domingo, 30 de noviembre de 2014

Lunes semana 1 de Adviento

Lunes de la semana 1 de Adviento

El Señor llama a nuestra puerta. El milagro del centurión proclama la universalidad de la salvación: "Vendrán muchos de oriente y occidente al reino de los cielos".
“En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: "Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho." Jesús le contestó: "Voy yo a curarlo." Pero el centurión le replicó: "Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace." Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: "Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos” (Mateo 8,5-11).
1. Jesús, has venido a colmar y purificar espera de tantas personas deseosas de la salvación, de la felicidad, del Reino. Muchos, conscientes, y otros ni saber siquiera que existes, ignorando lo que tú puedes darles. Te vemos hoy en Cafarnaum, cuando un centurión del ejército romano salió a tu encuentro y le suplicó... Los romanos –ejército de ocupación- eran mal vistos en Palestina. Eran paganos y opresores. Se les volvía la cara a su paso. Va hacia ti, Señor, y le atiendes, como a todos: -"Señor, mi criado está postrado en mi casa, paralítico, y padece muchísimo". Sabe amar a su sirviente, o hijo.
Esta es la salvación que proclama el Evangelio, con la fe del Centurión que ruega por su siervo enfermo. “Y le dijo Jesús: ‘yo iré y lo sanaré’. Y respondiendo el centurión, dijo: ‘Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero mándalo con tu palabra y será sano mi siervo’…” Jesús se emociona con esas palabras: “se maravilló y dijo a los que le seguían: ‘verdaderamente os digo que no he hallado fe tan grande en Israel’”… Cuando en cada Misa recordemos esas palabras antes de comulgar, podemos renovar nuestra fe, y pedir al Señor la curación de nuestra alma, que venga y nos transforme. En ese pasaje, además, podemos responder a la pregunta que el Papa hace en su Encíclica: “¿Es individualista la esperanza cristiana?” Muchos piensan en “salvarse”, como recuerda H. de Lubac: «¿He encontrado la alegría? No... He encontrado mi alegría. Y esto es algo terriblemente diverso... La alegría de Jesús puede ser personal. Puede pertenecer a una sola persona, y ésta se salva. Está en paz..., ahora y por siempre, pero ella sola. Esta soledad de la alegría no la perturba. Al contrario: ¡Ella es precisamente la elegida! En su bienaventuranza atraviesa felizmente las batallas con una rosa en la mano». Pero esto no es así, sigue diciendo de Lubac, siguiendo la teología de los Padres: “la salvación ha sido considerada siempre como una realidad comunitaria”, como vemos en el Centurión, que se ocupa de su siervo, como vemos en la lectura de Isaias que habla de una «ciudad» (Sión, Jerusalén) “y, por tanto, de una salvación comunitaria”. El pecado aparece “como la destrucción de la unidad del género humano, como ruptura y división. Babel, el lugar de la confusión de las lenguas y de la separación, se muestra como expresión de lo que es el pecado en su raíz”. Hoy también aparecen esas nuevas Babeles, multitudes incomunicadas, una agresividad en el ambiente… Entonces, ¿es algo a la ver personal y comunitario, y en qué consiste?
Vamos a repetir esta oración tan bonita: -“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero mándalo con tu palabra y quedará curado mi criado”... En la oración colecta pedimos: “Concédenos, Señor, Dios nuestro, anhelar de tal manera la llegada de tu Hijo Jesucristo, que cuando llame a nuestras puertas, nos encuentre velando en oración y cantando sus alabanzas”…
Jesús se complace de esta fe: -“Ni aun en Israel he hallado fe tan grande... Yo os declaro que vendrán muchos gentiles del oriente y del occidente y estarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”. Jesús, has pensado en todos los que "vendrán", en todos los que están aún a la espera. Para ti no hay privilegio de raza ni de cultura. Todos los hombres, de todas partes, están invitados y están en marcha. ¿Tengo un corazón "universal" como Jesús? ¿Un corazón "misionero"? (Noel Quesson).
Hoy también, muchas personas, aunque nos parezcan alejadas, muestran como el centurión buenos sentimientos. Tienen buen corazón. ¿Sucederá también este año que esas personas tal vez respondan mejor a la salvación de Jesús que nosotros?, ¿estarán más dispuestas a pedirle la salvación, porque sienten su necesidad, mientras que nosotros no la sentimos con la misma urgencia?, ¿tendrá que decir otra vez Jesús que ha encontrado más fe en esas personas de peor fama pero mejores sentimientos que entre los cristianos «buenos»? ¿Vendrán de Oriente y Occidente -o sea, de ámbitos que nosotros no esperaríamos, porque estamos un poco encerrados en nuestros círculos oficialmente buenos- personas que celebrarán mejor la Navidad que nosotros? ¿O nos creemos ya santos, merecedores de los dones de Dios?
Si en nuestra vida decidimos bajar la espada y no atacar a nadie, estamos dando testimonio de que los tiempos mesiánicos ya han llegado. Bienaventurados los que obran la paz. Los que trabajan para que haya más justicia en este mundo y se vayan corrigiendo las graves situaciones de injusticia, son los que mejor celebrarán el Adviento. No es que Jesús vaya a hacer milagros, sino que seremos nosotros, sus seguidores, los que trabajemos por llevar a cabo su programa de justicia y de paz.
Cuando seamos hoy invitados a la comunión, podemos decir con la misma humilde confianza del centurión que no somos dignos de que Cristo Jesús venga a nuestra casa, y le pediremos que él mismo nos prepare para que su Cuerpo y su Sangre sean en verdad alimento de vida eterna para nosotros, y una Navidad anticipada (J. Aldazábal).
Hoy vemos a Jesús admirado. Quiero aprender de ti, Señor, a admirarme por las virtudes de los que me rodean, admirar las cosas buenas de los demás, disfrutar con ellas. Me admira gente sencilla sufrir en silencio dolores que no sé cómo se pueden soportar sin lamentarse. Admiro un niño que con fe rezaba a su padre que había muerto, alabando a Dios a pesar de que él no entendía por qué se había ido su padre cuando más lo necesitaba.
Yo iré y lo curaré”. Jesús, ¡ven a curar mi falta de fe!, ¡cura el corazón de tantas personas, tantas heridas! Es la oración el gran medio para abrir la puerta de mi alma a tu gracia, Señor, como hizo tu madre la Virgen María.
«Mirad al Señor que viene» (Antífona de entrada). Pedimos al Señor permanecer alertas a la venida de su Hijo, para que, cuando llegue y llame a la puerta, nos encuentre velando y cantando sus alabanzas.
2. Durante las dos primeras semanas de Adviento, la Iglesia nos propondrá la meditación de las «profecías de Isaias», uno de los grandes testigos de la espera mesiánica, s.VIII a.C. Habitaba Jerusalén, la capital del país. Ha visto derrumbarse el Reino del Norte, Samaria, bajo los golpes de los Asirios, y siente venir la misma amenaza para el Reino del Sur. Es pues en el contexto histórico de una catástrofe inminente cuando el profeta anuncia la esperanza de un Mesías que aportará la paz. Sus pasajes serán anuncios de esperanza, de salvación, de futuro más optimista para el resto de Israel, para los demás pueblos, e incluso para todo el cosmos.
 “¡El Señor está cerca!” Es el grito que la liturgia hace resonar en nuestros oídos a lo largo de estas semanas preparándonos para la venida del Señor. Pues “Adviento” es preparación para “la venida”: Jesús quiere llegarse a nuestra alma –como nació en Belén- por la gracia, el día de Navidad. Hay un famoso cuadro en la catedral de San Pablo, en Londres, que se paseó por medio mundo, muestra Jesús llamando a nuestra puerta. Cuando fue presentado por el pintor, un asistente le hizo ver que quizá se había olvidado la manecilla de la puerta, por que Jesús pudiera entrar. Pero el autor aprovechó para explicarle que esa puerta, la de nuestro corazón, no tiene picaporte por fuera, sólo se puede abrir por dentro. Por eso, mientras hacemos memoria de nuestra salvación y agradecemos la próxima venida del Hijo de Dios a la tierra, nos preparamos para abrirle la puerta de nuestro corazón, de modo que pueda entrar, aquel que así lo haga –dice la primera lectura, de Isaías- “será llamado santo, así como todo el que está escrito en la vida en Jerusalén”: esta venida está relacionada con la final, venida de Jesús al término del mundo como Juez supremo de vivos y muertos. Y esta preparación –sigue Isaías- “ocurrirá cuando limpiare el Señor las manchas de las hijas de Sión y lavare la sangre de Jerusalén con espíritu de justicia y con espíritu de ardor”.
Anuncia Isaías la luz y la salvación para todos los pueblos. Jerusalén será como el faro que ilumina a todos los pueblos. Un faro situado en una montaña alta, para que todos lo vean desde lejos. Dios quiere enseñar desde aquí sus caminos, y los pueblos se sentirán contentos y estarán dispuestos a seguir los caminos de Dios, la palabra salvadora que brotará de Jerusalén. Tanto judíos como paganos «caminarán a la luz del Señor» y formarán un solo pueblo. Otro rasgo positivo: habrá paz cuando suceda esto. De las espadas se forjarán arados; de las lanzas, podaderas. Son comparaciones que entiende bien el hombre del campo. Y nadie levantará la espada contra nadie. No habrá guerra. Y esto lo entendemos todos, con cierta envidia, porque tenemos experiencia de espadas levantadas, más o menos lejos de nosotros, en guerras fratricidas. 
(En la lectura alternativa de Isaías 4, que se puede leer en el ciclo A, también se proclama un mensaje que abre el corazón a la confianza. El plan de Dios, a pesar de la triste historia de su pueblo, que será desterrado por su propia culpa, es rescatar un «vástago», aludiendo inmediatamente al nacimiento del rey Ezequías, pero con una clara perspectiva mesiánica, y formar un «resto» de personas creyentes: purificarlas de sus faltas, limpiar las manchas de sangre, protegerlas de día como una nube refrescante, y de noche guiarlas como una columna de fuego, como en el desierto al pueblo que huía de Egipto. Qué hermosa imagen: Dios «refugio en el aguacero y cobijo en el chubasco» para todos).
-“A los «restantes» de Sión, a los «supervivientes» de Jerusalén, se les llamará santos”. Son los que guardan fidelidad…
-“Entonces vivirán... Cuando el Señor haya lavado la inmundicia de las hijas de Sión y, con viento justiciero... haya purificado Jerusalén de la sangre por ella derramada”. El Señor es quien salva... no es el hombre quien «se» salva... (Noel Quesson).
3. Como canta el salmo, nuestra respuesta ha de ser alegre, decidida: “iremos con alegría a la casa del Señor”, deseando ese día de la salvación, deseando que Jesús venga: “Ven para librarnos, Señor Dios nuestro; muéstranos tu rostro, y seremos salvos” (Aleluya).
«Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor». Los peregrinos que se acercaban a Jerusalén lo cantaban. Podemos añadir: ¡qué alegría, al ir a la celebración litúrgica!, con más pleno sentido que los que iban al Templo "a celebrar el nombre del Señor", y con más pleno sentido podemos gozar de “Shalom”, la "paz", de la ciudad santa: Jerushalajim, interpretada como "ciudad de la paz". Shalom alude a la paz mesiánica, que entraña alegría, prosperidad, bien, abundancia: "te deseo todo bien" (como el saludo franciscano: "¡Paz y bien!"). Ciudad de paz. A eso está llamada a ser la Iglesia de Cristo.
Llucià Pou Sabaté

sábado, 29 de noviembre de 2014

Primer Domingo de Adviento, ciclo B

Domingo 1º de Adviento; ciclo B

Meditaciones de la semana
en Word
 y en PDB

«Estad alerta; velad, porque ignoráis el momento. Es como un hombre que marchó de viaje y, al dejar su casa, puso todo en manos de sus siervos, señalando a cada cual su tarea, y encargó al portero que vigilase. Estad en vela, porque no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si por la tarde, si a medianoche, al canto del gallo o de madrugada; no sea que llegue de repente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos: ¡Estad en vela!». (Marcos 13, 33-37).
1º. Hijo eterno de Dios, vas a venir al mundo.
Te vas a hacer hombre, como yo.
Te haces como yo para que yo pueda hacerme como Tú: hijo de Dios.
Este es el gran acontecimiento que ha cambiado el rumbo de la historia.
Porque has venido, Jesús, a cambiar los corazones de los hombres, que son los que hacen la historia con sus vilezas y heroísmos.
Hoy empieza el Adviento y, con él, un nuevo año litúrgico: la Iglesia empieza el año con este largo período -cuatro semanas- recordando los siglos en los que Dios fue preparando a su pueblo para tu nacimiento.
Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida» (CEC.-524).
Jesús, en estas semanas de adviento, me pides que me prepare interiormente para recibirte con un corazón limpio y generoso cuando nazcas en Belén.
Debo vigilar para que, cuando llegues, mi corazón no esté ofuscado por los afanes terrenos, por la tentación de la vida fácil y superficial -que no llena-, por el egoísmo de pensar sólo en mis problemas y en mis intereses.
¿Qué debo hacer para estar vigilante?
2º. Jesús, la tentación más peligrosa no es la del pecado.
 El pecado se descubre a sí mismo y puede dar lugar al arrepentimiento y a una vida de mayor piedad.
El verdadero peligro es la tibieza: esa actitud mezquina del que no hace nada malo, sin querer comprometerse tampoco a hacer nada bueno.
Esta es una tentación peligrosa, porque no se detecta fácilmente, e incapacita a la persona para amar a Dios.
3º. Te pide Jesús oración... Lo ves claro. -Sin embargo, ¡qué falta de correspondencia! Te cuesta mucho todo: eres como el niño que tiene pereza de aprender a andar. Pero en tu caso, no es sólo pereza. Es también miedo, falta de generosidad» (Forja.-291).
¡Cuántas veces me recomiendas la oración, Jesús!
«Vigilad orando en todo tiempo».
Me lo has enseñado, además, con tu propio ejemplo: haces oración en los momentos más importantes -antes de elegir a los apóstoles, antes de la Pasión-, te pasas noches rezando y, a veces, tienen que venir a buscarte de madrugada a un lugar apartado donde aprovechas la tranquilidad para hacer oración.
Jesús, me doy cuenta de que debo rezar más si quiero estar vigilante, si quiero mejorar de verdad en este tiempo de preparación para tu venida.
Sin embargo, ¡cómo cuesta!
Me siento frente al Sagrario o en mi habitación, o en otro lugar donde me pueda dirigir a Ti con tranquilidad- y ¿qué te digo? ¿qué hago?
Los minutos pasan muy despacio...
Me da pereza, pero tengo que vencerla.
Además, sé que si aprendo a hacer oración, poco a poco me irá costando menos, como ocurre con todo.
También me da un poco de miedo...
Jesús, Tú exiges.
Y cuando empiezo a rezar, me enseñas algunas cosas que debo mejorar.
A veces soy un poco cobarde y prefiero no ver mis defectos.
Pero hoy quiero cambiar; quiero empezar a cambiar, al menos.
Para que cuando nazcas en Belén, encuentres en mi corazón un lugar en el que estés a gusto.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Tiempo ordinario. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

(Para leer este texto en el web y compartirlo pulse aquí)


San Andrés, apóstol

«Mientras caminaba junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. Y les dijo: Seguidme y os haré pescadores de hombres. Ellos, al instante, dejaron las redes y le siguieron. Pasando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó. Ellos, al instante, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron». (Mateo 4, 18-22) 

1º. El Evangelista narra en estos versículos la llamada de Jesús a algunos de los que formarían parte del Colegio Apostólico.
Jesús busca a las personas que había de vincular a su labor.
Busca colaboradores para llevar a cabo su misión de Salvación y Redención.
Varios detalles:
– Y los busca habituados al trabajo, acostumbrados al esfuerzo y lucha constantes, sencillos de costumbres.
– Es Jesús quien elige; se metió en la vida de los Apóstoles, como se mete en la nuestra, sin pedir permiso: Él es nuestro Señor.
– Una cosa digna de tener en cuenta: Por encima de los defectos humanos  -que los Evangelios no disimulan-  resalta, sin duda y de modo ejemplar, la generosidad y la prontitud con que los Apóstoles respondieron a la llamada de Cristo.
– Entrega generosa y libre.
La simple invitación al seguimiento bastó para ponerse incondicionalmente a disposición del Maestro.
– Son de resaltar las palabras con que la Sagrada Escritura describe la entrega inmediata de estos Apóstoles: Pedro y Andrés  "inmediatamente" dejaron las redes y le siguieron.
Del mismo modo, Santiago y Juan "inmediatamente" dejaron la barca y a su padre y le siguieron...
– Estos hombres fueron generosos en responder al Señor.
– Deciden seguirle del todo, sin condiciones, sin cálculos, sin reservas.

2º. Dios pasa y llama.
Si no se le responde al instante, Él puede seguir su camino y nosotros perderlo de vista.
Sería triste que nos quedásemos atrás, por querer  seguirle llevando con nosotros muchas cosas que no serán sino estorbo y peso muerto.
Pensemos si nosotros respondemos con la misma generosidad y prontitud que lo hicieron estos Apóstoles.
Porque cada hombre nace con una vocación; y como la vida nuestra en la tierra es corta, hemos de aprovechar muy bien la capacidad de amar de nuestro corazón.
Porque la vocación es lo que da sentido a todo.
Acabo con unas palabras de un autor moderno: (San Josemaría Escrivá: “También hoy, Jesús pasa por las orillas de nuestro mar en busca de nuevos colaboradores para que extiendan su reino. No te hagas el sordo; sé generoso para colaborar en su misión de construir un mundo fundado en el evangelio y en la paz, en la justicia y en la fraternidad entre todos los hombres”.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Sábado semana 34 de tiempo ordinario; año par

Sábado de la semana 34 de tiempo ordinario; año par

El Señor nos pide vigilancia: “Estad siempre despiertos, para escapar de todo lo que está por venir”. Ya a las puertas del Adviento, clamamos: “¡ven, Señor Jesús!”
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre»” (Lucas 21,34-36).
1. Jesús, acabas de anunciar la «venida del Hijo del hombre» sobre las nubes del cielo... Acabas de decir que el «Reino de Dios está cerca», y añades hoy:
-“Andaos con cuidado que no se os embote la mente ni el corazón...” Nos hablas de esperanza y de confianza, y ahora de vigilancia.
-“Que no os entorpezcan la comida, ni la bebida, ni los agobios de la vida”. Sabemos que un excesivo apego a los placeres, ¡entorpece la mente y el corazón! Cuando buscamos disfrutar con exceso de esta vida, nos olvidamos de «aquel día».
-“Y venga aquel día de improviso sobre nosotros como un lazo. Porque caerá sobre todos los que habitan la faz de la tierra”. El «día» del juicio viene de improviso. Cada segundo mueren algunos... sobre toda la tierra mueren tantos... No sé cuantos segundos me quedan. El juicio que cayó sobre Jerusalén debe servirnos de advertencia. Es el símbolo del juicio que caerá sobre la tierra entera.
-“Velad pues, y orad... en todo momento”. Sí, Jesús, Tú aconsejabas a tus amigos que no cesasen jamás de «orar». Y san Pablo lo repetía a sus fieles (2 Ts 1,11; Flp 1,4; Rm 1,10; Col 1,3; Filemón, 4). «Pedimos continuamente... En la oración que sin cesar le dirigimos... Continuamente te menciono en mis oraciones...» Hay que repetirse a sí mismo esos consejos apremiantes de Jesús: esperanza... confianza... certeza... vigilancia... sobriedad... disponibilidad... oración... puesto que nadie sabe la hora.
-“Para tener fuerza para escapar de todo lo que va a venir...” Esta es la señal de que «aquel día» hay que unir la confianza, el gozo, la esperanza... con trabajo, pues no hay una seguridad engañosa. Hay que estar alerta, un peligro amenaza, hay que estar a punto de escapar.
-“Y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre”. Señor, te veo «sentado a la diestra de Dios», como Hijo del Hombre que tendrás la última palabra. Te pido ayuda para velar y orar... para estar ante ti con la confianza en tu misericordia. ¡Ven, Señor! (Noel Quesson).
Enseña el Catecismo: “Siguiendo a los profetas, y a Juan Bautista, Jesús anunció en su predicación el Juicio del último Día. Entonces, se pondrán a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones. Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios. La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino. Jesús dirá en el último día: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mime lo hicisteis”»” (678).
Te digo ahora con la misa: “anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús". Te pedimos que, «ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro salvador Jesucristo» (Rito de la Comunión).
2. Estamos ya en el último día del año litúrgico, con la última página de la Biblia, de la revelación que Dios quiere hacernos: es la repetición de la primera página, es el nuevo comienzo del «Génesis», el paraíso encontrado de nuevo, el proyecto de Dios realizado al fin, la «vida que discurre como un río»... «el árbol de vida que da sus frutos»... la luz sin ocaso... Adán y Eva, tal como Dios los había querido desde el principio... ¡el éxito de la creación!
-“El ángel me mostró el «río de agua de vida», límpida como el cristal, que brotaba del trono de Dios”. Símbolo claro: ¡«el agua»!, ¡«un río de agua límpida» que da la vida! He ahí lo que proviene de Dios... el gran río de la vida... evoco los millones de billones de billones de seres vivientes que vienen de Dios.
Y el «agua» del bautismo es el signo de Dios, el signo de la «vida de Dios» dada a los hombres. Bautizar a un niño es introducirlo en este gran río vivificante, es meter en su ser, el Ser mismo de Dios. Es vincular, por medio de un nuevo cordón umbilical, ese hatillo de vida humana a la misma sangre y vida de Dios... para que ¡la vida divina quede allí «injertada»! una vida eterna.
-“En cada margen del río hay «árboles de vida» que fructifican doce veces, una vez cada mes”. Todas las bellezas naturales son utilizadas como bellas imágenes para tratar de revelarnos el cielo. Primero el «río de vida», ahora, el «árbol de vida». Recordamos árboles llenos de frutos, según donde hemos vivido: cerezas, manzanas, naranjas, racimos de uvas...
Es el nuevo comienzo del paraíso terrenal, con el árbol de la vida... Jesús, nuevo Adán, nos conduce a él, vuelve a introducirnos en el jardín maravilloso.
-“No habrá más maldición... El trono de Dios y el Cordero estará en la ciudad... Los siervos de Dios le adorarán, verán su rostro y llevarán su nombre en la frente...” He ahí otras imágenes menos materiales que se añaden a las precedentes. Todo esto supera todo comentario. ¡"Estar cara a cara" con Dios! ¡Ver a Dios!
-“Ya no habrá noche, porque el Señor Dios derramará sobre ellos su luz”. Una imagen de alegría.
-“Estas palabras son ciertas y verdaderas... Es el Señor quien inspira a sus profetas y ha enviado a su ángel para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto. Mira, ¡vengo pronto! Dichoso el que guarda las palabras proféticas de este libro”. Quiero ver a Dios. ¡Oh! Ven, Señor Jesús (Noel Quesson).
3. El Cordero ante el trono de Dios, ya vencedor, un río de agua viva que brota del trono (el Espíritu Santo), el árbol de la vida que da doce cosechas al año y cuyas hojas son medicinales. Allí no hay noche ni oscuridad, todo es luz, y los salvados por Cristo gozarán de alegría perpetua, y le prestarán servicio, "y lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente".
Los últimos versículos de este libro del Apocalipsis, que no están en la lectura de hoy, pero sí se han puesto en el salmo, dicen: "El Espíritu y la Novia (el Espíritu presente en la Iglesia, la esposa de Cristo) dicen: ¡Ven! Y el que oiga, diga: ¡ven! Y el que tenga sed, que se acerque, y el que quiera, reciba gratis agua de vida... Y el que da testimonio de todo esto (Cristo Jesús) dice: sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén". Con estas palabras ya tenemos la puerta abierta para celebrar, desde mañana, con igual mirada profética, el Adviento. Nuestra oración y nuestro canto, hoy, es "Maranatha. Ven, Señor Jesús". Con una perspectiva llena de futuro: "Y lo verán cara a cara".
Llucià Pou Sabaté

jueves, 27 de noviembre de 2014

Viernes semana 34 de tiempo ordinario; año par

Viernes de la semana 34 de tiempo ordinario; año par

Jesús, Rey, anuncia su venida al final de los tiempos: “Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios”.
“En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos: -«Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán»” (Lucas 21,29-33).
1. –“Cuando empiece a suceder esto poneos derechos y alzad la cabeza”...  La Iglesia anda «encorvada» bajo el peso de las pruebas y de las persecuciones, Jesús le pide de enderezarse, de alzar la cabeza. Lo que, para mucha gente, aparece como una destrucción y un juicio terribles, para los creyentes, por el contrario, debe aparecer como el comienzo de la salvación... 
-“Porque vuestra redención está cerca.” “Redención”, término muy usado en san Pablo, pero sólo aquí en los Evangelios: «liberación». "¡Vuestra liberación está cerca!" Señor, ayúdame a considerar todo acontecimiento de la historia, como una etapa que me acerca a la «liberación».
-“Y les puso una comparación: Fijaos en la higuera o en cualquier otro árbol: Cuando echan brotes, os basta verlos, para saber que el verano ya está cerca”. Un árbol en primavera. Brotes tiernos... Para ti, Jesús, la cercanía del «fin» es un acercarse a la primavera… el reino de Dios está cerca. Un aforismo medieval dice: "Rey que no tiene amigo es como un mendigo". La vida no está hecha para solitarios. El cielo nuevo es para ser compartido. La tierra nueva es para ser labrada juntando las manos en la tarea de desbrozar la mala hierba. A esto también se puede referir lo de la higuera…
-«Los hombres se morirán de miedo en el temor de las desgracias que sobrevendrán en el mundo».  «Vosotros, ¡enderezaos! ¡El Reino de Dios está cerca!» En Palestina es rápido el paso del invierno al verano: ¡toda la naturaleza florece de una vez!  Así la muerte... y el paso a la Vida. Se une el final de salvación con el final del viejo templo: "De lo que estáis contemplando, días vendrán en los que no quedará piedra sobre piedra". 
-“Maestro, ¿cuándo sucederá?- Cuando esto suceda, enderezaos”: La primera actitud ante los anuncios escatológicos, es... ¡la esperanza! 
-“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”...  La segunda actitud, es... ¡la confianza! La certeza de que Dios no puede fracasar, que las palabras divinas son sólidas, no son frágiles, ni caducas. ¿Damos los cristianos testimonio de esa seguridad tranquila de la que Jesús daba prueba, pocos días antes de su muerte? ¡Señor, danos una fe más sólida! (Noel Quesson).
Cayó Jerusalén. Luego Roma. Otros muchos imperios e ideologías. Y cada momento es tiempo de gracia, "kairós", tiempo de encuentro con el Dios que nos salva. Los brotes y luego hojas y flores y frutos, van sucediéndose en la historia que Cristo inició. El Concilio Vaticano II retomó con fuerza el tema de los "signos de los tiempos": "es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos. Es necesario comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones" (GS 4). Más que escudriñar fechas de cumplimientos de profecías de fin de los tiempos, es la cercanía o lejanía del Reino lo que nosotros podemos y debemos discernir de entre los signos de los tiempos (Josep Rius-Camps).
El Reino de Dios no es algo repentino e inesperado, sino un proceso histórico que se da a lo largo de todo el tiempo presente. Es necesario, sin embargo, descubrir los signos de su llegada: "os aseguro que antes que pase esta generación todo se cumplirá". ¿El tiempo que hay entre la Resurrección de Jesús y la Parusía es “una generación”? ¿Es la “generación” de los que viven la cercanía del Reino de Dios? ¿O es que ese cumplimiento ya se da, adelantado y celebrado cada vez que vivimos ese Reino hoy en nuestra historia? Otra explicación es la de S. Jerónimo: aludiría a todo el género humano; según otros, al pueblo judío, o sólo a los contemporáneos de Jesús que verían cumplirse esta profecía en la destrucción de la ciudad santa. Fillion, considerando que en este discurso el divino Profeta se refiere paralelamente a la destrucción de Jerusalén y a los tiempos de su segunda Venida, aplica estas palabras en primer lugar a los hombres que debían ser testigos de la ruina de Jerusalén y del Templo, y en segundo lugar a la generación "que ha de asistir a los últimos acontecimientos históricos del mundo", es decir, a la que presencie las señales aquí anunciadas. En fin, según otra bien fundada interpretación, que no impide la precedente, "la generación ésta" es la de fariseos, escribas y doctores, a quienes el Señor acaba de dirigirse con esas mismas palabras en su gran discurso del capítulo anterior.
Otra expresión interesante es la de que “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Jesucristo es la plenitud de la revelación de Dios a los hombres. Cuántas veces hemos pedido a Jesús luz para nuestra vida con las palabras -Ut videam!, Que vea, Señor- de Bartimeo: o hemos acudido a su misericordia con las del publicano: ¡Oh Dios, apiádate de mí que soy un pecador! ¡Cómo salimos confortados después de ese encuentro diario con Jesús en el Evangelio!
Cuando la vida cristiana comienza a languidecer, es necesario un diapasón que nos ayude a vibrar de nuevo. Las páginas del Evangelio, dice San Cipriano, son cimiento para edificar la esperanza, medio para consolidar la fe, alimento de la caridad, guía que indica el camino... Acudamos amorosamente a sus páginas, y podremos decir con el Salmista: Tu palabra es para mis pies una lámpara, la luz de mi sendero (Salmo 118,105: F. Fernández Carvajal).
2. –“El juicio de Dios... El dragón, la serpiente antigua, el diablo arrojado al abismo”.  El juicio empieza así: por el aniquilamiento del Mal. 
-“Después vi un gran trono blanco”. Juan describe la Audiencia: la sede, el juez, los documentos, los acusados. Ese cuadro es solemne. La vida humana no es un juego, no es un simulacro, Dios nos ha hecho "responsables". ¡Nos considera como tales! Es cosa seria. El mismo tendrá cuenta de ello, respetará nuestras decisiones. 
-“Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras y según lo escrito en los libros”. Todo lo que se «hace» diariamente se escribe en «libros». El símbolo es claro. La salvación o la condenación no son una fantasía injusta de Dios: en este momento, HOY, estamos construyendo el Juicio... porque nuestra vida, nuestros gestos, nuestras palabras de HOY, nuestros compromisos y nuestros rechazos de HOY se están inscribiendo en los libros de Dios. Por qué querer ocultarte, Señor que ¡todo esto me espanta! Conozco bien la pobreza y los pecados de mi vida. Ante tu santa mirada es más patente mi pecado. Pero creo también que, en tu gran Libro, se inscribe también mi arrepentimiento, y la demanda humilde de perdón que HOY te hago. Ten piedad, Señor. 
-“Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva”. Evoco, para mí, la idea de "novedad", de nuevo: un vestido nuevo, una casa nueva, un nuevo niño, una flor nueva, un nuevo amor, un disco nuevo, un cuaderno nuevo... un objeto nuevo que he estado esperando mucho tiempo y que ¡está ahí!  Dios prepara un cielo nuevo, una tierra nueva, una creación nueva. Para Dios la creación no está en el pasado, está al final del esfuerzo, al final de la historia, al final del mundo: la humanidad camina hacia su novedad, hacia su juventud. Gracias. 
-“Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén...”  Todo es nuevo, también el mundo y la ciudad santa.
-“Que bajaba del cielo, de junto a Dios”. La ciudad nueva, el nuevo estilo de relación entre los hombres, es un don que «viene de lo alto». 
-“Engalanada, como una novia...” Una bella imagen de la nueva humanidad, una novia para Dios. ¡Una novia! Símbolo de belleza, de juventud, de amor, de frescor, de felicidad...  “Ataviada”...  se engalana... se cuida. 
-“Para su esposo...” Porque ama... porque es amada... Así ve Dios a la humanidad en su estado final. La humanidad desposada con Dios, unida a Dios, introducida por Dios en su propia familia, en su intimidad, ¡introducida por Dios en su propia felicidad! (Noel Quesson).
Satanás es vencido. Tiene 1000 años con cierto poder sobre la tierra, pero luego ya está excluido de todo poder, totalmente vencido.
El juicio divino está siempre ordenado a la salvación, pero que los hombres en cierta manera ya lo llevan a cabo a través de su actitud respecto a Cristo (confesar a Cristo es la piedra de toque de toda opción humana). Es decir, en el destino juegan dos fuerzas: la elección de Dios -«todo el que no estaba escrito en el registro de los vivos...»- y la libertad humana "según sus obras". Finalmente, la muerte es arrojada, impotente, al infierno. Su desaparición es el signo más fehaciente de que este mundo ha pasado. Su destino es idéntico al de Satanás y al de los condenados: los cielos nuevos y la tierra nueva rezuman por todas partes la presencia del Dios de la vida (A. Puig).
3. Cristo vence en nuestra lucha contra el mal. Te pedimos, Señor, que se cumpla en nosotros la visión optimista del salmo: "ésta es la morada de Dios con los hombres... mi alma se consume y anhela los atrios del Señor... dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre".
Llucià Pou Sabaté

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Jueves semana 34 de tiempo ordinario; año par

Jueves de la semana 34 de tiempo ordinario; año par

El final del mundo no es algo malo sino una boda con el Cordero, Jesús, en el mundo pleno y verdadero, el cielo, la Jerusalén celestial
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación»” (Lucas 21,20-28).
1. Lucas seguramente escribió su evangelio después de la destrucción de Jerusalén, del 70; se ve que pasó lo que Jesús dijo: -“Cuando veréis Jerusalén sitiada por los ejércitos”... Marcos y Mateo decían: «Cuando veréis la abominación de la desolación» (Mc 13,14; Mt 24,25). Era sin duda lo que, de hecho, había dicho Jesús, repitiendo una profecía de Daniel 11,31. Lucas «traduce» con mayor concreción.
-“Sabed que está cerca su devastación. Entonces los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad”. Después de un siglo de ocupación romana la revuelta que se estaba incubando terminó por explosionar, en los alrededores del año 60. Los Zelotes, que habían tratado de arrastrar a Jesús a la insurrección, multiplicaron los atentados contra el ejército de ocupación. El día de Pascua del 66, los Zelotes ocupan el palacio de Agripa y atacan al Legado de Siria. Todo el país se subleva. Vespasiano es el encargado de sofocar la revolución. Durante tres años va recuperando metódicamente el país, y aísla Jerusalén. Reúne fuerzas enormes: la Vª, la Xª; y la XVª legión. Luego el emperador deja a su hijo, el joven Titus, el cuidado de terminar la guerra. El sitio de Jerusalén, fortaleza considerada inexpugnable, dura un año, con setenta mil soldados de infantería y diez mil a caballo. El 17 de julio del 70, por primera vez después del exilio, cesa el sacrificio en el Templo. Desde entonces no lo ha habido nunca más.
El historiador judío, Flavio José, habla de un millón cien mil muertos durante esta guerra, y noventa y siete mil prisioneros cautivos.
-“¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! porque habrá una gran calamidad en el país y un castigo para ese pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos”... Tus palabras, Jesús, son de dolor. Es emocionante verte llorar por las pobres madres de ese pueblo que es el tuyo.
-“Jerusalén será pisoteada por los paganos... hasta que la época de los paganos llegue a su término”. Jesús parece anunciar un tiempo para la evangelización de los paganos. A su término, Israel podrá volver a Cristo a quien rechazó entonces. Esta es la plegaria y la esperanza de san Pablo (Rm 11,25-27) compartida con san Lucas (Lc 13,35) ¿Comparto yo esa esperanza?
-“Aparecerán señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán las naciones por el estruendo del mar y de la tempestad. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo, pensando en lo que se le viene encima al mundo, porque hasta los astros se tambalearán”. Los tres grandes espacios: cielo, tierra y mar... serán trastornados. El caos se abate sobre el universo (ver Is 13,9-10; 34,3-4).
-“Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y majestad”. Ya no hay culto del Templo... pero sí el culto verdadero en torno al Cuerpo de Cristo, en la Iglesia, nuevo Templo de Dios (Noel Quesson).
Se mezclan al parecer dos planos: la caída de Jerusalén y el final del mundo, la segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas y el estruendo del mar y el miedo y la ansiedad "ante lo que se le viene encima al mundo". Pero la perspectiva es optimista: "entonces verán al Hijo del Hombre venir con gran poder y gloria". El anuncio no quiere entristecer, sino animar: "cuando suceda todo esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación".
Jesús, creo en que tú vienes a salvar. Nos dices: “Levantaos, alzad la cabeza”. Hay mucho que trabajar para bien de la humanidad, llevando a cabo la misión que tú iniciaste, Señor, y que luego nos encomiendas a nosotros. Tú ya inauguraste los cielos nuevos y la tierra nu J. Aldazábal).
La visión profética trata de descubrir también en el desarrollo de la historia las oportunidades de salvación que se presentan a lo largo del tiempo. Cristo Rey del universo, en su Reino eterno y universal, de la verdad y la vida, de santidad y gracia, de justicia, de amor y de paz (prefacio de la Misa), en su debilidad va avanzando en la historia, desde nuestros primeros padres que quisieron ser como dioses, pero "sin Dios, antes que Dios y no según Dios" (S. Máximo) y siguen repitiendo aquella frase del Evangelio: “No queremos que éste reine sobre nosotros” (Lc 19,14).
¿Qué Reino es el que vino Cristo a predicar? Es un Reino que hay que preparar con penitencia, como dijo Juan Bautista: “Haced penitencia, porque está al llegar el Reino de los Cielos” (Mt 3). Y “comenzó Jesús a predicar y a decir: Haced penitencia, porque está al llegar el Reino de los Cielos” (Mt. 4). Y para entrar en él, hay que cumplir con la Voluntad de Dios: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos” (Mt 7).
La humildad es la puerta de entrada y condición indispensable para pertenecer a este Reino. “En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos. Pues todo el que se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3-4).
No caben, por tanto los que no sigan la ley de Dios, y en especial, los soberbios, pues la soberbia está en la raíz de todo pecado. ¿Acaso no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1 Cor 6,9-10).
Y habrá pecadores arrepentidos, que han creído en el Hijo de Dios y han actuado en consecuencia con su fe. “Díceles Jesús: En verdad os digo que los publicanos y las meretrices os preceden en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por el camino de la justicia, y no habéis creído en él, mientras que los publicanos y las meretrices creyeron en él. Pero vosotros, aun viendo esto, no os habéis al fin arrepentido, creyendo en él” (Mateo 21,30-34).
Pero nos debemos preguntar: ¿dónde debe reinar Cristo Jesús? Debe reinar, primero en nuestras almas. Debe reinar en nuestra vida, porque toda tiene que ser testimonio de amor. ¡Con errores! No os preocupe tener errores.... ¡Con flaquezas! Siempre que luchemos, no importan. ¿Acaso no han tenido errores los santos que hay en los altares? (san Josemaría). Pero es necesario esforzarse para poder entrar:Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia, y los esforzados lo conquistan” (Mt 11,12).
2. –“Cayó «la gran Babilonia»”... San Juan se dirige pues personas atribuladas. El Apocalipsis se escribió para dar respuesta a esa trágica situación. Y la respuesta es ésta: el mal dura un tiempo, Dios le pone un límite…
-“Después oí en el cielo una voz potente, como la de una gran muchedumbre que proclamaba: «¡Aleluya! ¡La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios!»” Estallan gritos de alabanza, con aclamaciones seguramente litúrgicas. Muchedumbres que exultan y cantan «con voz potente». Esto nos anima a cantar con tono festivo en nuestra misa. Los jóvenes, sobre todo, desean desarrollar ese aspecto de fiesta, en que la voz, los instrumentos y el cuerpo entero participan de la alegría de haber sido «salvados».
-«Porque Dios ha juzgado a la gran prostituta, la que corrompía la tierra... Y ha vengado en ella la sangre de sus siervos...» En la humanidad vemos tanta miseria, corrupción… Perdón, Señor, por nuestra pobre humanidad. Ten piedad de nosotros.
-“Un ángel me dijo entonces: "Escribe: ¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero!"” Un banquete será el final de todo, una alianza nupcial: el fin del mundo será la celebración definitiva de las bodas de Cristo con la humanidad. Pero esta boda ya ha comenzado. Estoy invitado a esa boda divina: "¡Dichosos los invitados al banquete de bodas!" Cada una de las misas a las que participo es el anuncio y el comienzo de ese banquete nupcial que celebra "la Alianza nueva y eterna". "Tened vuestras lámparas encendidas, despertaos, ¡he aquí el Esposo que viene!..." "Y las que estaban preparadas entraron, con El, en la sala del banquete de bodas". ¡Ven, Señor, Jesús! Consérvanos vigilantes hasta el día en que Tú aparecerás (Noel Quesson).
3. El ángel dice: "dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero". Y el Misal en latín también lo dice, aunque nosotros digamos en misa: "la cena del Señor", o simplemente "la mesa del Señor". No sólo estamos invitados a esta Eucaristía, sino porque esta Eucaristía es la garantía y la pregustación de un banquete más definitivo al que también estamos invitados: el banquete de bodas del Cordero, Cristo Jesús, con su Esposa, la Iglesia, en el cielo. Es lo que el salmo nos ha hecho repetir, intercalando esta bienaventuranza, "dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero", entre las estrofas del salmo: "aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores" (J. Aldazábal).
Llucià Pou Sabaté

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Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

Las apariciones
El 1830 es un año clave: tiene lugar en París la primera aparición moderna de la Virgen Santísima. Comienza lo que Pío XII llamó la "era de María", una etapa de repetidas visitaciones celestiales. Entre otras: La Salette, Lourdes, Fátima ... Y como en su visita a Santa Isabel, siempre viene para traernos gracia, para acercarnos a Jesús, el fruto bendito de su vientre. También para recordarnos el camino de salvación y advertirnos las consecuencias de optar por otros caminos.
Sta. Catalina Labouré
Catalina nació el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña ( Francia ). Entró a la vida religiosa con la Hijas de la Caridad el 22 de enero de 1830 y después de tres meses de postulantado, 21 de abril, fue trasladada al noviciado de París, en la Rue du Bac, 140.
El Corazón de San Vicente
La novicia estaba presente cuando trasladaron los restos de su fundador, San Vicente de Paul, a la nueva iglesia de los Padres Paules a solo unas cuadras de su noviciado. El brazo derecho del santo fue a la capilla del noviciado.  En esta capilla, durante la novena, Catalina vio el corazón de San Vicente en varios colores.  De color blanco, significando la unión que debía existir entres las congregaciones fundadas por San Vicente. De color rojo, significando el fervor y la propagación que habían de tener dichas congregaciones. De color rojo oscuro, significando la tristeza por el sufrimiento que ella padecería. Oyó interiormente una voz: " el corazón de San Vicente está profundamente afligido por los males que van a venir sobre Francia ".  La misma voz añadió un poco mas tarde: " El corazón de San Vicente está mas consolado por haber obtenido de Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen María, el que ninguna de las dos congregaciones perezca en medio de estas desgracias, sino que Dios hará uso de ellas para reanimar la fe ".
Visiones del Señor en la Eucaristía
Durante los 9 meses de su noviciado en la Rue du Bac, sor Catalina tuvo también la gracia especial de ver todos los días al Señor en el Santísimo Sacramento.
El domingo de la Santísima Trinidad, 6 de junio de 1830, el Señor se mostró durante el evangelio de la misa como un Rey, con una cruz en el pecho. De pronto, los ornamentos reales de Jesús cayeron por tierra, lo mismo que la cruz, como unos despojos desperdiciables. "Inmediatamente - escribió sor Catalina - tuve las ideas mas negras y terribles: que el Rey de la tierra estaba perdido y sería despojado de sus vestiduras reales. Sí, se acercaban cosa malas ".
Catalina sueña con ver a la Virgen
El domingo 18 de Julio 1930, víspera de la fiesta de San Vicente de Paúl, La maestra de novicias les había hablado sobre la devoción a los santos, y en particular a la Reina de todos ellos, María Santísima. Sus palabras, impregnadas de fe y de una ardiente piedad, avivaron en el corazón de Sor Laboure el deseo de ver y de contemplar el rostro de la Santísima Virgen. Como era víspera de San Vicente, les habían distribuido a cada una un pedacito de lienzo de un roquete del santo. Catalina se lo tragó y se durmió pensando que S. Vicente, junto con su ángel de la guarda, le obtendrían esa misma noche la gracia de ver a la Virgen como era su deseo. Precisamente, los anteriores favores recibidos en las diversas apariciones de San Vicente a Sor Catalina alimentaban en su corazón una confianza sin limites hacia su bienaventurado padre, y su candor y viva esperanza no la engañaron. "La confianza consigue todo cuanto espera" (San Juan de la Cruz).
El Angel la despierta
Todo era silencio en la sala donde dormía Sor Catalina y cerca de las 11:30 PM oyó que por tres veces la llamaban por su nombre. Se despertó y apartando un poco las cortinas de su cama miro del lado que venia la voz y vio entonces un niño vestido de blanco, que parecía tener como cuatro o cinco años, y el cual le dijo: "Levántate pronto y ven a la capilla; la Santísima Virgen te espera".
Sor Catalina vacila; teme ser notada de las otras novicias; pero el niño responde a su preocupación interior y le dice: "No temas; son las 11;30 p.m.; todas duermen muy bien. Ven yo te aguardo".
Ella no se detiene ya ni un momento; se viste con presteza y se pone a disposición de su misterioso guía, "que permanecía en pie sin separarse de la columna de su lecho."
Vestida Sor Catalina, el niño comienza a andar, y ella lo sigue marchando a "su lado izquierdo". Por donde quiera que pasaban las luces se encendían. El cuerpo del niño irradiaba vivos resplandores y a su paso todo quedaba iluminado.
Al llegar a la puerta de la capilla la encuentra cerrada; pero el niño toca la puerta con su dedito y aquella se abrió al instante.
Dice Catalina: "Mi sorpresa fue mas completa cuando, al entrar a la capilla, vi encendidas todas las velas y los cirios, lo que me recordaba la Misa de media noche". (todavía ella no ve a la Virgen)
El niño la llevó al presbiterio, junto al sillón destinado al P. Director, donde solía predicar a las Hijas de la Caridad, y allí se puso de rodillas, y el niño permaneció de pie todo el tiempo al lado derecho.
La espera le pareció muy larga, ya que con ansia deseaba ver a la Virgen. Miraba ella con cierta inquietud hacia la tribuna derecha, por si las hermanas de vela, que solían detenerse para hacer un acto e adoración, la veían.
Por fin llego la hora deseada, y el niño le dijo: "Ved aquí a la Virgen, vedla aquí"
Sor Catalina oyó como un rumor, como el roce de un traje de seda, que partía del lado de la tribuna, junto al cuadro de San José. Vio que una señora de extremada belleza, atravesaba majestuosamente el presbiterio, "fue a sentarse en un sillón sobre las gradas del altar mayor, al lado del Evangelio".
Sor Catalina en el fondo de su corazón dudaba si verdaderamente estaba o no en presencia de la Reina de los Cielos, pero el niño le dijo: "Mira a la Virgen".
Le era casi imposible describir lo que experimentaba en aquel instante, lo que paso dentro de ella, y le parecía que no veía a la Santísima Virgen.
Entonces el niño le habló, no como niño, sino como el hombre mas enérgico y palabras muy fuertes: -"¿Por ventura no puede la Reina de los Cielos aparecerse a una pobre criatura mortal en la forma que mas le agrade?" "
Entonces, mirando a la Virgen, me puse en un instante a su lado, me arrodille en el presbiterio, con las manos apoyadas en las rodillas de la Santísima Virgen. "Allí pasé los momentos más dulces de mi vida; me sería imposible decir lo que sentí".
Ella me dijo cómo debía portarme con mi director, la manera de comportarme en las penas y acudir (mostrándome con la mano izquierda) a arrojarme al pie del altar y desahogar allí mi corazón, pues allí recibiría todos los consuelos de que tuviera necesidad. Entonces le pregunté que significaban las cosa que yo había visto, y ella me lo explicó todo ".
Instrucciones de la Santísima Virgen
Fueron muchas las confidencias que Sor Catalina recibió de los labios de María Santísima, pero jamas podremos conocerlas todas, porque respecto a algunas de ellas, le fue impuesto el mas absoluto secreto.
La Virgen le dio algunos consejos para su particular provecho espiritual: (La Virgen es Madre y Maestra)
1- Como debía comportarse con su director (humildad profunda y obediencia). Esto a pesar de que su confesor, el padre Juan María Aladel, no creyó sus visiones y le dijo que las olvidara.
2- La manera de comportarse en las penas, (paciencia, mansedumbre, gozo)
3- Acudir siempre (mostrándole con la mano izquierda) a arrojarse al pie del altar y desahogar su corazón, pues allí recibiría todos los consuelos de que tuviese necesidad. (corazón indiviso, no consuelos humanos)
La Virgen también le explicó el significado de todas las apariciones y revelaciones que había tenido de San. Vicente y del Señor.
Luego continuó diciéndole:
Dios quiere confiarte una misión; te costara trabajo, pero lo vencerás pensando que lo haces para la gloria de Dios. Tu conocerás cuan bueno es Dios. Tendrás que sufrir hasta que los digas a tu director. No te faltaran contradicciones; mas te asistirá la gracia; no temas. Háblale a tu director con confianza y sencillez; ten confianza no temas. Veras ciertas cosas; díselas. Recibirás inspiraciones en la oración.
Los tiempos son muy calamitosos. Han de llover desgracias sobre Francia. El trono será derribado. El mundo entero se verá afligido por calamidades de todas clases (al decir esto la Virgen estaba muy triste). Venid a los pies de este altar, donde se prodigaran gracias a todos los que las pidan con fervor; a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres.
Deseo derramar gracias sobre tu comunidad; lo deseo ardientemente. Me causa dolor el que haya grandes abusos en la observancia, el que no se cumplan las reglas, el que haya tanta relajación en ambas comunidades a pesar de que hay almas grandes en ellas. Díselo al que esta encargado de ti, aunque no sea el superior. Pronto será puesto al frente de la comunidad. El deberá hacer cuanto pueda para restablecer el vigor de la regla. Cuando esto suceda otra comunidad se unirá a las de ustedes.
Vendrá un momento en que el peligro será grande; se creerá todo perdido; entonces yo estaré contigo, ten confianza. Reconocerás mi visita y la protección de Dios y de San Vicente sobre las dos comunidades..
Mas no será lo mismo en otras comunidades, en ellas habrá víctimas..(lagrimas en los ojos). El clero de París tendrá muchas víctimas..Morirá el señor Arzobispo.
Hija mía, será despreciada la cruz, y el Corazón de mi Hijo será otra vez traspasado; correrá la sangra por las calles ( la Virgen no podía hablar del dolor, las palabras se anudaban en su garganta; semblante pálido). El mundo entero se entristecerá . Ella piensa: ¿cuando ocurrirá esto? y una voz interior asegura: cuarenta años y diez y después la paz.
La Virgen, después de estar con ella unas dos horas, desaparece de la vista de Sor Catalina como una sombra que se desvanece.
En esta aparición la Virgen:
Le comunica una misión que Dios le quiere confiar.
La prepara con sabios consejos para que hable con sumisión y confianza a su director.
Le anuncia futuros eventos para afianzar la fe de aquellos que pudieran dudar de la aparición.
Le Regala una relación familiar de madre-hija: la ve, se acerca a ella, hablan con familiaridad y sencillez, la toca y la Virgen no solo consiente, sino que se sienta para que Catalina pueda aproximarse hasta el extremo de apoyar sus brazos y manos en las rodillas de la Reina del Cielo.
Todas las profecías se cumplieron:
1-la misión de Dios pronto le fue indicada con la revelación de la medalla milagrosa.
2-una semana después de esta aparición estallaba la revolución. Los revoltosos ocupaban las calles de París, saqueos, asesinatos, y finalmente era destronado Carlos X, sustituido por el "rey ciudadano" Luis Felipe I, gran maestro de la masonería.
3-El P. Aladel (director) es nombrado en 1846 Director de las Hijas de la Caridad, establece la observancia de la regla y hacia la década del 60 otra comunidad femenina se une a las Hijas de la Caridad.
4-En 1870 (a los 40 años) llegó el momento del gran peligro, con los horrores de la Comuna y el fusilamiento del Arzobispo Mons. Darboy y otros muchos sacerdotes.
5- solo queda por cumplir la ultima parte.
Aparición del 27 de noviembre del 1830
La tarde el 27 de Nov. de 1830, sábado víspera del primer domingo de Adviento, en la capilla, estaba Sor Catalina haciendo su meditación, cuando le pareció oír el roce de un traje de seda que le hace recordar la aparición anterior.
Aparece la Virgen Santísima, vestida de blanco con mangas largas y túnica cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco que sin ocultar su figura caía por ambos lados hasta los pies. Cuando quiso describir su rostro solo acertó a decir que era la Virgen María en su mayor belleza.
Sus pies posaban sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior, y aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas. Sus manos elevadas a la altura del corazón sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una crucecita.
La Stma. Virgen mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo el globo. A veces miraba al cielo y a veces a la tierra. De pronto sus dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que brillaban y derramaban su luz en todas direcciones, circundándola en este momento de tal claridad, que no era posible verla.
Tenia tres anillos en cada dedo; el mas grueso junto a la mano; uno de tamaño mediano en el medio, y no mas pequeño, en la extremidad. De las piedras preciosas de los anillos salían los rayos, que se alargaban hacia abajo; llenaban toda la parte baja.
Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, ella la miró y dijo a su corazón:
Este globo que ves (a los pies de la Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden.
Con estas palabras La Virgen se da a conocer como la mediadora de las gracias que nos vienen de Jesucristo.
El globo de oro (la riqueza de gracias) se desvaneció de entre las manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los rayos de luz seguían cayendo sobre el globo blanco de sus pies.
La Medalla Milagrosa:
En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: "María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti"
Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda .
Oyó de nuevo la voz en su interior: "Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán mas abundantes para los que la lleven con confianza".
La aparición, entonces, dio media vuelta y quedo formado en el mismo lugar el reverso de la medalla.
En el aparecía una M, sobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo traspasado por una espada. En torno había doce estrellas.
La misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias, hacia el fin de diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. La Virgen dijo a Catalina: "En adelante, ya no veras , hija mía; pero oirás mi voz en la oración".
Un día que Sor Catalina estaba inquieta por no saber que inscripción poner en el reverso de la medalla, durante la oración, la Virgen le dijo: "La M y los dos corazones son bastante elocuentes".
Símbolos de la Medalla y mensaje espiritual:
En el Anverso:
-María aplastando la cabeza de la serpiente que esta sobre el mundo. Ella, la Inmaculada, tiene todo poder en virtud de su gracia para triunfar sobre Satanás.
-El color de su vestuario y las doce estrellas sobre su cabeza: la mujer del Apocalipsis, vestida del sol.
-Sus manos extendidas, transmitiendo rayos de gracia, señal de su misión de madre y mediadora de las gracias que derrama sobre el mundo y a quienes pidan.
-Jaculatoria: dogma de la Inmaculada Concepción (antes de la definición dogmática de 1854). Misión de intercesión, confiar y recurrir a la Madre.
-El globo bajo sus pies: Reina del cielos y tierra.
-El globo en sus manos: el mundo ofrecido a Jesús por sus manos.
En el reverso:
-La cruz: el misterio de redención- precio que pagó Cristo. obediencia, sacrificio, entrega
-La M: símbolo de María y de su maternidad espiritual.
-La barra: es una letra del alfabeto griego, "yota" o I, que es monograma del nombre, Jesús.
Agrupados ellos: La Madre de Jesucristo Crucificado, el Salvador.
-Las doce estrellas: signo de la Iglesia que Cristo funda sobre los apóstoles y que nace en el Calvario de su corazón traspasado.
-Los dos corazones: la corredención. Unidad indisoluble. Futura devoción a los dos y su reinado.
Nombre:
La Medalla se llamaba originalmente: "de la Inmaculada Concepción", pero al expandirse la devoción y haber tantos milagros concedidos a través de ella, se le llamó popularmente "La Medalla Milagrosa".
Conversión de Ratisbone:
Alfonso Ratisbone era abogado y banquero, judío, de 27 años. Tenía gran odio hacia los católicos porque su hermano Teodoro se había convertido y ordenado sacerdote, tenía como insignia la medalla milagrosa y luchaba por la conversión de los judíos.
Alfonso pensaba casarse poco después con una hija de su hermano mayor, Flora, diez años menor que el, cuando en enero de 1842, haciendo un viaje de turismo a Nápoles y Malta, por una equivocación de trenes llego a Roma. Aquí se creyó en la obligación de visitar a un amigo de la familia, el barón Teodoro de Bussiere, protestante convertido al catolicismo.
El barón le recibió con toda cordialidad y se ofreció a enseñarle Roma. En una reunión donde Ratisbone hablaba horrores de los católicos, este barón lo escuchó con mucha paciencia y al final le dijo: "Ya que usted está tan seguro de si, prométame llevar consigo lo que le voy a dar- ¿Que cosa?. Esta medalla. Alfonso la rechazó indignado y el barón replicó: "Según sus ideas, el aceptarla le debía dejar a usted indiferente. En cambio a mi me causaría satisfacción." Se echó a reír y se la puso comentando que él no era terco y que era un episodio divertido. El barón se la puso al cuello y le hizo rezar el Memorare.
El barón pidió oraciones a varias personas entre ellas al conde La Ferronays quien le dijo: "si le ha puesto la medalla milagrosa y le ha hecho rezar el Memorare, seguro que se convierte." El conde murió de repente dos días después. Se supo que durante esos dos días había ido a la basílica de Sta. María la Mayor a rezar cien Memorares por la conversión de Ratisbone.
Por la Plaza España se encuentra el barón con Ratisbone en su último día en Roma y este le invita a pasear. Pero antes tenía que pasar por la Iglesia de San Andrés a arreglar lo del funeral del conde. Ratisbone le acompaña a la Iglesia. He aquí su testimonio de lo que entonces sucedió: "a los pocos momentos de encontrarme en la Iglesia, me sentí dominado por una turbación inexplicable. Levanté los ojos y me pareció que todo el edificio desaparecía de mi vista. Una de las capillas (la de San Miguel) había concentrado toda la luz, y en medio de aquel esplendor apareció sobre el altar, radiante y llena de majestad y de dulzura, la Virgen Santísima tal y como esta grabada en la medalla. Una fuerza irresistible me impulsó hacia la capilla. Entonces la Virgen me hizo una seña con la mano como indicándome que me arrodillara... La Virgen no me habló pero lo he comprendido todo."

Santa Catalina Laboure descansa en Rue du Vac,
Paris su cuerpo incorrupto

El barón lo encuentra de rodillas, llorando y rezando con las manos juntas, besando la medalla. Poco tiempo mas tarde es bautizado en la Iglesia del Gesu en Roma. Por orden del Papa, se inicia un proceso canónico, y fue declarado "verdadero milagro".
Alfonso Ratisbone entró en la Compañía de Jesús. Ordenado sacerdote, fue destinado a París donde estuvo ayudando a su hermano Teodoro en los catecumenados para la conversión de los judíos.
Después de haber sido por 10 años Jesuita, con permiso sale de la orden y funda en 1848, las religiosas y las misiones de Ntra. Sra. de Sión. En solo los diez primeros años Ratisbone consiguió la conversión de 200 judíos y 32 protestantes. Trabajó lo indecible en Tierra Santa, logrando comprar el antiguo pretorio de Pilato, que convirtió en convento e Iglesia de las religiosas. También consiguió que estas religiosas fundasen un hospicio en Ain-Karim, donde murió santamente en 1884 a los 70 años.

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Triduo en honor de la Virgen de la Medalla Milagrosa.
Por la señal de la Santa Cruz, etc.
ACTO DE CONTRICION.
Oración para todos los días:
¡Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
¡Dulcísima Reina de los cielos y de la tierra!; que por amor a los hombres te dignastes a manifestarte, a vuestra sierva Sor Catalina, con las manos llenas de rayos de luz; a fìn de hacer saber al mundo que deseas derramar abundantes gracias sobre todos los que con confianza te piden; Concèdeme Madre mía, que a imitación de Sor Catalina derrames en mi alma la luz necesaria para conocer mi nada y mi miseria; y lo mucho que debo a mi Padre Dios, por tantísimos beneficios, como me ha dispensado; y que cumpliendo su voluntad en esta vida; pueda gozarle en Tu compañía eternamente en el cielo. Amén.
Tres Ave Marías, y 3 veces la jaculatoria “Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”.
Primer Día:
¡Amorosísima Madre mía!, que placer tiene mi alma, cuando considero que tantos deseos tienes en concederme vuestros favores; que no esperas otra cosa, sino que acuda a Tì, para remediar nuestros males y llenarnos de vuestras gracias y dones.
Oh María, mi Madre amada, reina de la Corte Celestial, te ruego que todos acudamos siempre a Tì, como nuestra única esperanza.
Oración Final:
Acuérdate, ¡Oh piadosísima Siempre Virgen María!, que no se ha oído decir jamás; que ninguno de los que han recurrido a vuestra protección, e implorado vuestro socorro, haya sido abandonado de Tì. Animado con esta confianza, ¡Oh Virgen de las Vírgenes!, a Tì vengo; gimiendo bajo el peso de mis pecados, me postro a Tus pies.
¡Oh Madre del Divino Verbo!, no desprecies mis súplicas; antes bien, escúchalas favorablemente, y dignate acogerlas. Amén.
Tres veces la jaculatoria: “Oh María sin pecado original concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”.
Segundo Día:
¡Santísima Madre de Dios!, ¡Señora nuestra y mi tierna Madre!; que consuelo tan grande siente mi corazón, cuando contempla Tu imagen, como te viò Sor Catalina, con un globo en vuestras Divinas Manos, que representaba toda la tierra, y lo estrechabas sobre vuestro pecho; simbolizando así el amor que tienes a los hombres. Concèdeme, ¡oh Divina Madre Eterna! ¡Oh Madre mía!, el que sepamos corresponder a tanto amor, procurando imitar vuestras virtudes. Así sea.
Continúe con la oración final.
Tercer Día:
¡Virgen Inmaculada!. ¡Celestial Madre mía! Con que placer llego ante Tu Santísimo Altar; para contemplar Tus virtudes y exponer mis penas. Que aliento santo cobra mi espíritu, al acercarme ante Tu Sagrada Imagen; donde veo representada la más profunda humildad; una modestia admirable y el resto de todas las perfecciones con que el Señor Dios te adornó.
Haz ¡Madre Santísima!, ¡Divina y Celestial Señora! ¡Reina del Clero, de los apóstoles! ¡Madre del Mecías! ¡Hija predilecta de Dios Padre! Que oigamos siempre Tus maternales avisos, para que arrepentidos de nuestras culpas, e imitando vuestras virtudes; logremos la inmensa dicha de estar contigo en el cielo, por toda la eternidad. Así sea.