martes, 28 de julio de 2015

Miércoles de la semana 17 de tiempo ordinario; año impar

Miércoles de la semana 17 de tiempo ordinario; año impar

El Reino de Dios es como un tesoro escondido, una perla preciosa, por los que vale la pena dejarlo todo
El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra” (Mateo 13,44–46).
1. -Jesús hablaba en parábolas... Jesús hablaba en "imágenes", como todos los narradores de oriente. Jesús no hablaba de modo abstracto: más que "ideas", lanzaba "sugerencias"... usaba palabras, símbolos, términos evocadores, que cada uno podía comprender, y que resonaban hasta el infinito. No son razonamientos lógicos ni pensamientos rigurosos, lo que hay que buscar ante todo en las parábolas, sino "a la persona misma de Jesús que nos las cuenta", que las ha inventado para nosotros. Las parábolas han salido de su corazón.
-“El reino de Dios se parece a un tesoro”... Un tesoro. Sí. Un tesoro. No hay nadie en la tierra que no pueda entender; si bien cada uno lo entienda a su manera. Un tesoro es, para todos, algo deseable, algo codiciable.
-“Un tesoro escondido en un campo”... Introducido, escondido. En Palestina, en tiempos de Jesús no abundaban los Bancos o las cajas-fuertes para poner en seguridad los pequeños ahorros de una familia: se enterraban las monedas en algún lugar secreto; y solía pasar que el propietario del tesoro moría sin haber confiado a nadie el lugar del escondite.
-“La persona que lo encuentra, lo vuelve a esconder”... Vuelve a esconder el tesoro. Se cerciora de que no le han visto: ¿qué pasará?
-“Y de la alegría, va a vender todo lo que tiene”... He aquí a lo que Jesús quería llegar: A la alegría... Al desprendimiento total y gozoso, para el Reino. ¡No es la única vez que hablas de "alegría", Jesús! Estás contento, y nos invitas a participar de tu alegría. Me gustaría oírte y verte, Jesús, para ver el tono de tu voz, la expresión de tu rostro. Contemplar tu alegría. Tú que vivías tan íntimamente en el Reino, "vivías en la alegría". Y propones la alegría a los que descubren el Reino. ¡Vender todo lo que poseo! Me gusta contemplar tu radicalidad. ¡No te gustan los términos medios! ¡Lo das todo!
La persona que descubre el Reino de Dios, en Jesús y en su Palabra, se siente conmovido por esta experiencia. La ve como una verdadera fortuna por la cual es necesario darlo todo. Si seguir a Jesús se nos antoja un sacrificio muy grande es que igual todavía no hemos descubierto el verdadero valor del Reino. Hay muchos cristianos para los que serlo viene a ser como una especie de enorme carga que llevan pegada a la espalda. Para ellos ser cristiano no es motivo de gozo. Posiblemente todavía no han abierto el cofre del tesoro, ni han quitado el polvo que cubre la belleza sin límite de la perla.
El que encuentra un tesoro escondido bajo tierra y la del comerciante que, entre las perlas, descubre una particularmente preciosa, son dos parábolas más sobre el Reino. Los dos venden cuanto tienen, para asegurarse la posesión de lo que sólo ellos saben que vale tanto. Hoy, Jesús, podías hablar de invertir en bolsa al saber qué acciones van a subir, o el de un coleccionista que descubre por casualidad un cuadro o una partitura o una moneda de gran valor. Y no digamos, un pozo de petróleo. Es una sabiduría rara -la verdadera sabiduría- la de descubrir cuáles son los valores auténticos en esta vida, y cuáles, no, a pesar de que brillen más o parezcan más atrayentes. ¿Qué es más importante: el dinero, la salud, el éxito, la fuerza, el gozo inmediato?; ¿o la felicidad, el amor verdadero, la cultura, la tranquilidad de conciencia? Pero todavía es más necesaria la verdadera sabiduría cuando se trata de descubrir cuáles son los valores del Reino de Dios, cuáles sus planes sobre nosotros, los que nos conducen a la verdadera felicidad. Muchos tenemos la suerte de poder agradecer a Dios el don de la fe, o de haber descubierto en una determinada vocación el camino que Dios nos muestra, y hay quien siente haberse encontrado con Cristo Jesús, como Pablo cerca de Damasco, o como Mateo cuando estaba sentado a su mesa de impuestos, o como los pescadores del lago que oyeron la invitación de Jesús. Y lo han dejado todo y han encontrado la alegría y el pleno sentido de sus vidas. En la vida religiosa. O en el ministerio sacerdotal. O en una vida cristiana comprometida y vivida con coherencia, para bien de los demás, en la familia cristiana. Es una buena inversión. Aunque no sea aplaudida por este mundo ni cotice en la Bolsa (J. Aldazábal).
El tesoro significa la abundancia de dones, la perla la belleza del Reino… Dios “nunca falta de ayudar a quien por Él se determina a dejarlo todo” (Santa Teresa de Jesús). La vida del Reino en seguimiento de Cristo es ardua, pero el fruto merece la pena. “El tesoro ha estado escondido porque debía ser también comprado en el campo. En efecto, por el tesoro escondido en el campo se entiende Cristo encarnado, que se encuentra gratuitamente (…) Pero no hay otro modo de utilizar y poseer ese tesoro con el campo, si no es pagando, y que no se pueden poseer las riquezas celestiales sin sacrificar el mundo” (S. Hilario de Poitiers).
La alegría del Evangelio es propia de aquel que, habiendo encontrado la plenitud de la vida, se ve libre, sin ataduras, desenvuelto, sin temores, sin trabas. Ahora bien, ¿creéis, acaso, que quien ha encontrado la perla preciosa va a ponerse a despreciar todas las demás? ¡Ni mucho menos! El que ha encontrado la perla preciosa se hace capaz de colocar todas las demás en una escala justa de valores, de relativizarlas, de juzgarlas en relación con la perla más hermosa. Y lo hace con extrema simplicidad, porque, al tener como piedra de comparación la perla preciosa, sabe comprender mejor el valor de todas las demás. El que ha encontrado el tesoro no desprecia lo demás, no teme entrar en tratos con los que tienen otros tesoros, puesto que él está ahora en condiciones de atribuir a cada cosa su valor exacto (Carlo M. Martini).
"Pero ¡esto es una locura!"... debieron decir todos los que le vieron que vendía sus bienes. –“Y compró aquel campo”. No, no estaba loco. Los demás eran ignorantes. Lejos de ser una pérdida fue una total ganancia para él.
El que encuentra accidentalmente un tesoro nos puede hacer ver los que “tropiezan” con Jesús y su Palabra y descubren su valor. A estas personas las sobrecoge la alegría porque no esperaban nada, sin embargo, Dios les ha salido al encuentro. Su existencia a partir de ese momento estará iluminada por una nueva luz.
-“Se parece también el reino de Dios a un comerciante que busca perlas finas; al encontrar una perla de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró”. El Reino, no es solamente la Alegría, lo deseable, el tesoro... Es también la "belleza", la perfección, la perla fina y no basta dar con ella al azar, cultivando su campo... ¿Es así como te busco yo, Señor, ávidamente? (Noel Quesson).
Otras personas tienen afán de buscar un valor que dé significado a su vida. Descubrirán en Jesús lo que estaban buscando. Su vida será como un camino que los ha conducido al lugar adecuado.
2. –“Cuando bajó Moisés de la montaña del Sinaí, con las dos tablas de la Ley en sus manos, no sabía que su rostro «irradiaba» luz por haber estado hablando con el Señor”. Vivir con Dios, de modo más explícito, durante un tiempo prolongado, no puede dejar de transformar a un hombre. Tantas veces el rostro de una persona de Dios «irradia» luz! El término qaran, “resplandecer”, “ser radiante”, es muy parecido a qeren, “cuerno”, de ahí la traducción de S. Jerónimo: “y su rostro volvió con cuernos luminosos” que ha influido en el arte, como esculpió Miguel Ángel en el Moisés famoso, con sus cuernos.
 -Moisés los llama. Aaron y todos los jefes de la comunidad se le acercan y les dirige la palabra. Luego se acercan todos los hijos de Israel y les transmite las órdenes del Señor que había recibido en la montaña. Contemplar y transmitir. Orar y actuar. Moisés, «hombre de oración» y «hombre de acción». La mayoría de los grandes místicos fueron también hombres y mujeres sumamente activos. Pensemos en san Bernardo, santa Teresa de Jesús, san Josemaría Escrivá, el Padre de Foucauld. Nos equivocamos cuando oponemos los dos tipos de vida: ¿he de buscar quizá el equilibrio? ¿He de decidirme a un mayor compromiso? ¿Decidirme a disminuir mis compromisos en beneficio de la oración? Moisés el «libertador»... el «santo»... Se discute mucho HOY sobre la dimensión «política» de la Fe. En su sentido noble, la política, es todo lo que se refiere a la organización de los hombres en sociedad, es establecer las estructuras de las relaciones humanas en las ciudades, en los grupos que han de vivir juntos. ¿Cómo podría la fe permanecer extraña a ese dominio esencial? El Éxodo nos proporciona un ejemplo significativo: el amor de Dios suscita un pueblo que se organiza, que se libera, que se unifica. Moisés es un «líder», un jefe político suscitado por Dios. Pero también ¡qué interioridad, la suya! En efecto, Dios es un poder colectivo de liberación y de unión. Esta revelación del Éxodo nos desconcierta, a veces, porque estamos habituados a una predicación «espiritual» e «individual». Hemos de redescubrir la síntesis que logró Moisés: Dios, el primero en ser servido, pero Dios servido en nuestros hermanos. El evangelio no nos dirá otra cosa.
-“Cuando acabó de hablarles, Moisés se puso un velo sobre el rostro”.Siempre que se presentaba ante el Señor para conversar con El se quitaba el velo hasta que salía de la Tienda de Reunión... Se ponía de nuevo el velo hasta que volvía a hablar con el Señor... Un ritmo vital, el ritmo del corazón: «diástole», la sangre va al corazón... «sístole», la sangre va de nuevo al cuerpo... Emplear un tiempo con Dios... Emplear un tiempo con el mundo... ¿Qué significado atribuimos al «velo» con el cual Moisés se cubre el rostro? ¡Delante de Dios se presenta «a cara descubierta»! Delante de los hombres, ¡permanece «velado» (Noel Quesson).
3. «Moisés y Aarón con sus sacerdotes... invocaban al Señor y él respondía, Dios les hablaba desde la columna de nube». ¿Nos brilla el rostro después de haber estado orando y celebrando, en la presencia de Dios? ¿Se nos nota, cuando estamos con Dios rezando?: podemos abrirnos a una actitud de fe en Dios, de alegría, de esperanza, de entrega gozosa al trabajo, de optimismo. No nos quedamos en la montaña de la oración. Bajamos al valle del trabajo y la misión. Pero lo hacemos conjugando oración y entrega, como Moisés, impregnando de oración el trabajo y llevando el compromiso misionero a nuestra oración.
Llucià Pou Sabaté
Santa Marta

Marta es hermana de María y de Lázaro y vivía en Betania, pequeña población distante unos cuatro kilómetros de Jerusalén, en las cercanías del Monte de los Olivos.
Jesús Nuestro Señor vivía en Galilea pero cuando visitaba Jerusalén acostumbraba hospedarse en la casa de estos tres discípulos en Betania, que, tal vez, habían cambiado también su morada de Galilea por la de Judea. Marta se esforzó en servirle lo mejor que pudo y, más tarde, con sus oraciones impetró la resurrección de su hermano.
San Juan nos dice que "Jesús amaba a Marta y a su hermana María y Lázaro" (Jn 11:5). 
 
Lucas añade:
"Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra,  mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.»  -Lucas 10:38-40
No podemos estar seguros de la motivación de Marta al hacer su petición al Señor pero todo parece indicar que se quejaba contra su hermana. Nuestro Señor aprecia el servicio de Marta, pero al mismo tiempo sabía que era imperfecto. Muchas veces nuestro servicio, aunque sea con buena intención, esta mezclado con el afán de sobresalir, la compulsión por ser protagonistas, la competencia para sentirnos que somos los mejores. Es entonces que salen las comparaciones. ¿Por que la otra no hace nada y soy la que trabajo?
El Señor corrige a Marta, penetra en su corazón afanado y dividido y establece prioridades:
«Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»  -Lucas 10: 41-42
Esa única cosa de la que hay necesidad es de poner todo el corazón en amar a Dios, atender a Jesús que nos habla, que quiere levantarnos de nuestra miseria.
Toda vida activa debe surgir de la contemplación.  La vida activa sin contemplación lleva al alma a dispersarse perder de vista el fin. La vida contemplativa se concentra en Dios y se une a El por la adoración y el amor. La vida contemplativa es una especie de noviciado del cielo, pues la contemplación es la ocupación de los bienaventurados del paraíso. Por ello, Cristo alabó la elección de María y afirmó: "sólo una cosa es necesaria". Eso significa que la salvación eterna debe ser nuestra única preocupación.
Si contemplamos como van las cosas en cualquier Iglesias podremos ver muchas actividades, programas, ideas... Es relativamente fácil hacer cosas por Jesús, pero cuanto nos cuesta estar en silencio ante su Presencia. En seguida pensamos en cosas que hacer.  No comprendemos que lo primero y mas importante es atenderlo a El directamente por medio de la oración. 
Jesús encontró más digna de alabanza la actitud contemplativa de María. Cuanto quisiera El Señor que todos, como María, nos sentáramos ante el para escucharle.   Ella se consagraba a la única cosa realmente importante, que es la atención del alma en Dios.  También el Padre nos pide que, ante todo, escuchemos a Su Hijo (Mt 17-5).
Entonces, ¿no es necesario trabajar? Claro que sí lo es.  Pero para que el trabajo de fruto debe hacerse después de haber orado. El servicio de Marta es necesario, pero debe estar subordinado al tiempo del Señor.  Hay que saber el momento de dejar las cosas, por importantes que parezcan, y sentarse a escuchar al Señor. Esto requiere aceptar que somos criaturas limitadas.  No podemos hacerlo todo.   No podemos siquiera hacer nada bien sin el Señor
San Agustín escribe: "Marta, tú no has escogido el mal; pero María ha escogido mejor que tú".  San Basilio y San Gregorio Magno consideran a la hermana María modelo evangélico de las almas contemplativas y su santidad no está en duda, sin embargo, es curioso que, de los tres hermanos, solo Marta aparece en el santoral universal.
La resurrección de Lázaro
El capítulo 11 de San Juan narra el gran milagro de la resurrección de Lázaro.   En aquella ocasión vuelve a hablarse de Marta. Lázaro se agravó de muerte mientras Jesús estaba lejos. Las dos hermanas le enviaron un empleado con este sencillo mensaje: "Señor aquel que tú amas, está enfermo". En un mensaje de confianza en que Jesús va actuar a su favor.
Pero Jesús, que estaba al otro lado del Jordán, continuó su trabajo sin moverse de donde estaba.  A los apóstoles les dice: "Esta enfermedad será para gloria de Dios". Y luego les añade: "Lázaro nuestro amigo ha muerto. Y me alegro de que esto haya sucedido sin que yo hubiera estado allí, porque ahora vais a creer".
A los cuatro días de muerto Lázaro, dispuso Jesús dirigirse hacia Betania, la casa estaba llena de amigos y conocidos que habían llegado a dar el pésame a las dos hermanas. Tan pronto Marta supo que Jesús venía, salió a su encuentro y le dijo: "Oh Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano; pero aún ahora yo sé que cuánto pidas a Dios te lo concederá"
Jesús le dice: "Tu hermano resucitará".
Marta le contesta: "Ya sé que resucitará el último día en la resurrección de los muertos".
Jesús añadió: "Yo soy la resurrección y la vida. Todo el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá. ¿Crees esto?"
Marta respondió: "Sí Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."
Jesús dijo: "¿Dónde lo han colocado?". Y viendo llorar a Marta y a sus acompañantes, Jesús también empezó a llorar. Y las gentes comentaban: "Mirad cómo lo amaba".
Y fue al sepulcro que era una cueva con una piedra en la entrada. Dijo Jesús: "Quiten la piedra". Le responde Marta: "Señor ya huele mal porque hace cuatro días que está enterrado". Le dice Jesús: "¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?". Quitaron la piedra y Jesús dijo en voz alta: "Lázaro ven afuera". Y el muerto salió, llevando el sudario y las vendas de sus manos.
El Banquete
Marta aparece también en un banquete en el que participa también Lázaro, poco después de su resurrección: también esta vez aparece Marta como la mujer ocupada en el servicio, pero puede ser que para entonces ya lo sabía someter al Señor con mas amor, sin quejarse ni compararse. 
De los años siguientes de la santa no tenemos ningún dato históricamente seguro, aunque según la leyenda de la Provenza, Marta fue con su hermana a Francia y evangelizó Tarascón. Ahí se dice que encontraron, en 1187, sus pretendidas reliquias, que todavía se veneran en su santuario.
Los primeros en dedicar una celebración litúrgica a santa Marta fueron los franciscanos en 1262, el 29 de julio, es decir, ocho días después de la fiesta de santa María Magdalena, impropiamente identificada con su hermana María.
S. Marta es la patrona de los hoteleros, porque sabía atender muy bien.
Bibliografía:

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