miércoles, 18 de mayo de 2016

Miércoles de la semana 7 de tiempo ordinario

Miércoles de la semana 7 de tiempo ordinario; año par

La humildad del corazón nos abre a los planes divinos, por eso conviene hacer planes diciendo siempre “si Dios quiere”…
«Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros. Jesús le contestó: No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, está con nosotros.»(Marcos 9, 38-40)
1. "Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba a los espíritus impuros, pero que no es de los nuestros y se lo hemos prohibido”. Decididamente, ¡cuán enzarzados se hallan todos en cuestiones de prelaciones, de envidias, de mezquindades! Jesús acaba de anunciar su Pasión en la que se hará el "último de los servidores"..., ha aconsejado a sus discípulos hacerse servidores y no buscar los primeros sitios. Y he aquí que la reacción de Juan, uno de los mejores, es una reacción de dominio, una voluntad de poder, una preocupación de conservar un monopolio; ¡quisiera guardar para él solo, acaparar para el grupo de los Doce el poder de Cristo! No juzguemos a los apóstoles, no juzguemos a nadie. Sería demasiado fácil, ya lo hemos dicho, aplicar el evangelio... a los demás. ¿Quién de nosotros no ha tenido alguna vez esos sectarismos de grupo? La capa de la solidaridad y de la defensa del bien común de nuestro medio ambiente, ¿no resulta a veces que de hecho estamos defendiendo nuestros propios intereses? ¿Quién de nosotros no ha buscado, algún que otro día, conservar ventajas adquiridas, impidiendo así que otros probaran su suerte?
-“Este hombre no está con nosotros, no es de los nuestros...” No forma parte de nuestro grupo. Y sin embargo... hace el bien, ¡expulsa los demonios en tu Nombre! Esta situación es muy frecuente y muy actual en la Iglesia de hoy. Sí, la gracia de Cristo actúa más allá de las estructuras visibles de Iglesia. Hombres y mujeres, como en tiempo de Jesús, no forman parte del grupo de discípulos y no obstante actúan en nombre de Jesús.
-“No se lo prohibáis”. He aquí la respuesta de Jesús. –“Pues ninguno que haga un milagro en mi nombre, hablará luego mal de mí”. Trabajar para Cristo, actuar en el mismo sentido que actuaba Cristo, es ya una cosa buena... que permite caminar hacia un conocimiento y una palabra conformes a Cristo. No es este el único pasaje del evangelio en el que Jesús da valor a la acción. Para muchos hombres de nuestro tiempo, es también por la acción recta, por el compromiso serio según la propia conciencia... que podrá instaurarse una pedagogía de la fe que llevará al descubrimiento más explícito de Cristo.
-“El que no está contra nosotros, está con nosotros”. Esto va en el mismo sentido… apertura total. Jesús invita a sus discípulos a confiar en el Espíritu Santo. La Iglesia actual, siguiendo a Jesús, quiere ser ampliamente abierta. El último Concilio voluntariamente renunció a hacer ninguna condena: ¿creo efectivamente que Dios actúa en todas partes? ¿Y que el Espíritu no es propiedad de ningún grupo? ¿Ni de ninguna estructura? El Espíritu sopla donde quiere. ¡No se lo impidamos! (Noel Quesson).
«Además, muchos elementos de santificación y de verdad existen fuera de los límites visibles de la Iglesia católica: la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad y otros dones interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles. El Espíritu de Cristo se sirve de estas Iglesias y comunidades eclesiales como medios de salvación cuya fuerza viene de la plenitud de gracia y de verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia católica. Todos estos bienes provienen de Cristo y conducen a Él y de por sí impelen a la unidad católica» (Catecismo 819).
 «Ama y practica la caridad, sin límites y sin discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del Maestro. -Sin embargo, esa caridad no puede llevarte -dejaría de ser virtud- a amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificaría hasta convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el poder de Dios» (J. Escrivá, Forja 456).
2. Santiago se dirige hoy ante todo a los orgullosos y a los ricos: -“Me dirijo ahora a vosotros que decís: "hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí el año, "negociaremos" y tendremos "ganancias"»...” Es la «pasión de los negocios», el gusto por el comercio y la habilidad en ver y aprovechar las ocasiones de venta. Cada vez se ve más importante, en el mundo de la empresa, el crecimiento espiritual tanto en el campo personal como el profesional; la empresa requiere una “humanización”, que la haga competente no sólo desde el punto de vista técnico sino global, humano.
-“Pero no sabéis qué será de vuestra vida el "día de mañana". Sois humo que aparece un momento y después desaparece”. La vida es corta. Puede absolutizarse ese aspecto de trabajo, y la vida puede estar “secuestrada” por las «cosas materiales», el «trabajo cotidiano» puede llegar a ser un fin en sí, una especie de absoluto. El horizonte único de nuestra vida se reduce entonces al éxito material. Y no se vive más que «¡humareda que sube un instante y después desaparece!». Vanidad, caducidad de la vida, si no se tiene en cuenta lo esencial. Humareda pasajera. Jesús decía: «donde está tu tesoro, allá está también tu corazón». ¿Dónde coloco lo que es esencial, para mí? ¿En el «humo» o en los valores seguros del amor? No hay que despreciar mi vida profesional, ni mi manera de «ganar dinero»... Pero, ¿qué amor o qué egoísmo se impregna de ello?
-“Lo que deberíais decir es esto: «Si el Señor quiere y nos da vida, haremos esto o aquello...»” A fuerza de dejarnos sumergir por nuestros «negocios» acabaríamos por vivirlos sin referencia a Dios. Por el contrario, la Fe nos mantiene en estado de dependencia: «Si Dios quiere, haré esto...»
-“Pero ahora hacéis gala de vuestra fanfarronería. Toda jactancia de este estilo es mala”. En efecto, a menudo, por desgracia, somos presuntuosos, nos pasamos de listos, nos creemos capaces de disponer de nuestra vida a nuestro gusto, sin contar con Dios. «¡Insensato! Esta misma noche, se te reclamará el alma!» Con relación al tiempo que paso en mis negocios, ¿cuánto tiempo dedico a mi alma? (Noel Quesson).
3. El salmo suena ahora igual que hace dos mil quinientos años: «Los malvados confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas... Mirad, los sabios mueren lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños». ¿Y de qué les habrá servido todo lo que han almacenado? A nosotros tal vez no nos pasa con las riquezas pecuniarias. Pero sí con otras riquezas y actividades, a veces frenéticas, que llevamos entre manos. Tal vez también nosotros proyectamos ampliar graneros para que nos quepan todos nuestros papeles y proyectos y esperanzas humanas. Todo eso será «si Dios quiere». Es bonito usar esa expresión, que deja todo en manos de Dios…
No se nos está invitando a no trabajar y a no prevenir el futuro. Pero sí nos conviene un poco de sabio escepticismo ante las posibles sorpresas de la vida, sin entusiasmos exagerados, que no nos pueden llevar más que a desengaños y disgustos. Generosos en el trabajo, disponibles a todo, pero poniendo cada día de nuestra vida en manos de Dios. «Si Dios quiere» (J. Aldazábal).
Llucià Pou Sabaté
San Juan I, papa y mártir

Nació en Toscana, y en el año 523 fue elegido Sumo Pontífice. En Italia gobernaba el rey Teodorico que apoyaba la herejía de los arrianos. Asimismo, el emperador Justino de Constantinopla decretó cerrar todos los templos de los arrianos de esa ciudad y prohibió que los que pertenecían a la herejía arriana ocuparan empleos públicos. El rey Teodorico obligó entonces al Papa a que fuera a Constantinopla a convencer al emperador de derogar las últimas leyes, pero el Papa Juan I se negó rotundamente.
El Sumo Pontífice realizó una visita pastoral a Constantinolpla donde fue recibido por más de 15,000 fieles con velas encendidas en las manos, y estandartes. El Papa presidió solemnemente las fiestas de Navidad, y luego exhortó a los feligreses a mantenerse firmes en la fe, evitando caer en las herejías. Paralelamente, el emperador Justino se mantuvo firme en su decisión, lo cual enfureció al rey italiano quien mandó a llamar al Papa Juan y lo encerró en un oscuro calabozo. Los constantes maltratos y suplicios sufridos por el santo Papa en la cárcel, junto con otros mártires más, provocó su muerte a los pocos meses de haber sido tomado prisionero.

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