miércoles, 30 de septiembre de 2015

Jueves de la semana 26 de tiempo ordinario; año impar

Jueves de la semana 26 de tiempo ordinario; año impar

El cristiano ha de llevar la paz y alegría a los demás, ser portador de Cristo. La fe nos ayuda a vencer las dificultades
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: "La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios". Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo” (Lucas 10,1-12).
1. Hoy expandes la misión, Jesús, con el envío de 72 discípulos para que vayan de dos en dos a prepararle el camino: -“Entre sus discípulos, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir El”. Es un envío similar al de los Doce…
-"La mies es abundante y los braceros pocos; por eso rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies". Les dices, Señor, que lo primero es la fuerza de la oración, que pidan a Dios que envíe obreros a recoger la cosecha, porque hay mucha labor y pocos brazos. Me gusta ver que sabes de pesca, de labores de campo… que te interesa la vida, entras en los detalles de las personas, de la cultura… Todo cristiano se debe sentir misionero, con una entrega generosa a la misión que nos encomiendas, Señor. Y lo primero es la oración. Juan Pablo II comentaba que la actividad misionera esta aun en sus comienzos. Se ha llevado la fe a toda Europa, Asia, América, África, Oceanía… pero hay mucho por hacer: “Hoy se pide a todos los cristianos, a las Iglesias particulares y a la Iglesia universal la misma valentía que movió a los misioneros del pasado y la misma disponibilidad para escuchar la voz del Espíritu”.
-“Id, mirad que os envío como corderos entre lobos”. Jesús, pasas a hablar de cómo han de comportarse los "enviados de Dios", los misioneros: la no-violencia, pues, en primer lugar son hombres "indefensos", "corderos" entre lobos.
-“No llevéis bolsa, ni alforja ni sandalias; y no os paréis a saludar a nadie por el camino”. La pobreza. No confiemos mucho en los medios humanos sino en la gracia de Dios: “tanta ha de ser la confianza que ha de tener en Dios el predicador, que, aunque no se provea de las cosas necesarias para la vida, debe estar persuadido de que no le han de faltar, no sea que mientras se ocupa de proveerse de las cosas temporales, deje de procurar a los demás las eternas” (S. Gregorio Magno). La preocupación por las seguridades terrestres puede quitarnos la paz. La libertad del apóstol, no estar atado a muchos negocios mundanos, le da alas para su misión. Jesús, tú siempre tienes tiempo para atender a todos; ¿qué quieres decir con lo de no pararse a saludar? Supongo que no nos perdamos por caminos laterales, porque es urgente la tarea principal.
-“Cuando entréis en una casa, lo primero, saludad: "Paz a esta casa". Si hay allí "gente de paz", la "paz que les deseáis", se posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros”. La paz es otra de tus consignas, Señor, la alegría. La nuestra ha de ser una comunicación de paz y de alegría. Hay que volver a leer y a meditar de nuevo esas fórmulas admirables y, a su luz, revisar nuestra vida.
-“Curad a los enfermos que haya en la casa o en la ciudad donde estéis y decid a los habitantes: "Ya os llega el reino de Dios"”. Hacer el bien, apartar el mal. Aliviar... y sobre todo anunciar el Reino, todo esto es la materia de nuestra palabra. Sobre todo ¡el Reino de Dios! ¡Que Dios reine! (Noel Quesson). Y Jesús se dirige a nosotros, a las personas de todos los tiempos…
2. -“Se pidió al escriba Esdras que trajera el libro de la Ley... En presencia de la asamblea, compuesta de hombres, de mujeres y de todos los niños con uso de razón. Esdras, vuelto hacia la plaza, hizo la lectura... Estaba de pie sobre un estrado de madera. Todo el pueblo le veía porque dominaba la asamblea”. Se realza pues la importancia del Libro, así como la del lector. No se trata de un libro ordinario, ni de una lectura banal: se trata de una Palabra de Dios que se va a proclamar, con solemnidad. Danos, Señor, da a todos los hombres el respeto de tu Palabra.
La solemne renovación de la Alianza es una página espléndida, llena de sentido para el futuro: - se reúne la gran asamblea, ya no se centra la atención en el Templo, pues están lejos y se reúnen en casas, tiene lugar la costumbre de la sinagoga y su institución; - todos escuchan con atención el libro de la Alianza, que proclama el sacerdote Esdras; - se dividen en grupos y los levitas van explicando a todos el sentido de lo que acaban de leer; - la gente se llena de alegría y llora de emoción al escuchar esta Palabra; - y lo celebran después con comida y bebida y una gran fiesta.
-“Y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!" Luego se inclinaron y se postraron ante el Señor, rostro en tierra”. Cuando Dios habla, hay que responder. Y la respuesta normal es un asentimiento, un «sí». El «Amén» que hemos conservado del hebreo tiene ese significado. Amén = «es verdad»... «es seguro»... Es el resumen mismo de la Fe, que es la respuesta del hombre a la revelación que Dios nos propone. Notemos que la asamblea no se contenta entonces con un mero asentimiento de los labios: todo el cuerpo participa de ese «sí» que proviene del fondo del ser. Se alzan las manos, luego todos se prosternan hasta el suelo. Espectáculo que sorprende; cuyo sentido se ha perdido en nuestras iglesias occidentales llenas de sillas y de bancos. Los jóvenes HOY encuentran de nuevo esta expresión en la liturgia. Los pueblos africanos y asiáticos pueden enseñarnos algo, respecto a esto. ¡La asamblea de miles de musulmanes haciendo la gran postración es digna de ser contemplada!
-“Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido para que los asistentes comprendieran la lectura”. La Palabra es una semilla que tiene que producir fruto en nosotros. En la solemnidad de aquella ocasión, o la constancia de la Eucaristía celebrada cada domingo -o cada día- y con la pedagogía de una oportuna homilía: la Palabra de Dios va iluminando nuestro camino y dándonos fuerza para ir mejorando nuestra vida. Ojalá también ahora el pueblo cristiano pueda sentir una profunda alegría "porque han comprendido lo que les han enseñado".
Ese día está consagrado al Señor, vuestro Dios; no estéis tristes ni lloréis Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. En efecto, la Palabra de Dios nos interpela. Nos revela nuestros pecados. Escuchar a Dios es oír unas exigencias infinitas que nos hacen sentir tanto más nuestras pobrezas.
Id y comed manjares suculentos, bebed bebidas aromatizadas y mandad una ración a quien no tiene nada preparado, Porque este día está consagrado a nuestro Dios: ¡la alegría del Señor es vuestra muralla y fortaleza!» Domina ciertamente la alegría. ¡Una atmósfera de fiesta! La «alegría de Dios» ¿es de veras mi fortaleza? (Noel Quesson).
La proclamación de la Ley aparece ligada a la fiesta de las Tiendas, 7 días en los que Esdras sigue leyendo la Ley como prescribe Dt 31,9-13 para cuando la fiesta cae en año sabático. Ahí se ve el origen de la “gran sinagoga”, un órgano oficial para discernir los libros sagrados que tendrán los siglos siguientes. Esa lectura sagrada será la función principal de las reuniones religiosas (Biblia de Navarra).
3. “La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante”. El salmo proclama que la alegría nos viene de Dios: "los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón... y dan luz a los ojos". Por medio de su Palabra, el Señor ha iluminado el camino del creyente. Por eso hemos de conocerla y meditarla para convertirnos en sabios y llegar a vivir con rectitud del corazón.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y eternamente justos”. El Señor nos ha indicado que quien quebrante uno de estos mandamientos, el más mínimo, y enseñe eso a los demás, será el más pequeño en el Reino de los cielos: son “más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila”.
Llucià Pou Sabaté
Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia

El camino del abandono de los niños nos lleva directos a Jesús, a la misericordia de nuestro Padre Dios… así la vida es de rosas, con espinas que luego son gloria
 “En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado, y les dijo: El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño entre vosotros es el más importante...” (Lucas 9,46-50).
1. El mes de octubre comienza con la memoria de Santa Teresita, apóstol de la Misericordia; ella nos hace ver que “Dios es sólo amor y misericordia”, Dios es un Padre que me ama, y por eso lo perdona todo; realmente Dios antes que nada es Amor, y todo ha sido hecho porque nos ama: "Dios creó solo aquellos seres, de los que se enamoró" (Card. Lehman). Cada uno podemos pensar: existo, porque Él se enamoró de mí. Soy aceptado por Dios; me quiere como soy. En mí todo es gracia: nací de un sueño de amor de Dios –que está loco por mí- y me tiene un amor gratuito. Una chica, al descubrir cómo vivir de la gratuidad de Dios, escribía: “Una tarde volvía yo de la reunión de oración y mi abuela me esperaba en la cocina, como siempre. Yo le conté emocionada: ‘-yaya, ¡no te imaginas! ¡Dios me quiere como soy! No tengo que hacer nada para que me quiera... ¿no es alucinante?’ Y a mi abuela se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo: ‘-me han estafado. Me han engañado’. Y es que a ella le habían predicado que el amor de Dios hay que merecérselo y ganárselo a base de méritos. Claro, como eso es imposible, nunca se había sentido digna y, por tanto feliz. Ella no conocía el significado de ‘dejarse amar por Dios’” (de una revista de la renovación carismática).
¿Tiene razón la nieta o la abuela? Realmente el corazón de Dios se vuelca en mí como hijo, más allá de la realidad concreta de mis obras buenas o malas. Cuántas angustias se han causado, por no explicar bien cómo es Dios, mostrándolo como “justiciero”... toda justicia divina hay que entenderla desde esa misericordia, todas las verdades de doctrina, hasta el infierno: que no lo ha hecho Dios para nosotros, sino que es la triste posibilidad de no amar, la autoexclusión de quien no quiere amar a Dios y a los demás. ¿Es al mismo tiempo cierto que las obras son meritorias? Si, y pienso que sólo podemos captar la Misericordia cuando abrimos el corazón, es como un chorro inmenso que está siempre –el Amor que siempre está como cayendo del cielo- pero del que sólo podemos llenarnos según nuestro recipiente, la medida de nuestro corazón. ¿Cómo se ensancha éste? Cuando se da; y es algo cíclico: la grandeza del amor se multiplica cuando se da: eso lleva a fijarse en lo bueno, en lo positivo de los demás, en sus cualidades, virtudes, acciones...
Hoy es particularmente iluminante este espíritu de Santa Teresita, que nos muestra un  Dios todo amor y misericordia, donde la justicia queda explicada con la ternura.
Encuentra su vocación al leer un pasaje de S. Pablo sobre la caridad (I Cor, 13). Todo queda claro para ella y puede escribir: “¡ Oh, Jesús, amor mío, he encontrado al fin mi vocación ! ¡Mi vocación es el Amor!… Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia y ese puesto, Dios mío, eres Tú quien me lo ha dado. En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor. Así lo seré todo ¡¡¡Así mi sueño se verá realizado!!!” (Manuscrito B, 3 v).
Un año después de su muerte se publica un libro a partir de sus escritos: Historia de una Alma, que va a conquistar al mundo y dará a conocer a esta joven religiosa que había amado a Jesús" hasta morir de amor". Una vida escondida iba a iluminar el mundo.
Diría Juan Pablo II sobre ella: «En una cultura racionalista y demasiado a menudo invadida por un materialismo práctico ella opone con una sencillez que desarma "la pequeña vía" que conduce al secreto de toda existencia: el Amor divino que envuelve y penetra toda la aventura humana... En un tiempo como el nuestro, caracterizado por la cultura de lo efímero y del hedonismo, esta nueva Doctora de la Iglesia se muestra dotada de una singular eficacia para esclarecer el espíritu y el corazón de los que tienen sed de verdad y de amor». Propone también a Teresita como patrona de los jóvenes: «Creo que los jóvenes pueden encontrar efectivamente en ella una auténtica inspiradora para guiarles en la fe y en la vida eclesial, en una época en la que el camino puede estar lleno de pruebas y dudas»: «Teresa experimentó diferentes pruebas, pero recibió la fuerza para permanecer fiel y confiada».
2. “El Señor la rodeó cuidando de ella, la guardó como a las niñas de sus ojos, extendió sus alas como el águila, la tomó y la llevó sobre sus plumas; el Señor sólo la condujo” (Dt 32,10).
Santa Teresa del Niño Jesús nació en Alençon en 1873. Como no se veía en la “perfección” que se predicaba para alcanzar la santidad, no se perdió en disquisiciones teológicas, sino que tuvo la intuición del “ascensor”, un camino directo a través del amor: «Siempre he deseado, afirmó en su autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Vivió la cruz, ya desde los cinco años cuando su madre murió. Cuando tenía nueve años, su hermana Paulina, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Cuando tuvo una grave enfermedad, el 13 de mayo de 1883, una imagen de la Virgen María sonríe a Teresa que es curada súbitamente. Al año siguiente, el 8 de junio, su primera Comunión es para ella una "fusión" de amor. Jesús se entrega al fin a ella y ella se entrega a Él. Piensa ya en ser carmelita. La entrada en el Carmelo de su tercera madre, su hermana María, la desestabiliza. Sufre una grave crisis de escrúpulos obsesivos, está hipersensible y "llora en exceso". Desea morir y ser liberada. Al volver de la misa del Gallo el año 1886, la gracia toca su corazón. Es una verdadera conversión que la transforma en una mujer fuerte. El Niño del pesebre, el Verbo de Dios le ha comunicado su fuerza en la Eucaristía.
Llega hasta el Papa León XIII para pedir su entrada en el monasterio, y a los 14 años y medio entra por fin, en su vocación de "amar a Jesús y hacerlo amar". Comprende que su vocación no consistirá sólo en orar por la conversión de los grandes pecadores, sino también en rezar por los sacerdotes. A los 23 años enfermó de tuberculosis y murió a los pocos meses. Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones (Coro Marín).
Su más grande sufrimiento será la enfermedad de su amado padre, internado en El Buen Salvador de Caen, hospital para enfermos mentales. Su Carmelo, marcado por el temor a un Dios a quien se ve sobre todo como un Dios justo, le pesa. Aspira al amor cuando lee la "Llama de amor viva" de S. Juan de la Cruz. En esta época es cuando la joven hermana Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz descubre la gracia de profundizar en la Paternidad de Dios que nos es otra cosa que Misericordia y Amor (expresadas en su Hijo Jesús, hecho hombre, vivida en una confianza absoluta. "Si no volvéis a ser como niños no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 18, 3).
Pequeñas anécdotas le hacen vivir intensamente el amor de Dios. Cuenta el obispo Guy Gaucher que la vida de sor Teresa fue normal, sin especial fama. Tuvo una noche oscura en sus últimos momentos, y una fuerte enfermedad, y se abandona en el Señor. Escribe poco antes de su muerte: “dice el Evangelio que Dios vendrá como un ladrón. A mí vendrá a robarme con gran delicadeza. ¡Como me gustaría ayudar al Ladrón!... no tengo ningún miedo del Ladrón. Lo veo lejos y en vez de gritar: ¡al ladrón!, lo llamo diciéndole: ¡por aquí, por aquí!” Este espíritu -del Evangelio- es útil para impregnar todos los campos (Derecho, relaciones laborales...) pero pienso que particularmente la educación. Mirando una imagen de Jesús con dos niños, explica con inocencia profunda: “soy yo este pequeñito que ha subido al regazo de Jesús, que alarga tan graciosamente su piernecita, que levanta la cabeza y lo acaricia sin temor. El otro pequeño no me gusta tanto; le han dicho algo..., sabe que debe tratar con respeto a Jesús”. Tantas veces la educación –también la religiosa- ha sido cargada de un respeto que da miedo, y lo que más ayuda al ambiente de nuestro tiempo, lleno de miedo e inseguridad, es esa paz y esperanza de sentirnos queridos, pese a nuestras equivocaciones e incertidumbres. Cuando se encuentra vacía de obras buenas de cara al juicio que llega a su muerte, dice la Doctora de la Iglesia que Jesús “no podrá pagarme –según mis obras-... Pues bien, me pagará según las suyas”.
La tuberculosis mina su salud y la debilita. Teresa emplea sus últimas fuerzas en enseñar "su camino de infancia espiritual" a las cinco novicias que tiene a su cargo y por carta a sus hermanos espirituales, sacerdotes y misioneros en Africa y China, y en sus escritos "canta las misericordias del Señor" en su corta vida.
El seminarista Mauricio Bellière, de veinte años, será su “alma gemela” también en la agonía de una pasión escondida, como se hablaron por carta, con la promesa de que ella le ayudaría desde el cielo. Será Padre Blanco y partirá a Nyassland (hoy Malawo) cuando ella estaba muriendo. Expulsado de su familia religiosa, volverá a Francia y vagará despreciado por todos morirá hospitalizado en el Buen Salvador de Caen en 1907, a los treinta años. En el mismo hospital psiquiátrico donde estuvo el padre de Teresa. Su olvidada tumba ha sido restaurada, al ver que sus desobediencias y faltas de carácter eran debidas a que padecía la enfermedad del sueño, causada por las moscas durante su dedicación misionera. Las once cartas de Teresa son muy importantes para ver que las rosas están llenas de espinas, que «la noche de la fe» comprende dudas, abandono total, la tentación de la desesperación. Juan Pablo II señala que ella ahora «sostiene a sus hermanos y hermanas en todos los caminos del mundo».
Pidiendo "hacer el bien en la tierra después de su muerte, hasta el fin del mundo", profetizando humildemente que su misión póstuma sería enseñar su caminito a las almas y "pasar su cielo haciendo el bien en la tierra", muere el 30 de septiembre 1897. Murió desconocida en un pequeño Carmelo de Provincias, no había más de treinta personas en su entierro en el cementerio de Lisieux. Sin embargo, a su canonización en S. Pedro de Roma asistirán más de 500.000 el 17 de mayo de 1925. Una vida muy ordinaria y muy escondida. "Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra", dice mostrando un cielo mucho más activo de como se veía. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II en 1997 (Coro Marín).
3. “Acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre”, rezamos con el salmo. El abandono en los brazos de Dios resume el camino de Santa Teresa. Leyendo Isaías 66, comprendió que no podía subir sola la escalera de la perfección, pero que Jesús la cogería en sus brazos y la subiría como en un ascensor rápido. Es el descubrimiento de su “caminito": "Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en los brazos de su padre" (Manuscrito B, 1v).
Su descubrimiento es que Dios es esencialmente Amor Misericordioso. En adelante verá todas las perfecciones divinas, incluida la justicia, partiendo de la Misericordia. Esto conlleva una confianza audaz: "Quiero ser santa, pero siento mi impotencia y te pido, Dios mío, que seas Tú mismo mi santidad" (Acto de ofrenda). Es dejar hacer a Jesús:" Sí, lo sé, cuando soy caritativa , es únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuanto más unida estoy a Él, más amo a todas mis hermanas" (Manuscrito C, 13 r).
Decía la santa, sobre nuestro afán de ser algo o alguien: “Somos una gotita de rocío que se oculta en el cáliz de la flor de los campos. Desconocidas de todos. No debemos envidiar ni siquiera al claro arroyuelo que serpentea por la pradera. Es verdad que su murmullo es muy dulce; pero, además de que por eso mismo no puede permanecer oculto, el arroyuelo no cabe en el cáliz de la Flor de los campos... ¿Es necesario ser tan pequeño para poder acercarse a Jesús...? Es más útil el arroyuelo que la gota de rocío, la cual no sirve más que para refrescar un instante la frágil corola de una flor silvestre. Esto es ignorar la causa del mérito de las obras. Jesús no tiene necesidad de nuestras obras brillantes ni de nuestros pensamientos sublimes; si él quisiera concepciones elevadas, ¿no tiene sus ángeles, cuya ciencia sobrepasa infinitamente la de los más grandes genios de este mundo? No es, pues, ni la grandiosidad de las obras ni los talentos lo que Jesús quiere y aprecia. No pide más que una gotita de rocío que durante la noche de esta vida permanezca oculta en Él, en el cáliz de la Flor de los campos”.
Llucià Pou Sabaté
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Santa Teresa del Niño Jesús nació en la ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran Luis Martin y Acelia María Guerin, ambos venerables. Murió en 1897, y en 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y la proclamaría después patrona universal de las misiones. La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita. Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II el 19 de Octubre de 1997 (Día de las misiones)

«Siempre he deseado, afirmó en su autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Teresa era la última de cinco hermanas - había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido - Tuvo una infancia muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración».
Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas, especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una ternura materna y paterna a la vez.
Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a los pobres. Cuando tenía nueve años, su hermana, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo.
Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de él».
Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; el le dijo: «Entraréis, si Dios lo quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y convincente que se me grabó en el corazón».
En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».
A los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.
Por Coro Marín, «Alfa y Omega»
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Santa Teresita de Lisieux
Por Mons. Guy Gaucher, obispo auxialiar de Bayeux y Lisieux

La santidad de Santa Teresita no se basa en fenómenos extraordinarios. Se basa en "hacer de manera extraordinaria las cosas más ordinarias y corrientes".
Cuesta entender que la vida de Teresa Martín fuera completamente corriente porque para nosotros, Teresa Martín es hoy Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, conocida en el mundo entero, Patrona universal de las Misiones, Patrona de Francia junto a Santa Juana de Arco, Doctora de la Iglesia, etc. Pero olvidamos que pasó inadvertida para su familia, para su entorno, para el Carmelo e incluso para su padre espiritual. Ciertamente que en Lisieux se comentó que había tenido la audacia de hablar al Papa León XIII en una audiencia en Roma (un periódico nacional se hizo eco de la noticia). También se comentó que había entrado en el Carmelo a los quince años y tres meses. Pero, cuando murió desconocida en un pequeño Carmelo de Provincias, no había más de treinta personas en su entierro en el cementerio de Lisieux. Sin embargo, a su canonización en S. Pedro de Roma asistirán más de 500.000 el 17 de mayo de 1925.
¿Entonces?… Sí, una vida muy ordinaria y muy escondida.
Alençon (1873-1877)
Una familia cristiana en Alençon, El padre, Luis Martin, relojero-joyero, la madre, Celia Guerin, encajera. Han tenido nueve hijos de los cuales cuatro han muerto a temprana edad. Quedan cuatro hijas y he aquí que, a los cuarenta años, la madre está encinta. Teresa nace el 2 de enero de 1873. Niña alegre, vivaracha, permanece un año con Rosita Taillé, su nodriza, en Semallé (su madre no puede darle el pecho). Su vida es dichosa, llena del amor de sus padres y hermanas. La pequeña y última hija recibe de toda la familia una fe profunda, viva, generosa y llena de caridad. Todo va bien hasta que surge el drama : la madre, Celia Guerin, muere de un cáncer de pecho. Teresa tiene cuatro años y medio.
El golpe es muy fuerte para la pequeña que escoge a su hermana Paulina como su segunda madre, pero la herida es profunda y tardará diez años en cicatrizar.
Lisieux (1877-1888)
Con cinco hijas que educar, el Sr. Martin cede a los ruegos insistentes de su cuñado, Isidoro Guerin, farmacéutico en Lisieux. Toda la familia Martin se instala en Los Buissonnets. Teresa encuentra allí una ambiente cálido, pero los cinco años que va al colegio de la abadía de las Benedictinas, serán para ella "los cinco años más tristes de su vida". Buena alumna pero tímida, escrupulosa, sufre con los contratiempos de la vida escolar...
La entrada de Paulina en el Carmelo de Lisieux vuelve a abrir la herida. A los diez años, Teresa cae gravemente enferma : síntomas alarmantes de una regresión infantil, alucinaciones, anorexia. La medicina no puede hacer nada. Los familiares y el Carmelo rezan. El 13 de mayo de 1883, una imagen de la Virgen María sonríe a Teresa que es curada súbitamente.
Al año siguiente, el 8 de junio, su primera Comunión es para ella una "fusión" de amor. Jesús se entrega al fin a ella y ella se entrega a Èl. Piensa ya en ser carmelita. La entrada en el Carmelo de su tercera madre, su hermana María, la desestabiliza. Sufre una grave crisis de escrúpulos obsesivos, está hipersensible y "llora en exceso". Desea morir y ser liberada. Al volver de la misa del Gallo el año 1886, la gracia toca su corazón. Es una verdadera conversión que la transforma en una mujer fuerte. El Niño del pesebre, el Verbo de Dios le ha comunicado su fuerza en la Eucaristía.
Está decidida a luchar para entrar en el Carmelo, para salvar todos los obstáculos : su padre, su tío, el superior del Carmelo, el obispo, el Papa León XII, pues la gracia le ha abierto el corazón y quiere salvar a los pecadores con Jesús que, en la Cruz, tuvo sed de almas. Teresa, a los catorce años y medio, decide permanecer siempre al pie de la Cruz para recoger la sangre divina y dársela a las almas". Tal es su vocación de "amar a Jesús y hacerlo amar".
El 1887, al oír hablar de un asesino que ha dado muerte a tres mujeres en París, reza y se sacrifica por él queriendo, a todo precio, arrancarlo del infierno. Henri Pranzini es juzgado y condenado a morir guillotinado pero, en el momento de morir, besa el crucifijo. Teresa llora de alegría : su oración ha sido escuchada. Lo llama su primer hijo.
En su peregrinación a Italia Teresa se da cuenta de que, a pesar de lo "sublime de su vocación", los sacerdotes tienen pequeñas debilidades. Piensa que hace falta rezar mucho por ellos, porque son hombres "débiles y frágiles". Teresa comprende que su vocación no consistirá sólo en orar por la conversión de los grandes pecadores, sino también en rezar por los sacerdotes. En el curso de esta peregrinación pide al Papa poder entrar en el Carmelo a los quince años. Respuesta evasiva, "un fiasco", pero el 9 de abril de 1888, Teresa deja para siempre a su padre, a sus hermanas, a su familia, los Buissonnets, a su perro Tom…
En el Carmelo Un camino de soledad (1888-1897)
Se siente feliz al estar para siempre en el Carmelo, "prisionera" con Èl… y con 24 hermanas. La vida comunitaria, el frío la oración a menudo en sequedad, la soledad afectiva (aunque esté con sus dos hermanas mayores). Todo lo soporta con ilusión. Su más grande sufrimiento será la enfermedad de su amado padre, internado en El Buen Salvador de Caen, hospital para enfermos mentales. Nuevo drama familiar para Teresa que profundiza en la oración con "el Siervo doliente" de Isaías, 53, en la Pasión de Jesús. Pero el clima espiritual de su Carmelo, marcado por el temor a un Dios a quien se ve sobre todo como un Dios justo, le pesa. Aspira al amor cuando lee la "Llama de amor viva" de S. Juan de la Cruz. En 1891 -- tiene 18 años - un sacerdote la lanza "sobre las olas de la confianza y del amor" sobre las cuales no se atrevía a avanzar, retenida en este camino audaz, incluso por su hermana Paulina, la Madre Inés de Jesús que será elegida priora el 1893.
Su padre, que había regresado con su familia desde el Buen Salvador de Caen, muere en 1894 : Celina, que le había cuidado, entra en el Carmelo.
En esta época es cuando la joven hermana Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz (tal es su verdadero nombre, resumen de su vocación) descubre, después de años de búsqueda, el camino que va a transformar su vida. Teresa recibe la gracia de profundizar en la Paternidad de Dios que nos es otra coas que Misericordia y Amor (expresadas en su Hijo Jesús, hecho hombre. La vida cristiana no es otra cosa que la vida de un hijo del Padre - hijo en el Hijo - inagurada en el bautismo y vivida en una confianza absoluta. "Si no volvéis a ser como niños no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 18, 3). Por suerte, M. Inés de Jesús le ordena escribir sus recuerdos de infancia. Teresa obedece y escribe 86 páginas en un cuadernito.
En su tiempo, algunas almas escogidas se ofrecían como víctimas a la Justicia divina. La "débil e imperfecta Teresa" se ofrece al Amor Misericordioso el día 9 de junio, en la misa de la Santísima Trinidad.
Este don total "la renueva", quema todo pecado en ella. En septiembre de 1896, Teresa experimenta que su hermosa vocación ("carmelita, esposa y madre") no le basta. En sus oraciones siente grandes deseos de ser sacerdote, diácono, profeta, doctor, misionero, mártir… Pero pronto encuentra su vocación al leer un pasaje de S. Pablo sobre la caridad (I Cor, 13). Todo queda claro para ella y puede escribir "¡ Oh, Jesús, amor mío, he encontrado al fin mi vocación ! ¡Mi vocación es el Amor!… Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia y ese puesto, Dios mío, eres Tú quien me lo ha dado. En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor. Así lo seré todo ¡¡¡ Así mi sueño se verá realizado !!! (Manuscrito B, 3 v). Cada vez más atormentada por la inquietud de que los pecadores no conozcan este amor misericordioso de Dios, en Pascua de 1896, entra en una noche oscura en la que su fe y su esperanza combaten. Mientras tanto, una tuberculosis mina su salud y la debilita. Teresa emplea sus últimas fuerzas en enseña "su camino de infancia espiritual" a las cinco novicias que tiene a su cargo y a sus hermanos espirituales, sacerdotes y misioneros en Africa y China.
Viviendo esta compasión en unión con Cristo en Getsemaní y en su Cruz, agotada por las hemoptisis, guarda su sonrisa y su exquisita caridad para animar la moral de sus hermanas, consternadas al verla morir llena de atroces sufrimientos. Por obediencia continúa, hasta el agotamiento, la redacción de sus recuerdos en los cuales, con una verdad transparente, "canta las misericordias del Señor" en su corta vida. Pidiendo "hacer el bien en la tierra después de su muerte, hasta el fin del mundo", profetizando humildemente que su misión póstuma sería enseñar su caminito a las almas y "pasar su cielo haciendo el bien en la tierra", muere el 30 de septiembre 1897.
Un año después de su muerte se publica un libro a partir de sus escritos : Historia de una Alma, que va a conquistar al mundo y dará a conocer a esta joven religiosa que había amado a Jesús" hasta morir de amor". Una vida escondida iba a iluminar el mundo. Y esto dura ya más de cien años…
"Mi caminito", como lo llamáis...
El camino espiritual de Teresa Martin fue solitario. Cierto que recibió mucho de su familia, de sus educadores y de sus maestros del Carmelo, pero ningún sacerdote la marcó profundamente. El Espíritu Santo trazó en ella un sendero de autenticidad - "No he buscado mas que la verdad" - que le reveló las profundidades del Amor trinitario y un " caminito" para unirlos sin ninguna preocupación didáctica. Todo surgió de la vida, de los acontecimientos cotidianos releídos a la luz de la Palabra de Dios. Su aportación incomparable a la espiritualidad del siglo XX es una vuelta al Evangelio en su pureza más radical. " Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los Cielos". (Mateo 18,3).
Es verdad que Teresa no dispuso de un texto completo del Antiguo Testamento, pero descubrió la meditación de la Palabra de Dios. Sin ninguna iniciación, sin ninguna cultura bíblica, cita más de mil veces la Biblia en sus escritos. A los 22 años dos textos del Antiguo Testamento cristalizan después de una larga búsqueda, en el descubrimiento de " la vía de la infancia espititual" que será su gran aportación.
"Quiero ser santa"
Teresa, apasionada adolescente, ha decidido ser santa. En el Carmelo, cuando era postulante, escribió a su padre: "Labraré tu gloria haciéndome una gran santa".
Pero, muy pronto , va a comprobar su debilidad y su impotencia cuando se compara con los santos. Le parecen una montaña mientras ella no es mas que un granito de arena. " Mi crecimiento es imposible"piensa, pero no se desanima. Si Dios ha puesto en ella esos deseos de santidad es porque debe tener un caminito para escalar " la dura escalera de la perfección".
La palabra de Dios le descubre el camino:" Si alguno es pequeño que venga a Mí" (Proverbios 9,4). "Entonces yo fui"- escribe Teresita- preguntándose qué haría Dios con el pequeño que fuese a Èl. Leyendo Isaías 66, comprendió que no podía subir sola la escalera de la perfección , pero que Jesús la cogería en sus brazos y la subiría como en un ascensor rápido.
Desde entonces Teresita no encuentra ningún obstáculo , al contrario, será pequeña y ligera en los brazos de Jesús y será santa por un camino rápido.
Así cuenta Santa Teresita el descubrimiento de" su caminito" (Manuscrito C, 2).
Su descubrimiento es que Dios es esencialmente Amor Misericordioso. En adelante verá todas las perfecciones divinas, incluida la justicia, partiendo de la Misericordia.
Esto conlleva una confianza audaz: "Quiero ser santa, pero siento mi impotencia y te pido, Dios mío, que seas Tú mismo mi santidad" (Acto de ofrenda).
Dejar hacer a Dios no implica ningún infantilismo fácil. Teresa hará todo lo posible para mostrar ,cada día y cada minuto, su amor a Dios y a sus hermanas en una total gratuidad: la del amor.
En todas las situaciones y en todos los actos de su vida Teresa aplica esta regla: Si Dios le pide algo y ella se siente incapaz de hacerlo, Èl lo hará por ella. Un ejemplo: amar a todas sus hermanas como Jesús las ama le es imposible. Entonces, uniéndose a Èl, será Èl quien las amará en Teresa:" Sí, lo sé, cuando soy caritativa , es únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuanto más unida estoy a Èl, más amo a todas mis hermanas"( Manuscrito C, 13 r̊).
He aquí un camino de santidad que se abre a todos, a los pequeños, los pobres, los que sufren: aceptar la realidad de las propias debilidades y ofrecerse a Dios tal como uno es para que Èl intervenga en nosotros.
Todo se comprende mejor cuando vemos que la frase anterior de Teresa está en las antípodas de la cursilería y muy cerca de la infancia evangélica predicada por Jesús:"Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en los brazos de su padre" (Manuscrito B, 1v̊).
Sus intuiciones hacen de ella una precursora de las grandes verdades del Vaticano II: primacía, sobre todas las devociones, del Misterio Pascual de Jesús , camino de santidad para todo bautizado; Mariología que ve en María"más una Madre que una Reina" que vivió la prueba de la fe (cf. Poema"Por que te amo María", testamento mariano, mayo 1897); Eclesiología de comunión fundada en la presencia del Amor (Espíritu Santo) en el corazón de la Iglesia , que anima todas las vocaciones complementarias en la Comunión de los Santos del Cielo y de la tierra.
Revolución también en la concepción de los fines últimos: no al descanso, sí a la acción:
"Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra"
Teresa, sin saberlo, ha abierto caminos de ecumenismo: su lectura de la epístola a los Romanos sedujo a los luteranos. Los cristianos ortodoxos la aman como a S. Francisco de Asís (Símbolos universales utilizados por estos dos santos facilitan la inculturización en otras civilizaciones).
Su misión Su influencia universal
Fue en la catedral de S. Pedro. Un domingo, al finalizar la misa en la que Teresa había recibido la Eucaristía, cuando cerraba el misal, se conmovió profundamente al ver una imagen de Jesús en la Cruz que se deslizaba de una de sus páginas :
" Sentí un gran dolor al pensar que aquella sangre caía al suelo sin que nadie se apresurase a recogerla. Tomé la resolución de estar siempre, con el espíritu, al pie de la Cruz para recibir el rocío divino que goteaba de ella, y comprendí que luego debería derramarlo en las almas. . .
También resonaba continuamente en mi corazón el grito de Jesús en la Cruz:"¡ Tengo sed !". Estas palabras encendían en mí un ardor desconocido y muy vivo…Quería dar de beber a mi Amado y yo misma me sentía devorada por la sed de almas…No eran todavía las almas de los sacerdotes las que me atraían, sino las de los grandes pecadores; ardía en deseos de arrancarlos del fuego eterno…" (Manuscrito A ,45 v̊)
Su misión en el Carmelo
Para ser más misionera, Teresa se siente llamada al Carmelo tras los pasos de Santa Teresa de Avila, su "Madre", por el don de su vida y la oración que traspasa todas las fronteras. Como la Santa española,"quisiera dar mil vidas para salvar una sola alma".
Al entrar en el Carmelo declara :
"He venido para salvar almas pero, sobre todo, para orar por los sacerdotes."
"Amar a Jesús y hacerlo amar debe de ser, cada vez más, la meta de mi vida."
Siente una gran alegría cuando le ofrecen dos hermanos espirituales para que les apoye en su ministerio:
El seminarista Mauricio Bellière, de veinte años, pide la ayuda de una carmelita para que rece por su vocación. Será Padre Blanco y partirá a Nyassland ( hoy Malawo). Volverá a Fancia y morirá hospitalizado en el Buen Salvador de Caen en 1907 ,a los treinta años. Teresa le ayudará mucho con sus cartas. Le escribirá once y todas muy importantes;
El P. Adolfo Roulland, de las Misiones Extranjeras de París, se escribirá tambien con Teresa después de celebrar su primera misa en el Carmelo y tener una conversación con ella. Partirá a China, a Su-Tchuen . Murió en Fancia en 1934. Teresa le escribirá seis cartas.
Los dos permitieron a Teresa extender sus horizontes a todo el mundo. Enferma, "andará por un misionero".
Los "deseos infinitos" que la hacen sufrir en la oración la impulsan a escribir :
"Recorrer la tierra (…)Anunciar el Evangelio
en las cinco partes del mundo y hasta en las islas más remotas…
Quisiera ser misionero no sólo durante algunos años,
sino haberlo sido desde la creación del mundo
y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos…"
(Manuscrito B,3 r̊)
Su misión el el cielo
Este deseo se va a intensificar hasta en su lecho de agonía, en la esperanza de seguir siendo misionera después de su muerte :
"Tengo la confianza de que no voy a estar inactiva en el cielo.
Mi deseo es seguir trabajando por la Iglesia y por las almas.
Así se lo he pedido a Dios y estoy segura de que me va a escuchar."(Carta 254)
"Presiento que mi misión va a comenzar,
mi misión de hacer amar a Dios como yo lo amo,
de enseñar mi caminito a las almas "(JEV,85)
"Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra"(JEV,85)
Patrona universal de las Misiones
Lo más asombroso es que la Iglesia la proclamó Patrona universal de las Misiones en 1927.
Ademas, Sor Teresita, sin haber abandonado jamás su celda, totalmente llena del Amor Misericordioso de Dios en lo cotidiano de su vida, irradió en el mundo las misericordias del Corazón de Dios.
Las vocaciones teresianas
Después de la muerte de Teresa, innumerables vocaciones sacerdotales y religiosas nacieron de su encuentro con Teresa. Ella cumplió sus promesas. Muchísimos sacerdotes y misioneros le han confiado su ministerio.
Más de 50 Congregaciones en el mundo viven la espiritualidad de Santa Teresita. Son ,por lo general, Congregaciones religiosas que han incorporado el mensaje teresiano a su cultura. Sus miembros son unos 5000.
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EL PAPA PROCLAMA A TERESA DE LISIEUX DOCTORA DE LA IGLESIA
El pontífice la considera uno de los más «grandes maestros de la espiritualidad»
CIUDAD DEL VATICANO, 19 oct. 97 - Eran las diez de una espléndida mañana de octubre en la plaza de San Pedro. Juan Pablo II ante unos 70 mil fieles, ante 16 cardenales y numerosos obispos, ante una delegación oficial francesa y ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, declaraba doctora de la Iglesia universal a Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, una muchacha normanda que murió a los 24 años de edad y que nunca pisó un aula universitaria.
Con este título el pontífice reconoce que la doctrina propuesta por Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz puede ser un punto de referencia para todos los cristianos del mundo no sólo porque se adecua perfectamente a la verdad, sino también porque ofrece nueva luz sobre los misterios de la fe. En la homilía, Juan Pablo II explicó por qué una joven santa carmelita, fallecida a los 24 años, que no estudio teología sistemáticamente, compartirá a partir de hoy el prestigioso reconocimiento reservado a hombres de la estatura intelectual de santo Tomás de Aquino, san León Magno o san Juan de la Cruz. «Entre los “doctores de la Iglesia" –aclaró el Papa–, Teresa del Niño Jesús es la más joven, pero su ardiente itinerario espiritual muestra gran madurez y las intuiciones de la fe expresadas en sus escritos son tan amplias y profundas que le merecen figurar entre los grandes maestros de la espiritualidad».
A continuación el obispo de Roma explicó la importancia del mensaje de Teresa para la sociedad de que se propone cruzar el umbral del tercer milenio: «En una cultura racionalista y demasiado a menudo invadida por un materialismo práctico ella opone con una sencillez que desarma "la pequeña vía" que conduce al secreto de toda existencia: el Amor divino que envuelve y penetra toda la aventura humana».
«En un tiempo como el nuestro, caracterizado por la cultura de lo efímero y del hedonismo, esta nueva Doctora de la Iglesia se muestra dotada de una singular eficacia para esclarecer el espíritu y el corazón de los que tienen sed de verdad y de amor». Santa Teresa de Lisieux, penetrando en el espíritu del Evangelio y la pasión de la reformadora del Carmelo, santa Teresa de Avila, profundizó la mística centrada en el amor, que ella llamó la «pequeña vía de la infancia espiritual», experiencia íntima que recogió en su libro «Historia de un alma», traducido a 50 idiomas. Sus escritos aportan, entre otras cosas, la experiencia espiritual de los dos últimos años de su vida, debatidos en medio de la enfermedad que la llevó a la tumba, en la que no faltó la prueba de la duda y de la crisis de fe.
Canonizada en 1925 por Pío XI, este mismo Papa la proclamó, junto con san Francisco Javier, patrona universal de las misiones, pese a que durante su vida religiosa jamás franqueó los muros de su convento de Lisieux, aunque deseó ardientemente ser misionera. Juan Pablo II, que anunció la declaración de santa Teresa de Lisieux como Doctora de la Iglesia durante las Jornadas Mundiales de la Juventud del pasado mes de agosto en París, propone también a Teresita como patrona de los jóvenes. Ante miles de adolescentes de la Acción Católica italiana, el Santo Padre explicó el 18 de octubre que Santa Teresa de Lisieux fue una religiosa de clausura excepcional, pero que igualmente hubiera sido una buena joven de Acción Católica.
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TERESA DE LISIEUX, UN EJEMPLO PARA LOS JOVENES DE HOY
Juan Pablo II se adentra en el seductor legado místico de la nueva doctora de la Iglesia.

CIUDAD DEL VATICANO, 20 oct. 97 (ZENIT).- Se podría decir que santa Teresa de Lisieux está batiendo todos los récords: primero fue proclamada patrona de las misiones (junto a san Francisco Javier), ayer fue declarada Doctora de la Iglesia, y hoy el Papa habló de ella como una especie de patrona de la juventud. De echo, no es casualidad que el pontífice diera la noticia de su doctorado durante las Jornadas Mundiales de la Juventud de París.
«Creo que los jóvenes pueden encontrar efectivamente en ella una auténtica inspiradora para guiarles en la fe y en la vida eclesial, en una época en la que el camino puede estar lleno de pruebas y dudas», explicó el Santo Padre al recibir en audiencia a los peregrinos que habían venido a Roma para participar en la proclamación de la tercer mujer como doctora de la Iglesia universal «Teresa experimentó diferentes pruebas, pero recibió la fuerza para permanecer fiel y confiada».
Karol Wojtyla sabe muy bien que las rosas con que se suele simbolizar la vida y el testimonio de la santa normanda están llenas de espinas. Teresa Martín experimentó eso que los místicos llaman «la noche de la fe», es decir, las dudas, el abandono total, la tentación de la desesperación. Por ello, explicó Juan Pablo II ella ahora «sostiene a sus hermanos y hermanas en todos los caminos del mundo».
Los tremendos sufrimientos y dudas de esta muchacha aparecen la edición de las obras completas (1.600 páginas) de santa Teresa del Niño Jesús que acaba de editar la Librería Editora Vaticana. En esta magna obra editorial se recogen las tremendas palabras, pronunciadas el 30 de septiembre de 1897, poco antes de morir, minada por la tisis: «No puedo respirar, no puedo morir, no sabré nunca morir… sí, Dios mío, sí…».
Hablando en castellano, el Papa resumió lo esencial de la aportación mística de Teresa. Lo hizo como si contara la trama de una película, con frases breves y directas. De hecho, la mística ha sido siempre la pasión de Juan Pablo II que hizo su tesis doctoral en teología sobre san Juan de la Cruz. «Partiendo del amor que la une a Cristo, comienza a identificarse con la Bien amada del Cantar de los Cantares: "llévame en pos de ti" —explicó el Papa—. Después comprende que, con ella, el Señor atrae la multitud de los hombres, puesto que su alma tiene un inmenso amor por ellos. "Todas las almas a quienes ama son arrastradas a seguirla". Con una maravillosa audacia y finura espiritual, Teresa se apropia de las palabras de Jesús después de la Cena, para decir que también ella entra a formar parte del gran movimiento por el que el Señor atrae a todos los hombres y los conduce al Padre: "Vuestras palabras, ¡oh Jesús!, son , por lo tanto, mías y puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas, que están unidas a mí, los favores del Padre celeste"».
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ORACIÓN DE STA. TERESITA A LA VIRGEN MARÍA
"Para que una hija
pueda a su madre querer,
es necesario que ésta
sepa llorar con ella,
que con ella comparta
sus penas y dolores.
¡Oh dulce Reina mía!,
cuántas y amargas lágrimas
lloraste en el destierro para ganar mi corazón,
¡oh Reina!
Meditando tu vida
tal como describe el Evangelio,
yo me atrevo a mirarte
y hasta a acercarme a ti.

No me cuesta creer que soy tu hija,
cuando veo que mueres,
cuando veo que sufres como yo".

martes, 29 de septiembre de 2015

Miércoles de la semana 26 de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 26 de tiempo ordinario; año impar

La vocación se descubre en el tiempo, es un encuentro con el Señor que implica un compromiso… una misión divina en la que hay también cruz, que tiene un sentido salvador
“En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos e dijo uno: -«Te seguiré adonde vayas.» Jesús le respondió: -«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro le dijo: -«Sígueme.» Él respondió: -«Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: -«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.» Otro le dijo: -«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.» Jesús le contestó: -«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios»” (Lucas 9,57-62).
1. En el camino de Jesús vemos como en un espejo nuestro camino. Vemos hoy tres personas que quieren seguir a Jesús, y su respuesta lacónica, que nos gustaría oír con su tono de voz…
-“Jesús subía hacia Jerusalén. Por el camino uno le dijo: "Te seguiré por doquiera que vayas". Se presenta esa persona, toma la iniciativa. Quizá está muy seguro de sí mismo. Se cree fuerte, sólido, generoso.
-“Jesús le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza"”. No basta el entusiasmo, la "dificultad" aparece al seguirlo: la falta de confort, la pobreza de su situación. También sufrir ser rechazado como él lo estuvo, es no tener seguridad... Señor, yo también quisiera siempre seguirte a donde Tú vayas... Pero ahora ya sé y la historia nos ha enseñado "dónde" ibas. Y el Gólgota me espanta, te lo confieso. Ciertamente que no podré seguirte si no me das la fuerza; pero tampoco me atrevo demasiado a pedírtela.
-“A otro le dijo: "Sígueme"”. Es Jesús que llama. El hombre respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos". En Israel, dar sepultura era una obligación sagrada... pienso que hay un sentido misterioso en esas palabras. Jesús le viene a decir que no tiene necesidad su padre de que él lo acompañe, al menos de momento: puede ir con Jesús con tranquilidad. También la palabra “muertos” puede referirse a los que todavía no han encontrado a Jesús, y que la fe es haber pasado de la muerte a la vida, es haber entrado en otro mundo.
-“Tú ve a anunciar el reino de Dios”. El discípulo sólo tiene una cosa a hacer, ante la cual desaparece todo lo restante: "anunciar el reino de Dios". Es radical, absoluto. Esto no admite retraso alguno. “A veces la voluntad parece resuelta a servir a Cristo, pero buscando al mismo tiempo el aplauso y el favor de los hombres (…). Se empeña en ganar los bienes futuros, pero sin dejar escapar los presentes. Una voluntad así no nos permitirá llegar nunca a la verdadera santidad” (Juan Casiano).
-“Otro le dijo: "Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia". Jesús le contestó: "EI que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios"”. Mal entendido, parece que Jesús separa de las familias. Pero hay que leer esto en el conjunto del Evangelio, donde Jesús nos ha pedido que amemos a nuestros padres, y ha dado testimonio de un afecto delicado a su madre al confiarla a san Juan en el momento de su muerte. Pero también Dios puede pedirnos que renunciemos por él a las dulzuras familiares. Esto lo había ya exigido Elías a su discípulo (1 Reyes 19,19-21). Temple que hay que adecuar a las necesidades familiares, para no ser fanáticos sino generosos, y la regla será como siempre el amor (Noel Quesson).
Aquí no habla Jesús de no atender a la familia, sino de la radicalidad de la llamada divina. Nos dice «sígueme» y esa llamada puede cambiar nuestra vida, podemos sentir que no admite excusas, retrasos, condiciones, ni traiciones... La vida cristiana es este seguimiento radical de Jesús. Con el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una persona cualquiera: ¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana, porque es vida llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas raíces: es ésta la vida que estamos llamados a vivir.
El Señor, cuando vino al mundo, aunque «todo el género humano tenía su lugar, Él no lo tuvo: no encontró lugar entre los hombres (...), sino en un pesebre, entre el ganado y los animales, y entre las personas más simples e inocentes. Por esto dice: ‘Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza’» (San Jerónimo). El Señor encontrará lugar entre nosotros si, como Juan el Bautista, dejamos que Él crezca y nosotros menguamos, es decir, si dejamos crecer a Aquel que ya vive en nosotros siendo dúctiles y dóciles a su Espíritu, la fuente de toda humildad e inocencia (Lluc Torcal).
Desde Abrahán que salió de su tierra de Ur y peregrinó por tierras extrañas cumpliendo los planes de Dios, muchas personas han seguido este “sígueme” divino. La expresión “que los muertos entierren a los muertos” no significa dejar de atender la familia, sino que Jesús nos pide que no usemos excusas, no dar largas a nuestro seguimiento. Los primeros apóstoles fueron modelos, pues "dejándolo todo, le siguieron". Lo mismo nos enseña con lo de "no despedirse de la familia", es un modo de hablar, de prioridades (J. Aldazábal).
2. -“Yo, Nehemías, era entonces encargado real del vino. El año veinte del reinado de Artajerjes, en el mes de Nisán, tomé vino y se lo ofrecí al rey”. Lo que nos recuerda la historia de José en Egipto, y también la de Ester en la corte de Asuero.
-“Anteriormente nunca había mostrado tristeza ante él, pero aquel día el rey me dijo: «¿Por qué ese semblante tan triste? ¡Tú, no estás enfermo! ¿Acaso tienes alguna preocupación?»” Se ve que llegan noticias tristes de Jerusalén, por la desgana de algunos en la reconstrucción y por las dificultades que los pueblos vecinos -sobre todo los samaritanos- les ponen en el camino. Nehemías es emprendedor y pide al rey que le permita volver a ayudar a su pueblo en la difícil tarea. Con Esdras, sacerdote, trabajarán juntos.
-“Muy turbado dije: «¡Viva por siempre el rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante cuando la ciudad donde están las tumbas de mis padre está en ruinas y sus puertas devoradas por el fuego?"” Ayúdanos, Señor, a servir a nuestros hermanos –ayudar, vocación que siente ese judío- con lo mejor de nosotros. Apártanos de nuestras situaciones confortables para saber mirar y adoptar las preocupaciones de nuestros hermanos.
-“Invoqué al Dios del cielo y respondí al rey: «Si le place al rey, y si estás satisfecho de tu servidor, envíame a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres... Y yo la reconstruiré.»” Con frecuencia, ante los sufrimientos del mundo, nos quedamos a nivel de la emoción. Nehemías va hasta la decisión. Es un inmenso viaje el suyo. Y el compromiso supondrá un grande y largo esfuerzo: no se reconstruye una ciudad con un golpe de varita mágica.
-“Añadí aún: «Si le place al rey que se me den cartas para los gobernadores de la provincia que está al oeste del Eufrates... Asimismo una carta para el inspector de los parques reales para que me proporcione madera de construcción para las puertas de la ciudadela del Templo, las puertas de la ciudad y la casa en que yo me instalaré.»” La caridad se inscribe en un programa concreto a largo término.
-“El rey me lo otorgó porque la protección de mi Dios estaba conmigo”. En los proyectos, aun los aparentemente más temporales, nunca falta, en la Biblia, esta referencia explícita a Dios, en la oración (Noel Quesson).
3. Ya no sonaban los cantos en honor de Yahvé: "¿cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera?" E incluso los ancianos se quejaban, poéticamente, de que se les podía "pegar la lengua al paladar", porque ya no iban a cantar más salmos, y que no les importaba que se les "paralice la mano derecha", porque ya no necesitarán tocar las citaras en el culto de Dios. Se estaba perdiendo, no sólo la identidad política, sino también la fe.
Como dice San Agustín: “Nosotros, los cristianos, en comparación con los infieles, somos ya luz, como dice el Apóstol: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Y en otro lugar dice: La noche está avanzando, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.
(…) Por lo tanto, cuando vendrá nuestro Señor Jesucristo y –como dice también el apóstol Pablo–iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón, y cada uno recibirá la alabanza de Dios, entonces, con la presencia de este día, ya no tendremos necesidad de lámparas: no será necesario que se nos lean los libros (…) ¿qué es lo que veremos? ¿Con qué se alimentará nuestro espíritu? (…) Que nos lo diga ahora el Evangelio: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Entonces llegarás a la fuente con cuya agua has sido rociado; entonces verás al descubierto la luz cuyos rayos, por caminos oblicuos y sinuosos, fueron enviados a las tinieblas de tu corazón, y para ver y soportar la cual eres entretanto purificado. Queridos –dice el mismo Juan–, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”.
Llucià Pou Sabaté
San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia

Vida de San JERÓNIMO (Eusebius Hieronymus Sophronius), el Padre de la Iglesia que más estudió las Sagradas Escrituras, nació alrededor del año 342, en Stridon, una población pequeña situada en los confines de la región dálmata de Panonia y el territorio de Italia, cerca de la ciudad de Aquilea. Su padre tuvo buen cuidado de que se instruyese en todos los aspectos de la religión y en los elementos de las letras y las ciencias, primero en el propio hogar y, más tarde, en las escuelas de Roma. En la gran ciudad, Jerónimo tuvo como tutor a Donato, el famoso gramático pagano. En poco tiempo, llegó a dominar perfectamente el latín y el griego (su lengua natal era el ilirio), leyó a los mejores autores en ambos idiomas con gran aplicación e hizo grandes progresos en la oratoria; pero como había quedado falto de la guía paterna y bajo la tutela de un maestro pagano, olvidó algunas de las enseñanzas y de las devociones que se le habían inculcado desde pequeño. A decir verdad, Jerónimo terminó sus años de estudio, sin haber adquirido los grandes vicios de la juventud romana, pero desgraciadamente ya era ajeno al espíritu cristiano y adicto a las vanidades, lujos y otras debilidades, como admitió y lamentó amargamente años más tarde. Por otra parte, en Roma recibió el bautismo (no fue catecúmeno hasta que cumplió más o menos los dieciocho años )y, como él mismo nos lo ha dejado dicho, "teníamos la costumbre, mis amigos y yo de la misma edad y gustos, de visitar, los domingos, las tumbas de los mártires y de los apóstoles y nos metíamos a las galerías subterráneas, en cuyos muros se conservan las reliquias de los muertos". Después de haber pasado tres años en Roma, sintió el deseo de viajar para ampliar sus conocimientos y, en compañía de su amigo Bonoso, se fue hacia Tréveris. Ahí fue donde renació impetuosamente el espíritu religioso que siempre había estado arraigado en el fondo de su alma y, desde entonces, su corazón se entregó enteramente a Dios.
En el año de 370, Jerónimo se estableció temporalmente en Aquilea donde el obispo, San Valeriano, se había atraído a tantos elementos valiosos, que su clero era famoso en toda la Iglesia de occidente. Jerónimo tuvo amistad con varios de aquellos clérigos, cuyos nombres aparecen en sus escritos. Entre ellos se encontraba San Cromacio, el sacerdote que sucedió a Valeriano en la sede episcopal, sus dos hermanos, los diáconos Joviniano y Eusebio, San Heliodoro y su sobrino Nepotiano y, sobre todo, se hallaba ahí Rufino, el que fue, primero, amigo del alma de Jerónimo y, luego, su encarnizado opositor. Ya para entonces, Rufino provocaba contradicciones y violentas discusiones, con lo cual comenzaba a crearse enemigos. Al cabo de dos años, algún conflicto, sin duda más grave que los otros, disolvió al grupo de amigos, y Jerónimo decidió retirarse a alguna comarca lejana ya que Bonoso, el que había sido compañero suyo de estudios y de viajes desde la infancia, se fue a vivir en una isla desierta del Adriático. Jerónimo, por su parte, había conocido en Aquilea a Evagrio, un sacerdote de Antioquía con merecida fama de ciencia y virtud, quien despertó el interés del joven por el oriente, y hacia allá partió con sus amigos Inocencio, Heliodoro e Hylas, éste último había sido esclavo de Santa Melania.
Jerónimo llegó a Antioquía en 374 y ahí permaneció durante cierto tiempo. Inocencio e Hylas fueron atacados por una grave enfermedad y los dos murieron; Jerónimo también estuvo enfermo, pero sanó. En una de sus cartas a Santa Eustoquio le cuenta que en el delirio de su fiebre tuvo un sueño en el que se vio ante el trono de Jesucristo para ser juzgado. Al preguntársele quién era, repuso que un cristiano. "¡Mientes!", le replicaron. "Tú eres un ciceroniano, puesto que donde tienes tu tesoro está también tu corazón". Aquella experiencia produjo un profundo efecto en su espíritu y su encuentro con San Maleo, cuya extraña historia se relata en esta obra en la fecha del 21 de octubre, ahondó todavía más el sentimiento. Corno consecuencia de aquellas emociones, Jerónimo se retiró a las salvajes soledades de Calquis, un yermo inhóspito al sureste de Antioquía, donde pasó cuatro años en diálogo con su alma. Ahí soportó grandes sufrimientos a causa de los quebrantos de su salud, pero sobre todo, por las terribles tentaciones carnales.
"En el rincón remoto de un árido y salvaje desierto", escribió años más tarde a Santa Eustoquio, "quemado por el calor de un sol tan despiadado que asusta hasta a los monjes que allá viven, a mi me parecía encontrarme en medio de los deleites y las muchedumbres de Roma ... En aquel exilio y prisión a los que, por temor al infierno, yo me condené voluntariamente, sin más compañía que la de los escorpiones y las bestias salvajes, muchas veces me imaginé que contemplaba las danzas de las bailarinas romanas, como si hubiese estado frente a ellas. Tenía el rostro escuálido por el ayuno y, sin embargo, mi voluntad sentía los ataques del deseo; en mi cuerpo frío y en mi carne enjuta, que parecía muerta antes de morir, la pasión tenía aún vida. A solas con aquel enemigo, me arrojé en espíritu a los pies de Jesús, los bañé con mis lágrimas y, al fin, pude domar mi carne con los ayunos durante semanas enteras. No me avergüenzo al revelar mis tentaciones, pero sí lamento que ya no sea yo ahora lo que entonces fui. Con mucha frecuencia velaba del ocaso al alba entre llantos y golpes en el pecho, hasta que volvía la calma". De esta manera pone Dios a prueba a sus siervos, de vez en cuando; pero sin duda que la existencia diaria de San Jerónimo en el desierto, era regular, rnonótona y tranquila. Con el fin de contener y prevenir las rebeliones de la carne, agregó a sus mortificaciones corporales el trabajo del estudio constante y absorbente, con el que esperaba frenar su imaginación desatada. Se propuso aprender el hebreo. "Cuando mi alma ardía con los malos pensamientos", dijo en una carta fechada en el año 411 y dirigida al monje Rústico, "como último recurso, me hice alumno de un monje que había sido judío, a fin de que me enseñara el alfabeto hebreo. Así, de las juiciosas reglas de Quintiliano, la florida elocuencia de Cicerón, el grave estilo de Fronto y la dulce suavidad de Plinio, pasé a esta lengua de tono siseante y palabras entrecortadas. ¡Cuánto trabajo me costó aprenderla y cuántas dificultades tuve que vencer! ¡Cuántas veces dejé el estudio, desesperado y cuántas lo reanudé! Sólo yo que soporté la carga puedo ser testigo, yo y también los que vivían junto a mí. Y ahora doy gracias al Señor que me permite recoger los dulces frutos de la semilla que sembré durante aquellos amargos estudios". No obstante su tenaz aprendizaje del hebreo, de tanto en tanto se daba tiempo para releer a los clásicos paganos.
Por aquel entonces, la Iglesia de Antioquía sufría perturbaciones a causa de las disputas doctrinales y disciplinarias. Los monjes del desierto de Calquis también tomaron partido en aquellas disensiones e insistían en que Jerónimo hiciese lo propio y se pronunciase sobre los asuntos en discusión. El habría preferido mantenerse al margen de las disputas, pero de todas maneras, escribió dos cartas a San Dámaso, que ocupaba la sede pontificia desde el año 366, a fin de consultarle sobre el particular y preguntarle hacia cuáles tendencias se inclinaba. En la primera de sus cartas dice: "Estoy unido en comunión con vuestra santidad, o sea con la silla de Pedro; yo sé que, sobre esa piedra, está construida la Iglesia y quien coma al Cordero fuera de esa santa casa, es un profano. El que no esté dentro del arca, perecerá en el diluvio. No conozco a Vitalis; ignoro a Melesio; Paulino es extraño para mí. Todo aquel que no recoge con vos, derrama, y el que no está con Cristo, pertenece al anticristo... Ordenadme, si tenéis a bien, lo que yo debo hacer". Como Jerónimo no recibiese pronto una respuesta, envió una segunda carta sobre el mismo asunto. No conocemos la contestación de San Dámaso, pero es cosa cierta que el Papa y todo el occidente reconocieron a Paulino como obispo de Antioquía y que Jerónimo recibió la ordenación sacerdotal de manos del Pontífice, cuando al fin se decidió a abandonar el desierto de Calquis. El no deseaba la ordenación (nunca celebró el santo sacrificio) y, si consintió en recibirla, fue bajo la condición de que no estaba obligado a servir a tal o cual iglesia con el ejercicio de su ministerio; sus inclinaciones le llamaban a la vida monástica de reclusión. Poco después de recibir las órdenes, se trasladó a Constantinopla a fin de estudiar las Sagradas Escrituras bajo la dirección de san Gregorio Nazianceno. En muchas partes de sus escritos Jerónimo se refiere con evidente satisfacción y gratitud a aquel período en que tuvo el honor de que tan gran maestro le explicase la divina palabra. En el año de 382, San Gregorio abandonó Constantinopla, y Jerónimo regresó a Roma, junto con Paulino de Antioquía y San Epifanio, para tomar parte en el concilio convocado por San Dámaso a fin de discutir el cisma de Antioquía. Al término de la asamblea, el Papa lo detuvo en Roma y lo empleó como a su secretario. A solicitud del Pontífice y de acuerdo con los textos griegos, revisó la versión latina de los Evangelios que "había sido desfigurada con transcripciones falsas, correcciones mal hechas y añadiduras descuidadas". Al mismo tiempo, hizo la primera revisión al salterio en latín.
Al mismo tiempo que desarrollaba aquellas actividades oficiales, alentaba y dirigía el extraordinario florecimiento del ascetismo que tenía lugar entre las más nobles damas romanas. Entre ellas se encuentran muchos nombres famosos en la antigua cristiandad, corno el de Santa Marcela, a quien nos referimos en esta obra el 31 de enero, junto con su hermana Santa Asela y la madre de ambas, Santa Albina; Santa Léa, Santa Melania la Mayor, la primera de aquellas damas que hizo una peregrinación a Tierra Santa; Santa Fabiola (27 de diciembre), Santa Paula (26 de enero) y sus hijas, Santa Blesila y Santa Eustoquio (28 de septiembre). Pero al morir San Dámaso, en el año de 384, el secretario quedó sin protección y se encontró, de buenas a primeras, en una situación difícil. En sus dos años de actuación pública, había causado profunda impresión en Roma por su santidad personal, su ciencia y su honradez, pero precisamente por eso, se había creado antipatías entre los envidiosos, entre los paganos y gentes de mal vivir, a quienes había condenado vigorosamente y también entre las gentes sencillas y de buena voluntad, que se ofendían por las palabras duras, claras y directas del santo y por sus ingeniosos sarcasmos. Cuando hizo un escrito en defensa de la decisión de Blesila, la viuda joven, rica y hermosa que súbitamente renunció al mundo para consagrarse al servicio de Dios, Jerónimo satirizó y criticó despiadadamente a la sociedad pagana y a la vida mundana y, en contraste con la modestia y recato de que Blesila hacía ostentación, atacó a aquellas damas "que se pintan las mejillas con púrpura y los párpados con antimonio; las que se echan tanta cantidad de polvos en la cara, que el rostro, demasiado blanco, deja de ser humano para convertirse en el de un ídolo y, si en un momento de descuido o de debilidad, derraman una lágrima, fabrican con ella y sus afeites, una piedrecilla que rueda sobre sus mejillas pintadas. Son esas mujeres a las que el paso de los años no da la conveniente gravedad del porte, las que cargan en sus cabezas el pelo de otras gentes, las que esmaltan y barnizan su perdida juventud sobre las arrugas de la edad y fingen timideces de doncella en medio del tropel de sus nietos". No se mostró menos áspero en sus críticas a la sociedad cristiana, como puede verse en la carta sobre la virginidad que escribió a Santa Eustoquio, donde ataca con particular fiereza a ciertos elementos del clero. "Todas sus ansiedades se hallan concentradas en sus ropas ... Se les tomaría por novios y no por clérigos; no piensan en otra cosa más que en los nombres de las damas ricas, en el lujo de sus casas y en lo que hacen dentro de ellas". Después de semejante proemio, describe a cierto clérigo en particular, que detesta ayunar, gusta de oler los manjares que va a engullir y usa su lengua en forma bárbara y despiadada. Jerónimo escribió a Santa Marcela en relación con cierto caballero que se suponía, erróneamente, blanco de sus ataques. "Yo me divierto en grande y me río de la fealdad de los gusanos, las lechuzas y los cocodrilos, pero él lo toma todo para sí mismo ... Es necesario darle un consejo: si por lo menos procurase esconder su nariz y mantener quieta su lengua, podría pasar por un hombre bien parecido y sabio".
A nadie le puede extrañar que, por justificadas que fuesen sus críticas, causasen resentimientos tan sólo por la manera de expresarlas. En consecuencia, su propia reputación fue atacada con violencia y su modestia, su sencillez, su manera de caminar y de sonreír fueron, a su vez, blanco de los ataques de los demás. Ni la reconocida virtud de las nobles damas que marchaban por el camino del bien bajo su dirección, ni la forma absolutamente discreta de su comportamiento, le salvaron de las calumnias. Por toda Roma circularon las murmuraciones escandalosas respecto a las relaciones de San Jerónimo con Santa Paula. Las cosas llegaron a tal extremo, que el santo, en el colmo de la indignación, decidió abandonar Roma y buscar algún retiro tranquilo en el oriente. Antes de partir, escribió una hermosa apología en forma de carta dirigida a Santa Asela. "Saluda a Paula y a Eustoquio, mías en Cristo, lo quiera el mundo o no lo quiera", concluye aquella epístola. "Diles que todos compareceremos ante el trono de Jesucristo para ser juzgados, y entonces se verá en qué espíritu vivió cada uno de nosotros". En el mes de agosto del año 385, se embarcó en Porto y, nueve meses más tarde, se reunieron con él en Antioquía, Paula, Eustoquio y las otras damas romanas que habían resuelto compartir con él su exilio voluntario y vivir como religiosas en Tierra Santa. Por indicaciones de Jerónimo, aquellas mujeres se establecieron en Belén y Jerusalén, pero antes de enclaustrarse, viajaron por Egipto para recibir consejo de los monjes de Nitria y del famoso Dídimo, el maestro ciego de la escuela de Alejandría.
Gracias a la generosidad de Paula, se construyó un monasterio para hombres, próximo a la basílica de la Natividad, en Belén, lo mismo que otros edificios para tres comunidades de mujeres. El propio Jerónimo moraba en una amplia caverna, vecina al sitio donde nació el Salvador. En aquel mismo lugar estableció una escuela gratuita para niños y una hostería, "de manera que", como dijo Santa Paula, "si José y María visitaran de nuevo Belén, habría donde hospedarlos". Ahí, por lo menos, transcurrieron algunos años en completa paz. "Aquí se congregan los ilustres galos y tan pronto como los británicos, tan alejados de nuestro mundo, hacen algunos progresos en la religión, dejan las tierras donde viven y acuden a éstas, a las que sólo conocen por relaciones y por la lectura de las Sagradas Escrituras. Lo mismo sucede con los armenios, los persas, los pueblos de la India y de Etiopía, de Egipto, del Ponto, Capadocia, Siria y Mesopotamia. Llegan en tropel hasta aquí y nos ponen ejemplo en todas las virtudes. Las lenguas difieren, pero la religión es la misma. Hay tantos grupos corales para cantar los salmos como hay naciones ... Aquí tenemos pan y las hortalizas que cultivamos con nuestras manos; tenemos leche y los animales nos dan alimento sencillo y saludable. En el verano, los árboles proporcionan sombra y frescura. En el otoño, el viento frío que arrastra las hojas, nos da la sensación de quietud. En primavera, nuestras salmodias son más dulces, porque las acompañan los trinos de las aves. No nos falta leña cuando la nieve y el frío del invierno, nos caen encima. Dejémosle a Roma sus multitudes; le dejaremos sus arenas ensangrentadas, sus circos enloquecidos, sus teatros empapados en sensualidad y, para no olvidar a nuestros amigos, le dejaremos también el cortejo de damas que, reciben sus diarias visita.
Pero no por gozar de aquella paz, podía Jerónimo quedarse callado y con los brazos cruzados cuando la verdad cristiana estaba amenazada. En Roma había escrito un libro contra Helvidio sobre la perpetua virginidad de la Santísima Virgen María, ya que aquél sostenía que, después del nacimiento de Cristo, Su Madre había tenido otros hijos con José. Este y otros errores semejantes fueron de nuevo puestos en boga por las doctrinas de un tal Joviniano. San Pamaquio, yerno de Santa Paula, lo mismo que otros hombres piadosos de Antioquía, se escandalizaron con aquellas ideas y enviaron los escritos de Joviniano a San Jerónimo y éste, como respuesta, escribió dos libros contra aquél en el año de 393. En el primero, demostraba las excelencias de la virginidad cuando se practicaba por amor a la virtud, lo que había sido negado por Joviniano, y en el segundo atacó los otros errores. Los tratados fueron escritos con el estilo recio, característico de Jerónimo, y algunas de sus expresiones les parecieron a las gentes de Roma demasiado duras y denigrantes para la dignidad del matrimonio. San Pamaquio y otros con él, se sintieron ofendidos y así se lo notificaron a Jerónimo; entonces, éste escribió la Apología a Pamaquio, conocida también corno el tercer libro contra Joviniano, en un tono que, seguramente, no dio ninguna satisfacción a sus críticos. Pocos años más tarde, Jerónimo tuvo que dedicar su atención a Vigilancio -a quien sarcásticamente llama Dormancio-, un sacerdote galo romano que desacreditaba el celibato y condenaba la veneración de las reliquias hasta el grado de llamar a los que la practicaban, idólatras y adoradores de cenizas. En su respuesta, Jerónimo le dijo: "Nosotros no adoramos las reliquias de los mártires, pero sí honramos a aquellos que fueron mártires de Cristo para poder adorarlo a El. Honramos a los siervos para que el respeto que les tributamos se refleje en su Señor". Protestó contra las acusaciones de que la adoración a los mártires era idolatría, al demostrar que los cristianos jamás adoraron a los mártires como a dioses y, a fin de probar que los santos interceden por nosotros, escribió: "Si es cierto que cuando los apóstoles y los mártires vivían aún sobre la tierra, podían pedir por otros hombres, y con cuánta mayor eficacia podrán rogar por ellos después de sus victorias! ¿Tienen acaso menos poder ahora que están con Jesucristo?" Defendió el estado monástico y dijo que, al huir de las ocasiones y los peligros, un monje busca su seguridad porque desconfía de su propia debilidad y porque sabe que un hombre no puede estar a salvo, si se acuesta junto a una serpiente. Con frecuencia se refiere Jerónimo a los santos que interceden por nosotros en el cielo. A Heliodoro lo comprometió a rezar por él cuando estuviese en la gloria y a Santa Paula le dijo, en ocasión de la muerte de su hija Blesila: "Ahora eleva preces ante el Señor por ti y obtiene para mí el perdón de mis culpas".
Del año 395 al 400, San Jerónimo hizo la guerra a la doctrina de Orígenes y, desgraciadamente, en el curso de la lucha, se rompió su amistad de veinticinco años con Rufino. Tiempo atrás le había escrito a éste la declaración de que "una amistad que puede morir nunca ha sido verdadera", lo mismo que, mil doscientos años más tarde, diría Shakespeare de esta manera:
... Love is not love which alters when its alteration finds or bends with the remover to remove.
(No es amor el amor que se altera ante un tropiezo o se dobla ante el peligro)
Sin embargo, el afecto de Jerónimo por Rufino debió ceder ante el celo del santo por defender la verdad. Jerónimo, corno escritor, recurría continuamente a Orígenes y era un gran admirador de su erudición y de su estilo, pero tan pronto como descubrió que en el oriente algunos se habían dejado seducir por el prestigio de su nombre y habían caído en gravísimos errores, se unió a San Epifanio para combatir con vehemencia el mal que amenazaba con extenderse. Rufino, que vivía por entonces en un monasterio de Jerusalén, había traducido muchas de las obras de Orígenes al latín y era un entusiasta admirador suyo, aunque no por eso debe creerse que estuviese dispuesto a sostener las herejías que, por lo menos materialmente, se hallan en los escritos de Orígenes. San Agustín fue uno de los hombres buenos que resultaron afectados por las querellas entre Orígenes y Jerónimo, a pesar de que nadie mejor que él estaba en posición de comprender suyas eran, necesariamente, enemigos de la Iglesia. Al tratarse de defender el bien y combatir el mal, no tenía el sentido de la moderación. Era fácil que se dejase arrastrar por la cólera o por la indignación, pero también se arrepentía con extraordinaria rapidez de sus exabruptos. Hay una anécdota referente a cierta ocasión en la que el Papa Sixto V contemplaba una pintura donde aparecía el santo cuando se golpeaba el pecho con una piedra. "Haces bien en utilizar esa piedra", dijo el Pontífice a la imagen, "porque sin ella, la Iglesia nunca te hubiese canonizado".
Pero sus denuncias, alegatos y controversias, por muy necesarios y brillantes que hayan sido, no constituyen la parte más importante de sus actividades. Nada dio tanta fama a San Jerónimo como sus obras críticas sobre las Sagradas Escrituras. Por eso, la Iglesia le reconoce como a un hombre especialmente elegido por Dios y le tiene por el mayor de sus grandes doctores en la exposición, la explicación y el comentario de la divina palabra. El Papa Clemente VIII no tuvo escrúpulos en afirmar que Jerónimo tuvo la asistencia divina al traducir la Biblia. Por otra parte, nadie mejor dotado que él para semejante trabajo: durante muchos años había vivido en el escenario mismo de las Sagradas Escrituras, donde los nombres de las localidades y las costumbres de las gentes eran todavía los mismos. Sin duda que muchas veces obtuvo en Tierra Santa una clara representación de diversos acontecimientos registrados en las Escrituras. Conocía el griego y el arameo, lenguas vivas por aquel entonces y, también sabía el hebreo que, si bien había dejado de ser un idioma de uso corriente desde el cautiverio de los judíos, aún se hablaba entre los doctores de la ley. A ellos recurrió Jerónimo para una mejor comprensión de los libros santos e incluso tuvo por maestro a un doctor y famoso judío llamado Bar Ananías, el cual acudía a instruirle por las noches y con toda clase de precauciones para no provocar la indignación de los otros doctores de la ley. Pero no hay duda de que, además de todo eso, Jerónimo recibió la ayuda del cielo para obtener el espíritu, el temperamento y la gracia indispensables para ser admitido en el santuario de la divina sabiduría y comprenderla. Además, la pureza de corazón y toda una vida de penitencia y contemplación, habían preparado a Jerónimo para recibir aquella gracia. Ya vimos que, bajo el patrocinio del Papa San Dámaso, revisó en Roma la antigua versión latina de los Evangelios y los salmos, así como el resto del Nuevo Testamento. La traducción de la mayoría de los libros del Antiguo Testamento escritos en hebreo, fue la obra que realizó durante sus años de retiro en Belén, a solicitud de todos sus amigos y discípulos más fieles e ilustres y por voluntad propia, ya que le interesaba hacer la traducción del original y no de otra versión cualquiera. No comenzó a traducir los libros por orden, sino que se ocupó primero del Libro de los Reyes y siguió con los demás, sin elegirlos. Las únicas partes de la Biblia en latín conocida como la Vulgata que no fueron traducidas por San Jerónimo, son los libros de la Sabiduría, el Eclesiástico, el de Baruch y los dos libros de los Macabeos. Hizo una segunda revisión de los salmos, con la ayuda del Hexapla de Orígenes y los textos hebreos, y esa segunda versión es la que está incluida en la Vulgata y la que se usa en los oficios divinos. La primera versión, conocida como el Salterio Romano, se usa todavía en el salmo de invitación de los maitines y en todo el misal, así como para los oficios divinos en San Pedro de Roma, San Marcos de Venecia y los ritos milaneses. El Concilio de Trento designó a la Vulgata de San Jerónimo, como el texto bíblico latino auténtico o autorizado por la Iglesia católica, sin implicar por ello alguna preferencia por esta versión sobre el texto original u otras versiones en otras lenguas. En 1907, el Papa Pío X confió a los monjes benedictinos la tarea de restaurar en lo posible los textos de San Jerónimo en la Vulgata ya que, al cabo de quince siglos de uso, habían sido considerablemente modificados y corregidos.
En el año de 404, San Jerónimo tuvo la gran pena de ver morir a su inseparable amiga Santa Paula y, pocos años después, cuando Roma fue saqueada por las huestes de Alarico, gran número de romanos huyeron y se refugiaron en el oriente. En aquella ocasión, San Jerónimo les escribió de esta manera: ¿Quién hubiese pensado que las hijas de esa poderosa ciudad tendrían que vagar un día, como siervas o como esclavas, por las costas de Egipto y del Africa? ¿Quién se imaginaba que Belén iba a recibir a diario a nobles romanas, damas distinguidas criadas en la abundancia y reducidas a la miseria? No a todas puedo ayudarlas, pero con todas me lamento y lloro y, completamente entregado a los deberes que la caridad me impone para con ellas, he dejado a un lado mis comentarios sobre Ezequiel y casi todos mis estudios. Porque ahora es necesario traducir las palabras de la Escritura en hechos y, en vez de pronunciar frases santas, debemos actuarlas".
De nuevo, cuando su vida estaba a punto de terminar, tuvo que interrumpir sus estudios por una incursión de los bárbaros y, algún tiempo después, por las violencias y persecuciones de los pelagianos, quienes enviaron a Belén a una horda de rufianes para atacar a los monjes y las monjas que ahí moraban bajo la dirección y la protección de San Jerónimo, el cual había atacado a Pelagio en sus escritos. Durante aquella incursión, algunos religiosos y religiosas fueron maltratados, un diácono resultó muerto y casi todos los monasterios fueron incendiados. Al año siguiente, murió Santa Eustoquio y, pocos días más tarde, San Jerónimo la siguió a la tumba. El 30 de septiembre del año 420, cuando su cuerpo extenuado por el trabajo y la penitencia, agotadas la vista y la voz, parecía una sombra, pasó a mejor vida. Fue sepultado en la iglesia de la Natividad, cerca de la tumba de Paula y Eustoquio, pero mucho tiempo después, sus restos fueron trasladados al sitio donde reposan hasta ahora, en la basílica de Santa María la Mayor, en Roma. Los artistas representan con frecuencia a San Jerónimo con los ropajes de un cardenal, debido a los servicios que prestó al Papa San Dámaso, aunque a veces también lo pintan junto a un león, porque se dice que domesticó a una de esas fieras a la que sacó una espina que se había clavado en la pata. La leyenda pertenece más bien a San Gerásimo, pero el león podría ser el emblema ideal de aquel noble, indomable y valiente defensor de la fe.
En los últimos años se hicieron muchos progresos en el estudio y la investigación de la vida de San Jerónimo. Es particularmente valioso el volumen Miscellanea Geronimiana, publicado en Roma en 1920, en ocasión de celebrarse el décimo quinto centenario de su muerte. Gran número de ilustres investigadores, corno Duchesne, Batifol, Lanzoni, Zeiller y Bulic, colaboraron en la formación de ese libro con diversos estudios sobre puntos de particular interés en relación con el santo. En 1922, hizo su aparición la mejor de sus modernas biografías, la de F. Cavallara, Saint Jéróme, sa vie et son ceuvre (1922, 2 vols). También se deben consultar las notas críticas M padre Peeters en Analecia Bollandiana, Vol. XLIII, PP. 180-184. En fechas anteriores, tenemos el descubrimiento hecho por G. Morin de los Comentarioli et Tractatus de San Jerónimo sobre los salmos, así como otros hallazgos (ver a Morin en Études, textes, découverts, pp. 17-25). Un artículo muy completo sobre San Jerónimo, escrito por H. Leclercq, aparece en el DAC., vol. vii, ec. 2235-3304, así como otro de J. Forget, en DTC., vol. viii (1924), ce. 894-983. En el siglo dieciocho Vallarsi y los bolandistas (septiembre, vol. viii) escribieron sendas obras minuciosas sobre el santo. Los escritos más antiguos sobre San Jerónimo, a excepción de la crónica de Marcelino (editado por Mominsen en MGH., Auctores Antiquissimi, vol. ii, pp. 47 y ss.), carecen de valor. La correspondencia y las obras de San Jerónimo fueron, son y serán siempre la fuente principal para el estudio de su vida. Ver también a P. Monceaux, en St. Jerome: the early years (1935) ; a J. Duff, en Letters of St. Jerome (1942) ; A. Penna, en S. Girolamo (1949) ; a P. Antin, en Essai sur S. Jeróme (1951) y el Monument to St. Jerome (1952), un ensayo de F. X. Murphy.