martes, 5 de agosto de 2014

Miércoles de la semana 18 de tiempo ordinario

Miércoles de la semana 18 de tiempo ordinario

Los planes divinos se van cumpliendo a pesar de nuestros pecados, si acudimos a su misericordia; Él atiende nuestros ruegos y nos salva
“En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: -«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: -«Atiéndela, que viene detrás gritando.» Él les contestó: -«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: -«Señor, socórreme.» Él le contestó: -«No está bien echar a los perros el pan de los hijos.» Pero ella repuso: -«Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.» Jesús le respondió: -«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.» En aquel momento quedó curada su hija”(Mateo 15,21-28).
1. -Jesús se retiró a esas ciudades fenicias (actual Líbano). “Y una mujer Cananea, de aquella región salió y se puso a gritarle”... Una mujer extranjera consigue de Jesús la curación de su hija. Señor, vemos la fuerza de tu corazón y tu dedicación a “los paganos”. Dirá san Pablo que das a "todas las naciones" la Alianza reservada hasta aquí a Israel. Quisiera escuchar el grito de esa mujer, quisiera escuchar la de las personas de mi alrededor que quizá no acierto a oír.
-"¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija tiene un demonio muy malo." No le contestas palabra, Señor... Y tú habías dicho: "Todo lo que pediréis se os concederá... llamad, y se os abrirá..." No obstante, callas… ¿Por qué, tan a menudo pareces no responder cuando te imploramos que nos liberes?
-"Concédeselo, que viene gritando detrás..." dicen los apóstoles. ¿Fastidio?; ¿verdadera emoción ante la miseria de esa pobre madre?
-Jesús respondió: "He sido enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel." Después del silencio, parece que hay rechazo. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué aparentas rechazar? Sabemos, sin embargo, que hay ternura en tu corazón, y que has venido para "salvar a todos los hombres".
-“Ella se adelantó y se prosternó ante El: "Señor, socórreme"”. ¡Oh admirable insistencia! Veo que las dificultades se convierten en oportunidades cuando estoy contigo, Señor: y es una purificación de la Fe, ayúdame a entender esta fuerza que viene de la verdadera oración.
"Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". Ante aquel grito de dolor, Cristo va a poner la última prueba. Le dice que no está bien quitarle el pan a los hijos para dárselo a los perritos. Nos cuesta entrar en estas palabras… nos quedamos con el modelo de oración, siguiendo al santo cura de Ars: “vemos muchas veces que el Señor no nos concede enseguida lo que pedimos; esto lo hace para que lo deseemos con más ardor, o para que apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no es una negativa sino una prueba que nos dispone a recibir más abundantemente lo que pedimos”.
La oración de la mujer “pagana” es un modelo de oración, sencilla y honda: «Ten compasión de mí, Señor» (en griego: Kyrie, eleison). Jesús, alabas  varias veces la fe de los extranjeros (el buen samaritano, el otro samaritano curado de la lepra, el centurión romano…), en contraposición a los judíos, los de casa, a los que se les supone fe. Que no olvide, Señor, el valor de la humildad. Que no sea mi oración rutinaria sino sencilla (J. Aldazábal).
Esta mujer insiste: "Cierto, Señor; pero también los perrillos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos". No abandonará su plegaria, irá hasta el fin. -Jesús le dijo: "¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas."
Señor, te pido no sentirme privilegiado por mis méritos, sino por tu amor. Que me sienta invitado a comer el pan de los hijos de Dios (Noel Quesson).
2. Leeremos hoy una de las explicaciones de los «cuarenta años» de estancia por el desierto. Sin duda hubo razones naturales de ese largo plazo... pero en años posteriores, reflexionando en la fe sobre ese hecho, se vio en ello un castigo: ninguno de los que murmuraron contra Dios podrá entrar en la Tierra Prometida... Toda la «generación» culpable morirá antes; tan sólo los hijos podrán beneficiarse de las promesas. Jesús comparó, a menudo a los hombres de su tiempo a esta «generación» del desierto (Mt 12,39; Lc 11,29).
-“Envía algunos hombres, uno por tribu a que exploren el país de Canaan, que doy a los hijos de Israel... Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar la tierra... Les hicieron una relación y les mostraron los productos del país”... Hoy, en Israel, en muchos lugares está representada esa escena: se ve a dos hombres con un bastón sobre los hombros y colgado de él llevan un enorme racimo de uvas ¡tan grande que uno solo no podría llevar! Símbolo de la fecundidad extraordinaria de ese país de Jauja ante el cual se encuentran. Para esos nómadas habituados a tantas privaciones en el desierto, es motivo de envidia y de esperanza: ¡la Tierra prometida está allá muy cerca!
-“Hemos explorado el país donde nos enviaste. De veras es una tierra que mana leche y miel. Ved ahí los productos”. Expresión simbólica muy evocadora: leche, miel, vino. Y todo esto en abundancia ¡una fuente inagotable de bienes! Más allá de la materialidad de esos alimentos suculentos, hemos de aceptar la revelación que aquí se nos repite, de un Dios que quiere colmar de felicidad su creación. ¿Soy un hombre de esperanza, abierto a la alegría que llega? ¿Creo en profundidad que Dios destina su creación a que el hombre encuentre en ella su propia ALEGRÍA divina, cuyo acceso nos abre? «Servidor bueno y fiel, entra en la alegría de tu señor» (Mt 25,21).
-“Todo el pueblo que habita ese país es poderoso. Las ciudades fortificadas son muy grandes. Ese pueblo es más fuerte que nosotros. Todos los que allí hemos visto, son altos. Hemos visto también gigantes. Nosotros nos veíamos ante ellos como saltamontes…” El testimonio de los exploradores confirma, efectivamente, lo que Dios había prometido sobre la excelencia de la tierra (cf Ex 3,8). Al resaltar el poder de los pueblos que lo ocupan, por una parte se alude al poder de Dios y a su amor hacia su pueblo ya que los arrojará de allí (cf Dt 7,1), y por otra prepara el argumento de la protesta que tendrá lugar luego. En cuanto a los pueblos que se citan: los descendientes de Anac son los gigantes que, según la tradición israelita, poblaban la zona sur de Canaán, y de cuya origen se habla en Gn 6,1-4.
Los amalecitas eran seminómadas que se movían al sur de Négueb, y con los que lucharon los israelitas en más de una ocasión (cf Ex 17,8-16). Los hititas habían sido un gran imperio en el siglo XIV a.C. y los amorreos fueron los ocupantes de los valles del Tigris y el Éufrates. Los jebuseos fueron los anteriores pobladores de Jerusalén. La distribución de esos pueblos de la Tierra está simplificada recogiendo datos de carácter genérico (Biblia de Navarra).
-“Entonces toda la comunidad alzó la voz y se puso a gritar. Y el pueblo lloró aquella noche”. Clamor emocionante de los descorazonados de todos los tiempos, a los que hay que saber escuchar y que puede suscitar nuestra oración y nuestra acción... (Noel Quesson).
Ahora el texto habla de castigo divino, los 40 años de desierto… pienso que son modos primitivos de adjudicar a Dios las cosas que pasaban en la historia del pueblo, y en su condescendencia Dios deja que se escriban estas cosas. Luego, sobre todos estos castigos aplicado también a los sucesores responderá Jesús que no pecaron ni ellos ni sus padres, sino que la gloria de Dios se manifiesta también sobre estas cosas… sobre estas interpretaciones encontramos un sentido profundamente cristológico que es el más interesante y verdadero… Dios se sirve de la historia para manifestarse…
3. Muchas veces nos parece que el mundo está mal, que yo estoy mal, que no me gusta lo que me pasa… pero es por dejarnos influir por cosas que podríamos aprovechar como oportunidades en crecimiento en el amor. Por eso, podemos decir con el salmo: «hemos pecado, hemos cometido maldades, se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto...» Nuestra actitud definitiva debería ser la de optar por la confianza. Confiar no significa cruzarse de brazos, esperando que Dios lo haga todo. Significa seguir trabajando con ilusión, seguros de que la gracia de Dios sigue actuando y realiza maravillas. Que es él quien riega y da eficacia y fruto a nuestro trabajo. Dios no cabe en ningún ordenador. Dios no sale en las estadísticas. Tendríamos que seguir escuchando, a pesar de las apariencias en contra, la palabra repetida de Dios: «no tengáis miedo... Yo estoy con vosotros». Y seguir creyendo que, después de la noche, viene siempre la aurora. Que al invierno le sigue la primavera. Que la Pascua siempre está activa. Y que dentro de las personas hay muchas cualidades buenas. Como Moisés, deberíamos estar dispuestos a pedirle a Dios por este mundo concreto en que vivimos, no el que quisiéramos idealmente. Como dice el salmo, «Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a él, para apartar su cólera del exterminio». ¿Pedimos los castigos de Dios sobre este «mundo perverso» o, más bien, intercedemos ante Dios para que siga teniendo paciencia una vez más, como el agricultor con la higuera estéril, dándole tiempo para rehabilitarse?
En el salmo el tema central es la misericordia divina a pesar de los pecados de Israel en el desierto y en la tierra de Canaán. Dios se acuerda de su Alianza. Todo este espíritu se recoge en el Benedictus, y de esta forma encuentra su cumplimiento en el nacimiento de Jesús preparado por el Bautista.
Llucià Pou Sabaté


La Transfiguración del Señor

La Transfiguración del Señor: la Cruz es camino de la Gloria, también para nosotros
“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: -Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: -Esté es mi Hijo amado; escuchadlo. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos” (Marcos 9,1-9).
1. La fiesta de hoy con la nube y la voz celestial, la presencia de Moisés y de Elías, evoca la presencia de Dios en el Sinaí. Jesús, te vemos como el "nuevo Moisés", en ti llegan a su cumplimiento las esperanzas, la alianza y la ley, y nos preparas la nueva alianza, la del amor infinito. En ti, Cristo, se nos revela el rostro divino de Dios, del mismo Dios que salva a Israel de Egipto por medio de Moisés (Ex 19), Elías de la muerte (1R 19) y el pueblo de los Santos de la persecución helenística (cf Dn 7).
La transfiguración de tu rostro, Jesús, las vestiduras blancas, evocan al Hijo del Hombre del profeta Daniel, glorioso y vencedor, y parecen ser un anticipo de tu resurrección, como leemos en la primera lectura. La cruz esconde la gloria. En la vida de fe de cada uno hay ciertas transfiguraciones... Hay personas que notan estas pistas que nos da Dios a lo largo de la vida. Pero es necesario estar atento para descubrirlas.
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo”. Es muy bonito el detalle del blanco de los vestidos… queremos entrar en este misterio, que nos habla de lo que será el cuerpo glorioso, para que nos sirva de estímulo y esperanza, para morir a nosotros mismos y vivir hacia Dios y hacia los hermanos.
Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús”. El encuentro de Jesús con los profetas muestra la unión de la Antigua y nueva alianza, que “toda la Escritura divina forma un solo libro, y ese único libro es Cristo, ya que toda la Escritura divina habla de Cristo y toda ella se realiza en Cristo” (Hugo de San Víctor). Un encuentro milagroso, que enlaza con los dos Testamentos escritos, por tanto no podemos olvidarnos de los antiguos libros. Pues, “si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo” (S. Jerónimo).
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: -Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía”. Señor, querría poder decirte «Maestro, ¡qué bien estamos aquí!» sobre todo después de ir a comulgar. El prefacio de la misa de hoy nos dice: «Porque Cristo, Señor, habiendo anunciado su muerte a los discípulos, reveló su gloria en la montaña sagrada y, teniendo también la Ley y los profetas como testigos, les hizo comprender que la pasión es necesaria para llegar a la gloria de la resurrección».
Esta revelación nos muestra, como decía san Juan de la Cruz, que en la Biblia nos habla el Señor de una sola palabra, Cristo. Atanasio el Sinaíta escribe que «Él se había revestido con nuestra miserable túnica de piel, hoy se ha puesto el vestido divino, y la luz le ha envuelto como un manto».
Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: -Esté es mi Hijo amado; escuchadlo”. Escuchar significa hacer su voluntad, contemplar su persona, imitarlo, poner en práctica sus consejos, tomar nuestra cruz y seguirlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”. Jesús, ¿por qué no quieres que lo difundan hasta después de tu resurrección?,
Queremos nosotros también, como Pedro, verte, Señor, y llevar tu amor a los demás. Te pido que te muestres en mi camino, que hagas luz ante tanta tiniebla que hay en el mundo, que tu poder vaya en defensa del pobre y oprimido. Bienaventurado el que se sabe en tus manos, Señor, dormirá tranquilo y vivirá en paz, seguro.
2. Daniel (7,9-10.13-14) en su visión nos muestra cuatro bestias y el "hijo del hombre", la escena del juicio divino. Según la concepción mítica, el océano del que surgen las bestias es morada de potencias hostiles a la divinidad. Y de esta concepción mítica se hace eco la Biblia para presentarnos el mar como algo hostil, caótico... del que surgen las cuatro bestias que representan cuatro imperios. El león alado es Nabucodonosor, monarca de Babilonia: cortadas las alas de su soberbia puede razonar, comportarse como hombre. El oso, medio erguido, representa a Media, animal feroz siempre dispuesto a atacar y nunca satisfecho. El leopardo o pantera, con cuatro cabezas y cuatro alas, simboliza al imperio persa con su gran agilidad para apoderarse de todo el mundo. La cuarta fiera no es identificable, pero es más feroz que las demás. Los dientes de hierro pueden hacer alusión a Alejando Magno y al imperio griego; los diez cuernos aludirían a los sucesores de Alejandro y el cuerno más pequeño sería el perverso Antíoco, quien vence a los otros tres cuernos para hacerse con el poder.
El Anciano establece un juicio para castigar los malos, y es cuando aparece "como un hombre"; su reino no tendrá fin. (A. Gil Modrego). Representa al “pueblo de los santos del Altísimo” (7,27), el Israel fiel. Hijo del hombre que fue entendido como Mesías persona en el judaísmo en tiempo de Jesús (Libro de las parábolas de Henoc); pero tal título sólo se une a los sufrimientos del Mesías y a su resurrección de entre los muertos cuando Jesús se lo aplica a Sí mismo (Biblia de Navarra): “Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16,23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20,28; cf Is 53,10-12). Por esta razón el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf Jn 19,19-22; Lc 23,39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2,36)” (Catecismo 440). Y la Iglesia cuando proclama que Cristo se sentó a la derecha del Padre confiesa que fue a Cristo a quien se dio el imperio: “Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7,14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo de Nicea-Constantinopla)” (Catecismo 664).
La grandeza de Dios es proclamada en el salmo: "¡Yahveh es rey!"... "¡Señor de la tierra!" "Altísimo sobre toda la tierra!"... "¡Santísimo!" Se canta la teofanía, como en el Sinaí. En el padrenuestro proclamamos "Venga tu Reino, así en la tierra como en el cielo". Jesús no suele proclamar más que el reino interior, pero también dijo: "Veréis venir al Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo" (Mt 26,64; Ap 1,7).
San Pablo dirá que la Encarnación es como una entronización real, pero sobre todo la segunda venida: "Cuando venga glorioso, sobre su trono de gloria, todas las naciones estarán reunidas ante El... Como el relámpago que se ve brillar de Oriente a Occidente, así será la venida del Hijo del Hombre... (Mt 24,27-31). Entonces, los "justos" se asociarán a este triunfo como lo dice el salmo.
3. La 2 carta de san Pedro (1,16-19) recuerda cuando subieron con Jesús el día de hoy: "habíamos sido testigos oculares de su grandeza (...). Esta voz del cielo la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada". "Hemos contemplado su gloria", dirá también san Juan (Jn 1,14); "lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la Vida" (1 Jn 1,1). Que por la intercesión de Santa María el Padre nos conceda el don de descubrir y contemplar la claridad de su rostro glorioso y vivificante en el rostro humilde y tan humano del Hijo del hombre, del hombre de dolores. Que nos conceda el don de escuchar su palabra de vida y seguir su camino, incluso cubiertos por la oscuridad de la nube. "Contempladlo y quedaréis radiantes" (Sal 33, 6).
La liturgia de la Transfiguración, como sugiere la espiritualidad de la Iglesia de Oriente, presenta en los apóstoles Pedro, Santiago y Juan una «tríada» humana que contempla la Trinidad divina. Como los tres jóvenes del horno de fuego ardiente del libro de Daniel (cf Dn 3,51-90), la liturgia «bendice a Dios Padre creador, canta al Verbo que bajó en su ayuda y cambia el fuego en rocío, y exalta al Espíritu que da a todos la vida por los siglos» («Matutino de la fiesta de la Transfiguración»).
También nosotros oremos ahora al Cristo transfigurado con las palabras del «Canon de san Juan Damasceno»: «Me has seducido con el deseo de ti, oh Cristo, y me has transformado con tu divino amor. Quema mis pecados con el fuego inmaterial y dígnate colmarme de tu dulzura, para que, lleno de alegría, exalte tus manifestaciones»” (“Eucaristía 1978”).
Llucià Pou Sabaté

lunes, 4 de agosto de 2014

Martes de la semana 18 de tiempo ordinario

Martes de la semana 18 de tiempo ordinario

Donde abunda el pecado, es más fuerte la gracia de Dios, cuando nos agarramos a la mano que siempre nos ofrece
“Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: -«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» Pedro le contestó: -«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.» Él le dijo: -«Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -«Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: -«¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: -«Realmente eres Hijo de Dios.» Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaron curados” (Mateo 14,22-36).
1. –“Después de despedir a la multitud, subió al monte para orar a solas”. Podemos imaginarlo discutiendo paso a paso con los más recalcitrantes, los más entusiastas, que no querían marcharse... "Pero, si yo no he venido para esto... mi Reino no es de este mundo... no estoy encargado de daros de comer todos los días... volved a vuestro trabajo..." Cansado por esas discusiones, cuando quedó solo, sintió necesidad de orar.Contemplo en ti esa necesidad de orar que embarga tu corazón. Se ha probado desviarte de tu misión esencial. Por instinto vuelves a ella. Tu papel es espiritual, si bien tiene consecuencias importantes en lo material. Jesús, te has retirado al monte a solas a orar, mientras tus discípulos suben a la barca y se adentran en el lago. No les fuerzas a orar… les enseñas con tu vida.
-“Al anochecer, seguía allí solo”. Te contemplo orando. ¿Tengo yo el mismo deseo de soledad, de estar de corazón a corazón con el Padre? Para ti eso es más importante que todos los triunfos terrenales. ¿Qué le decías al Padre, en ese anochecer? Pensabas quizá en la Iglesia que estabas fundando, y a lo que, en todas las épocas, sería su tentación constante: hacer pasar los medios humanos al primer plano. ¿Creo yo en el valor de la oración? ¡Tiempo humanamente perdido, en apariencia! Pasar tiempo a solas con Dios.
-“Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario”. Esto es realmente una imagen de tu Iglesia, marchando a menudo contra la corriente.
-“De madrugada se les acercó Jesús andando por el lago. Los discípulos, viéndolo andar por el lago, se asustaron mucho; decían: "¡Es un fantasma!", y daban gritos de miedo”. La duda, el miedo. Sin embargo ¡fue Jesús quien les obligó a embarcar!
-“Jesús les habló en seguida: "Animo, soy Yo, no tengáis miedo"”: Jesús no se presenta; dice sencillamente: "Soy yo". Jesús inspira confianza, desdramatiza.
-“Pedro tomó la palabra: "Señor, si eres Tú ¡mándame acercarme a ti andando sobre el agua!" Jesús le dijo: "¡Ven!"” Es una respuesta... a una plegaria audaz...
-“Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Sálvame, Señor". Jesús extendió en seguida la mano y lo agarró: "Hombre de poca fe ¿por qué has dudado?"” Pedro, impetuoso discípulo, después del milagro de la multiplicación de los panes está “crecido”. Durante la noche se levanta el viento y pasan momentos de miedo, miedo que se convierte en espanto cuando te ven llegar, Jesús, en la oscuridad, caminando sobre las aguas. Pedro tiende al protagonismo: te pide que le dejes ir hacia ti del mismo modo, y empieza a hacerlo, pero se hunde en las aguas del lago, y tiene que gritar «Señor, sálvame»,porque ha empezado a dudar. Yo, como Pedro, primario y algo presuntuoso, tengo que aprender a no fiarse demasiado de mis propias fuerzas.
Pedro deja la (relativa) seguridad de la barca para intentar avanzar sobre las aguas. Tenemos que saber arriesgarnos y abandonar seguridades cuando Dios nos lo pide (recordemos a Abrahán, a sus 75 años) y no instalarnos en lo fácil. Lo que le perdió a Pedro fue calcular sus fuerzas y los peligros del viento y del agua, y se hundió. La vida nos da golpes, que nos ayudan a madurar. Como a Pedro. Y diremos como él: «Señor, sálvame». Seguramente, Jesús, nos podrás reprochar también a nosotros: «¡qué poca fe!: ¿por qué has dudado?». E iremos aprendiendo a arriesgarnos a pesar del viento, pero convencidos de que la fuerza y el éxito están en ti, Señor, no en nuestras técnicas y talentos: «realmente eres Hijo de Dios».
Cuando Pedro se encontrará en otras tempestades, mucho más graves para la Iglesia, en Roma; en las persecuciones que amenazarán la existencia de la Iglesia, recordará esa "mano" que agarró la suya, aquel día en el lago. Pedro es el primer creyente, el primero que haya vencido la duda y el miedo. La Fe, en su pureza rigurosa, va hasta ese salto a lo desconocido, ese riesgo que Pedro asumió más allá de las seguridades racionales: una confianza en Dios solo, sin punto de apoyo. ¡Señor, calma nuestras tempestades! Danos tu mano.
-“El viento amainó”… Tu presencia, Jesús, hizo que amainara el viento; también me pasa a mí: cuando te invoco, dejo de ver las cosas negras y comienzo a pensar bien, en un abandono a lo que Dios quiera. No sé la cara de los demás compañeros de la barca, pero sí leo su reacción llena de admiración: «realmente eres Hijo de Dios» (Noel Quesson).
Pienso que muchas veces no conozco bien la realidad cuando me aparto de ese “Señor, ¡sálvame!”, y tampoco me conozco a mí mismo: la introspección no es modo principal de conocimiento personal, sino que nos conocemos en la alteridad, en el diálogo, y ante todo, mirándonos en ti, Jesús, como en un espejo, y luego mirándonos en esas experiencias que tenemos del trato con los demás, así, “rumiando”, crecemos… “En tu luz, Señor, he visto la luz”, dice el salmo, y así, mirándote a ti, Jesús, “espejeándome en ti”, aprenderé a conocerme, por  ejemplo a rezar y trabajar, al ver cómo compaginabas tu trabajo misionero -intenso, generoso- con los momentos de retiro y oración. En el diálogo con su Padre es donde encontrabas la fuerza para tu entrega a los demás. ¿No será ésta la causa de mis “fracasos” y mi debilidad: que no sé retirarme y hacer oración? Señor, ayúdame a hacer de la oración el motor de mi actividad. No se trata de refugiarnos en la oración para no trabajar. Pero tampoco de refugiarnos en el trabajo y descuidar la oración. Porque ambas cosas son necesarias en nuestra vida de cristianos y de apóstoles. Para que nuestra actividad no sólo sea humanamente honrada y hasta generosa, sino que lo sea en cristiano, desde las motivaciones de Dios. La barca de los discípulos, zarandeada por vientos contrarios, se ve fácilmente como símbolo de la Iglesia, agitada por los problemas internos y la oposición externa. Hoy, como ayer, hay vientos contrarios en el mar del mundo… También es símbolo de la vida de cada uno de nosotros, con sus tempestades particulares. Hay una nota decisiva: sin Jesús en la barca, toda perece hundirse. Cuando te dejamos subir, Señor, el viento amaina. En los momentos peores, tendremos que recordar tu respuesta, Jesús: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo». Y confiar en ti.
2. Moisés es criticado por su propia familia, por su hermano Aarón y su hermana Miriam, se le reprocha el haberse casado con una extranjera. Se envidia su papel preponderante y su intimidad con Dios: -“Miriam y Aarón murmuraron contra Moisés por haber tomado por esposa a una mujer etíope”. También se llenan de envidas: -"¿Es que el Señor no ha hablado más que con Moisés? ¿No ha hablado también con nosotros?" En lugar de alegrarnos de la maravillosa diversidad de vocaciones que constituyen el "Cuerpo de Cristo", nos comparamos los unos a los otros.
-“El Señor lo oyó. Moisés era un hombre muy humilde, más que hombre alguno sobre la faz de la tierra”. La palabra hebrea anaw(“humilde”) significa también paciente, y Dios sale en su defensa. Dios defiende a su servidor. El Señor dijo a Aarón y a Miriam: «Salid los tres a la Tienda de la reunión»: tres personas que aceptan orar juntas y negociar juntas también. La violencia, el rechazo del diálogo, el parapetarse en las propias posiciones, nunca han resuelto nada... Moisés es imagen de Jesús, que sufre la envidia y ataques de sus parientes… «Si tu hermano tiene algo contra ti, deja allá tu ofrenda y ve primero a reconciliarte con él...» (Mt 5, 24) dirá Jesús. Y notamos de nuevo la unidad del Antiguo y del Nuevo Testamento  (Noel Quesson / Biblia de Navarra). Dios nos interroga siempre, y recrimina a los parientes el ataque injusto al profeta.
3. El salmo parece recoger los sentimientos de esos parientes rebeldes: «misericordia, oh Dios, por tu inmensa compasión borra mi culpa». Moisés, de corazón magnánimo, intercede por su hermana. Jesús nos enseñó a perdonar.
"Aunque nuestros pecados -afirmaba santa Faustina Kowalska- fueran negros como la noche, la misericordia divina es más fuerte que nuestra miseria. Hace falta una sola cosa: que el pecador entorne al menos un poco la puerta de su corazón... El resto lo hará Dios. Todo comienza en tu misericordia y en tu misericordia acaba”.
Este salmo entra en la región tenebrosa del pecado para infundir al alma la luz del arrepentimiento humano y del perdón divino, y el don de la gracia divina, que transforma y renueva el espíritu y el corazón del pecador arrepentido: "Reconozco mi culpa (...). Contra ti, contra ti solo pequé; cometí la maldad que aborreces" (Sal 50,5-6).
Llucià Pou Sabaté


La Dedicación de la basílica Santa María

«Sucedió que mientras él estaba diciendo esto, una mujer de en medio de la multitud, alzando la voz, le dijo: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él replicó: «Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan». (Lucas 11, 27-28)
1º. Jesús, la mujer que hoy alaba a tu Madre, pertenece a la segunda de una ininterrumpida serie de generaciones que han felicitado y acudido a la Virgen María.
Se cumple así la profecía que tu Madre hizo de si misma: «Desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mi cosas grandes el Todopoderoso» (Lucas 1,48-50).
«Todas las generaciones me llamarán dichosa, dijo María en su cántico profético; «Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús». Le responden a eco, a lo largo de los tiempos, pueblos de todas las latitudes, razas y lenguas. Unos más esclarecidos, otros menos, los fieles cristianos no cesan de recurrir a Nuestra Señora, la Santa Madre de Dios: en momentos de alegría, invocándola «causa de nuestra alegría»; en momentos de aflicción, llamándola «consoladora de los afligidos»y en momentos de desvarío, implorándola «Refugio de los pecadores» (Juan Pablo II).
Pero antes que la mujer del Evangelio, María ya había sido elogiada.
El ángel Gabriel le saluda: «Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo» (Lucas 1,28).
Y días después, su prima Isabel la recibe en su casa con estas palabras:«Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre» (Lucas 1,42), y «bienaventurada tú que has creído» (Lucas 1,45).
Estos primeros elogios me dan la clave, Jesús, para entender tu respuesta a la mujer del Evangelio de hoy: María es bienaventurada, no sólo por el hecho físico de haberte «criado», sino por el hecho sobrenatural de haber «creído» en tu palabra y haberla guardado.
2º. «Pero, fijaos: si Dios ha querido ensalzar a su Madre, es igualmente cierto que durante su vida terrena no fueron ahorrados a María ni la experiencia del dolor, ni el cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe. A aquella mujer del pueblo, que un día prorrumpió en alabanzas a Jesús exclamando: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron», el Señor responde: «Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica». Era el elogio de su Madre, de su fiat, del hágase sincero, entregado, cumplido hasta las últimas consecuencias, que no se manifestó en acciones aparatosas, sino en el sacrifico escondido y silencioso de cada jornada» (Es Cristo que pasa.-172).
Madre, tú has sabido escuchar la palabra de Dios con humildad, con el oído atento para captar qué es lo que Él quería de ti en cada momento: «María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón» (Lucas 2,4).
Por eso eres, con razón, maestra de oración.
Ayúdame a tener más intimidad con tu hijo Jesús: que también yo sepa escuchar lo que Él me pide, que no deje de tener cada día un tiempo reservado para ponderar sus palabras en mi corazón.
Además, Madre, eres modelo de entrega, porque has sabido poner en práctica la palabra de Dios hasta las últimas consecuencias.
Enséñame a entregarme de verdad a Dios sin hacer cosas raras ni aparatosas.
Ayúdame a encontrar la santidad en los pequeños detalles de cada día: en el trabajo bien hecho y ofrecido, en los detalles de servicio escondido y silencioso, en el deseo sincero de hacer el bien.
Madre, a ti no te fueron ahorrados ni el dolor, ni el cansancio en el trabajo, ni el claroscuro de la fe.
Ayúdame cuando me encuentre en dificultad; compórtate conmigo como con Jesús, puesto que eres también mi madre: aliméntame, cuídame, enséñame, y haz que crezca sano y fuerte en esta vida sobrenatural a la que he nacido con el bautismo.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

Lunes de la semana 18 de tiempo ordinario

Lunes de la semana 18 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
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El pan vivo de la Eucaristía es alimento para nuestra conciencia, para hacer la voluntad de Dios, por encima de partidismos y modas…
“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: -«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: -«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» Ellos le replicaron: -«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: -«Traédmelos.» Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños” (Mateo 14,13-21).
1. Jesús, al saber de la muerte de Juan Bautista te marchas de allí en barca a un sitio tranquilo y solitario. ¿Cuáles fueron tus sentimientos, Señor, cuando supiste la muerte de tu precursor, tu primo? Era la muerte de aquel que llamabas "el más grande de los profetas"... de aquél que te había preparado tus primeros discípulos: Andrés, Simón, Juan, pues habían sido discípulos del Bautista antes de que te siguieran... ¿Piensas en tu propia muerte de la que aquella es presagio? Como no ha llegado el momento de afrontar la Pasión, te escondes. Quizá también, sencillamente, porque en tu dolor sientes necesidad de llorar el duelo, pensando también en el dolor de tu madre, y rezar...
-“Pero la gente lo supo y lo siguió por tierra... Al desembarcar vio Jesús una gran muchedumbre, le dio lástima y se puso a curar los enfermos”. No lograste aislarte, Señor, salvo durante la travesía del lago. Obediencia y servicio de tu ministerio. ¿Cómo reacciono yo cuando algo trastorna mis planes?... Esta enfermedad inesperada, esta nueva preocupación, esta responsabilidad que acaban de imponernos. Esta visita, esta llamada por teléfono, este servicio que esperan de nosotros, esta presencia bochornosa de los demás, estas gentes de las que se quisiera huir por unos momentos… quisiera ser como tú, Señor…
-“Por la tarde se acercaron los discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora; despide a la multitud, que vayan a las aldeas y se compren comida". Jesús les contestó: "No necesitan ir, dadles vosotros de comer"”. Jesús, les pides que actúen. Tú sigues haciendo milagros, cuando encuentras personas que como los apóstoles, se sienten instrumentos que se dejan llevar, porque tienen fe.
-“¡Aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces!” Es tan poca cosa...
-"Traédmelos". Mandó al gentío que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces... Poner mis pobres medios humanos en tus manos, Señor. Contemplo esos cinco pobres panecillos y esos dos simples peces en tus manos.
-“Alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez los dieron a la gente”. Jesús, estás pensando en saciar de hambre a los necesitados. Pero son los mismos gestos y las mismas palabras que en la Cena (Mt 26,26). Aquí quieres decirnos también que no sólo de pan material vive el hombre. Es la Misa. Quieres alimentar espiritualmente a los hombres, responder a su hambre de absoluto: alimentarse de Dios... palabra de vida, pan de vida eterna (Noel Quesson).
Por eso los evangelios cuentan hasta seis veces la multiplicación de los panes. Moisés, Elías y Eliseo dieron de comer a la multitud en el desierto o en períodos de sequía y hambre. Pero tú, Jesús, cumples todas esas figuras cuando muestras tu corazón lleno de misericordia y tu poder divino como Enviado e Hijo de Dios. Cuando te nos das en la Pascua.
Son las dos cosas: la solidaridad del pan material («dadles vosotros de comer»). Y la misa, con el Padrenuestro que nos hace pedir el pan nuestro de cada día, el pan de la subsistencia y, luego, pasamos a ser invitados al Pan que es el mismo Señor Resucitado que se ha hecho nuestro alimento sobrenatural. Hay un doble pan porque el hambre también es doble: de lo humano y de lo trascendente. De la luz de los ojos a la luz interior de la fe, en el caso del ciego. Del agua del pozo al agua que sacia la sed para siempre, a la mujer samaritana. Lo mismo tendremos que hacer nosotros, los cristianos. El lenguaje de la caridad es el que mejor prepara los ánimos para que acepten también nuestro testimonio sobre los valores sobrenaturales (J. Aldazábal).
Quisiera seguir ese camino, Señor, en la oración de cada día, en la Eucaristía. “Diría que la adoración es reconocer que Jesús es mi Señor, que Jesús me señala el camino que debo tomar, me hace comprender que sólo vivo bien si conozco el camino indicado por él, sólo si sigo el camino que él me señala. Así pues, adorar es decir: "Jesús, yo soy tuyo y te sigo en mi vida; no quisiera perder jamás esta amistad, esta comunión contigo". También podría decir que la adoración es, en su esencia, un abrazo con Jesús, en el que le digo: "Yo soy tuyo y te pido que tú también estés siempre conmigo"” (Benedicto XVI). Para esto, quiero cuidar también la confesión: aunque sólo es necesario confesarse en caso de pecado grave, es muy útil confesarse regularmente para mantener la limpieza, la belleza del alma, y madurar poco a poco en la vida.
2. Leeremos durante cuatro días el libro de los Números, que continúa la historia de la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto desde el Sinaí hasta Moab, a las puertas de la tierra prometida: los cuarenta años de odisea desde Egipto a Canaán. El desierto fue duro para el pueblo. El desierto es lo contrario de «instalación»: es la aventura del seguir caminando. El desierto ayuda a madurar. Pero lo que siempre continúan experimentando los israelitas es la cercanía de Dios, fiel a su Alianza.
-“Durante su marcha a través del desierto, los hijos de Israel volvieron a sus llantos...” A veces, en la vida, se ve todo negro, como al atravesar el desierto. La libertad siempre da miedo. El desierto es una aventura, el salto al vacío, a la «nada», sólo un camino abierto al infinito ante mí... con una sola certidumbre, que es preciso avanzar, caminar, continuar...
¿Quién nos dará carne para comer?» En efecto, la prueba, el tiempo del desierto es un terrible crisol. El pueblo de Israel no cesa de gemir. ¡Y tiene razones para ello! El hambre, la sed, la incertidumbre del porvenir, la muerte que ronda.
-“Moisés estaba muy afectado y se dirigió al Señor: ¿por qué tratas así a tu siervo? ¿De dónde sacaré carne para dársela a todo este pueblo cuando me atormenta con sus lágrimas? Es una carga demasiado pesada para mí... ¿Por qué me has impuesto el peso de todo este pueblo?» Una vez más la reacción del hombre de Dios es la oración. Una oración realista, que no es un ensueño, sino que acepta a manos llenas una situación concreta para presentarla a Dios. Una vez más vemos a Moisés como solidario con el pueblo e intercesor en nombre del mismo pueblo. No deja de ver el pecado de su pueblo que suscita la «ira» de Dios, pero implora el perdón. Como Moisés, el gran profeta, el santo, podemos, alguna vez decir a Dios: «¡Me has dado, Señor, una carga muy pesada!» Esta oración no sería una dimisión, sino una llamada positiva.
-“¡Ah! Si pudiera hallar gracia a tus ojos y ver apartada mi desventura”. Finalmente la oración de Moisés se termina con una oración abierta cara al futuro: ayúdame. Señor, a cumplir todas mis responsabilidades. ¡Oración a la vez fuerte, discreta y resignada, que se expresa en forma interrogativa: "Si pudiera..." Me dirijo a Dios empleando también esa forma (Noel Quesson).
Dicen que en el desierto del Sinaí, las bandadas de pájaros, que agotados por la lucha contra el viento, caen sin fuerzas en el suelo. También hay árboles que en los meses de junio y julio producen una forma comestible, muy abundante por la mañana, y que constituye el alimento principal, cuando no el único, de los frecuentadores del desierto. Algunos ven ahí el maná, que va unido a la plegaria de Moisés y es signo de la providencia y de la elección de Dios.
3. Hay veces que se unen todas las cosas malas: «Mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer, los entregué a su corazón obstinado...». A Jesús le salía también la angustia de lo que vendría: «Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz». Moisés es signo de esa oración de Jesús, que concluye poniendo su voluntad al servicio de la divina. Para sentir que el Señor nos escucha siempre: "Clamaste en la aflicción, y te libré".
Junto a eso, nos aconseja vivamente el Señor que estemos atentos a su voz: "Escucha, pueblo mío. (...) Ojalá me escuchases, Israel (...). Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer. (...) Ojalá me escuchase mi pueblo". Ya que sólo con fidelidad en la escucha y en la obediencia podemos recibir plenamente los dones del Señor. Ser felices. Es un deseo de amor que aún no se ha cumplido, pues siempre estamos en camino: "Ojalá me escuchase mi pueblo, y caminase Israel por mi camino". Melancolía unida a un deseo de colmar de bienes al pueblo elegido. Nos hacemos capaces de recibir sus dones cuando nos abrimos a su amor, por eso se habla de victoria sobre sus enemigos, abundancia de "flor de harina" y saciarse "con miel silvestre". Orígenes nos dice que el Señor "los hizo entrar en la tierra de la promesa; no los alimentó con el maná como en el desierto, sino con el grano de trigo caído en tierra, que resucitó... Cristo es el grano de trigo; también es la roca que en el desierto sació con su agua al pueblo de Israel. En sentido espiritual, lo sació con miel, y no con agua, para que los que crean y reciban este alimento tengan la miel en su boca". Siempre está detrás la misericordia divina, su misterioso amor salvífico…
Llucià Pou Sabaté


San Juan María Vianney, presbítero

San Juan Bautista Vianney nació el 8 de Mayo de 1786 y fue Bautizado el mismo día. Era el cuarto de ocho hermanos. Como muchos otros santos, nuestro santo disfrutó de la preciosa ventaja de haber nacido de padres verdaderamente cristianos.
Su padre era el dueño de una finca y su madre era nativa del pueblo de Ecully, el cual como Dardilly, el lugar donde nació el santo, estaban cerca de la ciudad de Lyons.
Sería un error contemplar a la familia Vianney como ignorantes . Sin duda alguna ambos padres y los niños pasaban días arduos en los campos y viñedos, pero la conciencia de que por varios siglos esta tierra había pertenecido a los Vianneys , inspiraba a la familia con un legítimo orgullo y disfrutaban de la estima de todos aquellos que les conocían.
La amabilidad hacia los pobres y necesitados era una virtud familiar; ningún mendigo fue nunca arrojado de sus puertas. Así fue como un día fueron privilegiados de dar hospitalidad a San Benito Labre, cuando el patrono de los mendigos pasó por el pueblo de Dardilly en uno de sus peregrinajes a Roma.
Desde muy niño sus padres lo llevaban a los campos, donde aprendió a ser pastor y, cuando era mayorcito se iba a cuidar los rebaños. El campo era su lugar preferido, las flores, los árboles, toda la naturaleza le hablaba de Dios, en quien encontraba el descanso de su corazón. 
Con frecuencia se iba bajo la sombra de un árbol grande y allí, hacía como un pequeño altar donde ponía la imagen de la Virgen Santísima, que siempre llevaba y llevaría toda su vida junto a él; y a los pies de la Madre, descargaba su corazón con la confianza de un niño pequeño.
En otras ocasiones llamaría a sus otros compañeros pastores y les compartiría las cosas del Señor que aprendía de su mamá, siendo éstas sus primeras clases de catecismo que luego, diariamente compartiría con los habitantes de Ars, siendo este uno de sus mas grandes ministerios como sacerdote. Tenía la costumbre de hacer la señal de la cruz, cada vez que sonaba el reloj.
Francia en esta época de 1790, estaba pasando una gran crisis -La Revolución Francesa- que con el pretexto de implantar "Libertad, igualdad y fraternidad" desató una masiva persecución que llevó a la guillotina a muchos hombres y mujeres, incluyendo a muchos sacerdotes y religiosas.
Los sacerdotes tenían que disfrazarse, cambiando constantemente de domicilio, para poder ministrar al pueblo de Dios, que permanecía fiel. Entre estos sacerdotes se encuentran dos que serán muy importantes en la vocación de San Juan: el Padre Balley y el Padre Groboz, quienes trabajaban ambos en Ecculy. Uno hacía de panadero y el otro de cocinero.
Es en este tiempo en el que Juan Bautista hace su Primera Comunión en Ecculy, en la casa de su mamá. Buscando no llamar la atención de las autoridades, trajeron carros de heno y los pusieron frente a las ventanas y comenzaron a descargarlos durante la ceremonia para evitar conflicto. Juan Bautista tenía 13 años, y aún siendo tan mayorsito lágrimas corrieron por sus mejillas al recibir al Señor, y durante toda su vida hablará siempre de este día y atesoraría el rosario que su madre le regaló en esta ocasión.
ESTUDIANTE
Al subir al poder Napoleón Bonaparte, gradualmente, la Iglesia obtuvo cierta libertad.
Por corto tiempo Juan Bautista asistió a una escuela de su pueblo, pero ahora que estaba creciendo, cada vez más los campos exigían de su trabajo. Fue en estas largas horas de faena en las que su convicción de ser sacerdote creció en su mente. Se decía: "Si soy sacerdote podría ganar muchas almas para Dios", y este pensamiento lo compartía con su madre, en quien encontraba apoyo, pero su padre le dio gran lucha. Tuvieron que pasar dos años para que el padre aceptase las aspiraciones de su hijo de ser sacerdote.
El Arzobispo de Lyons, quien era tío de Napoleón, sabía que su primer deber era buscar candidatos para el sacerdocio y así cada parroquia fue instruida para que se iniciase una campaña para promover las vocaciones al sacerdocio. El Padre Balley, párroco de Ecculy, abrió en la rectoría una pequeña escuela para formar aquellos jóvenes que sintiesen la vocación. Era la oportunidad para Juan Bautista; podía ir a la escuela del Padre Balley y quedarse en la casa de su tía. Hasta su padre vio las ventajas de esta oportunidad y le dio el permiso para irse. Juan Bautista tenía 20 años.
Muchos dicen que era torpe, para no decir estúpido. Sin embargo no puede haber algo mas lejos de la realidad. Su juicio nunca estuvo errado, pero su memoria era pobre. El mismo decía : "Que no podía guardar nada en su mala cabeza".
Al ver que le era tan difícil retener especialmente la gramática del Latín, en un momento de desesperación casi se regresa a su casa, pero felizmente el Padre Balley captó el peligro en el que se hallaba su estudiante, y le pidió hiciese un peregrinaje al Santuario de San Francisco Regis, en Louvesc. El peregrinaje logró un cambio en él , lo que hizo que su progreso fuese por lo menos lo suficiente para salvarlo del sentimiento de desaliento que casi logra apartarlo de sus estudios.
DESERTOR INVOLUNTARIO
El apetito de poder de Napoleón era insaciable. Se había lanzado a la conquista de Europa, lo que provocó que muchos muriesen en su ejército. La falta de soldados lo llevó a reclutar más aun y en el 1806 la clase de Juan Bautista fue llamada a enlistarse. Pasaron dos años, pero en el otoño de 1809, Juan Bautista, a pesar de estar exento por ser seminarista, fue llamado para el ejército. Parece que el nombre de nuestro santo no estaba escrito en las listas oficiales de los estudiantes de la Iglesia que las diócesis proveían a las autoridades. El joven Vianney fue mandado a los regimientos de España. Sus padres trataron de encontrar un substituto y por la suma de 3,000 francos un joven se voluntarizó para ir en su lugar pero se arrepintió al último minuto.
El 26 de Octubre Juan Bautista entró en las barracas de Lyons solo para enfermarse. De aquí lo enviaron al hospital de Roanne donde la enfermera encargada lo ayudó a volver a tener el aspecto de buena salud. Enero 6, 1810, Juan Bautista dejó el hospital, para encontrarse con la noticia de que su compañía se había marchado hacía mucho tiempo. Solo quedaba el tratar de alcanzarles.
El invierno era recio y una fiebre altísima lo atacó lo que provocó que muy pronto no pudiese seguir avanzando. Entrando, en un cobertizo que le dio cobijo, se sentó sobre su bolsa y comenzó a rezar el Rosario. Dijo tiempo después que "Quizás nunca lo recé con tanta confianza". De pronto un extraño se le presentó frente a él y le preguntó: "¿qué estás haciendo aquí?". Juan Bautista le contó lo que le había pasado y desde ese momento el extraño cargó su pesada bolsa y le dijo que le siguiese. Llegaron a la casa de un labrador y allí estuvo por varios días hasta que se le pasó la fiebre. Mientras estaba en cama por primera vez pasó por su mente la realidad de que sin haber sido culpa suya, el era ahora un desertor.
Conocía al Mayor Paul Fayot, quién se dedicaba a esconder desertores y acudió a el, pero no tenía lugar y le recomendó quedarse en la casa de su prima Caludine Fayot, una viuda con cuatro niños. Desde ese momento Vianney adoptó el nombre de Jerome Vincent. Bajo ese nombre llegó hasta abrir una escuela para los niños de la villa.
En el 1810 un decreto imperial concedió amnistía a todos los desertores de los años 1806 a 1810. Juan Bautista estaba cubierto por este decreto así que era libre de regresar a casa y terminar sus estudios. La Divina Providencia y la asistencia de la Virgen lo habían salvado.
Su madre murió poco después de esta feliz reunión. Ahora tenía 24 años y el tiempo apremiaba. El 28 de Mayo de 1811 recibió la tonsura. El Padre Balley, viendo esencial que fuese a tomar estudios regulares lo mandó al Seminario Menor de Verrieres. Aquí el joven Vianney sufrió y tuvo gran faena, pero nunca brilló como un filósofo.
DIFICULTAD CON LOS ESTUDIOS
En Octubre 1813, entró en el Seminario Mayor de Lyons. Su inadecuado conocimiento del latín le hizo imposible captar lo que los profesores decían o responder a las preguntas que le eran hechas. Al final de su primer término le pidieron que se marchara, y su dolor y desaliento eran inmensos. Por algún tiempo pensó en irse a una de tantas congregaciones de hermanos religiosos; sin embargo una vez más el Padre Balley vino en su rescate y sus estudios le fueron dados en privado en Ecculy. Pero no pasó el examen previo a la ordenación. Un examen privado en la rectoría de Ecculy probó ser más satisfactorio y fue tomado como suficiente, siendo juzgadas justamente sus cualidades morales que sobrepasaban cualquier falta académica.
En Agosto 13, 1815, Juan Bautista Vianney fue elevado al sacerdocio, a esa inefable dignidad de la que tan frecuentemente hablaba diciendo: "El Sacerdote solo será entendido en el cielo"; tenía 29 años de edad.
Su primera Misa la dijo en la capilla de Seminario en Grenoble.
En su regreso a Ecculy la copa de felicidad rebosó cuando se enteró que sería ayudante de su santo amigo y maestro, el Padre Balley. Pero las autoridades diocesanas determinaron que por un tiempo, el que luego pasaría gran parte de su vida en un confesionario, no debía tener las facultades para confesar. Mas tarde, el Padre Balley habló con las autoridades eclesiásticas y el fue su primer penitente.
Su hermana Margarita decía: "él no predicaba muy bien todavía, pero la gente acudía en masa cuando le tocaba a él predicar".
En Diciembre 17, 1817, murió en sus brazos su querido amigo el Padre Balley, a quien lloró como si hubiese sido su padre. El, que era tan desprendido de las cosas materiales, hasta el fin de su vida tendría un pequeño espejo de mano que perteneció a su maestro y padre, porque él decía que "Había reflejado su rostro". Poco tiempo de la muerte del Padre Balley, M. Vianney fue asignado al pueblo de Ars, un pequeño y aislado pueblo donde se pensó que sus limitaciones intelectuales no podrían hacer mucho daño..
PÁRROCO DE ARS: 1818-1859
El pueblecito de Ars se encuentra en una planicie ondulada, que tiene en su centro una pequeña colina donde se encuentra la Iglesia, sirviéndole como de plataforma. En el 1815 consistía de unas 40 casas. Su iglesia estaba extremadamente dañada y de igual condición estaba la rectoría, que se encontraba a un lado del valle.
En los círculos clericales, Ars era mirado como un tipo de Siberia. El distrito era torpe, la desolación espiritual era aún mayor que la material. En los primeros días de Febrero de 1818, que el Abbe Vianney recibió la notificación oficial de su traslado a Ars. El Vicario General le dijo: "No hay mucho amor en esa parroquia, tu le infundirás un poco". El 9 de febrero, M. Vianney se dirigió hacia el lugar que sería por los siguientes 41 años el lugar de su sorprendente y sin precedente actividad. Caminó 38 Km. desde Ecculy hasta Ars. Le seguían en un carretón una cama de madera, un poco de ropa y los libros que le dejó el Padre Balley. Cuando pudo divisar la pequeña villa, hizo un comentario de su pequeñez y al mismo tiempo hizo una profecía: "La parroquia no será capaz de contener a las multitudes que vendrán hacia aquí".
Los habitantes del pueblo en su mayoría buscaban los placeres del mundo y no tenían mucha fe, aunque quedaba un pequeño núcleo de personas que permanecían fervorosas, entre las cuales estaba la señora de la casa más grande de Ars, Mlle. des Garets, quien dividía su tiempo entre la oración y las obras de caridad.
Al llegar, su primera preocupación era la de establecer contacto con su rebaño. Visitó cada casa de la parroquia. En estos primeros días todavía encontraba tiempo para caminar por las praderas, con su breviario (libro de oración) en las manos, y su sombrero de tres esquinas debajo de su brazo, ya que rara vez se lo ponía. Para ganar la amistad de los habitantes les hablaba del estado de las cosechas, del tiempo, de sus familias etc.
Sobre todo el oraba y añadía a la oración las más austeras penitencias. Hizo sus propios instrumentos de penitencia. Su cama era el piso ya que la cama que trajo de Ecculy la regaló.
Pasaría sin comer varios días. Hasta el 1827 no había nadie que hiciese las labores domésticas en la rectoría. Su plato principal eran papas y en ocasiones hervía un huevo. Hubo una ocasión en la que trató de vivir de hierba, pero luego confesó que tal dieta era imposible.
El decía: "El demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de pelo; lo que realmente teme es a la reducción de comida, bebida y sueño".
El Santo Cura gozaba de la belleza de las praderas y los árboles, pero amaba mucho más la belleza de la Casa de Dios y las solemnidades de la Iglesia. Empezó por comprar un altar nuevo, con sus propios ahorros, y el mismo pintó el trabajo de madera con el que las paredes estaban adornadas.
Se hizo el propósito de restaurar y dar mayor esplendor a lo que el llamaba: "Los muebles de la Casa de Dios". Para el Señor compró lo mejor en encajes , telas, tejidos para hacer las vestimentas sacerdotales, que aun se pueden admirar en Ars.
TRABAJO PASTORAL
La secuela más desastrosa de la revolución era la ignorancia religiosa de las personas. El santo cura resolvió hacer todo lo posible para remediar el estado deplorable de los corazones.
Sin embargo sus sermones e instrucciones le costaban un dolor enorme: su memoria no le permitía retener, así que pasaba noches enteras en la pequeña sacristía, en la composición y memorización de sus sermones de Domingo; en muchas ocasiones trabajaba 7 horas corridas en sus sermones.
Un parroquiano le preguntó una vez, porqué cuando predicaba hablaba tan alto y cuando oraba tan bajo, y él le dijo: "Ah, cuando predico le hablo a personas que están aparentemente sordas o dormidas, pero en oración le hablo a Dios que no es sordo" .
Los niños le daban aún más lástima que los adultos y comenzó a agruparlos en la rectoría y luego en la iglesia, tan temprano como las 6 de la mañana, porque en el campo el trabajo se inicia al amanecer. Era bien disciplinado y les demandaba que se supiesen el catecismo palabra por palabra.
En esos días la profanación del Domingo era común y los hombres pasaban la mañana trabajando en el campo y las tardes y noches en los bailes o en las tabernas. San Juan luchó en contra de estos males con gran vehemencia.
"La taberna, declaró el santo en uno de sus sermones, es la tienda del demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la armonía familiar, donde comienzan las peleas y los asesinatos se cometen. En cuanto a los dueños de las tabernas, el demonio no les molesta tanto, sino que los desprecia y les escupe".
Tan grande fue la influencia del Cura de Ars, que llegó una época donde toda taberna de Ars tuvo que cerrar sus puertas por la falta de personas. En tiempos subsecuentes, modestos hoteles se abrieron para acomodar a los extraños, y a estos el Santo Cura no se opuso.
Con mucho más ahínco se propuso eliminar la costumbre de los bailes como distracción, porque bien sabía que eran fuente de caer en pecado grave. Para esto, revivió la costumbre de rezar las Vísperas del Domingo. Era tan estricto en contra de esto que hasta llegaba a negar la absolución a las personas que no desistían de tal costumbre.
Por esta razón se ganó muchos enemigos, que decían grandes calumnias en su contra sin embargo él las tomaba ligeramente y no ponía su corazón en esto.
TRIUNFO
Pasaron dos años cuando llegó la noticia de que M. Vianney sería el Cura de Salles, en Beaujolais. Todo el pueblo de Ars estaba consternado con la noticia. Una señora de Ars, en una carta, habló de estrangular al Vicario General.
Para asegurar su futuro, el pueblo pidió que su villa fuese erigida en parroquia regular y que su párroco fuese el Cura de Ars. El Padre Vianney fue puesto como párroco, ya que hasta ese momento solo había sido capellán (los capellanes son mas faciles de trasladar que los párrocos).
Ese mismo año el Santo Cura de Ars inició los trabajos en la Iglesia. Se construyó una torre, y varias capillas laterales, entre ellas una dedicada a la Santísima Virgen, donde por 40 años todos los sábados diría Misa el santo cura. La Iglesia fue además enriquecida con muchas estatuas y cuadros.
Quería tener buenas escuelas en el pueblo y para comenzar abrió una escuela gratis para niñas a la que llamó "Providencia". Desde 1827 recibió como internas solo a niñas destituidas. Para ellas tenía que encontrar comida y más de una vez intervino el Señor milagrosamente, multiplicando el grano o la harina. Durante 20 años iba todos los días a cenar a esta casa.
Después de 2 años y medio, el Domingo se respetaba como el día del Señor. Todo el pueblo iba a Vísperas. El Cura de Ars amaba las ceremonias de la Iglesia. Personalmente entrenaba a sus servidores del altar. Su fiesta favorita era Corpus Christi. En este día dejaba un poco el confesionario e iba por el pueblo admirando las decoraciones; él mismo llevaba el Santísimo.
El último día de esta fiesta que celebró fue 40 días antes de su muerte y sin el saberlo el mayor del pueblo contrató una banda de música. Al primer sonido de la música se estremeció nuestro santo de alegría, y cuando todo hubo terminado no encontraba palabras suficientes para agradecer este regalo para el Señor.
Su tierno amor por la Virgen Santísima lo movió a consagrar su Parroquia a la Reina del Cielo. Sobre la entrada de la pequeña Iglesia puso una estatua de la Virgen que aún se encuentra en el mismo lugar.
Cuando el Papa Pío IX definió el Dogma de la Inmaculada Concepción, nuestro santo pidió a los habitantes del pueblo que iluminasen sus casas de noche, y las campanas de la iglesia resonaron por horas de horas. Al ver esta luminosidad desde los pueblos cercanos, pensaron que el pueblo estaba en llamas, y acudieron a apagar el supuesto fuego. Hasta el día de hoy existe un sombrero de plata cerca de la estatua de la Virgen donde están escritos los nombres de todos los parroquianos de Ars.
ATACADO POR LAS FUERZAS DEL INFIERNO
Era de esperarse que un triunfo tan grande de la religión así como la santidad del instrumento que Dios usó con este fin, trajese la furia del infierno. Por un periodo de 35 años el santo Cura de Ars fue asaltado y molestado, de una manera física y tangible, por el demonio.
La ocupación ordinaria del demonio, permitida por Dios hacia nosotros, es la tentación. El demonio también puede asechar las almas de diversas maneras.
a) Asedio: acción extraordinaria del demonio, cuando busca aterrorizar por medio de apariciones horribles o por medio de ruidos.
b) La Obsesión: va más allá. Puede ser externa cuando el demonio actúa en los sentidos externos del cuerpo o interna cuando influencia la imaginación o la memoria.
c) Posesión: cuando el demonio toma control de todo el organismo.
El Cura de Ars sufrió de la primera, asedio. Los ataques del demonio comenzaron en el invierno de 1824. Ruidos horribles y gritos estrepitosos se oían fuera de la puerta del presbíterio, viniendo aparentemente del pequeño jardín de enfrente. Al principio el Padre Vianney pensó que eran salteadores que venían a robar, y a la siguiente noche le pidió a un señor que se quedase con él. Después de medianoche se comenzó a escuchar grandes ruidos y golpes contra la puerta de enfrente, parecía como si varios carros pesados estaban siendo llevados por los cuartos. El señor André buscó su pistola, miró por la ventana, pero no vio nada, solo la luz de la luna. Decía: "por 15 minutos la casa retembló y mis piernas también", nunca más quiso quedarse en la casa.
Esto ocurría casi todas las noches. Aún ocurría cuando el santo cura no estaba en el pueblo. Una mañana el demonio incendió su cama. El santo se disponía a revestirse para la Santa Misa cuando se oyó el grito de "fuego, fuego". El solo le dio las llaves del cuarto a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que el demonio quería parar la Santa Misa y no se lo permitió.
Lo único que dijo fue "El villano, al no poder atrapar al pájaro le prende fuego a su jaula". Hasta el día de hoy los peregrinos pueden ver, sobre la cabecera de la cama, un cuadro con su cristal con las marcas de las llamas de fuego.
El demonio por espacio de horas haría ruidos como de cristal, o silbidos o ruidos de caballo y hasta gritaba debajo de la ventana del santo: "Vianney, Vianney, come papas".
El propósito de todo esto era el de no dejar dormir al Santo Cura para que se cansara y no pudiese estar horas en el confesionario, donde le arrancaba muchas almas de sus garras. Pero para el 1845 estos ataques cesaron casi por completo. La constancia de nuestro santo ante estas pruebas fue recompensada por el Señor con un poder extraordinario que le concedió de expulsar demonios de las personas poseídas.
El santo sacerdote se puede decir que pasó su vida en una continua batalla con el pecado a través de su trabajo en el confesionario. El gran milagro de Ars era el confesionario.
Miles de personas acudían al pueblo de Ars para ver al Santo Cura, pero especialmente para confesarse con él.
PEREGRINACIONES A ARS
La afluencia de peregrinos se inició en el año 1827. A partir del 1828 el Santo Cura no podía irse ni siquiera por un día.
Sin embargo, no fue exento de críticas y su práctica y amor por los pobres se le atribuyó a avaricia. Algunos críticos decían que podían ver en él rasgos de hipocresía o un deseo secreto de sobresalir. Su mansedumbre y humildad terminaron por vencer sobre sus críticos.
En una ocasión cuando su competencia profesional fue puesta en duda por algunos de sus hermanos sacerdotes, el obispo de la diócesis mandó a su Vicario General para que averiguase y diese un reporte sobre el asunto. El reporte recibido por el obispo fue más que favorable. Aquello sirvió para que quedase constancia de su vida. Se puede decir que el confesionario era su morada habitual, pasaba de 11 a 12 horas en el confesionario.
El cúlmen de los peregrinajes se alcanzó en 1845, llegaban de 300 a 400 visitantes todos los días. En el último año de la vida del Santo Cura el número de peregrinos alcanzó el asombroso número de 100 a 120 mil personas.
Ningún ministerio sacerdotal es tan agotador para la carne y el espíritu como el estar sentado en el confesionario.
Solo Dios sabe los milagros de gracia ocurridos en ese confesionario, que hasta hoy se mantiene en pie, en el mismo lugar dónde el lo puso, en la capilla de Santa Catalina, o en la sacristía donde usualmente escuchaba las confesiones. En su manera de lidiar con las almas era infinitamente gentil y al mismo tiempo decía la verdad que el alma necesitaba escuchar para su bien. Sus exhortaciones eran breves y dirigidas al punto necesario.
El cura de Ars tenía también el don de profecía. En mayo 14 de 1854, el Obispo de Ullathorne llamó a nuestro santo y le pidió que orase por Inglaterra. El Obispo de Birmingham cuenta que el hombre de Dios dijo, con convicción extraordinaria: "Monseigneur, creo que la Iglesia en Inglaterra será restaurada a su esplendor".
También tenía una gran devoción a Santa Filomena. La llamaba "mi agente con Dios". Le construyó una capilla en su honor y también un santuario. (Vea su conección con las apariciones de La Salette>>>)
En una ocasión cayó tan enfermo, que parecía ser su final y prometió a la santa ofrecer 100 misas en su honor en su santuario. Cuando la primera Misa estaba siendo ofrecida, entró en éxtasis, durante el cual se le escuchaba murmurar: "Filomena", repetidas veces. Cuando salió de su éxtasis exclamó: "estoy sanado" , y le atribuyó su sanación a Santa Filomena. 
HUIDA DE ARS
Una tentación le persiguió casi por toda su vida en Ars, y esta era el deseo de la soledad. Con toda sinceridad, M. Vianney se sentía incapaz para su oficio en Ars. El año anterior a su muerte le dijo a un misionero: "Tú no sabes lo que es pasar del cura de almas al tribunal de Dios". En el 1851 le rogó a su obispo que lo dejase renunciar. En tres ocasiones llegó hasta irse del pueblo, pero siempre regresó.
CONSUMACIÓN
Pasaron 41 años desde el primer día en el que el Cura llegó a Ars, fueron años de actividad indescriptible. Después de 1858 decía con frecuencia: "Ya nos vamos; debemos morir; y muy pronto". No cabe duda de que él sabía que su fin estaba cerca. En Julio de 1859, una señora muy devota de San Etienne vino para confesarse. Cuando se despedía de él le dijo: "Nos veremos de nuevo en tres semanas", ambos murieron en ese tiempo, y se encontraron en un mundo mucho más feliz.
El mes de Julio de 1859 fue extremadamente caluroso, los peregrinos se desmayaban en grandes cantidades, pero el santo permanecía en el confesionario. El viernes 29 de Julio, fue el último en el que apareció en la iglesia. Esa mañana entró en el confesionario como a la 1:00 a.m. Pero después de haberse desmayado en varias ocasiones, le pidieron que descansara. A la 11:00 dio catecismo por última vez. Esa noche con mucha dificultad pudo arrastrarse hasta su cuarto. Uno de los Hermanos Cristianos le ayudó a subirse a su cama, pero el santo le pidió que le dejase solo.
Una hora después de medianoche, aproximadamente, pidió ayuda: "Es mi pobre fin, llamen a mi confesor". La enfermedad progresó rápidamente. En la tarde del 2 de Agosto recibió los últimos sacramentos: "Qué bueno es Dios; cuando ya nosotros no podemos ir más hacia El, El viene a nosotros" .
Veinte sacerdotes con velas encendidas escoltaron al Santísimo Sacramento, pero el calor era tan sofocante que tuvieron que apagarlas. Con lágrimas en los ojos dijo: "Oh, que triste es recibir la Comunión por última vez".
En la noche del 3 de Agosto llegó su obispo. El santo lo reconoció pero no pudo decir palabra alguna. Hacia la medianoche el fin era inminente. A las 2:00 a.m. del Sábado 4 de Agosto de 1859, cuando una tormenta azotaba el pueblo de Ars, el Obispo M.Monnin leía estas palabras: "Que los santos ángeles de Dios vengan a su encuentro y lo conduzcan a la Jerusalén celestial", el Cura de Ars encomendó su alma a Dios.
Su cuerpo permanece incorrupto en la iglesia de Ars
El 8 de Enero de 1905, el Papa Pío X, Beatificó al Cura de Ars; y en la fiesta de Pentecostés Mayo 31 de 1925, en presencia de una gran multitud, el Papa Pío XI pronunció la solemne sentencia: "Nosotros declaramos a Juan María Bautista Vianney que sea santo y sea inscrito en el catálogo de los santos".