martes, 5 de julio de 2016

Miércoles de la semana 14 de tiempo ordinario; año par

Miércoles de la semana 14 de tiempo ordinario; año par

Dios nos llama a una misión  para desarrollar los proyectos de su corazón, con nuestra colaboración su misericordia se vierte sobre la humanidad.
“En aquel tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: -«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca»” (Mateo 10,1-7).  
1. Seguimos en este segundo de los cinco grandes discursos de Jesús, en el que da a sus apóstoles unas consignas para su misión evangelizadora. Ya había insinuado la idea al final del evangelio de ayer, cuando Jesús contemplaba la abundancia de la mies y la escasez de obreros para la siega, invitándonos a orar al Padre para que envíe trabajadores a su campo.
-Jesús llamó a sus "doce"” para enviarlos a misión. Tenemos ahora a los doce constituidos en "colegio apostólico", es decir, "misionero". "La Iglesia peregrina es misionera por su naturaleza, puesto que procede de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre" (Vaticano II: A.G. 2) "Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás apóstoles forman un solo Colegio Apostólico, de igual modo el Romano Pontífice, sucesor de Pedro y los obispos, sucesores de los apóstoles se unen entre sí y forman un todo (ídem, L.G. III, 22). "El cuidado de anunciar el Evangelio en todo el mundo pertenece al "cuerpo de los pastores", ya que a todos ellos en común dio Cristo el mandato imponiéndoles un oficio común... Por tanto todos los obispos deben proveer a las misiones, no sólo de operarios para la mies, sino también de socorros espirituales y materiales." (ídem, L.G. III, 23).
Unos serán más célebres y otros quedan en la sombra... –“Y les dio autoridad sobre los espíritus "inmundos" para expulsarlos y curar todo achaque y enfermedad”. Nos mandas, Jesús, para curar, buscar la salud de alma y cuerpo… Destruir el mal. Hacer el bien. Nos llamas a cada uno para una misión, para que yo sea responsable contigo de la obra de salvación.
-“A los doce los envió Jesús con estas instrucciones:.. Id a las ovejas descarriadas de Israel. Por el camino proclamad que el Reino de Dios está cerca”. “Son muchos los cristianos persuadidos de que la Redención se realizará en todos los ambientes del mundo, y de que debe haber algunas almas —no saben quiénes— que con Cristo contribuyen a realizarla. Pero la ven a un plazo de siglos, de muchos siglos...: serían una eternidad, si se llevara a cabo al paso de su entrega.
”Así pensabas tú, hasta que vinieron a “despertarte”” (J. Escrivá, Surco 1). Dios llama a cada uno según su pensamiento amoroso, y vamos descubriendo en el tiempo lo que desde siempre había pensado para cada uno. Es un diálogo entre el Señor y nuestro interior, y vemos aquí condensada la teología de la vocación cristiana: el Señor elige a los que quiere para estar con Él y enviarlos a ser apóstoles (cf. Mc 3,13-14). En primer lugar, los elige: antes de la creación del mundo, nos ha destinado a ser santos (cf. Ef 1,4). Nos ama en Cristo, y en Él nos modela dándonos las cualidades para ser hijos suyos. Sólo en vistas a la vocación se entienden nuestras cualidades; la vocación es el “papel” que nos ha dado en la redención. Es en el descubrimiento del íntimo “por qué” de mi existencia cuando me siento plenamente “yo”, cuando vivo mi vocación.
¿Y para qué nos ha llamado? Para estar con Él. Esta llamada implica correspondencia: «Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana —que es la razón más sobrenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (San Josemaría).
Es don, pero también tarea: santidad mediante la oración y los sacramentos, y, además, la lucha personal. «Todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aún en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir» (Concilio Vaticano II).
Así, podemos sentir la misión apostólica: llevar a Cristo a los demás; tenerlo y llevarlo. Hoy podemos considerar más atentamente la llamada, y afinar en algún detalle de nuestra respuesta de amor.
2. Sigue Oseas (10,1-3.7-8.12) con la imagen de Israel como una vid frondosa que producía mucho fruto. Es la primera vez que el pueblo elegido es comparado a una "viña" que ha de dar fruto, una imagen luego muy desarrollada, especialmente por Jesús.
-“Pero, cuanto más aumentaba su fruto, más aumentaba los altares. Cuanto mejor era su país, mejores y más lujosos hacían los ídolos”. Era Dios quien daba la prosperidad y la felicidad. Pero ellos iban a dar gracias a los Baales.
-“Su corazón es doble”. Fingen permanecer fieles al verdadero Dios, pero de hecho su corazón está en los cultos sensuales de los Baales. En verdad, Señor, mi corazón es también doble. Me atrae el bien, pero mi corazón va hacia los materialismos fáciles. San Pablo confesará que hay «dos hombres en él, uno que se complace en la ley de Dios, otro que le empuja al pecado» (Rom 7,14-25).
"¡Se ha acabado Samaria! su rey no es más que espuma..." Es la predicción de la deportación: “-Espinas y cardos crecerán sobre los altares”... Jesús citará ese pasaje (Lucas 23,30).
Y, como siempre, el camino: “-Sembraos simiente de justicia, recoged cosecha de amor, entonces será el tiempo de buscar al Señor, hasta que venga a lloveros justicia”. La esperanza de conversión se abre camino, con la promesa de un futuro mucho mejor, si los hombres quieren colaborar en ello... Gracias, Señor. ¡Danos la valentía de "sembrar la justicia", para que Tú, por tu parte, «lluevas justicia»! (Noel Quesson).
De nuevo se nos interpela respecto a si somos o no idólatras, si levantamos altares a dioses falsos, si tenemos «el corazón dividido», como Israel, o sea, si decimos que seguimos a Cristo, pero en realidad hacemos más caso a este mundo y sus criterios de vida, caminando, de este modo, derechos al desmoronamiento interior.
Si hay conductas dudosas, o un doble juego en nuestro estilo de vida, o nos dejamos llevar por el egoísmo o la ambición, somos invitados a convertirnos a Dios: «sembrad justicia y cosecharéis misericordia» (J. Aldazábal).
3. En el salmo (104) queremos buscar “el rostro del Señor”; cantarle “al son de instrumentos, / hablad de sus maravillas; / gloriaos de su nombre santo, / que se alegren los que buscan al Señor”. Y acudir con la intercesión de Santa María, a él “y a su poder, / buscad continuamente su rostro. / Recordad las maravillas que hizo, / sus prodigios, las sentencias de su boca… El Señor es nuestro Dios, / él gobierna toda la tierra”.
Llucià Pou Sabaté
Santa María Goretti, virgen y mártir

Nació en Corinaldo, Italia, el año 1890, de una familia humilde. Su niñez, bastante dura, transcurrió en Nettuno (cerca de Roma), y durante ella se ocupó en ayudar a su madre en las tareas domésticas. Era piadosa y asidua en la oración. El 6 de Julio de 1902, a los once años de edad, fue amenazada con un punzón por Alessandro Serenelli, un joven que trató de abusar de ella. Ella prefirió morir antes que pecar. Durante su agonía perdonó a su atacante, quién, tras años de cárcel, se convirtió.
Pío XII, que la canonizó el 24 de junio de 1950, la definió «pequeña y dulce mártir de la pureza».
De la homilía pronunciada por el papa Pío XII en la canonización de Santa María Goretti
    De todo el mundo es conocida la lucha con que tuvo que enfrentarse, indefensa, esta virgen; una turbia y ciega tempestad se alzó de pronto contra ella, pretendiendo manchar y violar su angélico candor. En aquellos momentos de peligro y de crisis, podía repetir al divino Redentor aquellas palabras del áureo librito De la imitación de Cristo: "Si me veo tentada y zarandeada por muchas tribulaciones, nada temo, con tal de que tu gracia esté conmigo. Ella es mi fortaleza ; ella me aconseja y me ayuda. Ella es más fuerte que todos mis enemigos."  Así, fortalecida por la gracia del cielo, a la que respondió con una voluntad fuerte y generosa, entregó su vida sin perder la gloria de la virginidad.
    En la vida de esta humilde doncella, tal cual la hemos resumido en breves trazos, podemos contemplar un espectáculo no sólo digno del cielo, sino digno también de que lo miren, llenos de admiración y veneración, los hombres de nuestro tiempo.  Aprendan los padres y madres de familia cuán importante es el que eduquen a los hijos que Dios les ha dado en la rectitud, la santidad y la fortaleza, en la obediencia a los preceptos de la religión católica, para que, cuando su virtud se halle en peligro, salgan de él victoriosos, íntegros y puros, con la ayuda de la gracia divina.
    Aprenda la alegre niñez, aprenda la animosa juventud a no abandonarse lamentablemente a los placeres efímeros y vanos, a no ceder ante la seducción del vicio, sino, por el contrario, a luchar  con firmeza, por muy arduo y difícil que sea el camino que lleva a la perfección cristiana, perfección a la que todos podemos llegar tarde o temprano con nuestra fuerza de voluntad, ayudada por la gracia de Dios, esforzándonos, trabajando y orando.
    No todos estamos llamados a sufrir el martirio, pero sí estamos todos llamados a la consecución (acción y efecto de conseguir) de la virtud cristiana. Pero esta virtud requiere una fortaleza  que, aunque no llegue a igualar el grado cumbre de esta angelical doncella, exige, no obstante, un largo, diligentísimo e ininterrumpido esfuerzo, que no terminará sino con nuestra vida. Por esto, semejante esfuerzo puede equipararse a un lento y continuado martirio, al que nos amonestan aquellas palabras de Jesucristo: El reino de los cielos se abre paso a viva fuerza, y los que pugnan por entrar lo arrebatan.
   Animémonos todos a esta lucha cotidiana, apoyados en la gracia del cielo; sírvanos de estímulo la santa virgen y mártir María Goretti; que ella, desde el trono celestial, donde goza de la felicidad eterna, nos alcance del Redentor divino, con sus oraciones, que todos, cada cual según sus peculiares condiciones, sigamos sus huellas ilustres con generosidad, con sincera voluntad y con auténtico esfuerzo.
Juan Pablo II, 6 de julio de 2003:
"Marietta, como era llamada familiarmente, recuerda a la juventud del tercer milenio que la auténtica felicidad exige valentía y espíritu de sacrificio, rechazo de todo compromiso con el mal y disponibilidad para pagar con el propio sacrificio, incluso con la muerte, la fidelidad a Dios y a sus mandamientos"
"Hoy se exalta con frecuencia el placer, el egoísmo, o incluso la inmoralidad, en nombre de falsos ideales de libertad y felicidad. Es necesario reafirmar con claridad que la pureza del corazón y del cuerpo debe ser defendida, pues la castidad "custodia" el amor auténtico".
"Que santa María Goretti ayude a los jóvenes a experimentar la belleza y la alegría de la bienaventuranza evangélica: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios"".
"La pureza de corazón, como toda virtud, exige un entrenamiento diario de la voluntad y una disciplina constante interior. Exige, ante todo, el asiduo recurso a Dios en la oración".

lunes, 4 de julio de 2016

Martes semana 14 de tiempo ordinario; año par

Martes de la semana 14 de tiempo ordinario; año par

Jesús nos pide fe y sinceridad de vida para adorar a Dios, y nos envía a proclamar el Evangelio en una misión
“En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: -«Nunca se ha visto en Israel cosa igual.» En cambio, los fariseos decían: -«Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.» Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: -«Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies»” (Mateo 9,32-38).
1. “-Presentaron a Jesús a un endemoniado mudo”. Señor, ven a echar de mí los demonios mudos... Los demonios del silencio. “No hemos de alejarnos de Dios, porque descubramos nuestras fragilidades; hemos de atacar las miserias, precisamente porque Dios confía en nosotros.
”¿Cómo lograremos superar esas mezquindades? Insisto, por su importancia capital: con humildad, y con sinceridad en la dirección espiritual y en el Sacramento de la Penitencia. Id a los que orientan vuestras almas con el corazón abierto; no lo cerréis, porque si se mete el demonio mudo, es difícil de sacar.
”Perdonad mi machaconería, pero juzgo imprescindible que se grabe a fuego en vuestras inteligencias, que la humildad y —su consecuencia inmediata— la sinceridad enlazan los otros medios, y se muestran como algo que fundamenta la eficacia para la victoria. Si el demonio mudo se introduce en un alma, lo echa todo a perder; en cambio, si se le arroja fuera inmediatamente, todo sale bien, somos felices, la vida marcha rectamente: seamos siempre salvajemente sinceros, pero con prudente educación.
”Quiero que esto quede claro; a mí no me preocupan tanto el corazón y la carne, como la soberbia. Humildes. Cuando penséis que tenéis toda la razón, no tenéis razón ninguna. Id a la dirección espiritual con el alma abierta: no la cerréis, porque —repito— se mete el demonio mudo, que es difícil de sacar.
”Acordaos de aquel pobre endemoniado, que no consiguieron liberar los discípulos; sólo el Señor obtuvo su libertad, con oración y ayuno. En aquella ocasión obró el Maestro tres milagros: el primero, que oyera: porque cuando nos domina el demonio mudo, se niega el alma a oír; el segundo, que hablara; y el tercero, que se fuera el diablo.
Contad primero lo que desearíais que no se supiera. ¡Abajo el demonio mudo! De una cuestión pequeña, dándole vueltas, hacéis una bola grande, como con la nieve, y os encerráis dentro. ¿Por qué? ¡Abrid el alma! Yo os aseguro la felicidad, que es fidelidad al camino cristiano, si sois sinceros. Claridad, sencillez: son disposiciones absolutamente necesarias; hemos de abrir el alma, de par en par, de modo que entre el sol de Dios y la claridad del Amor.
Para apartarse de la sinceridad total no es preciso siempre una motivación turbia; a veces, basta un error de conciencia. Algunas personas se han formado —deformado— de tal manera la conciencia que su mutismo, su falta de sencillez, les parece una cosa recta: piensan que es bueno callar. Sucede incluso con almas que han recibido una excelente preparación, que conocen las cosas de Dios; quizá por eso encuentran motivos para convencerse de que conviene callar. Pero están engañados. La sinceridad es necesaria siempre; no valen excusas, aunque parezcan buenas (J. Escrivá, Amigos de Dios, 187-189).
-“Las multitudes decían admiradas: "Jamás se ha visto cosa igual" En cambio los fariseos decían: "Echa a los demonios con el poder del príncipe de los demonios."” ¿Ignorancia o mala fe? No sabemos las intenciones, sí que el poder diabólico se viste con la apariencia de la verdad…
-“Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad”. Es tu estilo, Señor: ahogar el mal en abundancia de bien, una actividad de "enseñar y sanar". Es el oficio o tarea del sacerdote y del cristiano. De pueblo en pueblo... vas a las sinagogas y a las calles, a la orilla del agua, bajo un árbol... repartiendo beneficios alrededor y aliviando cualquier pena o dolor...
-“Viendo al gentío, sintió compasión de ellos porque andaban maltrechos y derrengados como ovejas sin pastor”. Así comienza el segundo gran sermón de Jesús, llamado "Discurso misionero": Jesús enviará sus amigos en "misión" y les dará sus consignas... una especie de tratado teológico y práctico. Es esencial hacer oración sobre esta frase -viendo las muchedumbres-: ella revela algo esencial en el corazón de Jesús. La misión de la Iglesia nace aquí, en ese sentimiento que Jesús experimenta ante el gran desamparo de los hombres. La evangelización nace de esa misma observación, de esa misma mirada: "viendo" las muchedumbres... ¿Qué es lo que agota y aplasta hoy a los hombres? ¿Cómo puedo ser el "pastor" de mis hermanos? ¿Hacia qué pastos les conduciré? ¿Qué buena noticia les anunciaré?
-“Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante y los obreros pocos. Por eso rogad al dueño que mande obreros a su mies”. Rogar es la primera actividad misionera, la que hizo Santa Teresita, patrona de las misiones (Noel Quesson).
“No se nos puede ocultar que resta mucho por hacer. En cierta ocasión, contemplando quizá el suave movimiento de las espigas ya granadas, dijo Jesús a sus discípulos: «la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe trabajadores a su campo». Como entonces, ahora siguen faltando peones que quieran soportar «el peso del día y del calor». Y si los que trabajamos no somos fieles, sucederá lo que escribe el profeta Joel: «destruida la cosecha, la tierra en luto: porque el trigo está seco, desolado el vino, perdido el aceite. Confundíos, labradores; gritad, viñadores, por el trigo y la cebada. No hay cosecha».
No hay cosecha, cuando no se está dispuesto a aceptar generosamente un constante trabajo, que puede resultar largo y fatigoso: labrar la tierra, sembrar la simiente, cuidar los campos, realizar la siega y la trilla... En la historia, en el tiempo, se edifica el Reino de Dios. El Señor nos ha confiado a todos esa tarea, y ninguno puede sentirse eximido» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 158).
“Jesús, cuenta conmigo. Quiero trabajar esa tierra del mundo… Quiero ser uno de esos obreros que te ayude a recoger los frutos de tu Redención. Pero ¿qué he de hacer?” (Pablo Cardona).
«Son innumerables la ocasiones que tienen los seglares para ejercitar el apostolado de la evangelización y de la santificación.El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural tienen eficacia para atraer a los hombres hacia la fe y hacia Dios» (Vaticano II, A. A. 6).
Mateo tiene su propia manera de hablar de la misión en un discurso de Jesús que nos hace pensar en ser portadores de humanidad, que participemos de una misión  en el mundo participando de las cosas del mundo. Un mundo que necesita la buena noticia de Jesús. ¡Cuántas personas a nuestro alrededor están extenuadas, desorientadas, sordas a la Palabra más importante, la Palabra de Dios! Si saliéramos de nuestro mundo y «recorriéramos los caminos», nos daríamos cuenta, como Jesús, de las necesidades de la gente. ¿No se puede decir que «la mies es mucha» y que muchos están «como ovejas que no tienen pastor»? Es bueno recordar el comienzo de aquel documento tan famoso del Vaticano II, la «Gaudium et spes»: «El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo» (GS 1). Jesús, tú quieres seguir andando por los caminos haciendo el bien, a través de tus amigos, en este sentido todos somos «sacerdotes», partícipes de la realeza tuya, Jesús, de tu misión de profetizar y santificar.
2. Oseas (8, 4-7.11-13) profetiza contra los ídolos que se hacían: “-Con su plata y oro se han hecho ídolos, para su propia destrucción... ¡Rechazo tu becerro de oro, Samaria! Mi cólera se ha inflamado contra vosotros: ¿hasta cuándo permaneceréis en la impureza?” Aunque hay cosas muy distintas, es también uno de los problemas de nuestro tiempo: la contaminación de la fe auténtica por el materialismo ambiental. El oro (dinero). La plata (lo que brilla, el poder). La sexualidad, el placer. Ídolos también de HOY. Ídolos ilusorios incapaces de satisfacer el hambre profunda del hombre (Noel Quesson). Y el mal que vendrá será consecuencia de esa mala voluntad: “Siembran vientos y cosechan tempestades"
3. El Salmo (113) ahonda en la fe: "Nosotros confiamos en el Señor," y no en ídolos que son mentira: “Tienen boca y no hablan, tiene ojos y no ven, tienen orejas y no oyen, tiene nariz y no huelen”: “Pueblo de Israel, confía en el Señor: él te auxilia y te defiende… él te auxilia y te defiende”.
Llucià Pou Sabaté
San Antonio María Zaccaría, presbítero

Fundador de la Congregación de Clérigos Regulares de San Pablo o Barnabitas, para la reforma de las costumbres de los fieles cristianos.
Nació en Cremona (Italia) el año 1502 y murió en la misma ciudad el 5 de julio de 1539. Basta la escueta indicación de estas fechas para comprender la trascendencia que, para la vida de la Iglesia, tuvieron los días que vivió Antonio María Zacarías. Inquietud y aspiración de reforma, ansias de renovación por caminos no siempre gratos a la jerarquía eclesiástica, miedo pusilánime en unos y excesos imprudentes en no pocos, definen el clima en el que debía germinar la semilla de un nuevo reformador santo, entre otros que, como San Cayetano de Thiene y San Ignacio de Loyola, produjo la Iglesia católica en el siglo XVI. Reformador, santo y, además añadimos, precursor del gran San Carlos Borromeo en la elevación espiritual de la diócesis de Milán.
Antonio María fue obra de la gracia, que comenzó por materializarse en el regalo de una piadosísima madre; de su seno salió a contemplar la luz de este mundo y de sus brazos tuvo la dicha indecible de volar a contemplar la claridad de Dios. La buena Antonieta Pescaroli recibió con conciencia de responsabilidad el encargo y la confianza que la Providencia en ella depositó al darle un hijo para hacer de él un buen cristiano; por fidelidad a él, y para mejor dedicarse a su formación, rehusó la joven viuda un nuevo matrimonio. Antonio María Zacarías pudo así aprender de su madre a ser pobre para poder ser caritativo, hasta tanto que, con el fin de facilitar a ésta el ejercicio de la caridad en favor de los necesitados, renunció notarialmente a los bienes que le correspondían por herencia paterna; se nos hará, pues, natural que, como un necesitado más, solicite humilde de su madre lo indispensable para su sustento, sin permitirse jamás nada que pueda parecer superfluo o lujoso; para Antonio María supondría ello privar a otros de lo necesario para vivir.
Quiso prepararse por el estudio de la medicina para ser un ciudadano útil a sus hermanos los hombres. Pero el Señor le quería escoger para curar dolencias de otra índole. En los años de estudiante la piedad y amor a la Santísima Virgen, a quien había consagrado su virginidad, sostuvo firme su propósito de virtud y su espíritu de caritativo servicio a los hermanos, que fue poco a poco transformándose en el deseo de ser sacerdote. Pero, a pesar de que la decadencia de las costumbres, aun en el clero, hiciera a sus contemporáneos poco respetable la dignidad sacerdotal, supo él descubrir la grandeza de la misión del sacerdote, a la vez que la profundidad de su indignidad, de manera que sólo por el prudente consejo de su director espiritual se decidiera a entrar por el camino del sacerdocio.
En una época en que la Reforma de la Iglesia aspiraba no solamente a la purificación de las costumbres, sino a la consolidación de la doctrina, no bastaba ser virtuoso para responder a las exigencias que su tiempo tenía, consciente o inconscientemente, respecto de los sacerdotes. Hacía falta doctrina sólida inspirada precisamente en las fuentes puras de la revelación, en la Sagrada Escritura. Visto desde la perspectiva del siglo XX, nos parece sumamente moderno y actual el esfuerzo puesto por Antonio María Zacarías, estudiante para el sacerdocio, de llegar a la comprensión de la doctrina católica, en la teoría y en el espíritu de San Pablo, a través de sus preciosas epístolas. Libertad y gracia, virginidad y cuerpo místico, locura por Cristo crucificado y desprecio de las realidades terrestres, son unos de los muchos temas en los cuales se fue empapando el futuro apóstol y reformador, cuya íntima preocupación no fue otra que la de reproducir la imagen del apóstol Pablo, gran enamorado de Cristo.
Once años escasamente fue Antonio María sacerdote; pero los santos saben vivir con intensidad su tiempo, y así debió vivirlo quien en tan poco tiempo mereció ser llamado por su bondad y caridad, por su prudencia y celo, el "Ángel de Cremona" y el "Padre de la Patria". Su madre le enseñó a compadecer y a aliviar el sufrimiento ajeno, y, ordenado sacerdote, no tuvo que hacer otra cosa que seguir la misma trayectoria, poniendo al servicio de sus hermanos el gran don del sacerdocio, que fue en él luz, mortificación, amor.
En un siglo de exaltación de la razón y de la cultura, y de optimismo desbordado por los valores humanos, Antonio María Zacarías luchó por llevar a los creyentes la ceguera de la fe y la locura de la cruz; la Eucaristía y la pasión fueron las devociones que con mayor ardor trató de inculcar en el pueblo cristiano, y aún perduran todavía ciertas prácticas que él introdujo, como son el recuerdo piadoso de la pasión y de la muerte del Señor al toque de las tres de la tarde de todos los viernes, y la práctica de las cuarenta horas de adoración al Santísimo Sacramento, solemnemente expuesto sucesivamente en diversas iglesias para salvar la continuidad del culto.
Los santos no suelen ser guardianes egoístas de los tesoros que en ellos deposita la gracia; buscan la comunicación abundante y fecunda, en vistas a una mayor eficacia apostólica; por esto es frecuente que en torno a ellos surjan familias religiosas vivificadas por su espíritu y penetradas de su misma inquietud apostólica. Antonio María descubrió en el mundo en que la Providencia le situó, una gran indigencia; vio en su cristianismo una radiante luz que la colmara; y su vida personal, lo mismo que la de los clérigos de la Congregación de San Pablo, no será otra cosa que la dedicación a la obra de la salvación de los hermanos, en el sacrificio total de las apetencias puramente personales. Así nació en Milán esta asociación para la reforma del clero y del pueblo, que más tarde sería conocida con el nombre de los "barnabitas", por la sede en que se instalaron definitivamente a partir del año 1545. Clemente VII la aprobó en 1533. Un sacerdote y un seglar, Bartolomé Ferrari y Jacobo Morigia, fueron sus primeros colaboradores. Y no solamente en el espíritu y la doctrina quisieron estos hombres de Dios imitar a San Pablo; como éste en el foro, se lanzaron ellos a las calles de Milán, predicando, mucho más que por la preparación de su elocuencia, por la austeridad y la mortificación de la vida. No faltaron quienes se escandalizaron ante estas santas "excentricidades", acusándoles de hipócritas y aun heréticos. Se les promovió una causa ante el senado y la curia episcopal de Cremona, de la que la nueva asociación salió fortalecida, pues le valió la bula de Paulo III, quien el año 1539 puso a la nueva Congregación religiosa bajo la inmediata jurisdicción de la Santa Sede.
Con el fin de llevar el espíritu de la Reforma a las jóvenes y a las mujeres, Antonio María transformó un instituto erigido, con esta finalidad por la condesa Luisa Torrelli de Guastalla en monasterio de religiosas que tomará por nombre el de Angélicus, que fue también aprobado por Paulo III. Siguiendo fiel a su espíritu, la base de la transformación religiosa y moral la puso el fundador en la instrucción religiosa, sin la cual no puede existir una verdadera reforma. San Carlos Borromeo se sirvió de ella aun para la reforma de los monasterios, elogiándola tanto que la llamó "la joya más preciosa de su mitra".
No sería completa la reseña sobre la obra de San Antonio María Zacarías si pasáramos por alto una de sus preocupaciones que plasmó en una realización que a nosotros, hombres del siglo XX, nos parece especialmente interesante y actual. Consciente por experiencia propia de lo que la vida familiar, honradamente vivida, puede colaborar en la elevación de las costumbres privadas y públicas, creó una Congregación para los unidos en matrimonio, ordenada a la reforma de las familias.
Al echar ahora una mirada retrospectiva sobre la vida de Antonio María, canonizado el 27 de mayo de 1890 por Su Santidad el Papa León XIII, llama poderosamente la atención no sólo la abundancia de su obra, realizada en tan breve espacio de tiempo, sino también, y en mayor grado aún, la perspicacia y claridad de la visión que tuvo de los problemas, que le hizo buscar los remedios verdaderos y permanentes de todas las situaciones difíciles de la vida de la Iglesia: el estudio de la verdad, el amor de la caridad, el sacrificio por el hermano. Por esto San Antonio María Zacarías nos parece aun hoy un santo moderno, actual, capaz de iluminarnos con el resplandor de su vida y de su espíritu.

domingo, 3 de julio de 2016

Lunes semana 14 de tiempo ordinario; año par

Lunes de la semana 14 de tiempo ordinario; año par

Jesús nos salva y fomenta nuestra fe, para poder ayudarnos. Dios siempre es fiel, y suscita nuestra correspondencia a su amor
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: -«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.» Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y, al verla, le dijo: -«¡Animo, hija! Tu fe te ha curado.» Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: -«¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca” (Mateo 9, 18-26).
1. -Un jefe de la sinagoga se acercó a Jesús, se prosternó y le dijo: "Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá". Es un notable, responsable de la reunión del culto de cada Sabat. Es ante todo un pobre hombre aplastado por el dolor: su hija ha muerto. Pienso en su pena... Es algo sorprendente la confianza que ese hombre tiene puesta en Jesús: ¡Todavía no ha resucitado a ningún muerto! Es una verdadera fe en lo imposible, y se atreve a pedirlo. "Ven, y aplícale tu mano". La mano de Jesús...
-“Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos”. Inmediatamente vas a atender a ese padre, Jesús.
-“En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del vestido... Jesús se volvió y al verla le dijo: "Animo, hija, tu fe te ha curado" y desde aquel momento quedó curada”. Marcos cuenta la escena con muchos detalles, Mateo subraya la fe. Pide a tus discípulos que "curen a los enfermos". También hoy Jesús cura por los sacramentos, también el amor de Dios continúa presente en la Eucaristía, donde le tocamos y Él nos cura.
-“Jesús llegó a casa del jefe de la sinagoga y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente dijo: "Apartaos..."” Hay ciertos ambientes, quizá algo convencionales o falsos, que no te gustan, Jesús, y pides que salgan esos que pululan por ahí…
-“Pues ¡la niña no está muerta, sino dormida!” Será lo mismo que dirás sobre la muerte de Lázaro: "Vayamos a despertar a nuestro amigo" (Juan 11,11). Para ti, Jesús, la muerte no tiene el carácter temible que le damos... es más bien una especie de "sueño" del cual tú tienes el poder del despertar. Debo esforzarme constantemente en ver todas las cosas y situaciones como las miras, Jesús...
-“Pero ellos se reían de El. Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la chiquilla de la mano y ella se puso en pie. La Noticia del hecho se difundió por toda la región”. Creo en ti, Señor, en tu poder de resucitar, de perdonar, de volvernos a la vida… te pido que me aumentes la fe, para creer más y mejor (Noel Quesson), para verte como Señor de toda la creación, de la vida y de la muerte, con poder sobre todo mal, que curas enfermedades... En eso consiste tu Reino, la novedad vienes a traer: la curación y la resurrección.
Te pido verte en los sacramentos, Señor, donde nos acercamos con más fe a ti y te «tocamos», o tú nos tocas a nosotros por la mediación de su Iglesia, para concedernos su vida. En el caso de aquella mujer, tú notaste que había salido fuerza de ti (como comenta Lucas en el texto paralelo). Así pasa en los sacramentos, que nos comunican, no unos efectos de algo antiguo, sino la vida que tú nos transmites hoy y aquí, desde su existencia de Señor Resucitado. Como dice el Catecismo, «los sacramentos son fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo, siempre vivo y vivificante» (CEC 1116).
El dolor de aquel padre y la vergüenza de aquella buena mujer pueden ser un buen símbolo de todos nuestros males, personales y comunitarios. También ahora, como en su vida terrena, Jesús nos quiere atender y llenarnos de su fuerza y su esperanza. En la Eucaristía se nos da él mismo como alimento, para que, si le recibimos con fe, nos vayamos curando de nuestros males (J. Aldazábal).
2. El drama del Libro de Oseas que leeremos hasta el viernes es la vida de un profeta (va después de Amós en el reino del Norte, en el siglo VIII a.C.) antes del destierro a Babilonia. Oseas vive una doble dimensión: en su vida personal, sufre el drama de su mujer, y como miembro del pueblo, le duele la infidelidad de Israel a su Dios.
Oseas encontró en su desastrosa vida conyugal un camino para hablar del amor de Dios hacia su pueblo infiel.
-“Mi esposa infiel...” un marido engañado. Gómer, su mujer, era una prostituta seguramente del culto a Baal. El profeta la redime, pero ella vuelve. A sus hijos les llama con nombres de desastres (nombre del palacio donde matan a toda la familia real, "La-no-amada", "No-mi-pueblo". Todo parece acabado, pero en medio de esa desesperación, ¿es posible el verdadero amor? Dios habla a través de la historia:
-“Mi esposa infiel, yo voy a seducirla: la llevaré al desierto y le hablaré de corazón a corazón”. Es la historia de una humanidad siempre tentada a ser infiel, y a la que Dios no se cansa de perseguir con su ternura. «¡Fue preciso que yo pasara por esto, dice Oseas, para comprender cuánto nos ama Dios!» Es emocionante oír a ese hombre decidido a volver a dar todas las posibilidades a su esposa infiel... y hablando de ella con tanto afecto: «le hablaré de corazón a corazón.»
Jesús se presenta como novio y esposo, que se entrega por su esposa la Iglesia, siguiendo la tradición bíblica de ver la relación con Dios como un matrimonio. En el Apocalipsis, uno de los momentos culminantes de la lucha entre el bien y el mal es la gran fiesta de las bodas del Cordero.
Nuestro amor a Dios se puede enfriar, y Oseas nos transmite la voz emocionada de Dios que nos anuncia su perdón y nos quiere «reconquistar», llevándonos a la soledad del desierto, para ver si recapacitamos y volvemos al fervor primero. Quiere que volvamos a mirarle con los ojos con que se miran los novios, llenos de ilusión y amor. Que abandonemos nuestros «baales» particulares y le tengamos sólo a él como esposo.
Sea cual sea nuestra situación personal, Dios nos invita a recomenzar de nuevo, a iniciar una nueva etapa de amor y fidelidad (J. Aldazábal).
Todo puede cambiar. Los corazones pueden convertirse: Y responderá ella, allí, como en los días de su juventud. En aquel día me llamará "esposo mío", y no me llamará más «Baal mío». Yo te desposaré conmigo para siempre. Después de la infidelidad de nuestros pecados, Dios sigue amándonos y sigue proponiéndonos su amor, con la misma ternura de siempre. Es un gran misterio, como el canto primaveral y fresco de los primeros esponsales, en la ilusión del primer amor. Pero la pareja ha pasado ya la prueba: ha sido purificada por el sufrimiento y tendrá en adelante una solidez inquebrantable: «¡será para siempre!»
¡Todo el evangelio de la «misericordia» está ya aquí! Hay que detenerse a contemplar ese Corazón de Dios, capaz de amar de modo totalmente gratuito, infinitamente desinteresado. Dios ama a los pecadores. Dios me ama a mí que soy pecador. Quiere que nos convirtamos, pero su amor no depende de que nos portemos bien, en cambio sí dependemos nosotros de acoger ese amor con el nuestro.
-“Te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en ternura... Te desposaré conmigo en fidelidad y tú conocerás al Señor”. «Amor» traduce aquí un término hebreo importante: «hésed»: «lazo profundo, apasionado, visceral», una especie de solidaridad vital, un compromiso, una inclinación afectiva. Se ve que se trata de algo que es mucho más que un sentimiento, que un pobre amor humano. Oseas añade la idea de «conocimiento»: tú conocerás al Señor (Noel Quesson).
3. El salmo nos ayuda a emprender este camino de vuelta con confianza: «El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad: el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas».
Llucià Pou Sabaté
Santa Isabel de Portugal

Abogada de los territorios en guerra.
Isabel significa "Promesa de Dios"
Nacida en Aragón, España en 1271, santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría.
Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase: "Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas". Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas .
La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por el. Lo trataba siempre con bondad.  Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla.  Santa Isabel llegó hasta educar los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.
El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio.  En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos.
Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.
Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el Rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la Reina comenzó a distribuir monedas entre los pobre, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas de oro se convirtieron en rosas.
Forjadora de la paz
El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz.
Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.
Se conservan algunas de sus cartas las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.
A su esposo: "Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre".
A su hijo: "Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey".
Consiguió la paz en mas de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.
Entra en el convento de las Clarisas después de enviudar
Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos mas notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que el le entregó su callado pastoral para que la ayudara en su regreso a Portugal.
Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la adoración Eucarística.
Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un largísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo el viaje le costó la vida. Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336.
Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra.
Fue canonizada en 1625

sábado, 2 de julio de 2016

Domingo semana 14 de tiempo ordinario; ciclo C

Domingo de la semana 14 de tiempo ordinario; ciclo C

Jesús nos pide ser sembradores de paz y llevar la alegría de hijos de Dios allá donde vamos
«Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos, los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar a donde él había de ir. Y les decía: «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id: he aquí que yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no saludéis a nadie por el camino. En la casa en que entréis decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hubiera algún hijo de paz, descansará sobre él vuestra paz; de lo contrario, retornará a vosotros. Permaneced en la misma casa comiendo y bebiendo de lo que tengan, pues el que trabaja es merecedor de su salario. No vayáis de casa en casa. Y en aquella ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad a los enfermos que haya en ella. Y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros. Pero en la ciudad donde entréis y no os reciban, saliendo a sus plazas decid: "Hasta el polvo de vuestra cuidad que se nos ha pegado a los pies sacudimos contra vosotros; pero sabed esto: el Reino de Dios está cerca". Os digo que Sodoma en aquel día será tratada con menos rigor que aquella ciudad. Los setenta y dos volvieron llenos de alegría, diciendo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre". Y Jesús les dijo: "Yo veía a Satanás cayendo del cielo como un rayo. Ved que os he dado poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre todas las fuerzas del enemigo, sin que nada os dañe. Pero no os alegréis de que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en el cielo». (Lucas 10, J7-24)
1. Jesús, dices cuando envías a tus apóstoles: “No llevéis ni bolsa, ni alforja, ni calzado, y no saludéis a nadie por el camino. En cualquier casa en que entréis, decid: «Paz a esta casa»; y si en ella hubiere un hijo de la paz, descansará sobre él vuestra paz; si no la hay volverá a vosotros”. ¿Qué quieres decir, Señor, con lo de la bolsa y el calzado? Está claro que no nos dices de no saludar materialmente a nadie por el camino, “que si lo tomamos como suena, parece que se nos manda ser soberbios”, dice s. Agustín: pues “el mismo Señor tuvo bolsa en el camino de su peregrinación, bolsa que confió a Judas”. Significa: “No seáis sabios para vosotros solos, recibe el Espíritu. En ti debe haber una fuente, nunca un depósito; de donde se pueda dar algo, no donde se acumule. Dígase lo mismo de la alforja. ¿Y qué son los zapatos? ¿De qué están hechos los que usamos? De cuero de animales muertos (…) ¿Qué se nos manda? Renunciar a las obras de muerte. Esto se nos advirtió de forma figurada en Moisés cuando le dijo el Señor: Descálzate, pues el sitio en que estás es tierra sagrada (Éx 3,5). ¿Hay tierra más santa que la Iglesia de Dios? Puesto que estamos en ella, descalcémonos, renunciemos a las obras de muerte (…) inflamémonos en el amor, amémonos unos a otros” (Sermón 101,5-7).
Jesús, tú eres el Cordero de Dios, y nos pides que vayamos indefensos como tú a la misión apostólica, y que no nos preocupemos por el éxito o el fracaso; pues Dios sabe cuál es mi éxito, y solo tengo que dejarme llevar, confiar: ese es mi consuelo.
Beda señala que los 72 siguen a los doce (por las doce tribus de Israel) que representaban a los Obispos, así estos setenta y dos fueron la figura de los presbíteros, que después de los primeros siglos de la iglesia se van diferenciando. Pero todos somos enviados como discípulos, como ovejas en medio de lobos, y podemos escuchar como los 72 a su vuelta, cómo Jesús pronuncia la acción de gracias: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito”. Juan Pablo II comenta que “Jesús se alegra por la paternidad divina, se alegra porque le ha sido posible revelar esta paternidad; se alegra, finalmente, por la especial irradiación de esta paternidad divina sobre los pequeños. Y el evangelista califica todo esto como gozo en el Espíritu Santo. Este gozo, en cierto modo, impulsa a Jesús a decir todavía: Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quien es el Hijo sino el Padre; y quien es el Padre sino el Hijo, y aquél a quien se lo quiere revelar” (Dominum et vivificantem I,5,20). 
Jesús, gracias porque sale a nuestro encuentro, nos acoges y te nos manifiestas, nos repites cuanto dijiste a los discípulos la tarde de Pascua: Como el Padre me envió, también yo os envío (Jn 20,21): “Por fin llega la hora de Jesús: Jesús entrega su espíritu en las manos del Padre en el momento en que por su Muerte es vencedor de la muerte, de modo que, "resucitado de los muertos por la Gloria del Padre" (Rm 6,4), en seguida da a sus discípulos el Espíritu Santo exhalando sobre ellos su aliento. A partir de esta hora, la misión de Cristo y del Espíritu se convierte en la misión de la Iglesia: "Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20,21)” (Catecismo 730).
2. El profeta, y el poeta, levanta el corazón del pueblo apelando a la Jerusalén futura, a la que compara a una madre de "ubres abundantes" que da de mamar a sus hijos, los sacia y los consuela. Porque a esa ciudad bienhadada afluirán las riquezas de todas las naciones. Los hijos e hijas de Jerusalén, las criaturas hoy dispersas y alejadas en el exilio, serán traídos en brazos y devueltos cariñosamente a su madre por los mismos pueblos que ahora los retienen. Y en todo esto experimentarán el favor de Dios, que es en definitiva el que consuela de verdad a su pueblo. Volverá la alegría al corazón de los justos, y los que habían quedado en los huesos verán que su carne florece como un campo de primavera, después del invierno. La era de la salvación, el día en que se manifieste el Señor a los que le sirven, será el tiempo de la abundancia de todos los bienes: justicia, gozo, consuelo, paz... es la esperanza, la fuerza que impulsa la historia de nuestra salvación (Eucaristía 1989).
Como a un niño a quien su madre consuela”. “En esta «norma» se encuentra toda la riqueza de la Iglesia, que es la madre que nos alimenta y de cuyas ubres abundantes, como dice la primera lectura, debemos mamar hasta saciarnos. La Iglesia no tiene más consuelo para sus hijos que el que le ha sido dado por Dios: que en la cruz de Jesús el amor de Dios se ha convertido en algo definitivamente tangible para el mundo; que sólo a partir de ella puede hacerse derivar hacia la Iglesia, y a través de ella hacia el mundo, «la paz como un torrente en crecida»” (H. von Balthasar).
Aclamad al Señor, tierra entera, tocad en honor de su nombre”, cantamos a nuestro Dios: “Que se postre ante ti la tierra entera, que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre”. Las obras del Señor son muy buenas.
3. “Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús”: “el apóstol habla en nombre de la Iglesia de Cristo. La indefensión de Jesús y de sus discípulos se ha transformado ahora en su estar crucificados, en el que la aparente derrota se mostrará como la verdadera victoria. El mundo aparentemente victorioso está crucificado, es decir, está muerto y es inofensivo, mientras que el apóstol «está crucificado para el mundo», ha hecho inofensivo lo que es mundano en él. Y estas dos cosas en virtud de la cruz de Cristo, que es lo único de lo que Pablo se gloría. Que lleve «en su cuerpo las marcas de Jesús», es sólo el signo de su seguimiento estricto, un seguimiento en el que Pablo es ciertamente consciente de la distancia que le separa del Señor («¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros?»: 1 Co 1,13). Sólo a partir de la cruz de Cristo puede Pablo, en nombre de la Iglesia (del «Israel de Dios»), prometer «paz y misericordia» a todos los que «se ajustan a esta norma»: que la victoria sobre el mundo se encuentra únicamente en la cruz de Jesús y en sus efectos sobre la Iglesia y sobre el mundo” (H. von Balthasar).
Llucià Pou Sabaté
Santo Tomás, apóstol

Tomás significa "gemelo"
La tradición antigua dice que Santo Tomás Apóstol fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, y que allí sufrió el martirio.
De este apóstol narra el santo evangelio tres episodios.
El primero sucede cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalem, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán. En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: "Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?. Y es entonces cuando interviene Tomás, llamado Dídimo (en este tiempo muchas personas de Israel tenían dos nombres: uno en hebreo y otro en griego. Así por ej. Pedro en griego y Cefás en hebreo). Tomás, es nombre hebreo. En griego se dice "Dídimo", que significa lo mismo: el gemelo.
Cuenta San Juan (Jn. 11,16) "Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él". Aquí el apóstol demuestra su admirable valor. Un escritor llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente "una fe esperanzada, sino una desesperación leal". O sea: él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús. El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.
La segunda intervención: sucedió en la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: "A donde Yo voy, ya sabéis el camino". Y Tomás le respondió: "Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn. 14, 15). Los apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo.
Admirable respuesta:
Y lo maravilloso es que la pregunta de un hombre que dudaba obtuvo una de las respuestas más formidables del Hijo de Dios. Uno de las más importantes afirmaciones que hizo Jesús en toda su vida. Nadie en la religión debe avergonzarse de preguntar y buscar respuestas acerca de aquello que no entiende, porque hay una verdad sorprendente y bendita: todo el que busca encuentra.
Le dijo Jesús: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" Ciertos santos como por ejemplo el Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligieron esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado importante como para que se nos pueda olvidar. Esta hermosa frase nos admira y nos emociona a nosotros, pero mucho más debió impresionar a los que la escucharon por primera vez.
En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todo israelita: el Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes.
En sus viajes por el desierto sabían muy bien que si equivocaban el camino estaban irremediablemente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.
Notable diferencia: Si le preguntamos al alguien que sabe muy bien: ¿Dónde queda el hospital principal? Puede decirnos: siga 200 metros hacia el norte y 300 hacia occidente y luego suba 15 metros... Quizás logremos llegar. Quizás no. Pero si en vez de darnos eso respuesta nos dice: "Sígame, que yo voy para allá", entonces sí que vamos a llegar con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual era el camino para llegar a la Eterna Feliz, sino que afirma solemnemente: "Yo voy para allá, síganme, que yo soy el Camino para llegar con toda seguridad". Y añade: Nadie viene al Padre sino por Mí: "O sea: que para no equivocarnos, lo mejor será siempre ser amigos de Jesús y seguir sus santos ejemplos y obedecer sus mandatos. Ese será nuestro camino, y la Verdad nos conseguirá la Vida Eterna".
El hecho más famoso de Tomás
Los creyentes recordamos siempre al apóstol Santo Tomás por su famosa duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo glorioso.
Dice San Juan (Jn. 20, 24) "En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". El les contestó: "si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré". Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: "Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente". Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío". Jesús le dijo: "Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver".
Parece que Tomás era pesimista por naturaleza. No le cabía la menor duda de que amaba a Jesús y se sentía muy apesadumbrado por su pasión y muerte. Quizás porque quería sufrir a solas la inmensa pena que experimentaba por la muerte de su amigo, se había retirado por un poco de tiempo del grupo. De manera que cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás no estaba con los demás apóstoles. Y cuando los otros le contaron que el Señor había resucitado, aquella noticia le pareció demasiado hermosa para que fuera cierta.
Tomás cometió un error al apartarse del grupo. Nadie está pero informado que el que está ausente. Separarse del grupo de los creyentes es exponerse a graves fallas y dudas de fe. Pero él tenía una gran cualidad: se negaba a creer sin más ni más, sin estar convencido, y a decir que sí creía, lo que en realidad no creía. El no apagaba las dudas diciendo que no quería tratar de ese tema. No, nunca iba a recitar el credo un loro. No era de esos que repiten maquinalmente lo que jamás han pensado y en lo que no creen. Quería estar seguro de su fe.
Y Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe "Señor mío y Dios mío", y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: "Dichosos serán los que crean sin ver".

Jesús forma su Iglesia sobre el cimiento de los Apóstoles, no fundamentada en los méritos de los hombres sino en la Misericordia divina
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: -«Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: -«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo. » A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: -«Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: -«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: -«¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: -«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto» (Juan 20,24-29).
1. Tomás no acepta el testimonio de los discípulos, y exige pruebas. Y éstas van en escala: “ver la señal de los clavos”, “meter el dedo en la señal de los clavos”, “meter la mano en el costado”. A Tomás no le bastan las palabras de los otros discípulos. Es necesaria la aparición de Jesús, que se presente en medio de ellos y pronuncie el saludo judío, que es su saludo pascual. Llama la atención la actitud de Jesús resucitado que ofrece a Tomás las pruebas que éste había exigido y lo que es más importante, le invita a creer. La respuesta del discípulo es realmente emotiva: su confesión personal está cargada de afecto: “Señor mío y Dios mío”. En ella manifiesta no sólo su fe en la resurrección de Jesús, sino también en su divinidad. Y con ello nos enseña que la consecuencia última de la resurrección del Mesías es el reconocimiento de su condición divina (Diario Bíblico). Santo Tomás “el incrédulo” dijo la frase más bonita dirigida a Jesús: “¡Señor mío y Dios mío!” Esta lección tan sublime sobre la verdad de Cristo, Señor siempre vivo... “con heridas”. Jesús, te reconocemos... por tus heridas. Y yo huyo de las mías… cuando Pedro se iba según cuenta una tradición, salió Jesús a su encuentro y Pedro le preguntó: “¿Dónde vas?: Quo vadis?” y Jesús contestó: “voy a Roma, a dejarme crucificar otra vez, por ti”. Pedro volvió a Roma y asumió su martirio…
«¡Con qué humildad y con qué sencillez cuentan los evangelistas hechos que ponen de manifiesto la fe floja y vacilante de los Apóstoles!
”-Para que tú y yo no perdamos la esperanza de llegar a tener la fe inconmovible y recia que luego tuvieron aquellos primeros» (J. Escrivá,Camino 581).
¡Cuántas gracias tenemos que dar por aquellos apóstoles, que nos han transmitido la fe...! Éstos siguieron el mandato del Señor: id al mundo entero, proclamad el Evangelio a todas las naciones, a toda criatura, que se entere bien la tierra.
¿Continúo yo la cadena en el anuncio evangélico o pienso que es mejor estar calladito, calladita...?
La ausencia de Tomás en el grupo apostólico cuando se apareció Jesús nos ha valido para los cristianos de todos los tiempos la confesión de fe más preciosa que existe en la Biblia: “Señor mío y Dios mío” cristificando el nombre de Dios del AT (Consuelo Ferrús). Así lo celebramos hoy, “para que tengamos vida abundante en nosotros por la fe en Jesucristo a quien Tomás reconoció como su Señor y Dios” (Oración colecta).
En estos siglos de “las luces” de la inteligencia, de que no aceptamos lo que escapa de la experimentación, la fiesta de hoy aparece como una luz verdadera, en medio de tantas lucecitas de feria. Contigo, Señor, pasamos del "si no lo veo, no lo creo" a Jesús, sólo tú tienes "palabras de vida eterna", y vemos que nos conocemos de verdad cuando nos miramos en ti, Jesús, por eso rezamos: «Señor mío y Dios mío, quítame todo aquello que me aparta de ti; Señor mío y Dios mío, dame todo aquello que me acerca a ti; Señor mío y Dios mío, sácame de mí mismo para darme enteramente a ti» (San Nicolás de Flüe).
Bienaventurados los que sin haber visto hayan creído y no seas incrédulo sino creyente”. Santo Tomás, el “gemelo”, creyó, y nos cuenta la tradición que fue martirizado en la India el 3 de julio del año 72. Parece que en los últimos años de su vida estuvo evangelizando en Persia y en la India, donde murió. Sus restos fueron traslados a Edesa.
Era valiente, pues la primera vez que sale en el Evangelio es cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalem, donde lo matarán. Los discípulos dicen a Jesús: "Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá?” Y es entonces cuando interviene Tomás (Jn 11,16): "Vayamos también nosotros y muramos con Él". No quería abandonar a Jesús, aunque muriera. Está dispuesto a arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer.
Lo vemos también en la Última Cena, cuando Jesús les dijo a los apóstoles: "A donde Yo voy, ya sabéis el camino". Y Tomás le respondió: "Señor: no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" (Jn 14, 15). Hombre sincero, dice lo que piensa en su sencillez. Jesús le responde: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí", frase para meditarla todos los días de nuestra vida.
Cuando queremos ir a un sitio y nos indican dónde ir (“vaya a la derecha y luego…”) podemos llegar o no, pero cuando nos dicen como respuesta: "Sígame, que yo voy para allá", entonces sí que llegamos con toda seguridad. Es lo que hizo Jesús: No sólo nos dijo cual era el camino para llegar, sino que nos lleva (almudi.org).
El que cree, tiene una visión más clara. No puede haber contradicción entre fe y razón; las dos alas son necesarias para volar: fe y pensar. La fe no puede ir en contra de la razón. No hay una verdad religiosa y una científica. Es lógico que haya una sola verdad. Tanto razón como fe usan una potencia espiritual para pensar, la inteligencia. No piensa la fe con otra cosa. Es un complemento, un modo más alto de pensar, como las gafas dan más capacidad a una vista que no alcanza por el defecto de visión. Pero si algo parece incompatible, entre fe y razón, por ejemplo en la creación y los siete días, es que no miramos bien. "Dios no quiere hacernos científicos -nos dice Agustín- sino enseñarnos las verdades de la creación", luego deja a nuestra ciencia los modos de penetrar esos misterios. El error será si un lenguaje mítico lo tomamos como algo literal. El creyente se siente seguro –y con razón– porque está en la realidad. Los ojos de la fe nos ayudan a ver mejor.
Tomás también hace presencia en la aparición de Jesús en el lago de Tiberíades (Jn 2,1-14). Tras la Ascensión lo contemplamos en Jerusalén con los demás apóstoles. Jesús fue a buscarlo, como el pastor bueno a la oveja perdida, y volvió Tomás al rebaño, más fuerte por las pruebas pasadas. La misericordia divina, -un atributo precioso de Dios-, se convierte así en esa larga persecución de Dios al hombre a lo largo de toda la vida por medio de innumerables gracias que respetan indudablemente la libertad del hombre. No se resigna a perder a nadie. Dios no abandona a nadie, a no ser que alguien le abandone a él. Jamás desiste Dios de este compromiso, suceda lo que suceda y pase lo que pase. Es tal el amor de Dios hacia el hombre que, aun rechazado, olvidado, abandonado, blasfemado,Dios sigue llamando a las puertas del corazón una y otra vez, hasta el último momento de la vida. Este comportamiento divino se encierra en una palabra: "alianza". Dios ha hecho una alianza de amor con el hombre que él siempre respetará (Juan J. Ferrán).
2. “Hermanos: Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios”. La carta a los Efesios presenta como cimiento de la fe a los apóstoles y profetas. Cristo Jesús es la piedra angular: él es objeto de la fe y el que la posibilita, el que nos sostiene. Los cristianos por el Bautismo nos incorporamos a este edificio que se ha ido levantando con los siglos, pasamos a formar parte de la misma familia de Dios. ¿No es extraordinario? Edificados sobre el cimiento de los apóstoles nos vamos integrando en la construcción de un templo consagrado al Señor. Si no vivimos como tales consagrados, el edificio no progresa... Esta edificio que es la Iglesia está abierta a todos judíos y gentiles, y quiere ser morada de Dios por el Espíritu. Tú y yo somos piedras vivas en este edificio: “Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu”.
3. El salmo (116) es una pequeña doxología, es decir, un “amén” o un "Gloria al Padre", y son para exaltar la alianza entre el Señor y su pueblo, como lo usa Pablo: "Los gentiles glorifican a Dios por su misericordia, como dice la Escritura: (...) Alabad al Señor todas las naciones; aclamadlo, todos los pueblos" (Rm 15,9.11).
El bien florece en muchos terrenos y, en cierta manera, puede ser orientado y dirigido hacia el único Señor y Creador, y así se han compuesto himnos en este sentido como el “Te Deum”: "A ti, oh Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos, a ti, eterno Padre, te venera toda la creación". Se trata de dar gloria al Señor como pides tú, Jesús: "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5,16).
Este salmo es universal, proclama la salvación para todos. Y es como el núcleo de la oración, del encuentro y diálogo vivo y personal con Dios: “Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos.  / Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre”.
En un mundo tecnológico minado por un eclipse de lo sagrado, en una sociedad que se complace en cierta autosuficiencia, el testimonio del orante es como un rayo de luz en la oscuridad. San Efrén el Sirio (s. IV). En uno de sus Himnos sobre la fe, el decimocuarto, expresa el deseo de no dejar nunca de alabar a Dios, implicando también "a todos los que comprenden la verdad" divina. He aquí su testimonio: "¿Cómo puede mi arpa, Señor, dejar de alabarte? ¿Cómo podría enseñar a mi lengua la infidelidad? Tu amor me ha dado confianza en mi apuro, pero mi voluntad sigue siendo ingrata. Es justo que el hombre reconozca tu divinidad; es justo que los seres celestiales alaben tu humanidad; los seres celestiales quedaron asombrados de ver hasta qué punto te anonadaste; y los de la tierra de ver cuánto has sido exaltado".
Dice también: "Que en ti, Señor, mi boca rompa el silencio con la alabanza. Que nuestras bocas expresen la alabanza; que nuestros labios la confiesen; que tu alabanza vibre en nosotros. Dado que en nuestro Señor está injertada la raíz de nuestra fe, aunque se encuentre lejos, se halla cerca por la unión del amor. Que las raíces de nuestro amor estén unidas a él; que la plena medida de su compasión se derrame sobre nosotros" (estrofa 6).
Llucià Pou Sabaté

viernes, 1 de julio de 2016

Sábado semana 13 de tiempo ordinario; año par

Sábado de la semana 13 de tiempo ordinario; año par

Acoger al Señor es fuente de alegría, y el mejor sacrificio es la conversión de nuestro corazón a Dios
«Entonces se le acercaron los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia, y en cambio tus discípulos no ayunan? Jesús les respondió: ¿A caso pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunaran. Nadie pone una pieza de paño nuevo a un vestido viejo, porque la pieza tiraría del vestido y se produciría un desgarrón peor Ni se echa vino nuevo en odres viejos, pues de lo contrario los odres reventarían, y el vino se derramaría, perdiéndose los odres; sino que el vino nuevo lo echan en odres nuevos y así ambos se conservan.» (Mateo 9, 14-17)
1. Se acercaron entonces los discípulos de Juan a preguntarle: "Nosotros y los fariseos ayunamos a menudo, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan?" Jesús, tus discípulos están alegres y contentos... les ven poco austeros... no ayunaban... ¡eso era escandaloso! ¿Por qué no os portáis como todo el mundo? ¿Como los discípulos de los fariseos? En fin, ¡todos los demás rabinos imponen una disciplina estricta a los que quieren adelantar en la perfección! Es el problema que tienes, Jesús, de no ser muy sujeto a las observancias -Shabbat, abluciones, ayuno-...
-Jesús les contestó: “Los invitados a la boda no pueden estar de duelo...” Esta respuesta debió provocar estupor. Jesús, hablas de alegría y de fiesta. En otra ocasión, hablando también del ayuno, les habías dicho: "cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara; ¡que tu aspecto no sea sombrío!". Los judíos piadosos ayunaban dos días a la semana (lunes y jueves). Los seguidores de Juan, también. El mismo Jesús ayunó en el desierto. Y los cristianos seguirán haciéndolo, por ejemplo en la Cuaresma, preparando la Pascua. Pero aquí nos quiere hacer ver que la religión es alegría, no poner cara de pena. Los cristianos no debemos vivir tristes, con miedo, como obligados, sino con una actitud interna de alegría festiva. El cristianismo es, sobre todo, fiesta, porque se basa en el amor de Dios, en la salvación que nos ofrece en Cristo Jesús. Israel no supo hacer fiesta. Nosotros deberíamos ser de los que sí han reconocido a Jesús como el Esposo que nos invita a su fiesta, por ejemplo, a la mesa eucarística, en la que nos comunica su vida y su gracia.
Y sigues: -Los invitados a la boda ¿pueden estar de luto, mientras el esposo está con ellos? Cuando el novio invita a sus amigos a su boda, ellos y ellas aquel día no van a una ceremonia fúnebre. Es a una fiesta, ocasión de gozo y de alegría. Ahora bien, Jesús es este "esposo" misterioso que invita a su boda. El ayuno no tendría sentido. Tu tiempo, Jesús, es de felicidad y júbilo intensos. Los tiempos mesiánicos ya han llegado: Dios se ha desposado definitivamente con la humanidad y nos invita a festejar ese gran acontecimiento. Todo el Antiguo Testamento lo había anunciado. Y yo, por mi parte, ¿Respondo a su amor? ¿Cómo? ¿Estoy contento y alegre? ¿Soy feliz? ¿Vivo todos y cada día como un "invitado a la boda? Y la misa, ¿la considero como un "banquete de boda"? ¿Es una "cita de amor", un lugar privilegiado de encuentro, de diálogo, de silencio para escuchar? El celibato consagrado, para quienes lo han elegido, tiene esta significación. También el matrimonio tiene la misma significación de Cristo esposo de la Iglesia.
-“Pero llegará el día en que se lleven al esposo: Entonces ayunarán”. Es tu primer anuncio de la Pasión, en san Mateo. Vislumbras tu muerte... y, más allá de esta muerte, el misterio de la separación aparente, de la ausencia del esposo.
-“Nadie echa una pieza de paño sin estrenar, a un manto pasado... Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos”... Jesús, eres consciente de traer al mundo una realidad nueva, sin ninguna medida común con lo que los hombres han vivido hasta aquí. Todo lo antiguo está superado: no hay ningún compromiso posible entre las conductas de antaño y la novedad radical de la era nueva que Jesús instaura. "El vino nuevo se pone en odres nuevos". Señor, ¡danos ese "vino nuevo"! Ese espíritu y ese corazón nuevos. Como en Caná, cambia en buen vino el agua insípida de nuestras vidas (Noel Quesson).
Creer en Ti, Señor, y seguirte no significa cambiar unos pequeños detalles, poner unos remiendos nuevos a un traje viejo, ocultando sus rotos, o guardar el vino nuevo de la fe en los mismos pellejos en los que guardábamos el vino viejo del pecado. Seguirte es cambiar el vestido entero, más aun, cambiar la mentalidad, no sólo el vestido exterior. Es tener un corazón nuevo. Seguir a Cristo afecta a toda nuestra vida, no sólo a unas oraciones o prácticas piadosas (J. Aldazábal). Danos, Señor, un corazón nuevo…
2. Amós ha sido ante todo un "profeta de desdichas": que para provocar a la conversión, anuncia catástrofes. Sin embargo, de hecho, esas catástrofes sucedieron. Caída de Samaria en 722. Caída de Jerusalén en 586. Con todo su cortejo de horribles sufrimientos.
Nietzsche acusaba a la religión de ser «el sepulturero de los entusiasmos humanos». No son auténticamente religiosos los que se complacen en la desgracia y son aguafiestas. Aquí pega el dicho de que “para aguantar a un ‘santo’ hacen falta dos santos”.
La última palabra de los profetas es siempre la esperanza: -“En aquel día levantaré la cabaña ruinosa de David, repararé las brechas, restauraré las ruinas, la reconstruiré como en los días de antaño”. El «día del Señor» es calamidad porque destruye el mal, pero es ante todo «salvación» porque «las ruinas serán restauradas y las ciudades reconstruidas».
-“He aquí que vienen días -Palabra del Señor- en que el labrador empalmará con el segador”. El tiempo se acorta: apenas ha sido labrada la tierra que ¡ya apuntan las espigas! Es la abundancia. Ya no hay que esperar para saciar el hambre.
-“Destilarán vino nuevo las montañas y en todas las colinas se derretirá”. Estas imágenes nos invitan a soñar. Es preciso descubrir de nuevo la esperanza. El «vino» es el símbolo de la alegría, de la comida festiva. Jesús lo escogió como símbolo de sí mismo. En el Evangelio de hoy vemos este tono festivo.
-“Volverán a Israel los deportados; reconstruirán las ciudades devastadas y habitarán en ellas; plantarán viñas y beberán su vino; cultivarán las huertas y comerán sus frutos”. En verano en que tantos hombres reencuentran la naturaleza es bueno contemplar en el mundo físico, en una hermosa «huerta», en un árbol frutal los signos de esta vida abundante que Dios quiere darnos. «He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Juan 10, 10). El trabajo puede ser algo penoso, pero también una fuente de alegría. Señor, ayúdanos a que sea el trabajo fuente de libertad, creatividad, realización personal, servicio a los demás…
-“Yo los plantaré en su suelo y no serán arrancados jamás de la tierra que les di. Eso dice el Señor, tu Dios”. Señor, tú nos alegras la vida presente, ya estás de algún modo aquí en la tierra, pues esta vida no es solo una preparación para «la otra vida». Tenemos el deber de ser felices aquí abajo: es un don de Dios. Pero aquí nunca somos del todo lo que estamos llamados a ser, sino en la esperanza de la vida eterna en la que «Dios será todo en todos», realizando una felicidad en plenitud (Noel Quesson).
Uniendo esto con el Evangelio, podemos decir con el Catecismo: «Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar a las obras exteriores, «el saco y la ceniza», los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia» (1430).
3. Jesús, te pido entender lo que me dices en el Salmo (84): “Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón”.
Que sepa ofrecerte un corazón enamorado, para vivir esta alegría: “la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo”.
Señor, que aprenda que la vida cristiana no es un sin fin de obligaciones y preceptos, sino amor y entrega, que pueden concretarse en sacrificios, y sobre todo oración y actos de servicio: levantarme a la hora, seguir un horario para aprovechar mejor el tiempo, ordenar la habitación y el armario, comer un poco menos de lo que me gusta más o un poco más de lo que me gusta menos, sobriedad en el uso de la televisión, estar disponible para hacer recados o pequeños arreglos en casa, etc. Santa María, te pido ayuda para estos propósitos, tú que eres maestra en el sacrificio escondido y silencioso (Pablo Cardona). Te pido buscar el mejor sacrificio que es la misericordia, para acogerme a la misericordia divina: “El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos”.
Llucià Pou Sabaté

Viernes semana 13 de tiempo ordinario; año par

Viernes de la semana 13 de tiempo ordinario; año par

La llamada de Jesús en el camino de la vida nos hace descubrir el sentido pleno de nuestra existencia
«Cuando partía Jesús de allí, vio a un hombre sentado en el telonio, llamado Mateo, y le dijo: Sígueme. El se levantó y le siguió. Estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se pusieron también a la mesa con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al ver esto, decían a sus discípulos: ¿Por qué vuestro maestro come con los publicanos y pecadores? Pero él, al oírlo, dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Id y aprended qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio; pues no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.» (Mateo 9, 9-13).
1. “-Salió Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado "Mateo", sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme"”.Se trata de Leví, un hombre que el pueblo detesta: es recaudador de impuestos. Jesús no duda elegir a alguien cuya situación social es despreciada... La reputación de los "publicanos" era también y ante todo de que se enriquecían en gran parte, a cuenta de los pobres: ¡solían ser ricos! A los pescadores ya llamados en la orilla del lago Jesús añade ahora a un hombre, que no inspira demasiada confianza: ¡es algo raro el equipo que Jesús está constituyendo allí! La tradición atribuye a este Mateo la redacción de este evangelio.
Para poder oír también nosotros la voz del Señor, una costumbre muy buena es el examen de conciencia: «Avanzad siempre, hermanos míos. Examinaos cada día sinceramente, sin vanagloria, sin autocomplacencia, porque nadie hay dentro de ti que te obligue a sonrojarte o a jactarte. Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto te complaces en ti mismo, allí te detuviste. Si dices ¡basta!, estás perdido» (San Agustín).
Señor, ayúdame a ponerme cada noche unos minutos en tu presencia -dos o tres minutos- para repasar cómo he vivido el día, y así me harás dar cuenta de por dónde mejorar mi vida espiritual, para luchar al día siguiente con un propósito de mejora.
Jesús, se podría decir que Mateo «tenía la vida resuelta», cuando oyó tu voz, y te siguió. La llamada está en el designio de Dios desde siempre, pero se desvela en el tiempo, y te pido hoy, Señor, que me ayudes a responder con mi vida a tus gracias, a no poner pegas ni estar apegado a las cosas, sino decirte que sí, para poder ser plenamente feliz.
 “-El hombre se levantó y lo siguió”. Fue instantáneamente. Se comporta exactamente como Jesús había dicho, sin demora, dejándolo todo. ¡Es realmente un riesgo para un rico! Pero, para "seguir" a Jesús, siempre hay que correr algún riesgo. Si miro atentamente mi vida, podré descubrir en ella lo que más me retiene para seguir mejor a Cristo.
-Estando Jesús a la mesa en casa acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con El y sus discípulos”. Al ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos: "¿Por qué come vuestro maestro con publicanos y pecadores?" Mateo ha festejado pues su vocación ofreciendo un banquete: al que, evidentemente, asisten también sus colegas, toda una pandilla de "sucios publicanos", y de "gentes-no-bien"... Se come, se bebe, se canta. ¡Qué escándalo!
-“Jesús lo oyó y dijo: "No necesitan médico los sanos, sino enfermos."” Jesús cita aquí un proverbio. Hay que contemplar detenidamente lo que esta frase nos revela de la persona y del corazón de Jesús... Todos somos pecadores. Ahora bien, ¡Jesús dice que para eso ha venido! No sólo no le repele el pecado, sino que se siente atraído por nuestras miserias.
¿Dios puede estar en ciertos ambientes malos o perversos? Dios se encuentra allí... para salvar, para curar. Todo el evangelio, cuando se trata de Dios, nos urge a que sepamos sobrepasar la noción de Justicia y a descubrir la Misericordia infinita de Dios por los pecadores.
 -"Misericordia quiero, no sacrificios". No he venido a llamar a los "Justos" sino a los "Pecadores". Las comidas de Jesús con los pecadores nos recuerdan que hoy también la Eucaristía se ofrece "en remisión de los pecados". La revalorización de los elementos penitenciales de la misa continúa una tradición que viene directamente de Jesús.
Acercarse a ti, Señor, yo no soy digno. La Eucaristía es también una comida de Jesús con los pecadores. Por eso el sacramento de la Penitencia nos ayuda a entrar con confianza, pero no se es nunca digno de recibir a Jesús.
Señor, sálvanos. Que tu Cuerpo nos sane y nos purifique. Por tu Cuerpo y por tu Sangre sanados... Señor, sana el corazón del hombre de HOY.
No se trata, ciertamente, de menosprecio hacia Dios. Pero es necesario primordialmente creer en su misericordia, creer lo que Jesús ha dicho y ha hecho (Noel Quesson).
2. Amós sigue procurando que la justicia social se viva, y por eso recrimina: “-Escuchad esto los que aplastáis al pobre y queréis suprimir los humildes del país…” una "fachada" de piedad para no cumplir con la justicia no puede engañar a Dios. Ninguna religión debe camuflar la explotación de los pobres.
Los ladrones dicen: “-¡Achicaremos las medidas, aumentaremos el peso con el fraude en las balanzas”. Concédenos, Señor, el sentido de buena conciencia en lo profesional. Que la fe se traduzca en justicia y defender a los más desprovistos. Ayuda nuestras Iglesias a comprometerse frente a las injusticias que sumen en la desesperación del hambre a mucha gente del mundo.
El «día de Dios», es el día en que será castigada toda injusticia: “-En aquel día -oráculo del Señor Dios- haré ponerse el sol, a mediodía, cubriré la tierra de tinieblas en pleno día. Trocaré en duelo vuestras fiestas... Todas serán arrasadas... Y su final un día de amargura”. Tiene que haber un día, sobre todo el cielo, para que las cosas se pongan en su sitio, y la justicia se restablezca, y muchas veces ya en esta vida con el tiempo se pone cada uno en su sitio… La droga, la polución, la criminalidad, la anestesia de las conciencias, y tantas formas que derivan del egoísmo de los países ricos, nos hace ver que la injusticia lleva en sí misma su propio castigo.
Señor, ten piedad de nosotros: “-He aquí que vienen días -Palabra del Señor Dios- en que yo enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír las palabras del Señor. Vagarán de mar a mar; irán y vendrán del norte a levante buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán”. Una sociedad vacía de Dios da pena (Noel Quesson). El castigo mayor va a ser el silencio de Dios: que no se le oiga, a través de los profetas, que no les hacen caso. Te pedimos, Señor, que sepamos verte en medio de tanto materialismo, y despertemos al hambre de su palabra.
3. Ojalá creyéramos lo que dice el estribillo del salmo: «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
Llucià Pou Sabaté