sábado, 31 de agosto de 2013

Domingo de la semana 22 de tiempo ordinario; ciclo C

«Y sucedió que al entrar él un sábado a comer en casa de uno de los principales fariseos ellos le estaban observando. Y proponía a los in vitados una parábola al notar cómo iba eligiendo los primeros puestos, diciéndoles: Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: cede el sitio a éste; y entonces empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar. Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el ultimo lugar para que cuando llegue el que te invitó te diga: amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado. Decía también al que le había invitado: Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni o tus hermanos, ni o tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos, y a ciegos; y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte; se te recompensará en la resurrección de los justos.» (Lucas 14,1.7-14)
1º. Jesús, te sirves de un ejemplo de la vida real para repetir una vez más la importancia de la humildad.
«Todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado».
En otra ocasión llamas a un niño y lo pones delante mientras dices: «Si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de Dios» (Mateo 18,3).
Sin embargo, el mejor ejemplo es contemplar tu vida en Belén, en Nazaret, en el Calvario, en la Eucaristía  que es vida de Dios, y recordar tus palabras: «Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11,29).
Jesús, me has enseñado con tu propio ejemplo la necesidad de ser humilde.
Ayúdame a buscar en todo tu gloria, no la mía.
Si soy humilde, Dios me ensalzará en el Cielo, como hizo con tu madre, la esclava del Señor.
Un modo concreto de mejorar en humildad es ser sincero en la dirección espiritual.
Si me dejo ayudar con humildad, me llevarás lejos en el camino de la santidad.
2º. ¡Cuándo te decidirás...!
Muchos, o tu alrededor; llevan una vida sacrificada por un motivo simplemente humano; no se acuerdan esas pobres criaturas de que son hijos de Dios, y se conducen así quizá sólo por soberbia, por destacar, por conseguir una vida futura más cómoda: ¡se abstienen de todo!
Y tú, que tienes el dulce peso de la Iglesia, de los tuyos, de tus colegas y amigos, motivos por los que merece la pena gastarse, ¿qué haces?, ¿con qué sentido de responsabilidad reaccionas?». (Forja.-362).
Jesús, me pides que cuando me esfuerce por hacer algo o por dar algo, no lo haga buscando el beneficio personal, la recompensa en la tierra, sino que lo haga por amor a Ti y a los demás.
Sólo así Dios me recompensará «en la resurrección de los justos.»
«Deberías estor agradecido, contento y feliz por el honor que se te ha concedido, al no ser tú quien ha de importunar a la puerta de los demás, sino los demás quienes acudan a la tuya. Y en cambio te retraes y te haces casi el inaccesible, rehuyes el encuentro con los demás, para no verte obligado o soltar una pequeña dádiva. Sólo sabes decir: “No tengo nada que dar, soy pobre”. En verdad eres pobre y privado de todo bien; pobre en amor pobre en humanidad, pobre en confianza en Dios, pobre en esperanzo eterna» (San Basilio Magno).
Jesús, cuánta gente a mi alrededor sabe mortificar su cuerpo con dietas y ejercicios molestos para guardar la línea; o dedican tiempo y esfuerzo al estudio y al trabajo para obtener un buen puesto o sobresalir.
¿Y yo?
¿No voy a ser capaz de estudiar o trabajar en serio, o mortificar mi cuerpo por motivos más altos que guardar la línea o el prestigio?
Jesús, que sienta el dulce peso de lo Iglesia, y de todos los que conviven conmigo.
Dame ese sentido de responsabilidad que, en un cristiano, coincide con el tomarse en serio el camino de la santidad.
Que entienda de una vez que merece lo pena gastarse en tu servicio: en servicio a la Iglesia y a todas las almas.

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