sábado, 28 de noviembre de 2015

Domingo 1ºde Adviento; ciclo C

Domingo 1º de Adviento; ciclo C

La venida de Jesús nos anima en la esperanza: “Se acerca vuestra liberación”. Los profetas habían anunciado al Salvador: “Suscitaré a David un vástago legítimo”. San Pablo también anuncia: “Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva”.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre» (Lucas 21,25-28.34-36).
Un hombre vacío de tanta banalidad busca la salvación, sin saber que antes fue Dios que puso esa esperanza en su corazón. “Adviento de un Dios que nos busca  / y sale siempre a nuestro encuentro; / que sigue creyendo en los hombres / a pesar de nuestros olvidos y rechazos; / que hace nacer nuevas esperanzas / de nuestras cenizas y desilusiones; / que siempre empuja a los hombres / a crear justicia y derecho en la tierra…
Hay una brújula y una estela / que lleva a puertos de esperanza / a pesar de nuestras quiebras y naufragios. / «Se acerca vuestra liberación»: / no buscada con espadas y corazas, / sino con una cruz salvadora / que hermana a hombres de toda raza.
Adviento que nos dice quedamente: / «Levantaos, alzad la cabeza», / Dios sigue creyendo en el hombre; / el hombre puede navegar hacia Dios. / Timonel: endereza tu rumbo. / Alza la cabeza... / Alza el corazón... (Javier Gafo).
1. Lucas nos presenta con gran fuerza dramática la angustia y miedo de unas gentes que corren enloquecidas, el estruendo ensordecedor del mar, que no se encuentra en Marcos. La Palabra creadora de Dios, que introdujo armonía, belleza y bondad, volverá a resonar encarnada, Jesús de Nazaret. Y se producirá armonía y bondad; liberación. La humanidad dejará lo malo, será la nueva creación. Manifestación desvelada de nuestro fin, con esperas activas, de vigilancia, de preparación (Dabar 1976).
Tened cuidado, estad siempre despiertos”. La liturgia nos dice también: “manteneos en pie”. El texto original subraya: "Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y poder así manteneros en pie ante el Hijo del Hombre". La caída de Jerusalén aquí relatada entre velos como una etapa en la historia del reino de Yahvé en el mundo.
Lucas anuncia la "venida del Hijo del hombre entre nubes", el misterioso personaje anunciado por Daniel y a quien se confiará el juicio de las naciones. Lucas, con imágenes tomadas de la literatura profética y apocalíptica, en un lenguaje gráfico y metafórico, nos transmite un futuro mejor. Sobre el origen y el final del mundo la Biblia no hace ninguna descripción científica sino que manifiesta lo que es importante para la salvación del hombre.
La presencia majestuosa del Hijo del Hombre cuando toda esperanza humana parece haber desaparecido nos devuelve la ilusión, la certeza de nuestros mejores sueños: Alzad la mirada. Estad atentos. No os encerréis y empobrezcáis en las cuatro paredes de una vida sin horizontes. Huid de una vida miope, rastrera. Es la vida en Cristo (Dabar 1982).
Adviento significa, por tanto, iluminar los "últimos acontecimientos" en nuestra historia de hoy, en espera de Belén. Oración y actitud de espera confiada (esperanza) preparan al discípulo para recibir "de pie" al Señor (“Eucaristía 1988”).
Vigilar es estar atentos a lo verdaderamente importante y decisivo, cuando todos nos empuja al despiste y al aturdimiento, al sueño. Vigilar es tener los ojos muy abiertos en medio de la noche. El que vigila está en pie, siempre "de puntillas" por la esperanza, a la expectativa de lo sorprendente, de la sorprendente venida del Señor. Esto es también fijarse en las señales o signos de los tiempos, responder en cada momento y situación a las concretas exigencias del evangelio. La esperanza cristiana no es simplemente estar a la espera, no es aguardar, sino preparar los caminos para la pronta venida del Señor (“Eucaristía 1982”).
Esperar cielo y luchar confiadamente en lo de cada día es el mensaje de hoy: “Viene el Señor nuestro Jesucristo desde el cielo; viene en gloria al fin de este mundo, el último día; este mundo tendrá un fin, y el mundo creado será renovado” (S. Cirilo de Jerusalén).
San Agustín comenta la venida que el Señor realiza cada día en su Iglesia: “Y entonces verán al Hijo del hombre que viene sobre una nube en gran poder y majestad (Lc 21,27). Veo que eso puede entenderse en dos sentidos. Puede venir en la Iglesia cual sobre una nube, como no cesa de venir ahora, según lo dicho: ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder viniendo sobre las nubes del cielo (Mt 26,64). Pero entonces vendrá con gran poder y majestad, porque aparecerá más en los santos su poder y majestad divina, porque les aumentó la fortaleza para que no sucumbieran en la persecución. Puede entenderse también que viene en su cuerpo, el que está sentado a la derecha del Padre, en el que murió, resucitó y ascendió al cielo, según está escrito en los Hechos de los Apóstoles:Dicho esto, una nube lo recibió y lo ocultó de sus ojos. Y allí mismo los ángeles dijeron: Así volverá, como le habéis visto ir al cielo (Hch 1,9.11). Por eso tenemos motivos para creer que vendrá no sólo en su cuerpo, sino también sobre una nube; vendrá como fue, y al irse una nube lo recibió.
Es difícil juzgar cuál de los dos sentidos es el mejor. El sentido obvio indica que al decir: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad se entiende que viene por sí mismo y no por su Iglesia, cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos. Pero (…) hemos de examinar lo que sigue. Primero dice: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad. Luego continúa: Cuando eso comience a acaecer, mirad y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redención. Y les dijo esta semejanza: Mirad la higuera y los otros árboles; cuando producen fruto sabéis que está cerca el verano. Pues del mismo modo, cuando viereis que esto se realiza, sabed que está cerca el reino de Dios (Lc 21,28-31). Al decir: Cuando viereis, ¿a qué puede referirse, sino a lo que hemos citado? Y una de las cosas citadas es: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad.
Vemos que los dos evangelistas mantienen el mismo orden. Marcos dice: Y las virtudes que están en los cielos se estremecerán. Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y gloria. Y lo que Lucas refería a la higuera y a todos los árboles, Marcos lo refiere a sólo la higuera: Aprended de la higuera esta parábola: Cuando sus ramas están tiernas y nacen las hojas, conocéis que se acerca el verano. Pues del mismo modo, cuando viereis que se realiza todo esto, sabed que está cerca, a las puertas”...”
2. “Llegarán días... en que cambiaré la suerte de mi pueblo, Israel, y Judá, ...y los volveré a llevar a la tierra que di en posesión a sus padres". Palabras del llamado "Libro de la Consolación", que habla de la salvación del pueblo: el yugo opresor es roto, la herida enconada es curada... aquí vemos la fe en la promesa anunciada sobre el "vástago de David", que arranca de la profecía de Natán (2 Sam 7) y cuyo sentido se aclara a partir de Isaias (4,2).
Se abre el Adviento con el anuncio profético del Mesías. Será un vástago de David. El tronco de Jesé no puede secarse. Establecerá en la tierra la justicia y el derecho. El Mesías-Dios-justicia vino, se quedó con nosotros... pero aún tiene que venir. Está, pero no del todo. Actúa, pero se vale de nosotros. No reparte frutos, sino semillas. Crece a la manera del fermento, pero deja crecer también a la cizaña. Por todo ello conviene celebrar el Adviento (“Caritas”). Se dará el nombre de "Señor-nuestra-justicia" a toda Jerusalén y aun a toda Judá: el rey y el reino davídico, el Mesías y el reinado de Dios. No puede haber un Mesías sin un pueblo mesiánico (“Eucaristía 1982”).
 “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador”, rezamos con el salmo:  “A ti, Señor, levanto mi alma”. Dios es el que indica el camino justo a seguir: “Hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. / Las sendas del Señor son misericordia y lealtad, / para los que guardan su alianza y sus mandatos” (v. 9-10). Incluso quien se ha equivocado no es abandonado a sí mismo: “El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores”. Hay una confianza y respeto con Dios, que traducimos por temor y amistad: “El Señor se confía con sus fieles / y les da a conocer su alianza” (v. 14). Jesús nos explica muy bien qué es esa amistad, y la confianza que podemos tener en que nos librará de todo mal: “No te acuerdes de los pecados / ni de las maldades de mi juventud” (v. 7). No sólo le decimos qué tiene que “olvidar”, sino también qué debe recordar: “Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas”. Es un canto a la divina misericordia…un pedirle al Señor: “¡no me falles, me fío de ti!”
3. El cristiano vive esperando y con la mirada fija en el futuro, no sólo en el pasado: “Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos”. Los tesalonicenses fueron evangelizados personalmente por Pablo, y ahora les anima a ser fieles a las instrucciones recibidas y a amar sin medida, porque nunca se ama con medio corazón. Hay que amar con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas. Hay que amar a los de casa, pero también a los de fuera. El amor no es algo que se tiene, sino algo que se vive, algo que se es (Caritas). Por eso el Apóstol nos pide hoy fortaleza, “para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre”. La Virgen nos ayudará a vivir en ese amor.
Llucià Pou Sabaté

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