lunes, 4 de junio de 2018

Martes semana 9 de tiempo ordinario; año par

Martes de la semana 9 de tiempo ordinario; año par

Al César lo que es del César. Ciudadanos ejemplares
«Le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos para sorprenderle en alguna palabra. Acercándose, le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea. Ellos se lo mostraron, y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Le respondieron: Del César Jesús les dijo: Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él».(Marcos 12, 13-17)
I. La Iglesia, en cuanto tal, no tiene por misión dar soluciones concretas a los asuntos temporales. Sigue así a Cristo, quien, afirmando que su reino no es de este mundo ( Juan 19, 36), se negó expresamente a ser constituido juez en cuestiones terrenas cuando algunos fariseos le preguntan maliciosamente si es lícito pagar el tributo al César. Así no caeremos nunca los cristianos en lo que Jesucristo evitaba con todo cuidado: unir el mensaje evangélico, que es universal, a un sistema, a un César. Es decir, debemos evitar que cuantos no pertenecen al sistema, al partido al César, se sientan con dificultades comprensibles para aceptar un mensaje que tiene como fin último la vida eterna. Nos toca a los cristianos, metidos en la entraña de la sociedad. Con plenitud de derechos y de deberes, dar solución a los problemas temporales, formar a nuestro alrededor un mundo cada vez más humano y más cristiano, siendo ciudadanos ejemplares que exigen sus derechos y cumplen todos sus deberes con la sociedad.
II. El hombre es uno, con un solo corazón y una sola alma, con sus virtudes y sus defectos que influyen en todo su actuar, y “tanto en la vida pública como en la privada, el cristiano debe inspirarse en la doctrina y seguimiento de Jesucristo” ( CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Los cristianos en la vida pública), que tornará siempre más humano y noble su actuar. El cristiano elige sus opciones políticas, sociales, profesionales, desde sus convicciones más íntimas. Y lo que aporta a la sociedad en la que vive es una visión recta del hombre y de la sociedad, porque sólo la doctrina cristiana le ofrece la verdad completa del hombre, sobre su dignidad y el destino eterno para el que fue creado. Nuestro testimonio en medio del mundo se ha de manifestar en una profunda unidad de vida. El amor a Dios ha de llevarnos a cumplir con fidelidad nuestras obligaciones como ciudadanos; lo contrario sería una falta contra la justicia, pues supone la dejación de unos derechos que, por sus consecuencias de cara a los demás, son también deberes.
III. De Dios es toda nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras preocupaciones, nuestras alegrías... Todo lo nuestro es suyo. Ser buenos cristianos nos impulsará a ser buenos ciudadanos pues nuestra fe nos mueve constantemente a seguir el ejemplo de Cristo. El amor a Dios, si es verdadero, es garantía del amor a los hombres, y se manifiesta en hechos.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
San Bonifacio, obispo y mártir

Llamado el "apóstol de Alemania", nació en Crediton, Devonshire. Pertenecía a una buena familia y ya manifestó a muy temprana edad y en contra de la voluntad de su padre, su deseo de entrar en la vida monástica. Empezó sus estudios teológicos en los monasterios de Exeter y Nutcell, y profesó a los treinta años.
En 715 realiza una expedición misionera a Frisia, con el fin de convertir a los paganos del Norte de Europa predicando en su lengua, su propia lengua anglo-sajona, muy similar a la lengua frisona, pero sus esfuerzos resultaron vanos a causa de la guerra que enfrentaba a Carlos Martel y a Radbol, rey de los frisones.
En 718, Bonifacio visita Roma y el Papa Gregorio II le encarga la misión de organizar la Iglesia en Alemania y evangelizar a los paganos. Durante cinco años recorre Turingia, Hesse y Frisia, y regresa a Roma para informar de todo ello al Papa. En esta ocasión el Papa le nombra obispo y Bonifacio retorna a Alemania con plenos poderes. Bautiza a miles de paganos y se implica en los problemas de numerosos cristianos que habían perdido el contacto con la jerarquía de la Iglesia católica.
En 738 acude a Roma nuevamente donde, el sucesor de Gregorio II, Gregorio III le nombra arzobispo y delegado Papal. Continúa su misión por Baviera, y funda los obispados de Salzburgo, Ratisbona, Freising y Nassau. En 742, con uno de sus principales discípulos, Sturm, funda la abadía de Fulda, no muy lejos de la misión de Fritzlar, y el obispado de Büraburg, ambos creados por Bonifacio, se interesó con gran celo en el desarrollo de esta abadía que llegó a ser el centro principal para la formación de los monjes. El financiamiento inicial de la abadía fue asignado por Pipino el Breve, el hijo de Carlos Martel. El apoyo de los Mayordomos de palacio y, más tarde, de los primeros Pipinides y reyes carolingios, fue crucial para Bonifacio que logró mantener el equilibrio entre su ayuda y la del papado, así como la de los gobernadores de Agilolfing de Baviera. En 746 obispo de Maguncia.
Cuando regresa de su misión en Baviera, Bonifacio prosigue con sus misiones en Alemania, donde funda las diócesis de Würzburg, Erfurt y Buraburg. Nombra a sus discípulos obispos y consigue que éstos tengan una cierta independencia con respecto al poder carolingio. Organiza unos sínodos provinciales en la Iglesia franca y aunque sus relaciones con el rey de los francos son a veces azarosas, corona a Pipino el Breve en Soissons, en 751 consagrándole en marzo del año siguiente. Continúa ocupándose de los asuntos internos de su país de origen, y envía, en 746, una larga carta de reprimenda al rey Aethelbald de Mercie, en la que muestra su disconformidad por las costumbres sexuales que le parecen un mal ejemplo para los pueblos no cristianizados todavía.
Nunca renunció, en su interior, a convertir a los frisones. En 750, nombra a su discípulo, Gregorio, abad de la abadía de San Martín de Utrecht, enseñándole y ayudándole en la administración de la diócesis, la menos cristianizada de su vasto campo de apostolado. Pasa un largo tiempo en Frisia y, en 754, bautiza a un gran número de habitantes de esta región que, en su mayoría, es todavía, pagana.
El 5 de junio de 754, Bonifacio, por entonces cercano a los setenta años, junto con una cincuentena de sus compañeros, es asesinado en Flandes, cerca de la ribera de Borré Becque, entre Kassel y Hazebrouck, al este de Saint-Omer, a unos cuarenta kilómetros de Dunkerque. El hecho de que ciertos escritos históricos actuales sitúen el lugar de su muerte en Dokkum, en Frisia (Países Bajos) nace de la falsificación de un antiguo texto escrito por un monje de Utrecht del siglo XIII que cambió el nombre original de Dockynchirica (Dunkerque) por el de Dockinga, nombre primitivo de Dokkum. El departamento de Dokkum que no existía en 754, se menciona siempre como el lugar en el que murió Bonifacio, pese a que, hoy en día, un gran número de historiadores medievalistas refutan esta afirmación.
Se encuentran, recogidos por Serrarius, 1605 in-4, Sermones y Cartas de Bonifacio, que fueron reeditadas por Giles, en Londres, en 1844. Su discípulo, Willibal, escribió su Vida en latín.
sus ultimas palabras fueron "animo en Cristo" Sus principales atributos son: el hábito de obispo, la mitra y un libro cruzado por una espada. En ocasiones se le representa bautizando a los conversos, con un pie encima de un roble abatido que simboliza el sometimiento de la religión pagana.
A Bonifacio se le atribuye la invención del árbol de Navidad. Según la leyenda, cortó un fresno decorado, consagrado a los dioses de los germanos; y lo cambió por un pino, cambiándole su significado por completo.

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