martes, 27 de septiembre de 2016

Miércoles semana 26 de tiempo ordinario; año par

Miércoles de la semana 26 de tiempo ordinario; año par

La vocación se descubre en el tiempo, es un encuentro con el Señor que implica un compromiso… una misión divina en la que hay también cruz, que tiene un sentido salvador
“En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos e dijo uno: -«Te seguiré adonde vayas.» Jesús le respondió: -«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro le dijo: -«Sígueme.» Él respondió: -«Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: -«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.» Otro le dijo: -«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: -«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios»” (Lucas 9,57-62).
1. En el camino de Jesús vemos como en un espejo nuestro camino. Vemos hoy tres personas que quieren seguir a Jesús, y su respuesta lacónica, que nos gustaría oír con su tono de voz…
-“Jesús subía hacia Jerusalén. Por el camino uno le dijo: "Te seguiré por doquiera que vayas". Se presenta esa persona, toma la iniciativa. Quizá está muy seguro de sí mismo. Se cree fuerte, sólido, generoso.
-“Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza"”. No basta el entusiasmo, la "dificultad" aparece al seguirlo: la falta de confort, la pobreza de su situación. También sufrir ser rechazado como él lo estuvo, es no tener seguridad... Señor, yo también quisiera siempre seguirte a donde Tú vayas... Pero ahora ya sé y la historia nos ha enseñado "dónde" ibas. Y el Gólgota me espanta, te lo confieso. Ciertamente que no podré seguirte si no me das la fuerza; pero tampoco me atrevo demasiado a pedírtela.
-“A otro le dijo: "Sígueme"”. Es Jesús que llama. El hombre respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos". En Israel, dar sepultura era una obligación sagrada... pienso que hay un sentido misterioso en esas palabras. Jesús le viene a decir que no tiene necesidad su padre de que él lo acompañe, al menos de momento: puede ir con Jesús con tranquilidad. También la palabra “muertos” puede referirse a los que todavía no han encontrado a Jesús, y que la fe es haber pasado de la muerte a la vida, es haber entrado en otro mundo.
-“Tú ve a anunciar el reino de Dios”. El discípulo sólo tiene una cosa a hacer, ante la cual desaparece todo lo restante: "anunciar el reino de Dios". Es radical, absoluto. Esto no admite retraso alguno. “A veces la voluntad parece resuelta a servir a Cristo, pero buscando al mismo tiempo el aplauso y el favor de los hombres (…). Se empeña en ganar los bienes futuros, pero sin dejar escapar los presentes. Una voluntad así no nos permitirá llegar nunca a la verdadera santidad” (Juan Casiano).
-“Otro le dijo: "Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia". Jesús le contestó: "EI que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios"”. Mal entendido, parece que Jesús separa de las familias. Pero hay que leer esto en el conjunto del Evangelio, donde Jesús nos ha pedido que amemos a nuestros padres, y ha dado testimonio de un afecto delicado a su madre al confiarla a san Juan en el momento de su muerte. Pero también Dios puede pedirnos que renunciemos por él a las dulzuras familiares. Esto lo había ya exigido Elías a su discípulo (1 Reyes 19,19-21). Temple que hay que adecuar a las necesidades familiares, para no ser fanáticos sino generosos, y la regla será como siempre el amor (Noel Quesson).
Aquí no habla Jesús de no atender a la familia, sino de la radicalidad de la llamada divina. Nos dice «sígueme» y esa llamada puede cambiar nuestra vida, podemos sentir que no admite excusas, retrasos, condiciones, ni traiciones... La vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús. Con el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una persona cualquiera: ¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana, porque es vida llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas raíces: es ésta la vida que estamos llamados a vivir.
El Señor, cuando vino al mundo, aunque «todo el género humano tenía su lugar, Él no lo tuvo: no encontró lugar entre los hombres (...), sino en un pesebre, entre el ganado y los animales, y entre las personas más simples e inocentes. Por esto dice: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’» (San Jerónimo). El Señor encontrará lugar entre nosotros si, como Juan el Bautista, dejamos que Él crezca y nosotros menguamos, es decir, si dejamos crecer a Aquel que ya vive en nosotros siendo dúctiles y dóciles a su Espíritu, la fuente de toda humildad e inocencia (Lluc Torcal).
Desde Abrahán que salió de su tierra de Ur y peregrinó por tierras extrañas cumpliendo los planes de Dios, muchas personas han seguido este “sígueme” divino. La expresión “que los muertos entierren a los muertos” no significa dejar de atender la familia, sino que Jesús nos pide que no usemos excusas, no dar largas a nuestro seguimiento. Los primeros apóstoles fueron modelos, pues "dejándolo todo, le siguieron". Lo mismo nos enseña con lo de "no despedirse de la familia", es un modo de hablar, de prioridades (J. Aldazábal).
2. ¿Por qué sufrir? ¿Por qué el sufrimiento del justo y del inocente? ¿El Todopoderoso no puede impedir el desamparo de los niños, las torturas que se infligen a los inocentes?
Dos amigos de Job fueron a "sermonearle". Hay amigos que en la dificultad nos pintan todo negro, más que ayudar, ayudan a caer. Otros quieren decirnos cosas sobre el sufrimiento, por las que no han pasado. ¡Qué fácil es hablar del sufrimiento cuando no se sufre! Pero hay que estar ahí, sobre todo hacer compañía, y si lo necesitan decir algo. Recuerdo que hablé con un sacerdote mayor que se moría. Me dijo: “tú no puedes comprender lo que estoy pasando, pero dime algunas cosas, que me vendrán bien…”
-“Bien sé yo en verdad que es así; ¿cómo podría un hombre tener razón ante Dios?” Job busca y se fía de Dios aunque no ve la redención de Cristo, y por tanto una respuesta total dado que no sabemos «por qué ha dejado Dios una creación con "arrugas"», una «obra inacabada», imperfecta.
-“Quien pretenda litigar con Dios, no hallará respuesta ni una vez entre mil... ¿Quién le hará frente y saldrá bien librado?” No se enfrenta con Dios el buen Job…
-“Dios traslada los montes... Impera sobre el sol... Hizo las estrellas... Es autor de obras grandiosas, insondables, de maravillas sin número”. Tampoco juzga a Dios... suspende el juicio, pero se fía.
-“¿Quién le dirá: «¿Qué es lo que haces?» ¡Cuánto menos podré yo defenderme!” Job se aferra, tenazmente, a su certeza: Dios es «sabio», Dios es «inteligente», Dios es «bueno», Dios es «poderoso»... y de ello ha dado muchas pruebas en su creación maravillosa. Es verdad que tampoco comprendo «por qué» hay tanto mal en este mundo... pero quiero confiar en Dios. Él sabe «por qué» (Noel Quesson).
3. Juan Pablo II, en su carta "Salvifici Doloris" (1984), sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano, es el que mejor ha abordado este misterio. Sobre todo en su apartado tercero, "a la búsqueda de una respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento", que toma pie precisamente del libro de Job. ¿Será, como le dicen sus amigos, que estas desgracias son necesariamente castigo de sus pecados?, ¿será una pedagogía divina, por el valor educativo que tienen las pruebas y el dolor? El libro de Job niega estos presupuestos como insuficientes, pero no llega a la clave verdadera. Como dice el Papa, "el libro de Job no es la última palabra de la revelación sobre este tema".
La respuesta la tenemos en Cristo, en su dolor asumido, en su solidaridad total, en su muerte inocente y en su resurrección. Dios nos ha querido salvar asumiendo él nuestro dolor, entrando hasta el fondo en el mundo de nuestro sufrimiento y dándole así un sentido redentor, de amor, desde la profundidad del sacrificio pascual de Cristo, el Siervo de Yahvé que se entrega por los demás voluntariamente, a pesar de ser inocente. Dios nos ha mostrado su amor precisamente a través de su dolor, solidario del nuestro. Nuestro dolor, entonces, se convierte en solidario del de Cristo. Con la misma finalidad: salvar al mundo (J. Aldazábal).
Seguirá siendo una pregunta difícil de contestar. Seguirá doliendo. La oración del salmo no nos da la respuesta, pero sí fuerzas para vivir el misterio: "llegue hasta ti mi súplica, Señor, ¿por qué me rechazas y me escondes tu rostro? Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica".
Jesús nos dio el ejemplo, entregándose en manos de Dios y caminando hacia su sacrificio: "no se haga mi voluntad sino la tuya. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu".
Llucià Pou Sabaté
San Wenceslao, mártir. San Lorenzo Ruiz y compañeros, mártires

Hijo del rey de Bohemia, Ratislav, el joven príncipe nació en el 907 cerca de Praga. Su abuela, Santa Ludimila, se encargó de la educación de su nieto, inculcándole siempre el amor y servicio al Padre Celestial. Cuando era todavía muy joven, el santo perdió a su padre en una de las batallas contra los magiares; su madre asumió el poder e instauró -bajo la influencia de la nobleza pagana- una política anticristiana y secularista, que convirtió al pueblo en un caos total. Ante esta terrible situación, su abuela trató de persuadir al príncipe para que asumiese el trono para salvarguardia del cristianismo, lo que provocó que los nobles la asesinaran al considerarla una latente amenaza para sus intereses.
Sin embargo, por desconocidas circunstancias, la reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo, y como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Ley de la Iglesia de Dios. Instauró el orden social al imponer severos castigos a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud y además gobernó siempre con justicia y misericordia.
Por oscuros intereses políticos, Boleslao -que ambicionaba el trono de su hermano-, invitó a Wenceslao a su reino para que participara de los festejos del santo patrono y al terminar las festividades, Boleslao asesinó de una puñalada al santo rey. El pueblo lo proclamó como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones. Ha sido proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.

El joven príncipe, que nació en Bohemia hacia el año 907, personifica el ideaI del héroe nacional, valientemente comprometido en la promoción cultural y religiosa del pueblo eslavo.
Cuando se derrumbó el reino moravio, en el 895 los príncipes bohemios, entrando en el juego diplomático de las potencies de ese entonces, se aliaron con el fuerte reino franco, y adoptando los principios de las antiguas civilizaciones comenzaron el proceso de europeización de los Estados de Europa central.
Lider de esta política de visión hacia el futuro fue el joven duque de Bohemia, Wenceslao. El había sido educado cristianamente por la abuela Ludmila, venerada como santa. Tan pronto tuvo la edad requerida, sucedió al padre después de la breve regencia de la madre Draomira. Mujer intrigante, Draomira prefería al segundo hijo, Boleslao, y fomentó con todos los medios a su alcance la rivalidad entre los dos, hasta el punto de llevar al segundo a mancharse con el grave delito del fratricidio.
En la mañana del 28 de septiembre del 935, mientras Wenceslao salía de case para ir a Misa, Boleslao, que lo esperaba en un lugar solitario con un grupo de cómplices, le saltó encima para herirlo por la espalda. El joven rey, que todavía no tenía treinta años, detuvo el golpe y echó mano a su espada, pero cuando se dio cuenta que el asesino era su hermano bajó el arma, murmurando: “Podría matarte, pero la mano de un siervo de Dios no debe mancharse con el fratricidio”. Fue asesinado por los sicarios de Boleslao.
Este ejemplarísimo príncipe cristiano anteponía sus deberes religiosos a los de soberano, hasta el punto de llegar tarde a una importante asamblea de Worms, convocada por el emperador Otón, porque estaba en Misa. No era raro ver al joven rey mezclado con los otros fieles, con los pies descalzos, durante las procesiones penitenciales. Impuso a su cuerpo la dura disciplina del cilicio y las diarias mortificaciones.
Fue considerado como un rey renunciatario por haber buscado la alianza con los poderosos francos limítrofes, pero el mismo hermano Boleslao, que le sucedió, después de haberlo mandado asesinar, comprendió esa política realistica y la siguió. Boleslao comprendió el error de valoración respecto de su hermano, hacia quien la devoción popular creció de día en día, por los prodigios que se obraban sobre la tumba del mártir, venerado inmediata mente como santo, el primero de los pueblos eslavos.
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SAN LORENZO RUIZ Y 15 COMPAÑEROS, MÁRTIRES
Lorenzo Ruiz y 15
compañeros, SantosSan Lorenzo Ruiz (c. 1600 - 29 de septiembre de 1637) fue un notario filipino, que murió martirizado en Okinawa. Es el primer beato filipino.
Los nuevos Santos hablan también hoy a todos los misioneros que, urgidos por el mandato de Cristo “ id y enseñad a todas las gentes ” (Mt 28, 19), 5), han salido por los caminos del mundo a anunciar la Buena Nueva de la salvación a todos los hombres, particularmente a los más necesitados.
Ellos, con su mensaje y su martirio, hablan a los catequistas, a los agentes de pastoral, a los laicos, a quienes la Iglesia, está dedicando particular atención y solicitud en el presente Sínodo de los Obispos. Ellos nos recuerdan que “morir por la fe es un don que se concede a algunos; pero vivir la fe es una llamada dirigida a todos” (Homilía durante la misa de beatificación de Laurencio Ruiz en Manila, n. 5, 18 de febrero de 1981).
La gran familia dominica, y en particular la Provincia del Santo Rosario que celebra el cuarto centenario de su creación, recibe hoy, con legítimo orgullo, entre sus Santos a estos mártires, algunos de los cuales estuvieron especialmente ligados al Colegio de Santo Tomás de Manila. Este centro, convertido hoy en Universidad, así como otras beneméritas instituciones eclesiales, han contribuido de modo notable a la implantación y desarrollo de la Iglesia en el lejano oriente.
Los misioneros que hoy son canonizados hablan a todos los fieles cristianos, en esta Jornada de oración por las misiones, y les exhortan a reavivar su conciencia misionera. “ Todos los cristianos –nos dice el Concilio–, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo ” Todo bautizado debe sentirse, pues, urgido por su vocación a la santidad. En esto los nuevos Santos han de servirnos de modelo a seguir con una entrega sin límites a la llamada de Dios. Uno de ellos, el Padre Lucas del Espíritu Santo escribía: “E1 beneficio que yo estimo más, es haberme enviado a esta tierra en compañía de tan grandes siervos de Dios, de los cuales, unos ya le están gozando, y otros tienen adquirido un gran tesoro delante de su divina Majestad” (Ad gentes, 11).
Ruiz nació en Binondo, Manila (Filipinas). Su padre, de origen chino le enseñó el idioma chino, y su madre filipina le enseñó tagalo. Ambos eran católicos. Lorenzo sirvió en el convento de la iglesia de Binondo como sacristán. Años más tarde, se hizo miembro de la Confraternidad del Santo Rosario.
Lorenzo fue falsamente acusado de asesinato y buscó asilo a bordo de una nave con tres sacerdotes dominicos, san Antonio González, san Guillermo Courtet y san Miguel de Aozaraza, además del sacerdote japonés san Vicente Shiwozuka de la Cruz, y un laico llamado san Lázaro de Kyoto, que padecía de lepra. El barco tocó tierra en Okinawa y el grupo fue arrestado por su religión cristiana. Aún torturados no abjuraron de su fe, y murieron mártires.
Lorenzo Ruiz fue beatificado en Manila de febrero el 18 de 1981 por el papa Juan Pablo II, que lo canonizó el 18 de octubre de 1987.

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