lunes, 20 de marzo de 2017

Martes semana 3 de Cuaresma

Martes de la semana 3 de Cuaresma

Cuando perdonamos, nos hacemos dignos de la misericordia divina
“En aquel tiempo, Pedro se acercó y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda.Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano»” (Mateo 18,21-35).
1. Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Y nos cuentas esta parábola del perdón de las deudas. Y quien no quiere, recibirá ya el castigo en esa falta de amor, “si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano».
Está claro: hemos de saber vivir esta misericordia, para poder recibirla: perdonar nosotros a los que nos hayan podido ofender. «Perdónanos... como nosotros perdonamos», nos atrevemos a decir cada día en el Padrenuestro. Para pedir perdón, debemos mostrar nuestra voluntad de imitar la actitud del Dios perdonador. Se ve que esto del perdón forma parte esencial del programa de Cuaresma, porque ya ha aparecido varias veces en las lecturas. ¿Somos misericordiosos? ¿Cuánta paciencia y comprensión almacenamos en nuestro corazón? ¿Tanta como Dios, que nos ha perdonado a nosotros diez mil talentos? ¿Podría decirse de nosotros que luego no somos capaces de perdonar cuatro euros al que nos los debe? ¿Somos capaces de pedir para los pueblos del tercer mundo la condonación de sus deudas exteriores, mientras en nuestro nivel doméstico no nos decidimos a perdonar esas pequeñas deudas?
Se cuenta de Ramón Narváez, un primer ministro de la España del siglo diecinueve, que firmó la sentencia de muerte de 35.000 enemigos. Cuando él estaba muriéndose, en 1886, le preguntó el sacerdote si estaba dispuesto a perdonar a todos sus enemigos. Él contestó:
-“¿Enemigos? Padre, yo no tengo enemigos. Los he fusilado a todos”.
La manera cristiana de no tener enemigos no es fusilarles. Si supiésemos mirar a todos como amigos, no tendríamos enemigos. A las personas, en buena manera, las convertimos en lo que vemos en ellas cuando las miramos. Parafraseando el Evangelio: “Mira a los demás, a cada uno, como quieres que ellos te miren a ti”.
A veces no nos gusta algo de los demás: ¿y qué vamos a hacer, matarlos? No: quererles como son. Fallar y equivocarse es propio de la criatura. Pedir perdón es profundamente humano. Perdonar es lo más divino. Cuando perdonamos, de verdad, es, quizás, cuando más nos parecemos a Dios. Nos cuesta perdonar cualquier cosilla que nos hacen o que creemos nos hacen. Y aún cuando perdonamos, no somos capaces de olvidar. Impresiona que todo un Dios, incluso antes de que le ofendamos, ya está inventando la manera de concedernos su perdón. Y, además, de hacernos saber que estamos perdonados. Quiere perdonarnos y que podamos quedar tranquilos. Eso es la confesión. Un buen hombre desembarca en San Francisco y se va a confesar a la primera iglesia que encuentra. -“¿Cómo tarda usted dos años - le pregunta el cura- en venir a confesarse?”
-“Mire usted -explica el hombre, buscando una excusa- yo vivo en tal isla, que, como sabe, está perdida en el Pacífico. Este es el puerto más cercano. Cuando puedo, aprovecho para venir al continente con algún  amigo pescador”.
El cura recuerda que en esta isla hace escala semanalmente una mala línea de aviones. Y le dice: -“Comprendo. Pero todos los lunes tiene usted un servicio de avión”.
-“También yo he pensado en eso -replica el buen hombre, buscando otra excusa-. Pero póngase en mi lugar: tomar ese avión por pecados veniales, es demasiado caro. Y tomarlo con pecados mortales, es demasiado peligroso (Agustín Filgueiras Pita).
Pues no: sabemos que con un acto de contrición tenemos la gracia de Dios, aunque el sacramento nos da la seguridad del perdón. Porque conviene enseguida pedir perdón a Dios, ya un solo día en pecado mortal “es demasiado peligroso”.
Cuaresma es tiempo de perdón, reconciliación con Dios y con el prójimo. No echemos mano de excusas para no perdonar: Dios nos ha perdonado sin tantas distinciones. Como David perdonó a Saúl, y José a sus hermanos, y Esteban a los que lo apedreaban, y Jesús a los que lo clavaban en la cruz. Es como la prueba del nueve que se hace para ver si una división está bien hecha, así el padrenuestro se reza bien si se cumple ese colofón, como condición, o petición para que nos quede bien grabado que si perdonamos, nuestro corazón puede abrirse al perdón divino: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Dios nos ha perdonado mucho, y no debemos guardar rencor a nadie. Hemos de aprender a disculpar con más generosidad, a perdonar con más prontitud. Perdón sincero, profundo, de corazón. A veces nos sentimos heridos sin una razón objetiva; sólo por susceptibilidad o por amor propio lastimado por pequeñeces que carecen de verdadera entidad. Y si alguna vez se tratara de una ofensa real y de importancia, ¿no hemos ofendido nosotros mucho más a Dios? Él no acepta el sacrificio de quienes fomentan la división.
2. Daniel y sus amigos prefirieron el suplicio que renegar de Dios. Echados al fuego, el emperador que miraba dijo: "yo veo cuatro hombres que caminan libremente por el fuego sin sufrir ningún daño, y el aspecto del cuarto se asemeja a un hijo de los dioses". Daniel pedía a Dios en aquel destierro que sufrían, que dejaran de ser esclavos de los dominadores, oración que podemos hacer nuestra: -«Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abraham, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas. Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados”.
Qué bonito cuando ofrecemos a Dios nuestro corazón. La plegaria de Daniel se apoya por entero en la «misericordia» de Dios. La época de Daniel es un período de prueba, de mucha humillación. Los judíos han sido deportados a Babilonia. Son perseguidos. “En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia. Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde... Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor. Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia. Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor.»
Sigue pidiendo a Dios que el sacrificio “sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados”. Yo y todos los hombres tenemos necesidad de ti, Señor, buscamos tu rostro: “Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor. Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia”. «Busco tu rostro, el rostro del Señor». Rostro misericordioso… Gracias por inspirarnos esta oración, Señor, estos sentimientos (Noel Quesson).
¿Qué significa misericordia? La alianza con Dios fue rota muchas veces. Israel fue infiel. Pero siempre Dios en lugar de castigar mostraba su misericordia, con imágenes como el amor de esposo que supera las traiciones. El Señor ve la miseria de su pueblo y quiere liberarlo. Ese amor y compasión demostrado por Dios, es fuente de seguridad y esperanza para Israel, sustenta a todos. “La misericordia se contrapone en cierto sentido a la justicia divina y se revela en multitud de casos no sólo más poderosa, sino también más profunda que ella”, dice Juan Pablo II indicando que la justicia es servidora de la caridad: “La primacía y la superioridad del amor respecto a la justicia (lo cual es característico de toda la revelación) se manifiestan precisamente a través de la misericordia”.
3. Cuando Dios perdona, olvida nuestros pecados (algo que nosotros no podemos, cuando nos han ofendido), lo  que significa remisión completa y absoluta. Podemos decir como oración personal nuestra -por ejemplo, después de la comunión- el salmo de hoy: «Señor, recuerda tu misericordia, enséñame tus caminos, haz que camine con lealtad... el Señor es bueno y recto y enseña el camino a los pecadores...».
Llucià Pou Sabaté
San Nicolás de Flüe, asceta y ermitaño

San Nicolás de Flüe (en alemán: Niklaus von Flüe) (n. 21 de marzo de 1417 - † 21 de marzo de 1487) fue un asceta y ermitaño suizo, santo patrón de Suiza. A veces es invocado como el Hermano Klaus. Nacido en el cantón de Unterwalden, fue hijo de ricos campesinos, distinguiéndose como soldado en acción contra el cantón de Zúrich, que se había rebelado contra la confederación. Alrededor de los treinta años se casó con Dorothy Wiss, hija de un agricultor. Cultivaron la tierra en el municipio de Flüeli en las colinas alpinas, encima de Sachseln sobre el lago Sarnen. Continuaría en el ejército con treinta y siete años, alcanzando el puesto de capitán, según se dice luchando con una espada en una mano y un rosario en la otra. Tras servir en el ejército, llegaría a ser concejal y juez de su cantón en 1459, ejerciendo como juez durante nueve años. Declinaría la oportunidad de servir como Landamman (gobernador) de su cantón.
Tras recibir una visión mística de un lirio comido por un caballo, que reconoció como indicativo de que el cuidado de su mundanal vida (el caballo de tiro arrastrando un arado) se estaba tragando su vida espiritual (el lirio, un símbolo de pureza) decidió dedicarse completamente a la vida contemplativa. En 1467, abandonó a su esposa y a sus diez hijos con su consentimiento, estableciéndose como un ermitaño en el valle de Ranft en Suiza, erigiendo un chantry (un tipo de edificio de iglesia) para un sacerdote de sus propios fondos de modo que pudiera asistir a misa diariamente. Según la leyenda, sobrevivió durante diecinueve años sin alimento a excepción de la eucaristía. Su reputación para la sabiduría y la piedad era tal que figuras de todo Europa vinieron para buscar consejo, y era conocido por todos como el Hermano Klaus. En 1470, el Papa Pablo II concedió su primera indulgencia al santuario en Ranft convirtiéndose en un lugar de peregrinación, puesto que se situa sobre el Jakobsweg (Camino de Santiago), el camino que los peregrinos atraviesan hacia Santiago de Compostela en España. Su consejo previno una guerra civil entre los cantones en la reunión de la Tagsatzung de Stans en 1481 cuando su antagonismo creció. El consejo que les dio sigue siendo un secreto hasta el día de hoy. A pesar de ser analfabeto y tener limitada la experiencia con el mundo, es honrado tanto entre Protestantes como entre Católicos con la unidad nacional permanente de Suiza. Cartas de agradecimiento de Berna y Soleure aún sobreviven. Cuando murió, fue rodeado por su esposa y sus hijos.
Fue beatificado en 1669. Tras su beatificación, el municipio de Sachseln construyó una iglesia en su honor donde su cuerpo fue enterrado. Fue canonizado en 1947 por el Papa Pío XII. Su día de fiesta en la Iglesia Católica Romana es el 21 de marzo, excepto en Suiza y Alemania, que es el 25 de septiembre.
El nuevo Catecismo de la Iglesia Católica cita una breve oración personal de San Nicolás de Flüe en el párrafo nº 226 del Capítulo 1 de la Parte 1, Sección 2 "La Profesión de Fe Cristiana" bajo el subtítulo IV "Las implicaciones de la fe en un Dios".
Mi Señor y mi Dios, toma de mi todo lo que me distancia de tí.
Mi Señor y mi Dios, dame todo lo que me lleva más cerca de tí.
Mi Señor y mi Dios, sepárame de mi para darte todo a tí.
Como un laico con responsabilidades familiares que se toma en serio sus deberes cívicos al igual que un terrateniente hereditario, el Hermano Klaus es un modelo de heroica valentía para todo aquel preocupado por la prosperidad de las comunidades locales y el uso sostenible del campo abierto. Es el santo patrón de la asociación en lengua alemana KLB (Katholischen Landvolkbewegung), el movimiento de las comunidades rurales católicas.
De las muchas revelaciones espirituales que Nicolás recibió en sus visiones, una en particular se reproduce a menudo en un formato logográfico reducido, como una rueda mística.
Visión del misterio trinitario de San Nicolás de Flüe.Nicolás describió su visión de la Santa Faz en el centro de un círculo con las puntas de tres espadas tocando los dos ojos y la boca, mientras otras tres irradian hacia afuera en una simetría séxtupla evocadora del Sello de Salomón. Una tela pintada con la imagen, conocida como la tela de la oración de meditación asocia el símbolo con seis episodios de la vida de Cristo: la boca de Dios en la Anunciación, los ojos que espían la Creación tanto en su inocencia antes de la Caída de Adán y Eva como en su redención en el Calvario, mientras en la dirección opuesta hacia el interior la traición de su discípulo Judas Iscariote en el Jardín de Getsemaní apunta a la corona del Pantocrátor situada en la sede del juicio, la buena nueva de la escena de la Natividad "Gloria a Dios en las alturas y paz a su pueblo sobre la Tierra" se hace eco en el oído derecho de la cabeza, mientras que el memorial de la Cena del Señor "Este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros" en la oración de consagración en la Divina Liturgia de la Misa se hace eco en el oído izquierdo de la cabeza.
Estos seis medallones contienen símbolos adicionales de actos de bondad cristiana:
1.Dos muletas sugieren Visitar al enfermo como una obra de misericordia.
2.El bastón del excursionista con la bolsa de viaje sugiere la Hospitalidad a forasteros.
3.Una barra de pan, pescado y una jarra de agua y vino representan Alimentar al hambriento, saciar al sediento.
4.Las cadenas indican Cuidados al encarcelado.
5.Las prendas de Cristo evocan Vestir al desnudo.
6.Un ataud nos recuerda Enterrar a los muertos.
Esta interpretación visual encapsula la piedad personal de campesinos rurales, muchos analfabetos, para quienes la historia de la salvación estaba expresada en estos aspectos cruciales de la relación de amor de Dios con nosotros y el deber cristiano de amar al prójimo. La gracia santificante fluye de la víctima pascual en la cruz, una imagen de Nicolás descrita en su visión de la corriente,[9] donde el Tabernáculo se sitúa sobre un manantial que fluye en adelante cubriendo la tierra, haciéndose eco de los ríos que fluyen desde el Templo en las visiones de Ezequiel. Tales profundos insights sobre los sentidos de la escritura alegórico, anagógico y tropológico a menudo se pierden en la exégesis bíblica moderna que se centra demasiado estrictamente en el sentido literal, el método histórico-crítico.
Bibliografía
Abel, Winfried, “The Prayer Book of St. Nicholas of Flue: Mystery of the Center”, Christiana Edition, Stein Am Rhein, 1999.
Boos, Thomas, “Nicholas of Flue, 141-1487, Swiss Hermit and Peacemaker”, The Pentland Press, Ltd, Edinburgh, 1999.
Kaiser, Lother Emanuel, “Nicholas of Flue-Brother Nicholas: Saint of Peace Throughout the World.” Editions du Signe, Strausbourg, 2002.
Yates, Christina, “Brother Klaus: A Man of Two Worlds” The Ebor Press, York, England, 1989.
“Brother Klaus: Our Companion Through Life” , Bruder-Kalusen-Stiftung-Sachseln, 2005.
"The Transformed Berserker: The Union of Psychic Opposites" The Archetypal Dimensions of the Psyche. von Franz, Marie-Louise. 

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