sábado, 1 de abril de 2017

Domingo semana 5 de Cuaresma; ciclo A

Domingo de la semana 5 de Cuaresma; ciclo A

Jesús abre los sepulcros de nuestro corazón y nos da la Vida
«Entonces María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle se postró a sus pies y le dijo: Señor; si hubieses estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se estremeció en su interior; se conmovió y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Le contestaron: Señor; ven y lo verás. Jesús comenzó a llorar Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Pero algunos de ellos dijeron: ¿Este, que abrió los ojos del ciego, no podía haber impedido que muriese? Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra. Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le dijo: Señor; ya hiede, pues lleva cuatro días. Le dijo Jesús: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Quitaron entonces la piedra. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la multitud que está alrededor; para que crean que Tú me enviaste. Y después de decir esto, gritó con frene voz: ¡Lázaro, sal afuera! Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y el rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle andar» (Juan 11,1-45). 
1.  "Enviáronle a decir las hermanas: Señor, el que tú amas, está enfermo." Quiero pedirte yo también, Señor, por todos los que agonizan, por los que mueren… "Lázaro, mi amigo, duerme, pero voy a despertarlo". El Señor acudirá cuando lo estime oportuno, como vemos en este episodio. Jesús conoce el desenlace y así lo hace saber a sus discípulos: “Lázaro ha muerto y me alegro por vosotros de no haber estado allí para que creáis. Siempre nos dice: “¡Que tengáis fe!” Y es que no debemos perder la paz o pensar que hay situaciones que no tienen remedio. El Señor conoce esas dificultades que encontramos en nuestra vida. No podemos estar amargados… estamos hechos para la vida, lo bello, lo justo, lo verdadero, lo amable... y Cristo ha venido al mundo para vencer al mundo (el mal, la mentira, la injusticia, la enfermedad y, por último, la muerte). Sólo en Cristo está la paz, porque sólo Él tiene palabras de vida eterna. Sin Jesucristo, sin ese poder que Él tiene de resurrección, esta vida carece de sentido. Con la certeza de que todo tiene un sentido, con esa fe que mueve a la caridad con el amor que Dios nos da, nos podemos llenar de paciencia, de comprensión, de fortaleza para aceptar las cosas y a las personas. Es la visión de ver las cosas como las ve Dios, y así con fe confiamos en un remedio para casos sin remedio: "por la fuerza de la cruz, el mundo  es juzgado como reo y el Crucificado exaltado como juez poderoso" (prefacio).
«Cristo lo es todo para nosotros. Si quieres curar tus heridas, Él es médico. Si la fiebre te abrasa, Él es la fuente de agua fresca. Si te oprime el peso de la culpa, Él es la justicia. Si necesitas ayuda, Él es la fuerza. Si temes la muerte, Él es la vida. Si deseas el cielo, Él es el camino. Si huyes de las tinieblas, Él es la luz. Si buscas comida, Él es el alimento. Buscad y ved cuán bueno es el Señor; dichoso el hombre que espera el Él» (San Ambrosio).
Lázaro se muere… es símbolo de Jesús, que se queda dos días en aquel lugar, a las puertas del tercer día, que significa resurrección, vida. Cristo ha venido para que «tengamos vida y la tengamos en abundancia» y la tengamos para siempre.
Marta va a recibir a Jesús. El diálogo con las hermanas es impresionante; primero ellas se quejan, cada una por su lado: “Señor si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Luego María repite casi exactamente las palabras de su hermana. ¡Si el Maestro estuviera aquí! Al recordar esos días de espera angustiosa y de sufrimiento rompe a llorar. Y Jesús que no puede dominar la tensión de este encuentro se conmovió también. "El Señor, al verla llorar... se conmovió en su interior..., se echó a llorar. Decían entonces los judíos: Mirad cómo le amaba». Le quería tanto, que su corazón rompe en lágrimas”.
Luego, Jesús: -“Yo soy la resurrección y la vida; el que me presta su adhesión, aunque muera, vivirá, pues todo el que vive y me presta adhesión, no morirá nunca. ¿Crees esto?" y sale de sus bocas aquella proclamación de la fe que también deseamos nosotros, fruto de nuestro diálogo esperanzador con el Señor en la oración, en camino hacia la Pascua. La divinidad y la humanidad del Señor de modo tan admirable unidos en esta escena tan viva… Y es, esa doble naturaleza divina y humana la que explica que su amor por nosotros logre remediar lo que para nosotros es irremediable: la muerte. “Jesús es tu amigo. El Amigo. Con corazón de carne, como el tuyo. Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... Y tanto como a Lázaro te quiere a ti” (S. Josemaría, Camino 422). 
La fe es vista como conversión, iluminación, comunión, y estos tres aspectos quedan destacados a través en estos tres domingos llamados de “escrutinios” para los que van a ser bautizados. Leímos hace dos semanas el pasaje de la samaritana (conversión); la semana pasada fue el ciego de nacimiento (iluminación); y hoy la resurrección de Lázaro (la vida  nueva en la comunión con el Señor).
«Nunca te desesperes. Muerto y corrompido estaba Lázaro: -hiede, porque hace cuatro días que está enterrado, dice Marta a Jesús. / Si oyes la inspiración de Dios y la Sigues -¡Lázaro, sal afuera!-, volverás a la Vida» (J. Escrivá, Camino.-719).
S. Agustín da un sentido espiritual a los milagros que Jesús hace con las tres resurrecciones del Evangelio. La hija del jefe de la Sinagoga estaba aún enferma y en camino a casa se anuncia su muerte: “La niña ha muerto, ¿por qué molestas todavía al maestro?” Jesús prosiguió su camino y dijo al padre de la joven: “No temas, cree solamente”. Cuando llegó a casa lo encontró todo dispuesto para los funerales. “No lloréis, les dijo; la joven no está muerta, sino que duerme”. “Y dijo la verdad: dormía, pero sólo para quien tenía el poder de resucitarla”. Se hallaba muerta dentro de casa. “Hay personas que han pecado ya en su corazón, pero el pecado aún no se ha hecho realidad exterior. Un tal se sintió afectado por cierto deseo”. Y ya se puede pecar en el corazón. Y Jesús nos salva: “resucita el muerto en la casa y revive el corazón en lo secreto de la conciencia. Esta resurrección del alma muerta se produjo en el secreto de la conciencia; caso idéntico a aquel que resucitó dentro de su casa”.
También resucitó a un joven, hijo de una viuda... sacaban al muerto de la casa cuando Jesús pasa y dice: “Joven, yo te lo ordeno, levántate” (Lc 7,14). Resucitó el difunto, comenzó a hablar y se lo entregó a su madre. El joven ya no estaba en casa. Son los “que, después de haber consentido pasan a la acción; es el caso paralelo a quienes sacan fuera al muerto, para que aparezca a las claras lo que permanecía oculto. ¿Han de perder la esperanza éstos que pasaron a la acción? ¿No se le dijo a aquel joven: “Yo te lo ordeno, levántate”? (Lc 7,14). ¿No fue devuelto a su madre? Luego así también quien pecó de hecho, si amonestado y afectado por la palabra de la verdad se levanta ante la palabra de Cristo, resucita también. Pudo avanzar en el pecado, pero no perecer para siempre”.
Resucitó igualmente a Lázaro, pero del sepulcro. A los discípulos con quienes hablaba, que sabían que Lázaro, amado con predilección por el Señor, estaba enfermo, les dice: “Lázaro, nuestro amigo, duerme”. Pensando en el sueño reparador de la salud, le responden: “Señor, si duerme, está curado”. Y él, de forma ya más clara: “Nuestro amigo Lázaro ha muerto”. Dijo la verdad una y otra vez: para vosotros está muerto, más para mí duerme. Fue resucitado estando en el sepulcro. “Quienes a fuerza de obrar mal se enredan en la mala costumbre de forma que esa misma mala costumbre no les deja ver el mal, se convierten en defensores de sus malas acciones” y no hacen caso de quienes les advierten: “están como sepultados. Pero, ¿qué he de decir, hermanos? De tal forma sepultados que se les podría aplicar lo que se dijo de Lázaro: “Ya hiede”. La piedra colocada sobre el sepulcro es la fuerza oprimente de la costumbre que aprisiona al alma y no la permite ni levantarse ni respirar”.
El alma llega a ese estado como en cuatro etapas. “La primera consiste en la seducción del placer en el corazón. La segunda en el consentimiento. La tercera es ya la realización y la cuarta la costumbre. Hay quienes rechazan tan radicalmente con sus mismos pensamientos las cosas ilícitas que ni siquiera se deleitan en ellas. Hay quienes se deleitan, pero no consienten; habría que decir que la muerte no es plena, pero que en cierto modo se ha iniciado ya. Si el consentimiento sigue a la delectación, ahí está la condenación. Tras el consentimiento se procede al hecho y el hecho conduce a la costumbre, provocando una cierta pérdida de esperanza, por lo cual se dice: Lleva cuatro días, ya hiede”. "Si nos ve fríos, desganados, quizá con la rigidez de una vida interior que se extingue, su llanto será para nosotros vida: ‘Yo te lo mando, amigo mío, levántate y anda’ (Lc 5,24), sal fuera de esa vida estrecha, que no es vida" (s. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa  93).
Lázaro también puede verse como símbolo de la destrucción del destino inexorable y de la fatalidad, no somos un ser para la muerte, pues Jesús es la resurrección y la vida. ¡Qué fantástico sería si a la pregunta "¿Crees esto?", respondiéramos como Marta: "¡Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo!".
2. Ezequiel ha tenido la visión de unos huesos secos e informes que toman carne, se organizan y reviven. El ruah-viento-espíritu, soplo animador por los cuatro costados, es vida por doquier. Huesos y espíritu, muerte y vida es el eje central de la visión, de la parábola y de la teología de este pasaje. "¿Podrán revivir esos huesos?"; el profeta se limita a responder: "Tú lo sabes, Señor". Y aquellos cadáveres "revivieron, se pusieron en pie". "Huesos calcinados", es decir "esperanzas desvanecidas”; pensamientos negativos del tipo “estamos perdidos", corroen la raíz de la existencia… ante estos sepulcros la infusión "de mi espíritu en vosotros" les dará ser vivos-divinos, personas libres (Edic Marova). Jesús derrota la muerte y nos resucita… aquí está profetizado. Y el salmo de hoy expresa bien ese renacer: “Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz… Mi alma espera en el Señor… porque del Señor viene la misericordia… él redimirá a Israel”.
3. "El hombre que está en la carne" es el que padece la opresión del pecado y siente sus consecuencias: ha perdido su armonía interior. "El hombre que está en el espíritu" es el hombre que ha sido salvado por Cristo y ha recibido el espíritu de Dios que da la vida: “Si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros”: si amamos la justicia y mantenemos la integridad de la fe católica”.
            Llucià Pou Sabaté
San Francisco de Paula, ermitaño

Nació en un pueblecito llamado Paula, en Italia, en 1416. Cuando tenía unos pocos años se enfermó gravemente de los ojos. Se encomendó junto con sus padres a San Francisco y este santo le obtuvo de Dios la curación. En acción de gracias se fue a los 14 años en peregrinación a Asís, y allá recibió la inspiración de convertirse en ermitaño, dedicado a rezar y a hacer penitencia.
Se retiró a la montaña, y ahí permaneció durante cinco años, rezando, meditando y alimentándose solamente de agua y de yerbas silvestres y durmiendo sobre el duro suelo, teniendo por almohada una piedra. Pronto, varios hombres siguieron su ejemplo. Francisco tuvo que fundar varias casas para sus religiosos y, en todos sus conventos puso una consigna o ley que había que cumplir siempre. Decía así: "Cuaresma perpetua". Esto quiere decir que en la alimentación se debían hacer las mortificaciones que antiguamente se hacían en cuaresma con el fin de fortificar la voluntad.
Miles de hombres decidieron abandonar la vida pecaminosa del mundo e irse a la Comunidad religiosa fundada por San Francisco de Paula. Así como San Francisco de Asís les había puesto a sus religiosos el nombre de "hermanos menores", San Francisco de Paula les puso a los que pertenecían a su comunidad el nombre de "hermanos Mínimos". El Divino Espíritu le concedió a San Francisco de Paula el don de hacer milagros, de hacer curaciones, y el don de profecía.
El Papa Pablo VI dijo en 1977 que San Francisco de Paula es un verdadero modelo para los que tienen que llamarles la atención a los gobernantes que abusan de su poder y que malgastan en gastos innecesarios el dinero que deberían emplear en favor de los pobres. Por muchos años nuestro santo recorrió ciudades y pueblos llevando los mensajes de Dios a las gentes. Y en aquellos tiempos (como ahora) había alcaldes, gobernadores, ministros y hasta jefes de Estado que abusaban de su poder y gastaban los dineros públicos para enriquecerse o para hacer gastos inútiles y conseguir lujos, en vez de socorrer a los necesitados. A ellos les iba recordando San Francisco que a cada uno le dirá Cristo en el día del juicio aquellas palabras que dijo en el Evangelio: "Dame cuenta de tu administración" .
También les recordaba esta frase del Apocalipsis: "He aquí que tengo y traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus obras". Todo esto hacía pensar muy seriamente a muchos gobernantes y los llevaba a corregir los modos equivocados de proceder que habían tenido en el pasado.
El santo logró convertir a Luis XI antes de su muerte. Este quedó tan agradecido que nombró a Francisco de Paula como director espiritual de su hijo, el futuro Carlos VIII, rey de Francia.
Murió el Santo, 2 de abril de 1507. El pueblo empezó inmediatamente a proclamarlo como santo y los milagros empezaron a sucederse.
Doce años después de su muerte, fue proclamado santo por el Sumo Pontífice León X , en 1519.

viernes, 31 de marzo de 2017

Sábado semana 4 de Cuaresma

Sábado de la semana 4 de Cuaresma

Jesús, el justo que sufre injustamente, y así nos salva
Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta". Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?". Y por causa de Él, se produjo una división entre la gente. Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él. Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: "¿Por qué no lo trajeron?". Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre". Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar? ¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en Él? En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita". Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo: "¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?". Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta". Y cada uno regresó a su casa” (Juan 7,40-53).
1. Jesús, ahora en cuanto a su origen, provoca discusiones y postura diversas. Se ignora lo más profundo de su personalidad: su origen divino. Jesús es presentado hoy como el nuevo Jeremías. También él es perseguido, condenado a muerte por los que se escandalizan de su mensaje. Será también «como cordero manso llevado al matadero». Confía en Dios: si Jeremías pide «Señor, a ti me acojo», Jesús en la cruz grita: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Pero Jesús muestra una entereza y un estilo diferente. Jeremías pedía a Dios que le vengara de sus enemigos. Jesús muere pidiendo a Dios que perdone a sus verdugos (J. Aldazábal). «Que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, Señor» (oración).
También el cristiano está llamado a encarnar esos sentimientos redentores de Jesús: “Se necesitan –dice Juan Pablo II- heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios. Para esto se necesitan nuevos santos. Los grandes evangelizadores de Europa han sido los santos. Debemos suplicar al Señor que aumente el espíritu de santidad de la Iglesia y nos mande nuevos santos para evangelizar el mundo de hoy.”
Ayer vimos alguna característica del cuerpo de Cristo. Pero ¿cómo es su alma? Conoció en su espíritu los pensamientos secretos de los hombres, gimió en su espíritu. La sensibilidad de su alma es de gran riqueza: momentos alegres o tristes, dulces o amargos, pero sucediese lo que sucediese, en el fondo de su alma reinaban siempre serenidad y alegría. Siempre en paz que se comunicaba a los demás. Nunca manifiesta duda. Nunca pierde la calma, ni cuando los endemoniados interrumpían sus discursos, ni cuando sus adversarios lo insultaban ni cuando intentaban poner sobre Él sus manos.
Su mente es apabullante. Su lucidez, única. Su predicación, diáfana, directa: sus parábolas, perlas de la literatura. Sus imágenes, vivas: el soplo misterioso del viento, la fuente de agua viva, el labrador que guía el arado…
Su fisonomía moral está dicha en dos palabras: será santo (Lc 1,35). Brillan en Él todas las virtudes: la paciencia, la caridad, la obediencia, la humildad, la fortaleza, la templanza, la justicia. Su espíritu de abnegación y sacrificio da luz a todas las virtudes: castidad, pobreza, obediencia. Inocente sin pecado, con autoridad en su enseñanza: Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios en verdad sin hacer acepción de personas (Mt 22,16).
Tenía amistad, se volcaba con los niñosAmó a los suyos hasta el extremo de dar la vida por ellos (Jn 13,1ss), cumpliendo aquello de: Nadie tiene mayor amor que quien da su vida por sus amigos (Jn 15,13). Ningún hombre obró como Él, ningún hombre habló como Él, ningún hombre amó como Él, ningún hombre sufrió como Él (Miguel Ángel Fuentes). Es como si Jesús nos dijera: “en vosotros mismos es donde me veréis, como ve un hombre su propio rostro en un espejo” (San Cipriano). «Siempre despiertos —como afirmaba Pascal— apoyándole en su agonía, hasta el final de los tiempos».
2. “Yo era como un manso cordero, llevado al matadero, sin saber que ellos urdían contra mí sus maquinaciones: "¡Destruyamos el árbol mientras tiene savia, arranquémoslo de la tierra de los vivientes, y que nadie se acuerde más de su nombre!"”. Jesús que, como un cordero, morirá para quitar el pecado del mundo. Es como un corderito inocente, pequeña víctima que no merece ser sacrificada. La liturgia del cordero pascual, que tomaban los israelitas en recuerdo de la salida de la esclavitud de Egipto, representa a Jesús, cuyo sacrificio es útil al pueblo entero.
“Señor de los ejércitos, que juzgas con justicia, que sondeas las entrañas y los corazones, ¡que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he confiado mi causa!” Todo hombre que sufre es una imagen de Cristo sufriente. Todo sufrimiento, sobre todo si es llevado conscientemente y ofrecido, colabora en la redención y contribuye a salvar el mundo en unión con Jesús. “Te ofrezco, Señor, en este día, mis propios sufrimientos... Te ofrezco también todo el peso de todos los sufrimientos de todos los hombres en el mundo. Ayúdales a descubrir, en lo posible, que su sufrimiento no está "perdido", sino que puede adquirir una misteriosa significación. Y que todo «viernes santo» conduce a la aurora de Pascua” (Noel Quesson). Un sacrificio agradable a Dios es el de la pureza de corazón. "Por defender su pureza, San Francisco de Asís se revolcó en la nieve, San Benito se arrojó a un zarzal , San Bernardo se zambulló en un estanque helado... Tú, ¿Qué has hecho?", escribía san Josemaría. Así huyeron de las ocasiones, y cortaron las tentaciones los santos. Tú, como ellos, tienes tentaciones. Madre mía, que como ellos sea fuerte para no ponerme en ocasión de pecado (no ver la tele solo, por ejemplo) y para cortar desde el principio las tentaciones. Cuando las tenga, rezará un bendita sea tu pureza, y, así contigo, seré más fuerte (José Pedro Manglano).
Comenta Benedicto XVI, en su Misa de inauguración de pontificado, que “era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho Él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor: “Yo soy el buen pastor [...]. Yo doy mi vida por las ovejas”, dice Jesús de sí mismo (Jn 10,14s.). No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor”, como quieren hacer los abusones, los prepotentes. “Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres”, que además juzgan... ¡Qué error compararse con los demás!
Sigue el Papa: “Una de las características fundamentales del pastor debe ser amar a los hombres que le han sido confiados, tal como ama Cristo, a cuyo servicio está. “Apacienta mis ovejas”, dice Cristo a Pedro, y también a mí, en este momento. Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la Palabra de Dios; el alimento de su presencia, que Él nos da en el Santísimo Sacramento. Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor. Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros”.
La confianza y la imagen emocionante del cordero manso, llevado al matadero que ha inspirado el canto del Siervo de Dios en Isaías (53,6-7) y le ha hecho símbolo de la Pasión del Cordero de Dios (Mt 26,63; Jn 1,29; Hch 8,32) es cantado por San Juan Crisóstomo: «La sangre derramada por Cristo reproduce en nosotros la imagen del rey: no permite que se malogre la nobleza del alma; riega el alma con profusión, y le inspira el amor a la virtud. Esta sangre hace huir a los demonios, atrae a los ángeles...; esta sangre ha lavado a todo el mundo y ha facilitado el camino del cielo». Y San León Magno: «Efectivamente, la encarnación del Verbo, lo mismo que la muerte y resurrección de Cristo, ha venido a ser la salvación de todos los fieles, y la sangre del único justo nos ha dado, a nosotros que la creemos derramada para la  reconciliación del mundo, lo que concedió a nuestros padres, que igualmente creyeron que sería derramada».
«Señor, Dios mío, A Ti me acojo, líbrame de mis enemigos y perseguidores y sálvame, que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio. Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí...Tú que sondeas las mentes y los corazones, Tú que eres un Dios justo, apoya al inocente”.
Llucià Pou Sabaté

jueves, 30 de marzo de 2017

Viernes semana 4 de Cuaresma

Viernes de la semana 4 de Cuaresma

Jesús va a Jerusalén y le matarán, cuando llegue su hora; es signo de contradicción, y también los cristianos sufrirán por la verdad. Buscamosel rostro de Jesús.
Después de esto, Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también Él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar? ¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es". Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de Él y es Él el que me envió". Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre Él, porque todavía no había llegado su hora” (Juan 7,1-2.10.25-30).
1. En la fiesta de las Tiendas o Tabernáculos, la fiesta del final de la cosecha, muy concurrida en Jerusalén, que duraba ocho días, vemos a Jesús que sufre. Se presenta como igual a Dios. A su alrededor, sólo se habla de matarle. Y Tú, Señor, sólo hablas de este amor que te colma. Francisco de Asís se paseaba por las calles quejumbroso: "el amor no es amado... el amor no es amado... el amor no es amado..." Ayúdanos, Señor, a vivir como Tú, en la intimidad del Padre. Da a todos los que sufren esa paz que era la tuya. Otorga a todos los que sienten la soledad, la gracia de ser reconfortados por la presencia del Padre.
-“Buscaban, pues, prenderle..., pero nadie le ponía las manos, porque aún no había llegado su hora”. El complot se va estrechando. La Pasión se acerca. ¡Es "tu hora"! Sin ningún miedo, ciertamente. Todo sucederá según los insondables designios del Padre, a la hora por Él fijada desde toda la eternidad. Tener plena y total confianza en Dios. Ponerse en sus manos, es el secreto de la paz (Noel Quesson).
¿Cómo era el rostro de Jesús? Fra Angélico decía: “quien quiera pintar a Cristo sólo tiene un procedimiento: vivir con Cristo”. Es lo que hizo S. Juan, de cuyo ambiente nacen estas palabras que leemos en su Evangelio. Hay muchas leyendas, desde san Lucas pintor, la Verónica, y otras por el estilo, que nos hablan de la santa Faz, cuya reliquia más importante es la de Turín. Pero también es cierto que “Cristo graba su rostro en el alma de aquellos que le buscan y le aman” (Fray Justo Pérez de Urbel). San Policarpo, uno de los primeros Padres, discípulo de san Juan, ya nos dice: “la imagen carnal de Jesús nos es desconocida”. Y san Agustín, en el siglo IV: “ignoramos por completo cómo era su rostro”. Se puede decir que los iconos bizantinos, de gran belleza en mostrar un hombre de armonía y equilibrio perfectos, de paz y bondad, es imagen que coincide con la sábana santa de Turín (una persona alta, de 1.75-1.80 metros, unos 75-80 kilos, etc.). La reciente película de "El hombre que hacía milagros", de plastilina, lograba caracterizar a Jesús muy bien, pues cuando le ponemos un rostro no nos resulta cómodo. Nos es velado el rostro de Jesús, y la búsqueda no puede cesar, pues no tenemos retrato de la figura más influyente es Jesús de Nazaret. Juan Pablo II nos invitaba a fijar la mirada en el rostro de Cristo crucificado y hacer de su Evangelio la regla cotidiana de vida. Hay una cierta "experiencia de Dios", un "laboratorio" en el que descubrimos, aun dentro del ambiente secularizado que nos rodea, el rostro de Jesús. Sólo podemos saber cómo era Jesucristo por lo que nos dicen los Evangelios. Para muchos los libros santos son en esto muy parcos. Por el contrario, hay en ellos mucho más sobre la realidad humana de Nuestro Salvador de cuanto parece a primera vista. Y cuanto nos dicen los Sacros Biógrafos nos trazan una figura que para unos causa sorpresa, para otros fascinación y para todos admiración y, en cierto sentido, desconcierto.
Por los relatos evangélicos podemos vislumbrar que Jesús tenía una constitución física singularmente perfecta. La incesante actividad durante su vida pública, sus incontables privaciones, su predicación de todos los días, los períodos enteros que pasaba sin reposo, etc., exigían un gasto considerable de fuerzas físicas y, por lo tanto, un cuerpo sano y robusto. Nunca dan a entender, ni siquiera permiten sospechar, sus evangelistas que padeciera enfermedad alguna. Sin embargo, sí afirman que conoció el hambre, la sed, la necesidad del sueño, la fatiga tras el largo caminar, estuvo sujeto a la muerte y su vista anticipada le causó viva repugnancia.
En noticias incidentales, los evangelistas nos recuerdan algunas de sus actitudes y gestos. Nos dicen que a veces hablaba a las muchedumbres de pie, otras sentado y a veces –cuando comía– se reclinaba en un diván, según costumbre de entonces. Solía rezar de rodillas o postrado totalmente en tierra. Los gestos más frecuentemente descritos por los evangelistas son los de sus manos, que parten los panes para distribuirlos, que toman el cáliz consagrado y lo pasan a sus discípulos, que abrazan y bendicen a los pequeñuelos, que toca a los enfermos (incluso a los leprosos) para curarlos, que alza a los muertos, que azota a los vendedores del Templo y vuelca las mesas de los cambistas de monedas, que lava los pies de los apóstoles A veces nos hablan de los movimientos de todo su cuerpo, como cuando se inclina a levantar a Pedro que se hunde en las aguas, cuando se agacha a escribir con su dedo en el suelo frente a los acusadores de la mujer adúltera, cuando vuelve la espalda a alguno de sus interlocutores para demostrar su descontento. El más conmovedor de todos es el que hace en la cruz, cuando, inclinando su cabeza expiró.
Los evangelistas también nos han guardado algunos gestos de los ojos de Jesús que exteriorizaban sus sentimientos íntimos. A Pedro, cuando lo vio por vez primera, lo miró de hito en hito, es decir, fijó su vista en él como para leer hasta el fondo de su alma; más profundamente lo miró la noche de un jueves para mover su corazón después de sus negaciones. Con particular ternura miró al joven rico. A veces gustaba mirar a sus seguidores con la mirada que usan los grandes oradores al comenzar a predicar, como abarcando todo el auditorio. En sus ojos no sólo brillaba la dulzura, sino también en oportunidades podía verse el resplandor de una santa cólera. Con ellos lloró sobre Jerusalén y también miró con tristeza por última vez los atrios del Templo antes de partir para su muerte.
¿Cómo era su voz? Siervo de Dios, no grita, sino que era firme y severa su voz cuando tenía que dirigir un reproche o dar una orden cuyo cumplimiento exigía con especial empeño. Terrible para pronunciar un anatema; alegre o triste o tierna según las muchas circunstancias de su vida.
Su aspecto y apariencia externa no lo conocemos, pero podemos pensar acertadamente que tendría el “tipo” de su pueblo. Santo Tomás comentando el Salmo 44 dice simplemente: “tuvo en sumo grado aquella belleza que correspondía a su estado, la reverencia y la gracia del aspecto; de tal modo que lo divino irradiaba de su rostro”. Unamuno lo describe cifrándolo en dos versos: “Tu cuerpo de hombre con blancura de hostia / para los hombres es el evangelio” (Miguel Ángel Fuentes).
2. Los que quieren ser santos resultan incómodos en medio de una sociedad no creyente, y por tanto hay que eliminarlos. «Nos resulta incómodo, se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados... es un reproche para nuestras ideas... lleva una vida distinta de los demás». La decisión es: «lo condenaremos a muerte ignominiosa». Las fuerzas del mal, encarnadas en los impíos, quieren ahogar la fuerza de Dios que se manifiesta en la vida de los justos; es lo que les pasaba cuando se escribió ese libro, que los judíos fieles de Alejandría son perseguidos y despreciados por los judíos renegados y por los paganos, pero tiene un sentido profético y es que todo esto habla de Cristo: se anuncia su pasión (Misa dominical). El Mesías rodeado de odio..., acorralado. Dirán: "Si eres hijo de Dios... baja de la cruz". «¡Deja! Veamos si Elías viene a salvarle.» No puedo meditar sobre esto quedándome «ajeno» (Noel Quesson). Hemos de implicarnos en hacer ese camino de cuaresma, como recordaba san Agustín: "Si dices "ya basta", estás perdido. Aumenta siempre, progresa siempre, avanza siempre, no te pares en el camino, no vuelvas atrás, no te desvíes..." aunque nos digan lo que van contra el justo: “porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida. Él se gloría de poseer el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. Es un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su sola presencia nos resulta insoportable, porque lleva una vida distinta de los demás y va por caminos muy diferentes. Nos considera como algo viciado y se aparta de nuestros caminos como de las inmundicias. Él proclama dichosa la suerte final de los justos y se jacta de tener por padre a Dios”.
3. Dios, como repite el salmo, «está cerca de los atribulados... el Señor se enfrenta con los malhechores... aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor». Nos mueve a confiar en Dios. Confiar en Él aun en los momentos más difíciles: “Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos. Él cuida todos sus huesos, no se quebrará ni uno solo”. Cuando Jesús sufra la Cruz, se cumplirá este salmo: no se romperán sus huesos como a los ladrones, sino que una lanza traspasará su pecho, cuando su alma ya estaba salvando los que le esperaban en el limbo de los justos.
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 29 de marzo de 2017

Jueves semana r4 ded Cuaresma

Jueves de la semana 4 de Cuaresma

Mirar a Cristo es encontrarse a Dios Padre, conocerle, sentir su amor y su perdón
 “«Si yo diera testimonio de mí mismo,  mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No  es que yo busque testimonio de un hombre,  sino que digo esto para que os salvéis. El era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz.Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz,  ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés,  en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?»” (Juan 5,31-47).
1. Jesús sigue hablando de su unión con el Padre. ¿Cómo va nuestra presencia de Dios? La madre que tiene el pequeño en la cuna, trabaja arreglando las cosas de la casa; plancha, limpia..., pero siempre está pendiente del hijo. Esta madre tiene presencia del hijo, no lo pierde de vista. Lo mismo que esa madre podemos hacer nosotros con el Señor. Mientras estudiamos, mientras hacemos deporte, cuando estamos en clase, cuando vamos por la calle, a la hora de comer, al meternos en la cama, y en todas las circunstancias en que nos podamos encontrar, son situaciones en las que si nos empeñamos podemos hablar con el Señor, decirle una jaculatoria, pedirle ayuda, etc...
Podemos repetir durante el día unas palabras que hagan de oración corta (jaculatoria, como flecha encendida) para dirigir al Señor, como: ¡Jesús te amo!, ¡Señor, perdóname porque soy un pecador! Al ver un crucifijo, visitar sagrarios cuando pasas cerca de una iglesia, al hacer un sacrificio, cuando te vienen a la cabeza excusas para no mortificarte, cuando ves que actúas con la ley del gusto. Puedes hacer un poco de examen para ver cómo vas en eso. Señor, yo quiero acordarme y decirte muchas jaculatorias durante el día; recuérdamelo Tú. Y tú, ángel de mi guarda (José Pedro Manglano).
Jesús, nos dices que Juan Bautista “era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz”. Juan hablaba de ti, era testimonio que te señalaba como Cordero de Dios. “Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí”. Jesús, estás para cumplir la Pasión, la gran obra, después de tantos milagros y obras buenas, ahora harás tu sacrificio por nosotros y por nuestra salvación. Serás el nuevo Moisés, que se sacrifica hasta el final por la humanidad, por nosotros pecadores.
Hoy vemos que aceptarte a ti, Jesús, es tener parte en tu vida, para sentir como Tú la urgencia de la evangelización de nuestros hermanos de todo el mundo: "Padre, he venido a este mundo para glorificar tu nombre. He llevado a término tu obra; glorifícame". Hemos visto estos días cómo Tú eres la Luz que ilumina, da vida, refleja un Dios que es amor, que resucita y salva. En la cruz, como Enviado serás objeto de burla. Pues he aquí "la obra" que autentifica tu misión: una vida entregada hasta el final. La cruz derriba los pedestales de los falsos dioses. Los dioses de los justos, de los ricos, de los satisfechos; los dioses cuyas gracias se compran y cuyos favores hay que ganarse...; esos dioses sólo sirven para ser derribados, pues no son más que becerros de oro de pacotilla, imágenes deformadas de quienes las han fabricado. Dios tendrá para siempre el rostro de un crucificado, expulsado fuera de las murallas de la ciudad, ridiculizado, injustamente condenado.
"El Padre que me ha enviado es el que da testimonio de mí". En el desierto, los hombres se habían unido a dioses conformes a sus deseos. También en el desierto, Moisés erigió otra señal, un bastón coronado por una serpiente de bronce. Señal desconcertante e irrisoria. Sin embargo, dice la Escritura que los que la miraban eran salvados. Dios, por su parte, ha erigido en el universo la única señal en la que se reconoce: una cruz plantada en el corazón del mundo. Los que la miran quedan salvados (Sal Terrae).
Te pedimos, Señor, que tu Palabra habite más en nosotros; "hacer habitar la Palabra" en nosotros al fijar la mente, la imaginación en una escena evangélica... Repetir, interiorizar una frase, dejar que fluya nuestra vida al compás de esos sentimientos, para iluminar esos hechos con el amor de Dios, considerar que Dios es amor y sacaremos bien de aquellas circunstancias de nuestra vida, nos ayudará a amar más. “Te lo ruego, Señor. Ayúdame a amarte. Haz que yo sea "amor" de pies a cabeza, para que pueda revelar algo de ti”. Ante tanto ídolo, “uno se queda dando vueltas, siempre en lo humano, no hay modo de salir del cielo desesperante "producción-consumo"... producir para destruir... Haría falta que el hombre levantase un poco la cabeza y valorase en sí mismo sus aspiraciones al infinito, al absoluto... Encontrar a Dios. Escuchar a Dios. Contemplar a Dios” (Noel Quesson), buscar su rostro, como decimos en la antífona de entrada: «Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro» (Sal 104,3-4). Como pedimos en la Colecta: «Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar bien dispuestos a las fiestas de Pascua». San Gregorio Magno ensalza la misericordia divina: «¡Qué grande es la misericordia de nuestro Creador! No somos ni siquiera siervos dignos, pero Él nos llama amigos. ¡Qué grande es la dignidad del hombre que es amigo de Dios!» (Homilía 27 sobre los Evangelios). «La suprema misericordia no nos abandona, ni siquiera cuando la abandonamos» (Homilía 36 sobre los Evangelios).
2. “En aquellos días dijo el Señor a Moisés: Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo... Se han desviado del camino que yo les había señalado, y se han hecho un toro de metal, y se postran ante él, y le ofrecen sacrificios... Veo que es un pueblo de dura cerviz...” Qué tontería, adorar ídolos, cosas que no son Dios… como se adora el dinero y la fama, el éxito y el poder… “Jesús, está claro que no puedo amarte si primero no creo. La fe es muy importante, porque es el paso previo a la caridad, al amor. Por eso, he de fomentarla y cuidarla; no puedo jugar con la fe, ponerla en peligro. En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte” (San Agustín). En “El Señor de los Anillos” un protagonista, Gollum, tiene en su poder “el anillo” que da poderes, pero quien se lo pone corre un gran peligro, pues queda por él dominado. No es fácil sustraerse a esos poderes y a ese dominio, pues la codicia lleva a ponerse el anillo, hay una especial atracción en ello. Es entonces cuando el hombre, imagen de Dios, que es libre, se rebaja hasta convertirse en esclavo de los demás.
Moisés en solidaridad con sus hermanos, rezando por los pecadores, es imagen de Jesús, que intercede por todos los pecadores... Cuaresma es un tiempo en el que la plegaria de los fieles tiene una oración específica por los pecadores, pues nosotros también nos identificamos con Jesús en este punto. En la Postcomunión pedimos: «Que esta comunión, Señor, nos purifique de todas nuestras culpas, para que se gocen en la plenitud de tu auxilio quienes están agobiados por el peso de su conciencia». ¿Cómo va el espíritu de reparación? ¿Desagravio a Dios por los que veo que se portan mal? ¿Intento ayudar a los demás, a salir de las esclavitudes en las que se encuentran? “Te ruego, Señor, en nombre de todos los hombres pecadores. Yo soy uno de ellos, me conozco. Sé también muy bien que muchos están como pegados, ligados a sus hábitos de injusticia, de egoísmo, de impureza, de orgullo, de desprecio, de violencia... ¡nuestros ídolos! y Tú, Señor, quieres liberarnos de todo esto, darnos la auténtica libertad: ¡de tal manera quieres el bien de la humanidad! Sé que Tú perdonas. Que esperas nuestras intercesiones, nuestras plegarias. Ten piedad de nosotros” (Noel Quesson).
El diálogo entre Yahvé y Moisés es entrañable. Después del pecado del pueblo, que se ha hecho un becerro de oro y le adora como si fuera su dios (pecado que describe muy bien el salmo de hoy), Yahvé habla a Moisés, que intercede ante Dios en defensa de su pueblo. Es una llamada a hacer oración, a que nosotros también hablemos con Dios, como Moisés, que es imagen de Jesús, el único que conoce al Padre, que habla cara a cara con Él.
3. «En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición; cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba. Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en el país de Cam, portentos en el Mar Rojo. Dios hablaba de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a Él, para apartar su cólera del exterminio. Acuérdate de nosotros por amor a tu pueblo».
Llucià Pou Sabaté

Miércoles semana 4 de Cuaresma

Miércoles de la semana 4 de Cuaresma

Dios, Señor de la historia, en Jesús nos muestra su misericordia, y nos da la Vida
«En verdad, en verdad os digo que el que oye mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna, y no viene a juicio sino que pasa de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en la que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán, pues como el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado al Hijo tener vida en sí mismo. Y le dio poder de juzgar; ya que es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto porque viene la hora en la que todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida; y los que practicaron el mal, para la resurrección del juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo: según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió.» (Juan 5,17-30).
1. El evangelio anuncia las maravillas de "vida" que marcan el Reino inaugurado: el Hijo da la vida a los muertos. "Jesús les dijo: Mi padre sigue trabajando y yo también trabajo". De la manera que lo decía, se veía que así como Dios tenía el “taller del mundo” abierto para ir haciendo el bien también en sábado, Jesús tenía que cumplir la misión de salvador. "Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo violaba el sábado sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios". ¿Los judíos son fanáticos? Ven en peligro su ley, la Torá. Si Jesús es Dios, tiene el poder y el título para tratar la Torá como Él lo hace.
Luego Jesús va explicando que él y el Padre son una cosa, y de cómo están en sintonía perfecta, incluso en resucitar muertos, y luego dice algo sorprendente: "Os lo aseguro; quien escucha mi palabra y cree al que me envió, posee la vida eterna y no será condenado, porque ha pasado ya de la muerte a la vida", o sea que el que cree ya vive como en el cielo, y el que no cree es "vivir sin Dios y sin esperanza en el mundo" (Ef 2,12). «Cada hombre, después de morir; recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre». (Catecismo, 1022). Para ayudar a la libertad de los que nos rodean, procuremos mostrarles la verdad, Jesús, Vida auténtica. Jesús continúa pasando en el mundo en ti, en mí, en los santos.
Huellas en la nieve. En Logroño; un diciembre especialmente frío; la ciudad cubierta de nieve. San Josemaría tiene unos 14 años y va camino del colegio. De pronto, algo llama poderosamente su atención: -Pero... ¿qué es eso? ¡Son huellas de pies descalzos que se alejan! ¿A quién pertenecerán?
A cierta distancia descubre un religioso carmelita descalzo que se dirige a su convento, situado en las afueras de la ciudad.
"¡Son suyas!, se dice Josemaría, ¡Pobre sacerdote! ¡Cuánto frío estará pasando!"
Este hecho le remueve el corazón.
"Si ese carmelita es capaz de sacrificarse así por amor a Dios, ¿qué es lo que yo debo hacer por Él?
Nadie se da cuenta, pero a "partir de ese momento, siente grandes deseos de acercarse a Dios. Comienza a oír la Santa Misa y a comulgar a diario; a confesarse más a menudo; a ofrecer todos los días sacrificios por amor a Dios y a los demás."
Señor, y yo ¿qué deberé hacer por Ti? Continúa hablándole a Dios con tus palabras.
2.  Nos dice por el profeta: “Así habla el Señor: En el tiempo favorable, yo te respondí, en el día de la salvación, te socorrí. Yo te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, para restaurar el país”. El amor de Dios es maternal. Sabemos que el conjunto de la población judía, entre los años 587 al 538 antes de Jesucristo, fue deportada a Babilonia, lejos de su patria. Esa experiencia trágica fue objeto de numerosas reflexiones. Los profetas vieron en ella el símbolo del destino de la humanidad: somos, también nosotros, unos cautivos... el pecado es una especie de esclavitud... esperamos nuestra liberación. Es momento para detenerme, una vez más, en la experiencia de mis limitaciones, mis cadenas, mis constricciones, no para estar dándole vueltas y machacando inútilmente, sino para poder escuchar de veras el anuncio de mi liberación.
-“Yo te formé, para levantar el país..., para decir a los presos: «Salid». No tendrán más hambre ni sed, ni les dañará el bochorno ni el sol”. Anuncios del Reino de Dios «en el que no habrá llanto, ni grito, ni sufrimiento, ni muerte», como pedimos en el padrenuestro: ¡Señor! venga a nosotros tu Reino. Con la resurrección de Jesús, se repitió esas mismas promesas: "llega la hora en que muchos se levantarán de sus tumbas...".
-“¡Aclamad cielos y exulta tierra! Prorrumpan los montes en gritos de alegría. Pues el Señor consuela a su pueblo, y de sus pobres se compadece”. ¿Cómo puedo yo estar en ese plan? En medio de todas mis pruebas, ¿cómo vivir en ese clima? Y en el contexto del mundo, tan frecuentemente trágico, ¿cómo permanecer alegre, sin dejarse envenenar por el ambiente de derrota y de morosidad? Comprometerme, en lo que está de mi parte, a que crezca la alegría del mundo. Dar «una» alegría a alguien... a muchos.
-“Sión decía: «El Señor me ha olvidado». ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque una llegase a olvidarlo, Yo, no te olvidaré. Palabra del Señor todopoderoso”. Hay que detenerse indefinidamente ante esas frases ardientes, que Jesús nos recordará, para darnos pistas de cómo entrar en el corazón de Dios, que nos ama con amor maternal. Dios no nos olvida nunca: gracias, Señor, porque Tú no me olvidas jamás (Noel Quesson).
Dios se ve también como pastor que guía su pueblo. Es la historia de salvación, porque Yahvé ha estado siempre presente. En la historia de Israel, como en la nuestra, podemos ver cosas que nos gustaría haber hecho mejor: pues tenemos una cosa que se llama “tiempo” y con la experiencia de ayer hacerlas bien a partir de ahora. Es lo que dice San Agustín: «La penitencia purifica el alma, eleva el pensamiento, somete la carne al espíritu, hace al corazón contrito y humillado, disipa las nebulosidades de la concupiscencia, apaga el fuego de las pasiones y enciende la verdadera luz de la castidad».
3. El salmo sigue con en este mensaje, central de hoy: «el Señor es clemente y misericordioso... el Señor es bueno con todos, es fiel a sus palabras, el Señor sostiene a los que van a caer». Con tal que sepamos acoger ese amor, como nos dirá Jesús: "el que escucha mi palabra tiene la vida eterna, no es juzgado, ha pasado de la muerte a la vida". La muerte ha sido vencida con su muerte, que conecta con lo que hemos leído: "los muertos oirán su voz...", los muertos espiritualmente son vivificados por la palabra de Jesús y dice la oración de hoy: «Señor, Dios nuestro, que concedes a los justos el premio de sus méritos, y a los pecadores que hacen penitencia les perdonas sus pecados, ten piedad de nosotros y danos, por la humilde confesión de nuestras culpas, tu paz y tu perdón». Esta idea sigue en la Comunión («Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él»: Jn 3,17) y en la Postcomunión: «No permitas, Señor, que estos sacramentos que hemos recibido sean causa de condenación para nosotros, pues los instituiste como auxilios de nuestra salvación»: “No tendrán hambre, ni sufrirán sed, el viento ardiente y el sol no los dañarán, porque el que se compadece de ellos los guiará y los llevará hasta las vertientes de agua. De todas mis montañas yo haré un camino y mis senderos serán nivelados... ¡Griten de alegría, cielos, regocíjate, tierra! ¡Montañas, prorrumpan en gritos de alegría, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de sus pobres!” Y que nadie diga: "El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí". Pues dice Dios: “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!”
Llucià Pou Sabaté

martes, 28 de marzo de 2017

Martes semana 4 de Cuaresma

Martes de la semana 4 de Cuaresma

Jesús es el agua que da vida; Él cura nuestra parálisis, y nos hace sentirnos responsables de la curación de los demás.
“Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina". En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla". El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado” (Juan 5,1-16).
1. El agua es signo del cielo alegrando la ciudad de Dios, y es tema del Evangelio del paralítico de la piscina de Betesda. “Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". Jesús pasó: "¿Quieres quedar sano?". Él trae la libertad: como dice hoy el profeta, la tierra es recreada; los árboles, cuyas hojas no conocen ya los efectos del hielo, dan nuevos frutos cada mes. Cuando Dios da el agua viva, el viejo mundo desaparece.... Nuestra vida reverdece cuando el Espíritu nos inunda. Hemos sido bautizados en la muerte y resurrección de Jesús y pertenecemos a una tierra liberada. Nos ha hecho atravesar el mar y nos ha sumergido en el río de la vida. Pertenecemos al mundo nuevo. En la noche de Pascua, Cristo enterrará nuestras obras estériles, y oiremos el grito de la victoria (Sal Terrae).
“El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes"”. Lleva 38 años de enfermedad, y nada… Jesús, te veo como nuevo Moisés, el hijo de Dios, el Dios que había de venir...  que haces nuevas las cosas, el agua será para curar, para el milagro, como el agua de Caná y la del pozo de Jacob; así como aquella agua de la piscina no podía curar al enfermo, la ley de Moisés no podía dar vida al pecador: sólo podía acusar. San Agustín propone un significado místico al numero: cuarenta es el número de los días de Cuaresma que nos traen la salud, cincuenta es el número de días ya de salud, que siguen a Pascua, hasta Pentecostés, la paga de los trabajadores en la viña, es la posesión de Dios. El pueblo está enfermo desde hace 38 años, le quedan dos cosas que le sanarán, dos mandamientos que la ley de Moisés le había ya escrito en el corazón, y cuyo alcance profundo consiguen con Cristo: "Amarás al Señor, tu Dios y al prójimo como a ti mismo".
El amor de Dios, hecho visible en la persona de Cristo, ha de apoderarse del corazón del hombre, enfermo por el pecado, a fin de inflamarlo y llevarlo por los caminos de la penitencia: "¡Levántate, toma tu camilla y anda!". Es decir: “¡Levántate, recorre el camino de la penitencia, el camino de la cruz, que lleva a Dios! Entonces serás curado, te verás sano, tendrás la vida eterna. Entonces habrás dado el primer paso para salir de tu enfermedad de treinta y ocho años, y al momento, de un salto, te vas a poner no sólo en la salud de la Cuaresma, sino también en la bendita Quincuagésima, el Pentecostés que sigue a Pascua. Entonces vas ya a marchar sano por la tierra de Dios, por la tierra de la verdadera vida, y tus apetitos desordenados, tus pasiones, a los que antes estabas atado como a un lecho, quedarán ahora dominados”. Cristo desciende del cielo y como nuevo Adán toma la “mochila” de nuestros pecados y la carga él. Remueve las aguas de nuestro corazón, nos da su gracia en el sacramento de la Reconciliación, fomenta en nosotros el deseo de perdón y el corazón para perdonar. Y nos anima a nosotros a llevar este amor y este perdón a otros, a hacer apostolado, a remover las aguas de otros corazones.
-“En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar”. Era un sábado, y los judíos comenzaron a molestarle porque “No te está permitido llevar tu camilla". Él les habla de que quien le curó se lo dijo, pero Jesús lo encontró en el templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". Entonces “el hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado”. Quien no quiere creer, todo lo ve mal. El apostolado puede ser mal entendido, puede crearnos dificultades llevar a los demás la luz divina, romper las cárceles de ese cumplimiento de creencias que a veces va contra la persona. Pero el Seños nos da su gracia para ser valientes, para proclamar la verdad que libera de todo mal, para todos los que estaban como el paralítico, “que llevaba 38 años enfermo" (para los antiguos, toda una vida, pues 40 fueron los años de los que vivieron en el desierto y no entraron en la tierra santa). Es el agua de hoy signo de la liberación de la multitud sometida a la ley. Así se explica la violenta reacción de los dirigentes, que, inmediatamente, pensarán en matarlo. Veamos por qué.
El sábado es uno de los elementos primordiales que mantienen unido al pueblo de Israel como tal. El ponerse Jesús en el centro, rompe esta estructura sacra y pone en peligro un elemento esencial para la cohesión del pueblo. Ahí está la falta de fe. Y de racionalidad. La reivindicación de Jesús comporta que la comunidad de los discípulos de Jesús es el nuevo Israel. Pero el «Israel eterno» vive la presencia de Yavhé en sábado. Jesús es Él mismo la nueva Torá y el Templo ahora será su persona. Queda sustituido el sábado por el domingo, día de la Resurrección, con una función social con descanso de ciertas actividades.
2. El profeta Ezequiel utiliza la imagen del torrente, símbolo de la vida que Dios da, corriente de agua milagrosa que mana del lado derecho del templo (el lugar de la presencia de Dios y el centro del culto que le es agradable), y todo lo inunda con su salud y fecundidad: “vi que el agua fluía por el costado derecho”. Dios ha hecho que brotase del costado de su Amado sangre y agua, río de vida que purifica todo cuanto penetra. Los santos Padres ven ahí las aguas bautismales, las que brotan del costado abierto de Jesús en la Cruz: “esto significa que nosotros bajamos al agua repletos de pecados e impureza y subimos cargados de frutos en nuestro corazón, llevando en nuestro espíritu el temor y la esperanza de Jesús” (Epístola de Bernabé). En san Juan este agua es el Espíritu que mana de Cristo glorificado, que mana del costado derecho de su cuerpo en la cruz.
Después de ver el río de agua, lo va midiendo y se va cubriendo de agua: “…Luego midió otros quinientos metros, y ya era un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido: era un agua donde había que nadar, un torrente intransitable”. El agua que da fertilidad a las aguas muertas simboliza Jesús y su Espíritu. El río recuerda el paraíso, recuerdo de añoranza, el paraíso inicial de la humanidad, regado por los cuatro brazos de agua, y, por otra, al futuro mesiánico, que será como un nuevo paraíso: «Quien tenga sed, que se acerque a mí y beba. Quien crea en mí, ríos de agua viva brotarán de su entraña» (Jn 7,37-38). En Él se ha cumplido esta profecía de Ezequiel; de Él nos viene la gran efusión del Espíritu que simbolizaba el agua. Únicamente de Él nos puede venir la fecundidad, la vida (J. Pedrós).
La abundancia es imagen del cielo: la cosecha significa que Dios reparte sus bienes… como un río que va creciendo, gracias que cada día irrumpen en abundancia sobre la humanidad... sobre mí... Sin cesar, Dios vierte la abundancia de su vida en mí. ¿Qué atención presto? ¿Cómo respondo a ese don?
-“¿Has visto, hijo de hombre? Mira, a la orilla del torrente, a ambos lados, había gran cantidad de árboles... toda clase de árboles frutales, cuyo follaje no se marchitará. Todos los meses producirán frutos nuevos”. Visión maravillosa: ¡haz que vea, Señor! Que vea el comenzar de nuevo del paraíso terrestre: ese desierto de Judá que al sur de Jerusalén se cubre «de árboles de la vida», que dan «doce» cosechas... ¡no habrá hambre!... Es un sueño que deseo se haga realidad, en los que sufren, en los que no tienen agua, ni frutos, en los que pasan toda su vida en la miseria. Realiza, Señor, tu promesa.
-Esta agua desemboca en el «Mar Muerto» cuyas aguas quedan saneadas... así como las tierras en las que penetra, y la vida aparece por dondequiera que pase el torrente”. Un «agua nueva» que tiene como un poder de resurrección: suscita seres vivos. Es un agua que da vida. Su signo actual es el bautismo, que da a nuestros corazones vida (Noel Quesson).
3. El Señor es nuestro refugio y fortaleza, una ayuda siempre pronta en los peligros. Por eso no tememos, aunque la tierra se conmueva y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar”… lo que dice el salmo se refiere a nuestra pequeña historia: «el correr de las acequias alegra la ciudad de Dios... teniendo a Dios en medio, no vacila». El agua salvadora de Dios es su palabra, su gracia, sus sacramentos, su Eucaristía, la ayuda de los hermanos, la oración. “Los canales del Río alegran la Ciudad de Dios… El Señor está en medio de ella… El Señor de los ejércitos está con nosotros”.
Llucià Pou Sabaté

domingo, 26 de marzo de 2017

Lunes semana 4 de Cuaresma

Lunes de la semana 4 de Cuaresma

Las lágrimas se volverán alegría, porque el Señor si tenemos fe hace maravillas, con su Palabra hace nuevas todas las cosas
Transcurridos los dos días, Jesús partió hacia Galilea. Él mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía a su hijo enfermo en Cafarnaúm. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: "Si no veis signos y prodigios, no creéis". El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea” (Juan 4,43-54).
1. Las lecturas cambian de orientación. Hasta ahora leíamos según una unidad temática, unas líneas-fuerza, con los tres evangelistas sinópticos y pasajes del Antiguo Testamento correspondientes. Ahora comenzamos hasta Pentecostés la lectura semicontinuada de San Juan. Nuestro camino de conversión hace ahora el camino de Jesús, con la creciente oposición de sus adversarios, que acabarán llevándole a la cruz.
En el evangelio de hoy, Jesús cura a un niño que estaba a punto de morir. Un funcionario le pidió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea. Lo mejor están siempre por llegar, el porvenir de la humanidad es "el gozo y la alegría". Tú lo has dicho. Enfermedades, pruebas, pecados... todo esto se acabará un día. El porvenir no está cerrado. ¡La creación de Dios triunfará! ¡Y que yo, contigo, trabaje en ella! Pero, da también, Señor, a todos los afligidos, ese consuelo. Que todos los que sufren sean reconfortados por la esperanza cierta de esa promesa de felicidad. Hiciste al hombre para la felicidad: ¡creo en la resurrección de la carne y en la vida perdurable! (Noel Quesson).
 “En este momento de mi propia vida, ¿qué "signos y prodigios" estoy tentado, humanamente, de pedir a Dios? Y es muy natural; y quizás hay que pedirlos... Pero, pensando siempre en la invitación de Jesús, que quiere purificar nuestra Fe.
-Vete, tu hijo vive. Creyó el hombre en la palabra que le dijo Jesús y se fue... San Juan subraya que el hombre creyó en la palabra, sin poderla verificar... Se fue. No tenía ninguna prueba. Tenía solamente "la Palabra" de Jesús. Ante todas tus promesas, Señor, nos encontramos en la misma situación. Ante tu promesa esencial: la vida eterna, la redención total y definitiva, la victoria del amor, la supresión de todo llanto y de todo sufrimiento, la resurrección, la vida dichosa junto a Dios en la claridad... ante toda esta promesa ¡hay que creer en tu palabra! En la Fe, en el salto de la Fe, en la confianza ilimitada de la Fe. "A quién iremos, Señor, Tú tienes palabras de vida eterna".
-“Reflexionó el padre, que le dejó la calentura a la hora misma que Jesús le dijo: "Tu hijo está bueno"; y así creyó él y toda su familia. Este fue el segundo milagro”. Este hijo curado entre tantos otros que no lo serán... hay tan pocos milagros... éste no es sino el segundo- atestigua que el Reino de Dios ha empezado. Dios, creador de los cielos nuevos, una tierra nueva y una humanidad nueva, una vida sin muerte, está actuando. Desde ahora, Señor, quiero creer. Fuerte en esta Fe, ¿cómo puedo cooperar a esta obra de Dios? ¿Cuál será mi forma de luchar contra el mal... y para la vida?” (Noel Quesson).
Signo mesiánico. Beneficio anunciado por Dios para «el final de los tiempos». Victoria de Dios sobre el mal. Realización de la profecía de Isaías. Otra cosa muy bonita es que  Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro. También nosotros podemos ayudar a distancia, como Jesús, con nuestra generosidad; al Tercer Mundo colaborando económicamente con nuestros misioneros o con entidades católicas que están allí trabajando; con los necesitados de nuestro pueblo o ciudad con instituciones como Cáritas. El Señor puede hacer milagros, también con nuestra ayuda: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para dar»” (san Agustín). Es preciso compatibilizar nuestra misión concreta, lo que nos toca, con la misión solidaria, ser parte de ese “todo” que somos “todos”.
Es preciso compatibilizar nuestra misión concreta, lo que nos toca, con la misión solidaria, ser parte de ese “todo” que somos “todos”, preocuparnos por ayudar a los que están lejos y tienen necesidad. Y pedir con la fe de este hombre, como la Madre Teresa de Calcuta contaba que se abandonaba en la providencia divina y encontraba visados en lugares comunistas como en 1980 en Berlín Oriental, gracias a la Virgen.
2. Dice Dios en el libro de Isaías: “Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva”. En la película “La Pasión” Jesús consuela a la Virgen diciéndole que en ese momento, con su sufrimiento, hace nuevas todas las cosas. “No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo”. Jesús ha comenzado ya la nueva creación, los «cielos nuevos y la tierra nueva»; tal comienzo no se detendrá. La historia humana sigue dominada, en gran parte, por el pecado, la corrupción y la muerte; pero algo va cambiando.
“Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos.” Con la muerte y resurrección de Jesús, lo anunciado aquí es realidad, como una vuelta al paraíso inicial: Dios quiere que el hombre y la sociedad vuelvan al estado primero de felicidad, equilibrio y armonía. Como en el Adviento. “La vuelta del destierro de Babilonia -que es lo que anuncia el profeta- se describe con tonos poéticos, un poco idílicos, de nueva creación en todos los sentidos: todo será alegría, fertilidad en los campos y felicidad en las personas” (J. Aldazábal): la convivencia del lobo y del cordero significa que el odio y la hostilidad deben dar paso al amor; la injusticia, al derecho. De hecho, los «cielos nuevos y la tierra nueva» consisten en una nueva relación con Dios y en una nueva justicia con los hombres. Esta existencia ha sido diseñada por el mismo Jesús. Quien sigue sus pasos es una nueva criatura: «El que está en Cristo es una nueva criatura; lo viejo ha pasado; mirad, existe algo nuevo» (2Cor 5,17). Significa el fin de la dependencia de poderes mágicos. Dios es autor de esta creación, y Jesús Señor de la historia. El profeta anuncia como una vuelta al paraíso inicial: ya nos gustaría, pero no podemos ser hyppies, la cosa no funciona, el estado primero de felicidad, equilibrio y armonía es más un paraíso interior, que nos lleva al cielo que anhelamos, y en la medida que podamos sembrar ese amor “porque el Reino de Dios está en medio de vosotros”. Dolor y alegría, penitencia y expansión, esperanza y resurrección...: «Si tenemos fija la mirada en las cosas de la eternidad, y estamos persuadidos de que todo lo de este mundo pasa y termina, viviremos siempre contentos y permaneceremos inquebrantables en nuestro entusiasmo hasta el fin. Ni nos abatirá el infortunio, ni nos llenará de soberbia la prosperidad, porque consideraremos ambas cosas como caducas y transitorias» (Casiano). «Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que nosotros lleguemos  a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza que ha de convertirse luego en posesión» (san Agustín).
3. Rezamos en el salmo: “Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste… Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. De este modo, al descenso «a la fosa» se le opone la salida «del abismo»; a su «cólera» que «dura un instante» le sustituye «su bondad de por vida»; al «lloro» del atardecer le sigue el «júbilo» de la mañana; al «luto» le sigue la «danza», al «sayal» luctuoso el «vestido de fiesta».
“Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre… si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría".  Es un canto a alegría de la liberación. Ciertamente, el peligro que ha quedado atrás es grave y todavía provoca escalofríos; el recuerdo del sufrimiento pasado es todavía claro y vivo; hace muy poco tiempo que se ha enjugado el llanto de los ojos. Pero ya ha salido la aurora del nuevo día; a la muerte le ha seguido la perspectiva de la vida que continúa”.
Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor". Tú convertiste mi lamento en júbilo, me quitaste el luto y me vestiste de fiesta, para que mi corazón te cante sin cesar. ¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!” La aspiración a la victoria se ha mantenido siempre a pesar de todo y se convirtió al final en una esperanza de resurrección. Es la satisfacción de que esta aspiración poderosa ha sido plenamente asegurada con la resurrección de Cristo, por la que nunca daremos suficientemente gracias a Dios”. A través de la revelación (libro de Daniel y Macabeos, Job y sapienciales, de forma más directa) se va preparando la esperanza cristiana y de redención.
Llucià Pou Sabaté

sábado, 25 de marzo de 2017

Domingo semana 4 de Cuaresma ; ciclo A

Domingo de la semana 4 de Cuaresma; ciclo A

Jesús es el buen pastor que nos lleva hacia la salvación; la luz que nos abre los ojos curándonos de nuestra ceguera
«Y al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego? Respondió Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino que aso ha ocurrido para que las obras de Dios se manifiesten en él. Es necesario que nosotros hagamos las obras del que me ha enviado mientras es de día, pues llega la noche cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo soy luz del mundo. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, aplicó el lodo en sus ojos y le dijo: Anda, lávate en la piscina de Siloé, que significa enviado. Fue, pues, se lavó y volvió con vista. Los vecinos y los que le habían visto antes cuando era mendigo decían: ¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna? Unos decían: Es él. Otros en cambio: De ningún modo, sino que se le parece. El decía: Soy yo. Entonces le preguntaban: ¿Cómo se te abrieron los ojos? El respondió: Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: Ve a Siloé y lávate. Entonces fui, me lavé y comencé a ver. Le dijeron: ¿Dónde está ése? El respondió: No lo sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. Y le preguntaban de nuevo los fariseos cómo había comenzado a ver. El les respondió: Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo. Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no es de Dios, ya que no guarda el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales prodigios? Y había división entre ellos. Dijeron, pues, otra vez al ciego: ¿Tú qué dices de él, puesto que te ha abierto los ojos? Respondió: Que es un profeta. No creyeron los judíos que aquel hombre habiendo sido ciego hubiera llegado a ver, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo del que decís que ha nacido ciego? ¿Entonces cómo es que ahora ve? Respondió sus padres: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; o quién le abrió los ojos, nosotros no lo sabemos. Preguntadle a él, que edad tiene, él dará razón de sí mismo. Sus padres dijeron esto pues temían a los judíos, porque ya habían acordado que si alguien confesaba que él era el Cristo fuese expulsado de la sinagoga. Por eso sus padres dijeron: Edad tiene, preguntadle a él. Llamaron, pues, por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. El les contestó: Si es un pecador yo no lo sé. Sólo sé una cosa, que siendo ciego, ahora veo. Entonces le dijeron: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Les respondió: Y a os lo dije y no lo escuchasteis, ¿por qué lo queréis oír de nuevo? ¿Es que también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Ellos le insultaron y le dijeron: Tú serás discípulo suyo; nosotros somos discípulos de Moisés. Sabemos que Dios habló a Moisés, pero ése no sabemos de dónde es. Aquel hombre les respondió: Esto es precisamente lo admirable, que vosotros no sepáis de dónde es y que me abriera los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que si uno honra a Dios y hace su voluntad, a éste le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ése no fuera de Dios no hubiera podido hacer nada. Ellos respondieron: Has nacido empecatado y ¿nos vas a enseñar tú a nosotros? Y lo echaron fuera. Oyó Jesús que lo había echado fuera, y encontrándose con él le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del Hombre? El respondió: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Lo has visto; el que habla contigo, ése es. Y él exclamó: Creo, Señor. Y se postró ante él. Dijo Jesús: Yo he venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven vean, y los que ven se vuelvan ciegos. Oyeron esto algunos de los fariseos que estaban con él y dijeron: ¿Acaso nosotros también somos ciegos? Les dijo Jesús: si fuerais ciegos no tendríais pecado, pero ahora decís: Vemos; por eso vuestro pecado permanece.» (Jn 9, 1-41)

1. Este domingo “Laetare" –comienza con “Alégrate, Jerusalén…”- nos tomamos un momento de respiro en el tono penitencial, para ver ya cercana la Semana Santa. Es segundo domingo de escrutinios en el catecumenado, tiempo de hacer experiencia de examen interior, renovación –para cada uno, en solidaridad con los llamados al bautismo-, domingo "luminoso" sobretodo en este Evangelio; algunos preparan hoy el Cirio pascual.
Esta doctrina se condensa en en el prefacio, centrado en el misterio de la encarnación (lo hemos celebrado en fecha no muy lejana, el 25 de marzo), y la luz: “Cristo se dignó hacerse hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe; y a los que nacieron esclavos del pecado, los hizo renacer por el bautismo, transformándolos en hijos adoptivos del Padre”.
Jesús da vista a "este hombre" con barro, recuerdo del Génesis: el divino alfarero trabaja el barro del hombre "terrenal", iluminado-recreado por el Enviado, en el bautismo. Cristo-luz continúa conduciéndonos de las tinieblas a la luz, por medio del baño de regeneración, por el que somos "hijos de adopción".
San Ireneo habla de que el lodo que hace Jesús representa la "arcilla" con la que Dios creó al hombre, de tal manera que Jesús estaría "recreando" al hombre nuevo, al hombre salvado por su presencia.
San Agustín, nos dice que el agua de Siloé es el agua del bautismo, que habría introducido al ciego a la nueva vida de la fe.
El ciego va a ir avanzando en su confesión de Dios: progresión en la fe:
-Al preguntarle por primera vez, ¿quién lo había sanado? Él responde: "el hombre que se llama Jesús".
-Después ante los escribas y fariseos, el que era ciego proclamará: "es un profeta".
-Posteriormente al encontrarse con Jesús, el que era ciego se referirá a Jesús como: "Señor".
-Y por último, vuelve Jesús a escena para preguntarle, ¿crees tú en el Hijo del hombre? A lo que el ciego responderá: «creo, Señor". Y se postró ante él».
El curado de ceguera es expulsado de la sinagoga… pero ha entrado en un mundo nuevo: el de ver con los ojos carnales, y con los ojos de la fe, como dice san Pablo: "Vivamos, por lo tanto, como hijos de la luz".
También nos indica Jesús que las desgracias no son por los pecados, sino para que se manifiesta la gloria de Dios. No podemos pensar que los éxitos de tipo material son un premio y las desgracias un castigo.
Es una pena la actitud cerril de los fariseos. Creen tener la verdad, y rechazan la Verdad que está ante ellos.
2. Samuel va a Jesé, de Belén, para ungir el nuevo rey. En casa de Eliab  ve a los siete hijos de Jesé pero no son, y pregunta por si queda alguno: -“”Todavía falta el más pequeño, que está guardando el rebaño. Dijo entonces Samuel a Jesé: -Manda, que lo traigan, porque no comeremos hasta que haya venido. Mandó, pues, que lo trajeran; era rubio, de bellos ojos y hermosa presencia. Dijo el Señor: -Levántate y úngelo, porque éste es. Tomó Samuel el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos”. El Señor escoge según su corazón, no según piensan los hombres…
Me gusta el salmo del buen pastor, es como el recorrido de la vida. En la primera estrofa, es cuando todo va bien: “El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis 'fuerzas”.
Luego veo cuando las cosas van mal, que la confianza en Él nos da paz: “Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan”. H. Bergson decía: "Los centenares de libros que yo he leído no me han procurado tanta luz ni tanto consuelo como el verso de este salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta... aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque tú vas conmigo".
La tercera estrofa me recuerda la Misa, participar de la mesa del Señor: “Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa”. J. Green nos dirá: "Estas frases sencillas, estas frases de niño se quedaron sin dificultad en mi memoria. Yo veía el pastor, el valle de la sombra de la muerte, yo veía la mesa preparada. Era el evangelio en pequeño. Cuántas veces, en las horas de angustia, me he acordado del cayado reconfortante que ahuyenta el peligro. Cada día recitaba este pequeño poema profético cuyas riquezas yo nunca agotaría".
Y en la última veo el cielo: “Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.
Recuerdo alguna persona en el momento de la muerte, me ha pedido recitar juntos este salmo, y en el contexto de alguien que está diciendo las últimas palabras adquiere un valor especial, un sentido más profundo, pues se ve que el salmo refleja los sentimientos-resumen de una vida de esperanza, que expresa en germen el sermón de la montaña, condensado en la imagen poética que es única manera de expresar lo inexpresable, y al recitarlo un santo que se está muriendo, se ven que esas palabras expresan el fruto maduro de una fe inquebrantable, la confianza, serenidad, optimismo. Cuando las recita alguien curtido por las luchas de la vida, por situaciones angustiosas, por pruebas de todo tipo, adquieren una viveza pues se vuelven como el testamento de quien por encima de todo, el alma entonces se ve como oveja que es conocida por su pastor. Su rara brevedad es lógica: no hacen falta más que sus 6 versículos, pues está todo dicho ahí.
San Gregorio Nisa escribe: "En el salmo, David invita a ser oveja cuyo Pastor sea Cristo, y que no te falte bien alguno a ti para quien el Buen Pastor se convierte a la vez en pasto, en agua de reposo, en  alimento, en tregua en la fatiga, en camino y guía, distribuyendo sus gracias según tus  necesidades. Así enseña a la Iglesia que cada uno debe hacerse oveja de este Buen  Pastor que conduce, mediante la catequesis de salvación, a los prados y a las fuentes de la  sagrada doctrina".
3. “En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz (toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz) buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien poniéndolas en evidencia”. Las "tinieblas" del pecado y la ignorancia dejan paso a la "luz" de la presencia de Dios en Cristo, "la luz del mundo". “Pues hasta ahora da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.»” Somos “hijos de Dios. —Portadores de la única llama capaz de iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que nunca podrán darse oscuridades, penumbras ni sombras.
—El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine… De nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna” (J. Escrivá). Es lo que pedimos por intercesión de santa María.
Llucià Pou Sabaté