lunes, 7 de enero de 2013


Navidad, 7 de Enero: hemos de examinar los espíritus para reconocer el amor, Luz que nos trae Jesús para recorrer este año nuevo con magnanimidad

“En aquel tiempo, cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, se retiró a Galilea. Y dejando la ciudad de Nazaret, fue a morar en Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalí. Para que se cumpliese lo que dijo Isaías el profeta: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a los que moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: «Haced penitencia, porque el Reino de los cielos está cerca». Y andaba Jesús rodeando toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos y predicando el Evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia del pueblo. Y corrió su fama por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían algún mal, poseídos de varios achaques y dolores, y los endemoniados, y los lunáticos y los paralíticos, y los sanó. Y le fueron siguiendo muchas gentes de Galilea y de Decápolis y de Jerusalén y de Judea, y de la otra ribera del Jordán” (Mateo 4,12-17.23-25).

1. Jesús comienza a predicar con palabras de Isaías: «El pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz». Occidente necesita aquella esperanza que ha va perdiendo, agostado por la engañosa llamarada del consumismo. La esperanza es luz que viene con la fe, con el amor. En una escuela de inspiración cristiana, un día de reunión de padres, una madre se me acercó contenta: “estamos muy alegres, desde que venimos por aquí, y nos hemos decidido a tener otro hijo, ya lo estoy esperando...” Después de un largo período de tiempo (el pequeño de la familia tenía ya 14 años, otro hijo ya tenía 18), se animaron a tener otro más; me gustó ver la vida que nace como fruto de esa alegría de vivir que se respira en un ambiente esperanzado, que estuviera unida esta alegría a la ilusión de dar la vida. Ya vemos que cuando falta la esperanza, no hay hijos. S. Kierkegard vio con extraordinaria lucidez que el hombre que no cree en Dios es un hombre profundamente desesperado, aunque viva en medio de un progreso material nunca visto. Y el cristiano que flojea en la fe, aunque tenga muchas esperanzas, va perdiendo la verdadera esperanza que sólo en Dios tiene su fundamento.
La fe es la sustancia de lo que esperamos, prueba de aquello que no vemos” (Hebreos 11,1). Y dirá Benedicto XVI que la fe hace que ya tengamos, si bien de manera incipiente, la sustancia de las realidades que esperamos: la vida eterna. Porque la vida eterna –que no es otra cosa que Cristo mismo- ya está presente en nosotros por el bautismo y los otros sacramentos que junto con la oración nos permiten mantener, acrecentar, y transmitir esa vida nueva que es divina sin dejar de ser muy humana. Es la vida enamorada de un hijo de Dios que lo espera todo de su Padre y al mismo tiempo no deja de luchar para cooperar con sus pobres fuerzas humanas para que se cumpla el mensaje navideño por excelencia: ¡Gloria a Dios en Cielo, y en la tierra paz a los hombres en quienes Dios se complace!
He leído estos días: “No tengo miedo que se acabe el mundo en el 2012… Tengo pánico que siga igual”. Aparte la broma, no me gusta del todo: me gusta el mundo en que vivo, nunca ha sido mejor... aunque puede mejorar, y mucho... ya sé que dicen que todo va mal… Es lo que veo, que quizá hay cosas que van mal, sobre todo desde el punto de vista del egoísmo etc., la falta de fe. Pero también hay que valorar el progreso científico y el "bienestar", como la sanidad y tantas escuelas y hospitales que promovió la Iglesia en sus orígenes, pero que el Estado está llevando a un gran desarrollo. Podemos vivir el mejor momento de la historia... Los del Paraguay, donde hay gente sencilla con una nivel de necesidades más básicas (eso es aplicable a muchos sitios de África o América), al oír hablar de nuestras crisis dicen que tenemos solucionada la sanidad, comida, casa… que no tenemos crisis en España. Otra cosa es la "percepción" que tenemos de la realidad, más bien negativa. El secularismo y la falta de solidaridad son muy fuertes, hoy pero también en otras épocas. El descenso de la mortandad infantil y de las madres es otro aspecto importante del progreso, como también internet y tantos medios de comunicación son motivo de dar gracias a Dios por vivir la época que vivimos.
Nos dice san León Magno que «la providencia y misericordia de Dios, que ya tenía pensado ayudar —en los tiempos recientes— al mundo que se hundía, determinó la salvación de todos los pueblos por medio de Cristo». La perspectiva cristiana está en tantos aspectos humanos: cultura, economía, arte, deporte, salud, comida... pienso que Dios está en todos sitios. El problema es que absoluticemos algún aspecto. Por ejemplo, el de práctica religiosa ha bajado mucho. Y podemos comparar eso con "el mundo ideal" por el que queremos luchar, buscamos el Reino de Dios, no como una utopía sino en la esperanza de que siempre estará por hacer… “La fe incluye siempre un desafío.  Nunca ha sido de otro modo. Hoy existen ciertas dificultades para el que quiere ser cristiano. Pero ayer había otras. Y mañana -es una profecía que se puede arriesgar sin temor de ser desmentidos-, mañana las nuevas generaciones de jóvenes tendrán que afrontar nuevas dificultades. Ser cristianos nunca ha sido, ni lo será jamás, una opción "tranquila"”. Esto implica lucha, para mejorar cada día un poco: “si dijeses: ¡ya basta!, has perecido. Añade siempre, camina siempre, adelanta siempre; no te pares en el camino, no vuelvas atrás, no te desvíes. Se detiene el que no adelanta; vuelve atrás el que vuelve a pensar en el punto de donde había partido (...). Mejor es el cojo en el camino, que el que corre fuera del camino” (San Agustín). Es lucha contra el egoísmo que llevamos dentro, o la cultura en sus formas equivocadas de expresarse contra la libertad religiosa, o buscar la paz en las contrariedades, con fe. O superar todo con la magnanimidad, ánimo grande, que el alma sea amplia en la que quepan muchos.
-“Habiendo oído que Juan había sido preso, Jesús se retiró a Galilea”. Jesús cambia de domicilio; deja el pueblo donde había vivido hasta ahora y va a habitar a una ciudad más importante. –“Así se cumplió lo que el Señor había dicho por el profeta Isaías ¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habita en tinieblas vio una gran luz”. Es un signo. Va a vivir en ese cruce de caminos, en ese lugar de trasiego de pueblos: allí es donde piensa que podrá evangelizar a muchos de aquellos que viven aún "en las tinieblas" y que esperan la luz. Después de una infancia tranquila en Nazaret, sale a las grandes corrientes humanas de su época: Cafarnaúm, etc.
-“Y para los que habitan en la región de sombras y de muerte, una luz se levantó. Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: "Arrepentíos porque se acerca el reino de Dios"”. Te contemplo, Señor, avanzando por los caminos, de pueblo en pueblo, predicador ambulante. ¿De qué trataban tus homilías? ¿De qué les hablabas? ¿En qué consistía tu "enseñanza? La totalidad del evangelio nos lo dirá. Pero, por el momento, ya sabemos una cosa: que el reino de los cielos ha llegado... ¡esto es! Dios está ahí, con nosotros, si queremos acogerle.
-“Y curaba en el pueblo toda enfermedad, toda dolencia...” Le traían todos los que sufrían... y El los curaba... He ahí la epifanía de Dios; el signo de que ¡Dios está obrando allí! Todo el mal como una ola humana afluye hacia ti, Señor. Sálvanos, hoy también. Salva a los que están en “la sombra de la muerte” (Noel Quesson)… El Evangelio encuentra dificultades, hay mucho trabajo… Vivimos en un tiempo de epidemias como el sida, y la Iglesia colabora en gran parte en su erradicación. Muchos cristianos, por ejemplo misioneros, mueren cada año…
2. San Juan habla de la fe y el amor, la recta doctrina y la práctica del amor fraterno. Creer en Cristo Jesús y amarnos los unos a los otros. Quien guarda esos mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Y podrá orar confiadamente, porque será escuchado. Aparece también el tema del discernimiento de espíritus y de la vigilancia contra los falsos profetas, los anticristos, que no aceptaban a Cristo venido como hombre, encarnado seriamente en nuestra condición humana. El Espíritu Santo nos ayudará a saber distinguir los maestros buenos y los malos. Finalmente insiste en nuestra lucha contra el mundo, en la tensión entre la verdad y el error, entre la luz y la tiniebla. Los cristianos estamos destinados a vencer al mundo en cuanto contrario a Cristo Jesús. Y como Dios es más fuerte que el anticristo, nuestra victoria está asegurada si nos apoyamos en él.
-“Dios nos concede cualquier cosa que le pedimos confiadamente porque somos fieles a sus mandamientos y hacemos lo que le agrada”. ¿Cómo podemos saber que «Dios está con nosotros»? ¿Qué seguridad tenemos de estar «en comunión con Dios» y de que nuestras oraciones sean atendidas? San Juan contesta: Estamos en comunión con Dios si «hacemos lo que le agrada... si permanecemos fieles a lo que nos manda...». Es lo mismo que sucede con las personas que amamos: la verdadera unión, la verdadera prueba de amor consiste en hacer lo que agrada al otro. Se da entonces la comunión de pensamientos y de voluntades. Si dos se aman son sólo uno: Todo lo mío es tuyo. Agradarte, Señor. Hacer tu voluntad. Mis proyectos, mis actividades, mi jornada entera, todo según tu propio proyecto divino. Está claro entonces que mi plegaria será atendida, porque correspondo con todo mi ser a «lo que Tú quieres», a "lo que te agrada".
-“Y este es "su" mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo... Y que nos amemos unos a otros...” Son dos aspectos de un solo mandamiento: creer y amar. No son dos preceptos, son el mismo, "su" mandamiento. Para san Juan, según parece, la fe y la caridad no son dos virtudes distintas, sino una sola virtud: "ser hijo de Dios". ¿Constituye esto el fondo de mi vida?
-“Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él”. Procuro que esas palabras penetren profundamente en mí. Permanecer en Dios... ¿"Permanezco yo en Dios"? o bien ¿me aparto de El con frecuencia?, ¿tal vez, por el pecado, me sitúo fuera de Dios? (Noel Quesson).
3. “Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra.»” Es lo que oímos dentro unos días que el Padre dice a Jesús: Tú eres mi Hijo amado en quien tengo puestas mis complacencias”. Hoy, el hoy de la eternidad, el eterno presente en el que es engendrado el Hijo de Dios por el Padre Dios, lo hace igual a Él en el ser y en la perfección, de tal forma que quien contempla al Hijo contempla al Padre, pues el Hijo está en el Padre y el Padre en el Hijo.

Llucià Pou Sabaté

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