lunes, 24 de junio de 2013

Lunes de la XII semana (par): no juzguemos, ni las personas ni las desgracias, sabiendo que si llevamos todo con Dios, nos servirá para obtener por la misericordia divina una vida mejor
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "No juzguéis y no os juzgarán. Porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Déjame que te saque la mota del ojo", teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita: sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano"” (Mateo 7,1-5).
1. Hoy, Jesús, nos hablas de no juzgar al hermano, pues puedo medir mis cosas de una forma y de una forma distinta las de los demás: «¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?». Cuando hago un examen, si apruebo soy “yo, mis méritos: he aprobado”, pero si suspendo son los demás: “me han suspendido”. Esta forma de deformar la realidad que tenemos es tan clara a veces… Un padre de familia se quejaba del gasto de agua caliente, y él era el que más la gastaba en la ducha. No tenía dinero para la familia y se quejaba que su mujer gastaba mucho en comida buena, cuando él se gastaba cada día dinero en bares, tomando vinos con sus amigos. Por eso, Jesús, tú fomentas la comprensión y la tolerancia con las personas, siendo al mismo tiempo intransigente con la doctrina.
Nos dices que no lo juzguemos: «os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros». Si juzgo con dureza, seré así juzgado; y si tengo misericordia, mi corazón estará dispuesto a la misericordia divina. San Pablo aprendió la lección, cuando nos decía: "Nada juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor, que iluminará los escondrijos de las tinieblas y declarará los propósitos de los corazones" (1 Co 4,5). Es lo que pedimos en el Padrenuestro: «perdónanos como nosotros perdonamos». Ayúdame, Señor, a no juzgar, para quedar también yo libre de juicio… «No juzguéis y no os juzgarán».
No es malo tener capacidad de observación y un sano espíritu crítico, pero una interpretación de ello que nos lleve a la "cólera" será malo, pues "todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal" (Mt 5, 22). Se dice hay que juzgar, el "juicio" ha de ser justo y sin juzgar las intenciones, pues sólo Dios las conoce totalmente. «No queramos juzgar -Cada uno ve las cosas desde su punto de vista... y con su entendimiento, bien limitado casi siempre, y oscuros o nebulosos, con tinieblas de apasionamiento, sus ojos, muchas veces.
Una cosa importante que te pido, Señor, es una escucha activa, con empatía: que no me deje llevar por mis ideas preconcebidas al oír alguien, sino que me meta en sus necesidades, para desde ahí poder ayudarle.
"Quita primero la viga de tu ojo y entonces verás claro para quitar la paja del ojo de tu hermano". Comenzar por ordenar nuestra casa nos permite ver mejor las cosas de los demás, como dicen: “el que trabaja su campo no hace mal a nadie”, en cambio el perezoso se queja de que no tiene suerte pues el campo del vecino es siempre mejor, y esparce habladurías contra él.
Nos dice la mitología que Júpiter puso sobre nuestros hombros unas alforjas con dos aberturas: en la delantera están los defectos ajenos y las virtudes propias; en la de la espalda, las virtudes de los otros y los defectos propios. Vemos primero lo de delante de la vista, que no tiene capacidad para ver la alforja de delante. Vemos primero los defectos de los demás.
Además, lo mismo que la de esos pintores modernistas, es la visión de ciertas personas tan subjetiva y tan enfermiza, que trazan unos rasgos arbitrarios, asegurándonos que son nuestro retrato, nuestra conducta...
”¡Qué poco valen los juicios de los hombres! -No juzguéis sin tamizar vuestro juicio en la oración» (J. Escrivá, Camino 451).
Veo que si tengo que juzgar por necesidad, ha de ser con ese “tamizar mi juicio en la oración”, para poder decir las cosas con tu dulzura y misericordia, Señor, pensando no tanto en mi necesidad (“¡es que si no lo digo reviento!”) sino en el modo y las palabras y afecto que lo harías tú, Jesús. Pero quisiera entenderte cuando vas más allá, y dices: "¡no juzguéis!" en lugar de "no juzguéis severamente..." o "no juzguéis injustamente..." o "no juzguéis calumniosamente..." Dices: "no juzguéis..."; y añades:  -“Porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis la usarán con vosotros”.
Veo que mis juicios tienen que considerar que yo tengo necesidad del perdón y del juicio indulgente de Dios.
Veo que no soy objetivo pues calibro distinto las cosas de las demás y las mías: -“¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?
Veo que soy incapaz de ver verdaderamente en el corazón de los demás, y por eso me pides que no me meta en juzgar (Noel Quesson). Que tengo que luchar en mi alma primero: -“Hipócrita, sácate primero la viga de tu ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano”.
Veo que nos pides ver más lo "positivo" que lo negativo. Señor, concédeme lucidez para que me dé cuenta de seré bueno si sé ver las cosas buena de los demás (san Josemaría).
2. El comienzo del Génesis, que leímos en las semanas 5ª y 6ª del Tiempo Ordinario, reflexionaban religiosamente sobre el origen del cosmos y del género humano. Ahora, durante tres semanas, escuchamos la historia del pueblo predilecto de Dios, Israel, a partir de la vocación de Abrahán hasta el final del libro. La lectura de otros libros históricos del AT nos ocupará nueve semanas (de la 12ª a la 20ª). En ellos, no sólo repasaremos la historia del pueblo de Israel, del que somos herederos, sino que nos veremos reflejados nosotros mismos en nuestra actuación, dejándonos juzgar por la voz de Dios.
Hoy escuchamos el relato de la vocación de Abrahán, allá en su tierra de Ur, en el país de Caldea, un pueblo de cultura bastante avanzada, con buenas técnicas de trabajo y una buena legislación social. Pero corrompido, como todos los demás, religiosa y moralmente. Un día el Señor le dijo: Vete de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre... Dios habla... debió ser probablemente «en su corazón» que Abraham oyó a Dios. Señor, ¿qué me dices HOY a mí? Alguna vez me quejo de no oír tu voz. Pero ¿sé escucharte? ¿Estoy dispuesto a hacer lo que Tú quieras pedirme? Por ejemplo me quedo un rato en silencio para revisar mi jornada de HOY: las personas, los trabajos, las responsabilidades que hay en mi vida... ¿Qué me dices, sobre ello, Señor?... ¡Ah, Señor! Cuando te pregunto concretamente sobre mi vida, tus palabras afluyen a mi conciencia.
-“Partió Abraham como se lo había dicho el Señor”. La llamada de Dios a Abraham (nombre que Dios le dará más tarde en lugar de Abrán) significa el comienzo de una nueva etapa en la relación de Dios con la humanidad, conlleva le exigencia de romper con todo lo antiguo, los vínculos terrenos, familiares y locales, apoyándose exclusivamente en la promesa de Dios: una tierra desconocida, una descendencia numerosa siendo su mujer estéril, y la protección constante de parte de Dios. Esta llamada divina significa también la ruptura con el culto idolátrico practicado por la familia de Abrahám en la ciudad de Jarán (parece que era culto lunar) para seguir la llamada de Dios, su culto y viajar a Canaán. Su actitud contrasta con la desobediencia de Babel y antes de Adán y Eva: Adán se pone en camino, señalando proféticamente Aquel que se pondrá en el camino de la obediencia hasta la muerte en Cruz y por el que todos encontrarán la salvación; de todo esto hablará Pablo llamándolo Padre en la fe (Gal 3,6-9). Dejar la tierra, la parentela y la casa paterna sería dejar el hombre terreno, la parentela de nuestros vicios, y el mundo dominado por el diablo. La actitud de Abrahám, de oración, le apoya en el camino, da fuerzas a su corazón para obedecer. Y la obediencia de corazón a Dios se expresa en hechos: se pone en camino, hace un altar en silencio… solamente más tarde aparecen sus palabras dirigidas a Dios, y mientras va yendo hacia Palestina y de desplaza hacia el sur va edificando altares a Dios… Así Dios le acompaña y le promete descendencia… no dice descendientes, que también, sino que habla de Cristo (Gal 3,13-16: cf Biblia de Navarra).
-“De campamento en campamento, Abraham llegó al Negueb, desierto al sur de Palestina”. Una marcha incesante, un itinerario, un camino... en búsqueda de Dios. Nuestra vida humana ¿es también un ir adelantando en la búsqueda de Dios? Este es un buen resumen de la vida de «fe», la vida de todo creyente: - una llamada de Dios: Dios invita, tiene la iniciativa, desearía que... - una respuesta del hombre: el hombre dice «sí» o «no» a Dios. Y Jesús decía «hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo...» (Noel Quesson). Respuesta vital, con la obediencia y un estilo de conducta según la voluntad de Dios. Como hizo María de Nazaret: «hágase en mí según tu palabra».
2. “¡Feliz la nación cuyo Dios es Yahveh, el pueblo que se escogió por heredad! Yahveh mira de lo alto de los cielos, ve a todos los hijos de Adán; Los ojos de Yahveh están sobre quienes le temen, sobre los que esperan en su amor, para librar su alma de la muerte, y sostener su vida en la penuria. Nuestra alma en Yahveh espera, él es nuestro socorro y nuestro escudo; Sea tu amor, Yahveh, sobre nosotros, como está en ti nuestra esperanza”. Señala el libro de Proverbios que "muchos proyectos hay en el corazón del hombre, pero sólo el plan de Dios se realiza" (19,21). Así el salmista nos recuerda que Dios, desde el cielo, su morada trascendente, sigue todos los itinerarios de la humanidad, incluso los insensatos y absurdos, e intuye todos los secretos del corazón humano. "Dondequiera que vayas, hagas lo que hagas, tanto en las tinieblas como a la luz del día, el ojo de Dios te mira", comenta san Basilio. Feliz será el pueblo que, acogiendo la revelación divina, siga sus indicaciones de vida, avanzando por sus senderos en el camino de la historia.
Llucià Pou Sabaté


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