lunes, 13 de mayo de 2013


LUNES DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA: hemos de fomentar una fe sin miedo a nada ni nadie, porque Jesús ha vencido todo lo malo, con Él estamos seguros

Evangelio (Jn 16,29-33): En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».

1. Jesús, tú sabes las cosas de Dios y lo que me da la felicidad, y te digo como los apóstoles: “ahora vemos que lo sabes todo… por esto creemos que has salido de Dios”. No eres como los maestros de este mundo, que se guardan el saber exclusivamente para sí y algunos de los suyos; es verdad lo que dices: "Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer".
"El Espíritu de la verdad os conducirá a la verdad plena". Quiero rezarle hoy, en preparación de su fiesta: Espíritu de amor, creador y santificador de las almas, Espíritu de Verdad, ayúdame a parecerme más y más a Jesús, a pensar y hablar como Él, a amar y actuar como Él. Que sea fiel a tus mociones, y lleve la cruz de cada día con alegría con tu luz y tu fuerza. Que te sepa escuchar en mi silencio. He leído que un cristiano sin tu ayuda es como un animal fiero en un zoológico: los leones están tristes, los tigres ya no son fieros sino vagos, los búfalos apáticos… por eso dice el Salmo “pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo” (91).
«¿Ahora creéis?», dice Jesús, que sabe muy bien que dentro de pocas horas le van a abandonar todos, asustados en una desbandada que vemos también en nuestro tiempo. Jesús no dice que la victoria es segura: «en el mundo tendréis luchas, pero tened valor: yo he vencido al mundo». Dice el Concilio Vaticano II: “Por lo demás, el Señor Jesús, que dijo: "Confiad, yo he vencido al mundo", no prometió a su Iglesia con estas palabras una victoria completa en este mundo. Pero se goza el Sagrado Concilio porque la tierra, repleta de la semilla del Evangelio, fructifica ahora en muchos lugares bajo la guía del Espíritu del Señor, que llena el orbe de la tierra”.
Jesús dice que ellos le dejarán solo, y añade: “Pero no estoy solo: el Padre está conmigo”. Señor, que sienta también yo tu presencia, también cuando llegue la cruz, las dificultades (Noel Quesson).
Son días para pensar en la fiesta de Pentecostés a la que nos preparan las lecturas, de la mano de María en este mes de mayo, y estos días contemplándola como Esposa del Espíritu Santo. Ella nos enseñará a guardar en nuestro corazón lo que oímos de la Palabra de Jesús, que está con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 16-20). El Señor se marcha, pero no nos deja huérfanos: se queda en la Iglesia: en los Sacramentos, en la Escritura, en la intimidad del corazón donde nos guía con su Espíritu: «Derrama sobre nosotros la fuerza del Espíritu, para que demos testimonio de ti con nuestras obras» (oración).
2. Entre los años 53 y 56, Pablo… llegó a Efeso, encontró a algunos discípulos y les preguntó: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo al abrazar la fe? Ellos le respondieron: Ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo”. Les instruyó y “al imponerles Pablo las manos, vino el Espíritu Santo sobre ellos, de modo que hablaban en lenguas y profetizaban” (Hechos 19,1-8). Quiero empaparme estos días de tu presencia, oh Santo Espíritu, y anunciarte a los que me rodean. Quiero vivir en ti: ayúdame a tener vida divina, nacer de nuevo, empaparme bien de tu fuente de agua viva, de la Eucaristía, de la Confesión. Ayúdame a cuidar la oración y sacrificios.

3. Al infundir en nuestros corazones el Don de su Amor, Dios habita en nosotros como en un templo; desde allí protege al débil, protege a su pueblo como profetizó Moisés y cantamos en el Salmo: “Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos… como el humo se disipa, se disipan ellos; / como se derrite la cera ante el fuego, / así perecen los impíos ante Dios. // En cambio, los justos se alegran, / gozan en la presencia de Dios, / rebosando de alegría. / Cantad a Dios, tocad en su honor… su nombre es el Señor… // Padre de huérfanos, protector de viudas, / Dios vive en su santa morada. / Dios prepara casa a los desvalidos, / libera a los cautivos y los enriquece” (67,2-7).
                Llucià Pou Sabaté

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