miércoles, 22 de mayo de 2013


Miércoles de la VII semana del tiempo ordinario. La sabiduría va unida a la apertura a los demás, a la humildad del corazón
«Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no viene con nosotros. Jesús le contestó: No se lo prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a continuación hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, está con nosotros.»(Marcos 9, 38-40)
1. "Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba a los espíritus impuros, pero que no es de los nuestros y se lo hemos prohibido”. Decididamente, ¡cuán enzarzados se hallan todos en cuestiones de prelaciones, de envidias, de mezquindades! Jesús acaba de anunciar su Pasión en la que se hará el "último de los servidores"..., ha aconsejado a sus discípulos hacerse servidores y no buscar los primeros sitios. Y he aquí que la reacción de Juan, uno de los mejores, es una reacción de dominio, una voluntad de poder, una preocupación de conservar un monopolio; ¡quisiera guardar para él solo, acaparar para el grupo de los Doce el poder de Cristo! No juzguemos a los apóstoles, no juzguemos a nadie. Sería demasiado fácil, ya lo hemos dicho, aplicar el evangelio... a los demás. ¿Quién de nosotros no ha tenido alguna vez esos sectarismos de grupo? La capa de la solidaridad y de la defensa del bien común de nuestro medio ambiente, ¿no resulta a veces que de hecho estamos defendiendo nuestros propios intereses? ¿Quién de nosotros no ha buscado, algún que otro día, conservar ventajas adquiridas, impidiendo así que otros probaran su suerte?
-“Este hombre no está con nosotros, no es de los nuestros...” No forma parte de nuestro grupo. Y sin embargo... hace el bien, ¡expulsa los demonios en tu Nombre! Esta situación es muy frecuente y muy actual en la Iglesia de hoy. Sí, la gracia de Cristo actúa más allá de las estructuras visibles de Iglesia. Hombres y mujeres, como en tiempo de Jesús, no forman parte del grupo de discípulos y no obstante actúan en nombre de Jesús.
-“No se lo prohibáis”. He aquí la respuesta de Jesús. –“Pues ninguno que haga un milagro en mi nombre, hablará luego mal de mí”. Trabajar para Cristo, actuar en el mismo sentido que actuaba Cristo, es ya una cosa buena... que permite caminar hacia un conocimiento y una palabra conformes a Cristo. No es este el único pasaje del evangelio en el que Jesús da valor a la acción. Para muchos hombres de nuestro tiempo, es también por la acción recta, por el compromiso serio según la propia conciencia... que podrá instaurarse una pedagogía de la fe que llevará al descubrimiento más explícito de Cristo.
-“El que no está contra nosotros, está con nosotros”. Esto va en el mismo sentido… apertura total. Jesús invita a sus discípulos a confiar en el Espíritu Santo. La Iglesia actual, siguiendo a Jesús, quiere ser ampliamente abierta. El último Concilio voluntariamente renunció a hacer ninguna condena: ¿creo efectivamente que Dios actúa en todas partes? ¿Y que el Espíritu no es propiedad de ningún grupo? ¿Ni de ninguna estructura? El Espíritu sopla donde quiere. ¡No se lo impidamos! (Noel Quesson).
«Además, muchos elementos de santificación y de verdad existen fuera de los límites visibles de la Iglesia católica: la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad y otros dones interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles. El Espíritu de Cristo se sirve de estas Iglesias y comunidades eclesiales como medios de salvación cuya fuerza viene de la plenitud de gracia y de verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia católica. Todos estos bienes provienen de Cristo y conducen a Él y de por sí impelen a la unidad católica» (Catecismo 819)
 «Ama y practica la caridad, sin límites y sin discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del Maestro. -Sin embargo, esa caridad no puede llevarte -dejaría de ser virtud- a amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificaría hasta convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el poder de Dios»( J. Escrivá, Forja 456).
 2. –“La sabiduría exalta a sus hijos y cuida de los que la buscan. El que la ama, ama la vida. Los que la buscan desde la aurora, serán colmados de gozo. El que la posee tendrá la gloria en herencia, dondequiera que él entre, le bendecirá el Señor”. La sabiduría es como una madre que instruye a sus hijos, una maestra que busca el bien de sus discípulos, que les sale al encuentro, que les guía disimuladamente y les revela sus secretos. Actúa como mediadora entre Dios y los creyentes.
La sabiduría es fuente de «vida», de «gozo» y de «felicidad»… ¿«Amo yo la vida», según la invitación de ese pasaje de la Escritura? ¿Deseo ávidamente la sabiduría, hasta el punto de «andar buscándola desde la aurora»? ¡Inestimable valor de la mañana! Un nuevo día empieza para mí, para el mundo. ¿Cómo empleo esos primeros minutos de mi jornada? ¿Son para mí un instante de plenitud y de orientación?
-“Los que sirven a la Sabiduría, rinden culto al Dios santo. A los que la aman, los ama el Señor”. «Servir» a la Sabiduría... «Amar» a la Sabiduría... Es todo un estilo de vida. Este arte de vivir, este humanismo no es solamente privilegio de los creyentes. A todos… ¡el Señor «les» ama! El autor de esas frases vivía en pleno mundo helenístico pagano, y sabía admirar la sabiduría de las culturas de su tiempo; pero sabía también vincularlas a su propia visión religiosa. ¿Tengo yo esa misma tendencia profunda y equilibrada, que me facilitaría a la vez: reconocer los valores humanos vividos por tantos hombres de HOY... y hacer patente su relación a Dios de quien esos valores emanan y a quien rinden un verdadero culto: «la gloria de Dios es el hombre vivo»? La finalidad de la «revisión de vida» es la de habituarnos a tener esa doble mirada, a la vez humana y divina.
-“El que escucha la sabiduría... El que la sigue... El que a ella se confía... Al principio le llevará por recovecos, le hará sentir timidez, miedo y pavor; con su disciplina le atormentará hasta obtener su confianza... mas luego le conducirá al camino recto, le regocijará y le revelará sus secretos”. Hay en todo ello una idea muy interesante: la experiencia de la «búsqueda». Ser sabio no es una posesión orgullosa y de una vez para siempre. No hay peor error que creerse definitivamente seguro de poseer la verdad. Ser sabio, es, ante todo, «aceptar el aprendizaje», es «revisar» lo que uno sabe, «permanecer abierto a los progresos» es «aceptar los límites de la propia sabiduría» ¡para continuar buscando!
Ben Sirac llega hasta a hablar del «tormento» de la búsqueda. Querer comprender mejor el mundo, querer comprender mejor a Dios, no es un reposar... es una aventura. Requiere esfuerzo, una ruda «disciplina»... al final de los cuales se encuentra el gozo y el conocimiento de los «secretos del mundo».
-“La sabiduría le revelará sus secretos”. ¡Un secreto! Algo precioso, pero escondido, no aparente ni evidente. Hay que ir más allá de la superficialidad de las cosas hasta llegar a su núcleo más profundo. Condúcenos, Señor, hasta lo esencial. Revélanos tus secretos. Líbranos de las falsas soluciones y de las seguridades a corto término. Danos esa Sabiduría que proviene de Ti. Que nuestra luz sea tu Evangelio (Noel Quesson).
3. Al oir esta descripción de la sabiduría no podemos dejar de pensar que para nosotros, cristianos, la sabiduría de Dios nos está bien cercana y continuamente presente en Cristo Jesús, el Maestro, la Palabra viviente de Dios, que nos invita a seguirle, que nos acompaña en nuestro camino, que nos ayuda a discernir y a ver las cosas y los acontecimientos desde los ojos mismos de Dios: «Yo soy el camino y la verdad y la vida». Si hacemos caso a este Maestro, atesoramos su Palabra y la llevamos a nuestra vida, estamos en el camino de la verdadera felicidad.
A la larga, el que edifica sobre la sabiduría de Dios, y no sobre la del mundo o el propio capricho o los gustos de moda, tendrá ocasión de decir con el salmo: «mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes», porque edifica sobre roca.
Llucià Pou Sabaté

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