viernes, 9 de noviembre de 2012


Sábado de la semana 31 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
San Pablo nos recuerda el modo de vivir el desprendimiento que Jesús nos indica para vivir felices
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: -«Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.» Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él. Jesús les dijo: -«Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detesta»” (Lucas 16,9-15).  
1. Continúa el Evangelio con la parábola de ayer, la del administrador injusto. Jesús, nos enseñas cómo actuar con el dinero:-“Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas”. Son palabras enigmáticas. Por un lado, Señor, me parece que nos indicas que el dinero y todos los demás bienes de este mundo son buenos, si se usan bien. Necesitamos comer y vestirnos, apoyos materiales. Estas cosas pueden también estorbar. No entiendo este "ganarse amigos" con el dinero. Supongo que te refieres, Señor, a compartirlo con los demás. Hay gente tan pobre que solo posee dinero, y vive para eso. La ambición, la codicia y la avaricia no ayudan a la persona, lo degradan y le ponen triste. Como aquel que era rico de sí mismo, se fue triste y no pudo ver la entrega al Reino de Dios, que acogen los que no están llenos de sí.
-“El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?” Aquí nos haces ver que si el dinero sirve de algo es porque lo administramos bien, según el amor. La misma tierra y todo lo que posee está en nuestras manos para poder hacer el bien, poder desarrollar la creación como amor de Dios.
“Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.» ¡Qué pena, ser esclavo del dinero! En otros momentos nos dijiste que los pobres no pueden entender lo del cielo, como un camello no puede pasar por el agujero de la aguja. Por tanto, en sí el dinero no es un bien, sino un medio para poder hacer el bien, no cuenta el “tener” sino el “ser”.
Los dos señores en pugna son el amor a Dios y al dinero. Y la decisión en favor de uno nos coloca automáticamente en el bando adverso al otro. El dinero puede brindar consideración y respetabilidad en las sociedades humanas del presente, pero esa consideración es engaño y abominación ante los ojos de Dios.
Con el amor de Dios, el dinero puede "servir" y llegar así a ser un símbolo del amor. Lo de ganar amigos con el dinero injusto era lo que hizo el de la parábola del "administrador astuto". El dinero es algo "no importante", "un bien ajeno", a veces para algunos un "bien mal adquirido", pero "con el cual se puede servir" (Noel Quesson).
“Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él”. No le gustó eso a los fariseos, y también se burlarán de nosotros, si no aceptamos la pillería de quedarnos con el dinero de otros, si nos negamos a negocios sucios y trampas que otros hacen, Jesús les dijo: -«Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detesta»”  
Jesús, te pido ser sencillo, no cerrado como esos “observantes” que se creen perfectos. Todo lo que tengo, Jesús, te lo debo a Ti: familia, inteligencia, riquezas. Tú me has dado más o menos talentos para que los haga rendir. Si vivo con la certeza de que todo lo que tengo es prestado y procuro utilizar mis talentos para darte gloria, entonces Tú podrás premiarme con la filiación divina, con la vida eterna.
Jesús, me recuerdas que no puedo servir a Dios y al dinero. El corazón acaba escogiendo: o amo a Dios sobre todas las cosas o acabaré amando a todas las cosas sobre Dios con una comezón de querer más que no acaba nunca. Si hago las cosas por Dios, usaré las cosas como medios, no como fines; y ese desprendimiento hace que saboree las cosas con libertad.
“La abundancia de riquezas no sólo no sacia la ambición del rico, sino que la aumenta, como sucede con el fuego que se fomenta más cuando encuentra mayores elementos que devorar. Por otra parte, los males que parecen propios de la pobreza son comunes a las riquezas, mientras que los de las riquezas son propios exclusivamente de ellas” (San Juan Crisóstomo).
Vivimos en una sociedad de querer tener cosas, a veces superfluas, inútiles. Le llamamos “sociedad de consumo”. Esto tiene sus inconvenientes, como la avidez desmesurada, acumulación desmedida, compulsiva y egoísta. En cambio, la generosidad de socorrer a los necesitados nos hace felices, a imagen de Cristo que se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza. Se da totalmente en la Eucaristía, donde vemos que lo más frágil de la tierra, el don desinteresado, de quedarnos sin lo nuestro porque lo damos, entonces somos ricos, y esa cosa tan frágil que es el amor en realidad es la fuerza más grande del mundo. Señor, al pedirte el pan de cada día, te pido lo que necesitemos los demás y yo, y sobre todo te pido ese amor.
2. Pablo nos cuenta que recibe en la cárcel un “paquete” con ayuda: –“Hermanos, me alegré mucho en el Señor de que pudierais expresar de nuevo vuestro interés por mí”. Es tan bonito ayudar al necesitado; y es tan bonito el agradecimiento…
-“No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso y sobrado... Estar saciado y pasar hambre... Vivir en la abundancia y falto de todo...” Sabe vivir en pobreza y en la  abundancia, es libre porque ama, y ese amor a Cristo le hace feliz en cualquier situación. “Sólo Dios basta”, decía santo Tomás de Aquino siguiendo esa idea. ¡He ahí un verdadero secreto de felicidad! Ah, si llegáramos también nosotros a tomar la vida tal como se presenta... a saber apreciar las cosas buenas cuando las tenemos -sin exceso para no apegarnos a ellas-; pero también a saber aceptar las privaciones, ¡cuando todo «falta»! De otra parte, esto es fácil de decir pero no deja de ser un ideal. San Pablo, hombre libre, ruega por nosotros.
-“Todo lo puedo en «aquél que me conforta»”. Nos da el Señor su fortaleza, y eso no se refiere a que lo hagamos todo bien, pues también nos dijo san Pablo: «no hago el bien que quisiera» (Romanos,7-19); pero al mismo tiempo, precisamente con la humildad de no llegar a mucho con nuestras fuerzas, podemos decir con san Pablo que con Dios lo podemos todo…
-“Nado en la abundancia después de haber recibido lo que me habéis enviado, como suave aroma, «sacrificio» que Dios acepta con agrado. Y mi Dios proveerá con magnificencia a todas vuestras necesidades conforme a su riqueza en Cristo Jesús”. Es el final de la carta a los Filipenses. Aquí vemos que la caridad, ayudar a los demás, es una ofrenda a Dios: «incienso perfumado, un sacrificio aceptable que agrada a Dios».
3. Cuando estamos enfermos o necesitados, ¡cómo se nota una visita amiga! La alabanza del salmo nos anima a descubrir y atender las necesidades de los demás: "dichoso el que se apiada y presta... reparte limosna a los pobres, su caridad es constante, sin falta". Dios no se dejará ganar en generosidad, como nos ha recordado el Apóstol: "Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús".
Que sepamos "arreglarnos" con poco y con mucho, "en pobreza y abundancia, en hartura y en hambre". Sin codicia ni avaricia ni afán de poseer, conformándonos con lo que nos va deparando la vida. ¿No es ése el secreto de la verdadera felicidad y de la credibilidad ante los demás? Ni riquezas, ni miseria. No servir a dos señores. Considerar a Cristo como el valor fundamental, y todo lo demás, como nos decía ayer Pablo, pérdida y basura (J. Aldazábal). Hoy podemos sacar el propósito, con ayuda de la Virgen, de no valorar en mucho las cosas materiales, una cierta indiferencia para administrar lo que tengamos en bien de los demás, por amor.
Llucià Pou Sabaté


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