domingo, 31 de agosto de 2025

Lunes de la 22ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Jesús proclama la liberación de toda enfermedad y de todo mal, ha venido para traernos la misericordia divina

Lunes de la 22ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Jesús proclama la liberación de toda enfermedad y de todo mal, ha venido para traernos la misericordia divina


A. Lecturas

1. I Tesalonicenses (4,13-18): No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.


2. Salmo 95,1.3.4-5.11-12a.12b-13


R/. El Señor llega a regir la tierra


Cantad al Señor un cántico nuevo,

cantad al Señor, toda la tierra.

Contad a los pueblos su gloria,

sus maravillas a todas las naciones. R/.


Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,

más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia,

mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.


Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar

y cuanto lo llena; vitoreen los campos

y cuanto hay en ellos. R/.


Aclamen los árboles del bosque,

delante del Señor, que ya llega, ya llega

a regir la tierra: regirá el orbe con justicia

y los pueblos con fidelidad. R/.


3. Lucas 4,16-30: "En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: -«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: -«¿No es éste el hijo de José?» Y Jesús les dijo: -«Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo Y'; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.» Y añadió: -«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel habla muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos habla en Israel en tiempos de] profeta Elíseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.» Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba".


B. Comentarios:



1. Pablo no quiere que los cristianos miren la muerte de sus seres queridos "sin esperanza", como los que no creen. Para nosotros, tanto la vida como la muerte son participación en el destino de Jesús: "si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él". Y esto no es una reflexión que hace él, sino que es Palabra del Señor. Aunque no sabemos bien a qué se refiere Pablo con el misterioso orden en que resucitaremos (primero los que hayan fallecido ya cuando llegue el final, y luego los que en aquel momento estén todavía vivos), lo que sí aparece claro es que el anuncio de la vuelta de Cristo como Juez, sea cuando sea, no quiere producir una sensación de terror, sino de esperanza: "el Señor llega a regir la tierra, cantad al Señor", "y así estaremos siempre con el Señor".

–"Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos". En el mundo entero el «sueño» es la imagen de la muerte. Esta imagen es dulce y tranquilizadora, porque cuando alguien «duerme» damos por descontado que se «despertará». Y es bueno aplicar esa imagen a nuestros difuntos (J. Aldazábal).

Los difuntos serán "los que duermen". Y señala S. Agustín: "¿Por qué se dice que duermen sino porque en su día serán resucitados?". La certeza de la resurrección es verdad central de nuestra fe.

-"Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera creemos que Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús". Nuestra seguridad proviene de que si vivimos en unión con Jesús y en comunión con su Cuerpo, el «destino» de Jesús será también el nuestro. Y no es una opinión, pues "como Palabra del Señor os decimos esto": «El Hijo del hombre vendrá con sus ángeles en la Gloria del Padre, y dará a cada cual según su conducta» (Mt 16,27).

2. "El Señor llega a regir toda la tierra: Decid a los pueblos: "El Señor es rey"". Es un canto nuevo que llena la tierra, de alegría por los dones divinos, por su gloria, de la que nos hace participar. De su reino, en el que nos hace sentar a su mesa.

3. Después de Marcos y de Mateo, hoy comenzamos el evangelio según san Lucas, hasta finales de noviembre que termine el tiempo ordinario. Como los episodios de la infancia han sido leídos alrededor de Navidad, comenzamos por la primera predicación en la sinagoga de Nazaret. Vemos la costumbre de ir a la sinagoga todos los sábados, y la invitación para que lea (de pie) al profeta; las lecturas de la Ley las hacían los rabinos; las de los profetas las podían hacer los laicos, como Jesús, que hubieran cumplido los treinta años. Este pasaje de Isaías lo escogiste, Señor, para mostrar tu programa mesiánico: "el Espíritu del Señor está sobre mí... me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, para dar la libertad a los oprimidos... para anunciar el año de gracia del Señor";

Hiciste un comentario, una homilía: "hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír"; pero muchos no creen ti, Señor, por conocerte: "¿no es éste el hijo de José?"; Con dolor, Señor, citas dos refranes o dichos de la época: "médico, cúrate a ti mismo", y "ningún profeta es bien mirado en su tierra";

La ira se apodera de las gentes, que ante estas palabras, quieren despeñarte por el barranco; pero tú escapas, como sigue diciendo: Jesús "se abrió paso entre ellos y se alejaba".

Jesús, apareces desde la primera página como el Enviado de Dios, su Ungido, el lleno del Espíritu. Y apareces también como el que anuncia la salvación a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos.

Lucas va a ser para nosotros un buen maestro para que sepamos presentar a Jesús, también a nuestro mundo de hoy, como el salvador de los pobres. "Me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres". En la Plegaria Eucarística IV damos gracias a Dios Padre porque nos ha enviado a su Hijo Jesús, el cual "anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo (la alegría)". Es un buen retrato de Jesús, que se irá desarrollando durante las próximas semanas: el que atiende a los pobres, el que quiere la alegría para todos, el que ofrece la liberación integral a los que padecen alguna clase de esclavitud. ¿Es éste también el programa de su comunidad, o sea, de nosotros?, ¿se puede decir que estamos anunciando la buena noticia a los pobres?, ¿y somos nosotros mismos esos pobres que se dejan alegrar por el anuncio de Jesús?

Muchos necesitan tus palabras de verdad, Señor, como sus paisanos al principio: "toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él". Y cuando nos dices "hoy se cumple esta Escritura". Debemos ir cada día a lo que Dios nos ha dicho, para mi "hoy", en su Historia de Salvación (J. Aldazábal).

-Lucas... ¿Quién era? Con ese tercer evangelista pasamos a otro mundo, que no es ya el de los judíos. Lucas nació en Antioquía de Siria. Pertenecía a la sociedad pagana cultivada, y ejercía la medicina como profesión. Siendo adulto, convertido quizá por san Pablo, pasó muy pronto a ser compañero de apostolado de san Pablo. Lucas construye su evangelio, evidentemente, con elementos comunes a Marcos y a Mateo. Pero él mismo indica cómo llevó su propia encuesta personal con los testigos oculares que vivían aún (Lc 1,2). Hay pues pasajes de los que él es el único relator. El griego empleado es el más literario y el más artísticamente redactado de todo el Nuevo Testamento. Lucas, como todo autor, tiene características y acentos propios: es el evangelio de la alegría, de la misericordia, de la vida interior y de la oración... es un evangelio eminentemente social, que quiere promover una sociedad más justa y más dichosa... todos los oprimidos de la sociedad antigua son valorizados: el niño, la mujer, los pobres... Dirigiéndose a ambientes cultivados del mundo pagano, evita las alusiones a las costumbres judías que habrían chocado o habrían exigido demasiadas explicaciones a la gente que no las conocía (J. Aldazábal).

Así contaba Juan Pablo II en Dives in misericordia 3: "Ante sus conciudadanos, en Nazaret, Cristo hace alusión a las palabras del profeta Isaías: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor' (Lc 4,18).

Cuando los discípulos del Bautista le preguntan la autoridad de sus signos, responde: "Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan los pobres son evangelizados", para concluir diciendo: "y bienaventurado quien no se escandaliza de mí" (Lc 7,22ss.).

El amor de Dios se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; en contacto con toda la 'condición humana' histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral.

Jesús, gracias por revelarnos el amor de Dios, en ti encarnado, "rico de misericordia", gracias por hacer de tu misericordia uno de los temas principales de tu predicación.

Nos pides también que el amor y la misericordia sean nuestra regla de vida. Esta exigencia forma parte del núcleo mismo del mensaje mesiánico y constituye la esencia del ethos evangélico. Tú, divino Maestro, lo expresas con el mandamiento "más grande" y tu bendición: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5,7).

Señor, Tú proclamas con las obras, más que con las palabras, la misericordia, que es una de las componentes esenciales del ethos evangélico. Y nos dices que "los misericordiosos... alcanzarán misericordia".

La unción del Señor expresada en este pasaje, así la explica S. Cirilo de Jerusalén: "Cristo, en efecto, no fue ungido por los hombres ni su unción se hizo con óleo, o ungüento material, sino que fue el Padre quien le ungió al constituirlo Salvador del mundo, y su unción fue en el Espíritu Santo".

No basta estar convencidos de que en Jesús se han cumplido las Escrituras, y que, por tanto, Dios ha cumplido sus promesas. No basta quedarnos admirados ante las palabras y obras de Jesús. No basta buscar a Jesús para que haga en nosotros lo que oímos que hizo en otros tiempos y lugares. Mientras no busquemos a Jesús para comprometernos con Él en la construcción del Reino, no podemos, en verdad, llamarnos hombres de fe y ser hijos de Dios (www.homiliacatolica.com).

Llucià Pou Sabaté

Domingo de la semana 22 de tiempo ordinario; ciclo C: la humildad nos asemeja a Jesús, a los pequeños, a los sencillos que sin darse importancia pueden entrar con libertad en el banquete del Reino de Dios

Domingo de la semana 22 de tiempo ordinario; ciclo C: la humildad nos asemeja a Jesús, a los pequeños, a los sencillos que sin darse importancia pueden entrar con libertad en el banquete del Reino de Dios

A. Lectura

1. Eclesiástico (3,17-18.20.28-29):

Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres,

y te querrán más que al hombre generoso.

Cuanto más grande seas, más debes humillarte,

y así alcanzarás el favor del Señor.

«Muchos son los altivos e ilustres,

pero él revela sus secretos a los mansos».

Porque grande es el poder del Señor

y es glorificado por los humildes.

La desgracia del orgulloso no tiene remedio,

pues la planta del mal ha echado en él sus raíces.

Un corazón prudente medita los proverbios,

un oído atento es el deseo del sabio.

2. Salmo 67,4-5ac.6-7ab.10-11

R/. Tu bondad, oh, Dios, preparó una casa para los pobres.

V/. Los justos se alegran,

gozan en la presencia de Dios,

rebosando de alegría.

Cantad a Dios, tocad a su nombre;

su nombre es el Señor. R/.


V/. Padre de huérfanos, protector de viudas,

Dios vive en su santa morada.

Dios prepara casa a los desvalidos,

libera a los cautivos y los enriquece. R/.

V/. Derramaste en tu heredad,

oh, Dios, una lluvia copiosa,

aliviaste la tierra extenuada;

y tu rebaño habitó en la tierra

que tu bondad, oh, Dios,

preparó para los pobre. R/.

3. Hebreos (12,18-19.22-24a):

Hermanos:

No os habéis acercado a un fuego tangible y encendido, a densos nubarrones, a la tormenta, al sonido de la trompeta; ni al estruendo de las palabras, oído el cual, ellos rogaron que no continuase hablando.

Vosotros, os habéis acercado al monte Sion, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a las miríadas de ángeles, a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos; a las almas de los justos que han llegado a la perfección, y al Mediador de la nueva alianza, Jesús.

4. La idea que tenemos de los fariseos no es correcta. Cristo les reprocha muchas cosas, pero otros como Nicodemo y Pablo antes de la conversión no eran tan fanáticos, como Gamaliel, quien defendió a los apóstoles ante el Sanedrín. Hoy, uno de los fariseos invita a Jesús a comer en su casa. Jesús, te sirves de un ejemplo de la vida real para repetir una vez más la importancia de la humildad. Nos hablas de ser invitados, como a ti te convidaban según costumbre judía, los sábados, para dar doctrina. Somos invitados a la unión contigo, Señor, y ahí está nuestra grandeza: "Al aceptar el hecho de ser invitado, el hombre vuelve a encontrar la verdad plena sobre sí. Y descubre asimismo su puesto justo entre los demás hombres. En esto consiste el significado fundamental de la humildad de que habla Cristo en el Evangelio de hoy, cuando recomienda a los invitados a la boda que no ocupen el primer puesto, sino el último, en espera del puesto definitivo que les señalará el amo.

B. Comentario:

1. «Los humildes glorifican al Dios vivo». Esto lo sabe ya el antiguo sabio de la primera lectura. Dios es honrado solamente por aquellos que no se dan importancia; porque tampoco Dios se da importancia: simplemente es el que es, el Señor, el Poderoso. Es Él quien distribuye todas las cosas buenas, todos los dones, y el hombre no debe comportarse ante El como el «magnánimo» que reparte sus dones. El hombre humilde puede haber recibido muchos bienes, puede incluso ser considerado como una persona importante por los demás hombres; pero él sabe que todo lo que tiene se lo debe al único que de verdad es «Magnánimo». Es todo oídos para la sabiduría de Dios, pues goza con ella y se olvida de sí mismo.

2. "Los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría", dirá el salmo, que anima: "Cantad a Dios, tocad en su honor, alegraos en su presencia". Es un Dios salvador, lleno de dones: "Padre de huérfanos, protector de viudas Dios vive en su santa morada. Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece. Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada; y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres".

3. "Os habéis acercado a la «ciudad del Dios vivo»", donde habitan innumerables ángeles, primogénitos, justos, por encima de los cuales se eleva Dios, el «juez de todos», y «Jesús, el mediador de la Nueva Alianza». Se alegra de pertenecer a esta ciudad y comprende que es una gracia de Dios poder estar en tan grata compañía, poder vivir en una sociedad congregada en torno a Dios. No se pregunta si es digno o indigno de pertenecer a ella, al igual que un niño tampoco se pregunta si es digno o no de participar en un banquete de adultos; simplemente goza con las cosas buenas que se le ofrecen y con la compañía de que disfruta. Es en esto un modelo para nosotros, hijos de Dios, a los que les ha tocado en suerte algo tan hermoso. Naturalmente, sin haberlo «merecido»: pues ¿en virtud de qué hubiéramos podido «merecerlo»? Pero nos encontramos muy bien en semejante compañía y no tenemos necesidad de sentirnos «forasteros» en ella.

4. La idea que tenemos de los fariseos no es correcta. Cristo les reprocha muchas cosas, pero otros como Nicodemo y Pablo antes de la conversión no eran tan fanáticos, como Gamaliel, quien defendió a los apóstoles ante el Sanedrín. Hoy, uno de los fariseos invita a Jesús a comer en su casa. Jesús, te sirves de un ejemplo de la vida real para repetir una vez más la importancia de la humildad. Nos hablas de ser invitados, como a ti te convidaban según costumbre judía, los sábados, para dar doctrina. Somos invitados a la unión contigo, Señor, y ahí está nuestra grandeza: "Al aceptar el hecho de ser invitado, el hombre vuelve a encontrar la verdad plena sobre sí. Y descubre asimismo su puesto justo entre los demás hombres. En esto consiste el significado fundamental de la humildad de que habla Cristo en el Evangelio de hoy, cuando recomienda a los invitados a la boda que no ocupen el primer puesto, sino el último, en espera del puesto definitivo que les señalará el amo.

"En esta parábola está oculto un principio fundamental, o sea, que para descubrir que ser hombre significa ser invitado, es necesario dejarse guiar por la humildad. El juicio desatinado sobre sí mismo ofusca en el hombre lo que está inscrito profundamente en su humildad, es decir el misterio de la invitación que viene de Dios" (Juan Pablo II, 31.8.1980).

Jesús, nos das algunas enseñanzas: para los convidados, para el anfitrión de la comida, para nosotros… -"No ocupes los primeros puestos".-Porque todo el que se enaltece será humillado y el que su humilla será enaltecido. No es simplemente una táctica piadosa. Hacerse el humilde no es ser humillado. Es un principio de vida y de convivencia. Enaltecerse es pretender hacerse como el Altísimo, o sea, endiosarse, creerse autosuficiente, mirar por encima del hombro a los demás, pasar de los otros. Es lo que ocurre en el sistema social que hemos generado y mantenemos incluso con las leyes: una sociedad de clases, de niveles de desigualdad, de privilegiados y de afortunados, de ricos y pobres. Y es lo que ocurre también en el orden internacional que favorecemos y protegemos: pueblos desarrollados y ricos, pueblos en la miseria y diezmados por el hambre. En un orden así hay pueblos que se endiosan y confabulan, y hay gentes que se endiosan y menosprecian a los demás, sólo porque tienen más dinero o más poder y se creen que no necesitan a nadie.

-"No invites a tus amigos".-Esa es nuestra costumbre y nuestra ética. Compartimos nuestros éxitos y beneficios con los familiares, con los amigos, con los de la misma clase o posición social, pero excluimos y a veces incluso nos avergonzamos de los parientes y amigos pobres. Pero Jesús va más lejos. No se trata sólo de nuestros banquetes y nuestras fiestas, se trata del banquete de la vida, del banquete del desarrollo, del banquete del bienestar. Sólo hay sitio para los privilegiados, sólo hay migajas, cuando las hay, para los pobres, pensionistas, parados, o sea, las clases pasivas, las discriminadas. Hemos inventado un sistema en el que aquel que más tiene más recibe, y apenas queda nada para los que nada tienen. Se suben hasta un cien por cien los sueldos altísimos, pero se escatima una subida miserable para los que tienen sueldos miserables. La proporcionalidad del sistema hace de nuestra justicia la mayor de las injusticias.

-"En tus asuntos procede con humildad".-La palabra de Dios nos enfrenta hoy con estas lacras, con estas injusticias, que ni vemos ni queremos ver porque estamos imbuidos de ellas y han llegado a parecernos "lo normal". Vemos y vivimos en medio de la desigualdad más inhumana y ni siquiera nos sonrojamos. Defendemos nuestro nivel y tren de vida frente a los que mendigan y se hacinan en viviendas bochornosas. Y estamos tan ufanos en el convencimiento -presunción, arrogancia, soberbia- de que nos merecemos lo que tenemos y disfrutamos, de que nos lo hemos ganado a pulso, de que somos más que los demás, cuando sólo tenemos más dinero o más poder, pero menos vergüenza. Los que tienen poder, por eso de que representan al pueblo viven mejor que el pueblo y a su costa, cuando debería ser al revés. Y los que tienen dinero siempre piensan que el dinero lo producen ellos, sin tener en cuenta a los verdaderos productores, a los que trabajan a sueldo. No hay humildad para ver la verdad: que todos somos necesarios, que todos dependemos de todos, que nadie puede ser rico ni poderoso sin la colaboración de los demás. ¿De dónde, pues, esas desigualdades inhumanas?

-"Dios revela su secreto a los humildes".-El engreimiento y la soberbia endurecen el corazón de los ricos y poderosos. Los que se encaraman al poder empiezan a ver las cosas de otra manera (desde el poder, desde su posición, desde el egoísmo) y pierden la capacidad crítica y la sensibilidad social. Y los que abundan en riquezas, lo mismo, ni ven a Dios, que es la verdad. El evangelio es muy duro frente a los ricos y poderosos, porque quiere ser un revulsivo que los saque de su obcecación y los libere de su injusto proceder, para que puedan ver la luz y proceder con humildad, o sea, con justicia. Pero es estimulante para el pobre, porque sólo los pobres pueden ver la verdad de Dios. Por eso Dios, que no puede ser parcial, está en favor de los pobres. Por eso Jesús hizo causa común con los pobres y plantó cara a los ricos y poderosos de su tiempo, que acabaron por darle muerte. Pero la causa de Jesús está en pie. Y nosotros, si somos cristianos, estamos enrolados en la causa de Jesús.

Sólo el que baja del pedestal -del poder y de la riqueza- y va al encuentro del hermano, del igual que él, aunque tenga distinta función, puede descubrir el rostro de Dios. Porque Dios se ha hecho hombre, pobre, perseguido, marginado, despreciado, lo último de la insensata escala social que hemos erigido soberbiamente como una torre de Babel contra Dios, es decir, contra los hombres, contra la humanidad ("Eucaristía 1989").

Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos, porque corresponderán invitándote y quedarás pagado... Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos». Se nos invita a actuar desde una actitud de gratuidad y de comunión con el pobre, opuesta totalmente a la lógica de quien busca acumular, aprovecharse y excluir a los demás de la propia riqueza. Se nos llama a compartir nuestros bienes gratis, sin seguir la lógica de quien busca siempre cobrar las deudas, aun a costa de humillar a ese pobre «que siempre está en deuda frente al sistema que lo exprime» (H. Echegaray).

Jesús, me pides que cuando me esfuerce por hacer algo o por dar algo, no lo haga buscando el beneficio personal, la recompensa en la tierra, sino que lo haga por amor a Ti y a los demás. Ya se nos da Dios mismo cuando nos damos, es la mejor recompensa, y también así nos hacemos mejores: «deberías estar agradecido, contento y feliz por el honor que se te ha concedido, al no ser tú quien ha de importunar a la puerta de los demás, sino los demás quienes acudan a la tuya. Y en cambio te retraes y te haces casi el inaccesible, rehúyes el encuentro con los demás, para no verte obligado o soltar una pequeña dádiva. Sólo sabes decir: 'No tengo nada que dar, soy pobre'. En verdad eres pobre y privado de todo bien; pobre en amor, pobre en humanidad, pobre en confianza en Dios, pobre en esperanza eterna» (San Basilio Magno).

Por la humildad, entramos en un camino hacia la comunión con «el último», y así a la unidad con el Ultimo que es verdaderamente el Primero y el Salvador. El, que en la eucaristía nos invita a su mesa, nos quiere inducir a vivir cada vez más eucarísticamente, a encontrarle a partir de ahí en las calles del vivir diario y así a estar en camino hacia su eterno banquete, donde los últimos serán para él siempre los primeros (Joseph Ratzinger).

José María Pemán describía de esta manera su programa de vida: "Ni voy de la gloria en pos, / ni torpe ambición me afana, / y al nacer cada mañana / tan sólo le pido a Dios / casa limpia en que albergar, / pan tierno para comer, / un libro para leer / y un Cristo para rezar.

"He resuelto no correr / tras un bien que no me calma; / llevo un tesoro en el alma / que no lo quiero perder".

Jesucristo es nuestro modelo: «Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45). El servicio de Jesús llega a su plenitud con la muerte en cruz, o sea, con el don total de sí mismo, en la humildad y el amor: «se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz...» (Flp 2, 7-8). También para el cristiano, "servir es reinar".

Sábado de la semana 21 de tiempo ordinario (impar): al final de la vida, seremos juzgados en el amor, en cómo aprovechamos los dones que Dios nos da

Sábado de la semana 21 de tiempo ordinario (impar): al final de la vida, seremos juzgados en el amor, en cómo aprovechamos los dones que Dios nos da

A. Lecturas

1. I Tesalonicenses (4,9-11):

Acerca del amor fraterno no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros. Como ya lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia. Hermanos, os exhortamos a seguir progresando: esforzaos por mantener la calma, ocupándoos de vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado.

2. Salmo 97,1.7-8.9

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. 

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos,
aclamen los montes. 

Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. 

 

3. Mateo 25, 14-30: «Es también como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad y se marchó. El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco. Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno, fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. Llegado el que había recibido los cinco talentos, presento otros cinco diciendo: Señor cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado también el que había recibido los dos talentos, dijo: Señor dos talentos me entregaste, he aquí otros dos que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado por fin el que había recibido un talento, dijo: Señor sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. Le respondió su amo, diciendo: Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido; por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así al venir yo, hubiera recibido lo mío junto con los intereses. Por tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez. Porque a todo el que tenga se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto al siervo inútil arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

 

B. Comenario:

1. La «marcha hacia la santidad», a la cual la Fe nos invita es presentada por san Pablo en dos terrenos concretos: -ayer vimos el problema de la sexualidad... y de la vida conyugal; -hoy Pablo nos recuerda la moral social: -"En cuanto al amor fraterno, no necesitáis que os escriba, ya que habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente". Lo repetimos nuevamente. Cuando Pablo escribe esta carta, no ha sido redactado totalmente ningún «evangelio». Pero es ya vivido y propagado en su autenticidad. El amor de los demás considerados como hermanos... Hasta el amor de los mismos enemigos. Esto será el núcleo, el corazón de los evangelios. Ya estamos oyendo aquí la parábola del «buen Samaritano»... la invitación del «Juicio universal» a dar de comer, vestir, visitar... el ejemplo de Jesús «lavando los pies a sus apóstoles como un servidor»... Señor, ayúdame a interiorizar tu doctrina.

-"Hermanos, os exhortamos a que sigáis progresando". ¡Progresar, hacer nuevos progresos! Nada más contrario a Dios que el «conservadurismo», la actitud que dice siempre «basta». En cambio Dios, nuestro Dios nos repite ¡«de nuevo»! Caminad hacia adelante (Noel Quesson). -"Proponeos firmemente vivir con tranquilidad... -Ocupaos de vuestros asuntos..." Es la paz, esa ciencia divina…

2. "Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo".

El Señor nos dará su paz, pues "brama el mar y cuanto encierra, el orbe y los que le habitan; los ríos baten palmas, a una los montes gritan de alegría, ante el rostro de Yahveh, pues viene a juzgar a la tierra; él juzgará al orbe con justicia, y a los pueblos con equidad".

3. Señor, nos hablas hoy de velar, esperar tu venida. En estas parábolas del final, nos muestras que vendrás como un "Ladrón" inesperado, como un "prometido" que introduce en su intimidad..., como un "dueño" que pide cuentas...:

-"Un hombre, al irse de viaje, llamo a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes". Dios ha tenido confianza en nosotros al darnos "sus bienes". -"A uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno solo... El que recibió cinco, ganó otros cinco... El que recibió dos, ganó otros dos..." A cada uno se le pide "lo que puede y debe dar". Aquí lo fundamental es que hay una "nota" en el "concierto" que sólo yo puedo dar, y que Dios escucha. Hay "talentos" en el conjunto de la historia del cosmos que sólo yo puedo desarrollar y que Dios espera de mí. Soy irremplazable a los ojos de Dios. Todo ser humano es irremplazable a los ojos de Dios.

-"Al cabo de mucho tiempo volvió el dueño de aquellos empleados y se puso a saldar cuentas con ellos". A Dios le agrada la gente activa, con inventiva, creadora. Tomar iniciativas. Poner en marcha nuevas empresas. Desarrollar la propia inteligencia, mejorar la salud. Ayudar a la promoción colectiva de los hombres. Estimular el crecimiento. Engendrar "desarrollo"...

El que tiene varios, los fructifica, pero el que tiene uno se ha quedado con la pobre seguridad de enterrarlo. Y tú, Señor, le dices: -"¡Empleado negligente y cobarde! Quitadle su talento... echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el apretar de dientes".  El mismo final trágico que en la parábola de las "doncellas prudentes y necias". Ninguna parábola como la de los talentos, nos dice tan claramente, que cada ser humano construye su propio Juicio: el Juicio ya ha empezado... Es HOY (Noel Quesson).

«El tiempo es un don de Dios: es una interpelación del amor de Dios a nuestra libre y -si puede decirse- decisiva respuesta. Debemos ser avaros del tiempo, para emplearlo bien, con la intensidad en el obrar, amar y sufrir. Que no exista jamás para el cristiano el ocio, el aburrimiento. El descanso sí, cuando sea necesario, pero siempre con vistas a una vigilancia que sólo en el último día se abrirá a una luz sin ocaso» (Pablo VI).

«Me parece muy oportuno fijarnos en la conducta del que aceptó un talento: se comporta de un modo que en mi tierra se llama cuquería. Piensa, discurre con aquel cerebro de poca altura y decide: fue e hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

¿Qué ocupación escogerá después este hombre, si ha abandonado el instrumento de trabajo? Ha decidido irresponsablemente optar por la comodidad de devolver sólo lo que le entregaron. Se dedicará a matar los minutos, las horas, las jornadas, los meses, los años, ¡la vida!

¡Qué tristeza no sacar partido, auténtico rendimiento de todas las facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad!

Nos dices, Jesús, que antes de ese final conocerán un levantamiento contra el Rey (tu Pasión) y el castigo ejemplar de la ciudad (la caída de Sión). Mientras, es el "tiempo de la Iglesia", que sigue a la caída de Jerusalén y hay una extraordinaria desproporción entre la tarea a llevar a cabo en este mundo y la recompensa prometida. El amo distribuye sus riquezas (es decir, los intereses del Reino) teniendo en cuenta las posibilidades de cada uno... aunque un solo talento constituía entonces una considerable fortuna. Sería un error interpretar esos "talentos" solamente como dones naturales a explotar. Se trata, principalmente, de los intereses del Reino, riquezas del Señor de las que cada cristiano deviene intendente, ya que el progreso del Reino sólo es posible con la colaboración de cada uno de sus componentes. La parábola descubre a los discípulos la obligación de hacer fructificar los bienes del Reino durante el tiempo que se les concede para tal menester, el tiempo de la Iglesia.

El siervo que había recibido un solo talento, rechazando mezquinamente toda clase de riesgos, se decide por escoger una seguridad totalmente falsa, ya que una riqueza muerta, sin invertir, se devalúa; y quien no multiplica lo que tiene, lo dilapida. Quien "entierra" su talento por miedo a perderlo, se entierra a si mismo y opta por la muerte. Este severa advertencia de Jesús a las autoridades religiosas de su tiempo conserva para nosotros toda su fuerza: no podemos dejar de participar en el mundo, con sus riesgos; atrevernos a poner en juego la herencia recibida de Jesucristo, sin miedo, pues quien no administra la herencia la tendría perdida ya de antemano (Maertens-Frisque).

Llucià Pou Sabaté

jueves, 28 de agosto de 2025

Viernes de la 21ª semana de Tiempo Ordinario. Dios nos invita a su Reino en una correspondencia diaria, a estar en vela como las vírgenes prudentes que esperan al esposo

Viernes de la 21ª semana de Tiempo Ordinario.  Dios nos invita a su Reino en una correspondencia diaria, a estar en vela como las vírgenes prudentes que esperan al esposo

 

A. Lecturas

1. I Tesalonicenses (4,1-8):

Por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús. Esto quiere Dios de vosotros: una vida sagrada, que os apartéis del desenfreno, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como hacen los gentiles que no conocen a Dios. Y que en este asunto nadie ofenda a su hermano ni se aproveche con engaño, porque el Señor venga todo esto, como ya os dijimos y aseguramos. Dios no nos ha llamado a una vida impura, sino sagrada. Por consiguiente, el que desprecia este mandato no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os ha dado su Espíritu Santo.

2. Sal 96,1.2b.5-6.10.11-12

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Justicia y derecho sostienen su trono. 

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. 

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados. 

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre. 

 

3. Mateo 25,1-13: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora»".  

 

B. Comentario:

1. –"Hermanos, habéis aprendido de nosotros cómo conviene que viváis para agradar a Dios". Dice en griego: «como os conviene andar». La vida cristiana es camino, progreso: -"Haced pues nuevos progresos, os lo rogamos, os lo pedimos de parte del Señor Jesús". Es una invitación a caminar el Él, ir con alegría en seguimiento de Jesús.

-"Sabéis, en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús". La fe debe provocar una conversión, una conducta moral nueva "de parte del Señor Jesús", nuestras maneras humanas de portarnos han de cambiar para que lleguen a conformarse según esa fe.

-"Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación"... La santidad es para todos, tal es la «voluntad» de Dios. Y esto se concreta en una multiplicidad de actitudes: -"Que os apartéis del libertinaje, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como los paganos que no conocen a Dios". Exponían en público, en aquella sociedad pagana, lo que San Pablo llama «porneia». El amor verdadero es un camino de santidad, tiene por base el respeto del otro y el control de sí mismo… -"En este asunto, que nadie ofenda a su hermano ni abuse de él". El amor busca no hacer daño al cónyuge en su cuerpo y su alma, en su dignidad, pues si Dios nos ha llamado, no nos llamó a la impureza sino a la santidad. Así pues el que esto desprecia no desprecia a un hombre sino a Dios que nos hace don de su Espíritu Santo (Noel Quesson).

2. "El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables". Debemos defendernos de los criterios del mundo, si son contrarios a los de Dios, sin dejarnos contaminar por costumbres que no pueden admitirse en la vida de un cristiano. Por eso el salmo prosigue: «el Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados...», son los que caminan por la senda de la justicia, rectos de corazón, que se alegran ante las obras de Dios y dan gracias al santo nombre del Señor.

3. Sigue tu enseñanza, Jesús, sobre la vigilancia. Ayer ponías el ejemplo del ladrón que puede venir en cualquier momento, y el del amo de la casa, que deseará ver a los criados preparados cuando vuelva. Hoy son las diez jóvenes que acompañarán, como damas de honor, a la novia cuando llegue el novio.

-Hablando de la "venida" del Hijo del hombre, Jesús decía: "El Reino de los cielos es semejante a diez doncellas, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio"… Jesús es el prometido introduce a su prometida en su familia. Esto es para Jesús la vida cristiana: una marcha hacia el "encuentro" con alguien que nos ama...

Ya hiciste, Señor, el primer milagro en una de esas bodas largas y festivas… La novia, con sus parientes y amigas, espera la llegada del novio con su comitiva para ser trasladada a su propia casa. La parábola es sencilla, pero muy hermosa y significativa. La tardanza del novio hasta medianoche, o la negativa de las jóvenes sensatas a compartir su aceite con las demás, o la idea de que puedan estar abiertas las tiendas a esas horas, o la respuesta tajante del novio, que cierra bruscamente la puerta, contra todas las reglas de la hospitalidad oriental, son contrastes fuertes, inusuales, para realzar la fuerza de la parábola... Quieres transmitirnos esta idea: que todas tenían que haber estado preparadas y despiertas cuando llegó el novio. Su venida será imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Israel -al menos sus dirigentes- no supo estarlo y desperdició la gran ocasión de la venida del Novio, que eres tú, Jesús, el Enviado de Dios, el que inauguraba el Reino y su banquete festivo.

-"Como el novio tardaba en "venir", les entró sueño a todas y se durmieron". Los tratos entre las dos familias se prolongaban durante largo tiempo como prueba del interés que los padres tomaban por sus hijos. El esposo hacía casi siempre su aparición en el momento en que los invitados comenzaban a cansarse o a sentir el efecto de la bebida. En la parábola se hace alusión a esta costumbre para describir con mayor viveza la irrupción inesperada de un Reino en medio de gentes distraídas.

Es la misma idea de ayer. Jesús tarda. La visita es imprevista, la hora es imprecisa. No se sabe cuándo llegará. Sí, ¡cuán verdadero es todo esto! Tenemos la impresión de que Tú estás ausente, de que no vas venir. Y te olvidamos, nos dormimos en lugar de "velar".

-"A media noche se oyó gritar: "¡Que llega el novio; salid a recibirlo!"" Ayer, Jesús, eras el "ladrón nocturno", para acentuar el efecto de sorpresa, y por lo tanto, la necesidad de estar siempre a punto. Hoy el "esposo que viene de noche". Se puede velar porque se teme al ladrón; pero es mucho más importante todavía velar porque se desea al esposo que está por llegar. ¿Deseo yo, verdaderamente, la venida de Jesús? ¿Qué hago yo para mantenerme despierto, vigilante, atento a "sus" venidas?

-"Las muchachas prudentes prepararon sus lámparas." Todas se durmieron. Todas flaquearon en la espera. Así, Señor, en ese pequeño detalle nos muestras cuán bien nos conoces. No nos pides lo imposible: tan sólo ese pequeño signo de vigilancia, una lamparita que sigue "velando" mientras dormimos. Esta era ya la delicada intención de la esposa del Cantar de los Cantares (Ct 5,2): "Yo duermo, pero mi corazón vela." Sí, soy consciente de que no te amo bastante; pero Tú sabes que quisiera amarte más. Me sucede a menudo que me quedo como adormilado y no te espero; pero te ruego, Señor, que mires mi lamparita y su provisión de aceite.

-"Las que estaban preparadas entraron "con Él" al banquete de bodas". Imagen del cielo: un banquete de bodas, un encuentro, "estar con Él". Pero, depende de nosotros empezar el cielo desde aquí abajo, enseguida.

-"Las otras llegaron a su vez: ¡Señor, Señor, ábrenos! -No os conozco. Estad en vela pues no sabéis el día ni la hora". Esa terrible palabra hace resaltar, por contraste, toda la seriedad de nuestra aventura humana. Tu amor por nosotros no es cosa de broma: ¡Nos lo has dado todo! Cuando se ha sido amado con tal amor, cuando se ha rehusado este amor... éste se convierte en una especie de tormento: en una vida frustrada. En una vida que ha malogrado el encuentro (Noel Quesson).

"Pensemos valientemente en nuestra vida. ¿Por qué no encontramos a veces esos minutos, para terminar amorosamente el trabajo que nos atañe y que es el medio de nuestra santificación? ¿Por qué descuidamos las obligaciones familiares? ¿Por qué se mete la precipitación en el momento de rezar de asistir al Santo Sacrificio de la Misa? ¿Por qué nos faltan la serenidad y la calma, para cumplir los deberes del propio estado, y nos entretenemos sin ninguna prisa en ir detrás de los caprichos personales? Me podéis responder: son pequeñeces. Sí, verdaderamente: pero esas pequeñeces son el aceite, nuestro aceite, que mantiene viva la llama y encendida la luz» (J. Escrivá, Amigos de Dios 40-41).

«Velad, porque no sabéis el día ni la hora», nos dices, refiriéndote al Reino de los Cielos. Otras veces nos hablas del presente, donde se realiza ya: «El cristianismo no es camino cómodo: no basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años. En la vida nuestra, en la vida de los cristianos, la conversión primera —ese momento único, que cada uno recuerda, en el que se advierte claramente todo lo que el Señor nos pide— es importante; pero más importantes aún, y más difíciles, son las sucesivas conversiones. Y para facilitar la labor de la gracia divina con estas conversiones sucesivas, hace falta mantener el alma joven, invocar al Señor, saber oír, haber descubierto lo que va mal, pedir perdón» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 57).

«Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza, con la caridad, con las obras (...); prepara las lámparas, cuida de que no se apaguen, aliméntalas con el aceite interior de una recta conciencia; permanece unido al Esposo por el Amor, para que Él te introduzca en la sala del banquete, donde tu lámpara nunca se extinguirá» (S. Agustín, Sermones 93,17).

La fiesta de boda a la que estamos invitados sucede cada día, en los pequeños encuentros con el Señor, en las continuas ocasiones que nos proporciona de saberle descubrir en los sacramentos, en las personas, en los signos de los tiempos. Y como «no sabemos ni el día ni la hora» del encuentro final, esta vigilancia diaria, hecha de amor y seriedad, nos va preparando para que no falte aceite en nuestra lámpara. Al final, Jesús nos dirá qué clase de aceite debíamos tener: si hemos amado, si hemos dado de comer, si hemos visitado al enfermo. El aceite de la fe, del amor y de las buenas obras.

Cuando celebramos la Eucaristía de Jesús, «mientras esperamos su venida gloriosa», se nos provee de esa luz y de esa fuerza que necesitamos para el camino. Jesús nos dijo: «el que me come, tiene vida eterna, yo le resucitaré el último día» (J. Aldazábal; Biblia de Navarra).

 

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 27 de agosto de 2025

Jueves de la 21ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Dios nos llama a la salvación, que es al final de la vida, pero también en el día a día respondiendo a su Amor

Jueves de la 21ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Dios nos llama a la salvación, que es al final de la vida, pero también en el día a día respondiendo a su Amor

 

A. Lecturas

1. I Tesalonicenses (3,7-13):

En medio de todos nuestros aprietos y luchas, vosotros, con vuestra fe, nos animáis; ahora nos sentimos vivir, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor. ¿Cómo podremos agradecérselo bastante a Dios? ¡Tanta alegría como gozamos delante de Dios por causa vuestra, cuando pedimos día y noche veros cara a cara y remediar las deficiencias de vuestra fe! Que Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesús nos allanen el camino para ir a veros. Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.

2. Salmo 89,3-4.12-13.14.17

Tú reduces al hombre a polvo, diciendo:
«Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. 

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. 

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. 

 

3. Mateo 24,42-51: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes»".  

 

B. Comentario:

1. Sigue San Pablo: "-Hermanos, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones, las noticias recibidas de vuestra fe nos han reconfortado. Ahora sí que vivimos porque vosotros permanecéis firmes en el Señor". Es bonito: «revivimos» porque tenemos buenas noticias de la firmeza de vuestra fe. Alegría por la fidelidad de las almas que tiene encomendadas. Es la fuerza «en el Señor», que puede coexistir con un profundo sentimiento de debilidad personal (Rm 7,14-25).

Vemos que el Apóstol se entrega a ellos, dispuesto a dar por ellos su propia vida; y también recibe de ellos, no sólo enseña, sino aprende; nosotros hemos de aprender de Jesús que «se admiraba» de la fe que encontró en personas no judías, como la mujer cananea o el centurión romano; la Iglesia no sólo es maestra, sino también discípula: en el diálogo con el mundo de hoy, podemos aprender mucho de los jóvenes, o de los no creyentes, de los alejados, y, mucho más, de tantos cristianos sencillos que, tal vez con poca formación, siguen con generosidad el camino de Dios y hacen todo el bien que pueden a su alrededor; evangelizar, a veces, es también descubrir en el corazón de las personas la acción escondida del Espíritu que prepara en ellas el camino para un encuentro pleno con Cristo en la Iglesia.

-"¿Cómo podremos agradecer a Dios por vosotros por todo el gozo que por causa vuestra experimentamos ante nuestro Dios? Noche y día pedimos insistentemente..." El gozo de la fidelidad de los demás le lleva a dar gracias a Dios. ¿Y yo?, ¿me esfuerzo en transformar mis preocupaciones de esa manera positiva? San Pablo nos dirá ahora sobre qué puntos precisos se desarrolla su oración:

1º La fe: -"Que Dios nos haga ver vuestro rostro para completar lo que falta a vuestra fe. Que Dios mismo, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, orienten nuestros pasos hasta vosotros". El primer objetivo de su oración es la consolidación de la Fe de esa comunidad. Esa primera catequesis rápida puede que sea frágil y llena de lagunas (Pablo tuvo que salir por persecuciones). Vemos que la Fe tiene dos aspectos:

-es ante todo un acto global de adhesión a Cristo...

-es además una vida según Cristo que requiere un desarrollo, una catequesis.

¿Sé yo «completar lo que le falta a mi fe»? ¿Ruego para que progrese mi fe y la fe de todos los que amo?

2º La caridad. –"Que el señor os haga progresar en el amor de unos con otros y para con todos, como es nuestro amor para con vosotros". Amar: primero «entre hermanos», pero también y ampliamente a «todos los hombres». Esta es una de las más puras características del evangelio.

3º La esperanza. –"Para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos". La esperanza y la espera que dan un sentido a la vida (Noel Quesson / Martens-Frisque).

2. En la oración es donde se recompone siempre la dirección de nuestro trabajo. Como dice el salmo: «baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».

El salmo hace referencia a la fugacidad de la vida, centrándose en la creación del hombre, al que formó Dios del polvo de la tierra (Gn 3,19) y le ha dado una vida breve, y dice S. Pedro que Dios tiene paciencia con nosotros: "no tarda el Señor en cumplir con su promesa, como algunos  piensan; más bien tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan" (2 P 3,8-9). Decía el fundador del Opus Dei: "Os recuerdo de nuevo que nos queda poco tiempo: tempus breve est, porque es breve la vida sobre la tierra, y que, teniendo aquellos medios, no necesitamos más que buena voluntad para aprovechar las ocasiones que Dios nos ha concedido. Desde que Nuestro Señor vino a este mundo, se inició la era favorable, el día de la salvación, para nosotros y para todos. Que Nuestro Padre Dios no deba dirigirnos el reproche que ya manifestó por boca de Jeremías: en el cielo, la cigüeña conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla conocen los plazos de sus migraciones: pero mi pueblo ignora voluntariamente los juicios de Yavhé.

            No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión! Dios es también el que puede perdonar y hacer felices los días del hombre sobre la tierra.

3. Comenzamos hoy el discurso «escatológico» de Jesús, el quinto y último de los que Mateo nos ofrece en su evangelio. Se refiere a los acontecimientos finales y, en concreto, a la actitud de vigilancia que debemos tener respecto a la venida última de Jesús. Hoy nos lo dice con dos comparaciones muy expresivas: el ladrón puede venir en cualquier momento, sin avisar previamente; el amo puede regresar a la hora en que los criados menos se lo esperan.

Jesús, hoy nos dices: -"Velad"... y comenta Newman sobre esta "vigilancia": "Jesús preveía el estado del mundo tal como lo vemos hoy, en el que su ausencia prolongada nos ha inducido a creer que ya no volverá jamás... Ahora bien, muy misericordiosamente nos susurra al oído que no nos fiemos de lo que vemos, que no compartamos esa incredulidad general... sino que estemos alerta y vigilantes". "Debemos no sólo "creer", sino "vigilar"; no sólo "amar", sino "vigilar"; no sólo "obedecer", sino "vigilar"; vigilar, ¿por qué? Por ese gran acontecimiento: la venida de Cristo…

"¿Sabéis qué es estar esperando a un amigo, esperar su llegada y ver que tarda en venir? ¿Sabéis qué es estar con una compañía desagradable, y desear que pase el tiempo y llegue el momento en que podáis recobrar vuestra libertad? ¿Sabéis qué es tener lejos a un amigo, esperar noticias suyas, y preguntarse día tras día qué estará haciendo ahora, en ese momento, si se encontrara bien?... Velar a la espera de Cristo es un sentimiento parecido a estos, en la medida en que los sentimientos de este mundo son capaces de representar los de otro mundo..."

-"Velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela... También vosotros estad preparados: porque en el momento que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre". También el Padre Duval ha traducido maravillosamente esta espera en su canción. "El Señor volverá, lo prometió, que no te encuentre dormido aquella noche. "En mi ternura clamo hacia El: Dios mío, ¿será quizá esta noche? "El Señor volverá, espéralo en tu corazón, ¡no sueñes en disfrutar lejos de El tu pequeña felicidad!" ¡Jesús "viene"! Y nos advierte: ¡velad! porque vengo cuando no lo pensáis.

Podríais malograr esa "venida", esa cita imprevista, esta visita-sorpresa. Y para que nos pongamos en guardia contra nuestras seguridades engañosas, Jesús llega a compararse a un "ladrón nocturno". Podemos tomarlo como una inseguridad fundamental de la condición humana, o bien como Teresita de Jesús veía al "ladrón" amado como quien se espera con impaciencia confiada, en el deseo de encontrarlo. Por eso señalaba que ella le advertiría al "Ladrón": "ven, ¡por aquí!", deseosa del encuentro.

Así como el ladrón o el amo vienen de improviso, hemos de estar preparados a su llegada. Esto no es solo para el momento de la muerte… la venida del Señor a nuestras vidas sucede cada día, y es esta venida, descubierta con fe vigilante, la que nos hace estar preparados para la otra, la definitiva. Toda la vida está llena de momentos de gracia, únicos e irrepetibles. Los judíos no supieron reconocer la llegada del Enviado: ¿desperdiciamos nosotros otras ocasiones de encuentro con el Señor?

El estudiante estudia desde el principio de curso. El deportista se esfuerza desde que empieza la etapa o el campeonato. El campesino piensa en el resultado final ya desde la siembra. Aunque no sean inminentes ni el examen ni la meta definitiva ni la cosecha. No es de insensatos pensar en el futuro. Es de sabios. Día a día se trabaja el éxito final. Día a día se vive el futuro y, si se aprovecha el tiempo, se hace posible la alegría final. «Estad en vela»: buena consigna para la Iglesia, pueblo peregrino, pueblo en marcha, que camina hacia la Venida última de su Señor y Esposo. Buena consigna para unos cristianos despiertos, que saben de dónde vienen y a dónde van, que no se dejan arrastrar sin más por la corriente del tiempo o de los acontecimientos, que no se quedan amodorrados por el camino. Estar en vela no significa vivir con temor, ni menos con angustia, pero sí con seriedad. Porque todos queremos escuchar, al final, las palabras de Jesús: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor» (J. Aldazábal).

A medida que nos hacemos mayores, vemos que nos queda menos tiempo,  y que éste pasa más rápido: «¡Cómo pasan los años! Los meses se reducen a semanas, las semanas a días, los días a horas, y las horas a segundos...» (San Francisco de Sales).

Jesús "vendrá"... al final de los tiempos en el esplendor del último día. Jesús "vendrá"... a la hora de nuestra muerte en el cara a cara de aquel momento solemne "cuando se rasgará el velo que nos separa del dulce encuentro".

Pero... Jesús "viene"... cada día, si sabemos "estar en vela". No hay que esperar el último día. Está allí, detrás del velo. Viene en mi trabajo, en mis horas de distensión, de solaz. Viene a través de tal persona con quien me encuentro, de tal libro que estoy leyendo, de tal suceso imprevisto... Es el secreto de una verdadera revisión de vida.

-"¿Dónde está ese "empleado" fiel y sensato encargado por el amo de dar a su servidumbre la comida a sus horas? Dichoso el tal empleado si el amo, al llegar lo encuentra cumpliendo con su obligación"... Sí, "velar", atisbar "las" venidas de Jesús, ¡no es estar soñando! Es hacer cada uno el trabajo de cada día, es considerarse, de alguna manera, responsable de los demás, es darles, cuando se requiera, su porción de pan, es amar. En verdad eso concierne, muy especialmente, a los "jefes de comunidad", en la Iglesia o en otra parte. Y ¿quién no es jefe de una comunidad? Familia, equipo, grupo, clase, despacho, empresa, sindicato, club, colegas, clientes, etc. Darles, cuando es oportuno, lo que esperan de mí (Noel Quesson).

Llucià Pou Sabaté

martes, 26 de agosto de 2025

Martes de la 21ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Jesús nos pide vivir en la verdad, atentos a la venida del Señor, cuando lleve todo a plenitud

Martes de la 21ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Jesús nos pide vivir en la verdad, atentos a la venida del Señor, cuando lleve todo a plenitud

 

A.   Lecturas

B.    I Tesalonicenses (2,1-8):

Sabéis muy bien, hermanos, que nuestra visita no fue inútil. A pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, tuvimos valor –apoyados en nuestro Dios– para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones. Como bien sabéis, nunca hemos tenido palabras de adulación ni codicia disimulada. Dios es testigo. No pretendimos honor de los hombres, ni de vosotros, ni de los demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado autoritariamente; por el contrario, os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.

2. Salmo 138,1-3.4-6

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. 

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco. 

 

3. Mateo 23,23-26: "En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: -«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera».

 

B. Comentario:

1. Pablo se compara, por el cariño que siente por los de Tesalónica y por la entrega total que les ha hecho de su vida, a «una madre que cuida de sus hijos». Esta imagen está de actualidad, porque ahora prestemos más atención a la figura de «Dios como Madre», que ya se encuentra en la Biblia: «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho? Pues aunque ella llegase a olvidar, yo no te olvido» (Is 49,15), «sobre las rodillas seréis acariciados: como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré» (Is 66,13).

-"Hermanos, bien sabéis vosotros que nuestra ida a vosotros no fue inútil, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos..." a imagen de Jesús, ese «Servidor sufriente» cuyos padecimientos «no fueron inútiles» (Isaías 49,4). ¿Estoy convencido de que la evangelización lleva aparejada la cruz? Los santos de todos los tiempos consideraron sus sufrimientos como una participación en la redención de los hombres. ¿Me olvido de que mis sufrimientos pueden ser «útiles» si sé ofrecerlos libremente?

-"Habiendo puesto nuestra «confianza» en Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas". Plena confianza, hablar con seguridad. Pablo no era orgulloso, era más bien tímido. Pero encontraba en Dios su solidez, su certidumbre. Señor, te pido ser decidido en tus palabras, serte fiel.

-"Cuando os exhortábamos no estábamos al servicio de falsas doctrinas, no teníamos motivos impuros, ni obrábamos con engaño". Nada de astucia, ni engaño... -"Para confiarnos el Evangelio Dios nos puso a prueba... Si bien no hablamos para agradar a los hombres, sino a Dios". Es «puesto a prueba» delante de Dios.

-"Nunca nos presentamos, ya lo sabéis, con palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia. Dios es testigo, ni buscando honores"... El apóstol no proclama el evangelio solamente ni ante todo por sus palabras, sino por sus comportamientos. Señor, haz que nuestras vidas correspondan a nuestros discursos, a los buenos consejos que damos a los demás: -"Al contrario, con vosotros nos mostramos amables, como una madre cuida con cariño a sus hijos. De esta manera, amándoos a vosotros, queríamos daros no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestro propio ser, porque habíais llegado a sernos muy queridos". Ternura, afecto, don de sí: virtudes maternales, virtudes del apóstol. No podemos anunciar el evangelio más que a los que amamos... y entregándonos nosotros mismos (Noel Quesson).

2. El salmo nos recuerda que Dios nos conoce por dentro, y es ante él como debemos examinarnos: «Señor, tú me sondeas y me conoces, de lejos penetras mis pensamientos, todas mis sendas te son familiares».      

3. Uno de los defectos de los fariseos era el dar importancia a cosas insignificantes, poco importantes ante Dios, y descuidar las que verdaderamente valen la pena. Jesús se lo echa en cara:

-"¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la Justicia, la Misericordia, la Lealtad!" La Ley preveía que cada agricultor debía ofrecer al Templo el "décimo" -el diezmo- de la cosecha. Los fariseos lo habían encarecido al aplicar esta regla incluso a las hierbas que se emplean como condimento: la menta, el hinojo, el comino... Si los fariseos eran minuciosos en algunas bagatelas, tenían en cambio la manga muy ancha para otros asuntos más importantes. Y Jesús nos recuerda las grandes exigencias de todos los tiempos: la justicia, la misericordia, la fidelidad. Hoy diríamos: la ayuda a los más pobres, la defensa de los débiles y de los oprimidos, la pureza de la vida conyugal, la honestidad profesional, la justicia social, etc...

De un modo muy expresivo les dice: «filtráis el mosquito y os tragáis el camello». El diezmo lo pagaban los judíos de los productos del campo (cf Dt 14,22-29), pero pagar el diezmo de esos condimentos tan poco importantes (la menta, el anís y el comino) no tiene relevancia, comparado con las actitudes de justicia y caridad que debemos mantener en nuestra vida. Otra de las acusaciones contra los fariseos es que «limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están rebosando de robo y desenfreno». Cuidan la apariencia exterior, la fachada. Pero no se preocupan de lo interior.

Estos defectos no eran exclusivos de los fariseos de hace dos mil años. También los podemos tener nosotros. En la vida hay cosas de poca importancia, a las que, coherentemente, hay que dar poca importancia. Y otras mucho más trascendentes, a las que vale la pena que les prestemos más atención.

¿De qué nos examinamos al final de la jornada, o cuando preparamos una confesión, o en unos días de retiro: sólo de actos concretos, más o menos pequeños, olvidando las actitudes interiores que están en su raíz: la caridad, la honradez o la misericordia?

Ahora bien, la consigna de Jesús es que no se descuiden tampoco las cosas pequeñas: «esto es lo que habría que practicar (lo del derecho y la compasión y la sinceridad), aunque sin descuidar aquello (el pago de los diezmos que haya que pagar)».

A cada cosa hay que darle la importancia que tiene, ni más ni menos. En los detalles de las cosas pequeñas también puede haber amor y fidelidad. Aunque haya que dar más importancia a las grandes.

También el otro punto nos lo podemos aplicar: si cuidamos la apariencia exterior, cuando por dentro estamos llenos de «robo y desenfreno». Si limpiamos la copa por fuera y, por dentro, el corazón lo tenemos impresentable. Somos como los fariseos cuando hacemos las cosas para que nos vean y nos alaben, si damos más importancia al parecer que al ser. Si reducimos nuestra vida de fe a meros ritos externos, sin coherencia en nuestra conducta.

En el sermón de la montaña nos enseñó Jesús que, cuando ayunamos, oramos y hacemos limosna, no busquemos el aplauso de los hombres, sino el de Dios. Esto le puede pasar a un niño de escuela y a un joven y a unos padres y a un religioso y a un sacerdote. Nos va bien a todos examinarnos de estas denuncias de Jesús (J. Aldazábal).

-"Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos que coláis el mosquito y os tragáis el camello!, ¡que purificáis por fuera la copa y el plato mientras que por dentro estáis llenos de codicia y de intemperancia! ¡Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa, para que también por fuera quede limpia!" Entre los judíos, la preocupación por la pureza legal les requería abluciones numerosas para cualquier propósito. Un mosquitillo que cayera en la sopa la hacía "impura". En otro momento, Jesús, nos dices también: "No mancha al hombre lo que entra por la boca; lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre" (Mt 15,11). Ayúdanos, Señor, a superar nuestras oposiciones y encontrarte a ti, a la Verdad (Noel Quesson).

S. León Magno comenta: "Dice el Señor: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Esta superioridad de nuestra virtud ha de consistir en que la misericordia triunfe sobre el juicio. Y, en verdad, lo más justo y adecuado es que la criatura, hecha a imagen y semejanza de Dios, imite a su Creador, que ha establecido la reparación y santificación de los creyentes en el perdón de los pecados, prescindiendo de la severidad del castigo y de cualquier suplicio, y haciendo así que de reos nos convirtiéramos en inocentes y que la abolición del pecado en nosotros fuera el origen de las virtudes.

La virtud cristiana puede superar a la de los escribas y fariseos no por la supresión de la ley, sino por no entenderla en un sentido material. Por esto, el Señor, al enseñar a sus discípulos la manera de ayunar, les dice: Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. ¿Qué paga sino la paga de la alabanza de los hombres? Por el deseo de esta alabanza se exhibe muchas veces una apariencia de virtud y se ambiciona una fama engañosa, sin ningún interés por la rectitud interior; así, lo que no es más que maldad escondida se complace en la falsa apreciación de los hombres.

El que ama a Dios se contenta con agradarlo, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor; el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera que Dios mismo es el amor. El alma piadosa e íntegra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite. Porque es una gran verdad aquello que dice el Señor: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. El tesoro del hombre viene a ser como la reunión de los frutos recolectados con su esfuerzo. Lo que uno siembre, eso cosechará, y cual sea el trabajo de cada uno, tal será su ganancia; y donde ponga el corazón su deleite, allí queda reducida su solicitud. Mas, como sea que hay muchas clases de riquezas y diversos objetos de placer, el tesoro de cada uno viene determinado por la tendencia de su deseo, y, si este deseo se limita a los bienes terrenos, no hallará en ellos la felicidad, sino la desdicha.

En cambio, los que ponen su corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra, y su atención en las cosas eternas, no en las perecederas, alcanzarán una riqueza incorruptible y escondida, aquella a la que se refiere el profeta cuando dice: La sabiduría y el saber serán su refugio salvador, el temor del Señor será su tesoro. Esta sabiduría divina hace que, con la ayuda de Dios, los mismos bienes terrenales se conviertan en celestiales, cuando muchos convierten sus riquezas, ya sea legalmente heredadas o adquiridas de otro modo, en instrumentos de bondad. Los que reparten lo que les sobra para sustento de los pobres se ganan con ello una riqueza imperecedera; lo que dieron en limosnas no es en modo alguno un derroche; éstos pueden en justicia tener su corazón donde está su tesoro, ya que han tenido el acierto de negociar con sus riquezas sin temor a perderlas".

Llucià Pou Sabaté