viernes, 11 de septiembre de 2015

Viernes de la semana 23 de tiempo ordinario

Viernes de la semana 23 de tiempo ordinario; año impar

Para poder ayudar a otros en la misión que nos pide el Señor, hemos de mejorar en primer lugar nosotros mismos
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: -«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, sí bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano»” (Lucas 6,39-42).  
1. Jesús, sigues con tus parábolas: -“¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?” Nos equivocamos muchas veces, pues la inteligencia está influenciada por la emotividad, por tantas cosas que absolutizan un aspecto de la verdad. Por eso nos animas a tener los ojos muy abiertos, a no dejarnos engañar. Se señala la incapacidad de hacer de guía de otros, cuando uno está desorientado: ese afán puede esconder cierta tendencia de dominio, la ayuda a un necesitado puede esconder entonces ganas de ser como dueño de su destino…
Jesús, tú eres el maestro verdadero, y no has querido juzgar a los demás, sino que les ayudas; les ofreces lo que tienes. Este ejemplo del maestro se debe convertir en norma de conducta para todos los creyentes.
-“¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo, y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?” Muchas veces echamos la culpa a los demás, de algo que nosotros fallamos los primeros. La autocrítica es muy importante, la sencillez, y algo muy bonito que es la vulnerabilidad: mostrarnos como somos, con defectos, no intentar disimularnos. Esto hace más atractiva esa humanidad del cristiano, de quien se sabe con los méritos de Cristo aunque sea miserable.
Es muy grande la tendencia a dominar a los demás, querer hacerlos a nuestra medida, que piensen según la verdad que “yo tengo”… pero nadie es dueño de los otros, ni de la verdad… muchas veces la autoridad intenta imponer el criterio a los súbditos; sometidos así “a los que mandan”. Jesús, ayúdanos a entender el modo de salir de estos egoísmos, con la lógica del amor (edic Marova).
-“¿Cómo te permites decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo...? ¡Te equivocas! Sácate primero la viga de tu ojo.” Echamos la culpa a los gobiernos de la corrupción, pero fácilmente nos quedamos con un dinero que no nos toca, sin darnos cuenta de que la justicia social es la suma de pequeñas justicias personales. Así los padres echan la culpa a los profesores de la deficiente educación de sus hijos, y estos a los padres, y así muchas cosas… «Cuando nos veamos precisados a reprender a otros, pensemos primero si alguna vez hemos cometido aquella falta que vamos a reprender; y si no la hemos cometido, pensemos que somos hombres y que hemos podido cometerla. O si la hemos cometido en otro tiempo, aun que ahora no la cometamos. Y entonces tengamos presente la común fragilidad para que la misericordia, y no el rencor, preceda a aquella corrección» (San Agustín).
-“Sácate primero la viga de tu ojo, entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano”. La "revisión de vida" es un ejercicio espiritual eminentemente evangélico: se trata de reconsiderarse a sí mismo, de revisar, de repasar la propia vía y los propios compromisos. Señor, haznos lúcidos y clarividentes; así podremos intentar ayudar a nuestros hermanos a ver también más claro (Noel Quesson).
¡Qué fácilmente vemos los defectos de nuestros hermanos, y qué capacidad tenemos de disimular los nuestros! Eso se llama ser hipócritas. Hablaba un sufí oriental que de joven quería cambiar el mundo, y fracasó; luego pensó cambiar a los que estaban más cerca de él, solo ellos… y también fracasó. Por fin, ya mayor, pensó en cambiar él mismo… por donde tenía que haber comenzado desde el principio. Pero yo añadiría que así es como podemos ayudar a los de alrededor, y cambiar el mundo, cuando hacemos la revolución en nuestro interior, y llenos de esperanza vamos llevando a otros corazones ese mismo afán de mejora. No hay más maestro que Jesús, y como instrumentos suyos podemos ser maestros, si sabemos que nunca hemos acabado de aprender nosotros. Jesús, te pido que cuando vea fallos en los demás, piense: "y yo seguramente tengo fallos mayores y los demás no me los echan en cara continuamente, sino que disimulan: ¿por qué tengo tantas ganas de ser juez y fiscal de mis hermanos?". Ayúdame, Jesús, a mirarme en el espejo de tu vida, en tu Palabra, que me vaya orientando día tras día (J. Aldazábal).
El evangelio de hoy nos invita a mirar el mundo y a los otros con la misma mirada de Jesús: una mirada de benevolencia. Los ojos son como un espejo en el que se refleja el mundo. “Si tú me dices: ‘muéstrame a tu Dios’, yo te diré a mi vez: ‘muéstrame tú al hombre que hay en ti’, y yo te mostraré a mi Dios. Muéstrame, por tanto, si los ojos de tu mente ven, y si oyen los oídos de tu corazón… ven a Dios los que son capaces de mirarlo, porque tienen abiertos los ojos del espíritu. Porque todo el mundo tiene ojos, pero algunos los tienen oscurecidos y no ven la luz del sol. Y no porque los ciegos no vean ha de decirse que el sol ha dejado de lucir, sino que esto hay que atribuírselo a sí mismos y a sus propios ojos. De la misma manera, tienes tú los ojos de tu alma oscurecidos a causa de tus pecados y malas acciones” (S. Teófilo de Antioquía).
Hay personas para las que toda la realidad es triste y está sujeta a lamentaciones. Todo va mal; y los "sí, pero..." minan toda razón de esperar. Son aguafiestas… El mundo, como por una especie de mimetismo, toma el color de nuestra mirada. Te pido, Señor, tu benevolencia, corazón bueno, y no ser de los que siempre están con sospechas o piensan que son los carceleros de la libertad de los demás, para tomarlos en la argolla de las condenaciones. No queremos ser de la “cofradía del santo reproche”… decía un slogan: "Los demás ven la vida en negro, nosotros vemos razones para esperar". Eso es la benevolencia cristiana: el amor tiene paciencia, lo excusa todo, lo perdona todo, porque toma como modelo la misericordia de Dios. Nuestra benevolencia no es "ver las cosas de color rosa"; es teologal. Nuestras razones para esperar se arraigan en el ser mismo de Dios, que tiene paciencia, y en su gracia, que no fallará jamás. Dios de paciencia infinita, / sé nuestro maestro: / enséñanos a amar como Tú solo puedes amar. / Danos un corazón misericordioso / y razones para esperar / que nuestro tiempo desembocará en la felicidad eterna (Dios cada día, Sal terrae).
El prestigio que de veras ha de interesarnos es el del amor, del que manan la buena conciencia, la misericordia y solidaridad... Danos, Señor, la gracia de ser sinceros, de reconocer nuestras propias miserias y debilidades antes de descubrir la parte oscura de la vida de nuestros hermanos, y de rectificar nuestra conducta, conforme a la verdad, justicia y caridad.
2. Leeremos esta semana y la que viene la primera Carta de Pablo a su discípulo Timoteo, uno de los compañeros más fieles de Pablo en sus viajes y responsable de la comunidad cristiana de Efeso. Es la primera de las "cartas pastorales".
-“A Timoteo, verdadero hijo mío en la fe, te deseo”... Pablo había convertido a Timoteo, pagano de Listra en Liconia, de padre griego y madre judía (Hch 16,1). –“Te deseo... gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro”. Es la gracia de Dios que deja esos frutos de alegría y paz, que hemos de conquistar cada día con nuestra docilidad a la gracia.
-“Ya que me consideró digno de confianza al encargarme del ministerio, a mí, que antes fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente”. Es el agradecimiento por la «confianza que Dios le ha manifestado».
-“Cristo me perdonó, porque obré por ignorancia, porque no tenía fe”. Propone como «buena nueva» su propia experiencia: ¡soy un pecador perdonado! ¡He experimentado la misericordia de Dios! Es la ignorancia de la fe la causa de estar perdido. La oración de Jesús en la cruz por los que “no saben lo que hacen” nos hace pensar en que puede haber salvación también para ellos.
-“Pero la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí, juntamente con la fe y el amor en Cristo Jesús”. Es la primacía de la gracia, la gratuidad del don de Dios... la justificación por la fe y no por las obras... la salvación considerada como una obra de amor divino. Señor Jesús, ¡sé de veras el más fuerte! en mi vida de cada día, en mis combates cotidianos (Noel Quesson).
3. El salmo expresa sentimientos de alegría y confianza en Dios: "Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.» El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano". San Agustín comenta: "El salmista no dice: "Oh Dios, dame una heredad. ¿Qué me darás como heredad?", sino que dice: "Todo lo que tú puedes darme fuera de ti, carece de valor. Sé tú mismo mi heredad. A ti es a quien amo". (...) Esperar a Dios de Dios, ser colmado de Dios por Dios. Él te basta, fuera de él nada te puede bastar". Tener en herencia al propio Dios es mejor que todos los demás bienes, por eso se ve como el único bien, lo único que se quiere.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré”. Es la seguridad que nos da estar en manos de Dios.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha”. Es un canto a la esperanza de la comunión con Dios, más allá de la muerte, en la vida eterna, como dirá san Pedro: "Dios resucitó a Jesús de Nazaret, librándole de los dolores de la muerte, pues no era posible que quedase bajo su dominio" (Hch 2,24). También San Pablo insiste: "No permitirás que tu santo experimente la corrupción. Ahora bien, David, después de haber servido en sus días a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó la corrupción. En cambio, aquel a quien Dios resucitó -o sea, Jesucristo-, no experimentó la corrupción" (Hch 13,35-37).
Llucià Pou Sabaté

jueves, 10 de septiembre de 2015

Jueves de la semana 23 de tiempo ordinario; año impar

Jueves de la semana 23 de tiempo ordinario; año impar

Por encima de todo, el amor, que es la unidad consumada, siguiendo el consejo de Jesús: sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros»” (Lucas 6,27-38).
1. Jesús, te pido ayuda para entender que esos consejos que Lucas aquí recoge (y que Mateo había agrupado en el sermón de la Montaña) son unas actitudes evangélicas esenciales:
-“A vosotros que me escucháis os digo: "Amad a vuestros enemigos"”... y se detallan unos ejemplos que no son otra cosa que aplicación de las bienaventuranzas que ayer leímos, cuando la cuarta bienaventuranza ("dichosos cuando os odien y os insulten") se desarrolla aquí. Jesús, aquí nos pides: -amad a vuestros enemigos, - haced el bien a los que os odian, - bendecid a los que os maldicen, - orad por los que os injurian, - al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra, - al que te quite la capa, déjale también la túnica... es una revolución. Nos dices: si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?; si hacéis el bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?; si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis?
“En el hecho de amar a nuestros enemigos se ve claramente cierta semejanza con nuestro Padre Dios, que reconcilió al género humano, que estaba en enemistad con él y le era contrario, redimiéndole de la eterna condenación por medio de la muerte de su hijo” (Catecismo romano). La manera de llegar a la cercanía de Dios es la misericordia, y “el mismo Dios, que se digna dar en el cielo, quiere recibir en la tierra” (S. Cesáreo de Arlés, comentando que lo que hacemos a los demás lo hacemos con Él).
Finalmente, la llamada al perdón es clara, condición para el perdón de nuestras ofensas es que perdonemos a los demás: “el Señor añade una condición necesaria e ineludible, que es, a la vez, un mandato y una promesa, esto es, que pidamos el perdón de nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonamos a los que nos ofenden, para que sepamos que es imposible alcanzar el perdón que pedimos de nuestros pecados si nosotros no actuamos de modo semejante con los que nos han hecho alguna ofensa. Por ello, dice también en otro lugar: la medida que uséis, la usarán con vosotros. Y aquel siervo del Evangelio, a quien su amo había perdonado toda la deuda y que no quiso luego perdonarla a su compañero, fue arrojado a la cárcel. Por no haber querido ser indulgente con su compañero, perdió la indulgencia que había conseguido de su amo” (S. Cipriano).
Esta página del evangelio es de ésas que tienen el inconveniente de que se entienden demasiado. Lo que cuesta es cumplirlas, adecuar nuestro estilo de vida a esta enseñanza de Jesús, que, además, es lo que Él cumplía el primero. Después de escuchar esto, ¿podemos volver a las andadas en nuestra relación con los demás?, ¿nos seguiremos creyendo buenos cristianos a pesar de no vernos demasiado bien retratados en estas palabras de Jesús?, ¿podremos rezar tranquilamente, en el Padrenuestro, aquello de "perdónanos como nosotros perdonamos"?
Jesús, te pido ayuda para vivir lo que nos propones: -"tratad a los demás como queréis que ellos os traten"; "la medida que uséis la usarán con vosotros"; -"sed compasivos como vuestro Padre es compasivo"; y cuando amamos de veras, gratuitamente, seremos "hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos". Saludar al que no nos saluda. Poner buena cara al que sabemos que habla mal de nosotros. Tener buen corazón con todos. No sólo no vengarnos, sino positivamente hacer el bien. Poner la otra mejilla. Prestar sin esperar devolución. No juzgar. No condenar. Perdonar... (J. Aldazábal).
-“Amadles... Hacedles bien... Deseadles el bien... Rogad por ellas... Dad... No reclaméis”... Todo esto no son ideas, ni sentimientos... sino actos reales, actitudes concretas. No, no es fácil vivir el evangelio... ¡no es "agua de rosas"!
-“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”. Ponerse en el lugar de los demás. ¡Cuán difícil es esto, Señor! Ven a nosotros.
-“Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Si hacéis bien a los que lo hacen a vosotros... También los pecadores hacen otro tanto. Si prestáis sólo cuando esperáis cobrar...” Jesús, quieres que nuestro "amor" se haga universal, no centrado en los seres queridos.
-“Amad a vuestros enemigos, haced el bien sin esperar nada a cambio”... Es un amor desinteresado, gratuito.
-“Así tendréis una gran recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los malos y los desagradecidos. Sed misericordiosos, como Vuestro Padre es misericordioso”.
-“No juzguéis... No condenéis... Perdonad... Dad...” Dejo resonar en mí cada una de esas palabras, una a una, una después de otra. Y las llevo a la oración (Noel Quesson).
Entre 1915 y 1916, hubo en Turquía una gran masacre de cristianos armenios. Un joven fue asesinado a la vista de su hermana por un soldado turco; ella pudo escapar saltando una tapia. Más tarde, esta muchacha trabajaba de enfermera en un hospital, y llevaron a su sala al mismo soldado que había matado a su hermano. Se desencadenó entonces en el corazón de la joven una batalla: atenderlo o dejarlo morir. Deseaba vengarse, pero su fe cristiana le reclamaba amor y perdón. Felizmente para el soldado y para ella misma, ganó el amor de Cristo, y el infeliz criminal recibió las atenciones necesarias. Cuando el hombre se recuperó, reconoció a la joven que había perseguido y le preguntó por qué no lo había dejado morir. Ella respondió: «Porque yo sigo a Aquel que dijo: 'Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian'». El paciente se quedó pensativo y finalmente dijo: «Yo no sabía nada de una religión así. Explícame más sobre ella, porque la quiero conocer». El amor lo conquistó y ella tuvo el gozo de llevarlo a los pies del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Aquel individuo, que era imagen del hombre terreno, pasó a ser imagen del hombre celestial.
Como dice el Catecismo, «observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación vital y nacida del fondo del corazón, en la santidad, en la misericordia y en el amor de nuestro Dios». El Cardenal Newman escribía: «¡Oh Jesús! Ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya. Inunda mi alma con tu espíritu y vida. Penetra en mi ser, y hazte amo tan fuertemente de mí que mi vida sea irradiación de la tuya (...). Que cada alma, con la que me encuentre, pueda sentir tu presencia en mí. Que no me vean a mí, sino a Ti en mí». Amaremos, perdonaremos, abrazaremos a los otros sólo si nuestro corazón es engrandecido por el amor a Cristo (Josep Miquel Bombardó).
Sólo si reconozco al enemigo como persona, como ser humano puedo responder desde la misericordia de Dios a la crueldad ajena. Ser capaz de distinguir el mal que me hacen de quien me lo hace: quien me hace mal está por encima del mal que hace, en su dignidad de hijo de Dios, explicaba Jutta Burgraff. Amar a quien nos odia es la medida del verdadero amor. Porque quién sólo ama a quien le retribuye con los mismos sentimientos, no sobrepasa la medida del amor egoísta. Beneficiar a quien nos cause daño, bendecir al que nos maldice y ser generosos con los acaparadores es un modo de proceder que pone la lógica del mundo patas arriba.
Cuando respondemos bendiciendo a quien nos maldice, cuando oramos por quienes nos difaman, estamos propiciando una convivencia menos salvaje y, por lo menos, más humana; ojalá logremos que sea más fraterna y entonces, como dice el profeta Isaías: haremos de nuestras espadas arados, de nuestras lanzas podaderas; nadie se levantará contra los demás, ni nos prepararemos más para la guerra, pues caminaremos no conforme a nuestras miradas torpes y miopes, sino a la luz del Señor (www.homiliacatolica.com).
2. Terminamos hoy la lectura de la carta a los Colosenses, con un hermoso programa de vida cristiana que Pablo les presenta a ellos y a nosotros. La comparación es esta vez con el vestido, el "uniforme" que deberían vestir como "pueblo elegido de Dios, pueblo santo y amado". Este uniforme se refiere sobre todo a las relaciones de unos con otros en la vida de la comunidad: "la misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, el amor, la paz". El amor es la base de todas las virtudes que enumera, pues “si el amor no va por delante, no se cumplirá ninguno de los preceptos. Pues sólo dejamos de hacer el mal a los demás y nos preocupamos de hacer el bien, cuando amamos a los demás” (Severiano de Gábala).
Se nos pide que ofrezcamos misericordia, ser comprensivos, amables, a "sobrellevarnos mutuamente y perdonarnos cuando alguno tenga quejas contra otro". Y la razón es convincente: "el Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo". ¡Qué bien nos iría tomar como consigna para la jornada de hoy "el amor, que es el ceñidor de la unidad", y que "la paz de Cristo actúe de árbitro en nuestro corazón"!
 “Y que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo «cuerpo»”: ¿cómo podría negarme a amar a tal persona... que es nada menos que un miembro del Cuerpo de Cristo y, por lo tanto, también uno de mis miembros puesto que formo parte del mismo Cuerpo?
Todo ello basado en la fuerza de Dios, su Palabra: "que la Palabra de Cristo habite entre vosotros": con una actitud de acción de gracias, que es la que llega a su expresión más densa en la Eucaristía: "celebrad la Acción de Gracias... cantad a Dios dadle gracias... ofreciendo la Acción de Gracias a Dios"; con nuestra oración, que parece aquí aludir a lo que en la Iglesia se organizó desde el principio como Oración de las Horas por la mañana y la tarde: "cantad a Dios, dadle gracias de corazón con salmos, himnos y cánticos inspirados". En esta maduración nos debemos ayudar fraternalmente: "enseñaos unos a otros con toda sabiduría, exhortaos mutuamente".
3. El salmo hace eco a esta oración: "alabad al Señor en su templo, alabadlo por sus obras magníficas... todo ser que alienta alabe al Señor"; y, sobre todo, en la misma vida: "todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús". Como en una sinfonía musical, va avanzando el canto, desde el santuario (“Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su fuerte firmamento. Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza) a un cántico con instrumentos: “Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras. Alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas”. Por fin, es todo ser que tenga aliento de vida (cf Gn 7,22): “Alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes. Todo ser que alienta alabe al Señor”. San Francisco con su sugestivo Cántico del hermano sol invita a eso, como sugiere la carta a los Colosenses: "cantad agradecidos a Dios en vuestros corazones con salmos, himnos y cánticos inspirados". San Agustín dirá que los instrumentos musicales son los santos que alaban a Dios: "Vosotros, santos, sois la trompeta, el salterio, el arpa, la cítara, el tambor, el coro, las cuerdas y el órgano, los platillos sonoros, que emiten hermosos sonidos, es decir, que suenan armoniosamente. Vosotros sois todas estas cosas. Al escuchar el salmo, no se ha de pensar en cosas de escaso valor, en cosas transitorias, ni en instrumentos teatrales". Nuestra vida toda se ha de convertir en una continua alabanza del Nombre del Señor. Para eso hemos sido llamados a la vida; para eso somos llamados a la Vida eterna.
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Miércoles de la semana 23 de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 23 de tiempo ordinario; año impar

Hemos resucitado con Cristo, pensemos por tanto en las cosas de arriba, viviendo las bienaventuranzas
“En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: -«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas» (Lucas 6,20-26).
1. Cada vez que leemos las bienaventuranzas leemos el retrato de Jesús. Señor, te vemos bajar de la montaña, donde habías elegido a los doce apóstoles, y al comenzar tu sermón de la montaña, en esta versión “de la llanura" (Lc 6,20-49), nos sobrecogemos al escuchar tus bienaventuranzas. Frente a las ocho de Mateo aquí sólo nos muestras cuatro seguidas de cuatro malaventuranzas o lamentaciones. “La bienaventuranza prometida nos coloca ante elecciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus instintos malvados y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino en Dios solo, fuente de todo bien y de todo amor” (Catecismo 1723).
Jesús, llamas "felices y dichosos" a cuatro clases de personas: los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos por causa de su fe. Y te lamentas de otras cuatro clases de personas: los ricos, los que están saciados, los que ríen y los que son adulados por el mundo. Se trata, por tanto, de cuatro antítesis. Como las que pone Lucas en labios de María de Nazaret en su Magníficat: Dios derriba a los potentados y enaltece a los humildes, a los hambrientos los sacia y a los ricos los despide vacíos. Es como el desarrollo de lo que había anunciado Jesús en su primera homilía de Nazaret: Dios le ha enviado a los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos.
-“Dichosos, vosotros, los pobres, Dichosos los que ahora pasáis hambre, Dichosos los que ahora lloráis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres y os expulsen y os insulten y os desprecien”. El adverbio "ahora" refuerza el carácter de real, algo histórico. Jesús, me invitas a: mirar mis propias miserias, mis pobrezas reales, mis hambres reales, mis llantos reales, los desprecios reales que he sufrido; y mirar a mi alrededor esos mismos sectores de miseria, esos pobres, esos sufrientes, esos hambrientos, esos despreciados.
Dichosos... El reino de Dios es vuestro. Dichosos... Vosotros seréis saciados... Dichosos... porque reiréis. Dichosos... porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. Lucas marca netamente una antítesis entre el presente y el futuro:
Vosotros, que ahora tenéis hambre, seréis saciados... Vosotros, que ahora lloráis, reiréis...” Pero notemos también que la "felicidad" prometida ya está aquí, es actual. Dichosos... el reino de Dios es vuestro, desde hoy. Dichosos... vuestra recompensa es grande en el cielo.
Esta paradoja no va con los criterios del mundo. En nuestra sociedad se felicita a los ricos y a los que tienen éxito y a los que gozan de salud y a los que son aplaudidos por todos. Pero la fe es creer en ti, Señor, en tu estilo de vida y tu verdadera sabiduría, el auténtico camino de la felicidad y de la libertad. La del salmo 1: "Dichoso el que no sigue el consejo de los impíos: es como un árbol plantado junto a corrientes de agua... No así los impíos, no así, que son como paja que se lleva el viento". O como la de Jeremías: "Maldito aquél que se fía de los hombres y aparta de Yahvé su corazón... Bendito aquél que se fía de Yahvé y a la orilla de la corriente echa sus raíces" (Jr 1 7,5-6). Lo anunciado por los profetas se hace patente en ti, Señor (J. Aldazábal).
-“Alegraos ese día y saltad de gozo...” Sí, ese día, a partir de hoy... aun en medio de la pobreza, de las dificultades cotidianas, de los sufrimientos... tú nos invitas, Señor, al gozo que se expresa incluso exteriormente: "¡saltad de gozo!" Se nos debería notar  ese comenzar a vivir en el gozo de la felicidad eterna (Noel Quesson).
El modelo de la bienaventuranza es la Virgen María (1,45.48;11,27.28): “bienaventurada el alma de la Virgen que, guidada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios. Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe (…) Imítala tú, alma fiel. Entra en el templo de tu corazón, si quieres alcanzar la purificación espiritual y la limpieza de todo contagio de pecado” (S. Lorenzo Justiniani).
La grandeza de alma de S. Ignacio de Antioquía le hace decir: “moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo”.
2. –“Hermanos, habéis resucitado con Cristo”. Pablo creó un término. El participio «resucitado», en griego permanece indisolublemente ligado a la preposición «con» como si Pablo quisiera que experimentáramos físicamente hasta qué punto nuestra suerte está ligada a la de Jesús. Cuando Jesús resucitó yo estaba como incluido «en El», yo resucitaba con El. Notemos que Pablo utiliza un verbo en pasado: mi resurrección ya está realizada en la de Jesús. El principio que fundamenta la conducta moral del cristiano es su unión con Cristo que comienza con el Bautismo (verdadera resurrección espiritual) y se perfecciona con los demás sacramentos y con la vida de oración, hay una búsqueda incesante de “las cosas de arriba” donde está Cristo. Para esto hay una trayectoria: apartarse de lo viejo y revestirse del hombre nuevo, ejercitándose en las virtudes. “Mi amor está crucificado (…) no me satisfacen los alimentos corruptibles y los placeres de este mundo. Lo que yo quiero es el pan de Dios, que es la carne de Cristo, nacido de la descendencia de David, y no deseo otra bebida que su sangre, que es la caridad incorruptible” (S. Ignacio de Antioquía). Dice la Gaudium et Spes57: “Los cristianos, en marcha hacia la ciudad celeste, deben buscar y gustar las cosas de arriba, lo cual en nada disminuye, antes por el contrario, aumenta, la importancia de la misión que les incumbe de trabajar con todos los hombres en la edificación de un mundo más humano”. En la cotidianidad, estamos con Dios, quien va “jugando en el orbe de la tierra y encontrando sus delicias en estar entre los hijos de los hombres. Con todo lo cual es espíritu humano, más libre de la esclavitud de las cosas, puede ser elevado con mayor facilidad al culto mismo y a la contemplación del Creador. Más todavía, con el impulso de la gracia se dispone a reconocer al Verbo de Dios, que antes de hacerse carne para salvarlo todo y recapitular todo en Él, estaba en el mundo como luz verdadera que ilumina a todo hombre (Jn 1,9)”. Es cierto que conviene purificar la idea de progreso actual que es pobre al excluir la Verdad, y querer sustituir la esperanza. “Sin embargo, estas lamentables consecuencias no son efectos necesarios de la cultura contemporánea ni deben hacernos caer en la tentación de no reconocer los valores positivos de ésta. Entre tales valores se cuentan: el estudio de las ciencias y la exacta fidelidad a la verdad en las investigaciones científicas, la necesidad de trabajar conjuntamente en equipos técnicos, el sentido de la solidaridad internacional, la conciencia cada vez más intensa de la responsabilidad de los peritos para la ayuda y la protección de los hombres, la voluntad de lograr condiciones de vida más aceptables para todos, singularmente para los que padecen privación de responsabilidad o indigencia cultural. Todo lo cual puede aportar alguna preparación para recibir el mensaje del Evangelio, la cual puede ser informada con la caridad divina por Aquel que vino a salvar el mundo”. Es entrar en una perspectiva más alta, es “dejarse mover y poseer por la poderosa mano del autor de todo bien” (S. Ignacio de Loyola).
-“Así pues buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra”. Comportémonos a la altura del Hijo de Dios. No vivamos, por tanto, dominados por ninguna clase de maldad. Que más bien resplandezcan en nosotros los bienes de arriba, no los de la tierra. No seamos engaño, mentira para los demás; caminemos en la verdad y demos testimonio de Cristo: "buscar las cosas de allá arriba" significa vivir con una mentalidad no terrena, según las pasiones e instintos que a todos nos atan de alguna manera.
-“En efecto, habéis muerto con Cristo y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios”. Nada ha cambiado aparentemente en un cristiano, con relación a los demás hombres. Un esplendor divino yace escondido en lo más cotidiano, si estamos unidos a Cristo.
-“Cuando aparezca Cristo, vuestra vida”... ¡Cristo mi vida! Señor, ayúdame a ser más consciente. -“Entonces también vosotros apareceréis gloriosos con Él”. Jesús y yo formamos ¡un solo ser! Estoy escondido, vivo, en el cielo. El cielo ya ha empezado. Simplemente, un día, eso aparecerá claramente. Pero ya existe, si quiero consentir en ello.
-“Por lo tanto, extirpad lo que hay de terreno en vosotros: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos”. Los altos vuelos místicos precedentes no impiden a san Pablo tocar de pies al suelo. Vivir por adelantado en el cielo, es también crear un pequeño paraíso a nuestro alrededor, para los demás.
-“Revestíos del hombre nuevo que por el conocimiento se va renovando a imagen de su Creador”... Abandonarme. Dios me está creando. Modela en mí la imagen de Cristo. Señor, que esté disponible a ello (Noel Quesson).
3. “Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza”.Nuestro cántico se eleva al Señor con todas las criaturas. “Consagrarse a la alabanza es propio de un corazón filial. El que alaba al Señor cada día, lo alabará en el Día eterno” (S. Juan Crisóstomo): “Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad”.
Llucià Pou Sabaté
San Pedro Claver, presbítero

Pedro Claver y Juana Corberó, campesinos catalanes, tuvieron seis hijos, pero solo sobrevivieron Juan, el mayor, y los dos mas pequeños, Pedro e Isabel. El padre apenas podía firmar su nombre, pero era un hombre trabajador y buen cristiano. La infancia de Pedro quedó oculta para la historia como la de tantos santos, incluso la de Nuestro Señor. Trabajaba en el campo con su familia.
Pedro se graduó de la Universidad de Barcelona. A los 19 años decide ser Jesuita e ingresa en Tarragona. Mientras estudiaba filosofía en Mallorca en 1605 se encuentra con San Alonso Rodriguez, portero del colegio. Fue providencial. San Alonso recibió por inspiración de Dios conocimiento de la futura misión del joven Pedro y desde entonces no paró de animarlo a ir a evangelizar lo territorios españoles en América.
Pedro creyó en esta inspiración y con gran fe y el beneplácito de sus superiores se embarcó hacia la Nueva Granada en 1610. Debía estudiar su teología en Santa Fe de Bogotá. Allí estuvo dos años, uno en Tunja y luego es enviado a Cartagena, en lo que hoy es la costa de Colombia. En Cartagena es ordenado sacerdote el 20 de Marzo de 1616.
Al llegar a América, Pedro encontró la terrible injusticia de la esclavitud institucionalizada que había comenzado ya desde el segundo viaje de Colón el 12 de Enero de 1510, cuando el rey mandó a emplear negros como esclavos. Se trata de una tragedia que envolvió a unos 14 millones de infelices seres humanos. Un millón de ellos pasaron por Cartagena. Los esclavos venían en su mayoría de Guinea, del Congo y de Angola. Los jefes de algunas tribus de esas tierras vendían a sus súbditos y sus prisioneros. En América los usaban en todo tipo de trabajo forzado: agricultura, minas, construcción.
Cartagena por ser lugar estratégico en la ruta de las flotas españolas se convirtió en el principal centro del comercio de esclavos en el Nuevo Mundo. Mil esclavos desembarcaban cada mes. Aunque se murieran la mitad en la trayectoria marítima, el negocio dejaba grandes ganancias. Por eso, las repetidas censuras del papa no lograron parar este vergonzoso mercado humano.
Pedro no podía cambiar el sistema. Pero si había mucho que se podía hacer con la gracia de Dios. Pero hacía falta tener mucha fe y mucho amor. Pedro supo dar la talla. En la escuela del gran misionero, el padre Alfonso Sandoval, Pedro escribió: "Ego Petrus Claver, etiopum semper servus" (yo Pedro Claver, de los negros esclavo para siempre". Así fue. San Pedro no se limitó a quejarse de las injusticias o a lamentarse de los tiempos en que vivía. Supo ser santo en aquella situación y dejarse usar por Jesucristo plenamente para su obra de misericordia. En Cartagena durante cuarenta años de intensa labor misionera se convirtió en apóstol de los esclavos negros. Entre tantos cristianos acomodados a los tiempos, el supo ser luz y sal, supo hacer constar para la historia lo que es posible para Dios en un alma que tiene fe.
A pesar de su timidez la cual tubo que vencer, se convirtió en un organizador ingenioso y valiente. Cada mes cuando se anunciaba la llegada del barco esclavista, el padre Claver salía a visitarlos llevándoles comida. Los negros se encontraban abarrotados en la parte inferior del barco en condiciones inhumanas. Llegaban en muy malas condiciones, víctimas de la brutalidad del trato, la mala alimentación, del sufrimiento y del miedo. Claver atendía a cada uno y los cuidaba con exquisita amabilidad. Así les hacia ver que el era su defensor y padre.
Los esclavos hablaban diferentes dialectos y era difícil comunicarse con ellos. Para hacer frente a esta dificultad, el padre Claver organizó un grupo de intérpretes de varias nacionalidades, los instruyó haciéndolos catequistas.
Mientras los esclavos estaban retenidos en Cartagena en espera de ser comprados y llevados a diversos lugares, el padre Claver los instruía y los bautizaba. Los reunía, se preocupaba por sus necesidades y los defendía de sus opresores. Esta labor de amor le causó grandes pruebas. Los esclavistas no eran sus únicos enemigos. El santo fue acusado de ser indiscreto por su celo por los esclavos y de haber profanado los Sacramentos al dárselos a criaturas que a penas tienen alma. Las mujeres de sociedad de Cartagena rehusaban entrar en las iglesias donde el padre Claver reunía a sus negros. Sus superiores con frecuencia se dejaron llevar por las presiones que exigían se corrigiesen los excesos del padre Claver. Este sin embargo pudo continuar su obra entre muchas humillaciones y obstáculos. Hacia además penitencias rigurosas. Carecía de la comprensión y el apoyo de los hombres pero tenia una fuerza dada por Dios.
Muchos, aun entre los que se sentían molestos con la caridad del padre Claver, sabían que hacia la obra de Dios siendo un gran profeta del amor evangélico que no tiene fronteras ni color. Era conocido en toda Nueva Granada por sus milagros. Llegó a catequizar y bautizar a mas de 300,000 negros.
En la mañana del 9 de Septiembre de 1654, después de haber contemplado a Jesús y a la Santísima Virgen, con gran paz se fue al cielo.
Beatificado el 16 de Julio de 1850 por Pío IX.
Canonizado el 15 de Enero de 1888 por León XIII junto con Alfonso Rodriguez.
El 7 de Julio de 1896 fue proclamado patrón especial de todas las misiones católicas entre los negros.
El papa Juan Pablo II rezó ante los restos mortales de San Pedro Claver en la Iglesia de los Jesuitas en Cartagena el 6 de Julio de 1986.
Su fiesta se celebra el 9 de Septiembre

martes, 8 de septiembre de 2015

Martes de la semana 23 de tiempo ordinario; año impar

Martes de la semana 23 de tiempo ordinario; año impar

Jesús nos elige y nos descubre un sentido de misión, para el que nos concedió las capacidades que vamos desarrollando en la vida
“Por aquellos días subió Jesús al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor. Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.”(Lucas 6,12-19)
1. -“En aquel entonces se fue a la montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios. Toda la noche...” Ayúdame, Señor, a rezar a ejemplo tuyo, dedicando tiempo a ese trato necesario con el Padre Dios. Te veo, Jesús, rezar habitualmente, y especialmente en los momentos señalados: en su bautismo en el Jordán, cuando muchedumbres quieren oírte y tu curación, antes de la elección de tus apóstoles... Especialmente en el huerto de Getsemaní, en la Cruz perdonando a todos, y al entregar tu alma al Padre...
-“Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a "doce" de ellos a los que nombró "apóstoles"” (que significa "enviados por alguien"). Por tanto ahí les diste, Señor, el nombre de “enviados”.
«Un día -no quiero generalizar; abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia-, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana -que es la razón más sobrenatural-, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 1).
¿Soy apóstol, en mi ambiente, en mi familia, en mi trabajo, en mi oración? ¿Soy consciente de que Jesús espera algo de mí, y me envía? El verdadero apóstol no acapara, no atrae hacia sí mismo... sino que orienta hacia el encuentro personal con Jesús.
-“Simón, Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, Simón el Zelote, Judas y Judas Iscariote, que fue el traidor”.Misterio de la libertad humana (Noel Quesson).
La comunidad de Jesús es "apostólica". No es cuestión de ser perfectos, sin defectos, pues todo está cimentado en la piedra angular, que es Cristo Jesús. sino de apreciar el don de Dios en nuestra vida. «Es norma general de todas las gracias especiales comunicadas a cualquier creatura racional que, cuando la gracia divina elige a alguien para algún oficio especial o algún estado muy elevado, otorga todos los carismas que son necesarios a aquella persona así elegida y que la adornan con profusión» (San Bernardino de Siena).
En este Cuerpo de Cristo, del que él es la Cabeza, hay fundamento (apóstoles) y sus sucesores, como Bernabé y Timoteo y Tito, ministros y otros muchos hombres y mujeres fieles. Todos somos igualmente miembros activos de la Iglesia (J. Aldazábal).
2. San Pablo nos habla de Vivir "en Cristo"... «in Christo»... Esta fórmula, que se encuentra ciento sesenta y cuatro veces en las epístolas de san Pablo, es una de las que mejor expresan su pensamiento profundo. Estamos «en Cristo», como en un medio vital, un medio divino como el niño en el seno de su madre y que vive por ella.
-Vivid "enraizados y edificados" en El... Dos imágenes: un árbol que crece... cuya «raíz» es Cristo. Un edificio en construcción cuya base o «fundamentos» es Cristo.
-“Permaneced firmes en la fe, tal como se os ha enseñado, rebosando en acción de gracias”. Continuemos con esas dos imágenes: la savia de ese árbol vivo es la fe y la alegría de la acción de gracias. El cemento que asegura la solidez de la construcción es la fe y la alegría.
No olvidemos que el término «acción de gracias» usado por san Pablo, es el término «eucaristía». Rebosad de eucaristía... superabundad de eucaristía...
-“Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía fundada en tradiciones humanas, según las fuerzas que rigen el universo y no según Cristo”. Los colosenses se sentían inclinados a adoptar las ideologías de moda: que era entonces el culto a los astros o a los «elementos del mundo» considerados habitados por espíritus, por ángeles. Y nosotros HOY ¿en qué solemos poner una confianza excesiva? ¿Qué filosofía, qué sistema tendemos a absolutizar? Cristo liberó a sus discípulos de toda sujeción, de toda esclavitud ideológica o mágica: las fuerzas de la naturaleza, los condicionamientos políticos y técnicos erigidos en ídolos... Cristo confirma su caducidad. El cristiano es liberado de cualquier tabú o miedo.
-“Porque en él, en su propio cuerpo, reside toda la Plenitud de la Divinidad”. Cristo es el único absoluto... ¡en El Dios habita corporalmente! La única materia sagrada es el Cuerpo de Cristo.
-“En Él lo habéis recibido todo en plenitud”. Cristo comunicó su vida y su divinidad a los hombres. La primacía absoluta del Señor Jesús sobre el resto de la naturaleza tiene por tanto su homólogo en la primacía del hombre sobre todas las cosas. El hombre no ha de someterse a nada salvo a Cristo... y son todas las cosas las que deben estar sometidas al hombre. Esto aclara en profundidad la empresa humana: «¡dominad la tierra!».
-“En Él lo habéis recibido todo en plenitud, porque domina todas las soberanías del universo y las ha incorporado a su cortejo triunfal de la cruz”. ¡Todo lo que nos oprimía ha sido vencido... por lo menos en la esperanza! Ya no existen potencias maléficas.
-“Sepultados con El en el bautismo, con El también habéis resucitado”.Como Jesús, Pablo no separa nunca esos dos misterios. La comunicación de la «vida» de Jesús es más que un fenómeno de «vasos comunicantes", es un fenómeno de identificación: yo estaba «en Cristo" cuando bajaba a la tumba y cuando salió de ella. Su victoria, su vida, es la mía (Noel Quesson).
3. Es preciosa esta verdad: "en Cristo habita corporalmente la plenitud de la divinidad", que es "la cabeza de todo poder y autoridad" y que por él quedaron "destituidos los poderes y autoridades y los llevó cautivos en su cortejo". También en nuestra sociedad de hoy necesitamos que se nos anime a crecer en la fe y a vivir coherentemente nuestra incorporación a Cristo.
Los cristianos, por el bautismo, fuimos injertados a Cristo en su muerte y en su resurrección ("fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él"), estábamos muertos y ahora vivimos, éramos pecadores y ahora estamos perdonados (J. Aldazábal). Nos dice el apóstol que Jesús "borró el protocolo que nos condenaba y era contrario a nosotros: lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz". El salmo recoge esta idea del perdón de Dios: "el Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad".
Llucià Pou Sabaté
La Natividad de la Santísima Virgen María

«Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán... (...). La generación de Jesucristo fue así: Estando desposada su madre Maria con José, antes de que conviviesen, se encontró que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. José su esposo, como era justo y no quería exponerla a infamia, pensó repudiarla en secreto. Estando él considerando estas cosas, he aquí que un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto ha ocurrido para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien llamarán Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros. Al despertarse José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su esposa.» (Mateo 1, 1-16.18-24)

1º. «La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos» (CEC.-522).
Hoy aparece en el Evangelio toda la genealogía tuya desde Abrahán.
Catorce generaciones de Abrahán a David, catorce más hasta la deportación a Babilonia y otras catorce hasta Ti.
¡Cuánta gente ha pasado!
¿Qué queda de ellos?
La vida es corta y después de mí vendrá otra generación, y después otra.
«Maria Santísima, Madre de Dios, pasa inadvertida, como una más entre las mujeres de su pueblo.
Aprende de Ella a vivir con «naturalidad» (Camino.-499).
Madre, nadie se entera de que eres la Elegida; nadie sabe los favores especiales que has recibido de Dios.
No vas con la cara alta, mostrando lo que sólo pertenece a Dios y a quien Él se lo quiera revelar.
Ni siquiera a José le dijiste nada hasta que Dios no le hizo partícipe de la misión que te había encomendado.
Sin embargo, se nota que eres especial. Porque eres dócil, humilde.
Porque eres atenta y servicial. Porque siempre sonríes y tienes una palabra de ánimo. Porque haces las cosas bien.
Esa es tu «naturalidad».
Una vida sin espectáculo pero llena de contenido.
Una vida que tiene un fundamento: Jesús.
Madre, esa es la «naturalidad» que te pido para mí.
No se trata de que vaya pregonando mi vocación personal de cristiano donde nohaga falta; pero sí debe notarse en mi modo de comportarme.
Porque yo también tengo a Jesús dentro de mí, en mi alma en gracia.
Por ello tengo la posibilidad de quedarme a solas con él y ofrecerle silenciosamente mi trabajo, las alegrías y las dificultades del día; y decirle que quiero hacerlo todo por Él y para Él.
3º. María está encinta y José no se lo explica.
¡Cómo debiste sufrir, José, durante estos días de desconcierto!
Y lo peor es que ibas a tener que abandonar a la persona que más amabas en esta tierra.
Esta fue la cruz de José, la prueba que Dios le puso antes de encomendarle la gran misión: ser el esposo de María, la Madre de Dios; ser el jefe de la Sagrada Familia.
Jesús, también yo sufro dificultades, reveses, tentaciones.
Son pequeñas pruebas, pequeñas cruces comparadas con la que tuvo que sufrir San José.
Pero son grandes oportunidades para mostrar el amor que te tengo, y para que Tú me puedas también confiar cosas más grandes.
José, no buscaste la solución más fácil, sino la más justa, aunque te costaba terriblemente ponerla en práctica.
Ayúdame a tener siempre esa fortaleza.
Que sepa sufrir, que aguante la dificultad, que tenga el aplomo necesario para que Dios se pueda apoyar en mí y me pueda confiar lo que quiera.
4º. Jesús, hoy quieres que aprenda de tu padre en la tierra, de José.
Quieres que aprenda de su vida corriente en apariencia, pero llena de sentido por la misión que tenía de cuidarte.
Quieres que yo también sea, en medio de mi vida de trabajo, piadoso, servidor irreprochable de Dios, cumplidor de la voluntad divina.
José, eres mi padre y señor, eres mi maestro.
Tú has sabido como nadie trabajar en presencia de Dios, con justicia, con profesionalidad; tú has aprendido a amar a Dios cumpliendo sus mandamientos y orientando toda tu vida en servicio de tus hermanos, los demás hombres.
Tú has obedecido siempre la voluntad de Dios: «José hizo como el ángel del Señor le había mandado.»
 Ayúdame a comportarme así en mis circunstancias concretas, cada día.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Lunes semana 23 de tiempo ordinario; año impar

Lunes de la semana 23 de tiempo ordinario; año impar

Jesús cura en sábado, no se para en menudencias sino que va al fondo de la ley: el amor
“Un sábado, entró Jesús en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenla parálisis en el brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo. Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: -«Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie. Jesús les dijo: -«Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?» Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: -«Extiende el brazo.» Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús” (Lucas 6,6-11).
1. Siguen incordiándote con el sábado, Jesús: hoy con una curación hecha en la sinagoga en ese día.
-“Otro sábado Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar”... no sé si ibas cada sábado a la reunión de plegaria, Jesús, pero sí muchas veces, quizá cuando veías que buenamente podías, ibas. Ayúdame, Señor, en mis "fidelidades" necesarias... en las regularidades que he decidido... somos un espíritu encarnado, y con los hábitos, nuestras experiencias humanas –como la oración- nos vamos configurando, repitiendo como un gota a gota incansablemente renovado, y así vamos construyendo nuestra vida.
-“Había allí un hombre que tenía el brazo derecho atrofiado...” Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado y encontrar de qué acusarlo. Señor, tú conoces sus pensamientos... eres un "conocedor del corazón humano", es un don divino, que también das a otros, de leer en los corazones... y adivinar, por señales casi imperceptibles, ciertas realidades escondidas. Humanamente eso viene de una "atención al otro", de una capacidad de "ponerse en lugar de los otros".
Te das cuenta del dolor de aquel hombre. El enfermo con el brazo paralizado no te dice nada, pero se debía leer en su cara la súplica.
-“Dijo al hombre del brazo atrofiado: "Levántate y ponte ahí en medio de todos."” Señor, danos esa delicada atención de simpatía por los que sufren. Haznos "descubrir" las penas ocultas, las necesidades de los demás.
-“"Os pregunto: ¿Qué es lo que está permitido en sábado, hacer el bien o hacer el mal; salvar una vida o acabar con ella?” El "honor de Dios" estaba resguardado con el sábado. Sabemos que murieron muchos judíos cuando los atacaban en sábado, en alguna guerra, porque no querían luchar ese día, preferían morir. El descanso obligatorio del sábado tenía unos excesos, que llamamos fanatismo. Tú criticas, Señor, la mera observancia legalista, vas hasta el fondo de la razón que explica el sábado; entiendes que la Gloria de Dios es exaltada en primer lugar por el "bien" que se hace a los desgraciados, por la "vida salvada" a alguien. Liberar a un pobre enfermo de su mal, es, para ti, un modo más verdadero de santificar el "día del Señor", que dejar a un hombre en el sufrimiento, por el pretendido honor de Dios. Ayúdanos, Señor, a superar las sumisiones y las obediencias formales a normas: haz que comprendamos el fondo de las normas, y sobre todo entendamos desde el interior lo que Dios nos pide cuando nos pide algo... haz que captemos que Dios no es ante todo un amo que desea doblegar a las personas, sino un Padre que ha dado unas leyes para el bien de sus hijos, un Salvador que desea "hacer el bien... salvar vidas".
-“Entonces, echando una mirada a todos, le dijo al hombre: "Extiende tu mano". Lo hizo y su mano quedó normal.” Una vez más, haces el "bien" sin preocuparte de las críticas.
-“Ellos, furiosos, discutían qué podrían hacer con Jesús.” ¡Se sospecha de El que prefiere el hombre a la Gloria de Dios! ¡Se estancan en las reglas formales del sábado que prohibían cualquier trabajo (Noel Quesson).
Las actitudes farisaicas chocan contigo, Jesús. No es fácil soportar en la tierra a Aquel que declara el fin de la falsedad, de la opresión, de la religión fácil y cómoda. Todo el problema de las tinieblas es lograr hacer desaparecer la luz: "Ellos (los fariseos)... deliberaban entre sí, qué harían a Jesús". El "pecado" de Jesús fue hacer el bien y poner en carne viva el problema de una religión oprimida y seca, para la cual hacer el bien era lo más pecaminoso.
El día dedicado al culto de Dios es día de la alegría, del descanso laboral, de la oración, de la vida de familia, del agradecimiento por la obra de la creación. Parece como si ese día acumularas tus gestos curativos y salvadores, Señor.
Ellos viven con su preocupación casuística, tú vives, Señor, en libertad, nos enseñas actitudes más profundas, el espíritu más que la letra. Las normas están muy bien, y son necesarias, pero sin llegar a un legalismo formalista. No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre (cf Mc 2,27), nos dirás. Entiendo que la norma está al servicio del bien de la persona, del bien común… Hay cosas llenas de espíritu, como el domingo con la celebración de la Eucaristía, el rezo de la Liturgia de las Horas... Necesitan unas normas, pero a veces se han seguido las normas de una manera tan estricta y minuciosa que quizá se ahogaba la alegría de la celebración. Es compatible el rigor de la liturgia con esponjar el ánimo y alegrarse con Dios y dedicarle una alabanza sentida y celebrar su comida pascual en el día consagrado a él, es decir que haya interioridad y no se limite a crear un clima de mero cumplimiento exterior. Se nota claramente que tú, Jesús, das prioridad a la persona que a la norma.
Curar en “shabat”… vivir la caridad… Los cristianos debemos rezar y celebrar la Eucaristía en el día del Señor. Y a la vez, precisamente ese día, nos deberíamos mostrar fraternos y sanantes, con detalles de caridad y buen corazón con las personas cercanas que, aunque no nos lo pidan, ya sabemos que necesitan nuestro interés y nuestro cariño (J. Aldazábal).
¿"Hacer bien" o "hacer mal"? La omisión del bien es un mal. ¿Quién querrá decir que la ley del sábado prohíba que se haga el bien y exija que se haga el mal? El sábado es para los judíos, no sólo día de reposo, sino también día destinado a hacer bien y día de alegría. Jesús, vuelves a restablecer el verdadero sentido del sábado. Ha de ser un día en el que se disfrute y se proporcione alegría a los demás. Se realiza el sentido del sábado haciendo bien a personas que sufren, usando misericordia. "Misericordia quiero y no sacrificios" (Os 6.6).
El descanso de Dios no consiste en no hacer nada, sino en vivir la obra, en gozar de ella. "Dios se gozó en su obra" (Sal 104,31).
La mano volvió a quedar sana. La restauración del universo forma parte del cuadro de los tiempos mesiánicos. Lo que ahora comienza será llevado a la perfección. "El cielo debe retener (a Jesús) hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas desde antiguo" (Hch 3,21). Mediante la curación muestra Jesús que le está permitido restaurar el sentido del sábado según la mente de Dios, ya que él mismo aporta la restauración de todas las cosas. El sábado es figura del gran reposo sabático de Dios (Hb 4,8ss), que se iniciará cuando sean restauradas todas las cosas y todo haya alcanzado su acabada perfección (El NT y su mensaje, Herder).
El joven rabí Jesús va desmantelando las insistencias esclerotizadas de la religión: reglas de la pureza en las comidas (Lc 5,29-32), de ayuno (Lc 5,33-38) y de reposo sabatino (Lc 6,1-11). Lucas evoca el conocimiento que Jesús posee del corazón humano (v 8; cf Jn 1,48; 2,24-25; 4, 17-19; 6, 61-71, etc.). Así Cristo tiene no solamente un conocimiento más profundo que los otros rabinos de la ley que enseña, sino que conoce mejor a los hombres. Ahí reside el secreto de la autoridad con la que enseña y que le coloca por encima de todos los demás (cf. Lc 4, 32): habla desde Dios y desde el corazón del hombre.
2. Dos cosas fundamentales hace Pablo en su ministerio: evangelizar y sufrir. La principal es, naturalmente, la evangelización. Dios le ha nombrado ministro y anunciador del "misterio que ha tenido escondido desde siglos y que ahora ha revelado a su pueblo". Este misterio es la salvación en Cristo, o, como él dice: "que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria". O bien: "este misterio es Cristo, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y el conocer". Para cumplir este ministerio, Pablo está dispuesto a soportarlo todo. Habla del "empeñado combate" que libra en las varias comunidades: "amonestamos a todos, enseñamos a todos, para que todos lleguen a la madurez en su vida cristiana: ésta es mi tarea, en la que lucho denodadamente". En esta lucha, Pablo ha asumido también el sufrimiento: "me alegro de sufrir por vosotros". La razón profunda de esta disponibilidad es: "así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia".
Si nosotros tuviéramos ese "motor" de la fe en Cristo, también estaríamos dispuestos a cualquier cosa para poderlo anunciar, que es a lo que hemos sido llamados todos los cristianos: padres, amigos, educadores, sacerdotes, religiosos. Si no evangelizamos -por pereza o por frialdad o por miedo- tal vez muchas personas se quedarán sin enterarse de ese plan salvador que Dios quiere dar a conocer a todos. La condición es que nosotros mismos estemos convencidos, que Cristo sea "para nosotros la esperanza de la gloria" y la razón de ser de todo. Entonces seremos tan valientes y generosos como Pablo. Él escribe esta carta desde la cárcel, donde está detenido por predicar a Cristo. Pero no le pueden hacer callar. Mirándonos en el espejo de Pablo, ya sabemos que seguramente nos tocará sufrir. Pero, como él, hemos de alegrarnos de poder sufrir, porque así nos incorporamos al dolor del mismo Cristo, en su misterio pascual, y contribuimos a la salvación de los demás. Cuando celebramos la Eucaristía, memorial del sacrificio de Cristo, podemos aportar al altar, incluidos simbólicamente en el pan y el vino que aportamos, "los gozos y las fatigas de cada día", como nos invita a veces el sacerdote antes de la oración sobre las ofrendas. Unimos a la ofrenda definitiva de Cristo lo que hayamos tenido que sufrir para ser fieles testigos suyos en el mundo, contentos de incorporar nuestra pequeña cruz a la de Cristo. Es valiente la afirmación de Pablo: "completo en mi carne los dolores de Cristo". ¿Qué le falta a la pasión de Cristo? Que sea también nuestra. Así hay un intercambio misterioso: el dolor de Cristo se hace nuestro y el nuestro se une al suyo. Y así podemos colaborar con él en la llegada del Reino a este mundo. B. Pascal interpretó bien este mismo pensamiento: «Jesús estará en agonía hasta el fin del mundo.» Cual sería la transfiguración de mi sufrimiento, si yo supiese ver en él: una participación a la Pasión. No sufrir solo, sino «con Jesús». No considerar la prueba como algo meramente negativa, sino como una realidad positiva... Señor te ofrezco tal prueba... y tal otra...
3. Es el salmo un programa de vida: "Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré". Dentro de nosotros podemos alimentar un lobo bueno y dejar que pase hambre otro malo, para que el que esté fuerte domine.
"De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme; Dios es mi refugio", él es quien quita lo malo, como comenta este salmo 61 san Ambrosio: "Nuestro Señor Jesucristo, al tomar la carne del hombre para purificarla en su persona, ¿qué otra cosa hubiera podido hacer inmediatamente sino borrar el influjo maléfico del antiguo pecado? Por la desobediencia, es decir, violando los mandamientos divinos, se había infiltrado el pecado. Por eso, ante todo tuvo que restablecer la obediencia, para apagar el foco del pecado... Él personalmente tomó sobre sí la obediencia, para transmitírnosla a nosotros"”.
Llucià Pou Sabaté

sábado, 5 de septiembre de 2015

Sábado de la semana 22 de tiempo ordinario; año impar

Sábado de la semana 22 de tiempo ordinario; año impar

Jesús no nos quiere aprisionados en intrincadas normativas farisaicas, sino que vayamos a los sustancial, la libertad del amor
“Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: -«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?» Jesús les replicó: -«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.» Y añadió: -«El Hijo del hombre es señor del sábado»(Lucas 6,1-5).
1. Hoy, Jesús, nos hablas sobre el sábado. Apreciabas el sábado y, como buen judío, lo habías incorporado a tu espiritualidad: por ejemplo, ibas cada semana a la sinagoga, a rezar y a escuchar la Palabra de Dios con los demás. Y cumplirías seguramente las otras normas relativas a este día.
-“Un sábado atravesaba Jesús por unos campos de trigo”. Jesús en plena naturaleza estival, al iniciarse la recolección.
-“Sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano”. Gesto tan natural, tan anodino, tan sencillo, tan maquinal. ¡Es agradable mascar un grano de trigo tan harinoso! Pero la alegría no es compartida por todos, sobre todo cuando hay envidiejas, o complicación interior… Decía S. Cirilo de Alejandría: “¡Oh fariseo!, ves al que hace cosas prodigiosas y cura a los enfermos en virtud de un poder superior y tú proyectas su muerte por envidia”.
-“Unos fariseos les dijeron: "¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?"” Aquí vemos la mente estrecha de algunos que interpretaba, a su manera minuciosa, las prescripciones rituales. La Ley de Moisés no habla de esas menudencias, pero las tradiciones, la Mischná, había añadido toda clase de detalles a la Ley, como las cosas prohibidas en sábado. Jesús, nos has liberado también de todo esto. El hombre tiene una fastidiosa tendencia a dar una importancia desmesurada a los "medios", olvidando a veces el fin. Debo atenerme a lo esencial. En mi Fe, en las costumbres religiosas, en los ritos, he de ver primero su finalidad, su objetivo profundo... y pensar que los modos de expresión pueden cambiar.
No te gusta, Jesús, la interpretación exagerada: ¿cómo puede ser contrario a la voluntad de Dios quitar así el hambre?
-“Jesús contestó” (pues la libertad que tienes, Jesús, es espontánea y actitud reflexiva a la vez): -“¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes dedicados -que sólo a los sacerdotes les está permitido comer-, comió él y les dio a sus hombres”. Es una respuesta propia del hijo de David, que invoca las auténticas tradiciones (1 Sam 21). Es decir les razona con al Palabra, que ellos interpretan mal. Dios no quiere fastidiarnos. Lo que Dios quiere es que el hombre "viva". Las mismas normas de ley natural tienen una gradación: la conservación de la persona, de la vida, de la familia… ¿Cómo ha podido el cristianismo parecer a veces deshumanizante, menospreciador del cuerpo y de las realidades humanas? Mi cuerpo, ¿es importante para mí? ¿Qué haría sin él? Incluso la oración, la actividad más espiritual, es imposible sin ese buen compañero. Y "el Verbo se hizo carne", se hizo cuerpo.
-“Y Jesús añadió: "EI Hijo del hombre es señor del Sábado." ¡Dios bien sabía que el sábado era una institución sagrada! Ahora bien, Jesús afirma tener derecho a rechazar los detalles rituales concernientes al sábado para volver a encontrar la intención primitiva del legislador (Noel Quesson).
Jesús, hablas realmente con autoridad y poder. Te atreves a reinterpretar una de las instituciones más sagradas de su pueblo. Sobre todo les debió saber muy mal a los fariseos la última afirmación: "el Hijo del Hombre es señor del sábado". Si ese día era la representación de Dios, entonces te hacías Dios, y era algo blasfemo para ellos.
Pero en otros momentos dijiste también “no es el hombre para el sábado sino el sábado para el hombre”. Ahí entiendo que nos decías que las normas son para las personas, para su  bien, y no al revés. Que los mandamientos de amar a Dios y a los demás (y por tanto no caer en la idolatría o en el homicidio u otros crímenes) son básicos, pero que las demás obligaciones miran el bien de la persona, de la familia, de la comunidad. Por tanto, que su cumplimiento es válido cuando ayuda al fin de esas normas (el sábado es para el hombre), y no ha de ser el hombre para el sábado en el sentido de que pierda la salud o la familia por un cumplimiento de ellas.
Es una difícil sabiduría distinguir entre lo que es importante y lo que no. Guardar el sábado como día de culto a Dios, día de descanso en su honor, día de la naturaleza, día de paz y vida de familia, día de liberación interior, sí era importante. No valía la pena discutir y perder la paz por eso. Es un ejemplo de lo que ayer nos decía Jesús respecto al paño nuevo y a los odres nuevos. Cuántas ocasiones tenemos, en nuestra vida de comunidad, de aplicar este principio. Cuántas veces perdemos la serenidad y el humor por tonterías de estas, aferrándonos a nimiedades sin importancia. Lo que está pensado para bien de las personas y para que esponjen sus ánimos -como la celebración del domingo cristiano- lo podemos llegar a convertir, por nuestra casuística e intransigencia, en unas normas que quitan la alegría del espíritu. El domingo es un día que tiene que ser todo él, sus veinticuatro horas, un día de alegría por la victoria de Cristo y por nuestra propia liberación. Con la Eucaristía comunitaria en medio, pero con el espíritu liberado y gozoso: un espíritu pascual. El legalismo exagerado también puede matar el espíritu cristiano. Por encima de todo debe quedar la misericordia, el amor (J. Aldazábal).
Jesús, tú eres el Esposo y ha llegado el tiempo de la boda. Al atardecer del día sexto, Dios había descansado para consagrar la creación, y los hombres habían consagrado el sábado para alabar a Dios por sus maravillas. Un día para santificar el tiempo... Ahora, Jesús, ya estás tú aquí, y toda la vida del hombre es "santa": es tiempo del hombre y tiempo de Dios. En adelante, nada de cuanto es humano es ajeno a Dios. Ahora vivimos el “domingo”, día del Señor (o como se dice en otros idiomas, día del Sol que eres tú, Señor, con tu Resurrección).
Nadie puede estar al 100% en esa interpretación de la voluntad de Dios. Recordemos lo que Pablo nos decía ayer: "¡No juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor!" Cabe, indudablemente, (no tenemos la clarividencia de Jesús) el riesgo de equivocarnos. Pero os confieso que, personalmente, prefiero equivocarme desde el amor y la misericordia que desde la observancia o la rigidez. No se trata de relativizar, como si todo diera lo mismo. Se trata de cultivar la conciencia de la propia fragilidad, de la propia e incesante necesidad de perdón, de la certeza de sólo Dios puede ver hasta el fondo nuestras intenciones y... las de los demás. Clamemos a El: su Amor nos sostendrá (Olga Elisa Molina).
Como rezaba Charles Peguy: Tenemos que salvarnos todos juntos. Todos hemos de llegar juntos a la casa del Padre. ¿Qué nos diría el Padre si nos viera llegar a unos sin los otros?
2. -"En otro tiempo fuisteis extraños", extranjeros. Podemos ser extraños a nosotros mismos, al no adecuarnos a nuestra misión en la vida. Extraños a los demás, si los vemos como rivales o enemigos, con imposibilidad de establecer con ellos solidaridad. Extraños a Dios en la imposibilidad de no percibirlo sino como un Dueño todopoderoso que vigila implacablemente por el buen orden del mundo. "Fuisteis extraños, pero Dios os ha reconciliado ahora por medio de Cristo". Reconciliación conmigo, con los demás, con Dios. Nos pide el Señor que no nos volvamos a someter a la esclavitud del miedo que hace dudar de uno mismo, con el fatalismo que os hace decir: "¿De qué sirve todo esto?"; no volváis a someteros a la esclavitud del realismo destructor de sueños y de la fría lucidez que adormece todos los entusiasmos. No os refugiéis en vuestros territorios bien defendidos, en la seguridad tras esas barreras que son vuestras prisiones, haciendo valer vuestros privilegios, dejando a un lado vuestras obligaciones por mantener vuestros derechos. No os dejéis apartar de la esperanza, encerrando a Dios en sus fronteras y levantando a la tierra contra el cielo. Os pondríais de nuevo bajo el yugo de una ley de muerte, después de haber saboreado en Cristo la vida (Noel Quesson).
Se nos pide ser "pueblo sin mancha y sin reproche", pero con la ayuda de la humanidad Santísima del Señor, instrumento salvador, es posible: mediante la pasión y muerte “sufrida en su cuerpo de carne” nuestro Señor venció al pecado y obtuvo las gracias necesarias para limpiar al hombre de sus culpas y para que pudiera presentarse ante Dios. Esto está lejos del espiritualismo, del dualismo que sufrían esos primeros cristianos: “Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.  
”Yo solía decir a aquellos universitarios y a aquellos obreros que venían junto a mí por los años treinta, que tenían que saber materializar la vida espiritual. Quería apartarlos así de la tentación, tan frecuente entonces y ahora, de llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas.   ¡Que no, hijos míos! Que no puede haber una doble vida, que no podemos ser como esquizofrénicos, si queremos ser cristianos: que hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser -en el alma y en el cuerpo- santa y llena de Dios: a ese Dios invisible, lo encontramos en las cosas más visibles y materiales.              
”No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver -a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares- su noble y original sentido, ponerlas al servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo.           
”El auténtico sentido cristiano -que profesa la resurrección de toda carne- se enfrentó siempre, como es lógico, con la desencarnación, sin temor a ser juzgado de materialismo. Es lícito, por tanto, hablar de un materialismo cristiano, que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu” (San Josemaría). 
-“Y he ahí que ahora Dios os ha reconciliado con El... Gracias al cuerpo humano de Cristo y por su muerte”... El pagó el precio. Redención «costosa». –“Para presentaros santos, inmaculados e irreprensibles delante de ÉlCon tal que permanezcáis sólidamente cimentados en la feFirmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio que oísteis, que ha sido proclamado a toda criatura bajo el cielo y del que yo, Pablo, he llegado a ser ministro”. Que la «buena noticia» sea norma de mi vida, Señor: que la extienda a mi alrededor (Noel Quesson).
3. "Escucha mi súplica. Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida". Te doy gracias, Señor, en Jesucristo, mi Salvador.


Llucià Pou Sabaté

jueves, 3 de septiembre de 2015

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús (...)

Comentario,(amigos de Dios , n.  265), a San Lucas 5, 1-11

v.  1. <<¡Como hoy! ¿No lo veis? Están desando oír el mensaje de Dios, aunque externamente lo disimulen. Quizá algunos han olvidado la doctrina de Cristo; otros  - sin culpa de su parte-  no la aprendieron nunca, y piensan en la religión como en algo extraño. Pero, convenceos de una realidad siempre actual: llega siempre un momento en el que el alma no puede más, no le bastan las explicaciones habituales, no les satisfacen las mentiras de los falsos profetas. Y, aunque no lo admitan entonces, esas personas sienten hambre de saciar su inquietud con la enseñanza del Señor.

      La barca  de Pedro es la Iglesia. El amo de la barca es Cristo: (…) Pedro tiene fe: no obstante, sobre tu palabra echaré la red.