viernes, 16 de septiembre de 2016

Sábado de la semana 24 de tiempo ordinario; año par

Sábado de la semana 24 de tiempo ordinario; año par

Hemos de procurar guardar la palabra de Dios en el corazón, que nuestro corazón sea la tierra buena que dé fruto perseverando.
“En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: -«Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.» Dicho esto, exclamó: -«El que tenga oídos para oír, que oiga.» Entonces le preguntaron los discípulos: -«¿Qué significa esa parábola?» Él les respondió: -«A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando» (Lucas 8,4-15).
1. Jesús, hoy cuentas la parábola del sembrador, y también la explicas: la homilía la haces tú. Es la manera de responder las distintas personas respecto a la palabra que oyen.
-“Salió el sembrador a sembrar. Una parte del grano cayó: - en la vereda, lo pisaron y los pájaros se lo comieron... - en la roca y al brotar se secó por falta de humedad... - entre zarzas y éstas, brotando al mismo tiempo lo ahogaron”... Una siembra con desperdicio aparente. No les gustaría a los que esperaban que un mesías aparecería con manifestación brillante y rápida de Dios, que tú, Jesús, nos hagas ver que el "Reino de Dios" va progresando penosamente en medio de un montón de dificultades... ¡Mucha paciencia es necesaria!
-“Otra parte cayó en tierra buena, brotó y dio el ciento por uno”. Otros evangelios nos hablan de distintos porcentajes: treinta por uno... sesenta por uno... ciento por uno... Lucas pone el rendimiento más elevado. ¡Cada grano de trigo produce otros cien! El Reino de Dios pasa de “muy poco” al “todo”...
-“Quien tenga oídos para oír, ¡que oiga!” Jesús, nos invitas a estar atentos. Te pido que agudices nuestras facultades de atención, de recogimiento, para poder oír.
"-A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan". Los caminos de Dios son misteriosos, y por un lado la Palabra de Dios es poderosa, tiene fuerza interior. Pero su fruto depende también de nosotros, porque Dios respeta nuestra libertad, y respeta también unos tiempos (J. Aldazábal).
¿Por qué no se hace más evidente la Palabra? Es un misterio… Pascal decía: "Hay claridad suficiente para alumbrar a los elegidos, y bastante oscuridad para humillarlos. Hay suficiente oscuridad para cegar a los réprobos, y bastante claridad para condenarlos y hacerlos inexcusables." "Si hay un Dios, es infinitamente incomprensible... Somos pues incapaces de conocer quién es Él, ni si Él es". "¿Quién censurará a los cristianos no poder dar razón de su creencia, ellos que profesan una religión de la que no pueden dar razón? Si la dieran, no serían consecuentes; y es siendo faltados de prueba que no son faltados de sentido". ¡El mismo Jesús no ha querido convencer "a la fuerza"!
“Me aparecen dudas sobre lo que antes creía”, me decía una persona, hablando de que le costaban ciertas prácticas de piedad, modos de vivir la fe. Le respondí que muchas cosas como las que me hablaba son medios para estar cerca de Dios, pero no el fin que es esa unión.Pueden aparecer dudas y entonces hay que profundizar en la verdad, y escoger la verdad sin miedo antes que nuestras creencias, pues la Verdad es Dios.
-“Lo que cae en buena tierra, son los que, después de haber oído la Palabra, la conservan con corazón bueno y recto, y dan fruto con su perseverancia”. El Reino de Dios no es un "destello" estrepitoso y súbito: viene a través de la humildad del día a día (Noel Quesson).
Como en las labores de campo, hay tierras mejores que otras: a) El camino es tierra dura y crece ahí poca semilla, el corazón también puede estar duro por ideologías que son contrarias al Reino.
b) En el terreno rocoso hay también poca tierra fértil, no profundiza la semilla como en algunos corazones que no se comprometen, inconstantes.
c) Luego están los márgenes húmedos repletos de zarzas, que aprisionan la palabra, como el dinero y el poder y los placeres, a veces es esto que llamamos “sociedad de consumo” o “Estado del bienestar” lo que nos hace estar mal porque no fomenta más que el egoísmo, y la felicidad viene por la generosidad. “Abrasemos las espinas, pues son ellas las que ahogan la palabra divina. Bien lo saben los ricos, que no sólo son inútiles para la tierra. Sino también para el cielo (…) De dos fuentes nace el daño para su espíritu: de la vida de placer y de las preocupaciones. Cualquiera de las dos, por sí misma, basta para hundir el esquife del alma. Considerad, pues qué naufragio les espera cuando concurren las dos juntas. Y no os maravilléis de que el Señor llamara espinas a los placeres. Si no los reconocéis como tales, es que estáis embrigados por la pasión; los que están sanos saben muy bien que el placer punza más que una espina” (S. Juan Crisóstomo).
d) Por fin la tierra fértil. Son los oyentes que, «al escuchar el mensaje, lo van guardando en un corazón noble y bueno». El fruto del reino no es instantáneo, sino que requiere constancia. Ni se trata de un fruto estacional, sino que «van dando fruto con su firmeza». Es toda una vida al servicio de los demás. Todos tenemos una parcela de 'tierra fértil/buena'. Es la lucha, como dice el Catecismo (1810): “Las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia, reanudada siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas”.
Dios espera de nosotros un corazón bueno y bien dispuesto, que nos haga dar fruto por nuestra constancia. Ya en una ocasión el Señor nos había anunciado: Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié.
2. Pablo inicia una controversia: -«¿Cómo resucitarán los muertos?» No se trata tanto del "hecho" de la resurrección, como de la manera, el como. Para contestar a sus objetores Pablo usará tres tipos de argumentos:
-“¡Insensato! Lo que siembras no revive sin morir primero. No siembras la planta, sino un simple grano”. El efecto de la semilla es «signo» del poder divino, y un anuncio de la resurrección: millones de granos vivos se pudren en la tierra y parecen morir en el frío húmedo del invierno... pero la primavera y el verano se preparan en ellos. Jesús, tú utilizaste esa imagen del «grano que muere» para expresar el conocimiento que tenías de tu muerte y de tu supervivencia. Decías también: «ved que ya salen los brotes, la primavera y el verano están viniendo». Sí, ¡lo creo!, ¡lo espero! ¡Ven!
-“Se siembra un ser perecedero... Lo que crece es imperecedero. Se siembra un ser despreciable... Lo que crece es vigoroso. Se siembra un cuerpo humano... y crece un cuerpo espiritual”. La comparación de la simiente prosigue: lo que crece es diferente de lo sembrado. No crece otro grano de trigo sino un tallo verde... No una bellota sino un roble. No llegamos a imaginar lo que es un cuerpo resucitado. Nos parece que es nuestro cuerpo que tenemos ahora y de la misma forma, pero san Pablo nos dice que será espiritualizado.
Lo feo será hermoso; lo débil, fuerte; el «pecado» en nosotros será por fin santificado, como deseamos. Pero, de hecho, ¿deseamos todo esto? ¿Nos basta quizá la vida terrestre? ¿Somos hombres de deseo? ¿Cuál es nuestra ambición? ¿Vamos trabajando para esta resurrección que viene, en nosotros y a nuestro alrededor?
-“Hecho de barro, Adán, el primer hombre, viene de la tierra, tiene un cuerpo humano. El segundo hombre, Cristo, venido del cielo, tiene un cuerpo espiritual”. («Psíquico» en griego... psyjé significa «alma»). («Neumático» en griego... neuma significa «espíritu»; Noel Quesson).
3. Con el salmo quiero ofrecerte este propósito, Señor: "Caminaré en presencia de Dios a la luz de la vida." Quiero confiar en ti, y estar tranquilo con esta esperanza: “que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, / y así sabré que eres mi Dios. / En Dios, cuya promesa alabo, / en el Señor, cuya promesa alabo, / en Dios confío y no temo; / ¿qué podrá hacerme un hombre?”
Por intercesión de santa María, quiero darte gracias, Señor, “porque libraste mi alma de la muerte, / mis pies de la caída; / para que camine en presencia de Dios / a la luz de la vida”.
Llucià Pou Sabaté
San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia

BENEDICTO XVI - AUDIENCIA GENERAL
Sala Pablo VI - Miércoles 23 de febrero de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
San Roberto Belarmino, del cual deseo hablaros hoy, nos lleva con la memoria al tiempo de la dolorosa escisión de la cristiandad occidental, cuando una grave crisis política y religiosa provocó la separación de naciones enteras de la Sede apostólica.
Nació el 4 de octubre de 1542 en Montepulciano, cerca de Siena. Era sobrino, por parte de madre, del Papa Marcelo II. Recibió una excelente formación humanística antes de entrar en la Compañía de Jesús el 20 de septiembre de 1560. Los estudios de filosofía y teología, que realizó entre el Colegio Romano, Padua y Lovaina, centrados en santo Tomás y en los Padres de la Iglesia, fueron decisivos para su orientación teológica. Ordenado sacerdote el 25 de marzo de 1570, fue durante algunos años profesor de teología en Lovaina. Sucesivamente, llamado a Roma como profesor en el Colegio Romano, se le encomendó la cátedra de «Apologética»; durante la década en la que ocupó ese cargo (1576 – 1586) elaboró un curso de lecciones que confluyeron después en las Controversiae, obra que en seguida se hizo célebre por la claridad y la riqueza de contenidos y por su corte predominantemente histórico. Hacía poco que se había concluido el concilio de Trento y la Iglesia católica necesitaba afianzar y confirmar su identidad, también respecto a la Reforma protestante. La acción de Belarmino se insertó en este contexto. De 1588 a 1594 fue primero padre espiritual de los estudiantes jesuitas del Colegio Romano, entre los cuales encontró y dirigió a san Luis Gonzaga, y después superior religioso. El Papa Clemente VIII lo nombró teólogo pontificio, consultor del Santo Oficio y rector del Colegio de los Penitenciarios de la basílica de San Pedro. Al bienio 1597–1598 se remonta su catecismo, Doctrina cristiana breve, que fue su trabajo más popular.
El 3 de marzo de 1599 fue creado cardenal por el Papa Clemente VIII y, el 18 de marzo de 1602, fue nombrado arzobispo de Capua. Recibió la ordenación episcopal el 21 de abril del mismo año. En los tres años en los que fue obispo diocesano, se distinguió por el celo de predicador en su catedral, por la visita que realizaba semanalmente a las parroquias, por los tres Sínodos diocesanos y un Concilio provincial que organizó. Después de participar en los cónclaves que eligieron Papas a León XI y Pablo V, fue llamado a Roma, donde fue miembro de las Congregaciones del Santo Oficio, del Índice, de los Ritos, de los Obispos y de la Propagación de la Fe. Asimismo, desempeñó encargos diplomáticos, ante la República de Venecia y ante Inglaterra, en defensa de los derechos de la Sede apostólica. En sus últimos años compuso varios libros de espiritualidad, en los que condensó el fruto de sus ejercicios espirituales anuales. De su lectura el pueblo cristiano obtiene todavía hoy gran edificación. Murió en Roma el 17 de septiembre de 1621. El Papa Pío XI lo beatificó en 1923, lo canonizó en 1930 y lo proclamó doctor de la Iglesia en 1931.
San Roberto Belarmino desempeñó un papel importante en la Iglesia de las últimas décadas del siglo XVI y de las primeras del siglo sucesivo. Sus Controversiae constituyen un punto de referencia todavía válido para la eclesiología católica sobre las cuestiones acerca de la Revelación, la naturaleza de la Iglesia, los sacramentos y la antropología teológica. En ellas aparece acentuado el aspecto institucional de la Iglesia, con motivo de los errores que entonces circulaban sobre esas cuestiones. Sin embargo, Belarmino aclaró también los aspectos invisibles de la Iglesia como Cuerpo místico y los ilustró con la analogía del cuerpo y del alma, a fin de describir la relación entre las riquezas interiores de la Iglesia y los aspectos exteriores que la hacen perceptible. En esta obra monumental, que trata de sistematizar las diversas controversias teológicas de la época, evita todo detalle polémico y agresivo respecto a las ideas de la Reforma, pero, utilizando los argumentos de la razón y de la Tradición de la Iglesia, ilustra de modo claro y eficaz la doctrina católica.
Sin embargo, su herencia está en el modo como concibió su trabajo. Las gravosas funciones de gobierno no le impidieron, de hecho, aspirar diariamente a la santidad con la fidelidad a las exigencias de su estado de religioso, sacerdote y obispo. De esta fidelidad deriva su compromiso en la predicación. Al ser, como sacerdote y obispo, ante todo un pastor de almas, sintió el deber de predicar asiduamente. Son centenares los sermones —las homilías— que pronunció en Flandes, en Roma, en Nápoles y en Capua con ocasión de las celebraciones litúrgicas. No menos abundantes son sus expositiones y sus explanationes a los párrocos, a las religiosas, a los estudiantes del Colegio Romano, que con frecuencia tienen por objeto la Sagrada Escritura, especialmente las cartas de san Pablo. Su predicación y sus catequesis presentan el mismo carácter de esencialidad que había aprendido de la educación ignaciana, toda ella dirigida a concentrar las fuerzas del alma en el Señor Jesús intensamente conocido, amado e imitado.
En los escritos de este hombre de gobierno se percibe con mucha claridad, aun en la discreción detrás de la cual oculta sus sentimientos, la primacía que asigna a las enseñanzas de Cristo. San Roberto Belarmino ofrece así un modelo de oración, alma de toda actividad: una oración que escucha la Palabra del Señor, que se sacia contemplando su grandeza, que no se repliega en sí misma, sino que se alegra de abandonarse a Dios. Un signo distintivo de la espiritualidad de Belarmino es la percepción viva y personal de la inmensa bondad de Dios, por lo que nuestro santo se sentía realmente hijo amado por Dios y era fuente de gran alegría recogerse, con serenidad y sencillez, en oración, en contemplación de Dios. En su libro De ascensione mentis in Deum —Elevación de la mente a Dios— compuesto según el esquema del Itinerarium de san Buenaventura, exclama: «Oh alma, tu modelo es Dios, belleza infinita, luz sin sombras, esplendor que supera el de la luna y el sol. Levanta los ojos a Dios, en el cual se encuentran los arquetipos de todas las cosas, y del cual, como de una fuente de infinita fecundidad, deriva esta variedad casi infinita de las cosas. Por tanto, debes concluir: quien encuentra a Dios lo encuentra todo, quien pierde a Dios lo pierde todo».
En este texto se escucha el eco de la célebre contemplatio ad amorem obtinendum —contemplación para alcanzar amor— de los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola. Belarmino, que vive en la fastuosa y a menudo malsana sociedad de finales del siglo XVI y comienzos del XVII, saca de esta contemplación aplicaciones prácticas y proyecta la situación de la Iglesia de su tiempo con profundo sentido pastoral. En el libro De arte bene moriendi —el arte de morir bien— por ejemplo, indica como norma segura de vivir bien, y también de morir bien, meditar con frecuencia y seriamente que habrá que dar cuentas a Dios de las propias acciones y del propio modo de vivir, y tratar de no acumular riquezas en esta tierra, sino de vivir con sencillez y con caridad para acumular bienes en el cielo. En el libro De gemitu columbae —el gemido de la paloma, donde la paloma representa a la Iglesia— llama con fuerza al clero y a todos los fieles a una reforma personal y concreta de la propia vida siguiendo lo que enseñan la Escritura y los santos, entre los cuales cita en particular a san Gregorio Nacianceno, san Juan Crisóstomo, san Jerónimo y san Agustín, así como a los grandes fundadores de Órdenes religiosas como san Benito, santo Domingo y san Francisco. Belarmino enseña con gran claridad y con el ejemplo de su vida que no puede haber auténtica reforma de la Iglesia si antes no tiene lugar nuestra reforma personal y la conversión de nuestro corazón.
De los Ejercicios espirituales de san Ignacio, Roberto Belarmino sacaba consejos para comunicar de modo profundo, incluso a los más sencillos, las bellezas de los misterios de la fe. Escribe: «Si tienes sabiduría, comprendes que eres creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación. Este es tu fin, este el centro de tu alma, este el tesoro de tu corazón. Por eso, considera auténtico bien para ti lo que te lleva a tu fin, y auténtico mal lo que te impide alcanzarlo. El sabio no debe ni buscar acontecimientos prósperos o adversos, riquezas y pobreza, salud y enfermedad, honores y ultrajes, vida y muerte, ni huir de ellos de por sí. Son buenos y deseables sólo si contribuyen a la gloria de Dios y a tu felicidad eterna; son malos y hay que huir de ellos si la obstaculizan» (De ascensione mentis in Deum, grad. 1).
Obviamente, estas palabras no pasan de moda; deberíamos meditarlas largamente a fin de orientar nuestro camino en esta tierra. Nos recuerdan que el fin de nuestra vida es el Señor, el Dios que se reveló en Jesucristo, en el cual él sigue llamándonos y prometiéndonos la comunión con él. También nos recuerdan la importancia de confiar en el Señor, de darlo todo en una vida fiel al Evangelio, de aceptar e iluminar con la fe y con la oración toda circunstancia y toda acción de nuestra vida, buscando siempre la unión con él. Amén.
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Uno de los más grandes defensores de la Iglesia contra la Reforma protestante, fue Roberto Francisco Rómulo Belarmino.  Roberto nació en 1542 en la ciudad de Montepulciano, en Toscana, de una noble familia venida a menos. Sus padres eran Vicente Belarmino y Cintia Cervi, hermana del Papa Marcelo II.  Desde niño, Roberto dio muestras de una inteligencia superior; conocía a Virgilio de memoria, escribía buenos versos latinos, tocaba el violín y así, pronto empezó a desempeñar un brillante papel en las disputas públicas, con gran admiración de sus conciudadanos.

Decisión por Cristo
Cuando tenía diecisiete años, el rector del colegio de los jesuitas de Montepulciano escribió sobre él en una carta: "Es el mejor de nuestros alumnos y no está lejos del Reino de los Cielos". 
Por ser sobrino de un Pontífice podía esperar obtener muy altos puestos y a ello aspiraba cuando era joven, pero su madre, que era muy piadosa, lo había convencido de que el orgullo y la vanidad son defectos sumamente peligrosos. El cuenta en sus memorias: "De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios, y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal. Y esa comunidad era la de los padres jesuitas".  Así lo hizo, aunque le costó la oposición de su padre. El general jesuita hasta le redujo el tiempo de su noviciado y le destinó casi inmediatamente a proseguir los estudios en el Colegio Romano. Fue recibido de jesuita en Roma en 1560.  Quien le iba a decir a San Roberto que Dios tenía destinado a ser cardenal. 
Cambio providencial.  Al principio los sermones de Roberto estaban llenos de frases de autores famosos, y de adornos literarios, para aparecer como muy sabio y literato.  Pero de pronto un día lo enviaron a hacer un sermón, sin haberle anunciado con anticipación, y él sin tiempo para prepararse ni leer, se propuso hacer esa predicación únicamente con frases de la S. Biblia (la cual prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue fulminante.  Aquel día consiguió más conversiones con su sencillo sermoncito bíblico, que las que había obtenido antes con todos sus sermones literarios.  Desde ese día cambió totalmente su modo de predicar: de ahora en adelante solamente predicará con argumentos tomados de la S. Biblia, no buscando aparecer como sabio, sino transformar a los oyentes.  Y su éxito fue asombroso.
Formador
Roberto tuvo que luchar toda la vida contra la mala salud.  Al fin de los tres años de filosofía estaba tan débil, que los superiores le enviaron a tomar los aires natales; el joven religioso aprovechó su estancia en Toscana para instruir a los niños y dar conferencias de retórica y poética latinas.  Un año más tarde, fue trasladado a Mondavi del Piamonte y destinado a dar cursos sobre Cicerón y Demóstenes. Roberto no conocía del griego más que el alfabeto, pero, con su obediencia y energía características, preparaba por la noche la lección de gramática griega que debía impartir al día siguiente. El futuro cardenal se oponía al castigo corporal de los alumnos y jamás lo empleó. Además de ejercer el magisterio, predicaba con frecuencia y el pueblo acudía en masa a sus sermones. Su provincial, el P. Adorno, que le oyó predicar un día, le envió inmediatamente a la Universidad de Padua para que recibiese cuanto antes la ordenación sacerdotal.  Roberto se entregó ahí nuevamente a la predicación y al estudio; pero al poco tiempo, el padre general, San Francisco de Borja, le envió a Lovaina a proseguir sus estudios y a predicar en la Universidad, para contrarrestar las peligrosas doctrinas que esparcía el canciller Miguel Bayo y otros.  En el viaje a Bélgica tuvo por compañero al inglés Guillermo Allen, que sería también, un día, cardenal.  Belarmino pasó siete años en Lovaina. Sus sermones fueron extraordinariamente populares desde el primer día, a pesar de que predicaba en latín y era de tan corta estatura, que subía en un banquillo para sobresalir en el púlpito a fin de que el auditorio pudiese verle y oírle. Pero sus oyentes decían que su rostro brillaba de una manera extraordinaria y que sus palabras eran inspiradas.
Después de recibir la ordenación sacerdotal, en Gante, en 1570, ocupó una cátedra en la Universidad de Lovaina. Fue el primer jesuita a quien se confirió ese honor. Sus cursos sobre la "Summa" de Santo Tomás, en los que exponía brillantemente la doctrina del santo Doctor, le proporcionaban la ocasión de refutar las doctrinas de Bayo sobre la gracia, la libertad y la autoridad pontificia.
No cedió a la tentación de las tácticas mundanas frecuentemente utilizadas en las disputas doctrinales: Los ataques personales, el cinismo, el desprecio, las exageraciones, los insultos.  Ni siquiera mencionaba los nombres de sus adversarios sino que se limitaba elucidar los temas controversiales enseñando la verdad y exponiendo el error.
No obstante el trabajo abrumador que tenía con sus sermones y clases, San Roberto encontró todavía tiempo en Lovaina para aprender el hebreo y estudiar a fondo la Sagrada Escritura y los escritos de los Santos Padres. La gramática hebrea que escribió entonces para ayuda de los estudiantes llegó a ser muy popular.
Las Controversias
Como su salud empezaba a flaquear, los superiores le llamaron nuevamente a Italia. San Carlos Borromeo trató de que le destinasen a Milán, pero fue nombrado en 1576 para ocupar la nueva cátedra de teología apologética "de controversiis", es decir, la defensa de la ortodoxia católica en la Universidad Gregoriana, que en ese tiempo se llamaba Colegio Romano. La apologética era, como lo es hoy día, de gran importancia dado a la cantidad de errores que tienen confundidos al pueblo.
San Roberto trabajó incansablemente en esa cátedra y en la preparación de los cuatro enormes volúmenes de sus "Discusiones sobre los puntos controvertidos", popularmente conocidos como "Las Controversias".  San Roberto en estos libros explica la posición católica ante los errores de los protestantes (luteranos, evangélicos, anglicanos, y otros.). Estos por su parte habían sacado una serie de libros contra los católicos y San Roberto produjo las mejores respuestas. El éxito fue rotundo, teniendo 30 ediciones en 20 años. Los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para la sana enseñanza. San Francisco de Sales utilizaba mucho estos libros de San Roberto.
Tres siglos más tarde, el competente historiador Hefele calificaba esa obra como "la más completa defensa del catolicismo que se ha publicado hasta nuestros días". San Roberto conocía tan a fondo la Biblia, los Santos Padres y los escritos de los herejes, que muchos de sus adversarios no podían creer que sus "Controversias" fuesen la obra de un solo escritor y sostenían que su nombre era el anagrama de un conjunto de sabios jesuitas. 
Las "Controversias" de San Roberto aparecieron en el momento más oportuno, pues los principales reformadores acababan de publicar una serie de volúmenes en los que se proponían demostrar que, desde el punto de vista histórico, el protestantismo era el verdadero representante de la Iglesia de los Apóstoles. Como esos volúmenes habían sido publicados en Magdeburgo y cada tomo correspondía a un siglo, la colección recibió el nombre de "Las Centurias de Magdeburgo".  Baronio refutó dicha obra desde el punto de vista histórico, y Belarmino desde el dogmático.  El éxito de las "Controversias" fue instantáneo: clérigos y laicos, católicos y protestantes leyeron ávidamente los volúmenes.  En Londres la obra fue prohibida, sin embargo un librero declaró: "Este jesuita me ha hecho ganar más dinero que todos los otros teólogos juntos".
 Uno de los más famosos jefes protestantes exclamó al leer uno de sus libros: "Con escritores como éste, estamos perdidos. No hay como responderle".
Diplomacia
En 1589, San Roberto tuvo que interrumpir algún tiempo sus estudios para acompañar al cardenal Cayetano en una embajada diplomática a Francia, desgarrada entonces por la guerra entre Enrique de Navarra y la Liga.  La embajada no produjo ningún resultado; pero sus miembros vivieron la experiencia de ocho meses de sitio en París, donde, según San Roberto Belarmino, "no hicieron nada pero sufrieron mucho".  Al contrario del cardenal Cayetano, quien favorecía a los españoles, San Roberto apoyaba abiertamente la idea de pactar con Enrique de Navarra, con tal de que se convirtiese al catolicismo; pero el Papa Sixto V murió por entonces, poco después del fin del sitio, y los embajadores fueron llamados de nuevo a Roma.
Biblista
Algo más tarde, San Roberto dirigió una comisión a la que el Papa Clemente VIII encargó preparar la publicación de una edición revisada de la Biblia Vulgata. Ya en la época de Sixto V se había preparado una edición, bajo la supervisión del Pontífice; pero la falta de conocimiento de los exegetas y el temor de modificar demasiado el texto corriente, la habían convertido en un trabajo inútil.  La nueva versión, que recibió el "imprimatur" de Clemente VIII, precedida de un prefacio de San Roberto Belarmino, es el texto latino que se usa actualmente.
Maestro de las almas
San Roberto vivía entonces en el Colegio Romano. Como director espiritual de la casa, había estado en estrecho contacto con San Luis Gonzaga, a quien atendió en su lecho de muerte.  El futuro cardenal profesaba tanto cariño al santo joven, que pidió ser enterrado a sus pies, "pues fue una época mi hijo espiritual".
Por entonces empezó para San Roberto la carrera de los honores.  En 1592, fue nombrado rector del Colegio Romano y, en 1594, provincial de Nápoles.
Tres años más tarde, volvió a Roma a trabajar como teólogo de Clemente VIII.  Por expreso deseo del Pontífice escribió sus dos célebres catecismos para gente sencilla.  Su famoso Catecismo Resumido Fue traducido a 55 idiomas y ha tenido mas de 300 ediciones, éxito superado solo por la Santa Biblia y La Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, el cual llegó a las manos de sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo. Durante su vida logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos.
Un Humilde Cardenal
Dios tiene sus caminos. San Roberto entró en los Jesuitas porque estos tenían un reglamento que prohibía aceptar cargos en la jerarquía. Sin embargo, por obediencia al Sumo Pontífice, muy en contra de sus deseos personales,  llegó a ser el único obispo y cardenal de los jesuitas en ese tiempo. En 1598, Belarmino fue elevado al cardenalato por Clemente VIII, "en premio de su ciencia inigualable".  El santo no abandonó su austeridad. Se alimentaba, como los pobres, de pan y ajo y ni siquiera en invierno había fuego en su casa. En cierta ocasión pagó el rescate de un soldado que había desertado y regalaba a los pobres los tapices de sus departamentos, diciendo: "Las paredes no tienen frío".
Arzobispo de Capua
En 1602, fue inesperadamente nombrado arzobispo de Capua. Cuatro días después de su consagración, partió de Roma a su sede. Aunque fue admirable en todo, tal vez donde más se distinguía era en el ejercicio de las funciones pastorales en su inmensa diócesis. Haciendo a un lado los libros, aquel hombre de estudios, que no tenía ninguna experiencia pastoral, se dedicó a evangelizar a su pueblo con el celo de un joven misionero y a aplicar las reformas decretadas por el Concilio de Trento. Predicaba continuamente, visitaba su diócesis, exhortaba al clero, instruía a los niños, socorría a los necesitados y se ganó el cariño de todos sus hijos.  
Regresa a Roma
San Roberto no pudo permanecer mas que tres años en Capua ya que el recién elegido Papa Paulo V le insistió en que volviese a la Ciudad Eterna. San Roberto renunció a su diócesis y, a partir de entonces, como encargado de la Biblioteca Vaticana y como miembro de casi todas las congregaciones, desempeñó un papel muy importante en todos los asuntos de la Santa Sede.  
Cuando Venecia abrogó arbitrariamente los derechos de la Iglesia y fue castigada con el entredicho, San Roberto fue el gran paladín pontificio en la discusión con el famoso servita veneciano, Fray Pablo Sarpi.  
Otro adversario todavía más importante fue Jaime I de Inglaterra.  El cardenal Belarmino había reprendido a su amigo, el arcipreste Blackwell, por haber prestado el juramento de fidelidad a dicho monarca, ya que en él se negaban los derechos temporales del Papa.  El rey Jaime, que se consideraba como un controversista, intervino en la contienda con dos libros en defensa del juramento, a los que respondió el cardenal Belarmino.  En su primera respuesta, San Roberto empleó el tono ligeramente humorístico que manejaba tan bien. En cambio, en el segundo tratado respondió en forma seria y aplastante a cada una de las objeciones de su adversario.
Aunque defendió abierta y lealmente la supremacía pontificia en lo espiritual, las opiniones de Belarmino sobre la autoridad temporal no agradaban a los extremistas de ninguno de los dos campos.  Como sostenía que la jurisdicción del Papa sobre los reyes era sólo indirecta, perdió el favor de Sixto V; y como sostuvo contra el jurista escocés Barclay que la monarquía no era una institución de derecho divino, su libro De potestate Papae fue quemado públicamente en el parlamento de París.
Casi nombrado Papa.  En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Belarmino obtuvo 14 votos, la mitad de los votantes. Quizá no lo eligieron por ser Jesuita (los cuales tenían muchos enemigos). El rezaba muy fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo.
Amigo de Galileo Galilei
San Roberto era amigo de Galileo Galilei, a quien dedicó uno de sus libros.  En 1616, se le confió la misión de amonestar al gran astrónomo; pero en su amonestación, que Galileo tomó muy bien, se limitó a rogarle que propusiese simplemente como hipótesis las teorías que no estaban todavía probadas. Galileo, sin renunciar a sus investigaciones, habría ganado mucho si se hubiese atenido a ese consejo.
Sería imposible mencionar aquí todas las actividades de San Roberto en sus últimos años. Siguió escribiendo hasta el fin, pero ya no obras de controversia; terminó un comentario de los Salmos y escribió cinco libros espirituales, el último de los cuales se titulaba "Arte de morir".  
Su Testamento
Poco antes de morir escribió en su testamento que lo poco que tenía se repartiera entre los pobres. Lo que dejó no alcanzó sino para costear los gastos del entierro. Pidió que sus funerales fueran de noche (para que no hubiera tanta gente) y se hicieran sin solemnidad. Pero a pesar de que se le obedeció haciéndole los funerales de noche, el gentío fue inmenso y todos estaban convencidos de que estaban asistiendo al entierro de un santo.
Cuando su vida tocaba a su fin, San Roberto obtuvo permiso de retirarse al noviciado de San Andrés, Roma, donde murió a los setenta y siete años, el 17 de diciembre de 1621.  Precisamente en esa fecha se celebraba la fiesta de los estigmas de San Francisco de Asís, que se había introducido a petición suya.  
El proceso de beatificación, que comenzó casi inmediatamente, se prolongó por tres siglos.  Después, en un solo año, en el 1930, San Roberto obtuvo del Papa Pío XI ser beatificado y canonizado santo.  Fue declarado Doctor de la Iglesia en 1931.
San Roberto Belarmino, ruega por nosotros para que con todo el corazón imitemos tu celo por conocer y dar a conocer la verdadera doctrina y salvar almas.

BIBLIOGRAFÍA
Butler; Vida de los Santos
Sálesman, Eliécer; Vidas de Santos #3
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini; Un Santo Para Cada Día

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