sábado, 23 de julio de 2016

Domingo 17 de tiempo ordinario; ciclo C

Domingo de la semana 17 de tiempo ordinario; ciclo C

El Padrenuestro es el resumen del Evangelio,  ahí está todo lo que hemos de rezar y hacer
Y sucedió que cuando hacía oración en cierto lugar, al terminarla, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». El les respondió: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino; nuestro pan cotidiano dánosle cada día; y perdónanos nuestros pecados, puesto que también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos dejes caer en la tentación». Y les dijo: «¿Quién de vosotros que tenga un amigo, y acuda a él a media noche y le diga: "Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío me ha llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle", le responderá desde dentro: "No me molestes, ya está cerrada la puerta; yo y los míos estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos?". Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará para darle cuanto necesite». Así, pues, yo os digo: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se le abrirá; porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá. Pues, ¿qué padre habrá entre vosotros a quien si el hijo le pide un pez, en lugar de un pez le dé una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dé un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas cosas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» (Lucas 11,1-13).
1. «Domine, doce nos orare» -¡Señor, enséñanos a orar! -Y el Señor respondió: Cuando os pongáis a orar, habéis de decir: (…) -Padre nuestro, que estás en los cielos... / ¡Cómo no hemos de tener en mucho la oración vocal!» (J. Escrivá, Camino 84). Un Dios Padre... un Dios que nos ama. Jesús, nos enseñas cómo debemos dirigirnos al Padre y qué es lo que tenemos que pedirle en nuestras oraciones. La versión de Mateo (6,9-13) es más completa (Lucas resume las peticiones: la tercera y la séptima están implícitas en las segunda y sexta). En lugar de "Padre nuestro" (Mt) aquí decimos "Padre", que es un reflejo del “abba”, como llamaba Jesús a su padre. El Concilio Vaticano II recuerda que «Cristo... en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (GS 22). El bautismo establece esa relación filial con Dios, que podemos vivir intensamente.
"Que estás en los cielos". El cielo no es un lugar. Quiere decir que Dios está por encima de todas las cosas terrenas, más allá de nuestro mundo visible. El mundo no es una parte de Dios. Dios es un ser completamente distinto. La proximidad filial al Padre nunca pierde el profundo respeto. A este Dios santo, que es el totalmente Otro, cuya grandeza no podemos imaginar, le podemos llamar Padre.
"Santificado sea tu nombre". El nombre se identifica con la persona. Este Dios inalcanzable, desea que le alabemos para que nos alcemos por encima de nuestra poquedad y nos llenemos de su grandeza.
"Venga a nosotros tu Reino", con ello pedimos la conversión hacia una búsqueda del reino de Dios antes y por encima de cualquier otra cosa. Es una "semilla pequeña" dotada de una insospechable plenitud de vida, pero expuesta continuamente al riesgo de ser rechazada y pisoteada.
"Hágase tu voluntad". Como Jesús, queremos decir también nosotros: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra" (Jn 4,34). Y así vamos descubriendo la misión que tenemos, que es ante todo don de Dios: no es escoger, sino ser escogido; es respuesta a un amor que precede y acompaña. Para quien se hace dócil a la voluntad del Señor la vida llega a ser un bien recibido, que tiende por su naturaleza a transformarse en ofrenda y don.
"Danos hoy nuestro pan de cada día", que sacia el hambre del espíritu: el pan de la Palabra y de la Eucaristía. A ejemplo de María, es preciso aprender a educar el corazón a la esperanza, abriéndolo a aquel "imposible" de Dios, que hace exultar de gozo y de agradecimiento (Juan Pablo II). Pidiéndote por él, no sólo pido por todo lo material que necesito, sino también reconozco que todo lo que tengo viene de Ti: casa, familia, trabajo... La vida del alma se alimenta de la gracia, que se obtiene en los sacramentos, la oración y las buenas obras. Trabajo bien hecho y ofrecido, obras de caridad y de servicio a los demás, etc. (P. Cardona).
«Perdónanos nuestros pecados». Jesús, te hiciste "amigo de los pecadores" (Mt 11,19), y nos animas a rezar sabiendo que el Padre te «escucha siempre» (Jn 11,42).
"No nos dejes en la tentación", simplificando así, Señor, que no permitirás si nos unimos a tu oración, que caigamos en el poder del mal, del maligno.
Nos hablas, Jesús, de la tozudez del amigo: pedir, buscar y llamar hasta conseguir lo que pedimos, y pones el ejemplo de una viuda con un juez. Se te presenta un amigo que está de viaje, es decir, de viaje por esta vida, por la que todos pasamos como peregrinos, pues ninguno permanece en ella como dueño, sino que a todo hombre se le dice: Reparaste tus fuerzas, sigue, ponte en camino y deja tu sitio al que viene detrás (Eclo 29,33). O quizá es otro amigo tuyo que viene de un mal viaje, es decir, de una mala vida, fatigado por no haber encontrado la verdad, oída y conocida la cual alcance la felicidad, y cansado y extenuado en medio de toda la concupiscencia y carestía del mundo, quien viene a ti y te dice: «Dame razón de tu fe; hazme cristiano»”, señala san Agustín, que sigue diciendo: Y si no sabemos dar ese conocimiento de Dios que desconocemos, entonces pediremos los tres panes, “es decir, el alimento que es el conocimiento de la Trinidad, tendrás con qué vivir tú y con qué alimentar al otro. No tengas miedo de que venga un peregrino de viaje; al contrario, hazle miembro de tu familia recibiéndolo. No temas tampoco que se te acaben las provisiones. Ese pan no se termina; antes bien, terminará él con tu indigencia”.
El  domingo pasado nos hablabas del arte de rezar, Señor, a propósito del relato de las dos hermanas, la activa Marta y la «pasiva»  María. Y antes, nos habías presentado la parábola del  buen samaritano. Y es que para servir, para amar con obras, hemos de estar pegados a ti. La capacidad de  contemplación es necesaria para la capacidad de amar. Así gozaremos de tus palabras, Señor: «Pedid y se  os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, porque quien pide, recibe; quien busca,  llama; y al que llama, se le abre».
Dios no puede dejar de escuchar. Dios es muchísimo más bueno que los padres buenos de la tierra. Por eso, no sólo da "cosas buenas" a los que se las piden: les da lo mejor, ¡les da el mismo Espíritu Santo!: «¡Cuánto más  vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden!».
San Agustín señalaba: «El hombre no ora para orientar  a Dios, sino para orientarse a sí mismo». Y decía también: «Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mali, aut male, aut malaMali, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Male, porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. Mala, porque pedimos cosas malas, o van a resulta, por alguna razón, no convenientes para nosotros», aunque sigue siendo un misterio ese modo que tiene Dios de darnos lo que pedimos, a veces sí notamos su consuelo, pero otras hemos de fiarnos en que él nos dará lo bueno… y decía Bernanos: «¡Cómo cambian mis ideas cuando  las rezo!». Vemos las cosas con ojos de fe, con los ojos de Dios.
Contaba Javier Gafo: hace poco hablaba con una mujer joven, cuyo marido sufre una grave e incurable  enfermedad. Y me decía, con una mirada limpia y resignada, que Dios era para ella como el  piloto automático que guiaba y daba calor a su vida. ¿No es ese el Espíritu Santo que Jesús  promete a todos los que acuden a su Padre? ¿No es un ejemplo admirable de que es  verdad que el que pide, recibe; quien busca, halla; y al que llama, se le abre? ¿Qué importa  que Dios no llene los bolsillos, si llena los corazones?
Todo el Evangelio está condensado en esa oración que el Señor nos enseñó, como dice el Catecismo (2761): "La oración dominical es, en verdad, el resumen de todo el Evangelio". "Cuando el Señor hubo legado esta fórmula de oración, añadió: «Pedid y se os dará» (Lc 11,9). Por tanto, cada uno puede dirigir al cielo diversas oraciones según sus necesidades, pero comenzando siempre por la oración del Señor que sigue siendo la oración fundamental".
2. «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable?».  La intercesión de Abrahán por los justos de Sodoma, tal y como se cuenta en la primera  lectura, es el primer gran ejemplo y el modelo permanente de toda oración de petición. Es  insistente y humilde a la vez. Cada vez va un poco más lejos: desde los cincuenta inocentes  que bastarían para impedir la destrucción de la ciudad, hasta cuarenta y cinco, cuarenta,  treinta, veinte, diez. Semejante descripción sólo puede entenderse -aunque al final la súplica  no pueda ser escuchada, pues ni siquiera hay diez justos en Sodoma- como un estímulo del  todo singular para animar al creyente a penetrar en el corazón de Dios hasta que la  compasión que hay en él comience a brotar. Ejemplos posteriores, sobre todo cuando Dios  escucha las súplicas de Moisés, lo confirman. Cuando Dios se compromete en una alianza  con los hombres, quiere comportarse como un amigo y no como un déspota; quiere dejarse  determinar, humanamente se puede decir que quiere que el hombre le haga «cambiar de  opinión», como las oraciones de súplica veterotestamentarias mitigan muy a menudo la ira  de Yahvé. El hombre que está en alianza con Dios tiene poder sobre su corazón.
3. «Dios os dio vida en Cristo». La segunda lectura nos indica la condición para esta esperanza casi temeraria. Esta  condición es que hayamos sido sepultados junto con Cristo en el bautismo y hayamos  resucitado con él en Pascua mediante la fe en la fuerza de Dios. De este modo entre Dios, el  Señor de la alianza, y nosotros, sus socios, se establece una relación directa e inmediata  que elimina todos los impedimentos -nuestros pecados, los pagarés de nuestra deuda y las  acusaciones que pesan sobre nosotros-. La cruz de Cristo quita todo esto de en medio; ella  es la que ha «derribado el muro separador del odio», la que ha traído «la paz» (Ef  2,14-16; von BALTHASAR).
Llucià Pou Sabaté
San Chárbel Makhlouf, presbítero. Santos Bernardo, María y Gracia, mártires

Gran amante de la Eucaristía y de la Virgen Santísima. Ejemplo de vida consagrada y de ermitaño.
Dios ha querido manifestar su gloria por medio de este humilde ermitaño.  Gran cantidad de milagros ocurren por su intercesión.  Numerosas de sus imágenes milagrosamente exudan aceite el cual se utiliza en la oración por los enfermos.  Además de ser bien conocido en el Medio Oriente y en toda la Iglesia, en América es, particularmente venerado en México a partir de la inmigración maronita que comenzó en el siglo XIX. Su devoción se propaga en la actualidad muy rápido por el aumento de milagros. Parece que Dios desea utilizar este santo como signo de su deseo de unificar el Oriente con el Occidente.
"Yo tomaré de lo mas escogido del Cedro, de lo alto de sus ramas y le plantaré sobre un monte alto...Y dará fruto y llegará a ser un Noble Cedro"  -Ezequiel 17:22-23
San Chárbel en México
Breve historia  y  Oración a San Chárbel
Nació en el pueblo de Beqakafra, a 140km. del Líbano, capital libanesa, el 8 de mayo, de 1828.  Era el quinto hijo de Antun Makhlouf y Brigitte Chidiac, una piadosa familia campesina. Fue bautizado a los ocho días en la Iglesia de Ntra. Señora en su pueblo natal, recibiendo por nombre Yusef (José). A los tres años el padre de Yusef fue inscrito en el ejército turco en la guerra contra los egipcios y muere cuando regresaba a casa. Su madre cuida de la familia siendo gran ejemplo de virtud y fe. Pasado un tiempo, ella se casa de nuevo con un hombre devoto quien eventualmente será ordenado sacerdote (en el rito maronita, hombres casados son elegibles al sacerdocio).
Yusef ayudó a su padrastro en el ministerio sacerdotal.  Ya desde joven era ascético y de profunda oración. Yusef estudió en la pequeña escuela parroquial del pueblo.  A la edad de 14 años fue pastor de ovejas y aumenta su oración. Se retiraba con frecuencia a una cueva que descubrió cerca de los pastizales para adentrarse en horas de oración.  Por ello recibió muchas burlas de otros jóvenes pastores. Dos de sus tíos maternos eran ermitaños pertenecientes a la Orden Libanesa Maronita. Yusef acudía a ellos con frecuencia para aprender sobre la vida religiosa y el monacato en especial.
Vocación
A los 20 años de edad, Yusef es el sostén de su casa. Es el tiempo de contraer matrimonio pero el se siente llamado a otra vida.  Después de tres años de espera, escuchó la voz del Señor: "Deja todo, ven y sígueme".  Así, una mañana del año 1851 se dirige al convento de Ntra. Señora de Mayfouq, donde fue recibido como postulante. Al entrar en el noviciado renuncia a su nombre bautismal y escoge como nombre de consagración : Chárbel. 
Un tiempo mas tarde lo envían al Convento de Annaya, en donde profesó los votos perpetuos como monje en 1853.  Lo enviaron inmediatamente al Monasterio de San Cypriano de Kfifen, donde realizó sus estudios de filosofía y teología, llevando una vida ejemplar de obediencia y observancia.  Fue ordenado sacerdote el 23 de julio, de 1859 por Mons. José al Marid, bajo el patriarcado de Paulo Massad. Al poco tiempo regresó al Monasterio de Annaya por orden de sus superiores. Ahí pasó muchos años de vida ejemplar de oración y apostolado.  Entre estos, el cuidado de los enfermos, el pastoreo de almas y el trabajo manual en cosas muy humildes.
Ermitaño
Chárbel recibió autorización para la vida ermitaña el 13 de febrero, de 1875 . Desde ese momento hasta su muerte, ocurrida en la ermita de los Santos Pedro y Pablo, la víspera de la Navidad del año 1898, se dedicó a la oración (rezaba 7 veces al día la Liturgia de las Horas), la ascesis, la penitencia y el trabajo manual.  Comía una vez al día y llevaba silicio.
Muerte y milagros
El padre Chárbel alcanzó la celebridad después de su muerte. Dios quiso señalar a este santo por numerosos prodigios: Su cuerpo se ha mantenido incorrupto, sin la rigidez habitual, con la temperatura de una persona viva. Suda sangre, ocurren prodigios de luz constatados por muchas personas. El pueblo lo veneraba como santo aunque la jerarquía y sus mismos superiores prohibieron su culto formal mientras la Iglesia no pronunciara su veredicto. 
En 1950, al pasarle un amito por la cara, quedó impresa en la prenda el rostro de Cristo como en el Sudario de Turín. 
(Ver "Leyendas Negras de la Iglesia" por Vittorio Messori pg. 210).
Beatificación y Canonización
Dado al constante culto del pueblo, el Padre Superior General Ignacio Dagher solicitó al Papa Pío XI en 1925, la apertura del proceso de beatificación del P. Chárbel.  Fue beatificado durante la clausura del Concilio Vaticano II, el 5 de diciembre, de 1965 por el Papa Pablo VI.  El Papa dijo: "Un ermitaño de la montaña libanesa está inscrito en el número de los Bienaventurados... Un nuevo miembro de santidad monástica enriquece con su ejemplo y con su intercesión a todo el pueblo cristiano. El puede hacernos entender, en un mundo fascinado por las comodidades y la riqueza, el gran valor de la pobreza, de la penitencia y del ascetismo, para liberar el alma en su ascensión a Dios".
El 9 de octubre de 1977, durante el Sínodo Mundial de Obispos, el Papa canonizó al P. Chárbel con la siguiente proclama: "En honor de la Santa e Individua Trinidad, para la exaltación de la fe católica y promoción de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, después de madura deliberación y tras implorar intensamente la ayuda divina... decretamos y definimos que el beato Chárbel Majluf es SANTO, y lo inscribimos en el catálogo de los santos, estableciendo que sea venerado como santo con piadosa devoción en toda la Iglesia. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo."
Es el primer santo oriental desde el siglo XIII.
Oración
Dios, infinitamente santo y glorificado en medio de tus santos. Tú que inspiraste al santo monje y ermitaño Chárbel para que viviese y muriese en perfecta unión con Jesús Cristo, dándose la fuerza para renunciar al mundo y hacer triunfar desde su ermita, el heroísmo de sus virtudes monásticas: pobreza, obediencia y santidad. Te imploramos nos concedas la gracia de amarte y servirte siguiendo su ejemplo.
Dios Todopoderoso, Tú que has manifestado el poder de la intercesión de San Chárbel a través de sus numerosos milagros y favores, concédenos   la gracia que te imploramos por su intercesión (....)  Amén.   (Padrenuestro, Ave María y Gloria).

SANTOS BERNARDO, MARÍA Y GRACIA, MÁRTIRES
Patronos de Alzira (Valencia). La tradición dice que nacieron en el cercano pueblo de Carlet, de donde también son patronos, en la época de dominio islámico en España. Eran musulmanes y sus nombres de nacimiento eran Ahmed, Zaida y Zoraida. Ahmed era el segundo hermano, siendo Almanzor el mayor, y las dos hermanas menores. Cuentan que Ahmed fue enviado por sus padres a la corte del rey de Valencia para servirle de embajador, y que un día el monarca lo destinó a Cataluña para tratar con el rey cristiano la liberación de unos presos musulmanes.
Sin embargo, por el camino, Ahmed se perdió y se encontró de noche solo en la montaña. Guiándose por unos cantos que oyó en la lejanía, llegó al monasterio de Poblet, y se alojó allí durante un tiempo. Admirado por la religión y la vida monacal que estaba contemplando, se hizo instruir y bautizar como cristiano, y cambió su nombre por el de Bernardo. Luego tomó los hábitos, pero quiso regresar primero a casa para dar noticia a su familia. Sus padres, como es evidente, se mostraron disgustados, pero las dos hermanas menores quedaron cautivadas por el relato de su hermano y quisieron bautizarse: Zaida pasó a llamarse María, y Zoraida tomó el nombre de Gracia.
Cuando Almanzor, el hermano mayor, llegó a casa y los encontró a los tres cristianos, montó en cólera y los expulsó del hogar. Ellos se pusieron en camino, pero no contento con ello, Almanzor mandó tras de ellos a sus hombres para que cumpliesen venganza por lo que, a sus ojos, era una injuria contra la familia y contra el Islam. Los alcanzaron a las afueras de la villa de Alzira. Bernardo fue crucificado en una higuera y lo mataron atravesándole la frente con un clavo, mientras las hermanas fueron descuartizadas vivas a golpes de cuchillo. Acabada la masacre, abandonaron los restos al carroñeo de los cuervos. Sucedió esto en torno al año 1180. Las reliquias se conservan en Alzira y desde entonces son protectores de la ciudad, conocidos como “Los Santos Patronos” o “Sant Bernat i Les Germanetes”. Su memoria es el 23 de julio.

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