domingo, 20 de julio de 2014

Lunes de la semana 16 de tiempo ordinario

Lunes de la semana 16 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
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Dios protege a su pueblo y lo guía a través de la historia, y nos pide correspondencia a su amor.
“En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: -«Maestro, queremos ver un signo tuyo.» Él les contestó: -«Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón»” (Mateo 12,38-42).
1. Algunos escribas y fariseos interpelaron a Jesús: "Maestro, queremos ver un signo hecho por ti". Siempre estamos tentados de hacer a Dios esta pregunta: ¿por qué, no escribes claramente tu Nombre en el cielo?, ¿por qué no nos das una prueba manifiesta de tu existencia... de manera que la duda resulte imposible? ¡Los ateos y los paganos se verían entonces obligados a inclinarse! ¡Y los fieles se tranquilizarían! ¿Por qué Dios no hace este signo? Sencillamente, porque Dios no es lo que pensamos a veces, está muy allá de nuestra capacidad. Dios, sé que eres servidor de los hombres para merecer tu amor, y me fío de ti. Sé que no quieres obligar al hombre a fuerza de poder y de maravillas. Que respetas la libertad con sus riesgos y su grandeza. Que has elegido ganarte el amor del hombre, muriendo, en Cristo, por él.
Jesús responde: “-No se os dará otra señal que la de Jonás”. Jonás estuvo retenido tres días "en la muerte", luego fue salvado por Dios y enviado a Nínive para que predicase la conversión. He ahí la única "señal" que Dios quiere dar: -“Así también el Hijo del hombre estará tres días en el seno de la tierra”. La "señal de Dios es: la muerte de Jesús... la resurrección de Jesús... la conversión y la salvación de los paganos. Es decir, el misterio pascual. (Jonás es un libro más bien sapiencial, con una narración más bien de enseñanza moral, y además es fundamento sólido para este significado cristológico).
-“En el Juicio se alzarán los habitantes de Nínive... Y la reina de Saba... al mismo tiempo que esta generación, y harán que la condenen, pues ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y hay algo más que Jonás aquí”. Nínive, capital de Asiria, era el símbolo de la ciudad pagana, llena de orgullo y corrupción. Jesús la pone como ejemplo a los fariseos que se tienen por justos y seguros de sí mismos: sí, algunos paganos están más cerca de Dios que ciertos fieles... Jesús, anuncias que los paganos, al convertirse, ocuparán el lugar de los hijos de Israel, e incluso participarán en la sentencia final del Juicio. Este signo de salvación que Dios ofrece a todos los hombres, a todas las razas, a todos aquellos que todavía no lo han oído... ¿somos capaces de reconocerlo a nuestro alrededor? Pedimos "signos" a Dios. Nos los da; pero no sabemos verlos. No sabemos interpretarlos. Quisiéramos nuestra clase de signos, que nosotros pudiéramos juzgar e interpretar, signos que correspondan a nuestras referencias y a nuestros deseos. Sin embargo el mundo y la historia están llenos de signos de Dios. Uno de los objetivos del examen de conciencia, de la oración, de la "revisión de vida", es el de aprender los unos de los otros a ver y "leer los signos de Dios en los acontecimientos": Dios trabaja en el mundo... en el que el misterio pascual continúa realizándose. Dios nos da signos; pero son signos discretos: se puede fácilmente pasar junto a ellos y no verlos. ¡Danos, Señor, ojos nuevos! (Noel Quesson).
Jesús, parece que no te gustaba que te pidieran milagros. Los hacías con frecuencia, por compasión con los que sufrían y para mostrar que eras el enviado de Dios y el vencedor de todo mal. Pero no querías que la fe de las personas se basara únicamente en las cosas maravillosas, sino, más bien, en tu Palabra y tu Persona: «si no véis signos, no creéis» (Jn 4,48), recriminas a los letrados y fariseos que te piden un milagro ya habían visto muchos y no estaban dispuestos a creer en Él, porque cuando uno no quiere oír el mensaje, no acepta al mensajero. Te interpretaban todo mal, incluso los milagros: los hacía «apoyado en el poder del demonio». No hay peor ciego que el que no quiere ver. Jesús apela, esta vez, al signo de Jonás, que se puede entender de dos maneras. Ante todo, por lo de los tres días: como Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días, así estará Jesús en «el seno de la tierra» y luego resucitará. Ese va a ser el gran signo con que Dios revelará al mundo quién es Jesús. Pero la alusión a Jonás le sirve a Jesús para deducir otra consecuencia: al profeta le creyeron los habitantes de una ciudad pagana, Nínive, y se convirtieron, mientras que a Él no le acaban de creer, y eso que «aquí hay uno que es más que Jonás» y «uno que es más que Salomón», al que vino a visitar la reina de Sabá atraída por su fama.
Nosotros tenemos la suerte del don de la fe. Para creer en Cristo Jesús no necesitamos milagros nuevos. Los que nos cuenta el Evangelio, sobre todo el de la resurrección del Señor, justifican plenamente nuestra fe y nos hacen alegrarnos de que Dios haya querido intervenir en nuestra historia enviándonos a su Hijo. No somos, como los fariseos, racionalistas que exigen demostraciones y, cuando las reciben, tampoco creen, porque las pedían más por curiosidad que para creer. No somos como Tomás: «si no lo veo, no lo creo». La fe no es cosa de pruebas exactas, ni se apoya en nuevas apariciones ni en milagros espectaculares o en revelaciones personales. Jesús ya nos alabó hace tiempo: «dichosos los que crean sin haber visto». Nuestra fe es confianza en Dios, alimentada continuamente por esa comunidad eclesial a la que pertenecemos y que, desde hace dos mil años, nos transmite el testimonio del Señor Resucitado. La fe, como la describe el Catecismo, «es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a Él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida» (26). El gran signo que Dios ha hecho a la humanidad, de una vez por todas, se llama Cristo Jesús. Lo que ahora sucede es que cada día, en el ámbito de la Iglesia de Cristo, estamos recibiendo la gracia de su Palabra y de sus Sacramentos, y, sobre todo, estamos siendo invitados a la mesa eucarística, donde el mismo Señor Resucitado se nos da como alimento de vida verdadera y alegría para seguir su camino (J. Aldazábal).
2. Sigue la odisea de Moisés: -“Cuando anunciaron al rey de Egipto que el pueblo de Israel había huido, se mudó el corazón del Faraón...” Había dejado partir a los hebreos, pero ahora se lanza a perseguirlos.
-“Hizo enganchar su carro, tomó seiscientos carros, los mejores, y todos los demás carros de Egipto, cada uno con su dotación”. Los bajorrelieves nos dan imágenes de ese ejército temible y rápido. Normalmente los peatones, en este caso los hebreos, ¡estaban vencidos por adelantado!
-“Los alcanzaron mientras acampaban junto al mar”. Es el símbolo mismo de la «situación sin salida»: acorralados junto al mar, ante un ejército más poderoso que ellos. Tratemos primero de imaginar ese drama que se está preparando. Y luego pensemos que la Pascua definitiva, la de Jesucristo, nos librará de una situación todavía más radical: ¡la resurrección de Jesús le libera y nos libera de la misma muerte! Cada una de nuestras fiestas de Pascua y cada eucaristía nos permiten dar gracias por la intervención liberadora de Dios en nuestro favor.
-“El Señor endureció el corazón del Faraón”. Esta fórmula me parece que –como todo el capítulo- junta lo decisivo de la Pascua con una interpretación épica: poner un origen divino en todo lo que hacen los del pueblo judío. La épica acentúa el dramatismo, pero ni Dios manda matar a nadie, ni endurece el corazón de nadie… en otros lugares se dice de un modo más acorde con nuestra sensibilidad: -«el corazón del Faraón se mudó»- o bien -«el Faraón endureció su corazón» (Ex 8,11; 8,15; 9,7). Nosotros diremos que Dios no quiere nunca el mal, que los redactores ponen en boca de Dios los acontecimientos que pasan, que es una voluntad de Dios permisiva (Dios permite que pasen estas cosas, en cuanto que lo permite, lo quiere, y de esto sacará un bien) pero en realidad no lo quiere directamente… A los semitas no les preocupaba, como a nosotros, entender cómo se imbrican concretamente la libertad humana y el impulso divino... ¡Sería abusivo hacer responsable a Dios del mal que el hombre comete! Ayúdanos, Señor, a no endurecer nuestros corazones. Líbranos de toda pretensión de total autonomía.
-“Los hijos de Israel, llenos de miedo, dijeron a Moisés: «Déjanos tranquilos, queremos continuar sirviendo a los egipcios. ¡Vale más servir que morir en el desierto!»” Si del momento histórico no podemos juzgar mucho, sí podemos afirmar que aquí vemos Es la prueba de la Fe. Apenas salidos de la esclavitud, están dispuestos a volver a ella, a causa de las ventajas que, a pesar de todo, sacaban de ella. Sí, ésta es también nuestra prueba y nuestra pregunta: ¿Quién es pues este Dios, que se presenta como «salvador» y que aparentemente deja a los suyos en la miseria?
-"No temáis, aguantad y veréis lo que el Señor hará hoy para salvarnos... El Señor combatirá por vosotros..." Puesta a dura prueba, la fe ha de triunfar con una fe más pura, más despojados de toda confianza en sí mismos para confiar totalmente en el Otro. Esto es siempre actual. Creemos, Señor, pero acrecienta en nosotros la fe (Noel Quesson).
Un tema importantísimo para nosotros es la fe como respuesta al miedo producido por unos acontecimientos que aparecen como inevitablemente contrarios a nuestra seguridad. Se trata, pues, de aprender a «ver» a Dios en aquello que sucede: ver lo invisible que se manifiesta con fuerza en medio de las realidades visibles que pueden aplastarnos. Se parte de un hecho que ha quedado grabado en la memoria del pueblo como un hecho esencial, pero del que se han perdido los detalles y exactitud histórica que a nosotros tanto nos interesan. El hecho histórico es signo teológico: de un pueblo que duda, que tiene miedo, que no acaba de confiar en la palabra de Yahvé, y se destaca la figura de Moisés como un hombre de fe. Su fe es pura e inquebrantable. Por eso es confiada. Confianza que se entrega. Es una fe vivida con toda sinceridad y proyectada sobre los demás como un testimonio irrebatible de esperanza en Dios, que es quien actúa y base de la esperanza; todo esto es signo de Quien vendrá: “por consiguiente (…) continuemos corriendo con perseverancia la carrera emprendida: fijos los ojos en Jesús, iniciador y consumador de la fe, el cual, despreciando la ignominia, soportó la cruz en lugar del gozo que se le ofrecía, y está sentado a la diestra del trono de Dios” (Hb 12,1-2), el liberador que nos cruza el mar de la vida con el rojo de su sangre redentora, su bautismo que es el nuestro…
3. El relato del paso del Mar Rojo, que continuará mañana, es el acontecimiento clave y el mejor símbolo de la liberación. Aunque el camino hacia la tierra prometida esté lleno de dificultades, la travesía del Mar Rojo es el hecho constituyente del pueblo de Israel. No es una historia científica, imparcial, sino un relato religioso, en el que continuamente aparece el hilo conductor: Dios es fiel a su promesa, salva a su pueblo y lo guía. Cuanto más se exageren las cifras de los adversarios y el carácter épico del paso del Mar, tanto más claramente se proclama la grandeza de Dios y su bondad para con el pueblo.
El salmo no podía ser otro que el cántico que entonó el pueblo al verse ya salvado a la otra orilla del Mar Rojo: «Cantemos al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado al mar... El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor... Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible». Nosotros cantamos ese mismo cántico en la Vigilia Pascual, después de haber proclamado el relato del Éxodo. En nuestra noche pascual, vemos el sentido pleno de la primera Pascua judía: no sólo admiramos la cercanía que tuvo Dios para con su pueblo, sino, sobre todo, el poder que mostró al resucitar a Cristo de entre los muertos, haciéndole «pasar» (=Pascua) a través de la muerte hacia la nueva existencia, a la que también nos conduce a nosotros por medio de las aguas del Bautismo. En el Bautismo nos introdujo Dios en la nueva comunidad de los salvados. Y a lo largo de toda nuestra vida -camino de desierto, nos quiere liberar de todos los faraones y de todos los peligros que nos acechan. También a nosotros se nos tiene que repetir: «no tengáis miedo». La Pascua de Cristo es el inicio de nuestra victoria. Con nosotros no hará prodigios cósmicos ni podremos contar hazañas milagrosas. Pero sí somos conscientes de cómo Dios, por los sacramentos de su Iglesia, nos concede la fuerza para nuestro camino y nos quiere liberar de toda esclavitud. Ante las quejas del desierto, podemos hacer examen: ¿Queremos de verdad que Dios nos libere de nuestros males, de nuestras pequeñas o grandes esclavitudes, o nos sentimos a gusto en nuestro Egipto particular?, ¿o, tal vez, ni nos hemos enterado de que somos esclavos?
Dios “es un fuerte guerrero”, dice el poeta indicando la antigüedad del texto… “Él es el Señor del universo; (…) es el Señor de la historia: gobierna los corazones y los acontecimientos según su voluntad” (Catecismo 269). “Su nombre es el Señor” (literalmente “Yah”, abreviatura de “Yahwéh”, y quizá esta forma más antigua haya quedado en la alabanza de los salmos, Aleluyah: J. Aldazábal).
Llucià Pou Sabaté


San Lorenzo de Brindisi, presbítero y doctor de la Iglesia

Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559.  Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre.  A los seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.
Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San Marcos de Venecia.  Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera.  El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?."  "Sí, lo habrá", respondió el superior.  "Pues eso me basta.  Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier padecimiento". Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.
Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.
Por su gran don de prédica, siendo diácono,  le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.
Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia.  En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos.  Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo.
Un secreto.  Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?"  Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria.  En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme.  Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo"
Dormía sobre tablas.  Se levantaba por la noche a rezar salmos.  Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras.  Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos.
Enviado a Alemania. Sus superiores le enviaron, junto con el Beato Benito de Urbino, a establecer a los capuchinos en Alemania como una muralla contra el protestantismo.  Los dos misioneros empezaron por atender a las víctimas de una epidemia de peste; más tarde, fundaron conventos en Praga, Viena y Gorizia, de donde habían de nacer con el tiempo las provincias de Bohemia, Austria y Estiria.  En el capítulo de 1602, San Lorenzo fue elegido superior general de su orden.  Desempeñó su cargo con vigor y caridad.  Al punto emprendió la visita de las provincias, pero, en 1605, se negó a aceptar la reelección, pues pensaba que Dios le reservaba para otras empresas.
Ante la amenaza turca. Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría.  El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos.  En algunas ocasiones, San Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo.  La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida por todos a San Lorenzo.  Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano. 
Tras de algún tiempo de predicar y reconciliar con la Iglesia a los herejes de Alemania, recibió del emperador la comisión de persuadir a Felipe III de España a que se uniese a la Liga Católica y aprovechó la ocasión para fundar un convento de capuchinos en Madrid.  Después, fue enviado a Munich como nuncio de la Santa Sede ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga.  Desde ahí administró dos provincias de su orden y prosiguió su tarea de pacificación y predicación.  En 1618, tras de haber mediado dos veces en las diferencias reales, se retiró al convento de Caserta, con la esperanza de verse libre de todas las distracciones mundanas, por más que siempre había hecho todo lo posible por evitar que sus actividades en los asuntos seculares le apartaran de su vida como religioso.  Dios le había concedido una gracia especial para ello y el santo era frecuentemente arrebatado en éxtasis mientras celebraba la misa, de suerte que puede decirse que su vida interior constituía el punto de partida de todas sus actividades exteriores.
Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos.  Los principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas.  El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso.  Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa.  Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.
San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619.   Cumplía 60 años. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.
Su beatificación tuvo lugar en 1783; durante el proceso, se examinaron a fondo sus escritos. Dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, entre ellos 800 sermones muy sabios. También un comentario del Génesis y algunas obras contra Lutero.
San Lorenzo fue canonizado en 1881. En 1959 el Papa Juan XXIII le dio el título de doctor de la Iglesia ("doctor apostolicus").
San Lorenzo de Brindisi, ruega por nosotros, qué seamos humildes amantes de la cruz y nos gastemos por Cristo.

viernes, 18 de julio de 2014

Sábado de la semana 15 de tiempo ordinario

Sábado de la semana 15 de tiempo ordinario

El Señor de la historia nos conduce hacia la liberación por su Primogénito, Jesús, que nos salva en su Sangre redentora
“En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones»” (Mateo 12,14-21).
1. He aquí un nuevo incidente de Jesús respecto al sábado: en ese día curó a un paralítico, y ¡en plena sinagoga esta vez!: -“Los fariseos salieron y tuvieron consejo para planear el modo de acabar con El”. La discusión que precede a este pasaje muestra la preocupación de Jesús por la evolución de los fariseos... Les habló de la oveja caída en un pozo y de cuán natural era salvarla aun en día del sabbat... con mayor razón, dijo Jesús, tenemos el derecho y el deber de "¡hacer bien a un ser humano incluso en sábado!" Pero son espíritus limitados, permanecen encerrados en sus reglas estrictas de lo "permitido y lo prohibido"... y se imaginan que el dejar hacer supondría la pérdida de la fe. Entonces deciden cortar de raíz esta nueva interpretación de la ley, y planean cómo dar muerte a Jesús.
-“Jesús se enteró y se marchó de allí. Le siguieron muchos y El los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran”. Es el silencio mesiánico. Jesús mandaba callar: insistía en que no se hablase de sus milagros ni del misterio de su persona. La hostilidad llegó a ser tan fuerte a su alrededor que ¡Jesús se vio obligado a esconderse! ¿Sería esto un signo de fracaso, una confesión de impotencia o de resignación derrotista? Mateo contestará a esta cuestión con una larga cita del profeta Isaías -la más larga cita del Antiguo Testamento- que es una de las claves más importantes para comprender la personalidad del Mesías. -"He aquí a mi servidor, mi elegido... Mi Amado, en quien mi alma se complace..." Jesús es el verdadero "siervo" de Dios. ¿Soy yo también servidor o servidora de Dios? Jesús es el "Amado" del Padre. Esta certeza ¿es también mi alegría y mi apoyo?
-“Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones”. La obra de Jesús no va destinada solamente al "pueblo elegido" ni tampoco a los primeros pueblos que tuvieron la suerte de recibir el evangelio: Todas las naciones son amadas de Dios en Cristo, y Jesús ha sido enviado a todas ellas.
-“No disputará ni gritará; ni oirá nadie su voz en las plazas públicas”. Jesús no es un líder, en el sentido usual del término; no es un reformador, o un revolucionario que lo pone todo en completo desorden. Su acción es “interior”, es calma, es apacible, va de corazón a corazón. No mete ruido, no busca que hablen de El: pide silencio. Su papel es enderezar las conciencias, curar las llagas, dar de nuevo valor a los pecadores.
-“La caña cascada no la quebrará, el pábilo humeante no lo apagará... Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza”. ¡Maravillosa vocación la de Jesús: vocación de amar... de no quebrar lo cascado, no apagar los pequeños destellos de luz que aún subsisten, volver a dar esperanza! Gracias, Señor, de haber querido ser todo esto por nosotros, por mí. Ayúdanos, Señor, a parecernos a ti (Noel Quesson).
También es una llamada a la esperanza en la lucha ascética, pues el Señor no apaga la luz de nuestro corazón ni siquiera ante nuestros pecados: “¿Qué importa tropezar si en el dolor de la caída hallamos la energía que nos endereza de nuevo y nos impulsa a proseguir con renovado aliento? No me olvidéis que santo no es el que no cae, sino el que siempre se levanta, con humildad y con santa tozudez. Si en el libro de los Proverbios se comenta que el justo cae siete veces al día, tú y yo -pobres criaturas- no debemos extrañarnos ni desalentarnos ante las propias miserias personales, ante nuestros tropiezos, porque continuaremos hacia adelante, si buscamos la fortaleza en Aquel que nos ha prometido: «venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré». Gracias, Señor porque has sido siempre Tú, y sólo Tú, Dios mío, mi fortaleza, mi refugio, mi apoyo.
Si de veras deseas progresar en la vida interior, sé humilde» (J. Escriv,a Amigos de Dios 131).
2. –“Los hijos de Israel partieron de Ramsés hacia Sukkot unos seiscientos mil hombres sin contar los niños”. Este es un relato «épico», en él se exageran algunos detalles. Los sacerdotes que pusieron por escrito el relato de ese acontecimiento, algunos siglos después, aumentaron el número de israelitas para que se levantara el ánimo de los judíos que entonces no eran más que un «pequeño resto». En los textos del Concilio también se define a la Iglesia como «un pueblo inmenso»... y, a la vez, como un «pequeño rebaño»... Porque el pueblo de Dios, a menudo minoritario de hecho está destinado de derecho a abrirse a la multitud. Ruego por la Iglesia y por la inmensa masa de hombres que espera la revelación de Jesucristo.
-“Salió también con ellos una abigarrada muchedumbre”. Muchos textos subrayan esa diversidad racial, esa especie de universalidad, en la partida del pueblo de Dios. Se trata de un conjunto heteróclito (Dt 29,10; Josué 8,35; Lv 24,10): extranjeros, egipcios, víctimas quizá también de la dictadura del Faraón, que aprovecharon la ocasión para evadirse de Egipto. Jesús dirá que el Reino de Dios es como una red que «recoge peces buenos y menos buenos» (Mt 13,47). ¿Admito la «diversidad en la Iglesia o prefiero encerrarme en la seguridad de pequeños grupos de gente que piensa como yo? ¿Qué pienso sobre el «pluralismo» político de los cristianos? ¿Soy capaz de dialogar con personas diversas de mí? Se forjará la unidad de Israel, pero será en el desierto y en la fe a partir de esa muchedumbre diversa y abigarrada que huye de la esclavitud.
-“De la masa que habían sacado de Egipto cocieron tortas sin levadura porque no pudieron entretenerse preparando provisiones”. Se vuelve a poner de relieve la prisa de la partida con ese tema del «pan sin levadura», porque no había tiempo para que fermentase. ¡Partir! Abandonar algún confort material para adquirir la libertad espiritual. «¡Deja tu país!», decía ya Dios a Abraham» (Gn 12,1). Caigamos en la cuenta de que, a pesar de las dificultades, los hebreos en Egipto disfrutaban de ciertas ventajas materiales -en el desierto echarán en falta las «carnes grasas y las ollas llenas» (Ex 16,3). Partir sin «provisiones», comer «pan sin levadura» es signo de desasimiento, de disponibilidad total a la llamada de Dios, de una voluntad de renunciación personal. «Abandonando allá sus redes, le siguieron» (Lc 5,l l; Mt 4,20; Mc 1,18). HOY todavía nuestras eucaristías son panes ácimos. ¿Es solamente un recuerdo formal, o es un signo? ¿Somos un pueblo siempre dispuesto a partir a la primera llamada?
-“Esta noche que fue de "guardia" para el Señor, para sacarlos de Egipto, ha de ser también una noche de "guardia" para todos los hijos de Israel”... Sí, la celebración de la Pascua era una fiesta nocturna, una «velada». HOY también, nuestra «vigilia pascual» es la cumbre litúrgica del año y el más hermoso oficio de Pascua. ¿Sabemos darle esta plenitud de sentido? Dios se preocupó de hacer «guardia", de estar en «vela» por nosotros, como una madre que pasa la noche junto a la cama del hijo enfermo, como un soldado que monta la guardia en las avanzadillas, frente al peligro. Jesús nos pedirá también "velar". Nos dará el ejemplo de sus noches en oración (Lc 6,12), y velará por nosotros, trágicamente, su última noche terrestre, la de Getsemaní. Dios no cesa de "velar" por mí. Y yo ¿qué tiempo de vigilia y de atención le dedico? (Noel Quesson).
3. Dios inició con brazo poderoso la historia de la liberación de su pueblo. Ellos nunca se cansarán de cantar: «Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia... sacó a Israel de aquel país... dividió en dos partes el mar Rojo...». Vale la pena que, con renovada motivación, continuemos cantando el estribillo del salmo de hoy: «porque es eterna su misericordia». En Cristo Jesús, sucedió la gran «noche de vela» de Dios, resucitándole de entre los muertos. Por eso, cada año, la comunidad cristiana, en la Vigilia Pascual, se reúne y vela en honor de Dios y de su Resucitado. «Porque es eterna su misericordia». Nos llenamos de alegría al cantar el pregón de aquella noche, hablando de la Pascua de Cristo: «Porque estas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo...
Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte. Cristo asciende victorioso del abismo... ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo...!»
Llucià Pou Sabaté

Viernes semana 15 de tiempo ordinario

Viernes de la semana 15 de tiempo ordinario

Jesús, Señor del sábado, quiere nuestro bien
“Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: -«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.» Les replicó: -«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado»” (Mateo 12.1-8).
1. El diálogo entre Cristo y el fariseo, en torno a la observancia del sábado, es importante. A partir de pequeños acontecimientos de la vida corriente, vas formando a tus apóstoles, Jesús: -“Por aquel entonces, un sábado, iba Jesús por los sembrados; los discípulos sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer”. Comer algo que se toma con la mano, está permitido entre los judíos.
Los apóstoles han violado una de las reglas de la Mischna sobre el Sabbath sobre las actividades prohibidas en ese día. Tú, Jesús, les haces ver que la ley que prohíbe arrancar las espigas en sábado no es más que un documento de comentaristas de la ley; por el contrario, la misma ley autoriza claramente a comer el pan sagrado cuando se tiene hambre (1 Sam 21,2-7).
-“Tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado”. Lo primero que indicas, Señor, es que David viola un día una disposición litúrgica porque tenía hambre. Y lo apruebas, mostrando que conservar la vida tiene, para Dios, más importancia que las leyes cultuales.
También dices que los sacerdotes encargados del servicio del Templo, hacen toda clase de trabajos corporales el día del sábado, para preparar los sacrificios o limpiar los utensilios del culto.
Y con el Profeta Oseas, que hemos leído estos días, recuerdas que Dios nos dice: "Quiero amor y no sacrificios" (Os 9,13), mostrando la verdadera jerarquía de valores: ¡lo que Dios quiere es nuestro corazón! «Prefiero las virtudes a las austeridades, dice con otras palabras Yavé al pueblo escogido, que se engaña con ciertas formalidades externas.
-Por eso, hemos de cultivar la penitencia y la mortificación, como muestras verdaderas de amor a Dios y al prójimo» (J. Escrivá, Surco 992). Podemos concretar algunos sacrificios en el trabajo cuidando las cosas pequeñas, en la cordialidad en el trato o en la comida, etc.
Pero vas más lejos, afirmando que tú eres "Señor del sábado" y "más importante que el templo". Tienes plenos poderes. Eres "Hijo del hombre" y el "Señor del sábado", Dios legislador que nos muestra la auténtica Ley, el Mesías esperado que modificase la legislación (Maertens-Frisque).
-“Hay aquí alguien que es mayor que el templo”. En el Templo no habita Dios, pero en ti, Jesús, Dios se hace carne. No derogas la Ley del Sábado, sino que la interpretas desde el interior, y le insuflas un soplo nuevo (Noel Quesson). El día de la creación, con la nueva creación que es tu Resurrección, Jesús, pasará a ser el día del Señor –“diez dominus”, domingo- aunque en algunas lenguas sigue llamándose el “día del Sol”, pues tú eres la luz que nos iluminas. Así, el "primer día de la semana", el domingo, pasa a ser el día de la Eucaristía.
El sábado, que estaba pensado para liberar al hombre, lo convertían algunos maestros en una imposición agobiante. Lo mismo podría pasar con nuestra interpretación del descanso dominical, por ejemplo, que ahora el Código de Derecho Canónico interpreta bastante más ampliamente que antes: «se abstendrán de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor o disfrutar del debido descanso («relaxationem») de la mente y del cuerpo» (CIC 1247).
Jesús, nos enseñas a ser humanos y comprensivos, y nos das tu consigna: no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre. Pones ahí el acento de que el bien del hombre es el camino de la Ley, y en el fondo, “el pecado ofende a Dios lo que perjudica al hombre” (Santo Tomás de Aquino); si algo es bueno para el hombre, no es pecado pues la Ley va dirigida a nuestro bien. Esto significa que las leyes han de estar puestas para bien de las personas, y no poner en nombre de Dios cosas que perjudican la persona. Serán en todo caso apreciaciones humanas, que han de ir dirigidas a ese fin y si no se pueden cambiar.
Todo rito, como la asistencia a la santa Misa, debe ir acompañados por la unión interior contigo, Jesús: «El sacrificio exterior para ser auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual. “Mi sacrificio es un espíritu contrito...”. Los profetas de la Antigua Alianza denunciaron con frecuencia los sacrificios hechos sin participación interior o sin relación con el amor al prójimo. Jesús recuerda las palabras del profeta Oseas: “Misericordia quiero, que no sacrificio”. El único sacrificio perfecto es el que ofreció Cristo en la cruz en ofrenda total al amor del Padre y por nuestra salvación. Uniéndonos a su sacrificio, podemos hacer de nuestra vida un sacrificio para Dios» (CEC 2100).
2. Vemos a Moisés, que con la ayuda de Dios, condujo en la salida de Egipto. Empieza el éxodo. No leemos todos los pasos de esta historia. Por ejemplo, las plagas con que Dios fue castigando a Egipto para que dejara salir a los judíos (plagas que, en principio, podían ser fenómenos naturales catastróficos, que los judíos interpretaron como castigo de Dios): sólo leemos la décima y última, la muerte de los primogénitos de las familias egipcias, o la muerte del primogénito del Faraón, que llenó de consternación a todo Egipto. La pascua probablemente era en su origen una fiesta de pastores que en primavera, cuando nacen los corderos y se inicia la trashumancia hacia los pastos de verano, ofrecían el sacrificio de una res recién nacida, y con su sangre realizaban un rito especial para impetrar la preservación y fecundidad de los rebaños, pero desde ahora quedará cargada de un significado y una fecundidad profundas, cada rito se carga de sentido: la cena de despedida está descrita con los ritos que luego se harían usuales: la reunión familiar, el sacrificio del cordero con cuya sangre marcan las puertas, la cena a toda prisa, con panes ácimos, sin acabar de fermentar...
Todo es imagen de Jesús, que atravesó las aguas de la muerte para entrar en la nueva existencia, a la que, como nuevo Moisés, nos conduce a todos sus seguidores. De esta Pascua -acontecimiento irrepetible, su muerte y resurrección-, se nos hizo partícipes ya el día de nuestro Bautismo (Rm 6,3-4). En la misa, celebramos al Cordero cuya Carne nos alimenta, cuya Sangre nos salva. He ahí la ceremonia ritual de la «cena pascual» por la cual, de generación en generación, los judíos conmemoraron su Liberación. Los simbolismos son muy expresivos. Al meditarlos HOY nosotros, los que creemos en Cristo, no olvidemos: - de una parte que Jesús, como fiel judío, vivió esos ritos cada año, al celebrar la Pascua... - de otra parte que Jesús transformó esos ritos introduciendo su propio sacrificio eucarístico. En efecto, toda liberación humana es el signo y el anuncio de la única liberación definitiva, la «resurrección» que nos libra de las opresiones más temibles: el pecado y la muerte.
-“El primero de los meses... el décimo cuarto día del mes”... Nuestra vida de Fe se inscribe en un calendario, en el tiempo, día tras día, año tras año. ¿Tengo el sentido de ese itinerario por el que Dios me conduce?
-“Un cordero por casa... y si la familia fuese demasiado reducida invitará al vecino más cercano”... Rito comunitario vivido «en familia» y «en vecindad»... La Fe no puede vivirse en solitario, sino con los hermanos.
-“Una vez degollado el cordero tomarán la sangre y untarán con ella las dos jambas y el dintel de la casa”... Signo de la sangre, símbolo de la vida, portador de la energía vital. «Esta es la copa de mi sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todo el mundo para la remisión de los pecados
-“La sangre será vuestra señal en las casas. Cuando yo la vea pasaré de largo y no habrá para vosotros plaga exterminadora cuando yo hiera el país de Egipto”. ¡La sangre que protege del mal! Jesús se presentó como el «Cordero verdadero» (Jn 13,1;18,28), que por su sacrificio sangriento aporta la liberación total y decisiva... que por el don de su vida nos libra de la influencia del pecado... que nos arrastra a seguirlo, peregrinos en camino, hacia la verdadera Tierra Prometida, cerca de Dios. ¿Soy consciente de ese carácter «pascual», liberador, de cada misa? ¿Aporto al Señor todos mis esfuerzos para liberarme y para liberar a mis hermanos? ¿Pienso que estoy en camino? ¿Cuál es la finalidad de mi vida?
-“Comerán la carne aquella misma noche”... No se trata de un rito exterior. Hay que asimilarlo, nutrirse verdaderamente de él. La liberación no es, en primer lugar, un «recuerdo» del pasado, es un acontecimiento actual que me concierne personalmente y en el que me he de comprometer. Hay que comer. No basta con «asistir» a la misa. Hay que comulgar en ella. Ritualmente comiendo el Cuerpo del Señor y realmente comprometiéndome en la liberación de todo mal.
-“Con panes sin levadura... De pie, ceñida la cintura, calzadas las sandalias, el bastón en la mano... comeréis de prisa”. Sí, es una comida antes de partir. No nos reunimos por reunirnos, sino para partir hacia... Cada misa me devuelve a mi vida cotidiana, a mis trabajos y compromisos. ¿Hay un enlace entre mi vida y los ritos? (Noel Quesson).
3. Esta celebración, repetida cada año, será para Israel un memorial, «un día memorable para vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor del Señor para siempre». Pascua significa “alegría”, “alegría festiva”, “salto ritual o festivo”, y su misma raíz equivale a “pasar por encima de” (1 R 18,21.26; Is 31,5), de ahí que sirva tanto como castigo-azote como salvación-protección, claramente aquí significa “el paso del Señor”: «mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles», dice el salmo de hoy. Pero su amor y su poder divino hacen lo que parecía imposible. Y dice S. Agustín: “¿Quién te dio la copa de salvación, de suerte que tomándola e invocando el nombre del Señor, le retribuyas por todo lo que a ti te retribuyó? Quién sino Aquel que dice: ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber? ¿Quién te otorgó imitar sus padecimientos sino Aquel que primeramente padeció por ti? Por tanto, preciosa es delante del Señor la muerte de sus santos. La compró con su sangre, que primeramente derramó por la salud de sus siervos, para que sus siervos no dudasen en derramarla por el Nombre del Señor”.
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 16 de julio de 2014

Jueves de la semana 15 de tiempo ordinario

Jueves de la semana 15 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word
 y en PDB

Hemos de confiar en Jesús que nos libera de toda pena, pues unidos a él todo tiene sentido de salvación
“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mateo 11,28-30).
1. Es muy breve el evangelio de hoy, pero rico en contenido y consolador. Los doctores de la ley solían cargar fardos pesados en los hombros de los creyentes. Tú, Jesús, el Maestro verdadero, no. Nos aseguras que tu «carga es ligera», y que en ti «encontraremos descanso».
Tu estilo de vida, Jesús, es exigente. Incluye renuncias y nos pides cargar con la cruz. Pero, a la vez, nos prometes tu ayuda. Cargamos con la cruz, si, pero en tu compañía, y  nos dices: «Yo os aliviaré». Como el Cireneo te ayudó a llevar la cruz camino del Calvario, tú nos ayudas a nosotros a superar nuestras luchas y dificultades. Cuando nos sentimos «cansados y agobiados», iré a ti, Señor, que conoces muy bien nuestro camino (J. Aldazábal).
-“Venid a mi todos los que estáis rendidos y agobiados”. Tu corazón está abierto, Señor, a los pequeños o humildes, los pobres, los que sufren, los hambrientos, los enfermos o desgraciados... todos los que están rendidos y agobiados. En primer lugar quiero contemplar ese sentimiento de tu corazón.
-“Y Yo os aliviaré”. Descanso en ti, Señor, en ti confío. Recuerdo un sacerdote mayor, que estaba en un hospital en coma, y al hablarle repetía: “in manus tuas, Domine, commendo spiritum meum” (en tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu). Luego al reponerse no recordaba esa oración suya, que me edificó.
-“Cargad con mi yugo, sed mis discípulos: aprended de mí, que soy sencillo y humilde, y encontraréis vuestro respiro”. Tu "yugo", Jesús es soportable. No es una carga que aplaste y lastime. Te doy gracias, Señor, porque a lo largo de la vida veo que hay una mano invisible que me guía, especialmente en las dificultades, como se suele decir: “cuando más negra es la noche, amanece Dios”.
Te reconozco, Señor, que me llevas en el camino de la vida, y veo que es verdad lo que dices: “-Sí, mi yugo es llevadero y mi carga ligera”. Sin embargo, a veces, lo encuentro pesado y lo soporto mal. Pero, Señor quiero hacerte caso y abandonarme a ti. Es muy cierto que si uno se abandona verdaderamente a Dios, queda realmente reconfortado, colmado de serenidad y de alegría. Nuestra Fe, nuestras vocaciones, nuestras obligaciones religiosas... no deberían ser nunca "cargas" para nosotros. El amor no puede ser más que liberador y radiante. Por esta alegría se reconocen los verdaderos discípulos de Jesús (Noel Quesson).
La carga es liviana… Escuchando este Evangelio, pienso en los judíos muertos en las cámaras de gas durante la segunda guerra mundial, en los millones de esclavos a quienes no se les ha permitido ser libres, en tantos obreros de la industria moderna que son explotados injustamente, en los indígenas maltratados y marginados en sus propios países, en las gentes que llenan tantos campos de refugiados a lo largo y ancho del mundo, en los que sufren y mueren en soledad en los hospitales, en los niños y niñas que son explotados sexualmente, en los drogadictos que han encontrado su infierno particular huyendo posiblemente de otros infiernos. Todos estos y muchos más, tienen el derecho de sentir estas palabras de Jesús como dirigidas a ellos. Ellos son los últimos de nuestro mundo. Ellos son aquellos a los que ha tocado la peor parte en la herencia. Ellos realmente merecen encontrar consuelo y descanso en el Reino de Dios. Ellos tienen que ser los primeros en entrar en la casa del Padre. ¿Qué podría hacer para que estas palabras llegasen a sus destinatarios? (Servicio Biblico Latinoamericano).
Ayer estaba en la calle con dos hombres de ideología más bien anticatólica, que me pararon para hablar de temas sociales en relación con la Iglesia, y mientras una gitana se me acercó –como suelen hacer al ver un sacerdote- para pedir dinero, para dar de comer a sus niños. Le contesté que no daba dinero, pero que si querían los que me acompañaban mientras hablábamos íbamos a una tienda y allí le compraba comida. Así lo hicimos, yendo a un supermercado, y ella se fue feliz con su comida. Luego, me dijo uno de los contertulios: “nosotros hablamos mucho pero no hacemos estas cosas”, les contesté que podíamos imaginarnos ser la persona necesitada, y así estar en la piel de esa mujer, y si fuéramos ella, nos gustaría que nos ayudaran, y que a nosotros no nos costaba casi esfuerzo ayudar un poco, y que a ella le suponía mucho bien… estuvimos de acuerdo en tantas cosas de labor social que hace la Iglesia.
Otro día me decía otra persona, en un autobús, que le daba mucha paz dar dinero a caritas porque el 100% de lo que daba iba a ayudar a la gente, que no se quedaba un tanto por ciento alto en gastos de organización, como pasa en muchas otras instituciones…
También el otro día vimos un video de “la Iglesia y el sida” y nos quedamos impresionados. Y ante la crítica que hacen de por qué no participa la Iglesia más en prevención, contestaba un cardenal: al ver a los enfermos los curamos, es como si viéramos un herido de tráfico en carretera, no nos paramos a leerle el código de circulación, lo queremos curar en primer lugar… Señor, providencia de los pueblos y luz de las naciones, haznos comprender a todos que la vida es un don tuyo y que, aún en medio de las adversidades, eres Tú quien nos diriges atentamente con mociones, impulsos sobre nuestra conciencia, abierta a tu inspiración y gracia. Amén.
El Evangelio donde el Hijo nos da a conocer las maravillas del Eterno Padre, es un mensaje de amor, y no un simple código penal. El que lo conozca lo amará, es decir, no lo mirará ya como una obligación sino como un tesoro, y entonces sí que le será suave el yugo de Cristo, así como el avaro se sacrifica gustosamente por su oro, o como la esposa lo deja todo por seguir a aquel que ama. Todo precepto es ligero para el que ama, dice S. Agustín; amando, nada cuesta el trabajo: “Ubi amatur, non laboratur”.
2. ¿Cómo se llama Dios? Es una pregunta legítima que Moisés le dirige. ¿En nombre de quién tendrá que presentarse a su pueblo y al Faraón en Egipto? -“Dijo Dios a Moisés: "Yo soy el que soy"”. Sabemos la importancia que tiene el nombre para los hebreos: indica «el ser» profundo. Dios es personal... Tiene un «nombre», es alguien vivo. Se ha buscado mucho cuál podría ser el sentido de esta palabra «Yaveh» traducida aquí por «yo soy el que soy». Se ha pensado, a veces, que es un rechazo a definirse, una respuesta evasiva, como si Dios dijera: «Yo soy quien soy»... Y es verdad que Dios está más allá de todo nombre y no puede ser captado, porque es transcendente.Esta forma de llamarse Dios tiene un sentido profundo en hebreo: “yo soy el que soy-el que seré”, en forma verbal tanto presente como futuro, que se manifiesta plenamente en Jesús, que es “Emanuel”, Dios-con-nosotros, El que es, que viene, y que se queda, y permanece en la Encarnación continuando en la Eucaristía… en su cuerpo que es la Iglesia…
Dios es «Dios-con-nosotros». Jesús se llama a sí mismo, a menudo, con el nombre: «yo soy». A veces, con referencia a diversos aspectos de su personalidad: yo soy el pastor, la puerta, el pan de la vida, la luz, el camino, la verdad, la vida. Y otras, en su totalidad divina: «antes que Abrahán existiera, Yo Soy» (Jn 8,58).
-“Hablarás así a los hijos de Israel: «El que me ha enviado a vosotros es "Yo-soy".»” Yo soy, yo existo. La explicación más frecuente es ésta: Dios es el «ser que posee su existencia en sí mismo», la roca sólida, el único que existe verdaderamente. Y este Nombre es una garantía. «¡Aquél que me ha enviado a vosotros, es lo sólido, la Roca!» «He decidido liberaros de la opresión, ayudaros a vivir en una tierra donde será agradable vivir, ¡un país donde la leche y la miel manarán en abundancia para vosotros!»¿Estamos convencidos de que Dios es siempre «ese Dios »? Cuando los hombres sueñan en «liberación», «justicia», «desarrollo», «promoción» ¿saben que adoptan un sueño de Dios?
-“Ya sé que el rey de Egipto no os dejará partir, sino forzado por mano poderosa. Yo extenderé mi mano...” Dios se comprometerá por entero con la causa de los oprimidos. ¿Y nosotros? (Noel Quesson).
-Es Yaveh, el Señor, el Dios de vuestros padres, Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob. En Egipto en medio de toda clase de dioses era fácil que los hebreos hubiesen adoptado, en parte, la idolatría ambiental. Dios se revela como el único verdadero y se une así a la gran tradición de los patriarcas, quizá algo olvidada. Es pues un Dios "fiel", que cumple sus promesas. Tenemos siempre la tentación de pensar que Dios se olvida de nosotros, que deja que caigamos. Es que el Señor no parece tener prisa. Israel estaba lejos de la Tierra, prometida sin embargo hacía ocho o nueve siglos antes. ¡La espera resultaba interminable! Señor, quiero creer que Tú eres fiel, que eres el Dios de nuestros padres, y que cumplirás todo lo que nos has prometido.
-“Yo os he visitado y he visto lo que os han hecho en Egipto, donde se os oprime y he decidido llevaros al país de los Cananeos, país que mana leche y miel”.
3. Nosotros podemos decir: «El Señor se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada por mil generaciones, de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac». Hemos experimentado que sigue siendo el Dios de la Alianza, porque, en Jesús, estamos celebrando continuamente la Nueva y definitiva Alianza. Y, cuando también para nosotros llegan los días malos, no sólo podemos decir: «envió a Moisés su siervo y a Aarón su escogido», sino que podemos añadir: «y nos ha enviado a su Hijo, Cristo Jesús, que nos ayuda en nuestro éxodo y en el camino de nuestra liberación». Si hay un momento en que Dios se nos revela como cercano es en la Eucaristía: Dios nos dirige su Palabra, que es su mismo Hijo, y nos da su mejor alimento de vida, el Cuerpo y la Sangre del Resucitado. No podemos tener mejor luz y fuerza para la jornada.
Se canta en el salmo la alabanza por la obra redentora de Dios con respecto a Israel, la protección del Señor va cuidando de su pueblo, acompañándole a través de la Alianza de Abraham, y la fecundidad de Egipto, y también usa de la malicia de los enemigos para sacar de lo malo un bien más grande, con Moisés su siervo y los prodigios que hizo a través de él y Aarón.

Llucià Pou Sabaté

martes, 15 de julio de 2014

Miércoles de la semana 15 de tiempo ordinario

Miércoles de la semana 15 de tiempo ordinario

El encuentro con el Señor se realiza en la sencillez, vuelca su misericordia y ternura en el alma que abre su miseria a la grandeza de Dios; en cambio caen los orgullosos
“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mateo 11,25-27).
1. Te veo rezar, Jesús, y quiero aprender de ti: “-Padre, Señor del cielo y de la tierra...” Es el único pasaje del evangelio donde usas estas palabras solemnes, pues sueles hablar del Padre con términos de intimidad y familiaridad. Lo dices en continuidad con toda la Escritura: No hay otro Dios más que El. Y es quien dirige todo ese gran universo con sus millones de seres desde los átomos hasta las estrellas. Todo cuanto existe le está sometido. Es el "Señor del cielo y tierra". Te adoro, Padre, cada fiesta en la Misa: "Gloria a Dios en las alturas..."
–“Bendito seas”... Rezas, Señor, dirigiéndote al Padre en acción de gracias, alabanza, un "te lo agradezco". Veo tu corazón lleno de agradecimiento hacia el Padre. "¡Bendito seas, Padre!". Contigo, Jesús, yo repito esa sencilla y breve oración.
-“Porque lo que has escondido a los sabios y entendidos, lo has revelado a la gente sencilla”. ¡Este es el objeto de su agradecimiento! Porque Dios se "esconde" a los orgullosos... y se "revela" a los humildes. El gran Dios del Universo es desconocido de los que se creen ser más inteligentes y más sabios que los demás. Es a los pobres a quienes se da a conocer. Es entre los sencillos que naciste, Jesús; y los que escogiste como apóstoles eran también sencillos. ¿Tienes preferencia por los que no son nada en el mundo, los que son insignificantes a los ojos de los hombres?... los sencillos ¡éstos son valiosos a los ojos de Dios! Señor, ayúdame a ser "uno de esos pequeños a quien Tú te revelas.
Las personas sencillas, las de corazón humilde, son las que saben entender los signos de la cercanía de Dios. Lo afirma Jesús, por una parte, dolorido, y por otra, lleno de alegría. Cuántas veces aparece en la Biblia esta convicción. A Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque están demasiado llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un corazón sin demasiadas complicaciones. Entre «estas cosas» que no entienden los sabios está, sobre todo, quién es Jesús y quién es el Padre. Pero la presencia de Jesús en nuestra historia sólo la alcanzan a conocer los sencillos, aquellos a los que Dios se lo revela.
Los «sabios y entendidos», las autoridades civiles y religiosas, no te recibieron, Señor, en su “ignorancia”. Los letrados y los fariseos buscan mil excusas para no creer. La pregunta vale para nosotros: ¿somos humildes, sencillos, conscientes de que necesitamos la salvación de Dios?, ¿o, más bien, retorcidos y pagados de nosotros mismos, «sabios y entendidos», que no necesitamos preguntar porque lo sabemos todo, que no necesitamos pedir, porque lo tenemos todo? Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a comprender con serenidad gozosa los planes de Dios y los aceptan en su vida, mientras que nosotros podemos perdernos en teologías y razonamientos. La oración de los sencillos es más entrañable y, seguramente, llega más al corazón de Dios que nuestros discursos eruditos de especialistas. Nos convendría a todos tener unos ojos de niño, un corazón más humilde, unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con las personas y, sobre todo, con Dios. Y saberles agradecer, a Dios y los demás, tantos dones como nos hacen. Siguiendo el estilo de Jesús y el de María, su Madre, que alabó a Dios porque había puesto los ojos en la humildad de su sierva (J. Aldazábal).
-“Sí, Padre, bendito seas por haberte parecido eso bien”. Me gustaría oírte decir "¡Padre!", Jesús, para aprender de ti que Dios es ante todo "la bondad". Dios es bueno, ¿Dudo, quizá alguna vez, de la bondad de Dios? Ayúdame, Señor, a rezar, como tú, esta oración de alabanza: "Gracias, oh Padre, por esto... por aquello..."
-“Mi Padre me lo ha confiado todo. Al Hijo lo conoce sólo el Padre, y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiere revelar”. Sí, lo sabemos: Dios es difícil de alcanzar. Nadie lo ha visto nunca, excepto tú, Jesús: "conoces a Dios"... ¡y lo das a conocer a los que aceptan seguirte y ser de tu escuela! Jesús, ayúdame, todos y cada día de mi vida, a conocer mejor al Padre. ¡Que tu evangelio sea mi meditación cotidiana! Que trate de penetrar mejor en tu misterio... hasta el día que, por fin, te veré cara a cara (Noel Quesson).
Los pobres en el espíritu y humildes de corazón son los queridos por Dios: «De la misma manera que los padres y las madres ven con gran gusto a sus hijos, también el Padre del universo recibe gustosamente a los que se acogen a él. Cuando los ha regenerado por su Espíritu y adoptado como hijos, aprecia su dulzura, los ama, la ayuda, combate por ellos y por eso, los llama sus «hijos pequeños» (San Clemente de Alejandría).
2. La visión de la zarza ardiente representa un momento decisivo en la vida de Moisés y de su pueblo: Dios le llama para llevar a cabo la liberación de su pueblo. Han pasado varios años desde la huida de Moisés. Se ha instalado en tierras de Madián. Se ha casado allí con la hija del sacerdote pagano Jetró. Ha tenido familia. Ha madurado en su carácter. Es pastor de oficio y está cuidando los rebaños de su suegro. Y allí se le aparece Dios, en forma de fuego. (A Pedro le hará impresión el Jesús de la pesca milagrosa; a Pablo, el Jesús que se le aparece en el camino de Damasco. Cada uno tenemos algún momento en que Dios sale a nuestro paso). Quien se aparece a Moisés es el Dios de los patriarcas. El Dios de la promesa. El Dios que ve cómo sufre su pueblo y no lo puede soportar y decide intervenir, enviando a Moisés. La vocación no es nada fácil. De momento, su temperamento decidido responde: «aquí estoy». Pero, luego, se da cuenta de lo que le está pidiendo Dios y presenta sus objeciones: ¿precisamente él, huido de la justicia de Egipto, es el que va a volver allí, nada menos que a pedir al Faraón que deje salir a los suyos? La respuesta de Dios es una de las que más veces aparece en la Biblia: «yo estoy contigo».
Moisés creció pues en la corte del Faraón, la educación que allí recibió le permitirá, más tarde, ser un jefe. Así para trabajar en la liberación de los pobres es muy útil adquirir competencias humanas. Pero Moisés, a la vez que se promocionaba personalmente no renegaba de su ambiente ni de la gente de su pueblo. Un día se escapa del palacio del Faraón y va a las obras donde trabajan los esclavos, sus hermanos de raza. Es testigo de las «cargas» y de los «azotes». Se le revuelve la sangre y mata al egipcio que maltrata al hebreo. Luego, arriesgando la denuncia, huye al desierto... Será el segundo lugar de la formación de Moisés en que se capacitará para ser un jefe, ¡capaz de conducir a todo un pueblo a través del desierto! Así Dios prepara desde lejos lo que tiene intención de realizar un día. Ruego por las «preparaciones»... que puedo entrever. -Moisés era pastor del rebaño de Jetró, su suegro. Viviendo la vida de los nómadas, tiene experiencia de las tradiciones de sus antepasados, Abraham, Isaac, Jacob. Es un retorno a las fuentes. Esta experiencia le será muy útil cuando tendrá que volver a atravesar ese desierto del Sinaí, unos años después. -El ángel del Señor se le apareció en forma de llama de fuego que salía de una zarza. Dios le llamó de en medio de la zarza: «¡Moisés! ¡Moisés!, «Heme aquí." Esta es una escena de vocación. Dios lo llama por su nombre. Le va a revelar su proyecto de liberación y le confía la misión de realizarlo. Dios lleva siempre a cabo sus planes por medio de intermediarios humanos, hombres y mujeres. Dios necesita de los hombres. Llama a las personas a su servicio. A mí también me llama por mi nombre... Escucho, de Ti, Señor, ese nombre que es el mío... Oigo como una llamada que viene de Ti. «Heme aquí, Señor!» Reelijo HOY mi vocación de bautizado, de sacerdote, de religioso... la mía, en la que nadie puede reemplazarme...
¡Quítate las sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada!» Moisés, notémoslo bien, se encuentra en el desierto guardando un rebaño. No está delante de un tabernáculo sagrado, sino delante de «una zarza». ¡Ningún lugar de la tierra está vacío! Dios está allí. ¡El lugar donde me encuentro en este momento, es un lugar sagrado, si sé encontrarme contigo, Señor!
-El Señor dijo: "La aflicción de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto la opresión que les infligen los egipcios... Ahora, pues, ve. Te envío al Faraón: tú harás salir de Egipto a mi pueblo." Nuestro Dios es un Dios que escucha y que mira. Los pobres son sus preferidos. ¡Es un Dios que se compadece de todo sufrimiento! Sufre con los que padecen. ¡Gracias, Señor! ¡Qué maravillosa revelación de Dios! Dios trata de que Moisés comparta su proyecto. Nuestro Dios es un Dios activo, que «toma partido», que se «compromete» y pide que nos comprometamos con El. -Moisés dijo: «¿Quién soy yo para esta hazaña?» Ningún hombre está a la altura para salir con éxito de las obras de Dios. Ante la magnitud de la tarea, nos sentimos siempre muy pequeños. Es un buen signo. -Dios le respondió: «Yo estaré contigo.... La fuerza de aquél que ha recibido misión no le viene de sí mismo, es una fuerza de Dios "Yo estaré contigo". Dios repetirá esas mismas palabras a sus amigos al enviarlos a una misión (Noel Quesson).
3. El Dios del éxodo es también el Dios Padre de Jesús. Es el Dios de ahora, nuestro Padre, que sigue con su corazón apenado por tanto dolor e injusticia como hay en este mundo: «el clamor de los israelitas ha llegado a mí». El Dios que quedó retratado en las parábolas y en la actuación de Jesús de Nazaret: el que se apiadaba de la gente que tenía hambre, que perdonaba a los pecadores, que denunciaba las injusticias, que curaba de todo mal. Nosotros, con mayor razón que el mismo salmista, podemos decir sus palabras: «el Señor es compasivo y misericordioso... Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades, él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura... El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos: enseñó sus caminos a Moisés». Podemos rezarle al Señor, para ser también nosotros portadores de esa esperanza ante momentos difíciles que tienen las personas, transmitirles ese: «yo estoy contigo». Y también ese: “El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos”, salvación en tiempos de Moisés y en nuestros días, a lo largo de toda la historia sigue resplandeciendo la divina misericordia.
Llucià Pou Sabaté


Nuestra Señora del Carmen

Patrona de los marineros
Memoria de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, monte en el que Elías consiguió que el pueblo de Israel volviese a dar culto al Dios vivo y en el que, más tarde, algunos, buscando la soledad, se retiraron para hacer vida eremítica, dando origen con el correr del tiempo a una orden religiosa de vida contemplativa, que tiene como patrona y protectora a la Madre de Dios.
Desde los antiguos ermitaños que se establecieron en el Monte Carmelo, Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.
En las palabras de Benedicto XVI, 15,VII,06: 
"El Carmelo, alto promontorio que se yergue en la costa oriental del Mar Mediterráneo, a la altura de Galilea, tiene en sus faldas numerosas grutas naturales, predilectas de los eremitas. El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías, surgió al Orden contemplativa de los «Carmelitas», familia religiosa que cuenta entre sus miembros con grandes santos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa del Niño Jesús y Teresa Benedicta de la Cruz (en el siglo, Edith Stein). Los Carmelitas han difundido en el pueblo cristiano la devoción a la Santísima Virgen del Monte Carmelo, señalándola como modelo de oración, de contemplación y de dedicación a Dios. María, en efecto, antes y de modo insuperable, creyó y experimentó que Jesús, Verbo encarnado, es el culmen, la cumbre del encuentro del hombre con Dios. Acogiendo plenamente la Palabra, «llegó felizmente a la santa montaña» (Oración de la colecta de la Memoria), y vive para siempre, en alma y cuerpo, con el Señor. A la Reina del Monte Carmelo deseo hoy confiar todas las comunidades de vida contemplativa esparcidas por el mundo, de manera especial las de la Orden Carmelitana, entre las que recuerdo el monasterio de Quart, no muy lejano de aquí [Valle de Aosta]. Que María ayude a cada cristiano a encontrar a Dios en el silencio de la oración.
La estrella del Mar y los CarmelitasLos marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.
Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.
Los Carmelitas y la devoción a la Virgen del Carmen se difunden por el mundoLa Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos se venera en el Carmelo. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.
La devoción a la Virgen del Carmen se propagó particularmente en los lugares donde los carmelitas se establecieron.
España
Entre los lugares en que se venera en España la Virgen de España como patrona está Beniaján, Murcia. Vea ahí mas imágenes.
América
Es patrona de Chile; en el Ecuador es reina de la región de Cuenca y del Azuay, recibiendo la coronación pontificia el 16 de Julio del 2002. En la iglesia del monasterio de la Asunción en Cuenca se venera hace más de 300 años. Es además venerada por muchos en todo el continente.

Los carmelitas tienen, entre otros, el mérito de haber llevado esta advocación mariana a todos los estratos del pueblo cristiano.
En el siglo XII algunos eremitas se retiraron al Monte Carmelo, con San Simón Stock.
La Virgen Santísima prometió a este santo un auxilio especial en la hora de la muerte a los miembros de la orden carmelitana y a cuantos participaran de su patrocinio llevando su santo escapulario.
Los Carmelitas han sido conocidos por su profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la visión de Elías (1 Reyes 18, 44) como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal Carmelita contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.
La estrella del Mar y los Carmelitas.Los marineros, antes de la edad de la electrónica, dependían de las estrellas para marcar su rumbo en el inmenso océano. De aquí la analogía con La Virgen María quien como, estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo.
Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar.
Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa.La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es decir a la que desde tiempos remotos allí se venera. Ella acompañó a los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Incluso se le llamó: "Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella, a Cristo.
¿Qué es el Escapulario carmelita?Los seres humanos nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.
Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda. Se usa bajo la ropa. Junto con el rosario y la medalla milagrosa, el escapulario es uno de los mas importantes sacramentales marianos.
Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: "Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios."
El escapulario es un sacramental.Un sacramental es un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.
El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos. Las gracias nos vienen por nuestra respuesta de amor a Dios y de verdadera contrición del pecado, lo cual el sacramental debe motivar.
¿Cómo surgió el escapulario?La palabra escapulario viene del Latín "scapulae" que significa "hombros". Originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros y lo llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo llevamos sobre nuestros hombros. Para los Carmelitas particularmente, pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.
La Virgen María entrega el escapulario el 16 de julio de 1251.En el año 1246 nombraron a San Simón Stock general de la Orden Carmelita. Este comprendió que, sin una intervención de la Virgen, a la orden le quedaba poco tiempo. Simón recurrió a María poniendo la orden bajo su amparo, ya que ellos le pertenecían. En su oración la llamó "La flor del Carmelo" y la "Estrella del Mar" y le suplicó la protección para toda la comunidad.
En respuesta a esta ferviente oración, el 16 de julio de 1251 se le aparece la Virgen a San Simón Stock y le da el escapulario para la orden con la siguiente promesa:
"Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno"
Aunque el escapulario fue dado a los Carmelitas, muchos laicos con el tiempo fueron sintiendo el llamado de vivir una vida mas comprometida con la espiritualidad carmelita y así se comenzó la cofradía del escapulario, donde se agregaban muchos laicos por medio de la devoción a la Virgen y al uso del escapulario. La Iglesia ha extendido el privilegio del escapulario a los laicos.
Explicación de la Promesa:Muchos Papas, santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia (sin pecado mortal) o la gracia de la contrición (arrepentimiento). Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.
El escapulario tiene 3 significados:El amor y la protección maternal de María: El signo es una tela o manto pequeño. Vemos como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos.
Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudes espiritual.
Vemos en la Biblia:
-Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron. (manto - signo de perdón)
-Jonás le dio su manto a David: símbolo de amistad -Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.
-S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.
Pertenencia a María: Llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María.
Consagración: ´pertenecer a María´ es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por Ella para la extensión del Reino de su Hijo.
-En 1950 Papa Pío XII escribió acerca del escapulario: "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Dice Jesús: "Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (Mt 11:29). El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.
Al usar el escapulario constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa. En la tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden dice: "No lleguemos a la conclusión de que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos...Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la omnipotencia suplicante de la Madre de la Misericordia."
El suave yugo de Cristo: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mi, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". (Mt 11:29-30)
-El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar pero que María nos ayuda a llevar.
Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le traiga.
Se debe vivir lo que significaEl escapulario es un signo de nuestra identidad como católicos, vinculados de íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente según nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación. Esto requiere que seamos pobres (un estilo de vida sencillo sin apegos materiales), castos y obedientes por amor a Dios.
En momentos de tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre, resueltos a ser fieles al Señor.
Ella nos dirige hacia el Sagrado Corazón de su Hijo Divino y el demonio es forzado a retroceder vencido.
Imposición del Escapulario:El primer escapulario debe ser bendecido por un sacerdote e impuesto por él mientras dice:
"Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna"
¿Puede darse el escapulario a quien no es católico?
Sí. El escapulario es signo de la Maternidad Espiritual de María y debemos recordar que ella es madre de todos. Muchos milagros de conversión se han realizado en favor de buenos no-católicos que se han decidido a practicar la devoción al escapulario.
Conversiones.Un anciano fue llevado al Hospital de San Simón Stock en la ciudad de Nueva York, inconsciente y moribundo. La enfermera al ver al paciente con el Escapulario Carmelita llamó a un sacerdote. Mientras rezada las oraciones por el moribundo, éste recobró el conocimiento y dijo: "Padre, yo no soy católico". "¿Entonces, ¿por qué está usando el Escapulario Carmelita?", preguntó el sacerdote. "He prometido a mis amigos usarlo", explicó el paciente. "Además rezo un Ave María diariamente." "Usted se está muriendo" replicó el sacerdote. "¿Quiere hacerse católico?" ´Toda mi vida lo he deseado", contestó el moribundo. Fue bautizado, recibió la Unción de los Enfermos antes de fallecer en paz.
Alerta contra abusos:El escapulario NO salva por sí solo como si fuera algo mágico o de buena suerte, ni es una excusa para evadir las exigencias de la vida cristiana. Mons. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden Carmelita nos dice: "No lleguemos a la conclusión que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos... Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la ´omnipotencia suplicante´ de la madre de la misericordia."
Los Papas y Santos han muchas veces alertado acerca de no abusar de la promesa de nuestra madre como si nos pudiéramos salvar llevando el escapulario sin conversión. El Papa Pío XI nos advierte: "aunque es cierto que la Virgen María ama de manera especial a quienes son devotos de ella, aquellos que desean tenerla como auxilio a la hora de la muerte, deben en vida ganarse dicho privilegio con una vida de rechazo al pecado y viviendo para darle honor."
Vivir en pecado y usar el escapulario como ancla de salvación es cometer pecado de presunción ya que la fe y la fidelidad a los mandamientos es necesaria para todos los que buscan el amor y la protección de Nuestra Señora.
San Claude de la Colombiere advierte: "Tu preguntas: ¿y si yo quisiera morir con mis pecados?, yo te respondo, entonces morirás en pecado, pero no morirás con tu escapulario."
Oración a la Virgen del Carmen. Súplica para tiempos difíciles
"Tengo mil dificultades:
ayúdame.
De los enemigos del alma:
sálvame.
En mis desaciertos:
ilumíname.
En mis dudas y penas:
confórtame.
En mis enfermedades:
fortaléceme.
Cuando me desprecien:
anímame.
En las tentaciones:
defiéndeme.
En horas difíciles:
consuélame.
Con tu corazón maternal:
ámame.
Con tu inmenso poder:
protégeme.
Y en tus brazos al expirar:
recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén."
MEDITACIÓN NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
Estrella del mar, estrella de los que navegamos por el mar del mundo, ruega por nosotros
«Aún estaba él hablando a las multitudes, cuando su madre y sus hermanos se hallaban fuera intentando hablar con él. Alguien le dijo entonces: Mira que tu madre y tus hermanos están fuera intentando hablarte. Pero él respondió al que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Pues todo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.» (Mateo 12, 46-50)
1. La Virgen María es nuestra Madre, y hoy la celebramos con su manto que nos protege, como tantas veces se la representa:nos cubrimos con su vestido y quedamos salvados. La primera lectura nos habla de Elías, el Profeta de la Inmaculada: el gran Vidente subió a la cima del Monte Carmelo y elevó al Altísimo una oración ferviente para que enviara la lluvia fecundante, de la que hacía tres años y medio que se carecía en Palestina. Después de que Elías hubiera instado siete veces al Señor, vio alzarse del mar una nubecita, pequeña como la huella del pie de un hombre, que, salida del mar se expandió con gran rapidez por toda la anchura del cielo, ya los pocos momentos vertía sus aguas purísimas sobre la tierra, que restaba toda renovada y embellecida.
En el siglo XII algunos eremitas se retiraron a aquel monte, y fueron formando un Orden dedicado a la vida contemplativa, bajo el patrocinio de la Virgen María. Nace especialmente para dar culto y tratar de imitar la Virgen María. De este pequeño grupo de hermanos, reunidos junto a la fuente de Elías, nacerá lo que hoy es la Orden de los Carmelitas, consagrada a la Virgen del Monte Carmelo, Madre del Señor. En la Escritura se hace referencia muchas veces a la vegetación exuberante del sagrado monte del Carmelo, ligado desde antiguo a la experiencia de Dios a través de la vida y el ministerio del profeta Elías. La frondosidad y la belleza del Carmelo evocaban aquella otra belleza que adornó siempre a María: su docilidad a la palabra de Dios, su oración callada y su fe inquebrantable. A ella se le pueden aplicar con razón las palabras del profeta Isaías: "Le han dado la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón" (Is 35,2).
Es tradición de la Orden Carmelita que Dios mostró proféticamente a Elías en aquel nubecilla sobre el mar la figura de una Virgen que vendría al mundo limpia de mancha, y que, cuando sería doncella, daría a luz al Hijo de Dios sin detrimento de su virginidad... es así el Profeta de la Inmaculada que contempla de rodillas la nubecita simbólica que se alzaba como estrella.
Cuenta una tradición piadosa que Elías buscó almas puras que supieran amar a María, y que siguieran amándola hasta el fin de los siglos. Y entonces nació, hijo verdaderamente del amor a María, el Orden Carmelita, y con sus hijos construyeron en la misma montaña del Carmelo una capilla que, según testimonio de Juan, Patriarca de Jerusalén, consagraron "a la Virgen que da a luz", "Virgini pariturae", la primera que se le dedicó en toda la tierra. Y de ahí el nombre de "Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo" que los primeros cristianos daban a los religiosos de la Orden del Carmelo, quienes consagraron sus vidas y virginidad a la Virgen Madre que desde entonces fue la Amada bellísima de sus corazones enamorados. Los sábados, en honor a la Virgen se canta en los monasterios carmelitas solemnemente la Salve.
Se habla de una gruta excavada en el Carmelo donde iban los judíos a oír los sábados la explicación de la ley divina, gruta llamada "escuela de los profetas". Explica Josef, diácono de Antioquia (a. 130) que unos hombres solitarios, dados a la contemplación e imitadores de Elías y Eliseo Profetas, se unieron a los Apóstoles en calidad de coadjutores, y que, venidos del Monte Carmelo, predicaron la fe de Cristo valientemente por Galilea, Samaria y toda la Palestina. En continuidad con ellos, la Orden del Carmelo tiene santos como Juan de la Cruz y Simón Stock, y santas que dan honor a la orden, desde Teresita del Niño Jesús, tan querida, a la gran Teresa de Jesús. "De la abundancia del corazón habla la boca", y estos hijos del Carmelo extendieron la fe en Jesús devoción a María, la Reina de sus amores, por todas partes.
La Orden Carmelitana es hija del amor a María, y eso es sin duda una de sus glorias más grandes. Y por el escapulario del Carmen todos estamos unidos en esta filial devoción mariana. Y es que entre los corazones y las almas que vibran, sienten y piensan de igual manera, pronto se establece una corriente secreta de simpatía que engendra a menudo un amor profundamente cordial.
2. María agradeció este amor de sus hijos dándoles la Escapulario. Huyendo de la persecución musulmana, los carmelitas llegaron a Europa a principios del siglo XIII, y tuvieron por parte del pueblo una buena acogida, pero fueron muchos los que tuvieran celos y empezaron a trabajar para que fueran suprimidos. El año 1251 el Prior General de la Orden, San Simón Stock, acudía a la Virgen María, como Patrona de la Orden para que la liberara de los enemigos que atentaban contra su existencia. Una noche, cuenta la tradición, era el 16 de julio de ese mismo 1251, se le apareció la Virgen llevando el escapulario, y desde entonces se extenderá esta devoción al escapulario del Carmen. El amor de María, que es siempre dispuesto a socorrer necesidades, a consolar corazones ya enjugar lágrimas, rebasó magníficamente las aspiraciones del afligido Simón, prueba bellísima de cómo la Virgen escucha siempre las plegarias de sus hijos que la invocan confiados en su bondad y poder, de ahí nuestra confianza para recurrir siempre a su corazón maternal.
«Creemos que entre las formas de piedad mariana deben contarse expresamente el Rosario y el uso devoto del Escapulario del Carmen. Esta última práctica, por su misma sencillez y adaptación a cualquier mentalidad, ha conseguido amplia difusión entre los fieles con inmenso fruto espiritual» (Pablo VI, Exhortación Marialis Cultus). Entre todas las prácticas de devoción que se han introducido en la Iglesia en honor de la Virgen, la del santo Escapulario es de las más seguras, puesto que no se encuentra de otra que haya sido confirmada con milagros más auténticos y estupendos... "Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. -Pocas devociones -hay muchas y muy buenas devociones marianas- tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices-. Además, ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!" (J. Escrivá, Camino 600).
El primer milagro del Santo Escapulario lo explica el mismo día que lo recibió san Simón de manos de la Virgen, el Padre Swànington su secretario, que visitó al hermano de un obispo, que moría a consecuencia de las heridas de un duelo. Se acercó, y vio un triste agonizante que blasfemaba continuamente. Se le acercó y le hizo la señal de la cruz, y le puso la misma vestidura que le dio la Virgen. Cambió el rostro del enfermo de repente, que pasó de infernal a la de un pobre arrepentido y se apoderó de su corazón un gran dolor de las culpas cometidas, confesadas las cuales, traspasó dulcemente. El cardenal Tarancón tuvo una experiencia similar.
Los privilegios del santo Escapulario son dos: preservación del infierno y liberación del Purgatorio. Explica San Simón Stock que rezaba la oración: "Flor del Carmelo, / Viña florida, / Claror del Cielo, / Virgen fecunda / Y singular. Madre amorosa, / De barón intacta, / A tus hijos da / Bellos privilegios, / Estrella del mar". Y fue entonces cuando se le apareció la Virgen "escoltada de innumerables ángeles, y teniendo en sus manos el Escapulario de la Orden, me dijo: 'Toma, hijo mío carísimo, este Escapulario de tu Orden, señal de mi confraternidad y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera con él no sufrirá el fuego eterno. Él es señal de salvación; salud en los peligros; alianza de paz y de pacto sempiterno".
La bula sabatina del Papa Juan XXII recoge las palabras que la misma Virgen le dirigió: "Yo soy la Madre de la Misericordia -dice Nuestra Señora del Carmen-, y descenderé al Purgatorio el primer sábado después de la muerte (de quien haya llevado dignamente el escapulario), y lo libraré para conducirlo al Monte Santo de la vida eterna". Al llevar el Escapulario quedamos unidos a esta familia carmelitana, y va bien sentir las cosas de la familia como propias.
En primer lugar, el Escapulario es un vestido (que se ponía sobre los hombros), la protección del manto de la Virgen que nos da como una invisible protección materna, que nos tiene siempre seguros, estamos en buenas manos. El mes de julio, consagrado a la Virgen del Carmen, es un tiempo para pensar en ese amor y ternura de nuestra Madre la Virgen.
3. La Virgen María es "la Madre Sacratísima" que "estaba siempre firme en la fe" (Santa Teresa de Jesús, 6 Moradas), llena de "tan gran fe y sabiduría" que siempre aceptó en su vida los caminos de Dios, escuchando humildemente la Palabra (cf. Conceptos del Amor de Dios).
Para San Juan de la Cruz María fue siempre dócil a los impulsos del Espíritu Santo, pues "nunca tuvo en su alma impresa forma alguna de criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo" (3 Subida). María, que "guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón" (Lc 2,19) y que vivió siempre unida en la fe y el amor con Cristo su Hijo, es modelo e ideal evangélico para todos. La celebración de santa María del Carmelo es la fiesta en la que la Orden de los carmelitas y toda la Iglesia reconocen a María como modelo y fuente de protección y auxilio en Cristo en medio de las adversidades de la vida, de lo cual es un signo elocuente el escapulario del Carmen.
Pablo afirma: "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley…" (Gal 4,4). Cuando el Padre envía a su Hijo al mundo, llega "la plenitud del tiempo", el punto culminante de la historia salvífica, "nacido de una mujer", María, colocada en el mismo centro del proyecto salvador de Dios. En ella, el Mesías—Hijo de Dios llega a ser verdadero "hermano" nuestro (Heb 2,11), compartiendo nuestra propia carne y sangre (Heb 2,14).
Luego, al final de la vida de Jesús sobre la tierra, junto a su cruz aparece congregada simbólicamente la Iglesia, representada por "su Madre" y por "el discípulo a quien amaba" (19,25-27). María es figura de Sión, la Jerusalén celestial, y ahí nos llega el testamento de Jesús: "Ahí tienes a tu madre..." (Jn 19,27). El discípulo "a quien Jesús tanto amaba" (Jn 19,26) es imagen del creyente de todos los tiempos. Por eso las palabras de Jesús hacen que la maternidad de María alcance una dimensión eclesial que se extiende a todos aquellos que siguen con fidelidad hasta la cruz. El discípulo acoge a la Madre de Jesús como algo suyo. "Desde aquella hora, el discípulo la acogió entre sus cosas propias". La Madre del Señor pasa a ser parte del tesoro más preciado del discípulo creyente. Cuando ha llegado la Hora, al pie de la cruz la nueva familia de Jesús es símbolo de la iglesia de todos los tiempos: "su Madre y sus hermanos".
Ora la liturgia de hoy: «Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de decirle cosas buenas de nosotros»; con toda la Iglesia hoy te rezo, Madre mía, modelo en el seguimiento de Cristo: sé mi auxilio y protección en las adversidades de la vida. Verdadera madre de la Iglesia y de cada uno de los discípulos de Jesús, bajo tu amparo me acojo, nos acogemos: ruega por nosotros.
Llucià Pou Sabaté