domingo, 23 de agosto de 2015

Lunes de la semana 21 de tiempo ordinario; año impar

Lunes de la semana 21 de tiempo ordinario; año impar

Jesús nos enseña a dar testimonio de la verdad, vivir a fondo el Evangelio
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que entrarían. ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: El jurar por el Templo no es nada; pero si uno jura por el oro del Templo, queda obligado. ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que santifica el oro? Y el jurar por el altar no es nada; pero si uno jura por la ofrenda que está sobre él queda obligado. ¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? Por tanto, quien ha jurado por el altar; jura por él y por lo que hay sobre él. Y quien ha jurado por el Templo, jura por él y por Aquel que en él habita. Y quien ha jurado por el Cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado.» (Mateo 23, 13-22)
1. Siete veces dijo Jesús: "¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas!"  -“¡Ay de vosotros!...”, en arameo, expresa un profundo dolor, una indignación, una amenaza profética. -“Vosotros que cerráis a los hombres el Reino de los cielos. Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar”. Es la pena que tienes, Jesús, ante los malos pastores. 
-“Vosotros que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, le hacéis hijo de perdición, dos veces peor que vosotros”.El proselitismo puede ser bueno, cuando respeta la libertad, y responde entonces al amor que se tiene por la verdad, por el bien. Quererlo también para los demás. Pero el fanatismo puede llevar a buscar gente para cosas sectarias, y por eso te pido, Señor, ¡haz que seamos testigos de los apóstoles! ¡Guárdanos para no ser hipócritas ni sectarios!
-“¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: "Si uno jura por el Santuario, eso no es nada: mas, si jura por el oro del Santuario, queda obligado!" ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro?” Una de las aberraciones que muestras, Señor, es hacer el mal con excusa de hacer el bien. La casuística formal y jurídica puede ahogar la religión cuando no se tiene buen corazón...  es poner toda la importancia de “su religión” en detalles insignificantes. Los formalismos renacen sin cesar, bajo nuevas formas. Las invectivas de Cristo no pasan de moda.
Es importante no dejarse engañar por un ambiente corrupto, perverso. Vemos hoy que el aborto se comete con engaño, sin decir los traumas que se sienten en la madre, sin decir que es la muerte de un inocente. ¿Cómo lograr estar en la verdad, sin dejarse llevar por el ambiente, a veces engañoso? Podemos seguir esa voz interior que nos guía, y también pedir consejo, pues no es cierto que la intuición interior acierte siempre, sin esos guías que podemos buscarnos para aprender a discernir, en caso de necesidad: «Dicen que los hombres se convierten en simples máquinas y pierden la dignidad de la naturaleza humana cuando se guían por la palabra de otro. Y me gustaría saber lo que llegarían a ser siguiendo su propia voluntad. Por cada persona que ha sido perjudicada por seguir la dirección de otro, cientos de personas se han arruinado guiándose por su propia voluntad» (Card. J.H. Newman).
-“Si uno jura "por el altar", eso no es nada... Mas, si jura "por la ofrenda que está sobre el altar", queda obligado”. Eran los "casos" sobre los que discutían los rabinos de la época. La esencia de la verdad es lo importante, y no esas estrategias para mentir con excusas más o menos maquilladas… Señor, danos la virtud de la humildad, te lo pedimos con la intercesión de tu madre Santa María, quien es grande porque Dios «ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lucas 1,48).. Sana nuestros formalismos. Ayúdanos a estar atentos a lo que es esencial en lugar de perdernos en bagatelas y en controversias estériles (Noel Quesson).
2. Tesalónica era la capital de Macedonia, al norte de Grecia. Obligado a huir, a causa de la persecución, Pablo dejó allí una pequeña comunidad cristiana muy frágil: ¡contaba sólo unos meses! Habiendo enviado a Timoteo para tener noticias Pablo se entera de que los cristianos perseveran con firmeza y les envía una carta para felicitarlos y contestar a algunas preguntas. Esta carta, escrita hacia el año 52 es el primer documento escrito del Nuevo Testamento:
-“Damos sin cesar gracias a Dios por vosotros, recordándoos en nuestras oraciones”. Así, la primera epístola de san Pablo, el primer documento cristiano después de los saludos usuales, comienza por la palabra «eujaristumen», «os damos gracias». Esta frase es el comienzo de una especie de prefacio eucarístico, una larga acción de gracias. La página que leemos hoy es una única y larga frase, en griego, en la que se adivina el entusiasmo de Pablo.
La alegría. Las gracias a Dios. ¡La oración... en todo momento! Tal es el clima del alma del apóstol. ¿Es también el mío?
-“Tenemos siempre presente la actividad de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad y la tenacidad de vuestra esperanza...” En tres meses de predicación. Pablo no había tenido tiempo de llegar muy lejos en la formación doctrinal de los tesalonicenses. Fue directamente a lo esencial, que resume así: ser cristiano es vivir de una fe activa, es traducirla concretamente en el amor y el servicio de todos, es por fin, soportar las pruebas con valentía y esperanza. Fe, esperanza, caridad, las tres actitudes existenciales que definen al cristiano.
-“En nuestro Señor Jesucristo, en presencia de Dios nuestro Padre... Porque nuestro anuncio del Evangelio no se hizo sólo con palabras, sino también con poder y con el Espíritu Santo...” Lo esencial es también la Trinidad. Notemos que esta «primera» formulación de la Trinidad en el Nuevo Testamento expresa no un «misterio» intelectual, sino nuestras relaciones con esas tres personas: Jesucristo va en cabeza. El «en quien» tenemos la fe, la caridad y la esperanza... luego viene el Padre, en presencia del cual vivimos... y por fin el Espíritu, el que anima la acción actual de los apóstoles, el que ha sido el agente de la evangelización...
¿Es mi vida cristiana una vida de relación con las tres divinas personas?
Y subrayamos el papel de la «gracia»: la impresionante rapidez y solidez de la evangelización de esos hombres, de esas mujeres, no proviene de la elocuencia de Pablo, sino del poder del Espíritu de Dios.
-“La noticia de vuestra fe en Dios se ha difundido tanto que la gente cuenta como habéis acogido la Palabra, tras haberos convertido y abandonado los ídolos”. Lo esencial es también la actitud «misionera» de la comunidad: no guarda para sí su fe, sino que la irradia inmediatamente a los demás.
A fin de servir a Dios vivo y verdadero y esperar así a su Hijo que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos. Este Jesús que nos salva de la cólera venidera.
Lo esencial es por fin la resurrección y la espera de Jesús «que vive» y «que viene» (Noel Quesson).
3. Toda comunidad cristiana tiene que ir progresando y creciendo en la calidad de su vida de fe. Como quiera que esta inserta en medio de una sociedad que, como la de Tesalónica, tiene una mentalidad distinta de la del Evangelio, si no se afianza en los criterios de Jesús, difícilmente podrá evitar que el ambiente que la rodea la contamine.
¿Podría Pablo dirigirnos unas palabras de alabanza tan hermosas como a los de Tesalónica?; ¿podría decir que está orgulloso de nosotros, por el ejemplo que damos a las demás comunidades? Más aún: ¿podríamos decir, como él propone a los suyos, «que Jesús nuestro Señor es nuestra gloria y nosotros la gloria de Jesús»? Ya es importante que una comunidad cristiana sea el orgullo de sus pastores y responsables. Pero mucho más, que lo sea de Cristo Jesús.
Entonces sí que una comunidad podrá ser misionera y hacer eficazmente su tarea de evangelización, como pide el salmo: «contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones... porque los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo». Es el testimonio que una comunidad -y cada cristiano personalmente- deben dar en este mundo: ser signos vivientes de la Buena Noticia de la salvación que Dios nos ofrece en Cristo Jesús (J. Aldazábal).
Llucià Pou Sabaté
San Bartolomé, apóstol

Bartolomé descubre en Jesús la respuesta a las inquietudes de su corazón, la Verdad que buscaba.
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice: -«Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret.» Natanael le replicó: -«¿De Nazaret puede salir algo bueno?» Felipe le contestó: -«Ven y verás.» Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: -«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.» Natanael le contesta: -«¿De qué me conoces?» Jesús le responde: -«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.» Natanael respondió: -«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.» Jesús le contestó: -« ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores.» Y le añadió: -«Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» (Juan 1,45-51).
1. Hoy celebramos la fiesta del apóstol san Bartolomé. El evangelista san Juan relata su primer encuentro con el Señor con tanta viveza que nos resulta fácil meternos en la escena. Son diálogos de corazones jóvenes, directos, francos... ¡divinos!
Jesús encuentra a Felipe casualmente y le dice «sígueme». Poco después, Felipe, entusiasmado por el encuentro con Jesucristo, busca a su amigo Natanael para comunicarle que —por fin— han encontrado a quien Moisés y los profetas esperaban: «Jesús el hijo de José, el de Nazaret»La contestación que recibe no es entusiasta, sino escéptica: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». En casi todo el mundo ocurre algo parecido. Es corriente que en cada ciudad, en cada pueblo se piense que de la ciudad, del pueblo vecino no puede salir nada que valga la pena... allí son casi todos ineptos...
Pero Felipe no se desanima. Y, como son amigos, no da más explicaciones, sino dice: «Ven y lo verás». Va, y su primer encuentro con Jesús es el momento de su vocación. Lo que aparentemente es una casualidad, en los planes de Dios estaba largamente preparado. Para Jesús, Natanael no es un desconocido: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi» (Jn 1,48). ¿De qué higuera? Quizá era un lugar preferido de Natanael a donde solía dirigirse cuando quería descansar, pensar, estar solo... Aunque siempre bajo la amorosa mirada de Dios. Como todos los hombres, en todo momento. Pero para darse cuenta de este amor infinito de Dios a cada uno, para ser consciente de que está a mi puerta y llama necesito una voz externa, un amigo, un “Felipe” que me diga: «Ven y verás». Alguien que me lleve al camino que san Josemaría describe así: Buscar a Cristo; encontrar a Cristo; amar a Cristo (Christoph Bockamp).
Jesús retrata a la perfección su personalidad atractiva en muy pocas palabras ante todos: Aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay doblez. Y, a continuación, en respuesta a la natural extrañeza del futuro apóstol, dice Jesús de modo implícito el motivo de su infinita sabiduría.Manifiesta abiertamente que sus capacidades son sobrenaturales: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. A partir de ese momento, y para el resto de su vida, no hubo ya para Bartolomé otro interés que servir a la causa de Jesús. La condición divina, de quien había podido conocerle por dentro y también su quehacer de unos momentos antes, debía ser, en justicia, confesada. Su hombría de bien le impulsa a no callar: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Lo demás, en la vida de san Bartolomé, fue una consecuencia lógica de quien, en efecto, no tiene doblez. Este apóstol procuró ser coherente en lo sucesivo con lo que tuvo ocasión de comprobar, con la asistencia eficaz de Felipe: que Jesús de Nazaret era el Cristo prometido por Dios como Salvador del mundo. Y ese mismo Hijo Dios lo admitía entre los suyos. Dios encarnado contaba con su colaboración y le prometía contemplar y participar en su gloria sobrenatural.
Ante la figura sencilla, franca y recia de Natanael, consecuente con sus convicciones por mucho que se deba rectificar: humilde, ¿qué conclusiones, que propósitos nos brotan en el silencio sincero de nuestra meditación? Posiblemente debemos aprender también de este apóstol su fe. Una fe en la divinidad de Jesucristo que se desborda en confesión pública y en conducta de vida leal a Quien se le ha manifestado de modo tan gratuito y le ha enriquecido para siempre. La promesa de Jesús: “veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo de el Hombre”, es, desde luego, un animante estímulo para siempre, capaz de hacer reemprender el trabajo apostólico en momentos de aridez, o cuando una pesada soledad parece agostar las joviales energías de otro tiempo (Paco Artime).
Pienso que la meditación de Natanael en la higuera está en relación con la pregunta sobre la felicidad: quería saber qué hacer con su vida, qué era lo que llena de verdad. Quizá pensaba: “si hay algo, Dios mío, mándame un signo. Y Jesús le hace referencia a esas preguntas, “ya te vi…” Entonces, exclama con ilusión y fuera de sí: "Rabbi, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel", y todo porque el Maestro le había dicho que lo había visto debajo de la higuera.
La desilusión y la desconfianza se han instalado en ese corazón ya un poco seco y pasota del hombre moderno. Él estaba harto de respuestas falsas, quizá hastiado de no encontrar sentido a la vida había hecho una petición al cielo, desesperado, había pedido una señal: “si hay algo serio, si hay un sentido a todo esto, que alguien me diga algo y haga referencia a este momento de la higuera”… Y tú, Jesús, le dices: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi".
"Has de ver cosas mayores" (Jn 1,50). Jesús le anuncia que aquella primera experiencia se va a multiplicar. Es como si le dijese: si dejas a Dios de veras entrar en tu corazón, todo lo que anhelabas, esperabas, deseabas, se convertirá en realidad. Y es que Dios es mucho más de lo que el hombre puede imaginarse. Queremos nosotros también proclamar como el apóstol:"Rabbí, Tú eres el Hijo de Dios".
Te pido, Señor, tener contigo una relación mucho más personal, cercana e íntima. Que mi oración sea más viva. Que mi fe sea fruto de esta experiencia personal contigo. Te pido ser verdaderos hombres de fe, en quienes no haya doblez. Eso es lo que espera Dios de nosotros, que decimos haber depositado en Él nuestra fe y nuestra confianza. Jesús conoce hasta lo más profundo de nuestro ser. Ante sus ojos nada hay oculto. Pero el que Él nos conozca y nos ame no tendrá para nosotros ningún significado si no aceptamos ese amor que nos tiene, y si no nos dejamos conducir por Él (Homiliacatolica.com).
2. El Apocalipsis nos muestra la Jerusalén futura, escatológica, ciudad-virgen-esposa, que baja del cielo para celebrar sus bodas divinas con el Cordero. Es un anticipo de la victoria definitiva de Cristo, resucitado y glorioso, sobre todas las potencias del mal. Las doce puertas en la muralla, los doce nombres sobre ellas, los doce basamentos de la muralla, los doce nombres de los basamentos, nos están hablando del pueblo de Israel, por una parte, y del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia de Cristo, edificada "sobre el cimiento de los apóstoles". Doce puertas, doce ángeles, doce tribus, doce apóstoles.
En honor al apóstol Bartolomé, leemos las maravillosas características de esta ciudad divina, donde no habrá templo alguno: "porque el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero, es su santuario". Se realizará plenamente aquello de que "en Dios vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17,28), sin necesidad de ningún intermediario. Y la luz que es símbolo de la verdad, la justicia y la paz, no provendrá de otra fuente distinta del mismo Dios y del Cordero.
La memoria de los apóstoles nos habla de nuestra propia vocación. También nosotros fuimos llamados por Cristo, alguien nos lo presentó o nos introdujo en su presencia, o simplemente fuimos llamados: "sígueme". Y a nosotros también, como a cada uno de los apóstoles, nos ha sido confiada una misión en la Iglesia. Según nuestras capacidades, según nuestras responsabilidades. No podemos dejar que nuestra vocación se duerma inactiva en cualquier rincón de nuestra vida. Confesemos a Jesús como lo hizo el apóstol Natanael-Bartolomé, y abracémonos a nuestra responsabilidad de testimoniar y anunciar el mensaje cristiano (Juan Mateos).
Cuando sea la consumación entonces se llevará a efecto el Matrimonio eterno del Cordero con la Novia, la Ciudad Santa que descenderá del cielo, resplandeciente con la Gloria de Dios. Será algo totalmente nuevo; hacia esa ciudad, de sólidos cimientos, se encamina la Iglesia como peregrina por este mundo.
La Gaudium et spes 39 dice, al hablar de la Tierra nueva y el Cielo nuevo: “Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad, y, permaneciendo la caridad y sus obras, se verán libres de la servidumbre de la vanidad todas las criaturas, que Dios creó pensando en el hombre.
Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien aliviar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios. Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: "reino de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de paz". El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección”.
3. El Salmo 145(144) canta que quien ha experimentado el amor de Dios no puede sino convertirse en testigo alegre del mismo para toda la humanidad. La Iglesia de Cristo proclama las maravillas de su Señor porque Él la amó y se entregó por ella para purificarla de todos sus pecados. Aun cuando a veces nos sucedan algunos acontecimientos incomprensibles, tal vez incluso dolorosos, el Señor jamás nos abandonará, sino que estará siempre a nuestro lado como poderoso protector, pues Él es nuestro Padre, lleno de amor y de ternura por nosotros: Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas”.
Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y la majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente”.
El tema central de este salmo es la providencia amorosa de Dios sobre los que sufren y sobre todas las criaturas y la universalidad del reinado de Dios mediante su bondad, que recoge especialmente la liturgia de hoy y que se realiza especialmente en la persona de Jesús y la Parusía, como hemos leído en el Ap. Comenta S. Juan de la Cruz: “para alcanzar las peticiones que tenemos en nuestro corazón, no hay mejor medio que poner la fuerza de nuestra oración en aquella cosa que es más gusto de Dios; porque entonces no sólo dará lo que le pedimos, que es la salvación, sino aun lo que Él ve que nos conviene y nos es bueno, aunque no se lo pidamos, según lo da bien a entender David en un salmo (144, 18), diciendo: Cerca está el Señor de los que le llaman en la verdad, que le piden las cosas que son de más altas veras, como son las de la salvación; porque de éstos dice luego (Ps 144,19): La voluntad de los que le temen cumplirá, y sus ruegos oirá, y salvarlos haPorque es Dios guarda de los que bien le quieren. Y así, este estar tan cerca que aquí dice David, no es otra cosa que estar a satisfacerlos y concederlos aun lo que no les pasa por pensamiento pedir”.
Llucià Pou Sabaté

sábado, 22 de agosto de 2015

Domingo dela semana 21 de tiempo ordinario; ciclo B

Domingo de la semana 21 de tiempo ordinario; ciclo B

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Nosotros serviremos al Señor en la Iglesia, esposa de Jesús, porque sabemos que sólo Él tiene palabras de vida eterna.
«Entonces, oyéndole muchos de sus discípulos, dijeron: Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla? Jesús, conociendo en su interior que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? Pues, ¿si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es el que da la vida, la carne e de nada sirve: las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Sin embargo, hay algunos de vosotros que no creen. En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que le iba a entregar. Y decía: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mi si no le fuera dado por el Padre. Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él.Entonces Jesús dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y conocido que tu eres el Santo de Dios.» (Juan 6, 60-69)
1. Cuenta San Juan que muchos no entendieron cuando Jesús hablaba de la Misa y de la comunión, y se fueron: “La carne de nada sirve: las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen…” Te pido, Señor, dejarme llevar por tu Espíritu, escogerte a ti, dejar lo malo, seguirte…
Pero muchos te abandonan: “Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él”. Por eso le preguntas a los apóstoles: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Hoy me preguntas a mí: tú, ¿quieres seguirme?, ¿quieres, de verdad, ser cristiano?
Jesús, ayúdame a responder siempre como Pedro y los demás apóstoles: «¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios.» Sin ti nada explica esta sed de verdad y amor y belleza que hay en mi corazón. Tú, Señor, das un sentido pleno a mi vida… Esta es la gran razón  la única razón  de mi obediencia a la Iglesia y a tus preceptos: Tú eres el Hijo de Dios, Dios mismo; tu palabra es la Palabra de Dios. ¿A quién voy a hacer más caso: a mi pobre entendimiento lleno de dudas, o a Ti, que me llenas de esperanza y eres mi Dios? (Pablo Cardona).
«Para que no lo imites, copio de una carta este ejemplo de cobardía: «desde luego, le agradezco mucho que se acuerde de mí, porque necesito muchas oraciones. Pero también le agradecería que, al suplicarle al Señor que me haga "apóstol", no se esfuerce en pedirle que me exija la entrega de mi libertad» (J. Escrivá, Surco 11).
A ti te gusta la entrega plena, Señor, no a medias tintas, y por eso te das del todo, y también me pides aquello que es lo más íntimo y personal: la libertad. Que no haga, Señor, como el que hemos leído ahora: «Al suplicarle al Señor que me haga «apóstol», no se esfuerce en pedirle que me exija la entrega de mi libertad.»
La libertad es una potencia, que se ha de activar para poder tener sentido. Si no escojo, estoy con un cartucho que no uso, y entonces me quedo como sin poder escoger por guardármela para mí. En cambio, cuando te escojo a ti, el Amor, alcanza su máxima plenitud mi libertad, pues en la esclavitud del amor es cuando me hago libre de verdad.
«Ya en esta vida servir a Dios es reinar. Cuando Dios libra al hombre del pecado que lo hace esclavo, lo desembaraza de toda servidumbre y lo establece en la verdadera libertad. De otro modo el hombre va siempre de deseo en deseo sin calmarse jamás. Cuanto más tiene más querrá; tratando de buscar satisfacción nunca está contento. En efecto, el que tiene un deseo está poseído por él; se vende a lo que ama; buscando la libertad, siguiendo sus apetitos con ofensa de Dios, se hace esclavo del demonio para siempre» (Santa Catalina de Génova).
“-Señor; ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos. Y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. Nosotros también queremos decirle que estamos muy bien con Él, que sin Él la vida nos trae soledad… que no lo dejaremos solo en la Misa. No vamos a "divertirnos", sino a "convertirnos" de corazón... son necesidades íntimas que notamos en nuestro interior: ser agradecidos, hacer penitencia por lo que hacemos mal... Recuerdo al Venerable Álvaro del Portillo que rezaba una jaculatoria: “Señor, gracias, perdón y ayúdame más”. Con el tiempo, he visto que ahí unía los cuatro fines de la Misa: adoración (en la invocación “¡Señor!”), acción de gracias, petición de perdón y de ayuda. Es la gran síntesis de toda oración. La Misa del domingo es un acontecimiento de fraternidad que nos lleva a experimentar nuestra unión con Jesús y también con nuestros hermanos. No podemos salir de la iglesia al acabar la Misa ignorándonos unos a otros, los que hace unos momentos hemos recibido a Jesús en nuestros corazones. Sin esa unión de todos los hermanos, en Jesús, la Misa sería un ritual mágico, estaríamos viviendo una mentira.  El pan y el vino, que son Cuerpo y Sangre de Jesús, tienen que estar amasados no sólo en el hogar sino "con" el amor del hogar. Vivir la Eucaristía es recordar el mandamiento del amor, lavarse unos a otros los pies (servir a los demás, descubrir las necesidades de los que nos rodean).
Sabiendo que es un acto festivo, una invitación, no se puede asistir a Misa con la actitud propia de ir a un restaurante, donde se llega a la hora que se quiere, y vamos solos o en grupo, y cada uno va a su aire... podemos imaginarnos esta historia. Jordi llega a su casa: "hola cariño -saluda a su mujer-... voy a jugar a tenis, Manuel y yo hemos quedado, lo siento porque no podré quedarme a cenar..."    
-"Pero Jordi -contesta la mujer-: es ya tarde, y quería estar contigo el día de tu cumpleaños... y te tenía preparada la comida que te gusta…"
-"Lo siento cariño, ya tomaremos algo por ahí..." y mientras sale por la puerta dice unas últimas palabras: -"tómatelo tú".
Ella cae sentada allí mismo donde estaba, y llora con fuerza mientras no sabe repetir otra cosa que "-¡no me quiere!".
Pues esta falta de consideración es la que tenemos con Jesús no valorando -despreciando- este amor que ha tenido con nosotros, cuando no vamos a Misa, o no queremos comulgar bien preparados, o no hacemos la acción de gracias... abandonando la celebración antes de que haya acabado…
Jesús, tú preparaste cuidadosamente la Eucaristía durante toda tu vida y en la última Pascua anticipaste tu entrega total, y nos invitas, junto con los Apóstoles, a participar en tu fiesta de salvación, a esa cena que va más allá del momento que la celebraste, abarca todo el espacio y traspasa el tiempo... este signo que empezaste se renovará día a día a lo largo de la historia, durará hasta que Tú vuelvas.
No es lo mismo comulgar o no hacerlo, como decía una monitora que trabajaba en Navidad en un campamento de chicos  y pidió al director ir a la Misa del gallo. Le contestó "¿por qué no la miráis por la tele?" y ella contestó: "escuche, cuando le inviten a un buen banquete, yo también le diré que por qué no lo mira por la tele" (el director les dejó ir). Una persona decía que a veces se asustaba al pensar en aquellos que, por las razones que sean, han decidido dejar de comulgar y han empezado así una especie de “huelga de hambre” espiritual que les llevará a no poder resucitar. Anorexia del alma… Después de que se nos ha ofrecido la eternidad en forma de banquete, procuramos dar gracias a Dios, sabiendo que somos un auténtico sagrario. Un niño que tenía que ir al mar a hacer submarinismo, le decía a Jesús en esos momentos: "ahora irás conmigo al mar, como si fueras en un submarino".
A veces con la ayuda de un misal o un devocionario encontraremos textos apropiados para facilitarnos estos momentos tan preciosos, para pedir por nuestras necesidades y nuestra conversión a Dios, cuando lo tenemos dentro: Gracias,  Jesús,  porque te puedo recibir. ¡Qué ganas tenía de que llegara este momento! Te quiero mucho, enséñame a quererte más. Tengo muchas cosas que pedirte: por mis parientes (cónyuge, padres, hermanos y familiares), por el papa, por los obispos y todos los sacerdotes. Y para mí también, enséñame a trabajar bien, y… (…seguimos con lo que tengamos en el corazón).
2. Josué era un juez de Israel y “dijo a todo el pueblo” que no sirvieran a otros dioses: “Yo y mi casa serviremos al Señor”. El pueblo respondió: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; Él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud; Él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre los pueblos por donde cruzamos. Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios”. Esto fue en Siquén, donde se renueva la Alianza del Sinaí con Yahvé Dios, pues era un pueblo que se despistaba y se iba tras dioses de otros pueblos, como ahora se inventan también otras religiones.
El Salmo nos dice: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”. No es sólo escuchar, sino comerle, ver la maravilla de llevar el cielo en el corazón:   “Bendigo al Señor en todo momento, / su alabanza está siempre en mi boca;  / mi alma se gloría en el Señor: / que los humildes lo escuchen y se alegren” (Es que los soberbios sólo piensan en amarse a sí mismos, y no se enteran de estas cosas importantes…). “Los ojos del Señor miran a los justos, / sus oídos escuchan sus gritos…” Y cuando lo pasamos mal: “Cuando uno grita, el Señor lo escucha  / y lo libra de sus angustias; / el Señor está cerca de los atribulados, / salva a los abatidos”.
3. Luego San Pablo cuenta a los Efesios que así como el hombre se casa con una mujer y la cuida, “así Cristo es cabeza de la Iglesia; Él, que es el salvador del cuerpo… Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia,  sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son”. O sea que Jesús se ha casado con la Iglesia que es como su mujer, y todos somos su familia, la familia de Jesús. Cedamos todos, los unos ante los otros, con verdadero espíritu de servicio, como Él nos ha enseñado con su vida entre nosotros.
Llucià Pou Sabaté
Santa Rosa de Lima, virgen

Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva.
Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.

Santa Rosa de Lima

Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.
Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones.
Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.
El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.
Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.
Extraordinarias pruebas y gracias.
Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual.
El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales. 
Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".
Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro.
El Papa Clemente X la canonizó en 1671.
Aunque no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos reta a todos a entregarnos con mas pasión al amado, Jesucristo.  Es esa pasión de amor la que nos debe mover a vivir nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo el corazón, ya sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.

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De los escritos de santa Rosa de Lima.
El salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad:
"¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación.
Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al
colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acre-
centamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la
medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es
la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz
no hay camino por donde se pueda subir al cielo!"
Oídas estas palabras, me sobrevino un impetu pode-
roso de ponerme en medio de la plaza para gritar con
grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cual-
quier edad, sexo, estado y condición que fuesen:
"Oíd pueblos, oíd, todo género de gentes: de parte de
Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os
aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones;
hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conse-
guir la participación íntima de la divina naturaleza, la
gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del
alma."
Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente
a predicar la hermosura de la divina gracia, me angus-
tiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no
podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que
se había de romper la prisión y, libre y sola, con más
agilidad se había de ir por el mundo, dando voces:
"¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la
gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas ri-
quezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y
delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes
y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos
por el mundo en busca de molestias, enfermedades y
tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro
último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se que-
jaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte,
si conocieran las balanzas donde se pesan para repartir-
los entre los hombres."
 
Bibliografía
Butler, Vida de los Santos.

viernes, 21 de agosto de 2015

Sábado de la semana 20 de tiempo ordinario; año impar

Sábado de la semana 20 de tiempo ordinario; año impar

El Señor nos pide sencillez para acoger su salvación. El Señor no nos pide hacer las cosas bien, sino ser buenos y misericordiosos con los demás, y así de paso haremos las cosas mucho mejor
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: -«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Mateo 23,1-12).
1. Ayer los fariseos le preguntaban a Jesús, seguramente con no muy buena intención, cuál era el mandamiento principal. Hoy escuchan un ataque muy serio de Jesús sobre su conducta: «haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen».
Los fariseos, personas deseosas de cumplir la ley, muestran en su conducta actitudes que Jesús desenmascara. Su lista empieza hoy y sigue durante tres días de la semana próxima:
- se presentan delante de Dios como los justos y cumplidores;
- se creen superiores a los demás;
- dan importancia a la apariencia, a la opinión que otros puedan tener de ellos, y no a lo interior;
- les gustan los primeros lugares en todo;
- y que les llamen «maestro», «padre» y «jefe»;
- quedan bloqueados por detalles insignificantes y descuidan valores fundamentales en la vida;
- son hipócritas: aparentan una cosa y son otra;
- no cumplen lo que enseñan: -“Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas”.
-“Haced pues y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque "ellos dicen" y "no hacen"”. Así comienzas hoy, Jesús, para enseñarnos algo totalmente diferente. Quiere que seamos árboles que no sólo presenten una apariencia hermosa, sino que demos frutos. Que no sólo «digamos», sino que «cumplamos la voluntad de Dios». Exactamente como él, que predicaba lo que ya cumplía. Así empieza el Libro de los Hechos: «El primer libro (el del evangelio) lo escribí sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio» (Hch 1,l). Hizo y enseñó. ¿Se podría decir lo mismo de nosotros, sobre todo si somos personas que enseñan a los demás y tratan de educarles o animarles en la fe cristiana? ¿Mereceríamos alguna de las acusaciones que Jesús dirige a los fariseos? Jesús, te refieres especialmente a los que tienen encargos de gobierno, los que tienen alguna autoridad… les pides que no se hagan llamar «maestros, padres, jefes»: que entiendan esa autoridad como servicio («el primero entre vosotros será vuestro servidor»), que no se dejen llevar del orgullo («el que se enaltece será humillado»). El mejor ejemplo nos lo diste tú mismo, Jesús, cuando, en la cena de despedida, te despojaste de tu manto, te ceñiste la toalla y empezaste a lavar los pies a tus discípulos: «si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn 13,14). Tendremos que corregir lo que tengamos de fariseos en nuestras actitudes para con Dios y para con el prójimo (J. Aldazábal).
La sencillez es la perfección, y hay que evitar toda manipulación mitificando a los gobernantes: “-Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbi"... -Maestro- Ni llaméis a nadie "Padre"... Ni tampoco os dejéis llamar "Doctores"”.... No es más el que se levanta engreído, que la persona sencilla que ama. Al contrario. La abuela ancianita que ha vivido toda su vida desvelándose por los demás y rezando sencillamente sus oraciones, sabe y tiene mejor conocimiento de Dios, que todos los doctores en teología, si ellos no hacen lo mismo.
-“Vosotros sois todos hermanos y tenéis un solo Padre, el del cielo, y un solo Doctor, Cristo”... Sí, los mismos apóstoles no hacen más que transmitir "lo que han recibido".
-“El mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se humille, será ensalzado. El que se ensalza, será humillado”. ¿Cuándo haremos por fin caso de esas consignas repetidas de humildad y de servicio? Examinar detenidamente en mí todos mis instintos de superioridad... todos mis fariseísmos (Noel Quesson).
2. –“Noemí, por parte de su marido, tenía un pariente. Era un rico propietario del mismo clan, llamado Booz”. En su desamparo esas dos mujeres tienen suficiente valor e imaginación para forzar el destino: se agarran a lo que pueden... ese pariente lejano, por ejemplo. ¿Quién sabe si las podría ayudar?
-Rut, la moabita, dijo a Noemí: “Déjame ir al campo detrás de aquel que me lo permita”... La audaz decisión de Rut de seguir siempre y a todas partes a su suegra, Noemí, implicaba privaciones y contratiempos. Es la lucha tenaz y agotadora de las dos mujeres por su subsistencia.
Boaz significa «en él hay fuerza». Rut busca un corazón generoso que, libremente y de grado, le permita recoger las espigas caídas. El azar, aunque previsto por Dios, la lleva a un campo de Boaz, que acude a él cuando los segadores llevan ya varias horas trabajando. Boaz se interesa por la espigadora. El mayoral le explica de quién se trata y le informa de la petición que le ha hecho y de la constancia con que se ha dedicado a su tarea. Boaz dirige a Rut unas palabras llenas de afecto y de solicitud. Le pide que espigue sólo en sus campos, le asegura que sus criados no la molestarán y le da permiso para que beba del agua de los servidores. Rut, con un gesto de humildad y de respeto, pregunta a qué se debe tal benevolencia hacia ella, una simple extranjera; Boaz le replica que ha llegado a su conocimiento todo lo que ha hecho por Noemí y cómo ha abandonado su país y su familia de origen. Que el Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas se ha refugiado (= al cual se ha convertido), la recompense plenamente por su meritorio gesto. Esta oración, aparte de ser exponente de la dimensión religiosa del libro, es importante en la dinámica de todo el relato. Dios se valdrá de Boaz para escuchar tal plegaria, y la expresión de Rut, «he hallado gracia a tus ojos», comienza a perfilarse como algo más que una buena acogida o una benigna actitud (J. Mas Anto).
Quiso la suerte que fuera a dar en una parcela de Booz. Eso que la gente llama suerte y que es providencia divina: “El testimonio de la Escritura es unánime: la solicitud de la divina providencia es concreta e inmediata; tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia. Las Sagradas Escrituras afirman con fuerza la soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos: "Nuestro Dios en los cielos y en la tierra, todo cuanto le place lo realiza" (Sal 115, 3); y de Cristo se dice: "si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie puede abrir" (Ap 3, 7); "hay muchos proyectos en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Dios se realiza" (Pr 19, 21)” (Catecismo 303).
-“Booz tomó a Rut para que fuera su mujer y se unió a ella”. Este episodio es la ilustración concreta de la ley del Levirato que evoca el evangelio; el pariente más próximo debía procurar descendencia a una viuda, en una especie de solidaridad de clan (Dt 25,5-10; Mt 22,24).
-“El Señor le concedió que concibiera, y dio a luz a un niño. Las mujeres de Belén dijeron a Noemí: "¡Bendito sea el Señor que hoy te ha dado un defensor! ¡Que se celebre su nombre en Israel! Será para ti un consuelo y un apoyo de tu vejez, porque lo ha dado a luz tu nuera que te quiere y es para ti mejor que siete hijos.» Hay que volver a escuchar esa delicada y natural manera de acoger la «vida», el «niño». Esa actitud perdura todavía en el conjunto de los pueblos pobres y puede plantear la cuestión a nuestras sociedades occidentales tentadas por una contraconcepción sin freno y sin límite. La «vida» considerada como una «bendición» de Dios: actitud resueltamente optimista, que contrasta con la tristeza característica de los pueblos ricos.
-“Las vecinas decían: «Le ha nacido un hijo a Noemí» y le llamaron Obed. Fue el padre de Jesé, padre de David”. El misterio de un nacimiento es que no se puede nunca saber ¡«qué» llegará a ser aquel niño! Un genio, un artista, un santo, un bienhechor de la humanidad...Es la gloria de las madres. Y David nacerá de esa moabita, cuya nación es particularmente detestada por el pueblo de Israel (Gn 19,37), ¡por proceder de un incesto! Misterio de los destinos salvadores de Dios (Noel Quesson).
 “Con razón recordó San Mateo mediante su Evangelio que el Señor, que habría de llamar a los gentiles a incorporarse a la Iglesia, Él mismo asumió según la carne un linaje en el que había extranjeros” (San Ambrosio).
3. Booz, enterado de la noble actitud de la muchacha, se enamora de ella y la toma por esposa. La historia es bastante más larga: aquí la leemos muy resumida. De esa unión nace Obed, el padre de Jesé, el padre de David. Cuando Mateo, al comienzo de su evangelio, nos enumera la genealogía de Jesús, el Mesías, no se olvida de poner el nombre de esta mujer, Rut, la moabita, o sea, una extranjera, aunque convertida a la religión de Yahvé.
Nuestra primera reflexión es aprender de Rut esa difícil fidelidad en las cosas de cada día, en nuestras relaciones familiares o comunitarias. Que es la que proporciona la verdadera felicidad. Por eso está muy bien elegido el salmo: «dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos; comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien... esta es la bendición del que teme al Señor». “Para nosotros, dice S. Hilario de Poitiers, el temor de Dios reside todo él en el amor, y su contenido en el ejercicio de la perfecta caridad: obedecer los consejos de Dios, atenerse a sus mandatos y confiar en sus promesas”. y S. Roberto Belarmino: “en verdad es muy grande el premio que proporciona la observancia de sus mandamientos. Y no sólo aquel mandamiento, el primero y el más grande, es provechoso para el hombre que lo cumple, sino que también los demás mandamientos de Dios perfeccionan al que los cumple, lo embellecen, lo instruyen, lo ilustran, lo hacen en definitiva bueno y feliz. Por esto, si juzgas rectamente, comprenderás que has sido creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación, comprenderás que éste es tu fin, que éste es el objetivo de tu alma, el tesoro de tu corazón. Si llegas a este fin, serás dichoso; si no lo alcanzas, serás un desdichado”.
Llucià Pou Sabaté
Santa María Virgen, Reina

«En el sexto mes fue enviado el ángel Gabriel departe de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María. Y habiendo entrado donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo. Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba que significaría esta salutación. Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin. María dijo al ángel: ¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón? Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios (...). Dijo entonces Maria: He aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia.» (Lucas 1, 26-38)
1º. Madre, el Evangelio de hoy narra el momento de la anunciación: el día en el que conociste con claridad tu vocación, la misión que Dios te pedía y para la que te había estado preparando desde que naciste.
«No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios.»
No tengas miedo, madre mía, pues aunque la misión es inmensa, también es extraordinaria la gracia, la ayuda que has recibido de parte de Dios.
«¿De que modo se hará esto, pues no conozco varón?»
Madre, te habías consagrado a Dios por entero, y José estaba de acuerdo con esa donación de tu virginidad.
¿Cómo ahora te pide Dios ser madre?
No preguntas con desconfianza, como exigiendo más pruebas antes de aceptar la petición divina.
Preguntas para saber cómo quiere Dios que lleves a término ese nuevo plan que te propone.
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti.»
Dios te quiere, a la vez, Madre y Virgen.
«Virgen antes del parto, en el parto y por siempre después del parto» (Pablo IV).
«He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.»
Madre, una vez claro el camino, la respuesta es definitiva, la entrega es total: aquí estoy, para lo que haga falta.
¡Qué ejemplo para mi vida, para mi entrega personal a los planes de Dios!
Madre, ayúdame a ser generoso con Dios.
Que, una vez tenga claro el camino, no busque arreglos intermedios, soluciones fáciles.
Sé que si te imito, Madre, seré enteramente feliz.
2º. «Nuestra Madre es modelo de correspondencia a la gracia y, al contemplar su vida, el Señor nos dará luz para que sepamos divinizar nuestra existencia ordinaria. (...) Tratemos de aprender, siguiendo su ejemplo en la obediencia a Dios, en esa delicada combinación de esclavitud y de señorío. En María no hay nada de aquella actitud de las vírgenes necias, que obedecen, pero alocadamente. Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego, se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: «he aquí la esclava del Señor hágase en mí según tu palabra». ¿Veis la maravilla? Santa María, maestra de toda nuestra conducta, nos enseña ahora que la obediencia a Dios no es servilismo, no sojuzga la conciencia: nos mueve íntimamente a que descubramos «la libertad de los hijos de Dios» (Es Cristo que pasa.-173).
Madre, hoy se ve a mucha gente que no quiere que le dicten lo que debe hacer, que no quiere ser esclavo de nada ni de nadie.
Paradójicamente, se mueven fuertemente controlados por las distintas modas, y no pueden escapar a la esclavitud de sus propias flaquezas.
Tú me enseñas hoy que el verdadero señorío, la verdadera libertad, se obtiene precisamente con la obediencia fiel a la voluntad de Dios y con el servicio desinteresado a los demás.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

jueves, 20 de agosto de 2015

Viernes de la semana 20 de tiempo ordinario; año impar

Viernes de la semana 20 de tiempo ordinario; año impar

El corazón de Dios es de amor, y nos pide que vivamos a imagen suya: el principal mandamiento es amar a Dios y a los demás
“En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: -«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Él le dijo: -«"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas»” (Mateo 22,34-40).
1. –“Los "fariseos" al enterarse de que Jesús había hecho callar a los "saduceos", se reunieron en grupo y uno de ellos "doctor en la Ley", le preguntó con ánimo de ponerlo a prueba”... Se refiere al episodio de la resurrección, donde Jesús salió airoso como de otras trampas que le hicieron (el pago de los impuestos por ejemplo).
-“Maestro, ¿cuál es el Mandamiento mayor de la Ley?” Es una pregunta típicamente farisaica: la fidelidad a la Ley era el gran problema debatido en sus grupos. Tenían múltiples obligaciones, numerosas prácticas a observar y cantidades de interdictos. Pero sabían que era preciso, sin embargo, hacer distinciones, y no ponerlo todo en el mismo plano: hay mandamientos más graves y otros menos graves. Es pues una verdadera cuestión la propuesta por ese doctor en la Ley. ¿Busco, yo también, lo que es esencial en todas mis obligaciones?
Fue buena idea la de preguntar a Jesús cuál es el mandamiento principal. Porque los judíos contaban hasta 365 leyes negativas y 248 positivas, suficientes para desorientar a las personas de mejor voluntad, a la hora de centrarse en lo esencial. La respuesta de Jesús es clara: el mandamiento principal es amar. Amar a Dios (lo cita del libro del Deuteronomio: Dt 6) y amar al prójimo «como a ti mismo» (estaba ya en el Levítico: Lv 19). Lo que hace Jesús es unir los dos mandamientos y relacionarlos: «estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas».
Lo principal para un cristiano sigue siendo amar. Tienen sentido cumplir y trabajar y rezar y ofrecer y ser fieles. Pero el amor es lo que da sentido a todo lo demás. Nos interesa, de cuando en cuando, volver a lo esencial. También nosotros tenemos, en el Código de Derecho Canónico, muchas normas, necesarias… y procura también recoger lo que Jesús nos enseña sobre lo principal y la raíz de lo demás; algunos puntos se refieren a que se apliquen las leyes siguiendo la caridad: «guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia» (c. 1752). ¿Puedo decir, cuando me examino al final de cada jornada, que mi vida está movida por el amor?, ¿que, entre tantas cosas que hago, lo que me caracteriza más es el amor a Dios y al prójimo, o, al contrario, mi egoísmo y la falta de amor? San Pablo nos recomendó: «con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor, pues el que ama al prójimo ha cumplido la ley... todos los demás preceptos se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rm 13,8-9). Y Jesús nos advirtió que, al final de nuestra vida, seremos examinados precisamente de esto: si dimos agua al sediento y visitamos al enfermo... Seremos examinados del amor (S. Juan de la Cruz; J. Aldazábal).
-“Jesús contestó: Amarás...” Todo se resume en esta palabra. Es tan breve que tenemos el riesgo de pasarla por alto. Debo orar a partir de eso... y mirar mi vida a esa luz. –“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón-alma-mente”. Este es el "mayor" y el "primer" Mandamiento: "con todo tu corazón, -con toda tu alma-, con toda tu mente”. Los judíos rezan estos versículos con el texto dentro de unas cajitas de cuero, tefilim,  sujetas una de ellas a la frente (“con toda tu mente…”) y otra a la parte superior del brazo izquierdo, a la altura del pecho (“con todo tu corazón…”)
-“El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas”. Al conectar estos dos mandamientos, Jesús, les das una unidad, una síntesis sencilla a toda la Ley... (Noel Quesson).
“Ninguno de estos dos amores puede ser perfecto si le falta el otro, porque no se puede amar de verdad a Dios sin amar al prójimo, ni se puede amar al prójimo sin amar a Dios (…) Sólo ésta es la verdadera y única prueba del amor de Dios, si procuramos estar solícitos del cuidado de nuestros hermanos y les ayudamos” (S. Beda). A veces nos preguntamos por métodos y sistemas… queremos “hacerlo bien”… “tú me preguntas por qué razón y con qué método o medida debe ser amado Dios. Yo contesto: la razón para amar a Dios es Dios; el método y medida es amarle sin método ni medida” (San Bernardo).
2. El libro de Rut evoca un tranquilo idilio, completamente opuesto a las brutalidades y a los combates del libro de los Jueces. Narra la historia de cómo una mujer extranjera se incorpora al pueblo de Israel. De ella nacerá David. En la época que juzgaban los Jueces, hubo hambre en el país. Un hombre de Belén emigró con su mujer Noemí y sus dos hijos para establecerse en la región de Moab... Los hijos se casaron con dos moabitas: Una de las cuales se llamaba Orfá, y la otra Rut. Unos pobres israelitas, víctimas del hambre, se ven obligados a emigrar al extranjero... dos de sus hijos se casan con mujeres del país, paganas. Como en el libro de Jonás, descubrimos esa tendencia «universalista» que abre el pueblo de Dios a todos aquellos que aceptan vivir sus exigencias, incluso pertenecientes a razas distintas ¿Cuál es mi actitud frente a los diversos «nacionalismos» y «racismos»?
-“Permanecieron allá unos diez años. Después de la muerte de su marido, Noemí perdió también a sus dos hijos”. Tenemos pues a tres viudas, una anciana y dos jóvenes. Lejos de entregarse al dolor de su desgracia, las veremos reaccionar y reemprender la vida.
-“Las tres se pusieron en camino para regresar a la tierra de Judá. Orfá no las siguió. Noemí dijo a Rut: “Ves, tu cuñada ha vuelto a su tierra y a sus dioses, vuelve tú también y haz como ella””. Admirable respeto a la libertad. No es fácil expatriarse. Noemí retorna a su patria, no quiere imponer nada a sus nueras.
-Rut respondió: “No insistas en que te abandone y me separe de ti porque iré donde tú vayas y habitaré donde tú habites, tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.” Hermosa lección edificante. Jesús sabrá también admirar a esos paganos que viven los valores humanos y espirituales del orden de la Fe: «no he encontrado una fe tan grande en Israel», dirá a propósito de un centurión romano (Mt 8,10). ¿Y nosotros? ¿Cómo acogemos esta revelación de que «Dios ama a los extranjeros»? ¿Cómo nos situamos frente a los que viven y trabajan junto a nosotros? ¿Qué parte de mi tiempo y de mi presupuesto dedico a la lucha contra las desigualdades y las incomprensiones?
-“Noemí regresó pues de la región de Moab con su nuera, Rut, la moabita. Llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada”. La continuación de la historia nos mostrará a Rut, la moabita casada con Boaz de Belén que dará a luz a Obed, padre de Jesé, padre de David... de cuya descendencia nacerá Jesús. Y la genealogía de Jesús subraya que hubo paganos entre los ascendentes de Jesús (Mt 1,5). Rut, la extranjera, es una abuela directa del gran Rey David. Y Belén aparece aquí en la historia. En Belén nacerá otro niño de la familia de David: el amor delicado que se expresa en el «relato» de Rut es como la primera página del relato de Navidad (Noel Quesson). La tradición cristiana ha visto en Rut a la Iglesia de los gentiles, de todos los hombres y mujeres de pueblos muy diversos que al conocer al Señor por el testimonio de Dios que acoge a todos los que creen en Él: “en ella encontramos –dice S. Ambrosio- una figura de la incorporación a la Iglesia de todos nosotros, que hemos sido recogidos de todos los pueblos”.
3. Dios tiene un corazón universal y, según el Salmo, tiene predilección por los más débiles y marginados de la sociedad: «el Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos... el Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda... El Señor reina eternamente". De ello se sigue una verdad consoladora, señala Juan Pablo II: “no estamos abandonados a nosotros mismos; las vicisitudes de nuestra vida no se hallan bajo el dominio del caos o del hado; los acontecimientos no representan una mera sucesión de actos sin sentido ni meta. A partir de esta convicción se desarrolla una auténtica profesión de fe en Dios, celebrado con una especie de letanía, en la que se proclaman sus atributos de amor y bondad.
Dios es creador del cielo y de la tierra; es custodio fiel del pacto que lo vincula a su pueblo. Él es quien hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos. Él es quien abre los ojos a los ciegos, quien endereza a los que ya se doblan, quien ama a los justos, quien guarda a los peregrinos, quien sustenta al huérfano y a la viuda. Él es quien trastorna el camino de los malvados y reina soberano sobre todos los seres y de edad en edad. Son doce afirmaciones teológicas que, con su número perfecto, quieren expresar la plenitud y la perfección de la acción divina. El Señor no es un soberano alejado de sus criaturas, sino que está comprometido en su historia, como Aquel que propugna la justicia, actuando en favor de los últimos, de las víctimas, de los oprimidos, de los infelices.
Así, el hombre se encuentra ante una opción radical entre dos posibilidades opuestas: por un lado, está la tentación de "confiar en los poderosos", adoptando sus criterios inspirados en la maldad, en el egoísmo y en el orgullo. En realidad, se trata de un camino resbaladizo y destinado al fracaso; es "un sendero tortuoso y una senda llena de revueltas" (Pr 2,15), que tiene como meta la desesperación”. "Bienaventurado aquel a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor su Dios". Es el camino de la confianza en el Dios eterno y fiel. Es el mismo espíritu de las Bienaventuranzas; es optar por la propuesta de amor que nos salva desde esta vida y que más tarde será objeto de nuestro examen en el juicio final, con el que se concluirá la historia. Entonces seremos juzgados sobre la decisión de servir a Cristo en el hambriento, en el sediento, en el forastero, en el desnudo, en el enfermo y en el preso. "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40): esto es lo que dirá entonces el Señor.
Llucià Pou Sabaté
San Pío X, papa

Nació en la aldea de Riese, situada en la región véneta, el año 1835. Primero ejerció santamente como presbítero, más tarde fue obispo de Mantua y luego patriarca de Venecia. El año 1903 fue elegido papa. Adoptó como lema de su pontificado: «Instaurare omnia in Christo», consigna por la que trabajó intensamente con sencillez de espíritu, pobreza y fortaleza, dando así un nuevo incremento a la vida de la Iglesia. Tuvo que luchar también contra los errores doctrinales que en ella se filtraban. Murió el día 20 de agosto del año 1914.
"Era uno de esos hombres elegidos, de los que hay pocos, con una personalidad irresistible. Todos tenían que sentirse conmovidos por su absoluta sencillez y su bondad angelical. Sin embargo, era algo más lo que le hacía entrar en todos los corazones; ese "algo" se puede definir mejor al observar que todo aquél que fue admitido a su presencia salió con la profunda convicción de haber estado frente a un santo. Y, entre más se sabe sobre él, mayor fuerza adquiere esta convicción".
-Baron von Pastor, historiador, sobre el Papa Pío X:
Nuestro Papa nació en 1835 con el nombre de Giuseppe (José) Sarto, hijo de un humilde cartero, en la ciudad de Riese, en el Veneto. Fue el segundo de diez hijos de la pobre familia. Asistió a la escuela elemental de Riese y, gracias a las instancias del cura párroco, pasó a la escuela superior de Castelfranco, a una distancia de ocho kilómetros, que el chico recorría a pié dos veces al día. Más tarde, en virtud de una beca que se obtuvo para él, pudo asistir al seminario de Padua. Por dispensa especial, se le ordenó sacerdote a la edad de veintitrés años y, desde aquel momento, se entregó completamente al ministerio pastoral; al cabo de dieciséis años, ascendió a canónigo en Treviso, donde prosiguió con mayor ahínco su dura y generosa tarea sacerdotal.
En 1884, fue consagrado obispo de Mántua, diócesis que se hallaba en bajas condiciones morales, debido a su clero negligente hasta el extremo de haber provocado un cisma en dos poblaciones. Fue tan limpio y brillante el triunfo que obtuvo el obispo en el desempeño de aquel cargo plagado de dificultades que, en 1892, el Papa León XIII consagró a Mons. Sarto como cardenal sacerdote de San Bernardo de los Baños y, casi inmediatamente, lo elevó a la sede metropolitana de Venecia, que comprende el título honorífico de patriarca. Ahí se transformó en un verdadero apóstol para toda la región del Veneto y puso de manifiesto el valor de su sencillez y su rectitud, en una sede que se ufanaba de su magnificencia y de su pompa.
A la muerte de León XIII, en 1903, era creencia general que habría de sucederle en la cátedra de San Pedro el cardenal Rampolla del Tíndaro; las tres primeras votaciones del cónclave indicaron que la opinión general estaba en lo cierto; pero entonces, el cardenal Puzyna, arzobispo de Cracovia, comunicó a la asamblea de electores que el emperador Francisco José de Austria imponía el veto formal contra la elección de Rampolla. El anuncio causó una profunda conmoción; los cardenales protestaron con energía por la intervención del emperador y las cosas llegaron al punto de efervescencia, cuando Rampolla, con mucha dignidad, retiró su candidatura. (Actualmente se afirma que Rampolla no habría sido elegido de ningún modo).
Al cabo de otras cuatro votaciones, resultó elegido el cardenal Giuseppe Sarto. Así llegó a la cátedra de Pedro un hombre de humilde cuna, sin relevantes dotes intelectuales, sin experiencia en las diplomacias eclesiásticas, pero con un corazón tan grande que no le cabía en el pecho, y tan bueno que parecía irradiar gracias: "un hombre de Dios que conocía los infortunios del mundo y las penurias de la existencia y, en la grandeza de su corazón, solo quería arreglarlo todo y consolar a todos".
Uno de los primeros actos del nuevo Papa fue el de recurrir a la constitución "Commissum nobis", a fin de terminar, de una vez por todas, con cualquier supuesto derecho de cualquier poder civil para interferir en una elección papal, por el veto u otro procedimiento. Más adelante, dio un paso cauteloso pero definitivo hacia la reconciliación entre la Iglesia y el Estado, en Italia, al levantar prácticamente el "Non Expedit". Su manera de hacer frente a la muy crítica situación que no tardó en presentarse en Francia fue directa y tan efectiva como cualquiera de los medios diplomáticos en uso. En 1905, luego de numerosos incidentes, el gobierno francés denunció el concordato de 1801, decretó la separación de la Iglesia y el Estado y emprendió una campaña agresiva contra la Iglesia. El gobierno propuso crear una organización para que se preocupara de las propiedades eclesiásticas, bajo el nombre de "associations cultuelles", a la que muchos de los prominentes personajes católicos de Francia deseaban someterse por vías de ensayo; pero, tras una serie de consultas con los obispos franceses, el Papa Pío X emitió un par de declaraciones enérgicas y dignas, por las que condenaba la ley de separación y calificaba la "asociación" de anticanónica. A los que se quejaban de que había sacrificado todas las posesiones de la Iglesia en Francia, les respondió: "Aquellos se preocupaban demasiado por los bienes materiales y muy poco por los espirituales". La separación ofreció la ventaja de que, a partir de entonces, la Santa Sede pudo nombrar directamente a los obispos franceses, sin la nominación previa de los poderes civiles.
El obispo de Nevers, Mons.Gauthey dijo del Papa: "Pío X,  nos emancipó de la esclavitud al costo del sacrificio de nuestras propiedades. Que Dios le bendiga por siempre, por no haber titubeado en imponernos ese sacrificio". La severa actitud del Papa causó tantos trastornos y dificultades al gobierno francés que, veinte años más tarde, se avino a concertar un nuevo acuerdo, dentro de los cánones, para la administración de las propiedades de la Iglesia.
Contra el Modernismo
El nombre de Pío X se vincula generalmente y con toda razón, al movimiento que purgó a la Iglesia de ese "resumen de todas las herejías", al que alguno tuvo la ocurrencia de llamar "Modernismo". Un decreto del Santo Oficio fechado en 1907, condenó a ciertos escritores y ciertas ideas; muy pronto le siguió la carta encíclica "Pascendi dominici gregis", en la que se indicaban peligrosas tendencias de alcance imprevisible, se señalaban y condenaban las manifestaciones del modernismo en todos los campos. Pero también se adoptaron medidas enérgicas y, a pesar de que hubo furiosas oposiciones, el modernismo en la Iglesia fue desenmascarado. Ya había conquistado bastante terreno entre los católicos y, sin embargo, no fueron pocos quienes opinaron que la condena del Papa había sido excesiva y obscurantista.
Cinco años después, en 1910, la encíclica del Papa sobre San Carlos Borromeo fue mal interpretada y se ofendieron los protestantes en Alemania. Pío X publicó la explicación oficial del párrafo mal interpretado en el Osservatore Romano y ahí mismo recomendó a los obispos alemanes que no hiciesen más comentarios ni publicidad en torno a la encíclica, en el púlpito o en la prensa.
Renovarlo todo en Cristo: Eucaristía y Palabra
En su primera encíclica Pío X anunciaba que su meta primordial era la de "renovarlo todo en Cristo" y, sin duda que con ese propósito en mente, redactó y aprobó sus decretos sobre el sacramento de la Eucaristía. Por ellos, recomendaba y encomiaba la comunión diaria, si fuese posible; que los niños se acercaran a recibirla al llegar a la edad de la razón, y que se facilitara el suministro de la comunión a los enfermos.  (En la Edad Media y, posteriormente en la época del jansenismo, los fieles católicos comulgaban rarísima vez. La comunión diaria o muy frecuente se consideraba como algo extraordinario y aun indebido.)
También el Papa se preocupó por la Palabra, puesto que instaba a la diaria lectura de la Biblia, aunque en este caso las recomendaciones del Papa no fueron tan ampliamente aceptadas. Desde 1903, y con el objeto de aumentar el fervor en el culto divino, emitió motu proprio una serie de instrucciones sobre la música sacra, destinadas a terminar con los abusos al respecto y a restablecer el uso del canto llano en la Iglesia. Dio alientos a los trabajos de la comisión para la codificación de las leyes canónicas y fue él quien llevó a cabo la completa reorganización de los tribunales, oficinas y congregaciones de la Santa Sede. También estableció Pío X una comisión correctora y revisora del texto Vulgata de la Biblia (este trabajo les fue encomendado a los monjes benedictinos) y, en 1909, fundó el Instituto Bíblico para el estudio de las Escrituras y lo dejó a cargo de la Compañía de Jesús.
A favor de los Pobres
Siempre consagró sus preocupaciones y actividades a los débiles y los oprimidos. Con inusitada energía, denunció los malos tratos a que eran sometidos los indígenas en las plantaciones de caucho del Perú. Creó y organizó una comisión de ayuda a los damnificados, tras el desastroso terremoto de Messina y, por cuenta propia, acogió a numerosos refugiados en el hospicio de Santa Marta, junto a San Pedro. Sus caridades, en todas las partes del mundo donde se necesitaban socorros, eran tan abundantes y frecuentes, que las gentes de Roma y de toda Italia se preguntaban de dónde saldría tanto dinero. La sencillez de sus hábitos personales y la santidad de su carácter se ponían de manifiesto en su costumbre de visitar cada domingo, alguno de los patios, rinconadas o plazuelas del Vaticano, para predicar, explicar y comentar el Evangelio de aquel día, a todo el que acudiera a escucharle. Era evidente que Pío X se sentía desconcertado y tal vez un poco escandalizado, ante la pompa y la magnificencia del ceremonial en la corte pontificia. Cuando era patriarca de Venecia, prescindió de una buena parte de la servidumbre y no toleró que nadie, fuera de sus hermanas, le preparase la comida; como Pontífice, eliminó la costumbre de conferir títulos de nobleza a sus familiares. "Por disposición de Dios, solía decir, mis hermanas son hermanas del Papa. Eso debe bastarles". En una ocasión, antes de cierta ceremonia, exclamó ante un viejo amigo suyo: "¡Mira cómo me han vestido!" y se echó a llorar. A otro de sus amigos, le confesó: "No cabe duda de que es una penitencia verse obligado a aceptar todas estas prácticas. ¡Me condujeron entre soldados, como a Jesús cuando le apresaron en Getsemaní!".
Estas anécdotas describen la grandeza de corazón y la sencillez de la bondad de Pío X. A un joven inglés, protestante convertido al catolicismo y que deseaba ser monje, pero sentía el escrúpulo de haber estudiado muy poco, le dijo el Papa: "Para alabar a Dios bien, no se necesita ser sabio". Un escritor de Mántua publicó un libro de carácter sensacionalista en el que lanzaba infames acusaciones contra Pío X; éste no quiso emprender ninguna acción legal, pero, en cuanto supo que el calumniador se hallaba en bancarrota, el Papa le envió ayuda: "Un hombre tan desdichado, comentó, necesita oraciones más que castigos".
Aún durante su vida, Dios utilizó al Papa Pío X como instrumento de sus milagros y, hasta en esos casos sobrenaturales, se puso de manifiesto su perfecta modestia y sencillez. Durante una audiencia pública, uno de los asistentes mostró su brazo paralizado al tiempo que decía: "¡Cúrame, Santo Padre!" El Papa se acercó sonriente, tocó el brazo tumefacto y dijo amablemente: "Si, sí". Y, el hombre quedó curado. En otra audiencia privada, una niña de once años que estaba paralítica, pidió lo mismo. "¡Quiera Dios concederte lo que deseas!", dijo el Pontífice. La niña se levantó y anduvo por sí misma. Una monja que sufría de una tuberculosis muy avanzada, le pidió la salud. "Sí", fue todo lo que repuso Pío X, mientras ponía las manos sobre la cabeza de la religiosa. Aquella tarde, el médico declaró que estaba completamente sana.
Primera Guerra Mundial
El 24 de junio de 1914, la Santa Sede firmó un concordato con Servia; cuatro días más tarde, el archiduque Francisco de Austria y su esposa fueron asesinados en Sarajevo; a la medianoche del 4 de agosto, Alemania, Francia, Austria, Rusia, Gran Bretaña, Servia y Bélgica estaban en guerra. Era el undécimo aniversario de la elección del Papa. Pío X no solo había vaticinado aquella guerra europea, como otros muchos, sino que profetizó que estallaría definitivamente para el verano de 1914. Aquel conflicto fue para el Papa un golpe fatal. "Esta será la última aflicción que me mande el Señor. Con gusto daría mi vida para salvar a mis pobres hijos de esta terrible calamidad". Pocos días más tarde sufrió una bronquitis; al día siguiente, 20 de agosto, murió. Fue, en verdad, víctima de la Guerra.
"Nací pobre, he vivido en la pobreza y quiero morir pobre", dijo en su testamento. Demostró la verdad de aquellas palabras: su pobreza era tanta que hasta la prensa anticlerical quedó admirada.
Después del funeral en la basílica de San Pedro, Mons. Cascioli, escribió lo siguiente: "No tengo la menor duda de que este rincón de la cripta se convertirá, muy pronto, en un santuario, un centro de peregrinación . . . Dios glorificará ante el mundo a este Papa cuya triple corona fue la pobreza, la humildad y la bondad". Y así fue por cierto. El Pontificado de Pío X no fue tranquilo y el Papa mostró resolución en su política.  Hubo muchos que le criticaron, lo mismo dentro que fuera de la Iglesia. Pero, al morir, todas las voces fueron una; desde todas partes, desde todas las clases surgió un llamado para que se reconociera la santidad de Pío X, el que fuera Giuseppe Sarto, hijo del cartero.
En 1923, los cardenales de la curia decretaron que se había abierto su causa, firmada por veintiocho prelados. En 1954, el Papa Pío XII canonizó solemnemente a su predecesor ante una enorme multitud que llenaba la Plaza de San Pedro, en Roma. Aquel fue el primer Papa al que se canonizaba desde Pío V, en 1672.
Oficio de lectura, 21 de agosto, San Pío X, Papa
La voz de la Iglesia resuena dulcemente
De la constitución apostólica Divino afflátu, del papa san Pío X
AAS 3 [1911], 633-635
Es un hecho demostrado que los salmos, compuestos por inspiración divina, cuya colección forma parte de las sagradas Escrituras, ya desde los orígenes de la Iglesia sirvieron admirablemente para fomentar la piedad de los fieles, que ofrecían continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre, y que además, por una costumbre heredada del antiguo Testamento, alcanzaron un lugar importante en la sagrada liturgia y en el Oficio divino. De ahí nació lo que san Basilio llama «la voz de la Iglesia», y la salmodia, calificada por nuestro antecesor Urbano octavo como «hija de la himnodia que se canta asiduamente ante el trono de Dios y del Cordero», y que, según el dicho de san Atanasio, enseña, sobre todo a las personas dedicadas al culto divino, «cómo hay que alabar a Dios y cuáles son las palabras más adecuadas» para ensalzarlo. Con relación a este tema, dice bellamente san Agustín: «Para que el hombre alabara dignamente a Dios, Dios se alabó a sí mismo; y, porque se dignó alabarse, por esto el hombre halló el modo de alabarlo».
Los salmos tienen, además, una eficacia especial para suscitar en las almas el deseo de todas las virtudes. En efecto, «si bien es verdad que toda Escritura, tanto del antiguo como del nuevo Testamento, inspirada por Dios es útil para enseñar, según está escrito, sin embargo, el libro de los salmos, como el paraíso en el que se hallan (los frutos) de todos los demás (libros sagrados), prorrumpe en cánticos y, al salmodiar, pone de manifiesto sus propios frutos junto con aquellos otros». Estas palabras son también de san Atanasio, quien añade asimismo: «A mi modo de ver, los salmos vienen a ser como un espejo, en el que quienes salmodian se contemplan a sí mismos y sus diversos sentimientos, y con esta sensación los recitan». San Agustín dice en el libro de sus Confesiones: ¡Cuánto lloré con tus himnos y cánticos, conmovido intensamente por las voces de tu Iglesia que resonaba dulcemente! A medida que aquellas voces se infiltraban en mis oídos, la verdad se iba haciendo más clara en mi interior y me sentía inflamado en sentimientos de piedad, y corrían las lágrimas, que me hacían mucho bien».
En efecto, ¿quién dejará de conmoverse ante aquellas frecuentes expresiones de los salmos en las que se ensalza de un modo tan elevado la inmensa majestad de Dios, su omnipotencia, su inefable justicia, su bondad o clemencia y todos sus demás infinitos atributos, dignos de alabanza? ¿En quién no encontrarán eco aquellos sentimientos de acción de gracias por los beneficios recibidos de Dios, o aquellas humildes y confiadas súplicas por los que se espera recibir, o aquellos lamentos del alma que llora sus pecados? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor al descubrir la imagen esbozada de Cristo redentor, de quien san Agustín «oía la voz en todos los salmos, ora salmodiando, ora gimiendo, ora alegre por la esperanza, ora suspirando por la realidad»?
Oración
Señor, Dios nuestro, que, para defender la fe católica e instaurar todas las cosas en Cristo, colmaste al papa san Pío décimo de sabiduría divina y fortaleza apostólica, concédenos que, siguiendo su ejemplo y su doctrina, podamos alcanzar la recompensa eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.