viernes, 17 de julio de 2015

Sábado de la semana XV de tiempo ordinario; año impar

Sábado de la semana 15 de tiempo ordinario; año impar

El Señor de la historia nos conduce hacia la liberación por su Primogénito, Jesús, que nos salva en su Sangre redentora
“En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones»” (Mateo 12,14-21).
1. He aquí un nuevo incidente de Jesús respecto al sábado: en ese día curó a un paralítico, y ¡en plena sinagoga esta vez!: -“Los fariseos salieron y tuvieron consejo para planear el modo de acabar con El”. La discusión que precede a este pasaje muestra la preocupación de Jesús por la evolución de los fariseos... Les habló de la oveja caída en un pozo y de cuán natural era salvarla aun en día del sabbat... con mayor razón, dijo Jesús, tenemos el derecho y el deber de "¡hacer bien a un ser humano incluso en sábado!" Pero son espíritus limitados, permanecen encerrados en sus reglas estrictas de lo "permitido y lo prohibido"... y se imaginan que el dejar hacer supondría la pérdida de la fe. Entonces deciden cortar de raíz esta nueva interpretación de la ley, y planean cómo dar muerte a Jesús.
-“Jesús se enteró y se marchó de allí. Le siguieron muchos y El los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran”. Es el silencio mesiánico. Jesús mandaba callar: insistía en que no se hablase de sus milagros ni del misterio de su persona. La hostilidad llegó a ser tan fuerte a su alrededor que ¡Jesús se vio obligado a esconderse! ¿Sería esto un signo de fracaso, una confesión de impotencia o de resignación derrotista? Mateo contestará a esta cuestión con una larga cita del profeta Isaías -la más larga cita del Antiguo Testamento- que es una de las claves más importantes para comprender la personalidad del Mesías. -"He aquí a mi servidor, mi elegido... Mi Amado, en quien mi alma se complace..." Jesús es el verdadero "siervo" de Dios. ¿Soy yo también servidor o servidora de Dios? Jesús es el "Amado" del Padre. Esta certeza ¿es también mi alegría y mi apoyo?
-“Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones”. La obra de Jesús no va destinada solamente al "pueblo elegido" ni tampoco a los primeros pueblos que tuvieron la suerte de recibir el evangelio: Todas las naciones son amadas de Dios en Cristo, y Jesús ha sido enviado a todas ellas.
-“No disputará ni gritará; ni oirá nadie su voz en las plazas públicas”. Jesús no es un líder, en el sentido usual del término; no es un reformador, o un revolucionario que lo pone todo en completo desorden. Su acción es “interior”, es calma, es apacible, va de corazón a corazón. No mete ruido, no busca que hablen de El: pide silencio. Su papel es enderezar las conciencias, curar las llagas, dar de nuevo valor a los pecadores.
-“La caña cascada no la quebrará, el pábilo humeante no lo apagará... Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza”. ¡Maravillosa vocación la de Jesús: vocación de amar... de no quebrar lo cascado, no apagar los pequeños destellos de luz que aún subsisten, volver a dar esperanza! Gracias, Señor, de haber querido ser todo esto por nosotros, por mí. Ayúdanos, Señor, a parecernos a ti (Noel Quesson).
También es una llamada a la esperanza en la lucha ascética, pues el Señor no apaga la luz de nuestro corazón ni siquiera ante nuestros pecados: “¿Qué importa tropezar si en el dolor de la caída hallamos la energía que nos endereza de nuevo y nos impulsa a proseguir con renovado aliento? No me olvidéis que santo no es el que no cae, sino el que siempre se levanta, con humildad y con santa tozudez. Si en el libro de los Proverbios se comenta que el justo cae siete veces al día, tú y yo -pobres criaturas- no debemos extrañarnos ni desalentarnos ante las propias miserias personales, ante nuestros tropiezos, porque continuaremos hacia adelante, si buscamos la fortaleza en Aquel que nos ha prometido: «venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré». Gracias, Señor porque has sido siempre Tú, y sólo Tú, Dios mío, mi fortaleza, mi refugio, mi apoyo.
Si de veras deseas progresar en la vida interior, sé humilde» (J. Escriv,a Amigos de Dios 131).
2. –“Los hijos de Israel partieron de Ramsés hacia Sukkot unos seiscientos mil hombres sin contar los niños”. Este es un relato «épico», en él se exageran algunos detalles. Los sacerdotes que pusieron por escrito el relato de ese acontecimiento, algunos siglos después, aumentaron el número de israelitas para que se levantara el ánimo de los judíos que entonces no eran más que un «pequeño resto». En los textos del Concilio también se define a la Iglesia como «un pueblo inmenso»... y, a la vez, como un «pequeño rebaño»... Porque el pueblo de Dios, a menudo minoritario de hecho está destinado de derecho a abrirse a la multitud. Ruego por la Iglesia y por la inmensa masa de hombres que espera la revelación de Jesucristo.
-“Salió también con ellos una abigarrada muchedumbre”. Muchos textos subrayan esa diversidad racial, esa especie de universalidad, en la partida del pueblo de Dios. Se trata de un conjunto heteróclito (Dt 29,10; Josué 8,35; Lv 24,10): extranjeros, egipcios, víctimas quizá también de la dictadura del Faraón, que aprovecharon la ocasión para evadirse de Egipto. Jesús dirá que el Reino de Dios es como una red que «recoge peces buenos y menos buenos» (Mt 13,47). ¿Admito la «diversidad en la Iglesia o prefiero encerrarme en la seguridad de pequeños grupos de gente que piensa como yo? ¿Qué pienso sobre el «pluralismo» político de los cristianos? ¿Soy capaz de dialogar con personas diversas de mí? Se forjará la unidad de Israel, pero será en el desierto y en la fe a partir de esa muchedumbre diversa y abigarrada que huye de la esclavitud.
-“De la masa que habían sacado de Egipto cocieron tortas sin levadura porque no pudieron entretenerse preparando provisiones”. Se vuelve a poner de relieve la prisa de la partida con ese tema del «pan sin levadura», porque no había tiempo para que fermentase. ¡Partir! Abandonar algún confort material para adquirir la libertad espiritual. «¡Deja tu país!», decía ya Dios a Abraham» (Gn 12,1). Caigamos en la cuenta de que, a pesar de las dificultades, los hebreos en Egipto disfrutaban de ciertas ventajas materiales -en el desierto echarán en falta las «carnes grasas y las ollas llenas» (Ex 16,3). Partir sin «provisiones», comer «pan sin levadura» es signo de desasimiento, de disponibilidad total a la llamada de Dios, de una voluntad de renunciación personal. «Abandonando allá sus redes, le siguieron» (Lc 5,l l; Mt 4,20; Mc 1,18). HOY todavía nuestras eucaristías son panes ácimos. ¿Es solamente un recuerdo formal, o es un signo? ¿Somos un pueblo siempre dispuesto a partir a la primera llamada?
-“Esta noche que fue de "guardia" para el Señor, para sacarlos de Egipto, ha de ser también una noche de "guardia" para todos los hijos de Israel”... Sí, la celebración de la Pascua era una fiesta nocturna, una «velada». HOY también, nuestra «vigilia pascual» es la cumbre litúrgica del año y el más hermoso oficio de Pascua. ¿Sabemos darle esta plenitud de sentido? Dios se preocupó de hacer «guardia", de estar en «vela» por nosotros, como una madre que pasa la noche junto a la cama del hijo enfermo, como un soldado que monta la guardia en las avanzadillas, frente al peligro. Jesús nos pedirá también "velar". Nos dará el ejemplo de sus noches en oración (Lc 6,12), y velará por nosotros, trágicamente, su última noche terrestre, la de Getsemaní. Dios no cesa de "velar" por mí. Y yo ¿qué tiempo de vigilia y de atención le dedico? (Noel Quesson).
3. Dios inició con brazo poderoso la historia de la liberación de su pueblo. Ellos nunca se cansarán de cantar: «Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia... sacó a Israel de aquel país... dividió en dos partes el mar Rojo...». Vale la pena que, con renovada motivación, continuemos cantando el estribillo del salmo de hoy: «porque es eterna su misericordia». En Cristo Jesús, sucedió la gran «noche de vela» de Dios, resucitándole de entre los muertos. Por eso, cada año, la comunidad cristiana, en la Vigilia Pascual, se reúne y vela en honor de Dios y de su Resucitado. «Porque es eterna su misericordia». Nos llenamos de alegría al cantar el pregón de aquella noche, hablando de la Pascua de Cristo: «Porque estas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo...
Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte. Cristo asciende victorioso del abismo... ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo...!»
Llucià Pou Sabaté

jueves, 16 de julio de 2015

Viernes de la semana XV de tiempo ordinario; año impar

Viernes de la semana 15 de tiempo ordinario; año impar

Jesús, Señor del sábado, quiere nuestro bien
“Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: -«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.» Les replicó: -«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado»” (Mateo 12.1-8).
1. El diálogo entre Cristo y el fariseo, en torno a la observancia del sábado, es importante. A partir de pequeños acontecimientos de la vida corriente, vas formando a tus apóstoles, Jesús: -“Por aquel entonces, un sábado, iba Jesús por los sembrados; los discípulos sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer”. Comer algo que se toma con la mano, está permitido entre los judíos.
Los apóstoles han violado una de las reglas de la Mischna sobre el Sabbath sobre las actividades prohibidas en ese día. Tú, Jesús, les haces ver que la ley que prohíbe arrancar las espigas en sábado no es más que un documento de comentaristas de la ley; por el contrario, la misma ley autoriza claramente a comer el pan sagrado cuando se tiene hambre (1 Sam 21,2-7).
-“Tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado”. Lo primero que indicas, Señor, es que David viola un día una disposición litúrgica porque tenía hambre. Y lo apruebas, mostrando que conservar la vida tiene, para Dios, más importancia que las leyes cultuales.
También dices que los sacerdotes encargados del servicio del Templo, hacen toda clase de trabajos corporales el día del sábado, para preparar los sacrificios o limpiar los utensilios del culto.
Y con el Profeta Oseas, que hemos leído estos días, recuerdas que Dios nos dice: "Quiero amor y no sacrificios" (Os 9,13), mostrando la verdadera jerarquía de valores: ¡lo que Dios quiere es nuestro corazón! «Prefiero las virtudes a las austeridades, dice con otras palabras Yavé al pueblo escogido, que se engaña con ciertas formalidades externas.
-Por eso, hemos de cultivar la penitencia y la mortificación, como muestras verdaderas de amor a Dios y al prójimo» (J. Escrivá, Surco 992). Podemos concretar algunos sacrificios en el trabajo cuidando las cosas pequeñas, en la cordialidad en el trato o en la comida, etc.
Pero vas más lejos, afirmando que tú eres "Señor del sábado" y "más importante que el templo". Tienes plenos poderes. Eres "Hijo del hombre" y el "Señor del sábado", Dios legislador que nos muestra la auténtica Ley, el Mesías esperado que modificase la legislación (Maertens-Frisque).
-“Hay aquí alguien que es mayor que el templo”. En el Templo no habita Dios, pero en ti, Jesús, Dios se hace carne. No derogas la Ley del Sábado, sino que la interpretas desde el interior, y le insuflas un soplo nuevo (Noel Quesson). El día de la creación, con la nueva creación que es tu Resurrección, Jesús, pasará a ser el día del Señor –“diez dominus”, domingo- aunque en algunas lenguas sigue llamándose el “día del Sol”, pues tú eres la luz que nos iluminas. Así, el "primer día de la semana", el domingo, pasa a ser el día de la Eucaristía.
El sábado, que estaba pensado para liberar al hombre, lo convertían algunos maestros en una imposición agobiante. Lo mismo podría pasar con nuestra interpretación del descanso dominical, por ejemplo, que ahora el Código de Derecho Canónico interpreta bastante más ampliamente que antes: «se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso («relaxationem») de la mente y del cuerpo» (CIC 1247).
Jesús, nos enseñas a ser humanos y comprensivos, y nos das tu consigna: no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. Pones ahí el acento de que el bien del hombre es el camino de la Ley, y en el fondo, “el pecado ofende a Dios lo que perjudica al hombre” (Santo Tomás de Aquino); si algo es bueno para el hombre, no es pecado pues la Ley va dirigida a nuestro bien. Esto significa que las leyes han de estar puestas para bien de las personas, y no poner en nombre de Dios cosas que perjudican la persona. Serán en todo caso apreciaciones humanas, que han de ir dirigidas a ese fin y si no se pueden cambiar.
Todo rito, como la asistencia a la santa Misa, debe ir acompañados por la unión interior contigo, Jesús: «El sacrificio exterior para ser auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual. “Mi sacrificio es un espíritu contrito...”. Los profetas de la Antigua Alianza denunciaron con frecuencia los sacrificios hechos sin participación interior o sin relación con el amor al prójimo. Jesús recuerda las palabras del profeta Oseas: “Misericordia quiero, que no sacrificio”. El único sacrificio perfecto es el que ofreció Cristo en la cruz en ofrenda total al amor del Padre y por nuestra salvación. Uniéndonos a su sacrificio, podemos hacer de nuestra vida un sacrificio para Dios»(CEC 2100).
2. Vemos a Moisés, que con la ayuda de Dios, condujo en la salida de Egipto. Empieza el éxodo. No leemos todos los pasos de esta historia. Por ejemplo, las plagas con que Dios fue castigando a Egipto para que dejara salir a los judíos (plagas que, en principio, podían ser fenómenos naturales catastróficos, que los judíos interpretaron como castigo de Dios): sólo leemos la décima y última, la muerte de los primogénitos de las familias egipcias, o la muerte del primogénito del Faraón, que llenó de consternación a todo Egipto. La pascua probablemente era en su origen una fiesta de pastores que en primavera, cuando nacen los corderos y se inicia la trashumancia hacia los pastos de verano, ofrecían el sacrificio de una res recién nacida, y con su sangre realizaban un rito especial para impetrar la preservación y fecundidad de los rebaños, pero desde ahora quedará cargada de un significado y una fecundidad profundas, cada rito se carga de sentido: la cena de despedida está descrita con los ritos que luego se harían usuales: la reunión familiar, el sacrificio del cordero con cuya sangre marcan las puertas, la cena a toda prisa, con panes ácimos, sin acabar de fermentar...
Todo es imagen de Jesús, que atravesó las aguas de la muerte para entrar en la nueva existencia, a la que, como nuevo Moisés, nos conduce a todos sus seguidores. De esta Pascua -acontecimiento irrepetible, su muerte y resurrección-, se nos hizo partícipes ya el día de nuestro Bautismo (Rm 6,3-4). En la misa, celebramos al Cordero cuya Carne nos alimenta, cuya Sangre nos salva. He ahí la ceremonia ritual de la «cena pascual» por la cual, de generación en generación, los judíos conmemoraron su Liberación. Los simbolismos son muy expresivos. Al meditarlos HOY nosotros, los que creemos en Cristo, no olvidemos: - de una parte que Jesús, como fiel judío, vivió esos ritos cada año, al celebrar la Pascua... - de otra parte que Jesús transformó esos ritos introduciendo su propio sacrificio eucarístico. En efecto, toda liberación humana es el signo y el anuncio de la única liberación definitiva, la «resurrección» que nos libra de las opresiones más temibles: el pecado y la muerte.
-“El primero de los meses... el décimo cuarto día del mes”... Nuestra vida de Fe se inscribe en un calendario, en el tiempo, día tras día, año tras año. ¿Tengo el sentido de ese itinerario por el que Dios me conduce?
-“Un cordero por casa... y si la familia fuese demasiado reducida invitará al vecino más cercano”... Rito comunitario vivido «en familia» y «en vecindad»... La Fe no puede vivirse en solitario, sino con los hermanos.
-“Una vez degollado el cordero tomarán la sangre y untarán con ella las dos jambas y el dintel de la casa”... Signo de la sangre, símbolo de la vida, portador de la energía vital. «Esta es la copa de mi sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todo el mundo para la remisión de los pecados
-“La sangre será vuestra señal en las casas. Cuando yo la vea pasaré de largo y no habrá para vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto”. ¡La sangre que protege del mal! Jesús se presentó como el «Cordero verdadero» (Jn 13,1;18,28), que por su sacrificio sangriento aporta la liberación total y decisiva... que por el don de su vida nos libra de la influencia del pecado... que nos arrastra a seguirlo, peregrinos en camino, hacia la verdadera Tierra Prometida, cerca de Dios. ¿Soy consciente de ese carácter «pascual», liberador, de cada misa? ¿Aporto al Señor todos mis esfuerzos para liberarme y para liberar a mis hermanos? ¿Pienso que estoy en camino? ¿Cuál es la finalidad de mi vida?
-“Comerán la carne aquella misma noche”... No se trata de un rito exterior. Hay que asimilarlo, nutrirse verdaderamente de él. La liberación no es, en primer lugar, un «recuerdo» del pasado, es un acontecimiento actual que me concierne personalmente y en el que me he de comprometer. Hay que comer. No basta con «asistir» a la misa. Hay que comulgar en ella. Ritualmente comiendo el Cuerpo del Señor y realmente comprometiéndome en la liberación de todo mal.
-“Con panes sin levadura... De pie, ceñida la cintura, calzadas las sandalias, el bastón en la mano... comeréis de prisa”. Sí, es una comida antes de partir. No nos reunimos por reunirnos, sino para partir hacia... Cada misa me devuelve a mi vida cotidiana, a mis trabajos y compromisos. ¿Hay un enlace entre mi vida y los ritos? (Noel Quesson).
3. Esta celebración, repetida cada año, será para Israel un memorial, «un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor del Señor para siempre». Pascua significa “alegría”, “alegría festiva”, “salto ritual o festivo”, y su misma raíz equivale a “pasar por encima de” (1 R 18,21.26; Is 31,5), de ahí que sirva tanto como castigo-azote como salvación-protección, claramente aquí significa “el paso del Señor”: «mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles», dice el salmo de hoy. Pero su amor y su poder divino hacen lo que parecía imposible. Y dice S. Agustín: “¿Quién te dio la copa de salvación, de suerte que tomándola e invocando el nombre del Señor, le retribuyas por todo lo que a ti te retribuyó? Quién sino Aquel que dice: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? ¿Quién te otorgó imitar sus padecimientos sino Aquel que primeramente padeció por ti? Por tanto, preciosa es delante del Señor la muerte de sus santos. La compró con su sangre, que primeramente derramó por la salud de sus siervos, para que sus siervos no dudasen en derramarla por el Nombre del Señor”.
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 15 de julio de 2015

Jueves de la semana XV de tiempo ordinario; año impar

Jueves de la semana 15 de tiempo ordinario; año impar

Hemos de confiar en Jesús que nos libera de toda pena, pues unidos a él todo tiene sentido de salvación
“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mateo 11,28-30).
1. Es muy breve el evangelio de hoy, pero rico en contenido y consolador. Los doctores de la ley solían cargar fardos pesados en los hombros de los creyentes. Tú, Jesús, el Maestro verdadero, no. Nos aseguras que tu «carga es ligera», y que en ti «encontraremos descanso».
Tu estilo de vida, Jesús, es exigente. Incluye renuncias y nos pides cargar con la cruz. Pero, a la vez, nos prometes tu ayuda. Cargamos con la cruz, si, pero en tu compañía, y  nos dices: «Yo os aliviaré». Como el Cireneo te ayudó a llevar la cruz camino del Calvario, tú nos ayudas a nosotros a superar nuestras luchas y dificultades. Cuando nos sentimos «cansados y agobiados», iré a ti, Señor, que conoces muy bien nuestro camino (J. Aldazábal).
-“Venid a mi todos los que estáis rendidos y agobiados”. Tu corazón está abierto, Señor, a los pequeños o humildes, los pobres, los que sufren, los hambrientos, los enfermos o desgraciados... todos los que están rendidos y agobiados. En primer lugar quiero contemplar ese sentimiento de tu corazón.
-“Y Yo os aliviaré”. Descanso en ti, Señor, en ti confío. Recuerdo un sacerdote mayor, que estaba en un hospital en coma, y al hablarle repetía: “in manus tuas, Domine, commendo spiritum meum” (en tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu). Luego al reponerse no recordaba esa oración suya, que me edificó.
-“Cargad con mi yugo, sed mis discípulos: aprended de mí, que soy sencillo y humilde, y encontraréis vuestro respiro”. Tu "yugo", Jesús es soportable. No es una carga que aplaste y lastime. Te doy gracias, Señor, porque a lo largo de la vida veo que hay una mano invisible que me guía, especialmente en las dificultades, como se suele decir: “cuando más negra es la noche, amanece Dios”.
Te reconozco, Señor, que me llevas en el camino de la vida, y veo que es verdad lo que dices: “-Sí, mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Sin embargo, a veces, lo encuentro pesado y lo soporto mal. Pero, Señor quiero hacerte caso y abandonarme a ti. Es muy cierto que si uno se abandona verdaderamente a Dios, queda realmente reconfortado, colmado de serenidad y de alegría. Nuestra Fe, nuestras vocaciones, nuestras obligaciones religiosas... no deberían ser nunca "cargas" para nosotros. El amor no puede ser más que liberador y radiante. Por esta alegría se reconocen los verdaderos discípulos de Jesús (Noel Quesson).
La carga es liviana… Escuchando este Evangelio, pienso en los judíos muertos en las cámaras de gas durante la segunda guerra mundial, en los millones de esclavos a quienes no se les ha permitido ser libres, en tantos obreros de la industria moderna que son explotados injustamente, en los indígenas maltratados y marginados en sus propios países, en las gentes que llenan tantos campos de refugiados a lo largo y ancho del mundo, en los que sufren y mueren en soledad en los hospitales, en los niños y niñas que son explotados sexualmente, en los drogadictos que han encontrado su infierno particular huyendo posiblemente de otros infiernos. Todos estos y muchos más, tienen el derecho de sentir estas palabras de Jesús como dirigidas a ellos. Ellos son los últimos de nuestro mundo. Ellos son aquellos a los que ha tocado la peor parte en la herencia. Ellos realmente merecen encontrar consuelo y descanso en el Reino de Dios. Ellos tienen que ser los primeros en entrar en la casa del Padre. ¿Qué podría hacer para que estas palabras llegasen a sus destinatarios? (Servicio Biblico Latinoamericano).
Ayer estaba en la calle con dos hombres de ideología más bien anticatólica, que me pararon para hablar de temas sociales en relación con la Iglesia, y mientras una gitana se me acercó –como suelen hacer al ver un sacerdote- para pedir dinero, para dar de comer a sus niños. Le contesté que no daba dinero, pero que si querían los que me acompañaban mientras hablábamos íbamos a una tienda y allí le compraba comida. Así lo hicimos, yendo a un supermercado, y ella se fue feliz con su comida. Luego, me dijo uno de los contertulios: “nosotros hablamos mucho pero no hacemos estas cosas”, les contesté que podíamos imaginarnos ser la persona necesitada, y así estar en la piel de esa mujer, y si fuéramos ella, nos gustaría que nos ayudaran, y que a nosotros no nos costaba casi esfuerzo ayudar un poco, y que a ella le suponía mucho bien… estuvimos de acuerdo en tantas cosas de labor social que hace la Iglesia.
Otro día me decía otra persona, en un autobús, que le daba mucha paz dar dinero a caritas porque el 100% de lo que daba iba a ayudar a la gente, que no se quedaba un tanto por ciento alto en gastos de organización, como pasa en muchas otras instituciones…
También el otro día vimos un video de “la Iglesia y el sida” y nos quedamos impresionados. Y ante la crítica que hacen de por qué no participa la Iglesia más en prevención, contestaba un cardenal: al ver a los enfermos los curamos, es como si viéramos un herido de tráfico en carretera, no nos paramos a leerle el código de circulación, lo queremos curar en primer lugar… Señor, providencia de los pueblos y luz de las naciones, haznos comprender a todos que la vida es un don tuyo y que, aún en medio de las adversidades, eres Tú quien nos diriges atentamente con mociones, impulsos sobre nuestra conciencia, abierta a tu inspiración y gracia. Amén.
El Evangelio donde el Hijo nos da a conocer las maravillas del Eterno Padre, es un mensaje de amor, y no un simple código penal. El que lo conozca lo amará, es decir, no lo mirará ya como una obligación sino como un tesoro, y entonces sí que le será suave el yugo de Cristo, así como el avaro se sacrifica gustosamente por su oro, o como la esposa lo deja todo por seguir a aquel que ama. Todo precepto es ligero para el que ama, dice S. Agustín; amando, nada cuesta el trabajo: “Ubi amatur, non laboratur”.
2. ¿Cómo se llama Dios? Es una pregunta legítima que Moisés le dirige. ¿En nombre de quién tendrá que presentarse a su pueblo y al Faraón en Egipto? -“Dijo Dios a Moisés: "Yo soy el que soy"”.Sabemos la importancia que tiene el nombre para los hebreos: indica «el ser» profundo.Dios es personal... Tiene un «nombre», es alguien vivo. Se ha buscado mucho cuál podría ser el sentido de esta palabra «Yaveh» traducida aquí por «yo soy el que soy». Se ha pensado, a veces, que es un rechazo a definirse, una respuesta evasiva, como si Dios dijera: «Yo soy quien soy»... Y es verdad que Dios está más allá de todo nombre y no puede ser captado, porque es transcendente.Esta forma de llamarse Dios tiene un sentido profundo en hebreo: “yo soy el que soy-el que seré”, en forma verbal tanto presente como futuro, que se manifiesta plenamente en Jesús, que es “Emanuel”, Dios-con-nosotros, El que es, que viene, y que se queda, y permanece en la Encarnación continuando en la Eucaristía… en su cuerpo que es la Iglesia…
Dios es «Dios-con-nosotros». Jesús se llama a sí mismo, a menudo, con el nombre: «yo soy». A veces, con referencia a diversos aspectos de su personalidad: yo soy el pastor, la puerta, el pan de la vida, la luz, el camino, la verdad, la vida. Y otras, en su totalidad divina: «antes que Abrahán existiera, Yo Soy» (Jn 8,58).
-“Hablarás así a los hijos de Israel: «El que me ha enviado a vosotros es "Yo-soy".»” Yo soy, yo existo.La explicación más frecuente es ésta: Dios es el «ser que posee su existencia en sí mismo», la roca sólida, el único que existe verdaderamente. Y este Nombre es una garantía. «¡Aquél que me ha enviado a vosotros, es lo sólido, la Roca!»«He decidido liberaros de la opresión, ayudaros a vivir en una tierra donde será agradable vivir, ¡un país donde la leche y la miel manarán en abundancia para vosotros!»¿Estamos convencidos de que Dios es siempre «ese Dios »?Cuando los hombres sueñan en «liberación», «justicia», «desarrollo», «promoción» ¿saben que adoptan un sueño de Dios?
-“Ya sé que el rey de Egipto no os dejará partir, sino forzado por mano poderosa. Yo extenderé mi mano...”Dios se comprometerá por entero con la causa de los oprimidos.¿Y nosotros? (Noel Quesson).
-Es Yaveh, el Señor, el Dios de vuestros padres, Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob.En Egipto en medio de toda clase de dioses era fácil que los hebreos hubiesen adoptado, en parte, la idolatría ambiental. Dios se revela como el único verdadero y se une así a la gran tradición de los patriarcas, quizá algo olvidada.Es pues un Dios "fiel", que cumple sus promesas.Tenemos siempre la tentación de pensar que Dios se olvida de nosotros, que deja que caigamos. Es que el Señor no parece tener prisa.Israel estaba lejos de la Tierra, prometida sin embargo hacía ocho o nueve siglos antes. ¡La espera resultaba interminable!Señor, quiero creer que Tú eres fiel, que eres el Dios de nuestros padres, y que cumplirás todo lo que nos has prometido.
-“Yo os he visitado y he visto lo que os han hecho en Egipto, donde se os oprime y he decidido llevaros al país de los Cananeos, país que mana leche y miel”.
3.Nosotros podemos decir: «El Señor se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada por mil generaciones, de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac». Hemos experimentado que sigue siendo el Dios de la Alianza, porque, en Jesús, estamos celebrando continuamente la Nueva y definitiva Alianza. Y, cuando también para nosotros llegan los días malos, no sólo podemos decir: «envió a Moisés su siervo y a Aarón su escogido», sino que podemos añadir: «y nos ha enviado a su Hijo, Cristo Jesús, que nos ayuda en nuestro éxodo y en el camino de nuestra liberación». Si hay un momento en que Dios se nos revela como cercano es en la Eucaristía: Dios nos dirige su Palabra, que es su mismo Hijo, y nos da su mejor alimento de vida, el Cuerpo y la Sangre del Resucitado. No podemos tener mejor luz y fuerza para la jornada.
Se canta en el salmo la alabanza por la obra redentora de Dios con respecto a Israel, la protección del Señor va cuidando de su pueblo, acompañándole a través de la Alianza de Abraham, y la fecundidad de Egipto, y también usa de la malicia de los enemigos para sacar de lo malo un bien más grande, con Moisés su siervo y los prodigios que hizo a través de él y Aarón.
Llucià Pou Sabaté

martes, 14 de julio de 2015

Miércoles de la semana XV de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 15 de tiempo ordinario; año impar

El encuentro con el Señor se realiza en la sencillez, vuelca su misericordia y ternura en el alma que abre su miseria a la grandeza de Dios; en cambio caen los orgullosos
“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mateo 11,25-27).
1. Te veo rezar, Jesús, y quiero aprender de ti: “-Padre, Señor del cielo y de la tierra...” Es el único pasaje del evangelio donde usas estas palabras solemnes, pues sueles hablar del Padre con términos de intimidad y familiaridad. Lo dices en continuidad con toda la Escritura: No hay otro Dios más que El. Y es quien dirige todo ese gran universo con sus millones de seres desde los átomos hasta las estrellas. Todo cuanto existe le está sometido. Es el "Señor del cielo y tierra". Te adoro, Padre, cada fiesta en la Misa: "Gloria a Dios en las alturas..."
–“Bendito seas”... Rezas, Señor, dirigiéndote al Padre en acción de gracias, alabanza, un "te lo agradezco". Veo tu corazón lleno de agradecimiento hacia el Padre. "¡Bendito seas, Padre!".Contigo, Jesús, yo repito esa sencilla y breve oración.
-“Porque lo que has escondido a los sabios y entendidos, lo has revelado a la gente sencilla”. ¡Este es el objeto de su agradecimiento! Porque Dios se "esconde" a los orgullosos... y se "revela" a los humildes. El gran Dios del Universo es desconocido de los que se creen ser más inteligentes y más sabios que los demás. Es a los pobres a quienes se da a conocer. Es entre los sencillos que naciste, Jesús; y los que escogiste como apóstoles eran también sencillos. ¿Tienes preferenciapor los que no son nada en el mundo, los que son insignificantes a los ojos de los hombres?... los sencillos ¡éstos son valiosos a los ojos de Dios! Señor, ayúdame a ser "uno de esos pequeños a quien Tú te revelas.
Las personas sencillas, las de corazón humilde, son las que saben entender los signos de la cercanía de Dios. Lo afirma Jesús, por una parte, dolorido, y por otra, lleno de alegría. Cuántas veces aparece en la Biblia esta convicción. A Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque están demasiado llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un corazón sin demasiadas complicaciones. Entre «estas cosas» que no entienden los sabios está, sobre todo, quién es Jesús y quién es el Padre. Pero la presencia de Jesús en nuestra historia sólo la alcanzan a conocer los sencillos, aquellos a los que Dios se lo revela.
Los «sabios y entendidos», las autoridades civiles y religiosas, no te recibieron, Señor, en su “ignorancia”. Los letrados y los fariseos buscan mil excusas para no creer. La pregunta vale para nosotros: ¿somos humildes, sencillos, conscientes de que necesitamos la salvación de Dios?, ¿o, más bien, retorcidos y pagados de nosotros mismos, «sabios y entendidos», que no necesitamos preguntar porque lo sabemos todo, que no necesitamos pedir, porque lo tenemos todo? Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a comprender con serenidad gozosa los planes de Dios y los aceptan en su vida, mientras que nosotros podemos perdernos en teologías y razonamientos. La oración de los sencillos es más entrañable y, seguramente, llega más al corazón de Dios que nuestros discursos eruditos de especialistas. Nos convendría a todos tener unos ojos de niño, un corazón más humilde, unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con las personas y, sobre todo, con Dios. Y saberles agradecer, a Dios y los demás, tantos dones como nos hacen. Siguiendo el estilo de Jesús y el de María, su Madre, que alabó a Dios porque había puesto los ojos en la humildad de su sierva (J. Aldazábal).
-“Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido eso bien”. Me gustaría oírte decir "¡Padre!", Jesús, para aprender de ti que Dios es ante todo "la bondad". Dios es bueno, ¿Dudo, quizá alguna vez, de la bondad de Dios? Ayúdame, Señor, a rezar, como tú, esta oración de alabanza: "Gracias, oh Padre, por esto... por aquello..."
-“Mi Padre me lo ha confiado todo. Al Hijo lo conoce sólo el Padre, y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiere revelar”. Sí, lo sabemos: Dios es difícil de alcanzar. Nadie lo ha visto nunca, excepto tú, Jesús: "conoces a Dios"... ¡y lo das a conocer a los que aceptan seguirte y ser de tu escuela! Jesús, ayúdame, todos y cada día de mi vida, a conocer mejor al Padre. ¡Que tu evangelio sea mi meditación cotidiana! Que trate de penetrar mejor en tu misterio... hasta el día que, por fin, te veré cara a cara (Noel Quesson).
Los pobres en el espíritu y humildes de corazón son los queridos por Dios: «De la misma manera que los padres y las madres ven con gran gusto a sus hijos, también el Padre del universo recibe gustosamente a los que se acogen a él. Cuando los ha regenerado por su Espíritu y adoptado como hijos, aprecia su dulzura, los ama, la ayuda, combate por ellos y por eso, los llama sus «hijos pequeños» (San Clemente de Alejandría).
2. La visión de la zarza ardiente representa un momento decisivo en la vida de Moisés y de su pueblo: Dios le llama para llevar a cabo la liberación de su pueblo. Han pasado varios años desde la huida de Moisés. Se ha instalado en tierras de Madián. Se ha casado allí con la hija del sacerdote pagano Jetró. Ha tenido familia. Ha madurado en su carácter. Es pastor de oficio y está cuidando los rebaños de su suegro. Y allí se le aparece Dios, en forma de fuego. (A Pedro le hará impresión el Jesús de la pesca milagrosa; a Pablo, el Jesús que se le aparece en el camino de Damasco. Cada uno tenemos algún momento en que Dios sale a nuestro paso). Quien se aparece a Moisés es el Dios de los patriarcas. El Dios de la promesa. El Dios que ve cómo sufre su pueblo y no lo puede soportar y decide intervenir, enviando a Moisés. La vocación no es nada fácil. De momento, su temperamento decidido responde: «aquí estoy». Pero, luego, se da cuenta de lo que le está pidiendo Dios y presenta sus objeciones: ¿precisamente él, huido de la justicia de Egipto, es el que va a volver allí, nada menos que a pedir al Faraón que deje salir a los suyos? La respuesta de Dios es una de las que más veces aparece en la Biblia: «yo estoy contigo».
Moisés creció pues en la corte del Faraón, la educación que allí recibió le permitirá, más tarde, ser un jefe.Así para trabajar en la liberación de los pobres es muy útil adquirir competencias humanas.Pero Moisés, a la vez que se promocionaba personalmente no renegaba de su ambiente ni de la gente de su pueblo.Un día se escapa del palacio del Faraón y va a las obras donde trabajan los esclavos, sus hermanos de raza. Es testigo de las «cargas» y de los «azotes». Se le revuelve la sangre y mata al egipcio que maltrata al hebreo. Luego, arriesgando la denuncia, huye al desierto...Será el segundo lugar de la formación de Moisés en que se capacitará para ser un jefe, ¡capaz de conducir a todo un pueblo a través del desierto!Así Dios prepara desde lejos lo que tiene intención de realizar un día.Ruego por las «preparaciones»... que puedo entrever.-Moisés era pastor del rebaño de Jetró, su suegro.Viviendo la vida de los nómadas, tiene experiencia de las tradiciones de sus antepasados, Abraham, Isaac, Jacob.Es un retorno a las fuentes. Esta experiencia le será muy útil cuando tendrá que volver a atravesar ese desierto del Sinaí, unos años después.-El ángel del Señor se le apareció en forma de llama de fuego que salía de una zarza.Dios le llamó de en medio de la zarza: «¡Moisés! ¡Moisés!, «Heme aquí."Esta es una escena de vocación. Dios lo llama por su nombre. Le va a revelar su proyecto de liberación y le confía la misión de realizarlo.Dios lleva siempre a cabo sus planes por medio de intermediarios humanos, hombres y mujeres.Dios necesita de los hombres. Llama a las personas a su servicio. A mí también me llama por mi nombre...Escucho, de Ti, Señor, ese nombre que es el mío... Oigo como una llamada que viene de Ti. «Heme aquí, Señor!» Reelijo HOY mi vocación de bautizado, de sacerdote, de religioso... la mía, en la que nadie puede reemplazarme...
¡Quítate las sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada!»Moisés, notémoslo bien, se encuentra en el desierto guardando un rebaño. No está delante de un tabernáculo sagrado, sino delante de «una zarza». ¡Ningún lugar de la tierra está vacío! Dios está allí.¡El lugar donde me encuentro en este momento, es un lugar sagrado, si sé encontrarme contigo, Señor!
-El Señor dijo: "La aflicción de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto la opresión que les infligen los egipcios... Ahora, pues, ve. Te envío al Faraón: tú harás salir de Egipto a mi pueblo."Nuestro Dios es un Dios que escucha y que mira. Los pobres son sus preferidos. ¡Es un Dios que se compadece de todo sufrimiento! Sufre con los que padecen. ¡Gracias, Señor!¡Qué maravillosa revelación de Dios! Dios trata de que Moisés comparta su proyecto.Nuestro Dios es un Dios activo, que «toma partido», que se «compromete» y pide que nos comprometamos con El.-Moisés dijo: «¿Quién soy yo para esta hazaña?»Ningún hombre está a la altura para salir con éxito de las obras de Dios. Ante la magnitud de la tarea, nos sentimos siempre muy pequeños. Es un buen signo. -Dios le respondió: «Yo estaré contigo.... La fuerza de aquél que ha recibido misión no le viene de sí mismo, es una fuerza de Dios "Yo estaré contigo". Dios repetirá esas mismas palabras a sus amigos al enviarlos a una misión (Noel Quesson).
3. El Dios del éxodo es también el Dios Padre de Jesús. Es el Dios de ahora, nuestro Padre, que sigue con su corazón apenado por tanto dolor e injusticia como hay en este mundo: «el clamor de los israelitas ha llegado a mí». El Dios que quedó retratado en las parábolas y en la actuación de Jesús de Nazaret: el que se apiadaba de la gente que tenía hambre, que perdonaba a los pecadores, que denunciaba las injusticias, que curaba de todo mal. Nosotros, con mayor razón que el mismo salmista, podemos decir sus palabras: «el Señor es compasivo y misericordioso... Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades, él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura... El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos: enseñó sus caminos a Moisés». Podemos rezarle al Señor, para ser también nosotros portadores de esa esperanza ante momentos difíciles que tienen las personas, transmitirles ese: «yo estoy contigo». Y también ese: “El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos”, salvación en tiempos de Moisés y en nuestros días, a lo largo de toda la historia sigue resplandeciendo la divina misericordia.
Llucià Pou Sabaté

Martes de la semana XV de tiempo ordinario; año impar

Martes de la semana 15 de tiempo ordinario; año impar

Dios nos pide fidelidad, escucha la voz del pobre y del oprimido y en cambio deja hundir al orgulloso para que venza su ignorancia y se salve
“En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde habla hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: -«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrian convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti» (Mateo 10,20-24).
1. Te vemos, Jesús, proclamar tu Reino, nos dices que hay que saber tomar partido "por" o "contra". –“Se puso entonces a recriminar a las ciudades, donde había hecho casi todos sus milagros, por no haberse convertido”. Nos dices que la vida humana no es un "juego", es algo muy serio; donde tiene lugar un juicio: nuestras vidas cotidianas son: -o una correspondencia a Dios... -o un rechazo de Dios... En todo momento nuestros actos son una elección "por o contra" Dios. Nos haces pensar en la voluntad de Dios sobre nosotros, en correspondencia a la gracia. Señor, ¿qué esperas HOY de mí?
-"¡Ay de ti, Corozain, ay de ti Betsaida". Este “contrapunto” a las "bienaventuranzas" nos ayuda a reflexionar, Jesús, en contraposición al "Bendita tú eres, María..." "Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios..." "Bienaventurados los pobres de corazón, los humildes, los mansos, los limpios de corazón..." Las ciudades a orillas del lago de Tiberiades, las que más ocasiones tuvieron de oír a Jesús y de ver sus milagros tenían que haber respondido mejor a las gracias que Jesús les ofrecía. Y ello hubiera sido su felicidad. Pero, por el contrario, se hundieron con el rechazo y la desgracia. "Malditos los que no escuchan la Palabra de Dios..." "Maldito eres tú, si no sabes estar atento a los acontecimientos en los que Dios te da un signo y quiere hablarte..." ¿Soy yo quizá uno de esos "privilegiados", que han tenido la suerte de oír muchas veces a Jesús? ¿Acepto seriamente esta responsabilidad? ¿Qué gracias particulares he recibido?, ¿qué buenas ocasiones se me han presentado? ¿A qué me compromete todo ello?
-“Porque si Tiro, Sidón, Sodoma y Gomorra... hubieran recibido los mismos beneficios que tú... hace tiempo, que se habrían arrepentido... El día del juicio habrá menos rigor para ellas que para ti”... Las ciudades judías de la orilla del lago -Corozain, Betsaida- son comparadas a las ciudades paganas del norte y del sur -Tiro, Sidón, Sodoma, Gomorra-. Esas ciudades, en tiempo de Jesús, eran el símbolo del desenfreno, del orgullo. Ahora bien, Jesús anuncia que su castigo será menos riguroso que el de las ciudades que han recibido el evangelio. Sí, porque, como entre nosotros, en la inmoralidad y el mal que pueden hacer los que no conocen a Jesús, hay mucha ignorancia (Noel Quesson).
Los talentos que tenemos son recibidos, son, a la vez, don y compromiso. Cuanto más ha recibido uno, más tiene que dar. Nosotros somos verdaderamente ricos en gracias de Dios, por la formación, la fe, los sacramentos, la comunidad cristiana. ¿De veras nos hemos «convertido» a Jesús, o sea, nos hemos vuelto totalmente a él, y hemos organizado nuestra vida según su proyecto de vida? ¿O, tal vez, otras muchas personas, si hubieran sido tan privilegiadas en gracias como nosotros, le hubieran respondido mejor? (J. Aldazábal).
2. Empieza la historia de Moisés, dibujando a grandes rasgos su infancia y juventud. El relato es encantador y, a la vez, significativo. Frente a la voluntad del Faraón, que quiere reprimir al pueblo judío, la sencilla acción de tres mujeres sirve para que los planes de Dios sigan adelante: la madre y la hermana de Moisés, y la hija del mismo Faraón. Los caminos de Dios son sorprendentes. Una cesta en el río y un niño llorando dentro de ella, que conmueve el corazón de la egipcia. Paradojas de la vida: la hija del Faraón adopta y educa al que va a ser el liberador del pueblo oprimido por su padre. El nombre Moisés probablemente era egipcio, pero los judíos lo interpretaron del verbo «mossá», «sacar». Y así aparece Moisés como el sacado, el salvado de las aguas: él que luego será el que libere a su pueblo de la esclavitud, ayudándole a atravesar el Mar Rojo y el desierto. (Como Jesús, que escapa de la matanza de los inocentes en Belén, y que luego será el salvador de todos). No tuvo de momento mucho éxito Moisés entre los suyos, a pesar de que salió de su palacio y les visitó, dándose cuenta de cómo estaban siendo oprimidos. Se ve que ya de joven era de genio vivo y decidido: reaccionó matando a un egipcio. Se dio cuenta que le perseguían y decidió escapar de Egipto, viviendo así primero él personalmente el «éxodo».
-Una madre judía da a luz a un niño. Lo encuentra «hermoso» y lo tiene escondido durante tres meses. No olvidemos el contexto: se obligaba a los hebreos a matar a los nacidos varones. –“Tomó una cesta de papiro -que embadurnó con betún y pez-, colocó en ella al niño y la puso entre los juncos, a la orilla del río. La hermana del niño se apostó a cierta distancia... Sucedió que la hija del Faraón bajó a bañarse en el río... Vio la cesta, la abrió y halló un niño que lloraba”. Tenemos ya una lección doctrinal que apunta bajo los detalles: ¿Por qué hizo este descubrimiento la «hija del Faraón» y no otra persona? Hay un cierto humor en Dios. ¡El mismo Faraón que decidió el exterminio de los judíos es quien contribuirá a salvarlos... sin saberlo! Así sabe Dios darle la vuelta a las situaciones. «Todo concurre al bien de aquellos que le aman» (Rm 8,28). «Derriba a los potentados de sus tronos y ensalza a los humildes» (Lc 1,52). Los poderosos son derribados. Los pequeños son ensalzados. ¡Era un niño que lloraba: será él quien vencerá al Faraón! ¿Sé yo contemplar la obra de Dios en los pequeños detalles de la existencia?
-“Movida a compasión dijo: «Es un pequeño hebreo.»” Conocía bien el edicto de su propio padre. Se atreverá a hacer una excepción. Aquí anda en juego su afectividad: deja que se conmueva su corazón. Pero quizá interviene también su conciencia. Hay casos en los que la conciencia va más allá de las «leyes». Esta será también la reivindicación de Antígona contra las leyes de su padre. Sucede siempre, también HOY, que un cristiano y aún un hombre recto se vea obligado a no someterse a cosas que juzga incompatibles con su fe y sus convicciones profundas. «Vale más obedecer a Dios que a los hombres», dirá Pedro (Hch 4,19).
-“La hermana del niño dijo a la hija del Faraón: "¿Quieres que vaya y busque una nodriza de entre las hebreas para que te críe este niño?"” En la epopeya del Éxodo, estas protagonistas salvadoras no estarán en primera fila. Para la posteridad será Moisés el «libertador»; pero ellas le habrán permitido cumplir su misión. Medito sobre esto: la madre de Moisés, la hermana de Moisés, la hija del Faraón... Los primeros cristianos vieron en ello un símbolo de María. HOY también, con unos acontecimientos muy simples interviene Dios para salvar. No lo hace solo, sino con nosotros y por nosotros. ¿Qué gestos salvadores puedo hacer HOY? ¿Sobre qué punto espera Dios que coopere con El, para la liberación de mis hermanos, para contribuir a la Redención? Dar un niño al mundo. Salvar a un niño. Educar a un niño (Noel Quesson).
3. Somos «liberados», sacados de las aguas, por la Pascua, el bautismo. El salmo señala: «Me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie: he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente. Pero mi oración se dirige hacia ti, Dios mío... Yo soy un pobre malherido, Dios mío, tu salvación me levante». Momentos de oscuridad, de cansancio, de desánimo, no nos faltan a nadie. “No puedo hacer pie”, nos podemos encontrar así cuando estamos desconcertados, cuando los asideros nos fallan y como el niño que no sabe nadar, estamos solos ante un ambiente nuevo, una situación no esperada… También en ocasiones nos encontramos desencantados, pues no han tenido con nosotros las atenciones que esperábamos, y esa falta de cariño nos hace sentirnos solos, desconsolados, desconcertados y a veces con la sensación de quien sin saber nadar se encuentra con que no hace pie: y viene el desconcierto. Es hora de encontrar el sentido de la cruz, y de hacer un acto de generosidad, de actuar de tal modo que procuremos que a nuestro alrededor nadie pruebe esto tan amargo que hemos padecido en esa ocasión; con la experiencia de aquello que sentimos, procuraremos dar a los demás eso que no hemos encontrado... Una técnica de éxito muy sencilla, pero muy poderosa, es sonreír aunque cueste. No hay cosa tan pequeña que dé resultados tan grandes, para cambiar el mundo: mira a las personas con amabilidad, con una sonrisa sincera. Pero a veces no es fácil y uno se pregunta ¿Por qué ese dolor? sobre todo cuando desconcertados no hacemos pie... quizá recordamos cuando no sabíamos nadar y no hacíamos pie, en aguas profundas: los pulmones se disparan, perdemos el aliento ante la sorpresa… así nos sentimos a veces, desconcertados por situaciones que no nos esperábamos, que nos parecen injustas, y ese desconcierto impiden pensar, nos hace sumir en un pozo en el que se hace de pronto la luz. En aquella dificultad hay concertado un encuentro con Dios, que al mismo tiempo prepara para otras pruebas posteriores: un desgarramiento interior –sacrificio- suele ser un preludio del éxtasis, en la sinfonía de la vida, y al mismo tiempo es eso un camino para reforzarse para lo que vendrá… Desnudez del alma que se une a Dios, fortaleza que ya nada tiene de humano, santuario donde se da el Encuentro... (estoy pensando en la noche oscura de Teresa de Calculta y la crisis de S. Unsted, noruega conversa que en "la zarza ardiente" presenta un converso casado con una chica, una “muñeca” anti-católica. A veces la vida nos deja tristes y desconcertados, con una visión pesimista de la condición humana. Hay presiones, surge un sentimiento de insatisfacción, nos falta aire... en esos momentos hay que tener paciencia, liberarse de la opinión de los demás y de la honra, y encontrar una capa más interior en la que sólo Dios cuenta… y esos amigos que nos mantienen en contacto con la realidad, por esa confianza con ciertas personas confiamos en lo que nos dicen algunos, pero no en “el mundo”, “las modas”, o esa opinión que se ha creado sobre nosotros mismos… El tiempo nos da muchas respuestas, pone las cosas en su sitio, vemos que el dolor ennoblece a las personas y las sensibiliza, las hace solidarias, al punto de olvidar su propio dolor y conmoverse por el ajeno... Aprendemos a valorar las cosas importantes que están cercanas, y no desear lo que está lejano… aprendemos a interpretar ese silencio de Dios y las pistas que nos da en Jesús en la Cruz, que sufre callando, que sintió “eso” en su vida, y murió para con su dolor dar sentido al nuestro. Este Dios vivo nos deja rastros a su paso por la historia, como los montañeros que dejan marcas en el camino por donde pasan, hay unos mensajes que nos llegan como en una botella a la playa, en medio del mar de dolor, mensajes que se pueden oír en cierta forma, cuando tenemos el oído y corazón preparado. Son pistas que nos hablan de confiar, de amar, de que ante nosotros se abren dos puertas, la del absurdo (el sin-sentido) y la del misterio (la fe): abandonarnos en las manos de Dios es el camino que da paz, aunque no está exento de dolor, pero éste adquiere un sentido. Y sobre todo es Jesús en la Cruz que en tres horas de agonía nos muestra un libro abierto, hasta exclamar aquel “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?” Él, sin perder la conciencia de que aquello acabaría en la muerte, cuando se siente abandonado incluso por Dios, se abandona totalmente en los brazos de Dios, y se produce el milagro: pudo proclamar aquel grito desgarrador por el que decretó que “todo está consumado”; así, con la entrega de su vida la muerte ha sido vencida, ya no es una puerta a la desesperación sino hacia el amor del cielo, la agonía se convirtió en victoria y podemos unirnos, por el sufrimiento, al suyo y a su Vida. Es ya un canto a la esperanza, a la resurrección.
Llucià Pou Sabaté

lunes, 13 de julio de 2015

Lunes de la semana XV de tiempo ordinario; año impar

Lunes de la semana 15 de tiempo ordinario; año impar

Jesús nos enseña a dar la vida por él y los demás, pues la vida cuando se da, se encuentra
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: -«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades” (Mateo 10,34-11,1).
1. Termina hoy el «discurso de la misión» de Mateo. Jesús, escucho las grandes paradojas:
-“No penséis que he venido a traer paz a la tierra... he venido a traer espada... Porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre”... Jesús, estás afirmando es que seguirle a él comporta una cierta violencia: espadas, división en la familia, opciones radicales, renuncia a cosas que apreciamos, para conseguir otras que valen más. No es que quieras dividir: pero a los creyentes, la fe les va a acarrear, con frecuencia, incomprensión y contrastes con otros miembros de la familia o del grupo de amigos. Hay muchas personas que aceptan renuncias por amor, o por interés (comerciantes, deportistas), o por una noble generosidad altruista (en ayuda del Tercer Mundo). Los cristianos, además, lo hacen por la opción que han hecho de seguir el estilo evangélico de Jesús. Ya se lo había anunciado el anciano Simeón a María, la madre de Jesús: su hijo sería bandera discutida y signo de contradicción. Y lo dijo también el mismo Jesús: el Reino de Dios padece violencia y sólo los «violentos» lo consiguen. La fe, si es coherente, no nos deja «en paz», aunque nos da una paz que el mundo no puede dar. Nos pone ante opciones decisivas en nuestra vida. Ser cristianos -seguidores de Jesús- no es fácil y supone saber renunciar a las tentaciones fáciles en el tener, o en el poder, o en el placer.
-“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. Atender y amar a nuestros padres es muy importante, y tiene que traducirse en actos concretos de ayuda mutua y de justicia (Mc 7,11). El hijo egoísta está desnaturalizado, y quien se despega demasiado de los padres luego eso paga factura, pues va contra la naturaleza, y también nos impediría amar sinceramente a los nuestros o a aquellos con los que convivimos. Pero si hay que escoger, seguir a Jesús es más importante, y te pido hoy, Jesús, que estés por encima de todos los lazos terrestres, aun los más sagrados, como los de la familia; hay que amarte más a ti que a mis padres: «amar a Dios sobre todas las cosas» (J. Aldazábal).
-“El que conserve su vida, la perderá. Y el que pierda su vida "por mí... la conservará”. Otra vez ponemos en segundo lugar lo más importante: la "vida" es el mayor bien. Jesús afirma aquí una de las leyes fundamentales de la existencia: no hay que estar pendiente de la propia vida, no tratar de poseerla para sí en una especie de ansia egoísta... Hay que salir de sí mismo, ir más allá, superarse. Pero es cuando nos “damos” que nos “encontramos”, en el olvido de sí mismo es donde se halla la verdadera "vida", la verdadera felicidad, el verdadero crecimiento y plenitud. La Palabra de Jesús no tiene pues ningún aspecto negativo, ni triste ni punible: es una palabra de luz y de alegría."Dando" su propia vida, como Jesús, uno "encuentra la vida" y esta vida, que se encuentra de nuevo es mucho más valiosa que la simple vida terrestre: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10,10).
Cada misa es el memorial y la renovación del don que Jesús hizo de Sí mismo antes de pedirnos que esta actitud sea también la nuestra: "He aquí mi vida entregada por vosotros, he aquí mi cuerpo y mi sangre entregados por vosotros...". ¿Cómo voy, desde HOY, a entregar mi vida?
-“El que recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. Y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de esos humildes... no perderá su recompensa”. ¡La acogida! ¡Ser acogedor! Es la forma sonriente del amor. Es el don más sencillo y el que con más frecuencia se puede practicar siempre, incluso cuando se es muy pobre y no se tiene otra cosa que dar. A lo menos, siempre se puede hacer esto: cuidar que sean siempre acogedores y amables nuestro trato y nuestras relaciones humanas. Jesús ha evocado tres clases de miembros de la comunidad: los profetas -los que tienen una responsabilidad en la comunidad-; luego los justos -los que no tienen más que su vida justa y honrada a ofrecer como modelo-..., en fin, los pequeños -los que no tienen ninguna responsabilidad en la comunidad. Es la cima y la conclusión de todo ese discurso apostólico de Jesús (Noel Quesson).
2. Empezamos hoy la lectura del Libro del Éxodo, seguimos con la historia del pueblo elegido, 400 años después de que José concluyera la era de los patriarcas. Estamos en el siglo XIII antes de Cristo.
-“Se alzó en Egipto un nuevo rey que nada sabía de José”. El Faraón -¿Ramsés II?- ya no recuerda los favores que deben a José. Israel es un pueblo numeroso que provoca recelos, y además a los egipcios les interesa poder disponer de mano de obra abundante y barata. HOY en mi vida propia, y en la vida de mis hermanos a mi alrededor, abriré bien los ojos sobre las situaciones en las que se sufre.
-“Israel es reducido a cruel servidumbre”... Esclavitud laboral y orden de eliminar a los niños que vayan naciendo (las comadronas a veces no obedecen, un hermoso caso de «objeción de conciencia»). Ahí es cuando empieza la historia de Moisés, que es también la historia de un Dios que ha decidido liberar a su pueblo. Capataces brutales... Vida insoportable... HOY todavía hay situaciones de ese tipo: trabajos penosos impuestos... genocidio... siguen habiendo muchos «oprimidos», «despreciados», «aplastados», gente cuya vida «es demasiado dura», categorías enteras de «los sin voz». Miro a mi alrededor y pongo nombres concretos, quizá algunos rostros, sobre estas «Palabras de Dios» relatadas aquí.
-“Los hijos de Israel, gimiendo bajo la servidumbre, clamaron al cielo y su llamada de ayuda subió hasta Dios, desde el fondo de su servidumbre. Dios escuchó sus gemidos”. Dios se revela aquí como el «Dios de los pobres» Dios oye el grito de los pobres. Escucha los gemidos de los que sufren. ¿Y yo? Descubrir esto, afirmar que "Dios es salvador" y no comprometerse al servicio de los pobres, sería una mentira. Jesús, siglos más tarde, nos repetirá que Dios está de parte de los que gimen, para liberarlos: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados» (Mt 11, 28; Noel Quesson).
3. Entendemos por qué Israel y nosotros cantamos con gratitud: «Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, nos habrían tragado vivos... Bendito el Señor que no nos entregó en presa a sus dientes. Nuestro auxilio es el nombre del Señor»: hemos sido liberados por el nuevo Moisés, Cristo Jesús. Con su muerte -su «éxodo»- nos ha hecho salir de la esclavitud y nos ha hecho miembros del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. Podemos rezar con pleno sentido: «si el Señor no hubiera estado de nuestra parte...». Antes se apelaba al pueblo que vivió el primer éxodo: «que lo diga Israel». Ahora somos nosotros los que podemos dar gozoso testimonio: «que lo diga el pueblo de los liberados por Cristo Jesús». ¿Tenemos experiencia de «liberados» por Cristo, de reconciliados por él, de salvados? También podemos reflexionar desde otra perspectiva. Las situaciones de injusticia continúan a lo largo de la historia. Situaciones de opresión económica y humana. Situaciones de genocidio en diferentes partes del mundo, de las que nos enteramos, día tras día, por los medios de comunicación, y no nos tendrían que dejar indiferentes. A Dios le sigue doliendo el sufrimiento del pobre y del débil, y busca las personas para la liberación de los oprimidos. Lo mismo que entonces a Moisés, ahora nos encarga a nosotros -a los cristianos y a todos los de buena voluntad- que luchemos contra la injusticia. Siempre podemos aportar algo para solucionar los grandes problemas del mundo, con ayuda económica o trabajo personal. Pero, además, hemos de colaborar en nuestro mundo más cercano. Ante todo, no creando nosotros mismos situaciones de injusticia. Y, luego, denunciando, si es el caso, los atropellos de los derechos humanos, y trabajando nosotros en la mejora de la vida de los más pobres, en el terreno de la educación, de la sanidad, de la atención social y, naturalmente, en la evangelización cristiana, factor fundamental para la liberación integral de la persona humana.
S. Agustín comenta así este salmo de esperanza: "También a nosotros nos sostiene una segura esperanza, y cantaremos con júbilo. En efecto, para nosotros no son extraños los cantores de este salmo... Por tanto, cantemos todos con un mismo espíritu: tanto los santos que ya poseen la corona, como nosotros, que con el afecto nos unimos en la esperanza a su corona. Juntos deseamos aquella vida que aquí en la tierra no tenemos, pero que no podremos tener jamás si antes no la hemos deseado". Los santos pensarán: “como habría sido difícil conseguir la liberación si no hubiera intervenido la mano del Liberador para socorrerlos, llenos de alegría exclaman: "Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte". Así inician su canto. Era tan grande su júbilo, que ni siquiera han dicho de qué habían sido librados". En Jesús se manifiesta mediante los milagros que “Dios estaba con él” (Hch 10,38) y cómo Dios lo libra de los lazos de la muerte con la resurrección: “danos, Señor, tu ayuda en la tribulación (…) fortaleza para luchar en los combates, y míranos propicio (…) en esta hora de la prueba” (S. Eulogio de Córdoba).
Llucià Pou Sabaté

sábado, 11 de julio de 2015

Domingo XV de tiempo ordinario; ciclo B

Domingo de la semana 15 de tiempo ordinario; ciclo B

Somos hijos de Dios, con la misión de ser apóstoles de su reino de paz.

«Y llamó a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles potestad sobre los espíritus inmundos. Y les mandó que no llevasen nada para el camino, ni pan, ni alforja, ni dinero en la bolsa, sino solamente un bastón; y que fueran calzados con sandalias y no llevaran dos túnicas. Y les decía: Si entráis en una casa, permaneced allí hasta que salgáis de aquel lugar. Y si en algún sitio no os reciben ni os escuchan, al salir de allí sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos. Y habiendo marchado, predicaron que hicieran penitencia; y expulsaban muchos demonios y ungían con óleo a muchos enfermos y los curaban.» (Marcos 6, 7-13)
1. El Evangelionos cuenta cómo “llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos… ellos salieron a predicar la conversión” y curaban a los enfermos. Hay tantos enfermos… A veces hay gente que dejar de tratar a Jesús, personas que no quieren sentirse hijos de Dios, que se van lejos… nosotros les decimos que somos libres de irnos lejos de Él si queremos, pero cuando Jesús nos dice: “¿vosotros también queréis iros?” le respondemos: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna". Porque la vida no tiene gracia sin ti, Señor: tú eres ya el cielo, el amor para siempre, mi Dios, y sin un “para siempre” el amor no existe, y con tu amor la gente que amamos son para siempre… además, estar sin ti es un infierno insoportable, y estar contigo es un dulce paraíso, hasta los momentos duros tienen un sentido, podemos ofrecerlos como sacrificio, unir aquello que nos cuesta a la tu cruz para salvar almas. Ésta es nuestra misión, Señor, ayudarte en este Reino de Dios que quieres que extendamos con tu Palabra, el Evangelio, a todos los que lo deseen.
Esto se vive de un modo especial en la Eucaristía: ¡Qué momento más bueno, el momento de la comunión, cuando estamos con Jesús, para pedirle por todo el mundo, especialmente los más necesitados!, y cuando oigamos el saludo final de la Misa cuando el sacerdote dice: "Podéis ir en paz", Jesús nos invita a llevar la paz a los demás, llevamos a Jesús con nosotros. Podemos ver a Jesús en un enfermo, en los demás, y pensamos que dar un vaso de agua fresca a quien lo necesite es también ayudar a Jesús que está en aquel hermano. Ir en paz es hacer las paces enseguida cuando nos enfadamos, es comprender y perdonar, la condición que pone Dios para podernos enterar de que Él nos perdona.
También nos hablas, Jesús, de desprendimiento, que “es señorío; no clamorosa y llamativa pobretería, careta de la pereza y del abandono. Debes ir vestido de acuerdo con el tono de tu condición, de tu ambiente, de tu familia, de tu trabajo..., como tus compañeros, pero por Dios, con el afán de dar una imagen auténtica y atractiva de la verdadera vida cristiana. Con naturalidad, sin extravagancias: os aseguro que es mejor que pequéis por carta de más que por carta de ni en os. Tú, ¿cómo imaginas el porte de Nuestro Señor?, ¿no has pensado con qué dignidad llevaría aquella túnica inconsútil, que probablemente habrían tejido las manos de Santa María? (...) Tú y yo nos esforzaremos en estar despegados de los bienes y de las comodidades de la tierra, pero sin salidas de tono ni hacer cosas raras.
”Para mí, una manifestación de que nos sentimos señores del mundo, administradores fieles de Dios, es cuidar lo que usamos, con interés en que se conserve, en que dure, en que luzca, en que sirva el mayor tiempo posible para su finalidad, de manera que no se eche a perder” (J. Escrivá, Amigos de Dios 122).
También Juan Pablo II nos animaba: «el espíritu de penitencia y su práctica nos conducen a desprendernos sinceramente de todo lo que poseemos de superfluo, y a veces incluso de lo necesario, que nos impide «ser» verdaderamente lo que Dios quiere que seamos» (20-II-1980).
2. Amós fue muy atacado, pero respondió que hacía las cosas no por gusto sino por ser instrumento de Dios: “No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo de Israel”. El profeta molestaba demasiado a la gente: a la casa real, a los funcionarios políticos, a los comerciantes sin moral… pero no puede dejar de hacer lo que Dios le pide, como dice San Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizara!» Primero está Dios, aunque lo pasemos mal, aunque no esté de moda ser cristiano. En un grupo de amigos una chica se reía de Jesús, y un chico le explicó a su manera que había venido a salvarnos, y sufrido por nosotros, muerto y resucitado: le dijo: “imagínate que te estás ahogando y te desmayas y voy y te salvo pero luego tú me desprecias y –dirigiéndose a otro del grupo- te vas con éste…” Ella se emocionó por la fuerza con que lo contaba el amigo y contestó casi llorando: “es que a mí no me han enseñado nunca estas cosas”. Vamos a hacer propósitos de ayudar a la gente a conocer a Jesús, a sentirse hijos queridos de Dios, a no estar nunca solos.
El Salmo dice: “muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación… Voy a escuchar lo que dice el Señor”: pues vamos a hacer oración, a escuchar lo que nos dice: También te pido, Jesús, sinceridad, contar lo que me preocupa. Si el agua no corre, se hace charca y se llena de bichos. No quiero encerrarme con mis problemas, te los quiero contar, y si no me quedo tranquilo los contaré a la persona que me merezca confianza porque, junto a la oración, necesitamos un desagüe como los aparatos de lavar platos, para quitar el agua sucia: charlar de las cosas, confesar, y se pasan los problemas… no quiero hacer como el avestruz, que cuando tiene miedo de alguien esconde la cabeza y la hunde en la arena, pensando que si no ve el peligro ya no hay problema, porque aunque no vea el león, el león se lo come igual… Como un niño que, cuando ha roto algo, cierra los ojos y piensa que si cierra los ojos aquello ya desaparece… no se van las cosas dejando de mirar, ni aquello que da miedo... sino cuando nos acercamos a Dios: “«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigosLa salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante Él, la salvación seguirá sus pasos”. Es un salmo de salvación: "gracias, Señor, Tú has hecho esto conmigo... Tú me has concedido esto o aquello... Tú me has perdonado...".
3. San Pablo a los Efesios bendice a Dios que “nos eligió en la Persona de Cristo -antes de crear el mundo- para que fuésemos santos e inmaculados ante Él por el amor. Él nos ha destinado en la Persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos” y nos quiere con locura y nos perdona y nos da el cielo y todo su amor, y este plan tan estupendo nos lo encontramos en la Misa. La Eucaristía es el sacramento del amor, allí Jesús nos enseña a querer, nos ofrece ser siempre amigos: "Yo estaré con vosotros cada día hasta el fin de los siglos". Y también está allí para consolarnos cuando estemos tristes y tengamos ganas de ir a la habitación, enfadados y sin ganas de ver a nadie: "venid a mí todos los que estéis cansados o agobiados, y yo os aliviaré". Podemos pedir a Jesús que nos ayude a recibirle como lo hizo la Virgen María, como dice la comunión espiritual: “yo quisiera recibirte, Señor, con la pureza, humildad y devoción con que te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”. También en la acción de gracias después de comulgar -tiempo de recogimiento, los momentos más íntimos- en el que agradecemos a Dios que haya venido a nosotros, podemos estar con Jesús a solas, con calma, a gusto.
Llucià Pou Sabaté

viernes, 10 de julio de 2015

Sábado de la semana XIV de tiempo ordinario; año impar

Sábado de la semana 14 de tiempo ordinario; año impar

Jesús nos llama a cada uno en el camino de la vida, y nos habla de no tener miedo, pues la providencia de Dios saca bien de todo lo que nos pasa a lo largo del camino de la vida
 “No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!«No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10,24–33).
1.Jesús, eres el Maestro resucitado, que sigues enseñando a tus discípulos por medio del Espíritu. Continúas enviando a tus discípulos para ser misioneros abiertos a todas las gentes, y a todas sus culturas. Los sigues formando en la escucha atenta de tu Palabra en la Biblia y en la vida.
Nos pides, Señor, ser semejantes a ti, imitarte, adoptar tus pensamientos, tus maneras de ver y de amar. Todo el esfuerzo de nuestra vida es reconocerte.
-“Y si al Cabeza de familia lo han llamado "Belcebú" ¡cuánto más a la gente de su casa!” Se te acusa, Jesús, de ser un poseso. Siendo criticados y acusados nos parecemos a ti, Señor, el "cabeza de familia": tu casa, familia, es la Iglesia, nosotros somos "la gente de tu casa". Tú habitas con nosotros. Que seas Tú verdaderamente el "cabeza de familia", el que guía, el que decide, con quien agrada encontrarse, a quien se pide consejo, con quien se confía.
-“No les temáis... No tengáis miedo de los que matan el cuerpo”... No temáis: vosotros valéis más que todos los gorriones juntos. Por tres veces, Jesús, nos repites que no tengamos miedo. Para ti, Dios está presente en los menores acontecimientos de nuestras vidas: no cae un pájaro del nido sin que Dios no lo disponga... No crece una hierba, no madura un fruto, ni un solo animalillo sufre sin que Dios no lo sepa: Dios lo sabe todo, se interesa por todas sus criaturas... Dios ama a todas sus criaturas. Con más razón se interesa por sus criaturas preferidas, los hombres, sus hijos muy amados. "Los cabellos de vuestra cabeza están contados... ¡Vosotros valéis más que todos los pájaros del mundo! ¡No tengáis miedo!" ¿Tengo hacia el Padre esa confianza absoluta, inaudita que Jesús me sugiere?
-“Lo que os digo "en secreto"... "en la oscuridad"... "al oído"... Dadlo a conocer en torno vuestro, a plena luz, ¡proclamadlo!” Esas imágenes evocan la idea de confidencia: Jesús, tú no gritas al hablar... no te impones, nos hablas bajito, a media voz, junto al oído, si sabemos escucharle atentamente... es como un secreto confiado.
Haz, Señor, que oiga tu dulce y discreta voz, en la oración. Que sepa dedicar un tiempo a rezar cada día. Y luego ayúdame a repetir, a proclamar a todos tu Palabra.
-“Todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, Yo me pronunciaré por él ante mi Padre del cielo”. Jesús, quieres ser nuestro "mediador": te pido que seas mi defensa (Noel Quesson)
«No tengáis miedo». Es la frase que más se repite en el pasaje de hoy. «No tengáis miedo de soñar», decía Benedicto XVI en el encuentro con los jóvenes en Loreto: «hoy por desgracia, con frecuencia, una existencia llena y feliz es vista por muchos jóvenes como un sueño difícil y, en ocasiones, casi irrealizable».
Quizá el materialismo ahoga la espiritualidad, y –seguía diciendo- «muchos de vuestros coetáneos ven el futuro con miedo y se plantean muchos interrogantes”. Se preguntan «cómo integrarse en una sociedad caracterizada por muchas y graves injusticias y sufrimientos. ¿Cómo reaccionar ante el egoísmo y la violencia que, en ocasiones, parecen prevalecer? ¿Cómo dar un sentido a la vida?»
La respuesta es Cristo: «¡No tengáis miedo, Cristo puede llenar las aspiraciones más íntimas de vuestro corazón!:… cada uno de vosotros, si está unido a Cristo, puede hacer grandes cosas».
«Por este motivo, queridos amigos, no debéis tener miedo de soñar, con los ojos abiertos, en grandes proyectos de bien, y no tenéis que dejaros desalentar por las dificultades». Como hemos de tener un espíritu joven, nos van muy bien estas palabras.
No es el éxito inmediato delante de los hombres lo que cuenta. Sino el éxito de nuestra misión a los ojos de Dios, que ve, no sólo las apariencias, sino lo interior y el esfuerzo que hemos hecho. Si nos sentimos hijos de ese Padre, y hermanos y testigos de Jesús, nada ni nadie podrá contra nosotros, ni siquiera las persecuciones y la muerte. El ejemplo lo tenemos en ti, Jesús, objeto de contradicciones y muerte de cruz. Pero no cediste, amaste la verdad aunque incomodara a los poderosos. Y salvaste a la humanidad y fuiste elevado a la gloria de la resurrección.
Las pruebas y las dificultades de la vida -las personales, de nuestro ambiente o del mundo- no nos deben asustar; y sigamos anunciando a plena luz, a los cercanos y a los lejanos, la buena noticia de la salvación que Dios nos ofrece (J. Aldazábal)
¿Recordáis que el Papa Juan Pablo II comenzó su pontificado gritando con fuerza ese "No tengáis miedo" de Jesús? Son palabras importantes: porque hay mucho miedo: nos asusta todo lo que no controlamos, y el futuro y la muerte… y la posibilidad de no salvarnos, pero nos dice san Juan que “El amor perfecto echa fuera el temor”, que “el que tiene miedo no es aún perfecto en el amor”: y nos han infundido mucho miedo, se ha entendido mal el temor de Dios, que está usado en la Biblia como sinónimo de reverenciarlo y no prescindir de El; de tomarlo en cuenta para confiar y esperar en Él; de no olvidarse de que Él es la suprema Realidad. Se ha tomado como una opresión a la conciencia para estar sin paz pensando que estamos en pecado, cuando Jesús nos dice: "Soy Yo, no temáis... ¿por qué teméis?... no se turbe vuestro corazón; la paz sea con vosotros; os doy la paz mía".
«No debes desconfiar de Dios ni desesperar de su misericordia; no quiero que dudes ni que desesperes de poder ser mejor: porque, aunque el demonio te haya podido precipitar desde las alturas de la virtud a los abismos del mal, ¿cuánto mejor podrá Dios volverte a la cumbre del bien, y no solamente reintegrarte al estado que tenias antes de la caída, sino también hacerte más feliz de lo que parecías antes?» (Rabano Mauro).
2. Están abreviadas, hoy, las despedidas de los dos últimos patriarcas, Jacob y José, con lo que se cierra el ciclo de Abrahán. Es nuestra última página del Génesis (el lunes iniciaremos la lectura del libro del Éxodo). Jacob siente que va a morir, que va a «reunirse con los suyos», y encarga que sin falta, cuando vuelvan a la tierra de Canaán, lleven sus restos mortales a la aldea de Mambré, cerca de Hebrón, a la cueva de Macpela que había comprado Abrahán y donde están enterrados sus antepasados. La muerte está contada con unos rasgos sencillos y emocionantes: «recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos». Queda José con sus hermanos y sus familias. Cuando Jacob murió, los hermanos de José temieron a éste, y decidieron enviarle este mensaje: ‘antes de morir, tu padre nos encargó que te dijéramos que perdonaras nuestro crimen...’ Al recibirlo, José les respondió: No tengáis miedo...; yo os mantendré a vosotros y a vuestros hijos...” Quien asumió con resignación el ser vendido; quien asumió el trabajo y servicio a los demás como vía de realización personal humana en Egipto; quien alcanzó puestos de gran poder y honor en el mundo; quien no cultivó odio alguno en su corazón, acaba siendo ángel de la guarda de aquéllos que un día le traicionaron. Ése es el triunfo de la caridad, de la suma verdad, del amor.
Una vez más, aparece la magnanimidad de José y su perdón: «no tengáis miedo, ¿soy yo acaso Dios?». Es Dios quien juzga y premia y castiga. De nuevo José interpreta lo sucedido desde la visión providencial de Dios: «vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso». También José les hace prometer que, cuando abandonen Egipto, llevarán sus restos a la tierra prometida por Dios a Abrahán. En efecto, así lo hicieron y fue enterrado en la cueva de Macpela, en Hebrón, la llamada «tumba de los patriarcas».
La muerte de nuestros seres queridos es buena ocasión para reflexionar: nos recuerda la caducidad de la vida, nos invita a reconciliarnos con los que permanecemos aquí, nos ayuda a echar una sabia mirada hacia atrás y hacia delante, nos sitúa en la presencia de Dios como Señor de la vida y de la muerte, nos consuela al pensar que «los nuestros», nuestros seres queridos ya fallecidos, se mantienen en comunión con nosotros de un modo misterioso y nos esperan hasta que también a nosotros nos llegue la hora final...
En nuestra Eucaristía recordamos, no sólo a la Virgen y a los Santos, sino también a nuestros difuntos, con quienes nos sentimos unidos y para quienes pedimos a Dios que les conceda contemplar la luz de su rostro y participar de su felicidad. Cuando nosotros, en nuestra muerte, pasemos también a la nueva existencia, «nos reuniremos con los nuestros» en un reencuentro gozoso y definitivo. Además, como para la familia de José, esos momentos son los mejores para la reconciliación y la amnistía, momentos en que hay que saber olvidar y empezar de cero, reparando brechas y tensiones y dejando el juicio último a Dios. José renueva su perdón con sencillez, sin darse importancia: «y los consoló hablándoles al corazón». Los hermanos renuevan su arrepentimiento. Todos maduran y la historia sigue. Sería bueno que, cuando nos asaltan sentimientos de venganza, repitiéramos la frase de José: «¿soy yo acaso Dios?», y tuviéramos el valor de perdonar y seguir con naturalidad la vida.
3.“¡Dad gracias a Yahvé, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas! ¡Cantadle, salmodiad para Él, sus maravillas todas recitad; gloriaos en su santo nombre, se alegre el corazón de los que buscan a Yahvé!” La obra redentora del Señor, que domina toda la tierra, y cuida de sus criaturas, se expresa en este salmo en una acción de gracias y una invitación a la alabanza. Las invitaciones iniciales van dirigidas a Israel y a los que acuden al templo donde se recitaban el inicio de este salmo con otros, para hacer memoria de la causa de nuestra alegría, de lo que nos llena de esperanza: “¡Buscad a Yahvé y su fuerza, id tras su rostro sin descanso, Raza de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido: Él, Yahvé, es nuestro Dios, por toda la tierra sus juicios”.
Llucià Pou Sabaté