martes, 5 de junio de 2018

Miércoles semana 9 de tiempo ordinario; año par

Miércoles de la semana 9 de tiempo ordinario; año par

Resucitaremos con nuestros propios cuerpos
“En aquel tiempo, se le acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error»” (Mc 12,18-27).
I. La resurrección de los muertos estaba ya asentada desde en Antiguo Testamento (Isaías 26, 19; 2 Macabeos 7, 23; Job 19, 25-26). “La Iglesia cree en la resurrección de los muertos y entiende que la resurrección se refiere a todo el hombre” (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta sobre algunas cuestiones referentes a la escatología): también a su cuerpo. El Magisterio ha repetido en numerosas ocasiones que se trata de una resurrección del mismo cuerpo, el que tuvimos durante nuestro paso por la tierra, en esta carne “en que vivimos, subsistimos y nos movemos” (CONCILIO XI DE TOLEDO). Por eso, “las dos fórmulas resurrección de los muertos y resurrección de la carne son complementarias de la misma tradición primitiva de la Iglesia”, y deben seguirse usando los dos modos de expresarse (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración acerca de la traducción del artículo “carnis resurrectionem” del Símbolo Apostólico). La liturgia recoge esta verdad consoladora en numerosas ocasiones: Dios nos espera para siempre en su gloria. ¡Qué tristeza tan grande para quienes todo lo han cifrado en este mundo! ¡Qué alegría saber que seremos nosotros mismos, alma y cuerpo, quienes, con la ayuda de la gracia, viviremos eternamente con Jesucristo, con los ángeles y los santos, alabando a la Trinidad Beatísima!
II. Toda alma, después de la muerte, espera la resurrección del propio cuerpo, con el que, por toda la eternidad, estará en el Cielo, cerca de Dios, o en el infierno, lejos de Él. Nuestros cuerpos en el Cielo tendrán diferentes características, pero seguirán siendo cuerpos y ocuparán u n lugar, como ahora el Cuerpo glorioso de Cristo y el de la Virgen. La fe y la esperanza en la glorificación de nuestro cuerpo nos harán valorarlo debidamente. Sin embargo, qué lejos está de esta justa valoración el culto que hoy vemos tributar tantas veces al cuerpo. Ciertamente tenemos el deber de cuidarlo, pero sin olvidar que ha de resucitar en el último día, y que lo importante es que resucite para ir al Cielo, no al infierno. Más allá nos espera el Señor con la mano extendida y el gesto acogedor.
III. Es conforme con la misericordia y justicia divinas que el alma vuelva a unirse al cuerpo, para que ambos, el hombre completo, participe del premio o castigo merecido en su paso por la vida en la tierra; aunque es de fe que el alma inmediatamente después de la muerte recibe el premio o el castigo, sin esperar el momento de la resurrección del cuerpo. Mucho nos ayudará a vivir con la dignidad y el porte de un discípulo de Cristo considerar frecuentemente que este cuerpo nuestro, templo ahora de la Santísima Trinidad cuando vivimos en gracia, está destinado por Dios a ser glorificado.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
San Norberto, obispo

San Norberto de Xanten es un santo cristiano, fundador de la orden de canónigos regulares Norbertinos o Premonstratenses.
Nació hacia el año 1080 en Xanten (Alemania), en la ribera del Río Rin. Su padre, Heriberto, Conde de Gennep, estaba relacionado con la casa imperial alemana. Su madre se llamaba Hedwig de Guise.
Fue asignado a la corte de Enrique V, donde fue el encargado imperial de distribuir las obras de caridad.
Después de un grave accidente a caballo, su fe se profundizó y renunció a su puesto en la corte. Volvió a Xanten, donde llevó una vida de penitencia bajo la dirección de Cono, Abad de Siegburg.
En 1115, Norberto fundó la Abadía de Fürstenberg y poco después fue ordenado sacerdote.
En el Concilio de Reims, en octubre de 1119, el Papa Calixto II le pidió que fundara una orden religiosa en la diócesis de Laon. En 1120, Norberto eligió el valle de Prémontré para fundar la abadía de Prémontré. Al año siguiente, la comunidad alcanzaba los 40 miembros.
En el año 1125 el papa Honorio II aprobó la constitución para la Orden.
Norberto murió en Magdeburgo (Alemania), el 6 de junio de 1134. Fue canonizado por el papa Gregorio XIII en 1582.

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