sábado, 18 de octubre de 2025

18 de octubre, San Lucas,evangelista: "La mies es abundante y los obreros pocos", nos dice elSeñor, y desea que le ayudemos a corredimir.

18 de octubre, San Lucas, evangelista: "La mies es abundante y los obreros pocos", nos dice el Señor, y desea que le ayudemos a corredimir.

 

A. Lecturas:

   1. 2 Timoteo (4,9-17a): Dimas me ha dejado, enamorado de este mundo presente, y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacia; Tito, a Dalmacia; sólo Lucas está conmigo. Coge a Marcos y tráetelo contigo, ayuda bien en la tarea. A Tíquico lo he mandado a Éfeso. El abrigo que me dejé en Troas, en casa de Carpo, tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino. Alejandro, el metalúrgico, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará lo que ha hecho. Ten cuidado con él también tú, porque se opuso violentamente a mis palabras. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio salud para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran los gentiles.

   2. Salmo 144,10-11.12-13ab.17-18: Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, / que te bendigan tus fieles; / que proclamen la gloria de tu reinado, / que hablen de tus hazañas.

   Explicando tus hazañas a los hombres, / la gloria y majestad de tu reinado. / Tu reinado es un reinado perpetuo, / tu gobierno va de edad en edad.

   El Señor es justo en todos sus caminos, / es bondadoso en todas sus acciones; / cerca está el Señor de los que lo invocan, / de los que lo invocan sinceramente.    

   3. Lucas 10,1-9: "En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: "La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. 
   Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz en esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el Reino de Dios".

 

B. Comentario:

1. En la carta a Timoteo, nos dice san Pablo que el anuncio del Evangelio debe hacerse a tiempo y a destiempo. Y ha de realizarse con gran paciencia y conforme a la enseñanza, dedicados plenamente al Ministerio que Dios nos ha confiado. A pesar de que tengamos que sufrir oposición de muchos, no hemos de dar marcha atrás en aquello que Dios nos ha confiado: proclamar su Nombre salvador a toda la humanidad. El Señor siempre estará a nuestro lado animándonos y fortaleciéndonos para que su Mensaje de salvación llegue a todos los pueblos. La Iglesia de Cristo no sólo ha de evangelizarse continuamente a sí misma, para vivir más conforme a las enseñanzas del Señor y llegar a la madurez en Él; además ha de evangelizar a todos los pueblos, pues esa es la Misión que el Señor le confió al enviarla a todas las gentes de todos los tiempos y lugares. Al final, libres del pecado y de la muerte, a pesar de que hayamos sufrido por anunciar y vivir el Evangelio en ambientes hostiles al mismo, el Señor nos dará la salvación en su Reino celestial de un modo definitivo a quienes, ya desde ahora, lo tuvimos como Señor y Salvador de nuestra vida.

2. En el salmo vemos que el Señor, Creador y Rey soberano de todo, se manifiesta para con nosotros como un Padre cercano, siempre atento a las necesidades de los suyos. Él no está lejos de quien lo invoca:

"Que todas tus obras te den gracias, Señor, / y que tus fieles te bendigan; / que anuncien la gloria de tu reino y proclamen tu poder". Juan Pablo II ha presentado al mundo la Eucaristía como "una gran escuela de paz que puede formar a hombres y mujeres para ser tejedores de diálogo y de comunión. Es escuela de la paz para vivir esta proclamación de tu gloria, Señor, en un camino hacia una sociedad más justa y fraterna. No puede producir otros frutos.

"Así manifestarán a los hombres tu fuerza / y el glorioso esplendor de tu reino: / tu reino es un reino eterno, / y tu dominio permanece para siempre.

El Señor es justo en todos sus caminos / y bondadoso en todas sus acciones; / está cerca de aquellos que lo invocan,  / de aquellos que lo invocan de verdad". El mundo necesita experimentar que el Señor está cerca, que su destino no va a la deriva, sin rumbo… Dios se imbrica en la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, haciendo, con ellos, historia de Salvación.

3. Hoy es el tercero de los grandes santos que hemos celebrado estos días: Teresa de Jesús, Ignacio de Antioquia y Lucas, autor del tercer evangelio de Jesús, y los Hechos de los Apóstoles. Las parábolas del buen samaritano y del hijo pródigo son alguno de los pasajes más bonitos. Junto a estas páginas sublimes sobre la misericordia, también sólo Lucas nos transmite algunos rasgos de santa María, la madre de Jesús. Al "pintar" tan bien esas escenas, tomó la tradición de que era pintor, y así la leyenda nos dice que es suya una imagen romana de la Virgen.

«Después de esto, el Señor designó a otros Setenta». Mientras que el envío de los Doce representan el nuevo Israel (las doce tribus), los setenta tenían que representar la nueva humanidad (según el cómputo judío, las naciones paganas eran en número de setenta). «Setenta y dos», dicen numerosos manuscritos, intento de reconducir la apertura a la universalidad (esbozada en el número «siete/setenta», al recinto de Israel, delimitado por un múltiplo de «doce» [6 x 12 = 72].)

El éxito de la misión es grande. Jesús les anima a evangelizar: «La mies es abundante y los braceros pocos». La cosecha se prevé abundante, el reinado de Dios empieza a producir frutos para los demás. Cuando se comparte lo que se tiene, hay de sobra. No hacen falta explicaciones ni estadísticas: la presencia de la comunidad se ha de notar por los frutos abundantes que produce. Todos estamos llamados al apostolado, tanto clérigos como laicos, religiosos como seglares… «¡Id! Mirad que os envío como corderos entre lobos». Toda comunidad debe ser esencialmente misionera. La misión, si se hace bien, encontrará la oposición sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea su escala de valores, usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo de procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado de los pobres. «No llevéis bolsa ni alforja ni sandalias». Como en la misión de los Doce, Jesús insiste en que los enviados no confíen en los medios humanos. "Y no saludéis a nadie en el camino". Ellos han de dejar en sus manos aquello que es más esencial para vivir: el Señor, que viste los lirios de los campos y da alimento a los pájaros, quiere que su discípulo busque, en primer lugar, el Reino del cielo y no, en cambio, «qué comer ni qué beber, y [que] no estéis inquietos. [Porque] por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso» (Lc 12,29-30).

Han de compartir techo y mesa con aquellos que los acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente. La buena noticia ha de consistir en el anuncio de que «Ya ha llegado a vosotros el reinado de Dios». Empieza un orden nuevo, cuyo estallido tendrá lugar en otra situación. El proceso, empero, es irreversible. La comunidad ya tiene experiencia de ello (Josep Rius-Camps).

Lucas fue de esos apóstoles más allá de "los Doce", y en su honor decimos hoy en el himno de Laudes:

Vosotros que escuchasteis la llamada / de viva voz que Cristo os dirigía, / abrid nuestro vivir y nuestra alma  / al mensaje de amor que él nos envía.

Vosotros que invitados al banquete / gustasteis el sabor del nuevo vino, / llenad el vaso, del amor que ofrece, / al sediento de Dios en su camino.

Vosotros que lo visteis ya glorioso, / hecho Señor de gloria sempiterna, / haced que nuestro amor conozca el gozo  / de vivir junto a él la vida eterna. Amén.

Llucià Pou Sabaté




 

 

viernes, 17 de octubre de 2025

Domingo de la semana 29 de tiempo ordinario; ciclo C La oración de petición siempre es atendida por Dios, que nos da lo mejor, pero quiere que mejoremos con nuestra perseverancia

Domingo de la semana 29 de tiempo ordinario; ciclo C

La oración de petición siempre es atendida por Dios, que nos da lo mejor, pero quiere que mejoremos con nuestra perseverancia

A. Lecturas

1. Éxodo (17,8-13):

En aquellos días, Amalec vino y atacó a Israel en Refidín. Moises dijo a Josue:
«Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón de Dios en la mano».
Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; entretanto, Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte.
Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec. Y, como le pesaban los brazos, sus compañeros tomaron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado.
Así resistieron en alto sus brazos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su pueblo, a filo de espada.

2. Salmo 120,1-2.3-4.5-6.7-8

R/. Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

V/. Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra. R/.

V/. No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel. R/.

V/. El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche. R/.

V/. El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre. R/.

3. II Timoteo (3,14–4,2):

QUERIDO hermano:
Permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.
Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena.
Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino:
proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina.

4.   Lucas 18, 1-8: «Les proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desfallecer, diciendo: «En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. También había en aquella ciudad una viuda, que acudía a él diciendo: "Hazme justicia ante mi adversario". Y durante mucho tiempo no quería. Sin embargo, al final se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, ya que esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme"». Concluyó el Señor: «Prestad atención a lo que dice el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche, y les hará esperar? Os aseguro que les hará justicia sin tardanza. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿acaso encontrará fe sobre la tierra?».

B. Comentario:

 1. La oración ha de vivirse en la Iglesia, en comunidad, como hemos escuchado en la 1ª lectura. Ante la batalla que se avecina, Moisés, Aarón y Jur subieron a la cima del monte, para orar por su pueblo. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel, y cuando le llega el cansancio (le pesaban las manos), no se siente solo, tiene a Aarón y Jur, que le sostenían los brazos, uno a cada lado. También nosotros debemos sostenernos unos a otros en la oración para no desanimarnos. Como dice un himno de la Liturgia de las Horas: No ven-go a la soledad cuando vengo a la oración, pues sé que estando contigo, con mis hermanos estoy (Laudes Sábado Semana II). Nos debemos ayudar unos a otros a orar con fe, en esa oración insistente, con la certeza de que Dios no nos dará largas.

La Eucaristía es el gran momento en el que, como Moisés, en medio de las "batallas y luchas" de la vida, como comunidad alzamos nuestras manos hacia el Padre para presentarle nuestras peticiones. En Cristo Eucaristía Él acoge nuestra oración, y por eso nosotros debemos continuar orando juntos sin desanimarnos, sabiendo que, por Cristo, el Padre no nos va a dar largas, de modo que cuando venga el Hijo del Hombre encuentre esta fe en la tierra.

Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel»: «La oración de Moisés es la figura cautivadora de la oración de intercesión que tiene su cumplimiento en el único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo-Jesús» (1 Tm 2, 5). La imagen de las manos levantadas de Moisés durante la batalla con Amalec es sumamente elocuente en la primera lectura. Mientras Josué ataca, Moisés reza y al mismo tiempo hace penitencia, pues es ciertamente pesado y doloroso tener durante tantas horas las manos levantadas hacia Dios. Así está hecha la cristiandad: unos combaten fuera mientras otros -en el convento o en la soledad de su «cuarto»- rezan por los que luchan. Pero la imagen va aún más lejos: como a Moisés le pesaban las manos, Aarón y Jur tuvieron que sostener sus brazos hasta la puesta del sol, hasta que Israel venció finalmente en la batalla. Las manos levantadas de los orantes y contemplativos en la Iglesia deben ser sostenidas al igual que las de Moisés, porque sin oración la Iglesia no puede vencer, no en los combates del siglo, sino en las luchas espirituales que se le exigen. Todos nosotros debemos orar y ayudar a los demás a perseverar en la oración, y a no poner su confianza en la actividad externa, si es que queremos que la Iglesia no sea derrotada en los duros combates de nuestro tiempo (von Balthasar).

2. La santidad es ese "levantar los ojos hacia los montes", de que habla el Salmo responsorial: es la intimidad con el padre que está en los cielos; la intimidad con el Espíritu Santo mediante Cristo. Es sentirnos "custodiados" por Dios. El Santo conoce muy bien su fragilidad, la precariedad de su existencia, de sus capacidades. Pero no se asusta. Se siente igualmente seguro. Confía en el hecho de que Dios "no permitirá que resbale su pie, que lo guardará a su sombra, que lo guardará de todo mal".

No obstante los santos sienten muchas tinieblas en sí mismos, sienten que están hechos para la Verdad. Para Dios-Verdad. Y ciertamente, en su vida dan cada día más espacio a esta Verdad. De aquí nace esta seguridad que los distingue: donde los otros vacilan, ellos resisten. Donde los otros dudan, ellos ven claro. La santidad quiere decir también tener las manos alzadas en plegaria a Dios, mientras alrededor se desarrolla un combate, mientras continúa la lucha entre el bien y el mal. A primera vista puede parecer que el compromiso de la contemplación y de la oración nos aleja de las luchas de la vida, como si fuese una renuncia a combatir. Pero quien piensa así no conoce el poder de la oración (Juan Pablo II).

3. «Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo». Esta palabra no es la pura acción, sino la palabra de la oración de petición, de las manos en alto de Moisés. «Permanece en lo que has aprendido», es decir, en lo que conoces de la «Sagrada Escritura». Sólo cuando «el hombre de Dios» es instruido por la «Escritura inspirada por Dios», está «perfectamente equipado para toda obra buena», y la primera "obra buena" es la oración, que debe recomendarse a los cristianos «con toda comprensión y pedagogía» (von Balthasar).

En este mes de octubre, acudamos a la Virgen especialmente con el Rosario: «No dejéis de inculcar con todo cuidado la práctica del Rosario, la oración tan querida de la Virgen y tan recomendada por los Sumos Pontífices, por medio del cual los fieles pueden cumplir de la manera más suave y eficaz el mandato del Divino Maestro: Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá» (Pablo VI, Carta Encíclica Mense Maio, 29-IV-1965).

4. Jesús, buscas una parábola para enseñar a tus discípulos de una manera gráfica que es necesario «orar siempre y no desfallecer.» Ya antes, y después, les has enseñado este punto con tu ejemplo: te han visto rezar a tu Padre en silencio y en alta voz: en días de calma, y en días de gran ajetreo en los que no tenias tiempo ni para comer. Está claro que, si quiero imitarte, debo hacer oración cada día.

Hoy nos hablas de pedir. Pedir es propio de hijos, especialmente cuando los padres son generosos y pueden conseguir lo que sus hijos necesitan. Por eso, ¿cómo no voy a pedirte todo lo que me haga falta?

Nos hablas de un juez al que va una viuda pobre, pero él en lugar de ser protector de los desvalidos está pervertido, y no quiere escucharla. Pero ella, de tanto insistir, consigue que la atienda. También nosotros vemos que la justicia no existe en los tribunales, que quien tiene dinero o engaña puede ganar un juicio de manera injusta. Que no se atienden en nuestro mundo peticiones justas. Pero: "¿no sirve de nada?"

¡Nunca estamos solos! Nunca hago nada solo. Necesito la familia, los amigos, y necesito sobre todo la certeza de que Dios también me acompaña. Y aunque los jueces y otros me fallen, Él no me falla. Y aunque vea que falte justicia en este mundo, lucharé por ella, sabedor de que luego habrá justicia plena en el cielo. Por eso me propongo hoy luchar, no encerrarme en mí mismo nunca, no contar solo con mis fuerzas, acogerme a los amigos, acogerme a la amistad de Dios. A pesar de los tropiezos de la vida, a pesar de las desgracias que sufra, aprenderé a confiar en los otros, aprenderé a confiar en Dios. La comunidad puede fallar, los amigos y vecinos pueden fallar, pero Dios estará por mí con todo su amor y su poder (M. Regal).

Cuando pedimos algo y no se nos concede, y hay situaciones y problemas que se prolongan en el tiempo, pensamos: "Dios no me hace caso, todo sigue igual… Es que me canso de pedir siempre lo mismo para nada". Hemos de esperar, que todo saldrá. Pensemos en que si esa mujer consigue que hasta un juez injusto haga justicia: Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? ¿O les dará largas? A veces tenemos miedo de la justicia divina, o de la injusticia de los hombres, y hemos de mirar a Jesús que nos invita a pensar que Dios es un Padre amoroso, que las oraciones que elevamos a Dios no caen en el vacío. Que puede parecer que "no sirve de nada orar", pero para empezar Él se nos entrega, y luego nos hacemos mejores con la oración, que es la puerta de la fe. Y luego nos da lo que nos conviene, de la forma que sea mejor para nosotros, la forma que Dios disponga. La confianza en Dios se prueba justamente en la constancia a la hora de rezar. Hay quien deja de orar porque piensa que su petición no es escuchada. Pero, ¿qué pedimos nosotros tantas veces sino la solución que juzgamos mejor para nuestros problemas o, incluso, piedras en lugar de pan? "Nosotros no sabemos pedir como conviene", asegura S. Pablo (Rm 8,26). En cambio, nuestro Padre Dios sabe bien lo que nos hace falta antes de que se lo pidamos (Cf Mt 6,8). "No te aflijas, dice S. Agustín, si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es Él quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia con Él en oración. Él quiere que nuestro deseo sea probado en la oración. Así nos dispone para recibir lo que Él está dispuesto a darnos".

«La primera condición de la oración es la perseverancia; la segunda, la humildad.

-Sé santamente tozudo, con confianza. Piensa que el Señor, cuando le pedimos algo importante, quizá quiere la súplica de muchos años. ¡Insiste!..., pero insiste siempre con más confianza» (J. Escrivá, Forja 535).El propio Jesús nos da la respuesta: Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero nos cuesta aceptar que hay que dejar a Dios ser Dios, y sus tiempos no son los nuestros, y debemos aprender a esperar que "a su tiempo", llegará la acción de Dios. Por eso Jesús vuelve a provocarnos y a cuestionarnos: Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra? Porque nuestro pecado es la impaciencia, y lo que salva es la paciencia de Dios. Necesitamos orar sin desanimarnos, con esa fe de la viuda de la parábola, con esa fe insistente y casi haciéndonos "pesados" ante Dios.

"Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" La oración se fundamenta en la Palabra de Dios, que es "viva, eficaz y escruta los sentimientos y los pensamientos del corazón" (cfr. Hb 4,12). Que es la Verdad. Que es la Santidad.

«Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criatura, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno a El» (Catecismo 2629).

«La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición» (2631)... «La petición cristiana está centrada en el deseo de Dios y en la búsqueda del reino que viene...» (2632) «...Toda necesidad puede convertirse en objeto de petición» (2633).

«A los que buscan el Reino y la justicia de Dios, El les promete darles todo por añadidura. Todo en efecto pertenece a Dios: el que posee a Dios, nada le falta, si él mismo no falta a Dios» (S. Cipriano) (2830).

Pero esta fe no es fácil. "Las palabras del Señor: ¿Creéis que cuando venga el Hijo del hombre encontrará fe en la tierra? se refieren a la fe perfecta. Ésta apenas se encuentra en la tierra. La Iglesia de Dios está llena de fe; pues, si no existiese ninguna, ¿quién se acercaría a ella? ¿Quién no trasladaría los montes si esa fe fuese plena? Pon tu atención en los mismos apóstoles. No hubiesen seguido al Señor tras haber abandonado todo y pisoteado toda esperanza mundana, si no hubiesen poseído una gran fe. Por otra parte, si hubiesen tenido una fe plena, no hubiesen dicho al Señor: Auméntanos la fe (Lc 17,5). Pensad también en aquel otro que confesaba una y otra cosa refiriéndose a si mismo. Habiendo presentado a su hijo al Señor para que lo sanase, al ser interrogado si creía contestó afirmativamente: Creo, Señor; ayuda mi incredulidad (Mc 9,23). Creo, -dijo-;creo, Señor: luego existe la fe. Pero ayuda mi incredulidad: luego no es plena la fe" (S. Agustín, Sermón 115,1).

Si los malos llegan a portarse bien por esa insistencia..., ¿qué no hará el Dios bueno? Es un mensaje sencillo pro el que Jesús quiere hacérnoslo comprender claramente: Dios quiere hacerse de rogar, quiere incluso dejarse importunar por el hombre. Si Dios da libertad al hombre y hace incluso un pacto con él, entonces no solamente respeta su libertad, sino que incluso se ha unido a su partner en la alianza, sin perder por ello su libertad divina: dará siempre al que pide lo que sea mejor para él: «Cosas buenas» (Mt 7,11), el «Espíritu Santo» (Lc 11,12). El que pide algo a Dios en el Espíritu de Cristo es infaliblemente escuchado (Jn 14,13-14). Y el evangelio añade: «sin tardar»; Dios no escucha luego, más tarde, sino que escucha y corresponde en seguida con lo que mejor corresponde a la demanda. Pero la oración de petición presupone la fe, y aquí el evangelio termina con unas palabras que dan que pensar: «Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?» Esta pregunta va dirigida a nosotros, que escuchamos aquí y ahora, y no a otros (von Balthasar).

Llucià Pou Sabaté

Sábado de la 28ª semana de Tiempo Ordinario (impar). El Espíritu Santo, Espíritu de Jesús, nos ilumina y da fuerza para seguir sus inspiraciones, y ser sus testigos

Sábado de la 28ª semana de Tiempo Ordinario (impar). El Espíritu Santo, Espíritu de Jesús, nos ilumina y da fuerza para seguir sus inspiraciones, y ser sus testigos

 

A. Lecturas

1. Romanos 4,13,16-18. Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la e de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: "Te hago padre de muchos pueblos". Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: "Así será tu descendencia".

 

2. Salmo 104,6-7,8-9,42-43. R. El Señor se acuerda de su alianza eternamente

¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra.

Se acuerda de su alianza eternamente, de ña palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac.

Porque se acordaba de la palabra sagrada qué había dado a su siervo Abrahán, sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo.

 

3. Lucas 12,8-12: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios. Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir»".  

 

B. Comentario:

         1. "-Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo". Pablo no contrapone "fe y obras" (pues Jesús dijo que "no el que dice: Señor, Señor, sino el que hace la voluntad de mi Padre", ése entrará en el Reino). Lo que contrapone es la fe con la observancia de la ley de Moisés como causa de la salvación: "no fue la observancia de la ley, sino la fe", nos dice aquí, y el Catecismo señala: "la fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios "cara a cara" (1 Cor 13,12), "tal cual es" (1 Jn 3,2). La fe es pues ya el comienzo de la vida eterna: 'mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo en un espejo, es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día' (S. Basilio).

Ahora, sin embargo, 'caminamos en la fe y no en la visión' (2 Cor 5,7), y conocemos a Dios 'como en un espejo, de una manera confusa,...imperfecta' (1 Cor 13,12). Luminosa por aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la oscuridad. La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación.

Entonces  es cuando debemos volvernos hacia los testigos de la fe: Abraham, que creyó, 'esperando contra toda esperanza' (Rom 4,18); la Virgen María que, en 'la peregrinación de la fe' (LG 58), llegó hasta la "noche de la fe" (Juan Pablo II, R Mat 18) participando en el sufrimiento de su Hijo y en la noche de su sepulcro; y tantos otros testigos de la fe: 'También nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe' (Hb 12,1-2)".

"Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la de Abrahán, que es padre de todos nosotros". Las dos promesas de Dios -que tendría un hijo y que le pertenecería toda la tierra de Canaán-, parecían imposibles de conseguir, y sin embargo, Abrahán creyó. Y fueron posibles. Tanto en nuestra vida espiritual como en nuestro trabajo apostólico, no tendríamos que apoyarnos tanto en nuestros propios talentos y recursos, sino en la gracia y la fuerza salvadora de Dios.

"El comienzo de la justificación por parte de Dios es la fe, que cree en el que justifica. Y esta fe, cuando se encuentra justificada, es como una raíz que recibe la lluvia en la tierra del alma, de manera que cuando comienza a cultivarse por medio de la ley de Dios, surgen de ella ramas que llevan los frutos de las obras. La raíz de la justicia no deriva de las obras, sino que de la raíz de la justicia crece el fruto de las obras" (Orígenes). Y dice el Catecismo: "Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos: 'La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven' (Hb 11,1). 'Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia' (Rom 4,3). Gracias a esta 'fe poderosa (Rom 4,20), Abraham vino a ser 'el padre de todos los creyentes' (Rom 4,11.18)", al ser fiel a ese don gratuito.

-"Así, dice la Escritura: "Te hago padre de muchos pueblos". Por su fe, verdaderamente, "dio la vida". Quien cree, da vida…

-"Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: "Así será tu descendencia". Jesús es que hace viva esa experiencia con su resurrección, energía que devuelve la vida a los muertos.

2. "Contra toda esperanza" cree el patriarca. La fe «para transportar las montañas», decía Jesús. La Fe, fuerza de lo imposible. Se comprende que Pablo diga que esa «Fe da posesión del mundo». En efecto, nada puede ir en contra de ello. No se apoya sobre nada humano: toda su fuerza está en Dios. ¡Danos esta Fe, Señor! (Noel Quesson). Rezamos con el salmo: -"El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac". Y así contemplamos llenos de gozo que "sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo". Le pedimos a María Virgen vivir esa alegría de –como ella- sabernos en las manos de Dios.

3. "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios". Nos animas, Jesús, a ser valientes a la hora de dar testimonio de ti. Antes nos has dicho que Dios nunca se olvida de nosotros: si cuida los pajarillos y los cabellos de nuestra cabeza, ¡cuánto más con cada uno de nosotros, que somos sus hijos! Hoy tú nos das otro motivo para ser intrépidos en la vida cristiana: tú mismo, Jesús, darás testimonio a favor nuestro ante la presencia de Dios, el día del juicio.

"Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios". Ser cristiano es dar testimonio de Ti, Señor, con mi vida. Además, muchos dependen de lo que haga, con mi buen o mal ejemplo, con la comunión de los santos mando gracia o dejo de mandarla a quienes están incluso lejos. "Jesús, hay momentos en los que cuesta especialmente dar testimonio cristiano. Por ejemplo, cuando mi grupo de amigos se divierte ridiculizando a la Iglesia o a personas consagradas; o cuando algunos planes a los que me invitan no son dignos de un cristiano; o cuando es difícil ser honrado en los negocios" (Pablo Cardona). Ayúdame, Señor, a dar la cara aunque cueste, ir contra corriente. Puede costarme también –y te pido ayuda, Jesús-, cuando sufro algún revés físico, económico o moral, cuando me entra rebeldía por cosas que no me gustan. Para estos momentos te pido serenidad, fortaleza, esperanza y paz.

«Vosotros tenéis que desarrollar una tarea altísima, estáis llamados a completar en vuestra carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia. Con vuestro dolor podéis afianzar a las almas vacilantes, volver a llamar al camino recto a las descarriadas, devolver serenidad y confianza a las dudosas y angustiadas. Vuestros sufrimientos, si son aceptados y ofrecidos generosamente en unión de los del crucificado, pueden dar una aportación de primer orden en la lucha por la victoria del bien sobre las fuerzas del mal, que de tantos modos insidian a la humanidad contemporánea. En vosotros, Cristo prolonga su pasión redentora» (Juan Pablo II).

"Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará". No sabemos exactamente qué quieres decir, Señor, con esa blasfemia. Intuyo que es impedir que entre tu gracia en mí,  por la presunción o la desesperación que aún es peor, el descorazonamiento, o la perversión de hacer daño a los demás sin buscar el bien sino la maldad… por eso te pido vivir abierto a tu gracia, y cuanto más grandes sean mis pecados, más me abandonaré en tu misericordia. «Nuestro Señor Jesucristo lo quiere: es preciso seguirle de cerca. No hay otro camino. Esta es la obra del Espíritu Santo en cada alma -en la tuya-, y has de ser dócil, para no poner obstáculos a tu Dios» (J. Escrivá, Forja 860).

Sólo hay una clase de personas sin remedio, los que "blasfeman contra el Espíritu Santo", o sea, los que, viendo la luz, la niegan, los que no quieren ser salvados. Son ellos mismos los que se excluyen del perdón y la salvación. Quiero no cerrarme a tu Espíritu, Jesús, que es el santificador de mi alma…

"…no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir»"… Jesús, hoy me dices que no me preocupe ante las acusaciones y las insidias de los incrédulos. Fortalecido e iluminado por la gracia del Espíritu Santo sabré responder bien por mal, verdad por mentira, honestidad por hipocresía. Tú sugieres en mi alma lo que tengo que decir. Quiero ser dócil, dejarme conducir por ti. Quiero cuidar la oración, para recibir tu fortaleza para hacer lo que me pides, la humildad para pedir perdón y arreglar lo que no hago bien, y la alegría por saberme en tus manos, y llevado por tu amor corresponder a esa entrega que tú has hecho por mi con tu vida, pasión y muerte y resurrección.

Por eso he de acudir a esos medios santos –los Sacramentos- para llenarme de tu gracia, el Espíritu de Dios. Así se completa la cercanía del Dios Trino. El Padre que no nos olvida, Jesús que "se pondrá de nuestra parte" el día del juicio, y el Espíritu que nos inspirará cuando nos presentemos ante los magistrados y autoridades para dar razón de nuestra fe.

Jesús, nos aseguras el amor de Dios y la ayuda eficaz de tu Espíritu. Y además, nos prometes que tú mismo saldrás fiador a nuestro favor en el momento decisivo. No te dejarás ganar en generosidad, si nosotros hemos sido valientes en nuestro testimonio, si no hemos sentido vergüenza en mostrarnos cristianos en nuestro ambiente. No tenemos motivos para dejarnos llevar del miedo o de la angustia (J. Aldazábal). La angustia es la conmoción y dolor del alma por el miedo ante algo malo que, si pasara, nunca sería tan malo como lo que sufrimos por el miedo de que pase…

El redil de las falsas seguridades también puede provocar angustias, pero tú, Señor, nos dices siempre que no nos preocupemos por el futuro, aquí nos dices que no temamos por preparar nuestra defensa o justificación ante cosas. «Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir». En la tarea de la nueva evangelización, tú eres mi esperanza, Señor, tu gracia sigue activa ante cualquier contrariedad, como en tiempo de los apóstoles (Josep Rius-Camps).

Llucià Pou Sabaté

 

Viernes la 28ª semana (impar). La misericordia y el perdón divinos nos hacen vivir sin miedo, con amor,con sinceridad.

Viernes la 28ª semana (impar). La misericordia y el perdón divinos nos hacen vivir sin miedo, con amor, con sinceridad.

 

A. Lecturas:

1. Romanos 4,1-8. Hermanos: Veamos el caso de Abrahán, nuestro progenitor según la carne. ¿Quedó Abrahán justificado por sus obras? Si es asi, tiene de qué estar orgulloso; pero, de hecho, delante de Dios no tiene de qué. A ver, ¿qué dice la Escritura?: «Abrahán creyó a Dios, y esto le valió la justificación.» Pues bien, a uno que hace un trabajo el jornal no se le cuenta como un favor, sino como algo debido; en cambio, a éste que no hace ningún trabajo, pero tiene fe en que Dios hace justo al impío, esa fe se le cuenta en su haber. También David llama dichoso al hombre a quien Dios otorga la justificación, prescindiendo de sus obras: «Dichoso el hombre que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le cuenta el pecado.»

 

2. Salmo 31,1-2-5.11. R. Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.

Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Habla pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mí culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero.

 

3. Lucas 12,1-7: "En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros. Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: -«Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía. Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse. Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea. A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más. Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo. ¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios. Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados. Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones»".  

 

B. Comentario:

1. "Hermanos: Veamos el caso de Abrahán, nuestro progenitor según la carne. ¿Quedó Abrahán justificado por sus obras?" Se remonta Pablo a Abrahán que era pagano cuando Dios le llama, y no puede justificarse por "las obras" que realizaba, perteneciendo a un pueblo idólatra.

-"Si es así, tiene de qué estar orgulloso; pero, de hecho, delante de Dios no tiene de qué. A ver, ¿qué dice la Escritura?: «Abrahán creyó a Dios, y esto le valió la justificación»". Ya en la antigua Alianza era la Fe la que salvaba. Todo «orgullo» es pecado, pretensión de hacerse valer ante Dios, ya sea por la justicia de las obras -entre los judíos- ya sea por la apariencia -entre los griegos-. No los méritos previos, sino la fe y aceptación del plan divino es lo que justifica a Abrahán. Porque su elección había sida totalmente gratuita por parte del Dios que le eligió misteriosamente a él. Los cristianos de Roma provenientes del judaísmo podían sentir un santo orgullo por su pertenencia a la raza de Abrahán, pero aquí Pablo les dice que tanto puede agradar a Dios un judío convertido como un pagano que acepta la fe, que es lo principal.

"El comienzo de la justificación por parte de Dios es la fe, que cree en el que justifica. Y esta fe, cuando se encuentra justificada, es como una raíz que recibe la lluvia en la tierra del alma, de manera que cuando comienza a cultivarse por medio de la ley de Dios, surgen de ella ramas que llevan los frutos de las obras. La raíz de la justicia no deriva de las obras, sino que de la raíz de la justicia crece el fruto de las obras" (Orígenes). ¡Auméntanos la fe, Señor!

"-Pues bien, a uno que hace un trabajo el jornal no se le cuenta como un favor, sino como algo debido; en cambio, a éste que no hace ningún trabajo, pero tiene fe en que Dios hace justo al impío, esa fe se le cuenta en su haber". También con nosotros Dios ha tenido que usar misericordia: la salvación no nos es debida. No es algo merecido, como lo es un salario. No hay que exigir a Dios unos «derechos adquiridos». Dios= «Aquel que justifica al impío»: Aquel que salva.

-"Así también David proclama bienaventurado al hombre a quien Dios declara justo, independientemente de sus obras". Y como si no se hubiere aún comprendido, insiste nuevamente: "Dichoso el hombre que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le cuenta el pecado". Esto no lleva a no hacer nada, sino a saber que todo es gracia. «Cuando se ha hecho todo como no esperando nada de Dios... Hay que esperarlo todo de Dios como si no se hubiese hecho nada por sí...» (M. Blondel).

Puede ser para mí la fuente de una nueva dicha: «bienaventurado el hombre...». Señor, ayúdame a convertir «en bien» todo, también lo malo. Que todo obstáculo, tanto en mí como en los demás, sea ocasión de apoyarnos más en Ti. En este sentido no hay nada peor que creerse justo o que no tener ninguna dificultad: ¡bastarse uno a sí mismo! (Noel Quesson).

2. "Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito". Es el testimonio personal de un convertido. El remordimiento puede provocar un tormento interior terrible, y de esa soledad acompañada nace ese movimiento interior: "Habla pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mí culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado".

La mortificación y la penitencia remueve como algo de sombra que permanece en nosotros aún después del perdón, y surge una necesidad de satisfacción, no solamente con Dios, sino en la herida abierta con los demás. En todos los casos, se muestra la misericordia divina, más fuerte que la culpa y la ofensa: el perdón generoso de Dios que nos transforma, de ahí la acción de gracias del pecador arrepentido: "Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero".

Por eso San Pablo escoge las palabras de este salmo penitencial en Romanos, para celebrar la gracia liberadora de Cristo. También podemos aplicarlo al Sacramento de la Reconciliación, donde se experimenta la conciencia del pecado, con frecuencia ofuscada en nuestros días, y al mismo tiempo la alegría del perdón. Al binomio «delito-castigo», le sustituye el binomio «delito-perdón» (Juan Pablo II). San Cirilo de Jerusalén utilizará el Salmo 31 para mostrar a los catecúmenos el Bautismo como purificación radical de todo pecado: «Dios es misericordioso y no escatima su perdón... El cúmulo de tus pecados no será más grande que la misericordia de Dios, la gravedad de tus heridas no superará las capacidades del sumo Médico, con tal de que te abandones en él con confianza. Manifiesta al médico tu enfermedad, y dirígele las palabras que pronunció David: "Confesaré mi culpa al Señor, tengo siempre presente mi pecado". De este modo, lograrás que se haga realidad: "Has perdonado la maldad de mi corazón"»".

3. Sigue diciéndonos Jesús que seamos auténticos:

-"En esto habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse uno a otros"... Jesús empezó a hablar, dirigiéndose en primer lugar a sus discípulos: "Guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía"" Ante la gente que se agolpa a su alrededor, Jesús hace una serie de recomendaciones, la primera es que tengan "cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía"; la levadura hace fermentar a toda la masa; puede ser buena, como en el pan y en la repostería, y entonces todo queda beneficiado; pero si es mala, todo queda corrompido.

La hipocresía es el pecado típico del fariseo. El discípulo de Jesús debe proceder sin disimulo, sin doblez, sin mentira. Su conducta debe ser siempre franca, como quien obra a la luz del día, como en plena plaza. Toda su acción, toda palabra suya será un día testimonio público. El discípulo es el amigo de Jesús, el que recibe sus confidencia, el hombre de la intimidad. Farisaicos somos cuando pensamos que no tenemos pecado, que no necesitamos del perdón. Farisaico es preferir las tinieblas, en la oscura nube de lo puramente humano -¡cuan pronto se torna incluso animal-! y de lo puramente natural, que en seguida se vuelve hasta contra naturaleza.

El cáliz de la cruz está junto a nuestros labios, igual que el beso del esposo en los de la esposa. La cruz va unida al amor. Es fariseo el que no cree en el amor, el que no bebe el amor, el que no retorna amor por amor. Y no puede pasar al más allá con Cristo quien muere en su pecado. ¿Somos acaso nosotros los fariseos? (Emiliana Löhr).

Algunos fariseos eran los notables de entonces, hombres relevantes... observadores minuciosos de la Ley... conocedores, sabios expertos en cuestiones religiosas. Jesús no les reprocha sus cualidades. Pero no soporta su orgullo ni su desprecio de los pequeños. Nuevas formas de hipocresía las tenemos cuando queremos exigir lo que nosotros no nos exigimos. Aparecer como superiores, disimulando nuestras carencias interiores. Recuerdo que hablaba con un amigo, profesor, del encanto que supone decir cuando nos preguntan algo que no sabemos: "no lo sé, lo estudiaré…", la vulnerabilidad hace a la persona más atrayente, y no tiene que pasarlo mal disimulando al ir con la verdad por delante. Me respondió el profesor: "esto me atrevo a hacerlo ahora, cuando ya tengo un nombre, prestigio…" Y es que estamos en un mundo de apariencias… Desconfía de ti mismo si te crees perfecto, si, para ti ¡la verdad eres tú!

-"Nada hay encubierto que no deba descubrirse, ni nada escondido que no deba saberse, porque lo que dijisteis de noche se escuchará en pleno día, y lo que dijisteis al oído en un rincón de la casa, se pregonará desde las azoteas".  Nos invitas, Jesús, a hablar francamente, sin tener en cuenta las opiniones demasiado humanas; como tú lo hiciste y nos aconsejaste: "no temáis a los que matan el cuerpo".

-"¿No se venden cinco gorriones por cuatro cuartos? Y, sin embargo, ni de uno solo de ellos se olvida Dios. No tengáis miedo: valéis mas que todos los gorriones juntos". Dios se ocupa de las más pequeñas de sus criaturas, contempla los pajarillos, se interesa por todo lo que no tiene la menor apariencia de grandeza. Todo lo lleva en su corazón. ¡Mayormente a los hombres! Señor, yo creo que estoy "ante tu mirada" (Noel Quesson).

Con este convencimiento, ¿cómo puedo tener miedo? Le decía S. Tomás Moro a su hija: "Finalmente, mi querida Margarita, de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonará sin culpa mía. Por esto, me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza. Si a causa de mis pecados permite mi perdición, por lo menos su justicia será alabada a causa de mi persona. Espero, sin embargo, y lo espero con toda certeza, que su bondad clementísima guardará fielmente mi alma y hará que sea su misericordia, más que su justicia, lo que se ponga en mí de relieve... nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor". Esto es fe en la providencia, vivir el Evangelio, estar en la verdad…

 

Llucià Pou Sabaté 

Jueves de la semana 28 de tiempo ordinario (impar). Dios nos ha elegido en Cristo para ser hijos suyos, por el amor. Si queremos a los demás, estamos queriendo a Jesús.

Jueves de la semana 28 de tiempo ordinario (impar). Dios nos ha elegido en Cristo para ser hijos suyos, por el amor. Si queremos a los demás, estamos queriendo a Jesús.

A. Lecturas

1. Romanos (3,21-30a):

Ahora, la justicia de Dios, atestiguada por la Ley y los profetas, se ha manifestado independientemente de la Ley. Por la fe en Jesucristo viene la justicia de Dios a todos los que creen, sin distinción alguna. Pues todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención de Cristo Jesús, a quien Dios constituyó sacrificio de propiciación mediante la fe en su sangre. Así quería Dios demostrar que no fue injusto dejando impunes con su tolerancia los pecados del pasado; se proponía mostrar en nuestros días su justicia salvadora, demostrándose a sí mismo justo y justificando al que apela a la fe en Jesús. Y ahora, ¿dónde queda el orgullo? Queda eliminado. ¿En nombre de qué? ¿De las obras? No, en nombre de la fe. Sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley. ¿Acaso es Dios sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Evidente que también de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios.

2. Salmo 129,1-2.3-4.5

R/. Del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. 
R/.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. 
R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor. 
R/.

 

3. Lucas 11,47-54: «¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así, pues, sois testigos de las obras de vuestros padres y consentís en ellas, porque ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y matarán y perseguirán a una parte de ellos, para que se pida cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas, derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, asesinado entre el altar y el Templo. Sí, os lo aseguro: se le pedirá cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, porque os habéis apoderado de la llave de la sabiduría!: vosotros no habéis entrado y a los que estaban por entrar se lo habéis impedido» Cuando salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a atacarle con vehemencia y a acosarle a preguntas sobre muchas cosas, acechándole para cazarle en alguna palabra.»

B. Comentario:

1. Esboza Pablo la revelación de la salvación en Jesucristo: -"Todos los hombres están dominados por el pecado (la ley de Moisés servía solamente para dar conocimiento del pecado). Pero hoy -independientemente de la Ley- Dios manifestó su «justicia» que nos salva". La visión que tiene Pablo de la humanidad podría parecer muy trágica: un mundo entero encerrado en el mal. Pero lo hace para que resalte más la salvación universal ofrecida también a todos los hombres. Contrapone la justicia divina a la cólera: Dios salva a quien lo acepta, no castiga.

-"Esta "justicia de Dios", dada por la fe en Jesucristo, es para todos los que creen". La justicia de Dios culmina en Jesús, en la Cruz. La creencia judía de «merecer» la salvación, por la observancia de los preceptos de la Ley, se declara inútil: la salvación, la santidad, no son objeto de una conquista... se trata principalmente de un «don gratuito» que hay que acoger.

-"En efecto, no hay diferencia alguna: todos los hombres pecaron y están privados de la gloria de Dios que los justifica por el don de su gracia". La gracia de Dios es ofrecida a todos. Pero es necesaria una cooperación del hombre y ésta es la Fe. El hombre no se salva por sus propias fuerzas. Pero tampoco Dios lo salva a pesar suyo (recordemos el problema de la interpretación protestante, de no creer en las obras y quedarse sólo con la fe).

-"En virtud de la redención realizada en Jesucristo. Porque Dios exhibió a Cristo en la cruz a fin que, por la ofrenda de su sangre, fuese perdón para todos los que creen en El". Así, pues, ¡es Jesús quien nos salva y no nosotros! Nuestra parte consiste en agarrarnos a Él, en estar en comunicación con Él, vivir de Él, «creer en Él». La cruz es revelación de la gravedad del pecado, y de la inmensidad del amor de Dios.

-«La ofrenda de su sangre». Evocación del sacrificio de holocausto por los pecados, que se hacía en el templo de Jerusalén, y que eran señal de la ofrenda que sí salva: el Calvario y de la misa. En el día de la expiación el pecador era "rescatado" porque la sangre (símbolo de la vida) de la víctima era puesta directamente en contacto con Dios sobre el propiciatorio. Cristo es "propiciación" y su sangre (la vida) humana está en contacto permanente con Dios, ¡comprendida la muerte! Aquí sangre es signo de vida renovada por Dios, restaurada y perdonada. Un cambio de vida tiene el pecador al contacto con Dios. Esta palabra «la sangre de Jesús» en todo su realismo debe ayudarnos a orar. Nos recuerda el lado oneroso, el precio que pagó Jesús por nosotros. Nos invita a comulgar en su ofrenda.

-"En orden a mostrar su justicia, para ser él justo y justificador del que pertenece a Jesús por la fe". Siempre la misma noción activa de la Justicia de Dios. ¿Te pertenezco a Ti, Señor Jesús? ¿Qué debo hacer para que mi pertenencia sea más sólida, más ligada a Ti, para comulgar contigo?

-"¿Dónde está entonces el derecho a gloriarse? ¡Queda eliminado...! Dios no es solamente Dios de los judíos, sino también de los paganos." La concepción judía del mérito -el hombre que «se gana» la salvación mediante sus buenas obras-, está definitivamente destruida. Oremos unos por otros sin ser pretensiosos: Señor, te ofrezco mi vida y mis pobres esfuerzos para cooperar a esta salvación (Noel Quesson).

2. La justificación se ha producido ya en Jesucristo, mientras que la salvación (y el juicio de Dios) está reservado para el final de los tiempos (Rom 5,9). Para beneficiarse de la justificación, no sirve ninguna obra de la ley; sólo la fe permite llegar hasta ella. Por el contrario, para beneficiarse de la salvación final son necesarias las obras. La vida cristiana es, en efecto, una actividad rica en obras gracias a la compenetración de la acción divina y de la acción humana, compenetración que garantiza la gratuidad de la salvación, pero de una forma distinta de la gratuidad absoluta de la justificación (Maertens-Frisque). Es la actitud que nos sugiere el salmo: "si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón... Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra".

3. Los escribas creen honrar a los profetas asesinados haciéndoles espléndidos sepulcros. Prefieren llevar a Jesús a la muerte por mantener su inteligencia de la ley. Poseedores de la llave de la ciencia cierran el camino de la salvación a los que ponen en ellos su confianza y los siguen como guías. Pecado personal y pecado en el desempeño de su misión. Por eso hoy dice Jesús:

-"¡Ay de vosotros que edificáis mausoleos a los profetas después que vuestros padres los mataron! Por tanto sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis..." Libéranos, Señor, de repetir los crímenes que hicieron entonces…

-"Por eso dijo la Sabiduría de Dios: "Les enviaré Profetas y Apóstoles; a unos los matarán, a otros los perseguirán"". Líbranos, Señor, de los sectarismos que te llevaron a ti a la cruz. ¿A quién quisiera yo anular, ningunear, suprimir? ¿Qué voz desearía que se callase?

-"También se pedirán cuentas a esta generación, de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel..." Llevaron a la muerte al Justo por excelencia, que eras tú, Señor. Pero cada generación te ha condenado, Jesús, cuando se hace daño o condena al inocente. ¡A cada generación se le pedirá cuenta de la sangre de Jesucristo derramada! "Desde Abel", hijo del primer hombre, hasta hoy corre la sangre de los profetas sobre la tierra (Noel Quesson).

-"Cuando Jesús salió de allí -según san Lucas, todo eso se dijo en casa de un doctor de la Ley- los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo implacablemente sobre muchas cuestiones, estando al acecho para atraparlo con sus propias palabras". Ayúdame, Jesús, a ser valiente como tú, y desenmascarar las actitudes de las clases dirigentes de mi época. Porque si ellos se portan bien, hay menos injusticias. La corrupción desaparece con esa honradez del que manda.

Pero más importante aún es el día a día: «Son innumerables las ocasiones que tienen los seglares para ejercitar el apostolado de la evangelización y de la santificación. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural tiene eficacia para atraer a los hombres hacia la fe y hacia Dios» (Vaticano II. A. A. 6).

«Si los cristianos viviéramos de veras conforme a nuestra fe, se produciría la más grande revolución de todos los tiempos... ¡La eficacia de la corredención depende también de cada uno de nosotros! -Medítalo» (J. Escrivá, Surco 945).

Me decía un joven que no creía… y que renegaba de Dios con frecuencia. Le ayudé a ver que si se enfadaba con Dios, es porque creía en él, aunque no entendía algo que le pasaba… que se puede enfadar con su padre, pero no con alguien inexistente. Que muchas dificultades no generan una duda, sino que habrá que resolverlas… que la vida sin Dios es un absurdo, y queriendo arreglar el problema de que no se entienden muchas cosas, se problematiza todo aumentando los problemas… de ahí que entre el absurdo y el misterio, estamos llamados a escoger el misterio, con sus dificultades pero también sus alegrías… con su responsabilidad: «Si; os lo aseguro: se le pedirá cuentas a esta generación». Jesús, me vas a pedir cuentas de cómo aprovecho el don inmenso de la fe.

Si yo, que por ser cristiano tengo «la llave de la sabiduría», no doy buen ejemplo, estoy cerrando la puerta a otros que podían haberte conocido y amado... Si los cristianos vivieran de veras conforme a nuestra fe, se produciría la más grande revolución de todos los tiempos...  Ayúdame, Jesús, a ser coherente con mi fe cristiana. De este modo estaré contribuyendo a la nueva recristianización del mundo, que éste tanto necesita (Pablo Cardona).

Llucià Pou Sabaté