domingo, 19 de octubre de 2008

Violencia y matrimonio

Violencia y matrimonio

El maltrato en el matrimonio es una plaga en la sociedad actual, y se habla de si los malos tratos son o no causa de nulidad matrimonial. "La Iglesia condena con toda rotundidad los malos tratos y defiende la igual dignidad del hombre y de la mujer", decía Mons. Asenjo. Esto no obstante, "entre las causas que establece el Código de Derecho Canónico no figuran los malos tratos, dado que es un asunto sobrevenido tras la celebración del matrimonio". Esto causó malentendidos, y por eso el canonista Jaume Riera decía que "la jurisprudencia canónica ha incorporado la doctrina de que los malos tratos son causa de nulidad y acepta que los malos tratos en la convivencia matrimonial ponen de relieve un trastorno de la personalidad ya latente en el tiempo de casarse, por lo cual de ello puede derivarse una declaración de nulidad". El Dr. Bueno, juez eclesiástico, insistía en que puede demostrar una persona violenta que "en su estructura mental, está hecha de tal manera que plantea y entiende la relación afectiva o de pareja con violencia. Entonces es muy probable que se trate de una psicopatología y por lo tanto el matrimonio es nulo", o bien plantea una relación matrimonial que niega los bienes propios del matrimonio, y por lo tanto no hay verdadero matrimonio. Como decía el Cardenal Carles, la Iglesia no puede disolver un verdadero matrimonio y por lo tanto lo que hace el derecho es investigar si éste es o no verdadero; y en este sentido si la violencia demuestra un trastorno que ya existía cuando se contrajo el matrimonio, es causa de nulidad. El matrimonio es una vocación para ser comunidad "de vida y amor".

No nos quedamos nunca indiferentes al contemplar la violencia, puesto que todos estamos interconectados, la solidaridad es una necesidad vital, estamos llamados, por el hecho de ser personas, a ser constructores de paz. La violencia es siempre un signo de debilidad, puede ser mental -como el caso de los trastornos psicológicos-, o por falta de educación -como el caso de los niños que todavía no tienen la responsabilidad de sus actos-, o por  carecer de autocontrol y por lo tanto ser propensos al vicio de hacer daño –la agresividad, que muchas veces está como latente hasta que se dispara-.

Aparte de los casos de violencia física grave, hay muchas maneras de hacer daño a una persona, como la traición y las palabras difamatorias, la malignidad en el hablar, las críticas escondidas o insultos directos, la ironía o la sospecha sin motivos suficientes... Tantas formas de violencia como dejar alguien solo, el desprecio o la ignorancia, el olvido y la indiferencia… Todo esto deja un regusto de amargura, de sentimiento de ser ofendidos, que si tenemos sentido cristiano sabremos transformar en intercesión por aquellas personas, al pedir Dios que toque el corazón de estos desgraciados (en el sentido de que tienen la desgracia de no conocer el amor, no tienen la gracia de saber amar).

La violencia que vemos en el mundo de hoy puede influir negativamente en la educación afectiva de las personas, y esto también se ve en la familia, enferma de estos virus que hay por el ambiente. Nos envenenan por ejemplo la violencia anónima de los medios de comunicación, que muestran muchas veces la rabia y el daño, la mentira y el deseo de venganza, por ejemplo en lo que llamamos la tele-basura. Al igual que el círculo del odio engendra más odio, también el círculo del amor engendra una cadena de amor como la que comenzó Jesús en la Cruz, cuando al ser crucificado no respondió con el castigo sino con aquel "Padre, perdónalos que no saben lo que hacen". Allí nos demostró el talante de quien sabe ser fuerte. Devolver violencia con violencia es debilidad. La fortaleza está en poner amor donde no hay amor, para sacar amor, como decía San Juan de la Cruz. En un mundo lleno de guerras y a distancia de una generación de la Guerra Mundial, que provocó tanto odio y el totalitarismo, debemos promover en el mundo una oleada de buena voluntad que ahogue la violencia destructiva, una manera de hablar y comportarse que no tenga el veneno de la destrucción contra nadie, un diálogo abierto a todos y por esto abierto a la verdad, una acción solidaria en la ayuda a los países pobres, y a los miembros más inocentes y débiles de nuestra sociedad (inmigrantes, indigentes, enfermos...), una mano ofrecida a todo el mundo que necesite nuestra ayuda.

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 15 de octubre de 2008

La paciencia, ciencia de la paz

La paciencia, ciencia de la paz


Hay momentos en la vida en que parece que a uno se le acaba la paciencia, ya no es capaz de seguir aguantando, y explota. Y con la gota que colma el vaso se acaban las fuerzas para seguir con un matrimonio, o cualquier otro compromiso, o los padres que pierden ya la confianza en sus hijos, y se proclaman expresiones como "esto es irreparable", "se ha roto algo para siempre", "ya nada será como antes".

Y viene la soledad, sensación de abandono, incertidumbre, desaliento: ante situaciones del mundo de la política, de la sociedad, del mundo laboral…, uno puede sentir derrumbarse algo por lo que ha luchado mucho tiempo, y se rompe todo en añicos en un momento. Es la fragilidad humana, la impaciencia que quiere seguir los criterios del mundo -muy distintos a las bienaventuranzas que promulga Jesús-: la eficiencia y el placer pasajero aún a costa de la mentira, el anhelo desmedido de éxito...

Confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad, cuesta, pero vale la pena... La paciencia es un árbol de raíz muy amarga pero de frutos muy dulces (Fénelon). Así, la paciencia es el fruto maduro de la fortaleza, la paz-ciencia, ciencia de la paz. Como para los militares donde los demás vean dificultades sabremos intuir oportunidades, incluso crecernos ante ellas.

Ante los defectos de una persona, no hay que perder la calma diciendo "¡ya está bien, no puedo más!" pues ¿qué vamos a hacer con esta persona, matarla? No, hay que quererla tal como es, superando aquel defecto como un escollo y sabiendo que cada persona tiene cualidades ocultas, que sólo con el tiempo aparecen. Cuentan de una osa que dio a luz un pequeño cachorro horriblemente feo. "¡Ganas me vienen de estrangularlo!", dijo la osa a la corneja: -"¡Guárdate de hacerlo!" -contestó ésta.

"Yo he visto a otras osas pasar por lo mismo: ve y lame dulcemente a tu hijo y le verás hermoso y te honrará". Así lo hizo la osa y se esmeró cuidándolo; y el cachorro, poco a poco, fue volviéndose hermoso, por eso le agradeció el consejo a la corneja: "-Si no hubieses moderado mi impaciencia hubiera rechazado al hijo que ahora constituye el placer de mi vida". A veces parece que alguien no da para más, "no está el horno para bollos", y la paciencia da sensibilidad para ver más allá del presente, y afrontar las contrariedades conservando la calma y el equilibrio interior, logrando comprender mejor la naturaleza de las circunstancias, es la "ciencia de la paz", que genera armonía a su alrededor.

Me contaron en el Alcázar de Segovia que a una aya se le cayó el infante real que cuidaba, un niño pequeño, por el balcón, a muchos metros por encima de los jardines. Ella, desesperada, se tiró por el precipicio y se mató. El infante había quedado colgado de unos salientes, y lo rescataron. La aya se había "precipitado" en los dos sentidos de la palabra (impaciente y tirarse al precipicio).

En el cerebro el pensamiento no es nunca objetivo sino ligado a las emociones, siempre influenciado por sentimientos y pasiones. A veces nos fijamos en algo sin visión de conjunto, absolutizamos un aspecto. Se me ocurre un ejemplo: cuando nos vienen con una historia algún profesional de la mentira, y nos creemos aquello al sentir la empatía con los problemas que nos cuentan, pero en cuanto han acabado y quizá hemos dado dinero a ese "necesitado", y se va, aparece la distancia ante el problema, de modo menos emotivo, más cerebral, y nos parece que hay algo que no cuadra… tenemos la sensación de haber sido engañados. Esperar, tener distancia ante los problemas, ayuda a pensar mejor.

"El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres", decía Benedicto XVI en la homilía del comienzo de Pontificado: ante un pueblo rebelde, "los discípulos, hubieran deseado inmediatamente mandar caer fuego del cielo para consumirlos. Jesús los detiene y reprende. La impaciencia de los hombres no suele comprender la paciencia de Dios".

Llucià Pou Sabaté

Calor de hogar

Calor de hogar


Hay momentos La persona necesita vivir en familia, tener un hogar, un nido al que volver cuando sale a la calle, donde haya calor y protección… Cuenta una historia de una pareja de cigüeñas que hizo un nido en lo alto de un campanario, les gustaba ir lejos a cazar ratones y culebras, sapos y pasear y volar sin parar. Tuvieron polluelos, y organizaron las cosas con trapos y hojas para que estuvieran a gusto, pero cuando volvían los notaban fríos, faltaba calor.

Al final, tuvieron que optar por hacer un sacrificio: se arrancaron algunas plumas de las alas, y con eso hicieron un lugar acogedor en el que los polluelos estaban a gusto. Ya no podían ir tan lejos en sus vuelos, se sentían menos libres y condicionados porque con menos plumas no aguantaban tanto tiempo fuera. Pero sentían gratificación al volver y encontrarse en el nido sus polluelos contentos, habían creado calor de hogar. Así la familia condiciona muchas libertades que antes podían permitirse, pero el amor que nace es lo mejor, dar la vida, aunque haya una limitación de las actividades nada es mejor que esta esclavitud del amor, es la máxima realización personal.

Calor de hogar, hecho a costa de tiempo y de renuncias, de recortar otras cosas que eran más urgentes, pero menos importantes. Lo primero es ese amor, que si no se encuentra donde se debería encontrar se busca, inevitablemente, en otro sitio. Y ahí empiezan los problemas: si un hijo no encuentra en su casa, lo que debería encontrar, lo buscarás en otro sitio, será gregario de un grupo en el que encontrará su identidad para salir del aislamiento.

El calor de hogar, como todo calor, necesita algo que lo alimente, y ese algo es personal, regalar tiempo y afecto, y no comodidades. El calor de hogar se consigue cuando los padres se dan cuenta de que más que en dar cosas es darse a sí mismo, y que participen los hijos con encargos y responsabilidades aunque sólo sea bajando la basura por las noches (decía José Manuel Tarrio).

Calor de hogar, que hay que mantener con arte, para estar "a gusto". Con todas las letras. "A gusto" se escribe con la A de alegría, G de generosidad, U de utilidad, S de satisfacción, T de tolerancia y O de orden. Así se mide la "temperatura" y el calor no se nos escapa por las rendijas de gritos y discusiones. En primer lugar, de este clima de entrega a los demás, surge el gozo, la alegría que salpica a los demás, que se expresa en la mirada, puerta del mundo interior. Es un jardín donde crece la planta de la generosidad, cuando el marido llega cansado no se refugia en el telediario sino que va a recibir las novedades de la mujer y cada uno de los hijos.

Donde todos colaboran y se sienten útiles, y por esto satisfechos. Y hay tolerancia, porque se sabe que hay cosas importantes y otras que no lo son, y se saben distinguir unas de otras, y ceder en aquello que es opinable e intrascendente y allí nadie pretende tener siempre la última palabra en cualquier asunto. Y orden, también material aunque sin que sea una manía para ocultar el desorden interior. Esta es la vocación de nido, que no es hotel donde descansar, pero tampoco cárcel donde desarrollar un sentimiento posesivo y chantajes emotivos: es el lugar donde se está lo justo para nacer, para crecer, y para aprender a volar: para perderle miedo a la altura, y lanzarse finalmente al cielo.De ahí que la madre tenga vocación de nido.

La mujer anida a los hijos, al marido, y a todos a cuantos ella prohíja con su amor, que no es ablandarlos con mimos y comodidades. El nido es esa rara forma de ternura que cría fortaleza, de suavidad que produce reciedumbre, de protección que incita al valor: ¡al valor de volar! Y saber que siempre se puede volver…

Llucià Pou Sabaté

 

Dolor y crecimiento interior

Dolor y crecimiento interior


Cuando sufrimos, absolutizamos un aspecto de la vida: el dolor, esta realidad distorsionante que indica un mal, unos límites... Siempre que podemos lo quitamos, si no seríamos masoquistas. Pero ante el dolor inevitable, es interesante descubrir un sentido positivo, tomar distancia del momento en el que lo único que se puede es padecer o com-padecer, y entrar en la visión de conjunto que compone el cuadro de la creación y de la historia: vemos que los que han superado las dificultades han sobrevivido y progresado.

Así, quienes lucharon en el Nilo ante el agua y se esforzaron en desecar pantanos pudieron crecerse y crear una civilización floreciente; por el contrario, los que ante un proceso de desertización fueron a buscar agua a otros lugares más habitables se quedaron en su rudimentario modo de vivir, esos otros pueblos no han vivido casi ningún progreso. La adaptación excesiva al ambiente impide el desarrollo y conlleva el peligro de sucumbir ante un cambio brusco de éste.

De la misma forma, eliminar toda dificultad conlleva estancarse en una inmadurez, no estar preparado para la lucha por la vida. Unamuno ve en esa lucha que causa dolor "la sustancia de la vida y la raíz de la personalidad, sólo sufriendo se es persona… el dolor es el camino de la conciencia y es por él como los seres vivos llegan a tener conciencia de sí. Tener conciencia de sí mismo, tener personalidad, es saber y sentirse distinto de los demás seres: a sentir esta distinción se llega por el choque; por el dolor más o menos grande, por la sensación del propio límite. La conciencia de sí mismo no es sino la conciencia de la propia limitación".

Uno de los casos más paradigmáticos lo vemos en el personaje de Leo Tolstoi en "Guerra y paz": Pierre Besochov. Sus cambios internos son sorprendentes: "antes era tenido por un hombre bueno, pero no feliz. Uno se mantenía, inconscientemente, a una cierta distancia de él. Sin embargo, ahora emanaba de su boca una sonrisa llena de la alegría de vivir. En sus ojos había compenetración con el prójimo y se insinuaba la pregunta: ¿estáis también tan contentos como yo?

Era agradable comunicarse con él. Antes era muy hablador y podía entusiasmarse a lo largo de una conversación. Entonces no atendía apenas a las razones de los demás. Ahora, en cambio, se deja arrastrar raras veces por la discusión y podía de tal modo escuchar a los demás que uno le abría los secretos más recónditos… antes, la princesa (Catarina Semjonovna) creía que su mirada contenía indiferencia y burla, y, como solía hacer con tantos otros, le había declarado prontamente su hostilidad, que era una de sus múltiples cualidades.

Ahora, por el contrario, sentía que él había penetrado en lo profundo de su alma, y le descubría, al principio con desconfianza, después con agradecimiento, el lado bueno y oculto de su carácter". Y no fueron los años ni aprendizajes, sino los pesares de la guerra, y las inclemencias de la cautividad, los que ejercieron tan notable influencia. En este sentido el dicho popular "no hay mal que por bien no venga" nos sugiere que todo crecimiento, también toda creatividad artística o de cualquier otro tipo, pasa por el silencio y el dolor.

Le preguntaron: "¿años perdidos?", a Alexander Solzhenitsin y su cautiverio, y respondió: "no, en realidad no perdidos… quizá aquellos años fueron necesarios… el dolor es esencial para nuestro progreso espiritual y para nuestro perfeccionamiento interior. El sufrimiento viene repartido a la humanidad y a cada hombre, en una cantidad suficiente, para que el hombre pueda sacar utilidad de él, si lo sabe usar en su crecimiento interior".

Pero "la capacidad de sufrir no es inmediatamente asequible, sino que tiene que ser conquistada con esfuerzo de autocreación. Aquí se impone la tarea de forjar la propia personalidad y es la actitud el resorte que rige a la persona" (J. Vilar).

Llucià Pou Sabaté

 

 

Valorar a cada persona

Valorar a cada persona


 Cuenta una historia de dos amigos marineros que viajaban en un buque carguero por todo el mundo, un día llegan a una isla perdida en el Pacífico, desembarcan y se cruzan con una mujer que está arrodillada en un pequeño río lavando ropa. Uno de los dos se enamora al verla y comienzaa hablarle y preguntarle sobre su vida y sus costumbres. Como tiene intención de casarse con ella, va a hablar luego con su padre, que es el jefe del pueblo. El amigo le dice que si se ha vuelto loco, pero le acompaña…

El jefe de la tribu lo escucha y le dice que en esa aldea la costumbre era pagar una dote por la mujer que se elegía para casarse. Le explica que tiene varias hijas, y que el valor de la dote varía según las bondades de cada una de ellas, por las más hermosas y más jóvenes se debía pagar 9 vacas, las había no tan hermosas y jóvenes, pero que eran excelentes cuidando los niños, que costaban 8 vacas, y así disminuía el valor de la dote al tener menos virtudes. El marino le explica que entre las mujeres de la tribu había elegido a una que vio lavando ropa en un arroyo, y el jefe le dice que esa mujer, por no ser tan agraciada, le podría costar 3 vacas. "Está bien" respondió el hombre, "me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve vacas".

El padre de la mujer, al escucharlo, le dijo: "Ud. no entiende. La mujer que eligió cuesta tres vacas, mis otras hijas, más jóvenes, cuestannueve vacas". "Entiendo muy bien", respondió nuevamente el hombre, "me quedo con la mujer que elegí y pago por ella nueve vacas". El padre, pensando que siempre aparece un loco, aceptó y de inmediato comenzaron los preparativos para la boda. El amigo fue testigo de la boda y a la mañana siguiente partió en el barco, dejando en esa isla a su amigo de toda la vida.

Un día, el itinerario de un viaje lo llevó al mismo puerto donde años atrás se había despedido de su amigo. Estaba ansioso por saber de él, por verlo, abrazarlo, conversar y saber de su vida. Así es que, en cuanto el barco amarró, saltó al muelle y comenzó a caminar apurado hacia el pueblo. "¿Dónde estaría su amigo?,¿seguiría en la isla?, ¿Se habría acostumbrado a esa vida o tal vez se habría ido en otro barco?"

De camino al pueblo, se cruzó con un grupo de gente que venía caminando por la playa, en un espectáculo magnífico. Entre todos, llevaban en alto y sentada en una silla a una mujer bellísima. Todos cantaban hermosas canciones y obsequiaban flores a la mujer y esta los retribuía con pétalos y guirnaldas. El marinero se quedó quieto, parado en el camino hasta que el cortejo se perdió de su vista. Luego, retomó su senda en busca de su amigo. Al poco tiempo, lo encontró. Se saludaron y abrazaron como lo hacen dos buenos amigos que no se ven durante mucho tiempo.

El marinero no paraba de preguntar: "¿Y cómo te fue?,¿Te acostumbraste a vivir aquí?, ¿Te gusta esta vida?, ¿No quieres volver?"Finalmente se anima a preguntarle: "¿Y como está tu esposa?" Al escuchar esa pregunta, su amigo le respondió: "Muy bien, espléndida. Es más, creo que la viste llevada en andas por un grupo de gente en la playa que festejaba su cumpleaños".

El marinero, al escuchar esto y recordando a la mujer insulsa que años atrás encontraron lavando ropa, preguntó: "¿Entonces, te separaste? No es misma mujer que yo conocí, ¿no es cierto?". "Si" dijo su amigo, "es la misma mujer que encontramos lavando ropa hace años atrás". "-Pero, es muchísimo más hermosa, femenina y agradable,¿cómo puede ser?",preguntó el marinero. "-Muy sencillo" respondió su amigo. "Me pidieron de dote 3 vacas por ella, y ella creía que valía 3 vacas. Pero yo pagué por ella 9 vacas, la traté y consideré siempre como una mujer de 9 vacas. La amé como a una mujer de 9 vacas. Y ella se transformó en una mujer de 9 vacas".

Cuando alguien nos valora y nos estimula, con sinceridad y amor, obramos cambios impensados...Aquella persona que parecía podía dar 5, ahora da 20 porque ha crecido en su confianza. Dar confianza a la gente es lo mejor para todos, pues respondemos mejor a la confianza que a las imposiciones y al control. Si nos encargan cosas cuando aún no sabemos bien como hacerlas, aprendemos.

El lema "la confianza está basada en el control" es muy pobre: si tratas a uno como un delincuente, puede ser que se convierta en delincuente, si lo tratas como un santo se volverá santo más fácilmente. Una persona da más cuando se la valora como lo que es, obra maestra de Dios; se precisa una trasformación del corazón, y para ello el mejor camino es la contemplación: ver cómo Cristo la piensa y la quiere.

Esta es la mejor autoestima, saber que Dios hace las cosas muy bien, nos ha hecho en vistas a su hijo, y "las obras de Dios son perfectas". Querer a cada uno como es significa también esto: querer a los demás como este proyecto que es obra del amor divino.

Llucià Pou Sabaté

 

Aprender a equivocarse

Aprender a equivocarse

 

"Anancástico" es la palabra con la que se designa la persona que tiene la tendencia tan acentuadamente perfeccionista, que llega a ser una enfermedad. "Una de las virtudes-defecto más cuestionables es el perfeccionismo. Virtud, porque evidentemente, lo es el tender a hacer todas las cosas perfectas.

 

Y es un defecto porque no suele contar con la realidad: que lo perfecto no existe en este mundo, que los fracasos son parte de toda la vida, que todo el que se mueve se equivoca alguna vez. He conocido en mi vida muchos perfeccionistas. Son, desde luego, gente estupenda. Creen en el trabajo bien hecho, se entregan apasionadamente a hacer bien las cosas e incluso llegan a hacer magníficamente la mayor parte de las tareas que emprenden.

 

Pero son también gente un poco neurótica. Viven tensos. Se vuelven cruelmente exigentes con quienes no son como ellos. Y sufren espectacularmente cuando llega la realidad con la rebaja y ven que muchas de sus obras -a pesar de todo su interés- se quedan a mitad de camino. Por eso me parece que una de las primeras cosas que deberían enseñarnos de niños es a equivocarnos.

 

El error, el fallo, es parte inevitable de la condición humana. Hagamos lo que hagamos habrá siempre un coeficiente de error en nuestras obras. No se puede ser sublime a todas horas. El genio más genial pone un borrón y hasta el buen Homero dormita de vez en cuando" (José Luis Martín Descalzo).

 

Como decía Maxwel Brand, "todo niño debería crecer con convicción de que no es una tragedia ni una catástrofe cometer un error". Por eso lo importante no es tanto qué fallos cometemos sino cómo nos reponemos de ellos. Ya que el arte más difícil no es el de no caerse nunca, sino el de saber levantarse y seguir el camino emprendido, como sigue diciendo nuestro autor: "Temo por eso la educación perfeccionista.

 

Los niños educados para arcángeles se pegan luego unos topetazos que les dejan hundidos por largo tiempo. Y un no pequeño porcentaje de amargados de este mundo surge del clan de los educados para la perfección. Los pedagogos dicen que por eso es preferible permitir a un niño que rompa alguna vez un plato y enseñarle luego a recoger los pedazos, porque "es mejor un plato roto que un niño roto". Es cierto.

 

 

No existen hombres que nunca hayan roto un plato. No ha nacido el genio que nunca fracase en algo. Lo que sí existe es gente que sabe sacar fuerzas de sus errores y otra gente que de sus errores sólo saca amargura y pesimismo. Y sería estupendo educar a los jóvenes en la idea de que no hay una vida sin problemas, pero lo que hay en todo hombre es capacidad para superarlos. No vale, realmente, la pena llorar por un plato roto. Se compra otro y ya está. Lo grave es cuando por un afán de perfección imposible se rompe un corazón. Porque de esto no hay repuesto en los mercados".

 

Lo más importante en la vida no es hacer lo correcto sino amar, no está la excelencia en la competitividad (ser más que los demás), sino en dar lo mejor de nosotros mismos. La competitividad es una señal de carencia, el lado oscuro de la vida: no es ganar sino perder, pues todos estamos interconexionados y si competimos lo hacemos al final contra nosotros. No competir, compartir: ser una mente creativa, con sueños e ilusiones, solidaridad, perdón: guardar rencor o culpabilizar a alguien por algo que ha sucedido en el pasado, sólo le perjudica a uno mismo.

 

Y cuando no ha ido bien la cosa aprendemos a rectificar, volvemos a empezar. Así al dar lo mejor de ti, los demás en lugar de huirte se verán atraídos hacia ti: irradias buenos sentimientos, transmites amor, que es participación de un Dios que es amor y se nos da, especialmente en los sacramentos que son fuente de ese amor.

 

Llucià Pou Sabaté