martes, 21 de mayo de 2013


Martes de la semana 7 de tiempo ordinario: la cruz tiene un sentido transformador

«Una vez que salieron de allí cruzaban Galilea, y no quería que nadie lo supiese; pues iba instruyendo a sus discípulos y les decía: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, resucitará a los tres días. Pero ellos no entendían sus palabras y temían preguntarle. Y llegaron a Cafarnaún. Estando ya en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor Entonces se sentó y llamando a los doce, les dijo: Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos. Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me envió» (Marcos 9,30-37).
1. “-Jesús y sus discípulos atravesaban la Galilea, queriendo que no se supiese. Pues les enseñaba diciendo: "El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres."” Como Jesús no quiere que se utilice el titulo de "Hijo de Dios" utiliza constantemente el de "Hijo del hombre", que no está contaminado por interpretaciones judías, y en cambio recoge la profecía de la venida de Dios en Daniel,7-13-14… «Desde el comienzo de su vida pública, en su bautismo, Jesús es el «Siervo» enteramente consagrado a la obra redentora que llevará a cabo en el «bautismo» de su pasión» (Catecismo 565).
-“Le darán muerte y al cabo de tres días resucitará”. Es el segundo anuncio de la Pasión. Ni Buda, ni Mahoma ni ninguna ideología humanista han propuesto solución alguna a esta gran angustia del hombre que sabe que morirá. Solamente Jesús, serenamente, sencillamente dijo: le darán muerte y ¡tres días después resucitará! Jesús es aquel que se dirigía hacia la muerte en medio de una gran paz total... porque sabía que, detrás de la puerta sombría, le esperaba: no la nada desesperante, sino los brazos del Padre. La nueva liturgia de difuntos canta: "En el umbral de su casa, nuestro Padre te espera, y los brazos de Dios se abrirán para ti”.
-“Y los discípulos no entendían esas palabras y temían preguntarle”. Es una buena muestra de humanidad corriente, más bien mediana. Fueron transformados por un acontecimiento... fueron levantados por encima de sí mismos, e investidos de una fuerza y de una inteligencia que no venía de ellos. Siempre es así hoy en la Iglesia: no se la puede juzgar simplemente desde un punto de vista estrictamente humano.
-“¿Qué discutíais en el camino? Ellos se callaron porque habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor”. He aquí su nivel de reflexión y de ambición. ¡Humanidad corriente, mediana!
-“Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. En su Pasión, a la que alude, Jesús se hizo el último, el servidor. Así, el anuncio de la Cruz, no es sólo para El, sino también para nosotros. No hay otro camino para seguir a Jesús, que el de pasar por la muerte para llegar a la vida. ¿Es esto, desde ahora, mi vida cotidiana? (Noel Quesson).
Y pones el ejemplo de un niño… ayúdame, Señor, a ser niño, para entender tu Reino.
2. –“Hijo mío, si te dispones a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, permanece firme y valiente, no te atormentes cuando llegue la adversidad”. Vemos también nosotros los desórdenes e injusticias del mundo: millones de hombres que mueren de hambre, cataclismos colectivos, sufrimientos individuales, la enfermedad, la muerte. A diferencia de Job, Ben Sirac no plantea preguntas radicales sobre el mal. Hombre práctico, se contenta con dar consejos concretos sobre las actitudes a tomar cuando viene la prueba.
1º Tener paciencia, aceptar, esperar el final: -“Sé fiel, no te separes para que seas exaltado al fin de tu vida”. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo; en los reveses de tu humillación, sé paciente. Es la sabiduría elemental de la mayoría de los pueblos: hay que acomodarse al dolor lo mejor posible. .. siempre que se presente. Pero no está prohibido pensar que las cosas se arreglarán, de ahí la invitación a «esperar», a «tener paciencia»; ver la prueba como algo temporal que un día terminará. Vieja filosofía de siempre. ¿Qué ponía Ben Sirac tras esas palabras «sé fiel para que seas exaltado al final"? ¿Veía una glorificación, una "exaltación" de los que han padecido? ¿Cómo, dónde, cuándo? Y nosotros, con las luces más precisas que la Pascua aporta al Viernes Santo, ¿qué ponemos detrás de esas palabras? Leo de nuevo, lentamente las exhortaciones del sabio, aplicándolas a Jesús en su misterio pascual... a mis propias pruebas... y a las pruebas del mundo.
2.° La prueba es fuente de purificación, de valores, «templa los caracteres": -“Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios, en el crisol de la humillación”. Es mejor no usar a menudo ese argumento con los que vemos que sufren. No hay nada peor, a veces, que dar «buenos consejos» a los que están sufriendo. No obstante, convendría que nos aplicáramos ese argumento a nosotros mismos. Es un hecho de experiencia que si la prueba es a veces destructora, por lo menos aparentemente, también tiene, a menudo, un misterioso poder de valorización del hombre. Es un crisol. En él se decantan las impurezas y las gangas y aparece lo esencial del metal.
3.° Lo ideal sería vivir la prueba «en compañía» de Dios: -“Confiate a El y El te sostendrá... Espera en El”. Los que adoráis a Dios, contad con su misericordia... Confiaos a El y no os faltará la recompensa. Los que adoráis a Dios, esperad sus beneficios: gozo eterno y misericordia. El drama extremo es, precisamente, que el sufrimiento pueda hacernos dudar de Dios. Pero, aquí también, la experiencia corriente nos muestra que el hombre de Fe puede hallar en la "presencia" de Dios un reconfortante del cual suele verse privado el ateo. Pero no es algo automático. Ese "compañerismo" que Dios ofrece a los que sufren ha supuesto para El vivir personalmente la cruz del hombre, en Jesucristo (Noel Quesson).
La vida y la historia poseen una dimensión invisible a los ojos de la carne, un misterio "más allá interior". Lo mismo que la mirada del artista cuando contempla un cuadro penetra mucho más profundamente que la del hombre de la calle; o el enamorado cuando lee la carta de la novia ve mucho más allá de ese trozo de papel que tan fácilmente se arruga, así el cristiano frente al hombre, frente al mundo, y frente a su historia personal, "ve más allá" que los demás hombres. Es un vidente, San Pablo cuando escribe a Tito, llama a los cristianos los hombres del "superconocimiento".
Los hombres que carecen de ojos para ese "más allá interior" creen que Dios no existe; en cambio los hombres del "superconocimiento" lo descubren en las mismas realidades en que aquellos no vieron nada.
El evangelio nos dice que el discípulo de Cristo debe entrar generosamente -lo mismo que Jesús- en el plan del Padre, que no resulta nada agradable humanamente, sino que exige sacrificio.
Jesús camina con el deseo de encajar su vida en la voluntad del Padre: de muerte y resurrección. Nosotros caminamos con Cristo -pero haciendo el tonto- viendo quién va a ser tenido como más importante. Debemos pedir la sabiduría de Dios.
Pero las pruebas nos vienen bien: nos hacen madurar, nos acrisolan, como el fuego al oro. Las pruebas nos hacen pensar, nos invitan a relativizar tantas cosas y a dar importancia a las que valen la pena. Si nos desanimamos, es porque no confiamos suficientemente en Dios. Con su fuerza no hay dificultad insuperable. Con su luz vamos adquiriendo la verdadera sabiduría que nos trae también la felicidad (J. Almazábar).
3. Para no caer en la impaciencia y el pesimismo, que bloquean nuestra vida, tendremos que decirnos a nosotros mismos lo de Ben Sira: «Confía en Dios, que él te ayudará, espera en él y te allanará el camino». Y lo del salmo: «Confía en el Señor y haz el bien, porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles. Encomienda tu camino al Señor y él actuará». Hay momentos de oscuridad, sí, pero a la noche siempre le sigue la aurora. Hay crisis, pero los túneles llegan a su final y aparece la luz. Hay Viernes Santo, y es trágico, pero desemboca en el Domingo de la resurrección. Confiemos en Dios. Eso iluminará de sabiduría nuestra jornada.
Llucià Pou Sabaté

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