sábado, 31 de enero de 2015

Domingo 4ª semana tiempo ordinario; ciclo B

Domingo de la semana 4 de tiempo ordinario; ciclo B

Jesús es el profeta que nos trae la Palabra de Dios, para poderla hacer vida en nosotros y participar de esta nueva Vida
«Entran en Cafarnaún; y, al llegar el sábado, fue a la sina­goga y enseñaba. Y quedaban admirados de su doctrina, pues les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escri­bas. Se encontraba entonces en la sinagoga un hombre poseído de un espíritu inmundo, y decía a gritos: ¿Qué hay entre nosotros y tú, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres tú: el Santo de Dios! Y Jesús le conminó diciendo: Calla, y sal de él. Entonces, el espíritu inmundo, zarandeán­dolo y dando una gran voz, salió de él. Y se quedaron todos es­tupefactos, de modo que se preguntaban entre sí diciendo: ¿Qué es esto? Ese enseñar con autoridad es nuevo. Manda inclu­so a los espíritus inmundos y le obedecen. Y su fama corrió pronto por doquier en toda la región de Galilea» (Marcos 1,21-28).
1. Jesús no enseñaba como los demás, “enseñaba con autoridad”. Señor, me gusta ver que tienes la verdad, que cuando intento vivir lo que dices noto que es cierto, que eso es la verdad. Además, me gusta ver tus palabras vivas, sugerentes, y que no impones… «Si quieres...», sueles decir. La coherencia de tu vida avala tus palabras. Enseñabas con autoridad porque todo lo que decías lo vivías. Tu autoridad era tu amor incondicional, la entrega total y absoluta de tu vida. Nada te desautorizaba, porque lo que decías lo vivías, y la coherencia venía de tu unión con el Padre, de tu amor y comprensión con las personas.
«He ahí un hombre que lo que enseña lo vive y, sobre todo, que, antes de nada, enseña con su ejemplo de vida». ¡Qué distinto el mundo de tanto charlatán en que vivimos, de mediocridad…
Tu Palabra, Jesús, es Verdad liberadora del hombre, porque siendo hombre perfecto, manifiestas al hombre su verdadero ser, que es de Dios y para Dios: “yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre sino por Mí”. Eres maestro universal, criterio y norma de conducta.
La figura amable de Jesús nos enseña a vivir de una manera auténtica. Nuestro mundo se pregunta: ¿Qué es la verdad? ¿Hay una verdad, o se hace? la verdad que Él es, y fundamenta toda la restante verdad: en tu vida, Señor, encontramos la verdad (“yo soy... la verdad”). Nuestro modo de imitar al Modelo no es algo exterior, sino que se trata de conformarse a Él, como “meterse en su piel”, puesconformar es hacerse a la forma, participar de su vida, de sus sentimientos. Es decir, estar motivado, en la medida posible a una criatura, a revivir la vida de Jesús y prolongarla en la propia, porque la gracia que él nos ganó es participación de la que inhabita en su alma: tened en vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús (Filip 2, 5).
Las palabras de Jesús tocan el corazón allí donde no alcanza ninguna palabra humana. Apartan el engaño y ponen al hombre delante del Dios santo. Llaman a la conversión de todo, incluso del que es bueno y piadoso ante el mundo, hacia Dios, y dan la posibilidad de realizarla. Sus palabras no sólo son significados, sino fuerzas; fuerzas procedentes de Dios, fuerzas del Espíritu Santo.
Tiene una personalidad tremenda, una honda concentración del alma, de una voluntad perfectamente libre, que está entera en la sagrada misión, una presencia gigantesca. Pero por detrás surge más, desde Dios, tan inmediatamente, que, por ejemplo, después de la pesca milagrosa, estando sentado en la barca, Pedro cae espantado a sus pies y grita: “Aléjate de mí, que soy un hombre pecador, Señor!” (Luc 5,8-9).
2. A la hora de la teofanía del Sinaí, ante los truenos, los relámpagos y el terrible incendio, el pueblo se asustó y dijo a Moisés: "No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios; no quiero morir". Moisés surge como el profeta que lleva al pueblo a Dios, a la tierra prometida, que le da la Ley… es imagen de Jesús, verdadero Guía que nos lleva al Padre.
El salmo recoge esta vuelta a Dios, en quien podemos tener nuestra esperanza, y que nos perdona de los pecados: “Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos en su presencia dándole gracias, vitoreándole al son de instrumentos”. Jesús será el buen pastor, la roca que nos salva, pues nos da el agua viva, y fundamenta todo nuestro ser en su vida. De ahí la alegría de cantar la salvación…
“Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía”.
Jesús vivirá esos 40 días de tentación, como los 40 años del desierto del Éxodo: “Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto: cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.» 
Como nos dice Jesús, el salmo nos invita a escuchar la palabra viva. El Concilio Vaticano II se hizo eco de esa necesidad: "En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo pero a la cual debe obedecer y, cuya voz, lo llama siempre que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal; cuando es necesario le dice claramente a los sentidos del alma: haz esto, evita aquello. En realidad el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón…"
Pedimos a la Virgen que sepamos ponernos a la escucha de la Palabra divina como ella hizo, un escuchar que es adherir enteramente, obedecer, adecuarse a lo que se nos dice. Es como dejarse tomar de la mano y hacerse guiar por Dios. Podemos confiarnos a Él como un niño que se abandona en los brazos de la madre y se deja llevar por ella. El cristiano es una persona guiada por el Espíritu Santo. "Ojalá escuchéis hoy su voz"…
3.  El hombre ha sido creado en cuerpo y espíritu con vistas al matrimonio (Gén 1,27.31). Pero muchos viven como Jesús, en celibato, «por amor al Reino de los Cielos» (Mt 19,12). Así, nos habla hoy san Pablo: “Quiero que os ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido”. La virginidad es mostrada hoy como un estado mejor que el matrimonio, porque este estado de vida expresa más claramente la entrega total al Señor.
Sin embargo, no manda eso, sino lo aconseja: “Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones”.  Esto no es un mandato del Señor, dirá, sino un acto de libertad.
Jesús será modelo de esta nueva familia que él comienza: sin trato conyugal, sin hijos de la carne, sino de la fe, una fraternidad viva, donde se participa de esa familia espiritualmente. María es icono de las dos cosas: la maternidad biológica y esa virginidad cristiana llena de fecundidad.
Llucià Pou Sabaté

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