lunes, 13 de agosto de 2012

Lunes semana 19 tiempo ordinario

«Cuando estaban en Galilea les dijo Jesús: El Hijo del Hombre debe ser entregado en manos de los hombres, que lo matarán, pero al tercer día resucitará. Y se pusieron muy tristes. Llegados a Cafarnaún, se acercaron a Pedro los recaudadores del tributo y le dijeron: ¿No va a pagar vuestro Maestro la didracma? Respondió. Sí. Al entrar en la casa se anticipó Jesús y le dijo: ¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes reciben tributo o censo los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños? Al responderle que de los extraños, le dijo Jesús: Luego los hijos están exentos; pero para no escandalizarlos, ve al mar, echa el anzuelo y el primer pez que pique sujétalo, ábrele la boca y encontrarás un estárter; tómalo y dalo por mí y por ti.» (Mateo 17,22-27)

1º. Jesús, qué lógica la reacción de los apóstoles ante tu anuncio de la Pasión.

Al principio Pedro quiso que cambiaras de idea.

Pero ahora aunque siguen sin entenderlo muy bien se dan cuenta de que va en serio: vas a ser entregado «en manos de los hombres» y te matarán.

«Y se pusieron muy tristes.»

Han aprendido a quererte de verdad; lo han dejado todo por Ti, y ahora les dices que te van a matar.

Pobres apóstoles.

No entendían aquella muerte tan injusta.

Y mucho menos aún entendían lo de que ibas a resucitar al tercer día.

Por eso están tristes.

No entienden que la Cruz es el principio de la Resurrección: la muerte es la puerta de la vida.

Y esta verdad se aplica también a mi vida.

Como dice San Pablo: «Si somos hijos de Dios, también herederos: herederos de Dios, y coherederos de Cristo, con tal de que padezcamos con él, para ser con El glorificados» (Romanos 8,17).

Jesús, me pides que muera a mi mismo a mis caprichos, a mi soberbia, a mi comodidad de modo que Tú puedas vivir en mí.

Por eso la Cruz es la señal del cristiano.

Para que Tú me reconozcas como uno de los tuyos, como hijo de Dios y por tanto heredero de la gloria, mi vida diaria debe estar marcada con esta señal.

2º. «Se ha promulgado un edicto de César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. Caminan María y José hacia Belén... ¿No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a uno ley, para dar cumplimiento a su profecía?

Ama y respeta lo normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios» (Surco.-322).

Jesús, después de dejar claro a Pedro que Tú eres el Hijo de Dios, y que por tanto no estabas sujeto a pagar un impuesto que era para el culto divino -los hijos están exentos-, prefieres «no escandalizarlos» y cumplir con aquel deber, que se había convertido en una obligación cívica por la ley judía de aquellos tiempos.

De este modo, además, me muestras -como ya lo habían hecho José y María con el edicto del César- que debo cumplir las leyes civiles, siempre y cuando sean acordes con una convivencia honrada, es decir, con las normas de la moral natural.

Pagar unos impuestos justos, seguir las normativas legales en los negocios, obedecer las leyes de tráfico o las indicaciones de la autoridad competente, son también deberes cristianos.

«Lo autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidos contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia. En semejante situación, la propia autoridad se desmorona por completo y se origina una iniquidad espantosa» (CEC.-1903).

De la misma manera que mi amor a Ti me debe llevar a obedecer las leyes justas, ese mismo amor me debe llevar a oponerme a las leyes injustas con todos los medios de que disponga.

Leyes como la que permite el aborto o la que impide la libertad en la educación, chocan frontalmente contra la ley natural y, por tanto, contra la fe.

No puedo desentenderme del deber de luchar para que las leyes de la sociedad sean justas, acordes con la ley natural.

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.


sábado, 11 de agosto de 2012

Domingo de la semana 19 de tiempo ordinario; ciclo B

«En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: Yo soy el pan bajado del cielo, y decían: -¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?

Jesús tomó la palabra y les dijo: -No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino aquél que procede de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo que el que cree tiene vida eterna.

Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que baja del Cielo para que si alguien come de él no muera. Yo soy el pan vivo que he bajado del Cielo. Si alguno come de este pan vivirá eterna- mente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» (Juan 6, 44-52)

1. Gracias, Jesús, por darnos tu Cuerpo como comida de Vida eterna: “el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida”. Te quedas como alimento, es un misterio de amor. Un obispo santo, que daba catequesis a unos peques, preguntó por qué comulgar a Jesús. Entonces, un gitano de entre los más traviesos, contestó: "Zeñó, porque pa quererlo hay que rosarlo". Claro, para tener toda la fuerza de Dios, su amor, hay que tratarle… los que lo tocan quedan curados… "quien come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día", nos dices: "si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros". Así como la comida es necesaria como alimento del cuerpo, el alma necesita la Eucaristía. Gracias, Jesús, porque haces realidad lo que nos anunciaste: "yo estaré con vosotros cada día hasta el fin de los siglos" (Mt 28, 20), y estás con tu presencia viva, con la Eucaristía.

Y también recuerdo que nos dices: "venid a mí todos los que estéis cansados o agobiados, y yo os aliviaré". Quiero ir a ti cada día, pues necesito tu alimento como dices hoy: “Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera”. Estás presente, Jesús, en tu cuerpo, sangre, alma y divinidad; eres en la Eucaristía el mismo que nació en Belén y creció en Nazaret y que hizo milagros: eres el mismo que se nos da en la comunión.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. La comunión es un misterio inmenso, pues no transformamos el cuerpo de Jesús en el nuestro sino que Jesús nos hace como Él (espirituales, hijos de Dios). La fe nos va llevando a tratar a Jesús como una persona viva, y transformarnos hasta poder decir: "no soy yo el que vivo, es Cristo quien vive en mí".

Hay muchos jóvenes y mayores que no van a Misa, cierto, y otros usan esta excusa para tampoco ir, pero no se trata de hacer lo que todos, sino de actuar en conciencia. Podemos recordar la vieja historia de un chico que tenía una novia en el pueblo, y se fue a hacer la mili. Desde ahí escribía a la novia cada día. El cartero llevaba puntualmente las cartas a casa de la novia, pero él, influido por malas compañías, no iba nunca al pueblo a verla, sino que utilizaba los permisos para irse de juergas. Cuando acabó la mili y volvió al pueblo, fue a casa de la novia y se encontró con la sorpresa de que la novia se había casado... ¡con el cartero! Ojos que no ven, corazón que no siente, y al no ver nunca a su novio y ver sólo al cartero, acabó por enamorarse de él. Si dejamos de tratar a una persona, poco a poco podemos quererla menos, y si esto nos pasa con Dios nuestro corazón puede llenarse con las cosas en las que ponemos el corazón. Decía una chica, leyendo el "Cántico espiritual" de San Juan de la Cruz, que "hasta entonces no se me había ocurrido plantearme mi relación con Dios como la de dos amantes... la palabra amor no me sonaba como amor real... esto me abrió una puerta, y pido al Señor cuando comulgo que me haga descubrirle/vivir como mi Amado, y sentirme yo su amada". La misa es un acontecimiento de amor, en el que Jesús, "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo". ¿Estamos tratando a Dios como se merece?

Podemos decirle nosotros con san Pedro que no queremos dejarle: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna".

2. En el libro de los Reyes vemos a Elías que se escapó de la reina que le perseguía por el desierto “y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: - «¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!» Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo: - «¡Levántate, come!» Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: -«¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas.» Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios”, que es todo un símbolo: fue donde se reveló Dios a Abraham, a Isaac y a Jacob bajo el nombre de Yahvé; el monte de las confidencias entre Moisés y Yahvé; donde se había sellado la Alianza, por eso Moisés y Elías estarán con Jesús en el monte de la transfiguración.

Jezabel, una reina casada con el poder, le hace la vida imposible al profeta, que tiene que huir... Pero recibe alimento para ir mucho más allá que sus fuerzas le permitirían, y superar los desánimos que acongojan a tantos que dicen en algún momento “quiero morirme”… Pero el Señor nos manda el pan de ángeles, para que las dificultades se transformen en oportunidades, para que la debilidad se transforme en confianza en Dios, para que el desánimo se transforme en la fuerza de Dios siendo nosotros instrumentos suyos y poder decir con gallardía, como el poeta: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar". Cuesta seguir la misión, como en “el Señor de los anillos”, pero el profeta tiene la fuerza de la vocación, como los Reyes Magos que siguen la estrella, como dice una canción, que podemos aplicar al diálogo con Jesús, con la Virgen: “Siguiendo una estrella he llegado hasta aquí, aunque es largo el camino lo seguiré hasta el fin. Cuando sientas miedo y no puedas seguir, su luz es tu destino y hoy brilla para ti... cógela y aprieta fuerte. Lucha, cueste lo que cueste, contra el viento, contra el fuego llegarás al mismo cielo... Mi estrella será tu luz..., coge mi mano, yo estoy contigo, esto es un sueño, sueña conmigo... tu estrella será tu luz y conseguirlo no es tan difícil si la voz te sale del corazón. Juntas nuestras manos, la estrella brillará, música es la fuerza que nos empujará... juntos… corazones en una sola voz, tantas ilusiones en un corazón...” Y la estrella se esconde, o nos cansamos en el desierto y tenemos hambre…, nos falta la fe y un problema nos parece insoportable.

El Salmo nos hace ver que Dios viene en nuestra ayuda como un Padre: “Gustad y ved qué bueno es el Señor… me respondió, me libró de todas mis ansias… Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege”.

See full size imageEn el desierto de nuestra soledad, de la desolación más grande, podemos escuchar la voz de Dios, y un ángel en forma de alguien que nos ayuda nos despierta y anima a caminar. Pero sobre todo aquí se nos habla de una comida que nos da fuerza, la comunión, el mismo Jesús es el ángel y el pan que nos da energías cuando tenemos miedo, hambre, desesperación, altibajos, conciencia de culpabilidad, y nos ayuda a caminar ilusionados y decididos…

3. San Pablo a los Efesios anima a vivir en el amor de Jesús: “Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor”. Todo pecado entristece al Espíritu Santo, y como dirá en otros sitios: "No te dejes vencer por el mal, vence al mal a fuerza de bien". Nadie es perfecto, pero se trata de arreglar las faltas de amor con actos de amor, debemos ser comprensivos y estar dispuestos al perdón. Si Dios nos ha perdonado a todos en Jesucristo, también nosotros debemos perdonarnos los unos a los otros. Así tenemos a Jesús en el corazón.

Estar sin Jesús es un infierno insoportable, y estar con Jesús es un dulce paraíso. Hemos de ser como la luz que refleja la luz del sol. La comunión es fuente de verdadera alegría y libertad, una amistad que es fuente de amor perfecto. Le pedimos a la Santísima Virgen que nos enseñe a recibir a Jesús como ella lo hizo.

Llucià Pou Sabaté

viernes, 10 de agosto de 2012

Sábado semana 18 tiempo ordinario

La fe nos abre a los dones que Dios quiere concedernos, en nuestra vida personal y en la historia de los hombres

“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: -«Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.» Jesús contestó: -« ¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.» Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: -«¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?» Les contestó: - «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible»” (Mateo 17,14-20).

1. Después de la transfiguración, Jesús, te encuentras con tus apóstoles que no han sido capaces de curar a un epiléptico. Como los días pasados, aprovecha estos hechos para fomentar la fe.

-“Un hombre se acerco a Jesús: "Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y con los ataques su estado es muy deplorable... Se lo he traído a tus discípulos y no han podido curarlo". Señor, Hijo de Dios altísimo, Tú, el Santo, has aceptado vivir con pobres seres obtusos, pecadores, incrédulos. Perdón, Señor, por nuestras pequeñeces y por nuestras mezquindades. Perdón, Señor, por todas las decepciones que te infligimos.

Te preguntan, Señor: -...”¿Por qué razón no pudimos echar ese demonio nosotros? Y tú les respondes: -“Porque tenéis poca fe”. Tropezaste con la incredulidad… Yo creo, señor, pero te pido más fe. “El demonio se mete en mi vida de mil formas distintas: suscitándome tentaciones de avaricia y sensualidad, sugiriéndome que escoja siempre lo fácil y cómodo y, sobre todo, engrandeciendo mi soberbia, mi amor propio, el deseo de que los demás se fijen en mí.

”El gran triunfo del demonio es que la gente no crea en su existencia. De esta forma puede «trabajan» a sus anchas sin encontrar la menor resistencia. Nunca ha estado más activo que ahora que el mundo piensa que ha vencido este mito (Pablo Cardona). Con una visión sin fe, una visión cientificista, desaparece la responsabilidad de las acciones, la misma noción de pecado y, en el fondo, la libertad. El demonio actúa…

“El «non serviam» de Satanás ha sido demasiado fecundo. ¿No sientes el impulso generoso de decir cada día, con voluntad de oración y de obras, un «serviam» ¡te serviré, te seré fiel! que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía?»” (San Josemaría, Camino 413).

«La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama “homicida desde el principio” y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre. “El hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo”. La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios» (Catecismo, 394).

-“Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esta colina: "Muévete de aquí allá". Y se movería”. ¡Cuántas veces fracasamos en nuestro empeño por falta de fe! Tendemos a poner la confianza en nuestras fuerzas, en los medios, en las instituciones. No planificamos con la ayuda de Dios y de su Espíritu. Jesús nos avisó: «sin mí no podéis hacer nada». Apoyados en él, con su ayuda, con un poco de fe, fe auténtica, curaríamos a más de un epiléptico de sus males. El que cura es Cristo Jesús. Pero sólo se podrá servir de nosotros si somos «buenos conductores» de su fuerza liberadora. Como cuando Pedro y Juan curaron al paralítico del Templo. La de cosas increíbles que han hecho los cristianos (sobre todo, los santos) movidos por su fe en Dios. Tener fe no es cruzarse de brazos y dejar que trabaje Dios. Es trabajar no buscándonos a nosotros mismos, sino a Dios, motivados por él, apoyados en su gracia (J. Aldazábal).

¡Hay que tomar en serio esas palabras del Señor! Efectivamente no se trata de desplazar materialmente "montañas” de piedras; pero la Fe puede realizar otras tareas que no son menos difíciles: desplazar montañas de orgullo, de egoísmo, de cobardía... cambiar corazones, hábitos... transformar hombres, haciéndoles capaces de entrar en relación con Dios... ¡Desplaza mis "montañas", Señor! ¡Dame esa fe, que es el apoyo de tu propio poder divino!

-“Y nada os será imposible”. ¡Cuánto me gusta oírte decir esto, Señor Jesús! Repíteme esa palabra. La escucho. La aplico serenamente a mi jornada de hoy sin exaltación extraordinaria, pues me conozco, sino contando solamente contigo. Sí, líbrame de mis entusiasmos que no llegan al día siguiente. Pero dame esa tenacidad de la Fe adulta, y nada me será imposible, como lo has prometido... La Fe, tal como Jesús la ve, es una fuerza: triunfa de lo imposible, duplica las fuerzas del hombre, es un "poder de Dios" para la salvación de cualquiera que cree (Rm 1,15; Noel Quesson).

-“Después, «increpó al demonio y salió, y en aquel momento se curó el niño»”. Te pido, Señor, participar de tu curación, yo personalmente y todas las personas por las que te rezo en estos momentos.

2. Leemos hoy en Habacuc (1,12-2,4): "-Desde los tiempos más lejanos, ¿no eres Tú, Señor, mi Dios, mi Santo, Tú, que no puedes morir?" Siempre se ha pensado que por encima de las fragilidades y de las ruinas, de las dificultades y de los fracasos, Dios puede más, es «el eterno», el fuerte, el santo, el inmortal. Podemos tener una idea de Dios pequeñita, pero es siempre más grande de lo que podamos pensar, de los ejemplos que podamos poner.

-"Tú estableciste el pueblo de los caldeos para ejecutar el juicio y llevar a cabo el castigo". Ayer veíamos a Nínive aplastada por los caldeos de Babilonia. Hoy Habacuc nos invita a considerar que esos mismos caldeos, instrumentos de la intervención de Dios, irán, a su vez, demasiado lejos en su represión.

-“Tus ojos son demasiado puros para ver el mal, no puedes mirar la opresión. Entonces, ¿por qué callas cuando el malvado devora a un hombre más justo que él?” Es duro ver el dolor, la muerte de los inocentes. Este «por qué», esta pregunta dirigida a Dios... ¡cuán actual es! Aunque nos hayamos hecho de Dios un concepto de Fortaleza, de Justicia, de Santidad... esto no resuelve todas nuestras preguntas. Nos quedamos en la duda. ¿Por qué, Señor, todo parece salirles bien a los impíos? ¿Por qué el sufrimiento, por qué? No hemos de temer preguntar a Dios. Señor, tengo la confianza de que pase lo que pase, las cosas contribuyan a hacer avanzar, quizá sin saberlo, tus proyectos.

-“Entonces el Señor me contestó: «Escribe la visión, ponla clara en tablillas para que se pueda lee de corrido. Esta visión se realizará, pero solamente cuando llegue su tiempo.»” Dios es enteramente el otro. Hay que saber esperar. Con El, hay que hacer el salto a lo desconocido. El proyecto de Dios "se realizará pero a su debido tiempo". Mientras tanto hay que caminar en la noche.

Nos quedamos viviendo en la esperanza, con esa promesa de que todo se cumplirá según esos límites que Dios pone en la historia, y esa capacidad divina de cumplir sus proyectos a su tiempo (Noel Quesson).

3. El Salmo 17 proclama ese amor confiado que Dios provoca en nosotros: “Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. / Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. / Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido”.

Llucià Pou Sabaté

jueves, 9 de agosto de 2012


San Lorenzo, diácono y mártir

Tres días después del martirio del Papa San Sixto II (7 de agosto) a quién servía, San Lorenzo también llegó a la gloria del martirio.
Según la tradición, fue asado vivo sobre una parrilla.
San Lorenzo ha sido venerado tanto en el Oriente como en el Occidente como el más conocido de los diáconos romanos.
De el escribieron los santos Ambrosio, León el Grande, Agustín y otros. Por lo que es evidente que su martirio impresionó profundamente a la Iglesia y fue utilizado por Dios como una gran inspiración a la santidad.  Según Prudencio, su muerte fue la muerte de la idolatría romana, que desde entonces declinó.
Fue enterrado en la Via Tiburtina, en el Campus Veranus donde hoy se encuentra la basílica en su honor. 
Su nombre se menciona en la primera plegaria Eucarística.
Del Oficio de Lectura, 10 de agosto, San Lorenzo, Diácono mártir
Administró la sangre sagrada de Cristo
De los sermones de san Agustín, obispo
Sermón 304, 1-4
La Iglesia de Roma nos invita hoy a celebrar el triunfo de san Lorenzo, que superó las amenazas y seducciones del mundo, venciendo así la persecución diabólica. Él, como ya se os ha explicado más de una vez, era diácono de aquella Iglesia. En ella administró la sangre sagrada de Cristo, en ella, también, derramó su propia sangre por el nombre de Cristo. El apóstol san Juan expuso claramente el significado de la Cena del Señor, con aquellas palabras: Como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Así lo entendió san Lorenzo; así lo entendió y así lo practicó; lo mismo que había tomado de la mesa del Señor, eso mismo preparó. Amó a Cristo durante su vida, lo imitó en su muerte.
También nosotros, hermanos, si amamos de verdad a Cristo, debemos imitarlo. La mejor prueba que podemos dar de nuestro amor es imitar su ejemplo, porque Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Según estas palabras de san Pedro, parece como si Cristo sólo hubiera padecido por los que siguen sus huellas, y que la pasión de Cristo sólo aprovechara a los que siguen sus huellas. Lo han imitado los santos mártires hasta el derramamiento de su sangre, hasta la semejanza con su pasión; lo han imitado los mártires, pero no sólo ellos. El puente no se ha derrumbado después de haber pasado ellos; la fuente no se ha secado después de haber bebido ellos.
Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Señor no sólo hay las rosas de los mártires, sino también los linos de las vírgenes y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desesperar de su vocación: Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está escrito de él que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Entendamos, pues, de qué modo el cristiano ha de seguir a Cristo, además del derramamiento de sangre, además del martirio. El Apóstol, refiriéndose a Cristo, dice: A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. ¡Qué gran majestad! Al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. ¡Qué gran humildad!
Cristo se rebajó: esto es, cristiano, lo que debes tú procurar. Cristo se sometió: ¿cómo vas tú a enorgullecerte? Finalmente, después de haber pasado por semejante humillación y haber vencido la muerte, Cristo subió al cielo: sigámoslo. Oigamos lo que dice el Apóstol: Ya que habéis resucitado con Cristo, aspirad a los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios.
Oración
Señor Dios nuestro, encendido en tu amor, san Lorenzo se mantuvo fiel a tu servicio y alcanzó la gloria en el martirio; concédenos, por su intercesión, amar lo que él amó y practicar sinceramente lo que nos enseñó. Por nuestro Señor Jesucristo.
&nbsp


Viernes de la semana 18 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
El Señor se vuelca nos nosotros, nos pide que consideremos que necesita nuestra correspondencia, para podernos dar más amor
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del hombre con majestad»” (Mateo 16,24-28).  
1. Jesús, nos avisas de que, al igual que tú mismo, en tu camino hacia la Pascua, a todos nos tocará «negarse a si mismos», «cargar con la cruz», «seguirle», «perder la vida». Te dedicas, Señor, a formar intensamente a tus apóstoles:
-“Jesús, después de haber anunciado a los discípulos su pasión y su resurrección, les dijo: "El que quiera venirse conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Es una de las paradojas de la vida, la cruz… me gusta tu amor a la libertad: "Si alguien quiere venirse conmigo..." Este "si" condicional, o sea la frase inicial: "El que quiera", me ayudan a penetrar en un misterio esencial de Dios: Tú, Señor, has inventado la libertad del hombre... Jamás la fuerzas. Quiero decirte ahora: ¡Sí, Señor, lo quiero! Pero ¡ven a ayudar mi flaqueza! Esto es, precisamente, lo que me atrae en el evangelio: seguirte, ir contigo, vivir mi vida humana "como la vivió Cristo". Tú has ido delante. Tú me precedes a cualquier parte que yo vaya. Considerarme como "aquel-que-trabaja-con": mis trabajos de hoy, mis responsabilidades, "contigo", siguiéndote.
-“Que renuncie... que cargue con su cruz”... Sin estos requisitos no hay vida cristiana verdadera. La vida según el evangelio no es una vida fácil, como agua de rosas, muelle y sin consistencia. Seguir a Cristo supone un cierto número de elecciones y de rupturas. He escogido esto, he renunciado a aquello. Es necesario que revise mi vida para ver si de hecho encuentro que hay en ella renuncias. ¿A qué he renunciado por ti, Señor? ¿El que quiera salvar su vida, la perderá... el que pierde su vida por mí, la conserva. He aquí una fórmula paradójica que Jesús pronunció ciertamente, y, sin duda, con esas mismas palabras... seis veces las encontramos en los evangelios.
Nuestra vida no está hecha para ser guardada, sino para ser entregada. Amar no es "sentir emoción", no es desear poseer al otro, es olvidarse de sí mismo para darse al otro. Cada vez que uno "toma" para sí, deja de amar. No digas que amas cuando quieres solamente disfrutar del otro: ¿no sería esto entonces un amarte solamente a ti mismo? Sí, amas de veras, si eres capaz de renunciarte, de olvidarte, si eres capaz de morir a ti mismo en beneficio de aquel a quien amas. El que más ha amado, es Jesucristo. La "cruz" de Jesús no es solamente un instrumento de suplicio, de renuncia... es el signo mismo del más grande amor que haya levantado jamás a un corazón. "No te he amado en broma..."
-“¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si malogra su vida? o ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?”Estas palabras tocaron en lo más profundo de su alma san Francisco Javier, para cambiar de vida… Jesús, ayúdame a saber experimentar, como dices, que para "salvarse" que hay que "perder": la renuncia no tiene su fin en sí misma... es la condición de una "vida" en plenitud. ¡Por la renuncia y la cruz, Jesús no propone una destrucción, sino un desarrollo... una expansión total y eterna!
-“Porque el Hijo del hombre va a venir entre sus ángeles con la gloria de su Padre: Entonces pagará a cada uno según su conducta”. Señor, ayúdanos a vivir los verdaderos valores (Noel Quesson).
2. Leemos hoy el libro de Nahúm, que sólo tiene tres páginas. Es de tiempos de Jeremías, inmerso en aquel período agitado.
-“Mira correr por las montañas al mensajero que anuncia la paz”. Corre con todas sus fuerzas para ir a anunciar a sus conciudadanos esta buena noticia. Llega resoplando y grita su mensaje:
-“Celebra tus fiestas, Judá. Cumple tus votos. El malvado no volverá por ti: ha sido exterminado, pues el Señor restablece la viña de Jacob como la viña de Israel”. Los saqueadores la habían saqueado y habían destruido sus sarmientos. En el momento en que Judá e Israel titubean bajo los golpes de los ejércitos asirios. ¿Soy capaz de esperar?; ¿incluso en los momentos en que todo parece perdido?
-“¡Ay de ti, Nínive, ciudad sanguinaria, llena de fraudes, de violencias, y de incesante pillaje!” Cuando Nahúm profetiza, Nínive, capital de Asiria está en el apogeo de su poder. Los bajorrelieves que llenan los museos son testigos de esta civilización prestigiosa y violenta que hace temblar al mundo. En 553 antes de Jesucristo, el imperio asirio y sus ejércitos invencibles han conquistado incluso Tebas, capital del poderoso Egipto. Ahora bien, cincuenta años después, Nínive se derrumba a su vez bajo la embestida de Babilonia. Al describir por adelantado esta caída de la orgullosa Nínive, lo que canta el profeta es la esperanza de los pobres: todas las pequeñas naciones, hasta ahora aplastadas, podrán levantar la cabeza.
-“Ay de ti, Nínive... ¡Escuchad el chasquido de los látigos, el estrépito de las ruedas, el galope de los caballos, la oleada de los carros! ¡Caballería que avanza, flamear de espadas, centellear de lanzas! ¡Multitud de heridos, montones de muertos, cadáveres por doquier, cadáveres con los que se tropieza! Arrojaré inmundicia sobre ti, te deshonraré y te pondré como espectáculo”. Cuando Asiria se proclama la dueña del mundo, Nahúm la ve como el símbolo del orgullo y de la violencia, de los "poderosos" de todo orden. Fraudes, violencias, barbarie, brutalidad, no son privilegio de aquel tiempo ni de aquella civilización. La ve como ciudad que quiere dominar el mundo, y que no podría durar ante Dios! Será destruida.
Son hoy todas estas potencias sin escrúpulos, que, en el seno de los sistemas económicos actuales, se aprovechan del dinero y de la mentira, para oprimir a los débiles indefensos. Los imperios caen, unos después de los otros. Y la historia continúa. Nínive, la "maravilla del mundo" es hoy un campo de ruinas. Meditemos sobre la fragilidad de las cosas (Noel Quesson).
Los regímenes perversos tienen acciones sanguinarias con excusa de coberturas ideológicas «que entusiasman y seducen». Asiria, como dice Nahún, fue un buen ejemplo (3,1-4): el hombre es destruido a la vez por la adoración de los ídolos que no son nada (Sal 11,4-8) y por la espada. Pero Dios-Yahvé incluso en el castigo pretende la conversión, por eso la definición que más conviene a Dios sigue siendo la de Ex 3 13ss: Yo soy el que estoy y estaré a vuestro lado (Armengol).
3. El responsorio de hoy está tomado del Deuteronomio 32, y nos infunde esperanza en el Señor: “El día de su perdición se acerca / y su suerte se apresura, / porque el Señor defenderá a su pueblo / y tendrá compasión de sus siervos”.
Es un Dios que se implica, verdadero, y no hay otro fuera de él: “Pero ahora mirad: yo soy yo, / y no hay otro fuera de mí; / yo doy la muerte y la vida, / yo desgarro y yo curo”. Pedimos al Señor que nos cure, por la mediación de Santa María.
Llucià Pou Sabaté



miércoles, 8 de agosto de 2012

Jueves de la semana 18 de tiempo ordinario: como a san Pedro, que reconoce a Jesús guiado por el Espíritu Santo, dentro de nosotros podemos seguir la

«Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos respondieron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro dijo. Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: Bienaventurado eres, Simón hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que atares sobre la tierra quedara atado en los Cielos, y todo lo que desatares sobre la tierra, quedará desatado en los Cielos. Entonces ordenó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho departe de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y resucitar al tercer día. Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo: Lejos de ti, Señor; de ningún modo te ocurrirá eso. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro.- ¡Apártate de mi, Satanás! Eres escándalo para mí, pues no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres.» (Mateo 16, 13-23)

1. El gran misterio de la Fe de Pedro ante Jesús queda recogido en estos pasajes. Pedro reconoce a Cristo como el "Mesías, Hijo de Dios". Jesús subraya que es un pensamiento que viene de Dios. Jesús, nos preguntas quién eres para mí, para cada uno, y “Te importa mi respuesta personal: ¿quién eres Tú para mí? ¿Me doy cuenta de que eres «el Cristo, el Hijo de Dios vivo?»

”¿Te pido ayuda, sabiendo que la fe no me la ha revelado «ni la carne ni la sangre,» no es producto de la razón ni del sentimiento, sino que proviene de Dios?

”Para vivir cristianamente necesito tener fe.

”Por eso es bueno que te la pida cada día: Jesús, aumenta mi fe; que te vea siempre como quien eres: el Hijo de Dios.

”No eres Elías, ni Juan el Bautista, ni «alguno de los profetas.»

”No eres un gran filósofo, que dejó unas enseñanzas maravillosas de amor a los demás” (Pablo Cardona). Eres el Mesías, como ha dicho el Apóstol: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.

Gracias, Pedro, por tu declaración, me gusta oír de Jesús: -“Dichoso tú, Simón; porque eso ni la carne ni la sangre te lo han revelado...” Hermosa fórmula gráfica y fuerte para evocar la debilidad natural del hombre dejado a sus solas fuerzas. Sí, la Fe viene de fuera. El hombre entero de carne y hueso es incapaz de acceder a lo que es dominio misterioso de Dios.

-“Mi Padre es quien te lo ha revelado...” Pedro recibió una "revelación" divina. "Mi Padre"... Dejemos resonar unos momentos esta palabra en la boca de Jesús. Esos dos términos, tan simples nos dejan entrever el abismo infinito de su persona.

-“Ahora te digo Yo: "Tu eres Piedra y sobre esta roca..." "Kefa" es un término arameo que significa "Roca". Fue traducido en griego por "Petros", luego en latín por "Petrus" y en castellano por "Pedro". Ese nombre de "Roca" como nombre propio no lo usaba nadie en aquella época, ni en el mundo judío, ni en el mundo greco-romano. ¡Fue una idea de Jesús! Para un semita el "nombre" tiene una extraordinaria importancia, es como un talismán, un símbolo, una definición de la persona. Si vemos una "gran roca" que aflora a ras del suelo... podemos pensar: sería un buen fundamento para edificar sobre ella... ¡Jesús dijo que tenía intención de "edificar"!

-“Edificaré mi Iglesia”. Jesús, quieres "edificar" una "comunidad"... "tu" comunidad, hombres y mujeres que tienen algo "en común" y que "se reúnen" para festejar -lo que tienen en común- y para vivirlo. El último Concilio definió la Iglesia como "el Pueblo de Dios". Pedro recibe un papel de responsabilidad en ese Pueblo.

-“A partir de este momento empezó Jesús a manifestar a sus discípulos que tendría que padecer mucho, ser ejecutado, y resucitar... Pedro lo tomó aparte y empezó a increparlo... Pero Jesús se volvió y dijo a Pedro: "Apártate Satanás, tú eres un obstáculo para mí, porque tu idea no es la de Dios, sino la de los hombres"”. Pedro no quiere reconocer el título de "Siervo a Jesús sufriente".

Tenemos que aceptar "toda" la revelación, todas las ideas y pensamientos de Dios y no solamente las ideas que nos gustan. La cruz, el anonadamiento provisorio, el fracaso aparente, el papel del humilde Servidor de Dios y de los hombres, antes de entrar en su gloria (Noel Quesson).

Quisiera aumentar mi fe, Señor; me consuela ver que también los apóstoles flaquean: “la Fe, poca. El mismo Jesucristo lo dice. Han visto resucitar muertos, curar toda clase de enfermedades, multiplicar el pan y los peces, calmar tempestades, echar demonios. San Pedro, escogido como cabeza, es el único que sabe responder prontamente.- «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Pero es una fe que él interpreta a su manera, por eso se permite encararse con Jesucristo para que no se entregue en redención por los hombres» (Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa 2).

2. Jeremías (31,31-34) nos habla de unos días de una nueva alianza. En la historia avanzamos hacia ese «cumplimiento», la obra de Dios va adelante. Solo al final se verá todo bien, mientras hay que esperar. La creación se está haciendo entre todos, también con sus puntos oscuros: el sufrimiento, la muerte, el pecado: -“Vienen días en que yo pactaré una nueva alianza”. Jesús, tú hiciste realidad esta profecía, cuando dijiste: «He ahí la sangre de la Alianza, nueva y eterna.» Esta profecía de Jeremías constituye una de las cimas del Antiguo Testamento.

-“No será como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarlos de Egipto: mi alianza que ellos rompieron... Pero esta es la alianza que yo pactaré, después de aquellos días”. Será un pacto más sólido, inquebrantable. Una Alianza que no podrá romperse.

-“Pondré mi ley en su interior y la escribiré en su corazón”. Lo más íntimo de nosotros llevará este compromiso, se anuncia es una comunión perfecta y como espontánea con Dios.

-“No tendrán necesidad de adoctrinarse el uno al otro, diciendo cada uno a su hermano: «Conoced al Señor.»” No será ya necesario un código de moral exterior. Dios confía totalmente en el hombre porque su Ley es interiorizada. Entre dos auténticos enamorados no se precisa código alguno, porque cada uno se da espontáneamente a la felicidad del otro. «Ama y haz lo que quieras», dirá san Agustín. Dios sueña en esta perfección del amor. Y si nos escandalizamos de esas fórmulas es que no hemos entendido lo que es el amor. Lejos de provocar un laxismo estas invitaciones a la espontaneidad son una exigencia tanto o más fuerte que los códigos morales. En efecto, al final uno acaba liberándose de una regla precisa -y se cree exento de ella-... pero nunca se acaba de amar, de querer agradar a aquel a quien se ama.

-“Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”. La fórmula de la Alianza es que somos de Dios, y Él nos cuida como un padre a sus hijos. Jesús, has establecido una unión tan íntima, que nos dices: «permaneced en Mí como Yo permanezco en vosotros» (Juan 15,4). La Alianza no es ante todo un «contrato», es la «comunión» de dos seres. Y es Dios el que toma la iniciativa. ¿Cómo es mi vida de comunión, en alianza de amor con Dios?

-“Pues todos me conocerán, del más pequeño al más grande”. El «conocimiento» del otro es un elemento importante de todo amor. A partir de este elemento, puedo revisar si sé amar de veras: ¿procuro conocer mejor, trato de darme a conocer? Esto es verdad de todos nuestros amores. Es verdad también de nuestro amor por Dios. ¿Qué hago para conocerle mejor?

-“Perdonaré sus faltas y no me acordaré más de sus pecados”. El «perdón» es una dimensión central del amor (Noel Quesson).

3. En el salmo pedimos al Señor un corazón renovado, humilde y alegre a la vez, un corazón vuelto a Dios: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme... devuélveme la alegría de tu salvación...».

Llucià Pou Sabaté

martes, 7 de agosto de 2012

Miércoles de la 18ª semana de Tiempo Ordinario: los planes divinos se van cumpliendo a pesar de nuestros pecados, si acudimos a su misericordia; Él at

“En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: -«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: -«Atiéndela, que viene detrás gritando.» Él les contestó: -«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.» Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: -«Señor, socórreme.» Él le contestó: -«No está bien echar a los perros el pan de los hijos.» Pero ella repuso: -«Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.» Jesús le respondió: -«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.» En aquel momento quedó curada su hija” (Mateo 15,21-28).

1. -Jesús se retiró a esas ciudades fenicias (actual Líbano). “Y una mujer Cananea, de aquella región salió y se puso a gritarle”... Una mujer extranjera consigue de Jesús la curación de su hija. Señor, vemos la fuerza de tu corazón y tu dedicación a “los paganos”. Dirá san Pablo que das a "todas las naciones" la Alianza reservada hasta aquí a Israel. Quisiera escuchar el grito de esa mujer, quisiera escuchar la de las personas de mi alrededor que quizá no acierto a oír.

-"¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija tiene un demonio muy malo." No le contestas palabra, Señor... Y tú habías dicho: "Todo lo que pediréis se os concederá... llamad, y se os abrirá..." No obstante, callas… ¿Por qué, tan a menudo pareces no responder cuando te imploramos que nos liberes?

-"Concédeselo, que viene gritando detrás..." dicen los apóstoles. ¿Fastidio?; ¿verdadera emoción ante la miseria de esa pobre madre?

-Jesús respondió: "He sido enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel." Después del silencio, parece que hay rechazo. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué aparentas rechazar? Sabemos, sin embargo, que hay ternura en tu corazón, y que has venido para "salvar a todos los hombres".

-“Ella se adelantó y se prosternó ante El: "Señor, socórreme"”. ¡Oh admirable insistencia! Veo que las dificultades se convierten en oportunidades cuando estoy contigo, Señor: y es una purificación de la Fe, ayúdame a entender esta fuerza que viene de la verdadera oración.

"Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". Ante aquel grito de dolor, Cristo va a poner la última prueba. Le dice que no está bien quitarle el pan a los hijos para dárselo a los perritos. Nos cuesta entrar en estas palabras… nos quedamos con el modelo de oración, siguiendo al santo cura de Ars: “vemos muchas veces que el Señor no nos concede enseguida lo que pedimos; esto lo hace para que lo deseemos con más ardor, o para que apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no es una negativa sino una prueba que nos dispone a recibir más abundantemente lo que pedimos”.

La oración de la mujer “pagana” es un modelo de oración, sencilla y honda: «Ten compasión de mí, Señor» (en griego: Kyrie, eleison). Jesús, alabas varias veces la fe de los extranjeros (el buen samaritano, el otro samaritano curado de la lepra, el centurión romano…), en contraposición a los judíos, los de casa, a los que se les supone fe. Que no olvide, Señor, el valor de la humildad. Que no sea mi oración rutinaria sino sencilla (J. Aldazábal).

Esta mujer insiste: "Cierto, Señor; pero también los perrillos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos". No abandonará su plegaria, irá hasta el fin. -Jesús le dijo: "¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas."

Señor, te pido no sentirme privilegiado por mis méritos, sino por tu amor. Que me sienta invitado a comer el pan de los hijos de Dios (Noel Quesson).

2. Jeremías (31,1-7) nos consuela con esas palabras divinas: “Yo seré el Dios de todas las tribus y familias de Israel, y ellas serán mi pueblo”, referido a un «pueblo» de Dios, tiene una profunda significación. La Iglesia es también «un pueblo». No somos solo hijos de Dios individualmente, sino en comunión con los demás… La Nueva Alianza tiene siempre un aspecto colectivo. «Todos juntos» llegamos al cielo y «no los unos sin los otros», dirá Péguy. Recemos por tanto por la Iglesia... por el conjunto de la humanidad...

-“Así habla el Señor: halló gracia en el desierto el pueblo que se libró de la espada. Israel camina hacia su descanso”. Es el tema del «pequeño resto» del que nos hablaba Isaías. En el vacío de las horas más sombrías, hay que conservar la esperanza. Cuando todo parece perdido, hay que levantar la cabeza. Israel «camina» hacia su descanso.

-“De lejos se le apareció el Señor diciendo: con amor eterno te he amado, por eso he reservado gracia para ti”. De nuevo te edificaré y serás edificada, doncella de Israel. Fidelidad de Dios, por encima de nuestra respuesta. No es contrato ni regateo de «me das, te doy», «si sois fieles yo seré fiel». ¡Dios se ha comprometido a ser fiel aun cuando nosotros no lo seamos! «He reservado gracia para ti» Esto, lo hemos encontrado ya, de modo inolvidable, en el profeta Oseas. Gracias, Señor, de esta fidelidad a toda prueba. Que sea yo lo menos indigno posible. "¡Con amor eterno te he amado!"

Hay que dejar resonar en nuestro interior estas palabras ardientes que Dios nos repite hoy también en profética visión de lo que nos dices tú, Jesús: «Habiendo amado a los suyos en el mundo, los amó hasta el fin.» Tu, Señor, eres el rostro concreto de esta declaración de amor de Dios a la humanidad.

-“Doncella de Israel, de nuevo tomarás tus tamboriles de fiesta y pasearás entre danzas festivas”. Ternura del alma de Jeremías: una doncella feliz que baila de alegría. Así imagina Dios a la humanidad salvada, pasado el tiempo de la prueba.

-“Aún volverás a plantar viñas”... La viña, promesa del vino «que alegra el corazón del hombre» (Salmo 104, 15)

Todo es un anuncio de la salvación: “Proclamad: ¡el Señor ha salvado a su pueblo, el resto de Israel!»” Pueblo peregrino, pueblo en marcha hacia Dios, hacia el gozo. Un pueblo «eucarístico» que canta la acción de gracias de los que han sido salvados (Noel Quesson).

3. El profeta nos invita a la esperanza, es un lenguaje optimista: «halló gracia... camina al descanso... te construiré, serás reconstruida... te adornarás y saldrás a bailar... plantarás... cosecharás...». Eso pasó hace dos mil quinientos años. Pero también hoy se hace realidad, como dice el salmo: «el que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como un pastor a su rebaño... entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos...». Pienso que no es necesario que tengamos algo para hacer a toda cosa como un proyecto, Señor, sino que nos dejemos llevar por el proyecto que tú has pensado para nosotros, que te sepamos ver en el camino de la vida y te escuchemos en las voces distintas donde nos muestras tu voluntad, como la Virgen hizo, como ella nos enseña para poder vivir ese «Levantaos y marchemos al Señor nuestro Dios... gritad de alegría... el Señor ha salvado a su pueblo».

Llucià Pou Sabaté

lunes, 6 de agosto de 2012


Martes de la semana 18 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Donde abunda el pecado, es más fuerte la gracia de Dios, cuando nos agarramos a la mano que siempre nos ofrece
“Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: -«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!» Pedro le contestó: -«Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.» Él le dijo: -«Ven.» Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: -«Señor, sálvame.» En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: -«¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?» En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: -«Realmente eres Hijo de Dios.» Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaron curados” (Mateo 14,22-36).
1. –“Después de despedir a la multitud, subió al monte para orar a solas”. Podemos imaginarlo discutiendo paso a paso con los más recalcitrantes, los más entusiastas, que no querían marcharse... "Pero, si yo no he venido para esto... mi Reino no es de este mundo... no estoy encargado de daros de comer todos los días... volved a vuestro trabajo..." Cansado por esas discusiones, cuando quedó solo, sintió necesidad de orar. Contemplo en ti esa necesidad de orar que embarga tu corazón. Se ha probado desviarte de tu misión esencial. Por instinto vuelves a ella. Tu papel es espiritual, si bien tiene consecuencias importantes en lo material. Jesús, te has retirado al monte a solas a orar, mientras tus discípulos suben a la barca y se adentran en el lago. No les fuerzas a orar… les enseñas con tu vida.
-“Al anochecer, seguía allí solo”. Te contemplo orando. ¿Tengo yo el mismo deseo de soledad, de estar de corazón a corazón con el Padre? Para ti eso es más importante que todos los triunfos terrenales. ¿Qué le decías al Padre, en ese anochecer? Pensabas quizá en la Iglesia que estabas fundando, y a lo que, en todas las épocas, sería su tentación constante: hacer pasar los medios humanos al primer plano. ¿Creo yo en el valor de la oración? ¡Tiempo humanamente perdido, en apariencia! Pasar tiempo a solas con Dios.
-“Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario”. Esto es realmente una imagen de tu Iglesia, marchando a menudo contra la corriente.
-“De madrugada se les acercó Jesús andando por el lago. Los discípulos, viéndolo andar por el lago, se asustaron mucho; decían: "¡Es un fantasma!", y daban gritos de miedo”. La duda, el miedo. Sin embargo ¡fue Jesús quien les obligó a embarcar!
-“Jesús les habló en seguida: "Animo, soy Yo, no tengáis miedo"”: Jesús no se presenta; dice sencillamente: "Soy yo". Jesús inspira confianza, desdramatiza.
-“Pedro tomó la palabra: "Señor, si eres Tú ¡mándame acercarme a ti andando sobre el agua!" Jesús le dijo: "¡Ven!"” Es una respuesta... a una plegaria audaz...
-“Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Sálvame, Señor". Jesús extendió en seguida la mano y lo agarró: "Hombre de poca fe ¿por qué has dudado?"” Pedro, impetuoso discípulo, después del milagro de la multiplicación de los panes está “crecido”. Durante la noche se levanta el viento y pasan momentos de miedo, miedo que se convierte en espanto cuando te ven llegar, Jesús, en la oscuridad, caminando sobre las aguas. Pedro tiende al protagonismo: te pide que le dejes ir hacia ti del mismo modo, y empieza a hacerlo, pero se hunde en las aguas del lago, y tiene que gritar «Señor, sálvame», porque ha empezado a dudar. Yo, como Pedro, primario y algo presuntuoso, tengo que aprender a no fiarse demasiado de mis propias fuerzas.
Pedro deja la (relativa) seguridad de la barca para intentar avanzar sobre las aguas. Tenemos que saber arriesgarnos y abandonar seguridades cuando Dios nos lo pide (recordemos a Abrahán, a sus 75 años) y no instalarnos en lo fácil. Lo que le perdió a Pedro fue calcular sus fuerzas y los peligros del viento y del agua, y se hundió. La vida nos da golpes, que nos ayudan a madurar. Como a Pedro. Y diremos como él: «Señor, sálvame». Seguramente, Jesús, nos podrás reprochar también a nosotros: «¡qué poca fe!: ¿por qué has dudado?». E iremos aprendiendo a arriesgarnos a pesar del viento, pero convencidos de que la fuerza y el éxito están en ti, Señor, no en nuestras técnicas y talentos: «realmente eres Hijo de Dios».
Cuando Pedro se encontrará en otras tempestades, mucho más graves para la Iglesia, en Roma; en las persecuciones que amenazarán la existencia de la Iglesia, recordará esa "mano" que agarró la suya, aquel día en el lago. Pedro es el primer creyente, el primero que haya vencido la duda y el miedo. La Fe, en su pureza rigurosa, va hasta ese salto a lo desconocido, ese riesgo que Pedro asumió más allá de las seguridades racionales: una confianza en Dios solo, sin punto de apoyo. ¡Señor, calma nuestras tempestades! Danos tu mano.
-“El viento amainó”… Tu presencia, Jesús, hizo que amainara el viento; también me pasa a mí: cuando te invoco, dejo de ver las cosas negras y comienzo a pensar bien, en un abandono a lo que Dios quiera. No sé la cara de los demás compañeros de la barca, pero sí leo su reacción llena de admiración: «realmente eres Hijo de Dios» (Noel Quesson).
Pienso que muchas veces no conozco bien la realidad cuando me aparto de ese “Señor, ¡sálvame!”, y tampoco me conozco a mí mismo: la introspección no es modo principal de conocimiento personal, sino que nos conocemos en la alteridad, en el diálogo, y ante todo, mirándonos en ti, Jesús, como en un espejo, y luego mirándonos en esas experiencias que tenemos del trato con los demás, así, “rumiando”, crecemos… “En tu luz, Señor, he visto la luz”, dice el salmo, y así, mirándote a ti, Jesús, “espejeándome en ti”, aprenderé a conocerme, por  ejemplo a rezar y trabajar, al ver cómo compaginabas tu trabajo misionero -intenso, generoso- con los momentos de retiro y oración. En el diálogo con su Padre es donde encontrabas la fuerza para tu entrega a los demás. ¿No será ésta la causa de mis “fracasos” y mi debilidad: que no sé retirarme y hacer oración? Señor, ayúdame a hacer de la oración el motor de mi actividad. No se trata de refugiarnos en la oración para no trabajar. Pero tampoco de refugiarnos en el trabajo y descuidar la oración. Porque ambas cosas son necesarias en nuestra vida de cristianos y de apóstoles. Para que nuestra actividad no sólo sea humanamente honrada y hasta generosa, sino que lo sea en cristiano, desde las motivaciones de Dios. La barca de los discípulos, zarandeada por vientos contrarios, se ve fácilmente como símbolo de la Iglesia, agitada por los problemas internos y la oposición externa. Hoy, como ayer, hay vientos contrarios en el mar del mundo… También es símbolo de la vida de cada uno de nosotros, con sus tempestades particulares. Hay una nota decisiva: sin Jesús en la barca, toda perece hundirse. Cuando te dejamos subir, Señor, el viento amaina. En los momentos peores, tendremos que recordar tu respuesta, Jesús: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo». Y confiar en ti.
2. Jeremías en esta parte que hoy comienza (30) y que llaman "Libro de la Consolación", anuncia la restauración después del desastre, y se propone consolar a los desesperados.
En la Biblia se pone en nombre de la voluntad de Dios desgracias que Él permite, y por eso Jesús rectificará esto diciendo, a propósito del ciego de nacimiento: «ni él ni sus padres pecaron para que esto le sucediera...» pero ha sucedido para que se manifiesten en él las obras de Dios, es decir, la gracia de la curación (Juan 9, 3).
A pesar del mal, también de los pecados, Dios sigue amando: “-Mira: restableceré las tiendas de Jacob, me compadeceré de sus mansiones”, habrá “gritos de alegría”. Será otra vez un pueblo próspero que se multiplica...
-«Y vosotros seréis mi pueblo, y Yo seré vuestro Dios». Es la «fórmula de Alianza», admirable, que conviene que llevemos a la oración: nuestra filiación divina.
3. El salmo nos invita a la confianza: «Cuando el Señor reconstruya Sión y aparezca su gloria... el Señor ha mirado desde su excelso santuario para escuchar los gemidos de los cautivos... los hijos de tus siervos vivirán seguros...». Llenos de esperanza en el futuro, por la fe en la Pascua y en el amor de Dios, podemos estar tranquilos, sobre todo si acudimos a santa María, nuestra esperanza.
Llucià Pou Sabaté
&nbsp

Lunes de la 18ª semana de Tiempo Ordinario. El pan vivo de la Eucaristía es alimento para nuestra conciencia, para hacer la voluntad de Dios, por enci

“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: -«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: -«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» Ellos le replicaron: -«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: -«Traédmelos.» Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños” (Mateo 14,13-21).

1. Jesús, al saber de la muerte de Juan Bautista te marchas de allí en barca a un sitio tranquilo y solitario. ¿Cuáles fueron tus sentimientos, Señor, cuando supiste la muerte de tu precursor, tu primo? Era la muerte de aquel que llamabas "el más grande de los profetas"... de aquél que te había preparado tus primeros discípulos: Andrés, Simón, Juan, pues habían sido discípulos del Bautista antes de que te siguieran... ¿Piensas en tu propia muerte de la que aquella es presagio? Como no ha llegado el momento de afrontar la Pasión, te escondes. Quizá también, sencillamente, porque en tu dolor sientes necesidad de llorar el duelo, pensando también en el dolor de tu madre, y rezar...

-“Pero la gente lo supo y lo siguió por tierra... Al desembarcar vio Jesús una gran muchedumbre, le dio lástima y se puso a curar los enfermos”. No lograste aislarte, Señor, salvo durante la travesía del lago. Obediencia y servicio de tu ministerio. ¿Cómo reacciono yo cuando algo trastorna mis planes?... Esta enfermedad inesperada, esta nueva preocupación, esta responsabilidad que acaban de imponernos. Esta visita, esta llamada por teléfono, este servicio que esperan de nosotros, esta presencia bochornosa de los demás, estas gentes de las que se quisiera huir por unos momentos… quisiera ser como tú, Señor…

-“Por la tarde se acercaron los discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora; despide a la multitud, que vayan a las aldeas y se compren comida". Jesús les contestó: "No necesitan ir, dadles vosotros de comer"”. Jesús, les pides que actúen. Tú sigues haciendo milagros, cuando encuentras personas que como los apóstoles, se sienten instrumentos que se dejan llevar, porque tienen fe.

-“¡Aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces!” Es tan poca cosa...

-"Traédmelos". Mandó al gentío que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces... Poner mis pobres medios humanos en tus manos, Señor. Contemplo esos cinco pobres panecillos y esos dos simples peces en tus manos.

-“Alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su vez los dieron a la gente”. Jesús, estás pensando en saciar de hambre a los necesitados. Pero son los mismos gestos y las mismas palabras que en la Cena (Mt 26,26). Aquí quieres decirnos también que no sólo de pan material vive el hombre. Es la Misa. Quieres alimentar espiritualmente a los hombres, responder a su hambre de absoluto: alimentarse de Dios... palabra de vida, pan de vida eterna (Noel Quesson).

Por eso los evangelios cuentan hasta seis veces la multiplicación de los panes. Moisés, Elías y Eliseo dieron de comer a la multitud en el desierto o en períodos de sequía y hambre. Pero tú, Jesús, cumples todas esas figuras cuando muestras tu corazón lleno de misericordia y tu poder divino como Enviado e Hijo de Dios. Cuando te nos das en la Pascua.

Son las dos cosas: la solidaridad del pan material («dadles vosotros de comer»). Y la misa, con el Padrenuestro que nos hace pedir el pan nuestro de cada día, el pan de la subsistencia y, luego, pasamos a ser invitados al Pan que es el mismo Señor Resucitado que se ha hecho nuestro alimento sobrenatural. Hay un doble pan porque el hambre también es doble: de lo humano y de lo trascendente. De la luz de los ojos a la luz interior de la fe, en el caso del ciego. Del agua del pozo al agua que sacia la sed para siempre, a la mujer samaritana. Lo mismo tendremos que hacer nosotros, los cristianos. El lenguaje de la caridad es el que mejor prepara los ánimos para que acepten también nuestro testimonio sobre los valores sobrenaturales (J. Aldazábal).

Quisiera seguir ese camino, Señor, en la oración de cada día, en la Eucaristía. “Diría que la adoración es reconocer que Jesús es mi Señor, que Jesús me señala el camino que debo tomar, me hace comprender que sólo vivo bien si conozco el camino indicado por él, sólo si sigo el camino que él me señala. Así pues, adorar es decir: "Jesús, yo soy tuyo y te sigo en mi vida; no quisiera perder jamás esta amistad, esta comunión contigo". También podría decir que la adoración es, en su esencia, un abrazo con Jesús, en el que le digo: "Yo soy tuyo y te pido que tú también estés siempre conmigo"” (Benedicto XVI). Para esto, quiero cuidar también la confesión: aunque sólo es necesario confesarse en caso de pecado grave, es muy útil confesarse regularmente para mantener la limpieza, la belleza del alma, y madurar poco a poco en la vida.

2. –“Al principio del reinado de Sedecías, rey de Judá, en el año cuarto, en el mes quinto, el profeta Ananías habló así a Jeremías: «Palabra del Señor del universo: He quebrado el yugo del rey de Babilonia... Haré devolver a este lugar todo el mobiliario del templo... Conduciré de nuevo a este lugar al rey de Judá y a todos los deportados...»

Jeremías anuncia la desgracia, el castigo de Jerusalén. El otro, Ananías, anuncia la felicidad, el éxito de Jerusalén. Uno y otro pretenden hablar en nombre del Señor, sus fórmulas parecidas: "Palabra del Señor del universo", dijo Ananías. Ambigüedad de la «Palabra» de Dios, siempre envuelta en una «palabra» humana, y que hay que interpretar. ¿Se puede estar seguro, alguna vez, de poseer la verdad? Como Ananías ¿no estamos también tentados de retener, de los acontecimientos o de la Escritura, solamente aquello que nos va bien, que nos gusta? Señor, concédenos aceptarlo todo como recibido de Ti.

Jeremías nos sorprende hoy con una cierta vacilación. ¿Puede uno estar seguro de poseer la verdad? Cuando lo que hace la mayoría no es lo que nos dice nuestra conciencia, ¿cómo estar seguros de que tenemos la luz auténtica? Y es una imagen de Jesús, que irá contra los falsos profetas y autoridades de su época, que son los que toleran una inadecuación entre sus palabras y las de Dios.

Hoy la verdad de la conciencia no coincide con el aparato de la ley. En una insinceridad general, se prefiere muchas veces eliminar la conciencia, y muchos políticos y eclesiásticos se contentan con defender la verdad de la institución aunque no encuentren la verdad de la conciencia, la de ellos o la de los otros. ¿Dónde está la sinceridad, la autenticidad? Lo legal o correcto son las cosas que dominan. La sociedad designa como desobedientes a aquellos que se apartan de esa regla. La "verdad del sistema" ahoga la sinceridad. Y también está el fanatismo, los que están ingenuamente convencidos de poseer la verdad en exclusiva, los que se aíslan en su búsqueda cuando la verdad es buscada y encontrada en común, los que no quieren escuchar, sino que se les escuche (Maertens-Frisque).

-“El profeta Jeremías contestó: «¡Amén! ¡hágalo así el Señor! Que el Señor confirme lo que acabas de profetizar... Pero escucha, ahora: los profetas que nos han precedido a ti y a mí, han profetizado la guerra, el hambre, la peste... En cuanto al profeta que profetiza la paz, no se le reconoce por un profeta enviado por el Señor, mas que si su palabra se cumple»”. Jeremías no halla ningún placer en anunciar la prueba y el sufrimiento. También él desea la felicidad y está presto a desear que Ananías tenga razón. Pero reconoce que es muy fácil suavizar un mensaje, atenuar la exigencia y el rigor, aceptar compromisos para ser más fácilmente escuchado. Señor, ayúdanos a recibir las alegrías sin que nos hagan perder la cabeza ni el corazón. Señor, ayúdanos a recibir las pruebas sin que nos dejen en el abatimiento (Noel Quesson).

Una nueva palabra de Yahvé descubrirá la mentira de Ananías y confirma a Jeremías en su misión. Ananías queda como represente de los que hacen decir a Dios lo que les conviene. Jeremías sabe que Yahvé quiere nuestra salvación pero su designio es misterioso y el profeta ha de seguir su Palabra.

3. Tendremos que pedir con el salmo discernimiento: «instrúyeme, Señor, en tus leyes, apártame del camino falso, no quites de mi boca las palabras sinceras... sea mi corazón perfecto en tus leyes».

Llucià Pou Sabaté

Lunes de la 18ª semana de Tiempo Ordinario. La Transfiguración del Señor: la Cruz es camino de la Gloria, también para nosotros

“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: -Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: -Esté es mi Hijo amado; escuchadlo. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos” (Marcos 9,1-9).

1. La fiesta de hoy con la nube y la voz celestial, la presencia de Moisés y de Elías, evoca la presencia de Dios en el Sinaí. Jesús, te vemos como el "nuevo Moisés", en ti llegan a su cumplimiento las esperanzas, la alianza y la ley, y nos preparas la nueva alianza, la del amor infinito. En ti, Cristo, se nos revela el rostro divino de Dios, del mismo Dios que salva a Israel de Egipto por medio de Moisés (Ex 19), Elías de la muerte (1R 19) y el pueblo de los Santos de la persecución helenística (cf Dn 7).

La transfiguración de tu rostro, Jesús, las vestiduras blancas, evocan al Hijo del Hombre del profeta Daniel, glorioso y vencedor, y parecen ser un anticipo de tu resurrección, como leemos en la primera lectura. La cruz esconde la gloria. En la vida de fe de cada uno hay ciertas transfiguraciones... Hay personas que notan estas pistas que nos da Dios a lo largo de la vida. Pero es necesario estar atento para descubrirlas.

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo”. Es muy bonito el detalle del blanco de los vestidos… queremos entrar en este misterio, que nos habla de lo que será el cuerpo glorioso, para que nos sirva de estímulo y esperanza, para morir a nosotros mismos y vivir hacia Dios y hacia los hermanos.

Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús”. El encuentro de Jesús con los profetas muestra la unión de la Antigua y nueva alianza, que “toda la Escritura divina forma un solo libro, y ese único libro es Cristo, ya que toda la Escritura divina habla de Cristo y toda ella se realiza en Cristo” (Hugo de San Víctor). Un encuentro milagroso, que enlaza con los dos Testamentos escritos, por tanto no podemos olvidarnos de los antiguos libros. Pues, “si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo” (S. Jerónimo).

Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: -Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía”. Señor, querría poder decirte «Maestro, ¡qué bien estamos aquí!» sobre todo después de ir a comulgar. El prefacio de la misa de hoy nos dice: «Porque Cristo, Señor, habiendo anunciado su muerte a los discípulos, reveló su gloria en la montaña sagrada y, teniendo también la Ley y los profetas como testigos, les hizo comprender que la pasión es necesaria para llegar a la gloria de la resurrección».

Esta revelación nos muestra, como decía san Juan de la Cruz, que en la Biblia nos habla el Señor de una sola palabra, Cristo. Atanasio el Sinaíta escribe que «Él se había revestido con nuestra miserable túnica de piel, hoy se ha puesto el vestido divino, y la luz le ha envuelto como un manto».

Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: -Esté es mi Hijo amado; escuchadlo”. Escuchar significa hacer su voluntad, contemplar su persona, imitarlo, poner en práctica sus consejos, tomar nuestra cruz y seguirlo.

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”. Jesús, ¿por qué no quieres que lo difundan hasta después de tu resurrección?,

Queremos nosotros también, como Pedro, verte, Señor, y llevar tu amor a los demás. Te pido que te muestres en mi camino, que hagas luz ante tanta tiniebla que hay en el mundo, que tu poder vaya en defensa del pobre y oprimido. Bienaventurado el que se sabe en tus manos, Señor, dormirá tranquilo y vivirá en paz, seguro.

2. Daniel (7,9-10.13-14) en su visión nos muestra cuatro bestias y el "hijo del hombre", la escena del juicio divino. Según la concepción mítica, el océano del que surgen las bestias es morada de potencias hostiles a la divinidad. Y de esta concepción mítica se hace eco la Biblia para presentarnos el mar como algo hostil, caótico... del que surgen las cuatro bestias que representan cuatro imperios. El león alado es Nabucodonosor, monarca de Babilonia: cortadas las alas de su soberbia puede razonar, comportarse como hombre. El oso, medio erguido, representa a Media, animal feroz siempre dispuesto a atacar y nunca satisfecho. El leopardo o pantera, con cuatro cabezas y cuatro alas, simboliza al imperio persa con su gran agilidad para apoderarse de todo el mundo. La cuarta fiera no es identificable, pero es más feroz que las demás. Los dientes de hierro pueden hacer alusión a Alejando Magno y al imperio griego; los diez cuernos aludirían a los sucesores de Alejandro y el cuerno más pequeño sería el perverso Antíoco, quien vence a los otros tres cuernos para hacerse con el poder.

El Anciano establece un juicio para castigar los malos, y es cuando aparece "como un hombre"; su reino no tendrá fin. (A. Gil Modrego). Representa al “pueblo de los santos del Altísimo” (7,27), el Israel fiel. Hijo del hombre que fue entendido como Mesías persona en el judaísmo en tiempo de Jesús (Libro de las parábolas de Henoc); pero tal título sólo se une a los sufrimientos del Mesías y a su resurrección de entre los muertos cuando Jesús se lo aplica a Sí mismo (Biblia de Navarra): “Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16,23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20,28; cf Is 53,10-12). Por esta razón el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf Jn 19,19-22; Lc 23,39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2,36)” (Catecismo 440). Y la Iglesia cuando proclama que Cristo se sentó a la derecha del Padre confiesa que fue a Cristo a quien se dio el imperio: “Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7,14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo de Nicea-Constantinopla)” (Catecismo 664).

La grandeza de Dios es proclamada en el salmo: "¡Yahveh es rey!"... "¡Señor de la tierra!" "Altísimo sobre toda la tierra!"... "¡Santísimo!" Se canta la teofanía, como en el Sinaí. En el padrenuestro proclamamos "Venga tu Reino, así en la tierra como en el cielo". Jesús no suele proclamar más que el reino interior, pero también dijo: "Veréis venir al Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo" (Mt 26,64; Ap 1,7).

San Pablo dirá que la Encarnación es como una entronización real, pero sobre todo la segunda venida: "Cuando venga glorioso, sobre su trono de gloria, todas las naciones estarán reunidas ante El... Como el relámpago que se ve brillar de Oriente a Occidente, así será la venida del Hijo del Hombre... (Mt 24,27-31). Entonces, los "justos" se asociarán a este triunfo como lo dice el salmo.

3. La 2 carta de san Pedro (1,16-19) recuerda cuando subieron con Jesús el día de hoy: "habíamos sido testigos oculares de su grandeza (...). Esta voz del cielo la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada". "Hemos contemplado su gloria", dirá también san Juan (Jn 1,14); "lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la Vida" (1 Jn 1,1). Que por la intercesión de Santa María el Padre nos conceda el don de descubrir y contemplar la claridad de su rostro glorioso y vivificante en el rostro humilde y tan humano del Hijo del hombre, del hombre de dolores. Que nos conceda el don de escuchar su palabra de vida y seguir su camino, incluso cubiertos por la oscuridad de la nube. "Contempladlo y quedaréis radiantes" (Sal 33, 6).

La liturgia de la Transfiguración, como sugiere la espiritualidad de la Iglesia de Oriente, presenta en los apóstoles Pedro, Santiago y Juan una «tríada» humana que contempla la Trinidad divina. Como los tres jóvenes del horno de fuego ardiente del libro de Daniel (cf Dn 3,51-90), la liturgia «bendice a Dios Padre creador, canta al Verbo que bajó en su ayuda y cambia el fuego en rocío, y exalta al Espíritu que da a todos la vida por los siglos» («Matutino de la fiesta de la Transfiguración»).

También nosotros oremos ahora al Cristo transfigurado con las palabras del «Canon de san Juan Damasceno»: «Me has seducido con el deseo de ti, oh Cristo, y me has transformado con tu divino amor. Quema mis pecados con el fuego inmaterial y dígnate colmarme de tu dulzura, para que, lleno de alegría, exalte tus manifestaciones»” (“Eucaristía 1978”).

Llucià Pou Sabaté