martes, 8 de julio de 2014

Miércoles de la semana 14 de tiempo ordinario

Miércoles de la semana 14 de tiempo ordinario

Dios nos llama a una misión  para desarrollar los proyectos de su corazón, y así cuenta con nuestra colaboración para que su misericordia se vierte sobre la humanidad.
“En aquel tiempo, Jesús, llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: -«No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca»” (Mateo 10,1-7).
1. Seguimos en este segundo de los cinco grandes discursos de Jesús, en el que da a sus apóstoles unas consignas para su misión evangelizadora. Ya había insinuado la idea al final del evangelio de ayer, cuando Jesús contemplaba la abundancia de la mies y la escasez de obreros para la siega, invitándonos a orar al Padre para que envíe trabajadores a su campo.
 “-Jesús llamó a sus "doce"” para enviarlos a misión. Tenemos ahora a los doce constituidos en "colegio apostólico", es decir, "misionero". "La Iglesia peregrina es misionera por su naturaleza, puesto que procede de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre" (Vaticano II: A.G. 2) "Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás apóstoles forman un solo Colegio Apostólico, de igual modo el Romano Pontífice, sucesor de Pedro y los obispos, sucesores de los apóstoles se unen entre sí y forman un todo (ídem, L.G. III, 22). "El cuidado de anunciar el Evangelio en todo el mundo pertenece al "cuerpo de los pastores", ya que a todos ellos en común dio Cristo el mandato imponiéndoles un oficio común... Por tanto todos los obispos deben proveer a las misiones, no sólo de operarios para la mies, sino también de socorros espirituales y materiales." (ídem, L.G. III, 23).
Unos serán más célebres y otros quedan en la sombra... –“Y les dio autoridad sobre los espíritus "inmundos" para expulsarlos y curar todo achaque y enfermedad”. Nos mandas, Jesús, para curar, buscar la salud de alma y cuerpo… Destruir el mal. Hacer el bien. Nos llamas a cada uno para una misión, para que yo sea responsable contigo de la obra de salvación.
-“A los doce los envió Jesús con estas instrucciones:.. Id a las ovejas descarriadas de Israel.Por el camino proclamad que el Reino de Dios está cerca”. “Son muchos los cristianos persuadidos de que la Redención se realizará en todos los ambientes del mundo, y de que debe haber algunas almas —no saben quiénes— que con Cristo contribuyen a realizarla. Pero la ven a un plazo de siglos, de muchos siglos...: serían una eternidad, si se llevara a cabo al paso de su entrega.
”Así pensabas tú, hasta que vinieron a “despertarte”” (J. Escrivá, Surco 1). Dios llama a cada uno según su pensamiento amoroso, y vamos descubriendo en el tiempo lo que desde siempre había pensado para cada uno. Es un diálogo entre el Señor y nuestro interior, y vemos aquí condensada la teología de la vocación cristiana: el Señor elige a los que quiere para estar con Él y enviarlos a ser apóstoles (cf. Mc 3,13-14). En primer lugar, los elige: antes de la creación del mundo, nos ha destinado a ser santos (cf. Ef 1,4). Nos ama en Cristo, y en Él nos modela dándonos las cualidades para ser hijos suyos. Sólo en vistas a la vocación se entienden nuestras cualidades; la vocación es el “papel” que nos ha dado en la redención. Es en el descubrimiento del íntimo “por qué” de mi existencia cuando me siento plenamente “yo”, cuando vivo mi vocación.
¿Y para qué nos ha llamado? Para estar con Él. Esta llamada implica correspondencia: «Un día —no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia—, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana —que es la razón más sobrenatural—, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que sólo desaparece cuando te apartas de El» (San Josemaría).
Es don, pero también tarea: santidad mediante la oración y los sacramentos, y, además, la lucha personal. «Todos los fieles de cualquier estado y condición de vida están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad que, aún en la sociedad terrena, promueve un modo más humano de vivir» (Concilio Vaticano II).
Así, podemos sentir la misión apostólica: llevar a Cristo a los demás; tenerlo y llevarlo. Hoy podemos considerar más atentamente la llamada, y afinar en algún detalle de nuestra respuesta de amor.
2. Comenzamos hoy la deliciosa historia de José, a partir de cómo sus hermanos, por la envidia que sentían por él, el predilecto de Jacob, le vendieron a unos comerciantes que iban a Egipto, de cómo allí fue esclavo y estuvo en la cárcel, hasta que por su don de interpretar los sueños del Faraón, llegó a escalar posiciones muy altas en la corte, siendo nombrado primer ministro y administrador del reino (que leemos en Cuaresma, como imagen de Cristo vendido por los suyos). En la sequía que azota a Egipto y a los países limítrofes, incluido el de Canaán, vienen sus hermanos a comprar víveres para sus familias. José no se da a conocer de inmediato y los pone a prueba, pidiéndoles que le traigan al hermano menor, Benjamín, a quien quiere de modo especial porque son hijos de la misma madre (Raquel). Así se cumple el sueño en que los veía arrodillados a sus pies.
Cristina, una madre española en Tierra Santa, comentaba que hay que hablar de compartir, de solidaridad abierta a todos, con los niños: “Yo me siento enormemente afortunada (¡y orgullosa de ellos!) porque mis hijos conviven a diario, aquí en Israel, con emigrantes latinoamericanos que carecen de lo más necesario, han salido con frecuencia de sus cuartos, prestando sus camas, han trabajado doblando ropas que entregar a los que las necesitan, han ideado sistemas para facilitar la vida al prójimo, han regalado horas de descanso y diversión para que los que no tienen medios de formación cristiana pudieran acudir a ellos, quedándose sin siesta, etc. En conclusión, veo que siempre son los niños los más avanzados en esto de amar... ¿Será por esto que nos decía el Señor aquello de "si no os hacéis como niños..."?”
Los hermanos se portaron mal con José. Ahora, él los ayuda. Se nos dice que José es temeroso de Dios (=cumple sus mandamientos). A través de la lección que les da, ellos despiertan los recuerdos, toman conciencia de su culpabilidad. Sufriendo ellos, se dan cuenta de que han hecho sufrir. Pero no siempre es así. Desgraciadamente podemos permanecer inconscientes del daño. Te pedimos, Señor, ser más lúcidos respecto al daño que hemos podido infligir a nuestros hermanos. Esta historia simboliza la de todas aquellas familias que se dividen por razón de envidias o de intereses. Ruego por la reconciliación de los hermanos enemistados. Porque cabe pensar que José hubiera podido entonces aprovechar el poder que le daba su cargo para saciar su resentimiento. Por el contrario veremos que toma una actitud evangélica: "el perdón de las injurias". Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos (Noel Quesson).
3. Vemos cómo el Señor transforma todo en bien: «dad gracias al Señor con la cítara... el Señor deshace los planes de las naciones, frustra los proyectos de los pueblos, pero el plan del Señor subsiste por siempre, los proyectos de su corazón, de edad en edad... Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre». La historia es una invitación a creer en la providencia de Dios, que, como tantas veces, escribe recto con líneas que han resultado torcidas por los fallos de los hombres. Cuántas veces, en la historia de la Iglesia, acontecimientos que parecían catastróficos, no lo fueron, sino que incluso resultaron providenciales para indicarnos los caminos de Dios y purificarnos de nuestras perezas o ambiciones. Por ejemplo, la invasión de los pueblos del Norte, en el siglo V, o la pérdida, en el siglo pasado, de los Estados Pontificios. También en nuestra historia particular hemos experimentado tal vez que lo que creíamos un fracaso ha resultado un bien para nosotros. Como para Ignacio de Loyola su herida en el sitio de Pamplona. Como para Jesús, cuya muerte -vendido como José por unas monedas- parecía el fracaso de todos sus planes salvadores, y fue precisamente el hecho decisivo de la redención de la humanidad. Dios sabe sacar siempre bien del mal.
Señor Dios nuestro, Señor de la historia: líbranos, por los méritos de tu Hijo Jesucristo, de la soberbia y el orgullo que nacen de la inteligencia, de la ceguera de ver que nuestros planes también van saliendo, sin atribuirte a ti el éxito. Qué difícil, Señor, despojarse de la corona de laurel que el mundo nos coloca a veces, y dejarse llevar dócilmente por tu Espíritu, quizá por caminos laterales, carreteras secundarias que no llevan a triunfos tan vistosos, pero sí a la colaboración con tu santísima voluntad.
Llucià Pou Sabaté

Miércoles de la semana 14 de tiempo ordinario

lunes, 7 de julio de 2014

Martes de la semana 14 de tiempo ordinario

Martes de la semana 14 de tiempo ordinario

Jesús nos pide fe y sinceridad de vida para adorar a Dios, y nos envía con la misión de proclamar el Evangelio
“En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: -«Nunca se ha visto en Israel cosa igual.» En cambio, los fariseos decían: -«Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.» Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: -«Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies»” (Mateo 9,32-38).
1. “-Presentaron a Jesús a un endemoniado mudo”. Señor, ven a echar de mí los demonios mudos... Los demonios del silencio. “No hemos de alejarnos de Dios, porque descubramos nuestras fragilidades; hemos de atacar las miserias, precisamente porque Dios confía en nosotros.
”¿Cómo lograremos superar esas mezquindades? Insisto, por su importancia capital: con humildad, y con sinceridad en la dirección espiritual y en el Sacramento de la Penitencia. Id a los que orientan vuestras almas con el corazón abierto; no lo cerréis, porque si se mete el demonio mudo, es difícil de sacar.
”Perdonad mi machaconería, pero juzgo imprescindible que se grabe a fuego en vuestras inteligencias, que la humildad y —su consecuencia inmediata— la sinceridad enlazan los otros medios, y se muestran como algo que fundamenta la eficacia para la victoria. Si el demonio mudo se introduce en un alma, lo echa todo a perder; en cambio, si se le arroja fuera inmediatamente, todo sale bien, somos felices, la vida marcha rectamente: seamos siempre salvajemente sinceros, pero con prudente educación.
”Quiero que esto quede claro; a mí no me preocupan tanto el corazón y la carne, como la soberbia. Humildes. Cuando penséis que tenéis toda la razón, no tenéis razón ninguna. Id a la dirección espiritual con el alma abierta: no la cerréis, porque —repito— se mete el demonio mudo, que es difícil de sacar.
”Acordaos de aquel pobre endemoniado, que no consiguieron liberar los discípulos; sólo el Señor obtuvo su libertad, con oración y ayuno. En aquella ocasión obró el Maestro tres milagros: el primero, que oyera: porque cuando nos domina el demonio mudo, se niega el alma a oír; el segundo, que hablara; y el tercero, que se fuera el diablo.
Contad primero lo que desearíais que no se supiera. ¡Abajo el demonio mudo! De una cuestión pequeña, dándole vueltas, hacéis una bola grande, como con la nieve, y os encerráis dentro. ¿Por qué? ¡Abrid el alma! Yo os aseguro la felicidad, que es fidelidad al camino cristiano, si sois sinceros. Claridad, sencillez: son disposiciones absolutamente necesarias; hemos de abrir el alma, de par en par, de modo que entre el sol de Dios y la claridad del Amor.
Para apartarse de la sinceridad total no es preciso siempre una motivación turbia; a veces, basta un error de conciencia. Algunas personas se han formado —deformado— de tal manera la conciencia que su mutismo, su falta de sencillez, les parece una cosa recta: piensan que es bueno callar. Sucede incluso con almas que han recibido una excelente preparación, que conocen las cosas de Dios; quizá por eso encuentran motivos para convencerse de que conviene callar. Pero están engañados. La sinceridad es necesaria siempre; no valen excusas, aunque parezcan buenas (J. Escrivá, Amigos de Dios, 187-189).
-“Las multitudes decían admiradas: "Jamás se ha visto cosa igual" En cambio los fariseos decían: "Echa a los demonios con el poder del príncipe de los demonios."” ¿Ignorancia o mala fe? No sabemos las intenciones, sí que el poder diabólico se viste con la apariencia de la verdad…
-“Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad”. Es tu estilo, Señor: ahogar el mal en abundancia de bien, una actividad de "enseñar y sanar". Es el oficio o tarea del sacerdote y del cristiano. De pueblo en pueblo... vas a las sinagogas y a las calles, a la orilla del agua, bajo un árbol... repartiendo beneficios alrededor y aliviando cualquier pena o dolor...
-“Viendo al gentío, sintió compasión de ellos porque andaban maltrechos y derrengados como ovejas sin pastor”. Así comienza el segundo gran sermón de Jesús, llamado "Discurso misionero": Jesús enviará sus amigos en "misión" y les dará sus consignas... una especie de tratado teológico y práctico. Es esencial hacer oración sobre esta frase -viendo las muchedumbres-: ella revela algo esencial en el corazón de Jesús. La misión de la Iglesia nace aquí, en ese sentimiento que Jesús experimenta ante el gran desamparo de los hombres. La evangelización nace de esa misma observación, de esa misma mirada: "viendo" las muchedumbres... ¿Qué es lo que agota y aplasta hoy a los hombres? ¿Cómo puedo ser el "pastor" de mis hermanos? ¿Hacia qué pastos les conduciré? ¿Qué buena noticia les anunciaré?
-“Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante y los obreros pocos. Por eso rogad al dueño que mande obreros a su mies”. Rogar es la primera actividad misionera, la que hizo Santa Teresita, patrona de las misiones (Noel Quesson).
“No se nos puede ocultar que resta mucho por hacer. En cierta ocasión, contemplando quizá el suave movimiento de las espigas ya granadas, dijo Jesús a sus discípulos: «la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe trabajadores a su campo». Como entonces, ahora siguen faltando peones que quieran soportar «el peso del día y del calor». Y si los que trabajamos no somos fieles, sucederá lo que escribe el profeta Joel: «destruida la cosecha, la tierra en luto: porque el trigo está seco, desolado el vino, perdido el aceite. Confundíos, labradores; gritad, viñadores, por el trigo y la cebada. No hay cosecha».
No hay cosecha, cuando no se está dispuesto a aceptar generosamente un constante trabajo, que puede resultar largo y fatigoso: labrar la tierra, sembrar la simiente, cuidar los campos, realizar la siega y la trilla... En la historia, en el tiempo, se edifica el Reino de Dios. El Señor nos ha confiado a todos esa tarea, y ninguno puede sentirse eximido» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 158).
“Jesús, cuenta conmigo. Quiero trabajar esa tierra del mundo… Quiero ser uno de esos obreros que te ayude a recoger los frutos de tu Redención. Pero ¿qué he de hacer?” (Pablo Cardona).
«Son innumerables la ocasiones que tienen los seglares para ejercitar el apostolado de la evangelización y de la santificación. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural tienen eficacia para atraer a los hombres hacia la fe y hacia Dios» (Vaticano II, A. A. 6). Jesús nos da una misión: ser portadores de humanidad, estar en el mundo participando de las cosas del mundo. Salir a las periferias, como recuerda el Papa Francisco, como Jesús, a atender las necesidades de la gente. ¿No se puede decir que «la mies es mucha» y que muchos están «como ovejas que no tienen pastor»? Es bueno recordar el comienzo de aquel documento tan famoso del Vaticano II, la «Gaudium et spes»: «El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo» (GS 1). Jesús, tú quieres seguir andando por los caminos haciendo el bien, a través de tus amigos, en este sentido todos somos «sacerdotes», partícipes de la realeza tuya, Jesús, de tu misión de profetizar y santificar.
2. Unos veinte años después de la visión de la escala que llega al cielo, de vuelta de Mesopotamia a su tierra de origen…
-“Jacob se levantó, tomó a sus dos mujeres con sus dos siervas y sus once hijos, pasaron por el vado del torrente Yabboq... e hizo pasar también todo lo que poseía”... Comienza pues por asegurar, tanto como humanamente puede, todo lo que más aprecia. ¡Parece un hombre próximo a enloquecer!
-“Jacob se quedó solo”. Era de noche. Siempre estamos solos ante las opciones más decisivas. Jesús también luchará solo en el Huerto de los Olivos. ¿Y yo? Mis soledades, mis responsabilidades, ¿las sé afrontar? -“Aquella noche, alguien luchó con él hasta rayar la aurora”. Combate que dura y dura toda una noche. ¡Batirse hasta rayar el alba!
-“Viendo que no le podía le tocó en la articulación femoral y se dislocó el fémur de Jacob mientras luchaba con aquél”. No es una pesadilla, pues sale señalado para toda la vida. ¡En adelante Jacob quedará cojo! “Jacob dijo: «No te soltaré hasta que me hayas bendecido.» El desconocido le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» -Me llamo Jacob. -En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres”. Así, sin saberlo, se había batido contra Dios. Lo que se juega en nuestras luchas es a menudo más grave de lo que parece. Jacob, como nosotros, acababa de vivir la gran batalla de la «oración» en la forma simbólica de la lucha contra Dios: dudaba de la bendición de su padre, siente miedo terrible de afrontar la venganza de su hermano Esaú, y ahora rogó a Dios y combatió: «Dame de nuevo aquella bendición de antaño... ¡sálvame!» -“Jacob... Israel”... «Jacob», era el «astuto», «el que suplanta al otro». «Israel» es “el vencedor de Dios" el que ha soportado la prueba de la fe y ha salido airoso, aunque "herido". En mi oración puedo pensar en cada uno de esos símbolos para concretizarlos en mi propia aventura espiritual (Noel Quesson).
3. Hemos de tener confianza en Dios, que protege al justo ante la perversidad del malvado: «Señor, vengo a tu presencia, escucha mi apelación, atiende a mis clamores... yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío... tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha... y al despertar me saciaré de tu semblante». El hombre de corazón sincero pide al Señor ayuda, la salvación. El apocalipsis nos dice que los salvados ante Dios “verán su rostro” (22,4). Mientras, podemos estar seguros de que Dios cuida a los suyos “como la niña de sus ojos” (cf Dt 32,10) las alas protectoras se expresan en otros lugares como las caricias de Dios padre-madre, hasta que el despertar de la muerte (como en Dn 12,2; Is 26,19) nos sorprenda con la contemplación del divino rostro, y mientras vivimos en la esperanza de ese saciarnos porque “la razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador” (Gaudium et spes 19).
Llucià Pou Sabaté

Lunes de la semana 14 de tiempo ordinario

Lunes de la semana 14 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
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Jesús nos salva en las dificultades, fomenta nuestra fe en que Él siempre nos socorre
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: -«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.» Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y, al verla, le dijo: -«¡Animo, hija! Tu fe te ha curado.» Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: -«¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca” (Mateo 9, 18-26).
1. -Un jefe de la sinagoga se acercó a Jesús, se prosternó y le dijo: "Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá". Es un notable, responsable de la reunión del culto de cada Sabat. Es ante todo un pobre hombre aplastado por el dolor: su hija ha muerto. Pienso en su pena... Es algo sorprendente la confianza que ese hombre tiene puesta en Jesús: ¡Todavía no ha resucitado a ningún muerto! Es una verdadera fe en lo imposible, y se atreve a pedirlo. "Ven, y aplícale tu mano". La mano de Jesús...
-“Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos”. Inmediatamente vas a atender a ese padre, Jesús.
-“En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del vestido... Jesús se volvió y al verla le dijo: "Animo, hija, tu fe te ha curado" y desde aquel momento quedó curada”. Marcos cuenta la escena con muchos detalles, Mateo subraya la fe. Pide a tus discípulos que "curen a los enfermos". También hoy Jesús cura por los sacramentos, también el amor de Dios continúa presente en la Eucaristía, donde le tocamos y Él nos cura.
-“Jesús llegó a casa del jefe de la sinagoga y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente dijo: "Apartaos..."” Hay ciertos ambientes, quizá algo convencionales o falsos, que no te gustan, Jesús, y pides que salgan esos que pululan por ahí…
-“Pues ¡la niña no está muerta, sino dormida!” Será lo mismo que dirás sobre la muerte de Lázaro: "Vayamos a despertar a nuestro amigo" (Juan 11,11). Para ti, Jesús, la muerte no tiene el carácter temible que le damos... es más bien una especie de "sueño" del cual tú tienes el poder del despertar. Debo esforzarme constantemente en ver todas las cosas y situaciones como las miras, Jesús...
-“Pero ellos se reían de El. Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la chiquilla de la mano y ella se puso en pie. La Noticia del hecho se difundió por toda la región”. Creo en ti, Señor, en tu poder de resucitar, de perdonar, de volvernos a la vida… te pido que me aumentes la fe, para creer más y mejor (Noel Quesson), para verte como Señor de toda la creación, de la vida y de la muerte, con poder sobre todo mal, que curas enfermedades... En eso consiste tu Reino, la novedad vienes a traer: la curación y la resurrección.
Te pido verte en los sacramentos, Señor, donde nos acercamos con más fe a ti y te «tocamos», o tú nos tocas a nosotros por la mediación de su Iglesia, para concedernos su vida. En el caso de aquella mujer, tú notaste que había salido fuerza de ti (como comenta Lucas en el texto paralelo). Así pasa en los sacramentos, que nos comunican, no unos efectos de algo antiguo, sino la vida que tú nos transmites hoy y aquí, desde su existencia de Señor Resucitado. Como dice el Catecismo, «los sacramentos son fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo, siempre vivo y vivificante» (CEC 1116).
El dolor de aquel padre y la vergüenza de aquella buena mujer pueden ser un buen símbolo de todos nuestros males, personales y comunitarios. También ahora, como en su vida terrena, Jesús nos quiere atender y llenarnos de su fuerza y su esperanza. En la Eucaristía se nos da él mismo como alimento, para que, si le recibimos con fe, nos vayamos curando de nuestros males (J. Aldazábal).
2. Jacob tiene que huir de Esaú. Salir de su tierra. Y es aquí donde le espera Dios. Vemos el origen del santuario de Betel, en el reino del Norte.
–“Jacob salió de Berseba y fue a Jarán. Llegando a un cierto lugar se dispuso a pasar la noche, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar como cabezal y se durmió”. La escena es hermosa. Quizá pensaban en aquel tiempo que Yavéh era el «dios» de un lugar, unido a la Tierra Prometida. Si se viajaba fuera de «su» territorio, se perdía su presencia y su protección. Pero aquella noche... Jacob descubre que su Dios es un dios universal, presente en todo lugar.
Tuvo un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. El Señor estaba en pie sobre ella y dijo: -«Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac”. Sí, en todo lugar de la tierra hay "comunicación" entre el hombre y Dios: ésta es la significación de esta escalera simbólica por la que suben y bajan los ángeles. Es el gran proyecto de Dios: establecer entre Dios y los hombres unas relaciones personales. ¡Cuánto nos cuesta convencernos de esto!
La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti ya tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra, y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guardaré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido.” La promesa nos recuerda a Jesús cuando dice: -"Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que tú me has dado" (Jn 17,24). Jesús es la escalera anunciada que une el cielo a la tierra: -"Voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haga preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros" (Jn 14,2-3). -"El que me sirva, que me siga y donde yo esté, allí estará también mi servidor" (Jn 12,26).
-"Despertó Jacob de su sueño y dijo: Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía". Y yo tampoco lo sé la mayor parte de las veces. ¡Cómo cambiaría todo si tomáramos conciencia de ello más a menudo. No hay espacio profano. "Entre los puchero anda el Señor" decía Santa Teresa. En todo lugar hay una Presencia maravillosa. Aquí. ¡Donde me encuentro! «Tú estás aquí, en el corazón de nuestras vidas y Tú eres el que nos hace vivir.» ¿Soy capaz de descubrir esta realidad, como lo hizo el viejo patriarca, y de que ello cambie mi vida? Jacob erige un altar a Dios y llama a aquel lugar «casa de Dios», que es lo que significa Betel. Ahí recibe esa alianza divina, esa misión de formar un pueblo. También nosotros nos sentimos enviados de Dios a este mundo, cada uno en su ambiente. No tendremos sueños como el de Jacob. Tenemos algo mejor: Jesús es nuestro Mediador, que nos abre el acceso a Dios y nos ha llamado a ser discípulos suyos y a colaborar con él, siendo luz y sal y fermento en este mundo. Ante las dificultades que esto comporta, tenemos que saber escuchar la voz de Dios: «yo estoy contigo». Él nos ayuda en el camino, nos conoce, nos está cerca (Noel Quesson).
Buenaventura habla simbólicamente de esa escalera con motivo de la contemplación: «Este entrar en la divinidad y salir a la humanidad (de Cristo) no es otra cosa que el subir al cielo y bajar a la tierra, que se realiza en Cristo como por una escalera, de la cual se habla en el capítulo 28 del Génesis: Jacob vio en sueños una escalera...» Según eso, con el subir y bajar se significaban las dos formas de la contemplación: contemplación de la divinidad y de la humanidad de Cristo; las dos naturalezas están en él unidas y hacen de él una como escalera que conduce hacia arriba.
San Agustín recuerda la imagen de la escalera de Jacob en el primero de los llamados salmos graduales y evoca así a los ángeles que suben y bajan por la escala de Jacob: "bajar" es cosa distinta de "caer". Adán cayó, Cristo bajó. Caer es efecto de la soberbia, bajar servicio de la misericordia. Así, con los ángeles que suben se significan aquellos hombres que adelantan en la inteligencia espiritual de la Escritura; con los que bajan, los heraldos de la palabra, que se inclinan a los pequeños y les dan la comida que pueden soportar.
Gregorio ve en los ángeles que suben y bajan por la escalera de Jacob la imagen de los buenos predicadores de la palabra, cuyo deseo va no sólo hacia arriba, a los goces de la contemplación, sino que se inclina igualmente por la compasión hacia abajo, a los miembros de Cristo.
Isidoro, siguiendo su tendencia a las fórmulas exactas, especifica más la interpretación: El sueño de Jacob significa la pasión de Cristo, la piedra a Cristo mismo, la casa de Dios es Belén. Además, la escalera es Cristo, que se llamó a sí mismo «camino», los ángeles que están sobre ella son los evangelistas y predicadores, que suben para encontrar su divinidad y bajan para salir al encuentro de su humanidad; pero también suben los "carnales" para hacerse «espirituales», y bajan los "espirituales" para dar "leche" a los otros. Cristo empero, está arriba, en su cabeza, y abajo, en su cuerpo, que es la Iglesia: el subir y bajar desemboca por igual en él (Joseph Ratziger).
3 «Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti; él te librará de la red del cazador». El lector cristiano ve dirigido este salmo especialmente a Jesucristo, que en su resurrección se ha manifestado en plenitud con su auxilio divino (prometido en este salmo). Jesús promete para sus fieles esta protección divina. “Invocabit me et ego exaudiam eum, leemos en la liturgia de este domingo: si acudís a mí, yo os escucharé, dice el Señor. Considerad esta maravilla del cuidado de Dios con nosotros, dispuesto siempre a oírnos, pendiente en cada momento de la palabra del hombre (…) Nos oye el Señor, para intervenir, para meterse en nuestra vida, para librarnos del mal y llenarnos de bien:eripiam eum et glorificabo eum, lo libraré y lo glorificaré, dice del hombre. Esperanza de gloria, por tanto: ya tenemos aquí, como otras veces, el comienzo de ese movimiento íntimo, que es la vida espiritual. La esperanza de esa glorificación acentúa nuestra fe y estimula nuestra caridad” (san Josemaría Escrivá).
 “Con él estaré en la tribulación, dice Dios, ¿y yo buscaré otra cosa que la tribulación? Para mí lo bueno es estar junto a Dios, y no sólo esto, sino también hacer del Señor mi refugio, porque Él mismo dice: lo defenderé, lo glorificaré. Con él estaré en la tribulaciónGozaba –dice- con los hijos de los hombres. Se llama Emmanuel, que significa ‘Dios con nosotros’. Desciende del cielo para estar cerca de quienes sienten su corazón agitado por la tribulación, para estar con nosotros en nuestra tribulación (…) Para mí, Señor, es mejor sufrir las tribulaciones contigo que reinar sin ti, que vivir regaladamente sin ti, y que gloriarme sin ti. Es mejor para mí, Señor, unirme más iíntimamente a ti en la tribulación, tenerte conmigo en la hoguera que estar sin ti, incluso en el cielo: ¿qué me importa el cielo sin ti? Y contigo ¿qué me importa la tierra?” (S. Bernardo).

Llucià Pou Sabaté

sábado, 5 de julio de 2014

Domingo semana 14 de tiempo ordinario

Domingo de la semana 14 de tiempo ordinario; ciclo A

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«En aquel tiempo exclamó Jesús diciendo: Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeños. Si, Padre, pues así fue tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.» (Mateo 11, 25-27)
1º. Jesús, hoy se habla mucho de ciencia.
Parece que la ciencia puede explicarlo todo, y que sólo lo que se comprueba científicamente puede ser creído.
El problema es que las ciencias experimentales sólo pueden medir lo que es material, no lo que es espiritual.
Por eso «ocultas estas cosas a los sabios.»
No a los sabios de verdad, que saben distinguir hasta dónde llega la ciencia, sino a los que se creen sabios sin serlo, o a los soberbios que creen que su limitada razón es capaz de entenderlo todo.
También dices que Dios ha ocultado estas cosas a los «prudentes.»
Aquí te refieres, Jesús, a aquellas personas que no quieren arriesgar, que no quieren dar nada antes de haber recibido ya la recompensa.
Esas personas no te pueden conocer ni amar, porque Tú me das en proporción a lo que yo te entrego.
Es una proporción «desproporcionada»: «el ciento por uno y la vida eterna» (Marcos 10,30).
Pero el prudente da cero; y el ciento por cero, es cero.
Por eso me recuerdas: «Dad y se os dará» (Lucas 6,39-45) y no al revés.
«Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeños.»
«De la misma manera que los padres y las madres ven con gran gusto a sus hijos, también el Padre del universo recibe gustosamente a los que se acogen a él. Cuando los ha regenerado por su Espíritu y adoptado como hijos, aprecia su dulzura, los ama, la ayuda, combate por ellos y por eso, los llama sus «hijos pequeños» (San Clemente de Alejandría).
Jesús, quieres que me haga niño en la vida espiritual.
El niño pequeño confía en su padre, se apoya en él, le busca cuando se encuentra en necesidad.
Esa debe ser mi conducta espiritual: que confíe en Ti, que me apoye en Ti, que te busque en todo momento.
Entonces te iré descubriendo, conociendo y amando más y más.
2º. «¡Qué buena cosa es ser niño! -Cuando un hombre solicita un favor, es menester que a la solicitud acompañe la hoja de sus méritos.
Cuando el que pide es un chiquitín -como los niños no tienen méritos-, basta con que diga: soy hijo de Fulano.
¡Ah, Señor! -díselo ¡con toda tu alma!-, yo soy... ¡hijo de Dios!» (Camino.-892).
Jesús, Tú conoces al Padre porque eres su Hijo: «nadie conoce al Padre sino el Hijo.»
Yo también voy a conocer a Dios en la medida en que me comporte como hijo de Dios: en la medida en que le trate como Padre en la oración, o que me apoye en Él cuando tengo una dificultad, o que le ofrezca todo lo que hago.
Por eso, ¡qué buena cosa es ser niño!
El que se cree maduro y virtuoso no reconoce sus errores, ni aprende, ni se deja ayudar.
Pero el niño busca enseguida los brazos fuertes de su padre cuando se encuentra en peligro.
Y por eso su padre le coge con más cariño, y le conforta con toda clase de mimos.
Jesús, por ser cristiano, mi objetivo es parecerme a Ti lo más posible.
Y uno de los aspectos más importantes en los que te he de imitar -porque incluye a todos los demás- es en la filiación divina: el vivir como hijo de Dios.
Por eso es bueno considerar cada día, y varias veces al día, esta realidad: yo soy... ¡hijo de Dios!
¿Cómo me tendré que comportar en el trabajo y en el descanso, en casa y en la calle, ante aquella situación o aquella otra?
Jesús, quieres que me haga pequeño, humilde; que te imite en ese vivir como hijo de Dios.
El sabio y el prudente se encierran en su soberbia o egoísmo, y todo lo espiritual se les oculta.
Pero a mí me has «querido revelar» el secreto de la vida sobrenatural: la filiación divina que me has conseguido muriendo en la cruz.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.


Santa María Goretti, virgen y mártir

Nació en Corinaldo, Italia, el año 1890, de una familia humilde. Su niñez, bastante dura, transcurrió en Nettuno (cerca de Roma), y durante ella se ocupó en ayudar a su madre en las tareas domésticas. Era piadosa y asidua en la oración. El 6 de Julio de 1902, a los once años de edad, fue amenazada con un punzón por Alessandro Serenelli, un joven que trató de abusar de ella. Ella prefirió morir antes que pecar. Durante su agonía perdonó a su atacante, quién, tras años de cárcel, se convirtió.
Pío XII, que la canonizó el 24 de junio de 1950, la definió «pequeña y dulce mártir de la pureza».
De la homilía pronunciada por el papa Pío XII en la canonización de Santa María Goretti
    De todo el mundo es conocida la lucha con que tuvo que enfrentarse, indefensa, esta virgen; una turbia y ciega tempestad se alzó de pronto contra ella, pretendiendo manchar y violar su angélico candor. En aquellos momentos de peligro y de crisis, podía repetir al divino Redentor aquellas palabras del áureo librito De la imitación de Cristo: "Si me veo tentada y zarandeada por muchas tribulaciones, nada temo, con tal de que tu gracia esté conmigo. Ella es mi fortaleza ; ella me aconseja y me ayuda. Ella es más fuerte que todos mis enemigos."  Así, fortalecida por la gracia del cielo, a la que respondió con una voluntad fuerte y generosa, entregó su vida sin perder la gloria de la virginidad.
    En la vida de esta humilde doncella, tal cual la hemos resumido en breves trazos, podemos contemplar un espectáculo no sólo digno del cielo, sino digno también de que lo miren, llenos de admiración y veneración, los hombres de nuestro tiempo.  Aprendan los padres y madres de familia cuán importante es el que eduquen a los hijos que Dios les ha dado en la rectitud, la santidad y la fortaleza, en la obediencia a los preceptos de la religión católica, para que, cuando su virtud se halle en peligro, salgan de él victoriosos, íntegros y puros, con la ayuda de la gracia divina.
    Aprenda la alegre niñez, aprenda la animosa juventud a no abandonarse lamentablemente a los placeres efímeros y vanos, a no ceder ante la seducción del vicio, sino, por el contrario, a luchar  con firmeza, por muy arduo y difícil que sea el camino que lleva a la perfección cristiana, perfección a la que todos podemos llegar tarde o temprano con nuestra fuerza de voluntad, ayudada por la gracia de Dios, esforzándonos, trabajando y orando.
    No todos estamos llamados a sufrir el martirio, pero sí estamos todos llamados a la consecución (acción y efecto de conseguir) de la virtud cristiana. Pero esta virtud requiere una fortaleza  que, aunque no llegue a igualar el grado cumbre de esta angelical doncella, exige, no obstante, un largo, diligentísimo e ininterrumpido esfuerzo, que no terminará sino con nuestra vida. Por esto, semejante esfuerzo puede equipararse a un lento y continuado martirio, al que nos amonestan aquellas palabras de Jesucristo: El reino de los cielos se abre paso a viva fuerza, y los que pugnan por entrar lo arrebatan.
   Animémonos todos a esta lucha cotidiana, apoyados en la gracia del cielo; sírvanos de estímulo la santa virgen y mártir María Goretti; que ella, desde el trono celestial, donde goza de la felicidad eterna, nos alcance del Redentor divino, con sus oraciones, que todos, cada cual según sus peculiares condiciones, sigamos sus huellas ilustres con generosidad, con sincera voluntad y con auténtico esfuerzo.
Juan Pablo II, 6 de julio de 2003:
"Marietta, como era llamada familiarmente, recuerda a la juventud del tercer milenio que la auténtica felicidad exige valentía y espíritu de sacrificio, rechazo de todo compromiso con el mal y disponibilidad para pagar con el propio sacrificio, incluso con la muerte, la fidelidad a Dios y a sus mandamientos"
"Hoy se exalta con frecuencia el placer, el egoísmo, o incluso la inmoralidad, en nombre de falsos ideales de libertad y felicidad. Es necesario reafirmar con claridad que la pureza del corazón y del cuerpo debe ser defendida, pues la castidad "custodia" el amor auténtico".
"Que santa María Goretti ayude a los jóvenes a experimentar la belleza y la alegría de la bienaventuranza evangélica: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios"".
"La pureza de corazón, como toda virtud, exige un entrenamiento diario de la voluntad y una disciplina constante interior. Exige, ante todo, el asiduo recurso a Dios en la oración".

Sábado semana 13 tiempo ordinario

Sábado de la semana 13 de tiempo ordinario

Acoger al Señor es fuente de alegría, y el mejor sacrificio es la conversión de nuestro corazón a Dios
«Entonces se le acercaron los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia, y en cambio tus discípulos no ayunan? Jesús les respondió: ¿A caso pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunaran. Nadie pone una pieza de paño nuevo a un vestido viejo, porque la pieza tiraría del vestido y se produciría un desgarrón peor Ni se echa vino nuevo en odres viejos, pues de lo contrario los odres reventarían, y el vino se derramaría, perdiéndose los odres; sino que el vino nuevo lo echan en odres nuevos y así ambos se conservan.» (Mateo 9, 14-17)
1. Se acercaron entonces los discípulos de Juan a preguntarle: "Nosotros y los fariseos ayunamos a menudo, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan?" Jesús, tus discípulos están alegres y contentos... les ven poco austeros... no ayunaban... ¡eso era escandaloso! ¿Por qué no os portáis como todo el mundo? ¿Como los discípulos de los fariseos? En fin, ¡todos los demás rabinos imponen una disciplina estricta a los que quieren adelantar en la perfección! Es el problema que tienes, Jesús, de no ser muy sujeto a las observancias -Shabbat, abluciones, ayuno-...
-Jesús les contestó: “Los invitados a la boda no pueden estar de duelo...” Esta respuesta debió provocar estupor. Jesús, hablas de alegría y de fiesta. En otra ocasión, hablando también del ayuno, les habías dicho: "cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara; ¡que tu aspecto no sea sombrío!". Los judíos piadosos ayunaban dos días a la semana (lunes y jueves). Los seguidores de Juan, también. El mismo Jesús ayunó en el desierto. Y los cristianos seguirán haciéndolo, por ejemplo en la Cuaresma, preparando la Pascua. Pero aquí nos quiere hacer ver que la religión es alegría, no poner cara de pena. Los cristianos no debemos vivir tristes, con miedo, como obligados, sino con una actitud interna de alegría festiva. El cristianismo es, sobre todo, fiesta, porque se basa en el amor de Dios, en la salvación que nos ofrece en Cristo Jesús. Israel no supo hacer fiesta. Nosotros deberíamos ser de los que sí han reconocido a Jesús como el Esposo que nos invita a su fiesta, por ejemplo, a la mesa eucarística, en la que nos comunica su vida y su gracia.
Y sigues: -Los invitados a la boda ¿pueden estar de luto, mientras el esposo está con ellos? Cuando el novio invita a sus amigos a su boda, ellos y ellas aquel día no van a una ceremonia fúnebre. Es a una fiesta, ocasión de gozo y de alegría. Ahora bien, Jesús es este "esposo" misterioso que invita a su boda. El ayuno no tendría sentido. Tu tiempo, Jesús, es de felicidad y júbilo intensos. Los tiempos mesiánicos ya han llegado: Dios se ha desposado definitivamente con la humanidad y nos invita a festejar ese gran acontecimiento. Todo el Antiguo Testamento lo había anunciado. Y yo, por mi parte, ¿Respondo a su amor? ¿Cómo? ¿Estoy contento y alegre? ¿Soy feliz? ¿Vivo todos y cada día como un "invitado a la boda? Y la misa, ¿la considero como un "banquete de boda"? ¿Es una "cita de amor", un lugar privilegiado de encuentro, de diálogo, de silencio para escuchar? El celibato consagrado, para quienes lo han elegido, tiene esta significación. También el matrimonio tiene la misma significación de Cristo esposo de la Iglesia.
-“Pero llegará el día en que se lleven al esposo: Entonces ayunarán”. Es tu primer anuncio de la Pasión, en san Mateo. Vislumbras tu muerte... y, más allá de esta muerte, el misterio de la separación aparente, de la ausencia del esposo.
-“Nadie echa una pieza de paño sin estrenar, a un manto pasado... Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos”... Jesús, eres consciente de traer al mundo una realidad nueva, sin ninguna medida común con lo que los hombres han vivido hasta aquí. Todo lo antiguo está superado: no hay ningún compromiso posible entre las conductas de antaño y la novedad radical de la era nueva que Jesús instaura. "El vino nuevo se pone en odres nuevos". Señor, ¡danos ese "vino nuevo"! Ese espíritu y ese corazón nuevos. Como en Caná, cambia en buen vino el agua insípida de nuestras vidas (Noel Quesson).
Creer en Ti, Señor, y seguirte no significa cambiar unos pequeños detalles, poner unos remiendos nuevos a un traje viejo, ocultando sus rotos, o guardar el vino nuevo de la fe en los mismos pellejos en los que guardábamos el vino viejo del pecado. Seguirte es cambiar el vestido entero, más aun, cambiar la mentalidad, no sólo el vestido exterior. Es tener un corazón nuevo. Seguir a Cristo afecta a toda nuestra vida, no sólo a unas oraciones o prácticas piadosas (J. Aldazábal). Danos, Señor, un corazón nuevo…
2. El ardid de Rebeca logra que Jacob tenga el «derecho de primogenitura» que su hermano le había vendido por un plato de lentejas. Dios lleva a cabo su plan a través de los equívocos humanos... logra lo que se propone a pesar de la deficiencia de los instrumentos de que se vale... El poeta Ch. Péguy lo ha expresado muy bien: "Uno se pregunta a veces, ¿por qué razón esa fuente llamada Esperanza mana eternamente? ¿De dónde toma este niño tanta agua pura? Buena gente, dice Dios, no hay malicia en ello. De aguas malas o sucias esa fuente hace agua clara. O también: hace agua clara del agua turbia. Almas fluyentes de almas estancadas. Almas transparentes de almas turbias. Y del alma impura hace un alma pura. Esa fuente no se secará nunca..." En efecto, lo sabemos, Tú, Señor, eres capaz de transformarnos, sirviéndote de nuestros pobres medios humanos, a veces tan ambiguos. Así esta página bastante innoble puede, paradójicamente, aportarnos una cierta esperanza. Creemos que todo el mal del mundo ¡no impedirá que Dios realice sus proyectos! Dios es amo soberano de sus elecciones... Llama a quien quiere para llevar a cabo su obra... Esta es la segunda lección, subrayada por san Pablo en la Epístola a los Romanos 9, 10-13. Se manifiesta por el tema, bastante constante en la Biblia, del «hermano menor que suplanta al mayor». Los derechos adquiridos no cuentan ante la soberana autonomía de Dios. Este será el caso de José, elegido preferentemente a sus hermanos. De David el pequeño de la familia. De Salomón. Tenemos de nuevo un tema paradójico de reflexión de plena actualidad, a pesar de las apariencias. Nos sentimos siempre demasiado inclinados a monopolizar a Dios en provecho propio. Y los países occidentales a creer que Cristo es siempre «blanco». ¡No, no tenemos derechos sobre Dios! Gracias, Señor, por haberme dado la fe. Pero ayúdame a no considerarme nunca como propietario exclusivo.
-La bendición de Isaac va pues sobre Jacob: “Que Dios te dé el rocío del cielo y la fertilidad de la tierra, trigo y vino en abundancia. Que las naciones te sirvan”..... En una forma algo «primitiva» y salvaje esta bendición nos muestra la continuidad de la «promesa hecha a Abraham». Abraham, Isaac, Jacob. De eslabón en eslabón la historia avanza hacia Jesucristo, y la bendición de Dios, a través de la Iglesia, se extenderá a todos los hombres. Es una promesa de prosperidad, de apertura, de felicidad. Pero aún hoy hay mucho trabajo, los hombres esclavizan a sus hermanos en lugar de liberarlos. «Por tu misericordia, Señor, líbranos del pecado, danos paz en las pruebas, en esta vida en la que esperamos la felicidad que Tú prometes...» (Noel Quesson).
3. “Alabad el nombre del Señor, alabadlo, siervos del Señor, que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios”. Alabar a Dios es lo mejor que podemos hacer, bendecirle porque es "bueno" y "amable" (v. 3):“Alabad al Señor porque es bueno, tañed para su nombre, que es amable. Porque Él se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya”.
Le sigue la profesión de fe "yo sé": “Yo sé que el Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses”. Dios nos da su salvación, nos cuida como a un hijo predilecto.
“El Señor todo lo que quiere lo hace: en el cielo y en la tierra, en los mares y en los océanos”. El Papa san Clemente I, en su primera Carta a los Corintios, nos dirige esta invitación: "Fijemos nuestra mirada en el Padre y Creador de todo el universo y adhirámonos a los magníficos y sobreabundantes dones y beneficios de su paz. Mirémosle con nuestra mente y contemplemos con los ojos del alma su magnánimo designio. Consideremos cuán blandamente se porta con toda la creación. Los cielos, movidos por su disposición, le están sometidos en paz. El día y la noche recorren la carrera por Él ordenada, sin que mutuamente se impidan. El sol y la luna y los coros de las estrellas giran, conforme a su ordenación, en armonía y sin transgresión alguna, en torno a los límites por Él señalados. La tierra, germinando conforme a su voluntad, produce a sus debidos tiempos copiosísimo sustento para hombres y fieras, y para todos los animales que se mueven sobre ella, sin que jamás se rebele ni mude nada de cuanto fue por Él decretado (…) Todas estas cosas ordenó el grande Artífice y Soberano de todo el universo que se mantuvieran en paz y concordia, derramando sobre todas sus beneficios, y más copiosamente sobre nosotros, que nos hemos refugiado en sus misericordias por medio de nuestro Señor Jesucristo. A Él sea la gloria y la grandeza por eternidad de eternidades. Amén".
Llucià Pou Sabaté


San Antonio María Zaccaría, presbítero

Fundador de la Congregación de Clérigos Regulares de San Pablo o Barnabitas, para la reforma de las costumbres de los fieles cristianos.
Nació en Cremona (Italia) el año 1502 y murió en la misma ciudad el 5 de julio de 1539. Basta la escueta indicación de estas fechas para comprender la trascendencia que, para la vida de la Iglesia, tuvieron los días que vivió Antonio María Zacarías. Inquietud y aspiración de reforma, ansias de renovación por caminos no siempre gratos a la jerarquía eclesiástica, miedo pusilánime en unos y excesos imprudentes en no pocos, definen el clima en el que debía germinar la semilla de un nuevo reformador santo, entre otros que, como San Cayetano de Thiene y San Ignacio de Loyola, produjo la Iglesia católica en el siglo XVI. Reformador, santo y, además añadimos, precursor del gran San Carlos Borromeo en la elevación espiritual de la diócesis de Milán.
Antonio María fue obra de la gracia, que comenzó por materializarse en el regalo de una piadosísima madre; de su seno salió a contemplar la luz de este mundo y de sus brazos tuvo la dicha indecible de volar a contemplar la claridad de Dios. La buena Antonieta Pescaroli recibió con conciencia de responsabilidad el encargo y la confianza que la Providencia en ella depositó al darle un hijo para hacer de él un buen cristiano; por fidelidad a él, y para mejor dedicarse a su formación, rehusó la joven viuda un nuevo matrimonio. Antonio María Zacarías pudo así aprender de su madre a ser pobre para poder ser caritativo, hasta tanto que, con el fin de facilitar a ésta el ejercicio de la caridad en favor de los necesitados, renunció notarialmente a los bienes que le correspondían por herencia paterna; se nos hará, pues, natural que, como un necesitado más, solicite humilde de su madre lo indispensable para su sustento, sin permitirse jamás nada que pueda parecer superfluo o lujoso; para Antonio María supondría ello privar a otros de lo necesario para vivir.
Quiso prepararse por el estudio de la medicina para ser un ciudadano útil a sus hermanos los hombres. Pero el Señor le quería escoger para curar dolencias de otra índole. En los años de estudiante la piedad y amor a la Santísima Virgen, a quien había consagrado su virginidad, sostuvo firme su propósito de virtud y su espíritu de caritativo servicio a los hermanos, que fue poco a poco transformándose en el deseo de ser sacerdote. Pero, a pesar de que la decadencia de las costumbres, aun en el clero, hiciera a sus contemporáneos poco respetable la dignidad sacerdotal, supo él descubrir la grandeza de la misión del sacerdote, a la vez que la profundidad de su indignidad, de manera que sólo por el prudente consejo de su director espiritual se decidiera a entrar por el camino del sacerdocio.
En una época en que la Reforma de la Iglesia aspiraba no solamente a la purificación de las costumbres, sino a la consolidación de la doctrina, no bastaba ser virtuoso para responder a las exigencias que su tiempo tenía, consciente o inconscientemente, respecto de los sacerdotes. Hacía falta doctrina sólida inspirada precisamente en las fuentes puras de la revelación, en la Sagrada Escritura. Visto desde la perspectiva del siglo XX, nos parece sumamente moderno y actual el esfuerzo puesto por Antonio María Zacarías, estudiante para el sacerdocio, de llegar a la comprensión de la doctrina católica, en la teoría y en el espíritu de San Pablo, a través de sus preciosas epístolas. Libertad y gracia, virginidad y cuerpo místico, locura por Cristo crucificado y desprecio de las realidades terrestres, son unos de los muchos temas en los cuales se fue empapando el futuro apóstol y reformador, cuya íntima preocupación no fue otra que la de reproducir la imagen del apóstol Pablo, gran enamorado de Cristo.
Once años escasamente fue Antonio María sacerdote; pero los santos saben vivir con intensidad su tiempo, y así debió vivirlo quien en tan poco tiempo mereció ser llamado por su bondad y caridad, por su prudencia y celo, el "Ángel de Cremona" y el "Padre de la Patria". Su madre le enseñó a compadecer y a aliviar el sufrimiento ajeno, y, ordenado sacerdote, no tuvo que hacer otra cosa que seguir la misma trayectoria, poniendo al servicio de sus hermanos el gran don del sacerdocio, que fue en él luz, mortificación, amor.
En un siglo de exaltación de la razón y de la cultura, y de optimismo desbordado por los valores humanos, Antonio María Zacarías luchó por llevar a los creyentes la ceguera de la fe y la locura de la cruz; la Eucaristía y la pasión fueron las devociones que con mayor ardor trató de inculcar en el pueblo cristiano, y aún perduran todavía ciertas prácticas que él introdujo, como son el recuerdo piadoso de la pasión y de la muerte del Señor al toque de las tres de la tarde de todos los viernes, y la práctica de las cuarenta horas de adoración al Santísimo Sacramento, solemnemente expuesto sucesivamente en diversas iglesias para salvar la continuidad del culto.
Los santos no suelen ser guardianes egoístas de los tesoros que en ellos deposita la gracia; buscan la comunicación abundante y fecunda, en vistas a una mayor eficacia apostólica; por esto es frecuente que en torno a ellos surjan familias religiosas vivificadas por su espíritu y penetradas de su misma inquietud apostólica. Antonio María descubrió en el mundo en que la Providencia le situó, una gran indigencia; vio en su cristianismo una radiante luz que la colmara; y su vida personal, lo mismo que la de los clérigos de la Congregación de San Pablo, no será otra cosa que la dedicación a la obra de la salvación de los hermanos, en el sacrificio total de las apetencias puramente personales. Así nació en Milán esta asociación para la reforma del clero y del pueblo, que más tarde sería conocida con el nombre de los "barnabitas", por la sede en que se instalaron definitivamente a partir del año 1545. Clemente VII la aprobó en 1533. Un sacerdote y un seglar, Bartolomé Ferrari y Jacobo Morigia, fueron sus primeros colaboradores. Y no solamente en el espíritu y la doctrina quisieron estos hombres de Dios imitar a San Pablo; como éste en el foro, se lanzaron ellos a las calles de Milán, predicando, mucho más que por la preparación de su elocuencia, por la austeridad y la mortificación de la vida. No faltaron quienes se escandalizaron ante estas santas "excentricidades", acusándoles de hipócritas y aun heréticos. Se les promovió una causa ante el senado y la curia episcopal de Cremona, de la que la nueva asociación salió fortalecida, pues le valió la bula de Paulo III, quien el año 1539 puso a la nueva Congregación religiosa bajo la inmediata jurisdicción de la Santa Sede.
Con el fin de llevar el espíritu de la Reforma a las jóvenes y a las mujeres, Antonio María transformó un instituto erigido, con esta finalidad por la condesa Luisa Torrelli de Guastalla en monasterio de religiosas que tomará por nombre el de Angélicus, que fue también aprobado por Paulo III. Siguiendo fiel a su espíritu, la base de la transformación religiosa y moral la puso el fundador en la instrucción religiosa, sin la cual no puede existir una verdadera reforma. San Carlos Borromeo se sirvió de ella aun para la reforma de los monasterios, elogiándola tanto que la llamó "la joya más preciosa de su mitra".
No sería completa la reseña sobre la obra de San Antonio María Zacarías si pasáramos por alto una de sus preocupaciones que plasmó en una realización que a nosotros, hombres del siglo XX, nos parece especialmente interesante y actual. Consciente por experiencia propia de lo que la vida familiar, honradamente vivida, puede colaborar en la elevación de las costumbres privadas y públicas, creó una Congregación para los unidos en matrimonio, ordenada a la reforma de las familias.
Al echar ahora una mirada retrospectiva sobre la vida de Antonio María, canonizado el 27 de mayo de 1890 por Su Santidad el Papa León XIII, llama poderosamente la atención no sólo la abundancia de su obra, realizada en tan breve espacio de tiempo, sino también, y en mayor grado aún, la perspicacia y claridad de la visión que tuvo de los problemas, que le hizo buscar los remedios verdaderos y permanentes de todas las situaciones difíciles de la vida de la Iglesia: el estudio de la verdad, el amor de la caridad, el sacrificio por el hermano. Por esto San Antonio María Zacarías nos parece aun hoy un santo moderno, actual, capaz de iluminarnos con el resplandor de su vida y de su espíritu.

jueves, 3 de julio de 2014

Viernes semana 13 de tiempo ordinario

Viernes de la semana 13 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
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La llamada de Jesús en el camino de la vida nos hace descubrir el sentido pleno de nuestra existencia
«Cuando partía Jesús de allí, vio a un hombre sentado en el telonio, llamado Mateo, y le dijo: Sígueme. El se levantó y le siguió. Estando él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se pusieron también a la mesa con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al ver esto, decían a sus discípulos: ¿Por qué vuestro maestro come con los publicanos y pecadores? Pero él, al oírlo, dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Id y aprended qué sentido tiene: Misericordia quiero y no sacrificio; pues no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.» (Mateo 9, 9-13).
1. “-Salió Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado "Mateo", sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme"”. Se trata de Leví, un hombre que el pueblo detesta: es recaudador de impuestos. Jesús no duda elegir a alguien cuya situación social es despreciada... La reputación de los "publicanos" era también y ante todo de que se enriquecían en gran parte, a cuenta de los pobres: ¡solían ser ricos! A los pescadores ya llamados en la orilla del lago Jesús añade ahora a un hombre, que no inspira demasiada confianza: ¡es algo raro el equipo que Jesús está constituyendo allí! La tradición atribuye a este Mateo la redacción de este evangelio.
Para poder oír también nosotros la voz del Señor, una costumbre muy buena es el examen de conciencia: «Avanzad siempre, hermanos míos. Examinaos cada día sinceramente, sin vanagloria, sin autocomplacencia, porque nadie hay dentro de ti que te obligue a sonrojarte o a jactarte. Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto te complaces en ti mismo, allí te detuviste. Si dices ¡basta!, estás perdido» (San Agustín).
Señor, ayúdame a ponerme cada noche unos minutos en tu presencia -dos o tres minutos- para repasar cómo he vivido el día, y así me harás dar cuenta de por dónde mejorar mi vida espiritual, para luchar al día siguiente con un propósito de mejora.
Jesús, se podría decir que Mateo «tenía la vida resuelta», cuando oyó tu voz, y te siguió. La llamada está en el designio de Dios desde siempre, pero se desvela en el tiempo, y te pido hoy, Señor, que me ayudes a responder con mi vida a tus gracias, a no poner pegas ni estar apegado a las cosas, sino decirte que sí, para poder ser plenamente feliz.
 “-El hombre se levantó y lo siguió”. Fue instantáneamente. Se comporta exactamente como Jesús había dicho, sin demora, dejándolo todo. ¡Es realmente un riesgo para un rico! Pero, para "seguir" a Jesús, siempre hay que correr algún riesgo. Si miro atentamente mi vida, podré descubrir en ella lo que más me retiene para seguir mejor a Cristo.
-Estando Jesús a la mesa en casa acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con El y sus discípulos”. Al ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos: "¿Por qué come vuestro maestro con publicanos y pecadores?" Mateo ha festejado pues su vocación ofreciendo un banquete: al que, evidentemente, asisten también sus colegas, toda una pandilla de "sucios publicanos", y de "gentes-no-bien"... Se come, se bebe, se canta. ¡Qué escándalo!
-“Jesús lo oyó y dijo: "No necesitan médico los sanos, sino enfermos."” Jesús cita aquí un proverbio. Hay que contemplar detenidamente lo que esta frase nos revela de la persona y del corazón de Jesús... Todos somos pecadores. Ahora bien, ¡Jesús dice que para eso ha venido! No sólo no le repele el pecado, sino que se siente atraído por nuestras miserias.
¿Dios puede estar en ciertos ambientes malos o perversos? Dios se encuentra allí... para salvar, para curar. Todo el evangelio, cuando se trata de Dios, nos urge a que sepamos sobrepasar la noción de Justicia y a descubrir la Misericordia infinita de Dios por los pecadores.
 -"Misericordia quiero, no sacrificios". No he venido a llamar a los "Justos" sino a los "Pecadores".Las comidas de Jesús con los pecadores nos recuerdan que hoy también la Eucaristía se ofrece "en remisión de los pecados". La revalorización de los elementos penitenciales de la misa continúa una tradición que viene directamente de Jesús.
Acercarse a ti, Señor, yo no soy digno. La Eucaristía es también una comida de Jesús con los pecadores. Por eso el sacramento de la Penitencia nos ayuda a entrar con confianza, pero no se es nunca digno de recibir a Jesús.
Señor, sálvanos. Que tu Cuerpo nos sane y nos purifique. Por tu Cuerpo y por tu Sangre sanados... Señor, sana el corazón del hombre de HOY.
No se trata, ciertamente, de menosprecio hacia Dios. Pero es necesario primordialmente creer en su misericordia, creer lo que Jesús ha dicho y ha hecho (Noel Quesson).
2. Vemos hoy la sepultura de Sara, la mujer de Abraham. Es un luto familiar que se transforma en un acto profético. Abraham, el nómada, compra una parcela de tierra, para enterrar dignamente a su esposa. Tiene mucho empeño en ello: es el primer paso hacia la posesión de la tierra prometida por Dios. En la mezquita de Hebrón se venera todavía hoy la tumba de Sara donde Abraham enterró a su mujer «en la gruta del campo de Makpelá, al frente de Mambré en el país de Canaán». A nosotros también nuestra Tierra prometida nos pertenecerá de modo definitivo después de nuestra muerte.
Tengo mis ojos puestos en ti, Señor. Al recordar los difuntos de mi propia familia, ruego por ellos. Ellos ya poseen la Tierra prometida, ellos están en la luz definitiva.
Vemos también cómo Abraham recomienda a su servidor que encuentre una mujer para su hijo, del mismo clan. El primer encuentro de Isaac y de Rebeca es precioso: Isaac es un hombre del desierto. A la caída de la tarde ve llegar una caravana de camellos. Rebeca monta uno de ellos. Ve a un apuesto joven. Salta de su camello y pregunta a su servidor: «¿Quién es ese joven que sale a encontrarnos?» Luego enrojece y cubre el rostro con su velo... escena oriental, llena de poesía. Recemos por los jóvenes que tienen relaciones. Que sus encuentros se hagan bajo tu mirada, Señor. Que sean abiertos y constructivos.
-“Se desposó, fue su mujer y la amó. Entonces Isaac se consoló de la muerte de su madre”. Las mujeres tienen una transmisión de la herencia humana y de la herencia de la Fe. La esposa de Isaac relevará a su propia madre. Transmitir la vida. No tan sólo la vida biológica, sino la vida del espíritu (Noel Quesson).
Dios actúa en el interior de los corazones, y en las mujeres de los patriarcas vemos una lección de apertura a la fe, cómo va conduciendo Dios la historia del pueblo que ha elegido como suyo.
3. “¿Quién dirá las proezas de Yahveh, hará oír toda su alabanza?” El salmo nos guía a ese dejarnos llevar por Dios:  “¡Dichosos los que guardan el derecho, los que practican en todo tiempo la justicia!” Dios nos va conduciendo a la felicidad, la herencia prometida; a nosotros nos toca escucharle y tener fe, paciencia: “¡Acuérdate de mí, Yahveh, por amor de tu pueblo; con tu salvación visítame, que vea yo la dicha de tus elegidos, me alegre en la alegría de tu pueblo, con tu heredad me felicite!”
Llucià Pou Sabaté


Santa Isabel de Portugal

Abogada de los territorios en guerra.
Isabel significa "Promesa de Dios"
Nacida en Aragón, España en 1271, santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría.
Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase: "Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas". Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas .
La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por el. Lo trataba siempre con bondad.  Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla.  Santa Isabel llegó hasta educar los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.
El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio.  En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos.
Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.
Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el Rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la Reina comenzó a distribuir monedas entre los pobre, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas de oro se convirtieron en rosas.
Forjadora de la paz
El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz.
Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.
Se conservan algunas de sus cartas las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.
A su esposo: "Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre".
A su hijo: "Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey".
Consiguió la paz en mas de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.
Entra en el convento de las Clarisas después de enviudar
Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos mas notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que el le entregó su callado pastoral para que la ayudara en su regreso a Portugal.
Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la adoración Eucarística.
Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un largísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo el viaje le costó la vida. Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336.
Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra.
Fue canonizada en 1625