domingo, 6 de octubre de 2013

Lunes de la 27º semana (impar). La clave de la vida eterna es amar, en esta vida, a los demás, como nos recuerda la parábola del buen samaritano

“Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.» Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» Él dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo»” (Lucas, 10,25-37).

1. Es una parábola de Lucas en exclusiva, y una de las más bonitas: -“En esto, un Doctor de la Ley le preguntó a Jesús: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?"” Pregunta similar a la del “joven rico”. Jesús se dirige a las más profundas opciones humanas, aquellas que compartimos con Dios. ¿Me hago yo también esa misma pregunta? ¿Qué respuesta personal y espontánea daría yo a esa pregunta? Lo trágico de la "condición humana" es cerrar los ojos a esa pregunta. Siempre los hombres han esperado "otra vida". Jesús también habló a menudo de ella, y aun decía que esa vida eterna ya ha comenzado, está en camino, si bien inacabada, naturalmente. ¿La deseo? ¿Pienso en ella? ¿Comienzo a vivirla? También es bueno considerar qué respuesta doy, pues podemos reducir la vida cristiana a cumplir obligaciones piadosas, pero Jesús dice más…
-“Jesús le pregunto: "¿Qué está escrito en la Ley?"” Jesús, le remites a unas palabras que los judíos repetían cada día: amar a Dios y amar al prójimo como a ti mismo. Haces que el letrado llegue por su cuenta a la conclusión del mandamiento fundamental del amor. Eso es fundamental en el diálogo, no “vencer” con la respuesta buena, sino ayudar a que la descubra el que pregunta, pensando…
-“El jurista contestó: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda la mente... Y a tu prójimo como a ti mismo"... Jesús le dijo: "Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida"”. El Doctor de la Ley citó el Deuteronomio 6,5 y el Levítico 19,18. Amar, amar a Dios y al prójimo. No es pues algo nuevo. No es original. Todas las grandes religiones tienen en común esa base esencial. Esto forma ya parte del Antiguo Testamento. El mensaje de Jesús se basa primero en esa gran actitud, eminentemente humana.
-¿Quién es mi prójimo?” Sigue preguntando el letrado, y es ahí donde empieza toda la novedad ciertamente revolucionaria del evangelio. Y tú, Jesús, nos concretas: -“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó... Lo asaltaron unos bandidos y lo dejaron medio muerto, al borde del camino... Pasó un sacerdote y luego un levita que lo vieron y pasaron de largo... Pero un samaritano...” Hemos visto en Lucas 9,52-55 cuán detestados eran los samaritanos. “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo...?” Jesús da completamente la vuelta a la noción de prójimo. El legista había preguntado "quién es mi prójimo" -en sentido pasivo-: en este sentido los demás son mi prójimo. Jesús le contesta: ¿"de quién te muestras tú ser el prójimo"? -en el sentido activo-: en este sentido somos nosotros los que estamos o no próximos a los demás. El prójimo soy "yo" cuando me acerco con amor a los demás. No debo preguntarme: ¿"quién es mi prójimo"?, sino "¿cómo seré yo el prójimo del otro, de cualquier otro hombre?" Cerca de mí, ¿quiénes son los despreciados, mal considerados, difíciles de amar?
-“El samaritano al verlo le dio lástima, se acercó a él y le vendó las heridas, lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada... ¡Anda, haz tu lo mismo!” Amar no es, ante todo, un sentimiento; es un acto eficaz y concreto (Noel Quesson).
La clave es amar. Si buscamos la vida eterna, sabemos que «la fe y la esperanza pasarán, mientras que el amor no pasará nunca» (cf. 1Co 13,13). Cualquier proyecto de vida y cualquier espiritualidad cuyo centro no sea el amor nos aleja del sentido de la existencia. Un punto de referencia importante es el amor a uno mismo, a menudo olvidado. Solamente podemos amar a Dios y al prójimo desde nuestra propia identidad… La propuesta de Jesús es clara: «Vete y haz tú lo mismo». No es la conclusión teórica del debate, sino la invitación a vivir la realidad del amor, el cual es mucho más que un sentimiento etéreo, pues se trata de un comportamiento que vence las discriminaciones sociales y que brota del corazón de la persona. San Juan de la Cruz nos recuerda que «al atardecer de la vida te examinarán del amor» (Lluís Serra i Llansana).
En su parábola, tan expresiva, quedan muy mal parados el sacerdote y el levita, ambos judíos, ambos considerados como "oficialmente buenos". Y por el contrario queda muy bien el samaritano, un extranjero. En la película “Las sandalias del pescador” en su discurso final, el protagonista que hace de Papa recién elegido habla de esta atención a los necesitados… repartir los bienes. Quizá unas formas nuevas de repartirlos sea el hacerlos fructificar con buenas inversiones, puestos de trabajo… pero la clave está en hacer de buen samaritano. ¿Dónde quedamos retratados nosotros?, ¿en los que pasan de largo o en el que se detiene y emplea su tiempo y su dinero para ayudar al necesitado? ¡Cuántas ocasiones tenemos de atender o no a los que encontramos en el camino: un hijo en edad difícil, un amigo con problemas, un familiar menos afortunado, un enfermo a quien nadie visita. Claro que resulta más cómodo seguir nuestro camino y hacer como que no hemos visto, porque seguro que tenemos cosas muy importantes que hacer. Los primeros que pasaron sabían muchas cosas. Pero no había amor en su corazón. El buen samaritano por excelencia fue Jesús: él no pasó nunca al lado de uno que le necesitaba sin dedicarle su atención y ayudarle eficazmente. Ahora va camino de la cruz, para entregarse por todos, y nos enseña que también nuestro camino debe ser como el suyo, el de la entrega generosa, sobre todo a los pobres y marginados. Al final de la historia el examen será sobre eso: "me disteis de comer... me visitasteis". La voz de Jesús suena hoy claramente para mí: "anda, haz tú lo mismo" (J. Aldazábal).

2. El relato de Jonás nos acompañará tres días: existió en tiempos del rey Jeroboam II (cf 2 R 14,25), pero en el siglo V es aquí protagonista de una parábola didáctica, con una intención clara: mostrar que Dios tiene planes de salvación no sólo para Israel, sino también para los pueblos paganos. Se trata de un «midrash», es decir, un relato imaginario con fines educativos. Esta hermosa parábolas nos recuerda que todos los hombres, incluso los más feroces enemigos de Israel, son llamados a la salvación: Dios ama a los paganos y se regocija de su conversión.
-“La palabra del Señor fue dirigida a Jonás: «Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad pagana y proclama que su maldad ha subido hasta mí”.» Así, desde la primera línea de este apólogo, el autor nos revela la clave: Dios no es solamente el Dios de Israel, sino el de todas las naciones. El amor de Dios es universal. Sea cual sea el color de nuestra piel, cualquiera que sea nuestra religión, todos estamos invitados a la salvación.
-“Jonás se levantó, pero huyó a Tarsis, lejos del rostro del Señor”. A Jonás no se le ocurre otra cosa mejor que huir: toma el primer barco que zarpa por el Mediterráneo, hacia el sur de la actual España. Ante la tempestad que se forma, los marineros aparecen como personas buenas, que temen a sus dioses y les rezan y les ofrecen sacrificios, y además respetan a Jonás, a pesar de que se ha declarado culpable. Hacen lo posible para salvarle. Por fin lo tienen que arrojar al agua, y allí es donde entra en acción el gran cachalote o ballena que le retiene durante tres días hasta arrojarlo a tierra firme. Estos tres días serán un símbolo de los tres días que estuvo Jesús en el sepulcro antes de resucitar. Pero la intención de la lectura de hoy es la conversión de los ninivitas, que Jesús comentará pronto, en una lectura que haremos la semana que viene (Lc 11,29ss). ¿Nos hacemos los sordos cuando intuimos que Dios nos llama a colaborar en la mejora de este mundo?; ¿nos acobardamos fácilmente por las dificultades que intuimos que vamos a tener?; ¿en qué barco nos refugiamos para huir de la voz de Dios?; ¿o somos capaces de trabajar con generosidad en la misión evangelizadora, a pesar de que ya tengamos experiencia de que la sociedad nos hará poco caso?
-“Pero el Señor desencadenó un gran viento sobre el mar”. Los acontecimientos obligarán a Jonás a «dirigirse a los paganos». Con frecuencia, los acontecimientos, las crisis... «empujan» a la Iglesia a no encerrarse en sí misma. Cuando la fe está en peligro, es tentador replegarse en sí mismo. Cuando los cristianos son minoritarios en el seno de un mundo no creyente, será tranquilizador quedarse «entre cristianos». Ahora, en el momento en que la Iglesia ya no está tranquila «en sus murallas» es cuando se halla en la tempestad del mundo, en contacto con los paganos, en situación eminentemente misionera en el corazón del mundo. ¿Sabremos ser la levadura en la masa, la sal de la tierra?
-“Ahora bien, Jonás había bajado al fondo del barco, se había acostado y dormía profundamente”. ¡Despiértate, Jonás! Tus hermanos corren peligro de naufragar. ¡No durmáis, cristianos, en tanto no hayáis transmitido a todo el mundo la buena nueva! (Noel Quesson).
3. Leemos como salmo un poema tomado del mismo libro de Jonás: "sacaste mi vida de la fosa, desde el vientre del infierno pedí auxilio y escuchó mi clamor". La oración de Jonás en el vientre del pez que leemos como salmo es un mosaico de trozos de salmos en acción de gracias, por salir de angustias pasadas, por la salvación, promesa de sacrificios y votos ofrecidos a Dios… (Biblia de Navarra). Dejemos de vivir nuestra fe con hipocresía; seamos leales al Señor como Él lo ha sido con nosotros. No encerremos la fe en nuestro corazón sino que proclamemos el amor y la misericordia del Señor a todos los pueblos; hagámoslo con las obras que manifiesten cómo el Señor, por medio de nosotros, se hace cercanía amorosa y misericordiosa para todos.


Llucià Pou Sabaté

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