miércoles, 12 de octubre de 2016

Jueves semana 28 de tiempo ordinario; año par

Jueves de la semana 28 de tiempo ordinario; año par

Dios nos ha elegido en Cristo para ser hijos suyos, por el amor. Si queremos a los demás, estamos queriendo a Jesús.
«¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así, pues, sois testigos de las obras de vuestros padres y consentís en ellas, porque ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán y perseguirán a una parte de ellos, para que se pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas, derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el Templo. Sí, os lo aseguro: se le pedirá cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque os habéis apoderado de la llave de la sabiduría!: vosotros no habéis entrado y a los que estaban por entrar se lo habéis impedido» Cuando salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a atacarle con vehemencia y a acosarle a preguntas sobre muchas cosas, acechándole para cazarle en alguna palabra.» (Lucas 11,47-54)
1. Los escribas creen honrar a los profetas asesinados haciéndoles espléndidos sepulcros. Prefieren llevar a Jesús a la muerte por mantener su inteligencia de la ley. Poseedores de la llave de la ciencia cierran el camino de la salvación a los que ponen en ellos su confianza y los siguen como guías. Pecado personal y pecado en el desempeño de su misión. Por eso hoy dice Jesús:
-"¡Ay de vosotros que edificáis mausoleos a los profetas después que vuestros padres los mataron! Por tanto sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis...” Libéranos, Señor, de repetir los crímenes que hicieron entonces…
-“Por eso dijo la Sabiduría de Dios: "Les enviaré Profetas y Apóstoles; a unos los matarán, a otros los perseguirán"”. Líbranos, Señor, de los sectarismos que te llevaron a ti a la cruz. ¿A quién quisiera yo anular, ningunear, suprimir? ¿Qué voz desearía que se callase?
-“También se pedirán cuentas a esta generación, de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel...” Llevaron a la muerte al Justo por excelencia, que eras tú, Señor. Pero cada generación te ha condenado, Jesús, cuando se hace daño o condena al inocente. ¡A cada generación se le pedirá cuenta de la sangre de Jesucristo derramada! "Desde Abel", hijo del primer hombre, hasta hoy corre la sangre de los profetas sobre la tierra (Noel Quesson).
-“Cuando Jesús salió de allí -según san Lucas, todo eso se dijo en casa de un doctor de la Ley- los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo implacablemente sobre muchas cuestiones, estando al acecho para atraparlo con sus propias palabras”.Ayúdame, Jesús, a ser valiente como tú, y desenmascarar las actitudes de las clases dirigentes de mi época. Porque si ellos se portan bien, hay menos injusticias. La corrupción desaparece con esa honradez del que manda.
Pero más importante aún es el día a día: «Son innumerables las ocasiones que tienen los seglares para ejercitar el apostolado de la evangelización y de la santificación. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural tiene eficacia para atraer a los hombres hacia la fe y hacia Dios» (Vaticano II. A. A. 6).
«Si los cristianos viviéramos de veras conforme a nuestra fe, se produciría la más grande revolución de todos los tiempos... ¡La eficacia de la corredención depende también de cada uno de nosotros! -Medítalo» (J. Escrivá, Surco 945).
Me decía un joven que no creía… y que renegaba de Dios con frecuencia. Le ayudé a ver que si se enfadaba con Dios, es porque creía en él, aunque no entendía algo que le pasaba… que se puede enfadar con su padre, pero no con alguien inexistente. Que muchas dificultades no generan una duda, sino que habrá que resolverlas… que la vida sin Dios es un absurdo, y queriendo arreglar el problema de que no se entienden muchas cosas, se problematiza todo aumentando los problemas… de ahí que entre el absurdo y el misterio, estamos llamados a escoger el misterio, con sus dificultades pero también sus alegrías… con su responsabilidad: «Si; os lo aseguro: se le pedirá cuentas a esta generación». Jesús, me vas a pedir cuentas de cómo aprovecho el don inmenso de la fe.
Si yo, que por ser cristiano tengo «la llave de la sabiduría», no doy buen ejemplo, estoy cerrando la puerta a otros que podían haberte conocido y amado... Si los cristianos vivieran de veras conforme a nuestra fe, se produciría la más grande revolución de todos los tiempos...  Ayúdame, Jesús, a ser coherente con mi fe cristiana. De este modo estaré contribuyendo a la nueva recristianización del mundo, que éste tanto necesita (Pablo Cardona).
2. Comenzamos hoy con la carta a los efesios, que seguirá durante tres semanas. Parece fue escrita durante la primera cautividad de Pablo, en Roma. Se abre hoy con la "bendición" que Dios nos ha hecho, de ser hijos suyos en Cristo. Tiene un cierto parecido en la estructura con un ritual judío, pero es muy distinta: ellos dan gracias a Dios por el don de la ley, Pablo lo hace por el don de su Hijo:
-“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo que en los cielos nos ha colmado de bendiciones espirituales en Jesucristo”. Cuando oigo misa ¿procuro captar y aprovechar todas las razones que podría yo tener para decir: «Bendito sea Dios»? Lo podemos decir en la oración de ofrecimiento del pan y vino, y en el canto del “Sanctus”, pero también podemos decirlo ahora, en este momento de oración.
-“Dios nos ha colmado... nos ha elegido, nos ha destinado de antemano a ser hijos suyos adoptivos por Jesucristo... Nos ha colmado de sabiduría y de inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad... lo que de antemano se propuso”... Toda la iniciativa parte de Dios. Y nosotros hemos sido «colmados». Estas palabras ardientes y sencillas manifiestan una aventura: la aventura de las relaciones entre Dios y los hombres. El hombre no es un huérfano... no es un producto del azar... es amado de antemano.
-“Según el beneplácito de su voluntad para alabanza de la maravilla del don gratuito que nos ha hecho en su Hijo muy amado”.Es la mediación por la que las bendiciones del Padre se realizan desde que Cristo ha sustituido, en el orden de la salvación, a la "carne" y a los "espíritus"."Nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor".
-“El nos obtiene por su sangre la redención, el perdón de nuestras faltas”. Éramos culpables, y Dios nos ama, nos salva y nos perdona... y El pone el precio, el precio de la sangre de Cristo. En lugar de estar dando vueltas a mis pecados con amargura y despecho de amor propio... ¿por qué, Señor, no considerarlos como Tú haces, como aquello que ha suscitado tu amor y tu perdón?
La «gracia» de Dios es inagotable. Ciertos días sentimos más la necesidad de afirmarnos a tales certezas... los días en que tenemos la impresión de continuar siendo pecadores, incapaces de salir del pecado, de estar clavados a nuestros hábitos. La gracia es «inagotable».
-“Dios proyectaba hacer que todo tenga a Cristo por cabeza: lo celeste y lo terrestre”. He ahí el «proyecto» de Dios, antes secreto y ahora «revelado»: recapitular todas las cosas en Cristo... Ahora que conozco el designio de Dios, ¿cómo colaboro a él? ¿Soy un artífice de unidad? ¿Considero que es una oportunidad para la humanidad dividida? (Noel Quesson).
Este es el “secreto” cristiano, el “misterio” escondido, la perla preciosa de la que tú nos hablabas, Jesús: se ha mantenido oculta durante mucho tiempo, pero que se ha revelado ahora en tu persona, para dirigir todo a la "recapitulación universal" realizada por tu amor.
Pienso que recapitular se refiere a que Cristo-cabeza atrae a su Cuerpo místico, una especie de "asunción" de todas las cosas en Cristo, en el cual han sido creadas y en el cual han sido reconciliadas y que es "Cabeza" del universo. Todos estamos implicados en este camino hacia Cristo (Maertens-Frisque).
Llucià Pou Sabaté

martes, 11 de octubre de 2016

Miércoles semana 28 de tiempo ordinario; año par

Miércoles de la semana 28 de tiempo ordinario; año par

Dios pagará a cada uno según sus obras, según su corazón, judíos y griegos, todos somos hijos de Dios, y la salvación no depende de la rigidez en cumplir leyes sino en el amor de verdad.
“En aquel tiempo, dijo el Señor: -«¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar, sin descuidar aquello. ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle! ¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo! » Un maestro de la Ley intervino y le dijo: -«Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros.» Jesús replicó: -«¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!»” (Lucas 11,42-46).
1. Jesús, echa hoy en cara a fariseos y escribas, para moverlos a conversión, el pecado de poner empeño escrupuloso en las normas insignificantes mientras desprecian lo esencial; en querer aparecer como irreprochables para ser honrados y estimados como piadosos.
-“¡Ay de vosotros, fariseos...” Lucas pudo agrupar aquí, durante la comida en casa de un fariseo, temas que fueron de hecho tratados en otra parte, como un resumen de diversas palabras de Jesús. En las palabras nos falta el tono con que hablabas, Jesús, sin duda cordial. También puede haber afectado a la redacción de esas palabras la enemistad que pronto hay con los fariseos, que atacan los cristianos de un modo tremendo, después de la caída de la ciudad de Jerusalén…
-“Vosotros pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda legumbre, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios”. La importancia de los detalles se mide por el amor, por el cuidado de las cosas más importantes: "la justicia"... es decir ¡los "derechos" que mis hermanos tienen sobre mí!, "el amor de Dios"... es decir, lo que da valor a los gestos exteriores. Ayúdame, Señor, a valorar las cosas según su importancia. La salvación no está en saber mucho, sino en cumplir lo que se sabe, no en echar cargas sobre los hombros de los demás, sino en ayudar a los "pobres" a llevar su propia carga.
-“Esto había que practicar, y aquello... no omitirlo”. Señor, ayúdame a cumplir mis "pequeños" y mis "grandes" deberes. Jesús, sigues interpelándonos sobre las nuevas formas de ser "fariseos". Te pido vivir tus palabras: "esto habría que practicar (lo importante, lo fundamental), sin descuidar aquello (las normas pequeñas)". Los puestos de honor, la buena fama y el aplauso de todos, me puede gustar tanto que me despiste de lo fundamental.
-“¡Ay de vosotros, los fariseos, que os gusta estar en el primer banco en la sinagogas... y que se os salude en las plazas!...”¿Apetezco también yo los honores, la consideración? ¿Qué forma tiene en mí ese orgullo universal?, ¿este afán o seguridad de tener la razón?, ¿ese querer llevar a los otros a pensar como yo? Hay mil maneras sutiles de querer el "primer puesto". El otro día un niño de unos 9 años me preguntaba cómo hacer que algún compañero no le “chinchara”, pues él no hacía nada malo… y al oírlo un amigo que estaba cerca, le dijo: “anda, ¡si eres tú que te pasas el día molestando a los demás!” Así somos, no nos conocemos mucho, y a veces vemos las cosas al revés…
-“Entonces un Doctor de la Ley intervino y le dijo: "Maestro, diciendo eso, nos ofendes también a nosotros". Pero Jesús replicó: "¡Ay de vosotros también, doctores de la Ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros ni las rozáis con el dedo!"” Y también me pregunto si hablo de lo que lucho por vivir, o impongo interpretaciones del evangelio que son demasiado exigentes, cargas insoportables, yendo más allá de lo que dice el Catecismo, cargando la conciencia de los que debería ayudar con cosas que no dan paz…
Jesús, te pones como modelo de dar paz, de no juzgar: "venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11,29-30). Además, podemos caer en el fallo de ser exigentes con los demás y permisivos con nosotros mismos (J. Aldazábal).
Una vez más Jesús defiende a los pequeños, a los pobres, a los que no pueden cumplir toda la "Ley", de los doctores de la Ley, de los que son expertos en la materia y que lo saben todo. ¿Soy misericordioso con los pecadores? ¿con tantos hombres que no saben bien las exigencias de Dios? (Noel Quesson). ¡Qué paz, las palabras que nos dice el Señor, y muchos santos…! ¡Qué pena, cuando alguien está agresivo poniendo cargas en los demás! Jesús, tú denuncias esa ausencia del Dios de la vida en el ámbito de los dirigentes religiosos, te pido que sepa ser una persona con fe, y con humanidad, sin rigidez ni hipocresía.
2. El hombre es frágil, y san Pablo nos pide no dejarnos llevar por una mala idea de libertad. Somos libres en Cristo:
-“Si os dejáis conducir por el Espíritu, no estáis sujetos a la ley”. «Dejarse conducir» es como el resumen de nuestro actuar cristiano, pues libremente seguimos el instinto divino que Dios ha puesto en nuestro corazón.
-“Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, rencillas, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes”. La libertad de Jesús no es una permisividad.
-“Os prevengo: Que quienes hacen tales cosas, no heredarán el Reino de Dios”. El libertinaje sería seguir la "carne" (en cuanto, fragilidad), egoísmo. En el Espíritu de Jesús podemos realizar esto: "Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne".
-“En cambio el fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, bondad, afabilidad, fe, humildad, dominio de sí...” Es una lista de los buenos frutos:
«Señor, concédeme el amor, haz que brote en mí el amor...
Señor, concédeme la alegría, haz que surja en mí la alegría...
Señor, concédeme ser afable y comprensivo... etc.
-“Los que pertenecen a Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias egoístas. Puesto que el Espíritu nos vivifica, dejémonos conducir por el Espíritu”. No es un abandonarse perezoso, sino un «dejarse conducir», que tiene aspectos de crucifixión. «Crucificar en uno mismo su egoísmo.» Señor Jesús, concédeme la gracia de imitarte (Noel Quesson).
3. El salmo nos sigue invitando, desde hace siglos, a elegir los caminos de Dios, y no los del mundo: "dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, sino que su gozo es la ley del Señor y medita su ley día y noche". Señor, te pido dejarme guiar por tu ley interior que está dentro de mí, movido por la fe y el amor, movido por el Espíritu de Cristo.
Llucià Pou Sabaté
Nuestra Señora del Pilar

María, por la que nos llegan las gracias del cielo, es pilar seguro que nos protege de todo mal, guía materna que nos lleva hacia el cielo
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: -«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.» Pero él repuso: -«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»”(Lucas 11,27-28).  
1. La advocación de la "Virgen del Pilar", de tan profunda raigambre hispánica, se funda en una antigua leyenda: el apóstol Santiago el Mayor, gran evangelizador de España, en una de sus andanzas se apoyó, extenuado, sobre una columna, y sintió que la Madre de Jesús lo animaba a completar la misión recibida de su Hijo. En el lugar se construyó más tarde una capilla, y después la gran Basílica del Pilar de Zaragoza. A esta advocación se encomendaban los soldados españoles que combatían por expulsar a los moros, y se dice que Cristóbal Colón encomendó a la Virgen del Pilar su trascendental aventura marítima. El papa Clemente XII fijó para el emblemático 12 de octubre la festividad de la Virgen del Pilar. Esta celebración nos exhorta a continuar la labor misionera de Santiago, que propuso el Evangelio desde el diálogo y la organización de las comunidades cristianas, y no mediante la espada y el aniquilamiento de las culturas autóctonas. La liturgia dedica a María de Nazaret un bello himno con motivo de esta invocación: "Esa columna, sobre la que posa, leve, sus plantas tu pequeña imagen, sube hasta el cielo: puente, escala, guía de peregrinos. Cantan tus glorias las generaciones, todos te llaman bienaventurada; la roca firme, junto al Ebro enhiesta, gastan a besos. Abre tus brazos virginales, madre, vuelve tus ojos misericordiosos, tiende tu manto, que nos acogemos bajo tu amparo" (jesusjorgetorres@yahoo.es).  
Hace unos días celebramos Nuestra Señora del Rosario y hoy la Virgen del Pilar nos recuerda que el pilar de nuestra fe, la roca angular, es Cristo Jesús.
Una mujer lanza un “piropo” a Jesús: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!». A ti, Jesús, te gusta que digan eso de tu madre, pero prefieres añadir algo más allá de la maternidad biológica: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan». Es la bienaventuranza de la Palabra, el piropo que recibe la Virgen por parte de su Hijo. Porque Ella fue la primera que escuchó y aceptó la Palabra de Dios en el anuncio del Ángel con su “fiat” incondicional. Su «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38) fue un asentimiento de fe que abrió todo un mundo de salvación. Como dice san Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano». Esta bienaventuranza de la Palabra nos recuerda también aquel otro pasaje evangélico, en el que Jesús llama familiar suyo a todo el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8,21). María es Madre de la Iglesia. María es Madre de todos los que sinceramente aceptan la Palabra de Dios e intentan cumplirla alegremente como hijos suyos. La altura que la Virgen alcanza en la fe, mediante la escucha y la práctica de la Palabra de Dios, la convierte en un claro ejemplo de fe para el discípulo de Cristo. La figura de María nos enseña que creer en la Palabra de Dios (escucharla y practicarla) supone un cambio radical en nuestra vida diaria (Pablo Casas Alhama).
La razón profunda de la excelencia de la Madre de Dios es esa fe encarnada por la escucha y la generosidad en vivir la Palabra. Siendo María toda la hermosura y plenitud física que puede ser pensada en una mujer, sin embargo, si es en verdad la bendita entre todas mujeres, según proclama de ella Isabel, su prima, se debe a que es la llena de Gracia, en palabras de Gabriel.
Su exquisita sensibilidad sobrenatural, siendo la llena de Gracia, le hace captar ante todo lo que Dios espera en cada instante: en aquello que le afecta personalmente de modo directo, y en las otras situaciones del mundo de las que tiene noticia. María es la que escucha a Dios por antonomasia. La que descubre el querer divino –siempre amoroso por lo demás– para cada instante: nada la distrae de Dios y así puede agradarle en todo, mientras nos esforzamos, con renovado tesón, en el trabajo fue implantado el Reinado de Dios en el mundo.
Es para nosotros modelo de vida cristiana. Amar a nuestro Padre Dios consiste, desde luego, en escoger aquello que nos "pide", aunque tal vez nos pueda costar, no sea lo más fácil o lo que más apetece. Si en María nada distrae de Dios su entendimiento; si, persuadida de su pequeñez y de la grandeza de su Creador, únicamente piensa en Él, y en el mundo que debe manifestar su gloria, de modo particular en la vida de los hombres; de modo semejante sucede con su voluntad. La Madre de Dios es, asimismo, la que guarda por antonomasia la divina palabra, la Voluntad de Dios. He aquí la esclava del Señor, declaró ante el arcángel, manifestando así lo que sería el programa de su completa existencia. La vida de María se consuma, pues, plenamente en la condición que su divino Hijo exige a los Bienaventurados, que escuchan la palabra de Dios y la guardan.
Sigamos el consejo de san Josemaría: invoca a la Santísima Virgen; no dejes de pedirle que se muestre siempre madre tuya: "monstra te esse Matrem!", y que te alcance, con la gracia de su Hijo, claridad de buena doctrina en la inteligencia, y amor y pureza en el corazón, con el fin de que sepas ir a Dios y llevarle muchas almas (Fluvium).
Esa columna sobre la que posa leve / sus plantas tu pequeña imagen, / sube hasta el cielo: es puente, / escala, guía de peregrinos.
Abre tus brazos virginales, Madre, / vuelve tus ojos misericordiosos, / tiende tu mano, que nos acogemos bajo tu amparo (de un himno de Laudes). Así hacía oración Juan Pablo II: «Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas. ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia! ¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío [...] las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras. En tus manos pongo la fatiga y el sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad. En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea.»
2. 1 Crónicas 15, recuerda a la Virgen simbolizada por el arca de la alianza, presencia de Dios en medio de su pueblo, a través de María, lo cual es gozo para la Iglesia. La Antífona de entrada piensa en la Virgen como "la columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto", y diremos en el aleluya: "afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca un cántico nuevo". Domina pues en la liturgia la idea de la presencia de María en la Iglesia y de la firmeza que su intercesión y su devoción procura al pueblo de Dios.
Algunos documentos dicen que Santiago, "pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, Celtiberia, la la Cesaraugusta romana, hoy Zaragoza, en la ribera del Ebro. Allí predicó Santiago y, entre los muchos convertidos eligió a ocho hombres".
En la noche del 2 de enero del año 40, estando Santiago con sus discípulos junto al río Ebro, "oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol". La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, pidió al Apóstol que le construyese allí una iglesia, en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que "permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio".
Desapareció la Virgen y quedó allí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron a edificar una ermita en aquel sitio. Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresar a Judea. Fue la primera iglesia dedicada a la Virgen Santísima. Que esta tradición es antigua lo muestra el sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, representa, en un bajorrelieve, el descenso de la Virgen aparececiéndose al Apóstol Santiago.
La fiesta del descubrimiento de América por parte de España y Occidente fue también el día doce de octubre. De ahí la unión cultural que esta fecha quiere significar para muchos. El Papa Juan Pablo II en 1984, al hacer escala en su viaje a Santo Domingo para iniciar la conmemoración del descubrimiento de América, la invocó como "patrona de la hispanidad". También hay quien llama ese día el día de la Raza. Aumentó la devoción a la Virgen del Pilar el prodigio ocurrido en la guerra civil de 1936-1939, cuando las tres bombas que cayeron sobre el templo no estallaron. Es un buen día para invocar su intercesión para las instituciones civiles, y la paz social.
Juan Pablo II diría en 1992: "Los marinos intrépidos de Palos, de Huelva, de Moguer, de Lepe, que en el nombre de Dios y de Santa María partieron del puerto de Palos, fueron protagonistas de aquella gran epopeya que llegaría a cambiar la configuración del mundo conocido y que, a la vez, abrió espacios insospechados a la expansión del mensaje cristiano".
Escribió Garcilaso de la Vega, historiador natural de Cuzco, Perú, que "ofrecía su historia para que se den gracias a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen María, su Madre, por cuyos méritos e intercesión se dignó Dios sacar del abismo de la idolatría a tantas y tan grandes naciones y reducirlas al gremio de su Iglesia Católica Romana, la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que los crió".
3. La segunda lectura (He 1,12) nos habla también de la presencia de la Virgen en la Iglesia y de las alabanzas que el pueblo le tributa. El prefacio celebra las maravillas que Dios ha realizado en María, "esperanza de los fieles y gozo de todo nuestro pueblo". En la oración colecta se pide por intercesión de la Virgen "fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor", y en la oración de las ofrendas, se muestra el deseo de "permanecer firmes en la fe". En el salmo cantamos que "el Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado".
Reunámonos hoy en oración comunitaria y eucarística, como los Apóstoles con María en el Cenáculo, para dar gracias porque nos ha dado a su Madre, "que nos protege en su tienda el día del peligro, y nos alza sobre la roca" (Salmo 26). y aclamemos a María, intacta en su virginidad, gloriosa en su descendencia y triunfante en su asunción. Que ella sea nuestro gozo y la causa de nuestra alegría.
Llucià Pou Sabaté
Se celebra el 12 de Octubre, día de la Hispanidad. Rezamos en el himno de Laudes de esta fiesta: "Santa María del Pilar, escucha nuestra plegaria, al celebrar tu fiesta, Madre de Dios y Madre de los hombres, Reina y Señora. Tú, la alegría y el honor del pueblo, eres dulzura y esperanza nuestra: desde tu trono, miras, guardas, velas, Madre de España. Árbol de vida, que nos diste a Cristo, fruto bendito de tu seno virgen, ven con nosotros hasta que lleguemos, contigo al puerto".
Y el himno de Vísperas resume los anhelos que todos los cristianos españoles y de todo el mundo, que hoy celebran la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, debieran procurar vivir a lo largo de toda su vida:
"Esa columna, sobre la que posa, leve sus plantas tu pequeña imagen, sube hasta el cielo: puente, escala, guía, de peregrinos. Cantan tus glorias las generaciones, todas te llaman bienaventurada, la roca firme, junto al Ebro enhiesta, gastan a besos. Abre tus brazos virginales, madre, vuelve tus ojos misericordiosos, tiende tu manto, que nos acogemos, bajo tu amparo".
Lo cierto es que desde muy antiguo se la venera a la Virgen María del Pilar en este lugar de Zaragoza (España) y que desde muy antiguo también se levantó en su honor una sencilla capilla que con el tiempo fue dando lugar al suntuoso templo mariano donde hoy recibe visitas de todos los cristianos venidos de todas partes del mundo. Y no hay duda de que es el Templo de la raza, el que marca los hítos por los que se mueve la fe en España y en los pueblos que de los españoles recibieron la fe de Jesucristo y el amor hacia su Madre.
La Virgen María, allá por el año cuarenta, cuando todavía vivía en carne mortal, al despedirse el Apóstol Santiago a predicar la fe de Jesucristo, le prometió la Virgen que en aquel lugar donde más se convirtieran a su Hijo se le manifestaría ella. Al llegar a las riberas del Ebro en Cesaraugusta -la actual Zaragoza- "se convirtieron siete hombres para la fe de Cristo". La Virgen María cumplió su promesa y se le apareció trayendo una columna y rogándole que edificaran una capilla donde fuera adorado su Hijo Jesucristo por todos los siglos y le prometió "milagros admirables sobre todos los que imploren, en sus necesidades, mi auxilio. Este pilar quedará aquí hasta el fin de los tiempos, para que nunca le falten adoradores a Jesucristo".
La Sagrada Escritura habla de la columna que guiaba al pueblo de Dios durante el destierro hacia la tierra prometida. Esa columna debe ser para nosotros este Pilar de Zaragoza que ha recibido a través de los siglos la fe de nuestros padres y que ha amparado a cuantos a ella, a María, se han dirigido.
Siempre tiene gentes, venidas de todas las partes de España y aún más allá, para venerar este sagrado lugar donde reside María, la Madre, la Señora, siempre con los brazos y el corazón abiertos para bendecir, amparar, y consolar. No sólo el día 12 de octubre, que se celebra su fiesta, sino cada día miles de corazones se postran ante ella en este privilegiado lugar de oración, de recepción de sacramentos, de vivencia de nuestra fe.
Entre los grandes prodigios obrados por su medio sólo recordamos esos dos: El acaecido el 1637 con Miguel Pellicer, vecino de Calanda (España) a quien le devolvió la pierna sana después de que la tuviera tres años y cinco meses enterrada. Otro prodigio es más reciente: El 3 de agosto de 1936 los enemigos de la fe en España arrojaron tres bombas sobre el templo. Una cayó en frente de la Basílica que no causó desperfecto alguno y las otras dos sobre la misma Santa Capilla, sin explotar.
A continuación, os presento parte de un texto escrito por el religioso marianista Padre José María Salaverri:
"¡Qué pequeña eres, pero qué influencia tan grande tienes!" dijo Juan Pablo II en una de sus visitas a la Virgen de la columna. Y así es efectivamente. Los 38 cm. de la imagen de la Virgen del Pilar, sobre una columna de jaspe de 1.77 m., parecen la viva expresión material del Magnificat: "Ha mirado la pequeñez de su sierva… Ha hecho grandes cosas por mi".
En la liturgia del 12 de octubre puede leerse como primera lectura de la misa los versículos 12-14 del capítulo 1 de los Hechos de los apóstoles. Después de enumerar a los once apóstoles, Lucas nos dice que estaban en oración con "María, la madre de Jesús". Presencia aparentemente discreta, de segundo plano. María, sencilla, como perdida entre apóstoles, discípulos y discípulas, pero ¡qué fuerza emana de esas palabras! Como semilla que germina y da fruto abundante. Dice Juan Pablo II:
"Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido."
Y el evangelio es también corto y significativo: una mujer que levanta la voz declarando dichosos el vientre y los pechos de la madre de Jesús. Y el mismo Jesús que replica: "Mejor: ¡dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!" Elogio que se aplica en primer lugar y plenamente a María, la "dichosa por haber creído"; pero que se siente más dichosa todavía al poder "dar" a todos ese Jesús concebido en su vientre y alimentado a sus pechos.
María del Pilar, en su fiesta del 12 de octubre de 1492, se convierte en proa de nave misionera. Es ella quien parece regalar a su hijo un nuevo mundo, a través de Colón y sus marineros, a bordo de tres carabelas, cuya capitana se llama la Santa María. Por eso Juan Pablo II, hace un alto en Zaragoza el 10 de octubre de 1984, camino de Santo Domingo para inaugurar la novena de años que van a preparar la celebración de la llegada del cristianismo a tierras americanas. Dice el Papa:
"Brilla aquí en la tradición firme y antiquísima del Pilar la dimensión apostólica de la Iglesia en todo su esplendor (…) La fe que los misioneros españoles llevaron a Hispanoamérica es una fe apostólica heredada de la fe de los apóstoles, según venerable tradición que aquí junto al Pilar tiene su asiento".
La columna sobre la que se mantiene, firme y erguida, la frágil imagen de la Virgen, está cargado de simbolismo. Evoca la columna de fuego que, de noche, guiaba a los israelitas por el desierto. "Faro esplendente", la llama el himno a la Virgen del Pilar, es decir, la que, en las noches oscuras de los cristianos, mantiene viva la luz de la fe. La columna evoca también la solidez del edificio de la Iglesia, siempre perseguida, pero siempre en pie, manteniendo la esperanza del que, como dice también el himno, "se abraza a tu Pilar", Virgen María. El himno nos dice también que ese pilar ha sido un "rico presente de caridad" del amor de Dios, que nunca desampara a su pueblo en los momentos difíciles.
La oración colecta de la fiesta de Nuestra Señora del Pilar es una obra maestra de síntesis: rico contenido teológico y sencilla plegaria:
Dios todopoderoso y eterno,
que en la gloriosa Madre de tu Hijo
has concedido un amparo celestial
a cuantos la invocan con la secular advocación del Pilar,
concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe,
seguridad en la esperanza y constancia en el amor.

Innumerables han sido los que han recibido, de María del Pilar, fortaleza en la fe. A imitación de la virgen Engracia y sus 18 compañeros mártires, fuertes en la fe en la persecución de Diocleciano, en el año 304, sufriendo con entereza los más atroces suplicios para mantener intacta la fe de su bautismo.
Innumerables han sido los que han recibido, de María del Pilar, la seguridad en la esperanza. Como aquel desterrado de la revolución francesa, el beato Guillermo José Chaminade, que pasa tres años a los pies del Pilar de 1797 a 1800, seguro en la esperanza de un renacimiento cristiano en su patria. Para asegurarla, la Virgen del Pilar le inspira sus fundaciones marianistas para renovar la fe de la juventud de su patria y del mundo. Y sus hijos e hijas, agradecidos, han llevado a todo el mundo su nombre, su imagen y su devoción.
Innumerables han sido los que han recibido, de María del Pilar, la constancia en el amor. Como aquella joven mujer de 23 años, María Rafols, que llega a Zaragoza en 1804, dispuesta a atender con un grupo de compañeras a los pobres y enfermos: las Hijas de la caridad de Santa Ana. Durante los dos sitios de Zaragoza, en plena guerra de la Independencia, merecerá que la ciudad de Zaragoza la declare "heroína de la caridad".
Fe, esperanza y amor reparte la Virgen desde su Pilar, desde su atalaya zaragozana. Con razón, el Papa Juan Pablo terminaba su oración a la Virgen:
"Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad… Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como patrona de la Hispanidad."

lunes, 10 de octubre de 2016

Martes semana 28 de tiempo ordinario; año par

Martes de la semana 28 de tiempo ordinario; año par

"Dad limosna, y lo tendréis limpio todo", nos dice Jesús: no nos esclavicemos a las normas, sino que vivamos el espíritu del amor.
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: "Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo"” ( Lucas 11, 37-41).
1. Vemos el diálogo de Jesús con los fariseos:
-“Un fariseo invitó a Jesús a comer a su casa. Jesús entró y se puso a la mesa”. Jesús era "invitado" a menudo y aceptaba, pero mantenía su libertad ante esa gente, que cuida lo de fuera -limpiarse las manos, purificar los vasos por fuera- y descuidan lo interior.
-“El fariseo se extrañó al ver que no se lavaba antes de comer”. Esa ablución ritual tenía mucha importancia para los doctores de la Ley, para ser considerado como persona verdaderamente piadosa. Ahora bien, Jesús la omite, y sus discípulos le siguen. Les dirá algo duro:
-“Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos de robos y maldades”. Los detalles exteriores, que pueden ser legítimos, sin embargo no son tan importantes como las actitudes interiores. Nosotros no nos escandalizamos ahora si alguien no se lava las manos. Pero puede haber "escándalos farisaicos" equivalentes, si nos contentamos con limpiar lo de fuera, mientras que lo de dentro lo tenemos impresentable, si ponemos demasiado énfasis en detalles insignificantes y casi hacemos depender de ellos la justicia o la salvación de alguien. ¿Qué es lo que nos preocupa: el ser o el parecer?, ¿cumplir los ritos externos o la conversión y la pureza del corazón? Nuestra religión es "religión del deber" o "religión de la fe y del amor"? (J. Aldazábal).
Este pasaje es uno de los más duros del Evangelio: Jesús desenmascara el mayor vicio con el que se enfrenta, la hipocresía revestida de legalismo (Biblia de Navarra). Recuerdo en literatura La dama de blanco como el paradigma de la persona que tiene que sufrir esos que, so capa de bien, cumpliendo la mera letra de los preceptos, no cumplen su espíritu: no se abren al amor de Dios y del prójimo, y bajo la apariencia de honorabilidad, apartan a los hombres del verdadero fervor, haciendo intolerable la virtud. Pienso también en otras novelas que retratan situaciones parecidas: Retrato de una dama, El idiota, La edad de la inocencia, La letra escarlata, La regenta, Laura a la ciutat dels sants… A la actitud de los fariseos que ponen su empeño, su religiosidad en el cumplimiento de ritos, de normas exteriores, opone Jesús la actitud del discípulo, que se esfuerza por la pureza interior, que pone lo esencial en el corazón. El corazón, lo profundo del hombre, su interior, es lo que importa mantener limpio. Porque aquello que brota del corazón -la injusticia, la rapacidad, la avaricia- es lo que mancha al hombre. La actitud farisea, en realidad, no conoce a Dios aun cuando le tenga constantemente en los labios. Jesús, veo que no te sometías a todas las costumbres sociales o religiosas de la época. Vas directamente a lo esencial. Hablas del "corazón", "centro profundo del hombre": más allá de los impulsos superficiales y ocasionales hay en nosotros una especie de opción decisiva que constituye verdaderamente nuestra personalidad y que las ciencias humanas llaman hoy "el proyecto fundamental del hombre"... un poco como en la expresión corriente "lo que me embarga el corazón". Esto es lo que cuenta para Dios. ¿Cuál es mi opción, mi proyecto fundamental?, ¿qué es lo que quiero más hondamente?
-“¡Insensatos! El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior?” Dios es también, y ante todo, el que ha hecho el corazón humano, la conciencia. ¿Qué pasa en este "interior" mío profundo?
-“Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros.” ¡La pureza interior es el resultado del amor a los demás! ¡El amor fraterno y la limosna hacen puro nuestro corazón! El proyecto fundamental del hombre es amar: "daos como limosnas...", y todo será puro para vosotros (Noel Quesson).
Lo de "dar limosna" es uno de los temas preferidos de Lucas, pero no se sabe a qué se puede referir lo de "dar limosna de lo de dentro": ¿darse a sí mismo, su tiempo, su interés?, ¿dar desde dentro, con el corazón, y no sólo con apariencia exterior?
2. Sigue S. Pablo: “-No os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud: si os dejáis circuncidar, Cristo no os aprovechará nada”. Siempre el mismo argumento: poner su esperanza de salvación en prácticas religiosas o morales es tener la pretensión de «alcanzar la justificación por sí mismo» es dejar por inútil todo lo que Cristo ha venido a hacer.
Más importante que nuestro esfuerzo por la observancia de los mandamientos, está en dejarse amar por Dios, el amor gratuito y salvador de Dios, y dejarse guiar por él... A santa Teresa de Lisieux le gustaba decir que «llegaría ante Dios con las manos vacías».
-“Vosotros, que buscáis en la ley el medio de alcanzar la justificación habéis "roto" con Cristo, os habéis apartado de la gracia”. En efecto, lo esencial es no «romper» con Cristo. Lo esencial es estar agregado a Cristo, creer que todo viene de El. Señor, yo no confío en mis propias fuerzas, no me fío de mí, sé que soy débil... Pero creo en tu amor, confío en Ti, sé que Tú me amas.
A partir de esta convicción, ciertamente, se encuentra una correspondencia, en la obligación, en la práctica cristiana, en la obediencia a su voluntad: pero ¡todo resulta cambiado! Cuando se ama a alguien, cuando se le tiene confianza... se hacen por él una serie de cosas. Pero es mucho más fácil. Ya no se tiene la impresión de hacerlo por obligación. Se hace voluntariamente y gustosamente, por amor. Señor, líbranos de todo miedo.
Señor, ayúdame a seguirte por amor y no por temor. Yo quisiera, durante toda mi vida, darte siempre gusto.
Palabra clave de todo esto es lo que llama s. Pablo «don gratuito y gozoso». Es casi la misma palabra que significa «gracia» y gozo o «alegría». La gracia es la acción de Dios en nosotros... es la presencia activa de lo que es «más que nosotros»... es un dinamismo divino que actúa en el núcleo de nuestra vida... Dios nos precede siempre. Está "ahí", incluso cuando no prestamos atención a ello. Señor, hazme atento a tu presencia, a tu gracia de cada minuto.
Señor, sé que Tú también actúas en todo aquel con quien trato, o de quien tengo responsabilidad. Tu gracia activa trabaja en el corazón de todo aquel a quien hablo, con quien trabajo... Ayúdame, Señor, a adivinar lo que estás tratando de hacer en el corazón de los demás, para colaborar yo también en ella, si puedo.
-“A nosotros nos mueve el Espíritu a aguardar por la fe, los bienes esperados por la justicia. En efecto, en Cristo, ni la circuncisión, ni la incircuncisión tienen valor: lo que cuenta es la fe que actúa por la caridad”. No son nuestros méritos, sino el puro amor al cual nos adherimos por la fe, la esperanza y la caridad, lo que salva. «Abandonarse» es mucho más exigente: nos liberamos de una ley, cuando la cumplimos exactamente... pero nunca nos liberamos de amar. Nunca amamos suficientemente (Noel Quesson).
3. El salmo respira una actitud así: "cumpliré sin cesar tu voluntad, por siempre jamás, andaré por un camino ancho buscando tus decretos: serán mi delicia tus mandatos, que tanto amo".
Llucià Pou Sabaté

domingo, 9 de octubre de 2016

Lunes semana 28 de tiempo ordinario; año par

Lunes de la semana 28 de tiempo ordinario; año par

Jesús es signo de salvación, y la misma salvación, que nos hace libres, hijos de Dios
«Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: «Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra sino la señal de Jonás.Porque, así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y los condenará; porque ella vino de los extremos de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, pero mirad que aquí hay algo más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán, porque ellos hicieron penitencia ante la predicación de Jonás; pero mirad que aquí hay algo más que Jonás» (Lucas 11, 29-32).
1. –“Como sea que el gentío se apiñaba a su alrededor, Jesús se puso a decirles:...” La gente te busca, Señor, tenemos necesidad de ti, de tu Palabra y Vida.
-“Se puso a decirles: "Esta generación es mala. Pide una señal...” Es una pena que a veces te busquemos con ese afán de lo extraordinario…
-“Y no se le dará otra señal, excepto la señal de Jonás”. Jesús, habías hecho tantos milagros ante sus propios ojos. Pero nunca es bastante. Danos humildad de corazón para aceptar la acción de Dios en el mundo que de ordinario es gris, sin relieve. Que nuestros ojos tengan más luz, para que sepamos ir discerniendo más y más "lo que Tú, Señor, estás obrando" en los acontecimientos, en las personas que me rodean, en los grupos donde convivo, en los que trabajo...
-“En efecto, igual que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive así va a serlo el Hijo del hombre para la gente de esa generación”. Jonás recorre las calles de Nínive gritando que hay que convertirse… El "signo" de Dios, la llamada a la conversión que percibimos a veces: - esa vocecita tímida que alguna vez nos habla en el fondo de nuestras conciencias y que nos repite: "cambia de vida". Ese vozarrón del evangelio que nos sacude a menudo y que nos increpa: "cambia de vida" (Noel Quesson).
La historia de Jonás habla de ti, Señor. En la versión de Mateo, se refiere a que vas a morir por nosotros, pero resucitarás al tercer día. Tu resurrección de entre los muertos será tu señal ante los hombres. Eres el Hijo de Dios hecho hombre, Dios y hombre verdadero. Aquí vemos la persona de Jonás como un signo de salvación.
El signo mejor que nos ha concedido Dios es Cristo mismo, su persona, su palabra. El sábado afirmaba Jesús que los verdaderos discípulos son los que "escuchan la Palabra y la cumplen". Nosotros la escuchamos con frecuencia: pero ¿se puede decir que la ponemos en práctica a lo largo de la jornada? Si a Jonás le hicieron caso y a Salomón le vinieron a escuchar desde tan lejos, ¿no tendrán razones los ninivitas y la reina de Sabá para echarnos en cara nuestra falta de fe en el Maestro auténtico, Jesús?
Pienso que en mis tiempos también se ha de cumplir tu señal. En esta nueva Evangelización a la que nos anima el Papa tanto en los viejos países de tradición cristiana, como en los que está menos desarrollado el anuncio de la fe, adquiere actualidad lo que el último Concilio decía: «Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando, con «el anuncio de Cristo comunicado con el testimonio de la vida y la palabra». En los laicos, esta evangelización «adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo». Este apostolado no consiste sólo en el testimonio de vida; el verdadero apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con la palabra, tanto a los no creyentes, como a los fieles» (CIC 905).
-“Los ninivitas se levantarán en el Juicio contra esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay algo mayor que Jonás”. Señor, nos dices que eres más que Jonás. Eres en presente, por eso me pides: «Enciende tu fe. -No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia. / ¡Vive!: «Jesus Christus heri et hodie: ipse et in saecula!» -dice San Pablo- ¡Jesucristo ayer y hoy y siempre!» (J. Escrivá, Camino 584).
“Tú eres más que un profeta o un filósofo sabio que dejó doctrinas admirables. Eres Dios vivo: ayer, hoy y siempre.
”Por eso vivir cristianamente no consiste sólo en conocer tu doctrina, sino que, sobre todo, consiste en vivir contigo, unido a Ti por la gracia y por el trato personal contigo en la oración. Sólo si te tengo presente durante el día, convirtiendo cada actividad en verdadera oración contigo, podré ser testigo de tu resurrección anunciando con mi vida cristiana que Tú vives, que no eres una figura que pasó.
Para esta presencia de Dios, son buenos “pequeños trucos: tener una estampa de la Virgen en la cartera y decirle una jaculatoria cuando la vea; pedir por alguna intención cada vez que miro el reloj, o veo la cruz de una farmacia, o pongo en marcha el ordenador”.
Señor, “ayúdame a mantener mi fe ardiente, a base de rezar pequeñas jaculatorias y hacer actos de fe durante el día” para crecer en tu presencia (Pablo Cardona).
-“La reina de Saba se pondrá en pie en el Juicio para carearse con esa generación y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y hay más que Salomón aquí”.  Los paganos sí supieron reconocer la voz de Dios en los signos de los tiempos. Y los del pueblo elegido, no. Una vez más resuena la queja con que empieza el evangelio de Juan: "vino a su casa y los suyos no le recibieron”(Jn 1,11).
2. Pablo usa una comparación, una alegoría. Abrahán tuvo dos mujeres: una esclava, Agar, que fue la madre de Ismael; otra, libre, Sara, de la que, según la promesa, tuvo a Isaac.
Para Pablo, nosotros somos hijos de la libre, no de la esclava. Ya no dependemos de la ley antigua: "para vivir en libertad nos ha liberado Cristo: por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud". Volver a seguir servilmente la ley del AT es volver a caer en la esclavitud.
Somos "hijos de la libre". La afirmación de Pablo lleva énfasis: Cristo nos ha "liberado para la libertad".
¿Es verdad eso para cada uno de nosotros?, ¿o se podría decir que estamos apegados a "lo viejo", cuando ya hemos experimentado "lo nuevo"? ¿Habría en nuestra mentalidad algo equivalente a la "involución" de aquellos judíos que añoraban la ley de Moisés, cuando Jesús lo ha superado llevándolo a su plenitud? ¿Vivimos el cristianismo con corazón libre, de hijos, o con actitud de miedo, de esclavos?
En nuestra época hemos experimentado en la Iglesia "liberaciones" interesantes, promovidas por el Vaticano II y las etapas postconciliares: en la liturgia, en la teología, en la organización de la Iglesia y de la vida religiosa, en la promoción de los laicos, en la descentralización, en la apertura al mundo de hoy… liberaciones legitimas, movidas por el Espíritu del Señor que es Espíritu de amor y de libertad, porque ha habido también desviaciones: trigo y cizaña... el discernimiento no es fácil, pues en algunos puntos se ha cambiado algo de la tradición. Hay quien ve con añoranza lo anterior. El cambio conlleva riesgo...
Hoy te pido, Señor, aprender de tu libertad interior ante las tentaciones del pueblo, de familia, de autoridades, de discípulos, del afán de poseer y mandar, de las interpretaciones esclavizantes de los juristas de la época...  te pido coherencia, fidelidad, sin miedo, por el amor y convicción, con ánimo esponjado… (J. Aldazábal).
-«Regocíjate, estéril, la que no das hijos... Rompe en gritos de júbilo, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada.» Dios es el amo de lo imposible. Nada es imposible a Dios. El ángel lo repetirá a la Virgen María, el día de su anunciación. ¡Señor, haznos disponibles y abiertos a las gracias que quieras otorgarnos!
-“Si Cristo nos libertó, es para que seamos verdaderamente libres”. Salir del miedo de Dios, del ansia de las «obligaciones y preceptos» a cumplir. Para san Pablo, ser de veras «hijo» es ser «libre», es tener con el Padre unas relaciones tan inmediatas que ya no se tiene miedo de El, y que la ley no es ya una ley exterior alienante: «¡ama, y haz lo que quieras!» será la traducción de san Agustín.
-“Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud”. Es para mí la religión una «liberación» una alegría, una espontaneidad? (Neon Quesson).
Llucià Pou Sabaté
Santo Tomás de Villanueva, obispo. San Daniel Comboni, obispo

Vino al mundo en la localidad de Fuentellana, en Castilla, a principios de 1488, y su sobrenombre le vino de Villanueva de los Infantes, la ciudad donde creció y se educó. Sus padres eran también originarios de Villanueva. El amo de la casa era dueño de un molino y, desde luego, su fortuna no era digna de tomarse en cuenta, pero no fue esa la herencia más importante que dejó a su hijo, sino su profundo amor por Dios y por los hombres, que se traducía en una inagotable caridad. A la edad de quince años, Tomás fue enviado a la Universidad de Alcalá, donde continuó sus estudios con mucho éxito; llegó a obtener su título de maestro de artes y, al cabo de diez años en la casa de estudios de Alcalá cuando tenía veintiséis de edad, ya era profesor de filosofía y, entre los alumnos que asistían a sus clases, se hallaba el famoso Domingo Soto.
En 1516, Tomás se unió a los frailes agustinos en Salamanca y, a juzgar por su ejemplar comportamiento en el noviciado, ya había tenido una larga experiencia en lo que se refiere a austeridades, renuncias a los deseos de su voluntad y el ejercicio de la contemplación. En 1518, fue elevado al sacerdocio y se le mandó predicar y hacerse cargo de un curso de Teología en su convento. Sus libros de texto eran los de Pedro Lombardo y Tomás de Aquino y, apenas iniciado el curso, los estudiantes de la universidad solicitaron permiso para asistir a sus clases. Poseía una inteligencia excepcionalmente lúcida, y su extraordinario sentido común le hacía emitir juicios concretos y firmes, pero siempre tuvo que luchar contra sus distracciones y su falta de memoria. Poco después, fue prior en varias de las casas de agustinos y, mientras desempeñaba aquellos cargos, dispensó particular solicitud por los frailes enfermos. A menudo decía a sus religiosos que la enfermería era como la zarza de Moisés, donde el que se dedica a cuidar a los enfermos encontrará seguramente a Dios entre las espinas que le rodean y le cubren hasta esconderle. En 1533, cuando era el provincial para Castilla, envió a tierras de América al primer grupo de agustinos que establecieron en México su orden, como misioneros. Con frecuencia caía Tomás en arrebatos y éxtasis cuando se entregaba a la oración, y sobre todo durante la misa; no obstante que se esforzaba por ocultar aquellas gracias, no lo conseguía del todo: a menudo, después de celebrar el santo sacrificio, le relucía el rostro con tanta fuerza, que parecía deslumbrar a los que le contemplaban. Cierta vez, cuando predicaba en la catedral de Burgos para reprobar los vicios y la ingratitud de los pecadores, levantó en alto un crucifijo y clamó con voz emocionada: «¡Cristianos, miradle..!» Pero no pudo agregar nada más, porque así como estaba, con el brazo en alto y los ojos fijos en la cruz, había sido arrebatado en éxtasis. En otra ocasión, cuando se dirigía a una congregación que asistía a la ceremonia de la toma de hábito de un novicio, cayó en un rapto y quedó mudo e inmóvil durante un cuarto de hora. Al volver en sí, dijo a la asamblea que aguardaba expectante: «Hermanos: os pido perdón. Tengo el corazón débil y me apena sentirme perdido en ocasiones como ésta. Trataré de reparar mi falta».
Tomás realizaba la periódica visita a sus conventos cuando el emperador Carlos V lo llamó para que ocupase la sede arzobispal de Granada y se presentase ante él en Toledo. El santo emprendió el viaje, pero con el único objeto de rehusar ante el emperador la dignidad que le había concedido; tanta energía puso en su demanda, que consiguió lo que quería. Algunos años más tarde, Jorge de Austria renunció al arzobispado de Valencia, y el emperador volvió a pensar en Tomás, pero inmediatamente se arrepintió porque estaba seguro de que volvería a rechazar el puesto; en consecuencia, ordenó a su secretario que escribiese un nombramiento en favor de cierto religioso de la orden de San Jerónimo. Al disponerse a firmar la carta, advirtió el emperador que su secretario había escrito el nombre del hermano Tomás de Villanueva y preguntó la razón. Confuso, el secretario respondió que le parecía haber oído aquel apelativo, pero que en un momento repararía el error. «De ninguna manera -dijo Carlos V-, esto ha sucedido por un especial designio de Dios. Hagamos Su voluntad». De modo que firmó el nombramiento tal como estaba y lo envió en seguida a Valladolid, donde Tomás era el prior en el convento agustino. Éste recurrió a todos los medios imaginables para librarse del cargo, pero, a fin de cuentas, se vio obligado a aceptar y fue consagrado en Valladolid. Al otro día, muy de mañana, partió hacia Valencia. La madre del santo, que ya para entonces había transformado su casa en un hospital para los pobres, le había pedido que, en su jornada, pasase por Villanueva; sin embargo, Tomás quería obedecer literalmente las palabras del Evangelio acerca de dejar padre, madre, esposa, por Cristo y por el Evangelio (Lc 14,26), así que apresuró la marcha y se fue directamente hacia la sede que ahora era suya, con el convencimiento de que su nueva dignidad le obligaba a postergar toda otra consideración ante la de llegar a servir al rebaño que había sido puesto a su cuidado (algún tiempo después, pasó un mes de vacaciones con su madre en Lliria). Siempre viajaba a pie por los caminos de su diócesis y no usaba otra vestidura que su raído hábito de monje y el sombrero que le habían dado el día en que hizo su profesión. En sus caminatas le acompañaban un religioso y dos criados. Cuando llegó a hacerse cargo de su sede, hizo varios días de retiro en un convento de agustinos de Valencia, entregado a la penitencia y la plegaria a fin de implorar la gracia de Dios para desempeñar debidamente sus funciones.
Tomó posesión de su catedral el primer día del año 1545, en medio de gran regocijo popular. En consideración a su pobreza, el capítulo le ofreció cuatro mil coronas para que acondicionara su casa; él aceptó el donativo en forma por demás humilde y dio las gracias, conmovido, pero inmediatamente envió todo el dinero a un hospital con una recomendación para que lo utilizaran en la reparación del edificio y la atención a los enfermos. Después quiso dar explicaciones a los canónigos y les dijo: «A Nuestro Señor se le puede servir y glorificar mejor si damos vuestros dineros a los pobres del hospital que tanto lo necesitan, en vez de usarlo yo. ¿Para qué quiere muebles y adornos un pobre fraile como yo?» Con frecuencia se dice que los honores y el poder cambian las costumbres más arraigadas, pero no fue ese el caso de santo Tomás que, en su calidad de arzobispo, no sólo conservó la misma humildad de corazón sino todos los signos exteriores del desprecio por sí mismo. Usó durante varios años, el mismo hábito con que salió de su monasterio y, muchas veces, se le sorprendió mientras lo remendaba. Uno de los canónigos le manifestó su extrañeza al verlo perder el tiempo en coser un parche a su hábito, tarea que cualquier sastrecillo haría con gusto por un maravedí. Pero el arzobispo le replicó que él no había dejado de ser fraile y que era mejor ahorrarse aquel maravedí con el que podía darse algo de comer a un mendigo. Por regla general vestía tan pobremente, que sus canónigos y familiares se avergonzaban de mostrarse junto a él y, cuando éstos le instaban a que usase ropas más de acuerdo con su dignidad, respondía invariablemente: «Os estoy muy agradecido, caballeros, por los cuidados que os tomáis por mi persona, pero verdaderamente no puedo comprender de qué manera mis ropas de religioso lleguen a menguar mi dignidad de arzobispo. Bien sabéis que mi posición y mis deberes son completamente independientes de mis vestiduras y consisten en cuidar las almas que me han sido confiadas». A fuerza de insistir, los canónigos llegaron a convencerle para que cambiase su viejísimo sombrero de fieltro por otro de seda, nuevo y reluciente el cual, a partir de entonces, solía mostrar cuando venía al caso, al tiempo que decía socarronamente: «¡He aquí mi dignidad episcopal!» A veces, agregaba: «Los señores canónigos juzgan necesario que yo use este sombrero de seda si quiero agregarme al número de los arzobispos». Pero sin sombrero o con él, santo Tomás desempeñó a maravilla las obligaciones del pastor de almas y de continuo visitaba una u otra de las iglesias de su diócesis y, lo mismo en ciudades y aldeas, predicaba y ejercía su ministerio con celo infatigable y afecto irresistible. Sus sermones producían cambios y reformas visibles en la vida diaria de las gentes a tal extremo, que por doquier se decía que era un nuevo apóstol o un profeta elegido por Dios para guiar al pueblo por los caminos del bien. A poco de ocupar la sede, convocó a una asamblea provincial (la primera en muchos años) en la que con la ayuda de sus obispos, redactó y puso en efecto una serie de ordenanzas para acabar con todos los desórdenes y malos usos que hubiese observado entre su clero durante sus visitas. Las reformas a sus propios capitulares le costaron muchas dificultades y mucho tiempo. En todo momento, acudía al altar y se postraba ante el tabernáculo para conocer la voluntad de Dios; a menudo pasaba horas enteras en su oratorio y, como advirtiese que los criados no se atrevían a perturbarle en sus devociones cuando alguien llegaba a consultarle, dio órdenes estrictas a fin de que, tan pronto como cualquier persona preguntase por él, a cualquier hora, le llamasen sin hacer aguardar al visitante.
A diario acudían a la casa del arzobispo centenares de mendigos y necesitados que jamás se iban sin haber recibido limosna, que generalmente consistía en una comida con su correspondiente copa de vino y una moneda. El prelado dispensaba particulares cuidados a los niños huérfanos y, durante los once años de su episcopado, no hubo una sola doncella pobre en su diócesis que llegase al matrimonio sin haber recibido la generosa ayuda de su caridad. A fin de alentar a sus criados en la tarea de descubrir a los niños expósitos o abandonados por sus padres, les daba una corona por cada criatura desamparada que encontrasen. En 1550, los piratas saquearon y asolaron una ciudad en las costas de su diócesis y, en seguida, el arzobispo mandó cuatro mil ducados, ropas, provisiones y medicamentos por un valor igual, para socorro de los necesitados y rescate de los cautivos. Como siempre ha sucedido, santo Tomás fue víctima de las críticas porque muchas de las gentes a quienes ayudaba eran flojos, vagabundos y aun delincuentes que abusaban de su bondad. «Si acaso -respondía el prelado a aquellas críticas- hay vagabundos y gentes que no viven de su trabajo en estas comarcas, corresponde al gobernador y al prefecto de la policía ocuparse de ellos: ése es su deber. El mío es dar ayuda y consuelo a todos los que llegan hasta mi puerta a solicitármelos». Y no se limitaba a socorrer a los pobres con sus propios medios, sino que continuamente alentaba y recomendaba a los grandes señores y a los ricos que demostrasen su poder y su importancia, no en el lujo y el despliegue de la opulencia, sino en la protección hacia sus servidores y vasallos y en su generosidad hacia los necesitados. Con frecuencia los exhortaba a enriquecerse más en actos de caridad y misericordia que en bienes terrenales. «Respóndeme, pecador -solía decir-: ¿Puedes comprar con todas tus riquezas algo de mayor valor y más precioso que la redención de tus culpas?» También decía: «Si quieres que Dios oiga tus oraciones, escucha tú el clamor de los pobres. Si deseas que Dios alivie tus necesidades, alivia tú las miserias de los indigentes, sin esperar a que te lo pidan. Anticípate a satisfacer las necesidades, especialmente de los que no se atreven a pedir: obligarlos a pedir una limosna equivale a forzarlos a que la compren».
Santo Tomás se opuso siempre con energía a que la Iglesia usara métodos coercitivos o presiones para hacer entrar en razón a los pecadores, pero recomendaba en cambio el sistema de llamarlos y acogerlos con solicitud, tratar de convencerlos con afecto y agotar todos los medios del amor, sin recurrir jamás a los de la fuerza. En cierta ocasión, un teólogo y canonista se lamentaba de que el arzobispo no se decidiese a lanzar amenazas y a tomar medidas severas para acabar con el concubinato, y el prelado, al referirse a su crítico, decía: «No hay duda de que es un buen hombre, pero es de esos fieles fervorosos que a menudo menciona san Pablo y los califica de celosos sin objeto y sin conocimiento de causa. ¿Sabe acaso ese buen caballero los trabajos que he pasado para corregir esos errores que él desearía arrancar de raíz? ... Sería bueno hacerle saber que ni san Agustín, ni san Juan Crisóstomo usaron jamás anatemas ni excomuniones para combatir los vicios de la embriaguez y la blasfemia que tanto practicaban las gentes que estaban a su cuidado. No; nunca lo hicieron porque eran lo suficientemente sabios y prudentes y no les parecía justo cambiar un poco de bien por un gran mal, si usaban de su autoridad sin consideraciones y, de esta manera, excitaban la aversión de aquellos cuya buena voluntad querían ganar a fin de guiarlos hacia el bien». Durante largo tiempo, el arzobispo había tratado en vano de enmendar la vida que llevaba uno de sus canónigos, hasta que decidió invitarlo a pasar una temporada en su casa, con el pretexto de prepararle a desempeñar una importante misión ante la Santa Sede en Roma. Como parte esencial de aquellos supuestos preparativos, figuraba una buena confesión para estar bien con Dios. Pasaron uno, dos, tres meses, y el asunto de Roma sin arreglar, pero en aquel período, el canónigo recibía diariamente lecciones y ejemplos sobre todas las gracias que podía aportar la penitencia. Al cabo de seis meses, abandonó la casa del arzobispo transformado en un hombre nuevo, mientras que todos los amigos y conocidos del canónigo suponían que acababa de regresar de Roma y le felicitaron por el desempeño de su misión. Otro sacerdote que llevaba una vida irregular fue amonestado por Tomás, recibió de mala manera las represiones y, luego de insultar al arzobispo en su cara, partió hecho una furia. «No lo detengan -ordenó el prelado a sus capellanes y servidores-. La culpa fue mía. Fueron demasiado duras mis reprimendas».
El santo trató de imponer los mismos métodos que usaba para gobernar a sus clérigos y a sus fieles, al campo de los nuevos cristianos o moriscos, es decir, los moros que se habían convertido al cristianismo, pero cuya fe era inestable a tal extremo, que muchos de ellos caían en la apostasía y, en consecuencia, eran llevados ante el tribunal de la Inquisición y, a menudo, sometidos a torturas. Pero, no obstante su buena voluntad y la tenacidad de sus esfuerzos, fue muy poco lo que el arzobispo pudo hacer en favor de los moriscos en su extensa diócesis, aparte de obtener del emperador un fondo especial destinado a sostener a los sacerdotes especialmente capacitados para trabajar entre los moros convertidos. También consiguió fundar el santo prelado un colegio para los hijos de los moriscos. Se las arregló asimismo, para poner en funciones una escuela para niños pobres, dependiente de la universidad de Alcalá, donde él había estudiado y, después, al sentir ciertos escrúpulos por haber gastado dinero fuera de su diócesis, fundó otra escuela igual en Valencia. Su generosidad material igualaba a la caridad de su espíritu. Aborrecía las murmuraciones y, siempre que oía hablar mal de alguien, defendía al ausente. «Caballeros -decía en esas ocasiones-: juzgáis el asunto desde un punto de vista equivocado. Si ese hombre ha obrado mal, pudo haber tenido una buena intención, con lo cual basta para que haya obrado bien. Por mi parte, creo que así fue». Se registraron muchos ejemplos sobre los dones sobrenaturales que poseía santo Tomás, como su poder para curar las enfermedades y multiplicar las provisiones, así como de numerosos milagros que obró o que se atribuyen a su intercesión, antes y después de su muerte.
No se sabe con certeza la razón que impidió al santo arzobispo asistir al Concilio de Trento. En representación suya fue el obispo de Huesca, y la mayoría de los obispos de Castilla le hicieron consultas antes de partir hacia la magna asamblea. Se sabe que a todos les rogó que luchasen para conseguir que el Concilio decretara una reforma interna de la Iglesia, que era tan necesaria como la batalla contra la herejía del luteranismo. Sugirió además dos proposiciones muy interesantes que, desgraciadamente, no fueron tenidas en cuenta. Una de ellas consistía en que todos los trabajos para el bien de las almas fuesen desempeñados por los sacerdotes o religiosos nativos del país, siempre y cuando estuviesen calificados para ello, especialmente en los distritos rurales; en la segunda propuesta, se pedía que fuera reforzada y actualizada la antigua ley canónica que prohibía el traslado del obispo de una sede a otra. Aquella idea de la unión indisoluble del obispo con su sede, corno con una esposa, siempre estuvo presente en la mente del santo que vivió consagrado al cabal desempeño de sus deberes episcopales. «Nunca sentí tanto miedo -confesó en cierta ocasión- de quedar excluido del número de los elegidos, como en aquel momento en que fui consagrado obispo». En diversas oportunidades solicitó en vano la autorización para renunciar, hasta que, a la larga, Dios tuvo a bien escuchar sus ruegos y lo llamó a Su seno. En el pies de agosto de 1555, fue atacado por una angina de pecho. Al sentirse enfermo, ordenó que fuese distribuido entre los pobres todo el dinero que estuviera en su posesión; el resto de sus bienes, a excepción del lecho en que yacía, fueron a parar a manos del rector de su amada escuela; su cama fue la herencia del carcelero para que la diera a los presos, pero con la condición de que su futuro dueño se la prestara hasta que ya no tuviese necesidad de ella. El 8 de septiembre, su fin parecía inminente. Mandó que se oficiase una misa en su presencia; después de la consagración, comenzó a recitar en voz alta, firme y pausada, el salmo «In te, Domine, speravi»; terminada la comunión del sacerdote, dijo el versículo: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu» y con estas palabras entregó el alma a Dios, cuando había cumplido los sesenta y seis años de edad. De acuerdo con sus deseos, fue sepultado en la iglesia de los frailes agustinos en Valencia. Se le canonizó en 1658. En vida se llamó a santo Tomás «prototipo de obispos», el «generoso», el «padre de los pobres» y por cierto que era todo eso y mucho más, porque estaba inflamado por un gran amor a Dios, que se pone de manifiesto en su apasionada y tierna exhortación: «¡Oh, maravillosa bendición! ¡Dios nos promete el Cielo como recompensa por amarlo! ¿No es acaso Su amor mismo, la mayor, la más deseable, la más preciosa de las recompensas y la más dulce de las bendiciones? Sin embargo, hay todavía otra recompensa, un premio inmenso para agregar al de Su amor. ¡Maravillosa bondad! Tú nos diste tu amor y por causa de ese amor nos entregas el Paraíso».
SAN DANIEL COMBONI, OBISPO
Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de   1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres   forman una familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre   de medios materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos.
Durante estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de Africa Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente africano.   En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote y tres años después parte para la misión de Africa junto a otros cinco misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».
En el corazón de Africa - con Africa en el corazón
Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma   parte Comboni llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada   a si misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar   que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa».
Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: «Africa o muerte!».
Cuando regresa a Italia, el recuerdo de Africa y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición   que lo lleva a elaborar su famoso «Plan para la regeneración de Africa», un   proyecto misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar Africa por medio de Africa», fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos.
Un Obispo misionero original
En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de Africa Central. Para lograrlo se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de animación misionera.
Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor a Africa llevan a   Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino respectivamente; más tarde sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.
Como teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 obispos firmen una petición en favor de la evangelización   de Africa Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).
El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de Africa Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que   sus ideas y sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso   ilusorias, son eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.
Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.
La cruz como «amiga y esposa»
En 1880 Comboni vuelve a Africa por octava y última vez, para estar al   lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo. El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. «Yo muero –exclama– pero mi obra, no morirá».
Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al pie de la cruz », sigue viva  gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres  que han querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión  entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la solidaridad de  los hombres.
Fechas más importantes
— Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831.
— Consagra su vida a Africa en 1849, realizando un proyecto que lo lleva a arriesgar la vida varias veces en las difíciles expediciones misioneras desde 1857, que es cuando va por primera vez a Africa.
— El 31 de diciembre de 1854, año en que se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción de María, es ordenado sacerdote por el Beato Juan Nepomuceno Tschiderer, Obispo de Trento.
— En 1864 escribe un Plan fundado sobre la idea de « salvar Africa por medio de Africa », que demuestra la confianza que Comboni tiene en los   africanos, pensando que serán ellos los protagonistas de su propia evangelización (Plan de 1864).
— Fiel a su consigna « Africa o muerte », no obstante las dificultades sigue con su Plan fundando, en 1867, el Instituto de los Misioneros   Combonianos.
— Voz profética, anuncia a toda la Iglesia, sobre todo en Europa, que ha llegado la hora de evangelizar a los pueblos de Africa. No teme presentarse,   como simple sacerdote que es, a los Obispos del Concilio Vaticano I, pidiéndoles que cada Iglesia local se comprometa en la conversión de Africa (Postulatum, 1870).
— Demostrando un valor fuera de lo común, Comboni consigue que también las religiosas participen directamente en la misión de Africa Central, siendo  el primero en tomar tal iniciativa. En 1872, funda un Instituto de religiosas dedicadas exclusivamente a la misión: las Hermanas Misioneras Combonianas.
— Gasta todas sus energías por los africanos y lucha con tesón para que sea abolida la esclavitud.
— En 1877, es consagrado Obispo nombrado Vicario Apostólico de Africa Central.
— Muere en Jartum, Sudán, abatido por las fatigas y cruces, en la noche del 10 de octubre de 1881.
— El 26 de marzo de 1994, se reconoce la heroicidad de sus virtudes.
— El 6 de abril de 1995, se reconoce el milagro realizado por su intercesión  en una muchacha afrobrasileña, la joven María José de Oliveira Paixão.
— El 17 de marzo de 1996, es beatificado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.
— El 20 de diciembre 2002, se reconoce el segundo milagro realizado por su intercesión en una madre musulmana del Sudan, Lubna Abdel Aziz.
— El 5 de octubre de 2003, es canonizado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.