡la vida!
¡Qué tristeza no sacar partido, auténtico rendimiento de todas las facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad!
«Mío, mío, mío...», piensan, dicen y hacen muchos. (...). No pierdas tu eficacia, aniquila en cambio tu egoísmo. ¿Tu vida para ti? Tu vida para Dios, para el bien de todos los hombres, por amor al Señor. ¡Desentierra ese talento! Hazlo productivo: y saborearás la alegría de que, en este negocio sobrenatural no importa que el resultado no sea en la tierra una maravilla que los hombres puedan admirar. Lo esencial es entregar todo lo que somos y poseemos, procurar que el talento rinda, y empeñarnos continuamente en producir buen fruto» (J. Escrivá, Amigos de Dios 45-47).
Nos dices, Jesús, que antes de ese final conocerán un levantamiento contra el Rey (tu Pasión) y el castigo ejemplar de la ciudad (la caída de Sión). Mientras, es el "tiempo de la Iglesia", que sigue a la caída de Jerusalén y hay una extraordinaria desproporción entre la tarea a llevar a cabo en este mundo y la recompensa prometida. El amo distribuye sus riquezas (es decir, los intereses del Reino) teniendo en cuenta las posibilidades de cada uno... aunque un solo talento constituía entonces una considerable fortuna. Sería un error interpretar esos "talentos" solamente como dones naturales a explotar. Se trata, principalmente, de los intereses del Reino, riquezas del Señor de las que cada cristiano deviene intendente, ya que el progreso del Reino sólo es posible con la colaboración de cada uno de sus componentes. La parábola descubre a los discípulos la obligación de hacer fructificar los bienes del Reino durante el tiempo que se les concede para tal menester, el tiempo de la Iglesia.
El siervo que había recibido un solo talento, rechazando mezquinamente toda clase de riesgos, se decide por escoger una seguridad totalmente falsa, ya que una riqueza muerta, sin invertir, se devalúa; y quien no multiplica lo que tiene, lo dilapida. Quien "entierra" su talento por miedo a perderlo, se entierra a si mismo y opta por la muerte. Este severa advertencia de Jesús a las autoridades religiosas de su tiempo conserva para nosotros toda su fuerza: no podemos dejar de participar en el mundo, con sus riesgos; atrevernos a poner en juego la herencia recibida de Jesucristo, sin miedo, pues quien no administra la herencia la tendría perdida ya de antemano (Maertens-Frisque).
2. La «marcha hacia la santidad», a la cual la Fe nos invita es presentada por san Pablo en dos terrenos concretos: -ayer vimos el problema de la sexualidad... y de la vida conyugal; -hoy Pablo nos recuerda la moral social: -“En cuanto al amor fraterno, no necesitáis que os escriba, ya que habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente”. Lo repetimos nuevamente. Cuando Pablo escribe esta carta, no ha sido redactado totalmente ningún «evangelio». Pero es ya vivido y propagado en su autenticidad. El amor de los demás considerados como hermanos... Hasta el amor de los mismos enemigos. Esto será el núcleo, el corazón de los evangelios. Ya estamos oyendo aquí la parábola del «buen Samaritano»... la invitación del «Juicio universal» a dar de comer, vestir, visitar... el ejemplo de Jesús «lavando los pies a sus apóstoles como un servidor»... Señor, ayúdame a interiorizar tu doctrina.
-“Hermanos, os exhortamos a que sigáis progresando”. ¡Progresar, hacer nuevos progresos! Nada más contrario a Dios que el «conservadurismo», la actitud que dice siempre «basta». En cambio Dios, nuestro Dios nos repite ¡«de nuevo»! Caminad hacia adelante (Noel Quesson). -“Proponeos firmemente vivir con tranquilidad... -Ocupaos de vuestros asuntos...” Es la paz, esa ciencia divina…
3. “Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo”.
El Señor nos dará su paz, pues “brama el mar y cuanto encierra, el orbe y los que le habitan; los ríos baten palmas, a una los montes gritan de alegría, ante el rostro de Yahveh, pues viene a juzgar a la tierra; él juzgará al orbe con justicia, y a los pueblos con equidad”.
Llucià Pou Sabaté