viernes, 5 de agosto de 2016

Sábado semana 18 de tiempo ordinario; año par

Sábado de la semana 18 de tiempo ordinario; año par

La fe nos abre a los dones que Dios quiere concedernos, en nuestra vida personal y en la historia de los hombres
“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: -«Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.» Jesús contestó: -« ¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.» Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño. Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: -«¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?» Les contestó: - «Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible»” (Mateo 17,14-20).  
1. Después de la transfiguración, Jesús, te encuentras con tus apóstoles que no han sido capaces de curar a un epiléptico. Como los días pasados, aprovecha estos hechos para fomentar la fe.
-“Un hombre se acerco a Jesús: "Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y con los ataques su estado es muy deplorable... Se lo he traído a tus discípulos y no han podido curarlo". Señor, Hijo de Dios altísimo, Tú, el Santo, has aceptado vivir con pobres seres obtusos, pecadores, incrédulos. Perdón, Señor, por nuestras pequeñeces y por nuestras mezquindades. Perdón, Señor, por todas las decepciones que te infligimos.
Te preguntan, Señor: -...”¿Por qué razón no pudimos echar ese demonio nosotros? Y tú les respondes: -“Porque tenéis poca fe”. Tropezaste con la incredulidad… Yo creo, señor, pero te pido más fe. “El demonio se mete en mi vida de mil formas distintas: suscitándome tentaciones de avaricia y sensualidad, sugiriéndome que escoja siempre lo fácil y cómodo y, sobre todo, engrandeciendo mi soberbia, mi amor propio, el deseo de que los demás se fijen en mí.
”El gran triunfo del demonio es que la gente no crea en su existencia. De esta forma puede «trabajan» a sus anchas sin encontrar la menor resistencia. Nunca ha estado más activo que ahora que el mundo piensa que ha vencido este mito (Pablo Cardona). Con una visión sin fe, una visión cientificista, desaparece la responsabilidad de las acciones, la misma noción de pecado y, en el fondo, la libertad. El demonio actúa…
“El «non serviam» de Satanás ha sido demasiado fecundo. ¿No sientes el impulso generoso de decir cada día, con voluntad de oración y de obras, un «serviam»  ¡te serviré, te seré fiel!  que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía?»” (San Josemaría, Camino 413).
«La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama “homicida desde el principio” y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre. “El hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo”. La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios» (Catecismo, 394).
-“Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esta colina: "Muévete de aquí allá". Y se movería”. ¡Cuántas veces fracasamos en nuestro empeño por falta de fe! Tendemos a poner la confianza en nuestras fuerzas, en los medios, en las instituciones. No planificamos con la ayuda de Dios y de su Espíritu. Jesús nos avisó: «sin mí no podéis hacer nada». Apoyados en él, con su ayuda, con un poco de fe, fe auténtica, curaríamos a más de un epiléptico de sus males. El que cura es Cristo Jesús. Pero sólo se podrá servir de nosotros si somos «buenos conductores» de su fuerza liberadora. Como cuando Pedro y Juan curaron al paralítico del Templo. La de cosas increíbles que han hecho los cristianos (sobre todo, los santos) movidos por su fe en Dios. Tener fe no es cruzarse de brazos y dejar que trabaje Dios. Es trabajar no buscándonos a nosotros mismos, sino a Dios, motivados por él, apoyados en su gracia (J. Aldazábal).
¡Hay que tomar en serio esas palabras del Señor! Efectivamente no se trata de desplazar materialmente "montañas” de piedras; pero la Fe puede realizar otras tareas que no son menos difíciles: desplazar montañas de orgullo, de egoísmo, de cobardía... cambiar corazones, hábitos... transformar hombres, haciéndoles capaces de entrar en relación con Dios... ¡Desplaza mis "montañas", Señor! ¡Dame esa fe, que es el apoyo de tu propio poder divino!
-“Y nada os será imposible”. ¡Cuánto me gusta oírte decir esto, Señor Jesús! Repíteme esa palabra. La escucho. La aplico serenamente a mi jornada de hoy sin exaltación extraordinaria, pues me conozco, sino contando solamente contigo. Sí, líbrame de mis entusiasmos que no llegan al día siguiente. Pero dame esa tenacidad de la Fe adulta, y nada me será imposible, como lo has prometido... La Fe, tal como Jesús la ve, es una fuerza: triunfa de lo imposible, duplica las fuerzas del hombre, es un "poder de Dios" para la salvación de cualquiera que cree (Rm 1,15; Noel Quesson). 
-“Después, «increpó al demonio y salió, y en aquel momento se curó el niño»”. Te pido, Señor, participar de tu curación, yo personalmente y todas las personas por las que te rezo en estos momentos.
2. Leemos hoy en Habacuc (1,12-2,4): "-Desde los tiempos más lejanos, ¿no eres Tú, Señor, mi Dios, mi Santo, Tú, que no puedes morir?" Siempre  se ha pensado que por encima de las fragilidades y de las ruinas, de las dificultades y de los fracasos, Dios puede más, es «el eterno», el fuerte, el santo, el inmortal. Podemos tener una idea de Dios pequeñita, pero es siempre más grande de lo que podamos pensar, de los ejemplos que podamos poner.
-"Tú estableciste el pueblo de los caldeos para ejecutar el juicio y llevar a cabo el castigo". Ayer veíamos a Nínive aplastada por los caldeos de Babilonia. Hoy Habacuc nos invita a considerar que esos mismos caldeos, instrumentos de la intervención de Dios, irán, a su vez, demasiado lejos en su represión.
-“Tus ojos son demasiado puros para ver el mal, no puedes mirar la opresión. Entonces, ¿por qué callas cuando el malvado devora a un hombre más justo que él?” Es duro ver el dolor, la muerte de los inocentes. Este «por qué», esta pregunta dirigida a Dios... ¡cuán actual es! Aunque nos hayamos hecho de Dios un concepto de Fortaleza, de Justicia, de Santidad... esto no resuelve todas nuestras preguntas. Nos quedamos en la duda. ¿Por qué, Señor, todo parece salirles bien a los impíos? ¿Por qué el sufrimiento, por qué? No hemos de temer preguntar a Dios. Señor, tengo la confianza de que pase lo que pase, las cosas contribuyan a hacer avanzar, quizá sin saberlo, tus proyectos.
-“Entonces el Señor me contestó: «Escribe la visión, ponla clara en tablillas para que se pueda lee de corrido. Esta visión se realizará, pero solamente cuando llegue su tiempo.»” Dios es enteramente el otro. Hay que saber esperar. Con El, hay que hacer el salto a lo desconocido. El proyecto de Dios "se realizará pero a su debido tiempo". Mientras tanto hay que caminar en la noche.
Nos quedamos viviendo en la esperanza, con esa promesa de que todo se cumplirá según esos límites que Dios pone en la historia, y esa capacidad divina de cumplir sus proyectos a su tiempo (Noel Quesson).
3. El Salmo 17 proclama ese amor confiado que Dios provoca en nosotros: “Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. / Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. / Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu Ungido”.
Llucià Pou Sabaté
La Transfiguración del Señor

La Transfiguración del Señor: la Cruz es camino de la Gloria, también para nosotros
“En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: -Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: -Esté es mi Hijo amado; escuchadlo. De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos” (Marcos 9,1-9).
1. La fiesta de hoy con la nube y la voz celestial, la presencia de Moisés y de Elías, evoca la presencia de Dios en el Sinaí.Jesús, te vemos como el "nuevo Moisés", en ti llegan a su cumplimiento las esperanzas, la alianza y la ley, y nos preparas la nueva alianza, la del amor infinito. En ti, Cristo, se nos revela el rostro divino de Dios, del mismo Dios que salva a Israel de Egipto por medio de Moisés (Ex 19), Elías de la muerte (1R 19) y el pueblo de los Santos de la persecución helenística (cf Dn 7).
La transfiguración de tu rostro, Jesús, las vestiduras blancas, evocan al Hijo del Hombre del profeta Daniel, glorioso y vencedor, y parecen ser un anticipo de tu resurrección, como leemos en la primera lectura. La cruz esconde la gloria. En la vida de fe de cada uno hay ciertas transfiguraciones... Hay personas que notan estas pistas que nos da Dios a lo largo de la vida. Pero es necesario estar atento para descubrirlas.
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo”. Es muy bonito el detalle del blanco de los vestidos… queremos entrar en este misterio, que nos habla de lo que será el cuerpo glorioso, para que nos sirva de estímulo y esperanza, para morir a nosotros mismos y vivir hacia Dios y hacia los hermanos.
Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús”. El encuentro de Jesús con los profetas muestra la unión de la Antigua y nueva alianza, que “toda la Escritura divina forma un solo libro, y ese único libro es Cristo, ya que toda la Escritura divina habla de Cristo y toda ella se realiza en Cristo” (Hugo de San Víctor). Un encuentro milagroso, que enlaza con los dos Testamentos escritos, por tanto no podemos olvidarnos de los antiguos libros. Pues, “si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo” (S. Jerónimo).
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: -Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabía lo que decía”. Señor, querría poder decirte «Maestro, ¡qué bien estamos aquí!» sobre todo después de ir a comulgar. El prefacio de la misa de hoy nos dice: «Porque Cristo, Señor, habiendo anunciado su muerte a los discípulos, reveló su gloria en la montaña sagrada y, teniendo también la Ley y los profetas como testigos, les hizo comprender que la pasión es necesaria para llegar a la gloria de la resurrección».
Esta revelación nos muestra, como decía san Juan de la Cruz, que en la Biblia nos habla el Señor de una sola palabra, Cristo. Atanasio el Sinaíta escribe que «Él se había revestido con nuestra miserable túnica de piel, hoy se ha puesto el vestido divino, y la luz le ha envuelto como un manto».
Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: -Esté es mi Hijo amado; escuchadlo”. Escuchar significa hacer su voluntad, contemplar su persona, imitarlo, poner en práctica sus consejos, tomar nuestra cruz y seguirlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”. Jesús, ¿por qué no quieres que lo difundan hasta después de tu resurrección?,
Queremos nosotros también, como Pedro, verte, Señor, y llevar tu amor a los demás. Te pido que te muestres en mi camino, que hagas luz ante tanta tiniebla que hay en el mundo, que tu poder vaya en defensa del pobre y oprimido.Bienaventurado el que se sabe en tus manos, Señor, dormirá tranquilo y vivirá en paz, seguro.
2. Daniel (7,9-10.13-14) en su visión nos muestra cuatro bestias y el "hijo del hombre", la escena del juicio divino. Según la concepción mítica, el océano del que surgen las bestias es morada de potencias hostiles a la divinidad. Y de esta concepción mítica se hace eco la Biblia para presentarnos el mar como algo hostil, caótico... del que surgen las cuatro bestias que representan cuatro imperios. El león alado es Nabucodonosor, monarca de Babilonia: cortadas las alas de su soberbia puede razonar, comportarse como hombre. El oso, medio erguido, representa a Media, animal feroz siempre dispuesto a atacar y nunca satisfecho. El leopardo o pantera, con cuatro cabezas y cuatro alas, simboliza al imperio persa con su gran agilidad para apoderarse de todo el mundo. La cuarta fiera no es identificable, pero es más feroz que las demás. Los dientes de hierro pueden hacer alusión a Alejando Magno y al imperio griego; los diez cuernos aludirían a los sucesores de Alejandro y el cuerno más pequeño sería el perverso Antíoco, quien vence a los otros tres cuernos para hacerse con el poder.
El Anciano establece un juicio para castigar los malos, y es cuando aparece "como un hombre"; su reino no tendrá fin. (A. Gil Modrego). Representa al “pueblo de los santos del Altísimo” (7,27), el Israel fiel. Hijo del hombre que fue entendido como Mesías persona en el judaísmo en tiempo de Jesús (Libro de las parábolas de Henoc); pero tal título sólo se une a los sufrimientos del Mesías y a su resurrección de entre los muertos cuando Jesús se lo aplica a Sí mismo (Biblia de Navarra): “Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16,23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20,28; cf Is 53,10-12). Por esta razón el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf Jn 19,19-22; Lc 23,39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2,36)” (Catecismo 440). Y la Iglesia cuando proclama que Cristo se sentó a la derecha del Padre confiesa que fue a Cristo a quien se dio el imperio: “Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7,14). A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del "Reino que no tendrá fin" (Símbolo de Nicea-Constantinopla)” (Catecismo 664).
La grandeza de Dios es proclamada en el salmo: "¡Yahveh es rey!"... "¡Señor de la tierra!" "Altísimo sobre toda la tierra!"... "¡Santísimo!" Se canta la teofanía, como en el Sinaí. En el padrenuestro proclamamos "Venga tu Reino, así en la tierra como en el cielo". Jesús no suele proclamar más que el reino interior, pero también dijo: "Veréis venir al Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo" (Mt 26,64; Ap 1,7).
San Pablo dirá que la Encarnación es como una entronización real, pero sobre todo la segunda venida: "Cuando venga glorioso, sobre su trono de gloria, todas las naciones estarán reunidas ante El... Como el relámpago que se ve brillar de Oriente a Occidente, así será la venida del Hijo del Hombre... (Mt 24,27-31). Entonces, los "justos" se asociarán a este triunfo como lo dice el salmo.
3. La 2 carta de san Pedro (1,16-19) recuerda cuando subieron con Jesús el día de hoy: "habíamos sido testigos oculares de su grandeza (...). Esta voz del cielo la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada". "Hemos contemplado su gloria", dirá también san Juan (Jn 1,14); "lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la Vida" (1 Jn 1,1). Que por la intercesión de Santa María el Padre nos conceda el don de descubrir y contemplar la claridad de su rostro glorioso y vivificante en el rostro humilde y tan humano del Hijo del hombre, del hombre de dolores. Que nos conceda el don de escuchar su palabra de vida y seguir su camino, incluso cubiertos por la oscuridad de la nube. "Contempladlo y quedaréis radiantes" (Sal 33, 6).
La liturgia de la Transfiguración, como sugiere la espiritualidad de la Iglesia de Oriente, presenta en los apóstoles Pedro, Santiago y Juan una «tríada» humana que contempla la Trinidad divina. Como los tres jóvenes del horno de fuego ardiente del libro de Daniel (cf Dn 3,51-90), la liturgia «bendice a Dios Padre creador, canta al Verbo que bajó en su ayuda y cambia el fuego en rocío, y exalta al Espíritu que da a todos la vida por los siglos» («Matutino de la fiesta de la Transfiguración»).
También nosotros oremos ahora al Cristo transfigurado con las palabras del «Canon de san Juan Damasceno»: «Me has seducido con el deseo de ti, oh Cristo, y me has transformado con tu divino amor. Quema mis pecados con el fuego inmaterial y dígnate colmarme de tu dulzura, para que, lleno de alegría, exalte tus manifestaciones»” (“Eucaristía 1978”).
Llucià Pou Sabaté

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