lunes, 8 de mayo de 2017

Martes semana 4 de Pascua

Martes de la semana 4 de Pascua

Jesús, Buen Pastor, nos lleva la Iglesia madre, santuario de Cristo y salvación, y María es quien nos acompaña y la fortaleza que nos protege
«Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Paseaba Jesús por el Templo, en el pórtico de Salomón. Entonces le rodearon los judíos y le decían: ¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Les respondió Jesús: Os lo he dicho y no lo creéis; las obras que hago en nombre de mi Padre, éstas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen. Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos; y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.» (Juan 10, 22-30)
1. El buen pastor -el verdadero pastor- es Jesús: pastor "bueno, bravo, honrado, hermoso, perfecto en todos los aspectos"... ¿qué significa “pastor” en la Biblia? El guía, el que cuida, y gobierna, el "mesías", el "jefe del pueblo", pero Jesús añade: -“El verdadero pastor da su vida por sus ovejas...”, "pone su alma" = "deja su vida" = "da su vida". ¡Esta es una imagen sorprendente! Cuando un pastor muere, no puede ya defender sus ovejas... Pero Jesús, por su muerte misma, salva a sus ovejas. Por otra parte, enseguida añadirá que El tiene el poder de "recobrar su vida" -resurrección. Conscientemente Jesús dice que es capaz de "morir" por nosotros. Así nos dice hoy el Evangelio: “Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era invierno. Jesús se paseaba en el templo, por el pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos has de tener en vilo? Si tú eres el mesías, dínoslo claramente»”. Soy conocido en el amor que Dios me tiene. Y todos están llamados a ese amor, en el corazón universal de Jesús. De ahí que nosotros, Iglesia en Cristo, tengamos una dimensión misionera, apostólica. “Jesús les respondió: «Os lo he dicho y no me habéis creído. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre lo demuestran claramente. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías…” Quiero ser de tus ovejas, Señor, meterme en tu redil, dejarme guiar por ti, mi Maestro interior: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen. Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos; y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno”: Todo viene de esa misteriosa identificación: «yo y el Padre somos uno», progresiva manifestación del misterio de su propia persona: el «Yo soy». Le pedimos a la Virgen, Divina Pastora, que nos haga escuchadores del Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, el Buen Pastor.
2. Antioquia es, después de Roma y Alejandría, la tercera ciudad del Imperio romano (con medio millón de habitantes, y una numerosa colonia judía), centro de gran importancia cultural, económica y religiosa; fue la primera gran urbe del mundo antiguo donde se predica el Evangelio. La fundación de la Iglesia en Antioquía, capital de Siria y entonces en pleno país pagano es una etapa principal en la expansión de la Iglesia. Cuando parecía que los acontecimientos iban a señalar el final de la comunidad de Jesús, por la persecución de Esteban y la dispersión que le siguió resultó que la Iglesia empezó a sentirse misionera y abierta. Los discípulos huidos de Jerusalén fueron evangelizando -anunciando que Jesús es el Señor- a regiones como Chipre, Cirene y Antioquía de Siria. Primero a los judíos, y luego también a los paganos: “Los que se habían dispersado a causa de la persecución ocurrida con ocasión de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, predicando sólo a los judíos. Pero había entre ellos algunos chipriotas y cirenenses, quienes, llegados a Antioquía, se dirigieron también a los griegos, anunciando a Jesús, el Señor. El Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor”. Problema típico de todos los tiempos: el respeto a la diversidad: los «griegos», paganos, tienen una mentalidad totalmente distinta a la de los judíos… “anunciándoles el Evangelio del Señor Jesús...”: es decir, que Jesús es Dios (no Mesías de un solo pueblo, sino que su dominio es sobre todos los hombres).
Dios dirige la Iglesia, se sirve de todo para que la cosa vaya hacia el bien. “Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía”. No se contentan con "crear" nuevas Iglesias locales, la comunidad de Jerusalén cuida de incorporarlas a la unidad de la Iglesia única. «Creo en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica». Se crean lazos entre una y otra comunidad, así se «envía a Bernabé», que pertenecía a la comunidad de Jerusalén, a la comunidad de Antioquía... Aparece aquí un personaje muy significativo del nuevo talante de la comunidad: Bernabé. Era de Chipre. Había vendido un campo y puesto el dinero a disposición de los apóstoles. Había ayudado a Pablo en su primera visita de convertido a Jerusalén, para que se sintiera un poco mejor acogido por los hermanos. Era generoso, conciliador: y éste vio en seguida la mano del Espíritu en lo que sucedía en aquella comunidad, se alegró y les exhortó a seguir por ese camino. Más aún: fue a buscar a Pablo, que se había retirado a Tarso, su patria, y lo trajo a Antioquía como colaborador en la evangelización. Bernabé influyó así decisivamente en el desarrollo de la fe en gran parte de la Iglesia. También la comunidad cristiana de ahora debería imitar a la de Antioquía y ser más misionera, más abierta a las varias culturas y estilos, más respetuosa de lo esencial, y no tan preocupada de los detalles más ligados a una determinada cultura o tradición. La apertura que el Vaticano II supuso -por ejemplo, en la celebración litúrgica, con las lenguas vivas y una clara descentralización de normas y aplicaciones concretas- debería seguir produciendo nuevos frutos de inculturación y espíritu misionero. Hoy también se necesitan personas conciliadoras, dialogantes, que sepan mantener en torno suyo la ilusión por el trabajo de evangelización en medio de un mundo difícil. Que valoran las personas y sus capacidades y virtudes, en vez de constituirse en jueces rápidos e inclementes de sus defectos. Deberíamos ser, como Bernabé, conciliadores, y no divisores en la comunidad.
 “Al llegar y ver la gracia de Dios, se llenó de alegría y exhortaba a todos a perseverar con un corazón firme, fieles al Señor, porque era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud se unió al Señor. Se fue a Tarso en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. Y estuvieron un año entero en aquella Iglesia instruyendo en la fe a muchas personas” (Hch 11,19-26). El Espíritu hace que de las patadas que les pegan las persecuciones, como un saco lleno de semilla, más se extienden los granos y el viento los lleva lejos (san Josemaría Escrivá). Te ruego, Señor, por la unidad de tu Iglesia. Que cada comunidad esté abierta a las demás. Que ninguna llegue a ser un gueto, un círculo cerrado, un club reservado a sólo algunos. Te ruego, Señor, por la unidad del mundo. Que la Iglesia, en el mundo, sea signo y fermento de unidad entre todos los hombres.
En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos”. «Cristianos» = «hombres de Cristo». Se ha inventado una palabra nueva. ¿Soy yo otro Cristo? ¿Soy de veras un cristiano? Reflexiono sobre esta palabra, que expresa mi identidad. o bien, ¿se trata sólo de una etiqueta externa? ¡Oh Cristo, hazme semejante a Ti! (Noel Quesson/J. Aldazábal).
3. El Salmo 87/86 habla del nuevo Pueblo de Dios, el Reino de Dios entre nosotros. El Señor nos ha elegido como pueblo suyo: «alabad al Señor todas las naciones», porque Dios llama a todos por igual. “Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí…” con alusiones al Templo, que es Jesús, la Presencia de Dios vivo, y todos seremos puestos en el registro de este pueblo santo, familia de Dios, Iglesia: “Este ha nacido allí”; y cantarán mientras danzan: “Todas mis fuentes están en ti”». Es la hermandad de todos los pueblos, llamados a la Jerusalén Celestial (dirá el Apocalipsis). Es la «ciudad de Dios»; está por tanto en la base del proyecto de Dios. Todos los puntos cardinales de la tierra se encuentran en relación con esta Madre: Ráhab, es decir, Egipto, el gran estado Occidental; Babilonia, la conocida potencia oriental; Tiro, que personifica al pueblo comercial del norte; mientras que Etiopía representa al profundo sur; y Palestina, el área central, también es hija de Sión.
            Llucià Pou Sabaté

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