lunes, 29 de junio de 2015

Martes de la semana XIII de tiempo ordinario; año impar

Martes de la semana 13 de tiempo ordinario; año impar

Dios parece que calla ante males del mundo, pero nos damos cuenta que acude a nuestra ayuda cuando le invocamos con fe
«Subiendo después a una barca, le siguieron sus discípulos. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y se acercaron y le despertaron diciendo: ¡Señor, sálvanos que perecemos! Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, increpó a los vientos y al mar y se produjo una gran bonanza. Los hombres se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mateo 8, 23-27).
1. –“Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron”. La palabra "seguir" tiene un sentido de entrar en la barca contigo, Jesús, meterse en esa aventura divina, con plena conciencia de los riesgos y renuncias a los que hay que atenerse. Eres tú, Señor, que nos dices: "Seguidme".
-“De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas”. A veces la cruz aparece en forma de enfermedad, o de contradicciones, fracasos o penas de todo tipo. Y da miedo. En griego dice: "He aquí que sobrevino un gran seísmo", un temporal violento que hace temblar la tierra y que en suelo firme ya resulta horroroso, pero en una frágil barquilla lo es mucho más. El Lago de Galilea tiene fama de violentas tempestades, causadas por vientos que encajonados entre las montañas soplan muy fuertes sobre el agua.
-“Y Jesús dormía”. Hay sin duda un simbolismo que quieres subrayar, Señor: en la historia del mundo, de mi vida, a veces parece que Dios calla: ¡Dios duerme!... y nos preguntamos: ¿por qué no te manifiestas, Señor, para calmar las "tempestades", en las que tu Iglesia, que el mundo, parecen próximos a naufragar? ¿Por qué, Señor no intervienes en mi vida para salvarme de tal o cual cosa?
-“Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: "Sálvanos, Señor, que nos hundimos"”. Una oración que es nuestra muchas veces: “Señor, ¡sálvame!”
-“Jesús les dijo: "¿Por qué tenéis miedo? ¡Que poca fe!"” Es la respuesta del Señor, el núcleo de este relato: la fe nos salva. Jesús, nos das confianza: "No tengáis miedo". La fe nos quita el miedo: todo irá bien. Lo mejor está siempre por llegar. De ese mal Dios sacará algo bueno, si no –como buen Padre- no hubiera permitido que pasara aquello. En la más negra noche, amanece Dios. Dios aprieta pero no ahoga. Cuando me sienta desolado, Señor, que me arrastre la fe en ti, que me sienta seguro en tus brazos, que me sepa abandonar de verdad.
-“Entonces Jesús se puso en pie, increpó a los vientos y al lago y sobrevino una gran calma. Aquellos hombres se preguntaban admirados: "¿Quién será éste que hasta el viento y el mar le obedecen?"” Señor, en tus manos está la vida y la muerte, tienes el poder creador de Dios. Todo le obedece: las enfermedades, los demonios, los elementos. No me preocuparé de nada de lo qué pasa en el mar de la vida y sus tempestades: me ocuparé de todas esas cosas, pero sabiendo que tú estás en la barca, en mi vida... en la barca de la Iglesia... que contigo estoy seguro. ¡Señor, suprime todo temor y todo miedo en mí! (Noel Quesson).
«Los problemas que antes te acogotaban te parecían altísimas cordilleras  han desaparecido por completo, se han resuelto a lo divino, como cuando el Señor mandó a los vientos y a las aguas que se calmaran. / ¡Y pensar que todavía dudabas!» (J. Escrivá, Surco 119).
Y ahora, cuando la tempestad está calmada, me admiro de tu poder como los apóstoles, que «se admiraron y dijeron: ¿Quién es éste que hasta los vientos y el mar le obedecen?»
Eres hombre y Dios, Jesús. Y al calmar el viento y el mar, muestras el poder de tu divinidad de modo que la gente se pregunta: «¿quién es éste?» Yo te confieso como el Hijo de Dios que se ha hecho hombre para que los hombres podamos ser hijos de Dios (Pablo Cardona).
Confieso que «la nave es la Iglesia, en la que Jesucristo atraviesa con los suyos el mar de esta vida, calmando las aguas de las persecuciones» (Santo Tomás).
Te pido, señor, fe para creer que tú viajas en mi barca... en la barca de la Iglesia... ver que la tempestad son los acontecimientos históricos que ponen en peligro el mundo, la iglesia, mi vida… llegar a descubrir y admirar tu presencia honda, secreta y misteriosa en mi vida. Te pido fe viva, para que mi vida esté metida en este ambiente sobrenatural que es lo más natural del diario vivir del cristiano. La visión sobrenatural no es una imaginación, sino la gran verdad de la vida humana. Quien no tenga ojos de fe, no descubrirá nunca las bellezas de la vida.
2. En este relato que tiene mucho de simbólico, a pesar de la plegaria de Abraham, Dios no encontró en Sodoma los diez justos que hubieran permitido salvar la ciudad. Dios acepta que Lot, sobrino de Abraham, se libre del castigo: -“¡Levántate! Toma a tu mujer y a tus dos hijas: no vayas a ser barrido por el castigo a la ciudad”. La destrucción de Sodoma sería por un cataclismo natural que arrasó una ciudad del valle del Jordán. Pero la leyenda cobra ahora una «significación» de Fe: el tema de la «huida de una ciudad» es un tema importante a lo largo de la Escritura. En el contexto rural que era el del conjunto del Pueblo de Israel, la «ciudad» era considerada como la estancia del mal y del pecado. Abandonar una ciudad, huir de ella, es reconocer su maldad, es «convertirse». Los hebreos serán así invitados a abandonar las ciudades monstruosas de Egipto (Éx 1,11), y luego, de Babilonia, símbolo de la perversión pagana (Is 48,20; Ap 18,4). La huida de los discípulos de Cristo fuera de Jerusalén (Mateo 24, 16-20) reviste el mismo significado. Ayúdanos, Señor, a saber «interpretar» todos los acontecimientos, todas las situaciones a la luz de la Fe. En su última Carta apostólica, el Papa Pablo VI aporta una apreciación matizada al fenómeno moderno de la urbanización. «En lugar de favorecer el encuentro fraternal y la mutua ayuda la ciudad desarrolla las discriminaciones y las indiferencias y se presta a nuevas formas de explotación y de dominio... Las fachadas esconden muchas miserias que los vecinos más próximos ignoran; y abundan otras miserias en que la dignidad del hombre falla: delincuencia, criminalidad, droga, erotismo...» El texto del Génesis se pronunciaba ya contra la ciudad de Sodoma para «poner un dique» a prácticas sexuales aberrantes.
-“Mostraste, Señor, gran misericordia conservándome la vida”. Dios quiere «salvar». Así, Señor, si todavía HOY juzgas y condenas el anonimato, la promiscuidad, la malsana incitación de nuestras Sodomas modernas, lo que siempre quieres es «salvar» más que destruir. Y esperas sin duda que los cristianos con otros muchos hombres de buena voluntad, actúen en nuestras ciudades y asuman responsabilidades a fin de inventar nuevos estilos de relaciones humanas, para que todos puedan realizarse. Señor, te ruego por...
-“La mujer de Lot miró hacia atrás y se convirtió así en columna de sal”. Aquí la leyenda surgiría por una roca de forma caprichosa, pero ahora adquiere un sentido: «no hay que mirar atrás» (Mc 13,16; Lc 9,62). «Que quien esté en el campo, no vuelva por la capa.» «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no es apto para el Reino de Dios.» Señor, nos hablas HOY. Ayúdame a no «retroceder», a no «mirar atrás»... perdiendo la paz con victimismos, con el deseo de tomar otros derroteros en la vida… a no echar de menos lo que nos mandas dejar. De esta manera los primeros apóstoles «abandonaron las redes» para seguir a Jesús (Noel Quesson).
En la Biblia hay frases en las que Dios dice que maten, o como aquí, que manda un castigo que mata… ¿es así? No: Voy a decirlo de modo más claro: pienso que Dios no quiere el mal, y por tanto ni mata ni dice nunca que maten. La clásica expresión “Dios quiere que haya pasado esta desgracia” que se decía antes, hay que entenderla en el sentido de que Dios “permite” aquello, y su voluntad permisiva no ha cambiado con un milagro aquello. Porque Dios no permitiría nada malo si no fuera que de aquello sacará una cosa buena, por caminos que no conocemos…
3. Aquí el salmista presenta a Dios su inocencia y pureza de corazón (que viene de haber obtenido el perdón de Dios). Aunque en sentido pleno, sólo Jesús puede rezar este salmo en todo su alcance pues Él ha hecho siempre lo que agrada al Padre, y es para nosotros un estímulo en el camino de la santidad a la que estamos llamados: “Escrútame, Yahveh, ponme a prueba, pasa al crisol mi conciencia y mi corazón; está tu amor delante de mis ojos, y en tu verdad camino”.Cuando pide a Dios “sondea mis entrañas” indica lo más interior, la conciencia, por eso se añade el “corazón”. Vamos pidiendo el salmista el camino de la purificación y de la salvación, para presentarnos ante la mirada del Señor, estar con él, como nos sugiere el Evangelio y Abraham: “No juntes mi alma con los pecadores, ni mi vida con los hombres sanguinarios, que tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno. Yo, en cambio, camino en mi entereza; rescátame, ten piedad de mí; mi pie está firme en suelo llano; a ti, Yahveh, bendeciré en las asambleas”.
Llucià Pou Sabaté

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