miércoles, 30 de agosto de 2017

Jueves semana 21 de tiempo ordinario, año impar

Jueves de la semana 21 de tiempo ordinario; año impar

Dios nos llama a la salvación, que es al final de la vida, pero también en el día a día respondiendo a su Amor
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes»” (Mateo 24,42-51).
1. Comenzamos hoy el discurso «escatológico» de Jesús, el quinto y último de los que Mateo nos ofrece en su evangelio. Se refiere a los acontecimientos finales y, en concreto, a la actitud de vigilancia que debemos tener respecto a la venida última de Jesús. Hoy nos lo dice con dos comparaciones muy expresivas: el ladrón puede venir en cualquier momento, sin avisar previamente; el amo puede regresar a la hora en que los criados menos se lo esperan.
Jesús, hoy nos dices: -“Velad”... y comenta Newman sobre esta "vigilancia": "Jesús preveía el estado del mundo tal como lo vemos hoy, en el que su ausencia prolongada nos ha inducido a creer que ya no volverá jamás... Ahora bien, muy misericordiosamente nos susurra al oído que no nos fiemos de lo que vemos, que no compartamos esa incredulidad general... sino que estemos alerta y vigilantes". "Debemos no sólo "creer", sino "vigilar"; no sólo "amar", sino "vigilar"; no sólo "obedecer", sino "vigilar"; vigilar, ¿por qué? Por ese gran acontecimiento: la venida de Cristo…
"¿Sabéis qué es estar esperando a un amigo, esperar su llegada y ver que tarda en venir? ¿Sabéis qué es estar con una compañía desagradable, y desear que pase el tiempo y llegue el momento en que podáis recobrar vuestra libertad? ¿Sabéis qué es tener lejos a un amigo, esperar noticias suyas, y preguntarse día tras día qué estará haciendo ahora, en ese momento, si se encontrara bien?... Velar a la espera de Cristo es un sentimiento parecido a estos, en la medida en que los sentimientos de este mundo son capaces de representar los de otro mundo..."
-“Velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela... También vosotros estad preparados: porque en el momento que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre”. También el Padre Duval ha traducido maravillosamente esta espera en su canción. "El Señor volverá, lo prometió, que no te encuentre dormido aquella noche. "En mi ternura clamo hacia El: Dios mío, ¿será quizá esta noche? "El Señor volverá, espéralo en tu corazón, ¡no sueñes en disfrutar lejos de El tu pequeña felicidad!" ¡Jesús "viene"! Y nos advierte: ¡velad! porque vengo cuando no lo pensáis.
Podríais malograr esa "venida", esa cita imprevista, esta visita-sorpresa. Y para que nos pongamos en guardia contra nuestras seguridades engañosas, Jesús llega a compararse a un "ladrón nocturno". Podemos tomarlo como una inseguridad fundamental de la condición humana, o bien como Teresita de Jesús veía al “ladrón” amado como quien se espera con impaciencia confiada, en el deseo de encontrarlo. Por eso señalaba que ella le advertiría al “Ladrón”: “ven, ¡por aquí!”, deseosa del encuentro.
Así como el ladrón o el amo vienen de improviso, hemos de estar preparados a su llegada. Esto no es solo para el momento de la muerte… la venida del Señor a nuestras vidas sucede cada día, y es esta venida, descubierta con fe vigilante, la que nos hace estar preparados para la otra, la definitiva. Toda la vida está llena de momentos de gracia, únicos e irrepetibles. Los judíos no supieron reconocer la llegada del Enviado: ¿desperdiciamos nosotros otras ocasiones de encuentro con el Señor?
El estudiante estudia desde el principio de curso. El deportista se esfuerza desde que empieza la etapa o el campeonato. El campesino piensa en el resultado final ya desde la siembra. Aunque no sean inminentes ni el examen ni la meta definitiva ni la cosecha. No es de insensatos pensar en el futuro. Es de sabios. Día a día se trabaja el éxito final. Día a día se vive el futuro y, si se aprovecha el tiempo, se hace posible la alegría final. «Estad en vela»: buena consigna para la Iglesia, pueblo peregrino, pueblo en marcha, que camina hacia la Venida última de su Señor y Esposo. Buena consigna para unos cristianos despiertos, que saben de dónde vienen y a dónde van, que no se dejan arrastrar sin más por la corriente del tiempo o de los acontecimientos, que no se quedan amodorrados por el camino. Estar en vela no significa vivir con temor, ni menos con angustia, pero sí con seriedad. Porque todos queremos escuchar, al final, las palabras de Jesús: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor» (J. Aldazábal).
Jesús "vendrá"... al final de los tiempos en el esplendor del último día. Jesús "vendrá"... a la hora de nuestra muerte en el cara a cara de aquel momento solemne "cuando se rasgará el velo que nos separa del dulce encuentro".
Pero... Jesús "viene"... cada día, si sabemos "estar en vela". No hay que esperar el último día. Está allí, detrás del velo. Viene en mi trabajo, en mis horas de distensión, de solaz. Viene a través de tal persona con quien me encuentro, de tal libro que estoy leyendo, de tal suceso imprevisto... Es el secreto de una verdadera revisión de vida.
-“¿Dónde está ese "empleado" fiel y sensato encargado por el amo de dar a su servidumbre la comida a sus horas? Dichoso el tal empleado si el amo, al llegar lo encuentra cumpliendo con su obligación”... Sí, "velar", atisbar "las" venidas de Jesús, ¡no es estar soñando! Es hacer cada uno el trabajo de cada día, es considerarse, de alguna manera, responsable de los demás, es darles, cuando se requiera, su porción de pan, es amar. En verdad eso concierne, muy especialmente, a los "jefes de comunidad", en la Iglesia o en otra parte. Y ¿quién no es jefe de una comunidad? Familia, equipo, grupo, clase, despacho, empresa, sindicato, club, colegas, clientes, etc. Darles, cuando es oportuno, lo que esperan de mí (Noel Quesson).
2. Sigue San Pablo: “-Hermanos, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones, las noticias recibidas de vuestra fe nos han reconfortado. Ahora sí que vivimos porque vosotros permanecéis firmes en el Señor”. Es bonito: «revivimos» porque tenemos buenas noticias de la firmeza de vuestra fe. Alegría por la fidelidad de las almas que tiene encomendadas. Es la fuerza «en el Señor», que puede coexistir con un profundo sentimiento de debilidad personal (Rm 7,14-25).
Vemos que el Apóstol se entrega a ellos, dispuesto a dar por ellos su propia vida; y también recibe de ellos, no sólo enseña, sino aprende; nosotros hemos de aprender de Jesús que «se admiraba» de la fe que encontró en personas no judías, como la mujer cananea o el centurión romano; la Iglesia no sólo es maestra, sino también discípula: en el diálogo con el mundo de hoy, podemos aprender mucho de los jóvenes, o de los no creyentes, de los alejados, y, mucho más, de tantos cristianos sencillos que, tal vez con poca formación, siguen con generosidad el camino de Dios y hacen todo el bien que pueden a su alrededor; evangelizar, a veces, es también descubrir en el corazón de las personas la acción escondida del Espíritu que prepara en ellas el camino para un encuentro pleno con Cristo en la Iglesia.
-“¿Cómo podremos agradecer a Dios por vosotros por todo el gozo que por causa vuestra experimentamos ante nuestro Dios? Noche y día pedimos insistentemente...” El gozo de la fidelidad de los demás le lleva a dar gracias a Dios. ¿Y yo?, ¿me esfuerzo en transformar mis preocupaciones de esa manera positiva? San Pablo nos dirá ahora sobre qué puntos precisos se desarrolla su oración:
1º La fe: -“Que Dios nos haga ver vuestro rostro para completar lo que falta a vuestra fe. Que Dios mismo, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, orienten nuestros pasos hasta vosotros”. El primer objetivo de su oración es la consolidación de la Fe de esa comunidad. Esa primera catequesis rápida puede que sea frágil y llena de lagunas (Pablo tuvo que salir por persecuciones). Vemos que la Fe tiene dos aspectos:
-es ante todo un acto global de adhesión a Cristo...
-es además una vida según Cristo que requiere un desarrollo, una catequesis.
¿Sé yo «completar lo que le falta a mi fe»? ¿Ruego para que progrese mi fe y la fe de todos los que amo?
2º La caridad. –“Que el señor os haga progresar en el amor de unos con otros y para con todos, como es nuestro amor para con vosotros”. Amar: primero «entre hermanos», pero también y ampliamente a «todos los hombres». Esta es una de las más puras características del evangelio.
3º La esperanza. –“Para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos”. La esperanza y la espera que dan un sentido a la vida (Noel Quesson / Martens-Frisque).
3. En la oración es donde se recompone siempre la dirección de nuestro trabajo. Como dice el salmo: «baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».
El salmo hace referencia a la fugacidad de la vida, centrándose en la creación del hombre, al que formó Dios del polvo de la tierra (Gn 3,19) y le ha dado una vida breve, y dice S. Pedro que Dios tiene paciencia con nosotros: “no tarda el Señor en cumplir con su promesa, como algunos  piensan; más bien tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan” (2 P 3,8-9). Decía el fundador del Opus Dei: “Os recuerdo de nuevo que nos queda poco tiempo: tempus breve est, porque es breve la vida sobre la tierra, y que, teniendo aquellos medios, no necesitamos más que buena voluntad para aprovechar las ocasiones que Dios nos ha concedido. Desde que Nuestro Señor vino a este mundo, se inició la era favorable, el día de la salvación, para nosotros y para todos. Que Nuestro Padre Dios no deba dirigirnos el reproche que ya manifestó por boca de Jeremías: en el cielo, la cigüeña conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla conocen los plazos de sus migraciones: pero mi pueblo ignora voluntariamente los juicios de Yavhé.
No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión! Dios es también el que puede perdonar y hacer felices los días del hombre sobre la tierra.
Llucià Pou Sabaté

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