miércoles, 9 de marzo de 2011

Lunes de la 9ª semana. Ser íntegro es jugarse la vida, muchas veces. Pero es «dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos». «En las tini

Lunes de la 9ª semana. Ser íntegro es jugarse la vida, muchas veces. Pero es «dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos». «En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo». En cambio, los infieles tienen ahí su castigo: «¿Qué hará el dueño de la vid? Arrendará la viña a otros»

Tobías 1,3;2,1-8 3 Yo, Tobit, he andado por caminos de verdad y en justicia todos los días de mi vida y he repartido muchas limosmas entre mis hermanos y compatriotas, deportados conmigo a Nínive, al país de los asirios. 2: 1 En el reinado de Asarjaddón pude regresar a mi casa y me fue devuelta mi mujer Ana y mi hijo Tobías. En nuestra solemnidad de Pentecostés, que es la santa solemnidad de las Semanas, me habían preparado una excelente comida y me dispuse a comer. 2 Cuando me presentaron la mesa, con numerosos manjares, dije a mi hijo Tobías: «Hijo, ve a buscar entre nuestros hermanos deportados en Nínive a algún indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que coma con nosotros. Te esperaré hasta que vuelvas, hijo mío.» 3 Fuese, pues, Tobías a buscar a alguno de nuestros hermanos pobres, y cuando regresó me dijo: «Padre.» Le respondí: «¿Qué hay, hijo?» Contestó: «Padre, han asesinado a uno de los nuestros; le han estrangulado y le han arrojado en la plaza del mercado y aún está allí.» 4 Me levanté al punto y sin probar la comida, alcé el cadáver de la plaza y lo dejé en una habitación, en espera de que se pusiera el sol, para enterrarlo. 5 Volví a entrar, me lavé y comí con aflicción 6 acordándome de las palabras que el profeta Amós dijo contra Betel: = Vuestras solemnidades se convertirán en duelo y todas vuestras canciones en lamento. = 7 Y lloré. Cuando el sol se puso, cavé una fosa y sepulté el cadáver. 8 Mis vecinos se burlaban y decían: «Todavía no ha aprendido. (Pues, en efecto, ya habían querido matarme por un hecho semejante.) Apenas si pudo escapar y ya vuelve a sepultar a los muertos.»

Salmo 112,1-6 1 ¡Aleluya! ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que en sus mandamientos mucho se complace! 2 Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres rectos. 3 Hacienda y riquezas en su casa, su justicia por siempre permanece. 4 En las tinieblas brilla, como luz de los rectos, tierno, clemente y justo. 5 Feliz el hombre que se apiada y presta, y arregla rectamente sus asuntos. 6 No, no será conmovido jamás, en memoria eterna permanece el justo;

Marcos 12,112 1 Y se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. 2 Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. 3 Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. 4 De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. 5 Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. 6 Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: "A mi hijo le respetarán". 7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia." 8 Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña. 9 ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. 10 ¿No habéis leído esta Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; 11 fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?» 12 Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la gente - porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.

Comentario: 1.- Tb 1,1ª.2; 2,1-9. Esta semana leemos el libro de Tobías o Tobit. Un libro de los más tardíos del AT, escrito dos siglos antes de Cristo. Su género es el sapiencial o didáctico: es un relato edificante, contado con viveza y colorido. Sobre el trasfondo histórico del destierro de los israelitas, se dibuja la historia de dos familias, la de Tobías y la de Sara. Una en Nínive, otra en Ecbatana de Media. Ambas sufren dificultades, ambas son piadosas y reciben a su tiempo la ayuda de Dios. El escrito tiene una clara intención pedagógica: exhorta a mantenerse fieles a la Alianza con Dios en medio de una sociedad pagana. Sobre todo quiere que aprecien los valores de la oración, la limosna y el ayuno, que nos atraen las bendiciones de Dios. Hoy el protagonista de la lectura es Tobías padre. Un judío que antes del destierro era una buena persona, un creyente de corazón, y lo sigue siendo también en el destierro, rodeado de una sociedad pagana. Por ejemplo, muestra su buen corazón y su valentía enterrando a los muertos que quedan abandonados por la calle, a pesar de la prohibición de la ley y del poco apoyo de sus vecinos.
En medio de un mundo como el actual, que no respira precisamente en cristiano, tenemos nosotros ocasión de mostrar si nuestra fe es meramente rutinaria o tiene raíces convencidas. No se tratará de enterrar a muertos abandonados. Pero sí de otras actitudes equivalentes en las que se muestra el buen corazón y el deseo de ayudar a los demás, porque siempre hay ocasiones en que podemos echar una mano y ayudar a quien lo necesita. Los cristianos de hoy también somos invitados a defender nuestra identidad en medio de un ambiente nada fácil. Apreciamos en el mundo de hoy valores como los de la paz, la justicia, la igualdad, la ecología. Pero nos tenemos que defender de otras direcciones que, aunque estén de moda o reflejen mayorías estadísticas, ni son humanas ni cristianas, porque no respetan la vida ni la fidelidad y llevan a la superficialidad, al mero deseo de satisfacer las apetencias de los sentidos o la idolatría. Un cristiano, como Tobías en su ambiente, debe ser signo de Dios y de su proyecto de vida, aunque esto le exija valentía y comporte riesgos y tenga que luchar, entre otras cosas, contra la indiferencia o la mala interpretación de los más allegados. Ojalá su pudiera decir de nosotros, con las palabras del Salmo de hoy, «dichoso quien teme al Señor», «en las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo».
El libro de Tobías, escrito en el III o II siglo antes de Jesucristo es una especie de «novela edificante». El narrador, un artista en el arte del relato concreto, lleno de vivacidad y de encanto, quiere presentarnos a un creyente que se mantiene firme en medio de las peores dificultades y al que finalmente Dios colma de felicidad. -Tobías, de la tribu de Neftalí fue deportado durante el reinado de Salmanazar, rey de Asiria. El primer problema del exiliado es sentirse desarraigado y mezclado, en ínfima minoridad, con pueblos extraños, con el riesgo grave de perder entre ellos su propia identidad y su propia fe. ¿No se encuentran hoy los cristianos en una situación equivalente? Minoritarios en medio de un mundo cuyas costumbres están muy apartadas del evangelio, será preciso cada vez más vivir la fe sin el sostén de un ambiente de "cristiandad". Ayúdanos, Señor, a vivir tu evangelio, aunque todo a nuestro alrededor nos diga lo contrario. Ayuda, en particular a los cristianos aislados en ambientes globalmente paganos o ateos.
-Cautivo, no abandonó nunca el camino de la verdad. El exilio, el aislamiento es ciertamente una prueba para la fe. Hay que resistir. Se trata de continuar por el camino comenzado, aun cuando se presenten muchas encrucijadas. Ven, Señor, a guiarnos en las opciones que se presenten en nuestro camino.
-Un día de fiesta del Señor, estando preparada una buena comida en casa de Tobías, dijo éste a su hijo: «Ve a buscar, entre nuestros hermanos deportados, a algún indigente que se acuerde del Señor y tráelo para que coma con nosotros.» Para cualquiera que no puede «practicar» normalmente el culto, porque no tiene ni sinagoga ni Templo, su fidelidad a Dios se expresa por unos gestos humanos muy sencillos: se celebra la festividad de Pentecostés con una comida en familia... y se procura invitar a unos pobres que no tienen los medios de festejarla. Cuando algunas costumbres religiosas no son posibles procuro encarnar más aún mi fe en las humildes realidades cotidianas: por ejemplo, en la alegría participada... el servicio a los demás... la atención a los más pobres...
-El hijo se fue, pero volvió para anunciar a su padre que un hijo de Israel estrangulado, yacía en la calle. Tobías se levantó al punto y sin probar la comida se fue donde el cadáver. Lo abrazó y lo llevó a escondidas a su casa para enterrarlo, una vez puesto el sol... He ahí el drama que interrumpe la fiesta preparada. Tobías sabe aceptar lo imprevisto de la Fe, la aventura arriesgada por Dios. Sabe que los deportados no tienen el derecho de enterrar a sus muertos. Pero ¡Dios lo manda! ¿Me hallo a veces en la necesidad de seguir convicciones profundas de mi conciencia particularmente difíciles en un contexto donde todo me llevaría a unas actitudes contrarias?
-Todos sus vecinos lo criticaban: "Ya has sido condenado a muerte por ese motivo y ¿vuelves de nuevo a enterrar a los muertos?" ¡Ser capaz de resistir, incluso a contracorriente de todo un entorno, donde en ciertos casos lo que está en juego es grave! No siendo testarudo, sino sólidamente responsable de nuestras propias opciones.
-Pero Tobías era más temeroso de Dios que del rey... También los apóstoles, ante el Poder, dirán: "Es mejor obedecer a Dios que a los hombres" (Hechos 4, 19). La alegria de actuar según la propia conciencia, bajo la mirada de Dios (Noel Quesson).
Tras exponer las eminentes virtudes de Tobit, el autor nos introduce en el gran misterio de su prueba. Como ocurre en el libro de Job, también aquí nos encontramos ante uno de los problemas más inescrutables de todo el AT: el sufrimiento del justo. Tobit había perdido todos sus bienes, y su mujer y su hijo, lo único que le quedaba, estaban en la cárcel (2,1). A pesar de todo, Tobit se comporta durante el destierro con la fidelidad de siempre. Da prueba de su gran misericordia compartiendo sus suculentos platos con los pobres. Más aún, enterado por su hijo de que hay un muerto en la plaza, se levanta rápidamente y se apresura a enterrarlo. Tras realizar esta obra, se lava, pues la ley manda purificarse cuando se ha tocado un muerto (Nm 19,11-20). Para colmo de males, después de esta buena acción vendrá la gran prueba: la ceguera. Su mujer, uniéndose a los vecinos que se burlaban de él, lo insulta como en el libro de Job: ¿dónde están tus buenas obras? (2,14). Lo mismo aquí que en el libro de Job, las frases más blasfemas aparecen en labios de las mujeres. ¿Debemos buscar la razón de tal hecho en las primeras páginas del Génesis, donde se nos narra que el mal entró en el mundo por culpa de ellas? En algunos libros de la Biblia se descubre cierta actitud de misoginia, por otra parte bastante explicable si se tienen en cuenta las discriminaciones de que la mujer era objeto en la sociedad de la época. «¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? Ya ves lo que te pasa» (2,14). A los ojos del autor, estas palabras son tan blasfemas que se ve forzado a ponerlas en los labios más excusables, ya que son, según lo que le enseña la cultura del entorno, los más débiles y volubles. En realidad, se trata de «blasfemias» que oímos a diario... ¿de qué sirve hacer el bien? Las hemos oído tantas veces, que nos alcanzan sus salpicaduras. Todos somos muy débiles y vulnerables al mal y a cualquiera de sus salpicaduras. No es necesario que, para defendernos, lo carguemos sobre espaldas más sufridas. Nos basta defendernos con las palabras que el Señor nos ha enseñado en la revelación definitiva del NT: «... no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén» (J. O`Callaghan).
2. Confirma Jesús lo anterior con la cita del Sal 118,22s, que utiliza la metáfora de la construcción: los dirigentes pretenden construir su edifi­cio / institución prescindiendo de la piedra angular (el Mesías) que Dios había designado. La piedra que desecharon corresponde al «lo arrojaron fuera» de la parábola (8); los constructores, a «los labradores». Pero, al rechazar ellos al Mesías, Dios se formará un nuevo pueblo; la muerte del Hijo no significará el fin de su misión. Del rechazo saldrá una nueva muestra del amor de Dios. Esta es la gran maravilla.
3.- Mc 12, 1-12 (ver domingo 27A, lect 3). Estamos leyendo los últimos días de la vida de Jesús en Jerusalén, con una ruptura creciente con los representantes oficiales de Israel. En verdad aparece Jesús como una persona valiente, al dedicar a sus enemigos la parábola de los viñadores, con la que les viene a decir que ya sabe de sus planes para eliminarlo. Ellos, desde luego, se dan por aludidos, porque «veían que la parábola iba por ellos». La alegoría de la viña, aplicada al pueblo de Israel, es conocida ya desde Isaías, con su canto sobre la viña que no daba los frutos que Dios esperaba de ella (Is 5). Aquí se dramatiza todavía más, con el rechazo y los asesinatos sucesivos, hasta llegar a matar al hijo y heredero del dueño de la viña.
Es un drama lo que sucedió con el rechazo de Jesús. Se deshacen del hijo. Desprecian la piedra que luego resulta que era la piedra angular. No conocen el tiempo oportuno, después de tantos siglos de espera. Pero la pregunta va hoy para nosotros, que no matamos al Hijo ni le despreciamos, pero tampoco le seguimos tal vez con toda la coherencia que merece. ¿Somos una viña que da los frutos que Dios espera?; ¿sabemos darnos cuenta del tiempo oportuno de la gracia, de la ocasión de encuentro salvador que son los sacramentos?; ¿nos aprovechamos de la fuerza salvadora de la Palabra de Dios y de la Eucaristía? Cada uno, personalmente, deberíamos hoy preguntarnos si somos viñas fructíferas o estériles. ¿Tendrá que pensar Dios en quitarnos el encargo de la viña y pasárselo a otros?; ¿no estará pasando que, como Israel rechazó el tiempo de gracia, la vieja Europa esté olvidando los valores cristianos, que sí aprecian otras culturas y comunidades más jóvenes y dinámicas? ¿nos extraña el que en algunos ambientes no nazcan vocaciones a la vida religiosa o ministerial, mientras que en otros sí abundan? La Palabra que escuchamos y la Eucaristía que celebramos deberían ayudarnos a producir en nuestra vida muchos más frutos que los que producimos para Dios y para el bien de todos.
La parábola que leeremos hoy no olvidemos que fue pronunciada por Jesús, públicamente, en Jerusalén, durante la "última semana", ante una muchedumbre en la que se mezclaban algunos discípulos... y gentes del Gran Sanedrín que buscaban una ocasión para prenderle. -Jesús comenzó a hablar en parábolas a los escribas y a los ancianos: "Un hombre plantó una viña, la cercó de un muro, cavó un lagar y edificó una torre..." Para un judío, conocedor de la Biblia, este texto es clarísimo. Esta "viña", es el pueblo de Israel: todos los detalles -la cerca, el lagar, la torre- manifiestan el cuidado que Dios tiene de su viña... es un buen viñador, que ama su viña y de ella espera buenos racimos y buen vino. Los detalles mismos están sacados de Isaías, 5, 1-7; de Jeremías, 2, 21; de Ezequiel, 17, 6; 10, 10.
En silencio procuro evocar los beneficios de Dios: tantos cuidados, amor vigilante, precauciones. ¡Tú me amas Señor! Tú amas a todos los hombres, Tú esperas que den fruto... Te doy gracias por... por...
-Arrendó "su" viña y partió lejos de allí... Yo soy "tu" viña, Señor. Qué gran misterio... que te intereses por mí hasta tal punto, que me consideres como tuyo... Qué gran misterio... que Tú estés, aparentemente, "lejos", ausente, escondido, y sin embargo tan próximo, tan amable.
-Al primer servidor: le azotaron y le despidieron con las manos vacías... Al segundo: lo hirieron en la cabeza y lo injuriaron... Al tercero: lo mataron... A otros aún: los azotaron o los mataron. Hay ya mucha sangre en todo esto. La Pasión está cerca. Jesús la ve acercarse... será dentro de unos días. Pero ¡ese "Viñador" es un loco! A nadie se le ocurre seguir enviando a "otros servidores" cuando los primeros han vuelto mal parados o no han vuelto... ¡No! El relato de Jesús no es verosímil en sentido propio. Pero Dios, sí, Dios, tiene esta paciencia, esta perseverancia, esta locura. Dios es desconcertante. ¿Hasta dónde es capaz de llegar con su amor?
-Le quedaba todavía uno, su Hijo "muy amado" y se lo envió también a ellos... ¡Cada vez es más inverosímil! ¡Pero es así! El adjetivo "muy amado" no está aquí por azar, es el epíteto usado siempre que una voz celeste anuncia la identidad de Jesús, en el bautismo, en la transfiguración (Marcos, 1, 10; 9, 7). La salvación es una obra de amor. Dios ama "su" viña, "su" humanidad, "su" Hijo muy amado. Y es Jesús mismo quien, por primera vez, usa esta palabra. La había oído del Padre el día de su bautismo. Los tres discípulos a su vez la habían oído en lo alto de la montaña. Y he aquí que Jesús la repite por su cuenta. Levanta por fin el velo sobre su identidad profunda, después de haber pedido tantas veces que lo guardasen en secreto: y es porque ya no es posible el equívoco; todo restablecimiento humano del reino de David es ahora ilusorio; la muerte está próxima, al fin de la semana.
-El dueño de la viña vendrá. Hará perecer a los viñadores, y dará la viña a otros: "La piedra que desecharon los constructores vino a ser la principal piedra angular. ¡EI Señor es el que hizo esto y estamos viendo con nuestros ojos tal maravilla!" Jesús cita el salmo, 118, 22, el mismo que habían usado las multitudes para aclamarle, el día de su entrada mesiánica. La gloria está también allí. ¡Jesús no habla jamás de su muerte sin evocar también su resurrección! (Noel Quesson). Llucià Pou Sabaté

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