sábado, 12 de abril de 2014

Domingo de Ramos; ciclo A

Procesión:
Queremos ser como el borrico que lleva a Jesús, fieles a sus requerimientos
“Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: -“Id a la aldea de enfrente encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto”.Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: «Decid a la hija de Sión: Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila.»Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: -“¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!¡Viva el Altísimo!”Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: “¿Quién es éste?”La gente que venía con él decía: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea” (Mateo 21,1-11).
1. La semana Santa tiene dos partes: el final de la Cuaresma que va del Domingo de Ramos al Miércoles Santo, y el Triduo Pascual que va desde el Jueves santo al Domingo de Resurrección que es la fiesta más importante del año. Los 3 días anteriores se llaman Triduo Pascual. La «procesión de ramos» de hoy es el primer signo de estos días, en recuerdo de la entrada de Jesús en Jerusalén. Como el lavatorio de pies del Jueves y la adoración de la cruz del Viernes Santo, son dramatizaciones que entran por los ojos. Son días en los que la nivel popular se desarrolla en muchas devociones como visitas a los «monumentos», hora santa, sermón de las siete palabras, viacrucis, procesiones, representaciones teatrales y actos de hermandades.
La fiesta de hoy se llama «Domingo de Ramos» por su cara victoriosa de entrada de Jesús solemne en Jerusalén, o «Domingo de Pasión» en su cara dolorosa que se recuerda leyendo el relato de la Pasión de Jesús, que veremos luego. En el exterior de la iglesia se convoca a los fieles para la bendición de los ramos (puede hacerse en procesión, o en entrada solemne, o entrada sencilla al templo) para adorar a Cristo Rey: “Cristo, siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales. De esta forma, al morir, destruyó nuestra culpa, y, al resucitar, fuimos justificados” (Prefacio Domingo de Ramos).
En Jesús se cumple que "los allegados de David hicieron montar a Salomón sobre la mula del rey... todo el pueblo gritó: 'Viva el rey...'.  Subió después todo el pueblo detrás de él; la gente tocaba las flautas y manifestaba tan  gran alegría que la tierra se hendía con sus voces" (1 Re 1,38-40). Salomón significa "el pacífico", y habla de Jesús, Rey de la paz, nombre que recuerdan los ángeles en el himno de la noche de Navidad. Jesús rey de Jerusalén, la ciudad cuyo nombre significa "ciudad de paz" (Sal 122,6). Vemos en otro pasaje la profecía de cómo adoran al Señor: "los oficiales se apresuraron a tomar cada uno su manto que  colocaron bajo él encima de las gradas; tocaron el cuerno y gritaron: 'Jehú es rey '" (2 Re  9,13).
2. El Salmo habla del Arca (símbolo de la presencia de Dios) introducida en el templo, acompañada de un pueblo que aclama a su Señor: "¡Portones! Alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas;  va a entrar el Rey de la Gloria". Habla de Jesús, con el nuevo pueblo de Dios que entra en el misterio pascual, para introducir la verdadera Arca -su Cuerpo humano, en el que habita la  plenitud de la divinidad- en el templo definitivo de la Gloria.
S. Agustín nos dice que aquel asno en que va Jesús somos nosotros: “No te avergüences de ser jumento para el Señor. Llevarás a Cristo, no errarás la marcha por el camino: sobre ti va sentado el Camino. ¿Os acordáis de aquel asno presentado al Señor? Nadie sienta vergüenza: aquel asno somos nosotros. Vaya sentado sobre nosotros el Señor y llámenos para llevarle a donde él quiera. Somos su jumento y vamos a Jerusalén. Siendo él quien va sentado, no nos sentimos oprimidos, sino elevados. Teniéndole a él por guía, no erramos: vamos a él por él; no perecemos”.
Los guerreros montan a caballo y en el antiguo  Oriente la mula servía de montura a reyes y nobles. El asno  era la cabalgadura de los pobres y de las gentes de paz. Jesús es el rey de la paz, que trae la salvación, como había sido profetizado muchos siglos antes (Zacarías 4,4). Y los cantos del pueblo son claramente mesiánicos; se llena de júbilo. Jesús admite el homenaje. Su triunfo es sencillo, sobre un pobre animal por trono. Jesús quiere también entrar hoy triunfante en la vida de los hombres sobre una cabalgadura humilde: quiere que demos testimonio de Él, en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho, con nuestra alegría, con nuestra serenidad, con nuestra sincera preocupación por los demás. Hoy nos puede servir de jaculatoria repitiendo: Como un borrico soy ante Ti, Señor..., como un borrico de carga, y siempre estaré contigo (san Josemaría Escrivá). El Señor ha entrado triunfante en Jerusalén. Pocos días más tarde, en esta ciudad, será clavado en la Cruz.
3. Desde la cima del monte de los Olivos, Jesús contempla la ciudad de Jerusalén, y llora por ella. Mira cómo la ciudad se hunde en el pecado, en su ignorancia y en su ceguera. Lleno de misericordia se compadece de esta ciudad que le rechaza. Nada quedó por intentar: ni en milagros, ni en palabras... En nuestra vida tampoco ha quedado nada por intentar. ¡Tantas veces Jesús se ha hecho el encontradizo con nosotros! ¡Tantas gracias ordinarias y extraordinarias ha derramado sobre nuestra vida! La historia de cada hombre es la historia de la continua solicitud de Dios sobre él. Cada hombre es objeto de la predilección del Señor. Sin embargo, podemos rechazarlo como Jerusalén. Es el misterio de la libertad humana, que tiene la triste posibilidad de rechazar la gracia divina. Hoy nos preguntamos: ¿Cómo estamos respondiendo a los innumerables requerimientos del Espíritu Santo para que seamos santos en medio de nuestras tareas, en nuestro ambiente?
Los ramos verdes se marchitaron pronto y cinco días más tarde el hosanna se transformó en un grito enfurecido: ¡Crucifícale! La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén pide de nosotros coherencia y perseverancia, ahondar en nuestra fidelidad, para que nuestros propósitos no sean luces que brillan momentáneamente y pronto se apagan. Somos capaces de lo mejor y de lo peor. Si queremos tener la vida divina, triunfar con Cristo, hemos de ser constantes y hacer morir por la penitencia lo que nos aparta de Dios y nos impide acompañar al Señor hasta la Cruz. No nos separemos de la Virgen. Ella nos enseñará a ser constantes (Francisco Fernández Carvajal).
Llucià Pou Sabaté
MIsa:
En la pasión Jesús es proclamado nuestro Rey y se realiza nuestra liberación, por su sufrimiento
Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó: -¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús respondió: -Tú lo dices. Y mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó: -¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti? Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato: -¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías? Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir: -No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él. Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó: -¿A cuál de los dos queréis que os suelte?    -Ellos dijeron: -A Barrabás. Pilato les preguntó: -¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías? Contestaron todos: -Que lo crucifiquen. Pilato insistió: -Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban más fuerte: -¡Que lo crucifiquen! Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo: -Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros! Y el pueblo entero contestó: -¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: -¡Salve, rey de los judíos! -Luego lo escupían, le quitaban la caña y, le golpeaban con ella la cabeza.Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: ÉSTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban; lo injuriaban y decían meneando la cabeza: -Tú que, destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. -Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo: -A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el Rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios? -Hasta los que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó: -Elí, Elí, lamá sabaktaní. (Es decir: -Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron: -A Elías llama éste. Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: -Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: -Realmente éste era Hijo de Dios” (Mateo 26,14-27,66).
1. Hoy es la Palabra de Dios la que habla, pocas glosas hacen falta sino meditarla. Vemos a Jesús ante Pilatos, y cómo Barrabás ("hijo del padre") es amnistiado en vez del verdadero Hijo. Y el que es "inocente" en el sueño de la mujer de Pilatos, es condenado. Mateo precisa que era necesario que así sucediera para cumplir las Escrituras, todo está previsto… hasta la muerte de Judas.
En Getsemaní se revela la profunda humanidad de Cristo, su "debilidad": este hombre que siente "tristeza y angustia", cuya alma está triste hasta morir y que experimenta el peso de la "carne débil", es el portador de la revelación definitiva de Dios, ¡es el Hijo de Dios! "Vigilad y orad" es la invitación reiterada a la Iglesia.
Vemos al Mesías abandonado, en la tentación: "Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz”. Scorsese llevó al cine una novela con la trama de esta tentación última del demonio a Jesús de este modo: “no eres más que una persona normal, no vale la pena de sufrir tanto, baja de la cruz y renuncia al sufrimiento que no te mereces”.
2. “Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado”. No hay páginas más sugestivas del Antiguo Testamento, para meditar la Pasión de Jesús, que los poemas del Siervo de Yahveh y el salmo que hoy se lee un trozo:
"Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", expresión dramática de la soledad y del dolor de un moribundo que se siente olvidado incluso por Dios. Entonces es cuando él se abandona en Dios: “Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que le ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere.» Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme”. Después de la angustia de verse acorralado, se confía el alma de Jesús al Señor, en esperanza de la salvación que entonces tiene lugar: “Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo, temedlo, linaje de Israel”. Ha llegado la liberación  esperada y Jesús en su conciencia humana ve que en Él se están cumpliendo las Escrituras, está “trabajando” en el sufrimiento la redención, con la esperanza de su eficacia. Así imprime en todo dolor la eficacia.
3. En la 2ª lectura, parece que san Pablo toma un "himno" litúrgico que se canta en dos partes, la primera en el que el Hijo de Dios se encarna y obedece y por eso sufre la humillación hasta la muerte (movimiento descendente), pero ha sido elevado por el Padre hasta la gloria (movimiento ascendente). Pascua significa eso: el "paso" por la muerte a la vida. “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. Hasta ahí el descender y despojarse de su divinidad para salvarnos: “Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, y toda lengua proclame: « ¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre”. Que me dé cuenta, Jesús, de que para conseguir la gloria, he de pasar primero por la Cruz.
Llucià Pou Sabaté

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